Blaise Compaoré

En Burkina Faso, un masivo y fulminante levantamiento popular puso término el último día de octubre de 2014 a la larga presidencia de Blaise Compaoré, en el poder desde 1987. La revuelta de los airados ciudadanos burkineses, saldada con la renuncia y fuga del dirigente, y la toma del Ejecutivo por el Ejército bajo la promesa de una transición consensuada con los partidos de la oposición, tuvo como espoleta el intento abusivo por Compaoré de, repitiendo la maniobra estrenada en 2000, enmendar la Constitución para poder optar a un nuevo mandato electoral, que habría de ser el quinto consecutivo tras los ganados en las urnas en 1991, 1998, 2005 y 2010.

Sin embargo, la súbita Primavera Burkinesa, expresión de un malestar general incubado por largo tiempo en este país subsaheliano hundido en los rankings mundiales de desarrollo humano, se estaba gestando al menos desde las protestas de 2011. Con la caída de Compaoré, autócrata de maneras gentiles y discurso benigno que dosificaba la represión de los detractores más molestos (muerte del periodista Norbert Zongo en 1998) y que cultivaba con destreza la respetabilidad internacional, desaparece uno de los más veteranos e intrigantes hombres fuertes del continente negro, en su caso aliado privilegiado de Francia y Estados Unidos, así como "buen alumno" del FMI y el Banco Mundial. La trayectoria de este antiguo capitán y compañero del mítico Thomas Sankara, asesinado en el "movimiento rectificador" de 1987, vale como paradigma de toda una manera de hacer política en la África surgida de la descolonización en los años 60 y 70 del pasado siglo.


Partiendo de la condición de militar golpista con prédicas revolucionarias de extrema izquierda, Compaoré hizo una reconversión a presidente constitucional civil con planteamientos social-liberales y secretas ambiciones vitalicias, amparándose en la legitimidad formal que le conferían un marco ampliamente pluralista y unas elecciones que, aunque defectuosas y bajo sospechas de fraude, tampoco podían ser rechazadas como meras mascaradas. La eliminación calculada de rivales internos, las añagazas legales y la inanidad de la fragmentada oposición parlamentaria dejaron a Compaoré con margen suficiente para ir sorteando sin excesivos apuros las denuncias por los vigorosos movimientos sociales de la corrupción, el nepotismo y las violaciones de los Derechos Humanos bajo el régimen semi-autoritario, así como los motines y conspiraciones del estamento castrense. Sus programas de ajuste y reforma estructural favorecieron el crecimiento sostenido de la economía, muy vulnerable por su dependencia de las exportaciones de algodón y oro, pero poco o nada hicieron para sacar a la población de la pobreza endémica.

De paradójica o ambivalente cabe calificar la actuación de Compaoré en la escena regional de África Occidental, donde fue el estadista más ubicuo, mimado por París y Washington. Así, si por una parte medió incansablemente, llegando a hacer de la facilitación un segundo oficio, para pacificar los conflictos que, como fichas de dominó, fueron golpeando a los estados de todo el vecindario, a cuyo lado Burkina Faso parecía un oasis de tranquilidad, al mismo tiempo recibió más que consistentes acusaciones de injerencia desestabilizadora, como protector e instigador de las subversiones armadas que en distintos períodos provocaron guerras civiles en Liberia (1989-1996), Sierra Leona (1991-2002) y Côte d'Ivoire (2002-2007 y 2010-2011). Ahora, su pasada complicidad triangular con el liberiano Charles Taylor y el libio Muammar al-Gaddafi podría poner en problemas penales a Compaoré, quien permanece exiliado en la capital marfileña, Yamoussoukro.

(Texto actualizado hasta octubre 2014)

1. Compañero y sayón de Thomas Sankara
2. Una engañosa transición del régimen militar al pluralismo civil
3. Las inercias de una presidencia invicta con formalidades democráticas
4. Actor ambivalente en las crisis de África Occidental
5. Revuelta popular y dimisión forzada en 2014


1. Compañero y sayón de Thomas Sankara

Perteneciente a la etnia mossi, la más numerosa del país, y de fe católica, recibió instrucción secundaria en su Ziniaré natal, al norte de la capital Ouagadougou, antes de enrolarse en la milicia y de ingresar en 1973 en la Escuela Militar Inter-Armas de Camerún (EMIAC) en Yaoundé. Entre 1975 y 1976 adquirió una especialización en la Escuela de Infantería de Montpellier y en 1977, año en que fue ascendido a teniente, prolongó su estancia en Francia para adiestrarse en operaciones aerotransportadas en la Escuela de Mont-Louis, en Pau. En 1978, tras recibir otro cursillo en Marruecos, inició el servicio en el Ejército de la República de Alto Volta, que así se llamaba entonces Burkina Faso, como jefe de sección y luego como oficial de una compañía de paracaidistas en un regimiento con base en Bobo-Dioulasso. En mayo de 1980 el joven oficial se convirtió en edecán del jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Voltaicas. Al año siguiente recibió el despacho de comandante del Centro Nacional de Instrucción de Comandos (CNEC) en Pô, así como un asiento en el Consejo de las Fuerzas Armadas.

Compaoré fue miembro del Comité Militar de Recuperación para el Progreso Nacional, la junta golpista dirigida por el coronel Saye Zerbo que el 25 de noviembre de 1980 derrocó al presidente Sangoulé Lamizana, un antiguo general reconvertido en civil que en 1966 había desplazado del poder al primer presidente surgido de la independencia de Francia en 1960, Maurice Yaméogo. Cuando Zerbo fue derrocado a su vez el 7 de noviembre de 1982 por el general Jean-Baptiste Ouédraogo, Compaoré, que meses antes había asistido a un curso de preparación para oficiales en Pau y ascendido al grado de capitán, se retiró al acuartelamiento de Pô.

Desde allí, Compaoré urdió y ejecutó el golpe de Estado, el cuarto en la historia de país, que el 4 de agosto de 1983 derrocó a Ouédraogo e instaló en el poder al capitán Thomas Sankara, quien se encontraba en prisión desde el mes de mayo anterior por oponerse a Ouédraogo, del cual había sido por breve tiempo hombre de confianza desde los puestos de primer ministro y ministro de Información. Compaoré y Sankara, dos capitanes de la misma quinta –el primero tenía 32 años y el segundo 33-, eran amigos desde su coincidencia en 1978 en las aulas de la Escuela de Instructores Paracaidistas de Rabat. Compartían inquietudes regeneracionistas y su deseo era sacar del marasmo, mediante un enérgico gobierno militar de corte progresista, a la empobrecida nación africana, encajonada entre el recodo suroccidental de la región semidesértica del Sahel y la sabana húmeda sudanesa. Sankara pasó a ser el nuevo hombre fuerte de Alto Volta como presidente de la junta militar que desplazó al Comité de Salvación Popular de Ouédraogo, el Consejo Nacional de la Revolución (CNR), y a su diestra se situó Compaoré como segundo oficial al mando y ministro de Estado delegado en la Presidencia.

Apoyados con entusiasmo por la Libia del coronel Muammar al-Gaddafi y por otros regímenes afines del África subsahariana, muy en especial el del teniente Jerry Rawlings de Ghana, el tándem formado en Burkina Faso –nuevo nombre del país desde el 4 de agosto de 1984- por los capitanes Sankara y Compaoré lanzó una drástica campaña anticorrupción, persiguió la autosuficiencia agrícola para prevenir penurias alimentarias y hambrunas, confiscó tierras a los terratenientes para repartirlas entre los campesinos y aplicó medidas para la mejora de la infraestructura sanitaria, el sistema educativo y la posición de la mujer en la sociedad, todos los cuales presentaban una situación lamentable. Sin embargo, el líder indiscutible del régimen revolucionario y nacionalista burkinés era Sankara, personaje carismático que exudaba un estilo disciplinado y marcial, pero a la vez un carácter afable, de soldado abierto al contacto con el pueblo llano y vocero de unas preocupaciones sinceras por mejorar las condiciones de vida de la población, a la que sin embargo negaba cualquier horizonte de restauración democrática de la mano de un gobierno civil.

Su enorme popularidad en casa y el prestigio alcanzado dentro y fuera de África, donde era el más conocido representante de la nueva izquierda militar con programas de transformaciones nacionales radicales, confirieron a Sankara, llamado a veces el Che Guevara africano (un apelativo compartido con su gemelo en la región, el ghanés Rawlings) un halo mítico en los pueblos del Tercer Mundo, dejando en ellos una profunda huella. La acusada personalización del régimen del CNR en Sankara produjo recelos y abrió fisuras en la junta militar y la oficialidad castrense, donde se configuró una madeja de camarillas y grupúsculos rivales entre sí. Varios compañeros del movimiento golpista de 1983 comenzaron a conspirar contra el jefe del Estado y a la cabeza de los sedicentes estaba Compaoré, que también discrepaba abiertamente de una serie de resoluciones del gobierno dictatorial, como la supresión de los sindicatos. No queda claro hasta qué punto Sankara era consciente de la amenaza que entrañaban las divergencias con quien se suponía era su mano derecha en el CNR.

Al parecer, el deterioro de las relaciones entre los dos capitanes llegó a un punto de no retorno en 1987 cuando Sankara intentó marginar del poder a una de las dos organizaciones políticas semioficiales que convergían en el CNR, la Unión de Comunistas Burkineses (UCB), cercana a Compaoré, así como a una facción disidente de la organización rival de la UCB, la Unión de Combatientes Comunistas Reconstruida (ULCR), adherida a posiciones de la extrema izquierda marxista y leal al jefe del Estado.

El 15 de octubre de 1987 Compaoré, siendo entonces ministro delegado de Justicia, zanjó la pugna a su favor de la manera más expeditiva. Ese día, un comando de hombres bajo sus órdenes mató a tiros a Sankara y a 13 de sus allegados en Ouagadougou. La liquidación del jefe del Estado provocó un conato de resistencia de sus partidarios que fue fácilmente sofocado por los golpistas. Compaoré lamentó el fallecimiento "accidental" de Sankara, quien había sido su "compañero de armas y amigo", y organizó un nuevo Gobierno militar denominado del Frente Popular (FP), en sustitución del CNR. Al timón del FP se colocó un virtual triunvirato militar formado por Compaoré, presidente de la junta, el mayor Jean-Baptiste Boukary Lingani, quien siguió siendo ministro de Defensa Popular y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, y el capitán Henri Zongo, otra figura destacada del golpe revolucionario de 1983.

Autoproclamado jefe del Estado el 31 de octubre, Compaoré insistió en la prosecución del "proceso revolucionario democrático y popular" emprendido en 1983, aunque este proceso quedaba sujeto ahora a una "rectificación". Desde el primer día del "movimiento rectificador" encabezado por Compaoré quedó claro que el régimen militar burkinés entraba en una fase de moderación ideológica en todos los terrenos.


2. Una engañosa transición del régimen militar al pluralismo civil

Erigido como el nuevo dirigente supremo de Burkina Faso, Compaoré deslizó sus intenciones de normalizar la vida pública, trastornada por el voluntarismo cuartelero de Sankara. Por de pronto, liberó a los presos políticos y abolió los Tribunales Populares Revolucionarios y los Comités de Defensa de la Revolución, que habían conducido las acusaciones y procesos por corrupción y reaccionarismo contra miembros del Ejército y funcionarios del Estado. Los privilegios de las élites tradicionales empezaron a ser restituidos y las nacionalizaciones del sector productivo fueron revertidas. El abandono de los experimentos socialistas dio paso a unas directrices de orientación liberal que buscaban reconstituir la economía de mercado y fomentar la iniciativa empresarial privada.

El drástico cambio de rumbo en la política económica perseguía favorecer el diálogo crediticio con el FMI y el Banco Mundial, cuya asistencia financiera Compaoré consideraba vital. Los acuerdos adoptados con ambos organismos a partir de noviembre de 1990 dieron paso a una importante reestructuración de los sectores bancario y agroindustrial, traducida en la privatización de empresas y el despido de trabajadores públicos. Igualmente, Compaoré, tras hacerse con el poder, se apresuró a normalizar las relaciones con la antigua metrópoli colonial, Francia, y con la fronteriza Côte d'Ivoire, los dos países que más estrechos tratos habían tenido con Burkina Faso antes de 1983 y que al parecer jugaron un papel patrocinador en el derrocamiento y muerte de Sankara. Ahora bien, la primera recepción oficial de Compaoré en el Elíseo, por François Mitterrand, se demoró hasta junio de 1993.

Compaoré tenía un vínculo especial con Côte d'Ivoire y a nivel personal con su anciano y conservador presidente, Félix Houphouët-Boigny, quien había facilitado el noviazgo del oficial burkinés con Chantal Terrasson de Fougères, una distinguida joven de la alta sociedad marfileña y protegida suya. La pareja pasó por los altares en 1985 e iba a concebir dos hijos, chico y chica.

El 18 de septiembre de 1989 Compaoré se deshizo sin contemplaciones de sus dos compañeros oficiales del movimiento rectificador, que disentían de sus decisiones en materia económica y que con sus resabios de radicalismo sankarista enturbiaban la interlocución con los poderes occidentales: acusados de maquinar un golpe de Estado y denunciados como "fascistas", el mayor Lingani y el capitán Zongo, números dos y tres del FP hasta entonces, fueron arrestados y sumariamente fusilados.En marzo de 1990 Compaoré se hizo reelegir presidente del FP en el primer Congreso de esta organización, al que asistieron siete organizaciones políticas. En octubre siguiente, presionado por la ola de agitación prodemocrática que recorría las antiguas colonias africanas de Francia, el dirigente anunció su deseo de instaurar un Estado de Derecho que no excluyera a ningún grupo social.

A continuación, en diciembre de 1990, el líder burkinés convocó un referéndum para aprobar un proyecto de Carta Magna que reintroducía el multipartidismo, marco pluralista que ya había existido bajo la presidencia de Lamizana aunque con restricciones (en dos períodos, 1970-1974 y 1977-1980), y sentaba las bases para la institucionalización del régimen. La consulta tuvo lugar el 2 de junio de 1991 y se saldó con un 92,8% de votos favorables a la nueva Constitución de 173 artículos, que fue promulgada nueve días después. La participación en esta consulta fue del 48,8%. Confirmado en la jefatura del Estado con carácter interino, Compaoré reforzó la sensación de democratización decretando la amnistía general para todos los delitos políticos cometidos desde la independencia y llamando al retorno de los exiliados. Por su parte, el FP, en un congreso celebrado en marzo de 1991, suprimió de su manifiesto todos los puntos alusivos a la doctrina marxista-leninista, abrazó el pragmatismo pro mercado y se reorganizó para permitir a sus componentes concurrir a elecciones como partidos políticos.

Esta transición política dictada desde arriba disgustó a las fuerzas políticas reconstituidas o de nuevo cuño que se mantenían al margen del FP. Agrupados en el seno de la Coordinación de Fuerzas Democráticas (CFD), estos partidos exigieron en vano a Compaoré una conferencia nacional soberana para el diseño de un programa de transición consensuado donde el poder no jugara con ventaja. En las elecciones presidenciales del 1 de diciembre de 1991, primeras desde 1978, Compaoré ganó sin oposición al rehusar el resto de partidos presentar candidatos a unas votaciones que no les ofrecían ninguna garantía y cuyo resultado estaba cantado de antemano. La victoria de Compaoré fue por tanto con el 100% de los votos válidos, lo que excluía las 117.000 papeletas nulas o en blanco, es decir, el 13,6% de todas las depositadas. Pero la legitimidad electoral de Compaoré quedó comprometida sobre todo por el irrisorio nivel de participación, alcanzando la abstención el 72,7%.

El 24 de diciembre de 1991, Compaoré, recién estrenada su cuarta década de vida y luego de licenciarse del Ejército, prestó juramento como presidente de la flamante IV República de Burkina Faso. Tomando como ejemplo el modelo presidencial francés, disponía de un mandato de siete años renovable una sola vez. Con el texto constitucional en la mano, el mandatario tenía como más lejano horizonte de poder el año 2005. El último hito del programa de transición a la formalidad democrática decretado por Compaoré sin intromisiones ni consensos con terceros lo pusieron las elecciones del 24 de mayo de 1992 a la nueva Asamblea Nacional de 107 miembros, Cámara baja del Parlamento bicameral instituido por la Constitución y que completaba la Cámara de Representantes (un órgano irrelevante con capacidad meramente consultiva y que terminaría siendo abolido en 2002).

El partido del oficialismo, la Organización por la Democracia Popular-Movimiento del Trabajo (ODP-MT), la fuerza preponderante en el FP, en cuyo seno, a partir de la UCB de los años del sankarismo, se había articulado en abril de 1989 como una agrupación de ideario comunista (abandonado en 1991, como se señaló arriba), obtuvo una cómoda victoria, cosechando el 48,5% de los votos y 78 escaños. La oposición, que llegó a las urnas completamente fraccionada, denunció la comisión de unos fraudes que sin embargo no fueron certificados por los observadores internacionales. El 16 de junio de 1992 Compaoré nombró un Gobierno de coalición con otros seis partidos y a cuyo frente colocó al economista de la ODP-MT Youssouf Ouédraogo.


3. Las inercias de una presidencia invicta con formalidades democráticas

En los 23 años que siguieron a la elección por aclamación de 1991, la presidencia de Blaise Compaoré, un dirigente habilidoso envuelto de una aureola sutil donde confluían la frialdad del estadista, la apariencia de modestia y una elegancia presencial (por lo que se ganó el apodo, más mordaz que elogioso, de Beau Blaise), estuvo salpicada de vicisitudes políticas, sociales y económicas que generaron picos de tensión, aunque rara vez capaces de poner en serios aprietos a su régimen, que llegó a ser uno de los más estables y duraderos del continente.

Los primeros brotes de descontento popular vinieron a remolque de las tempranas medidas de austeridad, aplicadas conforme a los programas de reforma macroeconómica y ajuste estructural suscritos con el FMI y el Banco Mundial. La Burkina Faso de Compaoré entró en la clase de los "buenos alumnos" del FMI, que premió las "rigurosas políticas económicas" implementadas por Ouagadougou con sucesivas asistencias crediticias y alivios de deuda, desde 1999 enmarcados en el Servicio para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza (PRGF, en su sigla en inglés), dirigido a los Países Pobres Altamente Endeudados (PPAE/HIPC).

La repentina devaluación del franco CFA en un 50% en enero de 1994, mudanza monetaria impuesta por Francia para dinamizar las exportaciones primarias de sus antiguas colonias de África Occidental, que en el caso burkinés eran fundamentalmente de algodón (esta materia vegetal representaba el 60% del valor de las ventas al exterior), ganado y oro, castigó la ya de por sí mínima capacidad de gasto de la población de uno de los países menos desarrollados del planeta. Sin embargo, las cosechas de algodón, puntal crítico de la vulnerable economía burkinesa, donde la agricultura de subsistencia seguía teniendo un peso abrumador, fueron tenazmente copiosas año tras año no obstante el carácter errático de las temporadas de lluvias y las acometidas de la langosta, plagas irregulares frente a las que sí eran muy vulnerables las cosechas de cereales. Gracias a la fortaleza algodonera, el PIB burkinés no dejó de crecer en ningún momento, y casi siempre por encima del 3% anual. Sin embargo, las fluctuaciones en los precios internacionales del algodón y las subvenciones públicas a los productores locales en los países occidentales (fundamentalmente Estados Unidos) ponían serias limitaciones a los ingresos generados por la primera riqueza natural del país, que no terminaba de rentar lo esperado.

El funcionamiento del Estado de derecho en Burkina Faso quedó en grave entredicho por los casos de intimidación, palizas y torturas, algunas con resultado de muerte o desaparición, de activistas y periodistas críticos con Compaoré. Estos abusos de naturaleza inequívocamente política fueron achacados a miembros del Regimiento de Seguridad Presidencial (RSP), cuerpo acusado regularmente por Amnistía Internacional de cometer violaciones de los Derechos Humanos y que el parecer gozaba de barra libre para sus desmanes.

Particular conmoción provocó la muerte del periodista Norbert Zongo, muy conocido por sus investigaciones y denuncias de los desafueros que se cometían en las altas esferas y en los que aparecía involucrado el hermano menor y asesor especial del jefe del Estado, François Compaoré, el más notorio ejemplo de nepotismo en el extenso clan familiar del presidente. El 13 de diciembre de 1998, después de recibir amenazas de muerte por haber publicado que elementos del RSP estaban detrás del fallecimiento por torturas del chófer personal de François Compaoré, Zongo pereció junto con su hermano y otros dos hombres, tal fue la versión oficial de lo sucedido, entre las llamas del coche siniestrado que conducían.

Para la oposición política y un sector de la escandalizada opinión pública burkinesas no existían dudas de que Zongo había sido víctima de un asesinato extrajudicial o de un atentado disfrazado de accidente, y respondieron con las más fuertes protestas conocidas por la presidencia de Compaoré hasta la fecha. Como principal abanderado de las demandas cívicas del final de la "impunidad" se distinguió el magistrado Halidou Ouédraogo, presidente del Movimiento Burkinés de los Derechos Humanos y los Pueblos (MBDHP). Presionado por las manifestaciones y las huelgas del Colectivo de Organizaciones Democráticas de Masas y Partidos Políticos (CODMPP), donde convergían el MBDHP y otras 56 agrupaciones políticas opositoras, sindicatos, ONG humanitarias, asociaciones de estudiantes y periodistas, Compaoré aparcó las respuestas represivas e intentó calmar los ánimos de la calle con llamamientos al diálogo de todos los actores de la sociedad civil y, concesión ciertamente destacada, con la creación de una comisión de investigación independiente.

En mayo de 1999, poco después de ser exonerado François Compaoré por un tribunal militar de cualquier responsabilidad en las muertes de Zongo y sus compañeros, el panel independiente confirmó la naturaleza criminal de aquellas así como su conexión con el entorno del RSP, llegando a mencionar los nombres de seis de sus miembros como posibles sospechosos del cuádruple asesinato y recomendando la apertura de diligencias judiciales contra ellos.

Por otra parte, el 5 de febrero de 1996 la ODP-MT, en la víspera de nombramiento por Compaoré de Kadré Désiré Ouédraogo como nuevo primer ministro en sustitución de Roch Marc Christian Kaboré (quien a su vez había tomado el relevo a Youssouf Ouédraogo en marzo de 1994), se fusionó con una decena de partidos, entre ellos la Convención Nacional de Patriotas Progresistas-Partido Socialdemócrata (CNPP-PSD, la fuerza más votada de la oposición en las legislativas de 1992), dando lugar al Congreso por la Democracia y el Progreso (CDP), nueva formación al servicio del presidente y de declarado ideario socialdemócrata. Este refuerzo de su base política aseguró al oficialismo masivas mayorías en las elecciones legislativas del 11 de mayo de 1997, cuando el CDP se adjudicó el 68,6% de los sufragios y 101 de los 111 diputados de la nueva Asamblea, así como en las presidenciales del 15 de noviembre de 1998, que otorgaron a Compaoré un segundo septenio constitucional con el 87,5% de los votos.

En esta última ocasión, la participación ascendió al 56,1% del censo y los equipos de observación internacionales constataron mejoras sustanciales de organización con respecto a los anteriores comicios a la vez que rechazaron el grueso de las imputaciones locales de irregularidades, por lo que emitieron certificados de limpieza electoral. Sin embargo, estas elecciones presidenciales no fueron más competitivas que las de siete años atrás. Como sucediera en 1991, las principales figuras de la oposición boicotearon la votación por considerarla viciada de antemano. Es la decisión que tomaron Hermann Yaméogo, líder de la Alianza para la Democracia y la Federación-Reagrupamiento Democrático Africano (ADF-RDA), y Joseph Ki-Zerbo, prestigioso historiador del africanismo y jefe del Partido para la Democracia y el Progreso (PDP).

Al final, en 1998 Compaoré se batió únicamente con dos contrincantes testimoniales, sin peso opositor, Ram Ouédraogo, candidato del micropartido Unión de los Verdes para el Desarrollo de Burkina (UVDB) y quien años después iba a aceptar servir en el Gobierno como ministro de Estado para la Reconciliación Nacional, y Frédéric Fernand Guirma, diplomático conservador del Frente del Rechazo-Reagrupamiento Democrático Africano (FR-RDA). En realidad, Ouédraogo y Guirma anunciaron su retirada del proceso cuando sus nombres ya estaban inscritos en las papeletas, de suerte que sus candidaturas fueron computadas en el escrutinio. Además, la reelección de 1998 ya no se auguraba como la última para Compaoré luego de que el 27 de enero de 1997 la Asamblea Nacional hubiese enmendado la Constitución para suprimir el tope de los dos septenios presidenciales seguidos y permitir el número ilimitado de mandatos. Con esta reforma, el artículo 37 de la Carta Magna pasó a decir lo siguiente: "El presidente de Faso es elegido para siete años por sufragio universal directo, igual y secreto. Es reelegible".

Tres años después, el 11 de abril de 2000, los diputados, dóciles a los deseos del presidente, volvieron a tocar el artículo 37 para permitir una generosa extensión del mandato de Compaoré con un articulado más elegante. Ahora, la Constitución estipulaba que el presidente era elegido por cinco años y reelegible una vez. Por supuesto, el jefe del Estado interpretaba, y así iba a ratificarlo el Tribunal Constitucional, que su contador de mandatos volvería a comenzar bajo la nueva norma cuando expirase el período actual en 2005.

En 2000 Compaoré propició una relativa distensión política y social al permitir que la justicia actuara libremente en el caso de Norbert Zongo, pese a sus derivaciones potencialmente explosivas para el poder. En agosto, un tribunal juzgó a cinco miembros del RSP como acusados del asesinato del periodista con el resultado de largas condenas de prisión para tres de ellos. Las sentencias, sin embargo, distaron de satisfacer a los sectores beligerantes del CODMPP, más conocido como Colectivo de Lucha contra la Impunidad, o simplemente El Colectivo, que, a golpe de marchas y huelgas, siguió exigiendo el esclarecimiento del asesinato de Zongo y la depuración de responsabilidades penales hasta sus últimas consecuencias.

Entre tanto, otro actor relevante de la movilizada sociedad civil burkinesa, la Red Nacional de Lucha Anti Corrupción (RNLAC), denunciaba las dimensiones gangrenosas de la corrupción en el aparato de seguridad de Burkina Faso, la "Tierra de los Hombres Incorruptibles", que así se traduce la expresión autóctona que da nombre al Estado africano. Convencido de que las implicaciones embarazosas del caso Zongo eran cosa superada, y en mitad de la penuria alimentaria y los brotes de inanición en el norte por la ruina de la campaña cerealista de 2000-2001 ante la falta de precipitaciones, Compaoré, desde el estadio principal de Ouagadougou, rodeado de los tres ex jefes del Estado vivos –Lamizana, Zerbo y Ouédraogo-, y dirigiéndose a 30.000 compatriotas, declaró el 30 de marzo de 2001 "día nacional del perdón".

No sin disculparse por los abusos y violaciones de los Derechos Humanos perpetrados contra el pueblo burkinés en las últimas cuatro décadas, el dirigente, con su anuncio, amparaba de manera implícita la absolución de todos los crímenes que permanecían impunes desde 1960. La lenidad presidencial, teóricamente encaminada a facilitar la "reconciliación nacional" pero sin validez jurídica, irritó a los miembros de El Colectivo y mereció duras críticas de los familiares de Norbert Zongo y Thomas Sankara, para quienes no podía haber "reconciliación sin verdad ni justicia". Meses después, el 7 de noviembre de 2001, Compaoré insistió en sus gestos de "apertura" nombrando un nuevo Gobierno, el cuarto desde la transición constitucional de 1991, presidido por el economista y miembro del CDP Paramanga Ernest Yonli. Para el Gabinete fueron reclutados cuatro partidos de la oposición, entre ellos la ADF-RDA de Herman Yaméogo. Los observadores reconocieron que con esta jugada Compaoré se apuntaba un gran éxito. Al mismo tiempo, el presidente puso en marcha una Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

La táctica, habitual en la escena política africana, de seducir con prebendas de poder a parte de la oposición para mantener a sus miembros divididos y enfrentados entre sí dio sus frutos en las elecciones legislativas del 5 de mayo de 2002. Aunque fuertemente erosionado, el CDP consiguió retener una mayoría absoluta de 57 diputados gracias a la atomización del abanico de partidos opositores, que se mostraban incapaces de trasladar al reto de las urnas la eficaz unidad de acción exhibida por El Colectivo en las movilizaciones sociales contra la impunidad. El 10 de junio Compaoré remodeló en profundidad el Gobierno Yonli, del que fueron despedidos los nueve ministros de la oposición. La siguiente cita electoral eran las presidenciales de 2005, para las que la candidatura de Compaoré estaba habilitada en virtud de la polémica reforma constitucional de 2000. Legalmente, el dirigente no tenía obstáculos para mantenerse en el poder hasta 2015 si lo deseaba.

Hasta entonces, el curso político burkinés fue perturbado por el afloramiento de un oscuro movimiento subversivo en los cuarteles. En octubre de 2003 el Gobierno dio cuenta de la desarticulación de un complot "contra la seguridad del Estado" por parte de una camarilla del Ejército capitaneada por Luther Ouali, quien fue arrestado junto con una decena de oficiales de baja graduación y suboficiales, algunos de ellos miembros del RSP. También resultó detenido Norbert Michel Tiendrébéogo, líder del pequeño partido sankarista Frente de Fuerzas Socialistas (FFS) y señalado como posible conexión civil de la supuesta conspiración para derrocar a Compaoré, que según las autoridades había empezado a fraguarse por lo menos tres años antes.

En enero de 2014 el presidente, en un rapto de inseguridad, destituyó a su ministro de Defensa desde 2000, el general Kouamé Lougué, miembro de su círculo de confianza pero al que la fiscalía del Estado había llamado a declarar en relación con la trama subversiva. Compaoré sustituyó a Lougué por un civil, Yéro Boli, el jefe de su gabinete presidencial y antiguo ministro del Interior. A continuación, el 17 de abril, vinieron las sentencias del juicio a los militares acusados de conspiración. El cabecilla de los reos, el capitán Ouali, fue condenado a 10 años de prisión, mientras que Tiendrébéogo quedó absuelto.

Las elecciones presidenciales del 13 de noviembre de 2005 trajeron al panorama político burkinés la novedad de la multiplicidad de candidaturas alternativas a la de Compaoré, hasta una docena, lo que dio al proceso una pátina de competición democrática pese a que las posibilidades de una mudanza en la jefatura del Estado eran nulas. Con el 80,3% de los votos, el postulante del CDP, eso sí, recostado en la formidable maquinaria del poder y gastando en propaganda proselitista a manos llenas, tuvo su más convincente triunfo electoral. De los partidos con mayor cuota parlamentaria, presentó candidato el PDP-PS en la persona de su líder, Ali Lankoandé, sucesor de Ki-Zerbo y quien quedó sexto, pero no así la ADF-RDA, ahora dirigida por Gilbert Noël Ouédraogo tras la marcha de Hermann Yaméogo.

De los oponentes de Compaoré en las elecciones de 2005, al que mejor le salió su envite fue, con casi el 5% de los sufragios, Bénéwendé Stanislas Sankara, de la Unión por el Renacimiento-Movimiento Sankarista y pariente del mítico Thomas Sankara; por cierto que su viuda, Mariam Sankara, incansable buscadora de justicia para su marido, llevó su caso ante el Comité de Derechos Humanos de la ONU, el cual, en marzo de 2006, dictó una condena concluyente al Estado de Burkina Faso por no investigar las circunstancias del magnicidio de 1987 ni perseguir a sus responsables. El 20 de diciembre de 2005 Compaoré inauguró su tercer mandato electoral desde su transformación de dictador militar en presidente constitucional civil, esta vez de cinco años.

A finales de diciembre de 2006 la capital del país fue estremecida por unos furiosos enfrentamientos armados entre soldados y policías con empleo de armamento pesado y que produjeron al menos cinco muertos. La violenta refriega se vinculó a un trasfondo de rivalidades y venganzas entre los cuerpos uniformados, pasto de la politización y las corruptelas, y no pareció suponer peligro para la férula de Compaoré, aunque voces de la sociedad civil advirtieron que episodios como este ponían de relieve la debilidad del orden constitucional, aparentemente consolidado. Los ecos de los mortales tiroteos en Ouagadougou rozaron la campaña para las elecciones legislativas del 6 de mayo de 2007. El CDP remontó los flojos resultados de 2002 y ascendió a los 76 escaños. La ADF-RDA, con 14 diputados, conservó la condición de segunda fuerza de la Asamblea. Los 24 puestos restantes se los repartieron otras 11 formaciones. El 3 de junio el primer ministro Yonli presentó la dimisión tras siete años de ejercicio y al día siguiente Compaoré nombró en su lugar a Tertius Zongo, otro de los economistas del CDP.


4. Actor ambivalente en las crisis de África Occidental

Desde el comienzo de su mandato constitucional como presidente de Burkina Faso en 1991, Compaoré construyó una imagen de estadista muy activo en los procesos de integración regional, así como en la prevención y resolución de conflictos. Compaoré, que dedicaba a las cuestiones internacionales tanto tiempo como fuera necesario, gustaba de presentarse como un panafricanista dispuesto a mediar de manera imparcial en las violentas disputas internas que ponían patas arriba a los frágiles estados vecinos y a pacificar los abundantes escenarios de crisis en la parte occidental del continente negro. Esta reputación, publicitada con insistencia por el Estado burkinés y en buena medida también desde medios diplomáticos de la Francofonía, pugnó en todo momento con las críticas y las denuncias del activismo subterráneo de Ouagadougou en la región, que en demasiadas ocasiones ni era desinteresado y ni siquiera promotor de la paz, sino más bien todo lo contrario.

La Liberia torturada por la guerra civil fue el primer país del vecindario africano donde Compaoré hizo notar su influjo, y de manera negativa. En 1990, siendo presidente de turno de la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO), el dirigente burkinés movilizó asistencia logística para canalizar el suministro de armas libias con destino al señor de la guerra y futuro presidente liberiano Charles Taylor, actitud que fue censurada por otros países de la CEDEAO mientras la organización se enfrentaba con 4.000 soldados sobre el terreno (enviados por Nigeria, Ghana, Sierra Leona y Gambia, todos países anglófonos) al caos bélico instalado en el país fundado en el siglo XIX por esclavos libertos. Algunas fuentes aseguran que, de hecho, fue Compaoré quien dio a conocer a Taylor a su viejo amigo Gaddafi, el cual brindó al opositor liberiano el santuario perfecto, el desierto libio, para adiestrarse con sus hombres y preparar su ofensiva guerrillera contra el dictador proestadounidense Samuel Doe. En 1997, tras años de negativa, Compaoré accedió a contribuir con tropas burkinesas a los esfuerzos de pacificación liberianos del Grupo de Monitorización de la CEDEAO, el ECOMOG, imprescindibles para conducir a buen puerto el proceso de desarme de los combatientes y la celebración de elecciones. De las mismas salió ganador, para contento de Ouagadougou, el mismísimo Charles Taylor.

El siguiente gran foco de violencia regional en el que Compaoré anduvo involucrado fue el de Sierra Leona, país sumido en la guerra civil desde 1991 por la insurgencia del Frente Revolucionario Unido (RUF) de Foday Sankoh. El presidente sierraleonés elegido democráticamente en 1996, Ahmad Tejan Kabbah, acusó de manera consistente a Compaoré y a Taylor de estar compinchados para inundar de armas y recursos a la guerrilla de Sankoh, de triste reputación por sus atrocidades contra civiles y que entre 1997 y 1998 llegó a ocupar brevemente el poder en Freetown de la mano de una junta militar antes de ser repelida por las tropas del ECOMOG de Nigeria, país que, por cierto, señaló también a Compaoré como valedor de la alianza de golpistas y guerrilleros, funesta para Sierra Leona.

Compaoré refutó enérgicamente todas las acusaciones y en julio de 1999 ofició de testigo y maestro de ceremonias del Acuerdo de Paz de Lomé, por el que Tejan Kabbah y Sankoh suscribieron un pacto de cese de hostilidades y reparto de poder que no tardó en ser violado por el sanguinario líder rebelde. La enésima ofensiva del RUF contra Freetown fue aplastada en 2000 con la ayuda providencial del Ejército británico, la guerra civil sierraleonesa se dio oficialmente por concluida en 2002 y en 2003 Sankoh falleció mientras aguardaba a ser juzgado por crímenes de guerra. Ese mismo año cayó en Monrovia, víctima de una rebelión interna, Taylor, cuyo destino iba ser el juicio y condena, como reo de complicidad en crímenes de guerra y contra la humanidad, por el Tribunal Especial de Sierra Leona. Activistas de Derechos Humanos, juristas y observadores de la actualidad regional estimaron que había razones de peso para que el Tribunal Especial de Sierra Leona ampliara sus pesquisas penales al presidente burkinés. No sucedió así.

Paralelamente a sus turbios entresijos en las contiendas civiles que en la década de los noventa del pasado siglo asolaron Liberia y Sierra Leona, Compaoré ejerció en estos años una influencia de apariencia mucho más positiva en otros escenarios africanos de conflicto. Así, entre 1993 y 1995 el presidente burkinés prestó sus buenos oficios para el desarrollo de las negociaciones de paz de los gobiernos de Malí y Níger con sus respectivas insurgencias tuareg. Compaoré participó asimismo en los esfuerzos de mediación regional durante las algaradas militares de la República Centroafricana en 1996 y 1997, que pusieron en serios apuros al entonces presidente Ange-Félix Patassé.

Soldados de Burkina Faso reforzaron los contingentes de la Misión Inter-Africana de Monitorización de la Implementación de los Acuerdos de Bangui (MISAB), así como los de su sucesora desde abril de 1998, la Misión de las Naciones Unidas para la República Centroafricana (MINURCA). La creciente asunción de responsabilidades por Ouagadougou en la vigilancia de la volátil seguridad regional quedó patente en la creación de una fuerza de intervención inmediata de la CEDEAO, la cual realizó sus primeras maniobras en abril de 1998 con la participación de los ejércitos de otros nueve estados. Además de las inmejorables relaciones con la Libia de Gaddafi, al que en 1998 ayudó a poner en marcha la Comunidad de Estados Sahelo-Saharianos (CEN-SAD), y la Liberia de Taylor, Compaoré se entendió bastante bien con el dictador togolés Gnassingbé Eyadéma, decano de los autócratas africanos. Todo lo contrario que con Jerry Rawlings, el líder de Ghana (como su par burkinés, reconvertido en civil en 1993), quien durante una década larga no le perdonó a Compaoré la violenta eliminación de Sankara en 1987.

Compaoré orquestó en Ouagadougou la XIX Conferencia Franco-Africana en diciembre de 1996 y la XXXIV Asamblea (cumbre) ordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno de la OUA en junio de 1998, así como otra Asamblea extraordinaria en diciembre del mismo año. Como presidente de turno de la OUA para el período 1998-1999, el líder burkinés ejerció de mediador en la guerra que enfrentó a Eritrea y Etiopía, y en noviembre de 1998 fue instrumental para el arreglo de un encuentro directo entre los principales protagonistas de la gran guerra de la República Democrática del Congo, aprovechando la celebración en París de la XX Conferencia Franco-Africana.

En la década siguiente, la actuación ambivalente de Compaoré en las crisis estatales que iban sucediéndose en los países de la zona escribió nuevos capítulos significativos. Ahora, las tensiones y las violencias se desplazaron a Guinea y Côte d'Ivoire, cuya estabilidad saltó por los aires, y, de nuevo, la larga mano de Ouagadougou se advirtió tras las algaradas. En 2000 el Gobierno burkinés, y con él la comandita Taylor-Sankoh, fue acusado por el presidente guineano, Lansana Conté –otro antiguo militar golpista perpetuado en el poder con el traje de civil- de azuzar clandestinamente la rebelión interna de un nebuloso grupo subversivo, el Reagrupamiento de Fuerzas Democráticas de Guinea (RFDG).

Repercusiones mucho mayores iba a tener en Burkina Faso el turbulento curso de los acontecimientos en su vecino más importante, Côte d'Ivoire, corredor de la salida marítima (por el puerto de Abidján, con el que había una conexión directa por ferrocarril) de sus exportaciones de oro y algodón, y desde 1987 estrechísimo aliado político sobre la base de las especiales relaciones personales cultivadas por los respectivos liderazgos, a pesar de inscribirse en tradiciones ideológicas completamente opuestas. En 1999 Compaoré vio con impotencia cómo era derrocado en un golpe de Estado militar el presidente amigo Henri Konan Bédié, heredero político del difunto Houphouët-Boigny. En 2000 alcanzó la presidencia marfileña Laurent Gbagbo, un veterano opositor socialista del anterior régimen conservador. Compaoré no tragaba a Gbagbo, que en septiembre de 2002 se encontró con la irrupción violenta, en los departamentos norteños linderos con Burkina Faso, de la subversión armada del Movimiento Patriótico de Côte d’Ivoire (MPCI).

Con su país sumido en una auténtica guerra civil, Gbagbo, un mandatario con pulsiones autoritarias, se desgañitó en imputaciones contra Compaoré, pintado de instigador y protector del MPCI, y contra su rival político de casa Alassane Ouattara, supuesto autor intelectual de la revuelta. Si era cierto que Compaoré estaba detrás de la rebelión marfileña para defenestrar a Gbagbo, el tiro bien pudo salirle por la culata, pues los combates provocaron serios perjuicios al tránsito comercial y mandaron de vuelta a casa, huyendo de los ataques xenófobos, a cientos de miles de burkineses que vivían y trabajaban en la hasta entonces próspera Côte d'Ivoire. Fue tal el trastorno que se temió por un derrumbe del PIB burkinés, pero esto no sucedió: la economía nacional aguantó el embate y, sorprendentemente, incluso creció más, por encima del 5% en 2003.

En los años venideros, merced a una serie de encuentros entre Compaoré y Gbagbo, mejoraron algo las relaciones marfileño-burkinesas, pero no del todo, pues Côte d'Ivoire siguió sumida en una profunda inestabilidad y el Gobierno de Yamoussoukro tendía a mirar con sospecha a Ouagadougou a la menor trifulca doméstica. En marzo de 2007 Compaoré volvió a ponerse las galas de facilitador para hospedar la firma de una acuerdo de paz entre Gbagbo y su principal enemigo guerrillero, Guillaume Soro, el líder de las Fuerzas Nuevas (FNIC, ex MPCI). El Acuerdo de Ouagadougou puso término oficial a la primera guerra civil marfileña, pero tres años después, por culpa de unas elecciones presidenciales groseramente adulteradas, las hostilidades se reanudaron y esta vez el desenlace fue, en 2011, la derrota y captura de Gbagbo, y la instalación en la Presidencia de Ouattara. De inmediato, las relaciones bilaterales recobraron el lustre de antaño.

Durante la larga crisis marfileña, el presidente burkinés estuvo involucrado en los intentos de desactivación de otros focos de tensión regional. En el verano de 2006 lideró la mediación del llamado Diálogo Inter-Togolés, que alumbró un acuerdo de reconciliación nacional entre el Gobierno del presidente Faure Gnassingbé (hijo de Gnassingbé Eyadéma) y los partidos de la oposición de Togo.

Luego, a caballo entre 2009 y 2010, Compaoré, con el mandato expreso de la CEDEAO, se volcó en la reconducción de la crisis abierta en Guinea a raíz del fallecimiento del presidente Conté y del golpe de Estado del capitán Moussa Dadis Camara. En enero de 2010 los representantes de la junta militar y de los partidos guineanos acordaron en Ouagadougou darle a la crisis de Conakry una salida democrática que meses después supuso la elección presidencial de Alpha Condé.

A posteriori, el jefe de Estado burkinés, muy solicitado por sus colegas de la CEDEAO, de la que volvió a ser presidente de turno en 2007-2008, prestó sus servicios de mediación en la descomunal crisis que el golpe militar de marzo de 2012 desató en Malí, el país con el que Burkina Faso compartía más kilómetros de frontera. En junio de 2013 Ouagadougou, una de las capitales africanas con más oficio en este tipo de procesos, puso la mesa para la firma de un acuerdo de alto el fuego entre el Gobierno de Bamako y los rebeldes tuaregs del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA). Entre medio, en mayo de 2012, soldados burkineses constituyeron la avanzadilla de la misión militar de la CEDEAO para la pacificación de Guinea Bissau, sacudida por el enésimo cuartelazo militar

El protagonismo de Compaoré en las políticas regional y continental no se agotaba con las actividades pacificadoras. En el ámbito de los encuentros multilaterales, la capital de Burkina Faso volvió a ser la sede de eventos que favorecían el prestigio del presidente, como la XII Conferencia Internacional sobre el SIDA y las Enfermedades de Transmisión Sexual en África (CISMA) en diciembre de 2001, la Cumbre extraordinaria de la Unión Africana sobre empleo y alivio de la pobreza en septiembre de 2004 y la X Cumbre de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF) en noviembre del mismo año.

Finalmente, el repaso al quehacer exterior de Compaoré no puede pasar por alto las relaciones con Estados Unidos, que llegaron a ser extraordinariamente cooperativas, aunque mucho menos aparentes que los agasajos de los sucesivos inquilinos del Elíseo (tras Mitterrand, Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy y François Hollande).

En julio de 2008 el líder burkinés realizó una visita de trabajo a Washington. Allí fue recibido en la Casa Blanca por George Bush, quien tenía en su huésped a un colaborador muy valioso para el nuevo dispositivo militar de Estados Unidos dedicado a vigilar y combatir a las redes terroristas y jihadistas en el Trans-Sáhara. Las franquicias de Al Qaeda no operaban en Burkina Faso, aunque sí, sobre todo a partir de ahora, en las vecinas Malí y Níger. En febrero de 2014, conscientes de que los desafíos del área sahelo-sahariana, cuyas borrosas fronteras no significaban nada para las redes criminales y terroristas que campaban a sus anchas por la vastísima y árida región, requerían un tratamiento colectivo, Compaoré y sus colegas de Malí, Níger, Chad y Mauritania anunciaron la creación del G5 Sahel, una nueva organización regional orientada a robustecer la cooperación intergubernamental en los terrenos del desarrollo económico y la seguridad.


5. Revuelta popular y dimisión forzada en 2014

El 21 de noviembre de 2010 Compaoré ganó su cuarto mandato presidencial con la facilidad acostumbrada. Se llevó el 80,2% de los votos en una elección que disputaron otros seis aspirantes. Hama Arba Diallo, antiguo ministro de Exteriores con Sankara y candidato del Partido por la Democracia y el Socialismo (PDS), quedó segundo y Bénéwendé Sankara, tercero. La participación quedó establecida en el 54,9%. Los perdedores vertieron denuncias de fraude y cuatro de ellos rehusaron reconocer los resultados. En su discurso de investidura, el 20 de diciembre, como presidente de Burkina Faso para el período 2010-2015, Compaoré se congratuló por "la madurez y el nivel de desarrollo alcanzado por nuestro proceso democrático", el cual había tenido lugar de manera "abierta, libre y transparente" y se había traducido en un "apoyo masivo de la sociedad al proyecto que presenté". Para los observadores, el verdadero test de la democracia burkinesa sería en 2015, cuando Compaoré, sobre el papel, tendría que despedirse de la Presidencia.

Por el momento, un rosario de tensiones aguardaba a Compaoré a la vuelta de la esquina. El 15 febrero de 2011 un grupo de soldados se amotinó en la capital para exigir el pago de unos subsidios de vivienda pendientes de cobro. Como medida de precaución, el presidente abandonó Ouagadougou y se acomodó temporalmente en su Ziniaré natal. A los pocos días, el encarecimiento de los alimentos a causa de la inestabilidad en Côte d'Ivoire y la muerte de un estudiante bajo custodia policial lanzaron a nutridos grupos de manifestantes a las calles de Ouagadougou. Las fuerzas del orden reprimieron las protestas y mataron a cinco personas.

El 15 de abril el ambiente continuaba crispado cuando otro motín de soldados enojados por cuestiones salariales dio lugar a una serie de tiroteos al aire en los barracones del RSP. Esta vez el presidente reaccionó con los ceses de los jefes de Estado Mayor del Ejército, la Fuerza Aérea y la Policía, la disolución del Gobierno Zongo y el nombramiento de un nuevo primer ministro, Luc Adolphe Tiao, actualmente el embajador en Francia. Estas medidas, consideradas cosméticas por los detractores del poder, no consiguieron aplacar el malestar reinante, al menos de manera inmediata. Hasta junio, momento en que la situación empezó a relajarse, Burkina Faso conoció más algaradas de soldadesca descontenta, movilizaciones de trabajadores, campesinos y estudiantes, y manifestaciones convocadas por los partidos de la oposición reclamando lisa y llanamente la dimisión del presidente, sobre quien revoloteó el fantasma de una revuelta general de la población al estilo de la sucedida recientemente en Túnez.

La inseguridad de Compaoré se atisbó tras la represión violenta de los disturbios, con el saldo de una veintena de muertos (ocho de ellos en Bobo-Dioulasso a primeros de junio, al abrir fuego tropas leales contra soldados amotinados), un tipo de actuación que no era característica de él, y en la purga a fondos de los escalafones bajos de las Fuerzas Armadas. Al final, el presidente eludió en 2011 el temido escenario de una Primavera Burkinesa inspirada en la Primavera Árabe. Precisamente, en agosto, en el apogeo de la guerra civil de Libia y tras reconocer al Consejo Nacional de Transición (CNT) como la única autoridad legítima del país norteafricano, el Gobierno de Burkina Faso comunicó que estaría dispuesto a brindar asilo al coronel Gaddafi y su familia, en esos momentos dados a la fuga.

Los quintos comicios legislativos de la era Compaoré tuvieron lugar el 2 de diciembre de 2012, a la vez que las elecciones municipales. En la nueva Asamblea Nacional ampliada a los 127 miembros, 111 elegidos por el sistema mayoritario plurinominal y los 16 restantes por el sistema proporcional de lista única nacional, el CDP colocó 70 diputados. Presentaron candidaturas hasta 70 colectividades, de las que 13 obtuvieron representación. Como en 2002 y 2007, la ADF-RDA fue el partido de la oposición más votado. Los rumores de que Compaoré, el sexto jefe de Estado más longevo de África (por detrás de los presidentes de Guinea Ecuatorial, Angola, Zimbabwe, Camerún y Uganda, llegados al poder en sus respectivos países entre 1979 y 1986), ya estaba preparando otra reforma constitucional ad hoc para poder presentarse de nuevo a la reelección en noviembre 2015 fueron caldeando los ánimos populares una vez celebradas las elecciones parlamentarias de 2012.

El blaisismo acababa de cumplir un cuarto de siglo en Burkina Faso, país que seguía hundido (posición 183 de 187 en el ranking IDH de 2013) en las tablas de desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En enero de 2014, los posibles planes del mandatario para prolongar su mandato reactivaron el ciclo de manifestaciones de protesta. La operación reeleccionista de Compaoré fue adquiriendo nitidez en los meses siguientes y la confirmación oficial llegó en octubre, cuando el Consejo de Ministros aprobó un proyecto de reforma del artículo 37 de la Constitución. El Ejecutivo quería que la Asamblea diera luz verde a la ampliación del número de mandatos presidenciales, que pasarían a ser tres en lugar de dos. Para entrar en vigor, la enmienda constitucional, que facultaría a Compaoré para optar a la reelección hasta 2020, tendría que ser ratificada en referéndum nacional.

El conocimiento, ya sin lugar a dudas, de las abusivas pretensiones del poder fue la gota que colmó el vaso tras muchos años de frustraciones y de hartazgo acumulado. Esta vez, la protesta popular tuvo unas dimensiones verdaderamente masivas y un desarrollo fulminante, acabando de un plumazo con 27 años de presidencia autocrática. El alzamiento comenzó el 28 de octubre con la marcha de decenas de miles de iracundos ciudadanos por el centro de Ouagadougou. Los manifestantes, convocados por grupos de activistas en las redes sociales de Internet y animados también por la oposición política, que llamó a una campaña de desobediencia civil, exigían la caída de Compaoré, al que comparaban con el virus del ébola, del que el país debía ser "desinfectado", y se enfrentaron a las fuerzas policiales que salieron a disolverles, lanzándoles piedras y neumáticos en llamas.

Al día siguiente los partidos de la oposición y los sindicatos instaron a toda la población burkinesa a echarse a la calle para plantar cara al "golpe constitucional" en marcha. La capital volvió a ser inundada por decenas de miles de manifestantes, quizá cientos de miles. Concentraciones similares tuvieron lugar en las demás ciudades importantes del país, con 17 millones de habitantes. En los choques con los agentes del orden, muy violentos, se produjeron numerosos heridos. La crisis se agravó el 30 de octubre cuando una muchedumbre enardecida rompió las barreras policiales que intentaban repelerla con bombas lacrimógenas y balas de goma, y la emprendió con los edificios oficiales. El Ayuntamiento de Ouagadougou, la sede del CDP y la Asamblea Nacional, donde debía celebrarse hoy la polémica votación, fueron asaltados e incendiados. Algunos miembros del Ejército se pasaron a los revoltosos. La jornada terminó con un balance provisional de cinco muertos, aunque fuentes de la oposición elevaron el parte luctuoso a la treintena de víctimas.

Consciente de que había perdido el control de la situación, Compaoré tomó la palabra para comunicar la cancelación de la votación parlamentaria del proyecto de reforma constitucional, el cese del Gobierno Tiao y la declaración del estado de sitio en todo el territorio nacional. A través de su cuenta en Twitter, el dirigente apeló a "la calma y la serenidad" de sus compatriotas "en estos momentos de gran dolor". A continuación, en la misma jornada, el comandante del Ejército y jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Honoré Traoré, oficial muy próximo al jefe del Estado, quien le había ascendido al puesto a raíz de los motines de 2011, intervino con el anuncio de la disolución del Parlamento y la formación de un "Gobierno de transición consultado con todos los partidos". "Esperamos una vuelta al orden constitucional en no más de 12 meses", añadió Traoré en su comparecencia a los medios, flanqueado por uniformados.

Según se veía, los militares habían decidido tomar cartas en el asunto, aunque no estaba claro si actuaban por su cuenta y de espaldas al presidente, al que darían por insalvable, o bien para apuntalarlo. El caso fue que Compaoré, de inmediato, hizo suya la propuesta del Gabinete de transición, el cual, aseguró en su discurso televisado a la nación, estaba listo para pilotar. "He escuchado el mensaje, lo he comprendido y he tomado nota del fuerte deseo de cambio (…) Estoy disponible para abrir negociaciones sobre un período de transición, a cuyo término cederé el poder al presidente democráticamente elegido", explicó. Además, el estado de sitio declarado pocas horas antes quedaba anulado.

Las dudas sobre la situación de Compaoré quedaron zanjadas a las pocas horas. El 31 de octubre, mientras los civiles sublevados vociferaban sus proclamas en la Place de la Nation y a las puertas del cuartel general del Ejército en Ouagadougou, Compaoré, instantes antes de partir por carretera hacia Yamoussoukro, acogiéndose al amparo del presidente marfileño, Ouattara, leyó por radio y televisión el mensaje de que, a fin de "preservar las conquistas democráticas así como la paz social", procedía, en aplicación del artículo 43 de la Constitución, a declarar la "vacancia del poder". Su renuncia, continuaba diciendo el mandatario, debía permitir "la puesta en marcha inmediata de una transición que conduzca a elecciones libres en un plazo máximo de 90 días". Al punto, el general Traoré se autoproclamó jefe del Estado. El régimen había caído. Sin embargo, la confusión política persistía. El 1 de noviembre el Ejército desplazó a Traoré y proclamó al teniente coronel Isaac Zida "jefe del Estado para el período de transición".

Admitido en 1995 en la parisina Académie des Sciences D'Outre-Mer como miembro asociado y de paso miembro honorario de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, al presidente Blaise Compaoré no le faltaron las distinciones. Recibió doctorados honoris causa por la École des Hautes Études Internationales (HEI) de París, el Institut International d'Ingénierie de l'Eau et de l'Environnement de Ouagadougou (2iE), la Universidad Jean-Moulin Lyon 3, la Universidad Soka de Tokyo y la Universidad Ramkhamaeng de Bangkok. Además, en 2005 obtuvo un Diplôme d’honneur et de mérite de la Conferencia de Instituciones de Enseñanza de Investigaciones Económicas y de Gestión en África (CIEREA) y en 2010 la Asamblea Parlamentaria de la Francofonía le concedió la Gran Cruz de la Orden de la Francofonía y del Diálogo de las Culturas, más conocida como Orden de las Pléyades.

(Cobertura informativa hasta 1/11/2014)