Julia Gillard
Primera ministra (2010-2013)
La viceprimera ministra de Australia y número dos también del Partido Laborista (ALP), Julia Gillard, se convirtió el 24 de junio de 2010 en la primera jefa de Gobierno del gran país de Oceanía como resultado de su golpe interno contra Kevin Rudd, al que arrebató el liderazgo de la formación en el poder. Una abogada y ministra especializada en cuestiones sociales como el empleo y la educación, y procedente del ala izquierda del ALP aunque ahora mismo apoyada por su sector derechista, Gillard ya ha convocado elecciones generales anticipadas, para agosto, con la confianza de que podrá ganarlas. Para repetir el logro de Rudd en 2007, la nueva primera ministra deberá recobrar el favor mayoritario del electorado, decepcionado con los laboristas por la postergación de los objetivos sobre energías limpias e inquieto con las implicaciones del planeado superimpuesto a los beneficios de las pujantes compañías mineras.
(Texto actualizado hasta junio 2010)
1. Una representante de la izquierda laborista australiana
2. En el Gobierno: número dos tras Kevin Rudd y el golpe interno de 2010
1. Una representante de la izquierda laborista australiana
Nativa de una población costera de Gales, en 1966, a la edad de cuatro años, marchó con sus padres y su hermana mayor a Adelaida, Australia, donde los Gillard, de clase trabajadora, emprendieron una nueva vida. Según ha comentado la política, la decisión de sus progenitores de emigrar a Australia respondió a un deseo de prosperidad económica, pero también tuvo que ver la bronconeumomía infantil que padecía y que llegó a reclamar su hospitalización durante varias semanas en una unidad de oxigenación. Superado este alarmante episodio, el médico familiar recomendó un clima más saludable para la niña, que no podría librarse de su enfermedad en los fríos y húmedos inviernos galeses.
En su país de adopción, mientras el padre, John, antes agente de policía, se ganaba la vida como enfermero en clínicas psiquiátricas y la madre, Moira, ejercía su similar vocación sanitaria en el Ejército de Salvación, Julia recibió su educación escolar en centros públicos de los suburbios de Adelaida, la primaria en Mitcham y la secundaria en Unley. Una vez terminado el bachillerato, se matriculó en la Universidad de Adelaida para estudiar Leyes y facultarse como abogada. En el segundo año el campus se introdujo en el Club local del Partido Laborista Australiano (ALP) y comenzó a destacarse como dirigente estudiantil, tomando parte en campañas de movilización como la que protestó contra los recortes del presupuesto educativo aplicados por el Gobierno federal de la época, el de Malcolm Fraser, del Partido Liberal (LP). En 1982 salió elegida vicepresidenta nacional de Educación de la Unión de Estudiantes Australianos (AUS), puesto sindical que no podía compatibilizarse con la asistencia regular a las aulas y que requería su presencia en Melbourne. Entre terminar la carrera en Adelaida y aprovechar una oportunidad para adquirir experiencia en la representación de grupos y darse a conocer, la joven optó por lo segundo.
Una vez en la capital del estado de Victoria, Gillard se convirtió en la presidenta nacional de la AUS, en 1983, y tras concluir este cometido reanudó la actividad lectiva en la Universidad de Melbourne. En 1985 se puso al frente de la sección laborista en Carlton, barrio al norte de la ciudad, y por la misma época se desempeñó de secretaria general de una organización de izquierda conocida como el Foro Socialista. Fueron sus comienzos en el ala izquierda del ALP, que en 1983 regresó al Gobierno federal de la mano de Bob Hawke, llamado a ser el líder más duradero del partido.
En 1986 Gillard concluyó su formación en la Universidad de Melbourne con la obtención de los títulos de Bachelor of Arts y Bachelor of Laws. Al año siguiente ingresó en la firma de abogados Slater & Gordon, un reconocido bufete de Victoria especializado en demandas civiles. Tras un período como pasante en el que se familiarizó con los litigios laborales e industriales, la veinteañera fue admitida como abogada socia de Slater & Gordon en 1990. En 1996 Gillard optó por abandonar la práctica jurídica para dedicarse por entero a la política. Se puso al servicio de John Brumby, líder de la oposición laborista al Gobierno de Victoria, en manos de los liberales, quien la contrató como su jefa de gabinete. Dedicada con gran empeño a aumentar la cuota de mujeres candidatas en la lista laborista a la Asamblea Legislativa estatal, en 1998 ella misma fue seleccionada, no sin denodados esfuerzos por su parte, para competir por el escaño de Lalor, división electoral del área metropolitana de Melbourne, en la Cámara de Representantes del Parlamento Federal, que desocupaba un antiguo ministro con Hawke, Barry Jones.
El 8 de octubre de 1998 la abogada ganó su primer mandato de representante en unos comicios que sonrieron a su partido, de nuevo el primero de la Cámara con 67 escaños correspondientes al 40,1% de los votos, aunque no lo suficiente como para retornar al poder tras un bienio en la oposición, ya que el LP del primer ministro John Howard y el Partido Nacional de Australia (NPA, conservador) del viceprimer ministro Tim Fischer retuvieron la mayoría suficiente para seguir gobernando en coalición. Al estrenarse en el hemiciclo de Canberra, donde pasó a integrar el Comité Permanente de Empleo, Educación y Relaciones Laborales, Gillard, con 37 años, hubo de soportar una serie de ataques personales, teñidos de mofa, por su condición, harto peculiar, de mujer soltera y sin hijos, que además destilaba izquierdismo y feminismo, se declaraba no religiosa, y se vestía y peinaba su cabello pelirrojo con un estilo poco convencional.
En las siguientes votaciones federales, las del 10 de noviembre de 2001, el ALP no confirmó la tendencia positiva apuntada en 1998 y se resignó a otra legislatura en la oposición, esta vez superado en escaños por los liberales. El líder del partido desde 1996, Kim Beazley, dimitió y fue sustituido por Simon Crean, hasta entonces vicelíder, quien se rodeó de una nueva hornada de cuadros laboristas. Entre los promocionados, el 25 de noviembre, estuvo Gillard, que obtuvo un puesto visible en la bancada del partido como miembro del shadow cabinet laborista, responsable de los asuntos de Población e Inmigración. En febrero de 2003 asumió las carteras adicionales de Reconciliación y Asuntos Indígenas. Como ministra en la sombra de estas áreas, Gillard hacía las funciones de portavoz y replicadora en los turnos parlamentarios, y elaboraba las políticas correspondientes del ALP.
En julio de 2003 Crean la cambió a la posición de shadow minister de Salud, desde la que protagonizó un duro pique parlamentario con el titular del Gobierno Howard, Tony Abbott, en torno a la reforma del Medicare, el seguro médico de ámbito federal. Meses después, en noviembre, la diputada asistió con disgusto a la caída de Crean, quien, perseguido por unas encuestas desfavorables, se vio obligado a dimitir bajo la presión de un grupo de diputados críticos. Abierta la competición interna para sucederle, el líder saliente animó a su fiel colaboradora a que saliera a disputar el puesto de vicelíder en la plataforma encabezada por Mark Latham, un diputado conocido por su tendencia a saltarse los convencionalismos políticos. Ella declinó amablemente la invitación y se limitó a respaldar a Latham frente al otro aspirante al liderazgo, Beazley, porque le parecía el más sensible de los dos en temas sociales como la cobertura universal del Medicare, la enseñanza en las escuelas y el apoyo a las familias.
Tras derrotar a Beazley a principios de diciembre, Latham confirmó en su puesto a Gillard, que terminó de perfilarse como una opción para el mando si el partido se veía obligado de nuevo a acudir a una elección interna. A estas alturas, ella era uno de los rostros visibles de la facción del laborismo de Victoria que encabezaba el antiguo dirigente sindical Martin Ferguson. La llamada Ferguson Left se situaba a la izquierda de la corriente predominante en el partido, escorada al centro social liberal, pero resultaba moderada en comparación con la Izquierda Socialista, otra facción, articulada en el Parlamento Federal y con más solera, de la que podía considerarse una subfacción estatal. Si a aquella la ponían de "izquierda dura", los comentaristas atribuían al grupo de Ferguson y Gillard unas posiciones de "izquierda blanda".
La cuarta decepción electoral consecutiva del 9 de octubre de 2004, cuando el ALP perdió otros cinco escaños (se quedó con 60) mientras que el LP creció hasta los 74, no tumbó de inmediato a Latham, que había centrado su campaña en la promesa del regreso a casa de las tropas de combate enviadas por el Gobierno a Irak. Sin embargo, en enero de 2005, aduciendo ciertos problemas de salud, Latham comunicó que se marchaba. Gillard, de nuevo, fue urgida a arrojar el guante, esta vez para batirse por el liderazgo con Beazley. Aunque tenía delante a un exponente de la "derecha" del partido, la representante de Lalor opinaba que todavía no era su hora y se descartó explícitamente como competidora, permitiendo a Beazley recobrar el liderazgo sin oposición.
Beazley tampoco fue capaz de imponerse en los sondeos al incombustible Howard, así que a mediados de 2006 pactó con Kevin Rudd, diputado de Queensland y miembro del shadow cabinet, quien tenía ambiciones sucesorias pero que no era un adversario ideológico o personal suyo, la celebración de una elección interna en la que ambos se verían las caras. Luego, Rudd convenció a Gillard, quien según algunas encuestas era más popular que él o que Beazley, para que le acompañara como candidata a vicelíder. La votación tuvo lugar el 4 de diciembre de 2006 y se saldó con victoria para el binomio Rudd-Gillard, en el caso de ella, sin oposición, ya que la vicelíder titular, Jenny Macklin, se retiró instantes antes de someterse al veredicto del grupo parlamentario.
Para entonces, Gillard llevaba unos meses emparejada con Tim Mathieson, un padre divorciado cuatro años mayor que trabajaba en el salón de peluquería de Melbourne del que ella era cliente desde hacía años. Anteriormente, la prensa había dado cuenta de las relaciones sentimentales de la política con dos responsables sindicales y con un compañero de bancada laborista, Craig Emerson. Su estatus civil seguía resultando irritante para algunos adversarios conservadores. Así, en mayo de 2007, un senador del LP le echó en cara que se mantuviera "deliberadamente estéril", negativa a tener hijos que, según él, la incapacitaba para comprender los problemas de la familia australiana y, llegado el caso, para ser gobernante.
2. En el Gobierno: número dos tras Kevin Rudd y el golpe interno de 2010
El acuerdo entre Gillard y Rudd, que minimizaba las diferencias ideológicas dentro de la casa común laborista y cerraba filas para conseguir desbancar a los liberales en los comicios federales del otoño de 2007, alumbró el Plan para el Futuro de Australia, manifiesto electoral integrador que entre otros puntos preconizaba más inversiones públicas en salud y educación, mayores subvenciones también a las familias con hijos, la cancelación del nuevo marco desregulador, las llamadas WorkChoices, del mercado laboral introducido por el Gobierno Howard (propuestas todas ellas muy en la línea de las preocupaciones sociales de Gillard) y una política fiscal "conservadora" que buscara el superávit presupuestario (en este caso, una prioridad para Rudd).
El 24 de noviembre de 2007, por fin, el ALP se adjudicó la victoria y por mayoría absoluta: obtuvo el 43,4% de los votos y 83 representantes en la Cámara, suficientes para gobernar en solitario. El 3 de diciembre, poniendo fin a once años de travesía opositora, los laboristas retornaban al Ejecutivo con Rudd de primer ministro y Gillard de viceprimera ministra y titular de tres carteras ministeriales, las de Empleo y Relaciones Laborales, Educación e Inclusión Social, que en realidad se subsumían en un único Departamento; es decir, la vicelíder trasladó a la institución del Gobierno las mismas posiciones y cometidos que venía desempeñando en el shadow cabinet parlamentario. Como viceprimera ministra, Gillard era la primera mujer en alcanzar este puesto en Australia y la encargada de ejercer las funciones del primer ministro en casa cuando éste se hallaba en el extranjero.
El arranque del Gabinete laborista se caracterizó por el brío y la solvencia. Mientras que Rudd cumplió con prontitud las promesas electorales de emitir una disculpa oficial y solemne a los pueblos aborígenes por el mal trato dispensado por la mayoría blanca desde la colonización, ratificar el Protocolo de Kyoto como primer paso para revertir la política del anterior Gobierno, no activa, en la lucha contra el calentamiento climático, y retirar escalonadamente de Irak a los más de 500 soldados con capacidad de combate, Gillard se concentró en la remoción de las WorkChoices y su reemplazo por la Fair Work Act, que ofrecía un marco flexible en las relaciones laborales pero ya no privilegiaba las negociaciones individuales entre patronos y trabajadores frente a los convenios colectivos, así como en el programa de "revolución educativa", que destinaba 16.000 millones de dólares australianos a la construcción de instalaciones escolares perfectamente equipadas con las últimas tecnologías de la información.
A lo largo de 2008 y 2009, el Gobierno anotó también en su marcador el inesperadamente buen comportamiento de la economía, que consiguió eludir la recesión –Australia fue, junto con Corea del Sur y Polonia, una de las pocas excepciones de la OCDE- al no encadenar dos trimestres de crecimiento negativo, permitiéndole retirar las medidas de estímulo mientras el Banco Central se animaba a subir los tipos de interés, a diferencia de lo que sucedía en los demás países de la OCDE y el G20. Además, el déficit fiscal se estaba recortando y algunos analistas vaticinaron el regreso del superávit presupuestario para 2013.
Al comenzar 2010, Rudd todavía gozaba de unos buenos índices de aceptación y hacía gala de dinamismo interior y exterior. Pero en los meses siguientes, la popularidad del primer ministro comenzó a erosionarse con insólita rapidez debido a una serie de haberes o deberes en su gestión. Así, una medida que de entrada parecía popular, la imposición de un superimpuesto del 40% a los beneficios, el llamado Resource Super Profits Tax (RSTP), de las poderosas compañías mineras con el fin de acelerar la consolidación de las finanzas públicas, se volvió en contra del Gobierno aún antes de ejecutarla porque resultaba que muchos australianos participaban del capital de estas compañías directamente, como accionistas, o bien a través de fondos privados de pensiones. El RSTP mereció una fuerte desaprobación en los sondeos y fue denunciado por los patronos, los sindicatos –que temían, como resultado, despidos masivos- y los inversores.
A este paso en falso se le sumaron los anuncios de que las acciones para reducir las emisiones de efecto invernadero e ir desplazando los combustibles fósiles en favor de las energías renovables –ampliamente infrautilizadas en Australia, pese a ofrecer el país vastas posibilidades en este terreno-, que era uno de los estandartes de las elecciones de 2007, quedaban pospuestas hasta después de la expiración del Protocolo de Kyoto en 2012, y de la cancelación del programa, costeado por el Estado, de aislamiento eléctrico de los tejados de cerca de tres millones de viviendas, luego de producirse varios accidentes, con incendios y muertes laborales, en los trabajos de instalación. El Gobierno dejó también de subvencionar la instalación en las casas unifamiliares de sistemas de generación eléctrica y calentamiento de agua mediante energía solar. Los votantes laboristas del segmento joven y más a la izquierda encontraron otro motivo de decepción en la aplicación de una política dura para el control de la inmigración ilegal de origen asiático.
En 2011 a más tardar tocaban las elecciones federales y en el ALP cundía la inquietud. A comienzos de mayo de 2010 Gillard salió al paso de las especulaciones sobre un inminente recambio en el liderazgo laborista asegurando de manera tajante que ella no iba tras el puesto de Rudd. Sin embargo, este escenario de cambio de guardia fue adquiriendo relieve en las siguientes semanas a medida que se ensanchaba la brecha entre la popularidad de Rudd –a la baja- y la de Gillard –al alza-, y que personalidades del partido, como Hawke y Beazley, apostaban sin disimulos por el encumbramiento de la vicelíder. El 12 de junio ésta salió a defender a Rudd frente a las críticas de la industria minera a propósito del RSTP e insistió en que su liderazgo no estaba en cuestión. Ocho días después, el gobernante aseguraba que su lugarteniente sería una "excelente primera ministra", pero "en el futuro", ya que quien conduciría al partido y el Gobierno en las próximas elecciones sería él.
Pero para entonces, el ALP ya era un hervidero de presiones y rumores. El ambiente que se respiraba era de motín. El 23 de junio, al término de una tensa reunión de la dirigencia, Rudd anunció que Gillard acababa de darle a elegir entre dimitir inmediatamente o someterse, al día siguiente, a una votación de los 115 miembros del grupo parlamentario para determinar quién debía encabezar el partido y por ende el Gobierno. El primer ministro se declaró listo para enfrentarse a su retadora, quien explicó que su golpe interno obedecía a la necesidad de encarrilar un "buen Gobierno que estaba perdiendo el rumbo" tras realizar una serie de acciones positivas en varios terrenos, enumeradas por ella en términos elogiosos para Rudd, ante lo cual "no podía quedarme mirando".
Ahora bien, el 24 de junio, horas antes de la elección interna, Rudd, tras constatar que su adversaria gozaba del respaldo de una mayoría de parlamentarios y, ostensiblemente, del influyente Sindicato de Trabajadores Australianos (AWU) y del ala derecha del partido (mientras que la izquierda dura, paradójicamente, se disponía a apoyarle a él), comunicó su renuncia. La votación laborista devino por tanto mera aclamación de la única postulante. Avanzada la jornada, Gillard acudió a la Casa del Gobierno en Canberra, donde la gobernadora general, Quentin Bryce, le tomó juramento como primera ministra de Australia. Tras ella lo hizo Wayne Swan, nuevo vicelíder del partido, como viceprimer ministro, posición que sumaba a su ministerio del Tesoro.
Tras aceptar su nueva responsabilidad "con la mayor humildad, resolución y entusiasmo", la primera ministra expuso su intención de resolver el conflicto sobre el RSPT con las compañías mineras mediante negociación y confirmó al Gobierno de Estados Unidos la continuidad de la misión del Ejército australiano en Afganistán dentro de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), cuyos 1.500 soldados, de combate e instructores, tal como acababa de anunciar el ministro de Defensa, John Faulkner, podrían estar de vuelta en un período de entre dos y cuatro años, dependiendo del cumplimiento de los objetivos de entrenamiento del Ejército afgano. Los últimos sondeos eran sumamente amables con la jefa del Gobierno y ésta, para aprovechar el estado de gracia personal, que no necesariamente se extendía al conjunto del partido, decidió convocar elecciones federales anticipadas para el 21 agosto. El anuncio lo hizo el 17 de julio, diez días después de encajar el aviso por Faulkner de que quería cesar en Defensa y abandonar el Gabinete.
La designación de la primera jefa de Gobierno de Australia se produjo cuando este país-continente, oficialmente una monarquía, tiene (desde septiembre de 2008) a otra mujer en el cargo de gobernador general, la citada Quentin Bryce, quien representa a la jefa nominal del Estado, la reina Isabel II de Inglaterra. En la vecina Nueva Zelanda, esta triple coincidencia de magistraturas con titular femenino ya se produjo por primera vez en 1997 con la primera ministra Mary Shipley.
(Cobertura informativa hasta 20/7/2010)