Jens Stoltenberg
Secretario general de la OTAN (2014-2024); Primer ministro (2000-2001, 2005-2013)
Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 12/12/2014. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN desde el 1/10/2014 con un mandato inicial de cuatro años, fue confirmado por el Consejo Atlántico el 12/12/2017 para servir en el cargo otros dos años más, hasta el 1/10/2020. Posteriormente, el Consejo Atlántico acordó prorrogar el ejercicio de Stoltenberg de manera sucesiva el 28/3/2019 (por dos años, hasta el 1/10/2022), el 24/3/2022 (por un año, hasta el 1/10/2023) y el 4/7/2023 (por un año, hasta el 1/10/2024). El 1/10/2024 el ex primer ministro noruego fue sucedido en la Secretaría General por el ex primer ministro neerlandés Mark Rutte.
En la década de Stoltenberg como secretario general, la Alianza Atlántica empezó a implementar su Plan de Acción para la Disponibilidad (RAP); puso fin a su Misión Apoyo Decidido (RSM) en Afganistán ante la progresión de los avances militares de los talibanes, que acabarían conquistando Kabul y haciéndose con el poder en una ofensiva relámpago (2021); respondió a la invasión rusa de Ucrania (2022) con el despliegue disuasorio de varios batallones terrestres y unidades aéreas en los países aliados del flanco oriental, la aprobación del Nuevo Concepto Estratégico y la transformación de su Fuerza de Respuesta (NRF) en una nueva Fuerza de Reacción Aliada (ARF) de acuerdo con el nuevo Modelo de Fuerza (NFM); admitió como nuevos países miembros, los números 30º, 31º y 32º, a Macedonia del Norte (2020), Finlandia (2023) y Suecia (2024); y aprobó la solicitud de ingreso de Ucrania (2022).
El decimotercer secretario general de la OTAN es, desde el 1 de octubre de 2014, Jens Stoltenberg, dos veces primer ministro laborista de Noruega entre 2005 y 2013 y anteriormente en 2000-2001. Escogido el 28 de marzo por el Consejo Atlántico para suceder al danés Anders Fogh Rasmussen y representante de un país aliado europeo que no pertenece a la UE, Stoltenberg llega a la jefatura civil de la Alianza Atlántica cuando a esta se le amontona el trabajo por los desafíos que para la seguridad de sus miembros entrañan dos graves focos de tensión regional.
La crisis más acuciante es la de la insurgencia separatista del este de Ucrania unida a la intromisión armada de Rusia en apoyo de los rebeldes rusófonos, manifiesta después de la anexión ilegal de Crimea y ahora mismo menos visible al socaire de un alto el fuego en el Donbás que sin embargo no se respeta. Este escenario ya ha motivado la creación de la fuerza terrestre de reacción muy rápida para ser desplegada en Polonia y las repúblicas bálticas.
Aquí, Stoltenberg, del que algunos observadores destacan una dimensión "nórdica", además de la "atlántica", en su enfoque del diálogo con Rusia, con la que por cierto se entendió muy bien en el ámbito energético en sus años de gobernante, ha debutado conciliando los llamamientos a la solidez disuasoria de la Alianza frente a las "acciones agresivas" y las "violaciones del derecho internacional" por parte de Moscú, y el convencimiento, no obstante, de que hay que recobrar las "relaciones constructivas" y evitar la "confrontación". El marco oficial de cooperación OTAN-Rusia, nacido en 2002, está en suspenso desde abril de 2014 por decisión de Bruselas.
Además, desde el flanco sudeste de Turquía alarman los éxitos militares del fanático Estado Islámico en Irak y Siria, situación que los bombardeos aéreos de Estados Unidos y algunos aliados europeos intentan revertir. Ahora bien, la OTAN, como tal, no forma parte de la coalición internacional contra el califato del terror ni participa en las operaciones bélicas que pretenden su destrucción. Por si fuera poco, Stoltenberg asume el nuevo escenario de seguridad abierto en Afganistán, donde el 31 de diciembre de 2014 expira la misión de la ISAF tras 13 años de esfuerzos de reconstrucción y sacrificios de combate (más de 3.000 soldados aliados muertos) con resultados decepcionantes. El Acuerdo sobre el Estatus de las Fuerzas (SOFA) suscrito con el Gobierno de Kabul deja a la OTAN con tropas residuales sobre el terreno en principio hasta 2016, en tareas de apoyo a la lucha antitalibán que en adelante conducirá el frágil Ejército afgano.
Como primer ministro de la muy desarrollada Noruega, Jens Stoltenberg, quien es hijo del afamado diplomático Thorvald Stoltenberg y que desde temprana edad construyó su carrera política hasta llegar al liderazgo del Partido Laborista (Ap), se proyectó como un estadista de imagen fresca y carácter exquisito, y como un socialdemócrata pragmático y simpatizante de la UE (de la que Noruega se mantiene fuera por decisión del electorado) que hizo un manejo cauteloso de la riqueza hidrocarburífera nacional y, en general, de la envidiable fortaleza fiscal del país escandinavo.
Así se apreció en la gestión del gigantesco fondo soberano del petróleo, el mayor del mundo y concebido para pagar las pensiones de los ciudadanos y acumular reservas para el futuro, del que sacó muy poco efectivo para costear el avanzado sistema del Estado del bienestar noruego en lugar de sostenerlo con los impuestos, aunque este colchón resultó providencial cuando en 2009 sobrevino la recesión económica. Otro rasgo de prudencia del gobernante, adalid en la lucha global contra las emisiones de efecto invernadero y el cambio climático, fue la postergación de la explotación de las reservas petrolíferas de las islas Lofoten y el mar de Barents, en el paraíso natural del océano Ártico. En 2010 Noruega y Rusia delimitaron la frontera en una zona cuyas riquezas submarinas bien podían compensar el inexorable declive de la producción de los pozos del mar del Norte.
En 2005, tras la breve ejecutoria de principios de siglo, Stoltenberg regresó al Gobierno por veredicto de las urnas y en inédita coalición roji-verde con los socialistas de izquierda (SV) y los centristas agrarios (Sp). En las elecciones de 2009 el Ap y sus socios revalidaron su ajustada mayoría absoluta, pero cuatro años después se impuso el centro-derecha. El relevo de Stoltenberg por la conservadora Erna Solberg en octubre de 2013 se produjo pese a legar un país en crecimiento y libre de la tijera de la austeridad, con un paro irrisorio, de poco mas del 3% —la tasa más baja de Europa—, con un superávit fiscal del 11%, inconcebible para los demás miembros de la OCDE, y con el creso Fondo del Petróleo vertiginosamente engordado hasta los 600.000 millones de euros, es decir, vez y media más que todo el PIB.
Tampoco su elogiado proceder durante la tragedia nacional de las matanzas terroristas cometidas por el ultraderechista Anders Breivik en Oslo y la isla de Utøya en julio de 2011, cuando confortó a una nación traumatizada con sus mensajes de unidad, firmeza y fe en las libertades democráticas, impidió la alternancia gubernamental propia de los modelos parlamentarios.
(Texto actualizado hasta 12 diciembre 2014).
Una rauda carrera política en el Partido Laborista Noruego
La educación política de Jens Stoltenberg (Oslo, 1959) comenzó a la más temprana edad en su propia casa, donde recibía el estímulo constante de sus progenitores, ambos miembros eminentes del Partido Laborista Noruego (Det Norske Arbeiderpartiet, Ap). El padre, Thorvald Stoltenberg, nacido en 1931 y con ancestros alemanes, ya poseía un brillante historial diplomático y gubernamental antes de convertirse en ministro de Defensa en 1979, en teniente de alcalde de Oslo seis años más tarde y en ministro de Asuntos Exteriores del segundo Gobierno de Gro Harlem Brundtland en 1987.
La madre, Karin Stoltenberg, nacida también en 1931 y fallecida en 2012, era una genetista de formación que sirvió como secretaria de Estado en varios ministerios en la segunda mitad de la década de los ochenta. Una hermana suya, tía por tanto del muchacho, Marianne Heiberg, era una experta en política de Oriente Próximo y funcionaria de la ONU que tuvo como segundo marido a Johan Jørgen Holst, a su vez otro insigne político y diplomático laborista, dos veces ministro de Defensa y por último, desde 1993 hasta su muerte en 1994, ministro de Exteriores, puesto desde el que se destacó como uno de los principales muñidores de los Acuerdos de Paz negociados por Israel y la OLP en la capital noruega.
Jens, que entre 1961 y 1963 vivió en Yugoslavia con motivo de la misión consular que su padre realizaba en Belgrado, donde era secretario de la Embajada noruega, se formó en la Escuela Waldorf de Oslo, centro que seguía las reglas pedagógicas del antropósofo alemán Rudolf Steiner, y luego en la Escuela Catedralicia de Oslo (Oslo katedralskole), una de las más acreditadas casas de estudios del país. Antes de matricularse en la Universidad de Oslo con la intención de estudiar Economía, realizó el servicio militar obligatorio en el Centro de Instrucción de Infantería de Evjemoen.
Fuera de las aulas, Stoltenberg inició su militancia laborista en la Liga Juvenil Obrera (Arbeidernes Ungdomsfylking, AUF), el frente de juventudes del Ap. En su etapa de adolescente, el futuro primer ministro y secretario general de la OTAN era receptivo a las ideas de la izquierda radical noruega. Influyó en él su hermana mayor, Camilla, militante de la organización marxista revolucionaria Juventud Roja, a la que acompañó en las manifestaciones de protesta contra la Embajada de Estados Unidos, lanzamiento de piedras inclusive, en la recta final de la Guerra de Vietnam. La propia AUF era en estos años contraria a la pertenencia de Noruega a la Alianza Atlántica, de la que el país nórdico era miembro fundacional en 1949.
En 1979, ostentado el mando orgánico del partido Reiulf Steen (si bien el primer ministro era Odvar Nordli, sucesor en el Gobierno del líder laborista Trygve Martin Bratteli en 1976), el joven Stoltenberg tomó asiento en la junta central de la AUF. En 1985 se hizo con la jefatura de la organización en lugar de Egil Knudsen y hasta 1989, cuando entregó el testigo a Turid Birkeland, a la sazón futura ministra de Cultura, simultaneó esta función en casa con la de vicepresidente de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas.
En 1981 Stoltenberg se colocó al frente de la Secretaría de Información de la sección del partido en Oslo, en 1985 entró en su Comisión Ejecutiva y entre 1990 y 1992, cuando su padre ya había abandonado la política municipal y retomado los cometidos diplomáticos al más alto nivel, presidió la sección capitalina del Ap. En cuanto al ámbito profesional, entre 1979 y 1981 trabajó de periodista para el diario laborista Arbeiderbladet y de 1989 a 1990, una vez obtenido en 1987 el título de economista, impartió docencia a tiempo parcial en la Universidad de Oslo y ejerció en el Departamento de Análisis de la Oficina Central de Estadística (SSB).
Familiarizado con la política gubernamental desde que en 1986 la primera ministra y líder laborista Gro Harlem Brundtland le llamara para dirigir los trabajos de la Comisión sobre el Papel del Hombre en la Sociedad, en noviembre de 1990, con 31 años, Stoltenberg se convirtió en secretario de Estado del Ministerio del Medio Ambiente, teniendo como superior directo al ministro Thorbjørn Berntsen y por encima de éste a Brundtland, quien saltó a la jefatura del Gobierno por tercera en nueve años vez a raíz de la temprana ruptura del Ejecutivo de coalición que presidía el conservador Jan Peder Syse.
El nombramiento de Jens coincidió con el regreso de su padre al Consejo de Ministros, donde retomó la cartera de Exteriores. Además, para entonces, él ya llevaba un año tomándole el pulso a la actividad parlamentaria como diputado suplente del Storting, renovado en las elecciones de septiembre de 1989. No contento con adquirir a toda velocidad experiencia en las políticas local, legislativa y gubernamental, Stoltenberg engrosó su currículum con una membresía en la Comisión Noruega de la Defensa. En 1991 abandonó el Ministerio del Medio Ambiente y se concentró en la actividad legislativa como miembro del Comité de Asuntos Sociales del Storting.
La carrera política del joven treintañero dio un brinco de envergadura en la Convención Nacional laborista celebrada en Oslo en noviembre de 1992. Fue entonces cuando, en paralelo a la entrega por Brundtland del liderazgo del partido al hasta entonces secretario de la formación, Thorbjørn Jagland, y a la aprobación de un manifiesto favorable al ingreso de Noruega en la Comunidad Económica Europea (CEE), Stoltenberg adquirió el rango de vicelíder del Ap al igual que Hill-Marta Solberg, alcaldesa de una localidad del norte del país.
El nuevo triunvirato de dirigentes en el segundo escalafón del liderazgo laborista quedó completado con la elección de Dag Terje Andersen, secretario de Estado en el Ministerio de Asuntos Sociales. Stoltenberg era el más joven y brillante de los tres vicelíderes, no tardando en perfilarse como la mano derecha de Jagland. Para la opinión pública, el hijo de Thorvald Stoltenberg (quien en abril de 1993 cesó como ministro de Exteriores para servir como alto representante de la ONU en el conflicto de Bosnia-Herzegovina) tenía madera de futuro primer ministro de Noruega.
Stoltenberg obtuvo el escaño de diputado por Oslo en las elecciones generales del 12 y el 13 de septiembre de 1993, que el Ap volvió a ganar con una ligera subida de votos con respecto a los comicios de 1989, pero lejos aún de la mayoría absoluta, luego el Ejecutivo monocolor de Brundtland iba a seguir siendo de minoría. El 7 de octubre la dirigente formó un nuevo Gobierno, el primero por méritos propios, ya que los establecidos en 1981, 1986 y 1990 habían sido el resultado de la dimisión del primer ministro anterior, y en su seno Stoltenberg pasó a hacerse cargo del Ministerio de Industria y Energía, donde reemplazó al dimitido Finn Kristensen.
El 25 de octubre de 1996, dos años después de perder el Gobierno el referéndum sobre el ingreso de Noruega en la Unión Europea, Brundtland renunció como primera ministra en favor de Jagland, quien se ocupó de promocionar a Stoltenberg en el Gabinete dándole un cargo de la mayor responsabilidad, el Ministerio de Finanzas. Sustituía en el mismo a Sigbjørn Johnsen, que remontaba la titularidad a 1990.
Salto a la jefatura del Gobierno en 2000
La labor de Stoltenberg como ministro de Finanzas, que resultó bastante grata gracias a los excepcionales superavits en los presupuestos del Estado y la cuenta corriente, a su vez el resultado de años de moderación en el gasto público y de la bonanza de los ingresos por la exportación de los hidrocarburos del mar del Norte, no cumplió, empero, el año de vida. Así, en las elecciones generales del 15 de septiembre de 1997 el Ap, con el 35,2% de los votos y 65 escaños, no alcanzó el listón del 36,9% de los sufragios que Jagland se había marcado para seguir gobernando (la prensa nacional bautizó este preciso porcentaje, que era el obtenido por Brundtland en las elecciones de 1993, como "el ultimátum del 36,9"), sintiéndose obligado el líder laborista a ceder el poder a la oposición del centro-derecha.
Como resultado, el 17 de octubre, los partidos Popular Cristiano (Kristelig Folkeparti, KrF), de Centro (Senterpartiet, Sp) y Liberal (Venstre) formaron un Gabinete de franca minoría cuya jefatura asumió un dirigente de la primera formación, el ex ministro de Exteriores Kjell Magne Bondevik. Stoltenberg continuó descollando en la primera línea de la política nacional como vicelíder del Ap y jefe del Comité parlamentario de Asuntos de Petróleo y Energía. En febrero de 2000, en la conferencia anual del partido, Jagland anunció a sus correligionarios que no sería el cabeza de lista y por ende candidato a primer ministro en las próximas elecciones generales, que tocaban celebrar en septiembre de 2001, y propuso a Stoltenberg para realizar ese reto.
Jagland fundaba su decisión en las últimas encuestas, que auguraban unos resultados históricamente pésimos al Ap y que al mismo tiempo perfilaban a su número dos como el dirigente laborista mejor valorado. Stoltenberg fue elegido candidato a primer ministro del laborismo y de paso líder de su grupo parlamentario. Justo un mes más tarde, el 10 de marzo de 2000, se produjo la caída del Gobierno tripartito de Bondevik al perder en el Storting una votación sobre la conveniencia o no de construir centrales térmicas de gas para la producción de electricidad.
En la línea conservacionista que les caracterizaba, los popularcristianos se oponían a las centrales térmicas porque al producir grandes cantidades de dióxido de carbono estas industrias pondrían en riesgo el compromiso adquirido por Noruega en la Conferencia de Kyoto de 1997 de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 23% para el año 2010, así que recomendaban buscar una solución menos contaminante. Aun conscientes de su posible impacto medioambiental, los laboristas, y Stoltenberg con especial énfasis, consideraban ineludible este proyecto con el fin de superar la dependencia energética exterior, que se manifestaba sobre todo en las importaciones de electricidad de Dinamarca. El voto del Ap hizo fracasar la moción de confianza a que Bondevik, a sabiendas de lo difícil que lo tenía, decidió someterse por esta cuestión, forzando el cambio de Ejecutivo.
Los procedimientos de la democracia parlamentaria noruega operaron con la suavidad y la diligencia acostumbradas. El mismo 10 de marzo Bondevik presentó la dimisión ante el Consejo de Estado encabezado por el rey Harald V y acto seguido el monarca encomendó a Stoltenberg, al tratarse del candidato propuesto por el primer partido parlamentario, la formación de un Gobierno que, como todos los basados en el Ap (o en cualquier otro partido) desde 1961, solo podía ser de minoría.
El 17 de marzo de 2000 Stoltenberg, con 41 años recién cumplidos —el día anterior, concretamente—, se convirtió en el primer ministro más joven de la historia de Noruega, lo que entre otros cambios iba a obligarle a renunciar a su hábito de desplazarse al trabajo en bicicleta o en el metro de Oslo, donde se mezclaba con los pasajeros y viandantes como un ciudadano más, por supuesto sin guardaespaldas, en la más pura tradición nacional de confianza y seguridad, pese a tratarse de uno de los rostros políticos más conocidos de país. Como principales lugartenientes en el Gabinete, Stoltenberg nombró a Jagland, quien por el momento continuaba siendo su superior partidista, en Exteriores, a Karl Eirik Schjøtt-Pedersen en Finanzas y a Bjørn Tore Godal en Defensa.
En sus primeras declaraciones, el nuevo primer ministro informó de su disposición a relanzar las relaciones con la UE, que, más allá de los intensos intercambios en el ámbito comercial del Espacio Económico Europeo (EEE, concebido para los países de la Asociación Europea de Libre Comercio, EFTA, que eran Noruega, Islandia, Suiza y Liechtenstein), se encontraban en el dique seco desde el no al ingreso emitido por el referéndum convocado por Brundtland en 1994. El filoeuropeísmo de Stoltenberg era uno de los contrapuntos más nítidos con las políticas del anterior Gobierno del centro-derecha. Asimismo, el dirigente se mostró dispuesto a negociar con la oposición los proyectos legislativos caso por caso.
Pese a que el terreno personal el primer ministro causaba una buena impresión por su imagen fresca y su discurso constructivo, la gestión y el liderazgo de Stoltenberg se mostraron disminuidos desde el primer momento. A lo largo de 2000 y a comienzos de 2001, los sondeos preelectorales fueron reflejando el amplio descontento popular que suscitaban las primeras actuaciones del Gobierno laborista en el capítulo social y en el manejo del Estado del bienestar noruego (Velferdsstat), al que no podía dejar de afectar la política de limitar las inversiones públicas con cargo al Fondo del Petróleo (Oljefondet) por temor a generar inflación y recalentar la economía.
El primer Gobierno de Stoltenberg ejecutó también algunas privatizaciones parciales en el parque empresarial del Estado, afectando a la emblemática Statoil, gigante de las industrias petrolera, gasífera y petroquímica, al operador de telecomunicaciones Telenor y a la minera Olivin, lo que levantó ampollas en los sectores del partido más comprometidos con la doctrina socialdemócrata.
A pesar de que Noruega se disputaba con Canadá la primacía mundial en los indicadores de calidad de vida de sus habitantes, tal como mostraban las tablas de desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y de que el país escandinavo disfrutaba de una coyuntura de prosperidad económica y ocupación laboral (el paro solo afectaba al 3,5% de la población activa, luego podía hablarse de pleno empleo) absolutamente envidiable, en la opinión pública afloraron abundantes quejas por la detección de falta de mejoras en los sistemas educativo, sanitario y de pensiones, estancamiento que se producía sin disminuir un ápice la intensa presión fiscal del Estado sobre las rentas.
Por otro lado, Jagland, barruntando una severa derrota en las urnas, en tanto que jefe del Ap, fue quien llevó la voz cantante en la presentación y defensa de las propuestas políticas del partido del Gobierno, protagonismo que hizo disminuir el perfil de Stoltenberg. En cuanto a las relaciones con la UE, el primer ministro materializó el compromiso de los laboristas de profundizar la participación de Noruega en el EEE, vía de acceso al Mercado Interior Único de la UE. Así, el 25 de marzo de 2001, dando cumplimiento al acuerdo de cooperación suscrito por el Gobierno Jagland el 19 de diciembre de 1996 en Luxemburgo, Oslo empezó a implementar el Acuerdo de Schengen sobre la supresión de controles en las fronteras internas y la libre circulación de personas.
Las elecciones generales del 10 de septiembre de 2001, celebradas en un contexto económico más parco que hacía un año, certificaron la sensación de debilidad política y carácter efímero de un Gobierno que había llegado al poder sin mandato popular en el último tramo de la legislatura. El desastre que las encuestas vaticinaban al Ap se hizo realidad. Con el 24,3% de los votos y 43 escaños, 22 menos que en 1997, los laboristas cosecharon sus peores resultados desde 1924 y, aunque conservaron la condición de fuerza más votada, entrevieron el final de su histórica supremacía en beneficio de un sistema multipartidista más equilibrado.
El 17 de octubre el Ap renunció a formar un nuevo Gobierno rindiéndose a la evidencia de que los partidos llamados burgueses ya tenían a punto una coalición de centro-derecha; dos días después, Stoltenberg presentó la dimisión formal al rey Harald. Seguidamente, Bondevik tomó posesión como jefe de un Gabinete minoritario que reunía al KrF, al Partido de la Derecha (Høyre) y al Venstre.
Paso a la oposición y segunda elección como primer ministro en 2005
El gran batacazo electoral de 2001 pasó factura política sobre todo a Jagland, quien no pudo resistir el desafío que le lanzó Stoltenberg para arrebatarle el liderazgo del partido. El 10 de noviembre de 2002, en el cierre de la Convención Nacional anual del Ap, Stoltenberg fue elegido sin oposición décimo octavo líder del partido fundado en 1887 y sucesor de personalidades históricas como Oscar Torp, Einar Gerhardsen, Trygve Bratteli y Gro Harlem Brundtland. Su misión fundamental era obvia: revertir la tendencia electoral negativa que arrastraba el partido desde la partida de la tres veces primera ministra en 1996.
Socialdemócrata propenso a la moderación y al pragmatismo reformista, por lo que esporádicamente era llamado el Tony Blair noruego, Stoltenberg condujo una oposición parlamentaria constructiva, no poniendo reparos a los presupuestos elaborados por el Gobierno, que incidían en el descuento de los ingresos por la vía fiscal, y no importunando a Bondevik con críticas a la participación del Ejército noruego en la posguerra de Irak, a donde fueron despachados 150 soldados no de combate en una misión calificada de humanitaria y que duró hasta junio de 2004. Por otro lado, el líder laborista hizo tímidos intentos de relanzar el debate sobre el ingreso en la UE, cuestión que tras los resultados adversos de los referendos de 1972 y 1994 parecía estar definitivamente zanjada, o al menos así querían verlo los partidos del Gobierno conservador.
Para las elecciones generales del 12 de septiembre de 2005 Stoltenberg y los laboristas trabaron una alianza roji-verde, nunca probada antes, con los centristas y con el Partido de la Izquierda Socialista (Sosialistisk Venstreparti, SV), que tenían como líderes a dos mujeres, Åslaug Marie Haga y Kristin Halvorsen, respectivamente.
El Sp era una veterana formación con raíces agrarias y que en los últimos tiempos había enfocado su discurso, con tintes nacionalistas, hacia la defensa del modelo de economía descentralizada, la conservación de los recursos naturales y el medio ambiente, la protección de los productos nacionales frente a los importados del extranjero y, directamente relacionado con lo anterior, el rechazo a la incorporación en la UE. En cuanto al SV, se trataba de otro partido euroescéptico, pero del ala izquierda, con un doble componente socialista y ex comunista, así como celoso defensor del Estado-providencia y contrario a la cooperación de Noruega en operaciones militares mandadas por Estados Unidos, a pesar de tratarse de un aliado de la OTAN.
Si esta alianza bicolor (los socialistas de izquierda aunaban en su logotipo, con diferentes tonalidades, el rojo característico de los laboristas y el verde tradicional de los centristas agrarios) llegaba al Gobierno con Stoltenberg al timón, el hito sería triplemente inédito, ya que el Ap siempre había gobernado sin socios desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el SV carecía de toda experiencia gubernamental e históricamente no había sido proclive a asistir a los laboristas en el Parlamento, y el Sp solo estaba acostumbrado a trabajar con conservadores, popularcristianos y liberales en el seno de coaliciones burguesas. Para el éxito de las negociaciones preelectorales resultó fundamental la buena sintonía personal de Stoltenberg con Haga y Halvorsen; esta última, además, encarnaba la línea más posibilista del SV.
Los roji-verdes centraron su oferta electoral en la corrección de los retrocesos experimentados por el Estado del bienestar en los últimos años —recortes de los que el primer Gobierno de Stoltenberg había sido corresponsable—, invirtiendo más en todos los ámbitos de la protección social y optimizando la redistribución entre los 4,5 millones de noruegos de la renta del petróleo bombeado en el mar del Norte, inmersa en un período de vacas gordas por la imparable subida de los precios del barril de crudo.
Por el contrario, el bloque del Gobierno basaba su programa en nuevas bajadas de impuestos, ahondando una política fiscal conservadora que, según las izquierdas, no había hecho más que beneficiar a los ricos, y en asegurar el crecimiento económico sano, con la inflación mantenida en niveles muy bajos, las finanzas oxigenadas y una situación de pleno empleo técnico, cuadro positivo que constituía el principal logro del cuatrienio y que amueblaba el escaparate electoral del oficialismo. Eso sí, unos y otros coincidían en la necesidad de ser muy rigurosos en la elaboración de los presupuestos, condicionando los gastos a los ingresos disponibles, y preservando el holgado superávit fiscal.
El 12 de septiembre de 2005 los noruegos se decantaron por la oferta de la oposición. Con una participación del 77,4%, el Ap ascendió al 32,7% de los votos y los 61 escaños, que sumados a los 15 sacados por el SV y los 11 del Sp daban lugar a una mayoría absoluta de 87 diputados. El tripartito gobernante sufrió una ruda penalización, especialmente el Høyre, que fue desbancado como la segunda lista más votada por el derechista Partido del Progreso (FrP) de Carl Ivar Hagen, un abanderado del liberalismo económico y de poner drásticas barreras a la inmigración. De inmediato, laboristas, socialistas y centristas se pusieron a negociar la composición del próximo Gobierno. El 14 de octubre Bondevik presentó su dimisión formal al rey y a continuación Stoltenberg recibió el preceptivo encargo institucional.
El 17 de octubre quedó constituido y tomó posesión el nuevo Gabinete de la Coalición Roja-Verde, que presentaba unos matices euroescéptico, haciendo más remota la posibilidad del ingreso algún día de Noruega en la UE, y de intervencionismo exterior limitado, ya que sus portavoces anunciaron la próxima repatriación de los 20 militares noruegos que permanecían en Irak y la cancelación de las operaciones militares y antiterroristas desarrolladas en Afganistán en el marco de la Operación Libertad Duradera bajo mando de Estados Unidos. Sin embargo, el Ejército noruego seguiría implicado en los dispositivos de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), comandada por la OTAN.
De las 18 carteras ministeriales, el Ap se reservó nueve, entre ellas las de Asuntos Exteriores, para Jonas Gahr Støre, Defensa, para Anne-Grete Strøm-Erichsen, y Trabajo y Asuntos Sociales, para Bjarne Håkon Hanssen. El SV recibió cinco puestos, inclusive el sensible de Finanzas, que fue para su líder, Halvorsen, y el Sp cuatro, con Åslaug Haga al frente de Gobiernos Locales y Desarrollo Regional.
El primer mandato completo, por toda una legislatura, de Stoltenberg como primer ministro transcurrió con suavidad. El gobernante, que al retomar las riendas del Ejecutivo recibió del Servicio de Seguridad Policial (PST) la petición encarecida de que renunciara a su costumbre, ejercitada mientras había sido líder de la oposición, de ir a su trabajo oficial pedaleando en bicicleta por las calles de Oslo, manejó diversos asuntos y debates de importancia nacional, como la misión militar en Afganistán, la posible explotación de la riqueza petrolera del océano Ártico, las inversiones y gastos del Fondo de Pensiones del Estado, la introducción del matrimonio homosexual, la situación de las normativas sobre inmigración y asilo, y los estándares de calidad de la educación.
El Storting de Noruega, país que desde 1993 tenía una legislación, pionera a nivel mundial, sobre uniones civiles del mismo sexo, aprobó el proyecto de ley del Gobierno que quitaba a la figura del matrimonio la definición como el enlace legal entre hombre y mujer. Con esta norma, los cónyuges gays y lesbianas adquirían los mismos derechos que los heterosexuales, incluidos la ceremonia del matrimonio religioso y la adopción de niños. La ley, que gozaba de un amplísimo apoyo ciudadano a tenor de los sondeos, salió adelante con los votos de dos partidos de la oposición, el Høyre y el Venstre. Con su entrada en vigor el 1 de enero de 2009, Noruega se convirtió en el primer país escandinavo y el cuarto de Europa (tras Holanda, Bélgica y España) en regular el matrimonio homosexual.
Más controversia generaba la posibilidad de explorar, con vistas a su explotación, las reservas de gas y petróleo frente a las costas del océano Ártico, territorio de ecosistemas marinos tan fecundos como frágiles. El anterior Gobierno Bondevik había concebido planes al respecto, pero no los había llevado a cabo. Ahora, Stoltenberg se mostraba dubitativo con la prospección de las bolsas de hidrocarburos que atesoraban los lechos marinos de los mares de Noruega, concretamente el entorno de las islas Lofoten, al oeste, y de Barents, al este.
Más allá de las dudas instaladas en el Gobierno, que seguía firmemente comprometido con los exigentes objetivos nacionales de reducción de emisiones causantes del calentamiento global, transición de los combustibles fósiles a las fuentes de energía renovables y preservación a toda costa de los ingentes recursos pesqueros así como del patrimonio natural (destino de un turismo internacional de alto nivel), sobre la conveniencia de estos macroproyectos industriales, Noruega no podía abrir de par en par las puertas a la exploración petrolífera del fondo de Barents mientras permaneciera sin zanjar su disputa con Rusia, arrastrada desde 1978, sobre la delimitación de las fronteras marítimas.
En septiembre de 2007 Stoltenberg se encontró con la dimisión de su ministro de Petróleo y Energía, el centrista Odd Roger Enoksen, el cual estaba supervisando el proceso de fusión de la división de hidrocarburos de la compañía semipública Norsk Hydro, gigante de la producción de aluminio y con grandes inversiones también en las energías renovables, y la estatal Statoil, para dar lugar a StatoilHydro, una multinacional más potente y competitiva frente a sus rivales europeos del sector de los hidrocarburos, como British Petroleum, Total y Shell. Enoksen cedió la importante cartera de Petróleo a su jefa partidaria, Åslaug Marie Haga, quien quería incrementar su peso en el Gabinete. Sin embargo, Haga, acosada por un escándalo personal y aduciendo problemas de salud, se vio obligada a dimitir como líder del Sp y miembro del Gabinete en junio de 2008.
Por otro lado, el Gobierno Stoltenberg acometió una reforma del Fondo de Pensiones del Estado (Statens pensjonsfond), al que iban a parar los beneficios que generaba, sobre todo vía ingresos fiscales, la industria de los hidrocarburos. El considerado mayor fondo de riqueza soberana del mundo consistía en realidad en dos fondos separados, independientes entre sí: el Fondo del Petróleo (Oljefondet), creado en 1990, y el Fondo del Seguro Nacional (Folketrygdfondet), que se remontaba a 1967.
La denominación de fondo de pensiones para estos fondos soberanos se refería a su finalidad principal, asegurar el pago de las pensiones de los jubilados noruegos, con la población en proceso de envejecimiento y ante el previsible declive de los ingresos por el petróleo del mar del Norte, en vez de a su esquema de financiación, que no dependía de contribuciones de particulares sino de las transferencias netas hechas por el Gobierno tomando las ganancias y excedentes de la explotación hidrocarburífera.
Desde el 1 de enero de 2006 el Fondo del Petróleo pasó a denominarse Fondo de Pensiones del Estado-Global (Statens pensjonsfond Utland, SPU), mientras que el Fondo del Seguro Nacional, dedicado a sostener los costes de la seguridad social, tomó el nombre de Fondo de Pensiones del Estado-Noruega (Statens pensjonsfond Norge, SPN). El más voluminoso de los dos fondos era, con mucho, el SPU. Gestionado en nombre del Ministerio de Finanzas desde 1998 por el Norges Bank Investment Management (NBIM, una extensión del banco central de Noruega), el SPU experimentó, coincidiendo con el retorno al poder de los laboristas de Stoltenberg, un enorme crecimiento que en parte obedeció a la escalada sin precedentes de los precios mundiales del barril de crudo, el cual llegó a su máximo histórico en julio de 2008, en vísperas de la quiebra de Lehman Brothers en Estados Unidos, cuando el valor del Brent alcanzó los 147 dólares, tras lo cual empezó a caer abruptamente.
Los 1,40 billones de coronas que sumaba el SPU en 2005 aumentaron a los 2,02 billones en 2007, a 2,64 billones en 2009, a 3,31 billones en 2011 y a la astronómica cantidad de 5,03 billones de coronas, al cambio 608.000 millones de euros, es decir, casi el doble que todo el PIB noruego, a finales de 2013. En semejante evolución adquirieron un peso creciente, bastante más que las inyecciones de renta petrolera que el Gobierno efectuaba anualmente, los pingües rendimientos de las inversiones que el SPU tenía en productos financieros y valores de mercado de todo el mundo, que se diversificaban en acciones, bonos de deuda y, en un porcentaje mucho menor, participaciones inmobiliarias.
Precisamente, el Gobierno Stoltenberg incrementó los porcentajes de inversión en productos de renta variable y en el mercado inmobiliario a costa de las obligaciones de renta fija, y de paso reforzó el reglamento ético de la política de inversiones del NBIM con el capital del SPU. Este estaba vetado para una serie de compañías internacionales, muchas estadounidenses, señaladas por sus malas prácticas, o bien por producir materiales considerados nocivos para el bienestar de la humanidad, ya se tratase de armas de destrucción masiva o de tabaco. La importancia del Fondo del Petróleo como herramienta de política fiscal, que era su otra gran finalidad al margen de sufragar las pensiones y acumular reservas para el futuro, cobró mayor relieve cuando se vino encima la Gran Recesión europea de 2008-2009.
Aunque no pudo evitar que la economía nacional experimentara un retroceso del -1,6% en 2009, el primer ministro Stoltenberg impidió que la contracción fuera más profunda o más duradera porque gastó con cargo al SPU más que cualquiera de sus predecesores. Aquel año, el superávit fiscal del Estado, que en 2008 había alcanzado un asombroso 18,8% del PIB, se redujo al 10,5%, valor que seguía estando a años luz de lo que sucedía en Europa y en la OCDE, donde todo era un mar de déficits, algunos de dos cifras. En 2009 el balance financiero más acercado al noruego fue el de Suiza, que presentó un saldo positivo del 0,8%.
En otro orden de cosas, en febrero de 2007 vio la luz una importante reforma institucional, la abolición del bicameralismo de hecho que desde 1814 venía funcionando en el sistema parlamentario noruego, pues el Storting se articulaba en dos departamentos a efectos del procedimiento legislativo, el Lagting y el Odelsting, llamados de manera informal respectivamente la "Cámara alta" y la "Cámara baja". La reforma a favor del unicameralismo perfecto, que no entrañaba alterar el número de diputados, 169, quedó lista para entrar en vigor tras las elecciones generales de 2009.
Nueva mayoría laborista en los comicios de 2009 y el impacto de la masacre de Utøya
Los noruegos, que a diferencia de otros ciudadanos europeos no sufrían los efectos de los recortes y la austeridad y seguían, pese a la crisis económica (más técnica que otra cosa, pues los índices de riqueza nacional apenas se resintieron por la recesión), disfrutando de una situación de pleno empleo con la que no podían ni soñar la mayoría de los miembros de la UE, acudieron a las elecciones generales del 13 y el 14 de septiembre de 2009 con la sensación mayoritaria de que el país, en líneas generales y gracias al petróleo, marchaba bien, aunque existía un descontento bastante extendido con la política de inmigración, valorada como demasiado permisiva por dos tercios de los consultados.
Como en los comicios anteriores, este era el gran caballo de batalla de la derecha nacionalista del FrP, liderado desde 2006 por Siv Jensen, que también reclamaba unos impuestos más bajos y que se tirase del Fondo del Petróleo con mucha más largueza para, por ejemplo, mejorar las carreteras y reducir las listas de espera en los hospitales, dos cuestiones que nutrían el grueso de las quejas ciudadanas sobre la calidad de los servicios públicos.
Poco antes del inicio de la campaña electoral, el Ap, para contrarrestar el avance en los sondeos de los progresistas, indicó su disposición a "endurecer" la política de inmigración. El anuncio se tradujo inmediatamente en un repunte al alza de los laboristas en las encuestas de intención de voto. Sin embargo, Stoltenberg se negó en redondo a reducir los impuestos directos, que era lo que le exigía toda la oposición del centro-derecha, con el argumento de que una política tributaria más laxa pondría en riesgo el modelo nacional del Estado del bienestar, famoso por sus altos niveles de cobertura.
En 2009 Stoltenberg consiguió su objetivo de seguir gobernando en coalición mayoritaria con el Sp y el SV. Los socialistas de Halvorsen perdieron cuatro diputados, pero los laboristas ganaron tres, pasando a tener 64 escaños con el 35,4% de los votos, mientras que los centristas de Liv Signe Navarsete (la sucesora de Åslaug Haga en 2008) repitieron sus 11 escaños. En otras palabras, el tripartito Rojo-Verde retuvo en el Storting una ajustada mayoría absoluta de 86 diputados.
El 20 de octubre de 2009 quedó constituido el tercer Gobierno Stoltenberg. Sus principales novedades fueron los cambios de Anne-Grete Strøm-Erichsen por Grete Faremo en Defensa y de Kristin Halvorsen, quien pasó a hacerse cargo Educación, por el laborista Sigbjørn Johnsen en Finanzas. La líder centrista, Liv Signe Navarsete, reemplazó el portafolio de Transportes y Comunicaciones por el de Gobiernos Locales y Desarrollo Regional. El programa del primer Gobierno noruego reelegido en 16 años incidía en la conservación contra viento y marea de la tasa de paro más baja de Europa, en la lucha activa, con políticas nacionales y en la escena global, contra el cambio climático y en la introducción de restricciones a la legislación sobre inmigración y asilo.
A los pocos días de constituirse el nuevo Gabinete Stoltenberg, el 29 de octubre, el Norges Bank anunció la subida en un cuarto de punto, hasta el 1,5%, del precio del dinero. Quedó así anulada la bajada aplicada hacía solo unos meses, a mediados de junio. El gobernador de la entidad, Svein Gjedrem, explicó que el primer encarecimiento de los tipos de interés en Europa desde el estallido de la crisis en 2008 se justificaba porque la economía estaba recuperándose más rápidamente de lo previsto.
El 27 de abril de 2010 Stoltenberg y el presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, firmaron en Oslo un acuerdo que enterraba el diferendo por el mar de Barents al dividir la superficie disputada, unos 175.000 km², en aproximadamente dos zonas iguales de aguas territoriales. Este acuerdo facilitó la apertura de relaciones de cooperación entre Statoil y la compañía estatal rusa Rosneft para la exploración conjunta de reservas de crudo en el sector ruso de Barents y en el mar de Ojotsk, empresa que vio la luz en 2012. Los observadores elucubraron sobre las implicaciones estratégicas de la colaboración energética de Rusia y Noruega, que eran respectivamente el primer y el segundo productores europeos de petróleo y gas. Entre los dos suministraban casi a partes iguales (algo más Rusia) el 73% del gas que consumían los 28 países de la UE; siguiendo con los datos de 2013, la UE era el destino del 98% de las ventas noruegas de gas al exterior.
Sin embargo, el Gobierno de Oslo siguió sin decidirse a hacer prospecciones comerciales en las islas Lofoten, cuya virginidad natural los ambientalistas querían proteger a toda costa, y a comenzar a bombear hidrocarburos en su sector del mar de Barents, donde ya había localizados una serie de campos bastante prometedores. En toda la región solo había un yacimiento en servicio, el campo de gas de Snohvit. Otro campo, este petrolífero, llamado Goliat, operado por la italiana ENI, seguía sin iniciar la producción a pesar de tenerse un conocimiento bastante preciso de sus dimensiones y características. Desde Statoil, se lanzó a los políticos el aviso de que el país debía sacar a explotación nuevos reservorios submarinos de petróleo y gas para compensar la imparable disminución de las reservas del mar del Norte. El volumen de la producción petrolera de Noruega venía descendiendo año tras año desde el pico alcanzado en 2000.
En octubre de 2010, contrastando con el buen entendimiento con Rusia en materia energética, el Ejecutivo de Stoltenberg encajó la reacción furiosa del Gobierno de China a causa de la concesión por el Comité Noruego del Premio Nobel de la Paz de ese año al disidente encarcelado Liu Xiaobo. En marzo de 2011 el primer ministro, a pesar de la falta de claridad sobre los objetivos precisos y en la cadena de mando de esta operación bélica emprendida por los aliados de la OTAN, tomó la decisión de mandar a Libia cazabombarderos de la Real Fuerza Aérea en misión de vigilancia del espacio aéreo libio para proteger a los rebeldes alzados contra el régimen de Muammar al-Gaddafi.
En octubre del mismo año, en un escenario bien distinto, Stoltenberg actuó como adalid de la lucha contra el cambio climático y el calentamiento global al presentar en Oslo, en el curso de una conferencia organizada por el Gobierno noruego y la Agencia Internacional de la Energía, la denominada Iniciativa Internacional sobre la Energía y el Clima-Energía+. El nuevo partenariado internacional para el fomento de las energías renovables y la eficiencia energética buscaba apoyar la iniciativa lanzada meses atrás por el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, presente en la citada conferencia, de la Energía Sostenible para Todos (SE4ALL).
Por lo demás, Oslo siguió volcado en el apoyo económico a los países en desarrollo de latitudes tropicales para ayudarles a conservar sus pluvisilvas, los pulmones del planeta. El Gobierno noruego seguía esta política por su cuenta, pero aspiraba a que fuera un mecanismo efectivo y coordinado a nivel mundial, el resultado de un pacto internacional vinculante que contaría con la financiación de los países ricos.
Sin embargo, el hecho que marcó de manera indeleble el paso de Jens Stoltenberg por la jefatura del Gobierno de Noruega fue el terrible crimen múltiple cometido el 22 de julio de 2011 por el ultraderechista xenófobo y fundamentalista cristiano de 32 años Anders Behring Breivik, pasado a la historia como la peor agresión vivida por el país nórdico desde la Segunda Guerra Mundial.
Breivik, sin la ayuda de terceros (extremo realmente difícil de creer en los instantes posteriores a la matanza, dadas la sofisticación y la magnitud de la acción terrorista, que parecían exceder con creces las capacidades asesinas de un lobo solitario), hizo detonar casi una tonelada de explosivo de fabricación casera colocado en una camioneta frente al edificio del complejo gubernamental de la capital que acogía la oficina del primer ministro, con el resultado de ocho muertos. El lugar carecía de las medidas de vigilancia adecuadas. Hora y media más tarde, con el barrio ministerial de Oslo sumido en el caos, Breivik, disfrazado de policía y portando una bolsa llena de armas automáticas y munición, salió al encuentro de un grupo de acampados de las juventudes laboristas, la AUF, en la isla de Utøya, en el lago Tyrifjorden, a unos 67 km de distancia por carretera . El asesino disparó indiscriminadamente contra los jóvenes y se las arregló para matar a 69 de ellos, antes de rendirse a las fuerzas de seguridad.
Stoltenberg, que en el momento del ataque se encontraba en su residencia oficial, próxima a la torre de 17 plantas golpeada por el vehículo bomba, preparando el discurso que debía pronunciar al día siguiente en la convención anual de la AUF en Utøya, no tardó en comparecer para dar cuenta del espantoso suceso a la nación, prometer que el responsable o los responsables de esta "tragedia nacional" no iban a quedar impunes y transmitir, visiblemente compungido pero sereno en su expresión, un mensaje de fortaleza y unidad nacional a sus horrorizados compatriotas. El dirigente agradeció también las misivas de condena, condolencia y solidaridad con el pueblo noruego recibidas de todos los colegas europeos y aliados de la OTAN.
Ya en su primera alocución, realizada en estado de conmoción por lo que había pasado pocas horas antes, Stoltenberg hizo uso de una retórica de firmeza pero sin connotaciones de venganza, que no claudicaba de una serie de principios y valores, a la vez que se esforzaba en transmitir empatía con las víctimas y sus familiares. En su "mensaje a los que nos han atacado y a quienes están detrás", leído a los medios cuando oficialmente aún se desconocía la autoría de los "violentos y cobardes ataques" (si bien Breivik ya estaba detenido en dependencias policiales), el gobernante manifestó que:
"No nos vais a destruir. No vais a destruir nuestra democracia o nuestro compromiso con un mundo mejor. Somos una nación pequeña, pero somos una nación orgullosa. Nadie nos silenciará con bombas. Nadie nos silenciará con disparos. Nadie va a conseguir asustarnos para dejar de ser Noruega. Mañana, mostraremos al mundo que la democracia noruega se hace más fuerte cuando está bajo presión (…) Debemos demostrar que nuestra sociedad abierta puede superar esta prueba. Que la respuesta a la violencia es más democracia. Incluso más humanidad, aunque nunca ingenuidad. Eso es algo que les debemos a las víctimas y sus familias".
El 25 de julio el primer ministro encabezó en Oslo una multitudinaria manifestación ciudadana, la "marcha de las rosas", para rendir homenaje a las víctimas mortales del doble atentado, a algunas de las cuales él conocía personalmente. En su discurso en el Ayuntamiento de Oslo, donde volvió a emplear palabras de consuelo, calor humano y reafirmación democrática, absteniéndose de mencionar el endurecimiento de las penas para los criminales capaces de esta atrocidad o la aplicación de represalias antiterroristas, el dirigente halló ecos muy positivos entre los 150.000 asistentes al acto de duelo. La prensa publicó que la gran mayoría de la opinión pública consideraba que Stoltenberg estaba manejando esta crisis de la manera adecuada.
Aunque, en la solemne sesión celebrada por el Storting el 1 de agosto, elevó palabras de elogio a la dignidad democrática y la calidad moral de la población tras la masacre del 22 de julio ("vosotros, los jóvenes, habéis demostrado vuestra determinación a responder al odio con amor; el terror no debe conducir a más odio, sino a más democracia", dijo) y felicitó a los noruegos por haber sabido "encontrar el camino correcto" luego de tan bárbaro ataque, Stoltenberg tuvo que reconocer, por boca de su ministra de justicia, Grete Faremo, que las fuerzas de seguridad habían cometido "errores" en la respuesta a los atentados, indudablemente lenta en el momento de intervenir en Utøya.
Peor aún, el 13 de agosto de 2012 el Gobierno salió bastante malparado de las conclusiones de la comisión independiente creada por los grupos parlamentarios para investigar de manera exhaustiva todas las circunstancias que habían rodeado a los atentados de Oslo. La llamada Comisión del 22 de Julio indicó que la gestión por el Ejecutivo de la crisis terrorista en caliente no había sido "suficientemente satisfactoria" y desgranó una cadena de fallos operativos, faltas de coordinación y carencias tanto de la Policía como del Gobierno. El incomprensible incumplimiento por las autoridades de las normas de seguridad "ya existentes" había puesto en bandeja la comisión de su horrible crimen por el fanático Breivik. Los comisionados establecieron que el ataque con explosivos al distrito gubernamental de Oslo pudo haberse "evitado" por completo y que la masacre de Utøya pudo haber sido atajada "más rápidamente", aunque no "totalmente".
Las demoledoras conclusiones del Informe Gjørv (por el nombre de la presidenta de la Comisión, la abogada y empresaria Alexandra Bech Gjørv) y su lista de 31 recomendaciones a las autoridades para corregir los "serios defectos" detectados se cobraron la dimisión del jefe de la Policía Nacional noruega (Politidirektoratet), Øystein Mæland, quien era además miembro del Ap. Mæland indicó que renunciaba porque había perdido la confianza de la ministra Faremo, su superiora institucional.
Stoltenberg hubo de salir a presentar sentidas disculpas por el trabajo mal hecho, aseguró asumir la plena responsabilidad política y prometió una batería de medidas para, en la línea de lo recomendado por el Informe Gjørv, mejorar la seguridad interior y dotar a las fuerzas del orden de mejores medios para hacer frente a amenazas terroristas. Sin embargo, Noruega, a diferencia por ejemplo de lo sucedido en Estados Unidos tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, no cambiaría sus leyes a causa de lo sucedido el 22 de julio de 2011.
En cuanto al asesino confeso, Breivik, quien justificó sus ataques para proteger a Noruega de una "invasión musulmana" y castigar a los laboristas por su política de inmigración favorable al multiculturalismo, fue declarado mentalmente sano para comparecer ante un tribunal y ser juzgado. El 24 de agosto de 2012, al poco de hacerse público el informe de la Comisión del 22 de Julio, Breivik fue hallado culpable y condenado a prisión por un período no superior a 21 años y no inferior a 10.
Derrota frente a los conservadores en 2013 y salida del Ejecutivo
El tirón de popularidad experimentado por Stoltenberg justo después de los atentados de julio 2011 empezó a desvanecerse al cabo de unos meses. El Ap vio cómo el Høyre, liderado por Erna Solberg, preclara defensora de la bajada de los impuestos pero últimamente preocupada en corregir su imagen de adversaria del Estado de bienestar superprotector, le ganaba la partida en las encuestas de intención de voto ya en mayo de 2012, meses antes de la publicación del Informe Gjørv. El Storting debía ser renovado en septiembre de 2013.
La situación política no pintaba nada bien para los laboristas, que empezaron a prepararse para la pérdida de la mayoría absoluta por el tripartito del centro-izquierda. Solberg apostaba por reconquistar para los conservadores la jefatura del Gobierno, ocupada la última vez por Jan Peder Syse en 1990, formando una amplia coalición de centro-derecha con los progresistas de Siv Jensen, los popularcristianos de Knut Arild Hareide y los liberales de Trine Schei Grande.
Se debiera al creciente malestar por las reticencias de laboristas, centristas y socialistas a sacar más efectivo de la hucha del petróleo para costear inversiones públicas (la normativa presupuestaria establecía que los gastos domésticos cargados a la renta petrolera no podían exceder el 4% de la dotación del SPU) y por el aumento desorbitado del precio de la vivienda, al deseo por los electores de refrescar la avanzada democracia parlamentaria nacional con un Gobierno de alternancia (más después de conocerse los clamorosos fallos de seguridad que habían rodeado los atentados del 2011) o al simple desgaste natural tras ocho años en el poder, el caso era que Stoltenberg y su partido afrontaban con serias dificultades la cita electoral de 2013 cuando el panorama económico era bueno o muy bueno, sobre todo si se hacían comparaciones con lo que se estilaba en la UE.
En este sentido, podía hablarse de una formidable paradoja en Noruega, que sopesaba cambiar de caballo cuando la carrera marchaba francamente bien. Así, aunque ahora mismo el PIB crecía al ralentí y desde luego no iba a alcanzar la tasa del 2,9% registrada en 2012, Noruega, el miembro más lustroso de la OCDE, seguía recostada en los fabulosos superavits de las finanzas públicas y la cuenta corriente, que habían terminado 2012 en el 13,9 y el 14,5%, respectivamente. El nivel de endeudamiento del Estado era sobrio, equivalente al 35% del PIB. El paro, siempre mínimo, apenas superaba el 3% de la población activa. El PIB nominal por habitante alcanzaba ya los 100.000 dólares y el índice de desarrollo humano es el primero del planeta.
En agosto de 2013, en un intento por reducir su desventaja en las encuestas, Stoltenberg sorprendió con una imaginativa puesta en escena electoralista que chocó con su imagen de hombre invariablemente correcto y de conducta previsible, muy convencional en realidad. El Ap colgó en YouTube un video que mostraba a su líder conduciendo un taxi de Oslo, llevando a pasajeros que descubrían asombrados quién iba al volante, los cuales, grabados con cámara oculta, se ponían a conversar amigablemente con el primer ministro sobre diversos aspectos de la actualidad nacional. El Ap reconoció que al menos cinco de los 14 pasajeros de Stoltenberg habían sido seleccionados por una agencia de publicidad contratada por el partido, aunque no se les había advertido de la identidad del taxista, para preservar el efecto sorpresa. Luego se supo que estas personas habían recibido una pequeña gratificación económica por su actuación.
El famoso video de YouTube pudo tener mucho que ver con que el Ap tomara la delantera en las encuestas al comienzo de la campaña electoral y recuperara su primera posición habitual, arrebatada por el Høyre hacía más de un año, pero las cifras seguían favoreciendo con mucha diferencia a una coalición del centro-derecha. Lo que sucedió en los comicios del 8 y el 9 de septiembre de 2013 fue que los laboristas siguieron siendo la primera fuerza del país, pero con una merma considerable, cayendo al 30,8% de los votos y los 55 escaños. Sus aliados también retrocedieron y la coalición Roja-Verde vio esfumarse en total 14 diputados. Los conservadores fueron los grandes triunfadores, al rebotar de los 30 a los 48 escaños.
Con estos resultados sobre la mesa, Stoltenberg reconoció de inmediato que la mayoría había virado al campo del centro-derecha y que ya no podía seguir siendo primer ministro. El 14 de octubre presentó la dimisión formal de su Gobierno al rey Harald y el 16 de octubre se produjo el relevo institucional con la constitución del nuevo Gabinete Solberg, únicamente formado por el Høyre y el FrP, luego en principio de minoría, aunque contaba con el soporte parlamentario del KrF y el Venstre. Solberg y Jensen, nombrada ministra de Finanzas, consensuaron un programa que incluía una bajada de impuestos, más gastos sociales con recurso al Fondo del Petróleo y nuevos filtros y controles a la inmigración.
Stoltenberg continuó en la primera línea de la política noruega como líder del Ap, jefe de la bancada laborista en el Storting, donde pasó a integrar el Comité de Asuntos Exteriores y Defensa, y líder de la oposición al Gobierno de la derecha. Pero también encontró más tiempo para sus prácticas deportivas, en concreto el esquí de fondo, y su activismo conservacionista en la escena global.
El 23 diciembre de 2013 el secretario general Ban Ki Moon nombró a Stoltenberg enviado especial de las Naciones Unidas para el Cambio Climático. Esta misión recayó en Stoltenberg al hilo de sus pasados servicios como copresidente (junto con la mozambiqueña Luísa Dias Diogo) del Panel de Alto Nivel sobre el Sistema de Coherencia de las Naciones Unidas en las Áreas de Desarrollo, Asistencia Humanitaria y Medio Ambiente, y copresidente también (aquí junto con el etíope Meles Zenawi) del Grupo Asesor de Alto Nivel sobre la Financiación frente al Cambio Climático (AGF). Del ex gobernante noruego, que asumía la encomienda junto con el antiguo presidente ghanés John Kufuor, se esperaba que ayudara a convocar a jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo para impulsar los resultados de la próxima Cumbre sobre el Clima, a celebrar en la sede de la ONU en Nueva York en septiembre de 2014, y la XX Conferencia sobre el Cambio Climático (COP 20), que iba a tener en Lima en diciembre del mismo año.
Elección como secretario general de la OTAN en una situación de desafíos para los aliados
El 25 de marzo de 2014 Stoltenberg, en un discurso pronunciado en la reunión de la Ejecutiva del Ap, tuvo palabras sumamente críticas con Rusia por su ocupación y anexión unilateral de la península ucraniana de Crimea.
En el cónclave partidista, el dirigente, cuyo Gobierno había incrementado de manera muy notable el presupuesto militar para la modernización del Ejército noruego, hasta hacer de Noruega uno de los aliados de la OTAN con mayor gasto de defensa por habitante, afirmó que el recurso por Rusia a la fuerza para alterar las fronteras resultaba inaceptable, y que lo hecho con Ucrania suponía una violación del derecho internacional y los principios europeos, así como un "serio revés" para la paz y la estabilidad" del continente. "No viviremos en un mundo donde mande la supervivencia de los más aptos. Especialmente los países pequeños como Noruega deben procurar siempre que la ley se aplique también a nivel internacional", opinaba Stoltenberg.
Los pasajes de la alocución de Stoltenberg relativos a la crisis separatista del este de Ucrania y el proceder de Rusia en Crimea destilaban un aire "atlantista" que todo el mundo vinculó a las recientes informaciones periodísticas sobre que los gobiernos de la OTAN estaban ultimando la designación del ex primer ministro noruego para el puesto de secretario general de la organización, donde sucedería al danés, también antiguo jefe de Gobierno de su país (pero de tendencia liberal conservadora), Anders Fogh Rasmussen, cuyo mandato quinquenal expiraba en el otoño
Según el diario Aftenposten, la candidatura de Stoltenberg había sido lanzada a los aliados por la canciller alemana, la democristiana Angela Merkel, con la aquiescencia de la Administración Obama en Estados Unidos, y ya tendría los apoyos del primer ministro británico, el conservador David Cameron, y del presidente francés, el socialista François Hollande. La selección del representante noruego para la dirección civil de la OTAN pugnaba con las especulaciones que señalaban como principales aspirantes al ex ministro italiano de Exteriores Franco Frattini, al secretario de Defensa británico Philip Hammond y al ministro de Exteriores polaco Radoslaw Sikorski, este último bien conocido por sus manifestaciones de firmeza con Moscú por su injerencia en la política de Ucrania. Y, en efecto, el 28 de marzo el Consejo Atlántico comunicó el nombramiento de Stoltenberg como secretario general de la OTAN, efectivo el 1 de octubre.
En los días y semanas siguientes, que coincidieron con el agravamiento de la situación en Ucrania, donde los rusófonos de la región oriental del Donbás se declararon en rebelión separatista y, con la ayuda, cada vez más aparatosa, de Rusia, entablaron combate con las tropas enviadas por Kíev hasta sumirse esta parte del país en una auténtica guerra civil, el próximo secretario general recalcó que la anexión rusa de Crimea, hecho que no tenía precedentes en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, constituía un "brutal recordatorio de la necesidad de la OTAN".
Aunque se trataba, opinaba Stoltenberg, de "la más exitosa alianza de la historia", la OTAN no podía bajar la guardia y debía disponer de los suficientes medios disuasorios, incluidas las armas nucleares, para contener a Rusia y asegurar la seguridad de sus miembros, en especial los más expuestos y ahora mismo más preocupados por el curso de los acontecimientos en Ucrania, que eran Polonia y las repúblicas bálticas. El 1 de abril los ministros de Exteriores de la Alianza ratificaron la suspensión de los trabajos técnicos de cooperación con Moscú, incluido el Consejo OTAN-Rusia, establecido en 2002.
El 14 de junio Stoltenberg cedió el liderazgo del Ap a Jonas Gahr Støre, su ministro de Exteriores entre 2005 y 2012, y el 1 de octubre tomó posesión de su nuevo despacho en Bruselas. En sus primeras declaraciones a la prensa como secretario general de la Alianza Atlántica, Stoltenberg afirmó que, aunque Rusia había "violado la legalidad internacional" y era necesario constatar un "cambio de comportamiento" por su parte, los aliados occidentales seguían aspirando a "forjar relaciones constructivas" con la potencia heredera de la URSS y no buscaban la "confrontación" con ella. Al mismo tiempo, sin embargo, la OTAN debía mantenerse "fuerte" en los planos militar y político, a la vez que Ucrania estaba en su derecho "a decidir libremente su propio camino" proeuropeo. "No veo contradicción entre esos dos elementos", añadió.
Semanas antes de la asunción de Stoltenberg, el 4 y el 5 de septiembre, las ciudades galesas de Newport y Cardiff acogieron una reunión del Consejo Atlántico al nivel de jefes de Estado y de Gobierno. En su cumbre de Gales, los líderes aprobaron un Plan de Acción para la Disponibilidad (Readiness Action Plan, RAP) para defender a los aliados de un "amplio elenco de amenazas" en el contexto de los "desafíos" y las "agresiones a Ucrania" por parte de Rusia. El RAP incluía la creación de una Fuerza Operativa Conjunta de Muy Alta Disponibilidad (VJTF) a modo de "punta de lanza" dentro de la ya existente Fuerza de Respuesta de la OTAN (NRF). La VJTF estaría compuesta de hasta 20.000 soldados y tendría la capacidad de desplegarse en países fronterizos del flanco oriental, como Polonia y las repúblicas bálticas. Este plan operativo satisfacía plenamente al nuevo secretario general, que llevaba meses refiriéndose a la necesidad de reforzar la capacidad disuasoria de la Alianza.
Por otro lado, Stoltenberg se congratuló por el comienzo de las operaciones de bombardeo contra posiciones del Estado Islámico en Irak y Siria por las aviaciones de varios países aliados; además de Estados Unidos, participaban en estos ataques Francia, el Reino Unido, Canadá, Holanda, Bélgica y Dinamarca. Otros aliados, como Alemania, Italia, Polonia y Turquía, formaban parte también de la coalición militar internacional organizada por Washington.
El secretario general dejó claro que la participación de varios miembros de la OTAN en la coalición (a la que se habían unido varios países árabes) que intentaba repeler y "destruir" a la sanguinaria organización del autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi cuando ya se había hecho con el control de amplias extensiones y puntos estratégicos de Irak y Siria no comprometía a la Alianza Atlántica, que como tal no tomaba parte en la ofensiva contra estos fanáticos islamistas desgajados de Al Qaeda. Otra cosa sería un eventual ataque directo del Estado Islámico a Turquía; entonces, Ankara, apostilló Stoltenberg, bien podría solicitar la activación del artículo 5 del Tratado de Washington de 1949, que contiene el principio de la defensa colectiva.
En la apretada agenda de Stoltenberg no solo figuraban el complicadísimo expediente de la crisis ruso-ucraniana, su consecuencia operativa, que era el RAP, y la amenaza que por el flanco sudoriental suponía la belicosidad genocida del Estado Islámico. También, estaba el inminente cambio de escenario en Afganistán, donde el 31 de diciembre, en virtud de los recién firmados (30 de septiembre) Acuerdo Bilateral de Seguridad (BSA) Afganistán-Estados Unidos y Acuerdo sobre el Estatus de las Fuerzas (SOFA) Afganistán-OTAN, iba a concluir, tras 13 años de mandatos y más de 3.000 bajas mortales (incluida una decena de soldados noruegos) por acciones de combate o en accidentes, la misión de la ISAF, cuyo mando correspondía a la OTAN.
El nuevo marco de seguridad desbloqueado por el debutante presidente afgano, Ashraf Ghani, regulaba la permanencia por dos años más, hasta finales de 2016, de 12.500 soldados aliados (9.800 estadounidenses y 2.700 de otras nacionalidades) en misión no de combate, fundamentalmente el adiestramiento del aún débil Ejército del país asiático, el cual, en teoría, tendría que ser capaz de conducir por sí solo las operaciones militares contra los insurgentes talibanes. La denominada Misión Apoyo Decidido (RSM) arrancaría oficialmente el 1 de enero de 2015.
Jens Stoltenberg está casado con Ingrid Schulerud, de su misma edad, una analista de política internacional y funcionaria del Ministerio noruego de Exteriores, donde funge de subdirectora de la sección de Europa Central y Mecanismos Financieros del EEE dentro del Departamento de Asuntos Europeos y Política Comercial. La pareja, que en 1989 alumbró a un chico, Axel, y en 1992 a una chica, Anne Catharina, se conoció en la adolescencia, cuando compartía clase en la Oslo katedralskole. Curiosamente, a los 17 años, los dos se enfrentaron en una elección de representantes ante el sindicato nacional de estudiantes: Ingrid candidateaba por la sección juvenil del SV y Jens por la AUF de los laboristas, resultando ella la ganadora.
(Cobertura informativa hasta 12/12/2014).
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