Ahmad al-Jarba

En julio de 2013 la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Sirias, que aglutina a la mayoría de grupos y organizaciones declarados en rebelión contra el régimen baazista del país árabe -aunque no a los islamistas radicales reclutados posteriormente para la lucha armada-, escogió en Estambul como su segundo presidente a Ahmad al-Jarba, un notable tribal sunní de credenciales moderadas y muy próximo a Arabia Saudí. La elección de Jarba, concebida para pasarle página a un período de disputas internas que han minado la credibilidad de la Coalición Nacional como alternativa política a la dictadura de Hafez al-Assad y que han perjudicado las opciones militares de las fuerzas que la combaten sobre el terreno, precedió en unas semanas al bombardeo químico de Ghuta, suceso crítico en la guerra civil que asola Siria y que para el bando rebelde se ha traducido, de manera sorprendente e inesperada, en un grave traspiés diplomático.

(Texto actualizado hasta octubre 2013)

Nativo del extremo nordeste del país, junto a la frontera turca y no lejos también de Irak, en plena región kurda, pertenece a un clan musulmán sunní establecido en Qamishli, ciudad conocida por su carácter multiétnico y plurirreligioso. Entre finales de la década de los ochenta y principios de los noventa estudió en la Universidad Árabe de Beirut, donde se sacó una licenciatura en Derecho. A pesar de su juventud, Jarba adquirió funciones dirigentes en el seno de la gran confederación tribal Shammar, originaria de Arabia Saudí, que integra a comunidades de tradición beduina de varios países de Oriente Próximo, principalmente Irak, donde los Shammar reúnen a millón y medio de personas. Entre 1996 y 1998 Jarba estuvo detenido a causa de sus actividades opositoras al régimen dictatorial del partido Baaz, entonces sometido a la férula implacable de Hafez al-Assad, aupado al poder en Damasco en el golpe "corrector" de 1970 y padre del actual presidente, Bashar al-Assad, quien le sucedió a su muerte en 2000.

En marzo de 2011, con el estallido en Siria, por contagio de los sucesos revolucionarios en Túnez, Egipto y Libia, de masivas protestas pro democracia que Assad ordenó aplastar a sangre y fuego, Jarba volvió a ser detenido por los agentes de la seguridad del Estado. En agosto del mismo año, cuando el imparable alzamiento popular amagaba ya con degenerar en un conflicto armado a gran escala entre las fuerzas rebeldes, nutridas por muchos soldados desertores, y las gubernamentales leales a Assad y al Baaz, Jarba obtuvo la libertad y corrió a refugiarse en Líbano. De ahí pasó a Arabia Saudí, donde se colocó bajo la protección de la familia real.Mientras Siria se deslizaba hacia una devastadora guerra civil, Jarba multiplicó sus actividades de apoyo a la Revolución con la facilitación de medios económicos y materiales. Desde el lado político se adhirió al Consejo Revolucionario de Tribus Sirias, donde representaba a su gobernación natal de Al Hasakah, y a la llamada Declaración de Damasco, colectivo opositor moderado que tiene su origen en el manifiesto democrático del mismo nombre firmado en 2005 por una serie de grupos disidentes y opuestos al régimen baazista.

Como miembro de la Declaración de Damasco, Jarba se integró en el Consejo Nacional Sirio (CNS), primera convergencia organizada de fuerzas y personalidades de la oposición tras el comienzo de las protestas en marzo, tanto del exilio como de la resistencia interna. Formado entre agosto y octubre de 2011 en Estambul y con Burhan Ghalioun de primer presidente, el CNS, debido a la descoordinación y a las disputas entre las múltiples facciones que le daban vida, fracasó en el propósito de ofrecer a la población siria y al mundo un frente político cohesionado y alternativo al Gobierno de Assad, que fuera capaz a la vez de liderar la revuelta en casa y de preparar, aplicando una hoja de ruta y una declaración de principios bien perfilados, un proceso de transición democrática para el día después de la caída de la dictadura, considerada ineludible.

El 11 de noviembre de 2012, el fiasco del CNS obligó a la oposición siria, con el empuje decisivo de Estados Unidos, las monarquías del Golfo y Turquía, a constituir en Doha la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Sirias (CNFROS), un conglomerado ampliado del universo opositor, aunque no completamente aglutinador, y del que el CNS, ahora encabezado por el socialdemócrata cristiano George Sabra, sólo era una parte, si bien mayoritaria. Inspirado en el CNT de Libia, la Coalición Nacional se dotó de un presidente, Moaz al-Jatib, un predicador sunní próximo a los Hermanos Musulmanes e islamista moderado. El hito político de Doha fue saludado por la principal fuerza militar insurgente, el Ejército Sirio Libre (ESL), con el lanzamiento de una segunda gran ofensiva contra Damasco, a la postre fallida como la anterior. Dentro de la CNFROS, Jarba se hizo responsable de coordinar la acción humanitaria para los cientos de miles de refugiados sirios, a los que visitó en sus campamentos instalados en Turquía. También, participó en las tareas de adquisición de armas ligeras para el ESL, las cuales estaban siendo suministradas principalmente por Arabia Saudí y Qatar con soporte logístico de las inteligencias estadounidense y británica.

Aunque la Coalición Nacional entró en una dinámica de respaldos internacionales (el Consejo de Cooperación del Golfo, la Liga Árabe, la Unión Europea, Turquía, Estados Unidos y así hasta los 114 países asistentes a la Conferencia de Amigos de Siria la reconocieron con prontitud como representante legítima o única del pueblo sirio), su efectividad quedó rápidamente cuestionada por el intenso fraccionamiento, las desconfianzas intestinas y la debilidad de su liderazgo político. Así, al cabo de cuatro meses, el 24 de marzo de 2013, Jatib presentó la dimisión frustrado por la mala acogida que había tenido su propuesta de abrir conversaciones con los representantes de Assad a cambio de la liberación por el régimen de 160.000 detenidos, y por las reticencias de las potencias occidentales a armar al ESL, una reclamación que era compartida por Jarba y otros muchos dirigentes rebeldes.

En vísperas de la renuncia de Jatib, Jarba se retiró temporalmente de la Coalición Nacional en desacuerdo con la reciente elección de Ghassan Hitto, un empresario religioso naturalizado estadounidense sin ninguna actividad opositora en su historial antes de 2011, como primer ministro del nuevo Gobierno interino de la rebelión. Para él, la formación de un Gobierno interino era un paso político prematuro, dado que antes había que consolidar las zonas liberadas en la franja norte del país y obtener conquistas decisivas en la guerra contra las huestes de Assad en los frentes de Damasco, Homs y Aleppo. Además, Hitto era visto como una figura demasiado próxima a Qatar y a los Hermanos Musulmanes, algo que disgustaba a Arabia Saudí y a sus protegidos en la CNFROS, el más conspicuo de los cuales era Jarba.

El 6 de julio de 2013, poniendo fin a casi tres meses de vacancia en el puesto cimero, la Asamblea Parlamentaria de la Coalición Nacional, reunida en Estambul, escogió a Jarba como nuevo presidente de la organización frente a otro candidato, Mustafa Sabbagh, un empresario patrocinado por el Gobierno qatarí que venía fungiendo como secretario general de la Coalición. Jarba, cuya elección fue analizada por tanto en clave de un aumento del peso y la influencia de Arabia Saudí en la Coalición Nacional, se impuso a Sabbagh en una segunda ronda de votaciones con 55 papeletas a favor. El derrotado dejó pasó en la Secretaría General a Anas al-Abdah. Al cabo de dos días, no por casualidad, el primer ministro Hitto dimitió aduciendo su incapacidad para formar el Gobierno que le habían encomendado. Su sucesor, Ahmad Touma, no iba a ser nombrado hasta septiembre.

En sus primeras declaraciones a los medios internacionales, Jarba aseguró que Assad "no iba a ganar" y que el curso de la empantanada guerra civil (un conflicto de desgaste y aniquilación, trufado de horribles atrocidades y con una dimensión cada vez más sectaria y regional, pues estaba adquiriendo visos de una lucha a muerte entre sunníes por un lado, y shiíes y alauís por el otro), con su estremecedor balance provisional de más de 100.000 víctimas mortales y cinco millones de desplazados y refugiados, tomaría un curso del todo favorable a la Revolución a poco que esta fuera armada adecuadamente.

Según Jarba, la situación actual del ESL que comandaba el general Salim Idris, cuyo protagonismo y capacidad de combate estaban siendo paulatinamente socavados por una maraña de brigadas islamistas -la mayoría con filiaciones abiertamente salafistas, jihadistas y alqaedistas, que luchaban contra Assad por libre y que incluso ya estaban sosteniendo incidentes armados esporádicos con las fuerzas rebeldes no confesionales-, podía considerarse "débil", si no "desesperante", pues el régimen de Damasco no desistía de buscar la "victoria militar" con el uso indiscriminado de "armas químicas y bombas de racimo".

En estas circunstancias, la Coalición Nacional no podía asistir a la conferencia internacional de Ginebra contemplada por Washington y Moscú para buscar una salida política al conflicto sirio. Si los Amigos de Siria querían que la Coalición Nacional fuera interlocutora en unas futuras conversaciones de paz con el bando de Assad, antes tendrían que permitirle, dándole las armas que necesitaba, "ser fuerte sobre el terreno", insistía Jarba, quien también deslizó su desazón por la creciente presencia de unidades shiíes de la milicia libanesa Hezbollah y de los Guardianes de la Revolución iraníes, convertidos en cruciales tropas auxiliares de las fuerzas del régimen.

A primeros de agosto, en una entrevista para la cadena Al Jazeera, de vuelta de una reunión de alto nivel en Nueva York con el secretario de Estado John Kerry, al que imploró el "apoyo directo" de Estados Unidos para "ejercer el derecho a la autodefensa, proteger a los civiles y evitar que el régimen sobreviva", Jarba manifestó que: "Cada batalla tiene una solución. Estamos en medio de una terrible catástrofe. Hay una invasión extranjera en nuestro país. Estamos resistiendo por nuestra libertad, nuestra dignidad. La solución política llegará eventualmente. Pero una solución política que realice el objetivo de la Revolución: eliminar este régimen y a estos criminales que matan al pueblo sirio".

A últimos de agosto, en pleno revuelo internacional por el masivo ataque químico del 21 de agosto contra un área controlada por los rebeldes en Ghuta, al este de Damasco, agresión que provocó cientos de muertos y que la Coalición Nacional atribuyó a los gubernamentales sin ningún género de dudas, Jarba fue recibido en el Elíseo por el presidente francés François Hollande. Desde París, Jarba realizó una declaración de denuncia del "acto de genocidio" que el brutal ataque químico de Ghuta constituía. Dos días después, el 31 de agosto, la Coalición emitió un comunicado institucional en el que recogía las últimas palabras de su presidente, sobre que tras "29 meses de inactividad" la comunidad internacional tenía la "obligación moral de detener el empleo por el régimen de la violencia excesiva e indiscriminada contra el pueblo sirio". Para Jarba, dicha respuesta debía consistir en una intervención militar "amplia y contundente", con el fin de "reducir de manera significativa la capacidad del régimen sirio de infligir sufrimiento a su propio pueblo y enviar un mensaje claro de que el uso de armas químicas no será tolerado".

Sin embargo, las represalias de las potencias occidentales sin la autorización expresa del Consejo de Seguridad de la ONU no llegaron a producirse por la enérgica advertencia de Rusia, valedora de Assad, quien a su vez achacaba a los rebeldes el bombardeo químico con el supuesto fin de forzar la intervención occidental en su auxilio, y por las propias vacilaciones de los aliados de la OTAN, paralizantes luego de que el Parlamento de Londres votara en contra de una moción presentada por el Gobierno de David Cameron para recabar el apoyo de los grupos políticos a la participación británica en un eventual ataque aéreo de alcance limitado contra instalaciones del Gobierno y el Ejército sirios

En septiembre, la estrategia de persuasión internacional conducida por Jarba y la CNFROS sufrió un duro golpe al ponerse de acuerdo Estados Unidos y Rusia en la imposición a Siria de un régimen de desarme químico avalado por la ONU y ejecutado por los inspectores de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ). Assad tomó al vuelo la oportunidad que se le daba de entregar a la comunidad internacional sus arsenales químicos para su destrucción en un complejo proceso que se prolongaría hasta 2014, pues ello le convertía en un interlocutor imprescindible de las potencias internacionales, recobrando así parte de la legitimidad perdida y permitiéndole ganar tiempo en la prosecución de su potente contraofensiva militar contra las diversas facciones rebeldes.

En el propio campo de la rebelión, cada vez más islamizada y desnortada, la autoridad de Jarba y su organización quedó seriamente cuestionada ese mismo mes al proclamar varios grupos combatientes, y no todos islamistas radicales, su negativa a reconocer la representatividad política de la Coalición Nacional o de cualquier otro grupo político basado en el extranjero, cuyos mandatos e instrucciones no serían acatados.

(Texto actualizado hasta 1/10/2013)