José Miguel Insulza Salinas
Secretario general de la OEA (2005-2015) y ministro de Relaciones Exteriores (1994-1999)
Tras realizar el bachillerato en el Saint George’s College, un centro privado regentado por la congregación católica estadounidense de la Santa Cruz (Holly Cross), emprendió estudios superiores en la Universidad de Chile, donde se licenció en Derecho, y los continuó en la Universidad de Michigan, Estados Unidos, por la que obtuvo una maestría en Ciencia Política. Entre medio, realizó un posgrado en la sede académica en Santiago de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Más atraído por la docencia y el servicio público que por la abogacía en el ámbito privado, en 1969 emprendió su andadura profesional como profesor de Teoría Política en la Universidad de Chile y de Ciencia Política en la Universidad Católica de Chile.
En su etapa de educando fue vicepresidente de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) y de la Unión de Federaciones Universitarias de Chile (UFUCH). Joven con vivas inquietudes de reformismo social, políticamente empezó estando adscrito al Partido Demócrata Cristiano (PDC) de Patricio Aylwin Azócar, Radomiro Tomic Romero, Bernardo Leighton Guzmán y Eduardo Frei Montalva, quien llegó a la Presidencia de la República en 1964. El 19 de mayo de 1969, una facción disidente ubicada en el ala más progresista del PDC de la que formaban parte Insulza y otros militantes jóvenes como Rodrigo Ambrosio, Alberto Jerez Horta, Jacques Chonchol Chait y Julio Silva Solar se separó para formar el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU).
Teniendo como jefe al veterano diputado Rafael Agustín Gumucio Vives, quien fuera el primer presidente del PDC cuando la fundación del partido en 1957, el MAPU adoptó un programa radical en favor de la reforma agraria y de un modelo marxista de organización del Estado y la sociedad que se consideraba coherente con la doctrina social del cristianismo. La formación encontró muchos puntos en común con el Partido Socialista (PS) de Salvador Allende Gossens, así que respaldó la candidatura de éste en las elecciones presidenciales de septiembre de 1970. Tras el triunfo electoral de la coalición pro Allende, Unidad Popular (UP), de la que también formaban parte los comunistas, los radicales, los socialdemócratas y los populares independientes, muchos cuadros del MAPU se integraron en el Gobierno y la Administración.
Insulza, por el momento, continuó dando clases en las universidades santiaguinas, pero adquirió una presencia pública nacional como polemista en un programa televisivo de debates políticos. Fue en 1972 cuando debutó en la función pública como asesor político en el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde sirvió a las órdenes de los cancilleres socialistas Clodomiro Almeyda Medina y Orlando Letelier del Solar, y como director de la Academia Diplomática de Chile.
El 7 marzo de 1973, tres días después de las elecciones legislativas que ganó la UP, Insulza secundó a Jaime Gazmuri Mújica, miembro del Comité Nacional de la UP, en la ruptura de una corriente del MAPU que pretendía propiciar un núcleo moderado de apoyo a Allende, el cual sufría por su derecha el acoso de un sector de las Fuerzas Armadas y de los partidos conservadores de la oposición, y desde el lado opuesto las presiones de la extrema izquierda y el sector mayoritario del PS que encabezaba el secretario general desde 1971, Carlos Altamirano Orrego. El grupo de Insulza y Gazmuri adoptó la etiqueta de Obrero y Campesino (MAPU-OC, o MOC), proclamó su lealtad a Allende, se aproximó al Partido Comunista (PC) y sondeó el diálogo con los sectores progresistas del PDC, mientras que el MAPU ortodoxo, capitaneado por Óscar Guillermo Garretón Purcell, subsecretario de Economía en el Gobierno, se reafirmó en la doctrina marxista-leninista, expresó su rechazo al gradualismo y abogó por el maximalismo reformista. A pesar de sus discrepancias de pensamiento y estrategia políticos, los dos MAPU siguieron colaborando en el seno de la UP.
El golpe militar cruento encabezado por el general Augusto Pinochet Ugarte el 11 de septiembre de 1973 le pilló a Insulza de regreso de una conferencia política en Argel. Instalado provisionalmente en París, dio comienzo para él un exilio que se prolongó hasta casi el final de la dictadura, década y media después. En calidad de encargado de las relaciones internacionales del MAPU-OC, colaboró en la organización de la resistencia contra la dictadura en el exterior mientras en Chile la represión se abatía sobre el partido, declarado ilegal como el resto de las formaciones de la izquierda y diezmado por los encarcelamientos, las desapariciones y las ejecuciones extrajudiciales. Los seis primeros años de su expatriación los pasó en Roma, tiempo en el que cultivó los contactos con los gobiernos comunistas del bloque soviético.
En 1981 fijó su residencia en México D. F., donde se ganó la vida como investigador del Instituto de Estudios de Estados Unidos (IEEU), dependiente del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE). Paralelamente, retomó la docencia en las universidades Nacional Autónoma de México (UNAM) e Iberoamericana (UIA), y en el Instituto Matías Romero (IMR), centro que impartía estudios diplomáticos y formaba a los futuros cuadros de la Secretaria de Relaciones Exteriores del Gobierno mexicano. En 1985 se convirtió en director del IMR. México fue para Insulza una patria de adopción, donde rehizo su vida profesional y conoció a la que hizo su esposa, Georgina Núñez Reyes, una hija del país, con la que tuvo tres hijos.
En cuanto a la militancia partidista, Insulza trabajó por la aproximación del MAPU-OC, el MAPU y la Izquierda Cristiana (IC, otra escisión del PDC, fechada en 1971) a los renovadores del PS. El abrazo de las definiciones del socialismo precedió la articulación en 1983 del llamado Bloque Socialista (BS), que agrupaba a los dos MAPU, la IC, la Convergencia Socialista y una minoría del PS, y que entabló relaciones con los otros dos bloques de la oposición antipinochetista, creados ese mismo año: la Alianza Democrática (AD), conducida por el PDC, la mayoría del PS y el Partido Radical (PR), y el Movimiento Democrático Popular (MDP), al que daban vida el PC y los socialistas de Clodomiro Almeyda. Los partidos del BS suscribieron el Manifiesto Democrático de marzo de 1983 que alumbró la AD y de hecho se coordinaron con el PDC y la mayoría del PS.
En julio de 1987 el Gobierno militar publicó una lista con los nombres de 44 exiliados políticos que podían regresar a Chile sin temor a sufrir represalias. Insulza era uno de ellos, pero el politólogo prefirió demorar la repatriación hasta después del plebiscito del 5 de octubre de 1988, en el que ganaron los votos negativos a la propuesta de Pinochet de renovar el mandato presidencial de ocho años de que se había arrogado mediante la Constitución de 1980, y que principió la transición a la restauración democrática. El XXIV Congreso del PS, el 27 de diciembre de 1989, cerró una década de divisiones orgánicas en el socialismo chileno. Sin embargo, la reunificación de las numerosas tendencias que reclamaban el legado del antiguo PS no supuso la absorción del MAPU-OC, actualmente presidido por Fernando Ávila Illanes, tal como habrían querido Insulza y otros responsables que desde finales de la década precedente se habían afanado en esa convergencia con la fuerza mayoritaria de la izquierda chilena.
En estas circunstancias, Insulza abandonó el MAPU-OC, estrenó la condición de militante socialista y siguió participando activamente en la Concertación de Partidos por la Democracia, alianza fraguada por el PS, el PDC, el PR, el Partido por la Democracia (PPD), el Partido Socialdemócrata (PSD) y otras fuerzas menores a rebufo de la victoria del No en el referéndum del año anterior y que, con el respaldo exterior del PC, llevó al democristiano Aylwin a la Presidencia de la República en las históricas elecciones democráticas del 14 de diciembre de 1989.
Durante la Administración de Aylwin, inaugurada el 11 de marzo de 1990, Insulza fue reclutado por el Ministerio de Relaciones Exteriores, cuyo titular era el ex presidente del PR Enrique Silva Cimma, y fungió sucesivamente de embajador para la Cooperación Internacional, director de Relaciones Económicas Multilaterales del Ministerio y vicepresidente de la Agencia de Cooperación Internacional (AgCI). En añadidura, adquirió sendas membresías en el Consejo Chileno para las Relaciones Internacionales (CCRI) y la Asociación Chilena de Ciencia Política (ACCP).
Tras la asunción presidencial, justo cuatro años más tarde, del democristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el político socialista fue designado subsecretario (viceministro) del Ministerio, teniendo ahora como superior a Carlos Figueroa Serrano, también del PDC. El 20 de septiembre del mismo año, 1994, Frei ejecutó una remodelación ministerial por la que Figueroa asumió la cartera de Interior e Insulza ocupó su puesto en Exteriores. Entonces trascendió que la dirección del PS, que percibió los cambios en el Ejecutivo como una maniobra unilateral de Frei para ampliar la influencia de su partido en la Concertación, estaba molesta porque Insulza no le había sometido a consulta su nombramiento antes de hacerlo efectivo.
En el lustro que sirvió como canciller de Chile, Insulza llevó a cabo una intensa labor diplomática que estuvo centrada en la integración comercial de Chile con una perspectiva regional e internacional muy abierta. En este terreno, destacaron hitos como el ingreso en la Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC) el 15 de noviembre de 1994, los tratados de libre comercio bilaterales con Canadá, el 5 de diciembre de 1996, y México, el 17 de abril de 1998, y la aproximación también al Mercado Común del Sur (MERCOSUR) de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, bloque con el que el 25 de junio de 1996 se adoptó un Acuerdo de Complementación Económica con vistas a crear un área de libre comercio Chile-MERCOSUR, naciendo una relación asociativa especial. Aunque en este ámbito las concreciones no llegaron hasta después de abandonar Insulza el Ministerio, también se condujeron negociaciones librecambistas con los países de Centroamérica y la Unión Europea.
Las gestiones positivas del Ministerio de Relaciones Exteriores convirtieron a Santiago en la capital anfitriona de la VI Cumbre Iberoamericana, el 10 y 11 de noviembre de 1996 (con extensión en Viña del Mar), y la II Cumbre de Las Américas, el 18 y 19 de abril de 1998. Insulza se ganó a pulso una reputación de hombre enérgico, testarudo y emocional, pero la polémica envolvió su actuación a raíz del arresto en Londres, en octubre de 1998, y del posterior proceso de extradición a España del general Pinochet, al que la justicia de este país reclamaba por su presunta responsabilidad criminal en numerosos casos de violaciones de los Derechos Humanos durante su dictadura
Como ejecutor de la estrategia de Frei consistente en mantener un equilibrio entre sus deberes institucionales como presidente, negando el alcance extraterritorial de la justicia española sobre un representante del Estado chileno, senador vitalicio para más señas, y exigiendo a los gobiernos español y británico la no injerencia y el respeto a la soberanía nacional, y sus inclinaciones políticas, admitiendo que Pinochet podría ser enjuiciado en su propio país si así lo decidía el Congreso, Insulza hizo una enérgica defensa de los principios de Estado y hasta reclamó personalmente en Londres la liberación del ex dictador por razones humanitarias, aunque en todo momento recalcó que Chile ya contaba con un poder judicial capacitado para procesarle y juzgarle eventualmente por los mismos delitos de torturas, terrorismo y genocidio imputados por la Audiencia Nacional española.
En los medios izquierdistas chilenos se atacó esta aparente contradicción vital en quien había tenido que marcharse del país después del golpe de 1973 y que había visto cebarse la represión militar en camaradas y amigos, aunque otra corriente de la opinión pública nacional tendió a valorar sus gestiones con expresiones de respeto y aprobación. A Insulza se le consideró el artífice de las sucesivas fórmulas planteadas por el Gobierno chileno para terminar con un asunto que le resultaba tremendamente embarazoso y engorroso, las cuales, empero, merecieron una lluvia de reproches nacionales e internacionales por lo que implicaban, de entrada, de impunidad de los crímenes imputados.
Así, Insulza barajó y propuso recurrir a un "tribunal internacional de arbitraje" para decidir qué país y qué institución eran competentes para juzgar a Pinochet, corte que podría ser el propio Tribunal Internacional de Justicia de La Haya –en virtud de la Convención contra la Tortura de 1984-, o bien negociar la solución de la controversia directamente con el Gobierno de España en el plano político extrajudicial -a pesar de que aquel estaba obligado a cursar la orden de extradición dictada por la Audiencia Nacional-. Y en todo momento, insistió ante el Gobierno británico en la consideración de que el súbdito Pinochet debía ser liberado en atención a su salud y su avanzada edad.
La cascada de desplazamientos y declaraciones confirió a Insulza un protagonismo internacional que opacó el relieve de Frei y recubrió la Cancillería de un barniz político y personal insólito, excesivo para la tradición diplomática chilena. En consecuencia, el 22 de junio de 1999 Frei apartó a Insulza del Ministerio de Exteriores y le puso al frente de un puesto ministerial más sosegado y menos ingrato, la Secretaría General de la Presidencia, en reemplazo de John Biehl del Río. Los comentaristas vieron en este nombramiento un premio, y no una sanción. Los fragores del caso Pinochet no menguaron, aunque ahora, quien debía lidiar con ellos era el ministro Juan Gabriel Valdés. De todas maneras, en enero de 2000 el empecinamiento de Insulza, a posteriori, iba a dar sus frutos, ya que el ministro británico del Interior, Jack Straw, ordenó la puesta en libertad de Pinochet por razones meramente humanitarias.
El 11 de marzo de 2000 tomó posesión el tercer presidente consecutivo de la Concertación, el socialista Ricardo Lagos Escobar, quien retuvo a su conmilitón en el Ejecutivo en calidad de ministro del Interior, oficina que lleva implícita la función de vicepresidente de la República. En el quinquenio siguiente, Insulza fue el consultor privilegiado de Lagos, que sometía a su valoración o recogía sus propuestas en todo lo concerniente a las políticas internas, convirtiéndole en su mano derecha.
El Gobierno chileno postuló a Insulza para la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA) después de que el costarricense Miguel Ángel Rodríguez Echeverría se viera obligado a dimitir el 8 de octubre de 2004, cuando no llevaba ni un mes en el cargo, al ser reclamado por la justicia de su país para que rindiera cuentas por unos presuntos actos de corrupción cometidos durante su mandato presidencial (1998-2002), y también después.
Insulza se topó con otros dos aspirantes al puesto: el salvadoreño Francisco Guillermo Flores, que acababa de terminar el ejercicio presidencial en el país centroamericano y que gozaba del parabién de la Administración de George W. Bush, y el actual canciller de México, Luis Ernesto Derbez. Primero, el 8 de abril de 2005, Flores se retiró de la liza al comprobar que estaba lejos de reunir los apoyos necesarios entre los estados miembros debido a su perfil marcadamente proestadounidense (bajo su mandato, El Salvador se había convertido en el único país del continente que continuaba teniendo tropas en Irak, aparte de Estados Unidos) y neoliberal en economía. De esta manera, Flores vio defraudada su expectativa de que se preservara el consenso sobre la permanencia de un centroamericano en la Secretaría General, después de la inesperada baja de Rodríguez.
Entonces, Estados Unidos, que desde la creación de la OEA en 1948 siempre había conseguido imponer a sus predilectos para la Secretaría General con un talante claramente hegemónico, trasladó su preferencia a Derbez de manera tácita. Evidentemente, Insulza, con su filiación a un partido que se llamaba a sí mismo socialista y su identificación con la corriente soberanista, en boga en el Cono Sur y otros puntos del subcontinente, que sostenía una visión hemisférica menos condescendiente con los intereses del poderoso vecino del norte y más atenta a las especificidades latinoamericanas (aunque Insulza, en la práctica, se había revelado como un moderado en todos los aspectos), no podía suscitar grandes simpatías en la Casa Blanca. Además, era conocida su postura favorable a la reintegración de Cuba en la OEA y, a mayor abundamiento, disponía del soporte de la Venezuela de Hugo Chávez. Con todo, el chileno era el favorito, y esperaba reunir 20 votos nacionales, dos más de los necesarios para ser proclamado secretario general.
El 11 de abril, Insulza y Derbez se sometieron al sufragio de la Asamblea General de la organización, reunida en Washington en su XXX período extraordinario de sesiones, pero cinco rondas no fueron suficientes para deshacer el empate a 17 votos. De cara al segundo intento, programado para el 2 de mayo, las diplomacias chilena y brasileña se movilizaron a fondo para captar votos para Insulza, que ganó así los respaldos adicionales de Paraguay, Colombia, Panamá y Haití. Viendo que tenía la partida perdida y en aras del "consenso", la Secretaría de Estado de Estados Unidos convenció a Derbez para que abandonara, cosa que sucedió el 27 de abril.
La autoexclusión del mexicano convirtió a Insulza en el virtual secretario de la OEA, ya con la obligada aquiescencia de Estados Unidos. El 2 de mayo se efectuó la preceptiva votación y el ministro chileno recibió 31 votos, los de todos los países miembros salvo México y Bolivia, que se abstuvieron, y Perú, que votó en blanco. Las posturas de los dos países andinos reflejaron la pertinacia de sus respectivos contenciosos bilaterales con Chile. En el caso boliviano, concurría el litigio histórico por la pérdida de una salida al océano a raíz de la guerra del Pacífico en 1879; siendo ministro de Exteriores, Insulza, haciendo de portavoz de la posición oficial de su país, se había negado reiteradamente a asumir que ahí hubiera un conflicto territorial no resuelto, aunque recordó la disposición de su país a restablecer las relaciones diplomáticas. En cuanto al Perú, el malestar se nutría de la supuesta venta de armamento chileno al Ecuador durante la guerra que enfrentó a los dos países en la cuenca amazónica del río Cenepa a principios de 1995.
El 26 de mayo de 2005 Insulza tomó posesión como el noveno secretario general y el segundo chileno –después de Carlos Gregorio Dávila Espinosa, elegido en 1954 y fallecido en ejercicio en 1955- en la historia de la organización, siendo su mandato de cinco años, abiertos a renovación una sola vez. En sus alocuciones iniciales, recalcó su disposición a trabajar para superar "la equivocada percepción de irrelevancia" que la opinión pública tenía de la OEA, aprobar la Carta Social de Las Américas, actualmente en fase de negociación, y dar una "aplicación efectiva" a la Carta Democrática Interamericana adoptada en 2001.
(Cobertura informativa hasta 13/9/2005)