Juan Carlos I de España

La historia de España desde 1975, caracterizada por el tránsito a la democracia, la incorporación a la Comunidad Europea y la modernización económica y social del país, ha sido indisociable de la figura del jefe del Estado, Juan Carlos I de Borbón, un rey que en 1978 renunció a los atributos, sobre el papel absolutos, heredados de la dictadura franquista y se legitimó como monarca constitucional y parlamentario, que reinaba pero no gobernaba ni tenía poder político. Ampliamente respetado durante años dentro y fuera de España por haber hecho de la institución que encabezaba un símbolo de democracia y estabilidad, en 2007 don Juan Carlos generó una rara polémica internacional al mandar callar al presidente venezolano Hugo Chávez durante la Cumbre Iberoamericana de Chile, incidente que el tiempo relegó a la condición de anécdota.

Ahora bien, a partir de 2011, la imagen ciudadana del septuagenario rey, quien era ya uno de los estadistas más veteranos del mundo, experimentó un considerable deterioro por el escándalo de corrupción que envolvía a su yerno Iñaki Urdangarín, el esposo de la infanta Cristina, imputado en un caso de presunto desvío de fondos públicos, y, en abril de 2012, por su accidente, con rotura de cadera, en Botswana, donde estaba de viaje privado cazando elefantes. Este hecho desafortunado, que despertó la indignación de parte de la opinión pública española en un momento particularmente delicado de la crisis económica y financiera que afligía al país —y que arrancó del monarca unas insólitas palabras de contrición—, así como abundantes críticas políticas y periodísticas, agudizó las dudas sobre el futuro de la institución de la Corona, que ya no era inmune al descrédito, e incitaba los comentarios, tímidos por el momento, sobre la oportunidad de abdicar en favor del príncipe heredero Felipe.

El 2 de junio de 2014, precedido por la complicación judicial del llamado caso Nóos (imputación también de la infanta Cristina), nuevos problemas de salud, el escrutino de los gastos de la Corona, el cuestionamiento de su actuación en el intento de golpe militar del 23-F de 1981 y, como remate, el mensaje de amonestación a los dos partidos mayoritarios y de renovación política lanzado por los ciudadanos en las elecciones europeas del 25 de mayo, se produjo el anuncio por don Juan Carlos de su abdicación, a los 76 años y tras 39 de reinado. La renuncia suponía la entronización del príncipe de Asturias, quien el 19 de junio fue proclamado por las Cortes nuevo rey con el nombre de Felipe VI. Entre tanto, se acentuaba el debate público, con opiniones contrapuestas, sobre la figura y el papel jugado por don Juan Carlos en la historia reciente del país, al tiempo que desde un sector de la sociedad y la política arreciaban las expresiones de apoyo al republicanismo.


(Texto actualizado hasta junio 2014)

1. Hijo del príncipe Juan y sucesor designado por Franco
2. Monarca de la restauración borbónica y democrática en España
3. Sucesión de controversias regias en 2007
4. El annus horribilis de 2011-2012: del escándalo Urdangarín al incidente cinegético de Botswana
5. Imputación judicial de la infanta Cristina, achaques de salud y revisión del papel jugado en el 23-F
6. Abdicación en favor del príncipe Felipe en 2014
7. Descendencia familiar, títulos y reconocimientos


1. Hijo del príncipe Juan y sucesor designado por Franco

Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias nació el 5 de enero de 1938 en el Hospital Anglo-Americano de Roma como el segundo de los cuatro hijos tenidos por Juan de Borbón y Battenberg (1913-1993) y María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias y Orleans (1910-2000), futuros condes de Barcelona. El niño recibió el bautismo católico de manos del cardenal Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII. En 1941, cuando su retoño tenía tres años, don Juan, quien ya era príncipe heredero de la Corona española desde 1933, se convirtió en el cabeza de la Casa Real con motivo de la abdicación de sus derechos dinásticos, poco antes de morir, por su padre, el destronado rey Alfonso XIII.

El futuro príncipe y monarca nació y creció en la capital italiana, lugar de exilio de la familia real luego de verse obligada a abandonar España por la proclamación de la Segunda República en 1931, y posteriormente en Lausana (Suiza) y Estoril (Portugal), donde los Borbones recalaron en 1946 tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. En Friburgo estuvo varios meses internado en un estricto colegio regido por los Padres Marianistas y en Estoril asistió a clases en una escuela local bajo la tutoría del secretario político de su padre, Eugenio Vegas Latapié.

El príncipe Juan deseó que su heredero dinástico se educara en España, para lo que llegó a un acuerdo con el general Francisco Franco, pese a las profundas diferencias que les separaban. En 1945 el conde de Barcelona había publicado el llamado Manifiesto de Lausana, en el que criticaba duramente la dictadura instaurada al cabo de la Guerra Civil en 1939 y ofrecía al pueblo español la posibilidad de regirse por una monarquía cuya naturaleza precisa no indicó. Dos años después, en 1947, Franco hizo aprobar la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, que definía a España como un Reino provisionalmente sin rey; en tanto que jefe del Estado, Franco se reservó la función de regente de hecho, la cual ejercería hasta que propusiera a las Cortes (Parlamento) un sucesor a título de rey. La actitud desafecta de don Juan le autodescalificó como posible sucesor de Franco, quien fijó su atención en don Juan Carlos.

Llegado a su patria de origen por primera vez en 1948, el infante retomó los estudios en Madrid y San Sebastián, y acabó el bachillerato en el Instituto San Isidro, el más antiguo centro educativo de la capital española, en 1954. Recibió su instrucción castrense en la Academia Militar de Zaragoza (1955-1957), la Escuela Naval de Marín (Pontevedra, 1957-1958) y la Academia General del Aire de San Javier (Murcia, 1958-1959), de donde salió con los galones, respectivamente, de alférez de infantería, alférez de fragata y teniente de aviación. En esta época estuvo bajo la tutela del general Carlos Martínez de Campos y Serrano, duque de la Torre, encargado por Franco de supervisar la formación militar del infante. Como guardiamarina, el joven realizó un viaje en el buque-escuela Juan Sebastián Elcano.

En marzo de 1956 falleció prematuramente su hermano tres años menor, el infante don Alfonso, en un accidente de tiro sucedido en la residencia familiar en Estoril, la Villa Giralda. Según informaciones periodísticas de la época, que se limitaron a reproducir el comunicado oficial facilitado por la Embajada española en Lisboa, el muchacho, de 14 años, resultó muerto al recibir en la frente un disparo escapado de un revólver que, aparentemente, estaba limpiando don Juan Carlos, quien disfrutaba de un permiso militar con motivo de la Semana Santa. El manto de silencio echado sobre el trágico accidente por la Casa Real y el Gobierno franquista, y ciertas insinuaciones realizadas posteriormente por personas muy allegadas a la familia real alimentaron las especulaciones sobre que don Juan Carlos, en realidad, había matado fortuitamente a su hermano mientras jugaban con el arma ignorando que ésta estaba cargada.

En 1961 el infante realizó estudios de Derecho Político e Internacional, Economía y Hacienda Pública en la Universidad Complutense de Madrid, que complementó con cursos monográficos en Toledo. Se trató de un programa formativo específico que no dio lugar a la obtención de títulos universitarios. A partir de entonces realizó prácticas profesionales en diversos ministerios, así como numerosos viajes por España y el extranjero.

El 14 de mayo de 1962, para satisfacción de Franco, que ya tenía decidida la sucesión en su persona —en tanto que el conde de Barcelona observaba con grandes suspicacias el afecto que el dictador y su hijo se profesaban mutuamente—, don Juan Carlos contrajo matrimonio en Atenas con la princesa Sofía Oldenburg y Guelph, nacida en noviembre de 1938, primogénita de los reyes Pablo I y Federica de Grecia, hermana por tanto del futuro rey Constantino II, que aportó el nombre de Grecia al linaje borbónico y que recibió la condición de alteza real. Los príncipes consortes fijaron su residencia en el Palacio de la Zarzuela, en las cercanías de Madrid, y entre 1963 y 1968 tuvieron tres hijos, las infanta Elena y Cristina, y el infante Felipe, futuro príncipe de Asturias. Ella hubo de renunciar a su fe cristiana ortodoxa y abrazar el catolicismo, que era la religión oficial de España.

El 22 de julio de 1969 don Juan Carlos fue designado por las Cortes sucesor de Franco en la jefatura del Estado en calidad de rey y con el título provisional de príncipe de España. Al día siguiente, el nieto de Alfonso XIII prestó en las Cortes, sobre los Evangelios y bajo la mirada del anciano dictador, juramento de "lealtad al jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino". El príncipe ascendió seguidamente a los grados de general de brigada de los ejércitos de Tierra y Aire, y a contralmirante de la Armada. El 15 de junio de 1971 fue designado por ley para sustituir interinamente al jefe del Estado en caso de ausencia o incapacidad.

Franco aclaró que la designación de don Juan Carlos era una "instauración", no una "restauración" de la monarquía borbónica, convencido como estaba de que el por ahora príncipe, una vez fallecido él, se supeditaría al esquema político-jurídico del régimen surgido del alzamiento militar del 18 de julio de 1936. La designación de don Juan Carlos como príncipe de España en lugar de príncipe de Asturias, título tradicional de los herederos de la Corona, sirvió para marcar la diferencia del proyecto monárquico franquista.

La mudanza de 1969 introdujo una fuerte tensión en las relaciones del conde de Barcelona con su hijo, al que reprochó haberse sometido a los planes políticos de Franco, aceptando un título dinástico que desde un enfoque legitimista no le correspondía. Sin duda, el dictador, que se aproximaba a una senilidad mortal, veía a don Juan Carlos como un futuro jefe del Estado sin verdaderos atributos de poder, el cual detentaría uno de sus más fieles lugartenientes, el almirante Luis Carrero Blanco, desde el nuevo puesto de presidente del Gobierno. Carrero, considerado el cancerbero del edificio franquista, fue nombrado en junio de 1973 presidente del Gobierno en virtud de la Ley Orgánica del Estado de 1967, pero seis meses después fue asesinado por la organización terrorista vasca ETA, dejando al régimen sin un delfín político claro.

Se abrió entonces para don Juan Carlos el periodo más difícil en su larga marcha hacia el trono, ya que por una parte se ganó el desprecio de la mayoría de la oposición democrática española, incluidos los partidarios de su padre, que le consideraba un títere del dictador dispuesto a contribuir a la perpetuación del régimen autoritario y violador de libertades, y por la otra la hostilidad del sector franquista más duro, el popularmente llamado búnker, integrado por falangistas de la vieja guardia, que sospechaban —con razón— de unas ideas principescas secretas de corte liberal.

Para socavar la posición del príncipe, la derecha más extrema del franquismo se dedicó a favorecer la causa de su primo el duque de Cádiz, don Alfonso de Borbón y Dampierre, primogénito del príncipe Jaime de Borbón (hermano mayor del príncipe Juan, quien había sido obligado a renunciar a sus derechos dinásticos por Alfonso XIII debido a su sordomudez, antes de nombrarse a sí mismo jefe de la Casa Real de los Borbones en sus ramas española y francesa así como duque de Anjou y de Madrid) y de paso marido de la nieta mayor de Franco, María del Carmen Martínez-Bordiú.


2. Monarca de la restauración borbónica y democrática en España

Postrado Franco por enfermedad, don Juan Carlos le sustituyó en la jefatura del Estado con carácter interino entre el 19 de julio y el 2 de septiembre de 1974, y nuevamente desde el 30 de octubre de 1975. El 20 de noviembre el dictador murió y el día 22, tras dos días de interinidad desempeñada por un Consejo de Regencia de tres miembros presidido por el presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, el príncipe fue proclamado rey de España por la cámara legislativa, lo que supuso la reposición de la monarquía borbónica tras el largo paréntesis que habían supuesto los ocho años de república parlamentaria y los 36 de dictadura unipersonal. La princesa Sofía de Grecia adquirió asimismo la condición de reina de España.

Cinco días más tarde, don Juan Carlos inauguró su reinado con una misa del Espíritu Santo en la iglesia madrileña de San Jerónimo el Real, que fue oficiada por el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo de la diócesis de Madrid-Alcalá, y a la que asistieron los presidentes de Francia, Valéry Giscard d’Estaing, y la República Federal de Alemania, Walter Scheel. El acto litúrgico, con su ceremonia de la unción, equivalía a una coronación o exaltación al trono. El 14 de mayo de 1977 el conde de Barcelona, que había demostrado ser un hombre de convicciones democráticas, transfirió a su hijo sus derechos dinásticos y la jefatura de la Casa Real, una vez constatado el compromiso adquirido por don Juan Carlos en la restauración de la democracia en España.

La Constitución, sancionada en referéndum nacional y firmada por don Juan Carlos en diciembre de 1978, luego de aprobar las Cortes franquistas la Ley para la Reforma Política (en noviembre de 1976, una especie de harakiri político de los procuradores elegidos bajo la dictadura que abrió las puertas a la creación de instituciones democráticas) y de celebrarse las primeras elecciones generales pluripartidistas desde 1936 (en junio de 1977, que dieron la victoria al partido Unión de Centro Democrático, UCD), definía en su Título II las funciones apolíticas, representativas y protocolarias del rey, el cual perdió todo el poder ejecutivo heredado del sistema franquista y se convirtió en un monarca parlamentario y democrático al uso en Europa Occidental.

El artículo 56 de la Constitución establece que "el Rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes". Los artículos 62 y 63 enumeran las atribuciones concretas del monarca, la mayoría de tipo meramente procedimental: sancionar, promulgar y expedir las leyes y decretos aprobados por las Cortes y el Gobierno; convocar y disolver las Cortes, y convocar elecciones y referendos; proponer y nombrar el candidato a la Presidencia del Gobierno, siempre conforme a lo decidido por los poderes políticos del Estado; nombrar y separar a los miembros del Gobierno a propuesta de su presidente; ser informado de los asuntos de Estado y presidir, a estos efectos, las sesiones del Consejo de Ministros; ser el comandante supremo de las Fuerzas Armadas; previa autorización de las Cortes, declarar la guerra y hacer la paz; y, acreditar a los embajadores y otros representantes diplomáticos.

Don Juan Carlos dio reiteradas muestras de mesura e inteligencia a la hora de ejercer su autoridad sobre los acontecimientos políticos, sobre todo en el período preconstitucional de su reinado. Fueron tres años en los que pautó de una manera sutil pero firme la complicada transición a la democracia, que muchos temían pudiera desembocar en otro enfrentamiento fratricida como el de 1936-1939 si terminaba estallando la caldera donde se juntaban el terrorismo vasco, las reclamaciones autonomistas de los nacionalismos periféricos, las provocaciones de la extrema derecha política, el malestar conspirativo de los generales azules, las movilizaciones obreras y la aguda crisis económica.

Una de sus decisiones más elogiadas —aunque esta actitud se expresó más que nada a posteriori, ya que en el momento disgustó a la oposición democrática—, fue la de nombrar presidente del Gobierno en julio de 1976 a Adolfo Suárez , hasta entonces el ministro secretario general del Movimiento, en sustitución del ultraconservador Carlos Arias Navarro, quien obstaculizaba los planes reformistas del monarca. Suárez se reveló como un reformista liberal que, con la confianza que le inspiraba saberse respaldado por el monarca, se lanzó al desmontaje del aparato legal del franquismo desde dentro, valiéndose de sus propios instrumentos normativos, y con el consenso de las principales fuerzas políticas por encima de las diferencias ideológicas. El Gobierno de Suárez lanzó la Ley para la Reforma Política, devolvió a la legalidad a los partidos de la izquierda y convocó las primeras elecciones democráticas.

Entre 1977 y 1982 don Juan Carlos ejerció su reinado sobre dos legislaturas, la primera constituyente, en las que el Gobierno estuvo en manos de la UCD de Suárez y de su breve sucesor, Leopoldo Calvo-Sotelo. El monarca volvió a sobresalir con motivo del intento de golpe de Estado militar del 23 de febrero de 1981, perpetrado semanas después de presentar Suárez la dimisión como presidente del Gobierno, cuando intervino en la defensa del orden legal establecido. Su aparición en la televisión en la madrugada del 24 de febrero, vestido con el uniforme de capitán general de los tres Ejércitos y advirtiendo que la Corona "no puede tolerar, en forma alguna, acciones o actitudes de personas que pretenden por la fuerza interrumpir el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum", tranquilizó a una población presa del miedo y, tal fue la interpretación oficial de los hechos, resultó decisiva para la rendición a las pocas horas de los generales sediciosos que confiaban en obtener el plácet del monarca, uno de los cuales, Alfonso Armada, había sido su profesor y, durante doce años, su secretario.

El fracaso del 23-F supuso un punto de inflexión que consolidó definitivamente la democracia española y la imagen del monarca dentro y fuera del país. Significativos fueron los elogios dirigidos a don Juan Carlos por el secretario general del Partido Comunista (PCE), Santiago Carrillo, quien en 1975 le había colgado el apodo de El Breve. En los años siguientes, don Juan Carlos, sin desempeñar ya ningún papel aparente en la política nacional, recibió varios premios y distinciones, y su ejecutoria fue citada a menudo como ejemplo a seguir en hipotéticos escenarios de restauración monárquica en repúblicas que afrontaban una transición desde la dictadura a la democracia. La referencia española estuvo muy presente en los movimientos legitimistas, en su mayor parte muy poco consistentes, emprendidos por varias casas reales sin trono de la Europa del Este a raíz de los sucesos revolucionarios de 1989, en particular la búlgara, que encabezaba el rey exiliado en España Simeón II, a la sazón un buen amigo del Borbón.

Por otro lado, con sus numerosos viajes al exterior, en los que ejerció como un verdadero embajador de la nueva realidad política española, el rey prestó una ayuda inestimable para la recuperación o el fortalecimiento de las relaciones con áreas geográficas de especial importancia para la política exterior de un país que quería modernizarse y romper con su aislamiento internacional. Aquellas eran América Latina, Oriente Próximo y el bloque norteño occidental, con la Comunidad Económica Europea y Estados Unidos a la cabeza.

Muchas fueron las giras y visitas regias que revistieron una dimensión histórica o que entrañaron una especial significación para la diplomacia española. Bajo los gobiernos de Suárez don Juan Carlos y doña Sofía viajaron a la República Dominicana, la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, Colombia, Venezuela y Francia en 1976; al Vaticano, Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Alemania Occidental, Bélgica y los países centroamericanos en 1977; a Austria, Portugal, Irán, Irak, la República Popular de China, México, Perú y Argentina en 1978; a África Occidental, Marruecos, Suiza y Suecia en 1979; a Dinamarca, Países Bajos, Luxemburgo, Ecuador, Japón, Indonesia y Kuwait en 1980; a Italia y Estados Unidos en 1981; y a India, Noruega y nuevamente Arabia Saudí y Estados Unidos en 1982.

Durante los gobiernos socialistas de Felipe González , entre 1982 y 1996, los monarcas se desplazaron a Argelia, Túnez, Zaire, Brasil y Uruguay en 1983; a Canadá y la URSS en 1984; a Rumanía y Yugoslavia en 1985; al Reino Unido, Irlanda, Nigeria y Zimbabwe en 1986; a Bolivia, Puerto Rico, Hungría, Checoslovaquia y Tailandia en 1987; a Australia y Nueva Zelanda en 1988; a Polonia y Finlandia en 1989; a Chile y Paraguay en 1990; a Bulgaria, Turquía e Israel en 1993; y a Filipinas y Malasia en 1995. En la primera legislatura del Gobierno del Partido Popular (PP), encabezado por José María Aznar, los reyes estuvieron, por citar sólo los desplazamientos más destacados, en Rusia (mayo de 1997) y Cuba (noviembre de 1999), último país latinoamericano que les quedaba por visitar, con motivo de la IX Cumbre Iberoamericana que tuvo lugar en La Habana.

Monarca "campechano" y popular, aficionado a los deportes náuticos (en 1972 compitió como tripulante de un velero de la clase Dragón en los Juegos Olímpicos de Munich), al esquí y a los vehículos potentes, Juan Carlos I disfrutó en todos estos años de una alta consideración en su país, donde todo lo referente a la familia real solía ser difundido con acentos elogiosos. Pese al encomio generalizado, algunas voces representativas de los pequeños sectores republicanos, ligados a partidos de izquierda, criticaron el carácter "intocable" de los Borbones, ya que si la prensa española no dejaba de hacerse eco de los escándalos y chismes que rondaban a las demás familias reales europeas, esta actitud, destilando mordacidad y un cierto regodeo comparativo, se cortaba en seco cuando tocaba hablar de las actividades de la realeza local, habitualmente retratada disfrutando de períodos vacacionales en el palacio veraniego de Marivent, en Palma de Mallorca, o en las estaciones invernales de Baqueira-Beret y Candanchú, en el Pirineo.

Ahora bien, podía observarse que incluso entre aquellos que consideraban a la Monarquía una institución anacrónica existían un respeto y una simpatía por la persona del inquilino del Palacio de la Zarzuela debido a su rol en la Transición y a su talante afable abierto al pueblo, ajeno a las complacencias palaciegas o aristocráticas, un fenómeno que llegó a denominarse juancarlismo. La prensa española, asimilando el secretismo que a veces emanaba de la Casa Real, pasó de puntillas —o directamente, corrió un tupido velo— sobre determinados aspectos de la actividad del monarca, algunos no meramente anecdóticos, susceptibles de crítica y controversia, que fueron aventados por canales del exterior.

En octubre de 1996 medios internacionales se hicieron eco de un telegrama enviado desde el avión que transportaba al rey a Corea del Sur, mientras sobrevolaba esta antigua república soviética, al "presidente Stanislau Shushkevich" de Bielarús; en realidad, Shushkevich no era presidente del país desde hacía ya dos años, siendo ahora un mero diputado, y en la oposición a su autoritario sucesor, Alyaksandr Lukashenko; divertido por la equivocación, Shushkevich aseguró que pensaba conservar el mensaje como un "souvenir".

Justo una década después, en octubre de 2006, periódicos rusos difundieron una carta enviada por un funcionario de protección cinegética de la región de Vologda en la que se denunciaba que el monarca español había abatido "de un solo disparo" un oso "emborrachado con vodka y miel" en un cacería organizada por autoridades locales en el mes de agosto, en el curso de una visita privada del rey a Rusia en la que tuvo un encuentro en su residencia vacacional con el presidente Vladímir Putin. El denunciante añadía que don Juan Carlos ignoraba que la cacería estaba amañada con la suelta de este oso amaestrado y embriagado, y culpaba de lo sucedido al vicegobernador regional y a su jefe del Servicio de Protección de los Recursos Naturales de Vologda. El servicio de prensa de la Casa Real negó tajantemente a la agencia Associated Press que el rey hubiese cazado osos o cualquier otro animal durante su estancia en Rusia (que no fue consignada en el historial público de viajes al exterior del monarca), y tachó de "ridícula" la información. Sin embargo, el gobernador de la región ordenó una investigación para esclarecer los hechos.

La afición cinegética de don Juan Carlos ya había levantado una considerable polémica en 2004 en Polonia, donde se dijo que el jefe de Estado español había conseguido permiso para matar un macho de bisonte europeo, verdadera reliquia zoológica y cuya caza estaba teóricamente prohibida, en el refugio boscoso de Czerwony Dwor y previo pago de 7.000 euros. También en Rumanía, donde participó en una batida costeada por cuatro cazadores estadounidenses en la que se mataron nueve osos jóvenes, una osa gestante y un lobo; la cacería de estas dos especies protegidas, realizada en el condado carpático de Covasna, concitó airadas críticas de políticos y ecologistas rumanos.


3. Sucesión de controversias regias en 2007

El 10 de noviembre de 2007 el rey de España adquirió un protagonismo nacional e internacional desconocido desde el 23-F, sucedido hacía ya 26 años, con motivo de una polémica actuación suya en el cierre de la XVII Cumbre Iberoamericana, en Santiago de Chile. Fue en el momento en que el presidente del Gobierno español —desde 2004—, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, salía al paso de unas duras palabras pronunciadas minutos antes por el mandatario de Venezuela, Hugo Chávez, en las que había acusado al ex presidente Aznar de haber apoyado el fracasado golpe de Estado antichavista de 2002 y le había tildado reiteradamente de "fascista". Chávez, fuera de su turno de intervención y sin micrófono, interrumpía constantemente la réplica de Zapatero para defender a Aznar y exigir "respeto" a las diferencias ideológicas, lo que hizo enderezarse en su sillón al monarca, quien, visiblemente irritado, se dirigió al venezolano para espetarle con un sonoro "¿por qué no te callas?".

Poco después, el rey, decidiéndolo sobre la marcha con Zapatero y el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se levantó y abandonó la sala como señal de protesta por la alocución del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien arremetía contra la eléctrica privada española Unión Fenosa por operar en su país "con tácticas gansteriles" y acusaba a "embajadores españoles" de haber intentado interferir en las elecciones nicaragüenses del año anterior contra las posibilidades de victoria del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El monarca regresó a la sala antes de la clausura de la cumbre.

Estos dos gestos sin precedentes, el primero espontáneo y el segundo reflexionado, de don Juan Carlos, que nunca antes había sido visto enojado en público y menos, lógicamente, encararse con un dignatario internacional, tuvieron una insospechada repercusión y afectaron negativamente a las relaciones entre España y Venezuela, aunque la tesis de Madrid fue que el único culpable de la bronca había sido Chávez, por su actuar "inapropiado y no aceptable". Pese a que la presidenta anfitriona, Michelle Bachelet, intentó restar importancia a lo sucedido, y que Zapatero regresó a España dando por zanjado el tema con un tono de aviso ("espero que sea la última vez"), Chávez, al contrario de lo que se le pedía, azuzó y magnificó la polémica volviendo a la carga declarativa. Así, Chávez afirmó que "al rey lo tuvieron que agarrar" porque "se puso muy bravo, como un toro", que el monarca "no me puede hacer callar" porque "es tan jefe de Estado como yo, con la diferencia de que yo soy electo", y que don Juan Carlos "dirige la política exterior" española —extremo desmentido al punto desde Madrid—, tal que debía estar al tanto de los planes golpistas en su contra. "Hay que acabar con los viejos resabios monarquistas. Que nos respeten, que no se crean superiores a nosotros. No somos subalternos de ninguna corona", subrayó Chávez, haciendo caso omiso de las invitaciones españolas a apostar por una "diplomacia callada" para superar el rifirrafe.

El presidente, invocando la "dignidad" de Venezuela como Estado independiente, llegó a reclamar al rey que le pidiera "excusas" por haberse "extralimitado", antes de anunciar una fiscalización por su Gobierno de las actividades desarrolladas en Venezuela por las empresas españolas. Fuentes autorizadas de la Casa Real señalaron que el rey "saltó porque creyó que se estaba atacando a España y a sus representantes", y reconocieron que el monarca estaba "triste" por lo sucedido, pero también "convencido de que hizo lo que debía".

En España, el comportamiento del rey en Chile fue acogido con división de opiniones, si bien prevalecieron los respaldos y aplausos sobre los comentarios que cuestionaban las formas empleadas para transmitir el disgusto de la delegación de Madrid por el tono crítico con España empleado por venezolanos y nicaragüenses a lo largo de la cumbre. En añadidura, el incidente fue aprovechado por el Partido Popular (PP) en la oposición para fustigar la política exterior del Gobierno de Zapatero, al que acusaron de "imprevisión", "negligencia" y "falta de capacidad de actuación". Los populares exigieron también la llamada a consultas del embajador en Caracas como medida diplomática de protesta por la prolongación de los reproches e insultos de Chávez al rey, a Aznar y al actual presidente del partido y líder de la oposición, Mariano Rajoy .

En Venezuela, sumida en una tensa polarización política, el impacto de las imágenes del rey de España mandando callar al presidente fue incluso mayor, ya que municionó los argumentos pro o antichavistas del oficialismo y la oposición, enfrentados en la crispada antesala del referéndum constitucional de diciembre, que entre otras cosas iba a decidir sobre la reelección indefinida de Chávez en la Presidencia. Además, el líder bolivariano recibió el soporte solidario de los gobiernos de Cuba y Bolivia. En el resto del subcontinente latinoamericano se escucharon opiniones periodísticas y populares para todos los gustos; mientras que algunos aplaudieron que alguien, "por fin", se hubiese atrevido a "plantar cara" a Chávez, otros, no pocos, aun pudiendo censurar el estilo avasallador o irrespetuoso del líder venezolano, achacaron al rey de España una mentalidad "neocolonial" que les recordaba las prepotencias de la pasada dominación española. Este análisis de un exabrupto real que terminó por convertirse en una frase archipopular en los medios de comunicación lúdicos no estuvo presente, sin embargo, en España, donde las críticas se centraron en las maneras utilizadas.

Prestando atención al contexto, la insólita reconvención al mandatario venezolano se produjo al cabo de varios meses pródigos en noticias y situaciones polémicas relacionadas con la familia real que repusieron a don Juan Carlos, tras años de apacibilidad gratificada por el nacimiento de sus sucesivos nietos, en un primer plano de actualidad, por ratos incómodo.

Así, en un corto espacio de tiempo se sumaron una serie de detracciones del monarca, de su figura y sus funciones, procedentes tanto de sectores nacionalistas catalanes (quema de retratos de los reyes por grupos de jóvenes independentistas que recibieron el apoyo de la Esquerra Republicana de Catalunya, ERC, partido de izquierda socio del tripartito gobernante en Cataluña y activo indagador parlamentario de la cuantía precisa de los gastos reales más allá del presupuesto oficial asignado) y vascos (duras críticas a la Corona publicadas regularmente por el senador del PNV Iñaki Anasagasti en su blog de Internet), como de un sector de la derecha española (demandas de abdicación dirigidas por el periodista Federico Jiménez Losantos en la cadena radiofónica COPE, cuyo accionista mayoritario era la Conferencia Episcopal Española).

Además, en julio anterior, la revista satírica El Jueves vio su edición secuestrada por orden de la Audiencia Nacional y posteriormente fue multada con 6.000 euros por haber publicado en portada una caricatura obscena de los príncipes de Asturias, don Felipe de Borbón y doña Letizia Ortiz, considerada vejatoria y constitutiva de un delito de injurias a la Corona. El embargo judicial de la tirada de El Jueves, que no sufría una prohibición así desde 1977, fue criticado ampliamente por la profesión periodística y en menor medida por la clase política, y todo el asunto generó un debate público sobre la institución monárquica y la libertad de expresión. La controversia se intensificó poco después con las citadas quemas de fotos de los reyes en Cataluña, algunos de cuyos autores fueron también encausados y condenados por la Audiencia Nacional a pagar multas moderadas por injurias al jefe del Estado, aunque la Fiscalía pidió inicialmente penas de prisión. La Casa del Rey guardó silencio sobre estos sucesos.

Por si fuera poco, y, al igual que el episodio de la Cumbre Iberoamericana días después, afectando a la política exterior española, los reyes realizaron el 5 y el 6 de noviembre a las ciudades autónomas norteafricanas de Ceuta y Melilla una histórica visita oficial que provocó un incidente diplomático con Marruecos, país que no reconocía la soberanía española sobre ambas plazas. Este viaje institucional, que encontró una acogida entusiasta de las poblaciones ceutí y melillense, contaba con la previa aquiescencia del Gobierno, luego en modo alguno podía achacarse sus repercusiones negativas en los tratos con Marruecos, a la sazón pronto apaciguadas, a un gesto unilateral del monarca. Esta sucesión de noticias regias a lo largo de 2007 suscitó un reguero de declaraciones públicas en favor de la Corona desde por parte del Gobierno Zapatero y los principales partidos e instituciones del Estado. El propio rey aprovechó algún acto oficial para recordar que la monarquía parlamentaria era el "sustento" de la Constitución y había determinado "el más largo periodo de estabilidad y prosperidad en democracia vividos por España".

En octubre, antes del célebre incidente en Chile, una encuesta realizada por un instituto de demoscopia mostró que el 69% de los españoles consideraba a la monarquía parlamentaria el sistema político ideal para España, frente a un 22% que preferiría una república, y que la Corona era la institución más valorada en todos los tramos de edad y en todas las clases sociales, con una nota media para su actuación de 6,5. Tras el desplante en la Cumbre Iberoamericana, cabeceras de la prensa española destacaron que la posición de don Juan Carlos había salido "reforzada".


4. El annus horribilis de 2011-2012: del escándalo Urdangarín al incidente cinegético de Botswana



5. Imputación judicial de la infanta Cristina, achaques de salud y revisión del papel jugado en el 23-F



6. Abdicación en favor del príncipe Felipe en 2014



7. Descendencia familiar, títulos y reconocimientos

El 20 de diciembre de 1963 nació la primogénita de los reyes, Elena de Borbón y Grecia, de nombre completo Elena María Isabel Dominica de Silos. La infanta de España adquirió el título nobiliario de duquesa de Lugo el 3 de marzo de 1995 con motivo de sus esponsales, celebrados quince días después en la Catedral de Sevilla, con el aristócrata navarro Jaime de Marichalar y Sáenz de Tejada, hijo del conde de Ripalda, Amalio de Marichalar y Bruguera, y nieto del vizconde de Eza, Luis de Marichalar y Monreal, quien fuera ministro del Gobierno con Alfonso XIII.

Los duques de Lugo han tenido dos hijos, Felipe Juan Froilán, nacido el 17 de julio de 1998, y Victoria Federica, nacida el 9 de septiembre de 2000, los cuales ostentan el tratamiento de grandes de España. El martes 13 de noviembre de 2007 —tres días después del incidente en la Cumbre Iberoamericana— la Casa del Rey anunció el "cese temporal de la convivencia de la pareja", eufemismo para referirse a una separación conyugal que se producía tras muchos meses de rumores sobre una grave y prolongada crisis en la relación de doña Elena y su marido. Don Jaime, miembro de varios consejos de administración empresariales y persona muy relacionada con el mundo de la moda, sufrió en 2001 y 2002 dos accidentes vasculares que le obligaron a seguir un duro programa de rehabilitación.

El 13 de junio de 1965 nació Cristina de Borbón y Grecia, de nombre completo Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad, infanta de España. Doña Cristina se convirtió además en duquesa de Palma de Mallorca el 26 de septiembre de 1997, días antes de su matrimonio, en Barcelona el 4 de octubre, con el vasco Iñaki Urdangarín Liebaert, hasta entonces jugador en la selección nacional de balonmano, e hijo de Juan María Urdangarín Berriotxoa, presidente del Consejo de Administración de la Caja de Ahorros de Vitoria y Álava (Vital) y miembro del Partido Nacionalista Vasco (PNV), una fuerza política que últimamente criticaba a la monarquía española por haberse convertido en una "institución meramente decorativa" en el entramado del Estado.

Los duques de Palma de Mallorca han tenido cuatro hijos hasta la fecha: Juan Valentín (nacido el 29 de septiembre de 1999), Pablo Nicolás (6 de diciembre de 2000), Miguel (el 30 de abril de 2002) e Irene (5 de junio de 2005). El 30 de enero de 1968 la reina alumbró a su único hijo varón, Felipe de Borbón y Grecia, de nombre completo Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos, quien fue proclamado por real decreto príncipe de Asturias, esto es, heredero al trono, el 22 de enero de 1977, amén de recibir los títulos de príncipe de Viana y Gerona, duque de Montblanc, conde de Cervera y señor de Balaguer, todos los cuales le acreditaban como heredero de las antiguas coronas de Castilla, Aragón y Navarra, constitutivas del Reino de España.

El futuro rey de España contrajo matrimonio el 22 de mayo de 2004 en la catedral madrileña de Nuestra Señora de la Almudena con la plebeya asturiana Letizia Ortiz Rocasolano, una profesional del periodismo divorciada de su primer marido que hasta el mismo día del anuncio por sorpresa del compromiso nupcial (la opinión pública desconocía por completo la existencia del noviazgo), el 1 de noviembre de 2003, trabajaba en la televisión pública española (TVE) como presentadora de informativos. Con este matrimonio, Letizia Ortiz adquirió la condición de princesa de Asturias.

El 31 de octubre de 2005 la princesa Letizia dio a luz a una niña, Leonor, segunda en la línea de sucesión y futura reina de España siempre que no le nazca un hermano varón, aunque esta preferencia quedará suprimida si el Parlamento opta por enmendar la Constitución para abolir, con un efecto retroactivo restringido a los descendientes de Felipe de Borbón, la discriminación que pesa sobre las mujeres en el acceso a la jefatura del Estado, la cual se remonta a la Pragmática Sanción de 1830.

Esta es una reforma constitucional sobre la que existe un consenso político prácticamente unánime en España, si bien exigirá, al afectar al Título II de la Carta Magna relativo a la Corona, la disolución de las Cortes, la convocatoria de nuevas elecciones, la aprobación con mayoría de dos tercios por el Congreso de los Diputados y el Senado, y la convalidación en referéndum. Si así sucediera, la infanta Leonor aseguraría la condición de princesa de Asturias, luego heredera al trono, después de convertirse sus padres en reyes. El nacimiento de una segunda infanta, Sofía, el 29 de abril de 2007, deja intactos los derechos dinásticos de su hermana mayor como segunda en la línea de sucesión.

Por otro lado, es necesario reseñar que el 7 de febrero de 2007 se quitó la vida en Madrid una hermana menor de la princesa de Asturias, Erika Ortiz. Como meses después iba a suceder con la separación de la infanta Elena, la Casa Real se limitó a comunicar la triste noticia del suicidio de Erika Ortiz con circunloquios y de manera muy escueta, al tiempo que pedía respeto y discreción.

Don Juan Carlos tiene dos hermanas, la infanta María del Pilar, nacida en Cannes en 1936, duquesa de Badajoz, viuda del abogado Luis Gómez-Acebo y de Estrada, vizconde de la Torre (fallecido en 1991), y madre de cinco hijos, y la infanta Margarita, nacida en Roma en 1939, duquesa de Soria y de Hernani, casada con el médico Carlos Zurita Delgado y madre de dos hijos. Como dato añadido, la esposa del destronado monarca búlgaro Simeón II, Margarita Gómez-Acebo y Cejuela, es prima carnal del difunto Luis Gómez-Acebo.

El perfil inequívocamente democrático y europeísta del rey de España ha sido reconocido dentro y fuera del país con la concesión de una treintena de doctorados universitarios honoris causa, y de galardones como el prestigioso Premio Carlomagno (Aquisgrán, Alemania, 1982), el Premio Simón Bolívar (Venezuela, 1983), la Medalla Nansen del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el Premio de la Paz Félix Houphouët-Boigny (concedido por la UNESCO en 1994 y compartido con el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter), el Premio de las Cuatro Libertades del Instituto Franklin y Eleanor Roosevelt (FERI, 1996), el Premio de la Fundación Jean Monnet (1996), la Medalla de Oro de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI, 1999), las grandes cruces de la Legión de Honor y de la Orden Nacional del Mérito por parte de Francia, y el Gran Collar de la Orden de la Torre y la Espada por Portugal, entre otros.

Don Juan Carlos es asimismo caballero de las órdenes de Javier, la Anunciada, la Jarretera y el Imperio Británico, gran maestre de las órdenes del Toisón de Oro, Carlos III, Isabel la Católica, Damas Nobles de María-Luisa y Alfonso X el Sabio, y gran maestre también de las órdenes militares de Montesa, Alcántara, Calatrava y Santiago. En 1993 el monarca impulsó la creación de la Fundación pro Real Academia Española, de la que es presidente de honor. Es miembro honorífico del Club de Roma y presidente honorífico, desde su fundación en 1968 y no obstante su afición a la caza mayor de especies protegidas, de la organización conservacionista WWF/Adena.

Descendiente a la vez del emperador Habsburgo Carlos I de España y V de Alemania, del rey Luis XIV de Francia y de la reina Victoria de Gran Bretaña e Irlanda, don Juan Carlos está emparentado en mayor o menor grado con todas las casas reales europeas. Los avatares históricos y las intrincadas genealogías dinásticas han producido un abigarrado patrimonio nobiliario que incluye títulos tan pintorescos como los de rey de Jerusalén, archiduque de Austria, duque de Borgoña y conde de Flandes.

(Cobertura informativa hasta 1/12/2007)