Frans Timmermans

Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 21/10/2019. El 22/8/2023 Frans Timmermans renunció a los cargos de vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea para el Pacto Verde Europeo y comisario de Acción por el Clima con el fin de preparar su candidatura para las elecciones legislativas del otoño en Países Bajos, a las que su partido, el Laborista (PvdA), se presentaba formando una lista conjunta con la Izquierda Verde (GroenLinks, GL); el eslovaco Maros Sefcovic, vicepresidente para Relaciones Interinstitucionales, asumió dichas posiciones en la Comisión Europea. 

Tras los comicios, celebrados el 22/11/2023 con el resultado de la victoria por mayoría simple del partido ultraderechista PVV y la colocación de la alianza GL-PvdA como el segundo grupo de la Cámara, Timmermans, elegido diputado por tercera vez en su trayectoria política, pasó a fungir como líder de la oposición parlamentaria al nuevo Gobierno de coalición de los partidos PVV, VVD, NSC y BBB, con Dick Schoof de primer ministro

Como vicepresidente primero de la Comisión Europea, el laborista holandés Frans Timmermans fue desde 2014 la mano derecha de Jean-Claude Juncker y el responsable de un elenco de competencias tocantes al rigor jurídico y las estrategias de la institución: desde la mejora de la eficiencia legislativa hasta la definición de los criterios de desarrollo sostenible de la UE —inclusive un ambicioso esquema contra la contaminación plástica—, pasando por las cuestiones relativas al imperio de la ley y los derechos fundamentales. 

Antes de sentarse en la Comisión, Timmermans, quien habla con fluidez seis idiomas europeos, ya tenía una dilatada experiencia en asuntos internacionales, habiendo sido en su país diplomático, diputado, secretario de Estado y ministro de Exteriores, función esta última desempeñada en el Gobierno de gran coalición del primer ministro liberal Mark Rutte. Conocido por su enfoque abierto del desafío migratorio, en 2016 negoció con Turquía el acuerdo sobre los refugiados. También, chocó con los gobiernos húngaro y polaco a causa de sus políticas domésticas de sesgo autoritario, llegando a activar en 2019 contra Varsovia un procedimiento de infracción por violar el derecho de la UE sobre la independencia de los jueces.

De cara a las elecciones de mayo de 2019 al Parlamento Europeo, Timmermans, sin experiencia de eurodiputado y miembro de una formación nacional, el PvdA, sumida en la irrelevancia parlamentaria a raíz de su histórico hundimiento en las elecciones generales neerlandesas de 2017, fue escogido por el Partido de los Socialistas Europeos (PSE) como su candidato a comandar una institución medular que desde el arranque de la UE en 1993 ha tenido dos presidentes de esa familia política, el francés Jacques Delors y el italiano Romano Prodi.

En su programa, el spitzenkandidat del PSE, sin dejar de hacer un balance autocrítico de la gestión de los gobiernos socialistas, llamaba a "luchar por el alma de Europa" en tiempos de auge nacionalista y crisis del proyecto europeo. El manifiesto del PSE proponía asimismo un "nuevo contrato social" para la UE fundado en la lucha contra la precariedad laboral, la superación de las brechas salariales, la "justicia fiscal" y la economía circular como eje de la sostenibilidad.

Aunque los resultados de las elecciones, el veredicto popular, no eran vinculantes para la elección por el Consejo Europeo y por el propio Parlamento del presidente de la Comisión, Timmermans se mostraba optimista sobre sus opciones de llegar a comisario jefe. La subsiguiente secuencia de acontecimientos deparó primero un escenario agridulce, luego una enorme decepción y finalmente un premio de consolación para el animoso político holandés.

Así, el PvdA, resurgiendo de sus cenizas, ganó la elección nacional y su cabeza de cartel se hizo con el escaño en Estrasburgo, pero el PSE, confirmando las encuestas, sufrió un importante retroceso y volvió a quedar segundo tras un también erosionado Partido Popular Europeo (PPE). Después, en la discusiones de junio y julio para el reparto de los topjobs de la UE, los socialistas se toparon con el veto del Grupo de Visegrad y el rechazo de otros gobiernos conservadores a su candidato a presidir la Comisión, cargo codiciado que acabó siendo para la democristiana alemana Ursula von der Leyen

A continuación, von der Leyen designó a Timmermans su número dos: él sería el primer vicepresidente ejecutivo de la Comisión, al frente del Pacto Verde Europeo, y el comisario de Acción por el Clima; su primera tarea, presentar en los 100 primeros días de mandato la propuesta de la primera Ley Europea sobre el Clima, dirigida a asegurar el cumplimiento de los objetivos de neutralidad carbónica en 2050.

(Texto actualizado hasta 21 octubre 2019).


BIOGRAFÍA

La trayectoria en la política holandesa: funcionario diplomático, diputado y ministro de Exteriores

Miembro de una familia católica de la provincia de Limburgo, su primera instrucción escolar transcurrió en colegios del extranjero, en Bélgica e Italia, mientras que la secundaria la cursó en el Bernardinuscollege, un centro religioso de Heerlen, su ciudad natal. Desde 1980 se formó en varias disciplinas de Humanidades (Literatura Francesa, Historia, Derecho Europeo) en las universidades Radboud de Nimega y Nancy 2, por las que obtuvo sendas titulaciones de licenciatura y máster de posgrado en 1985. A continuación, realizó el servicio militar obligatorio en el Real Ejército de los Países Bajos, siendo soldado recluta del Servicio de Inteligencia Militar y Seguridad (MIVD) durante 17 meses.

En 1987, con 26 años, Timmermans comenzó a trabajar en el Servicio Civil en La Haya como funcionario del Departamento de Integración del Ministerio de Asuntos Exteriores. De ahí pasó en 1990 al cuerpo diplomático y en 1991 vivió de primera mano los sucesos que desembocaron en la disolución de la URSS desde el cargo de segundo secretario de la Embajada holandesa en Moscú. 

En 1993 regresó al Ministerio de Exteriores como subjefe de la Oficina de Cooperación Europea al Desarrollo y un año más tarde dejó la función pública nacional para integrarse en el equipo de asistentes en Bruselas de su paisano Hans van den Broek, anterior ministro de Exteriores y en aquel entonces comisario europeo de Relaciones Exteriores y Ampliación. En marzo de 1995 Timmermans se separó de la Comisión Europea, a la que retornaría por la puerta grande dos décadas más tarde, y se instaló en Viena en calidad de asesor jefe y secretario privado del también coterráneo Max van der Stoel, el Alto Comisionado de la OSCE para las Minorías Nacionales.

Políticamente, el joven Timmermans militó primero en Demócratas 66 (D66), formación centroizquierdista de corte social liberal amoldada a la función de partido bisagra de la democracia parlamentaria holandesa, pero desde 1990 su compromiso fue con el Partido Laborista (PvdA), retornado al Gobierno en 1994 de la mano de Wim Kok. Las elecciones legislativas de mayo de 1998, vueltas a ganar por los laboristas, marcaron el debut de Timmermans en la Tweede Kamer, la Cámara de Representantes del Parlamento, donde iba a ser reelegido en 2002 y 2003.

En su primera legislatura, formando parte del oficialismo, Timmermans fue vicepresidente de la Comisión parlamentaria de Asuntos Exteriores. Al cabo de las elecciones de mayo de 2002, que mandaron al PvdA, duramente castigado en las urnas, a la oposición al nuevo Gobierno de coalición encabezado por el democristiano Jan Peter Balkenende, el diputado laborista asumió la presidencia de la citada Comisión. La prematura caída del primer Gabinete Balkenende desembocó en enero de 2003 en unas votaciones anticipadas que, pese a la fuerte recuperación electoral, no sacaron al PvdA de las filas opositoras. Al iniciar su tercera legislatura, Timmermans regresó a la posición de vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores.

En esta su primera etapa en la Tweede Kamer, Timmermans sirvió asimismo en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE). Además, entre marzo de 2002 y julio de 2003, junto con el democristiano René van der Linden, representó a la Cámara holandesa en la Convención sobre el Futuro de Europa, el cuerpo formado por un centenar de delegados de los parlamentos y gobiernos nacionales, el Parlamento Europeo y la Comisión Europea con la misión de elaborar el borrador del a la postre frustrado (por el doble resultado negativo de los referendos de ratificación celebrados en 2005 en Francia y Holanda) Tratado Constitucional de la UE. En el terreno puramente académico, el diputado daba conferencias magistrales en el Colegio de la Defensa de Rijswijk y el Instituto Clingendael de Relaciones Internacionales de La Haya.

Su ya dilatada experiencia en las cuestiones europeas e internacionales situaba a Timmermans en óptimas condiciones para ocupar una alta posición en el Ministerio de Exteriores holandés. La oportunidad le llegó en febrero de 2007, cuando el primer ministro Balkenende, de resultas de las elecciones generales de noviembre de 2006, forjó una gran coalición tradicional entre su partido, el CDA, y el PvdA. 

Entonces, los laboristas entraron en el cuarto Gabinete Balkenende comandados por su líder, Wouter Bos, nuevo viceprimer ministro y ministro de Finanzas, al que seguía entre otros Timmermans, nombrado secretario de Estado responsable de Asuntos Europeos, de la OTAN y del Benelux en el Ministerio de Exteriores que tenía de titular al democristiano Maxime Verhagen. Este cometido gubernamental de Timmermans, equiparable a un ministerio de la UE, le duró justamente tres años: en febrero de 2010 Bos, contrario a la extensión de la misión militar holandesa en Afganistán, declaró rota la gran coalición y los ministros laboristas presentaron sus renuncias.

Timmermans retornó a la Tweede Kamer tras las elecciones de junio de 2010. Las mismas fueron estrepitosamente perdidas por el CDA de Balkenende, pero tampoco tuvieron como ganador al PvdA que ahora conducía Job Cohen; los laboristas retrocedieron tres escaños y continuaron los segundos, esta vez a la zaga del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) de Mark Rutte, investido en octubre siguiente primer ministro en coalición conservadora con el CDA y alcanzado la mayoría absoluta gracias al sostén parlamentario del derechista y euroescéptico Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders. En los dos años siguientes, Timmermans fue el portavoz laborista de Asuntos Exteriores y Europeos en la bancada opositora de la Cámara.

La retirada por Wilders de su decisivo apoyo a los presupuestos de austeridad elaborados por el Ejecutivo precipitó la caída del primer Gobierno Rutte en abril de 2012. El 12 de septiembre siguiente hubo unas elecciones generales anticipadas que vinieron a reforzar las posiciones del VVD y el PvdA, favoreciendo el escenario de una gran coalición de nuevo cuño, llamada aquí la coalición púrpura, donde Timmermans, sin duda, tendría bastante que decir. Así, el 5 de noviembre de 2012 vio la luz el segundo Gabinete Rutte, con Timmermans de ministro de Exteriores y Lodewijk Asscher de viceprimer ministro en lugar del líder del partido desde marzo anterior, Diederik Samsom, quien prefirió quedarse en el Parlamento.

Como ministro de Exteriores de los Países Bajos, Timmermans tuvo a su cargo la organización, en marzo de 2014 en La Haya, de la III Cumbre sobre Seguridad Nuclear, cita a la que se solapó una cumbre especial del G7 sobre la anexión y crisis de Crimea que supuso la exclusión de Rusia del grupo, hasta entonces denominado G8. En julio siguiente, el responsable diplomático holandés captó la atención internacional con un discurso en el Consejo e Seguridad de la ONU donde condenó, empleando un tono entre enérgico y emotivo, el derribo del Vuelo 17 de Malaysia Airlines por un misil ruso a la altura de Donetsk, Ucrania, catástrofe en la que perecieron 194 pasajeros holandeses. Más tarde, a finales de septiembre, en otro orden de cosas, Holanda anunció su participación en la campaña internacional de bombardeos aéreos contra el Estado Islámico en Irak.

Número dos de la Comisión Juncker y aspirante a presidir la institución en 2019

En septiembre de 2014 el Gobierno Rutte comunicó que Timmermans era el designado de los Países Bajos para un puesto en el colegio de comisarios que se disponía a presidir el ex primer ministro luxemburgués y ex presidente del Eurogrupo Jean-Claude Juncker. En virtud de lo arreglado por el Partido Popular Europeo (PPE), el Partido de los Socialistas Europeos (PSE, del que el PvdA era miembro) y la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (ALDE) para el reparto de altos cargos en la UE, a Timmermans le correspondió ser el vicepresidente primero de la Comisión, oficina que en la saliente Comisión Barroso venía llevando la británica Catherine Ashton, concurrentemente la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

El 17 de octubre Timmermans se despidió del Ministerio de Exteriores, donde le tomó el relevo su colega laborista Bert Koenders, y el 1 de noviembre tomó posesión, a la vez que Juncker y los demás comisarios, de su nuevo despacho en Bruselas. Como segunda persona de la Comisión, Timmermans no solo era la mano derecha del socialcristiano Juncker en el trabajo diario y su sustituto oficial cuando no estuviera disponible. Disponía también de un elenco de competencias exclusivas de marcado carácter jurídico-administrativo: todo lo relacionado con la Mejora de la Legislación, las Relaciones Interinstitucionales, el Estado de Derecho y la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión, proclamada inicialmente en 2000 pero en realidad no aplicada hasta la entrada en vigor del Tratado de Lisboa en 2009.

Más en concreto, Timmermans adquiría las siguientes responsabilidades: identificar y reducir la burocracia del aparato de la Comisión, asegurándose de que sus iniciativas o propuestas legislativas (reglamentos y directivas, cuya aprobación correspondía al Consejo y el Parlamento, y su ejecución a la propia Comisión y los estados miembros), así como sus decisiones vinculantes, sus recomendaciones y sus dictámenes, respetasen los principios de subsidiariedad y proporcionalidad; coordinar el trabajo de la Comisión en los terrenos de la transparencia y el imperio de la ley, y verificar que toda propuesta e iniciativa estuvieran conformes con la Carta de Derechos Fundamentales; guiar las labores del Comisario de Justicia, Consumidores e Igualdad de Género (la checa Vera Jourová) y del Comisario de Migración, Asuntos de Interior y Ciudadanía (el griego Dimitris Avramopoulos); supervisar las relaciones de la Comisión con las demás instituciones de la Unión y promover las relaciones armónicas con los parlamentos nacionales; y velar por el cumplimiento de los criterios europeos sobre desarrollo sostenible por parte de todas las carteras de la Comisión cuyos cometidos tocaran ese ámbito.

El 10 de octubre de 2018 el vicepresidente primero de la Comisión salió a confirmar el rumor de que aspiraba a suceder a Juncker tras las elecciones de mayo de 2019 al Parlamento Europeo. Por de pronto, sería el cabeza de lista del PvdA en las votaciones de alcance nacional, pero también quería que la familia socialista europea le designara su spitzenkandidat transnacional a presidente de la Comisión. 

En las elecciones de 2014 los partidos del PSE, agrupados en la Eurocámara como Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D, cuyo líder en estos momentos era el socialdemócrata alemán Udo Bullmann), y con el alemán Martin Schulz de spitzenkandidat, habían sacado 191 escaños, una ganancia de ocho con respecto a las elecciones de 2009 pero insuficiente para recuperar la primera posición, perdida frente al PPE en 1999, y no obstante reunir más sufragios que los populares en el sumatorio global. Ahora, las perspectivas del PSE eran menos halagüeñas.

En mucha peor situación se encontraban los propios laboristas holandeses: en las europeas de 2014 el PvdA solo había conseguido tres de los 26 asientos reservados a los Países Bajos con menos del 10% de los votos; luego, en las generales de marzo de 2017, el partido de Timmermans, con Lodewijk Asscher de líder, había sufrido un colapso histórico, hundiéndose a una humillante séptima posición con el 5,7% de los votos y nueve escaños en la Tweede Kamer. En octubre de 2017 el liberal Rutte había alineado un nuevo Gobierno de centro-derecha sin contar con el PvdA, partido que había dado cuatro primeros ministros al país desde su fundación en 1946 pero que ahora estaba reducido a la irrelevancia.

Las posibilidades para Timmermans de ser designado candidato por el PSE parecían elevadas porque solo seis días atrás, el 4 de octubre, su colega francés Pierre Moscovici, el comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, había anunciado que desistía de postularse ante la imposibilidad de liderar la lista electoral doméstica de su partido nacional, el PS, con cuya presente dirección no se entendía. A continuación, el 5 de noviembre, las perspectivas de la nominación del holandés se tornaron certeza porque su único competidor oficial, el eslovaco Maros Sefcovic, comisario europeo de Energía y uno de los vicepresidentes de la Comisión, luego otro estrecho colega de Bruselas, optó por cancelar su candidatura y llamó a construir un "frente común" tras la opción que representaba el vicepresidente primero.

La autoexclusión de Sefcovic fue celebrada por el presidente del PSE, el ex primer ministro búlgaro y eurodiputado Sergey Stanishev, quien se refirió a una "señal de unidad" que era el reflejo de la voluntad de los socialistas europeos de "construir juntos una Europa más fuerte". Así las cosas, el XI Congreso del PSE, reunido en Lisboa los días 7 y 8 de diciembre de 2018 bajo el lema Justa, libre y sostenible: la Europa progresista que queremos, proclamó a Timmermans candidato a presidente de la Comisión Europea. La designación, una mera formalidad tras la retirada de Sefcovic, se produjo por aclamación tras la presentación que de Timmermans hizo el dirigente socialista anfitrión, el primer ministro portugués António Costa.

Ya antes del cónclave lisboeta, Timmermans, en sus primeras manifestaciones preelectorales, aseguró que las votaciones de mayo de 2019 debían verse como "una lucha por el alma de Europa" y además enmendó la plana a su propio campo político, pues este no estaba ofreciendo "perspectivas" a muchos ciudadanos que, "por desesperación", decidían votar a formaciones de la derecha nacionalista euroescéptica. "Debemos ser muy críticos con lo que hemos hecho en el pasado, debemos mejorar nuestros resultados y presentar un proyecto que muestre en pasos concretos cómo se puede alcanzar una sociedad más justa", indicó. En cuanto a los grandes rivales del centro-derecha, los populares, votarles, estimaba Timmermans, entrañaría "el riesgo de alumbrar una coalición con la extrema derecha".

En su discurso congresual del 8 de diciembre en Lisboa, bajo el encabezamiento Una lucha por el alma de Europa, el candidato advirtió y aleccionó a sus colegas con palabras como estas: "Europa está congelada en su presente estado. Bajo la presión de la cuarta revolución industrial, el mundo está cambiando tan deprisa que si no cambiamos con él, nos haremos innecesarios para los ciudadanos. Nos marchitaremos y pereceremos al igual que les sucede a otras instituciones cuando hay revoluciones industriales. O te adaptas, o te vuelves obsoleto. Y nosotros necesitamos adaptarnos. Somos la fuerza política con la voluntad de adaptación, la capacidad de adaptación".

El 1 de febrero de 2019 Timmermans, que no descuidaba sus labores en la Comisión Europea, presentó en Madrid el documento de reflexión Para una Europa más sostenible de aquí a 2030, publicado por su institución dos días atrás. El texto, lanzado al hilo del debate general abierto por la Comisión en marzo de 2017 con su Libro Blanco sobre el futuro de Europa: Reflexiones y escenarios para la Europa de los Veintisiete en 2025, y prologado por Timmermans y el finlandés Jyrki Katainen, vicepresidente de la Comisión y el comisario de Fomento del Empleo, Crecimiento, Inversión y Competitividad, detallaba los compromisos y la estrategia global de la UE para dar cumplimiento a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, también conocidos como la Agenda 2030.

Días después, el 22 y el 23 de febrero, Timmermans regresó a la capital de España con motivo del Congreso especial del PSE que formalizó su nominación como spitzenkandidat. En la reunión madrileña, coorganizada por el PSOE del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, los socialistas europeos adoptaron el manifiesto electoral Un nuevo contrato social para Europa, contrato entendido como un "cambio de paradigma" en el que la austeridad no tuviera lugar.

El programa de Timmermans y el PSE para las elecciones europeas de 2019 incidía en la lucha contra la precariedad laboral, la superación de las brechas salariales, la subida de impuestos al patrimonio y el gran capital corporativo en aras de la "justicia fiscal", una mayor regulación de los mercados financieros y la economía circular como eje de la sostenibilidad. Propugnaban una UE más cohesionada que renunciara al unilateralismo nacional de los gobiernos y regresara a los "métodos serios, democráticos, colegiados y equilibrados". Para los socialistas, las "respuestas nacionalistas a los desafíos" no eran otra cosa que "buscar enemigos y dar chivos expiatorios" en lugar de soluciones.

En materia de protección del medio ambiente y lucha contra el calentamiento global, el manifiesto reclamaba elevar el nivel de "ambición climática" en consonancia con el Acuerdo de París, conseguir las cero emisiones carbónicas en 2050 y sacar adelante un Pacto de Desarrollo Sostenible de la UE y un Fondo de Transición Justa para ayudar a aplicar la Agenda 2030 de la ONU con "justicia social". En el capítulo de control de fronteras, inmigración y asilo, el PSE hacía gala de una "visión progresista" que daba al "fenómeno global" de las migraciones un "tratamiento global" basado en la solidaridad, el reparto de responsabilidades y una gestión de los flujos migratorios "más digna, justa y ordenada". Por otro lado, había que conseguir una representación igualitaria de las mujeres en todos los puestos directivos de instituciones y empresas, y alcanzar la paridad salarial sin excepciones en 2030.

El programa de Timmermans no pasaba de puntillas sobre las cuestiones de política exterior. El candidato veía a la UE como un líder planetario frente a los retos del cambio climático y el desarrollo sostenible. Los 28 debían destinar el 0,7% de su renta nacional bruta a la Ayuda Oficial al Desarrollo y practicar sin desmayo el diálogo global, si bien el candidato constataba con preocupación que tanto Rusia como la Administración Trump querían "ver debilitadas" a la UE y sus estados componentes. Reforzar la cooperación con los Balcanes Occidentales y la Vecindad Oriental con vistas a futuras ampliaciones, e intensificar la asociación con África eran dos vectores ineludibles de la acción exterior de la Unión.

Durante la campaña, Timmermans abogó por la conformación en el nuevo Parlamento Europeo de una amplia "coalición progresista", alternativa al condominio clásico de populares y socialistas, que estuviera vertebrada por los S&D y pudiera captar a los verdes y a sectores tanto de la "izquierda razonable" como de los "liberales razonables"; entre los primeros, según Timmermans, estaría el primer ministro griego, Alexis Tsipras, y entre los segundos el presidente francés, Emmanuel Macron. En cuanto a sus posibilidades de convertirse en el presidente de la Comisión Europea, el aspirante se mostraba prudentemente optimista.

Continuidad como primer vicepresidente de la nueva Comisión von der Leyen

Una vez cerradas las urnas en los 28 Estados miembros (incluido el Reino Unido, que finalmente participó en las votaciones por el retraso del Brexit) el 26 de mayo de 2019, Timmermans encontró motivos para la alegría y para el pesar. En su elección holandesa, el cabeza de lista del PvdA consiguió algo parecido a una proeza: con el 19% de los votos y seis los 26 escaños en juego, los laboristas, cuyo jefe nacional era Lodewijk Asscher, rebotaron desde su situación postrera hasta una victoria que adicionalmente les deparó la satisfacción del fracaso sin paliativos de las dos formaciones en que se había dividido la derecha radical euroescéptica, el Foro por la Democracia (FvD) de Thierry Baudet y el Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders, segundo en las generales de 2017 pero desmoronado en esta ocasión. Timmermans fue el candidato holandés más votado con 839.240 sufragios.

La otra cara de la moneda fueron los malos resultados del PSE/S&D a nivel europeo, de hecho los peores desde la primera elección del Parlamento en 1979. Los socialistas perdieron 31 puestos y se quedaron con 154 diputados. A los populares, cuyo spitzenkandidat era el socialcristiano alemán Manfred Weber, aun les fue peor al encajar una caída de 34 escaños. 

Por primera vez en la historia de la Eurocámara, la suma de populares y socialistas, damnificados por el auge de los liberales, los verdes y la extrema derecha, no daba mayoría absoluta: en la novena legislatura sus grupos combinados dispondrían de 336 representantes, cuando la mitad más uno eran 376. Weber fue el pírrico ganador sobre Timmermans en la competición entre cabezas de lista europeos. Una victoria, en lo personal, también estéril, ya que, al final, ni él ni su rival socialista iban a presidir la Comisión. El desenlace, decidido por los principales gobernantes europeos, sembró serias dudas sobre la utilidad o el sentido del sistema de los spitzenkandidaten, inaugurado en 2014.

Desde el comienzo en junio de las negociaciones intergubernamentales para la adjudicación de los máximos puestos institucionales de la UE, los llamado topjobs, se advirtió que en la quiniela para presidir la Comisión estaban no solo Weber y Timmermans, sino también la principal abanderada de los liberales, la danesa Margrethe Vestager, titular de Competencia en la Comisión Juncker, y otras personalidades que ni siquiera se habían presentado a las elecciones al Parlamento, como el popular francés Michel Barnier, negociador jefe de la Comisión para el Brexit. 

La definición de la próxima cúpula europea competía a los jefes de Estado y de Gobierno, los cuales se enfrascaron en lo que de cara al público pareció una abstrusa y opaca discusión, teóricamente para preservar un razonable serie de equilibrios. En la asignación de la presidencia de la Comisión Europea, la presidencia del Consejo Europeo, la presidencia del Banco Central Europeo y el puesto de Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad se cruzaban diferentes criterios de representatividad geográfica, ideológica y de género.

Los socialistas, representados principalmente por el español Sánchez, cuyo partido, el PSOE, era ahora el que más diputados aportaba a los S&D, batallaron sin éxito para que el Consejo Europeo, reunido el 20 y el 21 de junio y de nuevo desde el 30 de junio, propusiera al Parlamento a Timmermans para encabezar la Comisión, luego de 15 años de presidencias conservadoras. El holandés de hecho estuvo a punto de ser nominado, pero la rebelión de los gobiernos del Grupo de Visegrad, Polonia y Hungría fundamentalmente, echó por tierra la operación, que incluía la elección de Weber como presidente del Parlamento. Italia y algunos gobiernos del PPE tampoco veían con buenos ojos la opción de Timmermans.

Las tensas relaciones que el comisario, guardián del derecho de la Unión, venía teniendo con los mandatarios de Budapest y Varsovia a causa de sus políticas internas de sesgo autoritario explicaba el veto furibundo de los primeros ministros Viktor Orbán, quien advirtió al PPE (del que el húngaro era díscolo miembro) del "error histórico y humillante" que supondría conceder la presidencia de la Comisión a un partido no ganador de las elecciones, y Mateusz Morawiecki, para el que Timmermans "no entendía la Europa central" y "dividía profundamente" la UE.

El 2 de julio, por último, prevaleció el criterio consensuado entre el liberal Macron y la canciller Angela Merkel, es decir, el eje franco-alemán, que, visto el veto a Timmermans de Hungría, Polonia y otros gobiernos conservadores, se impusieron a los socialistas y lanzaron la nominación sorpresa de la ministra de Defensa germana Ursula von der Leyen, miembro de la CDU de Merkel y política totalmente ajena a la reciente campaña electoral europea. Los populares colocaron también a la francesa Christine Lagarde, actual directora gerente del FMI, al frente del BCE, mientras que los liberales de ALDE/Renovar Europa situaron al primer ministro belga, Charles Michel, para presidir el Consejo.

La cosecha de los socialistas consistió en el puesto de Alto Representante, ido al ministro de Exteriores español Josep Borrell, la presidencia del Parlamento, en la que el 3 de julio fue investido el diputado italiano David Sassoli, y una suerte de cargo de consolación para Timmermans, quien, tras renunciar a ocupar su escaño en el Parlamento Europeo (el mandato fue transferido a su colega Lara Wolters), seguiría siendo la segunda persona de la Comisión.

El 10 de septiembre von der Leyen, una vez elegida por el Parlamento el 16 de julio, presentó un equipo de comisarios con ocho vicepresidencias y tres vicepresidencias ejecutivas. En la nueva estructura de la Comisión Timmermans ostentaba el puesto de primer vicepresidente ejecutivo, responsable de coordinar e impulsar los trabajos relativos al Pacto Verde Europeo, junto con la comisaría de Acción por el Clima. Entre sus tareas concretas, el comisario holandés tendría que presentar en los 100 primeros días de ejercicio la propuesta de la primera Ley Europea sobre el Clima, dirigida a asegurar el cumplimiento por los estados miembros de la meta trazada por la Comisión sobre la neutralidad carbónica de la UE en el año 2050, y además promover las medidas para hacer viables unos objetivos de reducción de emisiones contaminantes más ambiciosos de cara a 2030, elevando el volumen de las reducciones del 40% al 50% e incluso a un 55%.

Frans Timmermans ha tenido cuatro hijos de dos matrimonios. Su actual cónyuge, Irene Timmermans, lo es desde el año 2000.

(Cobertura informativa hasta 21/10/2019).

 

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