Hu Jintao
Secretario general del PCC (2002-2012) y presidente de la República (2003-2013)
El primer líder del Partido Comunista de China (PCC) que no conoció como mayor de edad la ocupación japonesa, la guerra civil y el triunfo de la Revolución (él tenía seis años cuando Mao Zedong proclamó en Beijing la República Popular, el 1 de octubre de 1949) vino al mundo, según su currículum oficial, en la provincia oriental de Anhui, de donde era originaria su familia. Sin embargo, numerosos medios internacionales sitúan su verdadero terruño en Shanghai, ya que por la época de su nacimiento el padre regentaba sus negocios de mercadería desde la populosa urbe costera. Estas fuentes no oficiales informan que el muchacho creció y recibió su primera educación junto con sus dos hermanas mayores en Taizhou, ciudad de la aledaña provincia de Jiangsu donde la familia, sin duda susceptible de ser tildada de pequeño-burguesa por los maoístas, tenía otro establecimiento de venta y un inmueble que le sirvió de residencia cuando la ocupación nipona en Shanghai se hizo más dura.
En 1959 Hu emprendió estudios de Ingeniería Hidroeléctrica en la selecta Universidad de Qinghua (o Tsinghua), en Beijing, considerada el primer instituto de ciencia y tecnología del país. En las aulas conoció a su futura esposa, Liu Yongqing. En 1964 obtuvo el título correspondiente y al año siguiente recibió el carné de miembro del PCC, encuadrado en la Liga de la Juventud Comunista (LJC). Adquirió sus primeras responsabilidades profesionales como auxiliar en su departamento universitario, simultáneamente, tal como las fuentes del partido se encargan de subrayar, a las labores de instructor político en la LJC de Qinghua.
Ello aconteció unos meses antes de lanzar Mao (abril de 1966) contra sus detractores en la cúpula del partido y contra los cuadros sospechosos de revisionismo y derechismo la denominada Gran Revolución Cultural y Proletaria, suerte de efervescencia ultraizquierdista dentro de la revolución institucionalizada que, con los jóvenes Guardias Rojos como punta de lanza, sumió al país en una convulsión extrema y muy violenta. Pese a conocer directa y diariamente las agitaciones que hallaban en las facultades su mejor plataforma de expresión, parece que Hu, descrito por sus investigadores como un posgraduado sumiso a sus profesores y de porte intelectual o técnico, procuró no verse afectado por las peligrosas turbulencias, con las denuncias y los autos de fe ideológicos a la orden del día, haciendo de la discreción su mejor salvaguardia.
La organización Great Britain-China Centre (GBCC), que ha indagado sobre el personaje, revela que Hu no salió completamente indemne de los conflictos en las aulas. En tanto que miembro de un equipo de trabajo dirigido por Wang Guangmei, la esposa del presidente de la República y principal rival de Mao, Liu Shaoqi (convertido en la más notoria víctima de la Revolución Cultural), y aliado con las autoridades académicas representadas en el Comité universitario del partido, Hu sufrió una represalia relativamente benigna cuando los estudiantes radicales, respaldados por Mao, ganaron la partida a la facción institucional, que consistió en dos meses de "reforma a través del trabajo", a modo de reeducación política.
En el otoño de 1968, con la Revolución Cultural en su apogeo, Hu optó por dejar los enrarecidos despachos y laboratorios de Qinghua, que no parecían augurarle un próspero futuro profesional —y donde podría sufrir nuevas y potencialmente más severas represalias, según fueran los cambiantes vientos políticos—, y solicitó ser trasladado a la provincia de Gansu, en el lejano noroeste del interior, para, poniéndose a las órdenes del Ministerio de Recursos Hídricos e Hidroelectricidad, tomar parte en la construcción de la presa de Liujia. De todas maneras, su experiencia laboral a pie de obra, levantando viviendas para la población desplazada por el embalse, duró apenas un año: en 1969 consiguió un despacho de técnico burócrata en el IV Buró de Ingeniería de Gansu, dando comienzo en esta postergada región de la periferia una carrera de apparatchik que, considerando los estándares chinos, le reportó puestos de relevancia política a edades inusualmente tempranas.
En 1974 terminaron las obras en Liujia y Hu fue nombrado secretario en la Comisión de Construcción del Comité Provincial del PCC, y al año siguiente subdirector de la División de Gestión de Proyectos de dicha instancia. Desde ambas oficinas en la capital provincial, Lanzhou, Hu supervisó la construcción de varias plantas hidroeléctricas en los tramos superiores del río Huang Ho y se labró la confianza del responsable del partido en la provincia, Song Ping, futuro miembro (1989) del Buró Político y el Comité Permanente del PCC.
La muerte de Mao en septiembre de 1976, la subsiguiente derrota de la facción izquierdista de la Banda de los Cuatro capitaneada por su viuda, Jiang Qing, y el ascenso al poder, entre julio de 1977 y diciembre de 1978, de Deng Xiaoping, cabeza del ala moderada o pragmática —y, por ende, represaliada durante la Revolución Cultural— del PCC, espolearon la subida en el escalafón de una nueva hornada de tecnócratas, administradores y funcionarios que no estaban comprometidos con los excesos de la era maoísta, y Hu, con un historial de técnico del partido leal y competente, todo un dechado de corrección política, figuró entre los promocionados en los primeros años de la era Deng. Al adquirir cuotas de poder político, Hu abandonó las actividades relacionadas con la ingeniería.
Desde 1980 vicepresidente, y luego presidente, de la Comisión de Construcción de Gansu, así como vicesecretario del Comité Provincial de la LJC, y desde 1981 vicepresidente de la Comisión de Planificación Central, en septiembre de 1982 Hu dio el gran salto al ser elegido miembro suplente del XII Comité Central del PCC en representación de la LJC, una organización de masas con reputación de encuadrar a algunas de las mentalidades más reformistas del comunismo posmaoísta. Con 39 años, Hu era el más joven de los 211 miembros del Comité Central, nominalmente el principal órgano del partido entre congresos. En semejante ascenso mediaron Song Ping, quien le recomendó para el preceptivo curso de formación impartido por la Escuela Central del partido en Beijing, y Jiang Nanxiang, el rector de la Universidad de Qinghua destituido en 1966 por los maoístas, a quien Hu había defendido frente a los Guardias Rojos, y que ahora era vicepresidente de la citada Escuela de instrucción de cuadros altos.
Probablemente fueron Song y Jiang quienes presentaron al joven y prometedor Hu ante el entonces secretario general del partido, Hu Yaobang, a su vez el delfín del supremo dirigente del régimen (no obstante no ocupar las jefaturas orgánicas del partido, el Estado o el Gobierno), Deng Xiaoping. A comienzos de 1983 Hu ascendió en el Secretariado del Comité Central de la LJC hasta el segundo puesto, por detrás de Wang Zhaoguo, a quien, dicho sea de paso, iba a adelantar espectacularmente en la jerarquía del PCC una década después. Hu Qili y Qiao Shi, dos relevantes miembros del Comité Central del PCC ubicados en el ala reformista, se cuentan también entre los que quedaron gratamente impresionados de las dotes de su camarada de menor edad.
Durante unos años Hu alternó la residencia entre Beijing, donde atendía sus responsabilidades en los comités centrales del PCC y la LJC, y Lanzhou, donde subió a primer secretario del Comité Provincial de la LJC. En mayo de 1984 fue elevado también a primer secretario del Comité Central de la LJC y su pertenencia al círculo de Hu Yaobang se hizo más manifiesta. El disponer de tan influyentes padrinos no le garantizó, empero, una progresión sin baches, pues, a primera vista, así se antoja calificar su nombramiento en julio de 1985, en un contexto de pendencias entre las diversas camarillas ideológicas y personales en la cúpula del partido, como primer secretario del Comité del PCC en la meridional Guizhou, una de las provincias más atrasadas del país.
Ahora bien, batir un récord de juventud en el elenco de secretarios provinciales y ponerse al frente de una oficina que detentaba el verdadero poder político en el territorio por delante del gobernador civil que representaba al Estado, también podían considerarse una muestra de confianza en Hu de sus superiores. Significativamente, sólo tres meses después de instalarse en su despacho de la capital provincial, Guiyang, Hu fue hecho miembro pleno del Comité Central del PCC. En el XIII Congreso del PCC, celebrado del 25 de octubre al 1 de noviembre de 1987, Hu fue reelegido en el Comité Central, y en marzo de 1988 el primer plenario de la VII Asamblea Popular Nacional (APN) le eligió diputado delegado por Guizhou, su primera función representativa en el organigrama del Estado, si bien el Parlamento chino era entonces y es hoy una mera caja de resonancia de lo que decide el partido.
Todo indica que Hu volvió a salir bastante airoso de la defenestración, en enero de 1987, de su principal mentor, Hu Yaobang, caído en desgracia ante Deng por no haber reprimido las manifestaciones estudiantiles de diciembre de 1986 en Shanghai, actitud tolerante que puso de manifiesto su talante posibilista y que para los ortodoxos del partido constituyó una intolerable laxitud liberal-burguesa. En diciembre de 1988, pocos meses después de ser confirmado en su función en Guizhou, el partido le endilgó a Hu la difícil Secretaría del Comité en la región autónoma de Tíbet (Xizang), precisamente en un momento en que se recrudecían los enfrentamientos entre los nacionalistas tibetanos leales al Dalai Lama (en el exilio desde la fallida insurrección de 1959, nueve años después de la ocupación militar china) y las fuerzas de seguridad.
Puesto que no era precisamente un hombre de acción, Hu no parecía la persona más indicada para un cargo más susceptible de ser ocupado por oficiales del partido duchos en las tareas del orden y la represión de la disidencia —de hecho, todos sus antecesores tenían bagaje militar—, a menos que el centro pretendiera, precisamente, poner al mando en Lhasa a un civil habilidoso y persuasivo. El caso fue que cuando en marzo de 1989, en el 30 aniversario de la rebelión de 1959, estalló una insurrección de elementos lamaístas en Lhasa, a Hu no le tembló el pulso para lanzar a las tropas contra los amotinados y declarar la ley marcial, sofocando la revuelta con un balance de varias decenas de muertos y anticipándose en unos meses y a menor escala a lo que iba a suceder en el mismo Beijing con los estudiantes chinos. Bien es cierto que luego de la orgía de violencia Hu se esforzó en apaciguar las tensiones financiando la reconstrucción del grandioso Palacio Potala, corazón espiritual y cultural de la nación tibetana, y realizando diversas giras de inspección por el vasto territorio del trans-Himalaya.
Con todo, a partir del verano de 1990 Hu pasó todo el tiempo en Beijing, según los medios del partido porque su organismo no toleraba la baja presión atmosférica de Lhasa, a 3.650 metros de altitud. El celo mostrado en Tíbet más su forzada permanencia en Beijing, donde podía hacerse ver mejor por patrocinadores efectivos y potenciales, dieron alas a sus posibilidades de promoción en el XIV Congreso del partido, a celebrar del 12 al 18 de octubre de 1992. Con los buenos oficios de Song Ping y de Qiao Shi, y la aquiescencia otorgada de mejor gana por Deng —presto a promover a los dirigentes jóvenes con buenas credenciales profesionales como mejor estrategia para arrebatar cuotas de poder a sus enemigos entre la gerontocracia, de siempre hostiles a sus reformas de tipo capitalista—, en el congreso Hu no sólo fue elegido para el Buró Político del Comité Central formado por 23 dirigentes, sino también para el más restringido Comité Permanente, verdadero sanedrín del poder integrado por los siete primeros listados en la composición del Buró Político, sustituyendo precisamente a Song.
Hu aparecía como el séptimo de la jerarquía y de nuevo era, con diferencia, a sus 49 años, el más joven de todos: el siguiente miembro del Comité Permanente de menor edad, Li Ruihuan, era ocho años mayor que él. Ya entonces la mayoría de los analistas señalaron al joven Hu como el elegido por el nonagenario en ciernes Deng (cuyo yerno, Zhang Hong, había sido compañero de clase de aquel en Jiangsu) para suceder en su momento al que entonces era su tercer delfín (tras Hu Yaobang y Zhao Ziyang, caídos por confundir la apertura económica con la apertura política), Jiang Zemin, otro dirigente de trayectoria eminentemente tecnocrática, que ascendió abruptamente a la Secretaría General del partido tras los sucesos de Tiananmen en junio de 1989 y que justamente acababa de consagrarse en el XIV Congreso.
Los comentaristas internacionales presentaron a Hu como un reformista y como lo menos parecido a un conservador, pero más por el elenco de dirigentes con los que se había relacionado, todos de nítida personalidad liberal en lo económico, que por sus propias credenciales en este aspecto, pues hasta la fecha se había limitado a obedecer lo que le encargaban sus superiores. No faltaban quienes opinaban que, como consecuencia de este carácter discreto y reacio a los posicionamientos políticos particulares, el atribuido reformismo de Hu se hallaba, cuando menos, un tanto desdibujado. En 1993, sólo dos años después de haber entrado en ella como alumno, Hu asumió la dirección de la Escuela Central del partido, una institución con fama de arbitral en los debates sobre la ideología comunista y que ahora se convirtió en propagandista del denguismo. De juzgarle por sus retratos oficiales, Hu antojábase uno de los más fotogénicos miembros de la élite del partido, y podría pasar perfectamente por un político o un empresario de Taiwán, Hong Kong o Singapur.
La posibilidad de verse convertido en secretario general del PCC en un futuro no muy lejano no impidió que Hu presentara a lo largo de la década de los noventa un perfil más bien bajo. A diferencia de otros miembros del Buró Político, no realizó viajes a los países occidentales y tampoco se prodigó dentro de China. Reelegido miembro del Comité Permanente y del Secretariado del Comité Central en el XV Congreso del PCC, del 12 al 18 de septiembre de 1997 (siete meses después de fallecer Deng), en marzo de 1998 Hu agregó a sus funciones en el partido la alta oficina estatal de vicepresidente de la República, por votación de la IX APN. En este momento Hu figuraba como el quinto de la jerarquía del PCC, por detrás de Jiang, el presidente de la APN Li Peng, el primer ministro Zhu Rongji y Li Ruihuan, presidente de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo, una institución de atribuciones limitadas de cuyo Comité Permanente también era miembro.
El delfinazgo de Hu impuesto por Deng a Jiang se reforzó en el otoño de 1999 con la elección para sendas vicepresidencias en las comisiones militares centrales del partido (22 de septiembre) y el Estado (31 de octubre). Precisamente ese año trascendió su primera postura en política exterior al realizar la única alocución televisiva a la nación en nombre del Buró Político y convocar las marchas de protesta contra Estados Unidos de resultas del bombardeo aéreo del 8 de mayo, presuntamente accidental y con el balance de cuatro muertos, de la embajada china en Belgrado en el curso de la campaña militar de la OTAN contra Serbia durante la crisis de Kosovo. Esta actuación reforzó la suposición en algunos expertos de que Hu era un dirigente nacionalista identificado con las corrientes tradicionales de hostilidad a Estados Unidos.
En octubre y noviembre de 2001, tres años después de visitar Japón y Corea del Sur, Hu realizó también sus primeras salidas, a modo de presentación, a países europeos, concretamente a Rusia, Reino Unido, Francia, Alemania y España. A finales de abril de 2002 fue también a Estados Unidos, donde se reunió con el presidente George W. Bush y el secretario general de la ONU, Kofi Annan. Ante políticos y empresarios, Hu declaró la necesidad de profundizar las reformas de mercado en China, pero manteniendo su "carácter socialista", según la peculiar teoría establecida por Deng. Con esta circunspección, y a pesar del mutismo total del partido sobre la mudanza en ciernes, Hu llegó convertido en un secretario general in péctore al XVI Congreso del PCC, celebrado, con casi dos meses de retraso sobre la fecha original, entre el 8 y el 14 de noviembre de 2002, al surgir problemas de última hora ligados, al parecer, con las pretensiones de Jiang de asegurarse las máximas cotas de poder para él y sus protegidos después de ceder el mando del partido a Hu y de someter a los órganos rectores del partido a una vigorosa renovación, abriendo las puertas a la denominada "cuarta generación" de dirigentes.
El Congreso se desarrolló en el Gran Palacio del Pueblo de Beijing en medio del secretismo habitual y, siguiendo la pauta establecida desde el eclipse de Deng, llegó a su clausura con un elaborado equilibrio de consensos para dar satisfacción a todos los intereses en juego, aparentemente más de tipo personal que sesgados por diferencias de criterio sobre el ritmo de las reformas o sobre su traslación al terreno político, cosa que, según prescribe la herencia del denguismo, está fuera de discusión. El día 15 el Comité Central de 356 miembros (180 de ellos nuevos) votado en la víspera por los 2.114 delegados celebró su primer plenario y eligió a Hu para la Secretaría General, a los otros ocho miembros del Comité Permanente y al resto del Buró Político, sumando 25 miembros.
Hu presentó personalmente el nuevo Comité Permanente, incrementado en dos miembros como parte de la componenda colegiada. Salvo él mismo, ninguno de los integrantes del Comité Permanente anterior fue renovado. Siguiéndole en la jerarquía figuran Wu Bangguo, viceprimer ministro, coetáneo de Hu en la Universidad de Qinghua y con una trayectoria muy ligada a la empresa de Shanghai, y Wen Jiabao, de casi la misma edad que los otros dos, con un perfil científico y el escogido por Zhu Rongji para sucederle en la jefatura del Gobierno y en la dirección de la reforma económica. Además de Wu Bangguo, otros cinco miembros del Comité Permanente se relacionan con el denominado clan de Shanghai, organizado en torno a Jiang: Jia Qinglin, Zeng Qinghong, Huang Ju, Wu Guanzheng y Li Changchun, respectivamente los números cuatro, cinco, seis, siete y ocho de la jerarquía. Zeng Qinghong, en particular, ha sido citado por los medios internacionales como el protegido favorito de Jiang y a quien éste habría gustado ver ocupando el puesto de Hu.
Por lo demás, el ahora ex secretario general se aseguró el control, al menos por un tiempo, de buena parte de las palancas políticas al ser reelegido presidente de la Comisión Militar del Comité Central y continuar como presidente de la República, si bien este último cometido fue también traspasado a Hu el 15 de marzo de 2003 en el primer plenario de la X APN, el cual también eligio a Zeng Qinghong vicepresidente de la República, a Wu Bangguo presidente de la institución legislativa sustituyendo a Li Peng, y a Wen Jiabao primer ministro.
En estos cuatro meses hasta la asunción del segundo puesto supremo, Hu estuvo supeditado a Jiang en las cuestiones de política exterior que caen directamente bajo la competencia del Estado. Esta característica, más la propia cautela verbal de todos los dirigentes chinos no obstante la postura oficial del país definida sin ambages en el Consejo de Seguridad de la ONU, amparó la reluctancia de Hu a realizar una sola declaración durante la fenomenal trifulca internacional por la cuestión del desarme del régimen irakí de Saddam Hussein, cuya realización por los inspectores de la ONU con más tiempo y más medios Beijing defendió firmemente, aunque guardándose de suscitar enojo en el Gobierno de Estados Unidos como para poner en peligro las importantísimas relaciones comerciales.
Después del relevo efectuado con toda suavidad por la X APN, en vísperas del inicio de la invasión anglo-estadounidense de Irak, Jiang, siguiendo el ejemplo de Deng, se dispuso a retener durante uno o dos años más la jefatura de la decisiva Comisión Militar del Comité Central, una excelente atalaya desde la que fiscalizar e influenciar. Jiang, además, consiguió que el XVI Congreso insertara en la Constitución del partido, como substrato doctrinal del mismo nivel que el Pensamiento Mao Zedong y la Teoría Deng Xiaoping, su concepto de las Tres Representaciones, el cual, en síntesis, incorpora a las bases tradicionales del PCC, los campesinos, los obreros y los intelectuales, la nueva élite surgida de las reformas de mercado y formada por profesionales técnicos, empresarios, financieros y demás "fuerzas productivas avanzadas" (léase, capitalistas), esto es, los antiguos enemigos del pueblo, elogiados ahora por Jiang como "fuerzas emergentes en el proceso del cambio social", puesto que también son "constructores del socialismo de características chinas".
En las semanas previas al Congreso Hu emitió parcos comunicados apelando a mantener y reforzar la teoría denguista del socialismo de características chinas y a implementar la de Jiang sobre la triple representatividad del partido. Dos visiones, la segunda emanando de la primera, que, dicho sea de paso, apenas enmascaran el abandono paulatino de la praxis marxista y que convierten la fraseología de rigor en mera retórica para legitimar, a falta de cualquier atisbo de democracia, el monopolio del poder y la dictadura del PCC, o, más exactamente, de su casta dirigente.
El día de su elección como secretario general Hu no se mostró más locuaz y se limitó a alabar los "grandes logros" en los 13 años de mandato de Jiang y a pedir "unidad" para "construir la sociedad del bienestar, acelerar el proceso de modernización socialista y establecer un modelo de características chinas", un discurso más bien protocolario que dejaba sin respuesta todas las cuestiones principales y que apenas daba margen a sinólogos y hermeneutas. Tales son las dudas sobre las intenciones que alberga el, en buena parte todavía, enigmático Hu, que posiblemente no se decidirá a mostrar sus cartas hasta que no consolide su posición en los órganos del Estado y el partido, colocando en puestos clave a su propia camarilla o ramillete de hombres de confianza. De todas maneras los observadores estiman que con Hu, con mayor nitidez si cabe, seguirá funcionando el sistema de dirección colegiada instituido por Deng, que impide que la dictadura del partido adopte un cariz personalista, como sucedió absolutamente bajo Mao.
Puesto que no queda otra alternativa para la salvaguardia de la estabilidad social (primera obsesión de los dirigentes chinos desde la matanza de Tiananmen y la experiencia del colapso de la URSS, que ellos pueden presentar como la consecuencia nefasta de dar prelación a las reformas políticas sobre las económicas) en este gigantesco país de 1.300 millones de personas, Hu subrogará a Jiang en la prosecución de los ambiciosos objetivos de repetir las altísimas tasas de crecimiento económico registradas en las dos últimas décadas (exceptuando la cesura de 1989-1990) en otro período igual de prolongado, hasta cuadruplicar el PIB y obtener una elevación sustancial de los estándares de vida de esa mayoría de la población que aún no se ha beneficiado del espectacular desarrollo de la etapa de "transición" a la, eufemísticamente llamada, "economía socialista de mercado".
Nada ha dicho de momento este nuevo mandarín del régimen comunista de aspecto sutil, articulado, sobrio y nada carismático sobre cómo afrontar los principales problemas, cuyas dimensiones son las propias de un país donde todo se presenta a gran escala, del presente, que son también las amenazas del futuro inmediato: el crecimiento imparable del desempleo (la OCDE fijó la tasa del 3,6% para 2001) y el subempleo como consecuencia de los despidos en el sector público sometido a reconversión y privatización; el éxodo masivo de campesinos, entre 100 y 150 millones en las dos últimas décadas, a las megalópolis orientales y costeras, huyendo de los impuestos y la pobreza, y buscando trabajo en las nuevas industrias de capital privado; y, como consecuencia de los fenómenos anteriores, el agravamiento de las desigualdades, tanto entre las clases sociales que van tomando forma como entre el campo y la ciudad, un cuadro de asimetrías cuyo potencial desestabilizador el partido tiene muy presente y observa con preocupación.
Para prolongar el cacareado milagro económico y culminar la histórica transformación de China, el partido, según vienen a coincidir los expertos, tendrá que reformarse en consonancia con las mutaciones sociales y económicas que él mismo ha instigado desde el comienzo de la era Deng en 1978. Desde luego, Hu podría tomar esa dirección aperturista, que ya insinúa la Teoría de las Tres Representaciones con su luz verde a la obtención del carné de miembro por los otrora enemigos de clase. Por de pronto, en aras de la racionalización y la modernización de la estructura económica, la X APN aprobó en marzo de 2003 eliminar la otrora omnímoda Comisión Estatal de Planificación y Desarrollo, responsable hasta ahora de diseñar los tradicionales planes quinquenales, así como el Ministerio de Comercio Exterior y Cooperación Económica.
Si desde fuera se valora como perentoria la remoción de rigideces de índole política, empezando por una mayor transparencia informativa en la era de Internet y de la globalización económica, en la que China se ha zambullido con su ingreso en la Organización Mundial del Comercio y su suma a las áreas de libre comercio que construyen las organizaciones regionales APEC y ASEAN, otras transformaciones de tipo estructural se presentan inevitables e impostergables a los propios jefes comunistas, como puede ser la liberalización del sector bancario que, en manos del Estado, no cubre las necesidades financieras del huracán capitalista en curso. Por lo demás, parece totalmente descartado que Hu pueda propiciar una liberalización política interna que ponga en peligro los principios de un régimen antidemocrático que se aferra a su fachada comunista cuando cada día que pasa responde menos a esa condición (excepto, justamente, en el funcionamiento del PCC, rígidamente leninista) o que altere mínimamente el concepto, mínimo, que tiene el Estado chino sobre los Derechos Humanos de sus ciudadanos.
En cuanto a la política exterior, los estudiosos del tema también se muestran cautelosos a la hora de hacer prospectivas, aunque la opinión extendida es que Hu mantendrá la línea practicada por Jiang, sobre todo a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001, de moderación y pragmatismo en las relaciones con Estados Unidos y de implicación responsable en las problemáticas internacionales, si bien Hu podría poner un mayor énfasis en los tratos con la Unión Europea, Japón y Corea del Sur para compensar las "actitudes hegemónicas" de Washington, a cuyo programa de Defensa de Teatro Antimisiles (TMD), concebido para extender la Defensa Nacional Antimisiles (NMD) a los aliados en Extremo Oriente —Japón y Corea del Sur, precisamente—, China se opone frontalmente por considerarlo, más que dirigido contra la impredecible Corea del Norte, contra ella misma.
Lo mismo sería aplicable a la "sagrada misión" de la reintegración de Taiwán en la República Popular, recurriendo tal vez, más que a la amenaza de la fuerza y a las fanfarrias belicistas, a la seducción por la vía del incentivo empresarial y las garantías de autonomía económica y política, de acuerdo con el principio de "un país, dos sistemas" ya aplicado en 1997 con Hong Kong.
(Nota de edición: esta biografía fue publicada originalmente el 30/3/2003. Hu Jintao fue reelegido secretario general del PCC por el XVII Comité Central el 22/10/2007 y presidente de la República Popular China por la XI Asamblea Popular Nacional el 15/3/2008. Estos segundos mandatos al frente del Partido y el Estado concluyeron respectivamente el 15/11/2012 y el 14/3/2013. Su sucesor en ambos puestos fue, por decisiones del XVIII Congreso del PCC y la XII APN, Xi Jinping). |