Abdelilah Benkiran

Abdelilah Benkiran, secretario general del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), fue nombrado el 29 de noviembre de 2011 por el rey Mohammed VI jefe del Gobierno de Marruecos, el primero islamista en la historia del país. La histórica asunción de este físico de 57 años puso colofón a un año frenético para el reino magrebí, que conoció una secuencia de hitos políticos preñados de novedad y con un desencadenante de todo punto inesperado.

La erupción en febrero de una vigorosa protesta civil, el capítulo local de la Primavera árabe y encabezada por una juventud frustrada ansiosa de cambios, empujó a Palacio a abrir una profunda reforma constitucional por la que renunció a parte de sus amplísimas prerrogativas en favor del parlamentarismo. Las enmiendas otorgadas dieron un barniz más democrático al sistema y de paso encauzaron, asimilándolo a un proceso pautado desde arriba, un movimiento de la calle que en Túnez, Egipto y Libia, con su ímpetu revolucionario y su efusión de violencia, supuso la caída de sendos regímenes republicanos. El 25 de noviembre tuvieron lugar unas elecciones legislativas que fueron ganadas por el PJD con una mayoría apabullante para los estándares del atomizado modelo de partidos marroquí pero aun así relativa; cuatro días después, el monarca cumplió con su nueva obligación constitucional de poner al frente del Ejecutivo a la persona designada por el partido más votado. El 3 de enero de 2012 Benkiran constituyó un Gobierno de coalición con los nacionalistas del Istiqlal, los liberales del Movimiento Popular y los izquierdistas del Partido del Progreso y el Socialismo.

En 2008 Benkiran asumió el liderazgo de un grupo que en 1998 tomó su denominación actual a partir de una vieja formación, el MPDC, en la que él y su colectivo habían desembarcado dos años antes para conseguir la legalidad como actores políticos, hasta entonces negada a esta tendencia moderada del islamismo marroquí. A lo largo de dos décadas, Benkiran y sus colegas hicieron profesión de lealtad al orden establecido, defendieron la marroquinidad del Sáhara, condescendieron en la cuestión de la Sharía, acataron el liderazgo espiritual del rey sobre los musulmanes (la condición de Comendador de los Creyentes, intocada por la revisión de la Carta Magna y que es rechazada por la otra gran tendencia, esta intransigente, del islamismo no subversivo, el movimiento Justicia y Caridad) e incluso se vincularon al Majzen, la poderosa y conservadora corte real.

No por ello eludieron la marginación de las tareas de gobierno a que les sometieron unas castas dirigentes muy recelosas de la religión politizada, ni las imputaciones de complicidad con el terrorismo integrista, ni tampoco unas groseras manipulaciones diseñadas para frenar su auge en las urnas, que alimentaba el creciente desprestigio de los partidos seculares tradicionales con independencia de su color. Así, la sustracción de escaños legítimos fue patente en los comicios de 2002, si bien entonces el PJD, insólitamente, aceptó "autolimitarse" por presiones desde arriba, y en 2007, cuando el sistema electoral y el voto clientelista en las zonas rurales volvieron a perjudicarle, lo que no impidió su ascenso al segundo puesto.


Tras practicar una oposición inocua a los gobiernos Youssoufi, Jettou y Fassi, entonar un discurso incoherente sobre las atribuciones regias (algunas voces internas impugnaron el estatus religioso) y mostrarse reaccionario en materia de costumbres y moralidad (puso pegas a la modernización del estatus de la mujer e hizo gala de una feroz homofobia), el PJD fue sorprendido como el que más por la agitación sin precedentes del Movimiento 20 de Febrero (20-F), cuyo carácter confesional brillaba por su ausencia. Al igual que sus colegas del Ennahda tunecino y los Hermanos Musulmanes egipcios, el partido de Benkiran se cobró los dividendos electorales de una protesta ciudadana de la que no era artífice; en su caso, además, se abstuvo de unírsele sobre la marcha. Sin embargo, sí tomó buena nota de su abanico de reivindicaciones, como la lucha contra la corrupción, el final de las prácticas endogámicas y abusivas -focalizadas en el omnipresente Majzen-, mejoras educativas y sanitarias, la creación de oportunidades laborales y, en definitiva, avances tangibles en la inclusión social. Dicho de otra manera, el PJD abanderó el reformismo, pero "con estabilidad", una actitud del "término medio", en expresión empleada por el propio Benkiran, que en la práctica no difiere mucho de la estrategia adoptada por Mohammed VI.

La asunción de estas metas, junto con los mensajes de tranquilidad dirigidos a Europa, el compromiso con la profundización democrática, la identificación explícita con sus tocayos turcos del AKP y la promesa de aparcar la islamización del orden jurídico, han conducido al Ejecutivo a los justicialistas, quebrando un arraigado tabú de la monarquía jerifiana. Investido de más poder que cualquiera de sus predecesores, los antiguos primeros ministros, Benkiran deberá hallar un punto de equilibrio entre la satisfacción de sus votantes, el acomodo a un poder real ya no cuasi absoluto pero en todo caso supremo, y la tolerancia de un 20-F con amagos rupturistas que se niega a desmovilizarse porque considera insuficiente o espurio el proceso de reformas emprendido.

(Texto actualizado hasta enero 2012)

1. Las vicisitudes del dirigente islamista durante el reinado de Hasan II: de la Chabiba al PJD
2. Opositor moderado a los gobiernos de Mohammed VI
3. Vuelco del escenario en 2011: de la protesta social a la reforma constitucional
4. Gran triunfo electoral del PJD y nombramiento de Benkiran como jefe del Gobierno


1. Las vicisitudes del dirigente islamista durante el reinado de Hasan II: de la Chabiba al PJD

Nacido en Rabat pero de familia oriunda de Fez, el muchacho se crió en un hogar conservador impregnado de la piedad religiosa del anciano padre, devoto del Corán e interesado en el sufismo, y el nacionalismo de la madre, vinculada al partido Istiqlal. Su padre falleció a la edad de 90 años cuando él sólo tenía 16. Tras completar el bachillerato con mención en Ciencias emprendió estudios superiores en la Escuela Mohammadia de Ingenieros (EMI) de Rabat, pero antes de graduarse abandonó este centro e ingresó en la Escuela Nacional Superior de Educación Técnica (ENSET) para capacitarse como profesor de Matemáticas. Una vez obtenido el diploma, inició la carrera de Física en la Universidad Mohammed V de Rabat.

Transcurría la segunda década del Reino independiente de Marruecos y Benkiran, como otros muchos jóvenes de su generación, se apartó del tradicionalismo de sus mayores y abrazó las ideas secularizadoras e izquierdistas de la Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP), partido socialista que en aquellos años practicaba una oposición radical, siendo el precio de la misma una durísima represión, a la dictadura encubierta del rey Hasan II.

En 1976, siendo un estudiante universitario de 22 años, Benkiran realizó una drástica mudanza doctrinal que supuso volver a sus orígenes confesionales pero que además cargó las tintas en las lecturas fundamentalistas y extremistas: abandonó la UNFP y sin dudarlo se unió a su antípoda ideológico, la Chabiba Islamiyya (Juventud Islámica), organización clandestina cuyo fundador y máximo dirigente, Abdelkrim Moutîi, se encontraba refugiado en Libia por pretender la instalación en Marruecos del Estado islámico sin despreciar los métodos terroristas. Pasar a militar en una agrupación subversiva, justo después de asesinar miembros de la Chabiba en Casablanca al dirigente socialista Omar Benjelloun, le acarreó al joven el arresto inmediato y un juicio sumarísimo con sentencia de dos años de prisión.

El reo cumplió la condena íntegramente y en 1978 quedó en libertad. Tras esta mala experiencia, Benkiran decidió desenvolverse en la legalidad. Se apartó de los antiguos ambientes de la Chabiba, cuyos miembros siguieron siendo objeto de una implacable represión, y retomó las clases en la Universidad, hasta obtener la licenciatura en Ciencias Físicas en 1979. A continuación, abrió en Rabat un colegio privado en Salé, desde el que pudo ejercer su vocación docente.

En 1981, año negro en la historia reciente de Marruecos por el estallido social contra las draconianas medidas de ajuste económico prescritas a Palacio por el FMI y la matanza de cientos de manifestantes por las fuerzas del orden, resurgió en Benkiran el ardor militante. Al cabo de un segundo y más breve –unas semanas- período de detención, el físico y otros activistas fundaron Al Jamaa Al Islamiya (Asamblea Islámica). Con Benkiran a su frente, Al Jamaa se presentó a las autoridades como una asociación política que reconocía la legitimidad religiosa de la dinastía alauí y la condición del rey de Comendador (Emir) de los Creyentes, amén de la marroquinidad del Sáhara. El Gobierno, en aquellos años dominado por Driss Basri, el poderoso ministro del Interior, dio margen a las actividades del círculo islamista de Benkiran, que incluso pudo publicar un semanario, Al Islah.

En los años siguientes, Benkiran siguió sondeando los límites del sistema político hasaniano, que no toleraba desafíos a las reglas del juego (parlamentarismo pautado y restringido, preeminencia del Majzen o burocracia cortesana, monopolio regio del Islam a través del Consejo Superior de Ulemas) impuestas por un monarca constitucional sobre el papel pero absoluto en la práctica. Con parsimonia y cautela, Benkiran y sus compañeros fueron madurando un proyecto partidista basado de alguna manera en la religión, algo que la Carta Magna prohibía expresamente.

A comienzos de 1992, con el país embarcado en un proceso constituyente que en teoría debía mejorar la calidad democrática del régimen y como reacción también a los dramáticos acontecimientos que estaban teniendo lugar en la vecina Argelia, Al Jamaa Al Islamiya adoptó la denominación, en principio menos susceptible de despertar suspicacias, de Al Islah Wa Attajdid (Reforma y Renovación). La nueva organización presentó a las autoridades unas credenciales islamistas bastante moderadas, al renegar de toda veleidad revolucionaria, no propugnar el Estado islámico, acatar la suprema autoridad del rey en los asuntos de fe y, en suma, obedecer el orden establecido. Sin embargo, Palacio, más celoso que nunca en su control de las actividades religiosas del Reino, negó a Al Islah la carta de partido político legal, reconociéndole únicamente el estatus de asociación.

Siguió entonces un período de desorientación en el que Benkiran y algunos colegas se orillaron al Istiqlal, partido nacionalista y conservador pero firmemente secular. La formación que lideraba M'Hammed Boucetta y poseía una cincuentena de representantes en la Asamblea les abrió sus puertas, pero dejándoles claro que su papel interno sería sólo marginal. Desencantado, Benkiran dio marcha atrás en este intento de infiltración. Más tarde, en una operación alternativa que recibió el beneplácito de Palacio, Reforma y Renovación fijó su interés en un viejo partido semi-islamista en horas bajas, el Movimiento Popular Democrático y Constitucional (MPDC), con vistas a su integración. El líder del MPDC, Abdelkrim El Jatib, personalidad piadosa, con credenciales nacionalistas, incondicional de la Corona y bien conectada con el Majzen y el aparato de seguridad, aceptó que Benkiran y su gente fueran ingresando en la formación que él había fundado en 1967, inyectando sangre nueva a un partido moribundo.

En junio de 1996 culminó la transferencia de cuadros de Al Islah al MPDC, que en la práctica fue copado por los islamistas de la nueva generación. Benkiran y Jatib acordaron el reparto de puestos en el Buró Político del partido, lo que se tradujo en el eclipse de la vieja guardia en favor de los recién llegados. En paralelo a este proceso, Benkiran se puso de acuerdo con una agrupación de movimientos islamistas, Rabitat Al Mustaqbal Al Islami (Liga para el Futuro del Islam), para formar una gran federación de sociedades religiosas que dio en llamarse Attawhid Wa Al Islah (Unicidad y Reforma).

La singular maniobra de meter a Al Islah y a Attawhid en el MPDC, instigada sin disimulos por el ministro Basri, dio satisfacción a Benkiran, que consiguió por fin la ansiada carta partidista y legal. Pero también le resultó provechosa al astuto Hasan II, un monarca hábil en atraer a su redil a opositores activos o potenciales. Tras 35 años de reinado caracterizado, entre otras cosas, por su mano dura con los barbudos que osaban cuestionar sus vastas atribuciones políticas y religiosas, Hasan decidió integrar en el juego político a esta facción moderada del islamismo marroquí para aislar a los seguidores, mucho menos dispuestos a contemporizar y abiertamente desafectos, del jeque Abdessalan Yassin.

Yassin era el fundador y líder espiritual de la organización islamista con más predicamento social, Al Adl Wa Al Ihsan (Justicia y Caridad), y se hallaba bajo arresto domiciliario desde 1989. Justicia y Caridad, inspirada por los Hermanos Musulmanes, predicaba el reemplazo de la Monarquía por un Estado islámico que para muchos de sus miembros bien podría ser el Califato y rechazaba que el soberano alauí pudiera dirigirse a los creyentes en calidad de emir. En el capítulo de la Sharía o ley islámica, Justicia y Caridad la reclamaba sin tapujos. Los de Unicidad y Reforma, en cambio, si bien les gustaría verla regulando todos los aspectos del orden jurídico y no sólo ciertos ámbitos del derecho civil, ponían más énfasis en la aplicación rigurosa de las normas ya vigentes, empezando por aquella que prohibía la venta de alcohol a los musulmanes. Para ellos, la implantación de la Sharía, aunque deseable, no era una urgencia. El movimiento de Benkiran manifestaba a las claras su conservadurismo en su hostilidad a toda iniciativa de modernizar el estatuto de la mujer marroquí y en sus comentarios homófobos.


2. Opositor moderado a los gobiernos de Mohammed VI

Benkiran se postuló a un escaño por la circunscripción de Salé-Médina (feudo precisamente de Justicia y Caridad) en los comicios generales del 14 de noviembre de 1997, primeros a los que los islamistas pudieron presentarse y los primeros también que eligieron directamente en las urnas la totalidad de la Asamblea de Representantes (hasta la reforma constitucional de 1996, un tercio de los escaños eran de elección indirecta). No incluido en ninguno de los tres bloques que encuadraban a la mayoría de las fuerzas parlamentarias, a saber, la Koutla (dominado por socialistas y nacionalistas), la Wifaq (el centro-derecha más próximo a Palacio) y los Centristas Independientes, y penalizado por la práctica tradicional del escrutinio manipulado para producir un balance de fuerzas en la Asamblea grato a Palacio, el MPDC en solitario hubo de conformarse con el 4,1% de los votos –la décima posición- y nueve representantes, entre ellos Benkiran.

El partido más votado, hasta ahora en la oposición, fue la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP), y su primer secretario, el veterano Abderrahman El Youssoufi, recibió del monarca el encargo de formar un Gobierno de amplia coalición que finalmente involucró a siete partidos. Los islamistas, mirados con desdén por todo el mundo, fueron invitados a participar en el Ejecutivo con una presencia testimonial, pero ellos optaron por quedarse en la oposición. Unos meses después, en octubre de 1998, puesto que ya tenía conquistado un hueco en el sistema, el MPDC optó por mostrar más claramente su naturaleza islamista adoptando la denominación de Partido de la Justicia y el Desarrollo (Hizb Al Adala Wa Attanmia, PJD por su sigla en francés). El anciano Jatib siguió en la Secretaría General, pero la dirigencia efectiva recayó en un triunvirato informal formado por Benkiran, el abogado Mustafa Ramid y el psiquiatra Saâdeddin El Othmani. Los tres procedían de la vieja Chabiba Islamiyya y habían hecho un recorrido común hasta llegar al PJD.

A partir de aquí, Benkiran y el PJD se amoldaron a los usos y costumbres de la monarquía constitucional, desde 1999 encabezada por el soberano sucesor del difunto Hasan II, su hijo Mohammed VI. Con un perfil algo desdibujado por la mutabilidad de sus posturas, en los dos primeros años los islamistas apoyaron algunas iniciativas políticas del primer ministro Youssoufi. Sin embargo, en 2000 este "apoyo crítico" al Gobierno encabezado por los partidos de la Koutla dio paso a una oposición ceñuda por el aumento de la fiscalización policial del uso del hijab por las mujeres en las escuelas y del trasiego de material escrito y audiovisual de carácter religioso en las mezquitas.

Las críticas y denuncias del PJD se centraron en la labor del Gobierno y soslayaron la figura de Mohammed VI, lo que, por contraste con la actitud boicoteadora y deslegitimadora de los rivales de Justicia y Caridad, le convertía en una fuerza de oposición moderada. De hecho, el PJD, a través de Jatib y con el decidido impulso de Benkiran, se vinculó a la madeja laberíntica pero siempre determinante del Majzen, el colectivo de funcionarios y asesores más próximos al trono que podía funcionar como un gobierno en la sombra. Estas relaciones con la corte permitieron etiquetar a la de Benkiran como una formación no peligrosa para el statuo quo. El acercamiento a las instancias oficiales fue tan notable que algunos empezaron a llamar al PJD los "islamistas del rey". Ahora bien, entre su dirigencia, el muy ortodoxo Mustafa Ramid, partidario de la aplicación integral de la ley coránica, se mostraba reacio a la docilidad al soberano, sobre todo en su faceta de jefe espiritual de los musulmanes marroquíes.

La línea básicamente moderada adoptada por la cúpula del PJD no abrió una fractura con las bases. Al contrario, el islamismo en su conjunto estaba en auge en Marruecos por la persistencia de grandes bolsas de pobreza y desequilibrios en el reparto de la renta nacional, crónicos déficits sociales que agravaban el descrédito de los partidos tradicionales, tanto si se consideraban de derecha o de izquierda, incapaces todos de dar un impulso tangible al progreso social y económico. El creciente malestar popular, sin llegar a volverse contra la figura del rey y la institución de la monarquía, se traducía en un imparable aumento de la popularidad del Islam político, ya fuera su vertiente transigente y acomodaticia al sistema, el PJD, o su expresión más contestataria y abiertamente fundamentalista, el movimiento del jeque Yassin.

En 2001 el PJD presentó un "memorando para unas elecciones transparentes y sanas" de cara a los comicios del 27 de septiembre de 2002. Durante la campaña, Benkiran habló de la Sharía, pero con un tono muy permisivo, mientras que Othmani concedió prioridad a las cuestiones socioeconómicas. Aunque las perspectivas electorales eran excelentes, o precisamente por eso, la dirigencia del PJD se avino a un cambalache antidemocrático con Palacio que operó en dos tiempos. Primeramente, los islamistas pactaron no presentar candidaturas en 56 de las 91 circunscripciones. Las circunscripciones desechadas eran las de áreas rurales, donde el sistema electoral hacía más fácil ganar el escaño al no aplicarse una proporcionalidad demográfica con respecto a los núcleos urbanos.

En el cierre de la campaña, caldeada por las acusaciones de los justicialistas a la USFP de vincularles falsamente a los extremistas salafistas recientemente detenidos, Benkiran mismo reconoció que su partido había "limitado voluntariamente su progresión electoral". De una manera más explícita aún, en declaraciones para el diario francés Le Monde, el dirigente reconoció que una victoria de su partido habría sido "imposible de soportar políticamente tanto en el interior como en el exterior", toda vez que "el escenario argelino produce fobia en Marruecos".

Cuando aun así, una vez cerradas las urnas, se comprobó que los resultados favorables rebasaban todo pronóstico, el PJD, en una autorrestricción insólita, aceptó ser penalizado en el escrutinio con la adjudicación de 42 escaños, lo que le convertía en el tercer partido de país por detrás de la USFP y el Istiqlal. Medios periodísticos, citando fuentes enteradas de los entresijos electorales, informaron que el PJD habría obtenido por mérito propio más escaños que esos 42, probablemente incluso más que cualquier partido. Más allá del verdadero volumen de apoyos en las urnas, el PJD fue el incontestable triunfador de las elecciones de 2002. El 9 de octubre Mohammed VI, haciendo uso de la atribución constitucional que le permitía desvincularse del veredicto de las urnas, nombró primer ministro a un tecnócrata sin filiación, Driss Jettou, hasta ahora titular de la cartera de Interior. Contrariamente a lo supuesto, los islamistas de Benkiran no se incorporaron al nuevo Gabinete de coalición, que fue sexpartito.

Al poco de arrancar la nueva legislatura, en mayo de 2003, tuvieron lugar los atentados terroristas de Casablanca, perpetrados por una pequeña organización relacionada con Al Qaeda, que dejaron un total de 45 muertos. Con el país en estado de conmoción, la clase política tradicional, las izquierdas y una parte considerable de la opinión pública se lanzaron en tromba a acusar al PJD de "complicidad intelectual" con los suicidas salafistas de Casablanca. Sus dirigentes fueron advertidos de que no aparecieran en la gran manifestación nacional de repudio a la masacre, que aquellos no dejaron de condenar.

Ante el clima de hostilidad general, los justicialistas se esforzaron en emitir gestos de apaciguamiento y mesura. De inmediato, revirtieron su postura en el Parlamento con respecto al proyecto de ley antiterrorista elaborado por el Gobierno antes de los atentados, el cual venían impugnando con vehemencia por parecerles una barra libre para violar los Derechos Humanos, tendencia que veían al alza en Marruecos desde los ataques del 11-S. Las voces más estridentes del partido, como Mustafa Ramid, que tuvo que renunciar al liderazgo del grupo parlamentario, y Ahmed Raissouni, ideólogo y presidente de Unicidad y Reforma, o midieron sus pronunciamientos, o fueron silenciados.

En julio, Mohammed VI lanzó un contundente aviso a la nebulosa islamista, cuya militancia sería severamente castigada si hacía bandera política de la religión o atacaba la suprema autoridad islámica de la Corona. Benkiran y su grupo, sobre los que se cernía la amenaza de la proscripción si violaban las reglas, tomaron nota. En las elecciones comunales (municipales) del 12 de septiembre, el PJD se dejó convencer por el Ministerio del Interior para no presentar candidatos en la mayoría de las ciudades y en ningún municipio rural a fin de evitar una marea verde que podría perturbar seriamente una estabilidad interna ya cuestionada por los atentados de Casablanca.

En total, concurrieron 4.268 candidatos del PJD (el Istiqlal, por ejemplo, presentó a cerca de 13.000 aspirantes) en tan solo el 18% de las circunscripciones. Eso sí, en prácticamente todos los municipios donde se presentó, el PJD fue la fuerza más votada. Así sucedió en Mequinez (Meknes), Tetuán, Salé, Temara, Alcazarquivir y en los ocho distritos (de un total de 16) de Casablanca donde participó. En términos absolutos, el PJD quedó en un remoto undécimo lugar con el 4,5% de los votos y 593 ediles, pero en relación al número de escaños presentados la proporción fue mucho mayor. En Mequinez, Aboubakr Belkora se convirtió en el primer alcalde islamista de una ciudad importante.

En abril de 2004 el PJD celebró un congreso que supuso el relevo del veteranísimo Abdelkrim El Jatib (con 83 años ahora, el histórico dirigente iba a fallecer en 2008) por Saâdeddin El Othmani, más adelantado que Benkiran para asumir el puesto de secretario general. A cambio, el físico quedó perfilado como número dos en tanto que presidente del Consejo Nacional de la formación. El cónclave, el quinto en la historia del partido, fue celebrado en un ambiente tensionado por las últimas amonestaciones del Gobierno Jettou, irritado por las objeciones de los justicialistas al nuevo código de la familia, que suponía un gran avance en los derechos conyugales de las mujeres. Además, en vísperas del congreso y a título particular, Ramid había vuelto a la carga con la publicación de un artículo periodístico en el que pedía al rey que delegara parte de sus extensos poderes ejecutivos.

A diferencia de 2002, para las elecciones legislativas del 7 de septiembre de 2007 el PJD presentó candidatos en casi todas las circunscripciones (92 de las 95) del país. Animados por unos sondeos de lo más auspiciosos, Benkiran y Othmani manifestaron su confianza en ganar de calle los comicios y, en un rapto de optimismo, consideraron factible que el rey se aviniera a encargarles la formación del nuevo Gobierno. Sin embargo, sus expectativas fueron amargamente decepcionadas. Con una abstención sin precedentes, del 63% (muestra abrumadora del desapego y la frustración populares a la que hubo que añadir un 19% de votos nulos y en blanco), los islamistas sólo recogieron 46 escaños, seis menos que el Istiqlal.

Tras conocer los resultados facilitados por el Ministerio del Interior, el PJD denunció que el Istiqlal se había impuesto recurriendo a la práctica tradicional de la compra de votos en las circunscripciones rurales, donde sacar el escaño resultaba mucho más sencillo que en las ciudades. Con acritud, el opositor destacó su condición de partido más votado al reunir el 10,9% de las papeletas, dos décimas más que los nacionalistas. Su victoria había sido clara en Casablanca, Tánger, Mequinez, Rabat, Salé y Tetuán. Luego, el rey nombró primer ministro al secretario general del Istiqlal, Abbas El Fassi, quien marginó al PJD de las negociaciones para formar la nueva coalición gobernante.

La gran desilusión electoral de 2007 pasó factura al liderazgo de Othmani, visto desde las bases del PJD como un dirigente de poco fuste y al que Benkiran terminó retando. La hora del recambio en la Secretaría General llegó con el VI Congreso Nacional del partido, celebrado el 19 y el 20 de julio de 2008 en Rabat, el cual se saldó con la elección del físico para el cargo con 684 votos frente a los 495 obtenidos por el psiquiatra. Al asumir la jefatura del PJD, Benkiran anunció su salida de la federación islamista Unicidad y Reforma a fin de separar mejor sus actividades puramente políticas de las religiosas. Mohammed VI alabó en un mensaje el "patriotismo y la sagacidad política" del nuevo líder del PJD.

Como líder de la oposición al Gobierno El Fassi, Benkiran mantuvo un perfil discreto. En las elecciones comunales del 12 de junio de 2009 el PJD aumentó el número de candidaturas, hasta las 8.870, y las concentró en las ciudades grandes y medianas, abarcando el 40% de las circunscripciones. Pero su progresión resultó perjudicada por la aparatosa irrupción, con triunfo global, del Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), una formación con menos de un año de existencia inscrita por Fouad Ali El Himma, antiguo peso pesado del Majzen e íntimo de Mohammed VI. Nutrido con muchos tránsfugas de otros partidos y por caciques habituales del voto clientelista en el interior rural, el PAM era un partido sin sustancia popular claramente orquestado por Palacio para frenar el avance de los islamistas.

Al final, la agrupación de Benkiran obtuvo la sexta posición por número total de concejales (1.513, el 5,5%), aunque en las poblaciones de más de 35.000 habitantes fue la fuerza más apoyada, con el 12,8% de los votos. Los islamistas se hicieron con numerosas alcaldías, entre ellas las de Kénitra, Tetuán, Larache y Alcazarquivir. El PJD ganó asimismo la mayoría relativa en Casablanca, Rabat y Tánger, pero en estas urbes los consejos municipales continuaron en manos de los partidos seculares. El PAM fue capaz de arrebatar al PJD su plaza más emblemática, Mequinez, donde el alcalde Belkora, meses atrás, había sido destituido por el Ministerio del Interior tras dar cuenta la Inspección General de la Administración Territorial de ciertas irregularidades en la gestión municipal.


3. Vuelco del escenario en 2011: de la protesta social a la reforma constitucional

Las artificiosas elecciones municipales de 2009 pusieron a prueba la templanza de Benkiran, que arremetió con dureza contra El Himma y sus colegas teleguiados desde Palacio. El despojamiento de la alcaldía de Mequinez por decreto administrativo y las maniobras descaradamente antiislamistas del PAM eran elocuentes del gran recelo, si no la inquina, con que Mohammed VI miraba al PJD.

Por otro lado, la reputación de Benkiran de hombre pragmático, sostenida por la identificación con el modelo de Islam moderado y democrático del primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan (cuya agrupación, el AKP, se llamaba también Partido de la Justicia y el Desarrollo y lucía un logotipo casi idéntico, una bombilla encendida frente a la lámpara y la llama del PJD, aunque se trataba de una formación más joven, fundada en 2001) y el deseo de evitar a toda costa una situación como la vivida en Argelia en 1991-1992 (una prematura barrida electoral que empujara a los poderes fácticos a dar un autogolpe involucionista), resultó, como mínimo, matizada por una serie de declaraciones contrarias a los homosexuales (unos "enfermos", según él) y al modelo de "laicidad" vigente en Marruecos, que tenía su origen en el Protectorado francés.

Llegado 2011, Benkiran y su partido afrontaban un horizonte político incierto toda vez que su potencial electoral, aunque vasto, topaba con las maniobras obstruccionistas del oficialismo, al que no le faltaban ni recursos ni inventiva para demorar indefinidamente dentro de la legalidad formal su salto al Gobierno. Sin embargo, el contagio al reino magrebí de las revueltas árabes abrió un escenario radicalmente nuevo cuyos dividendos democráticos iba a cobrarlos, de un manera inopinada pero necesaria, el movimiento islamista moderado.

A comienzos de febrero, impresionados por los sucesos revolucionarios en Túnez y Egipto, miles de jóvenes marroquíes se echaron a las calles de las principales ciudades exigiendo reformas democráticas profundas, una monarquía parlamentaria genuina –en la que el soberano reinase, pero no gobernase-, justicia social, oportunidades laborales y el final de las prácticas abusivas y corruptas por políticos y funcionarios. Los organizadores de las protestas se articularon como Movimiento 20 de Febrero y rápidamente ganaron la adhesión de sindicatos, ONG, algunos partidos de la izquierda y, finalmente, los islamistas de Justicia y Caridad. El PJD, que parecía tan desconcertado como los partidos no confesionales, se abstuvo de sumarse a las algaradas, que dieron lugar a disturbios violentos, en particular en el Rif, con un balance de varios muertos, aunque muchos de sus militantes lo hicieron a título individual.

Sumamente cauto, Benkiran se limitó a asentir ante los anuncios por Mohammed VI de "reformas estructurales", el 21 febrero, y, en un discurso calificado de histórico por su calado, de una ambiciosa reforma constitucional centrada en la transferencia de poderes de su persona al Gobierno y el Parlamento, el 9 de marzo. Las enmiendas a la Carta Magna empezaron a redactarse de inmediato y su contenido reformista, no tan profundo como se había pensado en un principio pero de todas maneras sin precedentes, decepcionó al Movimiento de 20 de febrero, que continuó con las manifestaciones.

El borrador del texto elaborado por la comisión nombrada por Palacio y presentada por Mohammed VI el 17 de junio a la nación tenía como objetivo, según el monarca, "fortalecer los pilares de la monarquía constitucional, democrática, parlamentaria y social". En la nueva Constitución, el rey renunciaba a parte de sus poderes ejecutivos, ya no podía disolver unilateralmente el Parlamento y dejaba de ser considerado "sagrado", aunque su persona era "inviolable". Los asuntos religiosos continuaban siendo de su exclusiva incumbencia y retenía la jefatura suprema en este ámbito, luego la figura del Comendador de los Creyentes permanecía intacta. Asimismo, colocaba bajo su autoridad todos los aspectos de la defensa nacional y la seguridad interior en tanto que presidente de nuevo Consejo Nacional de Seguridad. El nuevo art. 42 consagraba específicamente su estatus no religioso como "jefe del Estado" y "árbitro supremo" de las instituciones.

El primer ministro pasaba a llamarse jefe del Gobierno. Por ley, el rey debía nombrarlo en el seno del partido más votado en las elecciones y adquiría amplias prerrogativas en los nombramientos de los miembros del Ejecutivo y la Administración pública. También, podía disolver la Cámara baja del Parlamento y presidir el Consejo de Ministros siempre que el rey delegara en él.

El PJD no puso objeciones a la preservación de la condición regia del Comendador de los Creyentes. La garantía del "libre ejercicio de cultos", recogida dos veces, en el art. 3 (el antiguo art. 6) sobre la proclamación del Islam como la religión del Estado y en el art. 41 sobre las atribuciones espirituales del monarca, mantenía la fórmula redaccional empleada por la versión de 1996. De esta manera, en un apaño de último momento, quedaron mitigadas las aprensiones de los islamistas, voceadas con tono de advertencia por Benkiran, por el posible amparo constitucional de una libertad religiosa en sentido amplio que, por ejemplo, permitiera a un musulmán incumplir preceptos del Islam como el ayuno durante el Ramadán. Esta auténtica libertad de conciencia era, precisamente, uno de los avances que sectores laicos progresistas querrían ver recogidos por la nueva Constitución, cosa que no sucedió.

A los islamistas, radicales o moderados, tampoco les gustó el reconocimiento del tamazight (bereber), hablado en el Rif, como idioma oficial al igual que el árabe. Aunque no estaba conforme al ciento por ciento, el PJD no quiso ser la excepción y, como los demás partidos políticos, pidió votar sí en el referéndum nacional del 1 de julio. Con una participación del 73,4%, el texto otorgado por Palacio fue aprobado por los electores con un 98,5% de votos afirmativos. El 30 de julio la Constitución de 2011 entró en vigor.


4. Gran triunfo electoral del PJD y nombramiento de Benkiran como jefe del Gobierno

El consenso entre el Gobierno y los partidos parlamentarios fue que los comicios adelantados a la Asamblea de Representantes ampliada a los 395 miembros -305 elegidos en 92 circunscripciones y los otros 90 elegidos en lista única nacional de cada partido- tuvieran lugar el 25 de noviembre. El PJD presentó candidatos para cubrir todos los escaños salvo dos, en tanto que Justicia y Caridad, como de costumbre, llamó al boicot. Al igual que sus equivalentes en el Túnez posrevolucionario, los islamistas del movimiento Ennahda, los dirigentes del PJD dedicaron buena parte de la campaña electoral a puntualizar su programa en un sentido tranquilizador, vaciando de contenidos religiosos sus mensajes y haciendo hincapié en su condición, ante todo, de patriotas marroquíes, de buenos demócratas y de políticos comprometidos con la justicia social y el desarrollo económico.

En sus entrevistas para medios de la Europa mediterránea, Benkiran, deseoso de presentarse como un aspirante a gobernante serio y responsable, aseguró que con ellos en el poder los derechos individuales estarían garantizados y que la implantación de la Sharía no figuraba en su agenda ("no es asunto mío decidir cuántos centímetros de falda tienen las chicas que ocultar o mostrar en sus piernas, comentó al diario francés Le Parisien), más que nada porque las consideraciones religiosas competían sólo al rey. El "establecimiento de un régimen religioso, el Califato, como algunos quieren", era simplemente "absurdo", recalcó. Lo que ellos querían era "una verdadera democracia", "una vida mejor para los marroquíes", "ocuparnos de la corrupción, la vivienda y la educación". En añadidura, Benkiran dejó claro que el Estado marroquí seguiría combatiendo enérgicamente las asechanzas del terrorismo fundamentalista, pero no a costa de los Derechos Humanos.

Mustafa Ramid manifestó su seguridad en la victoria a poco que las elecciones fueran "libres y transparentes". Esta vez, el PJD no tuvo motivo para la queja. Con una participación pertinazmente baja (el 45,4%), los islamistas cosecharon el 27,1% de los votos y una mayoría simple de 107 escaños. El segundo partido más votado, el Istiqlal, sólo reunió algo más de la mitad de esas cuotas. Se trataba de un hito por duplicado: no sólo era la primera vez en la historia electoral de Marruecos que una agrupación islamista se hacía con la victoria de manera oficial, sino que nunca antes un partido había acaparado tanto poder parlamentario en un sistema multipartidista caracterizado por su fragmentación. El PJD se impuso holgadamente en todas las ciudades grandes y en la mayoría de las restantes, sobre todo en el norte.

La prensa independiente marroquí empleó en sus titulares las palabras "terromoto" y "tsunami" para calificar lo sucedido en la jornada electoral. Sin embargo, una lectura más técnica podía relativizar en gran medida la fuerza electoral de los islamistas del PJD, ya que, en realidad, entre los abstencionistas y los varios millones de personas que por diversas razones no estaban censadas, sólo una cuarta parte de los marroquíes en edad de votar habían ejercido ese derecho. Mientras el Movimiento 20 de Febrero voceaba en la calle su enfado por el desenlace de unas "elecciones falsas y prefabricadas", Benkiran valoró el resultado sacado por el PJD como "mejor de lo esperado" y a las elecciones en sí las calificó de "honestas" y "democráticamente aceptables". "Estas han sido las legislativas más transparentes de la historia de Marruecos, algo que ha demostrado la rápida publicación de los resultados", consideró el secretario general del PJD, que habló también de "ruptura con las prácticas del pasado que da lugar a un proceso democrático irreversible" y de "paso muy importante hacia la consagración de la democracia".

El 28 de noviembre, en palabras para el diario español La Vanguardia, el primer ministro in péctore subrayó por enésima vez que Europa y Occidente no tenían por qué temer un Gobierno del PJD en Marruecos, pues este "no intervendrá en la vida religiosa de la gente". En esa misma entrevista, Benkiran describió de manera franca y directa la estrategia y los enfoques de su partido en este decisivo 2011: "El PJD sólo tendrá un combate: el de la democracia y el de la buena gobernanza. Con las primaveras árabes y el 20 de febrero el PJD ha comprendido que Marruecos necesita mantener su estabilidad, preservar su monarquía y hacer reformas. Es nuestro discurso de siempre. Después del 20-F nuestro discurso ha sido más claro, más fuerte. Pienso que los marroquíes han votado masivamente por el PJD porque ha expuesto esa necesidad de reformas y no se ha entretenido en bajar a la calle porque eso habría provocado una desestabilización del país. Por otra parte, tampoco ha dicho que todo iba bien y que no hacía falta tocar nada. Adoptó la posición del término medio".

Benkiran se dirigió a los integrantes de la Koutla, es decir, el Istiqlal, la USFP y el Partido del Progreso y el Socialismo (PPS, ex comunista), que sumaban 117 escaños, con la propuesta de formar un Gobierno de coalición cuatripartito. Dejaba las puertas abiertas a negociar con otras formaciones, salvo el detestado PAM, desfondado al cuarto puesto y al que daba por amortizado. El 29 de noviembre el líder islamista acudió a la localidad de Midelt para dar cuenta de sus intenciones a Mohammed VI. La real audiencia no pudo ser más provechosa, pues de la misma Benkiran salió nombrado jefe del Gobierno, función que asumió de manera inmediata una vez prestado, allí mismo, el preceptivo juramento.

Lo que procedía ahora era formar el Ejecutivo. Las negociaciones prosperaron con el Istiqlal de Fassi y el PPS de Mohammed Nabil Benabdallah, pero no con la USFP de Abdelwahed Radi. En su lugar, Benkiran se entendió con el Movimiento Popular (MP) de Mohand Laenser, partido liberal conservador de sustrato bereber que había concurrido a las elecciones como miembro de la Alianza por la Democracia, una coalición de ocho partidos de diversas tendencias ideológicas pero unidos por su sumisión a las directrices monárquicas. El cuatripartito del PJD, el Istiqlal, el PPS y el MP daba una mayoría absoluta de 217 representantes.

El 16 de diciembre los secretarios generales de los cuatro partidos suscribieron una Carta de la Mayoría en la que explicaban los principios fundamentales de su programa común. Sin ahorro de la retórica típica del lenguaje político marroquí, los firmantes se comprometían a "servir a los supremos intereses de la nación y a defender su soberanía, su integridad territorial y la unidad de su gente, en el marco del respeto a los sagrados e inmutables valores de la nación, y de acuerdo con la Constitución". Para realizar esos objetivos, la coalición ejercería la "acción conjunta", el "trabajo armonioso", la "eficacia en la ejecución", la "transparencia en la gestión" y la "solidaridad de la responsabilidad". En particular, el nuevo Gobierno se proponía "rehabilitar la acción política", "moralizar la gestión de la cosa pública", "consolidar la credibilidad de las instituciones" y luchar resueltamente contra las "prácticas ilegales y la economía sumergida". Los signatarios dieron a la Carta el rango de documento jurídicamente vinculante a modo de estatuto de la coalición cuatripartita, formalizada hasta el punto de dotarse de una presidencia colectiva permanente que se reuniría regularmente con el jefe del Gobierno y que también rendiría cuentas a la población periódicamente del balance de resultados.

La presentación del Gabinete Benkiran se demoró debido a ciertos forcejeos con Palacio por la adjudicación de algunos cargos. Hasta la reforma constitucional de este año, el rey se había reservado el nombramiento personal, sin acordarlo con el primer ministro, de seis puestos sensibles del Gobierno: los ministros de Exteriores, Interior, Justicia y Asuntos Religiosos, más el delegado de Defensa y el secretario general del Gobierno. Ahora, los llamados ministerios de soberanía se reducían a los tres últimos citados. Aunque el Ministerio de Justicia competía al PJD, Mohammed VI puso pegas a la designación de Mustafa Ramid, la voz más crítica del partido y muy mal visto por el Majzen, pero finalmente transigió. A cambio, el rey impuso en la lista ministerial a algunas personas de confianza.

El 3 de enero de 2012, finalmente, el monarca nombró al Gobierno Benkiran. Sus 30 miembros, entre ministros con cartera y ministros delegados, se repartían así: 11 eran del PJD, incluidos Othmani en Exteriores y Ramid en Justicia, así como Abdallah Baha, adjunto a Benkiran como ministro de Estado; seis del Istiqlal, con Economía y Finanzas para Nizar Baraka; cuatro del MP, con Mohand Laenser en Interior; cuatro del PPS, con Nabil Benabdallah en Hábitat y Urbanismo; y cinco eran independientes designados por Palacio, entre ellos los tres ministros de soberanía. En el Gabinete sólo había una mujer, Bassima Hakkaoui, titular de Solidaridad, la Mujer, la Familia y Desarrollo Social; su partido era, precisamente, el PJD.

Abdelilah Benkiran está casado y es padre de seis hijos.

(Cobertura informativa hasta 15/1/2012)