Abu Muhammad al-Jolani
Emir del HTS
En Siria, el 8 de diciembre de 2024, tras 61 años de dictadura del partido Baaz, 54 de férula dinástica familiar, 24 de autocracia personal de Bashar al-Assad, 13 de guerra civil y tan solo 12 días de fulminante ofensiva bélica, una coalición de fuerzas rebeldes tomó Damasco sin hallar resistencia y puso fin al régimen de la República Árabe Siria. Al frente de los vencedores compareció Abu Muhammad al-Jolani, líder de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), la insurgencia más potente y de credenciales islamistas, quien solo entonces se dio a conocer al gran público internacional pese a su veteranía en la cúpula de la constelación de grupos rebeldes. Cuando el 27 de noviembre el HTS desencadenó contra Aleppo su operación relámpago Disuasión de la Agresión, su jefe llevaba una década instalado en su reducto noroccidental de Idlib.
Descrito ya como el nuevo "hombre fuerte" y el "líder de facto" de Siria en pleno vacío de poder institucional, el enigmático Jolani, con un violento pasado de yihadista leal a Al Qaeda que, jugando la carta discursiva del nacionalismo y la moderación, lleva un tiempo procurando reciclar, deberá despejar con hechos las numerosas y graves incógnitas que se gravitan sobre el país del Levante, epicentro de un terremoto inesperado que ha sacudido el tablero estratégico de Oriente Próximo y podría tener implicaciones de alcance global.
Personaje decisivo, Jolani, valiéndose de gestos, palabras y llamativos cambios estéticos, transmite el mensaje de una supuesta mutación personal, desde la militancia sectaria a la responsabilidad del estadista, que suscita interrogantes y valoraciones encontradas, como la de que se trata de un "radical moderado", lo que en sí es todo un oxímoron. Oportunismo y astucia son otros rasgos adjudicados a quien durante los años de la lucha armada no dejó de reiterar que sus metas eran hacer triunfar la revolución popular deflagrada en 2011, derrocar a Assad y establecer en sistema islámico en Siria.
Desde su creación en 2017, el HTS, antes llamado Frente al-Nusra, está designado como organización terrorista por la ONU y arrastra un pesado historial de violaciones de los derechos humanos. Ahora, Jolani quiere que el mundo le vea como un político dedicado a una causa patriótica donde confluyen la diplomacia y la conciliación. Por de pronto, la continuidad e incluso intensificación de varios frentes de violencia —vasta operación militar israelí en las gobernaciones de sur, combates en el norte y el este entre milicianos árabes y autonomistas kurdos— prolonga el estado de guerra en el día después de la súbita caída de Assad, celebrada por la inmensa mayoría de la población. Desde 2011, los distintos frentes de violencia han costado la vida a más de 600.000 sirios.
Las dudas y la incertidumbre sobre los planes e intenciones de Jolani y sus asociados conciernen a todas las cuestiones cruciales, hasta ahora afrontadas con contradicciones, opiniones cambiantes o simplemente silencio: la naturaleza de los nuevos Gobierno, Estado y Fuerzas Armadas; la definición del marco legal-constitucional y, se supone, la planificación de un futuro de elecciones pluralistas, algo inédito desde 1961; el estatus del Islam, la situación en que quedan los kurdos y la protección de otras importantes minorías étnico-religiosas como los cristianos, los shiíes, los drusos y los alauíes (estos últimos tan identificados con el régimen depuesto), a todos los cuales Jolani garantiza idénticos derechos y libertades que los de la mayoría árabe sunní; la judicialización de los crímenes de la tiranía baazista-assadista, que según Jolani no quedarán impunes; el retorno de los 13 millones de refugiados y desplazados (esto es, más de la mitad de la población), iniciado ya de manera espontánea; y la reconstrucción material de un país devastado.
También toca el reseteo de las relaciones con las cinco potencias extranjeras que, con agendas particulares y contrapuestas, llevan años interviniendo en Siria. Estas son Irán, Rusia, Estados Unidos, Turquía e Israel. Si Jolani ya ha metido a la shií República Islámica de Irán, que ha perdido aquí un eslabón clave de su "Eje de la Resistencia" regional, en la lista de oponentes a vigilar, aún no se ha pronunciado sobre Turquía, silencio no del todo intrigante dadas las ambiguas relaciones entre Ankara y el HTS. El Gobierno del presidente Erdogan, acaso el máximo beneficiario del nuevo statu quo sirio, es el patrocinador y protector oficial del Ejército Nacional Sirio (SNA), en estos momentos aliado del HTS y volcado en la lucha contra los kurdos de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) y su administración autogobernada en las regiones al este del Éufrates, el Rojava, a los que Turquía considera "terroristas" a eliminar.
El Ejército turco, que desde 2016 ocupa ilegalmente tres "zonas seguras" en el norte de Siria, está respaldando con bombardeos aéreos al SNA en su ofensiva para echar de las áreas de Manbij y Kobani, en la norteña gobernación de Aleppo, a las SDF, un aliado clave de Estados Unidos para sus operaciones en el desierto del interior contra el Estado Islámico, residual pero justamente ahora vigorizado. El SNA se apoderó de Manbij el 9 de diciembre y el llamado Mando de Operaciones Especiales, esto es, el HTS, hizo lo mismo con Deir Ez Zor, en la orilla sudoeste del Éufrates, al día siguiente. Más al sur, el Ejército estadounidense ocupa desde 2016 la base de An Tanf, cerca de la confluencia fronteriza con Irak y Jordania, a su vez plataforma de otra de las fuerzas rebeldes que participaron en la arremetida contra Damasco, el Ejército Sirio Libre (FSA).
Jolani ya ha empezado a lanzar guiños a Estados Unidos, antaño enemigo expreso y que por el momento le mantiene en su lista de terroristas buscados, y su tono es sorprendentemente elusivo o condescendiente con Israel. Aprovechando la confusión imperante, las Fuerzas de Defensa Israelíes y el Gobierno de Netanyahu han invadido Siria por Quneitra, han declarado roto el acuerdo de separación de tropas de 1974, han empezado a ampliar la buffer zone lindera con el Golán ocupado y se están dedicando al bombardeo y destrucción sistemáticos de lo que quedaba de la Fuerza Aérea, la Armada y las instalaciones del desintegrado Ejército Árabe Sirio (SAA). A Rusia, que se juega perder sus bases aeronavales, geopolíticamente criticas, de Latakia y Tartus en la costa mediterránea y cuyos bombardeos indiscriminados mataron a miles de sirios a lo largo de la guerra —además de brindar ahora un asilo dorado a Assad—, Jolani le ofrece una "oportunidad de reconsiderar su relación con nosotros".
En sus primeras alocuciones desde Damasco, a donde llegaron primeras las fuerzas de la llamada Sala de Operaciones del Sur, adueñadas de Daraa, Suwayda y Quneitra mientras el HTS entraba en Homs tras hacerse con Aleppo y Hama, Jolani se ha jactado de que "ningún país" les ha apoyado en la consecución de la "nueva Siria" y de que la "histórica" victoria del 8 de diciembre corresponde a "todo el pueblo sirio" y al conjunto de la "nación del Islam".
También, junto con el primer ministro designado por el HTS el 9 de diciembre con el mandato de encabezar un Gobierno de transición hasta el 1 de marzo de 2025, Muhammad al-Bashir (el cual ya venía presidiendo el Gobierno de Salvación Sirio, basado en Idlib, sostenido por el HTS y paralelo al otro Gobierno rebelde, el Interino Sirio, proturco y acatado por el SNA), el dirigente ha transmitido mensajes de calma y llamamientos a la confianza y la estabilidad. Un panorama este último que una semana después del insospechado cambio de guardia en Damasco está lejos de vislumbrarse.
(Texto actualizado hasta 15 diciembre 2024).
BIOGRAFÍA
Yihadista de Al Qaeda en Irak y Siria
La biografía de Abu Muhammad al-Jolani, cuya edad oscila entre los 41 y 42 años, es básicamente la cronología de sus andanzas, fusil Kalashnikov en mano, en la insurgencia irakí y luego en la rebelión armada contra el régimen dictatorial del Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Baaz) y el presidente Bashar al-Assad.
Su verdadero nombre, que está volviendo a usar, es Ahmad Hussein al-Sharaa y nació en Riad, la capital de Arabia Saudí y lugar de exilio de su padre, un ingeniero petrolero con un pasado de activista nasserista y opositor al Gobierno de Hafez al-Assad, progenitor de Bashar y presidente de Siria entre 1971 y 2000. Los Sharaa eran oriundos de los Altos del Golán, área montañosa de la gobernación de Quneitra que en 1967 tuvieron de abandonar huyendo de la ocupación israelí cuando la Guerra de los Seis Días. De ahí el toponímico de Jolani (en ocasiones transliterado también como Jawlani), escogido para componer el nom de guerre islámico. La familia regresó a Siria en 1989 y posteriormente el joven realizó en Damasco, según algunas fuentes, unos estudios o prácticas periodísticas de las que nada más se sabe.
Jolani se radicalizó en las filas del Islam político sunní durante las vorágines de la Segunda Intifada Palestina y los atentados terroristas del 11-S, los cuales celebró. Imbuido de salafismo y yihadismo, en 2003 se desplazó a Irak en vísperas de la invasión anglo-estadounidense que derrocó al régimen baazista de Saddam Hussein y no tardó de hacerse notar en las filas de Al Qaeda en Irak (AQI), la sucursal de la organización trasnacional de Osama bin Laden y Ayman al-Zawahiri, entregada a una campaña de ataques guerrilleros y terroristas contra las fuerzas ocupantes extranjeras y del Gobierno interino irakí. El jefe de AQI era el sanguinario yihadista jordano Abu Musab al-Zarqawi, fundador en 1999 de la Congregación del Monoteísmo y la Yihad (Jamaat al-Tawhid wal-Jihad).
En 2006 Jolani fue capturado por el Ejército estadounidense y los cinco años siguientes los pasó encerrado sin juicio en varias prisiones de Irak, entre ellas la cárcel de Abu Ghraib, famosa por los maltratos y torturas a los reclusos. En el lustro que el militante sirio estuvo fuera de juego, AQI, una vez liquidado Zarqawi por los estadounidenses, se transformó en el Consejo de la Shura de Muyahidines y luego (octubre de 2006) en el Estado Islámico de Irak (ISI), situados bajo los liderazgos sucesivos de los emires Abu Ayyub al-Masri y Abu Omar al-Baghdadi, ambos muertos en un ataque aéreo en 2010 en Tikrit. A Abu Omar al-Baghdadi le tomó el relevo Abu Bakr al-Baghdadi, quien por el momento mantuvo el acatamiento del grupo a la dirección central de Al Qaeda. El ISI siguió combatiendo a Estados Unidos, aunque entre 2006 y 2008 estuvo concentrado sobre todo en la brutal guerra civil sectaria contra los shiíes de Irak.
En 2011, durante el proceso de retirada de Estados Unidos de Irak, el Gobierno del primer ministro Nuri al-Maliki excarceló a Jolani, quien recobró la libertad a tiempo para reanudar la lucha armada en su propio país, Siria, desde marzo escenario de un secuencia de masivas manifestaciones y levantamientos populares contra la dictadura de Assad, el cual respondió a las protestas con una despiadada represión a sangre y fuego que involucró al Ejército Árabe Sirio (SAA). En su país en llamas, Jolani se dedicó a construir la rama siria de Al Qaeda, para lo que recibió la cooperación de Abu Bakr al-Baghdadi, quien permanecía en Irak.
El 23 de enero de 2012, mientras la revuelta siria tomaba el cariz de una guerra civil en toda regla y el peso de la oposición armada al régimen baazista recaía en el Ejército Sirio Libre (FSA, organización laica formada por desertores del SAA), Jolani fue anunciado como el emir de una nueva organización equivalente al ISI irakí y operativa en Siria, el Frente para la Victoria (Jabhat al-Nusra), más referido por los medios como Frente al-Nusra. La bandera del Frente, calcada de la de Al Qaeda, no daba lugar a equívocos sobre la naturaleza fundamentalista salafista del grupo: sobre fondo negro, lucía la Shahada del Islam: "No hay más dios que el Dios, Mahoma es el mensajero del Dios".
El 11 de diciembre de 2012 el Departamento de Estado de Estados Unidos clasificó como organización terrorista extranjera al Frente al-Nusra, operativamente supeditado al ISI. Meses después, el 16 de mayo de 2013, el ministerio que dirigía John Kerry listó a Jolani como "terrorista global especialmente designado". La imputación obedecía, argumentaba Washington, a que el grupo de Jolani, en su lucha declarada contra el régimen de Assad, venía perpetrando y reivindicando numerosos atentados con bomba y ataques suicidas en los que habían muerto civiles. El Consejo de Seguridad de la ONU designó también al Frente organización de naturaleza terrorista, aprobó sanciones contra una relación de individuos a él vinculados y reclamó leyes nacionales que permitieran llevar a la justicia a estos y a todos los demás "combatientes terroristas extranjeros".
La entente Baghdadi-Jolani estalló en abril de 2013 cuando el primero anunció la creación del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL), nuevo paraguas yihadista que supondría la fusión del ISI y el Frente al-Nusra, borrando las fronteras geográficas y las especificidades nacionales de cada yihad. Jolani expresó su disconformidad con este giro, desaprobado también por los jefes de Al Qaeda. Se negó a someterse a Baghdadi, prestó acatamiento solamente a Zawahiri y empezó a distanciarse de la ideología yihadista estrictamente transnacional, para la que la única meta era levantar el califato universal sobre la Umma o comunidad de creyentes, en favor de un enfoque más nacionalista de la lucha que se estaba librando en su país, Siria.
Comenzaron entonces los choques armados en territorio sirio entre el Frente al-Nusra, que ahora rendía cuentas solamente a la cúpula de Al Qaeda, y el ISIL, que en febrero de 2014 se separó oficialmente de Al Qaeda y cuatro meses después proclamó el Califato en Irak y Siria, donde Baghdadi estableció una muy poderosa entidad paraestatal a golpe de conquistas militares relámpago, horrendas masacres y otros actos salvajes de terror, como las decapitaciones filmadas. Cuando en septiembre de 2014 la nueva coalición internacional liderada por Estados Unidos emprendió bombardeos aéreos contra el Estado Islámico en las gobernaciones de Raqqa y Deir Ez Zor, los ataques se extendieron también a las posiciones que el Frente al-Nusra tenía en Aleppo.
Del Frente al-Nusra a Tahrir al-Sham
A lo largo de 2014 y 2015, la guerrilla de Jolani, desde su reducto en la gobernación noroccidental de Idlib lindero con Turquía y con una fuerza de no más de 10.000 combatientes, sostuvo una serie de enfrentamientos exitosos con el SAA a renglón seguido del fuerte revés que supuso la reconquista por los gubernamentales (mayo de 2014) de la gran ciudad de Homs, en manos de los rebeldes desde 2011. La mayor victoria del Frente al-Nusra se produjo el 28 de marzo de 2015 con la captura de la ciudad de Idlib, que al iniciarse las protestas había quedado bajo el control de los revolucionarios para luego ser recobrada por el Gobierno manu militari en marzo de 2012. Desde entonces y hasta principios de 2017, Jolani dirigió un mando conjunto de facciones islamistas sunníes que se hacía llamar Ejército de la Conquista (Jaish al-Fatah).
El Frente al-Nusra no disponía del sostén oficial de ningún gobierno extranjero, aunque todas las miradas se dirigían a Qatar. Más allá del grado de compromiso del emirato qatarí en la financiación del Frente, nunca reconocida por las autoridades de Doha pero sí insinuada, saltaba a la vista que Jolani, como mínimo, contaba con ricos patrocinadores privados de las monarquías del Golfo que simpatizaban con su causa político-religiosa. La ambigüedad rodeaba la actitud de Turquía, por su situación geográfica el favorecedor natural del Frente.
Ankara designó a los de Jolani organización terrorista en junio de 2014, en lo que no se diferenció de Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, Canadá, Japón, Irán, Irak, Líbano y todas las monarquías del Golfo a excepción de Qatar y Omán. Sin embargo, hubo ocasiones en las que el Gobierno de Erdogan indicó que el extremismo del Frente al-Nusra le parecía un problema menor al lado de la continuidad de Bashar al-Assad en el poder. Al territorio que el Frente controlaba en Idlib solo se podía acceder vía Turquía, así que cualquier suministro terrestre tenía que cruzar esa frontera.
El 28 de julio de 2016 Jolani renombró el Frente al-Nusra como Jabhat Fatah al-Sham (Frente para la Conquista del Levante, es decir, Siria). La nueva denominación transmitía mejor la prioridad militar de esta guerrilla de rebeldes yihadistas, pero más definitoria fue la decisión, voceada asimismo el 28 de julio aunque no de manera explícita, de romper vínculos con Al Qaeda para adquirir una plena autonomía estratégica y operativa.
El cambio, de calado, llegó tras meses de dificultades crecientes por la entrada formal (septiembre de 2015) de Rusia en la guerra del lado del régimen sirio, para el que los bombardeos aéreos masivos de su aliado europeo contra el Estado Islámico y los diversos focos rebeldes, unidos al incremento del dispositivo militar de Irán y del Hezbollah libanés, supusieron un más que considerable respiro. En diciembre de 2016 el SAA culminó con éxito casi cuatro años de extenuantes ataques y ofensivas contra Aleppo, la segunda ciudad del país, de donde los islamistas fueron finalmente expulsados.
Además de pelear contra el Estado Islámico, el SAA y las milicias shiíes y proiraníes, el Frente empezó a enzarzarse también en luchas esporádicas con grupos rivales de la rebelión salafista en Idlib y Aleppo. El enemigo más potente en este frente era el Movimiento Islámico de los Hombres Libres del Levante (Harakat Ahrar al-Sham al-Islamiya, más en breve Ahrar al-Sham), que desafió a Jolani por la posesión de la ciudad de Idlib.
El 28 de enero de 2017, metido en esta nueva dinámica de guerra civil entre islamistas dentro de la guerra civil general, Jolani orquestó la fusión de su Jabhat Fatah al-Sham con Jaysh al-Ahrar (Ejército de los Libres) y otras facciones menores, dando lugar a la Organización para la Liberación del Levante (Hayat Tahrir al-Sham, HTS). El cabecilla de Jaysh al-Ahrar, Abu Jaber Shayj, fue nombrado primer emir del HTS, si bien Jolani asumió el 1 de octubre dicho liderazgo, a sumar a su condición de comandante militar. Según sus hacedores, el HTS nacía con la vocación de liderar la "yihad popular" contra el régimen assadista y hacer triunfar la Revolución Siria prendida en 2011.
El HTS se dotó de una bandera y un logotipo que, preservando la profesión de fe islámica, lucían unos colores y grafismos alejados de la siniestra preponderancia del negro, el color asociado a Al Qaeda y el Estado Islámico. Bastante más tarde, Jolani iba a subrayar el proceso de alejamiento, al menos de cara al público, de la fraseología islamista-salafista-yihadista con un cambio de su uniforme personal: en lugar de la indumentaria asociada a los muyahidines, la guerrera y la visera militares de color verde y sin distintivos, acompañadas de una abundante barba más recortada. Las diatribas antiestadounidenses y antioccidentales de Jolani y otros portavoces desaparecieron.
Con todo, el grupo siguió en las listas antiterroristas de Estados Unidos —que no otorgaba credibilidad a su operación de lavado de cara—, la ONU, Rusia y otros países. De hecho, en mayo de 2017 Washington anunció una recompensa de hasta 10 millones de dólares a quien diera información conducente a la detención de Jolani.
La búsqueda por Jolani de un crédito y una legitimidad para el HTS en los terrenos político y estatal, no solo en el militar, quedó de manifiesto a principios de noviembre de 2017 con la presentación en Idlib, al cabo de una autocalificada Conferencia General Siria, del nuevo Gobierno de Salvación Sirio (SSG), visto desde el principio como una creación prácticamente exclusiva del HTS. La estructura HTS-SSG no tardó en establecer una administración civil en el territorio bajo su control, donde proporcionaba servicios públicos, recaudaba impuestos y emitía tarjetas de identificación a los residentes.
Portando como primer ministro a Muhammad al-Sheij (al que en diciembre de 2018 iba a suceder Fawaz Hilal, a su vez reemplazado en noviembre de 2019 por Ali Abdul Rahman Keda y este a su vez por Muhammad al-Bashir en enero de 2024), el SSG entró inmediatamente en un conflicto de jurisdicciones, llegándose a actos de fuerza, con el más antiguo Gobierno Interino Sirio (SIG). Este otro ejecutivo paralelo del bando rebelde se remontaba a marzo de 2013 y operaba más al norte, en Azaz, ciudad liberada de la gobernación de Aleppo y desde la Operación Escudo del Éufrates de 2016 colocada bajo la égida del Ejército turco.
El abiertamente proturco SIG formaba parte de la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Sirias, constituida en Doha en noviembre de 2012 y con base en Estambul, siendo el Consejo Nacional Sirio su principal componente. La Coalición Nacional, cuyo presidente en noviembre de 2017 era Riad Seif, contaba con el reconocimiento de Estados Unidos, la Unión Europea, varios de sus estados miembros, Turquía y Qatar en calidad de "representante legítimo del pueblo sirio" (en los casos de Turquía, Reino Unido, Francia, España y Qatar, esta representación revestía el carácter de "única"). Su brazo armado había sido el FSA, al que acababa de relevar una fuerza más cohesionada y estrechamente controlada por Turquía, el Ejército Nacional Sirio (SNA).
En el SNA, Turquía disponía de una fuerza de choque contra las principalmente kurdas Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), brazo armado de la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES o Rojava) y lideradas por las Unidades de Protección Popular (YPG), grupo paramilitar de izquierda que para Ankara era un muy molesto cómplice del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). A diferencia del SNA, el HTS no tenía por enemigas a las SDF. Con los kurdos de Siria, la tendencia del HTS iba a ser la apertura de canales de comunicación para cooperar en ciertos terrenos de común interés, empezando por la seguridad y la expulsión del Estado Islámico. En una fase más avanzada de la guerra, en 2023, el HTS y las SDF iban a establecer relaciones formales de carácter institucional.
El sector de Jolani arrastraba un historial de tensiones y encontronazos con el FSA, ahora relegado a un segundo plano. Con el nuevo SNA, la rivalidad y los recelos prosiguieron al principio, aunque luego se impusieron un modus vivendi y la colaboración frente a los enemigos comunes: el SSA y el Estado Islámico. El Gobierno turco habría preferido que el SIG-SNA fuera el dueño indiscutible de la rebelión en todo el norte de Siria, pero tampoco emprendió operaciones de fuerza contra el SSG-HTS. En este sentido, la confirmación por Turquía en agosto de 2018 de que el HTS formaba parte de su lista de organizaciones terroristas no se tradujo en acciones hostiles sobre el terreno.
Por otro lado, los de Jolani hicieron su contribución, modesta dadas sus limitadas capacidades, al derrumbe en 2017 tanto en Siria como en Irak del Califato del Estado Islámico, derrotado por las operaciones simultáneas de un amplio abanico de ejércitos regulares y actores armados no estatales que solamente coincidían en ese punto, la erradicación de la organización del fanático y ultraviolento Abu Bakr al-Baghdadi, de todos enemigo.
En los años que siguieron a su puesta en marcha, el HTS, al tiempo que se esforzaba en conseguir una administración civil solvente, próspera incluso, aunque sin dejar de concitar quejas ciudadanas por autoritarismo, abusos y violaciones flagrantes de los derechos humanos, invirtió parte de su actividad bélica en defender sus posesiones en Idlib y Aleppo de los ataques de grupos yihadistas vinculados a Arabia Saudí y que aseguraban ser ajenos a Al Qaeda. En estas reyertas interislamistas con Ahrar al-Sham, Junud al-Sham, el Movimiento Nureddin al-Zenki y otras facciones, inclusive la que sí se reconocía alqaedista, los Guardianes de la Religión (Hurras al-Din), el grupo de Jolani salió airoso. No así en las contraofensivas del SAA, que junto con sus aliados ruso e iraní recobró mucho del territorio perdido en las dos gobernaciones norteñas.
Para contener las arremetidas del SAA en Idlib y de paso poner a raya a sus rivales islamistas, Jolani forjó en 2019 un Mando de Operaciones Militares junto con dos facciones nacionalistas, el proturco Frente Nacional de Liberación, poco después integrado en el SNA, y el Ejército de la Gloria (Jaysh al-Izza), vinculado al FSA. En octubre de 2020 el HTS y sus aliados constituyeron en Idlib un Consejo Militar Unificado.
La intensidad de la guerra civil disminuyó a partir de 2020 debido a tres factores: la consolidación por los kurdos de su Rojava autónoma; el afianzamiento igualmente de las tres "zonas seguras" de ocupación que el Ejército turco impuso en sendas áreas fronterizas del norte en 2016, 2018 y 2019; y, sobre todo, la firma en Moscú por los presidentes Putin y Erdogan el 5 de marzo de aquel año de un alto el fuego que puso término a los enfrentamientos entre las tropas sirias y turcas en Idlib, cese de hostilidades que comprometió entre otros actores no estatales al HTS. En adelante, la guerrilla de Jolani quedó como la indiscutible primera fuerza rebelde de Siria.
(Cobertura informativa hasta 15/12/2024).
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