Aleksandar Vucic

En la Serbia de la segunda década del siglo Aleksandar Vucic, primer ministro entre 2014 y 2017 y a renglón seguido presidente de la República como resultado de las elecciones del 2 de abril, ha terminando siendo la figura prácticamente hegemónica de la política nacional. Su encumbramiento como estadista tiene mucho de insospechado y, sobre todo, de irónico, a la luz de las agresivas posturas chovinistas que defendió en el pasado y la senda comunitaria, incompatible con la ensoñación de la Gran Serbia, por la que transita ahora, mientras que en los países occidentales fundadores de la UE, los mismos que en su día castigaron a Belgrado por fomentar el odio étnico y la guerra en los Balcanes, quienes cabalgan con fuerza son los movimientos nacionalistas, populistas y eurófobos.

La biografía del que fuera secretario general del Partido Radical (SRS) del presunto criminal de guerra Vojislav Seselj antes de secundar en 2008 a Tomislav Nikolic, al que el 31 de mayo de 2017 ha sucedido como jefe del Estado, en la escisión derechista moderada del Partido Progresista Serbio (SNS) constituye un caso bastante singular, aunque ni mucho menos único en su país, de conversión ideológica casi paulina. Así, de incendiario transmisor del nacionalismo panserbio y antioccidental más recalcitrante y promotor de políticas autoritarias, un perfil muy contrastado en su etapa de ministro de Información en los últimos años (1998-2000) del régimen de Slobodan Milosevic, Vucic pasó a abrazar con igual entusiasmo las causas del europeísmo y la regeneración democrática. En 2012 recibió de Nikolic la jefatura del SNS, erigido ya en la primera fuerza de la Asamblea, y en el bienio que siguió fue el influyente número dos del Ejecutivo de coalición encabezado por el socialista Ivica Dacic, a quien superó en popularidad por su campaña contra la corrupción y el crimen organizado.

Ya como primer viceprimer ministro, Vucic se empeñó en demostrar lo genuino de su completa transformación personal con hechos, jugando un papel fundamental en las conversaciones con la UE y Kosovo, y con palabras, reconociendo que en el pasado se "equivocó" y cometió "errores". A principios de 2014 forzó el adelanto de los comicios para rentabilizar unos sondeos que prometían al SNS, como así fue, el salto de la mayoría simple a una rotunda mayoría absoluta. Coaligado de nuevo con el SPS de Dacic pero con las posiciones jerárquicas invertidas, Vucic se trazó las metas de llevar a buen puerto las negociaciones para la adhesión de Serbia a la UE, arrancadas después de normalizar Belgrado sus relaciones con Pristina en 2013, y acometer una vasta tanda de reformas para adaptar al país a los exigentes estándares comunitarios y de paso sacarlo del marasmo económico y financiero. Entonando un discurso liberal sin complejos, apostaba por el sector privado para generar crecimiento y empleo, planteaba el escenario de un ajuste estructural en toda regla que podaría el sector público y admitía la devaluación de los salarios de los funcionarios y las pensiones como parte de los esfuerzos por reducir el déficit presupuestario.

En sus tres años como primer ministro, Vucic ha ejecutado ese ambicioso programa solo en parte, obteniendo resultados muy positivos en las principales variables económicas y arreglándoselas para no perder votos a pesar de las medidas de austeridad. Político hábil y verbalmente impetuoso, Vucic se ha ganado la confianza de los poderes de la UE por su voluntad reformista, su identificación con la estabilidad interna y regional, y su actuación durante la crisis de los refugiados en 2015, alejada de la estrategia del amurallamiento de fronteras adoptada por ejemplo por Hungría. Ahora bien, la suma de unos rasgos personales de orgullo y susceptibilidad, y los viejos resentimientos e inquinas de la vecindad balcánica han sido la fuente de sonadas tarascadas diplomáticas y comerciales con varios de los países (Albania, Bosnia-Herzegovina, Croacia y Kosovo, a la que los dirigentes de Belgrado siguen considerando provincia de su soberanía y cuya independencia "nunca", insisten, reconocerán) con los que Serbia está obligada a afianzar un modus vivendi de paz y cooperación. Por otro lado, las denuncias de la oposición doméstica, debilitada y desunida hasta caer en la irrelevancia, de que muestra tendencias autoritarias y hostiles a la libertad de información no han hecho ninguna mella en Vucic.

El SNS ganó la reválida en las legislativas anticipadas de abril de 2016, tras las cuales su líder reeditó el Gobierno de coalición pentapartito con el SPS de leal segundo de a bordo. En 2017 Vucic se postuló a una elección presidencial metida en el bolsillo prometiendo una "era dorada" para Serbia, pronosticando el ingreso en la UE en 2020 y reiterando su deseo de afianzar el "equilibrio" geopolítico entre Europa, Rusia y Estados Unidos. Esta vocación de "neutralidad" descarta, a diferencia de Montenegro, Bosnia y Macedonia, la entrada algún día en la OTAN y resguarda los tradicionales vínculos con Moscú, lo que convierte a Serbia en un caso único en la región. Quien en 2015 fuera apedreado en Srebrenica, lugar donde dos décadas atrás las fuerzas serbobosnias cometieron un "crimen espantoso y horripilante", subraya que seguirá con sus políticas de "reconciliación", "paz" y "prosperidad", en Serbia y en los Balcanes. Si bien la Presidencia de Serbia es una oficina de índole representativa y ceremonial, se espera que Vucic, que conserva el mando del SNS, retenga mucho de su influencia y poder a través de un primer ministro afín.


(Nota de actualización: esta versión de la biografía fue publicada el 31/5/2017. En las elecciones del 3/4/2022 Aleksandar Vucic ganó, con el 60% de los votos, un segundo mandato de cinco años como presidente de Serbia).

1. Subordinado de Vojislav Seselj y ministro de Información de Slobodan Milosevic
2. Marcha con Tomislav Nikolic del SRS, creación del SNS y triunfo en las elecciones generales de 2012
3. Viceprimer ministro en el Gobierno de coalición con los socialistas de Ivica Dacic
4. Mayoría absoluta del SNS y primer ministro en 2014 con un programa proeuropeo
5. Altibajos con la vecindad balcánica, las implicaciones de la crisis de los refugiados y realizaciones económicas
6. Reválida parlamentaria en 2016 y elección para presidir la República en 2017


1. Subordinado de Vojislav Seselj y ministro de Información de Slobodan Milosevic

Hijo de un economista, cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Belgrado y según las semblanzas periodísticas se graduó con excelentes calificaciones. El joven era un gran aficionado del equipo de balompié Estrella Roja, cuya hinchada exhibía en los estadios una agresiva parafernalia de exaltación patriótica. Vucic debió de empaparse en estos ambientes futbolísticos del fervor ultranacionalista de la época, a caballo entre las décadas de los ochenta y los noventa, cuando la Yugoslavia federal socialista pasó por un proceso de desintegración traumática y en Serbia se aupó al poder el régimen caudillista de Slobodan Milosevic.

No hay constancia de que Vucic imitara el proceder violento de otros miles de jóvenes serbios que, seducidos por el discurso etnicista de la Gran Serbia, fueron reclutados por las bandas paramilitares y las formaciones extremistas de derecha para combatir —y cometer todo tipo de crímenes y atrocidades— en las guerras de Croacia y Bosnia. En 1993 Vucic se hizo militante de la más notoria de estas agrupaciones, el Partido Radical Serbio (SRS) comandado por Vojislav Seselj, estridente y ponzoñoso adalid del nacionalismo de la tradición chetnik. El SRS lo había fundado Seselj en 1991, y sus principales lugartenientes en esos momentos eran Tomislav Nikolic, vicepresidente del partido, y Aleksandar Stefanovic, secretario general de mismo.

El graduado universitario, sin tener méritos de armas en la vertiente paramilitar y supuestamente clandestina del SRS, se ganó la confianza de Seselj, que dispuso para él una promoción fulminante a pesar de su acusada juventud. Así, en las elecciones legislativas de diciembre de 1993, Vucic, con tan sólo 23 años, ganó su primer escaño en la Asamblea Nacional de Serbia. Paradójicamente, el precoz debut parlamentario de Vucic aconteció en un fuerte revolcón electoral del SRS, que perdió cerca de la mitad de sus votos y sus escaños, siendo desbancado de la segunda posición, a la zaga del imbatible Partido Socialista de Serbia (SPS) de Milosevic, por la coalición democrática opositora DEPOS. Poco después, en 1994, Seselj nombró a Vucic secretario general del partido en sustitución de Stefanovic. El ascenso coincidió con un fuerte deterioro de las relaciones entre Seselj y Milosevic. El iracundo jefe ultra reprochó a Milosevic que dejara en la estacada a los serbios de Bosnia y Croacia cuando las guerras allí libradas se tornaron en su contra, y los radicales organizaron agitaciones antigubernamentales. La respuesta del autócrata serbio fue castigar a Seselj y a Nikolic con una temporada en la cárcel.

Esta etapa de preterición para el SRS concluyó en 1998, cuando Milosevic, necesitado de apoyos políticos y parlamentarios (los radicales tuvieron una espectacular recuperación en las legislativas de septiembre de 1997) para sostener su campaña antisubversiva y antiseparatista en Kosovo, empezó a lanzarle cantos de sirena a Seselj. En marzo de 1998 Milosevic, que había cambiado la Presidencia de Serbia por la de la República Federal de Yugoslavia para perpetuar su dictadura personalista tras una fachada constitucional, dio entrada al SRS en el Gobierno republicano que dirigía el socialista Mirko Marjanovic. Seselj y Nikolic fueron nombrados viceprimeros ministros, mientras que Vucic recibió una cartera ministerial, la de Información, que en las actuales circunstancias de efervescencia nacionalista, atizada sin recato desde el poder, adquiría una especial relevancia.

En los dos años largos que fungió como ministro de Información de Serbia, Vucic, aún veinteañero, se hizo notar por sus medidas autoritarias y su verbo sulfuroso. En octubre de 1998, cuando Kosovo era ya un escenario de contienda abierta entre las fuerzas de seguridad serbias y la guerrilla independentista albanesa del UCK, el ministro presentó en la Asamblea para su aprobación, que obtuvo sin rechistar, una nueva ley reguladora de los medios de comunicación que restringía drásticamente la libertad de información en Serbia. Junto con su jefe partidario, Vucic justificó la norma con el fin de "preservar la soberanía nacional" de las "presiones extranjeras" y las consignas "derrotistas" difundidas por los "criados locales" de las potencias occidentales.

Vucic precedió y acompañó la promulgación de la ley de medios con el cierre de numerosos periódicos y radios independientes, la imposición a las redacciones de mecanismos de censura y manuales de estilo, y el lanzamiento de amenazas directas a los periodistas de televisión que retransmitieran programas de estaciones europeas y estadounidenses, cuyos contenidos servían, según él, a unos objetivos de "propaganda hostil", "guerra psicológica" y "espionaje". Para Vucic, estos actos constituían un "ataque directo contra el sistema constitucional y el orden legal", y quienes fueran cómplices de los mismos sufrirían el "castigo apropiado". La ola de cierres y prohibiciones decretados por el Ministerio de Información alcanzó a varias publicaciones en lengua albanesa acusadas de "instigar el terrorismo" por dar eco a los comunicados del UCK. Celoso e intransigente como el que más, Vucic, siempre con la aquiescencia del mandamás supremo, incluso impidió la difusión de periódicos de Montenegro, cuyo Gobierno mantenía unas pésimas relaciones con Milosevic.

La virulencia verbal de Vucic alcanzó su cenit en la primavera de 1999 durante la campaña de ataques de la Aviación de la OTAN, cuyo inicio fue respondido por el ministro con la orden de expulsión inmediata de todo periodista procedente de un país de la Alianza Atlántica y acreditado en Serbia. En abril, como reacción por el bombardeo de la sede en Belgrado de la Radio Televisión Serbia (RTS), principal vocero de la manipulación y la propaganda del régimen, con el resultado de 16 trabajadores muertos y cuantiosos daños materiales (una acción bélica que Amnistía Internacional calificó de crimen de guerra), Vucic prometió venganza con estas palabras: "Esos criminales como Clinton y Blair puede que no hayan nacido de ninguna madre. Tendrán su justo castigo. Son unos grandísimos criminales y unas bestias. A su lado, hasta Hitler era un niño pequeño".

Ese mismo mes, días antes del bombardeo de la RTS, dos encapuchados mataron a tiros frente a su casa en la capital al conocido periodista Slavko Curuvija, públicamente enemistado con el régimen. El asesinato de Curuvija, un obvio crimen de Estado que no se resolvería hasta mucho después de la caída de Milosevic (en 2014, siendo Vucic, precisamente, viceprimer ministro) con la detención y procesamiento de varios sospechosos pertenecientes a los servicios secretos y de seguridad, dejó en una situación comprometida al entonces ministro de Información, ya que poco antes del magnicidio este había declarado en una entrevista que "tarde o temprano" él se tomaría cumplida "venganza" por todas las "mentiras" que el periodista había publicado sobre su persona.

En diciembre de 1999, con Kosovo perdido para Belgrado, y luego de dimitir, junto con Nikolic, del consejo de dirección de la RTS como protesta por, según ellos, el tono anti SRS que destilaban ciertas informaciones emitidas por la cadena estatal, Vucic dio cuenta de una nueva estrategia para contrarrestar la "permanente tortura informativa de los medios occidentales y sus ramas locales"; en adelante, anunció, el Ministerio intensificaría la contrapropaganda oficial con la publicación de boletines de noticias en inglés, la apertura de nuevas webs de Internet y las emisiones de información nacional vía satélite. También a finales de 1999, los diarios belgradenses Blic y Danas, así como la televisión opositora Studio B, fueron multados por los tribunales con un total de 970.000 dinares (84.500 dólares) en un caso de difamación iniciado por Vucic, que había denunciado a estos medios por haber dado pábulo a la acusación formulada por el líder opositor Vuk Draskovic de que el régimen había intentado asesinarle.

Antes de terminar el año, la ONG Reporteros Sin Fronteras puso en la picota internacional a Vucic por sus esfuerzos para "suprimir la prensa libre en Serbia". En febrero de 2000 el ministro se defendió, denunciando a su vez la "campaña mediática" antiserbia orquestada por Estados Unidos y otros países, y el hecho de que virtualmente todos los medios de comunicación de Serbia de línea crítica con el Gobierno estuvieran "financiados y controlados" por Washington.


2. Marcha con Tomislav Nikolic del SRS, creación del SNS y triunfo en las elecciones generales de 2012

Esta primera y temprana etapa ministerial de Vucic tocó a su fin el 24 de octubre de 2000, 17 días después del derrocamiento de Milosevic en la insurrección popular de Belgrado, al constituirse el nuevo Gobierno de coalición entre el SPS y los partidos de la triunfante Oposición Democrática de Serbia (DOS). El SRS fue expulsado para siempre tanto el Gobierno serbio como del yugoslavo. Para Vucic, fue el comienzo de un período oscuro en el que perdió protagonismo en favor de Nikolic, el vicepresidente del partido y al que Seselj cedió la jefatura en funciones, mientras durase su ausencia, cuando el 24 de febrero de 2003 optó por entregarse voluntariamente al Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) con sede en La Haya, que acababa de incriminarle en delitos de guerra y lesa humanidad cometidos presuntamente en las contiendas de Croacia y Bosnia, y en el cual Milosevic ya se sentaba desde 2001.

En los años siguientes, que depararon al SRS un inusitado resurgimiento electoral (aunque improductivo, pues el resto de partidos le hacía el vacío, bloqueando su retorno al Gobierno), tanto Nikolic como Vucic denunciaron con energía el procesamiento de ciudadanos serbios por el Tribunal de La Haya, ejercieron una oposición dura a los sucesivos gobiernos de coalición de los partidos de la antigua DOS y volvieron a descargar artillería verbal rebosante de populismo victimista y antioccidental. Por lo que se veía, los delirios panserbios seguían muy presentes en el SRS.

Aunque las elecciones legislativas de diciembre de 2003 convirtieron al SRS en la primera fuerza parlamentaria, las tentativas personales de sus dos dirigentes fracasaron en las urnas en 2004: en las elecciones presidenciales, en junio, Nikolic malogró seguramente sus posibilidades de victoria a causa de su facundia ultranacionalista y en la segunda vuelta sucumbió ante el proeuropeo Boris Tadic, líder del Partido Democrático (DS); y en las municipales, en octubre, Vucic corrió la misma suerte en la liza por la alcaldía de Belgrado, ganada por Nenad Bogdanovic, del DS, si bien aquí el margen fue más ajustado (el 50,3% de los votos para el demócrata frente al 48,3% sacado por el radical).

Vucic, quien además de la Secretaría General del SRS era vicelíder del grupo del partido en la Asamblea Nacional (mandato legislativo que entre 2006 y 2007 le permitió representar a Serbia en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa), y Nikolic siguieron agitando el ambiente con soflamas patrióticas, exabruptos belicistas, cuestionamientos de los crímenes cometidos contra los bosniomusulmanes en la guerra de 1992-1995 y la organización de agresivas manifestaciones frente a la Embajada de Estados Unidos en Belgrado para protestar por el régimen carcelario de Seselj en La Haya o contra el reconocimiento internacional de la independencia de Kosovo.

Vucic, en particular, se volcó con ardor en la campaña de defensa del famoso presunto criminal de guerra serbobosnio Ratko Mladic, prófugo del TPIY, escondido presuntamente en Serbia y cuya entrega a La Haya, junto con la de su colega, también a la fuga, Radovan Karadzic, antiguo presidente de la República Srpska, era exigida por la UE a Belgrado. El ex ministro de Información volvió a tropezar en las elecciones al Ayuntamiento de Belgrado de mayo de 2008, poco después de que Nikolic repitiera la jugada de 2004 contra Tadic en las presidenciales y coincidiendo con las legislativas anticipadas, en las que la coalición proeuropea de Tadic desbancó del primer puesto al SRS. Su verdugo esta vez fue Dragan Djilas, sucesor del fallecido alcalde Bogdanovic.

El 6 de septiembre de 2008, al parecer escarmentado por el rosario de frustraciones electorales y al hilo del discurso tibiamente proeuropeo (aceptación en principio del ingreso de Serbia en la UE, pero a condición de que sus miembros no reconocieran la independencia de Kosovo y, mucho menos, que se obligara a Serbia a dar ese paso) hilvanado en los últimos tiempos, Nikolic dio una sonora campanada con la marcha del SRS, la ruptura con Seselj y la constitución de un grupo parlamentario independiente que arrastró a 21 de los 78 diputados elegidos en mayo.

El 12 de septiembre, acatando la orden enviada desde La Haya por el indignado Seselj, la plana mayor del SRS celebró una reunión urgente con un único punto en el orden del día: la expulsión fulminante de Nikolic y su grupo de escindidos. Vucic, como secretario general, estaba obligado a asistir a la sesión, pero no lo hizo. Dos días después, él mismo dio portazo al partido y el 6 de octubre respondió positivamente al llamamiento lanzado por Nikolic para que se uniera a su nueva formación, el Partido Progresista Serbio (SNS), anunciado el 24 de septiembre. El 21 de octubre el SNS celebró su congreso fundacional, que eligió a Nikolic presidente y a Vucic vicepresidente.

El SNS fue presentado por sus creadores como una fuerza moderada de centro-derecha con un programa de metas de las políticas interior y exterior. Por una parte, aspiraba a consolidar un Estado serbio estable y seguro donde tuvieran plenas vigencias el imperio de la ley y los principios constitucionales, sostenía la preservación de la integridad territorial de la República y su soberanía sobre las provincias autónomas de Vojvodina y Kosovo y Metohija, partes inseparables de la misma, y se comprometía a luchar contra el crimen y la corrupción, a propiciar la recuperación económica y a reparar el tejido social, destrozado por la crisis.

De puertas afuera, el SNS quería un abanico de buenas relaciones diplomáticas y comerciales con la UE, Estados Unidos y Rusia. Los progresistas abogaban sinceramente por el ingreso en la UE y daban la bienvenida a la firma, en abril anterior, del Acuerdo de Estabilización y Asociación (AEA). A la vez; defendían la neutralidad militar del país, lo que excluía su ingreso algún día en la OTAN, cuya invitación de formar parte de su programa de cooperación Asociación para la Paz el Gobierno del primer ministro Vojislav Kostunica, del Partido Democrático Serbio (DSS), había aceptado en diciembre de 2006.

En otras palabras, Vucic y Nikolic, prácticamente de la noche a la mañana, decían adiós al estéril extremismo nacionalista, predicaban tolerancia con las minorías étnicas y religiosas, se reconciliaban con Occidente y abrazaban, en suma, las causas de la moderación y el posibilismo, poniendo a Kosovo como única limitación de su nueva transigencia. La sorprendente metamorfosis formal, que aún debía sustanciarse con hechos, desató una riada de reacciones de sorpresa, estupor y desconfianza. Todo el mundo tenía muy frescas las palabras incendiarias de Vucic, pronunciadas cuando era ministro de Información y también después; tan sólo dos meses atrás, el secretario general del SRS había lamentado la captura y extradición de Karadzic, pues pertenecía al grupo de serbios eminentes que eran "símbolos de patriotismo". Como no se olvidaba la condición de Nikolic de ex combatiente "chetnik" en la guerra de Croacia, de la que había venido con el siniestro apodo de El Enterrador.

Los líderes progresistas, mediante manifestaciones masivas y una aparatosa huelga de hambre realizada por Nikolic, intentaron arrancar al Gobierno tutelado por el presidente Tadic el adelanto de las elecciones legislativas, pero no lo consiguieron. Más éxito tuvieron en la constitución de una nutrida coalición de amplio espectro, denominada Pongamos a Serbia en Marcha, que colocó a una docena de pequeñas agrupaciones en la órbita del SNS. A pesar de esta bronca estrategia opositora, que perseguía acortar la legislatura para aprovechar los excelentes vientos preelectorales, Vucic, declaración tras declaración, se propuso convencer a los escépticos de que su viraje iba en serio. En enero de 2010, pronunciándose sobre la sensible cuestión con un tono que suponía un giro de 180 grados con respecto a anteriores valoraciones, el político aseguró que su partido "condenaba muy severamente el horrible crimen de Srebrenica", es decir, la masacre, de proporciones genocidas, de 8.000 bosnios musulmanes perpetrada por las tropas serbobosnias del general Mladic en 1995.

La flagrante contradicción llegó poco después, en marzo de 2010, cuando el grupo del SNS en la Asamblea se negó a votar junto con los partidos del Gobierno de Mirko Cvetkovic, con el DS y el SPS a la cabeza, a favor de una histórica declaración de condena enérgica de la matanza de Srebrenica y de petición de perdón a los familiares de las víctimas, y eso pese a que la resolución se refería a aquellos hechos como "crimen" y "tragedia", y no como "genocidio". Vucic y sus diputados no quisieron tener que pronunciarse, ni siquiera absteniéndose en la votación, así que simplemente se ausentaron de la sesión.

Otra prueba de fuego de la sinceridad de la conversión ideológica de Vucic se planteó cuando la detención y traslado a La Haya de Mladic en mayo de 2011. Entonces, el SNS no participó en las movilizaciones de protesta convocadas por los disminuidos sectores nacionalistas y su vicepresidente, que hasta 2008 había sido uno de los más fervientes paladines del general prófugo y que todavía el año anterior había boicoteado la votación sobre Srebrenica, afirmó con aplomo que Serbia "debe cumplir con sus obligaciones internacionales, y una de ellas es el arresto de Ratko Mladic". Un año después, en palabras para la agencia AFP, el dirigente explicó que: "No oculto que he cambiado, y estoy orgulloso de ello (…) Estaba equivocado, pensaba que estaba haciendo lo mejor para mi país, pero luego vi los resultados, vi que fracasamos. Necesitamos admitir eso".


3. Viceprimer ministro en el Gobierno de coalición con los socialistas de Ivica Dacic

El equilibrio entre nacionalismo matizado, europeísmo condicionado, rusofilia tradicional y compromiso para sacar a Serbia de su pésima situación económica y social, cual era la principal preocupación de la población, fue la llave que abrió al SNS las puertas del poder, con iniciales reacciones de disgusto y preocupación en las capitales de la UE. En las elecciones generales del 6 y el 20 de mayo de 2012, disputadas en un ambiente de cierto optimismo nacional ante la reciente aceptación por el Consejo Europeo de la candidatura de adhesión serbia, presentada por Belgrado en diciembre de 2009 (a remolque de la candidatura de Albania, tramitada en abril de 2009 pero en este momento de 2012 aún en fase de estudio), la victoria de los progresistas fue doble.

En las presidenciales, Nikolic, en su cuarto intento en estas lides, batió por fin a Tadic y se proclamó jefe del Estado con el 49,5% de los votos anotados en la segunda vuelta. Y en las legislativas, el SNS, reforzado con su cohorte de satélites, se colocó en su debut directamente al frente de la tabla con el 24% de los votos y 73 escaños, seis más que Elección por una Vida Mejor, la coalición del DS, que perdió 35 puestos, un fracaso de envergadura. El revés alcanzó niveles de hecatombe en el caso del SRS, que, desacreditado y diezmado, no llegó al 5% de los sufragios y se quedó fuera de la Asamblea. El otro triunfador de la jornada fue el SPS del primer viceprimer ministro y ministro del Interior del Gobierno saliente, Ivica Dacic el habilidoso heredero partidista de Milosevic y, como Vucic, reconvertido sin rebozo a los nuevos tiempos, que fue capaz de succionar una parte sustancial del voto de los radicales y ascendió a la tercera posición con 44 diputados.

Con la asunción presidencial de Nikolic, el 31 de mayo de 2012, su condición de cabeza de lista en las legislativas quedaba oficialmente anulada. Vucic, líder de partido en funciones desde el 24 de mayo, era en teoría ahora el candidato prioritario a primer ministro, pero el SNS, que a fin de cuentas sólo disponía de mayoría simple en la Asamblea, llegó a un entendimiento con el SPS para formar un Gobierno de coalición encabezado por su líder, Dacic. El 28 de junio Nikolic encargó formar el nuevo Ejecutivo a Dacic, quien además del SNS y el SPS preveía incorporar al Grupo 17 Plus (formación abanderada de la coalición liberal proempresarial Regiones Unidas de Serbia, URS), el Partido de Acción Democrática de Sandzak (SDAS), la Nueva Serbia (NS, uno de los micropartidos adheridos los progresistas), el Partido de los Pensionistas Unidos de Serbia (PUPS, uno de los apéndices de los socialistas) y el Partido Social Demócrata de Serbia (SDPS, hasta ahora miembro de la coalición de Tadic).

El 10 de julio Vucic, Dacic y el líder de la URS, Mladan Dinkic, suscribieron los acuerdos de coalición, que fijaban una serie de prioridades: el mantenimiento estricto del curso proeuropeo; la búsqueda de la excelencia en las relaciones de vecindad en los Balcanes; el compromiso con la paz y la seguridad regionales; la "normalización de las vidas de todos los ciudadanos del territorio de Kosovo y Metohija", lo que requería implementar los acuerdos ya alumbrados por el "diálogo técnico" con el Gobierno de Pristina y proseguir con el "diálogo político", pero dando por sentado que Serbia nunca reconocería un Kosovo independiente.

En el capítulo económico, de máxima preocupación para todos al encontrarse Serbia al borde de una nueva recesión y en una situación de desbarajuste financiero cercano a la bancarrota, Vucic y sus socios anunciaron la adopción de una serie de medidas de emergencia para reducir los gastos superfluos del Estado y achicar el desmedido déficit público, desbloquear el diálogo crediticio con el FMI, generar empleo (el paro golpeaba a la cuarta parte de la población activa) y, aunque estaba por ver cómo se conjugaría esta política socialdemócrata con los imperativos del ajuste liberal, proteger de la crisis galopante a asalariados y pensionistas.

El 27 de julio de 2012 la Asamblea invistió al Gabinete Dacic, donde Vucic obtenía el puesto de número dos con poderes más amplios de lo habitual, lo que le convertía prácticamente en un co-jefe de Gobierno: era el nuevo primer viceprimer ministro, encargado de las luchas contra el crimen organizado y la corrupción, y además el ministro de Defensa. El SNS recibió otras cinco carteras. Mientras Nikolic se estrenaba en la Presidencia haciendo gala de una turbadora incontinencia verbal que no ayudaba a vencer las reticencias y los temores que la subida del SNS al poder generaba en el exterior, Vucic y Dacic se encargaron de certificar con hechos el compromiso del nuevo equipo dirigente con Europa, la estabilidad de los Balcanes y la superación de los agudos déficits y problemas domésticos que acosaban a Serbia.

Elegido sin rivales presidente del SNS por un Congreso partidario que tuvo lugar el 29 de septiembre de 2012, Vucic vio dispararse su popularidad por sus anuncios de medidas contundentes para cortarles las alas a las mafias de los tráficos ilegales y a las tramas corruptas de naturaleza político-empresarial, lacras que constituían el más correoso legado de la era Milosevic, y cuya sangrante fortaleza chocaba frontalmente con la aspiración de modernidad y europeidad. Como cruzado del combate a la corrupción, Vucic empezó a ser visto como el hombre más poderoso de Serbia, por delante de Dacic y Nikolic, pero aquella era una labor sumamente complicada que para tener éxito requería de un perfecto entendimiento con el primer ministro, quien seguía siendo el responsable de Interior.

Aunque compartían visión estratégica y objetivos nacionales, el tándem Vucic-Dacic ofreció claros desajustes. En febrero de 2013 la coalición se vio alterada por las acusaciones de un asistente de Dacic al viceprimer ministro y su partido de estar detrás de unas informaciones periodísticas que vinculaban al líder socialista con un conocido narcotraficante local, Rodoljub Radulovic, alias Misha Banana. Ya en ese momento se dijo que los progresistas, excitados con unos sondeos de opinión de lo más favorables, estarían interesados en hacer fracasar el Gabinete, que no tenía ni un año de existencia, para acudir raudos a unas elecciones anticipadas. Entonces, tanto Vucic como Dacic se apresuraron a desmentir la supuesta labor de zapa del SNS y aseguraron que seguían trabajando "en perfecto acuerdo".

En parte para disipar las dudas sobre su entendimiento personal, los dirigentes se volcaron en las conversaciones de alto nivel con los responsables de la UE y las autoridades albanokosovares. Vucic, con sus viajes a Bruselas y Pristina, jugó un papel fundamental en el proceso que alumbró la firma, el 19 de abril de 2013 por Dacic y su homólogo kosovar, Hashim Thaçi, del Acuerdo de Bruselas, que sellaba la normalización de las relaciones entre la República de Serbia y la República de Kosovo tras años de acusaciones mutuas y episodios de tensión y violencia.

El Acuerdo serbo-kosovar, calificado de hito en la historia reciente de los Balcanes Occidentales y adoptado con los auspicios de la UE, suponía el reconocimiento por Belgrado de la autoridad del Gobierno de Pristina sobre los municipios septentrionales del territorio a cambio de la concesión de cierto nivel de autonomía y protección a la menguada minoría serbokosovar que aún vivía allí. El fundamento del Acuerdo de Bruselas era la asunción por Serbia de la legalidad internacional de la independencia proclamada en 2008 por la provincia perdida en la guerra de 1999, pero sin implicar ninguna aceptación de soberanía por su parte: Serbia, y en esto Vucic y sus socios del Gobierno no se cansaban de ser reiterativos, "nunca" reconocería la independencia de Kosovo, aunque mantuviera relaciones oficiales con sus autoridades republicanas.

El jalón plantado en Kosovo por progresistas y socialistas fue premiado por la UE con la entrada en vigor del AEA el 1 de septiembre de 2013 y con el arranque de las negociaciones oficiales de adhesión de Serbia como Estado miembro el 21 de enero de 2014. Con la OTAN, el diálogo bilateral también se vio vigorizado y en mayo de 2013 Belgrado presentó en Bruselas su propuesta de borrador del Plan de Acción Individual de Asociación (IPAP), que había sido solicitado por el Gobierno Cvetkovic en abril de 2011.

Sin embargo, para entonces, la integridad del Gobierno de coalición ya estaba seriamente en entredicho. El 2 de septiembre de 2013 Vucic dejó el puesto de ministro de Defensa al alinear Dacic un segundo Gabinete que excluyó a los liberales de la URS. Un miembro del SNS, Nebojsa Rodic, tomó la cartera. El líder progresista se descargó de las competencias sobre las Fuerzas Armadas de manera voluntaria e impuso su criterio a los 18 (sobre 26) miembros de la Ejecutiva del partido que querían declarar caducado el Gobierno y llamar a elecciones. Según Vucic, iba "en el interés de Serbia" que la legislatura siguiera su curso porque el país estaba en una "situación económica complicada" y había "mucho trabajo por hacer". Sin embargo, el viceprimer ministro reconocía que si los comicios fueran ahora, el SNS podría incluso duplicar sus resultados de 2012, así que dio a entender que no descartaba forzar la convocatoria electoral más adelante.

En agosto de 2013, entrevistado por el periódico de Sarajevo Dnevni Avaz, el líder serbio hizo una retractación de su anterior trayectoria política en estos términos: "Ha llegado el momento para todos los que cometimos errores políticos en el pasado de no avergonzarnos en admitirlos. Yo no tengo problema con eso", manifestó. Preguntado sobre si estaría dispuesto a ir a Srebrenica para contribuir a la reconciliación entre los habitantes de Serbia y Bosnia-Herzegovina, su respuesta fue, de nuevo, que no tendría inconveniente: "No quiero esconderme tras ninguno de los que cometió este crimen horrendo en nombre del pueblo al que pertenezco. Un crimen horripilante, un crimen espantoso que es tan horrible que uno puede sentir vergüenza de que alguien que tomara parte en el mismo pertenezca a tu mismo pueblo". Ahora bien, el entrevistado reconocía que, en cambio, no le resultaría nada fácil regresar a Mitrovica, la ciudad del norte de Kosovo con minoría serbia y donde una vez fue aclamado como un "héroe", pues ahora se le recibiría allí con gritos de "traidor".

En octubre de 2013, los rumores de desavenencias entre Vucic y Dacic, así como entre Vucic y Nikolic, volvieron a dispararse al calor del reguero de denuncias periodísticas sobre el alcance de los tentáculos corruptores de las redes mafiosas y ciertos empresarios sin escrúpulos, que tendrían en su bolsillo a numerosos jefes policiales y responsables políticos. Se creía que los tres dirigentes no dudaban en instrumentar la lucha contra el crimen con fines electoralistas y en captar para sus esferas de autoridad e influencia a diferentes mandos policiales, marcándose mutuamente en un contexto de vigilancia celosa de los respectivos cotos de poder.

La oposición, a su vez, achacó a Vucic de sectarismo político por el número desproporcionado de detenidos por presunta corrupción que eran miembros del DS. Las imputaciones de populismo rodearon también el arresto en diciembre de 2012 del magnate Miroslav Miskovic, considerado el hombre más rico de Serbia, en su caso acusado de evadir impuestos. Miskovic fue puesto en libertad bajo fianza y con cargos en julio de 2013, tras lo cual presentó una demanda de amparo al Tribunal Constitucional por extralimitación legal del período de detención. Por otro lado, en noviembre de 2013 el alcalde de Belgrado, Dragan Djilas, quien además era desde el año anterior el líder del DS en sustitución de Tadic, fue desalojado por la asamblea municipal con el voto conjunto de progresistas y socialistas, quienes le presentaban como un manirroto que había enterrado el consistorio bajo una montaña de deudas. El nuevo intendente belgradense fue Sinisa Mali, un independiente nominado por el SNS.


4. Mayoría absoluta del SNS y primer ministro en 2014 con un programa proeuropeo

El 26 de enero de 2014, cinco días después de abrir Dacic y Vucic con los responsables de la UE las negociaciones de adhesión en Bruselas, el primer viceprimer ministro deshizo sus medias tintas y, tras la forma de una resolución de la cúpula del partido, lanzó oficialmente el envite de la terminación prematura de la legislatura y la celebración de elecciones antes de dos meses. Ahorrándole al país una crisis institucional, tanto Nikolic como Dacic aceptaron el órdago de Vucic, para el que la celebración de nuevos comicios a menos de dos años de los anteriores estaba plenamente justificada. Así, a su entender: "Serbia puede ir más rápido, no podemos esperar a los cambios por más tiempo. Necesitamos un Gobierno que implemente las reformas con mayor celeridad".

Hasta ahora, el SNS y el SPS se habían fijado la fecha de 2018 para completar todas las transformaciones requeridas por el ingreso en la UE, que entre otras mudanzas de calado pasaba por privatizaciones y reformas estructurales en el sector energético, el mercado de trabajo, la justicia o la administración pública. Para esta cita con las urnas, el SNS presentó una lista conjunta, con nombre de resonancias obamianas, El Futuro en el que creemos, acompañado por el SDPS del viceprimer ministro —y de etnia bosníaca— Rasim Ljajic, la NS de Velimir Ilic, el SPO de Vuk Draskovic y el Movimiento de Socialistas (PS) de Aleksandar Vulin.

En las votaciones del 16 de marzo de 2014 el SNS y sus acólitos conquistaron una mayoría absoluta casi aplastante: 158 escaños, 85 más que en 2012, con el 48,3% de los votos. Los resultados no asombraron a nadie, si bien mejoraron sensiblemente las cifras auguradas por las últimas encuestas. El SPS mantuvo exactamente su cuota de 44 escaños y el DS se despeñó hasta los 19 puestos. Aunque Vucic podía presidir un gobierno en solitario, hizo honor a los compromisos preelectorales con el SPS para la continuidad de la coalición progresista-socialista, con la participación también del SDPS, la NS y el PS.

El 22 de abril el presidente Nikolic asignó a Vucic la tarea de formar el próximo Gobierno pentapartito. Su número dos, en una curiosa inversión de roles, iba a ser Dacic, nuevo primer viceprimer ministro y además ministro de Exteriores. La preponderancia de los progresistas era muy marcada: nombraron a 15 de los 18 ministros, incluidos los titulares de Finanzas (Lazar Krstic), Economía (Dusan Vujovic), Interior (Nebojsa Stefanovic), Defensa (Bratislav Gasic) y Justicia (Nikola Selakovic), si bien, de aquellos, únicamente siete eran miembros del partido. El 27 de abril el Gabinete Vucic fue investido por la Asamblea con 198 votos a favor y 23 en contra, más seis abstenciones.

En sus primeras manifestaciones como jefe del Gobierno de Serbia, Vucic subrayó que sus tres tareas más importantes, sobreentendido el éxito de las negociaciones para conseguir la adhesión a la UE a finales de la década, iban a ser la reforma económica inherente a la adaptación a los estándares comunitarios, el desarrollo del sector privado como motor de la recuperación del crecimiento y la consolidación fiscal, con los objetivos de no exceder el 7% de déficit presupuestario y conseguir podar la tasa a la mitad en 2017. Este esfuerzo descansaría en una serie de recortes en el gasto público y en la venta de activos del Estado. Los analistas tenían dudas de cómo iba a sentarle la austeridad al PIB, que no terminaba de asentarse en un ritmo positivo después de las recesiones de 2009 y 2012, cuando las contracciones fueron del -2,7% y el -0,7%.

La coalición tenía decidido meter la tijera en los salarios, hipertrofiados a juicio de Vucic, de los 800.000 funcionarios (muchos de ellos colocados, ciertamente, por enchufismo político) y trabajadores del sector público, que verían rebajados sus rendimientos laborales un 10%, así como en los subsidios a 153 empresas del Estado, en este caso con la meta de ahorrar 750 millones de euros al año. Por el momento, no se tocarían las pensiones, salvo el retraso de la edad de jubilación para las mujeres de los 60 a los 63 años (para los hombres, la edad legal de jubilación seguiría en los 65 años), pero Vucic dejó abierta la puerta a futuras reducciones sustanciales de las percepciones desde el momento en que apuntó que las pagas de los jubilados habían aumentado de manera injustificada en los últimos años, sin un crecimiento económico que respaldara tales subidas. Además, el Gobierno se desprendería de sus participaciones de capital en el operador de telecomunicaciones Telekom Srbija y en el proveedor de energía Elektroprivreda Srbije (EPS).

Todos estos ajustes, requeridos por el FMI y el Banco Mundial para prestar soporte financiero a Serbia, repercutirían en el bolsillo de muchos y podían generar conflictividad social, pero Vucic aseguró a los diputados que no había otro remedio que acometer la gran reforma estructural, pues si Serbia seguía por el sendero actual durante "uno o dos años más", terminaría en un "escenario a la griega", advirtió.


5. Altibajos con la vecindad balcánica, las implicaciones de la crisis de los refugiados y realizaciones económicas

El nuevo Gobierno Vucic, sin apenas titubeos, acometió la devaluación de los salarios de los funcionarios y, finalmente sí, de las pensiones de todos los trabajadores, si bien aparcó para más adelante el adelgazamiento de la administración pública y la reestructuración de las empresas deficitarias del Estado.

Este reajuste de las cargas fiscales del Gobierno tenía que resultarle desagradable a la población, pero, de manera sorprendente, no iba a costarle al SNS ningún quebranto electoral, ni siquiera arañazos. 2014 terminó con una recesión, la tercera en seis años, del -1,6%, y una tasa de déficit público del 6,7% del PIB, pero a partir de entonces todas las variables fueron a mejor de manera acelerada. Al finalizar 2016, el primer ministro podía alardear de un plantel de resultados incluso mejor de lo previsto por él al inicio de su Gobierno: el crecimiento económico, impulsado por todos los factores de la demanda agregada (consumo, inversión privada, exportaciones) salvo el gasto gubernamental, rozaba el 3% anual; la inflación anual se situaba por debajo del 2% (si bien los precios iban a recalentarse desmedidamente en el arranque de 2017); el paro había descendido el 20% al 13%; y el déficit público había caído al 2,3% gracias a las medidas de ahorro y al incremento de las recaudaciones tributarias. En diciembre de 2016 la Asamblea aprobó unos presupuestos generales del Estado para 2017 con un déficit del 1,7% del PIB fiado a una previsión de crecimiento del 3%.

Bastantes más problemas dio la empresa de cimentar el modus vivendi de paz con los países vecinos de los Balcanes al hilo de la normalización de las relaciones oficiales con Kosovo, cuyos diversos aspectos técnicos aún tenían que aplicarse. Los demonios del chovinismo étnico y las viejas enemistades nacionales, siempre latentes, resurgieron inesperadamente el 14 de octubre de 2014 en el escenario altamente emocional de un partido de fútbol. Durante un encuentro clasificatorio para la Eurocopa de 2016 disputado por las selecciones de Serbia y Albania en el estadio del Partizan de Belgrado, y por tanto declarado de alto riesgo, alguien hizo volar sobre el césped un dron del que colgaba una bandera representativa del ultranacionalismo albanés. El partido quedó suspendido cuando faltaban minutos para terminar el primer tiempo y transcurrida media hora, ante la monumental jarana instalada en el terreno de juego y en el graderío, se dio por concluido.

La gamberrada tuvo el efecto de encolerizar a los anfitriones, pero el revuelo se disparó rápidamente cuando medios de comunicación serbios atribuyeron el incidente al mismísimo hermano del primer ministro socialista de Albania, Edi Rama, el cual, precisamente, tenía previsto realizar al cabo de una semana la primera visita de un mandatario de su país a Belgrado en los últimos 68 años. Según esta versión de los hechos, Olsi Rama, supuestamente, habría teledirigido el aparato desde la tribuna de autoridades con sus propias manos, o como mínimo era el organizador de una acción que, carga política al margen, estaba rigurosamente prohibida en un evento público de estas características. El señalado desmintió categóricamente tal atribución, pero a la salida del campo de fútbol fue detenido brevemente por la Policía serbia e instado a montarse en un avión de vuelta a su país. Al aterrizar en Tirana, Rama y los jugadores albaneses encontraron un recibimiento digno de héroes nacionales.

La insinuación, por más anecdótica que fuera, de la quimera irredentista de la Gran Albania ante sus mismas narices no podía menos que sacar de sus casillas a los susceptibles Vucic y Dacic, que hablaron respectivamente de "campaña organizada por extremistas albaneses" y de "provocación política" en toda regla; su objeto: "presentar a Serbia como un país intolerante con la diversidad", "humillar a sus ciudadanos" y "minar la seguridad nacional". Los dirigentes coincidieron en exigir a la UE una respuesta contundente.

Los observadores de la región recordaron que las relaciones serbo-albanesas, a pesar del acuerdo sobre Kosovo, no pasaban por su mejor momento, entre otras razones porque las autoridades de Belgrado contemplaban con preocupación y malestar no disimulados la posibilidad de que sus homólogas de Tirana, una vez aceptado el estatus de país candidato por el Consejo Europeo (en junio de 2014), consiguieran realizar su aspiración de entrar en la UE antes que ellas, a pesar de que todavía no habían comenzado las negociaciones de la adhesión albanesa, para las que ni siquiera había fecha de partida. La turbamulta política y diplomática llegó al cenit con el anuncio de la postergación del viaje oficial del primer ministro Rama y las demandas de dimisión, formuladas por la oposición serbia, del ministro del Interior de Vucic y miembro del SNS, Nebojsa Stefanovic, acusado de incompetente.

A pesar de todo, los ánimos se calmaron pronto, con Vucic y Rama plegados a reconducir la situación. A la voluntad de contemporizar contribuyó el 23 de octubre la presencia en Belgrado, histórica, del jefe diplomático kosovar, Enver Hoxhaj, para tomar parte en una reunión ministerial informal de los países de los Balcanes Occidentales. El 10 de noviembre de 2014, por fin, Rama materializó su esperada visita de carácter histórico, pero el huésped albanés estuvo a punto de echarlo todo a perder al atreverse a recomendar a sus anfitriones que reconocieran la "independencia irreversible" de Kosovo. Este comentario hizo añicos el clima de cordialidad prodigado por Vucic, que, visiblemente enojado, preguntó a su invitado a qué venía semejante "provocación" y "humillación".

De nuevo, las partes se esforzaron en retomar el entendimiento. El 27 de mayo de 2015, meses después de finalizarse (15 de enero) con la OTAN el IPAP, de acusar el primer ministro a la UE de "orquestar una campaña" contra su Gobierno mediante la "financiación" de medios de comunicación regionales con una línea informativa crítica —como la Balkan Investigative Reporting Network (BIRN) de Sarajevo— y de conocerse el veredicto (3 de febrero) del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya que descargaba tanto a Serbia como a Croacia de las mutuas acusaciones de genocidio supuestamente cometido por las tropas respectivas durante la guerra de independencia desarrollada en el último país entre 1991 y 1995, Vucic devolvió a Rama su visita de noviembre de 2014. La presencia de Vucic en Tirana revestía igualmente un cariz histórico y en la rueda de prensa conjunta con Rama el ilustre visitante no se privó de afirmar que "Kosovo es Serbia". Los gobernantes constataban sus "desacuerdos" sobre Kosovo, pero eso no debía ser óbice para desarrollar el diálogo y la cooperación bilateral, arguyeron.

Como los albaneses, los bosnios musulmanes tampoco guardaba un buen recuerdo de los años en que Serbia estuvo mandada por Milosevic y Vucic, antiguo oficial a las órdenes del dictador, sufrió en sus carnes el resentimiento de quienes padecieron los horrores de la guerra y la limpieza étnico-religiosa. El incidente tuvo lugar el 11 de julio de 2015 en las proximidades de Srebrenica, la ciudad mártir a la que Vucic ya había afirmado que estaba dispuesto a acudir y que conmemoraba el vigésimo aniversario de la masacre de 1995. Creyendo que la detención en Serbia, en marzo anterior, de ocho policías sospechosos de haber participado en la matanza y su comunicado personal, emitido en la víspera, alusivo al "monstruoso y horroroso crimen" servirían para rebajar las lógicas animosidades en su contra e ilustrar el repudio absoluto del Gobierno de Belgrado a aquella atrocidad histórica, Vucic se presentó en Srebrenica con la intención de participar en las ceremonias de honra a las víctimas, pero su gesto, no exento de gran coraje, despertó reacciones extremadamente adversas.

Cuando se disponía a unirse a otros dignatarios internacionales en el mausoleo-memorial de Potocari, lugar de reposo de 6.200 víctimas de la masacre, miles de paisanos enfurecidos comenzaron a increparle y a arrojarle piedras y botellas, obligándole a abandonar el lugar a la carrera guarnecido por una nube de guardaespaldas. Además de pitos y abucheos, pudieron oírse gritos de Alá es grande. A tenor de lo visto en las imágenes, impresionantes, Vucic escapó por los pelos de un acoso que podría haber desembocado en su linchamiento físico. Voceros del Gobierno serbio llegaron a calificar lo sucedido de "intento de homicidio".

Una vez en Belgrado, el protagonista de la peligrosa peripecia reveló que una piedra le había alcanzando en la boca y expresó su pesar por que "algunas personas no hayan reconocido nuestra sincera disposición a construir unas relaciones de amistad entre los pueblos serbio y bosníaco". La alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, asistente a la conmemoración, salió a solidarizarse con el dirigente serbio, quien había hecho la "elección histórica" de estar presente en Srebrenica.

Para entonces, Serbia ya estaba viéndose afectada de lleno por la crisis de los refugiados de Oriente Medio, sirios en su mayoría, cientos de miles de civiles que, procedentes de Turquía y arribados al continente europeo por las costas griegas, pretendían llegar a Alemania y otros países ricos del norte de la UE atravesando sucesivamente Bulgaria, Macedonia, Serbia, Hungría y Austria. Serbia, un país no precisamente atractivo para estos ciudadanos extranjeros, era una estación básicamente de tránsito en el tramo medio de la denominada ruta de los Balcanes occidentales, pero el Gobierno Vucic no se mostró dispuesto a dejar pasar sin más a este gigantesco flujo de personas desesperadas, que generaba enormes problemas humanitarios y de seguridad.

A primeros de julio de 2015, como reacción al anuncio por Hungría, país del espacio de Schengen para la libre circulación de personas, de la construcción inmediata de una tupida alambrada a lo largo de los 175 km de la frontera meridional con Serbia para taponar la entrada de refugiados, el primer ministro, de regreso de una entrevista en Budapest con su homólogo húngaro, Viktor Orbán, comunicó que Serbia se disponía a endurecer la vigilancia de su borde con Macedonia.

En septiembre, Vucic arremetió contra el "brutal" comportamiento de los húngaros, quienes al sellar herméticamente su frontera sur dejaban atrapados en la parte norte del país vecino a decenas de miles de refugiados que habían conseguido entrar en la mucho menos guarnecida Serbia vía Macedonia. Desde Estados Unidos, donde estaba de viaje oficial, el primer ministro conminó a la UE a "reaccionar" adecuadamente ante a esta crisis, pues de lo contrario Serbia tendría que buscar "sus propios medios" para proteger sus fronteras y de paso "los valores europeos".

La situación se complicó aún más cuando las autoridades serbias fueron a su vez acusadas de estar causando una "catástrofe humanitaria" por Croacia, país de desvío escogido por los refugiados en sus desesperadas tentativas de alcanzar Europa central. El Gobierno de Zagreb, encabezado por el socialdemócrata Zoran Milanovic, exigía al de Belgrado que detuviera esta afluencia de decenas de miles de refugiados venidos desde su territorio y como medida de presión impuso una prohibición temporal a la entrada de personas con pasaporte serbio y de todo vehículo con matrícula de allí; como represalia por esta drástica sanción, Vucic ordenó el bloqueo del tráfico de los vehículos con carga comercial matriculados en Croacia, país que desde 2013 era miembro de la UE aunque todavía no del espacio de Schengen. El Ministerio de Exteriores de Dacic tiró de retórica acerba para comparar la actitud "discriminatoria" del Gobierno Milanovic con las políticas criminales del régimen fascista croata de los años de la Segunda Guerra Mundial.

En resumidas cuentas, la decisión de Orbán de cerrar a cal y canto la frontera de Hungría con Serbia, país que no imitó ese proceder en relación con Macedonia, derivó en una tormenta comercial y diplomática entre Serbia y Croacia, cuyas relaciones, casi de la noche a la mañana, descendieron a su nivel más bajo desde la caída de Milosevic en 2000. Como había sucedido el año anterior con respecto a Albania, las partes no dejaron que el estropicio bilateral, que solo podía causar daños cuantiosos por igual, se enquistara y pudriera. En octubre, Zagreb, urgida por Bruselas, reabrió los pasos fronterizos con Serbia, Belgrado puso fin también a sus contramedidas y el día 25 los dos jefes de Gobierno se vieron las caras en la capital belga con motivo de la cumbre especial convocada por los máximos responsables de la UE para analizar la crisis de los refugiados junto con los líderes de los 11 países involucrados en la ruta de los Balcanes occidentales


6. Reválida parlamentaria en 2016 y elección para presidir la República en 2017

La percepción por la población —no toda, ni mucho menos— de que la situación económica estaba mejorando, de que el país ganaba estabilidad y de que sus gobernantes estaban defendiendo los intereses de Serbia de manera adecuada en el ámbito exterior iba a deparar grandes gratificaciones a Vucic, convertido en la figura prácticamente hegemónica de la política nacional, y su partido en las siguientes citas electorales. La oposición, fragmentada y muy débil, encontraba poco eco para sus denuncias de que el "régimen" de Vucic y el SNS, asistido dócilmente por el SPS de Dacic, estaba acumulando preocupantes señales de autoritarismo y afán por controlar los medios de comunicación y la opinión pública, amor al poder que hacía volver la mirada a la era de Milosevic. Con las salvedades de que Vucic no falsificaba elecciones, ni mandaba liquidar a enemigos políticos, ni espoleaba el chovinismo étnico, ni desataba guerras.

El primer ministro, repitiendo su proceder de 2014 cuando él y Dacic desempeñaban los papeles invertidos, optó por precipitar el adelanto de los comicios a la Asamblea en mitad de la legislatura para rentabilizar unos sondeos de lo más propicios para el SNS. Al igual que dos años atrás, el pretexto aducido fue la necesidad que había de obtener un sólido mandato democrático que confiriera ímpetu a las negociaciones de adhesión a la UE, las cuales avanzaban con demasiada parsimonia, entendían las autoridades de Belgrado.

Las votaciones tuvieron lugar el 24 de abril de 2016 y a las mismas Vucic se presentó como el cabeza de lista de la coalición Serbia está ganando, formada por el SNS y su cohorte de adláteres, a saber, el SDPS, el SPO, el PUPS, la NS, el PS, el Movimiento Fuerza de Serbia (PSS-BK), el Partido Democrático Independiente de Serbia y el Partido Popular Serbio (SNP). Los progresistas y sus aliados reunieron el 48,2% de los votos, es decir, igualaron casi exactamente su cuota de 2014, pero en la asignación de escaños salieron perjudicados porque aumentó el número de partidos que superaron el listón del 5% y adquirieron representación parlamentaria. Uno de ellos era, con 22 escaños, el viejo SRS, renacido prácticamente de sus cenizas tras pasarse dos legislaturas en blanco y acaudillado por su jefe de siempre, el fogoso Seselj, convertido de golpe y porrazo en el principal cabeza de la oposición serbia, a modo de broche de oro a su reciente absolución de todos sus cargos por el TPIY de La Haya. El discurso reciamente antieuropeo de Seselj provocaba desagrado en su antiguo discípulo, Vucic.

Como resultado de la irrupción de nuevas fuerzas en la Asamblea, el bloque del SNS perdió 39 diputados, quedándose con 131, lo que de todas maneras seguía siendo mayoría absoluta. Puesto que el pacto con Dacic permanecía intacto, Vucic reeditó la coalición de Gobierno con el SPS, holgadamente mayoritaria. El 23 de mayo el presidente Nikolic trasladó a Vucic el encargo correspondiente y el dirigente, tomándoselo con tranquilidad, demoró la presentación del nuevo Gabinete hasta el 8 de agosto. Su segundo equipo de gobierno no difería mucho de anterior y conservaba la aritmética pentapartita, con la salvedad de que la NS fue sustituida por el PUPS.

Todos los responsables de peso del Gobierno Vucic 1 continuaron en sus puestos: Dacic como primer viceprimer ministro y titular de Exteriores; los viceprimeros ministros Zorana Mihajlovic (SNS) y Rasim Ljajic (SDPS); el ministro del Interior Nebojsa Stefanovic, elevado a la sazón al rango de viceprimer ministro; su colega de Defensa, Zoran Dordevic (SNS); y el encargado de las Finanzas, el no afiliado Dusan Vujovic. El Gobierno Vucic 2 inició su andadura el 11 de agosto, con su jefe vislumbrando el horizonte de una "era dorada" para Serbia y reiterando el objetivo de meter al país en la UE en la UE en 2020.

2016 terminó con otra buena noticia para Vucic, la publicación el 9 de noviembre por la Comisión Europea del informe de progreso de los capítulos de negociación para la adhesión de Serbia. En síntesis, la conclusión era que Belgrado estaba cooperando de manera constructiva y realizando avances positivos para la compleción de las reformas inherentes a los criterios políticos y económicos, si bien todavía quedaba mucho por hacer. Días antes, el 30 de octubre, el gobernante vivió otro sobresalto personal al ser evacuado por la Policía de su domicilio en Belgrado porque los agentes acababan de descubrir un arsenal de armas de calibre militar, incluidos un lanzacohetes antitanque y granadas de mano, en un inmueble situado a unas decenas de metros. Vucic restó verosimilitud a las informaciones que apuntaban a un plan de atentado contra su persona abortado a tiempo por las fuerzas de seguridad.

En enero de 2017 Vucic sostuvo en Bruselas con Thaçi, presidente de Kosovo desde el año anterior, un encuentro de alto nivel auspiciado por la alta representante Mogherini y dirigido a aquietar tensiones e intensificar el diálogo político entre Belgrado y Pristina. En febrero, el gobernante acordó con Nikolic la no postulación de este a la reelección y la presentación de él en su lugar como el candidato del SNS para las votaciones presidenciales del 2 de abril. En su comunicado oficial, el dúo dirigente de Serbia indicaba su deseo de "seguir liderando el Estado juntos", prolongando una cooperación institucional "exitosa". Nikolic fue más gráfico al describir a los periodistas su estrecho entendimiento con Vucic con estas palabras: "Seguiremos alzando a Serbia desde sus rodillas. Aleksandar será el candidato presidencial".

Todos los sondeos otorgaban una victoria rotunda a Vucic. Al hasta ahora primer ministro le tocaba batirse con una decena de contrincantes, ninguno de los cuales amenazaba ni de lejos sus posibilidades de convertirse en el jefe del Estado. El 2 de abril de 2017 Vucic se proclamó presidente de Serbia en la primera vuelta con el 56% de los votos, relegando a la condición de meras comparsas en la liza democrática a Sasa Jankovic (segundo con el 16,6%), Luka Maksimovic (el 9,6%), el ex ministro de Exteriores Vuk Jeremic (el 5,7%), los tres candidatos independientes, y, en la quinta posición, el mismísimo Vojislav Seselj, el que fuera su jefe político, que solo mereció la confianza del 4,6% de los votantes. La participación fue del 54,4%. Tras publicarse los resultados, decenas de miles de simpatizantes de la oposición salieron a protestar voceando denuncias de fraude y maniobras abusivas de la maquinaria del oficialismo.

El 31 de mayo Vucic, con un mandato inaugural de cinco años, tomó posesión de un cargo cimero al que la Constitución asignaba funciones meramente representativas y ceremoniales, supeditado a las pautas políticas emanadas de la Asamblea y el Gobierno. Sin embargo, se daba por hecho que Vucic, de entrada porque continuaba siendo el líder del SNS, iba a retener en la práctica mucho de su actual poder político. La identidad de la persona que fuera a sustituirle como primer ministro también resultaría determinante en la definición del nuevo equilibrio fáctico de poderes.

"Juro poner todo mi empeño en preservar la soberanía e integridad territorial de la República de Serbia, incluidas Kosovo y Metohija, partes integrales de la misma, así como en proteger los Derechos Humanos y de las minorías, y las libertades. Haré respetar y defenderé la Constitución y las leyes, y preservaré la paz y la prosperidad de todos los ciudadanos", fueron las palabras pronunciadas por Vucic en la ceremonia de asunción del cargo. En la víspera de su cambio de oficina institucional, Vucic comentó que barajaba "tres candidatos" para el puesto de jefe del Gobierno que él desocupaba vía dimisión reconocida por la Asamblea; uno de ellos era "alguien del SNS", otro el viceprimer ministro y líder socialista Dacic, con quien había construido unas "buenas relaciones de confianza" en todos estos años y por el momento primer ministro en funciones, y el tercero se trataba de una personalidad no miembro de ningún partido.

Aleksandar Vucic tiene dos hijos, un chico y una chica nacidos en 1998 y 2002, fruto de su primer matrimonio con la periodista Ksenija Jankovic. La pareja se divorció en 2011 tras 14 años de casados y a finales de 2013 él contrajo nuevas nupcias con Tamara Dukanovic, diplomática en la plantilla del Ministerio de Exteriores de Serbia.

(Cobertura informativa hasta 31/5/2017)