Aung San Suu Kyi
Consejera de Estado y ministra de Exteriores (2016-2021)
En Myanmar, el golpe de Estado militar del 1 de febrero de 2021 ha puesto fin al Gobierno que desde hace un lustro dirigían Aung San Suu Kyi y su partido, la Liga Nacional por la Democracia (NLD), y ha truncado una década de régimen formalmente civil. La toma del poder absoluto por las Fuerzas Armadas, las Tatmadaw, comandadas por el general Min Aung Hlaing, llega tras meses de tensión política y controversia nacional por la nueva victoria aplastante de los liguistas (396 de los 476 escaños en juego) en las elecciones del 8 de noviembre de 2020, resultado que el partido afín al estamento castrense, el del Desarrollo y la Solidaridad de la Unión (USDP), denunció como fraudulento. La mayoría absoluta reforzada de la NLD es vista como una amenaza por los militares, mucho más que un mero poder fáctico en la sombra y que en virtud de la Constitución por ellos impuesta ya gozaban de amplias prerrogativas antidemocráticas en la dirección del Estado. El derrocamiento de Aung San, despojada de sus cargos de consejera estatal —comparable a una jefatura del Gobierno— y ministra de Exteriores, y arrestada al igual que el presidente de la República y colega partidario, Win Myint, se ha producido cuando el prestigio exterior de la Nobel de Paz, que llegó a ser enorme, estaba hecho añicos por su indiferencia con la represión y persecución sistemáticas por el Ejército de la minoría musulmana Rohingya, a los ojos de la comunidad internacional víctima de crímenes contra la humanidad y de actos de genocidio.
SÍMBOLO DE LA LUCHA POR LA DEMOCRACIA EN ASIAEl liderazgo carismático de Aung San Suu Kyi, hoy una estadista doblemente acusada, emergió de la revuelta popular de 1988, el conocido como Alzamiento 8888. A aquel levantamiento de los birmanos contra 26 años de implacable dictadura militar, terminado en un autogolpe y en un baño de sangre, le siguieron un primer arresto domiciliario en 1989, el repudio por los generales de las elecciones ganadas por la NLD en 1990 y la concesión del Premio Nobel de la Paz en 1991. Liberada en 1995 pero vuelta a confinar en su vivienda de Rangún en 2000 y, tras un año de libertad vigilada, por tercera vez en 2003 sin cargos ni juicio, Aung San, todo coraje y tenacidad, rehusó el exilio que se le ofrecía y optó por sacrificar su libertad y el contacto con sus hijos antes que dejar de advocar la resistencia no violenta de sus paisanos y de exigir la transigencia democrática de sus captores. Su diálogo intermitente con el jefe de la junta en el poder, el general Than Shwe, no consiguió moderar el proceder asesino del régimen, que sofocó sin contemplaciones la Revolución Azafrán de 2007, protagonizada por monjes y estudiantes. En noviembre de 2010, días después de unas elecciones para las que reclamó el boicot por no ofrecer las mínimas garantías, la irreductible Dama del sarong, a los 65 años, vio levantado su cautiverio doméstico con carácter definitivo.
Tras la farsa electoral de 2010, que entregó al partido del oficialismo, el USDP, el nuevo Parlamento bicameral, los militares, sensibles a las sanciones de Occidente y a las presiones de los socios de la ASEAN, emprendieron una etapa más convincente de la transición a la, por ellos llamada, "democracia disciplinada". El nuevo interlocutor de Aung San, en paralelo a una intensa actividad internacional de ambos, pasó a ser el ex general y ex primer ministro Thein Sein, un oficial posibilista, elegido en 2011 por la Asamblea presidente de la República con indumentaria civil y legitimidad constitucional. El final formal del Gobierno militar dio paso a una abrogación gradual de las prohibiciones de la dictadura, la liberación por etapas de los presos políticos y la normalización de las relaciones de Myanmar con Occidente, todo lo cual aprobó Aung San, pero sin dejar de avisar que los avances no eran irreversibles. En 2012, siendo presidenta de la NLD, ilegalizada y vuelta a registrar como partido, la que fuera reclusa de conciencia durante 15 años ganó el escaño de diputada y se estrenó como líder de la oposición parlamentaria a un Ejecutivo del que las Tatmadaw, indirectamente, seguían siendo rectoras.
Entonces, el principal objeto de impugnación de Aung San eran las rémoras autoritarias de la Constitución dictada por los uniformados en 2008, que en el mejor de los casos apuntaban a una democracia tutelada y limitada: las cuotas de asambleístas, la cuarta parte de las dos cámaras, hurtados a la elección directa y reservados a soldados en activo nombrados por el comandante en jefe de los Servicios de Defensa; a través de aquellos, la capacidad de veto por las Tatmadaw de las enmiendas a la Carta Magna que no fueran de su gusto; el privilegio de la milicia de colocar a los ministros de fuerza; y la imposibilidad de ser candidato a la Presidencia si se tenían familiares directos sujetos a gobiernos extranjeros, cual era el caso de Aung San, pues sus dos hijos poseían la nacionalidad británica. La afectada por esta restricción constitucional concebida expresamente para perjudicarla avisó que, si no podía ser elegida por la Asamblea presidenta de la República, entonces sería la jefa del Gobierno y se situaría "por encima" del presidente que relevara a Thein Sein. Con todo, resultaba significativo que Aung San, hija del general artífice de la independencia nacional asesinado en 1947, reconociera que el Ejército era una institución esencial, con derecho a desempeñar un rol "digno" en la conducción política del país. Paradójicamente, la pacifista Aung San nunca profesó sentimientos antimilitaristas.
La NLD, vinculada a la Internacional Socialista pese a su indefinición ideológica y sus tendencias más bien liberal conservadoras, arrasó en las elecciones de noviembre de 2015 al conquistar, no ya el 67%, mínimo requerido para sortear el 25% de diputados militares, sino el 77% de los escaños abiertos a competición en la Cámara de Representantes (en la Cámara de Nacionalidades el porcentaje ascendió al 80%). Los comicios, en realidad, no satisficieron los estándares de limpieza y justicia por celebrarse con las citadas cortapisas legales y porque de los padrones fueron excluidos millones de birmanos por motivos étnicos o religiosos. Ahora bien, la casta militar reconoció su contundente derrota. Tras 27 años de una odisea personal que había sido el relato de la dramática historia contemporánea del país asiático, Aung San Suu Kyi se hallaba a las puertas del poder institucional en la antigua Birmania. Era el momento culminante en la vida de uno de los iconos mundiales de la lucha pacífica por la democracia bajo la consigna de "librarse del miedo", mantra político que la equivalente de Nelson Mandela en esta parte de Asia recogía de sus fuertes creencias budistas.
Los acontecimientos de marzo y abril de 2016 dibujaron el escenario, engañoso, de una armoniosa compleción de la transición democrática con la indispensable cláusula del Gobierno compartido. Htin Kyaw, viejo íntimo colaborador de Aung San entregado a la causa, fue investido presidente por la Asamblea en sucesión de Thein Sein y acomodado a su rol de jefe del Estado con poderes ejecutivos, pero solo sobre el papel; en realidad, el humilde Htin no iba a ser más que un ejecutor protocolario de la agenda dispuesta por la líder con la aquiescencia del Ejército. Aung San empezó reservándose cuatro carteras en el Gabinete, entre ellas dos de calado estratégico, la de Exteriores y la de adjunta a la Oficina de la Presidencia, mientras que tres generales en activo tomaron los ministerios de Defensa, Interior y Fronteras. El nuevo vicepresidente primero de la República era Myint Swe, capitoste del USDP, partido cuya jefatura recayó en Than Htay, enésimo general retirado. A falta de un primer ministro, Aung San se arrogó la posición adicional de consejera de Estado, subrayando así su primacía en el mando político. En 2018 Htin Kyaw dimitió por motivos de salud y la Asamblea eligió en su lugar a Win Myint, dirigente de la NLD.
AUREOLA MANCHADA POR EL DRAMA DE LOS ROHINGYAS Una vez en el Gobierno, Aung San no consiguió convencer a las Tatmadaw de que renunciaran a sus prerrogativas constitucionales, degradantes de los estándares democráticos del sistema birmano, y, punto tanto o más grave, decepcionó en sus esfuerzos por reducir las tensiones étnico-religiosas. Conseguir la paz social, más allá del proceso puramente político, en el mosaico de minorías que era Myanmar resultaba indispensable para propiciar el despegue económico y el desarrollo humano de uno de los países más atrasados de Asia.
En agosto de 2016, favorecidas por el acercamiento diplomático a China, arrancaron en Naypyidaw —la capital oficial de Myanmar desde 2005— las sesiones de la Conferencia de Paz Unión Siglo XXI Panglong, ambicioso proyecto que buscaba terminar con décadas de conflicto violento ente el Estado y la constelación de guerrillas y grupos rebeldes de base étnico-religiosa que reclamaban derechos, el final de las discriminaciones y abusos, y una mayor autonomía regional. El Gobierno central accedía a negociar con los representantes de las minorías reconocidas un proceso de reconciliación nacional, pero el único resultado tangible de la Conferencia fue, en agosto de 2020, un documento para la implementación del Acuerdo Nacional de Alto el fuego que en 2015 el presidente Thein Sein había firmado con una decena de "organizaciones étnicas armadas" (OEA). Sin embargo, los logros escasos del proceso de Panglong quedaron eclipsados por el drama de la población Rohingya.
Antes de terminar 2016, el Ejército y la Policía desataron una vasta operación de limpieza étnica contra los musulmanes rohingyas del estado meridional de Rakhine, perpetrando ejecuciones extrajudiciales y violaciones en masa, destruyendo aldeas y convirtiendo en refugiados, la mayoría huidos a Bangladesh, a cientos de miles de birmanos autóctonos que según las autoridades carecían de derechos ciudadanos porque eran inmigrantes bangladeshíes. El mundo se escandalizó por estas brutalidades y su consternación aumentó al comprobar cómo Aung San, la adalid de la paz y la concordia, permanecía silente frente a estos hechos o bien los comentaba con displicencia, asegurando que el conflicto en Rakhine se estaba exagerando y recordando que las Tatmadaw tenían que enfrentar la insurgencia armada del nacionalista Ejército de Salvación Rohingya de Arakan (ARSA, por cierto que autor también de masacres de paisanos, como viene documentando Amnistía Internacional).
La polémica actitud de la dirigente durante esta crisis se encadenó con su mutismo o frialdad, ya exhibidos en sus últimos años de opositora, a la hora de pronunciarse sobre las violaciones de los derechos humanos sufridas por numerosas comunidades y colectivos. Entonces, se adujo que Aung San, pese a su palmarés de premios humanitarios, no quería erigirse en defensora de minorías marginadas para no enajenarse el respaldo electoral de sectores militantes o radicales de las mayorías étnica Bamar y religiosa budista, a las que ella pertenencía.
Ahora, la acusación, vertida por doquier, de mostrarse impasible con los padecimientos del pueblo Rohingya y el despojamiento de algunos de los galardones internacionales con los que había sido honrada no hicieron mella en la consejera de Estado, que negó la existencia de una limpieza étnica en Rakhine, criticó el "enorme iceberg de desinformación" sobre lo que allí sucedía y llegó a acusar a las ONG de "asistir a los terroristas". También, justificó la detención y encarcelamiento de periodistas que cubrían el conflicto e informaban al mundo de las atrocidades.
En diciembre de 2019 una porfiada Aung San defendió personalmente en La Haya a las Fuerzas Armadas de Myanmar frente a la denuncia de genocidio llevada por Gambia al Tribunal Internacional de Justicia con el apoyo de medio centenar de países. En las vistas del TIJ, la líder birmana ni siquiera empleó el término rohingya, con lo que implícitamente negaba la existencia de esa minoría étnica en su país. Aquel mismo mes, la Asamblea General de la ONU aprobó con una amplia mayoría una resolución de condena a Myanmar por los abusos de los derechos humanos y el catálogo de crímenes cometidos contra los rohingyas, y de exigencia de acciones urgentes para combatir la incitación del odio a los grupos minoritarios de los estados de Rakhine, Kachin y Shan. En enero de 2020 la Corte Internacional de Justicia ordenó al Gobierno birmano que tomara medidas urgentes para proteger a la población Rohingya de la violencia.
El golpe de Estado de 2021, merecedor de una fuerte condena de las potencias occidentales que seguramente no surtirá ningún efecto, arroja a la oscuridad del limbo a Aung San Suu Kyi, quien por de pronto vuelve a ser prisionera de los militares a la edad de 75 años. En sus primeras disposiciones, las Tatmadaw declararon el estado de emergencia y suspendieron la Asamblea de la Unión. Anunciaron la investigación de las alegaciones de fraude electoral y previeron la celebración de nuevas votaciones en un año. En las primeras horas del golpe, el Gobierno de la NLD fue suplantado por el Consejo de Seguridad y Defensa Nacional, órgano creado por la Constitución de 2008 y con el que los militares ya venían tomando decisiones de calado al margen de las instituciones democráticas. Removido el presidente Win Myint, el jefe de Estado en funciones pasó a ser el vicepresidente primero del USDP, Myint Swe, quien se apresuró a transferir toda autoridad ejecutiva, legislativa y judicial al comandante en jefe de las Tatmadaw, el general Min Aung Hlaing. Mynt permanecía como un presidente en funciones puramente nominal. Al día siguiente, 2 de febrero, se constituyó una junta militar en toda regla, el Consejo Administrativo del Estado, presidido por Min y formado por otros siete altos oficiales y por tres civiles, dos de ellos antiguos miembros escindidos de la NLD.
(Texto actualizado hasta 2/2/2021)
Una primera hoja de vida al margen de la política
Hija del general nacionalista Aung San, organizador del moderno Ejército birmano y negociador con el Imperio Británico de la independencia nacional, el 19 de julio de 1947, con tan solo dos años de edad, quedó huérfana del mismo al caer asesinado el prócer, víctima de un complot de sus adversarios políticos; meses después, en enero de 1948, el país obtenía la independencia con el nombre de Unión de Birmania. La muchacha creció en Rangún al lado de su madre, Ma Khin Kyi, enfermera de profesión, y sus dos hermanos mayores, Aung San Oo y Aung San Lin. Este último murió siendo todavía niño, a los ocho años, de manera accidental, al ahogarse en el estanque que la familia tenía en su confortable villa de la capital.
En Rangún, la joven Aung San asistió a la Methodist English High School, si bien terminó los estudios secundarios en India, donde su madre, muy bien relacionada con el Gobierno de la Liga Antifascista por la Libertad del Pueblo (AFPFL, el partido izquierdista predominante y cofundado por Aung San), estrenó el cargo de embajadora en 1960. En 1962 se produjo el golpe de Estado del general Ne Win, que derrocó al Gobierno del primer ministro U Nu, y la familia ya no pudo volver a Birmania, donde la dictadura militar desató una persecución sistemática de los cuadros de la AFPFL.
En 1964 Aung San se graduó en Ciencias Políticas por el Lady Shri Ram College for Women, centro integrado en la Universidad de Nueva Delhi, y tres años después completó su formación con un Bachelor degree en Filosofía, Política y Economía por el St. Hugh's College de la Universidad de Oxford. A partir de 1969 trabajó para las Naciones Unidas en su sede central de Nueva York, como secretaria auxiliar en el Comité Asesor para Cuestiones Administrativas y Presupuestarias, y después, durante un año, sirvió a su país como técnica del Ministerio de Asuntos Exteriores en Bután. Dejó esta actividad en 1972 cuando contrajo matrimonio con el profesor británico Michael Vaillancourt Aris, un estudioso de la cultura tibetana al que había conocido en Oxford y que desde hacía varios años venía ejerciendo como tutor privado de los príncipes de la familia real butanesa. La pareja vivió unos meses en el reino del Himalaya antes de establecerse en Oxford, donde fundó una familia. En 1973 nació su primer hijo, Alexander, al que siguió un segundo retoño, Kim, en 1977.
Entre 1985 y 1987, mientras su marido cimentaba su prestigio académico como uno de los mayores expertos occidentales en las tradiciones culturales de Bután, Tíbet y el Himalaya, ella amplió su currículum cursando un doctorado en la School of Oriental and African Studies (SOAS) de la Universidad de Londres —si bien vio rechazada su tesis doctoral, así que no llegó a titularse—, amén de sendas becas concedidas por el Indian Institute of Advanced Studies (IIAS) de Shimla y el Centre for Southeast Asian Studies de la Universidad de Kyoto, donde se concentró en investigar, cotejando los datos que poseía la familia, la trayectoria política y militar de su padre en los años previos a la independencia. A esta época se remontan sus primeros libros publicados, de muy corta extensión, como una breve semblanza de Aung San, el ensayo Socio-Political Currents in Burmese Literature, 1910-1940 y los títulos correspondientes a Birmania, Nepal y Bután de una colección de guías divulgativas orientadas al público juvenil. En el libro dedicado a su país, la autora se limitaba a hacer una descripción de la geografía, las gentes y las costumbres birmanas, junto con un somero repaso histórico que no entraba en los detalles desagradables de la dictadura de Ne Win (apartado de la Presidencia de la Republica en 1981, aunque no del poder real, que siguió detentando en la sombra como jefe del partido único, el del Programa Socialista de Birmania, BSPP), una de las más férreas de Asia.
Icono de la revuelta popular de 1988 y comienzo del cautiverio bajo la dictadura militar
La vida de la tranquila esposa y madre de familia experimentó un drástico vuelco en 1988, un año crucial en la historia de Birmania. En el mes de abril Aung San decidió poner fin a 18 años de expatriación para atender a su anciana madre, que vivía en Rangún y se hallaba gravemente enferma, y con el proyecto de levantar una red de bibliotecas que conservara la memoria del padre. Lo que encontró fue un país en plena efervescencia popular, con grandes manifestaciones en demanda de democracia que el régimen híbrido del BSPP y los generales intentaba aplastar con violencia desatada. El 15 de agosto, tres días después de producirse la dimisión del presidente-general Sein Lwin, apodado el Carnicero de Rangún por ordenar la matanza masiva de manifestantes tras el alzamiento multitudinario del 8 de agosto, Aung San envió una carta pública al primer ministro, Tun Tin, pidiendo la apertura de una transición democrática, pero la misiva fue ignorada.
El 26 de agosto, cuando la represión había causado ya muchos cientos de víctimas y la oposición conminaba al tercer presidente en el lapso de un mes, Maung Maung (un jurista que hasta entonces había ejercido de ministro de Justicia), a que formara un Gobierno estrictamente civil, Aung San celebró su primer mitin junto a la pagoda Shwedagon de Rangún. Su vibrante alocución ante medio millón de personas, magnificada por las emociones que suscitaba el recuerdo del reverenciado Aung San, la identificó de inmediato con las aspiraciones populares de democracia e infundió más confianza a unas protestas que veían la caída del odiado régimen al alcance de la mano.
De la noche a la mañana, Aung San se convirtió en el rostro y la voz, para sus paisanos y para el público internacional, de la dramática revuelta birmana, eclipsando a personalidades como el ex primer ministro U Nu, quien, recién regresado del exilio, insistía en representar la legalidad subvertida por el golpe de 1962 y vio rechazada su invitación de formar un Gobierno interino de la oposición. Elocuente, imbuida de un extraordinario valor que contrastaba con su figura menuda e imperturbablemente serena, Aung San comenzó a recorrer el país para galvanizar el movimiento de protesta, desafiando a los soldados que podían matarla en cualquier momento y no dejando de urgir a la población a que luchara únicamente por vías pacíficas, sin buscar la confrontación y absteniéndose de provocar gratuitamente a un Ejército con órdenes expresas de tirar a matar. Su discurso de la no violencia evocaba el ideario del Mahatma Gandhi, pero sobre todo seguía los preceptos budistas.
El 18 de septiembre de 1988 las esperanzas opositoras quedaron amargamente frustradas. Ese día, el Ejército, instigado por Ne Win, cuya influencia en la nueva generación de generales seguía siendo indiscutible pese a su jubilación en julio anterior como presidente del BSPP, se hizo formalmente con todo el poder, en una suerte de autogolpe de Estado, y constituyó una junta denominada Consejo de Estado para la Restauración de la Ley y el Orden (SLORC). Las manifestaciones fueron sofocadas sin contemplaciones, produciéndose otro baño de sangre, y el nuevo jefe del Estado, el general Saw Maung, asomando ahora la zanahoria, prometió elecciones libres en un intento de desactivar la protesta. Aung San no tardó en denunciar que Saw Maung no era más que un títere del intrigante Ne Win; como represalia, el aparato de propaganda del régimen desató contra ella una burda campaña pública de desprestigio, acusándola entre otras cosas de ser polígama, de injuriar a Buda por haber dicho que era un hombre como los demás y de estar conchabada con poderes extranjeros.
El 27 de septiembre, con la mirada puesta en ese nebuloso horizonte electoral, Aung San y dos prominentes desertores del régimen, los generales Aung Gyi, quien fuera el número dos del golpe de 1962, y Tin Oo, ex ministro de Defensa y ex comandante en jefe de las Fuerzas Armadas (las Tatmadaw, en la terminología local), constituyeron la Liga Nacional por la Democracia (NLD), donde se repartieron el liderazgo: Aung Gyi fue elegido presidente, Tin Oo vicepresidente y ella, con mucho la más carismática de los tres, secretaria general. El SLORC no se lanzó a descabezar el nuevo partido, que desafiaba sus bandos proscriptivos, pero empezó a minarlo por sus bases. Además, la NLD sufrió a las primeras de cambio una crisis interna que condujo a la ruptura con Aung Gyi, quien puso en marcha su propia formación tras acusar a sus colegas de tolerar la presencia de comunistas en la Liga.
Días después de este sobresalto, el 27 de diciembre, Aung San encajó la muerte de su madre, vencida por la enfermedad, a los 76 años de edad en su casa de Rangún. Durante los funerales de Da Khin Kyi, la dolida hija elevó la promesa de servir a la causa nacional de los birmanos tal como su padre y su madre lo habían hecho, es decir, hasta la muerte si era necesario. Al arrogarse una especie de misión sagrada, en unas circunstancias sobrevenidas casi por accidente, Aung San se ponía en la senda abierta en el continente asiático por líderes opositoras a la dictadura como la pakistaní Benazir Bhutto y la filipina Cory Aquino.
El 21 de junio de 1989 la tropa ametralló en Rangún (o Yangón, según la nueva denominación de la capital decretada por el SLORC, que renombró también al país, en lo sucesivo Myanmar) una manifestación de 500 personas encabezada por la secretaria liguista exigiendo el respeto de los derechos humanos. Antes, el 5 de abril, la líder opositora protagonizó otro dramático episodio cuando, en el curso de una protesta en el delta del Irawady, se enfrentó impávida a una unidad de soldados que la apuntaban; según parece, la peligrosísima situación quedó superada gracias a la oportuna intervención de un mayor que dio la contraorden de bajar las armas.
Por último, el 20 de julio, en un desenlace previsible tras meses de intimidaciones y hostigamiento, Aung San fue detenida y puesta bajo arresto domiciliario en Rangún al socaire de la ley marcial, declarada tres días atrás, y en virtud de la Ley de Protección del Estado de 1975, que facultaba a las autoridades para mantener a cualquier persona detenida sin juicio durante tres años. La arrestada se declaró en huelga de hambre en protesta por la detención de un grupo de estudiantes que había acudido a su casa del número 54 de la Avenida de la Universidad de Rangún, a orillas del lago Inya, con la intención de escudarla, gesto de no colaboración con sus captores que iba a marcar la pauta en la penosa etapa que se abría en su vida. En tales circunstancias, la secretaria general de la NLD no pudo participar en las elecciones del 27 de mayo de 1990, que su partido ganó de manera arrolladora con el 58,7% de los votos, haciéndose con 392 de los 492 escaños del Parlamento.
La junta, que había presentando a los comicios el nuevo Partido de la Unidad Nacional (NUP, sucesor del BSPP, el cual no sacó más que una decena de escaños), se vio sorprendida por tamaña derrota. Desdiciéndose de sus promesas de hacer honor a los resultados, anunció que las elecciones no habían sido a una asamblea legislativa, sino constituyente, de manera que hasta que no estuviera ultimada una nueva Carta Magna, en los tiempos y con las condiciones que ella misma dictase, no habría transferencia del poder a los civiles. El 18 de diciembre, como medida de protesta, un grupo de diputados electos de la NLD liderados por Sein Win, primo de Aung San, formó en el exilio estadounidense un Gobierno de Coalición Nacional de la Unión de Birmania (NCGUB), en el que también obtuvieron presencia la Alianza Democrática de Birmania, el Frente Nacional Democrático y otras organizaciones opositoras.
Durante su reclusión, en régimen de incomunicación total desde julio de 1990, Aung San, volvió a mostrar un carácter templado y una orgullosa determinación, animando a sus conciudadanos a no flaquear y a tener fe en su convicción en la victoria final de la causa democrática. Amenazada con un proceso judicial por el SLORC si no aceptaba el exilio, la líder hizo saber que estaría dispuesta a abandonar el país si se cumplían una serie de condiciones, a saber: la liberación de todos los presos políticos, la constitución de la Asamblea electa, la transferencia del poder a un Gobierno civil y la emisión de un discurso suyo sin censura por la radio y la televisión. Los militares no accedieron, pero tampoco se atrevieron a ejecutar sus amenazas, por temor a las reacciones internas y externas. En todo caso, en agosto de 1991 dispusieron una reforma legal con carácter retroactivo de la ley de 1975 con el único objeto de amparar la detención de su antagonista durante un período de cinco años sin cargos ni juicio.
Reconocida como prisionera de conciencia por Amnistía Internacional, el propósito de Aung San de que el drama birmano no cayera en el olvido fue recompensado el 14 de octubre de 1991 con la concesión del Premio Nobel de la Paz. Al otorgar el galardón, que el año anterior había recaído en el líder soviético Mijaíl Gorbachov, el Comité de Oslo reconocía de la opositora birmana su "lucha no violenta en pro de la democracia y los derechos humanos". Asimismo, Aung San constituía "uno de los ejemplos más extraordinarios de coraje civil en Asia en las últimas décadas". En su nombre, recogieron en la capital noruega la medalla, el diploma y la dotación económica del galardón sus dos hijos, que entonces contaban con 18 (Alexander) y 14 (Kim) años de edad, y a quienes la junta militar había despojado de la ciudadanía birmana. Los 1.300.000 dólares con que estaba dotado el premio fueron destinados a un fondo para financiar proyectos sanitarios y educativos en Myanmar.
Ya antes de recibir esta suprema distinción, Aung San había sido honrada con el Premio Thorolf Rafto de los Derechos Humanos, otorgado en octubre de 1990 por la noruega Human Rights House Network (HRHN), y el Premio Sajárov a la Libertad de Conciencia en su edición de 1990, concedido por el Parlamento Europeo en julio de 1991. A partir del Nobel, la líder de la resistencia civil birmana fue laureada en cascada por una comunidad internacional que, sin embargo, por lo que respectaba a sus gobiernos, no resultó convincente en sus presiones y sanciones para obligar a los generales a separarse de un poder usurpado y a detener la conculcación sistemática de los derechos humanos.
Estando confinada en su casa, dos editoriales de Estados Unidos y el Reino Unido publicaron respectivamente sus escritos Burma and India: Some Aspects of Intellectual Life under Colonialism (1990) y Aung San of Burma: A Biographical Portrait by His Daughter (1991), tratándose este último de una reedición de la minibiografía publicada por primera vez en 1984. Su discurso de aceptación del Premio Sajárov, hecho llegar al Parlamento Europeo en julio de 1991, fue publicado en varios países tras la concesión del Nobel a modo de ensayo-manifiesto de corta extensión con el título de Freedom from Fear. El texto, redactado en un tono asertivo impregnado de filosofía budista y de principio a fin muy contundente en su denuncia de la dictadura, comenzaba con la siguiente afirmación: "No es el poder lo que corrompe, sino el miedo. El miedo a perder el poder corrompe a quienes lo ejercen y el miedo al castigo del poder corrompe a quienes son objeto del mismo". En otras partes, sin olvidarse de mencionar a sus dos referentes éticos, su padre Aung San y Gandhi, la autora decía: "Será difícil disipar la ignorancia a menos que haya libertad para buscar la verdad sin las cadenas del miedo". Y también: "La revolución fundamental es la del espíritu, que nace de la convicción intelectual de que el cambio es necesario en aquellos valores y actitudes mentales que modelan el curso del desarrollo nacional".
En un pasaje especialmente relevante de Freedom from Fear, Aung San sostenía que: "Con un sistema que niega la existencia de los derechos humanos más básicos, el miedo tiende a estar a la orden del día. Miedo a la cárcel, miedo a la tortura, miedo a la muerte, miedo a perder los amigos, la familia, la propiedad o el medio de vida, miedo a la pobreza, miedo al aislamiento, miedo al fracaso. La forma más insidiosa de miedo es la que coloca tras una máscara de sentido común o incluso sabiduría, condenándolos como locuras, insensateces, nimiedades o futilidades, los pequeños actos diarios de coraje que ayudan a mantener el respeto de la persona a sí misma y la dignidad humana que le es propia. No es fácil para un pueblo condicionado por el miedo y sometido a un régimen de hierro el principio de que podría ser apropiado liberarse a sí mismo del agobiante miasma del miedo. Incluso bajo la más aplastante maquinaria del Estado, el valor se alza una y otra vez, pues el miedo no es el estado natural del hombre civilizado" .
Prueba de resistencia frente al general Than Shwe: el compromiso indeclinable con la democracia
El 23 de abril de 1992 el general Saw Maung fue removido por sus propios compañeros de junta y un colega del escalafón, Than Shwe, le sustituyó como presidente del SLORC, jefe del Estado Mayor del Ejército, primer ministro y jefe del Estado. El nuevo y oscuro mandamás de Myanmar, al parecer más preocupado por mejorar la imagen internacional del régimen que su antecesor, se estrenó en el cargo levantando las restricciones a las comunicaciones físicas de la premio Nobel, que fue autorizada a recibir visitas. Días más tarde, Aung San se reunía con su marido, al que no veía desde hacía dos años, y a continuación vino a estar con ella su hijo Kim. En 1993 se produjeron nuevos encuentros familiares, facilitados por la retirada de la guardia que desde 1989 había estado apostada en el umbral de la vivienda. El 25 de diciembre los cuatro deudos pudieron celebrar juntos la fiesta de la Navidad.
Aung San siguió atenta los tímidos gestos del general Than Shwe, que sugerían liberalización y aperturismo. Así el SLORC puso en libertad a un millar largo de presos políticos, levantó el toque de queda, derogó dos decretos relacionados con la ley marcial y reabrió las universidades. En enero de 1993 inició sus trabajos una Convención Nacional, en un 80% nombrada directamente por los militares, con la misión de redactar una nueva Constitución que debía sentar los principios políticos y legales de la Unión de Myanmar. Entre ellos, el régimen citaba la unidad nacional, la soberanía en las relaciones internacionales, el sistema de democracia pluripartidista y una importante reserva de participación de las Tatmadaw en la conducción del Estado.
En enero de 1994 la cautiva recibió a sus primeros visitantes no de la familia, una comitiva integrada por el congresista estadounidense Bill Richardson, un representante de la ONU y un periodista del New York Times. Mayor expectación levantó la reunión que el 20 de septiembre de 1994, en respuesta a sus demandas de diálogo sin condiciones, sostuvo con el mismísimo Than Shwe y con el tercer jerifalte nominal y considerado la eminencia gris del régimen, el teniente general Khin Nyunt, quienes se presentaron en su domicilio-prisión para sostener una "discusión amistosa". El 28 de octubre siguiente cruzó su puerta de nuevo Khin Nyunt, esta vez acompañado de los generales Than Oo y Tin Aye. Por último, el 10 de julio de 1995, en un gesto destinado sobre todo a apaciguar a la comunidad internacional, el SLORC levantó el arresto domiciliario a La Dama (en birmano, Daw, tratamiento honorífico y de respeto empleado por sus seguidores) y le permitió reemprender las actividades políticas, si bien con un régimen de movimientos severamente restringido, limitado al área urbana de Rangún.
La estrategia de los generales era fingir que les despreocupaban las andanzas de su tenaz opositora, a la que en realidad temían: la vulnerabilidad cierta de esta mujer de porte frágil pero distinguido, inerme y a merced de la dictadura alimentaba constantemente su carisma, al tiempo que, de alguna manera, la resguardaba de daños mayores: si algo le sucediera a la Nobel, si resultara herida o muerta en una agresión directa, el régimen desencadenaría en su contra un huracán de reacciones, internas y externas, de impredecibles consecuencias. La camarilla castrense, que no dejaba de perseguir y aterrorizar a las minorías étnicas y religiosas, explotar a prisioneros como esclavos económicos y practicar la tortura y las ejecuciones extrajudiciales con los disidentes políticos reales o imaginarios, no buscaba otra cosa que ganar tiempo, para afianzarse en el poder, sortear la presión internacional (acercándose para ello a los vecinos del sudeste asiático, envite que fue respondido positivamente con la actitud indulgente de estos gobiernos, así como al gigante chino, que aceptó gustoso pertrechar sus arsenales) y hacer irreversible su posición dominante en cualquier nuevo marco institucional.
Vigilada de cerca por los servicios de seguridad, Aung San reanudó los contactos políticos con los miembros de la NLD y el NCGUB, y viajó por el país, violando las condiciones de la revocación del arresto, para mantener viva la causa de la democracia. En septiembre de 1995 hizo llegar un discurso a la IV Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en Beijing, y el 10 de octubre siguiente recuperó la secretaría general de la NLD, de la que había sido desposeída en abril de 1991 por discrepar con otros dirigentes, más dúctiles a las presiones de los militares, sobre la estrategia a adoptar frente al SLORC, y en cumplimiento de la prohibición de que personas con interdictos pudieran ocupar cargos partidarios. Aung Shwe fue reelegido presidente, y Tin Oo y Kyi Maung vicepresidentes. La consecuencia inmediata del retorno de Aung San a la jefatura orgánica del partido fue la retirada del mismo, el 28 de noviembre, de la Convención Nacional convocada por la junta en 1993 para la elaboración de la nueva Constitución, cuyo borrador, entre otros puntos difícilmente compatibles con un Estado democrático, reservaba a los militares el 25% de los escaños del Parlamento. Como consecuencia del portazo de la NLD, la Convención suspendió sus trabajos por tiempo indefinido en marzo de 1996.
La nueva postura no cooperativa de la NLD alarmó a Than Shwe, que una vez comenzado 1996 se dispuso a cortarle las alas a su irreductible líder. En mayo, 250 miembros del partido opositor fueron detenidos sin cargos; en junio, se anunció el castigo con penas draconianas de prisión a quienes divulgaran textos alternativos o propuestas de enmiendas no autorizadas del proyecto de Constitución; en septiembre, una segunda ola de arrestos frustró la celebración del congreso de la NLD y Aung San vio restituido su estatus semicarcelario. El bloqueo policial a su casa duró sólo unos días, pero la áspera advertencia del poder no disuadió a la líder de seguir desafiando la prohibición de moverse fuera de Rangún, cuyos límites urbanos intentó cruzar varias veces.
La actitud de la junta, que el 15 de noviembre de 1997 pasó a denominarse Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo (SPDC), se tornó errática, sugiriendo que el general Than, quien al mismo tiempo intentaba zafarse de la influencia del incombustible Ne Win y se adentraba en una etapa de desavenencias serias con varios altos oficiales —las cuales consiguió zanjar a su favor mediante las oportunas purgas—, no las tenía todas consigo con respecto a Aung San. El régimen, primero, proscribió el congreso de la NLD que había sido pospuesto al 27 de mayo de 1997, en el séptimo aniversario de la victoria electoral de 1990, pero después de esa fecha rectificó y consintió que la convocatoria se trasladara a exactamente doce meses después y con la condición de que la asamblea tuviera lugar en la vivienda de la líder, esto es, convenientemente limitada de aforo y vigilada a placer por la seguridad del Estado.
La Dama del sarong —el atavío tradicional birmano, usado tanto por mujeres como por hombres— y el cabello recogido prolongó de manera indefinida su particular pulso con la junta militar, caracterizado por los inagotables pacifismo, paciencia y firmeza de ella como contraste con la razón de la fuerza que exhibían los generales, los cuales justificaban su negativa a retirarse a los cuarteles por la supuesta falta de preparación del pueblo birmano para la democracia.
Aung San, por un lado, reclamaba que no se relajara la presión internacional sobre la más antigua dictadura militar del mundo, y a los empresarios privados occidentales les desaconsejaba entrar en negocios con aquella, pese a sus tentadoras ofertas para invertir en sectores lucrativos como el turismo. Sus apelaciones al extranjero en este terreno hallaron poco eco: tuvo un efecto limitado en los gobiernos y apenas repercutió en las compañías interesadas en cerrar tratos ventajosos con un régimen que pisoteaba de un sinfín de maneras y a gran escala los derechos más fundamentales de sus gobernados. Aunque Estados Unidos y la Unión Europea endurecieron sus paquetes de sanciones económicas, armamentísticas y aéreas, el régimen pudo compensar la cuarentena impuesta por Occidente con la actitud amistosa y cómplice, más que meramente indulgente, de los vecinos del Este. Than Shwe cosechó en el mapa asiático éxitos resonantes: el ingreso en la ASEAN en 1997, las cooperaciones bilaterales con Tailandia, Vietnam y Camboya, la compra masiva de armas a China, los buenos negocios con la Indonesia de Suharto y la defensa de las críticas occidentales por parte del Gobierno de Mahathir bin Mohamad en Malasia.
Por otro lado, Aung San continuó jugando al gato y el ratón con los generales. Así, realizó dos azarosos intentos, en julio de 1998 y en agosto de 2000, de evadir el cerco de las tropas que la tenía vigilada para reunirse con miembros de su partido, los cuales seguían siendo objeto de una represión implacable, con arrestos colectivos, encarcelamientos sin hábeas corpus y numerosas condenas a penas de prisión. Ambas salidas fueron frustradas por las fuerzas de seguridad después de representar su protagonista unos actos de resistencia pacífica con el objeto de captar la atención internacional. Así, en la tentativa de 1998 estuvo plantada durante trece días en un cruce de carreteras, hasta que unos síntomas de deshidratación urgieron su retorno a Rangún, montada en una ambulancia. En el desafío de 2000, que duró nueve días, la Dama permaneció igualmente bloqueada dentro de su vehículo en un camino rural próximo a la capital cuando intentaba llegar a la población de Dala.
La muerte del profesor Aris en Londres el 27 de marzo de 1999, el día de su 53 cumpleaños, tras rechazar las autoridades birmanas una solicitud de entrada para visitar a su esposa (a la que no veía desde la reunión navideña de 1995) cuando el cáncer de próstata que padecía se adentraba en su fase terminal, pareció a los ojos de la comunidad internacional un acto gratuito de crueldad. La junta excusó cualquier imputación, con el argumento de que había ofrecido a Aung San la libre partida a Oxford, solo que ella se había negado. Sin duda, la premio Nobel temió que quienes confiaban en encontrar la ocasión para quitársela de encima no la dejaran entrar en el país a su regreso. La junta la invitaba abiertamente al exilio y dosificaba la táctica del acoso psicológico: en abril de 1999, al hijo menor, Kim, le fue permitido estar con su madre en el aeropuerto de Rangún por unas pocas horas.
Otra década más de arresto hasta la liberación definitiva en 2010
Puesto que las advertencias y las presiones de todo tipo no conseguían quebrar la determinación de la opositora, el régimen recurrió, tras un paréntesis de cinco años, a su castigo favorito: el confinamiento domiciliario por tiempo indefinido. La medida represiva se abatió sobre Aung San el 21 de septiembre de 2000. Entonces, ella, el vicepresidente Tin Oo y otros miembros de la Liga fueron detenidos cuando se disponían a viajar por tren a la norteña Mandalay. Metida en un furgón militar en la misma estación de Rangún, 48 horas más tarde Aung San ya se encontraba apresada en su hogar a cal y canto.
Sin embargo, no podía hablarse propiamente de un regreso al casillero de salida, a la situación de 1989. Aunque prisionera, la líder abrió con la junta unas conversaciones directas y de carácter secreto que fueron facilitadas por el diplomático malasio Razali Ismail, enviado especial del secretario general de la ONU, Kofi Annan. El diálogo entre Aung San y los representantes del SPDC, supuestamente enmarcado en un proceso de reconciliación nacional que incluiría un acuerdo transitorio de reparto de poder, alumbró a lo largo de 2001 una serie de gestos del régimen considerados propiciatorios, como el final de la propaganda denigratoria contra la Nobel en los medios de comunicación del Estado y la devolución de la libertad de movimientos a Aung Shwe y Tin Oo. La propia Aung San intentó infundir ánimos a sus seguidores y amansar a los militares con declaraciones de signo constructivo y conciliador.
El 6 de mayo de 2002 el mundo acogió con satisfacción y esperanza el resultado más visible del diálogo secreto emprendido por el SPDC y la NLD en octubre de 2000, el levantamiento del arresto domiciliario de Aung San, a la que se prometió el libre tránsito por todo el país. La medida de gracia fue acompañada por nuevas liberaciones de activistas del partido opositor, si bien Amnistía Internacional recordó que un millar y medio de reclusos políticos continuaban languideciendo en las mazmorras del régimen. La infatigable líder democrática no perdió el tiempo en su deseo de verificar las condiciones de su puesta en libertad con el inicio de una gira nacional y la demanda a la junta de conversaciones inmediatas para la definición de medidas de confianza.
Los llamamientos cayeron en saco roto. Transcurrido un año desde su liberación, Aung San podía constatar que los militares no tenían la menor intención de negociar con ella propuesta democratizadora alguna. El 30 de mayo de 2003 el fatalismo sobre el porvenir de Myanmar volvió a apoderarse de locales y foráneos con la imposición de la "custodia preventiva" a Aung San y otros 17 dirigentes de la NLD. El pretexto esta vez fue haber provocado, en el curso de una gira provincial por el norte del país, concretamente en las afueras de la población de Depayin, al oeste de Mandalay, unos choques violentos entre partidarios de ella y del Gobierno.
En realidad, lo sucedido en Depayin se trató de un incidente orquestado por las autoridades: la caravana de la líder se vio salvajemente atacada por una nutrida turba de personas, quizá hasta 3.000, con atuendos civiles que, a los gritos de ¡muere!, ¡muere! y esgrimiendo armas rústicas, hirió o mató a muchos integrantes del convoy. Supervivientes del terrible ataque que consiguieron escapar a Tailandia relataron que sus agresores les tendieron una emboscada nocturna y que cayeron sobre ellos presos de una furiosa excitación, como si estuvieran ebrios o drogados. El Gobierno habló de cuatro víctimas mortales, aunque ONG asiáticas cuantificaron los fallecidos en 70. Aung San salió ilesa del sangriento trance porque su chófer consiguió sacar el coche de la refriega, aunque fue detenida nada más llegar a la cercana localidad de Ye-U. Tras la masacre de Depayin, el Gobierno aseguró que la opositora estaba retenida en un lugar secreto por su propia seguridad, ya que se había detectado la presencia en el país de unos "asesinos" que la tenían en el punto de mira.
A últimos de agosto de 2003, desde su paradero desconocido —luego se supo que se trataba de la prisión Insein de Rangún—, Aung San inició una huelga de hambre, pero el 19 de septiembre sus captores tuvieron que ingresarla de urgencia en el Asia Royal Cardiac and Medical Center de la capital aquejada de una dolencia ginecológica. Allí le fue practicada una histerectomía, o extracción de la matriz, de tres horas de duración y tras una semana de convalecencia la paciente recibió el alta el 26 de septiembre: del hospital salió directamente a su casa de Rangún, donde le aguardaban otros siete años seguidos de arresto domiciliario. El Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos comunicó al Gobierno birmano que la privación de libertad de Aung San sin cargos ni juicio constituía un acto arbitrario que contravenía la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Con su secretaria general y su vicepresidente bajo arresto, la NLD ignoró la Convención Nacional, resucitada por la junta en mayo de 2004 tras ocho años de suspensión, y cuya misión sobre el papel era dotar al país de una nueva Constitución. Esta era la primera de las siete etapas de que constaba el "mapa de ruta a una democracia disciplinada" anunciado por el general Khin Nyunt tras ser nombrado primer ministro en agosto de 2003. Los trabajos de la nueva Convención Nacional no duraron más que unas pocas semanas y Khin Nyunt, el oficial supuestamente más identificado con esta dudosa liberalización, fue purgado por Than Shwe en octubre de 2004.
Los años iban pasando para la famosa reclusa, que estrenó la madurez inmediata a la ancianidad. Privada del teléfono, sin acceso a Internet y con las visitas prácticamente limitadas a su médico personal y a los emisarios de la junta, Aung San aprovechaba su abundante tiempo libre para leer, estudiar idiomas, escuchar la radio y tocar el piano. El SPDC, haciendo oídos sordos al clamor internacional, que incluían las demandas formuladas por varios países socios de la ASEAN (Mahathir, el primer ministro malasio, en un drástico cambio de tono con respecto a su postura de los años noventa, llegó a amenazar a Rangún con la expulsión de la organización), y, en la última fecha, a una petición personal de liberación del secretario general de la ONU, le extendió el período de arresto sucesivamente en noviembre de 2004, noviembre de 2005, mayo de 2006 y mayo de 2007. En 2006 la cautiva fue autorizada a recibir dos visitas del diplomático nigeriano Ibrahim Gambari, secretario general adjunto para el Departamento de Asuntos Políticos de la ONU.
A principios de octubre de 2007 Aung San fue vista de nuevo en la televisión estatal con motivo de una nueva reunión con Gambari. La reaparición de la líder tras cuatro años sin imágenes de ella aconteció, no por casualidad, en la coyuntura nacional más dramática desde la insurrección de 1988: la supresión por los militares, con inaudita violencia, de la protesta pacífica encabezada por los monjes budistas y comenzada en Rangún a mediados de agosto. Todo indicaba que la junta, dejando ver a una Aung San con buen aspecto, deseaba calmar la ira mundial por el aplastamiento, con un incierto balance de detenidos, muertos y desaparecidos, de la llamada Revolución Azafrán, protagonizada por monjes, estudiantes y miembros de la NLD, y cuyo desencadenante había sido la retirada de los subsidios a los combustibles, cuyos precios aumentaron vertiginosamente. Días después de la visita de Gambari, el Gobierno designó al general retirado y viceministro de Trabajo Aung Kyi su enlace formal con Aung San, en lo que parecía ser la apertura de un canal oficial de comunicación junta-oposición.
El 27 de mayo de 2008 el SPDC notificó la enésima prórroga del arresto de Aung San, que permanecería confinada en su domicilio por lo menos doce meses más. Sus condiciones acababan de endurecerse bruscamente porque el paso del ciclón Nargis, que azotó el país asiático a principios de aquel mes, había dejado su vivienda con el techo maltrecho y sin suministro eléctrico; las autoridades no le proporcionaron un generador y ella se vio obligada a alumbrarse con velas.
Entre tanto, el régimen militar dio un primer paso en la superación del petrificado statu quo político haciendo aprobar el 10 de mayo en un referéndum nacional, considerado espurio por la NLD, su proyecto de Constitución, polémico texto que reservaba al Ejército importantes cuotas no democráticas de poder ejecutivo y legislativo, y que contenía cláusulas restrictivas sospechosamente ajustadas a las características de Aung San, como la prohibición de candidatear al puesto de presidente de la República a aquellas personas cuyos familiares directos, ascendientes o descendientes, estuvieran de alguna manera bajo la jurisdicción de otros países: los hijos de la líder tenían la ciudadanía británica. En diciembre de 2008 la Asamblea General de la ONU, con 80 votos a favor, 25 en contra y 45 abstenciones, aprobó una resolución de condena de la situación de los derechos humanos en Myanmar y de demanda de liberación de Aung San.
El 14 de mayo de 2009, próximo a vencer su último período anual de arresto, Aung San vio ensombrecerse de súbito su estatus de prisionera. Ese día, un retén policial se presentó en la casa y la aprehendió junto con sus dos asistentas personales, Khin Khin Win y Win Ma Ma. Las tres mujeres fueron transferidas directamente a la sala de un tribunal especial montado en la prisión Insein, donde un magistrado del Distrito Norte de Rangún les esperaba para juzgarlas por trasgresión de las condiciones del arresto domiciliario, ya que habían dado cobijo a un intruso. La acusación se sustentaba en la extraña peripecia del cuarto procesado, John William Yettaw, un ciudadano estadounidense de 53 años, retratado como un estudiante de Psicología, mormón y veterano de Vietnam con algún tipo de estrés postraumático, que en noviembre anterior había intentado contactar con Aung San tras personarse, sin que las fuerzas de seguridad llegaran a impedírselo, en el mismo umbral de su vivienda. Entonces, la inquilina no había querido recibir al anónimo visitante y había dado parte del caso a las autoridades.
En fecha mucho más reciente, el 6 de mayo, Yettaw había sido detenido cuando regresaba a nado por el lago Inya tras conseguir burlar el perímetro de seguridad de la casa de Aung San y pernoctar en ella dos noches seguidas. De acuerdo con su testimonio, el pertinaz extranjero había alcanzado la vivienda en la antevíspera también a nado, y sus moradoras, no sin grandes reticencias, le habían permitido quedarse a dormir porque estaba exhausto, y con el mismo criterio humanitario le habían proporcionado comida y bebida. El comprometedor huésped estaba allí "enviado por Dios", para advertir a la líder de que unos "terroristas" pretendían asesinarla. Yettaw fue a juicio además por encontrarse en el país de manera ilegal y por vulnerar la prohibición de nadar en el lago Inya.
El juicio contra Aung San, recién recuperada de un achaque por hipotensión que la había obligado a recibir alimentación intravenosa con sueros, se prolongó a puerta cerrada desde el 18 de mayo hasta el 31 de julio de 2009. La defensa invocó en todo momento la inocencia de la acusada, a la que, según ella, no podía exigírsele cuentas por las rupturas de su barrera de seguridad desde fuera, cuya integridad era entera responsabilidad de la Policía. En mitad del juicio, el 19 de junio, la acusada cumplió 64 años, efeméride que fue observada con vigilias, actos de protesta y lecturas de manifiestos en demanda de la liberación a lo largo y ancho del mundo. A principios de julio, sucesor de Annan en la Secretaría General de la ONU, Ban Ki Moon, regresó de Rangún "profundamente disgustado" porque su anfitrión, Than Shwe, no le había permitido reunirse con Aung San.
El 11 de agosto de 2009 el tribunal especial emitió una sentencia de culpabilidad y aplicó a las tres mujeres sendas condenas de tres años de prisión con trabajos forzados. La pena máxima por violar la Ley de Salvaguarda del Estado del Peligro de Elementos Subversivos era de cinco años. Automáticamente, el ministro del Interior, general Maung Oo, siguiendo las instrucciones de su superior, Than, conmutó la draconiana condena por otra de 18 meses de arresto domiciliario, que empezaba a contar a renglón seguido de la expiración, en mayo, del anterior período de arresto. En cuanto al misterioso John Yettaw, fue también condenado a prisión, pero el Gobierno le perdonó de inmediato antes de permitirle abandonar el país sano y salvo; oficialmente, su liberación obedeció a un gesto "humanitario", en aras de la mejora de las relaciones con Estados Unidos. El Consejo de Seguridad de la ONU, en una declaración de condena no vinculante —una resolución habría topado de seguro con la oposición de China—, expresó su "grave preocupación" por la suerte de Aung San y los demás presos políticos birmanos.
Para la NLD, varios gobiernos extranjero y ONG, el proceso contra Aung San no era más una artimaña fabricada por el régimen para mantenerla neutralizada políticamente tras vencer su último período de arresto sin cargos y cuando el país afrontaba sus primeras elecciones legislativas desde 1990, las previstas para finales de 2010, que eran el quinto paso del "mapa de ruta a la democracia" diseñado por la junta. Oportunamente, la nueva Constitución estipulaba explícitamente que ninguna persona con condenas judiciales podía presentarse candidata a diputado.
La comunidad internacional, con la notoria excepción de China, convino en que esas elecciones, más allá de su fachada pluralista, no merecerían ninguna credibilidad si la principal líder de la oposición no recobraba la libertad y era habilitada para presentarse a las mismas. Sin embargo, en Estados Unidos, la nueva Administración Obama se mostró dispuesta a entablar un diálogo con la dictadura, buscando arrancar de los generales concesiones democráticas más con la persuasión que con el boicot. A principios de noviembre de 2009, Aung San pudo entrevistarse con una misión diplomática de aquel país. Su encuentro con los altos funcionarios del Departamento de Estado en el Inya Lake Hotel, a escasa distancia de su casa, le permitió tener el primer contacto directo con los periodistas desde el principio de su actual cautiverio.
La líder opositora abrió una batalla legal contra la prolongación de su régimen de arresto. Su recurso al Tribunal Supremo, tras fracasar en el tribunal de primera instancia, fue admitido a trámite el 21 de diciembre y la audiencia de apelación fue celebrada el 18 de enero de 2010, quedando pendiente la sentencia. Días después, trascendió que el Ministerio del Interior consideraba levantar el confinamiento a Aung San en el último tramo del año, coincidiendo aparentemente con las elecciones a la nueva Asamblea de la Unión, aunque se desconocía si el final del arresto, que expiraba el 13 de noviembre, se produciría antes o después de los comicios, para los que todavía no había fecha. En cualquier caso, con la Constitución en la mano, la líder no podría concurrir a un escaño parlamentario porque era rea de la justicia, ni tampoco aspirar a la jefatura del Estado al haber estado casada con un extranjero, por más que enviudara de él hacía una década, y disponer sus hijos del pasaporte británico.
Peor aún, la Ley de Registro de Partidos Políticos, presentada en marzo de 2010, prohibía de manera expresa la militancia partidista de personas que hubieran sido condenadas en un tribunal. Si la NLD quería renovar su condición legal, sin la cual tampoco podría participar en las elecciones, antes debía expulsar a su secretaria general y a otros muchos dirigentes. La reacción de la NLD, que era consecuente con su boicot al referéndum constitucional de 2008, fue rechazar de plano las reglas del juego impuestas por la junta. En consecuencia, el 6 de mayo de 2010, en el último día del plazo de que disponía para registrarse con arreglo a la nueva normativa, la Liga, en una decisión grave asumida sin reservas por Aung San aunque mal acogida por algunos miembros, los cuales optaron por escindirse y formar la Fuerza Nacional Democrática (NDF), se resignó a quedar desarticulada como organización legal. Ello no disuadió a Aung San y al resto de la ejecutiva de reafirmarse en su llamamiento al boicot electoral.
El 1 de octubre el Gobierno confirmó con marchamo oficial el rumor circulante de que Aung San recuperaría el 13 de noviembre el estatus que había tenido por última vez hacía un septenio. El 7 de noviembre la opositora seguía privada de libertad cuando Myanmar celebró sus primeras elecciones generales en dos décadas. Realizadas sin las mínimas garantías de limpieza, con las libertades fundamentales cercenadas y bajo un marco legal diseñado a la medida del oficialismo militar, las votaciones fueron ganadas masivamente por el Partido para el Desarrollo y la Solidaridad de la Unión (USDP), agrupación montada por la junta y cuyo conductor era el primer ministro desde 2007 y hasta hacía poco general, Thein Sein.
La Comisión Electoral nombrada y controlada por los militares adjudicó al USDP 259 de los 330 escaños abiertos a competición de la Pyithu Hluttaw o Cámara de Representantes (los 110 restantes, hasta los 440, iban a ser nombrados directamente por el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, es decir, el dictador Than Shwe) con el 78,5% de los votos. Segundo, con 18 representantes, se situó el Partido Democrático de las Nacionalidades Shan (SNDP), una formación aliada de la NLD pero que había decidido concurrir por su cuenta. Empatados en los 12 puestos quedaron el NUP, el partido promilitar derrotado en los comicios de 1990 y que representaba a la vieja guardia del extinto BSPP, marginada por la nueva generación de capitostes castrenses, y la NDF, los recientes escindidos de la Liga disconformes con la directiva de boicot. El USDP se convirtió en la fuerza hegemónica también en la Cámara alta de la Asamblea, la de las Nacionalidades, donde obtuvo 129 de los 168 escaños electorales, mayoría a la que había que sumar los 56 asientos reservados a los uniformados en activo.
Los partidos perdedores denunciaron un cúmulo de flagrantes irregularidades, como la compra de votos, la intimidación en los colegios electorales y la falsificación pura y simple de los escrutinios locales. Hasta transcurrido un mes, la Comisión Electoral no facilitó cifras sobre la participación, que fijó en el 76,8% del censo. La NLD y observadores foráneos descalificaron este porcentaje como irreal. Finalmente, el 13 de noviembre, dos días después de ver rechazada su última apelación a los tribunales, La Dama pudo salir de su casa, dispuesta a disfrutar de una libertad que, ya se lo había advertido al régimen, no aceptaría que fuera condicional; en el umbral, saludó sonriente y con vivas muestras de emoción a la muchedumbre extática que se había congregado desde el día anterior frente a la casa blanca de dos plantas de la Avenida de la Universidad, vigilada por un no menos impresionante dispositivo de seguridad. En su primera y breve alocución a sus arrebatados seguidores, la líder exhortó a "trabajar unidos para alcanzar nuestros objetivos".
Al día siguiente, Aung San compareció en la sede de la NLD en Rangún para pronunciar un mitin en el que instó a los presentes a "no perder la esperanza" en el establecimiento de la democracia, subrayó la importancia de la libertad de expresión como "base de la libertad democrática" y animó a la ciudadanía a actuar "de manera adecuada" para "luchar por lo que es correcto". También, explicó que no guardaba "hostilidad alguna" hacia los responsables de su arresto, que durante el mismo las fuerzas de seguridad la habían tratado "bien", que estaba lista para "trabajar estrechamente con todas las fuerzas democráticas" y que consideraría el escenario del levantamiento de las sanciones internacionales. No obstante el tono conciliador, reclamó a la junta la liberación de los más de 2.000 prisioneros políticos. En las jornadas siguientes, Aung San reiteró estas manifestaciones y se extendió sobre otras cuestiones en una serie de entrevistas concedidas a medios internacionales. También, se reencontró con su hijo Kim, al que no veía desde hacía una década.
Fin del régimen castrense, progresos en la transición democrática y forcejeo constitucional con el presidente Thein Sein
Aung San, secretaria general de un partido ilegal pero tolerado, afrontó el nuevo curso político desde una situación personal de libertad con una mezcla de optimismo y cautela. Su insistencia en la "reconciliación nacional" puso la antesala para el arranque de un diálogo sustancial, aunque opaco, con el nuevo hombre fuerte del país con galas de civil, Thein Sein, elegido por la Asamblea presidente de la República de la Unión de Myanmar el 4 de febrero de 2011. El 30 de marzo siguiente la junta militar, el SPDC, se disolvió y Thein tomó posesión como presidente constitucional y jefe del Gobierno. El general Than abandonó también el mando de las Tatmadaw y el nuevo comandante en jefe de los Servicios de Defensa pasó a ser el general Min Aung Hlaing. 49 años de férula militar en Birmania, casi siempre despiadada y desde 1988 combatida sin desmayo por Aung San con su pacientísima resistencia inerme, llegaban a su fin para dar paso a un Gobierno formalmente civil, pero tras el que los uniformados seguían ejerciendo un poder indirecto. Aunque quedaba mucho que recorrer en el largo y tortuoso camino a la democracia, La Dama podía decir que los indecibles sacrificios del pueblo birmano habían dado fruto y que los miles de caídos en la lucha por la libertad en Myanmar no habían muerto en vano.
Mientras el presidente Thein empezaba a derogar viejas prohibiciones de la dictadura y a liberar presos políticos, de los miles que permanecían encarcelados, con bastante parsimonia, Aung San, ya sin restricciones de movimientos pero con el aviso por las autoridades de que comidiera sus contactos con la gente y se abstuviera de convocar mítines para no propiciar alteraciones del orden público, se afanó en recuperar el tiempo perdido con una apretada agenda de comparecencias, reuniones políticas, viajes y encuentros con visitantes extranjeros. En julio de 2011 escogió Bagan, antigua capital de un reino homónimo que floreció mil años atrás y que sembró toda esta zona de la región central de Mandalay de cientos de templos y pagodas budistas, para su primer desplazamiento fuera de Rangún, hecho en compañía de su hijo Kim, desde el ataque de 2003 en Depayin.
Al poco, la opositora sostuvo una reunión con el ministro de Trabajo e interlocutor habitual en sus días de arresto, Aung Kyi, en un edificio oficial de Rangún. La entrevista con el ministro preparó un encuentro de mayor calado, el mantenido con el presidente Thein el 19 de agosto en Naypydaw, la ciudad del interior que desde 2005 era la capital oficial de Myanmar. Aunque no produjo resultados concretos, las "conversaciones sinceras y cordiales" entre las dos figuras políticas más importantes del país sirvieron para que el Gobierno prosiguiera con su política de gestos y distensión. En septiembre, en su intervención por videoconferencia en un evento organizado en Nueva York por la Clinton Global Initiative del ex presidente estadounidense Bill Clinton, la líder manifestó que el país estaba ante "el principio del cambio" y se confesó "prudentemente optimista" sobre el porvenir de Myanmar. Al cabo de un mes, la NLD, por contra, valoró como "frustrante" la reciente amnistía decretada por Thein, que solo benefició a unos 200 reos de conciencia, de los más de 2.000 detenidos políticos que había en el país.
La progresión a un ritmo pausado pero sostenido de las medidas aperturistas por parte de Thein, que incluían también la autorización de los sindicatos, la creación de una Comisión Nacional de Derechos Humanos (MNHRC) de composición plural y el anuncio de la próxima desaparición de la censura previa, todas las cuales habrían resultado inimaginables al comenzar el año, convenció a Aung San y sus conmilitones de la oportunidad de sumarse al proceso político dentro del sistema constitucional diseñado por los militares, levantado así el boicot mantenido desde el referéndum de 2008 y las elecciones de 2010. El 18 de noviembre de 2011 la Nobel anunció su decisión de candidatear a la Cámara de Representantes en las votaciones parciales para cubrir 46 escaños de la Asamblea dejados vacantes por diputados elegidos en 2010 pero que luego habían asumido puestos en el Ejecutivo. Con el fin de poder participar en los comicios, la NLD solicitó el 25 de noviembre su reinscripción como partido político legal y de paso acometió una reforma orgánica por la que Aung San dejaba de ser la secretaria general, puesto que quedó abolido, para ocupar la presidencia de la formación, en lugar de Aung Shwe.
La Comisión Electoral dio luz verde a la solicitud de registro de la NLD el 13 de diciembre, dos semanas después de la visita oficial al país de la secretaria de Estado de la Administración Obama, Hillary Clinton, quien mantuvo sendas reuniones con Aung San y Thein. El 20 del mismo mes Aung San recibió en Rangún a la primera ministra de la vecina Tailandia, Yingluck Shinawatra, en el que fue su primer encuentro con el gobernante de otro país. Tres días después, la líder en persona cumplimentó en Naypydaw el trámite burocrático de inscribir a su formación, que mantenía la denominación histórica, Liga Nacional por la Democracia, pero presentaba una nueva bandera-logotipo. El desplazamiento a la capital lo aprovechó para entrevistarse con los presidentes de las dos cámaras de la Asamblea. El último mes de 2011 terminó con más noticias esperanzadoras, la legalización de las manifestaciones políticas pacíficas, la firma por el Gobierno de un alto el fuego con la guerrilla rebelde Ejército del Estado Shan y la orden presidencial de interrupción de las operaciones del Ejército contra los insurgentes independentistas de la etnia Kachin, si bien las hostilidades en este frente bélico prosiguieron.
Una vez superado el último escollo legal, la aquiescencia expresa del Gobierno a su candidatura, emitida el 5 de enero, coincidiendo con la visita del secretario británico del Exterior, William Hague, Aung San y su partido acudieron a las elecciones legislativas parciales del 1 de abril de 2012. Aunque denunció un sinfín de irregularidades y situaciones de intimidación a sus miembros y simpatizantes a lo largo de la campaña electoral y en el día de las votaciones, la formación opositora machacó al USDP y capturó 41 de los 46 escaños en juego, 37 correspondientes a la Cámara de Representantes y los cuatro restantes a la Cámara de las Nacionalidades. Aung San ganó el suyo en la Cámara baja, representando a Kawhmu, en la región de Rangún, con más del 85% de los sufragios. Tras proclamar ante miles de enfervorizados seguidores que el país podría encontrarse ante "el principio de una nueva era", la secretaria general de la NLD celebró un segundo encuentro con el presidente Thein. A renglón seguido, el 13 de abril, el primer ministro británico, David Cameron, recaló en Naypyidaw. El protagonista de la primera visita desde de un gobernante de la antigua metrópoli colonial la independencia hacía 64 años comunicó a Aung San y a Thein que era partidario de la suspensión de las sanciones económicas de la UE, a fin de favorecer la transición democrática.
La toma de posesión de sus escaños parlamentarios por Aung San y sus colegas se retrasó hasta el 2 de mayo, con la Asamblea ya constituida, debido a un desacuerdo sobre la fórmula del juramento ante un ejemplar de la Constitución. Los liguistas no querían pronunciar el término "salvaguardar", por lo que conllevaba de aceptación implícita de la intangibilidad de las cláusulas de la Ley Fundamental que ellos impugnaban, y a cambio pedían que la fórmula recogiera la expresión, teóricamente más laxa, "respetar". Tras una serie de conversaciones políticas a varias bandas, que fueron coincidentes con la visita al país del secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, Aung San dio marcha atrás y aceptó juramentar en los términos estipulados para no decepcionar "los deseos de quienes nos han votado".
Una vez convertida en representante popular desde la institución de la Asamblea, donde era la flamante jefa de la oposición parlamentaria al Gobierno del presidente Thein y el USDP, Aung San se embarcó en una gira internacional que tuvo una amplia repercusión y en la que recibió el trato reservado a los grandes estadistas. El triunfal periplo, pródigo en momentos emotivos y de gran solemnidad, comenzó el 29 de mayo de 2012, inmediatamente después de verse en Rangún con el primer ministro de India, Manmohan Singh, en la vecina Tailandia. Allí, visitó los campos de refugiados birmanos asomados a la frontera, volvió a entrevistarse con la primera ministra Yingluck y fue la oradora estrella de la reunión en Bangkok para Asia Oriental del Foro Económico Mundial.
El 13 de junio la huésped birmana dio inicio a una gira europea en la que recorrió cinco países y paró en seis ciudades: Ginebra, para hablar en la 101ª sesión de la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT; Oslo, donde pronunció su discurso de aceptación del Nobel de la Paz y que no pudo cumplir en 1991 al encontrarse bajo arresto domiciliario; Dublín, donde el cantante Bono le hizo entrega del Premio Embajador de Conciencia, máximo galardón de la ONG Amnistía Internacional; Londres, donde tuvo el honor de pronunciar un discurso ante las cámaras del Parlamento de Westminster, se reunió con el primer ministro Cameron, el príncipe Carlos y el Dalai Lama, visitó la London School of Economics y, en un momento muy especial en el plano personal, volvió a encontrarse con sus hijos y conoció a sus nietos; Oxford, su alma máter y la ciudad donde había fundado su familia y vivido antes de 1988, para recoger el doctorado honoris causa en Derecho Civil otorgado por la Universidad en 1995; y París, siendo recibida en el Elíseo por el recién inaugurado presidente François Hollande.
De esta puesta de largo internacional no podía faltar el encuentro con Barack Obama. La esperada reunión en el Despacho Oval la Casa Blanca entre los dos Nobel de la Paz se produjo el 20 de septiembre y giró en torno a la contribución de Washington al proceso democrático en Myanmar, con el que Estados Unidos ya había normalizado las relaciones diplomáticas y comenzado a levantar algunas sanciones económicas, quedando la cancelación del resto de penalizaciones sujeta a nuevos avances en el programa reformista del presidente Thein. En el país norteamericano, Aung San recogió el Global Citizen Award del Atlantic Council de Nueva York y la Medalla de Oro que el Congreso le había conferido en 2008. Posteriormente, en noviembre, fue Obama el que viajó, en una visita histórica, a Myanmar. Ese mismo mes, Aung San estuvo seis días de gira por India.
A lo largo de 2013 y 2014, Aung San desarrolló una verdadera campaña política para conseguir la derogación del punto constitucional que le impedía optar a la Presidencia de la República y de los otros pasajes de restricción democrática. En junio de 2013, aprovechando el ágora doméstica del Foro Económico Mundial para Asia Oriental, que se reunía en casa, en Naypyidaw, la líder opositora dijo sin ambages que quería ser la presidenta de Myanmar, y que para ello antes había que enmendar la norma suprema; en su actual estado, la Constitución de 2008 era "antidemocrática", sentenció. Pero el texto también tenía que revisarse, adujo, para satisfacer las aspiraciones de las minorías étnicas nacionales. El frente de conflicto interno más preocupante en este momento eran las violencias sectarias en el Estado Rakhine, en la parte occidental del país lindera con Bangladesh, entre budistas y musulmanes de la etnia Rohingya, cuyo balance en el último año era de casi 300 muertos y de decenas de miles de desplazados. En noviembre de 2012 Aung San había dicho que estos sangrientos enfrentamientos suponían una "enorme tragedia internacional".
En octubre de 2013 Aung San recogió en el Parlamento Europeo de Estrasburgo el Premio Sajárov a la Libertad de Conciencia, 23 años después de su concesión. En noviembre, desde Australia, insistió en que ella únicamente era una política, "ni un icono, ni una santa". En octubre de 2014 celebró una reunión sin precedentes a tres bandas con el presidente Thein y el comandante en jefe de las Tatmadaw, el general Min Aung Hlaing. En noviembre siguiente, regresó a en Naypyidaw con motivo de la II Cumbre ASEAN-Estados Unidos. En su encuentro con Aung San, el presidente estuvo de acuerdo con ella en que para que hubiera elecciones "libres y transparentes" tenía que haber cambios en la Constitución, pues esta era "excluyente".
Reconocimientos y aportes documentales
Con posterioridad a los ya mencionados premios Rafto, Sajárov y Nobel, Aung San, presidenta honoraria especial de la Internacional Socialista, recibió numerosísimos galardones y reconocimientos.
Entre los mismos, se citan: Humanities Human Rights Award (Estados Unidos, 1991); Premio Internacional Simón Bolívar (UNESCO y Gobierno de Venezuela, 1992); Award of the international Human Rights (Law Group, Estados Unidos, 1992); Jawaharlal Nehru Award for International Understanding (India, 1993); Premio Internacional Víctor Jara de los Derechos Humanos (CHRCL, Los Ángeles, 1993); Premio a la Libertad (Internacional Liberal, 1995); Gandhi Award (Universidad Simon Fraser, Canadá, 1995); Freedom Award (Comité Internacional de Rescate, 1995); W. Averell Harriman Democracy Award (National Democratic Institute, Estados Unidos, 1996); Pearl S. Buck Woman's Award (Estados Unidos, 1997); Freedom Award (International Republican Institute, Estados Unidos, 1999); Medalla Presidencial de la Libertad (Estados Unidos, 2000); Madanjeet Singh Prize for the Promotion of Tolerance and Non-Violence (UNESCO, 2002); Al Neuharth Free Spirit Award (Freedom Forum, Washington, D.C., 2003); Premio Gwangju a los Derechos Humanos (Fundación Memorial 18 de mayo, Corea del Sur, 2004); Premio Olof Palme, Estocolmo, 2005); Freedom From Fear Award (Public Interest Projects, Estados Unidos, 2006); Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos (2008); Premi Internacional Catalunya (España, 2008); Mahatma Gandhi International Award for Peace and Reconciliation (Sudáfrica, 2009); Premio Embajadora de Conciencia (Amnistía Internacional, 2009); Wallenberg Medal (Universidad de Michigan, 2011); Shaheed Benazir Bhutto Award For Democracy (Pakistán, 2012); Global Citizen Award (Atlantic Council, Nueva York, 2012); Elie Wiesel Award (United States Holocaust Memorial Museum, 2012); Václav Havel Prize for Creative Dissen (Human Rights Foundation, 2012); y el Desmund Tutu Award from Global Reconciliation (Monash University, Australia, 2013).
En añadidura, la líder birmana es doctora honoris causa por las universidades Thammasat de Bangkok (1992), Toronto (1993), Oxford (1993 y 2012), Bruselas (1994), Queen’s de Canadá (1995), Carlos de Praga (1997), Tecnológica de Sydney (1997), Chapman de California (1997), Natal (1997), Americana de Washington (1997), Glasgow (1997), Cambridge (1998), Bath (1998), de Gales en Cardiff (1998), Bristol (1998), Melbourne (1998), Bucknell de Pennsylvania (1999), Memorial de Terranova (2004), Vrije de Bruselas, Católica de Lovaina, Colgate de Nueva York (2008), del Ulster (2009), Johannesburgo (2010), Nacional de Seúl (2013) y Bolonia (2013). En noviembre de 2013 cuatro universidades australianas le confirieron sus respectivos honorados honoríficos.
Asimismo, Aung San fue nombrada, con carácter honorífico en todos los