Jean-Pierre Raffarin

El tercer primer ministro, entre 2002 y 2005, de la presidencia de Jacques Chirac en Francia fue un político no adscrito a su partido neogaullista sino a la familia republicana de la UDF. Un liberal abierto al diálogo social, Jean-Pierre Raffarin terminó convirtiéndose en un chiraquiano absolutamente leal, que se unió al nuevo gran partido del centro-derecha francés, la UMP, y aceptó ser el parachoques político del presidente. En su mandato, delimitado por la reelección de Chirac y el fallido referéndum constitucional europeo, acometió una serie de reformas estructurales —reajuste de las pensiones, revisión de la sanidad pública, descentralización del Estado— que fueron contestadas por los sindicatos y potenció la seguridad interior, a la vez que el paro aumentaba y el déficit público se excedía, por todo lo cual adquirió unas altas cotas de impopularidad.

(Texto actualizado hasta enero 2009)

1. De republicano giscardiano a lugarteniente de Jacques Chirac
2. Un primer ministro a la intemperie: reformas estructurales contestadas y exceso de déficit


1. De republicano giscardiano a lugarteniente de Jacques Chirac

Hijo del propietario rural y diputado por Vienne Jean Raffarin (1914-1996), quien sirviera como secretario de Estado de Agricultura en el Gobierno de Pierre Mendès France en los años de la IV República, y el menor de cuatro hermanos, estudió en el Liceo Henri IV de Poitiers, en la Facultad de Derecho de la Universidad de París II-Assas y en la Escuela Superior de Comercio de París (ESCP), donde obtuvo la diplomatura en 1972. En 1973 emprendió su carrera profesional en el sector privado, como director de marketing de la empresa de cafés Jacques Vabre, pero en agosto de 1976 fue reclutado como consejero técnico y responsable de prensa para el gabinete del secretario de Estado del Trabajo Manual y la Inmigración, Lionel Stoléru, en el Gobierno de la mayoría presidencial que encabezaba el economista Raymond Barre.

Políticamente, Raffarin se adhirió al movimiento fundado el 3 junio de 1966 por Valéry Giscard d’Estaing —presidente de la República desde 1974—, la Federación Nacional de Republicanos Independientes (FNRI), exponente de una derecha moderada, liberal y no gaullista. Raffarin encabezó desde 1974 la rama juvenil del FNRI, la Generación Social y Liberal (GSL), de la que fue secretario general. El FNRI, en su Congreso de Fréjus de mayo de 1977, aprobó fusionarse con varios grupos y comités partidarios de Giscard, dando lugar al Partido Republicano (PR), con Jean-Pierre Soisson de presidente y Raffarin de secretario general adjunto, además de miembro del Buró Político. También en 1977, Raffarin fue elegido consejero municipal en su Poitiers natal y en 1979 estrenó la faceta de conferenciante en el Instituto de Estudios Políticos de París (IEP). En 1978, además, heredó de su padre la presidencia de una sociedad anónima de créditos hipotecarios rurales que Raffarin sénior había fundado en el departamento de Vienne en 1956.

En mayo de 1981, a raíz de la derrota de Giscard por François Mitterrand en las elecciones presidenciales y la formación de un Gobierno encabezado por el Partido Socialista (PS), Raffarin cesó como funcionario del Ejecutivo y repartió su actividad profesional entre el cargo de edil en Poitiers, las participaciones docentes y, de nuevo, el sector privado, al convertirse en 1981 en el director general de la división de comunicaciones institucionales del grupo de consultoría Bernard Krief. Desempeñó esta labor hasta diciembre de 1988, cuando resultó elegido presidente del Consejo Regional de Poitou-Charentes (sito en la fachada atlántica y al que pertenece el departamento de Vienne, cuya capital es Poitiers), sustituyendo a Louis Fruchard. Hasta 1989 fue asimismo delegado general del Instituto Euro-92.

En 1989 el PR le nombró su secretario nacional con la misión de preparar la campaña del partido para las elecciones locales y al Parlamento Europeo que se celebraban ese año. Precisamente, en los segundos comicios Raffarin obtuvo el escaño de diputado por la Unión por Francia (UPF), lista europea que conformaban el partido neogaullista Reagrupamiento por la República (RPR) y la coalición permanente de la que era miembro el PR, la Unión por la Democracia Francesa (UDF), presidida desde 1988 por Giscard. La UDF se constituyó el 1 de febrero de 1978 como una confederación de cinco partidos no gaullistas del centro y la derecha que sirviera a Giscard de pilar dentro de la mayoría presidencial en un pie de igualdad con el poderoso RPR de Jacques Chirac. El PR aparecía como la más importante de estas formaciones, siendo las otras cuatro el Centro Democrático y Social (CDS) de Jean Lecanuet y Pierre Méhaignerie, el Partido Radical (Rad.) de Jean-Jacques Servan-Schreiber, el Movimiento Democrático Socialista de Francia (MDSF, luego llamado Partido Social Demócrata, PSD) de Max Lejeune y la Federación Nacional de Clubs Perspectivas y Realidades (CPR) fundada por el propio Giscard y luego encabezada por Jean-Pierre Fourcade.

En marzo de 1992 Raffarin fue reelegido al frente del Consejo Regional de Poitou-Charentes y en los seis años siguientes ejerció la vicepresidencia de la Asociación de Presidentes de Consejos Regionales (APCR). En junio de 1994 renovó su acta en el Parlamento Europeo, al cabo de una legislatura en la que había sido vicepresidente de la Comisión de Presupuestos, y añadió a sus cometidos institucionales el de presidente de la Comisión del Arco Atlántico. En 1995 abandonó la concejalía en Poitiers y la Secretaría Nacional del PR al estrenarse como teniente de alcalde de Chasseneuil-du-Poitou, la comuna próxima a la capital regional en cuyo término se ubicaba el parque de atracciones Futuroscope.

Más relevante, en el Gobierno de coalición formado el 18 de mayo de 1995 por el secretario general del RPR, Alain Juppé, Raffarin fue nombrado ministro de Pequeñas y Medianas Empresas, Comercio y Artesanía, áreas a las que sumó la de Profesiones Liberales en julio de 1996. Este fue el premio de Chirac por haberle apoyado en la primera vuelta (23 de abril) de las elecciones presidenciales que le llevaron al Palacio del Elíseo en sustitución de Mitterrand, cuando la mayoría de la UDF, incluido el actual presidente del PR y ministro de Defensa del Gobierno, François Léotard, había apostado por el otro aspirante del RPR, el primer ministro Édouard Balladur.

También en 1995, Raffarin se convirtió en secretario general y en miembro del Buró Político de la UDF, coincidiendo con un período de importantes mutaciones internas en una coalición donde convivían inestablemente diversas tendencias ideológicas —liberales de derecha, democristianos, social liberales y socialdemócratas— y corrientes de apoyo a los diversos cabezas de fila, así como a Chirac. Por un lado, los CPR se constituyeron (1 de julio) en Partido Popular por la Democracia Francesa (PPDF) a iniciativa del entonces ministro de Asuntos Exteriores, Hervé de Charette, y el CDS, por su parte, encabezado ahora por François Bayrou, se fusionó (25 de noviembre) con el PSD para formar la Fuerza Demócrata (FD). Raffarin se integró el proyecto de de Charette y ejerció de delegado general adjunto del PPDF, pero la grave derrota del RPR y la UDF en las legislativas del 25 de mayo y 1 de junio de 1997, que devolvieron al Gobierno al PS de Lionel Jospin y sus aliados de la izquierda plural, sumieron en la crisis a ambas formaciones rivales de la derecha francesa y preludiaron nuevas recomposiciones en la UDF.

Por lo que se refiere al PR, en su Convención Nacional del 24 de junio de 1997 aprobó convertirse en la Democracia Liberal (DL), absorbiendo de paso a algunos responsables del PPDF, entre ellos Raffarin, que retornó a la formación en la que había militado hasta hacía dos años, y eligió al liberal y thatcherista Alain Madelin, efímero ministro de Economía y Finanzas del primer Gobierno Juppé, nuevo presidente en sustitución de Léotard, quien no obstante continuó de momento como presidente de la UDF (función en la que había reemplazado al veterano Giscard el año anterior). Raffarin asumió la vicepresidencia de la nueva DL y el 21 de septiembre recuperó el acta de senador por Vienne que había tenido que dejar en suplencia a causa de sus responsabilidades en el Gobierno el 31 de octubre 1995, un mes después de obtenerla por primera vez. En la Cámara alta del Parlamento, Raffarin formó parte de la Comisión de Asuntos Económicos y el Plan, y del Grupo Francia-Quebec.

Renovado su mandato en el Consejo Regional de Poitou-Charentes el 15 de marzo de 1998, el 16 de mayo siguiente Raffarin secundó a Madelin en la ruptura de la DL con la UDF y en la formación de un grupo parlamentario propio. Este movimiento provocó la defección de un importante número de diputados, senadores y consejeros regionales de la DL, que formaron entonces el Polo Republicano, Independiente y Liberal (PRIL) con la intención de quedarse en la UDF, y abundó en la crisis general de la confederación de partidos, que había abierto expediente sancionador a tres dirigentes regionales, entre ellos el que fuera ministro de Defensa con Juppé, Charles Millon, por haber aceptado el voto del ultraderechista Frente Nacional (FN) de Jean-Marie Le Pen para impedir que los socialistas les arrebataran las presidencias de sus respectivos consejos. Así las cosas, los republicanos liberales no tomaron parte en la creación, el 16 de septiembre de 1998, de la Nueva UDF, que, bajo la presidencia del democristiano Bayrou, integró a la FD, el PRIL, el Rad., el PPDF y los llamados "adherentes directos" (personalidades sin disciplina partidista) en una estructura unitaria.

Convencido de la necesidad de acometer una vasta reforma del sistema republicano francés y especialmente partidario de la descentralización y del "humanismo" a la hora de elaborar las políticas económicas, Raffarin participó en la puesta en marcha de dos clubs de opinión política: Diálogo e Iniciativa, junto con Dominique Perben y Michel Barnier, ex ministros del RPR y ahora diputado de la Asamblea Nacional y comisario europeo, respectivamente, y el presidente regional Jacques Barrot; y, la Unión en Movimiento, en compañía de los tres anteriores y otras personalidades de la DL, la UDF y el RPR, como Balladur, Juppé, Léotard, Jean Arthuis, Nicolas Sarkozy y Jean-Louis Debré.

El 15 de diciembre de 1998 Raffarin terminó su cometido en la APCR al ser elegido presidente de la Asociación de Regiones de Francia (ARF) y en noviembre de 1999 pasó a encabezar la delegación del Senado sobre Desarrollo Territorial. En tanto que presidente regional, pertenecía también a los consejos de la Asamblea de Regiones de Europa (ARE) y de la Conferencia de Regiones Periféricas Marítimas (CRPM). En marzo de 2001 terminó su ejercicio como teniente de alcalde de Chasseneuil-du-Poitou.

Hombre de carácter bonancible y sanguíneo, acreditado en los cenáculos políticos como un sembrador de consensos y un orador convincente, Raffarin venía siendo, sin embargo, un personaje de provincias básicamente desconocido por el gran público, quizá no tanto por no haber sido el titular de una cartera de peso en el Gobierno o el cabeza de una sigla partidista, como por ser ajeno a los escándalos de corrupción o a las tarascadas personales, tan habituales en un sistema de partidos muy rico en líderes y personalidades fuertes. Dentro de la DL, Raffarin venía encabezando el colectivo más cercano a Chirac, diferenciado de la tendencia agrupada en torno a Madelin, y erigiéndose en paladín del diálogo social como paso inexcusable para la pretendida reforma de la República.

Considerando este perfil, Raffarin fue la elección hecha por Chirac el 6 de mayo de 2002 para presidir el nuevo Gobierno como consecuencia de su reelección presidencial en el ballotage del día anterior frente a Le Pen, al que batió con un porcentaje de votos superior al 80% gracias al apoyo táctico de la práctica totalidad del arco partidista, que llamó a rebato para contener el inusitado tirón del veterano líder ultraderechista.

Raffarin recogía el relevo de Jospin, eliminado humillantemente por Le Pen en la primera vuelta y que sellaba el fracaso de los cinco años de experiencia del Gobierno de la izquierda plural. El 7 de mayo tomaron posesión los ministros nombrados por Chirac de acuerdo con sus prerrogativas, conformando un Gabinete de equilibrio entre el RPR, la UDF y la DL, pero con predominio de los chiraquiano de confianza y con la presencia añadida de algunos nombres independientes con poso intelectual. Nicolas Sarkozy recibió la cartera de Interior; Dominique de Villepin, hasta ahora secretario general de Chirac en el Elíseo, asumió Exteriores, Cooperación y Francofonía; Michèle Alliot-Marie, la presidenta del RPR, se hizo cargo de la Defensa; y el independiente Francis Mer se posesionó del Ministerio de Economía y Finanzas.

Raffarin, primer ministro sin vocación de interinidad pero también sin ambiciones aparentes de liderazgo político, asumió como misión prioritaria demostrar el compromiso del centro-derecha con la lucha contra la inseguridad ciudadana, la reforma de la justicia y el tratamiento de las problemáticas relacionadas con la integración social de los inmigrantes (en particular los de países musulmanes), preocupaciones todas de los franceses y convertidas en estandartes electorales por el FN. De ahí el nombramiento para el Ministerio del Interior del neogaullista Sarkozy, un conservador de fuerte perfil político y abogado de la "tolerancia cero" con la delincuencia, quien, por cierto, no gozaba de la estima de Chirac, cuya sucesión el hijo de inmigrante húngaro ambicionaba. En cuanto a la semana laboral de 35 horas, principal novedad introducida por el Gobierno Jospin, Raffarin dijo aceptarla siempre que no constriñera las iniciativas y la capacidad laboral de los pequeños productores.

La posibilidad, por reducida que fuera, de una segunda cohabitación con los socialistas tras las legislativas de junio empujó a Chirac a anunciar después de su escuálida ventaja en la primera vuelta de abril la puesta en marcha de la Unión por la Mayoría Presidencial (UMP), con el objetivo inmediato de agrupar a todas las fuerzas afines en una lista electoral y en un grupo parlamentario únicos, aunque la meta era más ambiciosa y apuntaba a la creación de un gran partido del centroderecha francés, donde la vieja dicotomía gaullismo-no gaullismo se diluyera. Personalidades como Raffarin, de Charette o Juppé asumieron el proyecto con entusiasmo, pero los cabezas de la UDF, Bayrou, y la DL, Madelin, que concurrieron a las presidenciales por su cuenta, no ocultaron su escepticismo. La UMP inició su andadura el 23 de abril y finalmente sólo se marginó de la misma la familia política de Bayrou.

Si el PS y sus aliados conseguían reponerse del tremendo varapalo de las presidenciales y ganaban los comicios del 9 y el 16 de junio, Raffarin tendría que abandonar al punto el Hôtel Matignon, si bien no existía el precedente en la V República de unas elecciones legislativas convocadas por un presidente recién elegido y luego perdidas por los partidos que le eran leales. Antes bien, los sondeos apuntaban a todo lo contrario y, en efecto, la UMP obtuvo una amplia mayoría absoluta de 357 escaños con el 33,7% de los votos. El 17 de junio Raffarin presentó su dimisión protocolaria y acto seguido Chirac le confirmó al frente del Gobierno, que experimentó una pequeña remodelación ministerial respetando la proporción de las fuerzas integrantes. El 3 de julio obtuvo la confianza de la Asamblea Nacional con 374 votos a favor y 173 en contra.

En su discurso programático, el primer ministro anunció un refuerzo sin precedentes de la seguridad del Estado con la creación de 13.500 nuevos policías y gendarmes, y el aumento de las plantillas judiciales en 10.000 funcionarios. Una campaña de privatizaciones parciales aportaría el grueso de la financiación requerida por los planes de fuerte gasto público en los departamentos de Interior, Justicia y Defensa, en paralelo a un descuento del 5% en el impuesto sobre la renta como anticipo de una rebaja fiscal más amplia. Se abordaría la "flexibilización" de la semana laboral de 35 horas dentro de un marco negociado por las "partes sociales" y se eximiría de pagar cotizaciones a la Seguridad Social a las empresas que contrataran a jóvenes sin cualificación. El derecho al asilo sería revisado para luchar "con la mayor firmeza" contra los traficantes de mano de obra y la inmigración ilegal. Y el Gobierno lanzaría un programa de descentralización territorial favorable a las regiones, que adquirirían la categoría de corporaciones locales —como las comunas y los departamentos— y obtendrían más competencias.


2. Un primer ministro a la intemperie: reformas liberales contestadas y exceso de déficit

Concentradas en las manos de Chirac y su fiel de Villepin las políticas exterior y europea, y encargado el dinámico Sarkozy de todo lo relacionado con la seguridad interna, la inmigración y las relaciones con la comunidad musulmana, a Raffarin le competía fundamentalmente —lo que no era leve— encarar el mal momento de la economía francesa, con la producción menguando, el paro aumentando y el déficit público a punto de rebasar el tope del 3% establecido por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), de obligado cumplimiento para todos los miembros de la UE, pertenecieran o no a la eurozona.

Raffarin arrancó con cautela el proceso de privatizaciones (en la jerga del Gobierno, "apertura progresiva del capital"), que iba a afectar a los gigantes energéticos Électricité de France (EDF) y Gaz de France (GDF), en la línea de lo ya aplicado a compañías como France Télécom y Air France. Las garantías dadas por el primer ministro de que no habría despidos y de que los trabajadores conservarían su régimen específico de jubilaciones, que era ventajoso en comparación con los de la mayoría de asalariados no funcionarios, no convencieron a los sindicatos, que en octubre de 2002 desataron una primera campaña de protestas. El recuerdo de las grandes manifestaciones y huelgas que en 1995-1996 habían conseguido tumbar las reformas de la Seguridad Social y de las pensiones presentadas por el Gobierno Juppé, empujó a Raffarin a abrir un canal de diálogo con los líderes sindicales.

Por otro lado, el proyecto de la Ley de Seguridad Interior (LSI) sobre la tipificación de nuevos delitos sancionables con penas de prisión y multas (como la prostitución en vía pública, la mendicidad agresiva o forzada, las acampadas no autorizadas de gitanos y las amenazas a representantes del orden) y sobre la ampliación de los poderes policiales (para efectuar registros y abrir fichas informáticas de sospechosos de cometer delitos), a diferencia de su predecesora, la Ley de Orientación y Programación de la Seguridad Interior (LOPSI, que dotó de más medios a la Gendarmería y la Policía Nacional), se convirtió en una arma arrojadiza contra el Gobierno, al que los partidos de la izquierda, los sindicatos, las ONG y asociaciones de abogados acusaron de poner el acento en las medidas represivas y expeditivas. Se hizo notar que mientras que el artífice de estas leyes, Sarkozy, ganaba protagonismo y popularidad a tenor de los sondeos, su jefe institucional, Raffarin, cargaba con el desgaste que infligían las pullas de la oposición.

Las actividades puramente partidistas reclamaron también la atención de Raffarin. El 21 de septiembre de 2002 la DL decidió autodisolverse, junto con el RPR y el PPDF, en el seno de la UMP, que el 17 de noviembre, con el nombre definitivo de Unión por un Movimiento Popular y con Juppé de primer presidente, se constituyó en partido unificado. Concluyó así el progresivo acercamiento del otrora giscardiano al bando de Chirac y su proyecto post-gaullista.

A lo largo de 2003, quedó meridianamente claro que a Raffarin, por suerte o por desgracia, le había tocado ser el escudo protector de Chirac frente a cualquier situación de erosión, incluso cuando su responsabilidad en la misma era de signo menor. Esta función venía siendo habitual en los períodos en que, como el presente, la mayoría presidencial lo era realmente en la Asamblea Nacional y ocupaba las dos oficinas del poder ejecutivo. Pero con Raffarin, la absorción por el primer ministro de la hostilidad ambiental en contra del oficialismo iba a alcanzar unas cotas pocas veces vistas en la V República.

Acuciados por las necesidades gastadoras en la seguridad interior, la justicia y la defensa nacional, y a la espera de que se concretara la privatización parcial de EDF y GDF, Raffarin y Chirac decidieron aparcar cualquier medida de rigor presupuestario. Sorprendentemente hasta cierto punto, no renunciaron a bajar los impuestos, en consonancia con una aireada promesa electoral de Chirac (un 30% de desgravación hasta 2007), con el argumento de que urgía estimular la producción y el consumo. El primer ministro avisó que ni aun rebasándose el 3% de déficit metería el Gobierno la tijera en los presupuestos, en tanto continuara la situación de "incertidumbre" económica. Lo cierto era que las cuentas públicas ya estaban violando el PEC, pues 2002 había cerrado con un 3,2% de déficit. La asunción voluntaria y consciente de una degradación de las cuentas públicas francesas fue contestada por las autoridades comunitarias de Bruselas; en junio de 2003, el Consejo de Asuntos Económicos y Financieros abrió a París un procedimiento por déficit excesivo.

Para entonces, Raffarin ya llevaba varias semanas encajando una segunda y masiva campaña de movilizaciones sindicales, con manifestaciones, huelgas sectoriales y paros intermitentes en los transportes y los servicios públicos, esta vez para oponerse a la pretensión del Gobierno de equiparar los sistemas de pensiones por jubilación del sector público y el sector privado, de manera que en el futuro, para poder cobrar la totalidad de la pensión, en ambos sectores se tendría que haber cotizado 40 años hasta 2008 —frente a los 37,5 años actuales en el sector público— y 41 años hasta 2012, lo que en la práctica supondría retrasar la edad media de jubilación hasta los 65 años. El Gobierno quería también indexar las pensiones a la inflación, no a los salarios, limitar drásticamente las jubilaciones anticipadas y crear un régimen facultativo de jubilación sujeto a las aportaciones de capital por parte de los asalariados.

Fuera de este ámbito, el Ejecutivo se proponía asimismo "descentralizar" el sector educativo, trasladando 100.000 funcionarios de la Administración del Estado a los entes subestatales. Todas estas reformas venían siendo debatidas en una serie de mesas de concertación y de hecho la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT) se mostró favorable, pero el otro sindicato mayoritario, la Confederación General del Trabajo (CGT), optó por la contestación. Su tesis, que no había financiación para garantizar el nivel futuro de las pensiones. El primer ministro adoptó una postura de resistencia y el 2 de julio salió airoso de una moción de censura parlamentaria lanzada por los partidos de izquierda. Horas antes de la votación en la Asamblea Nacional, el censurado, combativo y sarcástico, comentó: "en su camino al paraíso, Francia no está más que en el purgatorio, porque aún quedan socialistas". Pero el Gobierno se salió con la suya y el 24 de julio las dos cámaras del Parlamento aprobaron la reforma de las pensiones con mínimas modificaciones.

2003 terminó con un anémico 0,5% de crecimiento del PIB, un 9,5% de paro, un 4,1% de déficit y un 63% de deuda pública, lo que suponía ya un doble incumplimiento del PEC. Francia arrastraba un déficit excesivo por segundo año consecutivo y afrontaba una sanción luego de desoír la amonestación con recomendación lanzada por la Comisión Europea. Pero el 25 de noviembre, Francis Mer y su colega de Alemania (donde existía el mismo problema) impusieron en el Consejo de Ministros del ramo, el Ecofin, la suspensión de los procedimientos sancionadores abiertos por Bruselas a sus países. La polémica decisión del eje franco-alemán de desvincularse del PEC hasta finales de 2005, cuando el estancamiento económico, suponía, ya estaría superado, fue tomada por Chirac y el canciller Gerhard Schröder.

Los desastrosos resultados cosechados por el oficialismo de la UMP y la UDF en las elecciones cantonales y regionales de marzo de 2004 habrían podido poner punto y final al mandato gubernamental de Raffarin, que personalmente fue humillado en su antiguo feudo de Poitou-Charentes, donde su campaña en apoyo de su sucesora en 2002 en la presidencia regional, Elisabeth Morin, sucumbió ante la espectacular victoria por mayoría absoluta de la socialista Ségolène Royal. Ignorando las demandas del PS de que leyera la debacle sufrida por su partido en clave de voto de castigo a las políticas del Gobierno y que actuara en consecuencia, Chirac decidió mantener a Raffarin en su puesto. Entonces, se interpretó que el presidente tenía una poderosa razón, dictada por la más pura realpolitik, para obrar así: puesto que Raffarin carecía de un proyecto político personal y ya no tenía nada que perder, resultaba más útil donde estaba, absorbiendo los daños en nombre del Ejecutivo y ejecutando su procelosa agenda reformista. Algunos comentaristas apreciaron algo de "perverso" en la utilización así de un servidor abnegado que si ya estaba quemado, podría no tardar en quedar carbonizado.

En consecuencia, el 31 de marzo, Raffarin formó su tercer Gobierno, donde continuaban los tres pesos pesados del anterior, Sarkozy, de Villepin y Alliot-Marie; los dos primeros cambiaron de ministerio, pasando respectivamente de Interior a Economía y Finanzas, y de Exteriores a Interior. Michel Barnier tomó la cartera diplomática. El primer ministro anunció modificaciones en algunas de las reformas impulsadas por el Gobierno, en particular la que iba a afectar, luego de salir adelante la reestructuración del sistema de pensiones, a la Seguridad Social, con el objeto de reducir costes y podar déficit, que en vez de tramitarse como decreto-ley se sometería a debate parlamentario.

El 13 de junio tuvieron lugar las elecciones al Parlamento Europeo y el PS, otra vez, machacó a la UMP. De nuevo, la oposición exigió un cambio de rumbo en la política económica del Gobierno. Juppé cargó con la responsabilidad por el segundo fracaso electoral dimitiendo al frente de la UMP y dejando el camino expedito al ascenso, imparable, de Sarkozy, que a últimos de noviembre iba a marcharse del Gobierno para concentrarse en el liderazgo partidista. El 20 de julio la Asamblea Nacional, con los votos en contra del PS y la UDF, dio luz verde a la reforma de la Seguridad Social, defendida con ahínco por Raffarin y el ministro de Salud, Philippe Douste-Blazy, que esperaban enjuagar su déficit anual de 15.000 millones de euros, equilibrar sus cuentas para 2007 y, en definitiva, asegurar su viabilidad en un país donde la economía no llenaba las arcas del Estado y donde la población envejecía rápidamente. El plan de reforma sanitaria fomentaba los medicamentos genéricos, eliminaba más de 400 fármacos de la lista de cubiertos por receta médica, y controlaba la emisión de recetas y el uso de tarjetas de afiliado.

Eso, por lo que se refería al ahorro en el gasto. Un tercio de la reparación del agujero de la Seguridad Social tendría que proceder de los ingresos, por diversas fuentes: cobrando a los pacientes un euro por consulta; cobrando suplementos a los afiliados por acudir directamente al médico especialista sin pasar antes por el médico de cabecera; manteniendo indefinidamente la Contribución para el Reembolso de la Deuda Social (CRDS, una retención específica del 0,5% sobre los salarios y los patrimonios): y aumentando un 0,4% la Contribución Social Generalizada (CSG, otro impuesto, destinado a financiar el seguro por enfermedad y las prestaciones familiares).

La mayoría absoluta de que gozaba la UMP era una garantía de aprobación por el Legislativo de los proyectos de ley elaborados por el Ejecutivo. Pero en el caso de la descentralización del Estado, Raffarin, luego de sacar adelante tres leyes orgánicas (sobre la figura del referéndum local, sobre la "experimentación" de las corporaciones locales y sobre su autonomía financiera), decidió sustraer del debate parlamentario la aprobación del texto definitivo del instrumento principal de la reforma, la ley de libertades y responsabilidades locales, que precisaba las competencias transferidas por el Estado a las colectividades territoriales. El 23 de julio, en virtud del artículo 49 de la Constitución, el Gobierno aprobó la ley por la vía de urgencia, lo que le concitó contra Raffarin, cuatro días más tarde, una segunda moción de censura de la izquierda que superó sin dificultad.

El 26 de septiembre el primer ministro recobró el escaño de senador por Vienne en las elecciones parciales a la Cámara alta. Aunque su partido perdió la mayoría absoluta, Raffarin interpretó su logro personal como un "mensaje de confianza" a su labor en el Gobierno. Puesto que no podía ejercer un mandato legislativo, el escaño quedó en reserva, para cuando terminara su cometido ejecutivo.

Esta perspectiva pareció más cercana al comenzar 2005, que tuvo un estreno caliente a fuer de una gran movilización de estudiantes y profesores contra la reforma de la educación y de una no menos intensa protesta de diversos colectivos de trabajadores del sector público en demanda de mejoras salariales, máxime ahora en que las empresas estaban teniendo unos óptimos balances de beneficios. El 5 de febrero, fueron cientos de miles los trabajadores, públicos y privados, convocados por los sindicatos y los partidos de izquierda, los que se echaron a la calle para protestar contra una modificación de la ley de la semana de 35 horas que permitiría a los empleados del sector privado trabajar más ("para ganar más", concluía el eslogan del Gobierno) si lo deseaban. Raffarin despotricó contra una ley aprobada por el anterior Gobierno socialista que siempre había detestado. A su entender, flexibilizar la jornada de 35 horas permitiría paliar un problema tan serio como el retroceso del poder adquisitivo de los trabajadores.

El desgaste del Gobierno se nutría también de torpezas exclusivamente propias. El 25 de febrero, el ministro de Economía y Finanzas, Hervé Gaymard, se veía obligado a dimitir tras saberse que vivía, con su esposa y sus ocho hijos, en un lujoso e inmenso dúplex en el exclusivo Triangle d'or parisino con cargo al Estado, que pagaba por él 14.000 euros al mes y que de paso había sufragado los 42.000 euros que había costado una reforma de mobiliario. El alquiler, aunque exorbitante, era perfectamente legal, y tal vez no habría sido motivo de renuncia si quien lo disfrutaba no hubiera instado a los franceses a "desintoxicarse" de dinero público.

El primer ministro se negó a dar marcha atrás en su reforma laboral y el 10 de marzo el país quedó paralizado por una huelga en los transportes públicos acompañada de manifestaciones que congregaron a entre 650.000 y un millón de personas. Días después, Raffarin reconoció la magnitud de la protesta social y que el Gobierno "no podía seguir callado" ante la misma. En consecuencia, informó, se reabrían las negociaciones salariales en la función pública, donde el Estado jugaría un papel de "facilitador". El 16 de mayo, lunes de Pentecostés, el país registró otra huelga de transportes y servicios públicos que los sindicatos hicieron coincidir con la jornada de trabajo no remunerada ("jornada de solidaridad") decretada por el Gobierno para obtener ingresos con los que cubrir un fondo especial para prevenir una calamidad humana como la del verano de 2003, cuando la ola de calor que afectó a todo el continente mató en Francia a 15.000 personas, la mayoría ancianos y discapacitados.

La caída de Raffarin, considerada inminente varias veces pero nunca materializada en el contexto de las reformas estructurales y los problemas económicos, llegó finalmente como resultado del referéndum nacional del 29 de mayo de 2005, el cual, en un tremendo revés para Chirac, emitió un contundente no a la ratificación del Tratado de la Constitución Europea. Su "pacto de lealtad" con el presidente de la República empujó a Raffarin a presentar la dimisión al inquilino del Elíseo el 31 de mayo. Ese mismo día, la renuncia fue aceptada y al dimisionario le sucedió Dominique de Villepin. El 18 de de septiembre siguiente Raffarin, elección parcial mediante, tomó posesión de su asiento en el Senado, que desde el año anterior venía ocupando un compañero suplente. El 6 de octubre de 2007, con Sarkozy ya instalado en el Elíseo, se convirtió en primer vicepresidente del Consejo Nacional de la UMP. En septiembre de 2008 aspiró a la investidura como presidente de la Cámara por los senadores de su grupo, pero el puesto se lo llevó Gérard Larcher.

Jean-Pierre Raffarin, casado con Anne-Marie Perrier y padre de una hija, es Gran Oficial de la Legión de Honor, Gran Cruz de la Orden Nacional del Mérito y Oficial de la Orden Nacional de Quebec. Ha publicado varios escritos sobre el mundo de la comunicación, la dimensión regional de la construcción europea y sus propuestas de liberalismo económico y reforma política para Francia, temas que divulga con un tono muy crítico con la izquierda. Son obras suyas: La Vie en jaune, 7 jeunes giscardiens en Chine Populaire (obra colectiva, 1977); La Publicité, nerf de la communication (1983); Poitou-Charentes: L’avenir a ses racines (1986); 92, nous sommes tous des régionaux (1988); Pour une morale de l’action (1992); Le Livre de l’Atlantique: L'Arc Atlantique, une idée qui gagne en Europe (en coautoría con Michel Gault y Chantal Moreno, 1994); Notre contrat pour l’alternance (junto con Dominique Perben, Jacques Barrot y Michel Barnier, 2001); Pour une nouvelle gouvernance – L’humanisme en actions (2002); La France dans le bon sens (junto con Jacques Blanc, 2003); La France de mai; entretiens avec Éric Mandonnet (libro de entrevistas, 2003); y La dernière marche: Lettre à Nicolas Sarkozy (2007).

(Cobertura informativa hasta 1/1/2009)