Abdurrahman Wahid

Proveniente de una influyente familia musulmana de Java Oriental (Jawa Timur), entre 1959 y 1963 estudió en la escuela islámica Tambak Beras de Jombang y en institutos de Yakarta, cuando su padre servía como ministro de Religión en el Gobierno de Sukarno. Hasta 1970 recibió una exhaustiva formación en humanidades en el extranjero, fundamentalmente en el Departamento de Estudios Superiores Árabes e Islámicos de la Universidad al-Azhar de El Cairo (1964-1966) y en la Escuela de Literatura de la Universidad de Bagdad (1966-1970). De vuelta a Indonesia y empapado de la literatura política que estaba publicando en Europa y Estados Unidos, Wahid se incorporó al mundo académico como profesor en su antigua escuela de Jombang y como decano de la Facultad de Teología Ushuludin de la Universidad Hasyim Ashari. También participó en la profesión periodística como columnista de la revista Tempo (1974-1980).

A comienzos de los años ochenta Wahid empezó a mostrarse activo en los foros políticos críticos con el régimen autoritario del general Suharto. En estos años en que la formación política oficial, el Partido de los Grupos Funcionales (Golkar), se aseguraba la hegemonía gracias a un sistema hecho a su medida en el que sólo dos partidos de oposición, el Democrático de Indonesia (PDI) y el del Desarrollo Unido (PPP), estaban autorizados a operar, las organizaciones musulmanas de masas sirvieron para canalizar planteamientos reivindicativos, si bien oficialmente se trataba de grupos apolíticos dedicados a tareas de tipo social y religioso, incluidas funciones educativas y caritativas.

En 1984 Wahid se erigió en presidente de la Nahdlatul Ulama (Renacimiento de los Ulema, NU), fundado en Jombang en 1926 por profesores musulmanes tradicionalistas —entre los que figuraba su abuelo, Hasyim Ashari— y que en estos años se convirtió en la más importante organización de cualquier tipo del país, con una militancia reclamada de 30 millones de fieles, muchos de ellos establecidos en las zonas rurales de Java. Wahid declaró, no obstante, que la NU no sería empleada como punta de lanza contra el régimen y, para subrayar su apoliticismo, fundó una escuela islámica en Ciganjur y destinó parte de su tiempo a presidir el Consejo de Arte municipal de Yakarta. En los años posteriores, con disposición moderada y algunas aproximaciones controvertidas al círculo de Suharto, Wahid se convirtió en un personaje ambiguo a los ojos de una oposición partidista cuya mayor beligerancia, por otra parte, no había resultado más efectiva en la lucha por la democratización del país.

Tanto un bando como el otro eran conscientes de la enorme influencia social de la NU de Wahid, quien de momento prefirió desenvolverse sin asumir compromisos arriesgados. En 1990 rehusó unirse a la Asociación de Musulmanes Intelectuales que acababa de crear el ministro de Tecnología y protegido de Suharto, Bacharuddin Jusef Habibie, y en abril de 1991 auspició un Foro de la Democracia (Forum Demokrasi), integrado a su vez por intelectuales, que alertó contra la proliferación de sectarismos étnicos y religiosos en la sociedad. A finales de aquel año estuvo a punto de perder la jefatura del movimiento por aceptar una ayuda financiera proveniente del fondo de loterías del Estado para construir una escuela religiosa.

Para sus seguidores de a pie, Gus Dur, que alcanzó el prestigioso estatus de maestro coránico (kiai), era un líder moral cuyas virtudes personales y religiosas lindaban con la santidad. Los observadores occidentales que lo conocían destacaban su apego a la tradición local del Islam, que predica la tolerancia religiosa. No en vano, tiene vigencia la escuela jurídica shafií, de talante racionalista. Siendo una organización conservadora, la NU otorgaba la primacía al Islam como fuerza moral y educativa del individuo, pero rechazaba su intromisión en la dirección de los asuntos públicos, cuanto más las corrientes fundamentalistas en auge en otras partes del mundo.

Este posicionamiento laico, advertido más claramente cuando saltó al primer plano político, generó las críticas de algunos círculos islámicos del país, pero le otorgó el respeto y la confianza de los muchos millones de indonesios adeptos a otras fes (absolutamente minoritarias en un país poblado en un 87% por musulmanes), como los budistas o los cristianos. En esta línea ecuménica, en 1994 presidió el Consejo Mundial de la Paz y la Religión. En diciembre de aquel año las maniobras del régimen, muy aficionado a cortarles las alas a los líderes externos al Golkar que le parecían poco dúctiles, no impidieron la reelección de Wahid al frente de la NU.

Cuando en la campaña para las elecciones legislativas de mayo de 1997 pidió el voto para la hija mayor del dictador, Siti Hardyanti Tutut Rukmana, una de las figuras más influyentes del clan en el poder, el PDI de Megawati Sukarnoputri (hija del padre de la independencia, Sukarno), sospechó que el enigmático Wahid había apostado por la perpetuación del Golkar en el poder más allá de los mandatos presidenciales del anciano Suharto. Ahora bien, éste, que el 10 de marzo había recibido de la Asamblea Consultiva Popular (MPR) un nuevo período quinquenal, el séptimo desde que se hiciera con el poder en 1967, fue forzado a dimitir el 21 de mayo de 1998 ante el alcance de la protesta nacional prodemocracia, atizada por el colapso de la economía.

El nuevo presidente, Habibie, anunció la celebración de elecciones tan pronto como fuera posible y que él no terminaría el mandato heredado de Suharto en 2003, dejando expedito a la oposición el camino para la conquista del poder a través de las urnas. Wahid, que arrastraba una frágil salud y padecía una ceguera muy avanzada, aprovechó la autorización para la formación de nuevas fuerzas políticas poniendo en marcha el Partido del Despertar Nacional (PKB), cuya presidencia nominal recayó en Matori Abdul Dyalil. Suscitando acusaciones de oportunismo, Wahid sumó su voz a las de otras figuras de la oposición para exigir el cese de la represión de las manifestaciones de estudiantes y la aceleración del período de transición a la democracia.

No obstante, habían roces con la muy popular —aunque taciturna y poseedora de un carisma poco convencional— Megawati y una rivalidad abierta con Amien Raïs, líder de la segunda organización islámica del país, la Muhammadiyah. Raïs, un politólogo muy hecho a Occidente, a diferencia de Wahid sí había lanzado acerbas críticas contra el régimen antes de la caída de Suharto, y ante el horizonte electoral fundó el Partido del Mandato Nacional (PAN), con base musulmana igualmente moderada aunque ideológicamente más al centro que el PKB. Durante la campaña los tres líderes se comprometieron a formar un Gobierno de coalición, pero no fueron capaces de pactar un candidato unitario a la Presidencia de la República.

El 7 de junio de 1999 se celebraron las elecciones a la nueva Cámara de Representantes Populares (DPR) de 500 escaños (462 elegidos directamente y 38 designados por el Ejército, que en el período de Suharto se había reservado un centenar de diputados), el primer parlamento pluralista desde que en 1957 Sukarno empezara a gobernar por decreto. El PKB cosechó un discreto tercer puesto con el 17,4% de los votos y 51 escaños, por detrás del Partido Democrático de Indonesia-Lucha (PDIP) de Megawati, gran triunfador de la jornada, y del Golkar, que salió más airoso de lo esperado de su reto en el nuevo marco competitivo gracias a los éxitos de Habibie en la estabilización de la economía y al cumplimiento de sus promesas de democracia y de libertad de expresión.

En realidad, ninguno de los tres líderes principales de la oposición presentó programas concretos o alternativas claras de futuro; tan sólo, vagas promesas de democracia, de recuperación económica y de acabar con la corrupción y el nepotismo. Wahid no formuló ninguna propuesta sobre algunos de los problemas más ingentes: las rampantes violencias étnicas y religiosas, el rebrote por doquier de las tensiones separatistas al socaire de la catastrófica situación en Timor Oriental y las gravísimas carencias educativas y sanitarias, en un país con más de 200 millones de habitantes diseminados en un archipiélago de casi dos millones de km². En la cuestión económica sí subrayó la necesidad de aplicar las reformas prescritas por el FMI.

Megawati era la favorita para la elección presidencial que iba tener lugar el 20 de octubre en la MPR, colegio de 700 miembros compuesto por los 500 diputados de la DPR, 135 delegados elegidos indirectamente por las cámaras de representantes provinciales y otros 65 representantes de diversos "grupos funcionales" seleccionados por una comisión electoral; anteriormente la MPR constaba de 500 miembros no elegidos por sufragio directo, invariablemente afines al Golkar. Wahid, curiosamente, no fue designado candidato por su propio partido —el cual en principio había optado por la líder del PDIP—, sino por el PAN de Raïs, quien el 3 de octubre fue elegido presidente de la MPR con el apoyo de aquel. Con sorpresa, el vencedor fue Wahid por 373 votos frente a los 313 cosechados por Megawati, gracias al apoyo en bloque de los diputados del Golkar, que en la víspera había retirado la candidatura de Habibie, con nulas posibilidades de ganar, para parar a Megawati.

El episodio ilustraba cómo Wahid había ganado la confianza de la clase política del anterior régimen, de las poderosas Fuerzas Armadas —con el general Wiranto a su frente, pese a sus graves responsabilidades en la campaña de exterminio lanzada por las milicias proindonesias contra los timoreses independentistas a comienzos de septiembre— e incluso del clan Suharto, al que el intrigante y semiciego líder había dirigido gestos conciliatorios que desagradaron a los demócratas radicales, partidarios de llevarlo a los tribunales. Además, quedó patente el apoyo de todos los partidos musulmanes que habían rivalizado con el PKB, hasta situar a Wahid como el árbitro supremo de todos los musulmanes indonesios.

A Wahid, empero, le resultaba vital el apoyo del PDIP, exponente de la Indonesia secular y nacionalista, y de Megawati, que aceptó el puesto de vicepresidenta, en el que fue investida al día siguiente. Considerando la salud quebradiza y las mermadas facultades físicas de Wahid, que no intelectuales, como mostraban sus habilidades negociadoras y su propensión al comentario agudo, la función de Megawati adquiría un significado político de primer orden. El 26 de octubre Wahid presentó su Gobierno, cuya cuidadosa composición reflejaba el deseo del presidente de no marginar a ningún partido o grupo relevante, aunque el perfil más político que profesional de algunos de sus miembros, sobre todo en los ministerios económicos, suscitaron las primeras críticas hacia un excesivo bagaje de compromisos que podrían entorpecer las reformas enérgicas que el país precisaba.

Además del PKB, el PDIP y el PAN, en el Ejecutivo estuvieron representados el Golkar (cuyo nuevo jefe, Akbar Tandjung, fue elegido presidente de la DPR), el PPP, el Partido de la Estrella Creciente (PBB) y el Partido de la Justicia (PK), es decir, las siete fuerzas políticas con más escaños. Varios ministros no tenían filiación política y en los ministerios de fuerza la continuidad era manifiesta, con los nombramientos del general Wiranto para el nuevo puesto de ministro coordinador de Asuntos Políticos y de Seguridad, de Yuwono Sudarsono para la cartera de Defensa que desocupaba el anterior, y del teniente general Surjadi Sudirdja en Interior. Sudarsono se había ocupado de la Educación en el Gobierno de Habibie y, aspecto relevante, era un civil.

De hecho, en el gabinete de 35 miembros, 29 eran civiles, lo que suponía una importante desmilitarización del Ejecutivo. Además, se creó el Ministerio de Derechos Humanos y se suprimió el de Información, de pésima reputación por haber hecho en tiempos de Suharto de la censura de la prensa su cometido principal. Con todo, la permanencia del controvertido Wiranto en el primer plano del poder, si bien había cesado en la jefatura de las Fuerzas Armadas, desagradó a los estudiantes y las bases radicalizadas de los partidos del Gobierno, debido a su vínculo con el clan Suharto, así como a los dirigentes independentistas de Timor Oriental, que lo responsabilizaban de tolerar y encubrir los desmanes de las milicias proindonesias.

Wahid empezó por garantizar al FMI la continuidad del programa de estabilización económico adoptado por la administración anterior, cuyo aspecto más notorio era la flotación de la rupia en el mercado de divisas. No obstante, la organización financiera condicionó la liberación de un paquete de ayuda por valor de 45.000 millones de dólares a la resolución del escándalo del Banco de Bali, que salpicaba a partidarios del antiguo régimen. El mismo día en que Wahid formó su Gobierno, la Fuerza Internacional (INTERFET) enviada semanas atrás, con el mandato de la ONU y el liderazgo de Australia, para impedir las matanzas en Timor Oriental, asumió el control total de esa parte de la isla, cuya anexión a Indonesia como provincia había sido rescindida por la MPR el día 19, y el 30 de octubre las últimas tropas indonesias, de un contingente inicial de unos 25.000 soldados, cruzaron a la parte occidental.

Wahid aseguró que su gobierno colaboraría con la ONU en la fase transicional que se abría hasta la independencia formal del territorio, salida expresada por los timoreses en el referéndum del 30 de agosto y aceptada por la MPR en la víspera de la votación presidencial. Como gesto de cooperación y buena voluntad, el 30 de noviembre, en una reunión histórica, recibió en Yakarta al recientemente liberado líder de la resistencia timoresa, Xanana Gusmão. Más aún, el 9 de noviembre de 1999 Wahid declaró que no se opondría a una consulta similar en Aceh, región especial enclavada en el extremo norte de la isla de Sumatra que tomó el relevo a Timor como principal foco de tensión independentista. Aceh arrastraba una rebelión intermitente desde 1976 y un recrudecimiento de la represión militar desde 1989, cuantificada por organizaciones de Derechos Humanos en unos 3.000 civiles asesinados y 4.000 más desaparecidos.

El Movimiento por la Liberación de Aceh (GAM) tenía sus raíces en el desigual reparto de los recursos naturales (gas, petróleo y productos agrícolas) entre el Gobierno central de Yakarta y la región, así como en el sentimiento de una falta de reconocimiento de la identidad autóctona, cuestión exacerbada con la inmigración, alentada por Yakarta, de miles de trabajadores javaneses. Aunque la población de Aceh sólo suponía el 2% de la población total de Indonesia, sus recursos naturales aportaban el 13% de los ingresos fiscales del Estado. El anuncio posibilista de Wahid levantó ampollas en los militares partidarios de declarar la ley marcial en Aceh y en los elementos conservadores y nacionalistas de la coalición gobernante. Así, Akbar Tandjung descartó cualquier concesión de la DPR como se había hecho con Timor Oriental y advirtió que todo aliento a las causas secesionistas "podría destruir la nación". Dejando el problema político de fondo intacto, en junio de 2000 las partes comenzaron una tregua con carácter humanitario que pretendía extenderse hasta enero de 2001.

La cuestión adquiría especial gravedad, pues los movimientos separatistas y las demandas de autogobierno se extendían por todo el archipiélago. Indonesia había renunciado a Timor Oriental, pero permanecía el largo conflicto de Irián Jaya, la antigua Nueva Guinea Occidental, evacuada por los holandeses en 1962 y anexionada en 1969, mientras que la situación se deterioraba en las provincias de Kalimantan Barat (Borneo Occidental) y Sulawesi Selatan (Célebes Meridional), si bien en ambos casos las agitaciones tenían más bien elementos de conflicto intercomunal, no siendo dominante la reclamación soberanista. Por si fuera poco, en diciembre rebrotó la violencia religiosa en la provincia de Maluku (islas Molucas) entre musulmanes y cristianos, que desde comienzos de año había dejado cientos de muertos.

Esta situación explosiva en las islas exteriores del archipiélago indonesio (más el problema, en la misma Java, del estatus de la comunidad china, a pesar de que en mayo de 1999 se derogaron las leyes discriminatorias), avivada por los ecos de democracia provenientes de Yakarta, ponía sobre el tapete el fracaso del modelo de Estado centralizado y las consecuencias de largos años de hegemonía javanesa. Así, el Gobierno de Wahid afrontaba la grave tesitura de cómo satisfacer unas demandas de autogobierno y de reconocimiento de los particularismos lingüísticos y culturales, radicalizadas tras muchos años de incumplimiento de las promesas de autonomía y de sometimiento de la contestación por la vía militar, sin poner en peligro la existencia del país.

A lo largo de 2000 Wahid manejó esta complejísima situación con una sutileza no exenta de vaguedad. Por un lado, fue distanciándose del general Wiranto a medida que cobraba fuerza su futuro procesamiento, bien por un tribunal indonesio, bien por alguna instancia internacional, por su actuación durante la represión de 1999 en Timor. Tras un duro tira y afloja y el aireamiento de rumores de golpe, el 14 de febrero Wahid optó por destituir a Wiranto como ministro al negarse a dimitir voluntariamente, una partida que el presidente ganó tras asegurarse la lealtad del sustituto de Wiranto como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el almirante Widodo Adisucipto.

Wahid por otro lado, vio dañada su reputación por la falta de avances en la depuración de responsabilidades en los escándalos de corrupción anteriores a su llegada al poder y por el estallido de otros nuevos en el seno de su propio gabinete. Los estudiantes le acusaron de tibieza ante la Reformasi (reforma), que había sido el grito de guerra de las protestas prodemocracia, por la falta de rigor en la investigación de los fraudes económicos y las masivas violaciones de los Derechos Humanos cometidos durante la dictadura. Esto impedía la elaboración de pruebas fundamentales e impedía el procesamiento por los cargos más graves (o por cualquier conducta presuntamente delictiva) de Suharto y de los miembros del clan, empezando por su hijo Hutomo Mandala Putra, alias Tommy, propietario de un imperio empresarial cimentado en las adjudicaciones a dedo de su padre.

La furia estudiantil se desató el 28 de septiembre cuando el tribunal que juzgaba a Suharto padre archivó el caso tras admitir un informe médico que le consideraba "inhabilitado" para comparecer ante la justicia. Al día siguiente, Wahid pidió un tribunal "insobornable" para el ex dictador, ya que, en su opinión, nadie había recibido "un trato tan amable" en un juicio. Asimismo, aclaró que rechazaría la petición de indulto para Tommy Suharto, que había recibido del Tribunal Supremo una pena de 18 meses de prisión por un delito de corrupción.

El 7 de agosto Wahid compareció por primera vez ante la MPR para rendir cuentas en sus diez primeros meses de gobierno y sorprendió con una petición de perdón al pueblo "por haber sido incapaz de resolver todos sus problemas". Wahid, cuyo discurso tuvo que ser leído por un asistente y que últimamente tendía a quedarse dormido en los actos oficiales, prometió una remodelación en su gabinete y más firmeza con los movimientos separatistas. Aunque su popularidad había disminuido sensiblemente, el presidente conservaba una respetabilidad bastante amplia por su buen carácter, su ánimo tolerante y su honestidad, en un país acostumbrado a conocer exclusivamente el rostro áspero y corrupto del poder.

La prórroga, aprobada por la MPR el 18 de agosto, hasta 2009 (se había negociado la fecha de 2004) de la cuota de diputados militares y policiales no electos, incrementó el malestar de unos estudiantes y activistas pro Derechos Humanos cada vez más impacientes por la persistencia de los hábitos antidemocráticos, aunque algunos observadores la consideraron una medida apaciguadora después de que Wahid, con su astucia y capacidad para la transacción, lograra disminuir a ojos vista el ascendiente de los uniformados en la vida pública. Se trataba, de paso, de certificar la confianza del círculo de militares, en apariencia leales, encabezado por Widodo, ya que los procesos a los Suharto, al igual que el auge de las tensiones étnico-religiosas, estaban movilizando a elementos renegados afines al antiguo régimen, cuya manifestación más perturbadora fue una serie de atentados con bomba que provocaron varios muertos en Yakarta. El 9 de octubre Wahid aumentó su control sobre las Fuerzas Armadas sustituyendo las cúpulas del Ejército de Tierra y de la Armada.

Al mismo tiempo, el presidente indonesio desarrolló una activa agenda exterior, asistiendo a todas las reuniones en la cumbre de las organizaciones regionales y visitando todos los países de esta parte de Asia, más algunos de Europa y Estados Unidos. En julio de 2001 Wahid realizó la primera visita a Australia de un presidente indonesio desde hacía 26 años y se entrevistó con el primer ministro John Howard. De todas maneras, sus reiteradas ausencias e incierta salud convirtieron a Megawati en una presidenta de facto, cuya sucesión formal podría no tardar en producirse. El 9 de agosto de 2000 Wahid anunció la delegación parcial de sus poderes en la vicepresidenta, lo que incluía fundamentalmente la gestión diaria del Gobierno.

Sin embargo, la sensación de apaciguamiento de las tensiones se evaporó al despuntar 2001. En febrero se desbordaron las violencias intercomunales en Kalimantan Tengah (Borneo Central) cuando milicianos indígenas de la etnia dayak se lanzaron al exterminio de inmigrantes javaneses, mayoritariamente venidos de la isla de Madura, causando cientos de muertos y miles de refugiados y poniendo en el disparadero la profesionalidad de las fuerzas de seguridad indonesias.

Los desmanes de Borneo avivaron un sentimiento de animosidad contra Wahid entre diversos sectores de la clase política de Yakarta, que ya venía fraguándose desde meses atrás y que tomó ímpetu en enero cuando una comisión parlamentaria empezó a tirar de la madeja de los dos grandes escándalos de corrupción en el Gobierno: los llamados Bulongate, que afectaba al organismo alimentario estatal Bulong por el desvío de 4 millones de dólares en beneficio de personas del círculo de Wahid, y Bruneigate, sobre la presunta aceptación por el presidente por canales extragubernamentales de una donación de 2 millones de dólares por el sultán de ese Estado para cubrir necesidades humanitarias en Aceh.

Wahid, que el 28 de octubre de 2000 había sido descargado por la Policía de cualquier implicación en el caso Bulog, rehusó cooperar con la comisión de la DPR aun después de que ésta concluyera sin pruebas, el 30 de enero de 2001, de que "podría haber estado" implicado en ambos escándalos y de que se exponía a un procedimiento de destitución en la MPR si no comparecía ante la cámara para dar las oportunas explicaciones. El pulso entablado entre Wahid y sus enemigos se desarrolló de una forma bastante parecida a lo sucedido en Filipinas pocos meses antes con su homólogo Joseph Estrada. El presidente indonesio se limitó a pedir disculpas a la nación por "cualquier comportamiento inapropiado" en que pudiera haber incurrido y se reafirmó en la intención de agotar su mandato en 2004.

El 30 de abril la DPR aprobó por una mayoría de 363 votos una segunda censura-ultimátum para que se sometiera al interrogatorio parlamentario antes de un mes. En este punto el destino de Wahid pareció sellado toda vez que el PDIP, el Golkar y el PAN habían unido sus fuerzas para removerle del poder y que había perdido muchas adhesiones en las Fuerzas Armadas, donde coleaban las secuelas del asunto Wiranto. La situación se volvió extremadamente tensa tanto por la actitud numantina de Wahid, que auguró la desintegración del país si se le echaba del poder y esgrimió el recurso a medidas de emergencia, y por la movilización de sus millones de adeptos musulmanes, entre los que no faltaban fanáticos dispuestos a inmolarse y a inmolar en defensa de Gus Dur.

A finales de mayo los diputados, incluidos ya algunos de su propio partido, rechazaron la propuesta de Wahid, constitucionalmente complicada, de transferir poderes a Megawati, quien era el centro de todas las miradas y asistía al desarrollo de la crisis con su imperturbabilidad y reserva habituales. El 28 de ese mes Wahid se sintió vindicado cuando el fiscal general Marzuki Darusman le exoneró de cualquier acto de malversación financiera.

Pero dos días después, la DPR, con Yakarta y otras ciudades de Java sembradas de disturbios provocados por sus partidarios, y coincidiendo con la celebración de una cumbre del Grupo de la Cooperación Sur-Sur (G-15), decidió por 365 votos contra 4 el inicio el 1 de agosto del proceso de impeachment en la MPR. El 1 de junio, irritado, Wahid echó del Gobierno a tres ministros, entre ellos el sucesor de Wiranto en la Coordinación de Asuntos Políticos y de Seguridad, el teniente general en la reserva Susilo Bambang Yudhoyono, quien en la víspera tuvo la audacia de negarle en público su colaboración en una posible declaración del estado de emergencia. A pesar de su pronunciamiento del día 28, el fiscal general Darusman también fue destituido.

El mandatario, en cuya promoción en 1999 había pesado precisamente el deseo a toda costa de conjurar los fantasmas de la guerra civil y la voladura del Estado indonesio, vio arruinado su crédito de conciliador y moderador mientras que la economía permanecía sumida en el marasmo. Progresivamente aislado, en varias ocasiones se refirió a su lucha con los parlamentarios como una "jihad", un término bien poco afortunado, dada la situación. El nerviosismo creció a lo largo del mes de julio y, a pesar de que buena parte del generalato se había distanciado ostensiblemente de él y demostrado sus simpatías por Megawati, Wahid apostó por la confrontación para eludir la salida forzada del poder, como sugerían la destitución de altos mandos de la seguridad del Estado sospechosos de deslealtad y sus reiteradas amenazas de decretar medidas de excepción.

El 22 de julio, un día después de que desestimara por ilegal una tercera requisitoria de testificar el día 23 ante la MPR, convocada antes de plazo para iniciar el impeachment por corrupción, y de augurar un gran estallido de violencia desatado por sus seguidores si se producía aquel, Wahid declaró el estado de emergencia tantas veces sugerido y la asunción de plenos poderes, lo que supondría la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones, todo con el fin de "salvar al país". La solución anticonstitucional de Wahid, desprovisto de apoyos en las Fuerzas Armadas (incluso, varias unidades blindadas se movilizaron en apoyo de los asambleístas), no llegó siquiera a aplicarse: a las pocas horas, ya el día 23, la MPR, amparándose en un apresurado dictamen del Tribunal Supremo, resolvió por 591 votos a favor y ninguno en contra destituirle por "incompetencia", "abuso de autoridad" y "alta traición", según las imputaciones formuladas por los diputados, e investir a Megawati en la Presidencia de la República.

La reacción inicial del depuesto mandatario fue de rebeldía, negándose a abandonar el palacio presidencial y descalificando el movimiento parlamentario. Pero sus huestes, atemperadas por los líderes religiosos, no provocaron agitaciones ni en Yakarta ni en el resto de Java, protagonizado la única manifestación de adhesión apenas tres centenares de incondicionales reunidos en el exterior del edificio. El día 26 Wahid compareció para reconocer su retirada del poder como una derrota temporal, ya que prometió "continuar luchando por la democracia". A continuación se dirigió al aeropuerto de Yakarta y tomó un vuelo a Estados Unidos para someterse desde el día 27 a unos chequeos médicos "de rutina" en el Hospital John Hopkins de Baltimore.

Abdurrahman Wahid está en posesión del premio Magsaysay, concedido en 1993 por el Gobierno de Filipinas por sus esfuerzos en desarrollar las relaciones interconfesionales en Indonesia, y el premio del Misionero Islámico, concedido en 1991 por el Gobierno de Egipto. Es miembro del Directorio Internacional del Centro Shimon Peres por la Paz.

(Nota de edición: esta biografía fue publicada el 28/7/2001. El ex presidente indonesio Abdurrahman Wahid falleció el 30/12/2009 a los 69 años de edad).