José Mujica Cordano

Rara vez un gobernante suele ser recordado en buenos términos más por sus rasgos puramente personales o una idiosincrasia peculiar que por su actuación de gobierno, al margen de que esta pueda ser valorada favorablemente también. José Mujica, presidente de Uruguay entre 2010 y 2015 y un histórico del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, la guerrilla urbana que combatió a la dictadura militar con métodos terroristas, militancia que le costó 13 tenebrosos años de presidio, llegó al cargo como el candidato ganador de la coalición oficialista de centro-izquierda Frente Amplio, de cuyo componente mayoritario, el Movimiento de Participación Popular (MPP), era dirigente. De hecho, Mujica fue el primer político de América del Sur en alcanzar la suprema magistratura de su país por la vía democrática tras haber destinado una parte de su vida a combatir con la subversión armada a esa misma institución del Estado.

Mujica, en quien casi nada es convencional, basó su popularidad doméstica y su fama internacional en una imagen de hombre frugal e íntegro, que prefería seguir viviendo en su humilde chacra de la periferia de Montevideo, haciendo vida de floricultor cuando las responsabilidades de gobierno se lo permitían, que era indiferente a los oropeles y privilegios del poder, y que donaba casi todo su salario a inversiones sociales, por lo que fue llamado "el presidente más pobre del mundo". También, por sus apelaciones a una ética de la "sobriedad" frente al derroche y la corrupción de la alta política, por su estilo marcadamente informal poco apegado a etiquetas y protocolos, y por su lenguaje coloquial en ocasiones rudo, que arrastró al Pepe, franco y espontáneo hasta el exabrupto, a varias polémicas.


Bajo su presidencia, Uruguay consolidó su crédito como país de éxitos económicos y abanderado del progresismo social, terreno en el que hubo tres grandes novedades, bienvenidas para unos y lamentables para otros: la despenalización del aborto, el matrimonio de personas del mismo sexo y la audaz legalización, bajo regulación del Estado, del mercado de la marihuana, excepcional en el mundo y que Mujica justificó como una innovación útil en la lucha contra la violencia del narcotráfico. El programa socialdemócrata moderado del Frente Amplio siguió conjugando la ortodoxia económica y la redistribución de la riqueza por la vía tributaria y a través del gasto social directo. La lucha contra la pobreza y la reducción de las inequidades continuaron progresando al resguardo del crecimiento sostenido del PIB, no obstante las tendencias desfavorables del contexto regional, y de la minimización del desempleo.

Sin embargo, a la Administración Mujica se le fueron de las manos el déficit fiscal (en 2012 retornó el déficit primario) y la inflación, no acometió la construcción de infraestructuras de comunicaciones muy necesarias y fracasó clamorosamente en la mejora de la calidad de la educación, precisamente una de las grandes metas asumidas por el mandatario, quien reconoció el fiasco. Por otra parte, en una postura muy reveladora de su personalidad, el antiguo guerrillero torturado en las cárceles de la dictadura no se mostró favorable a anular la Ley de Caducidad, pese a su carácter inconstitucional, porque su permanencia había sido refrendada dos veces por los electores consultados en plebiscito.


En política exterior, donde dejó patente su querencia por el pragmatismo y su distanciamiento de las fórmulas radicales, Mujica puso fin al grave conflicto diplomático con Argentina por la planta papelera en la frontera fluvial del Uruguay luego del fallo salomónico del Tribunal Internacional de Justicia, aunque las divergencias comerciales no amainaron. Tendió a quejarse del mal funcionamiento del MERCOSUR, apoyó el proceso de paz en Colombia, acogió a presos liberados de Guantánamo y a refugiados sirios, y expuso su predilección por el modelo de Lula da Silva en Brasil frente al socialismo bolivariano de Chávez en Venezuela, con quien mantuvo no obstante unas relaciones estrechas. También llamó la atención el excelente trato con la Administración Obama. Su talla política  convirtió a Mujica en un referente de primer orden para la izquierda latinoamericana y para los nuevos movimientos sociales y partidos surgidos en Europa.

El 1 de marzo de 2015 Mujica devolvió la banda presidencial al también frenteamplista Tabaré Vázquez, su predecesor cinco años atrás. La tercera victoria electoral consecutiva del Frente en las votaciones de 2014 fue el reflejo del notable grado de satisfacción popular por la marcha del país, a pesar de que como presidente, Mujica, salvo en la recta final de su mandato, no gozó de unos niveles de aceptación extraordinariamente elevados.

(Texto actualizado hasta marzo 2015)

1. De la guerrilla tupamara a la cárcel de la dictadura
2. La actividad política en democracia; el Frente Amplio, el MPP y el Espacio 609
3. Ministro de Agricultura con Tabaré Vázquez y candidato del oficialismo en las presidenciales de 2009
4. Victoria electoral sobre el blanco Lacalle y formación del Gobierno en 2010
5. Las grandes cuestiones sociales de la Administración Mujica: la legalización de la marihuana, el aborto y el matrimonio homosexual; los meandros de la Ley de Caducidad
6. Prolongación de los logros económicos con algunos toques de atención
7. Vaivenes con Argentina e insatisfacción con el MERCOSUR
8. Las peculiaridades de Pepe Mujica, un "presidente diferente"
9. Devolución de la banda presidencial a Vázquez en 2015

1. De la guerrilla tupamara a la cárcel de la dictadura

Criado en una familia de pequeños propietarios agrícolas de la periferia de Montevideo con ascendencias vascoespañola e italiana, desde muy joven faenó en las labores del campo y se sintió atraído por las luchas sociales, convirtiéndose en un activista del movimiento estudiantil. El muchacho interrumpió sus estudios antes de terminar la secundaria e inició una primera militancia política en el sector progresista que en el Partido Nacional (PN, también llamado Blanco) animaba Enrique Erro, diputado y breve ministro de Industria y Trabajo del segundo Consejo Nacional de Gobierno, el ejecutivo colegiado que entonces regía en Uruguay, entre 1959 y 1960. Al nacionalismo Mujica llegó de las manos de su madre Lucy y de un hermano de esta, Ángel Cordano.

Las biografías y semblanzas de Mujica divulgadas por los medios de comunicación uruguayos no han escarbado en los quehaceres profesionales en sus años de juventud y primera adultez. En apariencia, el futuro presidente se consagró en cuerpo y alma a la actividad política, que fue adquiriendo un perfil decididamente izquierdista y concretamente filomarxista, a partir de unas iniciales simpatías anarquistas, mientras suplía su corto paso por las aulas por una inquietud autodidacta. En algún momento de mediados de los sesenta, después de que su amigo Erro rompiera con los blancos y se aliara con el Partido Socialista del Uruguay (PS) para formar la Unión Popular, Mujica tomó la decisión radical de unirse al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), más conocido simplemente como Tupamaros. Surgidos como un grupo de oposición en el que convivían diversas tendencias ideológicas de izquierda —socialistas, maoístas, libertarios— y no especialmente ortodoxo, los Tupamaros plantearon una resistencia clandestina contra el Gobierno de entonces, que era constitucional y democrático, a medida que las movilizaciones obreras cobraban auge y la crisis del modelo económico basado en las exportaciones y el intervencionismo estatal se hacía patente.

La triunfante Revolución en Cuba se convirtió en un referente fundamental para los Tupamaros, que no tardaron en concebir una estrategia de lucha armada, puramente subversiva. Lo era desde luego para Mujica, que, tal como revela en primera persona en un libro biográfico titulado Mujica y publicado por el novelista y ensayista Miguel Ángel Campodónico en 1999, conoció el socialismo castrista de primera mano en un primer viaje realizado a la isla, experiencia que califica de "maravillosa". El libro de Campodónico es una valiosa fuente de información sobre las acciones de guerrilla urbana perpetradas en las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX por Mujica, sobre todo porque en las entrevistas concedidas antes de ser elegido presidente de Uruguay en 2009 el político fue bastante esquivo a la hora de precisar sus andanzas en esta arriesgada etapa de su vida.

Así, en Mujica el biografiado narra su participación en asaltos como el que en octubre de 1969, poco después de pasar a la clandestinidad, puso en manos de los guerrilleros, durante unos minutos, los principales puntos neurálgicos de la ciudad de Pando, así como sus numerosos encontronazos con las fuerzas de seguridad, con las que libró tiroteos que le causaron seis heridas de bala y que lograron capturarle en tres ocasiones. Protagonizó dos fugas del Penal de Punta Carretas, la segunda vez en septiembre de 1971, como uno de los 111 presos, tupamaros casi todos, que consiguieron evadirse de esta penitenciaria montevideana.

Corría el quinquenio presidencial (1967-1972) de Jorge Pacheco Areco, un dirigente del Partido Colorado (PC) de tendencias autoritarias que intentó atajar con medidas fuertemente represivas la auténtica campaña de violencia y terror desatada por los Tupamaros, dados a conocer en todo el mundo con sus espectaculares secuestros de personalidades, sus asesinatos de funcionarios policiales acusados de torturadores, sus atentados con explosivos y sus robos de bancos. Muchas de estas acciones fueron planificadas, ordenadas y ejecutadas con el concurso de Mujica en tanto que miembro de la plana mayor de la organización. En el libro, el político dice no estar arrepentido de ninguno de esos actos.

La implicación a fondo del Ejército en la lucha antisubversiva, que incorporó sin tapujos la modalidad de la guerra sucia, desembocó en la derrota militar de los Tupamaros justamente cuando más radicalizados estaban y más audaz era su desafío al Estado. En 1972, presidiendo la república el colorado Juan María Bordaberry Arocena, Mujica fue aprehendido por cuarta y definitiva vez, junto con los restantes miembros de la dirigencia del MLN-T, los más conocidos de los cuales eran Raúl Sendic Antonaccio, Eleuterio Fernández Huidobro, Mauricio Rosencof, Henry Engler Golovchenko, Julio Marenales Sáenz y Jorge Zabalza Waksman. Todos ellos fueron cayendo en una serie de operaciones separadas.

En los trece años siguientes, a lo largo del tenebroso período de la historia uruguaya que jalonaron el autogolpe de Estado de Bordaberry en 1973, cuando el Estado de Derecho quedó suprimido y se instauró un Gobierno al margen de la Constitución y controlado por las Fuerzas Armadas, y las mudanzas institucionales de 1976 y 1981, cuando los militares pasaron del Gobierno de facto formalmente civil a ejercer el poder de manera directa, Mujica y sus compañeros padecieron unas atroces condiciones carcelarias, con aislamiento, celdas minúsculas, vejaciones y malos tratos, en diversos cuarteles del país. Los militares los mantuvieron presos en calidad de "rehenes", lo que entrañaba que serían ejecutados si su organización, que de hecho estaba desmantelada, retomaba las acciones armadas. Mujica estuvo encarcelado con un vacío legal absoluto, ya que ni fue juzgado ni se le formularon cargos siquiera. Su detención extrajudicial podía considerarse a todos los efectos un secuestro por los militares.


2. La actividad política en democracia; el Frente Amplio, el MPP y el Espacio 609

La hora de la libertad para la dirigencia tupamara sonó el 8 de marzo de 1985, día en que la Asamblea General salida de las elecciones democráticas de noviembre de 1984 —convocadas por el general-dictador Gregorio Álvarez Armellino luego de naufragar en el plebiscito de 1980 el proyecto constitucional autoritario diseñado por las Fuerzas Armadas— aprobó una Ley de Amnistía que supuso la excarcelación de todos los reos por delitos políticos, comunes y militares conexos, cometidos a partir del 1 de enero de 1962. A los pocos días de recobrar la libertad, Mujica, en nombre del MLN-T, notificó, aunque de manera no categórica, la renuncia por los Tupamaros a la lucha armada, vía que antes de 1973 ya había concitado un amplio rechazo social y que ahora, con la democracia restablecida y el optimismo instalado en la población, no podría justificarse de ninguna manera, así como la aceptación del juego democrático civil dentro de la legalidad vigente. Sin embargo, la antigua guerrilla, reconoció, carecía por el momento de cualquier cosa parecida a un programa o un simple plan de acción, los cuales tendría que elaborar. Raúl Sendic era de su misma opinión.

La idea clave resultó ser la apertura de una convergencia con el Frente Amplio (FA), la alianza de partidos progresistas y de izquierda fundada en 1971 y cuyo líder indiscutible era el general retirado Líber Seregni Mosquera, quien había estado encarcelado hasta 1984 pero que no había podido presentarse a las elecciones de ese año, a la sazón ganadas por el colorado Julio María Sanguinetti Coirolo.

En el FA venían cooperando entre otros el PS, el Partido Comunista del Uruguay (PCU), el Partido Demócrata Cristiano del Uruguay (PDC) y el Partido por el Gobierno del Pueblo (PGP), que era su integrante más potente. En realidad, las relaciones entre el MLN-T y el FA se remontaban a la misma creación de la coalición izquierdista, cuando la guerrilla lanzó un débil instrumento político civil, el Movimiento de Independientes 26 de Marzo (M-26), pretendido movimiento de masas que debía servir de puente de contacto con un FA que rechazaba los métodos de lucha armada contra "la oligarquía y el capital extranjero", de acuerdo con la fraseología tupamara. Al principio, los Tupamaros se habían limitado a expresar un "apoyo crítico" al programa de los frenteamplistas y las aspiraciones presidenciales de Seregni. Los tratos habían continuado en los años de plomo de la dictadura, pero hasta ahora no se había planteado consolidar una "alianza de fuerzas antioligárquicas y antiimperialistas" que pasara por la integración formal del MLN-T en el FA.

Sendic consideraba factible articular un "Frente Grande" de todo el centro-izquierda uruguayo, abierto a la concertación con la "burguesía nacional" y movilizado desde las bases. Mujica, menos ambicioso, auspiciaba un entendimiento prioritario con socialistas y comunistas, dentro de un proceso conducido por las respectivas cúpulas partidarias y sin ánimo de suplantar al FA. Menos pragmático aquí, Sendic seguía haciendo hincapié en las reclamaciones tradicionales de los Tupamaros, que eran una reforma agraria de tipo socialista, la nacionalización de la banca y el aumento de los salarios de los trabajadores para estimular el mercado interno, más el impago de la deuda externa. Mujica, más flexible en la batalla de las ideas, prefería hablar de un socialismo "nacional", "pluripartidista", "democrático", y "participativo", discurso que evocaba unas simpatías socialdemócratas.

De alguna manera, prevaleció la estrategia organizativa de Mujica, que en el terreno personal se instaló junto con su compañera sentimental, Lucía Topolansky Saavedra (una antigua estudiante de Arquitectura reclutada por la guerrilla tupamara y apresada también entre 1972 y 1985), en una pequeña chacra o predio agrícola en el barrio rural montevideano de Rincón del Cerro, al oeste del centro metropolitano, donde inició una vida de agricultor con la ayuda de un tractor y algunos aperos. El Frente Grande, tal como lo había imaginado Sendic, nunca vio la luz, aunque Mujica, más tarde, asimiló su espíritu aperturista a la hora de lanzar unos proyectos más ligados a su persona. En diciembre de 1985, la III Convención Nacional del MLN-T reafirmó "el carácter estratégico de la unidad de la izquierda" y valoró el Frente Amplio como "la síntesis política posible de las luchas del pueblo uruguayo". El 2 de marzo de 1986 el Comité Central emanado de dicho congreso aprobó plantear la solicitud del ingreso en el FA. La demanda se elevó en abril siguiente, pero tardaría tres años en ser satisfecha.

El 20 de mayo de 1989, el Plenario Nacional del FA, no sin las dudas y reticencias de varios de sus miembros, dio luz verde al ingreso del MLN-T, y de paso a los del trotskista Partido Socialista de los Trabajadores (PST), el Movimiento Grito de Asencio (MIGDA) y el Movimiento 26 de Marzo (no el M-26 arriba citado, que ya estaba fusionado orgánicamente con el MLN-T, sino una organización rival surgida como una escisión). La ampliación del FA por la izquierda, que Sendic no llegó a ver porque falleció en París apenas tres semanas antes de producirse aquella, tuvo su contraparte reductora en su flanco más moderado, ya que el PGP y el PDC decidieron cortar amarras y poner en marcha una alianza separada, el Nuevo Espacio (NE), de planteamientos centristas.

En los años de la primera presidencia de Sanguinetti, mientras conducía las complejas conversaciones con Seregni y los cabezas de facción frenteamplistas, Mujica se destacó también como uno de los personajes de la oposición que vocearon su rechazo a la polémica Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, norma de 1986 que otorgaba la impunidad a los militares autores de violaciones de los Derechos Humanos. La plataforma por la derogación de la Ley de Caducidad fue derrotada en el referéndum de abril de 1989. Una vez miembro del Frente, en su seno Mujica fue uno de los artífices del Movimiento de Participación Popular (MPP), un polo de la izquierda radical frenteamplista donde convergieron el MLN-T, el PST y otras tres formaciones menores con muy escasa implantación, el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP, filoanarquista), el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO, guevarista) y el Partido Comunista Revolucionario (PCR, marxista-leninista-maoísta).

La lista electoral del MPP, identificada desde ese año con el número 609, enriquecida con la adhesión de algunos independientes y encabezada por el abogado laboralista Helios Sarthou, ganó dos representantes nacionales y, por supuesto, hizo suya la candidatura presidencial de Seregni en las elecciones generales del 26 de noviembre de 1989, en las que se impuso el blanco Luis Alberto Lacalle de Herrera. Con la explicación de que pertenecían a un movimiento que había cometido "errores que costaron vidas humanas" y que, a mayor abundamiento, había cosechado "una derrota" en el frente de lucha armada, Mujica, Marenales y Fernández Huidobro rehusaron candidatear en los comicios de 1989, envite que dejaron en manos de los políticos del MPP sin pasado guerrillero. Las legislativas convirtieron al MPP en la cuarta facción del Frente Amplio en número de votos, por detrás del PCU y sus aliados, el PS y la Vertiente Artiguista (VA).

A continuación, Mujica se concentró en el desarrollo del Espacio 609, sector frenteamplista girado en torno al MPP y que, teniendo a gala la amplitud de miras, debía atraer a personas y colectivos escindidos de los partidos tradicionales. En sus primeros tiempos, el proyecto impulsado por Mujica pareció no cuajar. La extrema izquierda del MPP, disgustada por el nuevo rumbo, empezó a abandonar el barco y el primer grupo en hacerlo fue, en 1992, el MRO; en los años siguientes, el resto de formaciones fundadoras haría lo propio, dejando a los Tupamaros como los únicos integrantes del MPP y animadores del Espacio 609. Y sin embargo, ese mismo ánimo aperturista era la tónica general en el Frente, que el 15 de agosto de 1994 forjó con el PGP, el PDC y disidentes del PC y el PN el llamado Encuentro Progresista (EP).

El 24 de agosto de 1994 Mujica figuró entre los convocantes de una manifestación popular en Montevideo para impedir la extradición, solicitada por España y autorizada por el Gobierno de Lacalle, de tres miembros de la organización terrorista vascoespañola ETA que hasta entonces habían gozado de refugio en Uruguay con la inestimable ayuda del MLN-T. La protesta, realizada frente al Hospital Filtro, degeneró en los más violentos disturbios en una década, los cuales se saldaron con la muerte de un activista por disparos de la Policía y decenas de heridos, entre manifestantes y agentes del orden. Tres años después, Mujica y otros dirigentes tupamaros enviaron a la dirección de ETA una carta implorando por la vida del concejal vizcaíno Miguel Ángel Blanco, miembro del Partido Popular (PP) del presidente del Gobierno José María Aznar, que la banda tenía secuestrado y al que finalmente asesinó. Las relaciones entre ambas organizaciones se avinagraron completamente al fracasar un intento de los Tupamaros de mediar entre los terroristas vascos y el Gobierno español.

Metido en un imparable proceso de defecciones, el MPP llegó menguado a las elecciones generales del 27 de noviembre de 1994, pero las urnas no le pasaron factura. Mujica, en la primera apuesta electoral de su vida, se hizo con uno de los dos escaños sacados por la Lista 609 en la Cámara de Representantes en representación de Montevideo y el 1 de marzo de 1995 debutó como diputado. Ahora mismo, el MPP era la quinta facción frenteamplista, tras la Asamblea Uruguay (AU), el PS, la VA y el PCU. En total, el grupo del EP-FA disponía de 31 diputados, lo que le colocaba al mismo nivel de representación que sus dos contrincantes tradicionales, el PN y el PC. El añejo condominio bipartidista podía darse por difunto en Uruguay: en las presidenciales, el candidato del EP-FA, el oncólogo socialista e intendente (alcalde) montevideano Tabaré Vázquez Rosas, llegó a ser el más votado en la liza individual de aspirantes, aunque la Presidencia se la llevó el colorado Sanguinetti en virtud de la aritmética sumatoria de la Ley de Lemas.

En su primera legislatura nacional, el parlamentario Mujica adquirió una considerable visibilidad pública, llamando la atención con su verbo vivo y polemista, y con un estilo formal nada convencional, que le convertían en la viva estampa de la incorrección política. En 1999 el diputado pintó el siguiente autorretrato en una entrevista al semanario Brecha: Pepe Mujica es un veterano, un viejo que tiene unos cuantos años de cárcel, de tiros en el lomo, un tipo que se equivocó mucho, como toda su generación, y que trata, hasta donde puede, de ser coherente con lo que piensa, todos los días del año y todos los años de la vida. Y que se siente muy feliz, entre otras razones, por poder contribuir para representar a aquellos que no están y que deberían estar.

Por lo demás, la larga secuencia de recomposiciones en las filas frenteamplistas prosiguió a buen ritmo. En 1997, el FA aparecía articulado en cuatro bloques: el ala más radical, la Corriente de Izquierda, reunía al MPP (MLN-T y PCR), el M-26, el PST, la Corriente de Unidad Frenteamplista (CUF), el Movimiento 20 de Mayo (M-20), la Unión Popular (UP) y otros micropartidos marxistas; además, estaban la VA, animada por la Izquierda Democrática Independiente (IDI) y Artiguismo y Unidad (AU), Democracia Avanzada 1001, basaba en el PCU y el Frente Izquierdista de Liberación (FIDEL), y Espacio 90, liderado por el PS. Una pléyade de agrupaciones no estaba integrada en ningún bloque, siendo la más importante la AU, primera facción frenteamplista con 17 representantes y con cuyo líder, Danilo Astori Saragosa, Mujica no mantenía unas relaciones precisamente fluidas.

En 1997 también, Mujica vivió una embarazosa situación cuando su conmilitón Jorge Zabalza, concejal en la Intendencia Municipal de Montevideo, frustró con su voto en la Junta Departamental una operación de privatización de un hotel capitalino aprobada por el intendente artiguista Mariano Arana. Este hecho provocó la cólera de Tabaré Vázquez, que anunció su dimisión como presidente del Frente Amplio. La crisis se recondujo en parte gracias a las gestiones apaciguadoras de Mujica, tal que Vázquez continuó en su puesto de liderazgo. Sin embargo, la Corriente de Izquierda salió muy debilitada del episodio y a finales de 1998 el MLN-T decidió abandonarla. Meses más tarde, a principios de 1999, Mujica no pudo impedir la fractura del MPP con la marcha del sector crítico capitaneado por Zabalza y Sarthou.

En las elecciones generales del 31 de octubre de 1999 Mujica se presentó a la Cámara de Senadores y ganó el escaño. Fueron las votaciones en las que el EP-FA dio la campanada al capturar la mayoría simple en los dos hemiciclos legislativos y forzar la segunda vuelta de las presidenciales, donde Vázquez, cabecero en la primera vuelta, fue finalmente batido por el colorado Jorge Luis Batlle Ibáñez. El crecimiento imparable del FA tenía su correlato interno en el rendimiento del MPP, que triplicó sus votos y alcanzó la cota del 14%, aunque el PS y la AU seguían siendo más fuertes que él.

En los cinco años siguientes, Mujica, Vázquez y Astori trabajaron a fondo para, siguiendo el ejemplo del socialista Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, ensanchar la base de apoyos, acumular fuerzas y subrayar los mensajes de pragmatismo y moderación, aunque sin renunciar a los objetivos fundamentales de justicia social y de abandono del dogmatismo económico liberal que conformaban los manifiestos políticos, de manera que la victoria no pudiera escapársele al Frente en las elecciones de 2004. Se produjo así la incorporación (en realidad, una recuperación) del Nuevo Espacio de Rafael Michelini, dando lugar en diciembre de 2002 a la más vasta coalición del centro-izquierda uruguayo, el Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría (EP-FA-NM).

El V Congreso del MPP, en septiembre de 2001, matizó el clasismo del partido al reconocer la importancia de los productores agropecuarios y de los pequeños y medianos industriales y comerciantes, sectores sociales que hasta ahora los emepepistas no habían "considerado como pueblo". El VI Congreso, en marzo de 2004, incidió en la "refundación nacional" de un Uruguay que debía "reconstruir su aparato productivo" tras la calamitosa crisis monetaria y financiera de 2002, la cual había aniquilado la banca privada nacional, ahondado la recesión hasta una profundidad sin precedentes y disparado el paro, la pobreza y la exclusión social. Para esta refundación, sostenían Mujica y los suyos, era esencial hacerse con el Gobierno nacional, y para eso había que "combinar la lucha institucional, la lucha de masas y la lucha política". Este particular enfoque del MPP fue recogido por el programa electoral del EP-FA-NM en su apartado Uruguay productivo.


3. Ministro de Agricultura con Tabaré Vázquez y candidato del oficialismo en las presidenciales de 2009

Las votaciones del 31 de octubre de 2004 fueron el acontecimiento auspicioso de la izquierda uruguaya que Mujica, con su paciente trabajo de maduración de ideas y estrategias, contribuyó a hacer realidad. Vázquez, en su tercera tentativa en una década, se proclamó presidente de la República en la primera vuelta y el EP-FA-NM conquistó la mayoría absoluta en las dos cámaras de la Asamblea General. Aunque Vázquez era del PS, los Tupamaros y sus compañeros de la Lista 609, en un salto sensacional, devinieron el componente más votado de la coalición al acaparar el 29,3% de los sufragios (sobre el 51,7% sacado por el conjunto del encuentrismo y el frenteamplismo), 19 representantes (de 53) y seis senadores (de 17), entre ellos Mujica, que renovó su curul con más de 300.000 papeletas. Su pareja, Lucía Topolansky, diputada por sustitución desde 2000, encabezó la Lista 609 en la Cámara baja y fue reelecta también.

El Ejecutivo presidido por Vázquez tomó posesión el 1 de marzo de 2005 y en él no podía faltar el antiguo guerrillero tupamaro, que tomó la cartera de Ganadería, Agricultura y Pesca. Eduardo Bonomi Varela, ministro de Trabajo y Seguridad Social, completó la cuota de poder adjudicada al MPP en el Gabinete de trece miembros. En tanto que senador más votado y presidente de la Asamblea General, a Mujica le correspondió investir presidente a Vázquez, tras lo cual él mismo juró su puesto ministerial. Su escaño en el Senado pasó a ocuparlo en suplencia su propia compañera sentimental. Como titular de la cartera agropecuaria, sector que aportaba cuatro quintas partes de las exportaciones nacionales, Pepe Mujica tuvo la ocasión de aplicar sus ideas para relanzar la producción y, no menos importante, elevar los niveles de renta de los pequeños y medianos agricultores y ganaderos —colectivo del que él mismo había sido miembro— en comparación con los grandes productores.

Desde el primer momento fue puesta en duda su preparación técnica, pues se trataba de un hombre sin estudios superiores y sin ninguna experiencia en la gestión pública. Lo cierto fue que el ministro, que aportaba la visión política, tomó como mano derecha a un profesional del MPP, el ingeniero agrónomo y antiguo guerrillero Ernesto Agazzi Sarasola, nombrado viceministro. El neófito en las responsabilidades de gobierno obtuvo unos resultados más que tangibles en su ministerio, pues las exportaciones cárnicas, parte del león del negocio ganadero, experimentaron un fortísimo crecimiento en este período gracias a una inteligente penetración en los mercados asiáticos, posibilitada en buena medida por los rigurosos controles de calidad y salubridad. Además, el ministro Mujica se apuntó un tanto particular que acrecentó su popularidad cuando consiguió que los productores de vacuno para el consumo doméstico rebajaran los precios de las piezas de carne más consumidas por los uruguayos. La medida, bienvenida por la población, adquirió la denominación popular de El asado del Pepe.

Antes, durante y después de este episodio, Mujica se aseguró una gran notoriedad por su forma de hablar coloquial y llana —que sus detractores consideraban deliberada, como táctica populista—, sus descripciones y diagnósticos no exentos de crudeza pero que sonaban bastante certeros o veraces, y una presencia física austera tirando a desaliñada, como de hombre mayor indiferente a las servidumbres estéticas que persiguen a todo político profesional. Achaparrado, ceñudo, habitualmente desgreñado y de gestualidad errática, ora inquieta, ora letargosa, Mujica se mostraba como un político sincero y espontáneo que ni se ponía el traje y la corbata, ni mantenía la mirada fija en la cámara, ni se privaba de opinar sobre todo tipo de temas y de despotricar cuando le apetecía. El 8 de octubre de 2005, tras una prolongada convivencia, el ministro Mujica contrajo matrimonio con la senadora Topolansky en su chacra familiar, ante un juez y dos parejas de vecinos que oficiaron de testigos.

Como miembro del Gobierno, Mujica dio muestras de pragmatismo al integrarse en el comité de recepción del presidente George Bush, que en marzo de 2007 recaló en Montevideo en el curso de su gira por América Latina. En esta ocasión, Mujica derrochó cortesía y calidez con el ilustre aunque polémico huésped, ya que le interesaba mejorar los acuerdos de exportación de carne a Estados Unidos. Atacado por la izquierda, el gobernante replicó: "Si no fuera ministro, estaría manifestándome, pero negociar no consiste en vender el alma de uno ni en cambiar de idea, sino en lograr acuerdos". Durante el encuentro, Bush correspondió a su anfitrión alabando su "larga historia de luchador social", la cual decía conocer.

Este notable ejercicio de realpolitik no era excepcional. Meses atrás, en una de sus típicas salidas fulminantes, Mujica había manifestado que el MERCOSUR "no sirve para un carajo", y que lo que había que hacer era "negociar con Estados Unidos, con Irán, con Libia y con el que se ponga". Ello no quitó para que el ministro aplaudiera la decisión de Vázquez de descartar la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos por la vía rápida. Y es que, aunque decepcionado con los beneficios que el país sacaba del MERCOSUR, Mujica seguía prefiriendo la unión aduanera con los vecinos Brasil, Argentina y Paraguay frente a un TLC Uruguay-Estados Unidos que le parecía "una utopía". Por otro lado, el debate interno sobre el TLC le enfrentó con Astori, ministro de Economía y Finanzas, un moderado partidario de la responsabilidad fiscal.

El 3 de marzo de 2008, en un momento álgido de popularidad, Mujica dimitió como ministro de Ganadería y pasó el testigo a Ernesto Agazzi. La salida del dirigente tupamaro del Gobierno y su regreso al Senado se enmarcó en una renovación del Gabinete realizada por Vázquez tras cruzar el ecuador del mandato y que afectó a otros cinco titulares de cartera. Sin embargo, no transcurrió mucho antes de que Mujica diera a entender, con una serie de movimientos, que tenía aspiraciones presidenciales. Al parecer, fueron personas de su entorno privado y compañeros del partido quienes le instaron a dar un paso que en realidad no habría contemplado. Ahora mismo, la personalidad del oficialismo que se proyectaba como el más probable candidato presidencial del Frente Amplio (desde noviembre de 2005 ya sólo funcionaba esta marca política, al integrarse orgánicamente en el Frente los partidos que habían dado vida al Encuentro Progresista y el Nuevo Espacio) era el ministro Astori, quien contaba con el respaldo de Vázquez.

El verano de 2008 fue pródigo en actividades y comentarios. En junio, emplazado a pronunciarse sobre la violencia política de los años sesenta y setenta del pasado siglo, Mujica dio una contestación salomónica que sonó a evasiva: "No me dedico a cultivar el olvido ni a cultivar la memoria. He decidido estar empeñado con lo que me parece que va a ser el mundo de mis nietos, en el cual yo no voy a estar", indicó en una entrevista al diario La Nación. La declaración contrastaba con unas palabras autocríticas pronunciadas en mayo de 2007, al hilo de la iniciativa de Vázquez de convocar un acto de repudio a los abusos y crímenes cometidos durante el Gobierno de facto y la dictadura militar. Entonces, por primera vez, Mujica había expresado su pesar por su pasada trayectoria guerrillera en estos términos: "Estoy profundamente arrepentido de haber tomado las armas con poco oficio y no haberle evitado así una dictadura al Uruguay (…) porque cuando el pueblo uruguayo quiso poner la pata, [yo] no estaba en la calle para pelear con el pueblo uruguayo, y de eso me voy a arrepentir toda la vida".

A mediados de julio de 2008, Mujica, el también senador Fernández Huidobro, Julio Marenales y Jorge Zabalza tuvieron que declarar ante un juzgado penal de Montevideo en relación con la denuncia interpuesta contra ellos por un diputado del PC sobre la base de las revelaciones contenidas en un libro biográfico de Zabalza, donde éste contaba que cuando los disturbios proetarras de 1994, el MLN-T tenía listo, aunque finalmente no lo empleó, un vehículo lleno bombas de caseras para enfrentarse con la Policía. Zabalza justificaba la solidaridad con los prófugos españoles porque en el pasado ETA había ayudado económicamente a los Tupamaros. Ese mismo mes, días después, Mujica realizó un viaje a Argentina, donde departió con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su esposo y predecesor en el cargo, Néstor Kirchner, ahora jefe del Partido Justicialista.

La visita dio mucho que hablar, ya que las relaciones uruguayo-argentinas estaban gravemente resentidas por el conflicto diplomático surgido a raíz de la instalación de la enorme planta procesadora de celulosa de la compañía finlandesa Botnia en la ciudad fronteriza de Fray Bentos, la capital del departamento de Río Negro, que Buenos Aires denunciaba como contaminante del río Uruguay. Mujica indicó que el desplazamiento al país vecino buscaba limar asperezas. En agosto, el senador uruguayo volvió a reunirse en la capital porteña con el matrimonio Kirchner y de paso con el ex ministro de Economía Roberto Lavagna. También estuvo en Paraguay y Venezuela, donde departió respectivamente con los presidentes Fernando Lugo y Hugo Chávez.

La precandidatura presidencial de Mujica adquirió consistencia en septiembre, pero el MPP advirtió en el Frente Amplio una serie de movimientos dirigidos a impedir ese envite. Vázquez y su entorno impulsaron una fórmula en la que Astori —quien el 18 de septiembre abandonó el Gobierno para dedicarse a su precandidatura— sería el candidato a presidente y Mujica el candidato a vicepresidente. Sin embargo, el senador se negaba en redondo a ir de segundón. Además, un grupo cívico venía animando un Movimiento Reeleccionista en favor del propio Vázquez, que al fin y al cabo gozaba de unos envidiables índices de popularidad y de aprobación a su gestión presidencial. Claro que para que el socialista pudiera acudir a la reelección, antes tendría que aprobarse una reforma constitucional. Sin embargo, el ex guerrillero tupamaro era la figura que más adhesiones recababa dentro del Frente.

La confusión y la tensión en las filas frenteamplistas se disiparon en parte a principios de noviembre, cuando Vázquez negó explícitamente que buscara la reelección. Las negociaciones a múltiples bandas en torno a la "fórmula de consenso" Astori-Mujica no fructificaron, de manera que el 6 de diciembre, el Plenario Nacional del FA nominó las dos precandidaturas rivales, más otras tres, las de Enrique Rubio Bruno, director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de la Presidencia de la República (artiguista), Daniel Martínez Villaamil, ministro de Industria, Energía y Minería (socialista), y Marcos Carámbula Volpi, intendente de Canelones (frenteamplista independiente).

El 13 y el 14 de diciembre de 2008, el V Congreso Extraordinario del FA, denominado Zelmar Michelini, proclamó a Mujica su candidato oficial (en realidad, precandidato) con 1.694 votos (el 71,1%). Segundo quedó Carámbula con 1.102 votos y tercero, con 566, Astori, seguido muy de cerca por Martínez y Rubio. Pero esta proclamación no suponía una nominación definitiva, ya que, de acuerdo con la legislación, Mujica todavía tenía que competir con los otros cuatro precandidatos habilitados en una elección primaria abierta a todo uruguayo inscrito en el censo electoral. Aunque él gozaba del aval oficial, la interna nacional iba a disputarse en igualdad de condiciones.

El Congreso Zelmar Michelini aprobó además el Programa de Gobierno para el período 2010-2015. El documento, continuista dentro de un izquierdismo de corte socialdemócrata, hacía alarde de los resultados obtenidos en el primer quinquenio (vigorosas tasas de crecimiento, relanzamiento de las exportaciones, drástica reducción del paro, fuerte inversión pública en salud, educación, infraestructuras y tecnología, reforma tributaria de tipo progresivo, corrección de déficits sociales gracias a los planes de Atención Nacional a la Emergencia Social —PANES— y de Equidad) y prometía ahondarlos dentro de una Estrategia de Desarrollo Nacional que repetía los seis ejes temáticos ya desgranados en el anterior programa electoral, a saber: Uruguay Productivo, Uruguay Innovador, Uruguay Social, Uruguay Cultural, Uruguay Democrático y Uruguay Integrado.

Antes de terminar 2008, Mujica vaticinó un "terremoto" en Uruguay si llegaba a la Presidencia de la República y anunció que, en tal caso, destinaría su sueldo a un fondo para financiar "inversiones productivas de la gente que quiere arrancar con algún proyectito". En febrero de 2009, la filtración de que recibía financiación del kirchnerismo levantó fuertes críticas contra el senador, quien, no sin enfado, tuvo que suspender un acto proselitista previsto para ese mes en la ciudad argentina de Mar del Plata. El discurso del líder tupamaro admitía múltiples matizaciones, que a veces sonaban contradictorias. Tenía unas estrechas relaciones con los Kirchner, pero admitía "estar caliente" con Néstor Kirchner, "como casi todos los uruguayos con sangre en las venas", por la persistencia de los bloqueos en el Puente Internacional Libertador General San Martín por conservacionistas argentinos y vecinos de la ciudad entrerriana de Gualeguaychú, sita en la otra orilla del Uruguay, frente a Fray Bentos. Por otro lado, confesaba su admiración por Lula, quien era "un ejemplo a seguir", pero eso no era óbice para criticar a Brasil, que se había "lavado las manos" en el conflicto uruguayo-argentino por la papelera de Botnia y había "ejercido poco su liderazgo en el MERCOSUR".

El 6 de marzo de 2009 Mujica lanzó oficialmente su candidatura presidencial bajo el lema Un presidente para todos y con los respaldos del MPP, el PCU, el PVP, el Compromiso Frenteamplista (Confa), la Corriente de Acción y Pensamiento-Libertad (CAP-L, una escisión del MPP pero integrada en el Espacio 609) y el Partido Por la Seguridad Social (PPSS). En frente tenía a Astori, apoyado por la AU, el PS, el NE, el grueso de la Alianza Progresista (AP) y Banderas de Líber, y a Carámbula, que intentaba articular un "tercer polo" tras las retiradas de Rubio y Martínez con el sostén de la Vertiente Artiguista. El 24 de mayo el senador se dio de baja en la Dirección Nacional del MPP para encarar la interna con más libertad de movimientos. El tupamaro era el claro favorito y el 28 de junio la elección primaria le fue favorable al imponerse con el 52,1% de los votos (229.443 papeletas) sobre Astori, que recogió el 39,6%, y Carámbula, depositario del 8,3%. A continuación, Mujica invitó a Astori a acompañarle en la fórmula para la Vicepresidencia, oferta que el asambleísta aceptó.


4. Victoria electoral sobre el blanco Lacalle y formación del Gobierno en 2010

A partir de aquí, Mujica, con el soporte unitario del Frente, comenzó a librar campaña electoral contra sus adversarios del PN, el ex presidente Lacalle, y del PC, Juan Pedro Bordaberry Herrán, antiguo ministro e hijo del ex presidente Juan María Bordaberry, quien por cierto se encontraba bajo arresto domiciliario y procesado por crímenes de lesa humanidad cometidos bajo su período de gobierno dictatorial. Entre digresiones sobre la ingeniería genética, la informática y la sociedad del conocimiento, Mujica incidió en la educación, que consideraba un importante "factor igualitario", y sostuvo la necesidad de crear en Uruguay un "modelo agrointeligente", así como un polo regional de alta tecnología, para que el país atrajera más inversión foránea y pudiera competir en la región y en el mundo "con una producción especializada". Además, defendió la validez de los dos impuestos directos introducidos por el Gobierno saliente y que Lacalle proponía derogar, el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), para la tributación de los sujetos activos, y el Impuesto de Asistencia a la Seguridad Social (IASS), para los sujetos pasivos.

Aunque contaba con una amplia ventaja de partida gracias a su carisma sui géneris y al legado positivo de Vázquez, Mujica vio escapársele sus posibilidades de victoria en la primera vuelta por culpa, dio la sensación, de su destemplanza verbal. Esta le llevó a descalificar a los políticos argentinos con gruesos epítetos ("burros", "irracionales", "patoteros", "nabos", que vertió en el libro de conversaciones Pepe Coloquios, publicado en septiembre con el periodista Alfredo García), y a arremeter contra la justicia uruguaya, de la que dijo "no creer un carajo", en relación con la posible revisión de las violaciones de los Derechos Humanos durante la dictadura, porque tenía "un hedor a venganza de la puta madre que lo parió" (crudas palabras que empleó en una entrevista al diario argentino La Nación, donde de paso valoró la violencia guerrillera del MLN-T como "muy justificada").

Ahora bien, el candidato aseguró que, de ganar, no derogaría la Ley de Caducidad. La polémica norma había sido efectivamente puenteada por la Administración Vázquez al negarle su capacidad de amparar crímenes de naturaleza política, desapariciones forzadas con resultado de homicidio, cometidos en los años de la dictadura por civiles, por mandos militares y policiales que no eran meros "funcionarios" o bien cometidos, la mayoría, fuera del territorio nacional, en concreto en Argentina, en el marco del operativo represivo transnacional conocido como la Operación Cóndor.Esta lectura estricta y sistemática de la ley, considerándola caso por caso, estaba permitiendo la apertura, y la conclusión con duras sentencias de presidio, de varios juicios a altos mandos del régimen de facto por delitos de lesa humanidad, empezando por sus dos máximas figuras, los ancianos ex presidentes Bordaberry y Álvarez; este último fue condenado ahora, en octubre de 2009, a 25 años de prisión por "homicidio especialmente agravado" de 37 opositores entre 1977 y 1978, cuando era el jefe del Ejército, y por un delito de "lesa humanidad".

Por otra parte, Mujica tenía muy claro que su meta era "hacer alianzas honradas con vastísimos sectores", "tener un discurso abierto" y "negociar muchos acuerdos". En realidad, una presidencia suya se basaría en "negociar, negociar y negociar, hasta que resulte insoportable", indicó. Reiteró que su referente regional era Lula (al que visitó en agosto y del que aceptó el consejo de que se comprara un traje, prenda que se hizo a medida y estrenó —"por primera vez en su vida", pero sin la corbata— precisamente para su entrevista con el mandatario brasileño) y no Chávez, cuyo socialismo bolivariano le parecía mayormente "burocracia", aunque no podía menos que simpatizar en lo personal con el antiguo teniente coronel y con su Revolución en Venezuela. Posteriormente, ya como presidente, Mujica iba a afirmar que al socialismo del siglo XXI pregonado por Chávez lo podía "admirar", pero no era "el camino que elegiría", siendo este el del socialismo del Partido de los Trabajadores de Lula.

El frenteamplista tampoco tenía pelos en la lengua cuando se refería a sí mismo: "Soy un terrón con patas porque amo la tierra", dijo en relación a su atribuida falta de sofisticación y su apego a las cuestiones del agro. Y: "Yo soy de los que se equivocan. Meto la pata por excesivamente sincero. ¡Pero no tengo precio!", aseguró, entre la autocrítica y la presunción. Vázquez, irritado con el torrente de rapapolvos sentenciosos contenidos en Pepe Coloquios, llegó a criticar las "estupideces" de su compañero de bando, quien intentó quitar hierro al asunto entonando un escueto mea culpa. No sorprendentemente, las oposiciones blanca y colorada instrumentaron con fruición la sinceridad a bocajarro de Mujica, quien parecía no hacer mucho caso de la asesoría de imagen, para poner en tela de juicio su talla presidencial y arrojar sospechas sobre su verdadera naturaleza política.

Las campañas de Lacalle y Bordaberry se afanaron en desnudar las supuestas carencias culturales y profesionales del adversario común basándose en su imagen física y en su lenguaje, además de recriminarle que no rechazara de una manera clara y sin equívocos la violencia guerrillera y terrorista por él practicada. Lacalle, en particular, acusó a Mujica de albergar un pensamiento que "dentro del esquema marxista se parece a la teoría maoísta", de realizar manifestaciones "preocupantes" sobre el sistema democrático y de tratarse de una persona "muy poco preparada a nivel científico, profesional e intelectual, muy vulgar y chabacana". Mujica y el Frente no se quedaron atrás, y tacharon al nacionalista de "apóstol del neoliberalismo fundamentalista, "oligarca", "patricio de doble apellido" y "espíritu arrogante y aristocrático de clase poseedora". Que el dirigente blanco se mofara de él por vivir, en referencia a su chacra de Rincón del Cerro, en un "sucucho" (hueco o rincón) y una "cueva", era propio de "personas con sentimientos aristocráticos que desprecian a la gente y no ocultan su carga de odio y de veneno". A su entender, continuaba Mujica, Lacalle era un político "mucho más reaccionario de lo que realmente parece".

El 25 de octubre de 2009, Mujica, confirmando los últimos sondeos, fue el candidato más votado, pero no alcanzó la mayoría de la mitad más uno de los votos que le habría ahorrado la segunda vuelta. El frenteamplista cosechó el 47,9% de los sufragios y pasó a disputar la ballotage con Lacalle, receptor del 29,1%. Bordaberry, con el 17%, quedó apeado de la liza, tras lo cual animó al coloradismo a votar al candidato blanco. Cuarto quedó, con el 2,5%, Pablo Mieres Gómez, del Partido Independiente (PI). En las legislativas, el Frente preservó la mayoría absoluta, bien que por la mínima, al asegurarse 50 representantes (sobre 99) y 16 senadores (sobre 31). Los dos referendos celebrados en la misma jornada, sobre la enmienda constitucional que anularía parcialmente la Ley de Caducidad (considerada contraria a la Carta Magna por el Frente Amplio y por la propia Corte Suprema de Justicia, que acababa de dictar la inconstitucionalidad de sus artículos 1º, 3º y 4º) y sobre la habilitación del voto por correo de los uruguayos residentes en el extranjero, arrojaron un resultado negativo: en ambos prevaleció el no con el 52,6% y el 63,1% de los votos, respectivamente.

La segunda vuelta de las presidenciales tuvo lugar el 29 de noviembre y Mujica se proclamó presidente sin ningún apuro con el 52,4% de los votos. Tras conocer su abultada victoria, el todavía senador repitió su ofrecimiento al PN, el PC y el PI de llegar a acuerdos transversales "a través de fructíferas conversaciones" y en torno a una agenda nacional, y se puso a trabajar para la formación del Gabinete ministerial, donde se esperaba la presencia de antiguos compañeros de la lucha guerrillera. El vicepresidente electo, Astori, sería el principal estratega económico del próximo Ejecutivo, lo que enviaba un mensaje de continuidad. Así, seguía adelante el esquema "sin modelo concreto", liberado de "rigideces" y "dogmatismos"; en otras palabras, se procuraría alcanzar el equilibrio estructural en las cuentas públicas con una política fiscal responsable que tomara en cuenta el ciclo económico, ahora mismo muy positivo (Uruguay había resistido bastante bien el impacto de la crisis global de 2008-2009 y las previsiones de crecimiento para 2010 eran faustas), así como las necesidades de la inversión social.

El 3 de diciembre, la Corte Electoral, una vez finalizado el escrutinio de los votos, proclamó oficialmente a Mujica presidente electo de Uruguay. Cinco días después, la celebración en Montevideo de la XXXVIII Cumbre ordinaria del MERCOSUR permitió a Mujica, invitado al evento por Vázquez, mantener contactos con los presidentes asistentes, a los que ya conocía. El mandatario electo le expresó su interés en relanzar las relaciones uruguayo-venezolanas a Chávez, con quien protagonizó un acto público. Así, se habló de profundizar la cooperación comercial por la que Venezuela se comprometía a suministrar a Uruguay todo el petróleo que necesitaba y la República Oriental pagaba el grueso de ese abastecimiento energético con una amplia gama de productos agropecuarios.

El 1 de marzo de 2010 tuvo lugar la inauguración de Mujica como presidente de la República Oriental del Uruguay, el segundo de la izquierda y el primero procedente de las subversiones extremistas del pasado siglo (de hecho, era el primer presidente de Sudamérica con un historial guerrillero o terrorista, anticipándose en un año a la socialista brasileña Dilma Rousseff), para el período constitucional que vencía en 2015. La jornada estuvo envuelta de simbolismo, entusiasmo popular e imágenes chocantes. Por la mañana temprano, Mujica recibió a la prensa en su humilde chacra en el paraje silvestre de Rincón del Cerro, en la que tenía decidido seguir viviendo y cultivando flores a pesar de la suprema magistratura que iba a ostentar y de todas las complicaciones en materia de vigilancia y seguridad que ello iba acarrear. Con su habitual tono coloquial, el mandatario electo bromeó con los periodistas, a los que dijo que "hoy es el cielo, mañana el purgatorio". Luego se reunió con el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, y con la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton.

Para la solemne ceremonia de investidura en el Palacio Legislativo, el estadista se enfundó un traje oscuro con camisa blanca desabotonada al cuello, sin corbata, prenda que en los cinco años siguientes no iba a ponerse en ningún acto institucional o encuentro internacional. La encargada de tomarle juramento fue su propia esposa y en lo sucesivo primera dama de Uruguay, Lucía Topolansky, en tanto que presidenta inaugural de la Asamblea General, al tratarse de la senadora más votada de la lista senatorial más votada también, la del Espacio 609. A continuación prestó juramento el vicepresidente Astori, que recibió otra ovación cerrada de los asistentes, entre los que, además de Uribe y Clinton, estaban los "presidentes amigos" Chávez de Venezuela, Lula de Brasil, Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivia y Fernando Lugo de Paraguay. No faltaba la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, acompañada por su marido Néstor, con los que Mujica abordó luego la salida del acerbo contencioso bilateral por la papelera Botnia.

Una vez juramentado y leído un discurso inaugural rico en referencias a la unidad patriótica y la conciliación política por encima de las diferencias partidistas, Mujica se dirigió con Astori, rodeados de clamor popular y subidos de pie en una camioneta descubierta pintada de azul y blanco, y a la que el público bautizó como el pepemóvil, a la cercana Plaza Independencia, junto al monumento al prócer José Artigas, la Torre Ejecutiva y el Palacio Estévez, donde recibió la banda presidencial de Vázquez y pronunció un segundo discurso. La celebración del traspaso de poderes culminó con un acto rebosante de simbolismo: la rendición de honores al nuevo jefe del Estado ex guerrillero y ex preso de la dictadura por los miembros de las Fuerzas Armadas.

A la hora de confeccionar su Gabinete, Mujica adjudicó cuotas de representación partidista en función de los resultados de las elecciones a la Asamblea. Así, el MPP recibió cuatro ministerios, el Frente Líber Seregni (FLS, formado por las colectividades que habían respaldado la precandidatura de Astori en la primaria frenteamplista de 2008, principalmente la Asamblea Uruguay, la Alianza Progresista y el Nuevo Espacio) tres, el PS dos, y uno cada uno la CAP-L, la Vertiente Artiguista y el PCU. Destacaron las elecciones de dos ex guerrilleros tupamaros, Eduardo Bonomi Varela (MPP) y Luis Rosadilla (CAP-L), para los ministerios de fuerza, Interior y Defensa, respectivamente. Para la cartera de Ganadería, Agricultura y Pesca, departamento clave en un país eminentemente exportador de bienes agropecuarios y que él conocía muy bien por haberlo encabezado durante tres años, Mujica se decantó por el agrónomo arrocero Tabaré Aguerre Lombardo, no afiliado a ningún partido. Exteriores fue para el diplomático de carrera Luis Almagro Lemes, hasta entonces embajador en China.

Economía y Finanzas recayó en Fernando Lorenzo Estefan, miembro del Nuevo Espacio, alto funcionario del Ministerio hasta 2008 y próximo al vicepresidente Astori, luego una elección que subrayaba el mensaje de moderación enviado a los operadores económicos. Y el departamento de Educación y Cultura, al que Mujica planeaba destinar grandes recursos, fue confiado al intendente de Montevideo, Ricardo Ehrlich, un dirigente del MPP con amplio bagaje científico. El Ejecutivo entrante definió cuatro áreas de gobierno que requerían la elaboración de políticas de Estado, luego requerirían la implicación de los demás partidos en su procedimiento legislativo: educación, seguridad, medio ambiente y energía. La consigna básica era, no se cansaba de remarcar Mujica, la austeridad, la cual empezaba por él mismo.

Como ya había avisado por activa y por pasiva, Mujica renunció a alojarse en la Residencia Presidencial Suárez y Reyes, un elegante palacete de tres plantas que tampoco había sido habitado por Vázquez. Tras concluir su jornada de trabajo en la Torre Ejecutiva, salvo compromiso viajero, Mujica descansaría en su chacra, junto con su mujer y acompañado por sus perros, y solo emplearía la Residencia Suárez y Reyes (casona oficial que luego iba a ofrecer al Ministerio de Desarrollo Social para que sirviera como albergue de transeúntes sin techo, sugerencia que no llegó a aplicarse) para determinados actos oficiales. Cuando dispusiera de tiempo libre, seguiría con sus labores de floricultor en Rincón del Cerro. Y, en aras también de la austeridad (una palabra de la que luego renegaría, porque la habían "prostituido en Europa", prefiriendo emplear el término "sobriedad"), destinaría la mayor parte de su salario presidencial a obras sociales.


5. Las grandes cuestiones sociales de la Administración Mujica: la legalización de la marihuana, el aborto y el matrimonio homosexual; los meandros de la Ley de Caducidad

Puesto que este punto no figuraba en su programa electoral, constituyó una gran sorpresa la propuesta hecha por Mujica en junio de 2012 de establecer un marco legal para despenalizar la producción y comercialización de la marihuana, droga de las llamadas blandas cuya venta sería controlada y regulada por el Estado. La audaz medida, sin parangón en el mundo, se enmarcaba en un proyecto de marco legal integral sobre seguridad ciudadana que buscaba reducir la violencia del crimen organizado vinculado al tráfico de drogas y los problemas sociosanitarios derivados del consumo clandestino de estupefacientes. Con todo, el mandatario veía en la legalización del cannabis, para usos tanto particulares (con fines recreativos o medicinales) como industriales y científicos, simplemente un primer paso para combatir "el gran flagelo y culpable" de todos los males sociales que engendraba el narcotráfico, cual era la pasta base de cocaína.

Pese a que los sondeos de opinión pública reflejaban que una mayoría de los uruguayos no veía con buenos ojos la despenalización de la marihuana, que en el Frente Amplio había importantes dudas al respecto y que el propio Mujica reconocía que la sociedad no estaba "madura" para concretar este paso, y a pesar también de la advertencia por parte de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y del Delito (UNODC) de que Uruguay podría violar tratados internacionales de los que era signatario, el proyecto de ley del Gobierno siguió su curso parlamentario con bastantes dificultades a lo largo de 2012 y 2013, culminándose a últimos del segundo año. Primero la Cámara de Representantes, el 31 de julio, y luego el Senado, el 10 de diciembre de 2013, aprobaron con ajustadas mayorías la Ley Nº 19.172 de Marihuana y sus derivados, relativa al control y regulación de los mismos por el Estado en los ámbitos de la importación, la producción, la adquisición, el almacenamiento, la comercialización y la distribución.

De acuerdo con la norma, se creaban una red farmacéutica estatal para la comercialización de cannabis sujeta a tributación fiscal, con controles de calidad y venta prohibida a menores, así como un registro nacional de consumidores, los cuales, previa inscripción en el rol del Gobierno, podrían adquirir a un precio comparable al del mercado negro un máximo de 40 gramos de la droga por persona y por mes. Asimismo, se autorizaban el autocultivo casero de la planta y los clubes de consumidores, aunque con restricciones. El organismo público responsable de supervisar todas las actividades legales relacionadas con el estupefaciente, de emitir las pertinentes licencias y de informar sobre riesgos y prevención era el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA), dependiente de cuatro entidades del Estado, la Secretaría Nacional de las Drogas, el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, y el Ministerio de Desarrollo Social.

Como era de esperar, los aficionados a fumar marihuana, así como colectivos defensores del uso terapéutico de la droga, manifestaron su entusiasmo, dentro y fuera de la República Oriental, por la histórica legalización emprendida en el país sudamericano, si bien Mujica salió a negar que Uruguay fuera a convertirse en el "paraíso" de los consumidores de cannabis, droga que "como el cigarro, es un plaga", advirtió. De ninguna manera, el pequeño país platense iba a permitir que proliferara aquí un "turismo de marihuana". Además, la iniciativa no dejaba de ser un "experimento" en la lucha para "vencer al narcotráfico", puntualizó el presidente.

La cautela siguió guiando las decisiones del Ejecutivo, que al expirar el mandato constitucional en marzo de 2015 todavía no había puesto en servicio la red de farmacias expendedoras de cannabis debido a una serie de complejidades técnicas. Aunque vio la luz antes que la ley sobre la marihuana, la legalización del aborto con condiciones generó tanta o más controversia nacional. El debate sobre el aborto en Uruguay se mantenía candente desde que en noviembre de 2008, Vázquez, aduciendo razones de conciencia pese a su militancia socialista, y contrariamente a la opinión de la mayoría de los legisladores del Frente Amplio —los del MPP de Mujica en particular— y de, según una encuesta, el 60% de la población, vetara la llamada Ley de Defensa del Derecho a la Salud Sexual y Reproductiva, que acababa de ser aprobada por el Senado y que ya solo precisaba de la rúbrica presidencial para ser promulgada.

Esta ley, fustigada por la Iglesia Católica, los grupos pro-vida y la oposición conservadora de blancos y colorados, despenalizaba parcialmente el aborto al admitir la interrupción voluntaria del embarazo dentro de las 12 primeras semanas de gestación y en los supuestos de riesgo para la vida de la madre y penurias económicas. El veto de Vázquez supuso la continuidad de la norma de 1938, considerada anacrónica por las feministas y los movimientos laicos progresistas, que prohibía taxativamente la práctica del aborto e imponía penas de presidio, aunque susceptibles de atenuación en determinadas circunstancias, para las madres y los médicos abortistas.

En 2011, Mujica y la mayoría parlamentaria del Frente sacaron a trámite un nuevo proyecto de ley para la despenalización del aborto que recogía el derecho de toda mujer mayor de edad a decidir, de una manera razonada pero sin tener que cumplir ningún supuesto en concreto, la interrupción voluntaria de su embarazo por profesionales del Sistema Nacional Integrado de Salud dentro de las 12 primeras semanas de gestación; fuera de ese plazo, el aborto podría practicarse en los casos de violación (hasta las 14 semanas), grave riesgo para la salud de la mujer y malformaciones del feto incompatibles con la vida extrauterina. El 17 de octubre de 2012, con su aprobación por los senadores, el proyecto se convirtió en la Ley Nº 18.987 de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que Mujica firmó días después. La conversión de Uruguay en el segundo Estado de América Latina, tras Cuba, en permitir el aborto con una ley de plazos encrespó a sectores religiosos y políticos pro-vida. Desde el PN se inició una campaña de recolección de firmas para convocar un referéndum que derogase la ley recién promulgada, pero la cuestación fracasó en su objetivo.

La tercera reglamentación que conformó el legado "progresista" de la presidencia de Mujica en el terreno social fue la reforma del Código Civil para permitir el matrimonio de personas de igual sexo. El cambio, contemplado por la plataforma electoral del Frente Amplio, se trataba de un avance reclamado por gays y lesbianas, que consideraban insuficiente la Ley de Unión Concubinaria de 2008, la cual venía regulando las uniones estables de convivencia o parejas de hecho. A diferencia de la despenalización del aborto, la legalización del matrimonio homosexual gozaba de un apoyo muy nítido en la opinión pública y a priori contaba con menos rechazo en la oposición política. El proyecto de la que iba a ser la Ley Nº 19.075 de Matrimonio Igualitario empezó a discutirse en la Cámara de Representantes a mediados de 2010 y tras una serie de vicisitudes parlamentarias, que incluyeron una enmienda al texto original, fue aprobada por el Senado el 2 de abril de 2013 y por la Cámara de Representantes ocho días después, en ambos casos con holgadas mayorías, que excedieron con mucho el tamaño de las bancadas oficialistas. El texto final permitía la adopción de niños y otorgaba a los cónyuges la potestad de decidir el orden de apellidos de sus hijos.

El 3 de mayo de 2013 Mujica estampó su firma a la ley, que hacía de Uruguay el segundo país de América Latina, tras Argentina en 2010, y el tercero de todo el continente, tras Canadá en 2005, en no hacer distingos de género en los contrayentes de un matrimonio civil. A los pocos días, Brasil legalizó también el matrimonio entre personas del mismo sexo. En marzo de 2014, en una entrevista para el diario brasileño O Globo, Mujica se refirió a la triple legalización de la marihuana, el aborto y el matrimonio homosexual como unas políticas que se limitaban a "reconocer los hechos". Mientras que el aborto y el matrimonio gay eran "más viejos que el mundo" —y no legalizar el segundo sería "torturar a las personas inútilmente", añadió—, la aprobación de la venta y plantación de cannabis debía verse como una "herramienta de combate a un crimen grave, el narcotráfico, y para proteger a la sociedad".

Al margen de estas tres importantes cuestiones, bajo la presidencia de Mujica prosiguió la peripecia de la Ley de Caducidad, en buena medida sorteada por la acción de la justicia pero de todas maneras plenamente vigente. Luego del jarro de agua fría que había supuesto el resultado negativo del referéndum de octubre de 2009 sobre la anulación parcial de la norma por la vía de una enmienda constitucional, la mayoría parlamentaria del Frente Amplio volvió a la carga desempolvando una fórmula barajada al principio de la Administración Vázquez, la de un proyecto de ley de "interpretación" que en la práctica invalidase los artículos fundamentales de la Ley de Caducidad, convirtiéndola así en un papel mojado dentro del ordenamiento jurídico sin llegar a ser derogada.

El proyecto del oficialismo, que, significativamente, no era del agrado de Mujica, favorable a mantener la Ley de Caducidad, pese a su dictado carácter inconstitucional, porque así lo había querido en las urnas, y dos veces, el electorado uruguayo, fue aprobado en primera lectura por la Cámara, luego pasó con modificaciones el escrutinio del Senado y por último retornó al primer hemiciclo para su aprobación definitiva, que tuvo lugar el 27 de octubre de 2011. El voto final de los diputados llegó después del fallecimiento del ex presidente Juan María Bordaberry siendo reo de una condena a 30 años de prisión por "atentado contra la Constitución" y como coautor de nueve delitos de desaparición forzada y dos de homicidio especialmente agravados.

La Ley N° 18.831, de Restablecimiento para los delitos cometidos en aplicación del terrorismo de Estado hasta el 1º de marzo de 1985, en extremo sucinta, rehabilitaba el pleno ejercicio de la pretensión punitiva del Estado para los delitos concernidos y además tipificaba a estos como c