Antonis Samaras

En diciembre de 2014, la incapacidad del Parlamento griego para elegir al nuevo presidente de la República precipitó el final anticipado de la legislatura que desde junio de 2012 tenía al frente del Ejecutivo al conservador Antonis Samaras, ejecutor de una durísima política anticris para levantar un país que, según sus propias palabras, "estaba casi destruido". Las tres tentativas fallidas de su candidato presidencial, Stavros Dimas, situaron al primer ministro, líder del partido Nueva Democracia (ND), ante el escenario "catastrófico", el adelanto electoral, que por todos los medios había intentado conjurar en el último par de años. Las votaciones tuvieron lugar el 25 de enero de 2015 y, tal como anunciaban los sondeos, ND fue batida por su némesis de la izquierda radical, el partido SYRIZA. Al día siguiente, Samaras cedía a Alexis Tsipras el mando del Gobierno "con la conciencia limpia", luego de haber aplicado unas medidas que, aunque "dolorosas", habían servido para "restaurar la confianza en Grecia" y "sentar las bases para la salida definitiva de la crisis".

Gobernante de carácter coriáceo nada propenso al desánimo, Samaras ha conducido un país machacado por la crisis y las sucesivas oleadas de recortes fiscales y reformas estructurales dictadas por la Troika de la Comisión Europea, el BCE y el FMI, cuya intervención supervisora en 2010, cuando Atenas solicitó el auxilio financiero de sus socios de la Eurozona para no declararse en quiebra, dejó a la insolvente Grecia muy mermada de soberanía. Su discurso de cara a gobiernos y mercados abarcó un triple mentís: que el país, pese a las fuertes especulaciones, alentadas por las propias instituciones europeas y desde Alemania, no iba a salirse del euro, ni a precisar un tercer programa de asistencia financiera, ni a negociar una segunda quita de deuda soberana.

El balance de los más recios sacrificios económicos impuestos a un Estado miembro de la UE es una sociedad exhausta y empobrecida en grado sumo que finalmente ha refutado en las urnas el mensaje optimista de Samaras de que, tras seis años de recesión y déficit galopantes, siete paquetes de austeridad -dos de ellos ejecutados por su Gobierno- a cual más draconiano y dos rescates crediticios de la UE y el FMI que pese a sus dimensiones, 340.000 millones de euros, no han conseguido ahuyentar el temor a un abandono de la moneda única, Grecia ya está saliendo del túnel y empieza a crecer de nuevo, pronto con equilibrio presupuestario y sin necesidad de más ayudas. Un escenario rosáceo para 2015 que podía tornarse completamente negro, con regreso del dracma y hasta la salida de la UE, vaticinó Samaras en la campaña electoral, si Tsipras le reemplazaba, como así ha sido, en el cargo de primer ministro.

Economista anglófono formado en Harvard, Antonis Samaras es un político de largo y sinuoso recorrido, conocido por sus posturas duras dentro de una propensión al discurso voluble según conveniencia. Fue dos veces ministro de Exteriores entre 1989 y 1992, año en que su celo nacionalista en el contencioso con Macedonia le costó la destitución. Durante una década, condujo un partido propio de tintes populistas, Primavera Política (POLA), con el que ambicionó quebrar la hegemonía bipartidista de ND y el PASOK, aunque de entrada propició la caída del Gabinete Mitsotakis, su casa hasta la víspera, y la derrota electoral de ND en 1993. En 2004 volvió a su antigua formación y en 2009, tras la debacle en las urnas de Kostas Karamanlis, del que había sido ministro de Cultura, conquistó su jefatura.

Samaras, miembro de un Gabinete que había ocultado a todo el mundo el verdadero volumen, astronómico, del déficit público, ejerció una oposición intransigente al Ejecutivo socialista de Giorgos Papandreou en el traumático bienio 2010-2011. Así, votó en contra del ajuste prescrito por el primer rescate con los argumentos de que ignoraba el "aspecto humano" de la crisis e imposibilitaba el crecimiento, y se negó a echarle un capote al atribulado Papandreou, en lo que desafió las exhortaciones de la mismísima canciller Merkel, luego cortejada interlocutora. Tras la renuncia de Papandreou, el líder neodemócrata negoció la participación de su partido en un Gobierno de coalición con el PASOK, encabezado por el técnico Loukas Papademos y con mandato hasta las elecciones anticipadas. En marzo de 2012, no sin grandes reticencias, se avino a avalar con su firma el memorándum de entendimiento con la Troika sobre el segundo y más dispendioso plan de salvamento financiero, de 230.000 millones de euros entre préstamos y quita parcial de deuda soberana.

Aquel año, las prisas de Samaras por convertirse en primer ministro de Grecia tuvieron su premio, pero al cabo de un proceso tremendamente tortuoso, que añadió más crispación e incertidumbre a la situación helena. En las elecciones de mayo ND fue la lista más votada, pero irónicamente con un porcentaje desastroso, el 18,8%, de hecho el peor de su historia; la triunfadora moral fue la SYRIZA . Incapaces él y los otros cabezas de facción de articular una mayoría de gobierno, hubo de acudirse a nuevos comicios en junio. Entonces, para alivio de los socios europeos, que temieron por una hecatombe nacional y hasta por el colapso del euro si vencía Tsipras, los de Samaras, rebotados hasta el 29,7% de los votos, sacaron una mayoría operativa para la formación de un Gabinete de "salvación nacional". El mismo resultó ser monocolor, pero con ministros independientes designados por el PASOK y la Izquierda Democrática (DIMAR).

En 2012 Samaras se estrenó con los objetivos de "atajar la crisis, emprender el camino hacia el crecimiento y revisar las condiciones del rescate sin poner en peligro la trayectoria europea del país ni su pertenencia a la zona euro". El dirigente, desplazando a un segundo plano las urgencias sociales que exacerbaban los masivos crecimientos de la pobreza (el 35%) y el paro (tasa récord del 27,8% en 2013), y asumiendo sin ambigüedad los compromisos de consolidación fiscal y privatizaciones causantes de despidos aunque esperando a cambio el alargamiento de los plazos y la presteza de las ayudas ("un poco de aire para respirar", pidió a Bruselas y Berlín), consiguió que el Eurogrupo le diera dos años más, de 2014 a 2016, para constreñir el déficit del 7% a menos del 3% y arrancó fatigosamente, al ritmo del sometimiento a los imperativos destemplados de la Troika, los sucesivos desembolsos del segundo rescate.

Sin embargo, Samaras vio su margen de maniobra achicado por el hecho clamoroso que tanto había denunciado cuando estaba en la oposición: que cuanto más se recortaban el gasto público y el poder adquisitivo de la población, más menguaban los ingresos y más costaba pagar la deuda, disparada en 2014 hasta equivaler al 175% del PIB, al tiempo que se retrasaba el final de la recesión. La prolongación del sufrimiento del pueblo griego y la crispación política y social tuvieron su expresión en una decena de huelgas generales, en la proliferación de la indigencia y los suicidios, en el matonismo xenófobo del partido neonazi Amanecer Dorado y en actos de violencia terrorista de la ultraizquierda antisistema. En 2013 el primer ministro sorteó el escándalo político desatado por la divulgación de la llamada Lista Lagarde de posibles defraudadores de Hacienda, así como la polvareda por el cierre fulminante de la radiotelevisión pública. Esta actuación le acarreó a Samaras el portazo de la DIMAR, obligándole a recomponer el Gobierno, en lo sucesivo de gran coalición, con la entrada formal de los socialistas de Evangelos Venizelos.

Con el histórico cambio de inquilino en la Villa Maximos, Samaras sigue en la brecha política como cabeza de la oposición al nuevo Gobierno de la SYRIZA (en alianza mayoritaria con el partido conservador ANEL, una escisión nacionalista de ND). Tras ver caer a su formación al 27,8% de los votos y los 76 escaños, el dirigente ha reemplazado en su discurso los tonos apocalípticos por una cortés suavidad, no dudando en desear "éxito" a Tsipras.

(Texto actualizado hasta enero 2015)

1. Primera trayectoria en el partido Nueva Democracia
2. El paréntesis cismático de Primavera Política
3. Sucesor de Karamanlis en el mando neodemócrata
4. Regateo del apoyo al Gobierno Papandreou tras la intervención financiera de Grecia
5. El frenesí electoral de 2012 y primer ministro de un Gobierno de "salvación nacional"
6. Samaras y la interminable crisis económica de un país exhausto: los forcejeos con la Troika por el segundo rescate y las especulaciones sobre un tercero
7. Elección presidencial fallida y derrota por la SYRIZA en los comicios anticipados de 2015

1. Primera trayectoria en el partido Nueva Democracia

A diferencia de sus dos inmediatos predecesores no tecnocráticos en el cargo de primer ministro, Kostas Karamanlis y Giorgos Papandreou, Antonis Samaras no porta el apellido de un linaje de patricios de la política. Con todo, sí tiene antepasados bregados en este terreno: un tío paterno, Georgios Samaras, fue diputado por Mesenia en las filas de la Unión Nacional Radical (ERE), el partido conservador fundado por Konstantinos Karamanlis y predecesor de la actual Nueva Democracia (ND), mientras que su abuelo materno, Alexandros Zannas, fue un renombrado ministro liberal en los gobiernos de entreguerras de Eleftherios Venizelos.

Otros ascendientes destacaron en el comercio, la cultura y la ciencia. El padre, Konstantinos Samaras, ejerció la medicina e impartió docencia en la especialidad de cardiología, mientras que la madre, Lena, apellidada Zannas antes de casarse, era nieta de la literata nacionalista Penelope Delta, popular autora de novelas para jóvenes que se quitó la vida el día, el 27 de abril de 1941, en que las tropas nazis ocuparon Atenas. Puesto que vástago de una familia con un alto estatus económico, el joven Samaras, aficionado al tenis y habituado a los clubs de la alta sociedad ateniense, recibió una educación privilegiada en centros privados de Grecia y el extranjero. En 1969 completó el bachillerato en el selectivo Colegio de Atenas, que impartía sus clases en inglés siguiendo pautas pedagógicas norteamericanas y que había sido fundado por su bisabuelo, el empresario Stefanos Delta.

A continuación, marchó a Estados Unidos para emprender estudios universitarios de Economía en el Amherst College de Massachusetts. Allí tuvo como compañero de habitación a otro graduado del Colegio de Atenas, Giorgos Papandreou, quien acompañaba a su padre, Andreas, en su exilio itinerante a raíz del golpe de Estado de 1967. Aunque de ideología opuesta, pues Samaras venía de la tradición conservadora y Papandreou tiraba para el socialismo, los dos compartían sentimientos nacionalistas democráticos, totalmente contrarios a la dictadura de los coroneles. Según compañeros comunes de aula, en el College los futuros adversarios políticos se dejaron crecer la barba como muestra de repudio a la junta militar que detentaba el poder en su país.

En 1974, el año de la restauración democrática en Grecia con la celebración de elecciones libres, ganadas por la recién fundada ND al Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) de Andreas Papandreou, y la asunción del Gobierno republicano de Konstantinos Karamanlis, Samaras se tituló en Amherst con una tesina que versaba sobre las relaciones entre las multinacionales y los gobiernos. Su estadía académica en Estados Unidos se completó en 1976 con un máster en Administración de Empresas otorgado por la Harvard Business School.

Samaras estaba sobradamente cualificado para ejercer la profesión de economista o probar fortuna en los negocios, pero su único objetivo era hacerse un lugar en la política nacional, empresa que facilitaban sus buenos contactos en la élite. Su compromiso militante no podía ser más que con la ND de Karamanlis, el partido de la familia, donde empezó siendo dirigente de la organización juvenil, la ONMED. Al cabo de unos meses, no obstante su corta edad, consiguió ser incluido en las listas electorales del partido. Las votaciones generales del 20 de noviembre de 1977, vueltas a ganar por Karamanlis, le convirtieron en un jovencísimo diputado de 26 años. En el Vouli o Parlamento, Samaras ocupó un escaño por Mesenia, la circunscripción del Peloponeso de la que había sido representante su tío Georgios en las décadas de los cincuenta y sesenta.

En los doce años siguientes, correspondientes a tres legislaturas, Samaras fue acumulando experiencia parlamentaria, previa a sus primeras responsabilidades de gobierno. A partir de 1981, con el triunfo de los socialistas de Papandreou padre, legisló desde la oposición. Paralelamente, fue escalando posiciones en el partido, hasta ingresar en su Comité Central. Tras la retirada en 1980 de Karamanlis (para ser elegido presidente de la República), los superiores de Samaras en la presidencia de ND fueron sucesivamente Georgios Rallis, Evangelos Averoff-Tositsas y, desde 1984, Konstantinos Mitsotakis.

El debut ejecutivo de Samaras llegó en 1989, el año más turbulento de la política griega desde el final de la dictadura. En primer lugar, del 2 de julio al 12 de octubre, con 38 años, sirvió como ministro de Finanzas en el breve Gobierno encabezado por su correligionario Tzannis Tzannetakis y que fue de coalición con los comunistas del KKE, insólito pacto cuyo único objetivo era desalojar al PASOK tras los escándalos de corrupción que le habían hecho perder las elecciones de junio frente a ND, si bien los conservadores no obtuvieron entonces más que una exigua mayoría, inútil para gobernar por cuatro años.

En noviembre siguiente hubo nuevos comicios que tampoco resolvieron nada, obligando a los partidos mayoritarios a formar un Ejecutivo tripartito ecuménico, igualmente sin precedentes, hasta la celebración de las terceras elecciones en menos de un año. Este Gabinete interino, constituido el 23 de noviembre de 1989, estuvo presidido por el independiente Xenofon Zolotas, ex gobernador del Banco Nacional de Grecia, y en él Samaras portó otra cartera de peso, la de Asuntos Exteriores. En febrero de 1990 neodemócratas y socialistas se retiraron del Gobierno Zolotas, pero el 11 de abril Samaras estuvo de vuelta en el Ministerio de Exteriores como resultado de la victoria de su partido, esta vez suficiente para gobernar en solitario, en las elecciones celebradas tres días antes. Ese mismo año, el político contrajo nupcias con Georgia Kritikos, ingeniera civil e hija del magnate Akis Kritikos, propietario de la conocida empresa de comida enlatada Kyknos. El matrimonio Samaras iba a tener dos hijos, Lena y Kostas.


2. El paréntesis cismático de Primavera Política

El ministerio de Samaras en el primer Gobierno Mitsotakis no tuvo un largo recorrido. El responsable diplomático sacó a relucir todo su celo nacionalista cuando tocó defender la posición de Grecia en el conflicto que se generó con la vecina República de Macedonia, declarada independiente de la moribunda Yugoslavia en septiembre de 1991.

Las autoridades nacionalistas de Skopje reclamaban a la ONU que reconociera a su Estado con el nombre de República de Macedonia, pero esta denominación no era admisible para el Gobierno griego porque evocaba el viejo reino helénico del monarca grecomacedonio Alejandro Magno. El nombre Macedonia, así como el Sol de Vergina, emblema que ondeaba en la enseña nacional del Estado ex yugoslavo, eran para Atenas símbolos exclusivos del patrimonio histórico y cultural de Grecia. La impugnación griega escondía también el temor a que los eslavomacedonios, quizá permeables al extremismo, albergasen pretensiones territoriales sobre la región homónima del norte de Grecia, solar del antiguo imperio macedonio.

Samaras empezó a crearle problemas a Mitsotakis cuando aplicó en el Consejo de la Unión Europea una estrategia de bloqueo al reconocimiento conjunto de Macedonia, paso que estaban dispuestos a dar varios gobiernos socios, a menos que Skopje renunciara a los atributos nacionales objeto de disputa. Además, la intransigencia del ministro en esta cuestión le orillaba al discurso radicalizado de Papandreou y el PASOK, partidarios de no ceder un ápice ante a los macedonios. Mitsotakis, incómodo con los excesos populistas, deseaba algún tipo de compromiso, así que el 11 de abril de 1992, por sorpresa, anunció la destitución de Samaras y la asunción por él mismo de la cartera de Exteriores de manera temporal.

La reacción del defenestrado fue airada y concluyente, y a la postre tuvo importantísimas consecuencias políticas. Samaras primero renunció a su escaño parlamentario y algo más tarde, el 30 de junio de 1993, lanzó su propio partido, Primavera Política (POLA). Ideológicamente vaga, POLA era ante todo una agrupación personalista que esperaba pescar votos en las aguas del nacionalismo y el populismo, revueltas por el bronco lenguaje del PASOK. Su ambición confesa, claramente desmedida en aquel momento pero pionera por cuanto abrió el camino a un reguero de defecciones en los dos partidos mayoritarios que años después iba a debilitar su posición predominante, era liberar la democracia griega del exclusivismo bipartidista, a juicio de los polistas un sistema caduco, caciquil y corrupto.

Samaras se puso a minar la posición de su antigua formación para forzar el adelanto electoral y en menos de tres meses, llegado septiembre, lo consiguió, cuando dos diputados del oficialismo respondieron a su llamamiento a las filas neodemócratas para que abandonaran a Mitsotakis por su programa económico, que era liberal ortodoxo. Al quedar en minoría, el Gobierno prefirió dar por concluida la legislatura, presentar la dimisión y convocar elecciones anticipadas.

Los comicios tuvieron lugar el 10 de octubre de 1993 y no colmaron las expectativas de POLA, aunque su 4,9% de los votos y su decena de escaños le situaron directamente en el tercer puesto, por delante del KKE y la Coalición de la Izquierda y el Progreso (Synaspismos). La escisión de Samaras, de nuevo diputado por Mesenia, tuvo como daño colateral la derrota clara de ND a manos del PASOK, cuyo líder histórico, Andreas Papandreou, regresó al poder. El partido de Samaras alcanzó su cenit electoral en las europeas de 1994, cuando sacó el 8,6% de los sufragios y envió dos de los 25 eurodiputados reservados a Grecia. El ocaso vino con las generales del 22 de septiembre de 1996, que revalidaron a los socialistas de la mano de su nuevo líder, Kostas Simitis, y en las cuales POLA se quedó a menos de una décima de la barrera del 3% y por lo tanto perdió su representación en el Vouli. En las europeas del 13 de junio de 1999 el partido cosechó un irrelevante 2,3% de los votos, con lo que quedó abocado a desaparecer.

Samaras comprendió que su aventura partidista había fracasado, así que en las elecciones generales del 8 de abril de 2000 optó por no concurrir y a cambio pidió el voto para ND, dirigida desde 1997 por Kostas Karamanlis, sobrino de Konstantinos. El guiño electoral, que contrarió a muchos polistas partidarios de acercarse al PASOK, preparó la vuelta al redil, cual hijo pródigo, de Samaras, que durante cuatro años más mantuvo a su agonizante formación en el congelador. El retorno al partido madre se produjo en vísperas de las legislativas del 7 de marzo de 2004, victoriosas para ND y que condujeron a Karamanlis a la jefatura del Gobierno. El 13 de mayo POLA quedó formalmente disuelto y el 13 de junio siguiente Samaras salió elegido miembro del Parlamento Europeo en la lista de ND.


3. Sucesor de Karamanlis en el mando neodemócrata

En 2007 Samaras renunció a su asiento en Bruselas al ganar el escaño por Mesenia en el Parlamento nacional. Fue en las elecciones del 16 de septiembre, que dieron la reválida a los conservadores con una exigua mayoría absoluta de 152 diputados. El 7 de enero de 2009 Karamanlis acometió una remodelación ministerial que trajo a Samaras de vuelta al Ejecutivo después de 17 años. La cartera que le tocó, Cultura y Deportes, aunque no se ajustaba exactamente a su perfil de economista, tenía un indudable prestigio. La promoción de Samaras vino a certificar que la defección de 1992, tan dañina para la ND de tiempos de Mitsotakis, era definitivamente agua pasada, pero el flamante ministro, para el que la timidez y la modestia no tenían lugar en la política, estaba a punto de dar una campanada mucho más sonada.

En las elecciones generales del 4 de octubre de 2009, adelantadas por un Gobierno acorralado por los ecos negativos de los graves disturbios populares de diciembre de 2008, la temporada estival de incendios forestales, los escándalos de corrupción, el crecimiento del paro y la llegada de la Gran Recesión, ND sucumbió estrepitosamente frente al PASOK. Con el 33,5% de los votos (una caída de 8,4 puntos con respecto a 2007) y 91 escaños (61 menos que la otra vez), el partido derechista encajó los peores resultados de su historia hasta la fecha. El 7 de octubre Samaras tuvo que dejar su despacho en el Ministerio de Cultura al asumir el Gobierno presidido por su antiguo compañero de cuarto en el Amherst College, Giorgos Papandreou.

Karamanlis, quien durante la campaña electoral había hecho gala de una actitud derrotista, de primer ministro vencido de antemano por el reguero de crisis que habían jalonado su segundo y accidentado mandato, arrojó la toalla como líder de ND. Los militantes fueron convocados a elección interna y Samaras, derrochando pugnacidad y autoconfianza, se lanzó a una lid en la que encontró tres rivales: Dora Bakoyannis, hija de Mitsotakis, antigua alcaldesa de Atenas y ministra de Exteriores desde 2006 hasta ahora; Dimitris Avramopoulos, también ex alcalde ateniense y ex compañero del Gabinete Karamanlis, donde había sido ministro de Turismo y luego de Salud; y Panaiotis Psomiadis. La verdadera contrincante era Bakoyannis, y sobre el enfrentamiento con ella no pudo dejar de flotar el recuerdo de la venganza de Samaras por su expulsión del Gobierno en 1992. Los sondeos favorecían tímidamente a Bakoyannis, pero Samaras recibió la ayuda de Avramopoulos, que se retiró de la competición y pidió el voto para él. El proceso electoral se desarrolló entre el 29 y el 30 de noviembre y del mismo Samaras salió vencedor con el 50,1% de los votos.


4. Regateo del apoyo al Gobierno Papandreou tras la intervención financiera de Grecia

Los primeros pasos de Samaras como líder de la oposición al Gobierno socialista estuvieron envueltos en la polémica. Para empezar, hizo como que no iba con él la denuncia-revelación por Papandreou de que el Ejecutivo anterior había ocultado la verdadera dimensión del déficit de las cuentas públicas: la previsión para 2009 rozaba ahora el 13% del PIB, índice que superaba con creces las estimaciones previas de Atenas, de entre el 6% y el 8%, cuando el tope fijado por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE era del 3%. En realidad, la situación era incluso peor, pues el cálculo posterior de la Comisión Europea iba a dejar el descubierto acumulado en 2009 en un aturdidor 15,7%.

Durante meses, los grupos parlamentarios del PASOK y ND anduvieron a la gresca por la cuestión de a quién había que imputar la falsificación de las estadísticas nacionales. La constatación del alarmante estado del erario empujó al Gobierno a lanzar una primera andanada de recortes que se cebó en el sector público y las partidas sociales. El ajuste fiscal encontró un mal eco en Samaras, reacio a suscribir el nuevo "pacto social" propuesto por Papandreou para evitar el "hundimiento" del país, pero además fue recibido con escepticismo por la UE y, peor aún, por los inversores de deuda soberana, obligando al Tesoro griego a pagar por sus títulos unos intereses exorbitantes. El diferencial con el bono alemán entró en una vertiginosa escalada sin fin y las agencias de rating fueron bajando peldaños en sus calificaciones de la deuda griega, abocada a la categoría de los bonos basura. Además, la prioridad dada a la lucha contra el déficit ahondaba la recesión, escenario que preocupaba especialmente a Samaras. Entre tanto, el descontento hervía en la calle, con numerosos disturbios violentos y un rosario de huelgas generales convocadas por los sindicatos.

En marzo de 2010 el Gobierno del PASOK presentó un segundo plan de ahorro que incorporaba la subida del IVA, la congelación de las pensiones y recortes de los salarios de los funcionarios. Samaras volvió a protestar. En abril, toda vez que las "dolorosas" medidas no conseguían calmar a los mercados y rendido a la evidencia de que el país por sí solo no podría hacer frente a los próximos vencimientos de deuda, Papandreou, con acentos dramáticos, anunció el sometimiento al plan de rescate financiero ya bosquejado por el Eurogrupo y el FMI en previsión de la contingencia. Se acordó entonces un socorro internacional de 110.000 millones de euros en créditos a tres años y liberados por tramos.

Grecia esquivaba por el momento una suspensión de pagos inminente, pero a cambio de un ajuste estructural intensificado que incluía nuevos tijeretazos en pensiones y salarios públicos, subidas de impuestos y tasas, privatizaciones y el abaratamiento del despido, con el objetivo básico de achicar el déficit hasta dejarlo por debajo del 3% en 2014. La intervención financiera supuso una considerable pérdida de soberanía para Grecia, que quedó sometida al escrutinio y el dictamen de la Troika, es decir, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Samaras, al igual que las izquierdas radicales del KKE y la coalición SYRIZA, esta última liderada por Alexis Tsipras, expresó su rotundo rechazo a las condiciones del rescate a Grecia y en mayo, ante la decisiva votación en el Vouli del tercer y más severo paquete de austeridad, ordenó al grupo parlamentario que se oprimiera el botón del no.

Aunque el PASOK tenía la la mayoría absoluta, los amagos de indisciplina recorrían su bancada, así que Papandreou, implícitamente, imploró el respaldo de las demás fuerzas políticas por "responsabilidad nacional". El llamamiento no cayó en saco roto en la Concentración Popular Ortodoxa (LAOS, partido de extrema derecha creado por el periodista Georgios Karatzaferis en 2000 tras su expulsión de ND), que disponía de una quincena de diputados, ni en la mismísima Dora Bakoyannis, que de esta manera se alineó con el oficialismo en la aprobación del nuevo plan.

Samaras castigó el desacato de su reciente rival en la interna neodemócrata de manera fulminante, expulsándola del partido. El desenlace de la trifulca de junio de 2010 tuvo ribetes irónicos, pues meses después, en noviembre, Bakoyannis, imitando el proceder de su sancionador 17 años atrás, lanzó su propio partido, la Alianza Democrática (DISY), dispuesta, al igual que la extinta POLA en 1993, a pegarle un buen bocado al electorado de ND. Para reforzar el liderazgo tras la marcha de Bakoyannis, Samaras se hizo arropar en el VIII Congreso del partido, celebrado a finales de junio en Atenas, y designó como lugartenientes a Dimitris Avramopoulos y Stavros Dimas, que el 2 de julio asumieron sendos puestos de vicepresidente orgánico. Al cónclave no dejó de asistir Karamanlis, quien recibió los aplausos de su sucesor y de los presentes como botón de muestra de la negativa del partido a pedir disculpas por la gestión gubernamental del período 2004-2009, a todas luces desastrosa.

Samaras aprovechó la conferencia partidaria de 2010 para explicar pormenorizadamente las razones de su categórica oposición al memorándum de entendimiento con la Troika. El rescate financiero, tal como estaba concebido, no iba a salvar a Grecia, sino que la iba a condenar "al círculo vicioso de la recesión, el desempleo y la inflación". El líder conservador identificó toda una ristra de "defectos mortales" que estaban llevando el sistema griego al "colapso", a saber: el "estatismo", el "populismo", la "hegemonía de las ideas izquierdistas", la "devaluación del interés por lo público", la "falsa prosperidad fiada al préstamo", y el "declive de los valores y los modelos". Estos lastres agudizaban cuatro deficiencias, que afectaban a la "competitividad", la "democracia", la "seguridad" y la "educación". Papandreou era en buena medida responsable del calamitoso estado de cosas, pues "en seis meses el PASOK ha pulverizado todos los records negativos, tenemos el Gobierno más incapaz; recibieron un problema de déficit y lo convirtieron en una crisis de deuda", trinaba Samaras.

A lo largo 2011 Samaras, opuesto a "una política que arrasa con el país", continuó obstaculizando las sucesivas medidas anticrisis adoptadas por el Gobierno y regateando el apoyo político que el apurado Papandreou le reclamaba porque sus recetas, prescritas desde Europa, imponían sacrificios brutales a la población. Llegado junio, el patente fracaso de la operación de salvamento crediticio, que se había quedado muy corta en la cuantía y encima se había pasado con los intereses y los plazos de devolución exigidos, avivó el espectro de un impago desordenado, de la quiebra total de Grecia y de su salida forzosa del euro, obligando a los responsables europeos a concebir un segundo rescate que, entre inyecciones directas de la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF, fondo temporal creado en mayo de 2010 y provisto con aportaciones gubernamentales) y quitas "voluntarias" para los tenedores de deuda soberana, iba a ascender finalmente, según lo acordado por la Eurozona a últimos de octubre, a los 230.000 millones de euros, 72.000 millones más de los barajados inicialmente.

El consiguiente marco de austeridad reforzado, eje de la estrategia fiscal para el período 2012-2015, sin el cual Atenas podía despedirse del quinto tramo de primer rescate y tampoco vería la luz verde para el segundo socorro, fue sometido al Parlamento, escenario de la enésima batalla política. Samaras mostró en estos días críticos para el futuro inmediato del país y para el porvenir del euro su talante más porfiado.

Primero, condicionó su aceptación del Gobierno de unidad nacional que le ofrecía Papandreou a la salida de este del Ejecutivo y a que se renegociara el primer memorándum financiero. No habiendo posibilidad de entendimiento, el primer ministro socialista optó por una mera remodelación ministerial. A renglón seguido de este sonoro no a Papandreou, Samaras resistió las presiones de los ministros de Finanzas de la Eurozona y los colegas gobernantes del Partido Popular Europeo (PPE), con la canciller Angela Merkel a la cabeza (la dirigente alemana llegó a pedirle que hiciera "honor a su responsabilidad histórica"), de manera que el 29 de junio de 2011 ND votó en contra del plan plurianual de ahorro por valor de 28.000 millones de euros entre recortes de gastos e ingresos tributarios extra, más una andanada de privatizaciones pensadas para obtener una liquidez adicional de 50.000 millones. Se trataba del cuarto paquete de austeridad implementado por el Gobierno Papandreou en 21 meses.

El líder opositor tenía las ideas claras: "Me están pidiendo que apoye una medicina para alguien que está muriendo por culpa de esa misma medicina, no lo haré", se justificó en una entrevista para el Financial Times, medio que días después arremetió contra él en otro artículo. Samaras proponía todo lo contrario, facilitar la liquidez de la economía y estimular la demanda interna, empezando por una bajada general de impuestos. En su opinión, sería "antigriego" y "antieuropeo" persistir con medidas que, lejos de achicar el déficit, iban a robustecerlo.

En noviembre de 2011 Samaras jugó un papel de primer orden en la escritura de un punto y seguido en el guión del interminable drama griego. Para empezar, desacreditó como un "experimento oportunista" y un "chantaje descarado" el intempestivo anuncio por Papandreou de someter a referéndum los términos del segundo rescate dictados por la Troika, que él mismo contemplaba con abundantes reservas, y reiteró que la única salida a la crisis política era la dimisión del primer ministro y la formación de un gobierno de transición a elecciones anticipadas, gobierno en el que ND podría tomar parte. Sin ninguna capacidad política ya, el dirigente socialista comunicó su decisión de renunciar el 6 de noviembre.

A continuación, el jefe neodemócrata se integró en una ronda de maratonianas negociaciones pautadas por el presidente de la República, Karolos Papoulias, que desde el principio descartaron la opción deseada por el PASOK, la del Gobierno de unidad encabezado por su ministro de Finanzas, Evangelos Venizelos, y que partieron de un consenso bipartito sobre la figura independiente que sucedería a Papandreou. Esa persona resultó ser Loukas Papademos, ex gobernador del Banco de Grecia y vicepresidente del BCE, un tecnócrata sin filiación. Los interlocutores se pusieron de acuerdo también sobre la fecha del adelanto electoral, que sería en principio el 19 de febrero de 2012.

Las conversaciones entre Samaras, Papandreou y Papademos se centraron ahora en la composición del próximo Gobierno. Cabían dos fórmulas: un equipo formado exclusivamente por expertos y debidamente respaldado por las fuerzas parlamentarias, que era lo que prefería ND, o bien uno de tipo mixto, con presencia de los principales partidos y de algunos técnicos que serían escogidos por Papademos. Al final, se impuso el deseo de Papademos, compartido por el PASOK, de pilotar un Gobierno que incorporara a representantes partidistas. Al acuerdo se sumó, además de ND y el PASOK, el LAOS.

El 11 de noviembre de 2011 tomó posesión el Gobierno Papademos. Samaras, con cálculo electoral, para ahorrarse el probable desgaste personal de participar en la adopción de medidas fuertemente impopulares, no quiso ninguna cartera para sí (en cambio por el PASOK repitió Venizelos, quien se perfilaba como el sucesor de Papandreou en el mando del partido) y además prefirió una cuota reducida de poder partidario. Esta quedó limitada a tres ministerios, los Exteriores, Defensa e Infraestructura; sus destinatarios fueron respectivamente Stavros Dimas, Dimitris Avramopoulos (sus dos escuderos en la cúpula del partido) y Makis Voridis.


5. El frenesí electoral de 2012 y primer ministro de un Gobierno de "salvación nacional"

El primero de marzo de 2012, tras meses de forcejeos y no sin grandes reticencias personales, Samaras se avino a avalar con su contrafirma el memorándum de cooperación entre el Gobierno griego y la Comisión Europea para la puesta en marcha del segundo programa de asistencia por valor de 230.000 millones de euros, 130.000 en créditos del FEEF y el FMI, y el resto mediante una quita del 50% en las amortizaciones de los títulos de deuda soberana adquiridos por los bancos. La Troika acababa de ser aplacada con otro paquete de austeridad, el quinto desde febrero de 2010, lo que permitiría a Atenas empezar a recibir dinero fresco, 75.000 millones de euros que fueron desembolsados entre marzo y junio.

En sus conversaciones con la canciller Merkel y el presidente del Eurogrupo y primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, sostenidas en el marco de una reunión del PPE en Bruselas, Samaras volvió a expresar el parecer de que la persecución de los objetivos de reducción de déficit y consolidación financiera debían conjugarse con medidas de reactivación económica ("sin crecimiento, ni alcanzaremos las metas fiscales ni tendremos una deuda manejable"), y que no podía ignorarse el "aspecto humano" de la crisis ("a los ciudadanos se les pone a prueba con una dureza sin precedentes, la cohesión social está amenazada").

El dirigente argüía que las próximas elecciones anticipadas, convocadas para el 6 de mayo, eran la puerta por la que entraría "la esperanza" a un país atenazado por "el clima negativo" y "el estado del miedo". Para el próximo envite en las urnas, Samaras revisó su narrativa mudable con la aceptación sin ambages del principio de la austeridad económica, la prioridad de la lucha contra el déficit y las privatizaciones, aunque presuponiendo que la Troika se plegaría a renegociar algunos puntos del memorándum de marzo, pues había que "revisar las políticas desastrosas". Con él en el poder, aseguró, habría una bajada de impuestos, las partidas sociales mejorarían y la cuestión del mantenimiento en Grecia de la moneda única quedaría fuera de discusión.

El giro de Samaras al conservadurismo se apreció también en su promesa de endurecer los controles migratorios y revocar la Ley de Ciudadanía de 2010, que concedía la nacionalidad a la segunda generación de residentes extranjeros. En este punto, el dirigente buscaba atraerse a algunos electores derechistas bien dispuestos a votar por Amanecer Dorado (XA), el agresivo, hasta el punto de recurrir a la intimidación y la violencia con estética paramilitar, partido xenófobo y filonazi de Nikolaos Michaloliakos.

Desde hacía un año, ND venía liderando sistemáticamente los sondeos, pero no por méritos propios, pues su expectativa de voto, de no más del 25-27%, se situaba por debajo del registro sacado en 2009, sino por el declive acelerado del PASOK, liderado ahora por Venizelos, cuya hemorragia de votantes henchía las posibilidades de SYRIZA, la Coalición de la Izquierda Radical de Alexis Tsipras, quien exigía el final de las políticas de rigor y ajuste, y urgía a no pagar la deuda "ilegítima". Aunque Tsipras recalcó que ellos querían que Grecia siguiera en la Eurozona, gobiernos y mercados aventaron el temor a la vuelta del país a un dracma superdevaluado y a un default de la deuda si la SYRIZA llegaba al poder.

En las semanas que duró la campaña electoral propiamente dicha, la tendencia declinante de ND y el PASOK se aceleró, mientras que la SYRIZA tomó vuelo. Como resultado, el 6 de mayo de 2012 los de Samaras fueron la lista más votada, pero, irónicamente, con un porcentaje absolutamente pésimo, el 18,8%, de hecho el peor en la historia de ND. A los socialistas les fue todavía peor y se despeñaron a la tercera posición con el 13,2%. La triunfadora moral fue la SYRIZA, que ascendió del quinto al segunda puesto con el 16,8% de los sufragios, luego prácticamente pisándole los talones a ND. La abstención fue del 35%, una cifra muy superior a la de anteriores comicios.

El panorama que se le abrió a Samaras, vencedor pírrico, era sumamente complicado. Ni siquiera la bonificación de los 50 escaños que el peculiar sistema electoral griego, de proporcionalidad reforzada, reservaba al partido con más votos permitió a ND, con 108 actas en su cuenta, encarar con un mínimo de optimismo la formación del próximo Gobierno, que tendría que incorporar al PASOK y a una tercera fuerza para ser mayoritario; el binomio exclusivo ND-PASOK reunía 149 diputados, dos por debajo de la mayoría absoluta. La fórmula ND-SYRIZA, por el abismo ideológico que había de por medio, apenas resultaba concebible, incluso con la suma de terceros.

Siguiendo con el procedimiento constitucional, a Samaras le correspondió el primer intento de forjar un Gobierno que, dadas las circunstancias, tenía que ser de "salvación nacional". El aspirante a primer ministro advirtió a Tsipras que no se podía renegociar el segundo rescate partiendo de cero y que eludir los compromisos del pago de la deuda conduciría a Grecia directamente "al colapso interno y a la bancarrota internacional, con la inevitable salida de Europa". Samaras disponía de tres días para que la ronda de contactos con las otras fuerzas políticas diera sus frutos, pero se dio por vencido en cuestión de horas. El mismo 7 de mayo, con el anuncio de que le había resultado "imposible" recabar los suficientes apoyos, devolvió el mandato al presidente Papoulias. Toda vez que tampoco Tsipras y Venizelos, en sus turnos respectivos, fueron capaces de establecer acuerdos, Papoulias, el 16 de mayo, no tuvo más remedio que disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones para el 17 de junio. Hasta entonces, el Ejecutivo quedaba en manos de un Gabinete interino y puramente gestor cuya presidencia recayó en el jurista Panagiotis Pikrammenos.

Si bien nada aseguraba que del nuevo Parlamento fuera a salir un Ejecutivo operativo, Samaras afrontaba el segundo examen electoral con optimismo. A vueltas con el memorándum, dijo que el rescate blando de la banca privada española, anunciado el 9 de junio, obligaba a Atenas a renegociar las reglas del salvamento griego en un mejor interés de la nación. En los actos del cierre de campaña el político conservador empleó el tono épico para presentar las elecciones del 17 de junio como una encrucijada en la que el pueblo griego decidiría si seguir con el euro (votando ND) o regresar, con funestas consecuencias, al dracma (votando SYRIZA).

El resultado de las elecciones de junio, desarrolladas bajo la presión de una fuga masiva de depósitos y entre informaciones de que la UE preparaba planes de emergencia, incluida la imposición de un corralito bancario, por si Grecia decidía abandonar el euro, arrancó un sonoro suspiro de alivio en las capitales europeas. ND experimentó una vigorosa recuperación y sacó el 29,7% de los votos, cuota que de todas maneras seguía siendo pobre, la segunda peor en sus 38 años de historia, y 129 escaños, incluido el bonus de 50 puestos. La SYRIZA subió en igual medida, con un 10% de ganancia, y el PASOK volvió a caer. Ahora, el partido conservador sí estaba en condiciones de liderar el próximo Gobierno.

Tras recibir las felicitaciones de los colegas del PPE y en especial de Merkel, Samaras se puso manos a la obra para dotar a Grecia, en aras del "consenso indispensable", de un Gobierno de "unidad y salvación nacional" a la mayor brevedad. Las negociaciones con el PASOK y la Izquierda Democrática (DIMAR), que disponía de 17 diputados, para formar un bloque oficialista recostado en una confortable mayoría de 179 escaños no cristalizaron en un acuerdo de participación directa de las formaciones de Venizelos y Fotis Kouvelis en el Gabinete en ciernes; socialistas e izquierdistas se contentaron con designar unos pocos ministros no afiliados. El oficial pensado para el sensible Ministerio de Finanzas, Vassilis Rapanos, el gobernador del Banco de Grecia, estaba considerado una personalidad próxima a los socialistas.

El Ejecutivo presidido por Samaras, técnicamente monocolor pero en la práctica tripartito, se constituyó el 21 de junio de 2012. 13 de los 18 ministros eran miembros de ND, entre ellos los de Exteriores (Dimitris Avramopoulos), Defensa (Panos Panagiotopoulos) e Interior (Evripidis Stylianidis), y los restantes tecnócratas independientes. En el Vouli, Samaras tenía en frente a la oposición integrada por la SYRIZA, los Griegos Independientes (ANEL, recentísima escisión "nacionalista" de ND capitaneada por el diputado díscolo Panos Kammenos, contrario a la supervisión de la Troika), el XA y el KKE, es decir, un conglomerado de formaciones antitéticas de izquierda y de derecha que, a priori, difícilmente colaborarían entre sí para hostigarlo.

En sus primeras palabras a los medios tras prestar juramento del puesto de primer ministro en presencia del presidente Papoulias y el primado de la Iglesia Ortodoxa Griega, arzobispo Ieronymos II, el 20 de junio, Samaras prometió "trabajar duro para dar resultados al pueblo griego", al que pidió "patriotismo, unidad nacional sin fisuras y confianza". "Con la ayuda de Dios, haremos lo que esté en nuestra mano para sacar al país de la crisis cuanto antes", afirmó.


6. Samaras y la interminable crisis económica de un país exhausto: los forcejeos con la Troika por el segundo rescate y las especulaciones sobre un tercero

Las metas del Gobierno Samaras eran, proclamaba su documento programático, "atajar la crisis, emprender el camino hacia el crecimiento y revisar las condiciones del rescate sin poner en peligro la trayectoria europea del país ni su pertenencia a la zona euro". Como si se tratara de una metáfora anticipatoria de los dolores y quebrantos que estaban por venir, Samaras debutó como primer ministro en junio de 2012 sufriendo un accidente ocular, un desprendimiento de retina que requirió tratamiento quirúrgico y que le mantuvo hospitalizado por unos días.

El otro miembro descollante del Gabinete, Vassilis Rapanos, se indispuso súbitamente también, en su caso por una dolencia abdominal, y ni siquiera llegó a prestar juramento como ministro de Finanzas. El 25 de junio Rapanos renunció a ser ministro aduciendo que no se encontraba en condiciones de ejercer el cargo con eficacia y el Ministerio siguió en manos de titular saliente, Georgios Zanias, hasta la asunción el 5 de julio del nuevo sustituto, Yannis Stournaras. El 9 de julio, tras perderse su primera cumbre europea, el Consejo celebrado en Bruselas el 28 y el 29 de junio, cita que en otros puntos aprobó una modificación de los requisitos del FEEF y del fondo financiero llamado a sustituirlo con carácter permanente, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), para que pudieran comprar deuda soberana de países de la Eurozona en apuros, Samaras superó el último trámite institucional que le quedaba, ganar la confianza del Vouli, que se la dio por 179 votos, justo la mayoría oficialista, contra 121.

El difícil parto del sexto paquete de austeridad y el tercer memorándum con la Troika
Comenzaba ahora el complicado encaje de bolillos que suponía conseguir de los acreedores de Grecia una suavización de los imperativos del segundo programa de auxilio financiero sin poner en dudas la pertinencia o finalidad del mismo, que era ni más ni menos que "evitar la bancarrota". Samaras intentó ablandar a la Troika y al Gobierno alemán con la insistencia de que Atenas no pretendía cambiar los objetivos de reducción de déficit -el principal, su colocación por debajo del 3% para 2014-, sino disponer de más tiempo para cumplirlos y de flexibilidad para poder implementar en paralelo medidas económicas contra la recesión, que ya iba por su quinto año consecutivo. 2011 había terminado con una contracción descomunal del PIB, del -7,1%, el doble de la registrada en 2009, y para este 2012 se esperaba un retroceso en similar medida. El desempleo, que en 2008 no llegaba al 8%, galopaba sin control y ya rebasaba ampliamente el 20%. Con los ingresos fiscales por los suelos, el déficit público, pese a la supresión general de gastos, se mantenía intratable: tras el 11,1% de déficit registrado en 2010, 2011 cerró con la variable solo disminuida en un punto.

El diálogo con la Troika, que se disponía a reanudar sus trabajos de inspección in situ, interrumpidos desde la doble elección general, se presentaba difícil por el tono apremiante de los interventores, que no ocultaban su disgusto por la sucesión de "retrasos". Lo último que quería escuchar Samaras eran las diatribas del punzante Tsipras, el cual, desde el Vouli, le echó en cara su condición, no de "proeuropeo", sino de "merkelista", al consentir la ejecución de un rescate que era un "crimen" perpetrado desde "Berlín". En respuesta, Samaras acusó al líder izquierdista de "aterrorizar" a los inversores potenciales en Grecia y de ser el campeón del "lobby del dracma".

Por de pronto, Samaras acató sin rechistar la última exigencia de la Troika, expresada personalmente por el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso (como Merkel, colega del PPE), para que Atenas pudiera aspirar a cobrar 31.500 millones de euros correspondientes al segundo tramo del préstamo de 130.000 millones incluido en el segundo rescate, dinero que estaba destinado a recapitalizar los bancos, a amortizar deuda y a pagar los salarios de los trabajadores públicos en octubre, momento en el que la caja del Tesoro se quedaría sin metálico.

Ahora, los partidos que sostenían el Gobierno indicaron su conformidad con un recorte de 11.500 millones de euros para 2013-2014. Cerca de la mitad de este ahorro, eje del que iba a ser el sexto paquete de austeridad, afectaría a las pensiones (fundamentalmente), los salarios de los trabajadores públicos y los servicios de salud. A cambio, Samaras les pedía a la Troika y a Alemania una postergación por dos años, de 2014 a 2016, del objetivo de déficit del 3%. "Todo lo que queremos es un poco de aire para respirar", explicó el primer ministro al periódico germano Bild en vísperas de su visita a Berlín a finales de agosto. En el encuentro con Merkel, la canciller esquivó las reclamaciones de su huésped y se limitó a reiterar que Alemania apoyaría todo esfuerzo encaminado a asegurar la permanencia de Grecia en la Eurozona.

El 27 de septiembre de 2012, en la jornada que siguió a la primera huelga general contra su Gobierno, y semanas después del revuelo causado por la filtración informativa de que la Troika había "propuesto" al Ejecutivo griego medidas del calibre de trabajar los sábados, reducir los descansos entre turnos laborales, abaratar drásticamente el despido y rebajar las cotizaciones sociales, Samaras logró el visto bueno del PASOK y la DIMAR al plan completo de medidas fiscales para presentar a la Troika, que experimentaba algunos cambios y subía de cuantía, de los 11.500 a los 13.500 millones de euros.

Además del capítulo de recortes, por 10.000 millones de euros, se contemplaba recaudar otros 3.500 millones por la vía tributaria. Este añadido impositivo convertía en agua de borrajas la promesa electoral de ND de reducir la presión fiscal a los contribuyentes, pero Samaras parecía dispuesto a no escatimar los sacrificios de los ciudadanos con tal de que la Troika diera su brazo a torcer en el tema de los plazos sobre el déficit. Ahora bien, el nuevo gran tijeretazo del gasto aún debía superar el preceptivo examen del Vouli, donde la mayoría oficialista, agrietada por la indisciplina y las rebeldías abiertas, sobre todo en las bancadas de los socios izquierdistas, era lo menos parecido a un bloque monolítico.

Más importante era la actitud desdeñosa de la Troika y el Eurogrupo, que no se sentían impresionados por lo que Samaras les ponía sobre la mesa y que, con tono de ultimátum, exigían el cumplimiento preciso de lo acordado en el memorándum de marzo, en particular las reformas estructurales de liberalización y desregulación, las cuales contemplaban, por ejemplo, reducciones sustanciales de plantillas en el sector público, donde decenas de empresas y organismos tendrían que desaparecer por liquidación o por fusión.

El 9 de octubre, nueve días antes de la segunda huelga general convocada por las principales centrales sindicales contra el Gobierno Samaras, Merkel se presentó en Atenas, blindada por las medidas de seguridad para contener a miles de encolerizados manifestantes. Aun reconociendo los "progresos" hechos por Grecia, la canciller volvió a dar largas y no quiso comprometerse con los "dos síes" que el primer ministro esperaba escuchar de ella de manera pública y clara: sí al alargamiento del plazo para deducir el déficit y sí a la liberación sin demora del segundo tramo del segundo salvavidas financiero.

El penúltimo día de octubre Samaras anunció a bombo y platillo que el Gobierno, con ganancia de "mejoras significativas" por su parte, y la Troika habían llegado a un acuerdo para desbloquear la asistencia financiera sobre la base del sexto paquete de austeridad, de cuya naturaleza en extremo impopular el Ejecutivo era plenamente consciente. El mismo se desglosaba en una reforma desreguladora del mercado laboral, otra andanada de privatizaciones, un esquema de fusión de varios fondos de provisión social con la Organización Nacional de Servicios de Salud (EOPYY), un plan fiscal a cuatro años vista y los presupuestos del Estado de 2013. Su aprobación por el Vouli resultaba absolutamente vital y no hacerlo así, advertía el primer ministro a los descontentadizos del PASOK, el DIMAR y su propio partido, llevaría al país "al caos".

La primera parte del paquete legislativo, el programa de privatizaciones, obtuvo el beneplácito de los diputados el 31 de octubre con 173 votos favorables, aunque un artículo especialmente conflictivo solo recabó 146 apoyos. El resultado ponía crudamente de relieve el grado de deterioro de la mayoría gubernamental, golpeada por las defecciones y las expulsiones disciplinarias, proceso que iba a agravarse en los próximos días. A continuación, el 7 de noviembre, en la segunda jornada de huelga general -el tercer paro de alcance nacional bajo el actual Gobierno y el quinto en lo que iba de 2012- de 48 horas convocada por los sindicatos, el Vouli aprobó el segundo conjunto de medidas, consistente en la reforma laboral, el refuerzo de la EOPYY y el llamado Plan Fiscal a Medio Plazo 2013-2016.

El Plan Fiscal cuatrienal contemplaba restricciones del gasto, mediante onerosas bajadas de pensiones y salarios públicos (de hasta el 25% en las pagas de los pensionistas y de hasta el 30% en los ingresos de los funcionarios), el retraso de la edad de jubilación de los 65 a los 67 años y subidas de impuestos. La enésima vuelta de tuerca en la austeridad ascendía a 18.800 millones de euros, empezando con un tijeretazo de 9.300 millones en 2013 y continuando con otro de 4.100 millones en 2014.

Esta vez, las leyes salieron adelante con un volumen de respaldos dramáticamente menor, 153 votos. Se multiplicaron los casos de rebeldía parlamentaria, con diputados votando en contra u optando por la abstención, en las filas de los tres partidos, sobre todo en el PASOK y el DIMAR. Por último, el 11 de noviembre, consiguieron la luz verde del hemiciclo los presupuestos generales del año fiscal 2013. Con 167 síes, la votación resultó más desahogada para el Gobierno que la de cuatro días atrás, pero el maratón legislativo dejó los grupos parlamentarios de ND, el PASOK y la DIMAR diezmados: los de Samaras disponían ahora de 125 escaños (cuatro menos que en junio), los de Venizelos 26 (siete menos) y los de Kouvelis 14 (tres menos). En otras palabras, Samaras ya solo podía confiar en una mayoría gubernamental de 165 diputados, mayoría susceptible de empequeñecerse de nuevo en cualquier momento.

Tras todo este esfuerzo político, que estaba haciendo estragos en sus huestes y que comprometía seriamente el futuro electoral de su formación, Samaras esperaba la respuesta inmediata del Eurogrupo a sus demandas en un sentido positivo, aunque no fue así. Los ministros de Finanzas de la Eurozona aceptaron extender hasta 2016 el cumplimiento del objetivo de déficit del 3%, prórroga que iba a requerir, y esta era una mala noticia para Samaras, créditos extra para Grecia por 32.600 millones de euros, pero siguieron sin tomar una decisión sobre los millones ya comprometidos y pendientes de transferir.

Disgustado, el estadista devolvió la pelota al tejado de la Troika, destinataria ahora de las acusaciones de "laxitud" y "retraso" que venían diluviando sobre Atenas. "Grecia ha hecho todo aquello a lo que se había comprometido", tronó el primer ministro. Lo que impedía el desembolso del segundo tramo de ayudas era el serio desacuerdo surgido en el seno de la Troika sobre qué hacer con la pantagruélica deuda pública griega, que no paraba de crecer pese -o precisamente a causa de, según los detractores del procedimiento seguido con Grecia y basado en la austeridad a rajatabla- a dos programas de ayuda que totalizaban los 340.000 millones de euros.

Una vez asumida la desagradable verdad de que la deuda soberana griega, más tarde o más temprano, tendría que someterse a algún tipo de reestructuración más allá de la quita de los 100.000 millones de euros aceptada por el segundo memorándum de entendimiento, los miembros de la Troika discrepaban sobre la estrategia a adoptar: mientras que la Comisión Europea, y en esto el Gobierno alemán, sensible a los intereses de sus bancos, pensaba igual, se mostraba partidaria de dejar pasar 2020 como la fecha en que la deuda helena, que de seguir las cosas como estaban podría aproximarse al 200% del PIB en 2014, tendría que reducirse al 120%, el FMI y el BCE instaban a acometer una segunda quita escalonada para poder cumplir ese plazo.

A finales de noviembre, el FMI se plegó a un retraso hasta 2022, tal como querían Bruselas y Berlín, para el cumplimiento por Atenas de un objetivo de deuda de menos del 110%, que podría ser del 124% en 2020, y este pacto, que incluía una batería de medidas para en la práctica condonar a Grecia unos 39.100 millones de euros de deuda, fue lo que permitió al Gobierno de Samaras acceder por fin a los anhelados fondos. Así, el 13 de diciembre de 2012, con su acuerdo sobre el plan para conseguir la sostenibilidad de la deuda griega. el Eurogrupo reabrió el grifo para que desde ya mismo y hasta marzo de 2013 Atenas recibiera en total 49.100 millones del FEEF; de esa cantidad, 23.200 millones eran para recapitalizar la banca en apuros, 11.300 millones para amortizar bonos de deuda y 14.600 en metálico para hacer frente a gastos presupuestarios.

Violencias políticas, la crisis de Gobierno de 2013 y el fantasma del tercer rescate financiero de Grecia
Para Samaras, los acuerdos del otoño de 2012 con los interventores europeos e internacionales, referidos incorrectamente por la prensa como el "tercer memorándum" (en realidad, se enmarcaban en el segundo memorándum, el firmado el 1 de marzo), fueron una batalla que Grecia había ganado de manera agónica. Al comenzar 2013, el gobernante, poco convincente en sus apelaciones al optimismo, pidió a sus paisanos que siguieran armándose de "paciencia", pues las evoluciones del PIB y el déficit daban a entender que la crisis podría haber tocado fondo y que la luz al final del túnel probablemente estaba cerca.

Varios índices macroeconómicos de 2012, se supo ahora, trajeron alguna mejora con respecto a 2011, aunque únicamente liviana en el mejor de los casos. La recesión anual había sido del 7%, dato que seguía siendo catastrófico en sí mismo pero que por lo menos era en una décima mejor que el de 2011, lo que tampoco constituía un consuelo. Más importante, el déficit público había bajado del 10,1% al 8,6%, lo que invitaba a no cejar en los sacrificios. En cambio, el desempleo seguía desaforado y en enero de 2013 llegó al 27%, tasa sin precedentes que superó a la de España, durante años poseedora de la plusmarca de paro en la UE. Más allá de las cifras para el pretendido optimismo, lo decidido con la Troika y el Eurogrupo acarreaba dolorosísimas consecuencias sociales, más que tangibles, así como costes políticos potencialmente letales para ND y sus socios. El caso fue que el coriáceo primer ministro griego iba a pasarse todo 2013 y todo 2014 intentando mantenerse a flote en mitad de una zozobra nacional que parecía no tener fin.

A lo largo de 2013 el clima de desazón por las penurias económicas se vio agravado por turbulencias anexas como las implicaciones, explosivas por lo que sugería del alcance de la corrupción y la venalidad de las élites, empezando por las que conformaban el oficialismo político en estos mismos momentos, de la conocida como la Lista Lagarde, un documento que citaba los nombres de unos 2.000 ciudadanos griegos, algunos muy conocidos, con cuentas no declaradas en Suiza, luego sospechosos de evadir impuestos, y que dio lugar a la creación de una comisión de investigación parlamentaria centrada en los manejos turbios del ex ministro socialista de Finanzas Georgios Papakonstantinou.

Por si fuera poco, el país se estremeció con la campaña de matonismo y amedrentamiento, prácticamente terrorista, lanzada contra los inmigrantes por Amanecer Dorado. En septiembre, la cúpula del partido neonazi, con su caudillo Michaloliakos a la cabeza, fue detenida y encarcelada bajo la acusación, englobando una ristra de cargos delictivos, de formar parte de una "organización criminal", especialmente en conexión con el asesinato a puñaladas del rapero y activista antifascista Pavlos Fyssas.

No fue este, ni mucho menos, el único caso de violencia con trasfondo político. En enero, pistoleros sin identificar realizaron nueve disparos con fusiles Kalashnikov contra el despacho de Samaras en la sede ateniense de su partido. Esta agresión fue el episodio más impactante del rosario de ataques de tipo guerrilla urbana que se cebó contra personas e inmuebles ligados a ND y el PASOK, y que hicieron un uso profuso de pequeñas bombas caseras y cócteles molotov. En noviembre, la tensión política escaló por el asesinato, con precisos disparos a bocajarro, como si de una ejecución por profesionales se tratara, de dos militantes de Amanecer Dorado. El doble crimen terrorista invitó a pensar en una venganza de la extrema izquierda por el asesinato de Fyssas, pero también se elucubró con una posible provocación desestabilizadora de elementos de las fuerzas de seguridad del Estado. Sin embargo, el atentado terminó siendo reivindicado por un grupo de ultraizquierda, desconocido hasta ahora, que lo ligó directamente a la muerte de Fyssas.

Samaras hizo una defensa vehemente del Estado de derecho ("no permitiremos que la violencia criminal haga sucumbir la democracia, cualesquiera que sean las circunstancias", proclamó tras los asesinatos de los militantes ultrarederechistas), pero su Gobierno tampoco dudó en trazar una cierta equidistancia con la SYRIZA, al asegurar que Grecia se encontraba acosada por fuerzas "extremistas" de diverso signo. El año terminó con otro episodio de violencia, el ataque a tiros contra la residencia del embajador alemán en Atenas.

El desapacible 2013 empezó siendo para Samaras el año en que tocaba ejecutar las reformas contenidas en el paquete legislativo aprobado en octubre y noviembre de 2012, entre ellas algunas tan desagradables para la calle como la subida de los impuestos directos a la clase media (acompañadas de una rebaja de hecho de la tributación de las rentas más altas) o la rescisión de miles de contratos en la función pública, medidas que debían complementarse con otras dictadas sobre la marcha para la recepción de los nuevos tramos del rescate financiero.

En la primavera, la Troika impuso a Atenas la supresión de 15.000 puestos laborales en la Administración del Estado y la reducción en 100 euros del salario mínimo para incentivar las contrataciones. El 11 de junio Samaras sorprendió a la población con una medida particularmente drástica y aparentemente de su cosecha: la orden de cierre fulminante de la Radio Televisión Griega (ERT), fundada en 1938. La explicación del Gobierno era que el ente público, con 2.635 empleados, se había convertido en un reducto intolerable de "la opacidad y el despilfarro". El plan del Gobierno era reemplazar la ERT por una corporación más moderna y eficiente, con una plantilla más reducida y más barata de mantener.

De inmediato, los trabajadores despedidos, que se apresuraron a continuar emitiendo la programación de la ERT vía satélite valiéndose de infraestructura de la Unión Europea de Radiodifusión, apelaron al Consejo de Estado. El 17 de junio el alto tribunal administrativo les dio la razón declarando suspendida la decisión del Gobierno de clausurar la ERT y ordenando el restablecimiento de la señal pública en el período interino hasta la puesta en marcha del nuevo operador. La noticia de la súbita desaparición de la ERT magnificó el poder de convocatoria de la huelga general que tuvo lugar el 13 de junio y que hacía la tercera del año, luego de las celebradas el 20 de febrero y el 1 de mayo.

En julio, el Gobierno sacó a antena la Televisión Pública (DT), medio temporal que comenzó emitiendo en las frecuencias de la ERT y que posteriormente sería asumido por la Nueva Radio, Internet y Televisión Griega (NERIT), echada a andar oficialmente en mayo de 2014. El rapapolvo del Consejo de Estado y la airada protesta ciudadana acarrearon a Samaras un desgaste menor que la crisis abierta en su Gobierno. Kouvelis dejó claro su desacuerdo radical con el cierre de la ERT y el día 21, cuando se cumplía exactamente un año desde la asunción del Ejecutivo, declaró rota la coalición con la salida de los cuatro ministros y viceministros designados por su partido y el paso de la DIMAR a la oposición.

El portazo de su socio pequeño dejaba a Samaras con una mayoría parlamentaria bipartita de tan solo 153 diputados. El peligro de pasar serios apuros en cualquier votación parlamentaria a partir de ahora era evidente y el primer ministro se puso de acuerdo con Venizelos para integrar al PASOK en un Gabinete que ya sería abiertamente de gran coalición. El segundo Gobierno Samaras se constituyó el 25 de junio de 2013 con los socialistas ocupando tres ministerios. En Exteriores, el neodemócrata Dimitris Avramopoulos dejó paso a Venizelos, reforzado con la condición de viceprimer ministro. En el segundo semestre de 2013 Samaras encajó otras dos huelgas generales, en julio y en noviembre. La primera jornada de paros fue convocada por los sindicatos para protestar contra los despidos y prejubilaciones en el sector público en acatamiento del dictado de la Troika, que impuso la adopción de un nuevo programa de medidas de ajuste.

El séptimo paquete de austeridad desde 2010 y el segundo en lo que iba de legislatura fue aprobado por el Vouli el 17 de julio de 2013, al día siguiente de la huelga general y en la víspera de la recalada en Atenas del ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble. A cambio, la Troika dio luz verde a un subtramo de 2.500 millones de euros correspondientes al cuarto tramo del segundo rescate crediticio, que ascendía a 4.800 millones del FEEF y el FMI. En agosto, tanto el Bundesbank como el presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, reconocieron que Grecia iba a precisar de nuevas ayudas después de 2014, cuando concluyera el actual programa.

La huelga general del 6 y el 7 de noviembre de 2013, como las anteriores convocada de manera conjunta por las dos principales centrales sindicales, la Confederación de Empleados Públicos (ADEDY) y la Confederación General de Trabajadores Griegos (GSEE), preludió una prueba de fuego parlamentaria para Samaras, la moción de censura presentada por la SYRIZA. El 11 de noviembre 153 diputados votaron en contra de la moción frente a los 124 que lo hicieron a favor, permitiendo a Samaras esquivar la convocatoria de elecciones anticipadas. "El Gobierno ha ganado. Las elecciones serán en 2016", le espetó a Tsipras un triunfal Samaras. Para el fracaso de la moción de la SYRIZA resultó decisiva la postura abstencionista de la DIMAR.

2014 se inició de manera un tanto paradójica para el Gobierno Samaras: Grecia asumía la presidencia semestral del Consejo de la UE cuando el arruinado país balcánico conocía el dato nefasto del déficit de 2013, que rompiendo la tendencia declinante iniciada en 2010 había vuelto a desmandarse, llegando al 12,2% del PIB. Esta cifra, que incluía los servicios y el pago de los intereses de la deuda, la habían alimentado no tanto los gastos presupuestarios del Estado como las ayudas financieras a la banca; excluyendo estas últimas, el déficit general habría sido del 2%.

En cuanto a la deuda pública, una vez disipados los efectos benéficos de la quita de los 100.000 millones y de las condonaciones de hecho en menor cuantía, equivalía ya al 175% del PIB, el cual, por cierto, había vuelto a contraerse por sexto año consecutivo, aunque en menor medida: en 2013 la economía helena solo se había despeñado un 3,9%. La voladura por los aires de las previsiones del déficit de 2013, fijado en el 5,2% dentro de los objetivos pactados con la Troika y marcados en el presupuesto anual del Gobierno, junto con la prolongación inmisericorde de la recesión económica, agriaron el diálogo de Samaras con sus interlocutores europeos e internacionales. Sin embargo, el balance de cuentas comenzó ahora a mejorar rápidamente.

El espíritu empecinado del gobernante podía salir a relucir cuando más presión notaba a su alrededor. Cerrando filas con Venizelos, al que en la remodelación ministerial del 10 de junio, efectuada tras la resaca de las elecciones europeas del 25 de mayo, que colocaron a ND, con el 22,7% de los votos, a cuatro puntos de una imparable SYRIZA, premió con un refuerzo de la cuota socialista en el Gabinete, el primer ministro afirmó una y otra vez que Grecia, ahora que volvía a financiarse en los mercados de bonos, y pese a las fuertes insinuaciones del Eurogrupo, no iba a necesitar ni una tercera tanda de créditos ni una segunda quita de deuda después de 2014.

En septiembre de 2014 el dirigente desafió abiertamente a la Troika con el anuncio de próximas bajadas de tasas e impuestos. Según él, el Gobierno disponía de margen para esta política expansiva puesto que la economía, desde el segundo trimestre del año y empujada por el turismo, empezaba a registrar crecimiento interanual tras un sexenio de plomo, lo que permitía declarar el final de la recesión y de paso el próximo final del problema del déficit fiscal, el cual iba ser inferior al 2% este año y podría extinguirse por completo en 2015; de hecho, la balanza fiscal primaria, descontando el pago de la deuda, ya presentaba superávit. "Éste es el año en que Grecia ha empezado a mantenerse en pie sola. Todavía está herida, sí, pero está de pie", se jactó Samaras.

El 11 de octubre el Gobierno ganó una moción de confianza en el Vouli y su presidente se congratuló por haber vuelto a eludir un adelanto electoral que sería "catastrófico" y "borraría todo el progreso conseguido". Además, aseguró que Grecia estaba a punto de dejar de precisar nuevas inyecciones financieras de la UE o del FMI. En diciembre expiraba el programa crediticio del segundo rescate. El 27 de noviembre, con un seguimiento masivo, tuvo lugar la segunda huelga general del año y la décima de las afrontadas por Samaras como primer ministro.


7. Elección presidencial fallida y derrota por la SYRIZA en los comicios anticipados de 2015

(Epígrafe en previsión)

(Cobertura informativa hasta 1/12/2014)