Iván Duque Márquez

El balotaje presidencial del 17 de junio de 2018 en Colombia, librado en un escenario altamente polarizado, tuvo como ganador a Iván Duque, candidato opositor del partido del uribismo, Centro Democrático. Político de corto pero brillante recorrido, Duque acumuló un peritaje técnico e intelectual como asesor del BID en Washington hasta 2013, cuando el ex presidente Álvaro Uribe le reclutó para su lista al Senado. Desde allí, aunando jovialidad, moderación y firmeza, se erigió en uno de los portavoces del frente del No en el plebiscito de 2016 sobre los Acuerdos de Paz entre el Estado y las FARC y traspuso a la legislación nacional su concepto de la Economía Naranja, una apuesta por las industrias creativas, la cultura y las nuevas tecnologías como motores del desarrollo económico. A su perfil decididamente innovador en este terreno añade una intención rupturista cuando pide dar la espalda a la "corrupción, la politiquería y el clientelismo"

El programa de Duque, quien rechaza ser ubicado en la derecha y se define a sí mismo como de "extremo centro", asume los compromisos, inequívocamente liberales, de bajar los impuestos en un país, según él, presa de la "asfixia tributaria" y "racionalizar" el gasto público, a la vez que aspira a subir las rentas laborales, robustecer la economía formal y potenciar el I+D+i. Aboga por reformas modernizadoras y dinamizadoras de la economía, aunque la lucha contra la desigualdad, extrema en Colombia, no abunda en su discurso, más atento a cuestionar la efectividad del actual sistema nacional de subsidios sociales, que desea orientar a los sectores más vulnerables. Sin embargo, el planteamiento de Duque que más da que hablar atañe a la seguridad y a la complicada implementación de las previsiones de la paz postconflicto: contrario a la "impunidad", quiere detener el aumento de la producción de coca con la erradicación forzosa de plantaciones ilícitas y cambiar aspectos clave del Acuerdo de Paz con las FARC y su justicia transicional, como que los antiguos jefes guerrilleros eludan juicio por narcotráfico o que, habiendo cometido crímenes de lesa humanidad, puedan presentarse a elecciones sin haber "cumplido una pena efectiva y proporcional".

Aquí, el próximo presidente de Colombia, descrito habitualmente como el "rostro amable" del uribismo, habla de "correcciones" y no de "hacer trizas" la segunda versión del Acuerdo de Paz suscrito en 2016, dando cumplimiento al vademécum de desmovilización, desarme, reinserción, verdad, justicia, reparación y no repetición. Una postura pretendidamente ecuánime que abre distancias de los sectores más intransigentes de su partido y que se hila al compromiso de consolidar el controvertido proceso de paz realizado por el presidente saliente, Juan Manuel Santos, un gobernante muy criticado por Duque. El nuevo inquilino de la Casa de Nariño niega que vaya ser un "títere" de su introductor en política, mentor y jefe partidario, Uribe, cuya enorme influencia, de todas maneras, solo puede intensificarse luego de las grandes ganancias de Centro Democrático en las elecciones legislativas de marzo y del fracaso institucional del santismo, achicado en el Congreso y expulsado del Ejecutivo. Otros de los retos de Duque, que de acuerdo con la reforma constitucional de 2015 no podrá optar a la reelección en 2022, son dar salida a las estancadas conversaciones con la última guerrilla en activo, el ELN, y manejar el desbordamiento de la crisis venezolana, que está provocando un éxodo humano hacia Colombia.


(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 6/7/2018. Iván Duque concluyó su ejercicio presidencial de cuatro años el 7/8/2022; su sucesor en la jefatura del Estado fue Gustavo Petro).

1. Un especialista en consultoría económica reclutado por el uribismo
2. Candidato presidencial de la oposición conservadora al presidente Santos y victoria sobre el centroizquierda


1. Un especialista en consultoría económica reclutado por el uribismo

El presidente de Colombia para el período 2018-2022 se crió en el hogar bogotano de un matrimonio de profesionales de la política y el servicio público. El padre, Iván Duque Escobar, fallecido en 2016, fue un destacado miembro del Partido Liberal Colombiano (PLC), en cuyas filas fungió como gobernador del departamento de Antioquia, ministro de Minas y Energía, y Registrador Nacional del Estado Civil entre 1981 y 2002, bajo las administraciones presidenciales de Julio César Turbay Ayala, Belisario Betancur Cuartas y Andrés Pastrana Arango, respectivamente. En cuanto a la madre, Juliana Márquez Tono, era politóloga egresada de la Universidad de los Andes.

Joven de carácter afable, amistoso y apasionado de la música, Iván Duque júnior emprendió unos estudios superiores que apuntaban al perfil profesional de su padre, el cual, antes de alcanzar posiciones de alto relieve político, desarrolló un carrera de abogado, auditor y gerente de empresas públicas. En 2000 se licenció en Derecho por la Universidad Sergio Arboleda, casa de estudios privada de Bogotá, y posteriormente, hasta 2007, obtuvo sendos másteres en Derecho Internacional Económico del American University Washington College of Law y en Gerencia de Políticas Públicas de la Georgetown University School of Continuing Studies. Según su currículum oficial, Duque realizó también diversos cursos de posgrado especializados en la Universidad de Harvard.

Ya antes de graduarse en la Sergio Arboleda, en 1999, Duque empezó a trabajar como consultor para la Corporación Andina de Fomento-Banco de Desarrollo de América Latina (CAF). A continuación, mientras profundizaba su formación jurídica, económica y gerencial en las universidades de Washington, pasó a desempeñar tareas de asesoría y administración ejecutiva para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), labor que se prolongaría durante 12 años. En todo este tiempo, el joven técnico colombiano, por cuyo despacho pasaban los trámites para la concesión de créditos del BID a los estados miembros por valor de miles de millones de dólares, tuvo a su cargo la División de Cultura, Creatividad y Solidaridad de la organización financiera, y fue el consejero principal de su Dirección Ejecutiva para Colombia, Perú y Ecuador.

Aunque centrado en su labor funcionarial en Washington como representante de Colombia en el BID, en la primera década del siglo Duque, a caballo entre la veintena y la treintena de edad, no ignoró los servicios de asesoría directa al Gobierno colombiano. Así, trabajó para el Ministerio de Hacienda en el último tramo del Gobierno del presidente Andrés Pastrana, del Partido Conservador (PCC), hasta 2002, y después entró en la órbita de colaboradores de Álvaro Uribe Vélez, elegido en origen como candidato del liberalismo conservador disidente y reelegido en 2006 bajo el impulso de la formación montada por sus partidarios, el Partido Social de Unidad Nacional, más conocido como el Partido de la U. Sin asumir compromisos propiamente políticos por el momento, Duque asesoró a la Administración Uribe en temas de política internacional.

Tras la llegada a la Presidencia del candidato del Partido de U en las elecciones de 2010, el ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos Calderón, Duque interrumpió sus vínculos consultores con la Casa de Nariño y potenció su faceta de asesor internacional. Hasta 2011 fue asistente del Panel Internacional que investigó el incidente turco-israelí en torno a la violenta interceptación militar, con el resultado de varios muertos, de la flotilla internacional propalestina que intentó romper el bloqueo de la franja de Gaza llevando un cargamento de ayuda humanitaria.

Por otro lado, Duque, dejando ver sus inquietudes intelectuales, le cogió gusto a la reflexión escrita. Además de colaborar con artículos en varias cabeceras de prensa, publicó los libros Pecados monetarios, Maquiavelo en Colombia y, ya en 2013, conjuntamente con su colega del BID Felipe Buitrago Restrepo, La Economía Naranja: Una oportunidad infinita.

En este ensayo, editado precisamente por el BID, los autores teorizaban sobre la importancia clave que las actividades culturales, artísticas y, en general, todas las consideradas creativas y enriquecedoras de las personas, tenían para el desarrollo de las economías nacionales, debiendo vérselas como unos sectores generadores de ganancias contables y de riqueza general, de cara al futuro inmediato tanto o más decisivos que el sector primario, la industria secundaria o los servicios financieros. En 2015 Duque iba a profundizar su noción del impacto transformador, en el mundo posterior a la Gran Recesión, de las industrias creativas, los negocios del ocio y el entretenimiento, y el I+D+i en su cuarto libro, de título El efecto naranja: Innovación e ideas políticas en la sociedad poscrisis.

En 2013, cuando arreciaba la cruda pendencia política entre Santos y Uribe, quien acusaba a su sucesor de "traicionar a la patria" por replantear la estrategia de Seguridad Democrática y embarcarse en negociaciones de paz con la narcoguerrilla de las FARC, y que ya había roto con el oficialismo formando con descontentos del Partido de la U y el PCC la agrupación Centro Democrático, Duque puso término a su década larga de servicios profesionales en el BID y se instaló definitivamente en Colombia con la idea de hacer carrera política dentro del uribismo.

Séptimo en la lista cerrada de candidatos, capitaneada por Uribe, de Centro Democrático al Senado para las legislativas del 9 de marzo de 2014, Duque, aún por debajo de los 40 años, resultó elegido junto con otros 19 colegas y el 20 de julio siguiente tomó posesión de su escaño con un mandato de cuatro años. A continuación, el 7 de agosto, arrancó la segunda Administración de Santos, ganador sobre el postulante del uribismo, Óscar Iván Zuluaga Escobar, en el balotaje presidencial del 14 de junio.

El debutante en la Cámara alta del Congreso de la República y en la oposición al Gobierno Santos no tardó en llamar la atención por sus cualidades. Descrito como un parlamentario hacendoso y excelente orador, y como un político con incontestable madera de líder, Duque dejó su firma de redactor en cuatro leyes aprobadas en esta legislatura, entre septiembre de 2016 y mayo de 2017: la que permitía retirar cesantías para costear matrículas universitarias a través de seguros educativos; la que aumentaba la licencia por maternidad en el Código Sustantivo del Trabajo; la que regulaba el uso de desfibriladores en transportes de asistencia médica y lugares públicos; y en particular la denominada Ley Naranja, una adaptación normativa en toda regla del conocido aporte conceptual del senador y autor, para el fomento de las industrias creativas, entendidas por tales las que generasen valor por bienes y servicios fundamentados en la propiedad intelectual.

Sus colegas del hemiciclo distinguieron como senador revelación a Duque. Ahora bien, su empaque político excedía con mucho el marco puramente legislativo y, por ejemplo, se convirtió en una de las voces más audibles a lo largo de la intensa polémica nacional generada por la firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno y las FARC-EP, que pusieron fin al conflicto armado más antiguo (desde 1964) de América. Convencido de que los Acuerdos hacían demasiadas concesiones a la guerrilla para su desarme, desmovilización y reintegración en la sociedad civil, el senador de Centro Democrático integró el comando de líderes de la campaña por el No en el plebiscito del 2 de octubre de 2016, con el que Santos esperaba refrendar los Acuerdos.

Tras producir la consulta nacional la inesperada derrota del Sí y el triunfo de quienes exigían unos nuevos términos de paz con las FARC, Santos se apresuró a abrir una mesa de diálogo con el uribismo. El ex presidente aceptó la invitación y designó a Duque, Zuluaga y Carlos Holmes Trujillo, el candidato a vicepresidente en las elecciones de 2014, portavoces de las propuestas que Centro Democrático quería hacer para enmendar y corregir los Acuerdos de Paz, sobre todo en lo concerniente al marco de la llamada justicia transicional y el empoderamiento político de los jefes guerrilleros. El trío de interlocutores por parte del Gobierno para parlamentar con los delegados del frente del No lo conformaban el negociador jefe Humberto de la Calle, la ministra de Relaciones Exteriores María Ángela Holguín y el ministro de Defensa Luis Carlos Villegas.

Duque y sus compañeros no salieron satisfechos del diálogo con el Ejecutivo y a finales de noviembre de 2016 los senadores uribistas, junto con parte de los conservadores, molestos por que Santos hubiera ignorado varias de su peticiones y por lo precipitado de un proceso de refrendación parlamentaria que pugnaba con la opinión expresada por los colombianos en el plebiscito, se abstuvieron en la votación congresual que ratificó el nuevo Acuerdo Final de Paz, suscrito previamente por el Gobierno y las FARC, y cuya entrada en vigor tuvo lugar el primero de diciembre.


2. Candidato presidencial de la oposición conservadora al presidente Santos y victoria sobre el centroizquierda

Su descollante actuación política entre 2016 y 2017 posicionó a Duque como uno de los miembros de Centro Democrático mejor valorados por afiliados y simpatizantes para candidatear a la Presidencia de la República en las elecciones de 2018. Con el fin de definir a su abanderado presidencial, la formación opositora recurrió al innovador procedimiento de las encuestas internas, una especie de primaria indirecta, desarrolladas en tres rondas entre noviembre y diciembre de 2017. Cinco eran los precandidatos para batirse: además de Duque, Carlos Holmes, Rafael Nieto Loaiza, Paloma Susana Valencia Laserna y María del Rosario Guerra de La Espriella, tratándose de senadoras las dos últimas.

En la primera encuesta, dada a conocer el 28 de noviembre, Duque se destacó el primero con el 20,5% de las preferencias; Guerra, quinta, quedó eliminada. En la segunda encuesta, publicada el 5 de diciembre, Duque se mantuvo en cabeza, seguido de cerca por Holmes, mientras que el precandidato apeado esta vez fue Valencia. En la tercera y definitiva encuesta, el 10 de diciembre, el anterior funcionario del BID se llevó la candidatura con el 29,5%, al tiempo que Holmes y Nieto empataban en el 20,1%.

Duque, presentado por doquier como el más estrecho lugarteniente y el delfín de Uribe, quien no dejaba de prodigar muestras de afecto y confianza en él, ya tenía la postulación presidencial por Centro Democrático, pero ahora se trataba de aglutinar apoyos de otros sectores del segmento del centro-derecha colombiano para enfrentar con opciones de éxito una contienda nacional que se prometía bastante reñida.

Las conversaciones cristalizaron en enero de 2018 con la presentación de la Gran Alianza por Colombia, en la que Centro Democrático compartía empresa electoral con tres grupos significativos de ciudadanos (GSC, o plataformas de apoyo a un aspirante): el GSC Por una Colombia Honesta y Fuerte de Marta Lucía Ramírez Blanco, anterior ministra de Defensa, candidata presidencial en 2014 y uno de los pesos pesados del conservatismo colombiano; el GSC La Patria de Pie del ex Procurador General Alejandro Ordóñez Maldonado; y el GSC Colombia Justa Libres de Ricardo Arias Mora.

A continuación, el 11 de marzo, Duque, Ramírez y Ordóñez, aspirantes los tres a la Presidencia, se midieron en la llamada Gran Consulta por Colombia, una verdadera primaria abierta a todo colombiano censado. El desenlace fue la victoria aplastante del uribista con el 67,7% de los votos, en términos absolutos, más de cuatro millones de respaldos. Tras conocerse los resultados, Duque anunció que Ramírez, quien tenía de su lado a figuras del PCC como el ex presidente Pastrana, sería su fórmula vicepresidencial. En la misma jornada el país sudamericano celebró elecciones legislativas y en ellas Centro Democrático experimentó fuertes subidas: el uribismo arrebató, con el 16,4% de los votos y 19 escaños, la primera posición en el Senado y estuvo a punto de reproducir este logro en la Cámara de Representantes, donde obtuvo 32 puestos, tres menos que los liberales. Se hizo notar el hundimiento del Partido de la U, la formación del presidente Santos,

En su primer discurso como candidato de la Gran Alianza, Duque lanzó mensajes de unidad de los colombianos, quienes debían mirar el futuro sin encasillamientos del tipo "amigos o enemigos de la paz", y en torno a un anhelo común de "legalidad" y de superación del "miedo", pasando página a la "impunidad" y el "clientelismo", así como a la "asfixia tributaria". Duque tuvo palabras de alabanza para su jefe de filas y mentor, Uribe, al que agradeció "su apoyo incondicional, su amistad y su amor por Colombia", y subrayó que las fuerzas de la Gran Alianza estaban listas para impedir "que a nuestro país lleguen las tentaciones del autoritarismo populista que arruinó a Venezuela". Se trataba de una alusión directa a las atribuidas simpatías prochavistas y procastristas del principal candidato presidencial de la izquierda, el ex alcalde bogotano y ex senador Gustavo Petro Urrego.

Duque adelantó los contenidos del que sería su programa para las elecciones presidenciales del 27 de mayo de 2018 en el libro IndignAcción: Ideas para la Colombia del futuro, dado a conocer en mayo de 2017. Aquí, el autor explicaba su visión del país, reiteraba sus propuestas de cambio en el marco de la Economía Naranja y diagnosticaba la existencia de un estado de "indignación" ciudadana que se nutría de múltiples factores negativos, como el "derroche del Gobierno", los "impuestos asfixiantes", la "falta de atención en salud y educación", la "debilidad en la provisión de servicios básicos", los "abusos y concesiones a las FARC", la "debilidad de las instituciones" y la realidad cotidiana de "corrupción, politiquería y clientelismo". Si se quería "evitar que el populismo prospere en nuestro país", tocaba "transformar la indignación en acciones de cambio", como "brindar seguridad efectiva con justicia ejemplar para los criminales", "recuperar la economía" y "construir equidad con una mejor asignación de los programas sociales hacia los más vulnerables".

En una clave abiertamente proselitista se enmarcó el sexto libro de Duque, El futuro está en el centro: Respuestas para la Colombia de hoy, publicado en marzo de 2018 y consistente en una selección de sus columnas de opinión aparecidas en la prensa colombiana en el último año.

Aunque explotaba las cartas de su juventud, su peritaje técnico e intelectual, sus ganas de hacer reformas modernizadoras de signo puntero o vanguardista, su alejamiento pragmático de la añeja dicotomía derecha-izquierda ("soy de extremo centro", declaró en mayo de 2017) y su desidentificación con las malas prácticas de la vieja política colombiana, el candidato uribista no dejó de atizar las controversias ideológicas al alimentar la estrategia de equiparar la opción de Gustavo Petro, animador del GSC Colombia Humana y respaldado por otras cinco colectividades entre las que estaba el Partido Comunista, con el socialismo bolivariano y sus ruinosas consecuencias en la vecina Venezuela. Por cierto que para él, el presidente venezolano y sucesor de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, era un "dictador" y un "genocida", pero esto tampoco debía dar pie, opinaba Duque, a supuestas soluciones para la crisis absoluta que abismaba Venezuela como una intervención militar avalada por la OEA, la cual venía condenando al régimen de Caracas por su falta de legitimidad democrática, su quiebra del orden constitucional y su desprecio a los Derechos Humanos.

A su vez, Duque, quien el 10 de abril causó baja en el Senado, fue blanco de un reguero de imputaciones, consideradas maliciosas o directamente falsas por Centro Democrático, como que auspiciaba un neoliberalismo económico poco menos que salvaje, que había tenido tratos con la Organización Odebrecht, en la picota internacional por su gigantesca red de sobornos a varios gobiernos del mundo (el colombiano entre ellos) o que su partido había contratado los servicios del especialista venezolano en marketing electoral Juan José Rendón para hacerle una "campaña sucia" a Petro y su Lista de la Decencia. Ahora bien, el propio Rendón reconoció estar asesorando al uribista. Además, para sus oponentes de la izquierda estaba claro que Duque, de llegar a la Presidencia, no sería más que un mandado de su mentor, Uribe. Otro retrato personal espurio, según Duque, pues si bien él y Uribe tenían "muchas coincidencias", también era cierto que entre ellos existían "muchas diferencias". "No soy títere, ni Uribe es titiritero", pretendió zanjar el candidato a finales de mayo.

En su plantel de propuestas de Gobierno, el opositor enfatizó la transparencia del funcionamiento de la administración y las instituciones del Estado, la mano dura con la corrupción ("cárcel con barrotes para los corruptos"), la "racionalización" del gasto público, la simplificación del sistema tributario para personas físicas y empresas, la bajada de las cargas impositivas y contributivas en la economía productiva con el objeto de "mejorar salarios" e "invertir en los trabajadores con talento", la formalización del empleo sumergido, la mejora de la calidad educativa y la sostenibilidad medioambiental. "Nuestra propuesta es bajar los impuestos y subir los salarios de manera significativa", resumía en su programa Duque, quien negaba categóricamente que tuviera intenciones de retrasar la edad de jubilación, y sí en cambio de conseguir que más trabajadores cotizaran para tener derecho a pensión y que la población desprotegida "prefinanciara" su cobertura de pensiones a través del nuevo Fondo de Ingreso Mínimo Garantizado. Ahora bien, esta política de "equidad" del Estado estaría ajustada a unos "esquemas financieros sostenibles".

No podían faltar las medidas para la potenciación de la Economía Naranja con la creación de un Fondo Nacional ad hoc, el aprovechamiento integral de las nuevas tecnologías y la aceleración de la transición digital, incorporando los sistemas inteligentes y llevando a las plataformas de Internet todo tipo de servicios ciudadanos, trámites burocráticos y operaciones de pago. Metas concretas eran destinar a la inversión en I+D+i como mínimo el 1,5% del PIB y duplicar el PIB basado en el "sector creativo" para 2025.

La vigilancia de la seguridad, la lucha contra el narcotráfico y el endurecimiento de las penas a los criminales era otro de los apartados fuertes del programa del uribista, quien prometía establecer la obligatoriedad de la erradicación y sustitución de cultivos ilícitos, y proponía instaurar la cadena perpetua para violadores y asesinos de menores.

En cuanto al Acuerdo de Paz con las FARC, en espinoso proceso de implementación por el Estado, Duque, a diferencia del sector más radical e intransigente de su partido, no planteaba una enmienda a la totalidad del mismo pero sí el cambio de sus puntos más polémicos. Así, el candidato a la Casa de Nariño no aceptaba que los antiguos cabecillas guerrilleros hicieran política desde el Congreso sin antes haber pagado por sus "crímenes de lesa humanidad" y que los delitos del narcotráfico estuvieran cubiertos por la amnistía. Evitar esta "impunidad" iba a requerir la imposibilidad legal de que los miembros de las FARC con crímenes a sus espaldas, una vez completados su desmovilización, desarme y reinserción, pudieran aspirar a cargos de elección popular sin haber cumplido "una pena efectiva y proporcional". También, la prohibición expresa en la Constitución de la existencia del narcotráfico como delito político conexo y apto para la amnistía.

En la elección presidencial de 27 de mayo de 2018 Duque, reforzado con la incorporación a la Gran Alianza por Colombia de los pequeños partidos Somos Región Colombia y Movimiento Independiente de Renovación Absoluta (MIRA), se puso en cabeza con el 39,3% de los votos, seguido de Gustavo Petro con el 25,1%. Cumpliendo los pronósticos, Duque y Petro pasaban a disputar un balotaje del que quedaron excluidos los siguientes aspirantes presidenciales: Sergio Fajardo Valderrama por la Coalición Colombia (formada por el Movimiento Compromiso Ciudadano, la Alianza Verde y el Polo Democrático Alternativo); Germán Vargas Lleras por una boleta donde confluían Cambio Radical, el PCC y el Partido de la U; Humberto de la Calle Lombana por el PLC; y Jorge Antonio Trujillo Sarmiento por Todos Somos Colombia.

En los posicionamientos previos a la segunda vuelta, Duque se granjeó entre otros los respaldos del PCC y el PLC (como colectividad, pues de la Calle, al igual que Fajardo y Trujillo, anunció que votaría en blanco), mientras que Vargas Lleras y Cambio Radical dieron a entender que favorecían la elección del uribista, aunque no llegaron a emitir un apoyo oficial. El 17 de junio, finalmente, Duque se proclamó jefe del Estado de Colombia para el período que empezaba el 7 de agosto de 2018 y concluía en 2022 con el 54% de los sufragios.

En su primera alocución como mandatario electo, Duque anunció su intención de ser "el presidente de todos los colombianos" y de "convocar un gran pacto nacional", pasando página a "la polarización, los agravios, las ponzoñas", y para gobernar "sin enemigos ni odios". Él no venía a "hacer trizas" el Acuerdo de Paz con las FARC, aunque sí acometería "correcciones" en los pactos con los ex guerrilleros para que, explicó, en "la paz que añoramos las víctimas sean el centro del proceso y garanticemos verdad, justicia, reparación y no repetición".

Iván Duque está casado con María Juliana Ruiz, abogada con una amplia experiencia laboral en la sede de la OEA en Washington. La pareja ha tenido tres hijos, Luciana, Matías y Eloísa.

(Cobertura informativa hasta 17/7/2018)