Idriss Déby

El presidente autocrático de Chad, Idriss Déby Itno, se presentó el 11 de abril de 2021 a su quinta reelección consecutiva, sobre el papel en un marco pluralista y competitivo pero en realidad de tintes plebiscitarios, al cabo de tres décadas en el poder. En este dilatado período, correspondiente a la mitad del tiempo transcurrido desde la independencia en 1960, la nación sahelo-sahariana ha conocido un desarrollo humano decepcionante (con las vecinas República Centroafricana y Níger, apenas menos pobres que ella, comparte las últimas posiciones en las tablas mundiales del PNUD) y una expectativa de despegue económico basado en el petróleo que no tardó en desvanecerse. Una expresión más gráfica adquiere su turbulenta realidad cotidiana de sequía democrática, rebeliones armadas en casa e intervenciones militares en la región.

El 19 de abril la Comisión Nacional Electoral Independiente (CENI) avanzó los resultados provisionales. Déby, candidato del gobernante Movimiento Patriótico de Salvación (MPS) con 68 años, había ganado su sexto período constitucional, con mandato hasta 2026, respaldado por el 79,3% de los votantes. El más adelantado de sus nueve contrincantes, Albert Pahimi Padacké, ex primer ministro, ya veterano de las elecciones de 2006 y 2011, y miembro del RNDT, un partido acomodaticio con el oficialismo, había obtenido el 10,3%. Atrás quedaba una campaña electoral caracterizada por el arresto de adversarios civiles, la violencia policial contra manifestantes pacíficos y el boicot del sector no transigente de la fragmentada y casi irrelevante oposición. La Corte Suprema se encargó de vetar a otros siete aspirantes presidenciales.

En la jornada siguiente, el portavoz del Ejército, coronel Azem Bermandoa Agouna, hizo a la nación un anuncio inesperado del más alto impacto: el presidente acababa de fallecer a causa de las heridas sufridas mientras comandaba sobre el terreno las operaciones de combate contra la nueva guerrilla del Frente para la Alternancia y la Concordia en Chad (FACT), que bajaba a toda velocidad desde su bastión del norte resuelto a tomar la capital, N'Djamena, y derrocar el régimen. "Fiel a su juramento al país, el mariscal de Chad, presidente de la República, jefe del Estado, jefe supremo de los ejércitos, Idriss Déby Itno, acaba de dar su último aliento mientras defendía la integridad del territorio en el campo de batalla", rezaba el comunicado leído por el oficial.

A falta de aclararse las circunstancias de este incidente violento, Déby, maestro de la supervivencia política, ha hallado trágicamente la muerte tratando de impedir el destino que él mismo infligió en 1990, siendo un coronel sublevado, al dictador que entonces mandaba en Chad, Hissène Habré, a su vez autor del golpe de Estado manu militari de 1982 y de quien Déby fuera lugarteniente de confianza. Ha sido el súbito final de un dirigente habilidoso en neutralizar amenazas internas y curtido en la dirección de ofensivas militares en una de las zonas más inestables y precarias del planeta. Su aguerrida participación en las coaliciones multinacionales contra el terrorismo que desborda las fronteras y quebranta la seguridad de seis países africanos, junto con su personal prooccidentalismo, le aseguraron al musulmán Déby, belicoso perseguidor del yihadismo desde Malí hasta Camerún pasando por Nigeria, el trato deferente de Francia, la UE, Estados Unidos y a ONU.

Todas estas potencias prefirieron no pedirle cuentas por su régimen altamente corrupto, represivo y autoritario, rasgos acentuados desde que en 2005 un referéndum constitucional removiera el límite de los dos mandatos presidenciales (cuando su primera reelección en 2001, Déby había prometido enfáticamente que no volvería a presentarse por tercera vez en 2006) y en 2018 una nueva Carta Magna, sucesora de la de 1996 e instauradora de la IV República chadiana, suprimiera el puesto de primer ministro. Ahora, muchos gobiernos expresan su pesar por la desaparición del jefe del ejército africano tenido por el más efectivo de la región en la lucha contra Boko Haram, ISWA y otros grupos militantes en las órbitas del Estado Islámico y Al Qaeda. Para Emmanuel Macron, el líder chadiano era un "amigo valiente" de Francia, pilar de su Operación Barkhane, del G5 del Sahel y de la Fuerza Multinacional Mixta que vela por la seguridad antiterrorista en torno al Lago Chad. Déby se trataba también del cuarto presidente africano más duradero, tras sus colegas de Guinea Ecuatorial, Camerún y Uganda, así como el duodécimo estadista mundial más veterano en el cargo. En 2016 llevó la presidencia anual de turno de la Unión Africana y en 2019 suscribió con el primer ministro Binyamin Netanyahu la reanudación de las relaciones diplomáticas chadiano-israelíes.

A renglón seguido de la necrológica de Déby, el Ejército chadiano ha anunciado la suspensión de la Constitución, el cese del Gobierno, la disolución de la Asamblea Nacional (que llevaba una década sin renovarse) y la formación de un Consejo Militar de Transición para llevar las riendas del país en los próximos 18 meses. La junta castrense, que sigue a las constituidas en 2019 en Sudán y en 2020 en Malí, queda bajo la presidencia del hijo del mandatario fallecido, Mahamat Idriss Déby, alias Kaka, general de 37 años fogueado en las expediciones antiyihadistas del Sahel y alto mando de la seguridad estatal. El hermano mayor de Mahamat, Brahim, fue asesinado en París en oscuras circunstancias en 2007. Por el momento, es una incógnita si los sucesores de Déby podrán desbaratar la arremetida del FACT, insurgencia no islamista que desató las hostilidades en la inhóspita región norteña de Tibesti, fronteriza con Libia (donde goza de la protección del poderoso general Jalifa Haftar), el mismo día de las elecciones y que no hace más que repetir lo que otros grupos insurrectos (FUC, UFDD), de los que es heredero, ya intentaron sin éxito en 2006 y 2008.

En sus 61 años de existencia estatal, Chad, historia de una secuencia interminable de guerras civiles (en toda regla cuatro, las de 1965-1979, 1980-1982, 1983-1986 y 2005-2010), conflictos exteriores (con Libia hasta 1987, con Sudán por Darfur en 2004-2010), aventuras expedicionarias (en República Democrática del Congo en 1998-2000, en República Centroafricana en 2001, 2003, 2010 y 2012-2014, en Malí desde 2013, más recientemente en Camerún, Níger y Nigeria), mudanzas violentas de poder, golpes de Estado abortados y rebeliones fulminantes, no ha conocido un período de democracia y paz.


(Texto actualizado hasta 22/4/2021. Para más información, puede consultarse el documento «Protagonistas de los golpes de Estado en el África Occidental francófona (2020-2023)», actualizado hasta el 15/9/2023).

Procedente del desértico nordeste del país, cerca de la frontera sudanesa, miembro de la minoría étnica Zaghawa y de religión musulmana, tras completar el bachillerato en el Lycée Jacques Moudeina de Bongor orientó su carrera a la milicia profesional, convirtiéndose en alumno de la Escuela para Oficiales de N'Djamena. En 1976 se facultó como piloto de aviones de transporte y paracaidista en Francia, en el Instituto Aeronáutico Amaury de la Grange de Merville. Estuvo al servicio de la junta militar del general Félix Malloum, que en 1975 derrocó al presidente civil François Tombalbaye, pero luego se enroló en las Fuerzas Armadas del Norte (FAN), guerrilla dirigida por el ex primer ministro Hissène Habré y que desde 1980 se enfrentó al Gobierno de Unidad Nacional de Transición (GUNT), el poder central de N'Djamena presidido por Goukouni Oueddei, así como al Ejército libio llegado en su apoyo.

Cuando Habré expulsó a Oueddei en una acción de fuerza en 1982, Déby, que había alcanzado importantes posiciones de mando en las FAN, se convirtió en el jefe del Estado Mayor de las nuevas Fuerzas Armadas Nacionales Chadianas (FANT) con el rango de coronel. Posteriormente marchó de nuevo a Francia, para un curso formativo en la Escuela Superior de Guerra Inter-Armas. En 1987 Habré le nombró su asesor para asuntos de seguridad y defensa. En este período, Déby fue también un comandante movilizado en las operaciones militares contra las nuevas insurgencias prolibias surgidas en el norte del país. Asimismo, se distinguió por su combatividad en el frente de guerra contra el Ejército libio.

Hacia 1988 Déby entró en contacto con los círculos conspirativos y él mismo intentó derrocar a Habré en un confuso golpe de Estado el 1 de abril de 1989. El complot involucró también a Hassan Djamous, su sucesor en la jefatura del Estado Mayor de las FANT, y al ministro del Interior, Ibrahim Mahamat Itno, a la sazón primos suyos, y se urdió en el contexto de la brutal persecución desencadenada contra los Zaghawa por Habré, quien pertenecía a la comunidad Gorane. El dictador desbarató la intentona, que costó la vida a Djamous y a Mahamat Itno, pero Déby consiguió escapar. El coronel prófugo se puso a salvo en Libia y luego en la región sudanesa de Darfur, donde reorganizó sus efectivos y, en octubre de 1989, inició las hostilidades guerrilleras contra el Gobierno chadiano.

El nuevo hombre fuerte de Chad
En abril de 1990 Déby constituyó el Movimiento Patriótico de Salvación (MPS) y el 10 de noviembre desencadenó una ofensiva general que le permitió capturar la capital, N'Djamena, el 2 de diciembre, horas después de huir Habré a Senegal. El 4 de diciembre Déby asumió formalmente el poder al frente de un Consejo de Estado, organizado a su vez por el Consejo Nacional de Salvación (CNS) del MPS, y prometió la instauración de una democracia, luego de ocho años de Gobierno dictatorial de Habré. La Unión Nacional para la Independencia y la Revolución (UNIR) de Habré, consagrado como partido único en el referéndum de 1989, quedó asimismo disuelto. Sin embargo, el 28 de febrero de 1991, frustrando las esperanzas de la población, el CNS dictó una Carta Nacional que postergaba al menos un par de años la celebración de elecciones pluralistas. El 4 de marzo siguiente el Consejo de Estado quedó disuelto, Jean Alingue Bawoyeu, dirigente de la Unión por la Democracia y la República (UDR), se estrenó como primer ministro del nuevo Gobierno y Déby tomó posesión de la Presidencia de la República.

Consolidado en el poder en virtud de su productivo entendimiento con París en materia de seguridad, luego la orientación estrictamente profrancesa de Chad no experimentó variaciones, Déby transformó el MPS en un partido político sin más ideología que el nacionalismo chadiano y demoró las elecciones hasta 1996. Ahora bien, desde el 4 de octubre de 1991 el pluripartidismo estuvo formalmente autorizado y desde el 7 de abril de 1993 operó un Consejo Superior de Transición, elegido por una Conferencia Nacional Soberana que reunió a 750 representantes de los partidos políticos, corporaciones de la sociedad civil y autoridades tradicionales y religiosas, así como de algunos grupos armados disidentes. El 31 de marzo de 1996 la nueva Constitución Nacional fue aprobada en referéndum con el 64,5% de los votos

Las elecciones presidenciales tuvieron lugar finalmente a dos vueltas el 2 de junio y el 3 de julio de 1996. Déby se presentó a las mismas al poco de otorgarse a sí mismo los galones de general de Cuerpo de Ejército. Las primera competición multipartidista en la historia del país (anteriormente, Chad solo había conocido una elección presidencial directa, la organizada en 1969 por el luego asesinado François Tombalbaye bajo su dictadura de partido único) se saldaron con la previsible victoria del musulmán norteño Déby, el cual se llevó el 69,1% de los votos en el balotaje frente al cristiano sureño Wadel Abdelkader Kamougué, antiguo oficial implicado en el golpe de Estado militar de 1975 y posteriormente líder guerrillero que durante la guerra civil había sido vicepresidente del GUNT y aliado de Goukouni Oueddei. Los candidatos de la oposición denunciaron fraude, pero los observadores internacionales negaron que los defectos constatados, aunque graves, resultaran determinantes para la victoria de Déby, quien inició su primer mandato quinquenal el 8 de agosto.

El 5 de enero y el 23 de febrero de 1997 tocaron los comicios a la nueva Asamblea Nacional de 125 miembros; de nuevo, se trató de la primera elección legislativa plural desde la independencia. El MPS obtuvo una mayoría simple de 65 escaños. Déby aceptó integrar en el Gobierno al partido de Kamougué, la Unión para la Renovación y la Democracia (URD), y a la segunda fuerza de la oposición en número de escaños, la Unión Nacional para la Democracia y la Renovación (UNDR) de Saleh Kebzabo, el tercer candidato más votado en las presidenciales, si bien reservó para el MPS los ministerios clave. Del MPS fue también el nuevo primer ministro, Nassour Guelendouksia Ouaido. Hasta entonces, el presidente había confiado el cargo a figuras, cinco desde 1991, pertenecientes a otras formaciones. En lo sucesivo, el MPS de Déby, pese a los mecanismos e instituciones propios de la democracia constitucional, funcionó como un partido hegemónico al ocupar todos los resortes del poder y controlar los medios de comunicación.

En los años siguientes, Déby superó varios complots golpistas y combatió con eficacia la esporádica actividad guerrillera de una serie de grupos insurgentes en el sur y el este del país, alzados en armas con la exigencia de un modelo federal del Estado. Su base étnica era por lo general cristiana, aunque no eran pocos los musulmanes que querían derrocar a Déby. Este frente rebelde multiforme y cambiante dio lugar a numerosos episodios bélicos de media o baja intensidad seguidos de iniciativas de paz de variada fortuna. La persistencia de estos focos facciosos cronificó la inseguridad en extensas áreas del país.

Entre 1998 y 2002 la guerrilla más amenazadora fue el Movimiento por la Democracia y la Justicia del Chad (MDJT), liderado por Youssouf Togoïmi, quien fuera ministro de Defensa y del Interior hasta 1997. El MDJT basó sus actividades en áreas próximas al macizo montañoso del Tibesti, en el desértico noroeste del país, fronterizo con Libia. En abril de 1999 esta guerrilla decidió coordinar sus actividades con otras dos oposiciones armadas, el Movimiento por la Democracia y el Desarrollo (MDD) y el Consejo Democrático Revolucionario (CDR).

Mientras mantenía a raya a sus enemigos de casa, Déby se mostró impasible con la prensa negativa de su régimen en la esfera exterior. Así, Amnistía Internacional denunció la práctica de ejecuciones sumarias, algunas extrajudiciales de presos políticos, otras de reos por delitos comunes y con carácter público, así como la comisión por la temida Guardia Presidencial de todo tipo de abusos contra la población civil. A pesar de haber impuesto un modelo de Estado unitario con predominio del eje cultural franco-árabe y claras preferencias musulmanas, Déby no toleraba la politización del Islam. A sus ojos, este fenómeno arrastraría inexorablemente a Chad de nuevo a la fractura religiosa y territorial entre el norte y el sur, trasfondo principal que había sido de la guerra civil de 1965-1979. Sin ir más lejos, este era el escenario que desde 1983 desgarraba al vecino Sudán, sumido en una sangrienta guerra civil.

Con el líder libio Muammar al-Gaddafi, desde el desastre militar de Faya Largeau (1987) resignado a abandonar sus sueños anexionistas en Chad, Déby alcanzó un excelente nivel de relaciones luego de fallar, el 3 de febrero de 1994, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya a favor de Chad en el litigio por la soberanía de la Franja de Aouzou, que seguía ocupada desde el final de la guerra libio-chadiana en 1988. Las tropas libias evacuaron el territorio sin problemas. De hecho, quedaba mucho de la vieja relación de amistad establecida en 1989, cuando el rebelde Déby gozó de la protección de Gaddafi y recibió en Libia el adiestramiento y la logística que hicieron posible el derrocamiento de Habré. La situación se repetía ahora, al prestar el Gobierno de Trípoli un importante apoyo al Ejército chadiano en sus enfrentamientos con el MDJT. También Sudán, pese a las características fuertemente islámicas de su régimen, figuraba ahora mismo entre los estados amigos, prolongándose así la mutua solidaridad inaugurada en 1989 con la acogida por Jartum del entonces prófugo Déby.

En el verano de 1998 Déby envió a la República Democrática del Congo no menos de un millar de soldados en auxilio del presidente Laurent Kabila, presencia que fue valorada por algunos observadores como puesta al servicio de los intereses del siempre intrigante Gaddafi en este país en llamas de África central. Las unidades chadianas, al igual que las sudanesas, sufrieron graves reveses en los frentes septentrionales y de la región de Kivu a manos de las guerrillas congoleñas y sus aliados, las tropas regulares ugandesas y rwandesas. En abril de 2000 se informó de la retirada del contingente chadiano, combatiente en un mismo bando junto con soldados angoleños, zimbabwos y namibios.

Muy dependiente en lo económico de Francia, la antigua potencia colonial subvenía las necesidades del paupérrimo Chad a través de la Agencia Francesa del Desarrollo. El Gobierno de París toleró, aunque con creciente impaciencia, los desórdenes administrativos y financieros del régimen de Déby, a cambio de mantener aquí un importante dispositivo militar (Épervier, en torno al millar de hombres) y de la participación de la compañía Elf-Aquitaine en la explotación de los recursos petrolíferos de Doba, al sudoeste del país.

En 1999 este proyecto estaba lastrado por el retraso en la construcción de un oleoducto para el embarque del crudo vía Camerún, la pérdida de interés de la petrolera francesa en el mismo y las dificultades para encontrar financiación exterior. El Gobierno de Déby, que mantenía un programa de ajuste estructural negociado con el FMI, fundaba sus expectativas de crecimiento económico en los ingresos de la producción algodonera y en las futuras rentas del petróleo. En 2000 la compañía estadounidense ExxonMobil se ofreció para bombear y dirigir el petróleo chadiano hasta el Atlántico por la ruta camerunesa, y Déby no dudó en suscribir con ella un acuerdo que la oposición política fustigó por parecerle sus términos desventajosos para el país. El consorcio puesto en marcha, que contaba con financiación del Banco Mundial, preveía empezar a exportar petróleo en 2003.

La expectación por el espectacular incremento de la renta nacional que el maná petrolero pudiera generar flotó sobre las elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2001, en las que Déby se enfrentó a seis candidatos, cinco de los cuales eran sureños. Sin necesidad de una segunda vuelta, el mandatario ganó la reelección para otros cinco años con el 63,2% de los votos, por delante de Ngarlejy Yorongar (FAR), Saleh Kebzabo (UNDR) y Wadal Abdelkader Kamougué (URD), a la sazón presidente de la Asamblea Nacional. Aunque todos ellos insistieron haber sido víctimas de un fraude escandaloso, los monitores internacionales se declararon moderadamente satisfechos con el desarrollo de la consulta. En los disturbios subsiguientes la Policía detuvo brevemente a los seis candidatos derrotados, que reclamaron la anulación de las elecciones. Luego, en las legislativas del 21 de abril de 2002, el MPS vio incrementada su cuota parlamentaria hasta los 113 diputados, una holgada mayoría absoluta. El 12 de junio siguiente Déby nombró primer ministro a Haroun Kabadi, su octavo titular del puesto desde 1991 y el tercero consecutivo perteneciente al MPS. Paralelamente, el Gobierno mantenía sendas mesas de negociación con el MDJT y el Ejército de Resistencia Nacional (ANR).

(Cobertura informativa hasta 1/7/2002)