Luis Alberto Lacalle Herrera

El segundo quinquenio de la democracia uruguaya, de 1990 a 1995, estuvo presidido por Luis Alberto Lacalle Herrera, dirigente del Partido Nacional, o Blanco, y heredero de una de sus principales corrientes históricas, el Herrerismo, antaño acaudillada por su abuelo. Su ambicioso programa de reformas estructurales de carácter neoliberal afrontó la movilización de las fuerzas de la izquierda y se vio frenado por el referéndum de 1992, que anuló parte de la ley de privatizaciones. Durante su presidencia, Lacalle fue perdiendo el apoyo de las facciones del partido rival tradicional, el Colorado, y gobernó en minoría, mientras que de puertas al exterior fue uno de los artífices del MERCOSUR, puesto en marcha en 1991. Tercero en las presidenciales de 1999, diez años después volvió a intentarlo frente al postulante oficialista del Frente Amplio, José Mujica, quien le derrotó en la segunda vuelta.

(Texto actualizado hasta diciembre 2009)

1. Heredero de la corriente herrerista y trayectoria en el Partido Nacional
2. El quinquenio presidencial: un programa de reformas liberales impugnado
3. Nuevas apuestas presidenciales en 1999, 2004 y 2009


1. Heredero de la corriente herrerista y trayectoria en el Partido Nacional

Nieto por vía de la madre del caudillo nacionalista Luis Alberto de Herrera Quevedo (1873-1959), e hijo de los señores Carlos Pedro Lacalle Núñez y María Hortensia de Herrera Uriarte, en 1964 completó sus estudios legales de la Facultad de Derecho y Ciencia Sociales de la Universidad de la República, en Montevideo, y desde 1961 se ejercitó como periodista en el diario Clarín. Militante desde los 17 años del partido de la familia, el Nacional (PN), o Blanco, en noviembre de 1971, presidiendo el Ejecutivo Jorge Pacheco Areco, del rival Partido Colorado (PC), y recién ingresado en la treintena de edad, el abogado de profesión fue elegido por primera vez para la Cámara de Representantes de la Asamblea General.

En el seno del PN, que junto con el PC conformaba el binomio de fuerzas que venía pilotando la historia política del país desde prácticamente el inicio de la República Oriental en 1830, Lacalle heredó de su abuelo el liderazgo del Herrerismo, una de las facciones tradicionales y más marcadamente conservadoras del partido -que en sí ya se ubicaba en la derecha o en el centro-derecha del espectro político-, surgida en su momento como una reacción contra el proyecto reformista y liberal que personificó el batllismo, una destacada corriente del PC. Afirmándose en las bondades de la economía natural, en el derecho inviolable a la propiedad privada y en los beneficios del mercado, los blancos se identificaron con las formas de vida rurales de las élites criollas. Durante muchos años, y especialmente a partir de la década de los sesenta, la principal facción blanca fue la centrista Por la Patria, liderada hasta su muerte en 1988 por Wilson Ferreira Aldunate.

A finales de 1973, al poco de hacerse las Fuerzas Armadas con el poder efectivo del país tras la fachada civilista pero inconstitucional del Gobierno colorado de Juan María Bordaberry Arocena, Lacalle, despojado de su escaño por la disolución del Parlamento, fue arrestado y permaneció dos semanas en prisión. Dio comienzo para él un azaroso período de doce años en el que alternó la práctica profesional legal, las participaciones periodísticas y la oposición semiclandestina a la dictadura militar, que le sometió a diversas persecuciones. En agosto de 1978 un remitente anónimo le regaló unas botellas de vino que resultaron contener un veneno letal: Lacalle, sospechando del envío, no probó el vino y se salvó así del fatal desenlace sufrido por la esposa de su compañero de partido Mario Heber Usher, miembro del triunvirato que dirigía clandestinamente el PN, el cual había recibido el mismo paquete.

Hacia 1981, en la fase álgida de la dictadura que pasó a personalizar el general Gregorio Álvarez Armellino, Lacalle ejercía de columnista en los semanarios Correo de los Viernes y Opinar cuando puso en marcha el Consejo Nacional Herrerista, del que fue secretario general. El año anterior había hecho campaña por el no en el referéndum constitucional orquestado por los militares para legitimar el Gobierno de facto y cuyo fracaso celebraron tanto blancos como colorados. En 1982 el abogado pasó a ser miembro del Directorio del partido y en 1984, el año de las elecciones democráticas previas a la devolución del poder a los civiles, se desempeñó en la dirección del programa de radio Patria y Partido, como parte del proceso de reorganización y difusión de la corriente nacionalista herrerista.

De cara a las presidenciales del 25 de noviembre de 1984, Lacalle sopesó la posibilidad de presentar su candidatura directa acogido a la llamada Ley de Lemas, vigente desde 1910, que permitía a los partidos mayoritarios registrar más de una candidatura (sublema), aunque luego, en el escrutinio, sólo se tenían en cuenta los votos totalizados por un partido o lema, de manera que el sublema más votado del lema ganador se llevaba la Presidencia. Sin embargo, al constatar que las preferencias populares se decantaban por la facción blanca mayoritaria, Por la Patria, aceptó no presentarse y respaldar al postulante de aquella, Alberto Sáenz de Zumarán –quien sustituía a su veterano jefe de filas, Ferreira Aldunate, preso del Gobierno-, conformándose con candidatear a la Cámara de Senadores.

Lo que sucedió después fue que el candidato colorado Julio María Sanguinetti Coirolo ganó las presidenciales y que Lacalle se hizo con el escaño de senador. A lo largo de la legislatura, el parlamentario participó en las comisiones de Hacienda, Transportes y Obras Públicas, Partidos Políticos e Informática y Prospectiva de la Cámara alta. En 1987 fue elegido vicepresidente de la misma.

En julio de 1988 el senador inscribió su candidatura para las elecciones presidenciales del 26 de noviembre de 1989, personificando uno de los tres sublemas blancos. Junto con Lacalle se subieron al proscenio electoral el wilsonista Sáenz de Zumarán y Carlos Julio Pereyra, conductor del Movimiento Nacional de Rocha (MNR); ellos representaban respectivamente las alas centrista e izquierdista del partido, mientras que Lacalle era claramente la opción de la derecha liberal. Al sumar el voto blanco el 38,9% de las papeletas y obtener él individualmente el 22,6%, Lacalle se adjudicó la victoria sobre sus inmediatos rivales, Jorge Luis Batlle Ibáñez, por el PC, cuyos planteamientos liberal conservadores no diferían mucho de los suyos, y el general retirado Líber Seregni Mosquera, por el izquierdista Frente Amplio (FA). En la liza individual de candidaturas, el herrerista fue también el sublema más votado.


2. El quinquenio presidencial: un programa de reformas liberales impugnado

El 1 de marzo de 1990 Lacalle tomó posesión de la Presidencia con un mandato de cinco años en sustitución de Sanguinetti, convirtiéndose en el segundo presidente blanco del siglo (exclusión hecha del Consejo Nacional de Gobierno vigente entre 1952 y 1967, órgano ejecutivo colegiado en el que a partir de 1959 el PN gozó de mayoría, aportando ocho presidentes con mandatos restringidos a un año) luego de Aparicio Méndez Manfredini, titular en el período 1976-1981 (aunque éste se trató de un presidente de paja, impuesto por los militares y carente de legitimidad constitucional y electoral). Era también el cuarto presidente blanco desde la fundación del partido en 1836, ya que hasta entonces la política nacional había estado dominada por los colorados. La Vicepresidencia pasó a ser desempeñada por Gonzalo Aguirre Ramírez, cabeza de la facción blanca Renovación y Victoria.

Los 39 escaños obtenidos por el PN en la Cámara de Representantes de 99 miembros constituían una mayoría simple que el Ejecutivo entrante tendría que subsanar. Para tal fin, Lacalle negoció una denominada Coincidencia Nacional con las facciones del PC, que entró en el Gabinete con cuatro ministerios (los de Industria, Energía y Minería, Salud Pública, Turismo, y Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente). Al punto, las principales agrupaciones de la izquierda, el Frente Amplio y el Nuevo Espacio, acusaron a blancos y colorados de pretender institucionalizar el bipartidismo en Uruguay constituyéndose en un bloque cerrado.

Apodado Cuqui, Lacalle irradiaba un reformismo modernizador de inspiración estadounidense; de hecho, se confesaba admirador del sistema político norteamericano y en particular del Partido Demócrata. La prensa del momento le adjudicó un perfil kennedyano, también en un sentido anatómico, aunque su jovialidad y sus rasgos corporales –abundante pelo ondulado y entrecano, quijada poderosa, mentón saliente- recordaban más los de Ted Kennedy que los de su hermano John.

Los planteamientos neoliberales de Lacalle se concretaron en un amplio programa de reformas pro mercado, con un drástico saneamiento financiero, la desburocratización y reducción de aparato del Estado, la abolición de monopolios y la apertura de grandes empresas públicas al capital privado, que el presidente consideraba perentorio para la puesta al día de las estructuras productivas y la mejora de la competitividad comercial del país. Estas ambiciosas iniciativas no tardaron en abrir fisuras en la Coincidencia Nacional, donde las posturas abarcaban un amplio abanico ideológico, además de concitar una fuerte contestación sindical y social. Además, el dirigente heredó una coyuntura económica complicada, con la producción virtualmente estancada desde 1988, la inflación creciendo por encima del 100% anual y el desempleo superando el 9%.

La primera gran reforma presentada por el Gobierno, cinco días después de asumir, fue un proyecto de ley de Ajuste Fiscal que aumentaba el impuesto sobre las rentas laborales, el IVA y los impuestos que gravaban las actividades industriales, comerciales y agropecuarias; además, creaba un impuesto de transmisiones patrimoniales. La impopular medida, que erosionó sensiblemente el poder adquisitivo de las familias trabajadoras, fue rápidamente aprobada por el Legislativo. Se trató de la primera y la última vez que la Coincidencia funcionó como un instrumento dócil a los planes del Gobierno; en lo sucesivo, Lacalle tendría que negociar pormenorizadamente con las distintas facciones blancas y coloradas los diversos puntos de sus proyectos de ley. En este sentido, la Coincidencia fracasó, prácticamente a las primeras de cambio, en su propósito de funcionar como un pacto de legislatura.

Con muchas dificultades, a golpe de negociación con los dirigentes de las facciones blancas y coloradas, el presidente consiguió sacar adelante en la Asamblea General instrumentos tan trascendentales como la Ley de Empresas Públicas. Promulgada en octubre de 1991, dicha ley reestructuraba, privatizándolo parcialmente, el parque empresarial del Estado con la supresión de "monopolios de hecho", como los que afectaban a los seguros y los alcoholes, la autorización de la entrada de capital privado en la Administración Nacional de Telecomunicaciones (ANTEL), la Administración Nacional de Usinas y Trasmisiones Eléctricas (UTE) y la aerolínea PLUNA, y la liquidación de la Industria Lobera y Pesquera del Estado (ILPE), cuyas competencias pasaban al Instituto Nacional de Pesca (INAPE). El Gobierno anunció su intención de lanzar similares procesos de apertura, desregulación y privatización en la Administración Nacional de Puertos (ANP), la Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE), la Compañía de Gas y el Aeropuerto Internacional de Carrasco, entre otras compañías y entidades.

En 1991 y 1992, la combinación de una política fiscal rigurosa, la estabilidad de los tipos de cambio argentino y brasileño, y la moderación del precio del petróleo tuvo efectos positivos en la inflación, que del 129% alcanzado en el primer año de la presidencia bajó al 81% el segundo año y al 59% el tercero, tasa que de todas maneras podía considerarse muy alta. La introducción del tipo de cambio flotante con el dólar dentro de una banda de cotización y la entrada en circulación (1 de marzo de 1993) del peso uruguayo, que equivalía a 1.000 nuevos pesos, empujaron más hacia abajo los precios, que al final del quinquenio crecían sólo a un ritmo del 38% anual. La economía, estimulada por la demanda argentina de productos agrícolas, turismo y electricidad, creció el 3,2% en 1991 y un sobresaliente 7,5% en 1992, rendimiento que marcó el pico del período. Por otro lado, en enero de 1991 el presidente firmó una operación de canje por bonos de parte de la deuda externa que Uruguay tenía con la banca comercial, dentro del conocido como Plan Brady, diseñado por el Tesoro de Estados Unidos.

Sin embargo, transcurrido su primer año en el poder, Lacalle empezó a encajar reveses políticos en cascada. En mayo de 1991 la facción colorada Foro Batllista, liderada por el ex presidente Sanguinetti y con una orientación próxima a la socialdemocracia, abandonó la Coincidencia, baja que hirió de muerte a la frágil coalición. El propio PN fue pasto de las controversias y en noviembre de 1991 las facciones Renovación y Victoria y MNR exigieron al Herrerismo una flexibilización de la política económica. A renglón seguido, en enero de 1992, fue el Batllismo Radical (Lista 15) de Jorge Batlle el que dio portazo a la Coincidencia, pero en su caso por celo liberal, ya que venía reclamando al presidente un impulso más enérgico a las reformas estructurales y una mayor firmeza en la lucha contra la inflación.

En esta tesitura, en febrero de 1992 Lacalle rehizo la coalición progubernamental con los socios que le quedaban: por parte del PN, además del Herrerismo, el MNR de Pereyra, el movimiento Renovación y Victoria del vicepresidente Aguirre y un ala de Por la Patria; por parte del PC, sólo la Unión Colorada y Batllista, controlada por el ex presidente Pacheco, que recibió dos puestos en el Gobierno. Pero la Segunda Coincidencia ya no aportaba la mayoría absoluta parlamentaria.

El conjunto de la gestión presidencial de Lacalle fue puesto en entredicho por el resultado ampliamente negativo (o positivo, si se considera el sentido de la pregunta) del referéndum del 13 de diciembre de 1992 sobre la Ley de Empresas Públicas. La consulta fue celebrada tras salir adelante su doble convocatoria, mediante un pre-referéndum habilitante (celebrado el 1 de octubre, luego de fracasar una primera tentativa el 5 de julio) y una campaña de recogida de firmas que superó el 25% del censo electoral exigido por la Constitución. La iniciativa de consulta popular fue impulsada por los partidos de la izquierda y los sindicatos.

Desoyendo las advertencias de Lacalle sobre la existencia en Uruguay de gente que "rema contra la corriente de un fenómeno mundial" y que "no quiere que el país se modernice", el electorado aprobó con el 71,6% de los votos la derogación de cinco artículos de la ley. La cancelación de una parte del programa de privatizaciones, empezando por la que habría afectado a ANTEL, contrarió visiblemente al presidente, que atribuyó su derrota a una "psicosis mayoritaria contra todo lo extranjero", actitud que era ajena "a nuestra tradición nacional". Los observadores encuadraron el aplastante rechazo a los artículos esenciales la Ley de Empresas Públicas en una movilización del voto de castigo al proceder del Gobierno en un sentido general, no sólo en lo referente a la reestructuración del sector público.

En el verano de 1993, el paso a la oposición de las facciones blancas de Aguirre y Pereyra dejó a Lacalle en una situación altamente precaria; en lo sucesivo, el mandatario gobernó ya sólo con el apoyo de herreristas y pachequistas. El presidente, como él mismo reconoció, quedó a merced del Parlamento, que no dudó en legislar a espaldas del Ejecutivo.

En estas difíciles circunstancias para el jefe del Estado tuvo lugar el plebiscito constitucional del 29 de agosto de 1994. En esta ocasión, los uruguayos tumbaron con el 63% de los votos un paquete de enmiendas, consensuado por las principales fuerzas políticas (incluido el FA), que afectaban a 14 artículos de la Constitución, en lo que vino a llamarse la "mini-reforma". Dos eran las propuestas generales: una reforma electoral para posibilitar el voto a listas de distintos partidos en las elecciones generales y municipales y una modificación organizativa del Banco de Previsión Social (BPS). Esta segunda reforma, aparentemente menor, resultó ser la más relevante de las sometidas a consulta, ya que asustó a los pensionistas y les empujó a votar en masa por el no ante el temor, a todas luces exagerado, de que cualquier cambio en el BPS, que arrastraba un fuerte déficit, fuera la antesala de su privatización.

Lacalle fue artífice, junto con sus colegas de Brasil, Fernando Collor de Mello, Paraguay, Andres Rodríguez, y Argentina, Carlos Menem, del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), constituido por el Tratado de Asunción del 26 de marzo de 1991. La prometedora organización de integración regional celebró dos cumbres de presidentes en Uruguay durante el mandato de Lacalle: la III, en Montevideo el 28 de diciembre de 1992, y la V, en Colonia, lugar cercano a la capital, el 17 de enero de 1994, cita en la que se decidió la puesta en marcha de una unión aduanera a partir de enero de 1995. Las élites dirigentes de Uruguay, país pequeño pero con una importante capacidad exportadora de productos agrícolas, esperaban obtener para el país grandes ventajas del MERCOSUR, aunque empresarios locales temieron el impacto de la libre competencia con las manufacturas argentinas y brasileñas.

Fuera de este ámbito, Lacalle entabló tratos cordiales con países latinoamericanos como Chile y México, viajó a Europa, China y América del Norte, se distinguió por sus excelentes relaciones con las administraciones estadounidenses de George Bush y Bill Clinton –en lo que ayudó su perfecto inglés- y se proyectó también como un estadista muy ligado a la comunidad judía y sus iniciativas internacionales.

De cara a las elecciones presidenciales del 27 de noviembre de 1994, Lacalle, que no podía postularse a la reelección consecutiva, expresó su apoyo al herrerista Juan Andrés Ramírez Turell, su ministro del Interior hasta 1993, dentro de la terna de candidatos que concurrieron bajo el lema del PN. Por enésima vez, quedó de manifiesto la heterogeneidad ideológica de los blancos y la amplia autonomía de que gozaban sus facciones, en la práctica articuladas como una federación de tendencias unidas bajo una bandera y unos valores históricos. Los otros dos sublemas blancos los timoneaban Carlos Julio Pereyra, el fiel abanderado del wilsonismo, y Alberto Óscar Volonté Berro, ex presidente de la UTE.

A todos ellos batió el colorado Sanguinetti, quien se llevó la Presidencia gracias a la peculiar aritmética de la Ley de Lemas: aunque el candidato más votado fue, con el 30,6%, el frenteamplista y socialista Tabaré Vázquez Rosas, la suma de los sufragios obtenidos por los tres postulantes colorados –en este orden, Sanguinetti, Batlle y Pacheco- superaba en 1,7 puntos la cuota sacada por el aspirante opositor. Los tres candidatos blancos aunaron el 31,2% de los votos y de ellos, Volonté tuvo un mejor rendimiento que Ramírez, que en el cómputo global quedó cuarto con casi el 13% de los votos. En cuanto a las legislativas, dibujaron un insólito tripartidismo parlamentario puesto que el que el PC, el PN y el Encuentro Progresista-Frente Amplio quedaron empatados en la treintena de escaños.


3. Nuevas apuestas presidenciales en 1999, 2004 y 2009

El 1 de marzo de 1995 Lacalle transmitió sus funciones a Sanguinetti. En los meses siguientes, el ex presidente estuvo muy ocupado en paliar el daño causado a la reputación de su Gobierno y de su propia persona por la avalancha de denuncias de actos de corrupción e irregularidades presuntamente cometidos durante el quinquenio por miembros del Ejecutivo y dirigentes herreristas. En particular, fue puesta en la picota la venta en marzo de 1994 del Banco Pan de Azúcar (BPA) por parte del Banco República (BROU) y la Corporación Nacional de Desarrollo (CND) a un consorcio extranjero con mayoría de capital italiano, que pagó por él cinco millones de dólares, un precio artificiosamente bajo. El asunto dio lugar a un sumario administrativo que terminó en la asunción del control del BPA por el Banco Central del Uruguay (BCU) ante el riesgo de quiebra y a una investigación penal que desembocó en los procesamientos con prisión, por sendos delitos de conjunción de intereses y de abuso de funciones, del que fuera asesor presidencial, Daniel Cambón, y del ex ministro de Economía y Finanzas hasta 1992 y luego presidente del BCU, Enrique Rómulo Braga Silva.

Lacalle fue llamado a prestar declaración y a sostener careos con Cambón en varias ocasiones en relación con el caso BPA. En junio de 1996, poco antes de su cuarta comparecencia ante el juez para someterse a interrogatorio, las pesquisas judiciales alcanzaron a su esposa (desde 1970) y madre de sus tres hijos, María Julia Pou Brito del Pino, quién, según un antiguo asesor del BPA, habría recibido de los compradores del banco, al igual que Cambón, una parte de su paquete accionarial. El matrimonio negó tajantemente tener nada que ver en operación irregular alguna y Lacalle, muy molesto por lo que consideraba una conjura política en su contra, quiso despejar cualquier duda sobre su honorabilidad publicando detalles de su patrimonio personal.

Las salpicaduras desagradables del escándalo BPA se fueron diluyendo y en 1998 Lacalle ya estaba listo para lanzar un nuevo envite presidencial. En las elecciones internas primarias del 25 de abril de 1999 para, de acuerdo con la reforma constitucional de 1997 (que había abolido la Ley de Lemas), proclamar al candidato presidencial único del partido, su precandidatura se impuso con el 48% de los votos a las de Juan Andrés Ramírez, Alberto Volonté, Álvaro Ramos y Alem García. La opción del Herrerismo fue respaldada por el movimiento Por la Patria y por Acción Comunitaria, agrupación blanca puesta en marcha por Julia Pou, quien además de fortalecer la aspiración de su marido quería presentar su propia lista electoral al Senado. Además, Lacalle asumió el mando del Directorio del PN.

Luego, el 31 de octubre, el candidato blanco, con el 21,3% de los votos, fue apeado de las presidenciales en la primera vuelta por Vázquez y Batlle, resultando ganador en la segunda vuelta el colorado. Las fortunas electorales, en cambio, sonrieron a sus deudos más directos: su esposa se convirtió en senadora y el segundo de sus hijos, Luis Alberto, abogado de formación, salió electo diputado por Canelones en la lista creada por su madre, Acción Comunitaria (Lista 400).

No obstante esta humillante derrota, cinco años después Lacalle volvió a intentarlo, si bien esta vez su elenco de apoyos internos era mucho menor. En la elección primaria del 27 de junio de 2004 el ex presidente fue ampliamente batido con el 66% de los votos por Jorge Washington Larrañaga Fraga, senador y titular del sublema Alianza Nacional, que aglutinó a todos los sectores no herreristas. Lacalle cedió la presidencia del Directorio del partido a Larrañaga, quien en la votación presidencial del 31 de octubre sucumbió ante un arrollador Vázquez; el líder izquierdista rompió entonces el larguísimo duopolio gubernamental de blancos y colorados.

El 12 de abril de 2008 un congreso extraordinario del Herrerismo eligió a Lacalle, por tercera vez consecutiva, precandidato para la elección interna. Flanqueado en la empresa por el senador Francisco Gustavo Gallinal Nieto, jefe del sector Correntada Wilsonista, y por Ignacio de Posadas Montero, quien fuera segundo ministro de Economía y Finanzas de su Gobierno, ahora al frente de la facción Concordia Nacional, Lacalle articuló Unidad Nacional, plataforma que atrajo las adhesiones de destacadas personalidades del nacionalismo.

El 28 de junio de 2009 Lacalle contendió en la interna blanca –como en las ediciones anteriores, abierta a todos los electores censados- contra Jorge Larrañaga, por Alianza Nacional, y el precandidato testimonial Irineu Riet Correa Amaral, por el Movimiento Federal Saravista, derrotándolos con un contundente 57,1% de los votos. Nada más conocer los resultados, el herrerista ofreció al aliancista integrar su fórmula presidencial como candidato a vicepresidente. Poco después, ya que la votación había sido también para definir el "órgano deliberativo nacional" del partido, el candidato asumió el Directorio blanco.

En la primera vuelta de las presidenciales del 25 de octubre de 2009, la fórmula Lacalle-Larrañaga, con el 29,1% de los votos, se aupó sobre la colorada que encabezaba Juan Pedro Bordaberry Herrán (hijo del ex presidente Juan María Bordaberry, entonces bajo arresto domiciliario y procesado por crímenes de lesa humanidad cometidos bajo su período de gobierno dictatorial) y pasó a disputar una segunda vuelta, prevista para el 29 de noviembre, con la fórmula frenteamplista del senador y dirigente tupamaro José Alberto Mujica Cordano, al que le faltó algo más de dos puntos porcentuales para alcanzar el 50% y proclamarse presidente en la primera vuelta.

Con todo, el logro de forzar el balotaje con el candidato del oficialismo, beneficiado por la popularidad del mandatario saliente, Vázquez, había que atribuírsele, no a Lacalle, que de hecho recogió 100.000 papeletas menos que Larrañaga en 2004, sino a Bordaberry, que ganó la mano a todas las encuestas, justo lo contrario que el pretendiente blanco. Para impedir el triunfo de Mujica el 29 de noviembre, Bordaberry expresó de inmediato su apoyo a Lacalle, quien, en caso de no ser elegido presidente, iba a ser de todos modos senador, como cabeza de la lista de Unidad Nacional. Finalmente, Lacalle fue derrotado por su adversario de la izquierda en el poder, que se proclamó presidente con el 52,4% de los votos.

Terminó así una campaña electoral un tanto ruda en la que Lacalle, además de proponer en su programa la eliminación de los nuevos impuestos sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) y de Asistencia a la Seguridad Social (IASS) introducidos por el Gobierno frenteamplista, la moderación del gasto público (que recortaría a golpe de "motosierra", indicó, en un pronunciamiento muy criticado y, según los observadores, desafortunado) y la mejora de las condiciones, liberalizando y desregulando, para el desarrollo de la inversión privada como motor del crecimiento económico, intercambió una serie de golpes bajos con Mujica: si éste le tachó de "patricio", "oligarca" y "reaccionario" cargado de "desprecio por la gente" y de "odio y veneno", el nacionalista retrató al tupamaro como un "marxista maoísta" próximo al chavismo que además estaba "muy poco preparado", vivía en una "cueva" y hacía gala de una personalidad "muy vulgar y chabacana".

Acusado insistentemente por el FA de neoliberal en su dimensión "fundamentalista", Lacalle prefería definirse como un "nacionalista pragmático, ni estatista ni no estatista, ni de derecha ni de izquierda". El caso fue que el anterior presidente y aspirante a serlo de nuevo no atinó a convencer de que él no era un conservador dispuesto a revertir las realizaciones sociales del Gobierno del Frente, que gozaban de una amplia aprobación popular, lo que le hizo perder muchos votos en el transcurso de la campaña.

Luis Alberto Lacalle ha hecho numerosas aportaciones intelectuales en diversos aspectos de la política y la economía de Uruguay y América Latina, a través de artículos periodísticos, conferencias y ponencias académicas. Es autor (1978) de una biografía-homenaje a su abuelo, titulada Herrera, un nacionalismo oriental. Está en posesión de doctorados honoris causa concedidos por las universidades Complutense de Madrid (1992), Hebrea de Jerusalén (1992), Autónoma de Guadalajara, México (1993) y Nacional de Paraguay (1996), así como de varias condecoraciones estatales otorgadas por países como Ecuador, Chile, Argentina, Bolivia, Brasil y España. En añadidura, en 1993 la reina de Inglaterra le invistió Caballero de la Gran Cruz de la Orden de San Miguel y San Jorge. Es miembro del Consejo de Presidentes y Primeros Ministros del Programa de las Américas del Centro Carter de Atlanta, del Club de Madrid, de la Jerusalem Summit y, con carácter honorario, del Club de Roma.

(Cobertura informativa hasta 1/12/2009)