Jean-Max Bellerive

En noviembre de 2009 el presidente de Haití, René Préval, nombró primer ministro a Jean-Max Bellerive, un tecnócrata del partido gobernante, el Lespwa, experto en programas de desarrollo, área que venía gestionando como ministro de Planificación y Cooperación Exterior. El reto de fidelizar y profundizar la ayuda internacional al paupérrimo Haití ha adquirido una dimensión mayor que nunca vital tras el terremoto sin precedentes de enero de 2010, que destruyó Puerto Príncipe y causó al menos 230.000 muertos. Desde entonces, Bellerive ha trabajado para asegurar la supervivencia del Estado haitiano y ha liderado el esfuerzo nacional para emprender la costosísima reconstrucción del devastado país, que será financiada por los países donantes y los organismos multilaterales, mientras se termina de condonar la deuda externa.

(Texto actualizado hasta febrero 2010)

1. Experiencia en la cooperación al desarrollo
2. Primer ministro con el presidente Préval y el terremoto de 2010


1. Experiencia en la cooperación al desarrollo

Hijo de un prominente médico que trabajaba en la plantilla de la Organización Mundial de la Salud (OMS), toda su educación transcurrió en casas de estudio europeas, a las que sólo podían acceder los vástagos de las élites económicas y profesionales haitianas. Las formaciones primaria, secundaria y universitaria las repartió entre Suiza, Francia y Bélgica, de donde en 1986 regresó al país con un título de graduado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales.

En el turbulento período que siguió a la caída de la dictadura duvalierista, el joven se hizo con un hueco profesional en el sector privado, como coordinador de una cooperativa pesquera en el Departamento Sud, l'Aquinoise, que se financiaba con fondos de la cooperación al desarrollo de la Comunidad Económica Europea (CEE). En 1988, de resultas de la subida al poder del presidente civil Leslie Manigat, el licenciado fue reclutado por el Ministerio del Interior y Colectividades Territoriales como asistente jefe del Servicio de Análisis y Prospectivas Políticas, puesto que conservó tras el derrocamiento de Manigat, ese mismo año, por el general Henri Namphy y que precedió su nombramiento como director de la Unidad de Organización y Métodos.

En 1990, meses antes de la victoria electoral del sacerdote izquierdista Jean-Bertrand Aristide, Bellerive abandonó la administración pública y se recolocó en el sector privado. En la década siguiente, fundó y regentó Sibel Consult, una agencia especializada en la elaboración y la gestión de proyectos de desarrollo que contrató con numerosas empresas privadas del sector productivo y que mantuvo una estrecha colaboración con organismos del Estado, vínculos que le permitieron confeccionar una valiosa agenda de contactos políticos.

A principios de 2001, tras un corto paso por el Consejo Electoral Provisional, donde estuvo al frente de la mesa electoral del Departamento Ouest (que incluye la capital, Puerto Príncipe), Bellerive retornó a la función gubernamental como jefe de gabinete del primer ministro Jean-Marie Chérestal, nombrado por Aristide en el arranque de su segundo mandato presidencial. Desde 2002 sirvió al sucesor de Chérestal, Yvon Neptune, en calidad de consejero técnico y posteriormente, hasta 2006, estuvo a las órdenes de Gérard Latortue, el primer ministro interino encargado de llevar las riendas del país tras la defenestración de Aristide en la violenta revuelta antigubernamental de febrero de 2004. Con Latortue, Bellerive fue el responsable de la Unidad de Coordinación y Seguimiento de Políticas Públicas, dependiente económicamente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Situado en el campo del Fwon Lespwa, el partido fundado por los partidarios del ex presidente (1996-2001) René Préval en 2005 como culminación de años de enfrentamientos y división en el antiguo movimiento Lavalas de Aristide (quien se encontraba exiliado en Sudáfrica pero que seguía influyendo en la política haitiana a través de su partido, la Fanmi Lavalas), Bellerive fue nombrado por el primero ministro de Planificación y Cooperación Exterior en el Gobierno de coalición inaugurado el 9 de junio de 2006, un mes después de asumir por segunda vez Préval la Presidencia de la República con mandato electoral.

En los tres años siguientes, Bellerive, primero con el primer ministro Jacques-Édouard Alexis y luego, desde el 5 de septiembre de 2008, con la primera ministra Michèle Pierre-Louis, jugó un papel destacado en el Ejecutivo haitiano como el responsable de concertar las ayudas económicas y la asistencia técnica y material destinadas al país, que las necesitaba urgentemente para paliar su cuadro de precariedad y subdesarrollo, por gobiernos y organismos multilaterales.

Así, el ministro visitó en sus sedes y recibió en Puerto Príncipe, con carácter bilateral o bien en el marco de las conferencias de donantes, a representantes gubernamentales y a altos funcionarios de países como Estados Unidos, Francia, Canadá y España, y de organizaciones como la ONU, a través del PNUD, el Banco Mundial, a través del Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD), y el CARICOM, que le pusieron sobre la mesa el necesario nexo entre su cooperación y las políticas locales de buena gobernanza, en el país con el peor índice de corrupción del continente.

En septiembre de 2006 el responsable haitiano, en su intervención en la apertura del 61º Período de Sesiones de la Asamblea General de la ONU, reprochó suavemente a los gobiernos occidentales su tendencia a incumplir sus promesas y compromisos para la erradicación de la pobreza extrema en los países menos desarrollados. La desastrosa temporada de huracanas de 2008 en Haití agudizó hasta extremos desesperados la dependencia de la golpeada nación caribeña de la ayuda exterior. Tras las últimas calamidades naturales, el ministro abogó por crear un "sistema nacional de gestión" de los proyectos financiados por los proveedores de fondos.


2. Primer ministro con el presidente Préval y el terremoto de 2010

La preocupación expresada por Bellerive por los hándicaps domésticos, resumidos en los crónicos déficits de organización humana y de estructuras administrativas eficaces, que enfrentaba la coordinación de la cooperación internacional al desarrollo y las ayudas humanitarias de emergencia, unida a su esforzada labor ministerial, convirtieron al titular de la cartera de Planificación en la persona escogida por Préval para sustituir a la primera ministra Pierre-Louis, destituida abruptamente por el Senado el 30 de octubre de 2009 entre críticas a su manejo del socorro a los damnificados por los huracanes y a su política para el alivio de la pobreza.

Ese mismo día, el presidente designó a Bellerive, que, hecho infrecuente en Haití, obtuvo una rápida ratificación parlamentaria, por el Senado el 6 de noviembre (por unanimidad) y por la Cámara de Diputados (por 52 votos con dos abstenciones) al día siguiente. El 11 de noviembre el antiguo cooperativista tomó posesión como el decimotercer primer ministro de Haití desde 1991 junto con los restantes miembros del Gabinete, que en la víspera superó el preceptivo voto de confianza en la Asamblea Nacional. 11 de los 18 ministros del Gobierno saliente, incluido el responsable de Interior, Paul Antoine Bien-Aimé, fueron confirmados en sus puestos y Bellerive mismo retuvo la cartera de Planificación y Cooperación Exterior, enviando así una clara indicación de su deseo de continuidad en las relaciones con la comunidad internacional. La renovación sí alcanzó a los ministerios de Exteriores, donde entró Marie Michèle Rey, y Economía y Finanzas, entregado a Ronald Baudin.

En sus primeras declaraciones, el flamante primer ministro expuso la necesidad de conservar y robustecer la confianza depositada en Haití y sus instituciones democráticas, tras un largo período de inestabilidad política, por los donantes e inversores internaciones, sin cuya implicación el país no tendría una oportunidad para desarrollarse, mitigar la miseria generalizada y generar empleo. Guiado por ese propósito, una vez llegado diciembre, Bellerive viajo a Miami y Ottawa para discursear en la Conferencia Anual sobre el Caribe y América Central, organizada por la Acción Caribeña-Centroamericana (CCAA), y reunirse con el ministro de Exteriores canadiense, Lawrence Cannon.

El terremoto del 12 de enero de 2010 sorprendió á Bellerive en su Puerto Príncipe natal. El primer ministro resultó ileso en un seísmo de magnitud 7 que arrasó vastas áreas de la capital y su extrarradio (las ciudades sureñas de Jacmel y Léogâne –ésta, junto al epicentro- resultaron destruidas casi en su totalidad), mató en el acto a más de 200.000 personas (a mediados de febrero el balance oficial, aunque expuesto a partes contradictorios, ascendía a las 230.000 víctimas), afectó en mayor o menor medida a 3 millones más (sobre una población nacional de 9 millones) y provocó el desplome o daños muy graves en cientos de miles de viviendas particulares, inmuebles comerciales, edificios oficiales (incluidos los palacios Presidencial y Legislativo), escuelas y centros de salud. El más grave terremoto de los sucedidos en América y una de las peores catástrofes naturales de la historia moderna machacó al depauperado Haití con violencia inaudita, más allá de toda medida y comprensión.

Contactado precariamente por vía telefónica por medios internacionales en las primeras horas del desastre, Bellerive fue uno de los primeros responsables políticos que facilitó un balance estimativo y muy provisional de víctimas. Asimismo, confirmó la supervivencia de los 18 miembros del Gabinete, a los que hubo que localizar uno por uno y a pie de calle, haciéndoles llegar un emisario montado en moto, ya que los teléfonos no funcionaban y las calzadas estaban impracticables.

Instalado junto con Préval y los ministros en una pequeña estación policial próxima al aeropuerto de Puerto Príncipe, convertida en la sede provisional del Gobierno haitiano y con parte de sus improvisadas dependencias a la intemperie, el primer ministro y sus colegas se pusieron a gestionar la evaluación de los daños y el auxilio a los afectados, tarea que durante unos días, hasta que hicieron acto de presencia los equipos internacionales de rescate y el personal militar de Estados Unidos, el cual puso concierto en el reparto de víveres a los supervivientes, estuvo sumida en la impotencia y el caos. Los cascos azules de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas, la MINUSTAH, en el país desde 1994 y con Brasil al frente, no pudieron ser de mucha ayuda porque su cuartel general se había derrumbado y el contingente había sufrido decenas de bajas (empezando por la de su jefe, Hédi Annabi), mientras que la Policía Nacional, tan golpeada como las demás instituciones, sólo funcionaba como la suma de los esfuerzos individuales de unos cuantos agentes que no daban abasto para mantener un mínimo de orden.

Bellerive y Préval justificaron el despliegue por Estados Unidos, iniciado el 14 de enero y visible en las calles de la devastada urbe a partir del día 19, de unos 16.000 marines y soldados en la capital y frente a su costa, así como la cesión temporal a la Fuerza Área de ese país del aeropuerto internacional de Puerto Príncipe, para asegurar el control del reparto de la ayuda humanitaria, vasto operativo militar que despertó recelos en algunos gobiernos del continente. Por otro lado, Bellerive permitió que cientos de desplazados a los que el terremoto había dejado sin techo acamparan en los jardines de su residencia oficial, un palacio de estilo colonial levantado en las colinas de la capital, aunque el edificio en sí, cuarteado por las grietas, permanecía cerrado ante el riesgo de derrumbe.

Transcurrida una semana desde el temblor, Préval y Bellerive estuvieron muy atareados sosteniendo reuniones con los dignatarios internacionales que empezaron a recalar en Puerto Príncipe, como el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, y el presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández. En estos encuentros se analizó la situación del país y se discutió la preparación de una cumbre mundial de emergencia, en la línea de lo propuesto por el presidente francés Nicolas Sarkozy.

El 24 de enero, mientras Préval permanecía en la capital y arrostraba las críticas de la enfadada población por su negativa a visitar a los damnificados y constatar in situ los estragos del terremoto (más aún, el presidente fue acusado de carecer de la energía y el liderazgo necesarios para pilotar una crisis sin precedentes que, por lo visto, le sobrepasaba), el primer ministro voló a Montreal, Canadá, para exponer las necesidades de su país en una Conferencia Ministerial Preparatoria, programada para el día siguiente.

A la misma asistían los ministros de Exteriores de los países del Grupo de Amigos de Haití (Estados Unidos, Canadá, Francia, Brasil, México, Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, y Uruguay), altos representantes de otros donantes principales (España, Japón y la Unión Europea) y delegados de organizaciones internacionales (Naciones Unidas, Banco Mundial, FMI, OEA, CARICOM, Banco de Desarrollo del Caribe y Banco Interamericano de Desarrollo). No faltó la República Dominicana, que se involucró extraordinariamente en la respuesta coordinada a la calamidad sufrida por los vecinos occidentales de la isla de Hispaniola. Venezuela, Bolivia y Nicaragua expresaron su boicot a la cumbre en protesta por el despliegue militar estadounidense en Haití.

En Montreal, Bellerive calculó que la reconstrucción de su país iba a requerir entre 5 y 10 años, tiempo en el cual la comunidad internacional no podría cejar en su ayuda, pero insistió en que este proceso tenían que liderarlo los propios haitianos. "Queremos salir de este túnel oscuro", manifestó animoso a los presentes, prometiéndoles de paso que su Gobierno sería "digno" de esa ayuda. Aunque no se estipularon cifras, resultaba claro para todos que las tareas de reconstrucción a corto plazo, centradas en la erección de viviendas para los cientos de miles de personas sin hogar, la rehabilitación de las instituciones gubernamentales y la recuperación de infraestructuras básicas, iban a costar varios miles de millones de dólares.

La Conferencia Ministerial Preparatoria se comprometió a emprender en Haití una reconstrucción que fortaleciera las instituciones democráticas, fomentara el desarrollo social y económico sostenible, y promoviera la estabilidad, estrategia que ligó, tal como pedía el primer ministro, a un plazo largo de 10 años. La reconstrucción, aseguraron las delegaciones, respetaría en todo momento la soberanía del país caribeño. El siguiente paso sería la celebración en marzo en Estados Unidos de una conferencia de donantes que cuantificaría costes y establecería compromisos concretos.

Una vez de vuelta en Puerto Príncipe, Bellerive realizó unas duras declaraciones en las que tachó de "secuestradores" a los miembros de una ONG caritativa estadounidense arrestados por la Policía cuando intentaban sacar del país a un grupo de niños supuestamente huérfanos sobre los que no tenían ninguna tutela legal, y denunció la existencia de un "tráfico de niños y de órganos" en Haití.

Jean-Max Bellerive está casado y es padre de dos hijas. Además del francés y el créole, habla fluidamente el español y el inglés.

(Cobertura informativa hasta 1/2/2010)