Abdelaziz Bouteflika
Presidente de la República (1999-2019)
(Biografía actualizada hasta 2013. Véase nota de actualización hasta 2021) |
El estado de salud del presidente Abdelaziz Bouteflika, hospitalizado en París desde que sufrió un ictus a finales de abril de 2013, ha sumido en una profunda incertidumbre política a Argelia. El país es la primera potencia demográfica y económica del Magreb, uno de los mayores exportadores mundiales de gas —con muy importantes implicaciones estratégicas para el sur del Europa— y actor clave para la estabilidad de toda la región sahelo-sahariana, convertida en campo de operaciones del terrorismo jihadista. Los achaques vienen minando el físico de Bouteflika, cuyo tercer mandato quinquenal concluye en abril de 2014. Entonces se cumplirán 15 años desde su acceso a la jefatura del Estado, un ejercicio en el poder que ya ha batido el registro de Houari Boumédiène, su antiguo superior y mentor en la dictadura del Frente de Liberación Nacional (FLN), del que fue la mano derecha.
Aunque las autoridades aseguran que el presidente, de 76 años, "se recupera" de su accidente cerebrovascular, la opacidad informativa alimenta las especulaciones sobre la proximidad de un proceso sucesorio para el que, de producirse ahora, no hay candidatos claros. Por el momento, el interesado no ha confirmado ni desmentido la intención que le atribuyen de volver a presentarse a las elecciones de 2014, acogiéndose por segunda vez a la enmienda constitucional de 2008 que dio luz verde a su reelección indefinida.
Desde 1999, el diminuto Boutef, precoz y brillante ministro de Exteriores entre 1963 y 1979, frustrado heredero del bumedianismo para luego pasarse 19 años en la sombra y superviviente de la generación de líderes revolucionarios que, al cabo de una cruenta guerra de liberación nacional, condujeron a Argelia a la independencia de Francia en 1962, ha regido el país norteafricano con buenas dosis de astucia, inercia conservadora y ambigüedad. Su logro más reconocido, ponerle fin a la violencia y el terror masivos que asolaron Argelia en la década que siguió al golpe de Estado antiislamista de enero de 1992, pesa en el juicio de muchos ciudadanos que le han guardado fidelidad electoral. El recuerdo de los terribles años noventa suele señalarse como una de las razones que explica porqué la Primavera Árabe terminó pasando de largo aquí, pese a que el caso argelino presentaba a priori unas características propiciatorias que invitaban a augurar un levantamiento popular como los de Túnez y Egipto.
Bouteflika ha sido objeto de durísimas críticas por sus maniobras autoritarias para eternizarse en el poder, sus órdenes de reprimir brutalmente los brotes de descontento (como en la Cabilia en 2001, donde la Policía causó una masacre), sus dilaciones reformadoras, su gestión social de la abultada renta petrolera y los excedentes fiscales, ineficaz contra la pobreza y el paro juvenil, su pasividad ante la corrupción y sus equívocas relaciones con las camarillas militares y civiles que le han dado soporte e hicieron posible su boicoteada candidatura presidencial en 1999. Estos cuestionamientos, voceados por multitud de colectivos sociales, por una parte considerable de la opinión pública y hasta por miembros del propio aparato dirigente, no han socavado la posición del mandatario, que sigue marchando a contracorriente de los sinos del resto de presidentes de repúblicas árabes, cuyos elevados niveles de ilegitimidad popular, por lo visto, no compartía cuando la ola de protestas de 2011.
A lo largo de su ejecutoria, Bouteflika, adjudicándose la etiqueta de "independiente" hasta que finalmente aceptó identificarse con su partido de toda la vida, ha arbitrado en su favor una dialéctica de tensiones políticas basculantes que involucra a dos formaciones oficialistas: el histórico FLN, el cual ha recobrado mucha de la supremacía de antaño gracias al favor personal del presidente, quien consiguió desembarazarse de Ali Benflis, rival y cabeza del ala socialdemócrata de la formación; y el más bien artificial RND, la otra pata de la coalición gobernante, de tendencia liberal conservadora y puesto en marcha por el anterior presidente, Liamin Zéroual, en la época en que la Argelia salida del traumático golpe militar de 1992 lució una fachada de democracia constitucional fuertemente limitada y vigilada.
La habilidad maniobrera del anciano presidente sobrevuela también las intrigas de otros actores relevantes: los generales del Ejército, los de línea dura y los posibilistas, por los que no se ha dejado manejar; los omnipresentes servicios secretos, que prolongan la injerencia castrense en los asuntos civiles; los funcionarios liberales y sus adversarios de izquierda, en la tesitura de unas reformas económicas que deberían permitir al país desarrollar todo su potencial y explotar mejor sus bazas estratégicas; los directivos de la empresa estatal de hidrocarburos, Sonatrach; y un sospechoso grupo de allegados y familiares al que la prensa denomina el clan de Tlemcen. Desde su segundo mandato, iniciado en 2004, Bouteflika ha ido acumulando poder de manera paulatina a costa de los capitostes civiles y militares, hasta conformar un régimen personalista y autocrático.
Lo inacabado del proceso de "concordia civil y "reconciliación nacional" por la persistencia del terrorismo integrista tras la marca de Al Qaeda; la paradójica situación del sistema político (pluralismo y competitividad, aunque con alta abstención, en las elecciones legislativas, pero mayorías plebiscitarias y nulas posibilidades de alternancia en las presidenciales, amén de las habituales denuncias opositoras de abuso y fraude); los vaivenes en la libertad de prensa; las violaciones de los Derechos Humanos; los innegables logros macroeconómicos (crecimiento sostenido, superávit comercial, muy bajo endeudamiento) a la par que no se avanza en la diversificación del sistema productivo; y unas relaciones exteriores vigorosas (diálogo privilegiado con el G8, NEPAD, Acuerdo Euromed, cooperación antiterrorista con Estados Unidos), que han reinsertado a Argelia en el seno de la comunidad internacional con asomo de la vieja susceptibilidad nacionalista, son otros tantos elementos que terminan de retratar el contradictorio legado del quinto presidente de la República Argelina Democrática y Popular.
(Nota de actualización: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 5/6/2013. Abdelaziz Bouteflika fue reelegido para un cuarto mandato quinquenal en las votaciones del 17/4/2014, celebradas luego de adoptar la Asamblea una nueva enmienda constitucional ad hoc permitiendo su postulación. A partir de este momento, su enfermedad y sus prolongadas hospitalizaciones en el extranjero mantuvieron a Bouteflika prácticamente incapacitado y alejado de la vida pública. El 10/2/2019, el anuncio de que el presidente volvería a presentarse en las elecciones de ese año fue el detonante de una masiva protesta popular exigiendo su salida del poder. El 11/3/2019 Bouteflika renunció a optar al quinto mandato y días después anunció su disposición a dimitir el 28/4, cuando expiraba su ejercicio. Presionado abiertamente por la cúpula militar, el mandatario renunció con carácter inmediato el 2/4/2019. En ese momento, el presidente de la cámara baja del Parlamento, Abdelkader Bensalah, se convirtió en presidente en funciones, luego interino, de la República. Las elecciones presidenciales tuvieron lugar el 12/12/2019 con el resultado de la victoria del candidato del Gobierno y el partido oficialista FLN, Abdelmadjid Tebboune, quien tomó posesión siete días después. Abdelaziz Bouteflika falleció en su residencia de Zéralda, Argelia, el 17/9/2021 a los 84 años de edad). |
1. Dirigente del FLN y ministro de Exteriores de la era Boumédiène
2. Dos décadas de relegación política
3. Elección presidencial con el respaldo del Ejército
4. Primer mandato (1999-2004)
4. 1. Los frutos incompletos de la "concordia civil"
4. 2. Impulso a la economía
4. 3. Ofensiva diplomática para retornar a la palestra internacional
4. 4. Estallido en la Cabilia y gran triunfo del FLN en las legislativas
5. Segundo mandato (2004-2009)
5. 1. Duelo victorioso con Ali Benflis, remoción del general Lamari y control pleno del FLN
5. 2. La Carta para la Paz y la Reconciliación Nacional
5. 3. Unos comicios viciados y la luz verde a la reelección presidencial indefinida
5. 4. Desencuentros con Marruecos y Francia
5. 5. Giro soberanista en la política energética
6. Tercer mandato (2009-)
6. 1. La Primavera Árabe fracasa en Argelia
6. 2. Rotundo éxito del oficialismo en las legislativas de 2012
1. Dirigente del FLN y ministro de Exteriores de la era Boumédiène
Perteneciente a una familia emigrada a Marruecos desde la región argelina de Tlemcen, el niño, segundo de un total de nueve hermanos y hermanastras (su padre tenía dos esposas), nació en 1937 en la ciudad de Oujda, próxima a la frontera. En 1955 concluyó sus estudios de secundaria con una titulación en francés y un diploma de la escuela coránica.
En mayo de 1956, con 19 años, el joven cruzó los límites del recientemente disuelto Protectorado Francés de Marruecos y se internó en la región occidental de la Argelia Francesa para unirse al Ejército de Liberación Nacional (ALN), la rama militar del Frente de Liberación Nacional (FLN), que en noviembre de 1954, bajo la dirección de Ahmed Ben Bella, Benyoucef Benkhedda, Krim Belkacem y otros líderes independentistas, se había lanzado a la lucha armada contra las fuerzas de la metrópoli.
Antes de entrar en acción, Bouteflika recibió formación militar en la escuela de cuadros que el FLN tenía en la localidad marroquí de Dar El Kebdani, cerca de Nador. Los instructores se percataron inmediatamente de las aptitudes y cualidades del recluta, que no tardó en ocupar puestos de responsabilidad. Su primer cometido, entre 1957 y 1958, fue el de inspector general de la V Región Militar o Wilaya, que dirigía las operaciones guerrilleras en el Oranesado siguiendo las instrucciones políticas del Gobierno Provisional de la República Argelina (GPRA), encabezado por Ferhat Abbas desde El Cairo y luego Túnez. En la V Wilaya Bouteflika se puso a las órdenes del comandante Huari Boumédiène, al que sirvió como secretario y edecán.
Posteriormente, Bouteflika ascendió a comandante de operaciones militares y a miembro del Estado Mayor General del ALN, siempre a la diestra de Boumédiène, quien en 1960 se aupó a la jefatura de este órgano supremo con el rango de coronel. Aquel mismo año, le fue confiado el control de la frontera meridional con Malí con el fin de asegurar la soberanía del movimiento de liberación argelino sobre este remoto territorio. En esta misión, en lo más profundo del desierto, el oficial tomó el nom de guerre de Si Abdelkader El Mali. Al año siguiente, en 1961, Bouteflika pasó clandestinamente a Francia para intentar contactar con los dirigentes civiles del FLN que se encontraban en prisión.
Tras producirse la independencia, merced a los Acuerdos de Evian, en julio de 1962, Bouteflika representó a Tlemcen en la Asamblea Nacional Constituyente que, bajo la presidencia de Ferhat Abbas, hizo la función de Parlamento provisional. En septiembre siguiente, Ben Bella, elegido presidente del Gobierno tras imponerse con el decisivo respaldo militar de Boumédiène en la cruda lucha por el poder desatada con Belkacem y sus seguidores en el seno del FLN, le incluyó en su Gabinete como ministro de Juventud, Turismo y Deportes.
A sus 25 años, Bouteflika se había hecho un hueco en la dirigencia de la flamante República Argelina Democrática y Popular, el más joven con diferencia de un grupo encabezado por Ben Bella (primer ministro y desde 1963 presidente de la República), Boumédiène (ministro de Defensa), Abbas (presidente de la Asamblea Constituyente), Mohamed Khider (secretario general del FLN) y Rabah Bitat (viceprimer ministro).
El 4 de septiembre de 1963 Bouteflika se convirtió en ministro de Asuntos Exteriores, ocupando el cargo vacante desde el asesinato en abril anterior, en oscuras circunstancias, de Mohamed Khemisti. La promoción gubernamental anticipó su entrada en el Comité Central y el Buró Político del FLN el 23 de abril de 1964, y su reelección en la Asamblea Nacional el 20 de septiembre siguiente. El dúo Boumédiène-Bouteflika, dos hombres jóvenes (el primero era cinco años mayor que el segundo), era la jefatura visible de una potente facción del régimen, concebido desde el primer día como una dictadura de partido único, que dio en llamarse el Clan o Grupo de Oujda.
Llegado 1965, el poder alcanzado por el Grupo de Oujda era tal que Ben Bella, inseguro de su situación, se decidió a actuar. Para debilitar a Boumédiène, que ya estaba conspirando contra él, el presidente puso en marcha una operación para destituir a Bouteflika como ministro de Exteriores, pero 19 de junio el ministro de Defensa se anticipó dando un golpe de Estado militar que no halló resistencia.
Bouteflika, que al parecer jugó un papel muy activo en los preparativos de la remoción de Ben Bella y la ruptura del orden constitucional tras el eufemismo de una "rectificación" de la Revolución, tomó asiento en el Consejo Revolucionario que hasta 1976, cuando Boumédiène se hizo elegir presidente en las urnas, detentó las funciones de la jefatura del Estado. Por supuesto, siguió siendo el ministro de Exteriores, aunque, en tanto que miembro de la cúpula del FLN, tomó parte en procesos decisorios que excedieron con mucho las competencias del área de Exteriores, como la nacionalización de la industria de los hidrocarburos en 1971.
Hombre refinado y cultivado, de modales cosmopolitas y elegantemente vestido a la última moda occidental, Bouteflika dirigió con brillantez la diplomacia argelina durante los trece años del bumedianismo, caracterizados por el desarrollismo económico, las copiosas rentas del petróleo (que no fueron eficazmente redistribuidas por el régimen, anclado en la mala gobernanza, el autoritarismo y la corrupción) y la búsqueda de prestigio exterior. A la imagen popular, dentro y fuera de Argelia, de Boutef, como fue apodado, contribuyó un estilo personal enérgico, incluso arrogante a veces, que llamaba más la atención por la escasa estatura física del político, inferior al metro sesenta.
La personalidad mundana y expansiva de Bouteflika contrastaba vivamente con el carácter reservado, lacónico y austero de Boumédiène, un dictador taciturno amante de la disciplina y obsesionado con la unicidad de Argelia en todos los aspectos, el político (el monopolio del poder por el FLN), el religioso (el Islam) y el lingüístico (el idioma árabe, en detrimento de las lenguas bereberes). Por lo demás, la Constitución de 1976 consagró el carácter popular e islámico del Estado argelino, regido por un modelo socialista específico a la vez nacionalista, religioso y no marxista, aspecto este último que ponía límites a la cooperación, ciertamente estrecha en el capítulo económico, con la URSS.
Hitos reconocidos del ministerio de Bouteflika fueron el restablecimiento en 1974 de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, rotas a raíz de la Guerra de los Seis Días en 1967, y la histórica visita del presidente galo Valéry Giscard d'Estaing, que selló la reconciliación con la antigua metrópoli colonial y abrió una nueva era de relaciones comerciales.
También, diseñó la estrategia del liderazgo argelino, ambicionado por Boumédiène, quien se consideraba el legítimo sucesor de Nasser, sobre el Movimiento de Países No Alineados (MNA) y la Liga Árabe, así como la reivindicación de un nuevo orden económico internacional, que debía convertir a Argel en la sede insustituible de cumbres y conferencias de los países en desarrollo, en aras de un justo diálogo Norte-Sur. Para Bouteflika y Boumédiène, el MNA estaba obligado a ejercer funciones equilibradoras entre los bloques capitalista y comunista, calificados en igual medida de imperialistas.
En septiembre de 1974 el ministro fue elegido presidente de la vigésimo novena sesión anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas, una de cuyas primeras decisiones fue reconocer a la OLP de Yasser Arafat como el representante legítimo del pueblo palestino. En 1977 Argelia se sumó con entusiasmo al Frente del Rechazo árabe convocado por el líder libio Muammar al-Gaddafi en respuesta al diálogo unilateral emprendido por el presidente egipcio Sadat con Israel.
Una apuesta fundamental de la política exterior argelina en estos años, que tuvo serias repercusiones en la geopolítica magrebí, fue el reconocimiento en 1976 de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), el cual provocó la ruptura de las relaciones diplomáticas con Marruecos y Mauritania. El apoyo material y los santuarios brindados en territorio argelino permitieron al Frente Polisario continuar su lucha armada contra el Gobierno de Rabat.
2. Dos décadas de relegación política
El prematuro fallecimiento de Boumédiène en diciembre de 1978 dejó a Bouteflika prácticamente sin opciones en la lucha por una sucesión a la que hasta entonces parecía destinado, si bien tenía un rival del ala izquierda del FLN, Mohamed Salah Yahiaoui, el secretario general del partido desde 1973. Las presiones del Ejército y los servicios de seguridad militar, el núcleo duro del régimen, sobre las deliberaciones del FLN fueron decisivas para la elección de un uniformado, el coronel Chadli Bendjedid, que en febrero de 1979, tras la interinidad en funciones de Rabah Bitat, el presidente de la Asamblea Nacional Popular, asumió la Presidencia de la República.
Nada más hacerse con el mando, Chadli rebajó a Bouteflika al más que simbólico puesto de ministro de Estado, con funciones de asesoría al presidente. El nuevo titular de Exteriores fue Mohamed Seddik Benyahia, un responsable del FLN sin ambiciones de poder, quien tres años después iba a perder la vida en un accidente de aviación.
El 13 de enero de 1980 Bouteflika cesó en el Ejecutivo y desapareció del primer plano político. Su progresiva marginación culminó en diciembre 1981 cuando el Tribunal de Cuentas del Estado le acusó de malversación de fondos asignados al Ministerio de Exteriores por valor de 60 millones de dinares, cantidad resultante del presunto desvío a dos cuentas suizas de una serie de abultadas sumas de dinero desde las cajas de varias embajadas de Argelia en el extranjero. El delito habría sido cometido entre 1965 y 1978.
En agosto de 1983 el Tribunal de Cuentas confirmó su acusación en veredicto firme, pero la justicia penal no actuó y Bouteflika eludió la condena que, según el organismo auditor del Estado, merecía. Sin embargo, el ex ministro no salió con bien del todo, ya que fue expulsado de los órganos de dirección del FLN e incluso hubo de abandonar su lujosa residencia oficial en Argel. Antes de terminar 1983 emprendió el camino de un exilio voluntario que le llevó a los Emiratos Árabes Unidos, Francia y Suiza.
A comienzos de 1987 Bouteflika fue rehabilitado por decisión del presidente Chadli y, tímidamente, volvió a hacerse notar en la política argelina. A raíz de la revuelta de la sémola de octubre de 1988, gran disturbio social que conmovió las estructuras del régimen, fue uno de los signatarios de la denominada Carta de los 18, que reclamaba al poder el fin de los abusos represivos y la liberalización del sistema político.
En 1989, luego de que Chadli emprendiera un ambicioso programa de reformas políticas cuyo punto más relevante era la abolición del monopolio político del FLN, el antiguo responsable diplomático regresó definitivamente a Argelia para participar en noviembre en un Congreso extraordinario del partido, saldado para él con la readmisión en el Comité Central. En 1990 Bouteflika puso fin a su soltería al contraer matrimonio con Amal Triki, hija de un embajador retirado.
En los años que siguieron, Bouteflika fue un observador discreto y elusivo de las convulsiones políticas argelinas. Así, rechazó los puestos de ministro-consejero y representante permanente en las Naciones Unidas que le ofreció el Alto Comité de Estado (HCE), el supremo órgano de poder, compuesto por dignatarios civiles y militares, instalado a raíz del golpe de Estado antiislamista perpetrado por el propio régimen en enero de 1992.
En aquella ocasión, los altos mandos militares y los conservadores del FLN decidieron defenestrar a Chadli y violentar el orden constitucional para impedir la celebración de la segunda vuelta de las históricas elecciones legislativas pluralistas de diciembre de 1991, que apuntaban a la constitución de una Asamblea dominada en sus dos terceras partes por el partido Frente Islámico de Salvación (FIS).
Posteriormente, en enero de 1994, Bouteflika declinó el ofrecimiento de sectores del Ejército de postularse para la jefatura del Estado con vistas a liderar un proceso de reconciliación nacional y transición democrática. En aquella ocasión se apuntó que los militares erradicadores, defensores acérrimos de la guerra sin cuartel contra las distintas bandas islamistas que se habían alzado en armas contra el Estado, no habrían aceptado la disposición del ex ministro de Exteriores a abrir un proceso de diálogo formal con el ilegalizado FIS. Este tenía a sus líderes civiles en prisión y sus diversos maquis, primero encabezados por el Movimiento Islámico Armado (MIA) y luego agrupados como Ejército Islámico de Salvación (AIS), combatían en la guerra civil no declarada.
El Alto Consejo de Seguridad (HCS), el verdadero poder ejecutivo en la sombra pese a que sobre el papel sólo tenía funciones "consultivas" del HCE, se decantó entonces por un antiguo hombre de la milicia, el ex general y comandante en jefe del Ejército Liamin Zéroual, quien venía fungiendo de ministro de Defensa y que, a pesar de representar una solución de compromiso entre los sectores erradicadores y conciliadores del régimen, mostraba un posibilismo político en la línea del propugnado por Bouteflika, aunque menos enfático.
3. Elección presidencial con el respaldo del Ejército
En su lustro de ejercicio, el presidente Zéroual tuvo escaso éxito en sus intentos de ir minando la fuerza de la principal organización subversiva, el integrista Grupo Islámico Armado (GIA), partiendo de un cauteloso diálogo con el FIS (el único logro en este frente fue, en 1997, el anuncio del alto el fuego por el AIS), mientras abría la mano en el terreno político con la celebración de elecciones multipartidistas y la promulgación de una nueva Constitución, sobre las que pesaron el boicot de destacados partidos de la oposición.
En diciembre de 1998, con motivo del adelantamiento por Zéroual del final de su mandato, Bouteflika anunció su intención de competir como candidato independiente en las elecciones presidenciales anticipadas de abril de 1999. Tras su candidatura, en absoluto aventurera, estaban poderosas instancias de las Fuerzas Armadas y el FLN.
Este último, aun siendo un partido del Gobierno, había perdido mucha presencia institucional en los años de Zéroual y confiaba que con Bouteflika al timón del Ejecutivo podría arrebatar la primacía al Reagrupamiento Nacional Democrático (RND), partido oficialista de tendencia liberal conservadora creado por el entorno de Zéroual con motivo de las legislativas de 1997, las cuales ganó. Su nuevo secretario general era Ahmed Ouyahia, el cual asumió el puesto justamente ahora, en diciembre de 1998, sustituyendo al propio Zéroual y al cabo de un período de tres años en que había sido el primer ministro del país.
No sin suscitar algunas suspicacias en los erradicadores de la cúpula militar, cuyo máximo representante era el general Mohamed Lamari, jefe del Estado Mayor del Ejército desde 1993, Bouteflika centró sus propuestas electorales en la superación del atroz estado de violencia que imperaba en el país, el establecimiento de una paz civil firme y la consecución de la reconciliación nacional. Menor espacio dedicó a la situación económica, que admitió como preocupante.
Las promesas de Bouteflika, el antiguo ministro dandy de los "años dorados" del bumedianismo, prendieron en una población exhausta tras casi una década de trauma y terror en la que alrededor de 100.000 personas habían perdido la vida (la cifra fue citada por el propio Bouteflika, quien en 2005, en otra alocución sobre el particular, iba a elevarla, para incredulidad de muchos observadores serios, a 150.000) y un millón más había sufrido heridas o desplazamiento a causa de los atentados y los combates.
La profusión de matanzas indiscriminadas y atrocidades de toda laya, particularmente dramáticas en el trienio 1996-1998, habían creado una sensación de máximo desamparo tanto por el carácter irracional de estas violencias salvajes como por las extendidas sospechas de una connivencia en las mismas, cuando no de una entera responsabilidad en ciertos casos, de los servicios de inteligencia del Ejército.
Además del FLN y el RND, decidieron arropar la apuesta presidencial de Bouteflika dos fuerzas del islamismo moderado que operaban normalmente dentro del sistema, el Movimiento de la Sociedad por la Paz (MSP, también llamado Hamas), segunda fuerza parlamentaria tras el RND, de Mahfoud Nahnah, y el Movimiento del Renacimiento Islámico (MRI, o Ennahda).
El 15 de abril de 1999 Bouteflika, depositario de las esperanzas de una parte de la población que veía en él, si no a un hombre providencial, sí al menos una personalidad capaz de sacar al país de la angustiosa crisis que lo desangraba desde hacía casi una década, se proclamó vencedor con el 73,8% de los votos, siendo la participación del 60,3%. Todos los demás candidatos, seis, se habían retirado en la víspera por considerar que no concurrían las mínimas garantías y que Bouteflika, pese a su etiqueta de independiente, era el postulante del régimen ilegítimo surgido del golpe de 1992. La espantada no impidió que las papeletas con sus nombres estuvieran a disposición de los electores en los centros de votación cuando estos abrieron sus puertas en la jornada siguiente.
En estas circunstancias, algo más de una cuarta parte de los sufragios fue a parar a los candidatos de la oposición, quienes eran: el ex ministro multicartera Ahmed Taleb Ibrahimi; Abdallah Djaballah, del Movimiento para la Reforma Nacional (MRN o Al Islah, islamista moderado); Mouloud Hamrouche, primer ministro en 1989-1991; Mokdad Sifi, primer ministro 1994-1995; Youcef Khatib; y Hocine Aït Ahmed, antiguo miembro del GPRA y uno de los dirigentes originales del FLN, desde 1963 al mando del Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), bien implantado en la región bereber de la Cabilia.
El 27 de abril Bouteflika prestó juramento como presidente de la República para el próximo lustro. El primer ministro desde hacía cinco meses, el independiente Smail Hamdani, fue confirmado en su puesto por el nuevo jefe del Estado.
4. Primer mandato (1999-2004)
4. 1. Los frutos incompletos de la "concordia civil"
La estrategia pacificadora del nuevo mandatario, que recibía la conducción de un país exangüe tras muchos años de gestión catastrófica del Estado y la sociedad, produjo signos alentadores sin tardanza.
El 3 de junio el Gobierno realizó una oferta de paz al AIS, el brazo armado del FIS, que venía respetando su alto el fuego unilateral de octubre de 1997 y al que Bouteflika había prometido conceder cobertura legal. Tres días después, el 6 de junio, el AIS respondió con el anuncio del cese definitivo de sus acciones armadas. El 4 de julio el presidente concedió un indulto masivo del que podrían beneficiarse entre 5.000 y 15.000 presos islamistas, muchos de los cuáles estaban vinculados a organizaciones religiosas ilegales pero no implicados en delitos de sangre.
La audaz medida formaba parte de un denominado Plan de Concordia Nacional que se completaba con un proyecto de ley para la integración social de los insurgentes y la concesión de nuevas medidas de gracia a prisioneros. Luego de su aprobación parlamentaria, la Ley de Concordia Civil fue sancionada en referéndum el 16 de septiembre con un 98,6% de votos favorables y una participación del 85%. Bouteflika había amenazado con dimitir si la consulta le resultaba adversa.
El 4 de enero de 2000 el AIS firmó con el Gobierno su disolución y siete días después Bouteflika decretó una amnistía general para todos sus miembros. El plazo legal para la entrega de las armas por todos los maquis expiró el día 13 con sólo millar y medio de acogidos. Tanto el GIA, responsable de los peores atentados y asesinatos de civiles, como el fanático Grupo Salafista de la Predicación y el Combate (GSPC), escindido del anterior en 1998 con la ayuda de Al Qaeda, rehusaron adherirse a la Ley de Concordia Civil, aunque sí lo hicieron algunos militantes a título individual. Bouteflika advirtió que perseguiría "sin piedad" a los islamistas armados que rechazaran el perdón.
Ahora bien, más allá de la actitud recalcitrante del GIA y el GSPC, la pacificación nacional y la democratización de la vida pública seguían topando con serios obstáculos en el ámbito del Estado. El asesinato el 22 de noviembre de 1999 de Abdelkader Hachani, considerado el líder del ala más posibilista del FIS y posible interlocutor en unas supuestas conversaciones secretas que ya estarían teniendo lugar, fue interpretado como un sabotaje casi definitivo a un eventual retorno de la más importante organización islamista a la legalidad. Bouteflika calificó el magnicidio de "acto criminal y odioso".
Por otro lado, el 8 de julio de 1999, cinco días de promulgarse la Ley de Concordia Civil y a renglón seguido del indulto masivo de presos islamistas, las especulaciones sobre el próximo levantamiento del estado de emergencia vigente desde 1992, que había amparado la durísima represión militar, fueron cortadas en seco por el propio Bouteflika con una declaración sobre el particular. La política de aperturismo limitado y la prolongación de la violencia islamista, si bien ya con menor intensidad, vinieron a templar el optimismo suscitado por el resultado de las elecciones de abril y a generar dudas sobre la verdadera voluntad o el margen de maniobra de Bouteflika.
El 23 de diciembre de 1999, una vez adheridos al bloque oficialista los partidos Reagrupamiento por la Cultura y la Democracia (RCD, defensor de la cultura bereber de la región de la Cabilia y de ideología laica y centroizquierdista) de Saïd Sadi, quien había boicoteado las presidenciales de abril, y la Alianza Nacional Republicana (ANR, nacionalista secular) del ex primer ministro Redha Malek, Bouteflika nombró para el puesto a otra personalidad sin filiación partidista, Ahmed Benbitour, antiguo responsable de Finanzas.
Benbitour alineó un Gabinete mixto conformado por hombres del entorno directo del presidente, tecnócratas del Estado y representantes del RND, el FLN, el MSP, el RCD y el MRI. La inclusión del partido de Sadi fue considerada un éxito político Bouteflika, que en septiembre anterior, en una visita a Tizi Ouzou, segunda ciudad de la Cabilia, había soliviantado a los lugareños al afirmar que el tamazight, la denominación colectiva de las lenguas bereberes, podría ser un idioma "nacional, pero nunca oficial".
4. 2. Impulso a la economía
Por lo que respecta a la economía, el Ejecutivo lanzó el Plan de Apoyo al Relanzamiento Económico (PSRE), el cual introducía un fuerte matiz intervencionista del Estado a la campaña de reformas liberales (desregulaciones, privatizaciones, conservadurismo fiscal, vigilancia de la inflación) que bajo el dictado del FMI habían aplicado los gobiernos de Zéroual. Con Bouteflika, el programa de transformaciones que debía favorecer el libre mercado y el sector privado siguió adelante, pero a un ritmo disminuido. Los gobiernos extranjeros interesados en el aumento de la cuota de negocio de sus empresas con Argelia redoblaron las presiones para que la economía argelina se abriera más a las inversiones directas y a los proyectos industriales conjuntos.
Valedero por cinco años y con un presupuesto de 7.000 millones de dólares al cambio, el PSRE se componía de varios planes sectoriales enfocados en la producción agrícola, la dotación de viviendas y la construcción de carreteras y otras infraestructuras de servicios. La excelente coyuntura de los mercados del petróleo y el gas natural, que inundaba de ingresos las arcas públicas (en estos momentos, el sector de los hidrocarburos suponía el 25% del PIB, generaba el 52% de los ingresos presupuestarios y era el origen del 95% de las ganancias por exportaciones), aseguró la aplicación con buenos resultados del PSRE.
La bonanza era un hecho y el PIB argelino creció un 5,6% de media en los cinco años del primer mandato de Bouteflika, quien insistía en la necesidad de dar pasos firmes hacia la diversificación del sistema productivo. El logro fue tanto más redondo cuanto que no generó tensiones inflacionistas. Con el margen que le daba el excedente presupuestario, el Estado pudo ir reestructurando en términos muy favorables el pago de la deuda externa, cuyo montante, de 30.000 millones de dólares, comenzó a reducirse a toda velocidad.
No obstante esta plétora de éxitos macroeconómicos, el paro, superior al 25%, y, sobre todo, la pobreza, anclada en el 23%, siguieron golpeando a la población. La persistencia de estas lacras sociales puso en evidencia que el crecimiento económico, o no era suficiente, o no estaba revirtiendo en políticas de desarrollo humano y generación de empleo para los jóvenes.
El 26 de agosto de 2000 el primer ministro Benbitour, luego de recibir críticas por su "inmovilismo" y su "incapacidad" para llevar adelante las reformas económicas, presentó la dimisión a Bouteflika, quien nombró en su lugar a un estrecho colaborador y dirigente del FLN, Ali Benflis, rostro señero de la nueva generación de renovadores del antiguo partido único. En septiembre de 2001 Benflis, primer jefe de Gobierno del FLN desde 1993, iba a ser elegido también secretario general de la formación en lugar de Boualem Benhamouda, quien ocupaba el puesto desde 1996.
4. 3. Ofensiva diplomática para retornar a la palestra internacional
En el terreno de la política exterior, Bouteflika, desplegando la energía que le había dado fama cuando era más joven, engalanó su estreno con una serie de viajes conducentes a la normalización de las relaciones con países clave. El objetivo fundamental era levantar el aislamiento a que el golpe de 1992 y las masivas violaciones de los Derechos Humanos habían condenado a Argelia, un país acostumbrado a moverse con soltura en la arena internacional y a hacer oír su voz crítica con los países capitalistas del primer mundo en el seno de bloques como la Organización para la Unidad Africana (OUA), pronto reconvertida en Unión Africana (UA), y el MNA, sumido en un lánguido declive.
El debut del presidente allende las fronteras nacionales fue el 25 de julio de 1999 con motivo de los funerales del rey Hasan II en Rabat, donde aprovechó para reunirse con el nuevo monarca alauí Mohammed VI, el presidente estadounidense Bill Clinton, el presidente francés Jacques Chirac y el primer ministro israelí Ehud Barak. Aunque no se trató más que de un encuentro de cortesía, el aparte de Bouteflika con Barak en Rabat fue el primer cara a cara entre los dos máximos dirigentes de Argelia e Israel.
La reunión con Mohammed VI, primera de ese nivel en una década, alimentó las expectativas de una reconciliación definitiva entre Argelia y Marruecos, con el que las relaciones, siempre azarosas, estaban congeladas de hecho desde 1994. Bouteflika pareció apuntar a aquella dirección al declarar que la cuestión del Sáhara Occidental, tradicional foco de tensiones mutuas, era "estrictamente un problema de la ONU". Sin embargo, la cita de Rabat resultó ser un espejismo: el espíritu de diálogo se esfumó y a partir de 2004, ya en el segundo mandato de Bouteflika, la tensión rebrotó con fuerza en las relaciones bilaterales.
Al Gobierno francés, Bouteflika le ofreció la superación definitiva de los estigmas de la guerra de liberación y el inicio de una nueva era de relaciones basada en la no injerencia en los asuntos internos y la cooperación económica. Con ese fin, el presidente solicitó a París una disculpa por su conducta en el pasado y la condonación de al menos una parte de la deuda contraída.
En junio de 2000 Bouteflika realizó la primera visita a Francia con carácter de Estado desde la efectuada por Chadli en 1983; se trató también de la primera salida al continente europeo por un máximo mandatario argelino desde 1992. En marzo de 2003, en vísperas de la invasión anglo-estadounidense de Irak, que ambos gobiernos rechazaban, Jacques Chirac cursó a su vez la primera visita oficial de un inquilino del Elíseo a la Argelia independiente.
Bouteflika organizó para su huésped una triunfal acogida popular que facilitó el intercambio de mensajes de reconciliación y los gestos simbólicos. Los dignatarios firmaron una solemne declaración como antesala del próximo Tratado de Amistad franco-argelino. La Declaración de Argel abogaba por reforzar el diálogo político entre los dos países, y hablaba de asentar una relación económica "privilegiada" así como una cooperación cultural, técnica y científica "renovada".
Con España, país de la vecindad del sur de Europa y cliente principal, junto con Italia y Francia, de sus exportaciones de gas (en su mayoría, a través del gasoducto Magreb-Europa vía Marruecos, pero también por mar, mediante buques con tanques de gas licuado), Argelia sí llegó a firmar un Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación. Fue durante la visita oficial de Bouteflika a Madrid en octubre de 2002.
En abril de aquel año, Bouteflika estuvo previamente en España, en Valencia, para asistir a la V Conferencia Euromediterránea y de paso firmar el Acuerdo Euromediterráneo de Asociación con la Unión Europea. Este instrumento encerraba un enorme calado estratégico, ya que, luego de entrar en vigor en 2005, debía desembocar con el tiempo (12 años en principio) en un área de libre comercio entre Argelia y el bloque económico que acaparaba más de la mitad de todas sus relaciones comerciales.
En diciembre de 2003 Bouteflika participó en Túnez en la primera cumbre del llamado Diálogo 5+5 en el Mediterráneo Occidental, que reunió a los líderes de los cinco miembros de la Unión del Magreb Árabe (UMA, los cuales, por cierto, no se reunían desde 1994) y a los gobernantes de Francia, España, Italia, Portugal y Malta.
Los deseos de Bouteflika de restaurar la imagen internacional de su país guiaban su incesante viajar al extranjero. Deseoso de no atarse demasiado al flanco europeo, inauguró con Estados Unidos, país al que realizó una visita de trabajo en julio de 2001, una potente esfera de cooperación que tras los atentados del 11-S alcanzó unas dimensiones insospechadas en el capítulo antiterrorista. Además, en marzo de 2000 Argelia se unió al Diálogo Mediterráneo de la OTAN.
Fiel a la tradición del tercerismo no alineado, del que como ministro de Exteriores había sido abanderado, Bouteflika se encargó de transmitir a Washington y a las capitales europeas su negativa a secundar sin más las estrategias regionales de las potencias internacionales. Para él, la diversificación de las relaciones exteriores era inexcusable, y dentro de esta línea abordó la profundización de los tratos comerciales y de cooperación energética y militar con Rusia y China. En abril de 2001 el mandatario recaló en Moscú para suscribir con Vladímir Putin una Declaración de Asociación Estratégica y un acuerdo intergubernamental de cooperación científica y cultural.
Por otra parte, el líder argelino se involucró a fondo en la elaboración y ejecución de una nueva y ambiciosa estrategia de cooperación Norte-Sur centrada en las relaciones entre los países africanos y las potencias occidentales.
En 2000 la OUA pidió a Bouteflika, al sudafricano Thabo Mbeki y al nigeriano Olusegun Obasanjo que definieran un esquema de diálogo estructurado con los países ricos. El mismo se llamó al principio Partenariado del Milenio para el Programa de Recuperación de África (MAP) y posteriormente, una vez incluidas las propuestas personales del senegalés Abdoulaye Wade, pasó a denominarse Nueva Iniciativa Africana (NAI). En julio de 2000 el MAP fue dado a conocer por sus redactores a los líderes del G-8 en su Cumbre de Okinawa y con la NAI sucedió lo propio al año siguiente, en julio de 2001, con motivo de la Cumbre de Génova.
En octubre de 2001 la iniciativa multilateral de la que era partícipe Bouteflika adoptó su forma definitiva bajo el nombre de Nuevo Partenariado para el Desarrollo de África (NEPAD), con el cual se pretendía colocar al continente, por primera vez, en el centro de la agenda mundial, sacándolo de la marginación en que había caído tras el derrumbe del bloque comunista en Europa.
El NEPAD descansaba en un compromiso recíproco: los países ricos incrementarían sus inversiones y sus ayudas al desarrollo de los países africanos en la medida en que estos cumpliesen un código de buena conducta, luchando eficazmente contra la corrupción, el mal gobierno, las violaciones de los Derechos Humanos y las prácticas dictatoriales, y aspirando a la integración económica, el desarrollo sostenible y la supresión de la pobreza.
En febrero de 2002 Bouteflika y sus colegas lanzaron oficialmente el NEPAD en una cumbre especial en París que incluyó al presidente Chirac y al primer ministro Lionel Jospin. En junio siguiente, Bouteflika, Mbeki, Obasanjo y Wade expusieron las necesidades del NEPAD al G-8 en su Cumbre de Kananaskis, Canadá.
En Kananaskis, los africanos solicitaron a sus interlocutores inversiones anuales por valor de 64.000 millones de dólares y la supresión de subsidios agrícola para que los productos de sus países pudieran acceder a los mercados de Europa y Estados Unidos. Sin embargo, los líderes occidentales, pese a sus declaraciones encomiastas, rehusaron abrir nuevos grifos de ayuda por el momento y se acomodaron en un esperar y ver los progresos realizados por los africanos en la buena gobernanza, la inversión social, la adopción de políticas de crecimiento económico y la lucha contra el terrorismo.
Este Plan de Acción para África estuvo lejos de satisfacer las expectativas del cuarteto invitado, que en junio de 2003, con la suma del egipcio Hosni Mubarak, volvió a auscultar la voluntad del G8 en su Cumbre de Evian.
En su primer mandato, Bouteflika se hizo notar también en el terreno de la facilitación. Los buenos oficios del dirigente argelino resultaron cruciales para la conclusión de la guerra entre Eritrea y Etiopía, que desde su estallido en mayo de 1998 se había cobrado decenas de miles de bajas en los dos ejércitos. En mayo de 2000, en calidad de presidente de turno de la Organización para la Unidad Africana (OUA) para el año 1999-2000 (Argel fue la sede de la XXXV Asamblea anual de jefes de Estado y de Gobierno de la OUA en julio de 1999), Bouteflika viajó a Asmara y Addis Abeba con la firme determinación de concertar un arreglo entre los beligerantes.
El 30 de mayo comenzaron en Argel las negociaciones directas y el 18 de junio los ministros de Exteriores suscribieron ante Bouteflika un acuerdo de paz. Esta fue ratificada en el mismo escenario, ante la mirada atenta del presidente anfitrión, por los respectivos dirigentes, el presidente eritreo Issayas Afeworki y el primer ministro etíope Meles Zenawi, el 12 de diciembre de 2000.
4. 4. Estallido en la Cabilia y gran triunfo del FLN en las legislativas
La tensa situación en la Cabilia puso a prueba la capacidad de Bouteflika para conducir por unos cauces civilizados la respuesta del Estado a quienes se oponían activamente a sus políticas y para sustanciar en un sentido amplio su campaña de "concordia civil". En abril y mayo de 2001 el presidente fracasó estrepitosamente en esta tarea, para decepción de muchos que habían confiado en él, cuando las fuerzas del orden reprimieron sin contemplaciones las manifestaciones de jóvenes bereberes que protestaban por la falta de oportunidades laborales, los abusos policiales y las restricciones impuestas al uso del tamazight.
La violenta Primavera Negra (Tafsut Taberkant) de la Cabilia, que hizo recordar el salvajismo con que fue sofocada la revuelta de la sémola de 1988, se saldó con un centenar largo de víctimas mortales; a finales de mayo, el Gobierno reconoció que al menos 52 manifestantes habían perecido en las algaradas. El 31 de mayo y el 14 de junio Argel fue escenario de multitudinarias marchas de repudio convocadas o apoyadas por el Movimiento Cultural Bereber, el FFS y el RCD, partido este último que dio un encolerizado portazo al Gobierno de coalición el 1 de mayo. En la marcha capitalina del 14 de junio los manifestantes y las unidades antidisturbios sostuvieron violentos enfrentamientos.
Los desmanes policiales en la Cabilia obligaron a Bouteflika a crear una comisión de investigación de las medidas represivas adoptadas. Hasta transcurridos unos meses, tiempo en el cual la Cabilia siguió siendo terreno abonado para la agitación y la desobediencia civil, el presidente no se decidió a hacer las concesiones políticas apaciguadoras que múltiples voces de la opinión pública le reclamaban.
Así, en octubre de 2001 el Gobierno anunció una reforma constitucional para dotar al tamazight, por primera vez desde la independencia, de un estatus de "lengua nacional". La medida dejó fríos a los colectivos bereberes más militantes, que exigían la condición de lengua co-oficial, a la par que el árabe, y la retirada de los efectivos de la Gendarmería Nacional. En marzo de 2002 Bouteflika, en un discurso con motivo de la recepción de una delegación de representantes de la sociedad civil de la Cabilia, confirmó la próxima conversión del tamazight en lengua nacional, pero rechazó de plano la retirada de los gendarmes.
En estas circunstancias, el RCD boicoteó las elecciones legislativas del 30 de mayo de 2002. Igual decisión tomaron los izquierdistas FFS, Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y Movimiento Democrático y Social (MDS), así como la ANR. Con una participación paupérrima, del 46,2%, 20 puntos menos que en 1997, el FLN del primer ministro Benflis se tomó la revancha por los resultados cosechados entonces y con el 34,3% de los votos y 199 diputados se encaramó a una apoteósica primera posición. En orden decreciente y a gran distancia le siguieron el MRN, el RND y el MSP.
Cabeceras de la prensa local y diplomáticos acreditados en Argel consideraron que los comicios, pese a la elevada abstención y descontando algunos posibles retoques en la tabulación de los resultados, habían sido básicamente democráticos. Entre tanto, el GSPC, transformado en el representante regional de Al Qaeda, no cejaba en su desafío terrorista al Estado, al que propinó algunos serios zarpazos, como la emboscada que en enero de 2003 causó la muerte de 43 personas, 39 de ellas militares, en la wilaya de Batna.
Los resultados electorales cosechados por el FLN tras años de derrotas y descrédito prestigiaron a Benflis ante las bases del FLN, pero el primer ministro empezó a tener desencuentros con Bouteflika cuando este le exigió un apoyo político irrestricto. Las divergencias entre los dos hombres se suscitaron también a propósito del conflicto en la Cabilia y, sobre todo, por la política económica: mientras que el presidente se mostraba partidario de pisar el acelerador en las reformas liberales y las privatizaciones, sin excluir el sensible sector de los hidrocarburos, el jefe del Gobierno, sacando su rostro socialdemócrata, defendía el modelo de "economía social de mercado". La prensa especulaba con las ambiciones presidenciales de Benflis, quien se dispondría a retar a Bouteflika en las elecciones de 2004.
El 5 de mayo de 2003 Bouteflika zanjó este pulso soterrado por las bravas: destituyó a Benflis sin dar explicaciones y en su lugar colocó a Ahmed Ouyahia, el jefe del RND, que retornaba al puesto al cabo de un lustro. La mudanza gubernamental fue decidida por el presidente sin tener en consideración la situación de fuerzas en la Asamblea y sin ni siquiera consultar con la dirección de la formación que tenía mayoría parlamentaria absoluta. Benflis replicó anunciando que el FLN ya no formaba parte del Gobierno.
Antes de terminar el mes, el país hubo de lamentar los dos millares de víctimas provocadas por el terremoto que destrozó la wilaya de Boumerdès. Cuando Bouteflika se personó en la población costera para comprobar los daños ocasionados por el seísmo, cientos de enfurecidos damnificados le recibieron con abucheos, gritos de ¡poder asesino! y lanzamiento de piedras.
En junio siguiente recobraron la libertad, tras haber cumplido sus condenas de doce años de prisión, los anteriores líderes del FIS Abassi Madani y Ali Belhadj. En octubre, la actualidad giró en torno al nuevo libro del general retirado Khaled Nezzar, cerebro del golpe de Estado de 1992 y quien fuera comandante en jefe del Ejército, jefe del Estado Mayor, ministro de Defensa y miembro del HCS y el HCE, cuyo explícito título era Le sultanat de Bouteflika. Con verbo deletéreo y tono resentido, Nezzar arremetía sin contemplaciones contra el presidente por no haber salido en defensa de los altos oficiales que, como él, venían siendo acusados de haber manipulado al GIA, y por "regodearse" con la corrupción que lo rodeaba.
5. Segundo mandato (2004-2009)
5. 1. Duelo victorioso con Ali Benflis, remoción del general Lamari y control pleno del FLN
Acogiéndose al permiso constitucional, y de acuerdo con el anuncio hecho el 22 de febrero, Bouteflika inscribió su candidatura para las elecciones presidenciales de abril de 2004; si las ganaba, pasaría a desempeñar un segundo y definitivo mandato de cinco años. Tal como se esperaba, Ali Benflis lanzó su postulación adversaria con el aval oficial del FLN, cuyo grupo parlamentario llegó a pedir la dimisión del jefe del Estado por "representar una amenaza a la estabilidad del país, un peligro para el orden y la seguridad, y un insulto a la dignidad del pueblo argelino y a la soberanía de esta Asamblea".
Puesto que el RND respaldó en bloque la aspiración continuista del titular del cargo, la brecha en el oficialismo, sin precedentes, estuvo servida, más porque Bouteflika se las arregló para captar la lealtad de un sector minoritario del FLN, los llamados rectificadores, que discrepaba de la línea adoptada por su secretario general. Una de las formaciones islamistas, el MSP, engordó la cuenta de apoyos del mandatario.
El general Lamari recalcó la "neutralidad" de las Fuerzas Armadas en el proceso electoral e invitó a la Administración y a la justicia a ser "imparciales". Las palabras del jefe del Estado Mayor no fueron, empero, corroboradas por los hechos, ya que destacados ex altos oficiales, todos apartados del servicio activo, como los generales Nezzar y Benyelles, criticaron abiertamente a Bouteflika. Además de Benflis, que durante la campaña tachó a su rival de "fascista" y "faraón", candidatearon desde la oposición Abdallah Djaballah por el MRN, Saïd Sadi por el RCD, Louisa Hanoune por el Partido de los Trabajadores (PT) y Ali Fawzi Rebaine por Ahd 54.
El 8 de abril de 2004 Bouteflika arrolló a sus cinco contrincantes con el 85% de los votos, 35 puntos más de los necesarios para ahorrarse la segunda vuelta. Siempre según los datos facilitados por las autoridades, la participación superó el 58%. Los perdedores clamaron que se había perpetrado un "fraude masivo y general", y la prensa nacional, dominada por los rotativos de línea crítica o directamente hostil al oficialismo, se hizo generoso eco de las denuncias de abusos y manipulaciones.
El reducido equipo de observadores internacionales, 130 monitores enviados por la Liga Árabe, la Unión Africana, las Naciones Unidas, la OSCE y el Parlamento Europeo, emitió valoraciones favorables. La delegación de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE concluyó que las votaciones se habían desarrollado "de una manera apropiada y ordenada", y que los resultados reflejaban de manera "bastante clara" la voluntad del pueblo argelino".
El 19 de abril de 2004 Bouteflika juró su segundo mandato. En el discurso inaugural, el presidente comunicó su intención de concentrarse en la economía, toda vez que la insurgencia y el terrorismo habían quedado reducidos "a unas pocas bolsas de resistencia". Era el momento de ejecutar el Plan Complementario para el Crecimiento Económico (PCSC), continuación del PSRE y de plazo quinquenal también, con los objetivos de construir un millón de viviendas, generar dos millones de puestos de trabajo y completar las obras de infraestructuras de comunicaciones clave como la autopista Este-Oeste y el metro subterráneo de Argel.
"Es vital para nuestro país desengancharnos progresivamente de la dependencia de los hidrocarburos y empezar a prepararnos para la economía posterior al petróleo en el contexto de una globalización acelerada", avisó el mandatario. Igualmente, urgía establecer consorcios internacionales y privatizar más empresas estatales, aunque con matices: "En ningún caso se trata de vender el patrimonio nacional o de desinvertir en los intereses públicos de la nación de cualquier manera", puntualizó el orador.
Las repercusiones institucionales de la aplastante victoria electoral de Bouteflika se hicieron sentir durante meses. Por de pronto, el 17 de abril, la guerra abierta en el FLN a raíz del revolcón de Benflis en las urnas provocó la renuncia del secretario general, la cual fue aceptada días después por el Comité Central en el curso del VII Congreso del partido. Los rectificadores se hicieron con las riendas del FLN y un hombre de la plena confianza de Bouteflika, el ministro de Exteriores Abdelaziz Belkhadem, quien había permanecido en el Gabinete pese a la defenestración de Benflis el año anterior, fue elegido secretario general en funciones.
En agosto siguiente, otro aldabonazo subrayó la imparable personificación del sistema político argelino. Entonces, los argelinos fueron sorprendidos por el anuncio de que el general Lamari, el cancerbero de la autoridad militar en la trastienda del poder y principal ejecutor de la represión del terror islamista, presentaba la dimisión "por motivos de salud".
La marcha del que había sido el jefe del Estado Mayor del Ejército en la última década fue unánimemente interpretada como el desenlace inevitable de un sordo antagonismo con Bouteflika que no había pasado desapercibido durante la pasada campaña electoral. Con Lamari fuera de juego, el presidente comenzó a mover sus peones en el alto mando de las Fuerzas Armadas, consiguiendo reducir el influjo político de los uniformados. Desde esta fecha, Bouteflika fue monopolizando gradualmente el mecanismo de toma de decisiones.
El VIII Congreso del FLN, entre el 30 de enero y el 2 de febrero de 2005, coronó esta secuencia de éxitos de Bouteflika al elegir a Belkhadem, político de perfil religioso y conservador, secretario general y conceder respaldo pleno a las políticas del Ejecutivo. Por si fuera poco, Bouteflika fue hecho presidente honorífico del partido, que desde la caída de Chadli en 1992 no tenía un presidente ejecutivo.
En abril siguiente, la nueva relación de fuerzas favorable al pragmatismo económico quedó bien plasmada en la nueva Ley de Hidrocarburos, toda ella orientada a aumentar la participación del capital privado extranjero en los distintos tramos del negocio energético y a estimular en particular las costosas actividades de prospección.
Ahora, las sociedades foráneas deseosas de operar en el sector podrían explotar plenamente el 70% del petróleo y el gas descubiertos, e incluso el 100% si Sonatrach, la empresa estatal de hidrocarburos y socio obligatorio en los consorcios mixtos, consideraba que el hallazgo no era importante. Sonatrach misma veía alterada su naturaleza al pasar a regirse por las normas del comercio internacional, cambio que debía favorecer la entrada de Argelia en la OMC. La compañía, sin embargo, seguía siendo pública y continuaría estando excluida de los procesos de privatización, una salvedad que aseguraba el apoyo a la ley por el sindicato Unión General de Trabajadores Argelinos (UGTA).
La ley, además, creaba dos agencias nacionales independientes para el control y reglamentación de las actividades del sector energético, la Autoridad de Regularización de Hidrocarburos (ARH) y la Agencia Nacional para la Valoración de Recursos en Hidrocarburos (ALNAFT).
5. 2. La Carta para la Paz y la Reconciliación Nacional
Bouteflika perseguía a toda costa el acatamiento en bloque del FLN con el objeto de garantizar la aprobación de su segundo gran instrumento, concebido para subsanar las insuficiencias de la Ley de Concordia Civil, en la ardua empresa de la "normalización".
Se trataba de la Carta para la Paz y la Reconciliación Nacional (CPRN), presentada a la nación el 14 de agosto de 2005, cuyo contenido principal era una amnistía para todos los individuos encarcelados por causas terroristas, prófugos de la justicia o aún en rebelión, salvo "los implicados en matanzas colectivas, violaciones y atentados con explosivos en lugares públicos". La amnistía tenía carácter retroactivo desde el 13 de enero de 2000, fecha en que había expirado la Ley de Concordia Civil.
De acuerdo con el texto, los islamistas que se rindieran a las autoridades, cesaran en su actividad armada y entregaran las armas podrían reinsertarse en la sociedad civil sin obstáculos. Los condenados en rebeldía tampoco tendrían que ir a prisión, y aquellos que se encontraran encarcelados con sentencia judicial serían indultados o verían recortadas sus condenas. El Gobierno confiaba en que las medidas de gracia y extinción de efectos penales sedujeran a la mayoría de los centenares de insurgentes que seguían en activo, más ahora en que tanto el GSPC como el ya residual GIA habían sido golpeados en sus testas.
Así, en junio de 2004, el emir de la banda salafista, Nabil Sahraui, más conocido como Abu Ibrahim Mustafa —quien el año anterior había reemplazado al líder fundador, Hassan Hattab, cuando este se mostró dispuesto a contemporizar con el Estado—, resultó muerto en un choque con las fuerzas de seguridad en El Kseur. Más recientemente, el 3 de enero de este 2005, las autoridades anunciaron la captura del emir del GIA, Noureddine Boudiafi, alias Hakim, y la liquidación de su segundo al mando, Chaabane Younes. Este doble descabezamiento había dejado al GIA, proclamaba el Gobierno, prácticamente desmantelado. Sin embargo, el nuevo liderazgo del GSPC se apresuró a despreciar la oferta contenida en la Carta.
A la CPRN no le faltaron detracciones. El punto más criticado era el que exoneraba al Estado de toda responsabilidad de un "fenómeno deliberado de desaparición" de personas. "Se considera que los actos reprensibles de los agentes del Estado, ya sancionados por la justicia cada vez que aquellos quedaron establecidos, no pueden servir de pretexto para desacreditar a todas las fuerzas del orden que han cumplido con su deber, con el apoyo de los ciudadanos y al servicio de la patria", rezaba el texto. En otras palabras, la CPRN concedía inmunidad de hecho a los miembros de las fuerzas armadas y de seguridad implicados en gravísimas violaciones de los Derechos Humanos.
La polémica exculpación estaba en consonancia con el sistemático sabotaje de los órganos del Estado a los intentos desde la sociedad civil de llevar a los tribunales a personal uniformado por su implicación en asesinatos, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzosas al socaire del conflicto interno.
Una tenebrosa realidad que ni el propio Gobierno negaba. De hecho, en marzo de 2005, el informe final de la Comisión de Investigación ad hoc sobre la Cuestión de los Desaparecidos, creada por Bouteflika en septiembre de 2003, reconoció que las fuerzas de seguridad y el Ejército habían sido los autores de la desaparición de más de 6.000 personas entre 1992 y 1999. Sin embargo, la CPRN sí establecía reparaciones económicas para las familias de los desaparecidos.
Al igual que la Ley de Concordia Civil de 1999, el Gobierno sometió la CPRN a referéndum nacional. La consulta tuvo lugar el 29 de septiembre de 2005 y el sí se impuso con el 97,4%. El índice de participación quedó establecido en el 79,8%.
El 28 de febrero de 2006 entró en vigor la Carta, que no tuvo un efecto visible en el curso de la campaña terrorista del GSPC. Es más, en enero de 2007 la banda se declaró "vasalla" de Osama Bin Laden y pasó a denominarse Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), tras lo cual desencadenó una ofensiva de ataques guerrilleros y atentados terroristas, que hallaron la respuesta expeditiva del Estado.
El 11 de abril de 2007 un comando suicida atacó con dos coches bomba el Palacio del Gobierno y una comisaría policial en Argel, causando 33 muertos; días después, el Ejército abatió en un tiroteo en Boumerdès al número dos de AQMI, Samir Saioud, alias Samir Moussaab.
5. 3. Unos comicios viciados y la luz verde a la reelección presidencial indefinida
Mientras el frente subversivo seguía goteando víctimas y provocando de cuando en cuando desmoralizadores atentados de masas, las refriegas internas se apoderaron del oficialismo.
Al comenzar 2006, el FLN de Belkhadem y el RND Ouyahia, con el ojo ya puesto en los comicios de 2007, se acusaron mutuamente de ineptitud e insensibilidad social. El antiguo partido único amenazó al primer ministro con derribarlo mediante una moción de censura, posibilidad muy cierta puesto que poseía la mayoría absoluta en la Asambea. El 24 de mayo de 2006, Ouyahia, acosado también por los sindicatos, que exigían alzas salariales, y con el visto bueno de Bouteflika, se resignó a dimitir. Ese mismo día, el presidente nombró primer ministro a Belkhadem.
Las elecciones legislativas del 17 de mayo de 2007, segundas de la era Bouteflika, fueron un fiasco en todos los sentidos, por no decir un claro retroceso democrático. Celebradas en un recrecido clima de inseguridad y violencia, sólo el 35,6% de los electores, según la cifra facilitada por el Ministerio del Interior, acudió a los colegios electorales. En Argel la participación no pasó del 19%.
Todavía peor, el presidente de la comisión de control independiente encargada de velar por la transparencia de la consulta, el jurista Saïd Bouchair, denunció por carta a Bouteflika la comisión de un fraude generalizado a favor del FLN. Si en efecto hubo fraude, este pudo haber maquillado el retroceso sufrido por el FLN, que se dejó 11,3 puntos de voto y 63 escaños. Aunque vio esfumarse la mayoría absoluta, el FLN aún retuvo una amplia mayoría simple de 136 diputados. El RND se recuperó levemente y subió a los 61 escaños, situándose en segundo lugar. Por detrás venían el MSP de Bouguerra Soltani, el PT de Louisa Hanoune y otras agrupaciones menores, junto con un bloque de 33 "independientes".
El 1 de junio Belkhadem entregó su dimisión a Bouteflika, quien volvió a confiar en él para encabezar un nuevo Gobierno tripartito con el FLN, el RND y el MSP. Belkhadem se sostuvo hasta el 23 de junio de 2008, fecha en que Bouteflika, repitiendo la jugada de 2003 en relación con Benflis, decidió apartarlo en favor de Ouyahia, primer ministro por tercera vez en 13 años.
A estas alturas del curso político, el balance de dos años largos desde la entrada en vigor de la Carta para la Paz y la Reconciliación Nacional podía considerarse muy deficiente porque la violencia terrorista había aumentado hasta un unos niveles preocupantes.
El 6 de septiembre de 2007 AQMI se atrevió a poner en su punto de mira al propio Bouteflika en Batna, donde un suicida detonó el explosivo que portaba junto a una multitud que, congregada en el exterior de una mezquita, aguardaba la llegada del presidente, de visita en la ciudad. El ataque causó 15 muertos. Dos días después, un nuevo atentado kamikaze mató a una treintena de personas, la mayoría militares, en Dellys. En octubre, el Ejército anunció la liquidación de 22 presuntos miembros de la célula terrorista responsable de los atentados de septiembre.
En diciembre, AQMI volvió a ensangrentar Argel con dos coches bomba conducidos por suicidas y hechos estallar en las inmediaciones de edificios oficiales y bajo el pabellón de las Naciones Unidas. Las autoridades cifraron en 31 las víctimas mortales del doble siniestro, incluidos 17 trabajadores de diversas agencias de la ONU. 2007 concluyó con medio millar de muertes por causa del terrorismo.
La infausta tónica prosiguió en 2008. El mes más mortífero fue agosto, con una cadena de atentados, preferentemente contra objetivos policiales, en Boumerdès, Issers y Bouira, que dejaron más de 60 fallecidos. AQMI asesinó a 134 personas sólo este mes.
En todo este tiempo, el mensaje machacón de Bouteflika y sus colaboradores era que el pueblo debía mantener la confianza en la capacidad de las autoridades para traer, bien por las buenas (la CPRN), bien por las malas (la acción enérgica de las fuerzas de seguridad), la paz y la seguridad que se le estaban resistiendo al país desde 1992.
El octubre de 2008 Argelia entró en otro período político tormentoso por la decisión de Bouteflika de suprimir la limitación constitucional que pesaba sobre los mandatos presidenciales con el fin, no confeso, de que él pudiera presentarse por tercera vez en 2009.
El 3 de noviembre el Gobierno confirmó que en la prevista revisión de la Constitución de 1996 iba a modificarse el artículo 74, el cual decía textualmente que "la duración del mandato presidencial es de cinco años" y que "el presidente de la República sólo puede ser reelegido una vez". Otros cambios a introducir se referían al jefe del Gobierno, que pasaría a denominarse primer ministro de manera oficial, a la protección de los símbolos del Estado y la Revolución, y a la representación de las mujeres en los partidos políticos, donde tendrían una cuota de membresía obligatoria.
El 12 de noviembre, las cámaras de la Asamblea, con el voto contrario de los 21 representantes del RCD y la abstención de los ocho diputados de los partidos islamistas MRI y MRN, aprobaron el paquete de enmiendas constitucionales. Para su promotor, las enmiendas, bien recibidas por la mayoría de los partidos parlamentarios, contribuían a "reforzar la democracia al permitir al pueblo elegir a su presidente libremente". Además, al modificar el artículo 74 de su Carta Magna, Argelia "no inventaba nada nuevo", arguyó el presidente. Saïd Sadi acusó a Bouteflika de "violar la Constitución" por quebrar el principio democrático de la "rotación en el poder" y habló de "golpe de Estado disfrazado".
A Bouteflika ya sólo le restaba anunciar públicamente su postulación al tercer mandato, cosa que hizo el 12 de febrero de 2009 en un mitin en Argel. Ante los congregados, el presidente explicó que su nueva candidatura obedecía a un "deber moral" y daba respuesta al "llamamiento venido del pueblo pidiéndome proseguir mi misión". Si resultaba elegido, añadió, seguiría adelante con sus políticas de reconciliación nacional y lucha contra el terrorismo.
En marzo siguiente, el mandatario se presentó en Tizi Ouzou y sorprendió a la sociedad de la Cabilia con un discurso de tono muy conciliador y hasta contrito por las víctimas de la Primavera Negra de 2001, a las que se refirió como "mártires". Poco después, el Gobierno anunció la creación de una Academia Bereber, un Consejo Superior para la Lengua Tamazight y una cadena de televisión pública que emitiría las 24 horas del día en ese idioma, Tamazight TV4. Nada de ello impresionó al RCD y el FFS, que confirmaron su boicot a unas elecciones consideradas espurias.
5. 4. Desencuentros con Marruecos y Francia
En su segundo mandato, Bouteflika siguió siendo un interlocutor indispensable en el diálogo Norte-Sur en el marco del G8, que estos años aprobó varios planes y agendas de acción conjuntos. El líder argelino, reclamado para el Diálogo Alargado G8-África, formó parte de las delegaciones de países en desarrollo y con economías emergentes seleccionadas para encontrarse con los jefes de las grandes potencias en las cumbres del G8 de 2004 en Sea Island, Georgia, de 2005 en Gleneagles, Escocia, de 2007 en Heiligendamm, Alemania, y de 2008 en Toyako, Japón.
El país norteafricano profundizó la cooperación antiterrorista con Estados Unidos, mucho más intensa de lo que Argel quería reconocer. Sin embargo, las relaciones con Marruecos y Francia, que tanto prometían en el primer mandato, se vieron afectadas por diversas controversias. Con el reino vecino, las espadas se pusieron en alto ya en 2004. El sostén diplomático, que incluía la reclamación del eternamente postergado referéndum de autodeterminación del Sáhara Occidental, y la asistencia material a la RASD y el Frente Polisario generaron un duro cruce de recriminaciones y denuncias sobre movimientos de tropas y maniobras intimidatorias de los respectivos Ejércitos.
En marzo de 2005, una breve entrevista entre Bouteflika y Mohammed VI en el marco de la XVII Cumbre de la Liga Árabe en Argel fue valorada por el Ministerio argelino de Exteriores como el principio del "deshielo". Nada más lejos de la realidad, pues tan sólo dos meses después, la polémica sobre el Sáhara adquirió tal intensidad que Mohammed VI, irritado, renunció a acudir a la prevista cumbre de la UMA en la capital argelina.
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