Ehud Olmert

En Israel, el colapso cerebral sufrido por el primer ministro Ariel Sharon en enero de 2006 aupó a su principal lugarteniente, Ehud Olmert, a las jefaturas del Gobierno y del partido Kadima, el cual ambos acababan de fundar tras abandonar su formación de siempre, el Likud. En mayo de aquel año, tras ganar el Kadima por mayoría simple las elecciones legislativas, Olmert, antiguo alcalde de Jerusalén, formó un Gobierno de coalición con el Partido Laborista resuelto a terminar el interminable conflicto con los palestinos de manera expeditiva y unilateral, perfilando las fronteras definitivas de Israel e incorporando al Estado los principales asentamientos de colonos en Cisjordania, después de completarse la Desconexión unilateral de Gaza en 2005. El frustrante resultado de la campaña militar contra la milicia Hezbollah en Líbano en el verano de 2006, las investigaciones policiales por presunta corrupción y el exitoso desafío interno de su ministra de Exteriores, Tzipi Livni, obligaron a Olmert, hundido en los sondeos, a presentar la dimisión en septiembre de 2008.

Su cese como primer ministro se demoró hasta marzo de 2009, al cabo de unas elecciones legislativas anticipadas que, aunque ganadas con una endeble mayoría simple por el Kadima liderado por Livni, desembocaron en el regreso al Gobierno del Likud de Binyamin Netanyahu. Una vez fuera del poder, Olmert hubo de enfrentar una serie de procesos y juicios por diversas causas penales. En 2014 fue declarado culpable de aceptar sobornos en su etapa de alcalde jerosolimitano y condenado a seis años de prisión, y en 2015 le cayó una condena de ocho meses en relación con otro caso de corrupción. En 2017 Olmert, primer antiguo jefe de Gobierno israelí en ser encarcelado, obtuvo la libertad bajo fianza.


(Texto actualizado hasta 24 enero 2024)

1. Diputado del partido derechista Likud
2. Una década como alcalde de Jerusalén
3. Lugarteniente de Ariel Sharon en el Gobierno de Israel
4. Sucesor del incapacitado Sharon como primer ministro y líder del partido Kadima


1. Diputado del partido derechista Likud

Su padre, Mordechai Olmert, fallecido en 1998, fue un sionista de la diáspora oriundo de Rusia que en 1919 había huido del país con su familia, dejando atrás las convulsiones de la guerra civil desatada tras la revolución bolchevique, e iniciado una nueva vida en la ciudad china de Harbin. En 1933, doce años antes de tener con su esposa a Ehud, Mordechai Olmert emigró a Palestina, donde se integró en el movimiento colonizador y más tarde, ya instaurado el Estado judío a partir del mandato británico, se hizo un hueco en la política como diputado en las Knessets tercera y cuarta, es decir, durante las legislaturas comprendidas entre 1955 y 1961, en las filas del partido derechista Herut que lideraba Menachen Begin.

El joven Olmert, por tanto, nació y creció en un entorno laico y profundamente identificado con el nacionalismo expansionista judío, el llamado sionismo revisionista, que defendía la anexión al Estado de todos los territorios árabes (el Neguev, Galilea occidental, las dos partes de Jerusalén, Cisjordania, los Altos del Golán, la franja de Gaza y la península del Sinaí) arrebatados a Egipto, Jordania y Siria por la fuerza de las armas en las guerras de 1948-1949 y 1967, de acuerdo con la idea del Eretz Yisrael, el Gran Israel bíblico. Siendo un muchacho, Olmert estuvo activo en las juventudes del Betar, la organización sionista de extrema derecha fundada en 1923 por Zeev Jabotinsky y en la que habían militado tanto su padre como Begin. Los Olmert tenían motivos para estar resentidos con las élites pertenecientes, sin excepciones desde la proclamación del Estado, al socialista Partido de los Trabajadores (Mapai), transformado en 1968 en el Partido Laborista (Avoda), porque discriminaba a los israelíes de su ideología

En 1965, luego de realizar el servicio militar obligatorio en un regimiento de infantería de la Brigada Golani, una de las unidades más combativas de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), y de superar la convalecencia de unas heridas recibidas en un brazo y una pierna en el curso de un acción castrense que tanto pudo ser un entrenamiento como una misión real de tipo comando contra algún objetivo enemigo árabe en la región —la biografía oficial es imprecisa en este punto—, se matriculó en la Universidad Hebrea de Jerusalén, por la que obtuvo una diplomatura en Psicología y Filosofía en 1968, y otra en Derecho en 1973. Entre medio, en 1971, finalizó sus compromisos con la milicia desde el puesto de redactor del periódico militar BaMachane.

La obtención del título universitario en 1973 le facultó para ejercer la abogacía, cosa que hizo a partir de 1975 en un bufete privado. Pero a estas alturas de su todavía corta vida, Olmert, con 28 años, fundaba sus mayores ambiciones en la política profesional. Ya en la convención celebrada por el Herut en 1966, siendo un muy joven veinteañero, causó sensación cuando, delante de unos atónitos delegados, pidió la palabra y se puso a despotricar contra Begin, igualmente presente, por sus reiterados fracasos electorales frente al Mapai de David Ben-Gurion, Levi Eshkol y Golda Meir. Siguiendo los pasos de su padre, en 1967 dio portazo al Herut y se unió al Centro Libre, una escisión capitaneada por Shmuel Tamir y volcada en las denuncias de las corruptelas de la clase política tradicional. Olmert sirvió a Tamir como secretario y portavoz, pero en 1973, el mismo año de su graduación en la Universidad, se separó para formar el Centro Independiente, grupúsculo que no tardó en vincularse de nuevo al Herut.

En los comicios generales del 31 de diciembre de 1973 Olmert resultó elegido diputado del bloque Likud, cuyo núcleo era la alianza Gahal, a su vez integrada por el Herut y el Partido Liberal. Reelegido en su escaño en las votaciones del 17 de mayo de 1977, primeras perdidas por los laboristas y que catapultaron a Begin a la jefatura del Gobierno, ese mismo año abrió su propio despacho de abogados junto con tres colegas y en 1979 se reenganchó voluntariamente en las FDI para seguir un cursillo para oficiales en la reserva que se prolongó de manera intermitente hasta la invasión de Líbano en 1982.

En aquella época Olmert era un diputado de base con posturas maximalistas en lo que se refería al conflicto con los palestinos y los países árabes, y se ganó un crédito de paladín anticorrupción con asomos demagógicos. Él presumía de independiente, aunque su radicalismo le situaba en el ala más derechista del Likud. Enfrentándose al propio Begin, fue uno de los parlamentarios que votó en contra de los Acuerdos de Paz de Camp David con Egipto (septiembre de 1978) y, por ende, contra el compromiso de devolver el Sinaí, territorio ocupado desde la guerra de los Seis Días de 1967. 28 años más tarde, Olmert iba a reconocer que había estado "equivocado" cuando advirtió a Begin de que Camp David era un "error histórico". A lo largo de la década de los ochenta, Olmert fue reelegido otras tres veces en la Knesset, en junio de 1981, julio de 1984 y noviembre de 1988, y estuvo activo en los comités parlamentarios de Vivienda, Educación, Cultura y Deportes, y Asuntos Exteriores y Defensa.

Su primera responsabilidad gubernamental vino a raíz de las elecciones de 1988, que produjeron una Knesset dividida casi a partes iguales entre el Likud —que ya funcionaba como un partido unificado—, el Avoda y una pléyade de micropartidos de ideologías diversas. El 22 de diciembre, el sucesor de Begin al frente del Gobierno y el Likud desde 1983, Yitzhak Shamir, renovó el Ejecutivo de unión nacional con los laboristas de Shimon Peres vigente desde 1984, en cuyo seno Olmert recibió el puesto de ministro sin cartera responsable de Asuntos de las Minorías, la más importante de las cuales la componían los centenares de miles de ciudadanos israelíes de etnia árabe-beduina y religión musulmana. Aunque la normativa entonces vigente le permitía compatibilizar las funciones de diputado y de profesional privado, optó por abandonar la práctica legal.

En la remodelación ministerial a que dio lugar la ruptura el 13 de marzo de 1990 de la coalición con los laboristas, que abandonaron el Ejecutivo en protesta por la renuencia de Shamir a emprender conversaciones con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el primer ministro ascendió a Olmert a titular de Sanidad. Un bienio después, en las elecciones del 23 de junio de 1992, Olmert ganó su enésimo mandato en la Knesset, pero el Likud fue batido por el Avoda. Como consecuencia, el líder laborista Yitzhak Rabin formó gobierno el 13 de julio sin contar el Likud y Olmert abrió un largo paréntesis en su currículum ministerial.


2. Una década como alcalde de Jerusalén

El 2 de noviembre de 1993, mes y medio después de firmar en Washington Rabin y el líder palestino Yasser Arafat la esperanzadora, aunque a la larga fracasada, Declaración de Principios sobre la aplicación de una autonomía palestina en Cisjordania y Gaza y sobre los demás aspectos contemplados en los históricos Acuerdos de Oslo, cuya meta última era cerrar el larguísimo conflicto palestino-israelí, Olmert accedió a un cargo de representación popular bastante más relevante que su último ministerio, la alcaldía de Jerusalén. Fue en unos comicios municipales que ganó de manera rotunda y contra todo pronóstico al laborista Teddy Kollek, un curtido octogenario que llevaba 28 años en el puesto.

La victoria de Olmert supuso la conquista por el Likud de una plaza de enorme significación política hasta entonces vedada a la derecha no religiosa, y que de facto desde la ocupación de 1967 y de iure desde la anexión de 1980 (aunque no reconocida internacionalmente) incluía una jurisdicción efectiva sobre la parte oriental de la ciudad, al margen de la titularidad, más simbólica que otra cosa, de una autoridad municipal palestina, a la que los israelíes ignoraban. En sus diez años de edil jerosolimitano, Olmert fue un preclaro defensor de hechos consumados que blindaran el estatus legal de la ciudad como la capital "completa y unificada" del Estado judío, tal como rezaba la ley básica aprobada por la Knesset el 30 de julio de 1980; es decir, promovió la construcción o ampliación en el extrarradio de Jerusalén oriental de colonias judías sobre tierras confiscadas sin miramientos a sus legítimos propietarios árabes y que habían sido ocupadas por las FDI en la guerra de 1967.

Esta política, contraria al derecho internacional y al espíritu, cada vez más difuminado, del proceso de paz iniciado en Oslo, el cual relegaba a una fase final repetidamente demorada la espinosa cuestión del estatus de Jerusalén, fue constante a lo largo de los gobiernos laboristas de Rabin, Peres y Ehud Barak, y cobró un fuerte impulso cuando le tocó el turno de gobernar al Likud de la mano de Binyamin Netanyahu, entre junio de 1996 y julio de 1999, y de Ariel Sharon luego, desde marzo de 2001, al frente de un Gobierno de unión nacional que duró hasta las elecciones legislativas de enero de 2003, cuando el partido conservador venció con autoridad al Avoda.

Entre medio, en septiembre de 2000, estalló, precisamente en el Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas, el recinto sagrado de la Ciudad Antigua de Jerusalén oriental disputado por judíos y musulmanes, la llamada segunda Intifada o Intifada de Al Aqsa, que llevó a los territorios palestinos autónomos y ocupados, y también a las ciudades del Estado israelí, a una situación de guerra no declarada en la que una infernal cadena de atentados terroristas y ataques militares causó centenares de muertos y enormes destrucciones materiales, amén de precipitar el colapso del proceso de Oslo.

La imparable colonización de las áreas adyacentes al núcleo de Jerusalén oriental y que en los años de la soberanía jordana estaban fuera de los límites municipales perseguía expandir los barrios urbanos judíos, aislar los barrios árabes de lo que es Cisjordania y hacer inviable la pretensión de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) presidida por Arafat de establecer la capital del futuro Estado palestino en esta parte de la ciudad. Aunque el nuevo plan de paz presentado a las partes en abril de 2003 por el Cuarteto —Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU y Rusia—, la denominada Hoja de Ruta, estipulaba de manera explícita la congelación de toda la actividad relacionada con los asentamientos de los territorios ocupados de Cisjordania, Jerusalén y Gaza, incluido el "crecimiento natural" de los mismos, y el desmantelamiento de las colonias erigidas desde julio de 2001, Sharon, con el asentimiento de Olmert, hizo caso omiso de cualquier demanda de rectificación con el pretexto de que el Gobierno de Arafat no cumplía con su obligación de impedir los mortíferos atentados terroristas de los radicales palestinos, no pocos de los cuales tuvieron lugar en Jerusalén. Más todavía, el Gobierno israelí dijo a las claras que la cuestión de Jerusalén, al igual que el retorno de los refugiados, estaba fuera de toda negociación.

A pesar de las fuertes inversiones hechas para mejorar las infraestructuras de comunicaciones viales y la red de centros educativos de la ciudad —desembolsos que dispararon el déficit de las cuentas municipales—, y de la urbanización de tierras de cultivo y descampados árabes, Olmert no consiguió revertir una tendencia demográfica negativa para Israel que gravitaba como una amenaza sobre las tesis políticas: el mayor ritmo de crecimiento de la población árabe-musulmana que el de la judía, más afectada por los flujos migratorios relacionados con las carencias de servicios modernos y la escasez de oportunidades laborales para profesionales cualificados, y además con un índice de natalidad inferior. Dicho de otra manera, Jerusalén no era una ciudad que atrajera a los israelíes hebreos, sobre todo a los laicos, por su calidad de vida. Aunque los judíos seguían constituyendo la mayoría, unos dos tercios de los 693.000 habitantes censados, suponían menos de la mitad en la parte oriental y no llegaban al 10% en la Ciudad Antigua. Olmert se hizo eco de esta preocupación por la tendencia declinante de la población judía en varias ocasiones.

Por otra parte, en 1996 y 1997 Olmert afrontó un serio brete judicial que estuvo cerca de sepultar su carrera política. Fue a raíz de las dos acusaciones delictivas formuladas por el fiscal general del Estado, Michael Ben Yair, por su presunta participación durante la precampaña electoral de 1988, cuando tenía responsabilidades en la tesorería del Likud, en una trama clandestina de canalización de donaciones privadas que contravenían la ley de financiación de partidos tras la fachada de unas empresas de publicidad que facturaban por servicios ficticios, y también por presunta falsedad documental en relación con el estado de las cuentas del Likud facilitado a una auditoría del Estado en 1989. Otros tres altos cargos del partido fueron llevados a juicio también, pero el tribunal del distrito de Tel Aviv absolvió a Olmert a finales de septiembre de 1997 por falta de pruebas. Aunque exonerado por la justicia, las sospechas por la opinión pública de que este político con rasgos de sibarita pero un tanto gris llevaba muchos años, como abogado y como responsable del Likud, codeándose con personajes dudosos del mundo político-empresarial y tomando parte en inextricables chanchullos financieros continuaron en candelero.

En los comicios municipales del 10 de noviembre de 1998, que fueron boicoteados de nuevo por los ciudadanos palestinos y que en Jerusalén oriental registraron una abstención masiva, Olmert se aseguró un segundo mandato como alcalde y a continuación, tras 25 años y siete legislaturas, la última comenzada en junio de 1996, renunció a su escaño en la Knesset para ajustarse a la nueva ley que prohibía a los políticos desempeñar más de un cargo de elección popular. En la votación interna celebrada por el Likud el 2 de septiembre de 1999, Olmert, a sabiendas de sus mínimas posibilidades de ganar, disputó el liderazgo a Sharon, que venía encabezando de manera interina un partido minado por las peleas y las defecciones a raíz de la dimisión en mayo de Netanyahu, que pagó así por la derrota infligida por los laboristas de Barak en las elecciones legislativas. Olmert cosechó el 24% de los votos de los militantes, que en un 53% se decantaron por Sharon.

Esta competición concreta no fue óbice para que, en adelante, Olmert se desenvolviera como un fiel escudero de Sharon, cuyas sucesivas actuaciones y tomas de postura en contra de los palestinos, muy duras e intransigentes, secundó sin reservas. Así fue con las diversas medidas militares (bombardeos aéreos e incursiones terrestres de castigo contra objetivos de la ANP y campos de refugiados, reocupaciones de territorios, cercos a ciudades y la táctica de los asesinatos selectivos o extrajudiciales de cabecillas de las organizaciones radicales Hamás y Jihad Islámica) y pronunciamientos políticos (rechazo de Arafat como interlocutor válido, extensión de la etiqueta de "terrorista" a la cúpula de la ANP y limitación de unas hipotéticas negociaciones a la creación de un Estado palestino reducido en Gaza y parte de Cisjordania, sin continuidad territorial, desmilitarizado y sin capital en Jerusalén).

Olmert fue también un encomiasta del llamado muro de seguridad, una pared de hormigón armado que las FDI comenzaron a levantar en junio de 2002 a lo largo del límite septentrional de Cisjordania. La aparatosa barrera militarizada, que serpenteaba especialmente en torno a Jerusalén oriental, levantó la ira de los palestinos y reacciones internacionales muy negativas porque iba a agravar la inviabilidad económica y la desconexión de los territorios de la Autonomía y el futuro Estado palestinos, y porque al alzarse varios kilómetros en el interior de Cisjordania, es decir, dentro de los límites internacionales de 1967, amparaba la anexión de hecho por Israel de porciones sustanciales del territorio, de entrada todos los terrenos confiscados para las obras de construcción, lo que equivalía a un trazado unilateral de las fronteras. Olmert, Sharon y los demás jefes del Likud replicaron que Israel tenía derecho a impedir la penetración de terroristas palestinos de la mejor manera que creyera conveniente.


3. Lugarteniente de Ariel Sharon en el Gobierno de Israel

Para comienzos de 2003, la profusión de declaraciones de alto contenido político había convertido al alcalde de Jerusalén en una de las personalidades más mediáticas de Israel, aunque su talla como estadista estaba por demostrar, además de que su imagen pública arrastraba el daño de los problemas con la justicia. Olmert seguía sin merecer el calificativo de carismático, aunque en Israel tal condición se suele endilgar a los políticos salidos de la alta oficialidad militar y con laureles en el campo de batalla. Curiosamente, su esposa Aliza, una artista que escribía novelas y obras de teatro, tenía tendencias izquierdistas, al igual que sus cuatro hijos (tres biológicos y uno adoptado), vinculados al partido Meretz o a organizaciones sociales de corte progresista. Con todo, el partido le encomendó la dirección de la campaña de las elecciones legislativas disputadas el 28 de enero de aquel año y que se saldaron con un éxito más que notable, prolongando la victoria de Sharon frente a Barak en las elecciones a primer ministro del 6 de febrero de 2001. Con el 29,4% de los votos, la formación derechista capturó 38 escaños, entre ellos el de Olmert, que regresaba al hemiciclo.

La aritmética parlamentaria hizo innecesario reeditar el Gobierno de unión nacional con los laboristas. El 28 de febrero, la Knesset aprobó el nuevo Gabinete de Sharon, de coalición con el partido centrista Shinui, el ortodoxo Partido Nacional Religioso (Mafdal) y la ultranacionalista Unión Nacional, los cuales sumaban 27 escaños y aportaban la deseada mayoría absoluta. La identificación de Olmert con su jefe de filas le fue recompensada por éste con la cartera de Industria, Comercio y Trabajo, las competencias anejas de la Autoridad de Tierras, la Autoridad de Radiotelevisión y la Administración Beduina del Neguev, y, tanto o más importante que lo anterior, por su dimensión política, el rango de viceprimer ministro. Los otros pesos pesados del Likud en el Ejecutivo eran Silvan Shalom, ministro de Exteriores y adjunto al primer ministro, Shaul Mofaz en Defensa y Netanyahu en Finanzas, pero Olmert era el verdadero número dos.

En los meses siguientes, Olmert no desaprovechó ocasiones para expresar puntos de vista radicales en relación con el trato que las FDI debían dispensar a los palestinos involucrados en la violencia, superando en visceralidad la contundencia cara a Sharon. El 14 de septiembre de 2003, dos semanas antes de agregar a su elenco de cargos el ministerio de Comunicaciones, hasta entonces desempeñado por Sharon, y haciéndose oír bien alto entre un coro de prebostes del Likud que parecían enredados en una competición por mostrar a la opinión pública quién era el más halcón y el más nacionalista, el viceministro aseguró que era lícito "desde el punto de vista moral" matar a Arafat, el cual se encontraba acorralado por los tanques israelíes en el semiderruido cuartel de la Mukataa, en Ramallah, y cuya deportación de Palestina Sharon se reservaba ordenar en cualquier momento. "Matarlo es definitivamente una de las opciones", explicó con naturalidad Olmert, ya que Israel estaba empeñado en "eliminar a todas las cabezas del terror, y Arafat es una de ellas".

El pronunciamiento de Olmert, que objetivamente podía calificarse de apología del terrorismo de Estado, dejó atónitos a los miembros del Cuarteto y enfureció a los palestinos. El ministro Saeb Erekat afirmó que "el Gobierno israelí piensa y actúa como una organización de mafiosos y gángsteres". Al día siguiente del polémico comentario, el jefe de la diplomacia, Shalom, tuvo que salir a desmentir categóricamente que entre las opciones contempladas por su gobierno estuviese la "eliminación" del presidente palestino. Sharon guardó silencio. El clamor llegó a la ONU y el mismo día 16 Estados Unidos vetó un texto de resolución del Consejo de Seguridad que exigía la retractación israelí porque no incluía ninguna condena al terrorismo palestino. Donde sí prosperó la resolución de condena fue en la Asamblea General, y con un resultado de lo más rotundo (133 votos a favor, 15 abstenciones y 4 votos en contra), si bien el instrumento no tenía fuerza vinculante.

Tras levantar esta polvareda en el exterior, Olmert dio una especie de palada de arena que tuvo la virtud de sacar de sus casillas a los sectores ultranacionalistas de la sociedad israelí. Fue en noviembre, en una entrevista concedida al periódico Haaretz, en la que manifestó la necesidad de que Israel evacuara completamente Gaza, tanto a las tropas de ocupación como a los colonos allí asentados, y ciertos puntos de Cisjordania no controlados por la ANP porque la asimetría de las tendencias demográficas amenazaba el carácter eminentemente judío del Estado. Los palestinos podrían tener el suyo propio, pero rigurosamente separado, y ahí el muro de seguridad cumplía un cometido fundamental. Por su propio bien, Israel no debía apropiarse de territorios poblados donde los árabes fueran mayoría, venía a decir el viceministro. Además, "ante la ausencia de un acuerdo negociado", Israel tendría que acometer esta operación de manera unilateral.

Olmert fue acusado por la extrema derecha laica y religiosa de "rendirse" ante los palestinos (los cuales, por su parte, tildaron sus palabras de "racistas"), pero su opinión, casi sin solución de continuidad, se convirtió en el elemento maestro de la estrategia de Sharon, el famoso Plan de Desconexión, dado a conocer por el primer ministro el 18 de diciembre. La entrevista concedida por Olmert a Haaretz fue, de hecho, un globo sonda para tantear el grado de aceptación por el público de un proyecto llamado a generar una agria controversia.

A principios de diciembre de 2003, mientras fungía de primer ministro en funciones por una incapacidad temporal de Sharon debido a sus problemas de salud, Olmert lanzó un ataque muy poco frecuente contra el secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, por su intención de entrevistarse con los artífices de los llamados Acuerdos de Ginebra (un marco de paz no oficial centrado en las fronteras definitivas de Palestina, complementario a la Hoja de Ruta y bastante favorable a las tesis palestinas), el diputado izquierdista israelí Yossi Beilin y el dirigente palestino Yasser Abed Rabbo. Ya irritado por la valoración desfavorable —aunque completamente inocua, por floja e ignorada— del Departamento de Estado de la expansión de los asentamientos, la construcción del muro de seguridad y la política de los asesinatos selectivos, Olmert afirmó que Powell estaba "cometiendo un error", que no estaba siendo "útil al proceso" y que cabía "dudar de su juicio" en ese asunto.

A lo largo de 2004, Olmert fue una sólida muleta para Sharon, que pasó verdaderos apuros para sacar adelante el Plan de Desconexión de Gaza, el cual envenenó del todo las pendencias intestinas que estaban agrietando el Likud. Aceptado únicamente por Estados Unidos y, sin efusividad, por el Reino Unido, el plan suponía el desmantelamiento de todos los puestos militares y los 21 asentamientos judíos, donde residían 7.500 colonos rodeados por más de un millón de palestinos, de manera unilateral, a espaldas a la ANP. Israel se desentendería de la conflictiva franja mediterránea arrebatada a Egipto en 1967, pero como contrapartida retendría de manera permanente los mayores asentamientos de Cisjordania, en tanto que cuatro colonias "ilegales" y aisladas en Samaria sí serían obligadas a cerrar. Los palestinos, en su enésima pataleta, tan estéril como las anteriores, denunciaron que los israelíes se disponían a violar flagrantemente las resoluciones de la ONU.

El tándem Sharon-Olmert enfrentó en su propio partido las resistencias de la potente facción ultra capitaneada públicamente por el ministro sin cartera Uzi Landau pero que tenía a Netanyahu con máximo azuzador. El titular de finanzas acusó al primer ministro de "premiar a los terroristas" con la descolonización de Gaza. Tras la derrota táctica que supuso el resultado negativo del referéndum interno celebrado en el Likud el 2 de mayo, el primer ministro hizo algunas correcciones al plan y consiguió que el Gabinete le diera luz verde el 6 de junio. El precio a pagar fue la expulsión de los ministros de Unión Nacional.

Pero las tribulaciones de Olmert y su superior excedieron las trifulcas partidistas: en enero de 2004, ambos fueron salpicados por las acusaciones de la justicia al promotor inmobiliario David Appel, quien habría sobornado a los dos políticos en 1999 para conseguir su apoyo en el proyecto de comprar un islote griego del mar Egeo y abrir allí un negocio urbanístico. A cambio, Olmert y Sharon habrían recibido del empresario financiación para sus respectivos envites en la elección del líder del Likud tras la dimisión de Netanyahu. Ninguno de los dos prestó atención a las demandas de dimisión que les hizo la oposición en pleno, inclusive el habitualmente circunspecto líder del Avoda y tantas veces ministro, Peres. En junio, la Fiscalía General decidió cerrar el caso al no hallar suficientes indicios de un delito de cohecho y el escándalo pasó a mejor vida.

El celo de Olmert por preservar su coto de poder en el Ejecutivo salió a relucir en diciembre de 2004, al poco de fallecer Arafat y de sucederle en el liderazgo palestino Mahmoud Abbas, cuando Sharon y Peres emprendieron negociaciones para recuperar el Gobierno de unión nacional y viabilizar el Plan de Desconexión, sumido en la incertidumbre tras la desintegración de la coalición cuatripartita y la actitud sedicente de la facción de Netanyahu. El acuerdo sobre el reparto de carteras se tradujo para Olmert en la entrega de la de Comunicaciones a la laborista Dalia Itzik, una cesión menor. Peres entraba como viceprimer ministro, pero sin cartera, luego no le arrebató al dirigente del Likud la condición de número dos del Ejecutivo. El nuevo Gabinete, que incluía a los ultraortodoxos ashkenazíes de Judaísmo Unificado de la Torah (Yahadut HaTorah), fue confirmado por la Knesset el 10 de enero de 2005.

La oposición de Netanyahu al Plan de Desconexión desembocó en su dimisión como ministro de Finanzas el 7 de agosto de 2005, tras lo cual el pugnaz dirigente derechista inició una batalla sin cuartel, a la postre infructuosa, para defenestrar a Sharon en el mando del partido. Sharon no dudó en entregar la cartera vacante a su más leal colaborador, quien no tuvo que desprenderse del Ministerio de Industria, Comercio y Trabajo, y que, por supuesto, continuó con el rango de viceprimer ministro. Despejados los últimos obstáculos políticos, el Plan de Desconexión comenzó a ejecutarse el 14 de agosto y nueve días más tarde los soldados israelíes desalojaban por la fuerza el último asentamiento de colonos. El 12 de septiembre marcharon los últimos militares judíos y las fuerzas de seguridad de la ANP se hicieron cargo del territorio, inclusive, desde el 25 de noviembre, el puesto fronterizo con Egipto de Rafah, bajo la supervisión de inspectores de la Unión Europea.


4. Sucesor del incapacitado Sharon como primer ministro y líder del partido Kadima

En el último tramo de 2005 y el despuntar de 2006, Olmert, para el que los sondeos periodísticos no eran precisamente halagadores (en opinión de los consultados, los dirigentes del Likud más convincentes como posibles primeros ministros eran, aparte de Sharon, que merecía la aprobación de la mitad de los israelíes, Netanyahu y Mofaz), se convirtió en protagonista de una cadena de acontecimientos traumáticos que le situaron en la cresta de la ola.

Todo empezó el 17 de noviembre, cuando Sharon, abrumado por el desafío de Netanyahu, las protestas del movimiento de colonos y los interminables problemas con la justicia por las sospechas de corrupción, pactó con el nuevo líder del Avoda, Amir Peretz, la salida de los laboristas del Gobierno y el adelanto de las elecciones legislativas para febrero o marzo. A continuación, el 21 de noviembre, Sharon provocó un terremoto al anunciar que abandonaba el Likud y creaba su propio partido, Aharayut Leumit (Responsabilidad Nacional), que al cabo de tres días se registró con el nombre de Kadima (Adelante). El mismo día 21, la Knesset aprobaba su disolución y los ministros laboristas dimitían en bloque.

Olmert secundó al punto a Sharon en su espectacular movimiento. Kadima nacía con la intención de disputar y ganar las próximas elecciones generales con un programa de preservación del Estado de Israel y de su carácter mayoritariamente judío sobre las bases de la entrega a la ANP de algunos territorios de Cisjordania (unas "concesiones dolorosas", en palabras de Sharon), el mantenimiento definitivo de los mayores asentamientos de colonos y el estatus indivisible de Jerusalén. La agenda para superar el conflicto palestino-israelí hacía suyas la Hoja de Ruta (una declaración no exenta de retórica, toda vez que tal plan, boicoteado a conciencia por el terrorismo palestino pero socavado en no menor grado por la política de hechos consumados del Gobierno israelí, era papel mojado desde hacía tiempo y su calendario ya había caducado) así como el principio de los dos estados nacionales en Palestina.

Por su parte, la ANP tendría que desmantelar las organizaciones terroristas que operaban en su territorio y aplicar reformas en su aparato de seguridad; si esto se cumplía, los palestinos podrían tener su Estado. Se trataba de una "agenda moderada" que animó a propios y a extraños a calificar al flamante partido de Sharon y Olmert de "centrista". Además, Kadima decía estar abierto a coaliciones con cualquier fuerza, de derecha o de izquierda, laica o religiosa, que se modulara a sus tesis.

En los días siguientes, el Kadima fue reclutando para sus filas a un buen número de ministros y diputados del Likud. Además de Olmert y los ministros de Turismo, Avraham Hirchson, y Justicia, Tzipi Livni, anunciaron su participación los titulares de Defensa, Mofaz, Seguridad Interna, Gideon Ezra, y Transportes, Meir Sheetrit. El secretario general del Likud, Tzachi Hanegbi, que presidía el partido en funciones de resultas de la marcha de Sharon, también se pasó al Kadima. Tras hacerse de rogar, Peres, recién derrotado por Peretz en la interna del Avoda, acató las exhortaciones del primer ministro a que se uniera a sus filas, fuga que hizo más convincente el reclamado perfil centrista de la formación, que si finalmente se asentaba en ese lado del espectro era, más que nada, por tener a su derecha un Likud dominado por el extremismo más recalcitrante. Otro fichaje sobresaliente en las filas laboristas fue el de Haim Ramon.

Las encuestas pronosticaban al Kadima una clara victoria electoral, con una horquilla estimada de entre 30 y 33 diputados, sobre el Avoda y, con mucha más amplitud, sobre el Likud, que parecía abocado a un descalabro sin precedentes. Pero el 18 de diciembre, en la víspera de la elección de Netanyahu como líder del Likud, el apasionante escenario preelectoral se sumió en una tensa incertidumbre porque Sharon, a los 77 años, sufrió un infarto cerebral leve que lo mandó al hospital. El primer ministro se mantuvo consciente y antes de 48 horas fue dado de alta. En el ínterin, el Kadima decidió que Olmert fuera el segundo de lista en los comicios al Knesset, por delante de la ministra Livni, quien aunque más popular que él, no gozaba de tanta experiencia. Esta decisión era muy importante, ya que en caso de no poder participar Sharon en las elecciones, quien le siguiera en la lista de candidatos al escaño ocuparía su lugar.

El regreso de Sharon al quehacer político mitigó los temores sobre su estado de salud, pero el 4 de enero de 2006 el veterano estadista sufrió un segundo y más grave derrame cerebral. Esta vez, Sharon cayó en coma irreversible y quedó completamente incapacitado para ejercer sus funciones. Con toda urgencia, Olmert se hizo cargo del Consejo de Ministros, así como del Ministerio del Interior, que Sharon venía dirigiendo en funciones, y confirmó con Peres que la agenda del Kadima tal como la había diseñado Sharon seguía en vigor. El 16 de enero, luego de asegurarse el respaldo de una serie de dirigentes y de convencer a Livni para que renunciara a competir por la sucesión de Sharon a cambio de un puesto de relieve en el futuro gobierno, Olmert fue elegido sin oposición líder del Kadima y su cabeza de lista para las elecciones del 28 de marzo. El mismo día, los cuatro ministros del Likud hicieron efectiva la dimisión presentada tres días atrás por orden de Netanyahu. Para sustituir a Shalom en Exteriores, Olmert nombró a Livni. En ese momento, las expectativas del Kadima en las urnas eran óptimas: hasta 45 escaños podría meter en la Knesset, según encuestas de prensa.

Hasta las trascendentales elecciones, Olmert hizo una serie de manifestaciones y tomó unas cuantas decisiones en relación con los palestinos que supuestamente no encerraban contradicción entre sí y que habrían sido las adoptadas por Sharon de no estar debatiéndose entre la vida y la muerte: su disposición a negociar con la ANP una solución definitiva al conflicto, lo que supondría toda una novedad tras años de acciones unilaterales de Israel; el mentís de que tuviera en mente un "plan de desconexión para Cisjordania" de las características del aplicado en Gaza; o la confirmación de sus intenciones de "establecer las fronteras permanentes de Israel para asegurar una mayoría judía" antes de terminar la legislatura en 2010, seguido del reconocimiento, tal como habían denunciado los palestinos, de que el muro de seguridad estaba dibujando, en líneas generales, esas fronteras.

Y, como reacción al apabullante triunfo de los islamistas de Hamás sobre el partido Fatah de Abbas en las elecciones legislativas del 25 de enero en la ANP, que provocaron un revuelo internacional, el anuncio de la cancelación de todo contacto, diálogo o negociación con el Gobierno luego presidido por Ismail Haniya por tratarse Hamás de una "organización terrorista que llama a nuestra destrucción", seguido de una ofensiva internacional para someter al mismo al aislamiento diplomático y el embargo financiero a menos que desarmara su aparato miliciano, renunciara a la violencia y reconociera al Estado de Israel. Más todavía, Tel Aviv, entre el 1 y el 5 de febrero, mantuvo congeladas las transferencias a la ANP de los fondos correspondientes a las tasas aduaneras recaudadas en su nombre y las retenciones fiscales de los palestinos que trabajaban en Israel. Haniya fue amenazado de muerte y Olmert precisó que el trazado de las fronteras definitivas de Israel a costa de Cisjordania se haría de manera unilateral.

El turbador escenario abierto con la conquista por Hamás del Gobierno palestino —que no la Presidencia, firmemente en manos de Abbas—, y el cotidiano reguero de muertos en los golpes y contragolpes de las milicias palestinas y las FDI (destacando el violento asalto, el 14 de marzo, de una cárcel de la ANP para capturar a un extremista condenado por el asesinato en 2001 del ministro israelí Rehavam Zeevi y a otros cinco reos igualmente reclamados por Israel, operación que Olmert concibió como una demostración de fuerza para convencer a los votantes de que él también, como Sharon, tenía brío belicoso), iban a afectar a las elecciones, ya anómalas por la situación comatosa de Sharon, ausente físicamente pero presente en la mente de todos, de una manera que nadie se atrevió a vaticinar.

Lo que sucedió el 28 de marzo fue que Kadima ganó, pero no de la manera contundente que los sondeos habían predicho al cierre de campaña. La formación de Olmert obtuvo con el 22% de los votos una mayoría relativa de 29 escaños sobre 120. Considerando el triunfalismo que había acompañado a su fundación y su capacidad para reclutar dirigentes y cuadros del Likud, se trataba de un rendimiento discreto. Se hizo notar que el Kadima succionó toda la fuerza electoral que anteriormente había tenido el Shinui, reducido, literalmente, a la nada. El Avoda quedó segundo con el 15,1% y 19 escaños y la ultraortodoxa Asociación Internacional de Sefardíes Observantes de la Torah (Shas) tercera con el 9,5% y 12. El partido de Netanyahu quedó relegado a un humillante cuarto puesto con el 8,9% de los votos y 12 diputados. La participación, del 63,6%, fue muy baja para los estándares israelíes, poniendo de relieve el desconcierto del electorado.

Olmert emprendió negociaciones para formar un gobierno de coalición con los laboristas, que exigieron la reversión de las políticas neoliberales practicadas por el ejecutivo saliente y un importante incremento del gasto social. El 14 de abril, al vencer el límite de cien días fijado por la Ley Básica sin haberse recuperado Sharon, el primer ministro fue declarado "incapacitado permanente" y Olmert asumió la titularidad. Tres días después, un suicida palestino se inmolaba en el centro de Tel Aviv y asesinaba a nueve personas. El atentado fue reivindicado por la Jihad Islámica y las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, banda vinculada a Fatah. Como fuere que Hamás, que mantenía una tregua desde marzo de 2005, no condenó el atentado sino que lo justificó como un acto de "legítima defensa" por el constante goteo de víctimas palestinas, tanto activistas como civiles inermes, Olmert imputó el mismo al Gobierno de la ANP y prometió una contundente respuesta militar que sería ejecutada cuando se considerara oportuno, aunque desestimó la petición del alto mando de las FDI de declarar a la ANP "entidad terrorista y Estado enemigo", luego susceptible de ser atacada, sus estructuras y sus dirigentes, sin contemplaciones.

Las arduas negociaciones entre Olmert y Peretz desembocaron el 28 de abril en la firma de un acuerdo sobre el reparto de carteras que resultó bastante favorable a los laboristas, para irritación de algunos dirigentes del Kadima. En la coalición se integraron también el Shas, que vio satisfechas sus reclamaciones habituales de subvenciones a las escuelas religiosas que regentaba y cuyo apoyo al abandono parcial de Cisjordania no era seguro, y el nuevo partido Pensionistas de Israel a la Knesset (GIL), conformando una mayoría absoluta de 67 diputados. El 1 de mayo Olmert comunicó al presidente del Estado, Moshe Katzav, que disponía del suficiente respaldo parlamentario para formar gobierno. Por último, el 4 de mayo, la Knesset, con 65 votos a favor y 49 en contra, aprobó a Olmert y sus ministros, que tomaron posesión de sus puestos. En el discurso de investidura, el duodécimo primer ministro de Israel (que a diferencia de sus tres inmediatos predecesores, Sharon, Barak y Netanyahu, pese a su conocimiento del uniforme, no era un antiguo profesional de la milicia) anunció que las fronteras de Israel iban a cambiar "significativamente" en los próximos años.

De los 25 puestos del Gabinete, doce eran para el Kadima, siete para el Avoda, cuatro para el Shas y uno para el GIL. Olmert tomó para sí la cartera de Bienestar Social, aunque no se descartaba que la misma fuera otorgada a un miembro de Yahadut HaTorah si este partido ultraortodoxo decidía convertirse en el quinto socio de la coalición. Livni era la número dos como viceprimera ministra primera (textualmente, "primer ministro en funciones", que era lo que Olmert había sido hasta ahora) más ministra de Exteriores. Peres era el número tres en tanto que viceprimer ministro y ministro del Desarrollo del Neguev y Galilea. Figuraban tres adjuntos al primer ministro: por el Avoda, Peretz, ministro de Defensa; por el Kadima, Mofaz, titular de Transportes; y por el Shas, Eli Yishai, responsable de Industria, Comercio y Trabajo. Otros nombres descollantes eran, por el Kadima, Sheetrit en Construcción y Vivienda, Hirchson en Finanzas, Ronni Bar-On en Interior, Ramon en Justicia y Avi Dichter en Seguridad Pública, y por el Avoda, Binyamin Ben-Eliezer en Infraestructura Nacional.

(Cobertura informativa hasta 1/6/2006)