Jacob Zuma

Una peripecia judicial de cuatro años, en la que fue procesado por corrupción y violación antes de ser exonerado, ha pautado el accidentado ascenso de Jacob Zuma a las presidencias del Congreso Nacional Africano (ANC), a finales de 2007, y de la República de Sudáfrica, en mayo de 2009, como resultado de las elecciones legislativas. Viejo luchador contra el apartheid, polígamo y tradicionalista zulú, Zuma libró al mismo tiempo una traumática batalla con su predecesor, Thabo Mbeki, quien en 2005 le destituyó como vicepresidente del Gobierno pero al que dos años después arrebató el liderazgo de un partido fracturado, del que terminó escindiéndose su ala centrista y liberal. Apoyado en un ANC teóricamente escorado a la izquierda, el cuarto presidente negro de la Sudáfrica democrática ha asumido el poder con los propósitos de contener el impacto de la recesión en la primera economía de África y de volcarse en el arreglo de los agudos déficits sociales, pendientes, e incluso agravados con nuevas inequidades, desde el final hace 15 años del sistema segregacionista blanco.

(Texto actualizado hasta mayo 2009)

1. Un zulú en los cuadros dirigentes del ANC
2. Segunda persona del congresismo y el Gobierno tras Mbeki
3. Una ambición presidencial amenazada: los procesos por corrupción y violación
4. Conquista del liderazgo de un partido fracturado
5. Cuarto presidente negro de la Sudáfrica democrática


1. Un zulú en los cuadros dirigentes del ANC

Oriundo de la histórica región de Zululandia, hoy inserta en la provincia de KwaZulu-Natal, y miembro del clan zulú Msholozi, a los tres años quedó huérfano del padre, policía de profesión, al que de hecho no llegó a conocer, y continuó bajo el cuidado de la madre, que para ganarse su sustento y el de su prole hubo de emplearse como trabajadora doméstica en Durban. El niño era el primogénito de cinco hermanos biparentales, si bien tenía otros siete hermanastros, tenidos por su difunto padre con una esposa anterior. La precariedad familiar le impidió recibir una educación escolar normal, y desde la adolescencia anduvo yendo y viniendo de su pueblo en el interior rural a los suburbios de la urbe costera, desempeñando pequeños trabajos ocasionales para aportar un suplemento a la magra renta de la madre.

Influenciado por la militancia negra de un hermanastro mayor, Zuma se implicó de lleno en los activismos sindical y político. Entre 1958 y 1959 se adhirió al Congreso Sudafricano de Sindicatos (SACTU), al Congreso Nacional Africano (ANC) y a su Liga Juvenil, la ANCYL. Fundado en 1912, el ANC era el principal movimiento de liberación negro que luchaba contra el sistema legal de segregación racial, el apartheid, impuesto en 1948 a las mayoritarias etnias no blancas por la élite afrikaner del gobernante Partido Nacional (NP). En 1962, convertido ya el ANC en un partido ilegal, el joven se enroló en el Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación, MK), fuerza paramilitar organizada, a modo de brazo armado del ANC, por Nelson Mandela tras constatar la ineficacia de los métodos no violentos en la lucha contra el apartheid.

En junio de 1963, en plena campaña de persecución contra los cuadros y dirigentes del ANC, Zuma y otros milicianos del MK cayeron en una redada policial cerca de Zeerust, en la entonces provincia norteña de Transvaal, cuando intentaban cruzar la frontera del protectorado británico de Bechuanalandia, la actual Botswana, para recibir allí adiestramiento paramilitar. Acusado de conspirar para derrocar al Gobierno, fue juzgado, sentenciado y condenado a una pena de diez años de cárcel que sirvió íntegramente en la prisión de máxima seguridad de Robben Island, aislada por el mar frente a Ciudad del Cabo. Allí, tuvo como compañeros de cautiverio a algunas de las máximas personalidades del ANC, como Mandela, Walter Sisulu y los otros dirigentes convictos en el célebre proceso de Rivonia.

La dura experiencia penal en Robben Island, donde el aislamiento del mundo exterior era casi completo, no minó la voluntad de Zuma, al que pasar la tercera década de su vida entre rejas debió de curtir en lo personal y en lo político. Nada más ser puesto en libertad, en diciembre de 1973, se dedicó a restablecer la red clandestina del ANC en la provincia de Natal y de paso contrajo matrimonio con su compañera sentimental desde hacía 14 años, Gertrude Sizakele Khumalo, llamada afectivamente MaKhumalo. Ella iba a ser la primera que de las cuatro esposas que el polígamo Zuma, revelado en lo consuetudinario como un zulú tradicionalista y conservador, iba a tener, no sin polémica, en los próximos años y décadas.

A finales de 1975 Zuma puso fin a un bienio de resistencia interna en Sudáfrica y emprendió un exilio de casi 15 años de duración repartido entre Swazilandia, Mozambique y Zambia, países vecinos que con mayor o menor seguridad acogían las retaguardias regionales del ANC y daban cobijo a algunos de los dirigentes que habían conseguido eludir la represión del Gobierno de Pretoria. En 1976 participó en la creación de estructuras de acogida para los miles de militantes huidos del aplastado alzamiento de Soweto y realizó una infiltración secreta en Sudáfrica antes de ser detenido por la Policía de Swazilandia y deportado a Mozambique.

En 1977, ostentando la presidencia del partido Oliver Tambo, exiliado en Londres, Zuma accedió al liderazgo del ANC en tanto que miembro de su máximo órgano dirigente, el Comité Ejecutivo Nacional (NEC), así como del Consejo Revolucionario y del Mando Central de Operaciones del MK. Allí, trabajó estrechamente con responsables como Thabo Mbeki, oficial involucrado en el suministro de armas al MK y en la coordinación del aparato internacional. En 1978 recibió en la URSS un cursillo de capacitación de mandos.

A mediados de la década de los ochenta Zuma se desempeñó como miembro del Consejo Político y Militar (PMC) del ANC, órgano inmediatamente subordinado al NEC, y como principal representante del partido en Mozambique, donde continuó realizando labores clandestinas pese al Acuerdo de Nkomati suscrito en 1984 por el presidente de aquel país, Samora Machel, y el entonces primer ministro sudafricano, Pieter Botha, según el cual, el régimen marxista de Maputo clausuraba los santuarios del ANC en su territorio a cambio del cese de las incursiones de represalia del Ejército sudafricano.

En enero de 1987, la tolerancia del Gobierno mozambiqueño, a su vez conminado por el sudafricano, con las actividades subterráneas del ANC en su territorio tocó a su fin. Zuma abandonó la ex colonia portuguesa y se instaló en Lusaka, Zambia, donde en 1988 recibió los cargos de vicedirector del Departamento de Inteligencia y Seguridad (NAT) del partido, subordinándose a Joe Nhlanhla, y director del subdepartamento de Inteligencia.

El NAT funcionaba como una estructura de vigilancia y seguridad interna cuyos principales cometidos consistían en detectar a agentes enemigos infiltrados en la organización y a colaboracionistas del Gobierno de Pretoria, hacer funciones de comisariado político y, llegado el caso, aplicar sanciones disciplinarias y represalias, lo que dio pie a abundantes violaciones de los Derechos Humanos, incluidas detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos de supuestos traidores al movimiento de liberación. Indagaciones de periodistas sudafricanos dan a entender que Zuma cumplió su misión policial con celo y expedición.

Protagonizando un caso muy común, perfectamente aceptado por el ANC, de militancia simultánea en dos partidos amigos y aliados en la lucha contra el apartheid, Zuma era miembro también, desde 1963, del Partido Comunista de Sudáfrica (SACP), donde escaló posiciones hasta sentarse en su Comité Central y, desde abril de 1989, en su Buró Político.

Tras la liberación pactada de Mandela y la legalización del ANC en febrero de 1990, Zuma, el 21 de marzo, fue el primer dirigente en el exilio que retornó a Sudáfrica, a Johannesburgo, para participar en el proceso de negociaciones con el Gobierno del presidente reformista Frederik de Klerk, quien estaba dispuesto a desmantelar el apartheid e instaurar en el país la democracia multirracial. En particular, Zuma estuvo involucrado en las discusiones sobre la liberación de los presos políticos y el regreso de los exiliados.

También en 1990, en el primer Congreso Regional del partido en KwaZulu y Natal, Zuma fue elegido presidente regional del ANC en Natal del Sur. En los años siguientes, su predicamento entre sus paisanos zulúes y sus buenos oficios negociadores resultaron muy útiles para la reducción de los sangrientos enfrentamientos sectarios, que pusieron en serio peligro la transición democrática, entre los xhosas del ANC –etnia a la que pertenecían la mayoría de los dirigentes del partido- y los zulúes del Inkatha Freedom Party (IFP), el partido regional, conservador y soberanista liderado por el jefe tribal Mangosuthu Buthelezi, primer ministro del bantustán de KwaZulu.

En julio de 1991, en la primera conferencia nacional celebrada por el ANC en suelo patrio desde 1959, cita que marcó la conversión del movimiento de liberación en un partido político propiamente dicho con un programa pragmático y no revolucionario, Zuma fue elevado a la posición de vicesecretario general del partido a la vez que el sindicalista Cyril Ramaphosa obtenía la secretaría general y Mandela sucedía a Tambo en la presidencia del NEC.

En 1993 cesó como director de Inteligencia del NAT, donde le tomó el relevo Mosiuoa Patrick Terror Lekota, y hasta las históricas elecciones multirraciales, convocadas para abril del año siguiente, continuó conduciendo las difíciles negociaciones con Bhutelezi para el control de la violencia intertribal en KwaZulu y la implicación del IFP en el proceso constitucional. Sin embargo, esta labor se tornó imposible cuando en enero de 1994 el partido le designó su candidato a ministro principal del futuro Gobierno de la nueva provincia de KwaZulu-Natal, lo que fue considerado una provocación por Bhutelezi.

Por otro lado, en agosto de 1993, el pasado más oscuro de Zuma salió a colación con motivo de la divulgación de un informe de escrutinio interno en el que el ANC reconocía la comisión en los años de la resistencia de torturas y homicidios contra militantes propios sospechosos de ser espías. El documento, elaborado por personas independientes, citaba expresamente a Zuma y a Joe Modise, jefe del MK, como dos altos responsables cómplices de estas graves violaciones de los Derechos Humanos. El partido pidió perdón por los abusos en sus campos de prisioneros, pero descartó pagar compensaciones a las víctimas y castigar a los culpables.


2. Segunda persona del congresismo y el Gobierno tras Mbeki

El 27 de abril de 1994, mientras el ANC nacional obtenía un triunfo arrollador y se aseguraba la posición mayoritaria en el próximo Gobierno de Unidad Nacional bajo la presidencia de Mandela, el ANC de KwaZulu-Natal fue contundentemente derrotado por el IFP. Zuma denunció que las votaciones provinciales habían sido fraudulentas, pero en mayo aceptó sentarse en el Gobierno de coalición encabezado por el candidato del IFP,Frank Mdlalose, como consejero ejecutivo (ministro) de Asuntos Económicos y Turismo.

El 4 de diciembre del mismo año la conferencia provincial del ANC le reeligió presidente del partido en KwaZulu-Natal y 16 días después la 49ª Conferencia Nacional, celebrada en Bloemfontein, le eligió presidente nacional (national chairperson), cargo cimero del NEC aunque supeditado al presidente ejecutivo, a la sazón Mandela, y en el que Zuma sucedió a Mbeki, cuya elección como vicepresidente ejecutivo certificó su condición de número dos del ANC y heredero designado de Mandela al frente del partido y el Gobierno. En esta elección interna, Zuma derrotó a los miembros del NEC Jeff Radebe y Pallo Jordan.

El progresivo ascenso de Zuma a la cumbre del ANC escribió su penúltimo capítulo el 18 de diciembre de 1997 en la 50ª Conferencia Nacional, celebrada en Mafikeng. En esta asamblea, que tuvo como telón de fondo las fuertes críticas de los sectores socialistas y sindicalistas al liberalismo económico del Gobierno y a la corrupción institucional, Mbeki fue proclamado presidente ejecutivo del partido, puesto en el que el anciano Mandela se jubilaba para continuar como indiscutible icono histórico y máxima autoridad moral del congresismo, así como candidato a la Presidencia de la República, mientras que Zuma, de nuevo a su zaga, le sustituyó como vicepresidente orgánico.

En este envite, Zuma se desembarazó de la polémica ex esposa del mandatario saliente, Winnie Madikizela-Mandela, presidenta de la Liga de Mujeres del ANC, quien optó por retirarse de la votación al constatar que no tenía ninguna posibilidad de batir a su adversario. Ahora, Zuma ya era el número dos en el escalafón del partido y en teoría se perfilaba como el delfín no designado de Mbeki. En cuanto a la presidencia nacional, ésta quedó en manos de Lekota.

Meses más tarde, el 12 de junio de 1998, el dirigente se divorció en Pretoria, "por diferencias irreconciliables" y tras tres años de separación, de Nkosazana Dlamini-Zuma, ministra de Salud en el Gobierno de Mandela. Sin dejar de estar casado con MaKhumalo, Zuma había hecho a Dlamini su esposa en abril de 1982, años después de conocerla en la capital de Swazilandia, Mbabane, donde ella compartía la condición de exiliada del ANC y trabajaba como pediatra en un hospital. Los ex cónyuges continuaron manteniendo unas relaciones amistosas, y de hecho siguieron siendo estrechos colegas en el Gobierno y en la ejecutiva del partido.

Dlamini le había dado cuatro hijos –con MaKhumalo no había tenido ninguno-, todos los cuales eran aún menores de edad y quedaron bajo la custodia de la madre por decisión del juez. Pero el fin de los vínculos conyugales con ella no devolvió a Zuma a la monogamia, ya que todavía tenía otra esposa, la segunda en orden cronológico, Kate Mantsho, mozambiqueña de nacimiento y antigua azafata de vuelo, que desde los esponsales, celebrados hacia 1976, había aportado a la progenie del orgulloso padre zulú cinco vástagos más.

El divorcio de la pareja Dlamini-Zuma pasó casi desapercibido en su momento. Pero el 8 de diciembre de 2000 la compleja vida marital del político comenzó a ser fiscalizada por el público sudafricano debido a un trágico suceso, el suicidio de Mantsho, que antes de quitarse la vida había dejado una nota en la que prohibía expresamente al viudo asistir a su funeral. En su misiva, la suicida calificaba además su vida matrimonial con Zuma de "amarga y dolorosa". Al parecer, ya entonces, Zuma mantenía relaciones extramaritales con otra mujer, Nompumelelo Ntuli, llamada familiarmente Mantuli, una robusta joven de 25 años, paisana de KwaZulu-Natal y a la que había conocido a través de los círculos sociales de Durban. Con Mantuli iba a tener dos hijos, Thandisiwe, nacido en 2002, y Sinqobile, nacida en 2006, antes de convertirla en su cuarta esposa, la segunda en ese momento, el 5 de enero de 2008, en una ceremonia tradicional celebrada en su terruño de Nkandla con la asistencia de 500 invitados, la mayoría familiares de los novios.

Aunque ostentaba la segunda posición en la jerarquía del ANC, Zuma, paradójicamente, tenía en blanco su hoja de servicios en la política representativa nacional, ya fuera en el ámbito gubernamental o en el parlamentario. Este epígrafe empezó a escribirse tras las elecciones del 2 de junio de 1999, que magnificaron la mayoría absoluta del ANC. El 16 de junio Mbeki asumía la Presidencia y al día siguiente Zuma, recién elegido miembro de la Asamblea Nacional, estrenaba el cargo de vicepresidente de la República; como compañera en el Gabinete tuvo a su antigua esposa, Dlamini-Zuma, nombrada ministra de Exteriores.

Hasta el final de la legislatura, Zuma realizó una labor positiva y destacada como facilitador regional del proceso de paz y reconciliación conducido entre 2000 y 2003 en Burundi, junto con Mandela y los presidentes de Uganda, Yoweri Museveni, y Tanzania, Benjamin Mkapa, así como del acuerdo de paz y repatriación de tropas alcanzado en julio de 2002 en Pretoria por la República Democrática del Congo y Rwanda. En febrero de aquel año suplió a Mbeki como representante del Gobierno sudafricano en la cumbre inaugural en París de Nuevo Partenariado para el Desarrollo de África (NEPAD).


3. Una ambición presidencial amenazada: los procesos por corrupción y violación

En las terceras elecciones de la era post-apartheid, las celebradas el 14 de abril de 2004, el ANC, pese a los agudos problemas socioeconómicos que permanecían sin resolver, como la pobreza, el paro y la criminalidad común, y pese también a los escándalos de corrupción y a espectáculos del Ejecutivo tan poco edificantes como la resistencia durante años a reconocer el origen vírico de la pandemia del sida –lo que había demorado el suministro de medicamentos antirretrovirales a la población afectada-, volvió a demostrar su masiva legitimidad popular entre la mayoría negra y muchos ciudadanos de las etnias minoritarias, blancos inclusive, subiendo un trecho adicional y rebasando, por primera vez, la marca de los dos tercios en la Asamblea Nacional: alcanzó los 279 diputados con el 69,7% de los sufragios.

El 28 de abril Mbeki y Zuma renovaron sus puestos ejecutivos estatales, y, en principio, nada parecía cuestionar el dibujo del escenario lógico a unos años vista: que el segundo sucediera al primero como número uno partidista y gubernamental, teniendo presente que la Constitución no permitía a Mbeki postularse al tercer mandato presidencial y dando por hecho que las elecciones de 2009 serían ganadas de nuevo por el ANC. Sin embargo, la briosa carrera de Zuma, considerado a estas alturas un dirigente del congresismo sin dotes intelectuales, principios ideológicos claros o grandes visiones de país e internacionales, aunque, como presunta compensación de lo anterior, un político intuitivo, hábil y, sobre todo, seguro de sí mismo y expansivo, iba a ser gravemente puesta en entredicho, faltándole muy poco para quedar destruida, por la irrupción de ciertos aspectos turbios de su vida tras los focos.

Tras un prólogo investigador y procesal de tres años en el que el goteo de revelaciones ya fue suficiente para suscitar demandas de dimisión y de apertura de diligencias judiciales en su contra, los problemas empezaron en serio para Zuma en octubre de 2004 con el arranque en Durban de un juicio criminal contra el empresario local de origen indio Schabir Shaik, imputado en varios casos de fraude y corrupción. Shaik era un viejo asociado de Zuma, al que venía prestando asesoría financiera desde principios de los años noventa, y a lo largo de su causa salieron a la luz una serie de tratos irregulares y delictivos con él.

Resultaba que en 1999 Shaik había prestado dinero a fondo perdido a su amigo y cliente, cuyos emolumentos oficiales como miembro del Gobierno de KwaZulu-Natal estaban lejos de cubrir sus abultados dispendios privados, realizados de todas maneras a costa de endeudarse fuertemente; el generoso empresario esperaría cobrarse de Zuma mediante un tráfico de influencias favorable a sus intereses corporativos, obteniendo contratos y regalías del Gobierno, tan pronto como aquel llegara a la Vicepresidencia de la República, como así fue.

Durante el juicio a Shaik, la fiscalía demostró con pruebas documentales que el acusado, convertido en una especie de intermediario comisionista parásito del Estado, había requerido a la contratista francesa de defensa Thomson-CSF –luego Thales- un soborno anual de 500.000 rands (77.500 dólares de entonces) para Zuma a cambio de su "protección" frente a otra investigación judicial de la sospechosa adjudicación por el Gobierno a dicha empresa armamentística de contratos multimillonarios para la modernización de los equipamientos de las Fuerzas Armadas sudafricanas. El 2 de junio de 2005 Shaik fue hallado culpable, y a continuación condenado a 15 años de prisión, de un doble delito de corrupción, por haber pedido el soborno para Zuma y por haberle sobornado él mismo de su bolsillo con 1,2 millones de rands, y también de un delito de fraude, por haberle cancelado préstamos impagados por valor de un millón de rands.

El escándalo político por la "simbiosis mutuamente beneficiosa" (en expresión empleada por el juez del caso) entre Zuma y Shaik, en toda su descomunal dimensión, estaba sobre la mesa. Los partidos de la oposición, con la Alianza Democrática (DA) de Tony Leon a la cabeza, arreciaron sus demandas de dimisión. Zuma se mostró desafiante: tenía "la conciencia limpia", puesto que no había cometido "ningún crimen", y recordó que a él la justicia no le había procesado ni acusado de nada. Sin embargo, todo indicaba que esta intangibilidad tenía los días contados.

En el congresismo, sobre todo en las organizaciones de base, donde Zuma era muy popular, se articuló un movimiento de apoyo, pero en el Gobierno la falta de respaldo fue muy llamativa. La palabra la tenía Mbeki, un estadista que por bagaje, gustos y personalidad –intelectual, calculador, tecnocrático y decididamente frío, a los ojos del sudafricano medio- era la viva antítesis del espontáneo, simpático y festivo vicepresidente. De un tiempo a esta parte, las relaciones entre los dos dirigentes no parecían pasar por su mejor momento. Más aún, Mbeki no vería a Zuma como el mejor aspirante a sucederle en 2009.

El 7 de junio la prensa nacional informó que Mbeki había dado a Zuma tres días de gracia para presentarle la carta de renuncia y ahorrarle la destitución. Toda vez que el interesado no movió pieza, su superior institucional aplicó la decisión, el 14 de junio, de "liberarle de sus responsabilidades" como vicepresidente de la República "en el interés" del país, del sistema democrático, del Gobierno y del propio Zuma, quien estaba libre de toda culpa, subrayaba el presidente, mientras no se demostrara lo contrario. Para sustituirle, Mbeki se decantó –luego de descartar a Dlamini-Zuma, quien declinó el ofrecimiento tras consultar a sus hijos- por Phumzile Mlambo-Ngcuka, ministra de Minerales y Energía amén de esposa de Bulelani Ngcuka, el director de la Autoridad Fiscal Nacional (NPA), quien entre 2001 y 2003 había investigado al ahora cesado por posible abuso de poder y tráfico de influencias en el contexto de los sobornos de la compañía Thales, antes de concluir que, pese a los fuertes indicios de delito, no podía obtener evidencias como para llevar a Zuma a los tribunales y abrir un caso "que pudiera ganarse".

Zuma acató disciplinadamente su baja del Gobierno y de paso renunció a su acta de diputado, pero se aprestó a preparar su defensa jurídica, bastante enfadado con la "persecución política" de que era objeto y con su "crucifixión por los medios de comunicación". El 20 de junio la NPA anunció la formulación de unos cargos criminales por corrupción contra Zuma, que nueve días después se personó ante el Tribunal de Magistratura de Durban. El 18 de agosto, los llamados Scorpions, célebre unidad policial de élite especializada en el combate a la corrupción y el crimen organizado, allanó la vivienda del político en Forest Town, al norte de Johannesburgo, así como sus oficinas en Durban en busca de documentos comprometedores. Entre tanto, el ambiente en la cúpula del ANC se envenenaba por momentos al recibir Zuma los apoyos explícitos de destacados ejecutivos de las alas izquierdista y sindical, y empezar a ser acusado Mbeki de estar metido en una verdadera conspiración interna, orquestada por elementos del ala liberal y tecnocrática, para destruir políticamente al todavía vicepresidente del partido.

El 11 de octubre de 2005, con su segunda comparecencia ante el tribunal de Durban, arropado por una multitud de incondicionales que coreaban su inocencia, dio comienzo contra Zuma el proceso por corrupción. Sin embargo, una nueva y más desagradable sorpresa le aguardaba a la vuelta de la esquina. El 4 de noviembre, el mismo día en que la NPA le incriminó formalmente en dos casos de cohecho, Zuma fue denunciado a la Policía por una mujer de 31 años, seropositiva, activista en la lucha contra el sida y miembro del ANC, que le acusaba de haberla violado en la víspera en su casa de Forest Town. La justicia local inició inmediatamente la indagación del hecho denunciado. El escabroso escándalo estalló en los medios días después, coincidiendo con la entrega a Zuma de su acta de acusado de corrupción y la fijación por el juez del correspondiente juicio para julio del año siguiente. Ahora, Zuma hacía frente a dos procesos penales que podían mandarlo a la cárcel y, con más probabilidad, liquidar su carrera política.

El 6 de diciembre Zuma fue formalmente acusado de violación por la NPA ante el Tribunal de Magistratura de Johannesburgo a la vez que la ejecutiva del ANC, a estas alturas pasto ya de las más graves fracturas desde el comienzo del fin del apartheid, salía a desmentir categóricamente que el secretario general, Kgalema Motlanthe, hombre de posiciones escoradas a la izquierda y ahora mismo abonado a la tesis de la conspiración política contra Zuma, estuviera detrás de unos misteriosos correos electrónicos y extractos de chat, revelados a la opinión pública y extraídos supuestamente de correspondencias privadas entre la vicepresidenta Mlambo-Ngcuka, el magnate Saki Macozoma, el líder opositor Tony Leon y otras personalidades, de los que se desprendía la existencia de un complot para arruinar las carreras políticas de Zuma y del propio Motlanthe.

La insinuación de un montaje urdido en los círculos de los dos dirigentes puestos en el punto de mira por unos supuestos enemigos internos a los que, según esta otra versión la historia, aquellos pretenderían desacreditar, había sido lanzada desde el entorno de Mbeki, quien sostenía a las claras la falsedad de tales mensajes. Así de emponzoñadas estaban las aguas en el ANC, escenario de una guerra de banderías cuyo desenlace nadie se atrevía a vaticinar. Y todo a rebufo de la saga judicial del vicepresidente, el cual comunicó su decisión de apartarse de sus funciones directivas en el partido hasta que se esclareciese su inocencia en los tribunales. Ahora bien, con respecto a la espinosa acusación de violador, las demostraciones de apoyo al veterano luchador antisegregacionista fueron mucho más cautelosas.

El 13 de febrero de 2006 Zuma reiteró en la vista inaugural de su procesamiento por violación en el Alto Tribunal de Johannesburgo su inocencia del delito que se le imputaba porque la relación sexual había sido practicada por mutuo consentimiento. El 6 de marzo declaró a puerta cerrada la anónima denunciante, quien explicó que Zuma, que la doblaba en edad, era un amigo de la familia al que conocía desde los cinco años y llamaba "tío", y detalló las circunstancias de su violación nocturna en el dormitorio donde su anfitrión la había aposentado. Además, Zuma sabía por ella misma que su amiga y huésped tenía el virus del sida.

El 8 de mayo vino el primer gran alivio para Zuma: la corte de Johannesburgo le declaraba absuelto tras escuchar todos los testimonios, entre los que se encontraban los de una de sus hijas, de 26 años, presente en la casa la noche en que supuestamente se cometió el abuso sexual, y los de varios hombres que también habían sido acusados de violación por la denunciante, la cual, concluía el juez, había incurrido en falsedad. Satisfecho, Zuma se apresuró a reasumir sus funciones como vicepresidente del partido, pero desde medios periodísticos, políticos y sociales fue vapuleado por la naturaleza, cuando menos extravagante, de sus alegatos defensivos en las vistas, los cuales denotaban unas actitudes hacia las mujeres, las relaciones sexuales y la prevención contra el sida que dejaban bastante que desear. El propio juez recriminó su comportamiento al exonerado, al que tachó implícitamente de ignorante, irresponsable e inmoral. Precisamente la persona que en 2002 había lanzado el Movimiento para la Regeneración Moral de la nación.

Así, para consternación de ONG feministas y de lucha contra el sida, que pusieron el grito en el cielo, Zuma, con toda naturalidad, dijo al tribunal que le habían surgido ganas de acostarse con la joven porque llevaba una vestimenta provocativa y se le había insinuado, que en la cultura zulú, si un hombre comienza a excitar sexualmente a una mujer, éste tiene que tener sexo con ella, y que no había usado condón porque sabía que el riesgo de que un hombre se contagiara del virus del sida mediante relaciones heterosexuales era "mínimo", aunque luego, por si acaso, se había tomado una higiénica ducha.

Esta última explicación resultaba tanto más insólita porque, hasta su salida del Ejecutivo hacía menos de un año, Zuma nada menos que había presidido el Consejo Nacional Sudafricano del Sida (SANAC), principal órgano asesor del Gobierno en materia de lucha contra la enfermedad. Doctores y activistas de salud expresaron su temor a que el testimonio de Zuma pudiera socavar los esfuerzos invertidos durante años, con costosas campañas informativas, en la concienciación de la población de un país que padecía unas de las tasas de prevalencia y mortalidad de y por el sida más altas del mundo. De hecho, luego de saberse que el vicepresidente del ANC se había duchado después de tener relaciones sexuales con una seropositiva para reducir el riesgo de contagio del virus HIV, las líneas telefónicas de información sobre el sida, centros de asesoramiento y profesionales sanitarios se inundaron de llamadas de personas que querían saber de la eficacia de ese método de profilaxis.

Para apaciguar la polémica, Zuma, al día siguiente de quedar absuelto, se disculpó ante la nación por no haber usado el preservativo: "Deseo declarar categóricamente y dejar claro que me equivoqué al tener sexo sin protección (…) Debí haber actuado con más precaución y responsabilidad", comunicó en una conferencia de prensa a los medios. Y para disipar las últimas dudas, puntualizó que era seronegativo. Controversias, dudas y sospechas aparte, una cosa había quedado meridianamente clara en Zuma: su gran promiscuidad sexual. Y es que, además de sus esposas y la amante, consentida o no, que le había denunciado por violación, el político había tenido o tenía otras "novias" más o menos formales, con las que había procreado descendencia y por las que había pagado dote a sus respectivos padres, en metálico o en especie, con cabezas de ganado, a la usanza tribal.

La prensa citó por lo menos a tres de estas novias: Thobeka Stacey Mabhija, una profesional acomodada de Durban, Sebentile Dlamini, princesa de la casa real de Swazilandia, y Bongi Ngema, de Umlazi, Durban, que en fechas recientes le había dado un retoño. Ahora mismo, Zuma sería padre de por lo menos 18 hijos, incluido uno, de 30 años, fruto de una relación esporádica con Minah Shongwe, hermana, precisamente, del juez del Alto Tribunal de Johannesburgo Jeremiah Shongwe, quien por este motivo se recusó a sí mismo en la instrucción del proceso por violación. En los meses y años siguientes, medios locales indicaron que Zuma albergaba firmes intenciones de matrimoniarse con Mabhija y Ngema en el momento adecuado; de realizarse esos casamientos, serían, luego de la boda con Mantuli en 2008, el quinto y el sexto en la exuberante vida marital del político.

Eximido en este caso, la justicia tenía que pronunciarse ahora en el proceso por corrupción. El 20 de septiembre de 2006 Zuma saboreó también aquí una victoria provisional al dictaminar el juez del Alto Tribunal de Pietermaritzburg la anulación del proceso por fallos del procedimiento seguido por la fiscalía en la formulación de los cargos y la presentación de las pruebas. Sin embargo, la exoneración no era completa, ya que el juez no desestimaba propiamente los cargos, sino que invitaba a la acusación a formularlos de nuevo. A la salida del tribunal, un eufórico Zuma electrizó a 5.000 jubilosos partidarios cantándoles en zulú una belicosa tonadilla de tiempos de la lucha contra el apartheid que se estaba convirtiendo en el símbolo de su aspiración a presidir el partido y el país, por el momento factible; su estrofa reiterativa era Umshini wami, cuya traducción literal es Traedme mi ametralladora.


4. Conquista del liderazgo de un partido fracturado

Este era el respiro que Zuma necesitaba para preparar su candidatura a la presidencia del NEC, que iba a dirimirse en la 52ª Conferencia Nacional del ANC, a celebrar en Polokwane, Limpopo, del 16 al 20 de diciembre de 2007. Las espadas con Mbeki estaban en alto desde la destitución gubernamental en 2005, y ahora iban a entrechocar con estrépito porque el jefe del Estado, en una decisión que agudizó las tensiones internas, decidió presentarse a la reelección en el mando del partido. Puesto que en 2009 tendría que marcharse de la Presidencia de la República por imperativo legal, con tan controvertido movimiento Mbeki, ya acusado insistentemente de autoritarismo, no pretendería otra cosa que torpedear la suprema ambición de Zuma: si prolongaba su control de las palancas del congresismo, podría ejercer una influencia formidable para la designación de un delfín institucional de su gusto.

Desde el primer momento se vio que Zuma tenía todas las de ganar. En la carrera por la captación de nominaciones provinciales, el vicepresidente se impuso abrumadoramente en KwaZulu-Natal y Gauteng, así como en Mpumalanga, el Estado Libre y el Cabo Septentrional. Fuera del caladero geográfico, Zuma recibió la adhesión casi en bloque del SACP, el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU), la ANCYL y los veteranos del MK, es decir, el ala izquierda de la llamada Alianza Tripartita liderada por el ANC. Las bases populares estaban inequívocamente con él. Desde el NEC, los apoyos fueron también abundantes, destacando el del secretario general, Motlanthe, quien se montó en su plataforma electoral como postulante al puesto de vicepresidente, que Zuma liberaría si batía a Mbeki.

Nelson Mandela, nonagenario en ciernes y frágil de salud pero todavía activo y animoso, que en junio de 2005 había lanzado a Zuma un ostensible capote político antes de aceptar "con profunda tristeza" la "correcta" decisión de Mbeki de echarle del Gobierno, se abstuvo de pregonar preferencias por uno u otro candidato, aunque sus simpatías, nadie lo dudaba, se dirigían a Zuma. La aún influyente y carismática Winnie Mandela propuso que, con independencia del resultado de la votación interna, el partido se comprometiera solemnemente a designar a Zuma su candidato a presidir el país en 2009.

Para neutralizar las acusaciones de ser, con sus arengas mitineras a favor de los pobres, los parados y los excluidos, y de "proseguir la lucha por los derechos de la gente", un "populista de izquierdas" perfectamente capaz de poner patas arriba el modelo capitalista de la primera economía de África, Zuma dio personalmente seguridades a empresarios e inversionistas de la comunidad afrikaner, estadounidenses y británicos de que las necesarias acciones para la redistribución social de la riqueza no pondrían en cuestión las políticas promercado. Por su parte, el arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu instó a los cerca de 4.000 delegados que iban a votar en la histórica elección interna a "no elegir a alguien que pueda avergonzarnos". El caso fue que Zuma, descrito ocasionalmente a sí mismo como un "socialista", no deshizo la vaguedad ideológica que le caracterizaba.

En cuanto a la comparación personal, recurrente, con el vecino presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, campeón de la retórica y la demagogia poscoloniales, un viejo camarada de las luchas de liberación de la población negra devenido autócrata sin escrúpulos, se antojaba bastante forzada o incluso fuera de lugar, empezando por el hecho de que aquí, el sistema político, plural, competitivo y libre, donde la concentración personalista del poder era imposible –inclusive en el partido gobernante-, y la sociedad civil, muy dinámica y rica, tenían poco que ver con los de allí. Además, las opiniones de Zuma sobre Mugabe y su régimen corrupto y violador de los Derechos Humanos diferían de las de Mbeki, que venían siendo cualquier cosa menos categóricas.

Así, Zuma había fustigado en varias ocasiones, e iba a seguir haciéndolo, la acrítica "diplomacia tranquila" del presidente, que no había conseguido reconducir a Mugabe por el sendero de la cordura democrática. Claro que Zuma también se negaba a aceptar los escenarios de una caída por la fuerza del dirigente al que llamó "dictador" pero cuya legitimidad popular por méritos históricos reconoció, así como el envío de tropas internacionales a Zimbabwe para parar los desmanes represivos del régimen del partido ZANU-PF, prefiriendo la vía de la negociación entre Mugabe y su oposición interna en toda circunstancia.

La victoria del dirigente zulú en la conferencia anual de Polokwane sobre el ala liberal y centrista del partido fue total. En la liza presidencial, votada el 18 de diciembre, él doblegó a Mbeki, que cerró su campaña subrayando la necesidad de un "liderazgo ético" para el ANC, con el 64% de los votos, mientras que Motlanthe se impuso a Dlamini-Zuma en la votación para la vicepresidencia. Los puestos tercero, cuarto, quinto y sexto en el escalafón del partido fueron asimismo copados por el bando de Zuma: Baleka Mbete-Kgositsile -la presidenta de la Asamblea Nacional-, Gwede Mantashe -concurrentemente presidente del SACP- Thandi Modise y Mathews Phosa saltaron respectivamente a la presidencia nacional, la secretaría general, la vicesecretaría general y la tesorería general. En cada votación mordieron el polvo los aspirantes próximos a Mbeki: Joel Netshitenzhe, Lekota, Thoko Didiza y la vicepresidenta de la República, Mlambo-Ngcuka.

Tras conocer el resultado, Zuma y Mbeki, en un gesto de elegancia democrática y de madurez política, se dieron un fraternal abrazo entre la ovación de los delegados. Los llamamientos a la unidad fueron reproducidos por Mandela, quien prodigó sus bendiciones al nuevo presidente del partido presentándole como la persona capaz de reconciliar las enfrentadas filas del congresismo. Zuma podía poseer esa virtud –ya había ejercitado la conciliación en el pasado-, pero la verdad era que el ANC estaba insolublemente fracturado.

Por de pronto, Zuma hubo de concentrarse en la reanudación de su odisea judicial. Apenas dos días después de su triunfo en Polokwane, la NPA, en virtud de la decisión judicial de septiembre de 2006, informó que ya tenía "evidencias suficientes" para volver a procesar a Zuma por corrupción. El 28 de diciembre la fiscalía presentó un nuevo y ampliado pliego de cargos, 18 en total, por unos supuestos de corrupción, fraude, evasión fiscal, lavado de dinero y organización para delinquir. Los delitos imputados afectaban a una cantidad de dinero calculada en 4 millones de rands. En enero de 2008 el ANC confirmó que, pese a tener ante sí un horizonte judicial que podía desembocar en una condena a prisión, Zuma sería su candidato a la investidura presidencial tras las elecciones generales de 2009.

El 4 de agosto de 2008 el acusado compareció ante el Alto Tribunal de Pietermaritzburg para reclamar la invalidez de su procesamiento y el sobreseimiento del caso. En efecto, el 12 de septiembre el juez Chris Nicholson dictaba a favor de la defensa: el proceso quedaba anulado, al igual que la primera vez, por defectos de forma. Además, había buenas razones para creer que la decisión de la fiscalía de presentar cargos por segunda vez, justo después de la conferencia anual de la ANC, obedecía a intereses políticos caros a las más altas esferas; en particular, el magistrado enmarcaba la incriminación de Zuma en una "titánica lucha política" que enfrentaba a dos sectores inconciliables del partido en el poder y, más todavía, entreveía una "interferencia" del Gobierno en el caso.

Este nuevo triunfo en los tribunales, saludado por el protagonista como "una victoria para nuestra democracia", parecía retrotraer la situación judicial de Zuma prácticamente al punto de partida. Aún podían presentarle los fiscales de la NPA una tercera acta de acusación, pero tendrían que hacer frente a enormes presiones políticas para que desistieran de su propósito. Sin embargo, lejos de arrojar la toalla, la NPA lo que hizo fue anunciar su recurso a la decisión del juez Nicholson ante la Corte Suprema de Apelaciones.

La insinuación por el Alto Tribunal de Pietermaritzburg de que la persecución judicial de Zuma tenía como instigador al Ejecutivo de la nación y la decisión de la NPA de apelar la exoneración técnica del acusado provocaron la cólera en el ANC, pusieron a Mbeki contra las cuerdas y abocaron al país a una grave crisis de Gobierno. El 20 de septiembre el NEC, férreamente controlado por los partidarios de Zuma, precipitó el desenlace de la agria batalla aprobando una resolución en la que "revocaba" a Mbeki en el cargo de presidente de la República. Horas después, Mbeki expresaba su intención de acatar la petición de su partido y en la jornada siguiente anunció su renuncia en un discurso televisado a la nación, ocasión que aprovechó para negar que él o nadie de su Gabinete hubieran intervenido para que la fiscalía procesara a Zuma.

Mbeki hizo efectiva su dimisión el 25, día en que le secundaron varios miembros del Gabinete, entre ellos la vicepresidenta Mlambo-Ngcuka, el ministro de Defensa Lekota y el titular de Finanzas, Trevor Manuel, quien inmediatamente después rectificó para no asustar a los mercados financieros. La Asamblea Nacional invistió entonces presidente de la República, con mandato hasta el final del período quinquenal, a Motlanthe, una figura de consenso aceptada por los dos bandos enfrentados, que apreciaban su talante moderado y conciliador. La no inclusión de Zuma en el nuevo Gabinete de Motlanthe, sustituyendo por ejemplo a Mlambo-Ngcuka en la Vicepresidencia, debió haber servido para apaciguar tensiones, aunque en realidad el líder del partido no podía sentarse en el Gobierno con un coto de poder político porque desde su renuncia al escaño en la Asamblea en 2005 carecía de un mandato legislativo, lo que era requisito constitucional.

A partir de aquí, Zuma, que en mayo anterior había afirmado que su partido gozaba de las "bendiciones del Cielo" y gobernaría Sudáfrica "hasta que regrese Jesús", contempló, bien que sin desvivirse en impedirlo, la declaración del cisma en el ANC, el segundo en sus casi 100 años de historia tras la creación del Congreso Panafricano (PAC) por Robert Sobukwe en 1959.

El 8 de octubre de 2008, Lekota, principal portavoz de los leales a Mbeki, anunció que su facción no tenía otra salida que desgajarse del congresismo y constituirse en un partido de oposición porque la actual dirigencia insistía en aplicar una línea "arrogante" y "dictatorial", y en realizar manifestaciones de "tribalismo" y de "apelación a la violencia". Así se refería Lekota a la profusión de cantos belicosos, lemas pro zulús y gestos de intimidación proferidos por los exaltados seguidores de Zuma a lo largo de su saga judicial, en la 52ª Conferencia Nacional y últimamente en la investidura parlamentaria de Motlanthe. Una puesta en escena turbadora que Zuma, ya en clave electoral, con desparpajo calculado y evitando el gesto crispado, iba a personificar en los próximos meses, cantando Umshini wami ante el micrófono, bailando ritmos modernos rodeado de jóvenes animadoras y danzando a guisa de guerrero zulú, envuelto en pieles de leopardo, y lanza y escudo en ristre.

El NEC suspendió de militancia a los disidentes (escarnecidos como "traidores" y "perros" por el oficialismo), que, liderados por Lekota y Mbhazima Shilowa, el hasta ahora jefe del Gobierno de Gauteng, constituyeron el 16 de diciembre el Congreso del Pueblo (COPE) con la intención declarada de romper la hegemonía del ANC en las próximas elecciones.

El 12 de enero de 2009, dos días después de lanzar Zuma un manifiesto electoral centrado en las promesas sociales –expansión de las redes de la seguridad social y los servicios públicos, más gastos en sanidad y educación, protección de los empleos, endurecimiento de la lucha contra la delincuencia común-, la Corte Suprema de Apelaciones basada en Bloemfontein falló a favor de la NPA, lo que significaba que el proceso por corrupción debía reanudarse. El interesado y su partido reiteraron que la candidatura a la Presidencia de la República seguía intacta y la campaña electoral continuaba delante de acuerdo con lo planeado.

Tras esta palada de cal vino para Zuma otra palada de arena, a la postre la definitiva. El 6 de abril, faltando 16 días para las elecciones, el director en funciones de la NPA, Mokotedi Mpshe, anunciaba la retirada por su oficina de todos los cargos contra el jefe del congresismo. Mantenerlos era ya insostenible, después de divulgarse unos fragmentos de conversación telefónica que revelaban a las claras una conchabanza entre el jefe de los Scorpions, Leonard McCarthy, y el anterior responsable de la NPA, Bulelani Ngcuka, para programar las acciones fiscales contra Zuma en los momentos más adecuados para los intereses políticos de Mbeki. La justicia ya no iba a poder establecer la inocencia o la culpabilidad de Zuma en el cobro de comisiones y otros presuntos actos de corrupción. Los cargos criminales podían no estar fabricados en origen –el acusado y su bando juraban que sí lo estaban-, pero lo que ya resultaba evidente era que en paralelo al procesamiento se había desarrollado una conspiración política.


5. Cuarto presidente negro de la Sudáfrica democrática

Zuma y el ANC acudieron a las elecciones parlamentarias del 22 de abril de 2009 con la esperanza de que la escisión del COPE no les hiciera perder la mayoría de dos tercios ganada en 2004. Aunque el debut del partido cismático de Lekota y Shilowa decepcionó ampliamente sus expectativas, la mordida de votos fue suficiente para hacer caer al congresismo por debajo de un umbral cuya preservación inquietaba a la oposición: según ésta, si el ANC conservaba esa supermayoría, podría ceder a la tentación de hacer modificaciones legales orientadas a dar un blindaje de inmunidad a Zuma frente a nuevas actuaciones judiciales.

Esta vez, el ANC sacó el 65,9% de los sufragios y 264 diputados, luego regresó a sus niveles de 1999, lo que seguía constituyendo una supremacía aplastante. Segunda fue una recrecida DA, liderada por Helen Zille, popular alcaldesa de Ciudad del Cabo, con el 16,7% de los votos, tercero el COPE con el 7,4% y cuarto, con el 4,5%, el declinante IFP de Buthelezi, muy perjudicado por la campaña de distinción etnicista practicada por su archirrival, que hizo su agosto distribuyendo pasquines y camisetas en las que Zuma era ensalzado como un "100% Zulu Boy".

Tras conocer los resultados de unos comicios que garantizaban su acceso a la jefatura del Estado, Zuma, con tono muy comedido y conciliador, anunció el comienzo de "un nuevo capítulo de armonía y colaboración" que le tendría a él como primer escribiente, ya que se disponía a ser "un presidente de todos, que trabajará para unir el país". El 6 de mayo Zuma fue investido por la Asamblea con el voto de 277 diputados y tres días después tomó posesión del cargo en el complejo gubernamental de Pretoria, el Union Building, en una multitudinaria ceremonia al aire libre a la que asistieron sus tres predecesores en el cargo y varios mandatarios africanos, entre ellos Mugabe.

En la jornada siguiente, 10 de mayo, el flamante presidente anunció la composición del Gabinete, que fue calificada por los medios de integradora, inteligente y pragmática. Motlanthe, tal como se esperaba, fue hecho vicepresidente, Maite Nkoana-Mashabane se estrenó como ministra de Exteriores, Lindiwe Sisulu pasó a Defensa, Dlamini-Zuma hizo lo propio en Interior y el liberal Pravin Gordhan reemplazó a Manuel en Finanzas.

Considerado un gestor económico competente con muy buena reputación en el exterior, el blanco Manuel, no obstante haberse solidarizado con Mbeki en la pasada trifulca, fue retenido por Zuma en el Ejecutivo como ministro de la Presidencia encargado de la nueva Comisión Nacional de Planificación, al frente de la cual coordinaría todas las actividades del Gobierno y en particular las relacionadas con la conducción de la economía, justo ahora en que, como resultado de la crisis global, la producción nacional sudafricana entraba en un período de recesión, el primero en 17 años. En el Gabinete tomaron asiento además Tokyo Sexwale, un carismático y multimillonario empresario, ex prisionero en Robben Island, que no ocultaba su ambición de pelear algún día por el liderazgo del ANC, y el secretario general del SACP, Blade Nzimande, nombrados por Zuma ministros de Asentamientos Humanos y de Educación Superior, respectivamente.

Despejadas algunas incógnitas sobre las intenciones de gobierno de Zuma, la especulación periodística del momento se centró en un tema bastante más mundano: cuál de sus tres parejas formales con proyección pública ejercería las funciones de primera dama. Tanto las dos esposas, MaKhumalo y Mantuli, como Mabhija, la novia-consorte, estuvieron presentes en la ceremonia de asunción, aunque también era cierto que hasta entonces el político no se había hecho acompañar por ninguna de ellas en los actos oficiales. Algunos comentaristas opinaron que Zuma podría dejarse guiar por la tradición de nuevo y optar por MaKhumalo, su primera y más antigua mujer, para desempeñar ese rol.

Jacob Zuma fue galardonado en 1998 con el Nelson Mandela Award for Outstanding Leadership y en 2001 recibió sendos doctorados honoríficos de las universidades de Fort Hare (en Literatura), Zululand (en Administración) y Medical of South Africa (en Filosofía).

(Cobertura informativa hasta 20/5/2009)