Hassan Rouhani

Un clérigo de perfil moderado e intelectual, abierto al diálogo y perfectamente identificado con el sistema de la República Islámica, del que viene siendo uno de sus pilares, ha ganado las elecciones presidenciales celebradas en Irán el 14 de junio de 2013. El inesperado triunfo de Hassan Rouhani en la primera vuelta sobre un ramillete de adversarios laicos de derecha dura ha sido posible gracias a la movilización de los sectores pragmáticos, reformistas y demócratas. Estos, al cabo de un período de sojuzgamiento y marginación, patente en los ocho años del mandatario saliente, Mahmoud Ahmadinejad, se han aferrado a la candidatura centrista de Rouhani, quien sin embargo procede del ala conservadora, en la esperanza de que una presidencia suya permita reducir el poderío institucional de los reaccionarios y radicales del régimen, que han acudido divididos a las urnas, y traiga mayores cotas de libertad y tolerancia.

De 64 años y con el rango de hojatoleslam en la jerarquía shií, Rouhani reúne en su abultado currículum un elenco de cargos propios de su triple condición de jurista, académico y hombre de Estado. Ya antes de la Revolución de 1979 fue acólito del imán Jomeini, durante la guerra contra Irak desempeñó altas responsabilidades militares y desde 1989 ha sido sucesivamente miembro y secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, vicepresidente del Parlamento, miembro del Consejo de Discernimiento, presidente del Consejo de Investigación Estratégica y miembro de la Asamblea de Expertos. Amén de negociador nuclear jefe en 2003-2005, etapa diplomática en la que anunció a sus interlocutores occidentales la suspensión, luego revocada, del programa de enriquecimiento de uranio. En todos estos años, Rouhani trabajó estrechamente con los presidentes Rafsanjani, de quien puede considerarse discípulo y suplente -luego de excluir el Consejo de Guardianes su propia candidatura-, y Jatami, los cuales han pedido el voto para él, aunque es también, y el dato resulta clave, un hombre de confianza del ayatolá Ali Jamenei, el ultraconservador Líder Supremo de la República.

En su cautelosa evolución personal, pasó de aplaudir la represión de los estudiantes en 1999 a criticar el aplastamiento del Movimiento Verde una década después, gesto que le acercó al bando reformista sin adherirse a él. Significativamente, el partido al que pertenece, la Sociedad del Clero Combatiente, se ha abstenido de apoyar su postulación en un proceso electoral que, entre otras cribas, veta a quienes cuestionan el principio político jomeinista, de tintes teocráticos, que rige la República Islámica: el Velayat-e Faqih, o Gobierno directo de los expertos en la ley islámica.El contundente resultado electoral puede verse como un veredicto de condena a la presidencia de Ahmadinejad, una "era oscura", según Rouhani, caracterizada por la persecución de los disidentes, el auge del fundamentalismo religioso, las soflamas de confrontación, el aislamiento internacional y el fracaso económico. También, por las luchas de poder en la cúpula, bastante crudas, entre los partidarios de Ahmadinejad y los de Jamenei, escaramuzas en las que el sutil Rouhani no ha querido involucrarse.

El manifiesto del presidente electo, que el 3 de agosto tomará posesión con un mandato de cuatro años, incide en la superación de la desastrosa situación económica (recesión, depreciación monetaria, inflación, paro, pobreza) y en el arranque de una "interacción constructiva" con las potencias occidentales, a las que Rouhani confía en persuadir de que el programa de desarrollo nuclear iraní, considerado irrenunciable, es pacífico y no persigue la bomba atómica, lo que va a requerir de Teherán una cooperación mucho más transparente con la AIEA. La finalidad de la distensión en las relaciones con Estados Unidos y Europa es, asume Rouhani, rebajar el riesgo de un enfrentamiento bélico y el levantamiento de las sanciones de la ONU, aplicadas desde 2006, que están pasando una severa factura a la economía, caracterizada por la dependencia del petróleo, el peso del sector estatal y los precios subsidiados. En cuanto a la guerra civil de Siria, donde Irán, inquieta por un posible cambio desfavorable en la balanza estratégica regional, ya se ha implicado facilitando asistencia al régimen alauí de Damasco, Rouhani, sin ocultar sus simpatías pro Assad, pide una "solución negociada sin interferencias extranjeras".

Menos explícito se muestra el nuevo presidente iraní en el terreno sociopolítico. Aquí, Rouhani ofrece un "Gobierno de prudencia y esperanza" que, se supone, debería traer mejoras en la protección de libertades básicas que son violentadas sistemáticamente por las autoridades. En particular, ha hablado de promulgar una "carta de derechos civiles" y de propiciar la puesta en libertad de los principales líderes del Movimiento Verde, Mir Hossein Mousavi y Mehdi Karroubi, arrestados sin juicio desde 2011. Que él mismo reconozca que sus atribuciones ejecutivas en este caso están supeditadas a la autoridad suprema del Rahbar Jamenei, quien tiene la última palabra también en la política exterior y que junto con el Consejo de Guardianes y la judicatura (como el Parlamento, las Fuerzas Armadas y el aparato de seguridad, en manos de los conservadores) conforma una formidable estructura de mando y control constitucionales pero sin legitimidad electoral, pone de relieve su acotado margen de maniobra. Más allá del alcance del giro aperturista que Rouhani quiere auspiciar, hoy por hoy no parece creíble un enfrentamiento con Jamenei, el primer freno a cualquier reforma de signo democrático, por esta cuestión. Es más, el séptimo presidente de Irán se estrena en el cargo presumiendo de excelentes relaciones con el Rahbar, todo lo contrario que Ahmadinejad.

(Texto actualizado hasta junio de 2013)

1. Un historial de servicios a la Revolución Islámica
2. Miembro de las altas jerarquías del régimen con un perfil académico conservador
3. Papel como negociador nuclear con Occidente
4. Críticas a Ahmadinejad y aproximación a los sectores reformistas
5. Ganador de las elecciones presidenciales de 2013


1. Un historial de servicios a la Revolución Islámica

Hijo de un comerciante del bazar de Semnan que sufrió numerosas represalias por oponerse a la dictadura del Sha Mohammad Reza Pahlevi, desde muy temprana edad quiso ser clérigo de la fe shií y mujtahid, o experto en Derecho islámico, lo que requería un programa intensivo de estudios religiosos y legales. En 1960, con once años, ingresó en el Seminario de Semnan y en 1961 se trasladó a Qom, ciudad sagrada y el corazón cultural del Shiísmo, en cuyas aulas el seminarista recibió las enseñanzas teológicas de prestigiosas autoridades religiosas y académicas, entre ellas los grandes ayatolás Mohammad-Reza Golpayegani y Mohammad Fazel Lankarani.

El joven no descuidó su formación en las Humanidades seculares. En 1972 se licenció en Derecho por la Universidad de Teherán y años después amplió sus estudios jurídicos en el Reino Unido, en el Politécnico de Glasgow, hoy Universidad Caledoniana de Glasgow (GCU). En algún momento de su etapa lectiva, Rouhani, cuyo apellido familiar era Feridon, cambió de nombre para subrayar su perfil religioso; en persa, el término rouhani (también transliterado al alfabeto latino como rohani o rowhani), puede traducirse por clérigo o persona espiritual. Por otro lado, a los 20 años Rouhani se casó con una mujer cuyo nombre no ha trascendido. El matrimonio tuvo cinco hijos, uno de los cuales, un varón, iba a fallecer en 1992; según algunas fuentes, el joven cometió suicidio.

Desde mediados de los años sesenta Rouhani, inspirado por el ejemplo de su padre, estuvo profundamente involucrado en el movimiento de oposición política al régimen laico y prooccidental del Sha, el cual tenía como líder carismático al gran ayatolá Ruhollah Jomeini. Orador elocuente, pronunció sermones y arengas en diversos puntos del país, lo que le costó una serie de arrestos y prohibiciones. En 1977 su fervor político-religioso le indujo a adjudicar la dignidad de Imán (en este contexto, alusiva al último imán del Shiísmo Duodecimano, Muhammad al-Mahdi, desaparecido a los fieles en el año 941 de la era cristiana, año 329 de la Hégira) a Jomeini, quien ni confirmó ni desmintió este título con implicaciones sobrenaturales.

La comparación de Jomeini, implícita al referirse al imanato, con el venerado imán oculto que, según la tradición, un día reaparecería como Mahdi liberador fue hecha por Rouhani en el Gran Bazar de Teherán, en un sermón que tuvo mucha repercusión. Advertido de que la SAVAK, la temida policía secreta de la monarquía, le tenía en su lista negra, el osado mujtahid optó por refugiarse en Europa. Su primera parada fue Glasgow, donde se propuso ampliar su currículum en Derecho con los títulos de posgrado de máster y doctor. En el otoño de 1978, cuando en Irán ya estaba en marcha la revuelta popular contra el Sha, Rouhani se trasladó a París para estar cerca de Jomeini, que acababa de instalar su exilio en la capital francesa tras ser expulsado de Irak. Durante unos meses, el asilado iraní fue un participante habitual de las oraciones colectivas realizadas por Jomeini y su círculo en el suburbio parisino de Neauphle-le-Château. También, dirigió discursos de aleccionamiento a jóvenes compatriotas que estudiaban en Francia.

Tras el triunfo de la Revolución en febrero de 1979, Rouhani se sumó a los esfuerzos para apuntalar a la flamante República Islámica de Irán. Desde el primer día, en paralelo a la persecución y eliminación sistemáticas de los antiguos servidores del Sha, el nuevo régimen clerical hizo frente a violentas turbulencias por la división de las fuerzas revolucionarias en partidos y facciones que, con diversos grados de crudeza, discrepaban sobre el sistema de Gobierno que había de regir el Irán republicano, así como la tolerancia que debía dispensarse a los usos y costumbres sociales de influencia occidental. Él se mantuvo fiel a la interpretación jomeinista, que impuso como principio constitucional el Gobierno de los expertos en la ley islámica (Velayat-e faqih), según el cual los jurisperitos religiosos tenían la potestad de pronunciarse, y de gobernar y legislar en la práctica, sobre los asuntos de la esfera civil, lo que daba como resultado un sistema de característica teocráticas.

En un primer momento Rouhani se centró en las tareas de reorganización de las Fuerzas Armadas, muy debilitadas a causa de la Revolución y de las purgas de oficiales identificados con la depuesta dinastía Pahlevi. Fue en 1980 cuando recibió sus primeros puestos institucionales. Ese año salió elegido miembro de la primera Asamblea Consultiva Islámica (Majles-e Shora-ye Eslami) o Parlamento en representación de Semnan y en las listas del Partido Republicano Islámico, el vehículo electoral de las fuerzas conservadoras. En su primer mandato como legislador, Rouhani presidió el Comité de Defensa, cargo que a raíz del estallido de la guerra con Irak adquirió una importancia especial. El otro puesto de relieve asumido en 1980 fue la jefatura del Consejo de Supervisión del Servicio de Radiodifusión de la República Islámica, habitualmente citado con su sigla en inglés, IRIB.

En 1983 Rouhani tuvo desavenencias con el hojatoleslam Ali Akbar Hashemi Rafsanjani, presidente del Parlamento y director del IRIB. La disputa se cerró provisionalmente a favor de Rouhani, que pasó a ocupar el puesto de Rafsanjani, pero una intervención personal de Jomeini terminó con la restitución de este último y la marcha del primero del Consejo de Supervisión del ente público de radio y televisión. El encontronazo entre Rouhani y Rafsanjani a propósito de la política audiovisual dio pronto paso a una sintonía personal que el esfuerzo bélico contra Irak, al que los dos contribuyeron desde puestos de la mayor responsabilidad, cimentó insolublemente para el futuro.

En 1982 Rouhani fue incluido en el Consejo Supremo de la Defensa, a cuyo frente estaba el presidente de la República, el hojatoleslam, luego ayatolá, Ali Jamenei, un fiel ejecutor de las instrucciones de Jomeini. En su seno, y en el Alto Consejo para el Apoyo al Esfuerzo de Guerra, cuyo Comité Ejecutivo Rouhani encabezó a partir de 1986, los dos clérigos establecieron una relación estrecha, comparable a la existente entre discípulo y maestro. Además de participar en las grandes decisiones estratégicas que jalonaron la mortífera contienda, Rouhani fue igualmente un oficial civil con mando de operaciones sobre el terreno. Asimismo, desde 1986 y hasta pasados tres años desde el final de la guerra, en 1991, comandó la Defensa Aérea. En paralelo a las responsabilidades militares, Rouhani siguió desarrollando su carrera política. En 1984 renovó su mandato en el Majles, esta vez como diputado por Teherán, y en mayo de 1988 ganó su segunda reelección.

Por aquel entonces, luego de la disolución del Partido Republicano Islámico en 1987 por decisión por Jomeini, Rouhani estaba vinculado a la Sociedad del Clero Combatiente (Jame-ye Rowhaniyat-e Mobarez) de Teherán, facción conservadora de la que eran miembros también Rafsanjani, Mohammad-Reza Mahdavi Kani y el mismo presidente de la República, Jamenei. El Clero Combatiente tenía como rival a una facción de casi idéntico nombre, la Asociación de Clérigos Combatientes (Majma-e Rowhaniyun-e Mobarez), impulsada por el hojatoleslam Mehdi Karroubi y cuyos planteamientos, dentro de la ortodoxia islamista, podían considerarse de centro-izquierda. Las legislativas de 1988 fueron ampliamente ganadas por los Rowhaniyun pese a contar con solo unos meses de vida organizada. Como resultado de estos comicios, al año siguiente, Karroubi sustituyó a Rafsanjani en la presidencia del Parlamento.


2. Miembro de las altas jerarquías del régimen con un perfil académico conservador

En junio de 1988, poco antes del final de las hostilidades con Irak, Jomeini nombró a Rafsanjani comandante en jefe de las Fuerzas Armadas en funciones y Rouhani, su protegido, le acompañó como comandante en jefe adjunto. En octubre de 1989 el ayatolá Jamenei, nuevo Líder Supremo (Rahbar-e Moazam) y Guía de la ley religiosa (Vali-ye Faqih) en sustitución del fallecido Jomeini, confirmó su pertenencia al Consejo Supremo de Seguridad Nacional, que tomó el relevo al Consejo Supremo de la Defensa. En lo sucesivo, Rouhani fue el representante personal del Rahbar en este órgano, además de fungir como secretario del mismo durante 16 años, hasta 2005.

En 1991 Rouhani reforzó su posición en los altos escalafones del régimen al ser nombrado por Jamenei miembro del Consejo para el Discernimiento de los Intereses del Sistema (Majma-e Tashjis-e Maslahat-e Nezam). Este era el órgano constitucional encargado de arbitrar los conflictos que pudieran suscitarse entre el Parlamento y el poderoso Consejo de Guardianes de la Constitución (Shora-ye Negahban-e Qanun-e Assassi), a su vez responsable de verificar la compatibilidad islámica de las leyes aprobadas por el Majles y de decidir sobre la elegibilidad de los candidatos a este último, a la Presidencia de la República y a la Asamblea de Expertos (Majles-e Jobregan, encargada de elegir al Rahbar y de supervisar su labor).

El presidente del Consejo de Discernimiento, cuyas funciones incluían la asesoría del Rahbar, no era otro sino Rafsanjani, quien además era el presidente de la República desde 1989. En el Consejo, Rouhani puso bajo su cargo el Comité de Política, Defensa y Seguridad. Sus excelentes relaciones con Jamenei, el intocable mandamás contrario a toda liberalización política, y Rafsanjani, el cauteloso defensor del aperturismo económico, junto con sus impecables credenciales políticas y religiosas, aseguraron a Rouhani la superación de la criba preelectoral, muy exigente en estas ediciones, efectuada por el Consejo de Guardianes de cara a los comicios de 1992 y 1996. Férreamente controlado por los elementos más reaccionarios del régimen, el Consejo de Guardianes se cebó con las candidaturas ligadas a la Asociación de Clérigos Combatientes, que como expresión de protesta decidió boicotear las dos votaciones. En consecuencia, la Sociedad del Clero Combatiente dominó el Majles las dos legislaturas que cubrieron la mayor parte de la década de los noventa. Durante ocho años, hasta 2000, Rouhani fue el vicepresidente del hemiciclo supeditado a su titular, Ali Akbar Nateq-Nouri, así como el jefe del Comité de Política Exterior y de Defensa.

Por otro lado, Rouhani, poseedor ya del rango clerical de hojatoleslam –inferior al de ayatolá-, aprovechó estos años para reanudar los estudios de posgrado de Derecho que había dejado empantanados dos décadas atrás en la GCU de Glasgow. Empleando su nombre de nacimiento, Hassan Feridon, en 1995 recibió el Master's degree y en 1999 el Doctorado. Su tesis de licenciatura llevaba por título The Islamic legislative power with reference to the Iranian experience. Este fue el primer trabajo de una variada producción ensayística que hasta el presente se compone de una veintena de libros, editados en persa (fundamentalmente), inglés y árabe. Los temas tratados por esta bibliografía abarcan la jurisprudencia islámica, el pensamiento político islámico, la historia del Shiísmo, la figura de Jomeini y aspectos relativos a la seguridad nacional de la República Islámica.

Con la CGU el clérigo iraní escribió otra tesis académica en inglés titulada The flexibility of Shariah with reference to the Iranian experience. Además, en 2008 publicó en persa un primer volumen de memorias centrado en la época de la Revolución; en enero de 2013 iba a aparecer un segundo volumen, Sacred Defense, dedicado a los años de la guerra contra Irak. Del perfil académico y científico del autor dan sobrada muestra también su dirección, a partir de agosto de 1992, del Centro de Investigación Estratégica, un think-tank del Estado que en 1997 dejó de depender de la Oficina de la Presidencia de la República para convertirse en el brazo científico del Consejo de Discernimiento, y la dirección editorial o ejecutiva de varias publicaciones especializadas en cuestiones estratégicas, de seguridad y de política exterior.

Las dos publicaciones más destacadas, con un formato inspirado en la paradigmática Foreign Affairs de Estados Unidos, que han contado con la dirección de Rouhani son las revistas trimestrales Iranian Review of Foreign Affairs (IRFA), editada en inglés, y Ravabet-e Khareji (Relaciones Exteriores), editada en persa. Ambas lanzaron sus primeros números con el sello editorial del Instituto de Investigación Estratégica, dependiente del Centro de Investigación Estratégica, en la primavera de 2010 y la primavera de 2009, respectivamente.

La influencia de Rouhani en las altas instancias de la República Islámica ganó relieve tras la llegada a la Presidencia del hojatoleslam Mohammad Jatami, un clérigo genuinamente reformista, partidario de democratizar el régimen en un sentido radicalmente político y de aligerarlo de dogmatismo e intolerancia en los terrenos social y cultural, así como de normalizar las relaciones con Occidente. Perteneciente a la Asociación de Clérigos Combatientes, en 1997 Jatami se impuso en las urnas al derechista Nateq-Nouri con el decisivo apoyo de la nueva formación de Rafsanjani, los Sirvientes de la Construcción (Kargozaran-e Sazandegi), formada por tecnócratas de línea pragmática.

Rouhani ya no se presentó a las elecciones legislativas de febrero y mayo de 2000, que dieron una rotunda mayoría a los candidatos reformistas y progresistas encuadrados en los Clérigos Combatientes, los Sirvientes de la Construcción y el Frente de Participación del Irán Islámico. A cambio, fue llamado por Jatami para que le asesorara en cuestiones de seguridad nacional y en febrero pasó a formar parte, vía elecciones directas, de la Asamblea de Expertos, sin descargo de sus responsabilidades en el Consejo Supremo de Seguridad Nacional y el Consejo de Discernimiento.


3. Papel como negociador nuclear con Occidente

A lo largo de la decepcionante presidencia de Jatami, quien fracasó estrepitosamente en su propósito de conducir a la República Islámica por un sendero más democrático, Rouhani, si bien prefirió apartarse de la primera línea del enfrentamiento entre reformistas y conservadores, en la práctica tendió a identificarse con las fuerzas reaccionarias. Los sectores ultras y neofundamentalistas del régimen, bien instalados en el Consejo de Guardianes, el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas y los cuerpos de seguridad, y que contaban con los parabienes nada disimulados del Rahbar Jamenei, no escatimaron medios, incluidos la represión implacable de los manifestantes y el terrorismo de Estado contra periodistas, intelectuales y disidentes, para sabotear y, finalmente, aplastar un movimiento de reforma que apenas vio la luz.

Cuando la protesta estudiantil de julio de 1999, desatada en repudio a la ofensiva judicial contra las publicaciones liberales y que se saldó con un puñado de muertos, decenas de desaparecidos y un millar largo de detenidos, Rouhani adoptó una actitud dura, declarando que los revoltosos arrestados por actos de sabotaje urbano y destrucción de propiedades del Estado debían ser severamente castigados y afrontar incluso la pena de muerte si eran condenados.

El 6 de octubre de 2003 Jatami y Jamenei encargaron al secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional una misión diplomática y política del más alto nivel: encabezar un equipo formal de negociadores con las potencias occidentales y la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) en relación con el programa nacional de desarrollo nuclear. El mismo, según Teherán, perseguía unos objetivos estrictamente civiles y pacíficos, resumidos en la producción de combustible para centrales nucleares. Pese a la cruda batalla interna en el campo de la reforma política, los distintos partidos y facciones del régimen mantenían un consenso básico sobre el programa nuclear, considerado por unos y otros una apuesta estratégica ineludible de la República Islámica. Rouhani no se cansó de recordar que su país, "por principios éticos y religiosos", renunciaba de plano a dotarse de armamento de destrucción masiva.

A los representantes internacionales, en cambio, el programa de Irán, país signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), les parecía sospechoso por su opacidad y alcance, siendo motivo especial de inquietud las actividades de conversión y enriquecimiento de uranio, descubiertas por la AIEA en 2002 en las instalaciones de Isfahán y Natanz, de las que podría salir munición para armar bombas atómicas. Estados Unidos, que había incluido a Irán en un eje del mal junto con Irak y Corea del Norte, más que sospechas, albergaba una convicción sobre el particular.

Durante dos años, el políglota negociador en jefe, mezclando ambiguamente firmeza y posibilismo, condujo unas conversaciones que, con sucesivas rondas en Teherán, Bruselas, Viena, Ginebra y París, terminaron generando frustración en sus interlocutores occidentales, los cuales consideraron insuficientes las medidas de confianza concedidas por Irán. Aquellos fueron los ministros de Exteriores de Francia, Alemania y el Reino Unido, el Alto Representante para la PESC de la Unión Europea, Javier Solana, quien hablaba en nombre de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania (Grupo 5+1), y el director general de la AIEA, Mohammed El Baradei, quien en noviembre de 2003 informó que Teherán había incumplido reiteradamente sus obligaciones del Acuerdo de Salvaguardias, piedra angular del régimen de verificaciones estipulado por el TNP.

El 14 noviembre de 2004 Rouhani concedió a las tres potencias europeas en París un acuerdo por el que Irán se comprometía a suspender de inmediato su programa de enriquecimiento de uranio y a no poner trabas al régimen de verificación de la AIEA, a cambio de un paquete europeo de incentivos políticos, comerciales y tecnológicos, como la venta de aviones Airbus y la facilitación del ingreso en la Organización Mundial de Comercio (OMC). El Acuerdo de París, en realidad una reafirmación de los compromisos ya asumidos por el Acuerdo de Teherán del 21 de octubre de 2003, quedó en papel mojado al prevalecer el clima de desconfianza. Rouhani acusó de incumplimiento a los europeos, quienes por su parte se quejaron de que la suspensión del procesamiento de uranio 235 había sido incompleta. Con todo, el estilo personal de Rouhani dejó una grata impresión en los dirigentes occidentales que tuvieron que tratar con él.

Para la Administración Bush, la estrategia seguida por Rouhani y su equipo persiguió ante todo ganar tiempo, impedir que la comunidad internacional se pusiera de acuerdo sobre un castigo colectivo a Irán por su obstinación nuclear. En casa, el negociador fue a su vez criticado desde sectores derechistas, que le acusaron de haber sido blando con Solana y los cancilleres francés, británico y alemán. Lo cierto fue que el parón de la vía negociada, luego de separarse Rouhani del dossier nuclear, abrió las puertas a la asunción del expediente iraní por el Consejo de Seguridad de la ONU, la imposición de sanciones internacionales –sobre la mesa desde 2006- y hasta una hipotética acción armada de Estados Unidos. En 2011 Rouhani, desde el Centro de Investigación Estratégica, iba a publicar un voluminoso memorando de sus 678 días como negociador nuclear jefe titulado National Security and Nuclear Diplomacy.


4. Críticas a Ahmadinejad y aproximación a los sectores reformistas

La trayectoria política de Rouhani, hasta ahora absolutamente paralela a la línea oficialista del régimen, cuyas directrices tantas veces había ayudado a formular y ejecutar, experimentó un cambio con motivo de las elecciones presidenciales de junio de 2005. El hojatoleslam no dudó en respaldar la candidatura presidencial de su mentor, Rafsanjani, quien sin ser un verdadero reformista resultaba atractivo a muchos electores moderados, frente al representante de la derecha tradicional, Ali Larijani, y a los de la pujante derecha neofundamentalista, Mohammad Baqer Qalibaf, antiguo jefe de la Policía y señalado como el predilecto del Rahbar, y Mahmoud Ahmadinejad, el populista alcalde de Teherán.

Tras las candidaturas de Ahmadinejad y Qalibaf estaban los colectivos milicianos de basiyíes y pasdarán, muchos mulás de mezquita y la Alianza de los Constructores del Irán Islámico (Etelaf-e Abadgaran-e Iran-e Eslami), partido que había sacado el mayor número de escaños en las elecciones legislativas de 2004, caracterizadas por el veto en masa de candidaturas liberales por el Consejo de Guardianes, el llamamiento al boicot por los jatamistas y la elevada abstención. Aunque Rafsanjani se puso en cabeza en la primera vuelta, en la segunda, de manera completamente inesperada, el antiguo jefe del Estado fue arrollado por el edil capitalino. El 3 de agosto Ahmadinejad tomó posesión del cargo para los próximos cuatro años y doce días después llegó a su mesa la dimisión de Rouhani como secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional y jefe del equipo de negociadores nucleares. Su sucesor en ambos cometidos fue Larijani.

En lo sucesivo, Rouhani siguió siendo una de las personalidades más destacadas de la República Islámica en tanto que miembro del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, la Asamblea de Expertos y el Consejo de Discernimiento (entre 2007 y 2011 Rafsanjani estuvo al frente de estas dos instituciones), amén de presidente del Centro de Investigación Estratégica, pero su línea crítica con Ahmadinejad, que desde el primer día envolvió su presidencia de acentos integrista y beligerantes con Occidente, fue muy marcada, lo que le redujo su distancia de las baqueteadas fuerzas reformistas.

Ahora bien, Rouhani seguía siendo ante todo un seguidor obediente del Rahbar, quien por otro lado, desde 2011, iba a entablar con Ahmadinejad una fortísima pugna por la ampliación de las respectivas cotas de poder. En 2009 el hojatoleslam pasó de una actitud inicial reservada, de aparente neutralidad, a elevar críticas a la intolerancia del Ejecutivo durante la enérgica movilización del Movimiento Verde, la coalición reformista organizada en torno al candidato presidencial y ex primer ministro Mir Hossein Mousavi, que denunció como fraudulenta la reelección de Ahmadinejad en junio y cuya multitudinaria acción de protesta fue aplastada por el aparato represivo del régimen. En febrero de 2010, en un artículo publicado en el periódico reformista Mardom Salari, el clérigo valoró el enrarecido ambiente poselectoral con estas contundentes palabras: "La protesta política no sólo es permisible; es un deber político y social para cualquiera (…) Si [los que protestan] tienen razón, tienes que aceptar sus puntos de vista; si no la tienen, tienes que probar que están equivocados, sin usar la violencia. Pero algunas personas carecen de tolerancia para escuchar a los que les llevan la contraria".


5. Ganador de las elecciones presidenciales de 2013

De cara a las elecciones presidenciales del 14 de junio de 2013, a las que Ahmadinejad no podía presentarse de nuevo por impedimento constitucional y que, por primera vez, iban a estar supervisadas por una Comisión ad hoc, Rouhani comenzó a ser visto como una alternativa del ala centrista capaz de aglutinar tras su candidatura a sectores de diversas tendencias que tenían en común la animadversión al extremismo de que había hecho gala el presidente saliente.

En efecto, el 11 de marzo de 2013 el Partido de la Moderación y el Desarrollo, una pequeña agrupación de credenciales nacionalistas y centristas, anunció que Rouhani era su candidato. El mujtahid registró su postulación el 7 de mayo, el primer día del plazo hábil establecido por el Ministerio del Interior, pero la misma estaba sujeta a lo que decidiera Rafsanjani. El 11 de mayo, minutos antes de expirar el plazo, el presidente del Consejo de Discernimiento registró su propia candidatura, que cinco días después fue respaldada por Jatami, en lo que supuso el autodescarte electoral del ex presidente y anterior rostro de la reforma. Los observadores apuntaron que si Rafsanjani superaba el escrutinio del Consejo de Guardianes, Rouhani, con seguridad, se apearía de la liza. Eso, si él mismo no era vetado, posibilidad a la que algunos analistas concedían bastante probabilidad.

Lo que sucedió el 21 de mayo, día en que el Consejo de Guardianes dio a conocer el resultado de su selección, es que Rafsanjani no pasó la criba (otros 687 precandidatos se quedaron en la estacada también) y Rouhani sí, al igual que otros siete aspirantes. Al final, el Consejo de Guardianes hizo un ejercicio depurado de censura y simulacro de pluralismo porque salvo Mohammad Reza Aref, vicepresidente de la República con Jatami y miembro del Frente de Participación del Irán Islámico, ninguno de los ocho autorizados a concurrir presentaba una credenciales incontestablemente reformistas o progresistas.

De entre ellos, pasaban por centristas o conservadores moderados tres: Rouhani, Gholam Ali Haddad-Adel, ex presidente del Majles y miembro de la Sociedad de Devotos de la Revolución Islámica, y el tecnócrata independiente Mohammad Gharazi. Los cuatro restantes se adscribían con diversos matices a las corrientes de la derecha dura. Estos eran: el alcalde de Teherán, Mohammad Baqer Qalibaf, que repetía su intento de 2005 por cuenta de la Sociedad Islámica de Ingenieros; Saeed Jalili, desde 2007 secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional y negociador nuclear jefe, candidato de la Alianza de los Constructores del Irán Islámico y del también fundamentalista Frente de la Estabilidad de la Revolución Islámica; Mohsen Rezaee, secretario del Consejo de Discernimiento, ex comandante de los Pasdarán y miembro, sin embargo, del Partido de la Moderación y el Desarrollo; y Ali Akbar Velayati, ex ministro de Exteriores y perteneciente al Partido de la Coalición Islámica.

El Consejo de Guardianes ni siquiera había tenido que vetar a las personalidades más comprometidas con el movimiento reformista porque estas ya estaban entre rejas o confinadas por mandamiento judicial. Así, el presidente del Frente de Participación del Irán Islámico, Mohsen Mirdamadi, cumplía una sentencia de seis años de prisión. En cuanto a Mousavi, cabeza de la asociación Sendero Verde de Esperanza, y su aliado Mehdi Karroubi, del Partido de la Confianza Nacional, junto con sus esposas, pagaban con sendos arrestos domiciliarios sin condena ni proceso la osadía de haber instado a revivir las protestas ciudadanas en Irán al calor de la Primavera Árabe en febrero de 2011.

A lo largo de la campaña electoral, la opción de Rouhani fue recabando adhesiones de los campos centrista-moderado y reformista. El proceso tuvo como principales impulsores a los ex presidentes Rafsanjani y Jatami. Otros destacados adherentes individuales fueron el prestigioso teólogo y gran ayatolá Yousef Saanei, un vocero particularmente radical de las demandas de democracia, Ali Mohammad Dastgheib Shirazi, partidario del Movimiento Verde y como el anterior un gran ayatolá dignificado como objeto de emulación (Marja-e taqlid), el también clérigo Hassan Jomeini, nieto de Ruhollah Jomeini, el ex alcalde de Teherán Gholamhossein Karbaschi, y el ex titular parlamentario y candidato presidencial Nateq-Nouri.

En el capítulo de colectividades, además del Partido de la Moderación y el Desarrollo, pidieron el voto para el hojatoleslam la Asociación de Clérigos Combatientes de Jatami, los Sirvientes de la Construcción de Rafsanjani, el Movimiento de Liberación, la Coalición Laborista, la Alianza de Fuerzas Nacional-Religiosas, el Partido Democrático, el Consejo de Coordinación del Frente Reformista y la Asamblea de Profesores e Investigadores del Seminario de Qom. Significativamente, la Sociedad del Clero Combatiente, partido del que el candidato seguía siendo miembro, se abstuvo de respaldar a Rouhani.

Antes de la descalificación de Rafsanjani, los sondeos preelectorales otorgaban a Rouhani unos porcentajes irrisorios. Las perspectivas del clérigo empezaron a mejorar rápidamente después del 21 de mayo, aunque situándose todavía muy por detrás del adversario en cabeza, Qalibaf. Su actuación en los debates televisados del 5 y el 7 de junio, convincente para el grueso de los encuestados, aceleró su tendencia al alza. Sin embargo, el hecho que forzó el vuelco en los sondeos fue la retirada de Aref el 11 de junio, un día después de hacerlo Haddad-Adel. Siguiendo el consejo de Jatami, el candidato centroizquierdista, consciente de su escaso gancho, anunció su baja electoral para que todo el voto reformista pudiera concentrarse en Rouhani, quien de esta manera se puso por delante de Qalibaf. Los últimos muestreos aventuraban un duelo en la segunda vuelta con el alcalde. El Rahbar Jamenei no se pronunció a favor de ninguno de los contendientes, si bien el más próximo a su persona era Saeed Jalili.

El formidable movimiento de apoyos a Rouhani, quien era claramente el candidato más institucional del establishment islamista, obedeció, pues, más a un cálculo práctico de los sectores reformista y rafsanjanista, conjurados para desalojar a la derecha radical de la Presidencia de la República, que al atractivo personal de Rouhani, cuyo perfil tradicionalista no podía de entrada entusiasmar a los millones de iraníes que habían tomado parte en las protestas del Frente del 2 de Jordad y el Movimiento Verde.

El manifiesto electoral de Rouhani, quien escogió el violeta como color para su campaña (precisamente, evitó el verde, el color de los reformistas) y adoptó el eslogan de Gobierno de prudencia y esperanza, no era un programa reformista estructurado, aunque incorporaba muchas promesas de cambio y guiños liberales. La consigna general era que había que enderezar el rumbo de la República Islámica, sumido en una perniciosa deriva tras la "oscura era de ocho años" que había sido la presidencia de Ahmadinejad.

Rouhani puso el énfasis en la economía, presa de la recesión y la inflación, y las deterioradas relaciones con el exterior. Tras repudiar por "confrontacional y costosa" la política exterior del mandatario saliente, tan propenso a hacer "declaraciones descuidadas y sin estudiar", y la intransigencia negociadora de su contrincante electoral Jalili, Rouhani propugnaba una "interacción constructiva" con el mundo, libre de retóricas belicosas y rica en cambio en muestras de cooperación y transparencia, que buscara persuadir a la comunidad internacional de las intenciones pacíficas del programa nuclear.

El objetivo fundamental no era otro que devolver el dossier nuclear al ámbito exclusivo de la AIEA y facilitar el levantamiento de los paquetes de sanciones tecnológicas, financieras y de transportes impuestos por el Consejo de Seguridad de la ONU mediante cuatro resoluciones adoptadas desde diciembre de 2006, resoluciones con las que el Consejo, "lamentablemente", se había desacreditado a sí mismo, por "permitir a Estados Unidos imponer su contraproducente agenda israelí". Ahora bien, la apuesta en firme por el diálogo diplomático no supondría, puntualizaba Rouhani, la detención de los procesos de enriquecimiento de uranio y producción de combustible nuclear. Tales actividades científicas e industriales constituían un "derecho" de Irán, derecho que las potencias occidentales tenían que "reconocer".

Esto último iba en especial para Estados Unidos. Las relaciones Washington-Teherán, lastradas por "una historia amarga, llena de desconfianza y animosidad", habían terminado convirtiéndose en "una herida crónica cuya cura es difícil pero posible, a condición de que prevalezcan la buena fe y el respeto mutuo", manifestó Rouhani en una entrevista al diario londinense en lengua árabe Asharq Al-Awsat. "Como moderado, tengo un plan por etapas para desescalar la hostilidad hasta un estado manejable de tensión y luego implicarme en la promoción de los contactos y el diálogo entre los dos pueblos para lograr la distensión", anunció el candidato en este medio. El alivio de las "brutales" sanciones internacionales, causa de una masiva depreciación monetaria, una espiral inflacionaria y una aguda crisis fiscal, resultaba vital para remontar la desastrosa coyuntura económica, venía a reconocer Rouhani, quien también apuntó como remedios contra la contracción productiva la expansión del sector privado, la reducción del peso del Estado, la inversión en la industria manufacturera y la promoción del turismo.

En cuanto a las mejoras en el ámbito sociopolítico, el candidato fue más sucinto y vago. Prometió redactar y poner en práctica una "carta de derechos civiles", hizo hincapié en las garantías ya contenidas en la Constitución, habló de impedir la discriminación de las mujeres, para las que se crearía un ministerio específico, y de las minorías étnicas y religiosas, y se comprometió a "hacer todo lo posible", con arreglo, eso sí, a los "poderes constitucionales de que el presidente de Irán dispone en las áreas a su alcance dentro de la rama ejecutiva del sistema", para conseguir las liberaciones de Mousavi, Karroubi y el resto de personas detenidas sin cargos tras los "lamentables sucesos" de 2009.

El 15 de junio de 2013, al día siguiente de las votaciones, el Ministerio del Interior comunicó los resultados electorales, que supusieron una sorpresa: Rouhani había ganado con el 50,7% de los sufragios y de esta manera se ahorraba la segunda vuelta. Muy por detrás quedaban sus cinco contrincantes, el más adelantado de los cuales, Qalibaf, sólo reunió el 16,5%. Saltaba a la vista que la dispersión del voto derechista y radical había puesto en bandeja la victoria del candidato unitario de reformistas y moderados. La participación fue establecida en el 72,7%. Tras conocer que era el presidente electo de Irán, Rouhani, satisfecho y sonriente, manifestó en un mensaje televisado que la suya era "una victoria de la inteligencia, la moderación y el progreso (…) sobre el extremismo". "Las naciones que reclaman democracia y diálogo abierto deben hablarle al pueblo iraní con respeto y reconocer los derechos de la República Islámica", añadió.

(Cobertura informativa hasta 25/6/2013)