Joseph Aoun

Presidente de la República (2025-)
Editado por: Roberto Ortiz de Zárate Arce
El Parlamento de Líbano, un país arruinado económicamente, asolado por la guerra Israel-Hezbollah y políticamente disfuncional, eligió al nuevo presidente de la República el 9 de enero de 2025, poniendo fin a 26 meses de vacío en la jefatura ceremonial del Estado. El investido fue, como sus tres predecesores en el cargo, el general en jefe del Ejército, Joseph Aoun, quien por el momento retiene la posición militar, alcanzada en 2017, de comandante de las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL). Una duplicidad de cometidos que en puridad se salta la Constitución.
Cristiano maronita, tal como estipula el Pacto Nacional de 1943 —norma no constitucional y ni siquiera escrita que reserva los puestos cimeros de las instituciones estatales a los representantes de las distintas confesiones religiosas— y oficial independiente de los partidos, Aoun ha estrenado sus nuevas responsabilidades civiles transmitiendo el único discurso esperable de una autoridad de su condición y en su situación: el de superar las divisiones internas, preservar la paz y la seguridad, y reconstruir la nación a todos los niveles.
Su primera decisión ha sido, el 13 de enero y de conformidad con los principales grupos parlamentarios, encargar la formación del nuevo Gobierno a Nawaf Salam, juez del Tribunal Internacional de Justicia. Salam tomará el relevo al primer ministro desde septiembre de 2021 y jefe del Estado en funciones desde el 31 de octubre de 2022, el también musulmán sunní Najib Mikati, cuyo Gabinete ha estado lastrado por la inacción. Aoun quiere que el próximo Ejecutivo ponga en marcha una "administración moderna y eficaz".
Las vacancias, temporales pero insólitamente dilatadas, en la Presidencia de Líbano, donde el titular dispone de un mandato de seis años, han sido una constante en las últimas dos décadas a causa de las crónicas trifulcas partidistas, enconadas por los estallidos de violencia político-sectaria, las desventuras económicas y las protestas sociales. Se trata de una anomalía reiterada que refleja clamorosamente el grado de parálisis institucional a que ha llegado el país levantino, otrora uno de los más prósperos y dinámicos del mundo árabe, y la ineptitud de buena parte de su clase política, propensa a la corrupción y a priorizar intereses endogámicos sobre el bienestar nacional.
Así, en noviembre de 2007 expiró el ejercicio, polémicamente ampliado en tres años, de Émile Lahoud, al que hasta mayo de 2008 no le sucedió Michel Suleiman. Este completó sin novedad su mandato sexenal en mayo de 2014, pero los diputados demoraron la investidura del siguiente presidente, Michel Aoun, otro ex uniformado, hasta octubre de 2016. Los primeros ministros Fouad Siniora y Tammam Salam, como después Mikati, cargaron con la funciones presidenciales en los paréntesis respectivos. Si la elección parlamentaria de Michel Aoun fue al 46º intento, la de Joseph Aoun —quien no tiene parentesco con el anterior— ha llegado tras 12 tentativas frustradas por la falta de quórum.
La candidatura del actual jefe de las Fuerzas Armadas empezó a sustanciarse tras fracasar las postulaciones de Michel Moawad, Jihad Azour y Suleiman Franjieh, tres figuras del campo civil, en 2023. Arropado por Estados Unidos, Francia, Arabia Saudí, Egipto y Qatar, el general recibió las adhesiones expresas de parte del campo cristiano maronita (Fuerzas Libanesas de Samir Geagea y Georges Adwan, partido Kataeb de la familia Gemayel) y de los drusos (familia Jumblatt).
Antes de poder recabar más apoyos en la atomizada Cámara de Representantes de 128 miembros salida de los comicios de mayo de 2022 (como los shiíes de Hezbollah y Amal, los maronitas del Movimiento Patriótico Libre, los sunníes de Moderación Nacional y los reformistas aconfesionales de las Fuerzas del Cambio), Aoun hubo de enfrentar una delicadísima tesitura: el estallido de la guerra a gran escala entre Hezbollah y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), que el 1 de octubre de 2024, culminando un año de tomas y dacas y a rebufo de varias semanas de bombardeos masivos, invadieron el sur de Líbano para aniquilar la capacidad militar del potente partido-milicia y rematar la liquidación sistemática de sus jefes, con el secretario general Hassan Nasrallah (asesinado el 27 de septiembre) a la cabeza.
Consciente de que cualquier acto de hostilidad contra las FDI sería suicida, el general ordenó a las FAL, un ejército regular de escasas dimensiones, replegarse a posicione al norte de la frontera. Esta maniobra evasiva no le ahorró a Aoun las bajas de sus uniformados, 41 de los cuales resultaron muertos en los ataques israelíes. El 27 de noviembre entró en vigor un precario alto el fuego que no tardó en sufrir violaciones y con el que el Gobierno israelí cantó victoria. Hezbollah, en efecto, había sufrido enormes pérdidas humanas y materiales, pero para Líbano en su conjunto la guerra había tenido un coste terrible: cerca de 3.000 muertos, civiles en su mayoría, según el parte del Gobierno, muchedumbres de desplazados y destrucción urbana de envergadura en Beirut.
El cese de las hostilidades, frágil, en este conflicto, que vino a rematar la calamitosa situación socioeconómica de Líbano, marcó la antesala de la elección parlamentaria de Aoun, al que dejaron de poner obstáculos los partidos y sectores debilitados por la guerra. En diciembre se produjo la súbita caída, derrocado por los rebeldes, del régimen baazista en la vecina Siria, nuevo y más formidable golpe para el llamado Eje de la Resistencia antiisraelí patrocinado por Irán y en particular para Hezbollah, al perder sus vías directas de suministro. El régimen iraní miraba con recelo a Aoun, próximo a estadounidenses y saudíes, pero ya no estaba en condiciones de mover los hilos para que un hombre más de su gusto asumiera la Presidencia libanesa. En un escenario estratégicamente favorable a Teherán, esa persona habría podido ser el retirado Suleiman Franjieh, heredero de una tradición maronita prosiria.
Así las cosas, el 9 de enero de 2025 el general Aoun fue elegido, con 99 votos y al segundo intento, por la Cámara de Representantes bajo la presidencia del shií Nabih Berri, el veterano líder del movimiento Amal; en la primera votación solo recabó 71 apoyos, 15 menos de los necesarios. En su discurso de investidura, Aoun, con mandato hasta 2031, proclamó su intención de trabajar para "defender el derecho del Estado libanés a tener el monopolio de las armas". Una obvia alusión al achicado Hezbollah, que hasta ahora ha venido operando como una entidad autónoma, prácticamente un protoestado dentro de un Estado, de doble naturaleza político-militar y que es considerado organización terrorista por la UE, Estados Unidos y otros países además de por Israel.
Aoun ha señalado expresamente a Israel como una potencia ocupante que deberá evacuar las áreas invadidas del sur a finales de enero, tal como estipula el alto el fuego de noviembre, el cual otorga a las FAL el papel de fuerza de interposición, manteniendo a las tropas de Hezbollah al norte del río Litani. Es más, el presidente habló de "impedir las agresiones israelíes contra el territorio" y afirmó que diseñaría una "estrategia de defensa para que el Estado luche contra la invasión israelí". Que es precisamente lo que las FAL no hicieron en 2024 ni en la guerra de 2006.
Tampoco faltó en la primera alocución de Aoun el compromiso de luchar contra algunos de los grandes males del país: la corrupción, el sectarismo, la pobreza, el crimen organizado o la falta de un poder judicial independiente. La economía libanesa, destrozada por los desastres en cadena (quiebra bancaria y falta angustiosa de liquidez a partir de 2019, COVID-19, explosión en el puerto de Beirut, colapso de los servicios públicos, hundimiento de la lira, hiperinflación, guerra Hezbollah-Israel, por citar solo el estallido de violencia más destructivo), se ha achicado entre un 35% y un 40% desde 2020. La devastación económica, que obedece a factores internos y externos, ha dejado el tejido social en una situación crítica. Según Naciones Unidas, Líbano es junto con Venezuela y Ucrania el país del mundo que más puestos ha descendido en el Índice de Desarrollo Humano.
(Texto actualizado hasta 30 enero 2025).
BIOGRAFÍA
Tras estudiar con los salesianos, Joseph Aoun se alistó en el Ejército en 1983, cuando la guerra civil iniciada en 1975 atravesaba uno de sus más violentos clímax. Mientras las débiles Fuerzas Armadas Libanesas (FAL), minadas por las deserciones, intentaban sobrevivir al caos bélico y mantener su autonomía frente a las múltiples milicias sectarias que se combatían entre sí, el joven realizó sus estudios en la Academia Militar que el Ejército tenía en Baabda, al sudeste de Beirut.
En 1990, en la fase postrera de la guerra civil y siendo teniente, Aoun formaba parte del Regimiento de Comandos, una unidad de operaciones especiales que se puso del lado del general rebelde Michel Aoun, hasta el año anterior comandante de las FAL (y pese al común apellido sin relación familiar con él), en su cruzada guerrera contra el Ejército de ocupación sirio y el ala de las FAL que acataba al presidente de la República, Elias Harawi, y al Gobierno del primer ministro Sélim al-Hoss, ambos confirmados por los firmantes del Acuerdo de Taif de 1989. Joseph Aoun sucedió al oficial al frente del Regimiento de Comandos, Bassam Gergi, muerto en combate.
Aunque las fuerzas aounistas fueron aplastadas por los sirios, que mataron a cientos de soldados, y su líder puesto a la fuga, Joseph Aoun no sufrió represalias personales ni vio comprometida su carrera castrense, según se colige de su posterior hoja de servicios. Así, en los años siguientes siguió ascendiendo en el escalafón, a la vez que recibió adiestramiento militar en Estados Unidos y Siria para perfeccionar su especialidad, la lucha antiterrorista. También, estudió Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad Libanesa Americana de Beirut, por la que obtuvo un grado en 2007.
En 2015 Aoun fue nombrado comandante de la 9ª Brigada de Infantería, desplegada en la frontera con Israel, por el entonces comandante de las FAL, el general Jean Kahwaji. Los directos predecesores de Kahwaji en el mando operativo de las FAL, los generales Michel Suleiman y Émile Lahoud, habían sido posteriormente presidentes de la República: el primero entre 1998 y 2007 y el segundo de 2008 a 2014.
En aquellos momentos, la jefatura del Estado permanecía vacante por la ya endémica incapacidad de los partidos para hacer a un lado sus agudas diferencias, exacerbadas en los últimos tiempos por los estallidos de violencia miliciana y las olas de protestas civiles, en un contexto de creciente degradación económica y social. Al incremento de las tensiones interlibanesas contribuían poderosamente el enquistado conflicto armado entre la organización shií proiraní Hezbollah e Israel y el desbordamiento de la guerra civil de Siria. También golpeaba a Líbano de manera intermitente la actividad subversiva de los grupos yihadistas, cuya supresión era competencia directa de las FAL.
El 8 de marzo de 2017, siendo el veterano Michel Aoun el presidente de la República, el general Joseph Aoun alcanzó la cúspide de las FAL, su comandancia, en sucesión de Jean Kahwaji. En los meses siguientes, el alto oficial estuvo muy ocupado en conducir las operaciones militares contra las células del Estado Islámico enrocadas en los montes Qalamoun Occidentales, una zona agreste y árida al nordeste del valle de la Beqaa, junto a la frontera con Siria. Se trató de una campaña dura y costosa, coronada con éxito en agosto de 2017.
Los dos generales Aoun, el uno retirado y el otro en el servicio activo, rehusaron el ofrecimiento del Gobierno sirio y de su potente aliado libanés, Hezbollah, para realizar operaciones conjuntas contra el Estado Islámico. Las fuerzas irregulares prosirias y proiraníes de Líbano estaban enzarzadas también en una campaña paralela para expulsar de todo el nordeste a las partidas infiltradas de los rebeldes islamistas sirios que combatían al régimen de Damasco en la guerra civil del país vecino, como el Frente Al Nusra y otros grupos vinculados a Al Qaeda. Las FAL, muy dependientes de la ayuda militar de Estados Unidos, optaron por no involucrarse en estas sangrientas luchas que tenían lugar en territorio libanés, pese a participar en las mismas combatiente extranjeros cuya presencia era indeseada, para no dar la imagen de haberse convertido en un actor más de la guerra civil siria.
En marzo de 2021 Joseph Aoun generó titulares por, en un pronunciamiento inusual, elevar críticas a la brutal crisis nacional de iliquidez y su gestión por las autoridades civiles, blanco de la indignación popular. Exacerbado por la pandemia del coronavirus, la catastrófica explosión de agosto de 2020 en el puerto de Beirut (la voladura accidental de casi 3.000 toneladas almacenadas de nitrato de amonio, deflagración que mató a más de 200 personas, hirió a otras 7.000, dejó a 300.000 residentes sin hogar y destrozó buena parte de la ciudad) y el impacto global de la guerra de Ucrania, el trastorno financiero, acompañado de una severísima devaluación monetaria y de una inflación de tres dígitos, estaba fulminando la actividad económica, paralizando el gasto público y afectando seriamente también al presupuesto militar.
Joseph Aoun y su esposa Nehmat Nehmeh han sido padres de dos hijos.
(Cobertura informativa hasta 1/1/2022).
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