John Kerry

Cuando John Kerry tomó las riendas de la diplomacia de Estados Unidos en enero de 2013, al arrancar el segundo mandato presidencial de Barack Obama, ya traía a sus espaldas una dilatada experiencia política como senador por Massachusetts, candidato presidencial demócrata y presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. El sucesor de Hillary Clinton, un condecorado veterano del Vietnam que dedicó varios años de su vida, como activista de calle y desde el Capitolio, a investigar y denunciar algunos de los capítulos más sombríos del intervencionismo militar de su país en los años de la Guerra Fría, adquirió nombradía internacional en 2004 con su intento fallido de arrebatarle la Casa Blanca a George Bush, a cuya estrategia de guerra a ultranza contra el terrorismo intentó contraponer otra alternativa que ponía énfasis en las fórmulas diplomáticas y el multilateralismo, un llamado por él "internacionalismo progresista". En aquellas elecciones, el senador fue acusado por los republicanos de no tener las ideas claras en materia de seguridad nacional y de contradecirse con respecto a la ocupación de Irak.

Nueve años después, Kerry, un político de perfil liberal progresista moderado, situado en el centro de su partido, llegó al Departamento de Estado justo en el momento en que la Administración Obama se percataba de que la multiplicación de desafíos y amenazas en la escena global, patente por ejemplo en el asalto por turbas islamistas del Consulado en Bengasi, obstaculizaba sus deseos de repliegue geoestratégico para concentrarse en la región de Asia-Pacífico. Al vacío de seguridad creado por las revoluciones árabes en Oriente Próximo y el Norte de África, terreno abonado para el yihadismo, el despliegue tentacular de las sucursales regionales de Al Qaeda, el agravamiento de la guerra civil en Siria, el desafío nuclear de Irán y los ensayos atómicos de Corea del Norte iban a sumárseles en 2014 la crisis ruso-ucraniana y la ofensiva brutal del Estado Islámico. Desde entonces, el espigado secretario de Estado trajeado de azul ha prodigado el trajín viajero que cabe esperar de su función, encarnando en ocasiones las contradicciones de la política exterior de Obama y a la vez allanando el camino para la consecución por el presidente de los históricos acuerdos con Irán y Cuba, que de alguna manera justifican a posteriori la concesión del Premio Nobel de la Paz de 2009.

En su debut, Kerry, apostó por la reanudación del eternamente frustrado proceso de paz entre palestinos e israelíes con miras a una solución basada en el principio de los dos estados. Sus interlocuciones con el presidente Abbas y, en este caso tormentosas, el primer ministro Netanyahu dieron lugar en julio de 2013 a unas negociaciones que se interrumpieron sin acuerdo en abril de 2014. Detrás de este enésimo fracaso estuvieron la imparable colonización judía de Cisjordania y Jerusalén, considerada saboteadora por los palestinos y por el propio Departamento de Estado, y el enfado de Netanyahu por el acuerdo de reconciliación Fatah-Hamás y la campaña de Abbas para extender el reconocimiento internacional de la estatalidad palestina.

También afectó aquí, como lo hizo a las relaciones con Arabia Saudí, el entendimiento de Occidente con Irán, pacientemente muñido por Kerry en el marco de las conversaciones del P5+1. Estas alumbraron los acuerdos de Ginebra (noviembre de 2013), Lausana (abril de 2015) y Viena (julio de 2015), por los que Teherán preservaba un programa de investigación nuclear civil restringido y vigilado, de manera que no pudiera fabricar la bomba atómica, riesgo que había agitado los tambores de guerra años atrás, a cambio del levantamiento de las sanciones.

El complejo y polémico expediente iraní se desarrolló en paralelo al agudo deterioro, sin parangón desde el final de la Guerra Fría, de las relaciones con Rusia, potencia ya colocada en el bando contrario, apoyando al régimen baazista, en la contienda de Siria. Fue a raíz del derrocamiento del presidente prorruso de Ucrania, la anexión unilateral de Crimea y la abierta injerencia de Moscú en la guerra del Donbás, acciones estás últimas que dieron pie a la expulsión de Rusia del G8, la suspensión de la cooperación por la OTAN, la aplicación de sucesivos paquetes de sanciones y las movilizaciones respectivas de tropas. Por otro lado, los colofones iraníes de Lausana y Viena coincidieron con el principio del deshielo y la normalización de las relaciones diplomáticas con la Cuba castrista tras más de medio siglo de bloqueo a la isla, proceso que incluyó entre sus hitos el izado por Kerry de la bandera de Estados Unidos en la reabierta Embajada en La Habana en agosto de 2015.

Las turbulentas relaciones con países clave como Pakistán, Turquía y China, en este último caso teñidas de una inquietante y soterrada ciberguerra y salpicadas de unos alardes navales en torno a las islas Spratly, tarascadas que sin embargo no han sido óbices para un acercamiento de posturas en cuestiones tales como la respuesta al cambio climático; la controvertida condescendencia con el régimen militar golpista de Egipto; el escándalo del espionaje telefónico masivo de la NSA, estallado en 2013, tres años después del Cablegate de Wikileaks, y que dañó las relaciones con los aliados europeos, justo cuando se empezaba a negociar el TTIP, y con los latinoamericanos, a los que Kerry había anunciado el "final de la Doctrina Monroe"... todos estos episodios han puesto a prueba las habilidades diplomáticas del ministro norteamericano.

Además, el Departamento de Estado ha de dar explicaciones de la escalada bélica limitada pero de creciente intensidad, con la multiplicación de las misiones, en parte abiertas y en parte subrepticias, de bombardeos aéreos convencionales, drones y fuerzas especiales etiquetadas de "asesores" e "instructores", que la Casa Blanca y el Pentágono, en el seno de coaliciones multinacionales, coordinándose con los gobiernos locales o a título más individual, están descargando contra un elenco de enemigos del magma yihadista (el Estado Islámico, los Talibán, AQPA, AQMI, Al Shabaab, Boko Haram) en Irak, Afganistán, Siria, Yemen, Libia, Somalia y hasta la región del lago Chad en el corazón de África. En los casos de Irak y Afganistán, luego de las retiradas oficiales y el final de las misiones de combate regulares en diciembre de 2011 y diciembre de 2014 respectivamente, estas actuaciones suponen reasumir parte de la responsabilidad en la seguridad debido al drástico deterioro de la situación sobre el terreno. Así, Estados Unidos está reforzando y prorrogando unas unidades propias que supuestamente debían tener solo un carácter residual y temporal, apoyando en la retaguardia por tiempo limitado a las fuerzas gubernamentales de Bagdad y Kabul. Dos capitales, por cierto, ricas en trifulcas políticas en las que Kerry ha tenido que actuar de apagafuegos.

En el caso de Siria, cuya guerra aniquiladora e internacionalizada de múltiples contendientes es el epicentro del terremoto de violencia que desangra Oriente Próximo y alimenta el terrorismo yihadista, el protagonismo de Kerry ha sido más bien accidentado. En 2013, primero abogó por castigar militarmente al dictador Bashar al-Assad por lanzar gas sarín contra los rebeldes y luego, merced a unas confusas declaraciones que fueron cogidas al vuelo por Damasco y Moscú, propició el acuerdo, suscrito en Ginebra, por el que Assad eludía las represalias de Estados Unidos a cambio de entregar su arsenal químico. Tras este inesperado desenlace, Kerry intensificó la colaboración con los rebeldes sirios, algunos de cuyos grupos "moderados" empezaron a recibir armas y adiestramiento militar de Washington para luchar contra el Estado Islámico, consiguió que Turquía, en 2015, empezara a plantar cara a las agresiones del Califato a pesar de que Ankara tenía en su punto de mira a los kurdos sirios contrarios tanto al Estado Islámico como a Assad, y orquestó junto con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, socio en una interlocución tan dinámica como gélida, varios intentos, ninguno convincente, de poner fin a la devastadora conflagración.

El 10 de septiembre de 2016, tras varios fracasos, Kerry y Lavrov anunciaron desde Ginebra otro pacto de alto el fuego, el cual entró en vigor dos días después. Si la tregua se consolidaba y los combates y bombardeos efectivamente cesaban, podría abordarse una transición política en la que aparentemente la salida del poder de Assad, que empieza a ser visto por Kerry, sin expresarlo por supuesto, como el "lesser of two evils", ya no sería una condición de partida; mientras, Estados Unidos y Rusia, apuntaron los ministros, podrían coordinar sus esfuerzos bélicos para destruir al Estado Islámico y al antiguo Frente Al Nusra, aunque descartando una intervención terrestre a gran escala.


(Texto actualizado hasta septiembre 2016)

1. Veterano antibelicista del Vietnam y senador por Massachusetts
2. De la candidatura presidencial demócrata en 2004 contra Bush a la Secretaría de Estado en 2013 con Obama

1. Veterano antibelicista del Vietnam y senador por Massachusetts

Segundo de los cuatro hijos tenidos por el abogado y funcionario del Servicio Exterior de Estados Unidos Richard Kerry (1915-2000), de ancestros austríacos, y la enfermera y trabajadora social Rosemary Forbes (1913-2002), miembro de una familia de postín con antepasados británicos, fue alumbrado por su madre en un hospital del Ejército en Colorado, estado en el que su padre, por aquel entonces piloto de pruebas de las Fuerzas Aéreas, convalecía de la tuberculosis que había contraído en el tercer año de la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la familia era de Massachusetts, y allí retornaron los Kerry en cuanto el padre recuperó la salud. En 1949 se afincaron en Washington, DC, al pasar a trabajar Richard Kerry para el Departamento de la Armada.

John Kerry era todavía un niño pequeño cuando su progenitor emprendió una carrera de diplomático y jurista en el Departamento de Estado. En 1957, mientras Kerry sénior servía en la Embajada de Estados Unidos en Noruega, el futuro secretario de Estado fue mandado de vuelta a Massachusetts para recibir la formación escolar, que completó en la St. Paul's School, un centro episcopaliano de Concord, New Hampshire; se daba la particularidad de que el joven era católico y hasta ejercía de monaguillo en los oficios de su parroquia. Allí por donde iba, Kerry llamaba la atención por su físico peculiar, con su rostro larguirucho, su tupida melena negra y sus más de 190 cm de estatura.

En 1962 Kerry ingresó en la Universidad de Yale dispuesto a labrarse un currículum en el área de Ciencias Políticas. Alumno con buenas calificaciones aunque no brillantes, en la reputada casa de estudios de Connecticut destacó por sus aptitudes deportivas y, sobre todo, por su activismo en las fraternidades y clubs universitarios, sin faltar los Skull & Bones, la célebre sociedad de aires masónicos y supuestamente secreta con sede en Yale. Estos fueron las palestras de una elocuencia de signo liberal, bien identificada con los programas sociales progresistas de los presidentes demócratas Kennedy y Johnson. Ahora bien, el desgarbado veinteañero también deslizaba en sus discursos académicos un tono fuertemente crítico con la política exterior de Estados Unidos, cuyo aspecto más candente entonces era la imparable escalada intervencionista en Vietnam. Sin embargo, a principios de 1966, tan pronto como recibió el título de graduado, se alistó en la Reserva de la Armada de manera voluntaria y quedó automáticamente apto para el servicio militar en tiempos de guerra.

En los cuatro años siguientes, Kerry construyó una hoja de servicios castrense tan laureada como asaltada por la contradicción. Movilizado desde el primer momento, en 1967, previa realización de un curso para oficiales en el Centro de Instrucción de la Armada en Newport, Rhode Island, fue asignado al crucero lanzamisiles USS Gridley, que al prestar misión en alta mar podía considerarse a salvo de los ataques del Vietcong y las fuerzas norvietnamitas.

En 1968 el Gridley recibió la orden de regresar a puerto para someterse a una revisión a fondo y Kerry, que tenía el grado de segundo oficial de cubierta, solicitó ser transferido al frente de combate en Vietnam del Sur, asumiendo un tipo de misión que podía considerarse altamente peligrosa por su grado de exposición, muchas veces sin ningún tipo de apoyo, al fuego enemigo: la de comandar una de las muchas lanchas rápidas que, con una tripulación de cinco o seis hombres, con liviano o nulo blindaje y provistos únicamente de un par de ametralladoras pesadas, patrullaban las costas y se internaban en los ríos y canales de la selvática Vietnam del Sur para vigilar los movimientos del Vietcong, atacar objetivos de la guerrilla, llevar munición a posiciones de infantería avanzada o transportar unidades de la lucha contrainsurgente en operaciones de infiltración.

Kerry fue condecorado por partida múltiple en el curso de un arriesgado servicio de armas que duró cuatro meses y que le provocó heridas de combate en tres ocasiones: recibió el Lazo de Acción en el Combate, la Medalla de la Estrella de Plata, la Medalla de la Estrella de Bronce y tres Corazones Púrpura, condecoración esta última que en reconocimiento a sus acciones en Vietnam también obtuvieron en aquellos años Colin Powell y John McCain, otros dos veteranos de esta contienda llamados a alcanzar una posición muy destacada en la política estadounidense. En 1969, tras resultar herido por tercera vez, la Armada retiró a Kerry del frente y le dio un despacho de oficial naval adscrito al mando logístico en Nueva York, el cual ocupó hasta principios de 1970. Aquel año contrajo matrimonio con Julia Stimson Thorne, madre que fue de sus dos hijas, Alexandra y Vanessa.

Una vez licenciado del servicio activo en la Armada, si bien iba a continuar como oficial en la reserva con el grado de teniente hasta 1978, Kerry se convirtió en un enérgico portavoz de la organización Veteranos de Vietnam contra la Guerra (VVAW). Quien había participado en el conflicto asiático por propia voluntad y expuesto su vida en misiones solicitadas a sus superiores dejó clara su visión antiintervencionista y antibelicista de una aventura militar que en su opinión nunca debió haberse producido.

El activismo contra la guerra desarrollado por Kerry, quien seguía siendo miembro de las Fuerzas Armadas y que por lo tanto podía terminar ante una corte marcial, en los años de la vietnamización dispuesta por el presidente republicano Richard Nixon antes de los Acuerdos de París de 1973 incluyó la publicación de opúsculos de denuncia, la participación en protestas donde los veteranos vociferaban consignas pacifistas y arrojaban sus medallas y condecoraciones a las verjas del Capitolio, y la propuesta de fórmulas para terminar con el conflicto ante un comité del Senado. En mayo de 1971, en un intento de acampada de la VVAW en Lexington, Massachusetts, Kerry figuró entre los más de 400 marchistas arrestados por la Policía, la cual los soltó al día siguiente previo pago de una pequeña multa.

En 1972 Kerry, con 28 años y miembro del Partido Demócrata, hizo una temprana tentativa de hacerse con un escaño en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Fue en el distrito de Massachusetts que dejaba vacante el congresista republicano Frank Bradford Morse. El teniente en la Reserva de la Armada se impuso en la primaria demócrata, pero en la elección general de noviembre sucumbió frente a su adversario republicano, Paul Cronin. Tras esta decepción, Kerry se dedicó a recaudar fondos para una ONG humanitaria CARE y retomó su formación académica con la idea de capacitarse como abogado. En 1976 recibió el título de Juris Doctor por la Boston College Law School y luego de superar la prueba correspondiente fue admitido en el Colegio de Abogados de Massachusetts. Durante tres años ejerció como ayudante del Fiscal del Distrito del condado de Middlesex, hasta que en 1979 decidió abrir un bufete privado.

Con un pie en el mundo del derecho y el otro en la política, en 1982 Kerry se presentó al cargo de vicegobernador (Lieutenant Governor) de su estado formando un tándem victorioso con Michael Dukakis, quien ya había gobernado Massachusetts en la década anterior y que seis años después, en 1988, iba a disputar a George Bush padre la sucesión de Ronald Reagan en la Casa Blanca. En enero de 1983 Kerry estrenó su nuevo despacho institucional en Boston con un mandato de cuatro años, pero en 1984 trasladó su interés al escaño de senador estatal del que se despedía Paul Tsongas por motivos de salud. Una vez ganada, contra pronóstico, la primaria demócrata a su rival James Shannon, congresista que contaba con el aval del poderoso e influyente speaker de la Cámara de Representantes en la oposición a la Administración Reagan, Tip O'Neill, Kerry derrotó a su contrincante del republicanismo, Ray Shamie. En la misma jornada electoral, el 6 de noviembre de 1984, Reagan resultó reelegido de manera aplastante frente al demócrata Walter Mondale.

Kerry inauguró el 2 de enero de 1985 un ejercicio senatorial que iba a prolongarse durante casi tres décadas y que empezó mostrando un perfil radicalmente contrario a las operaciones clandestinas de la Administración Reagan, las covert actions anticomunistas desarrolladas al socaire de la Guerra Fría, disposición que podía considerarse una prolongación de su activismo contra la Guerra de Vietnam en la década anterior. Así, Kerry y un puñado de colegas fueron los primeros legisladores del Capitolio que se pusieron a rastrear, ya en 1985, la asistencia militar encubierta, violando las disposiciones del Congreso, de la CIA a la Contra nicaragüense.

Sus indagaciones sacaron pronto a la luz las actividades ilegales de, entre otros altos oficiales militares y civiles, el teniente coronel Oliver North, hombre clave de una trama por la que personal de la CIA, el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado habían dado alas a unas lucrativas operaciones de narcotráfico de la guerrilla contrasandinista, que obtenía financiación del trasiego de cocaína. El dictador panameño Manuel Antonio Noriega y un importante banco pakistaní también salieron a relucir en la investigación del senador. Las pesquisas y hallazgos contenidos en el llamado Informe Kerry, publicado en abril de 1989 por el Subcomité sobre Terrorismo, Narcóticos y Operaciones Internacionales del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, se anticiparon a las revelaciones explosivas del que dio en llamarse escándalo Iran-Contra, si bien los descubrimientos hechos por el senador no tuvieron en su momento mucho impacto en la opinión pública.

Kerry fue sucesivamente reelegido senador por Massachusetts en 1990, 1996 y 2002, en la última ocasión con un aplastante 80% de los votos. En todo este tiempo, que fue coincidente con las presidencias de Bush padre y del demócrata Bill Clinton, y con el primer tramo de la presidencia de George Bush hijo, Kerry tomó parte en varios comités y subcomités del Senado, y se labró una reputación de liberal de centro moderadamente progresista contrario a la privatización de los programas federales de la Seguridad Social y a la pena de muerte -salvo en los delitos de terrorismo, matizaría posteriormente-, así como favorable al aborto -no obstante sus creencias católicas-, a las uniones civiles -pero no los matrimonios- de homosexuales y al control de armas.

En 1997, como el resto de colegas de la Cámara alta, Kerry votó en contra de la ratificación por el Senado del Protocolo de Kyoto, aduciendo (tal fue el argumento de la resolución Byrd-Hagel) que el tratado contra el calentamiento global no imponía límites de emisiones carbónicas a países que, como China e India, aun siendo grandes contaminantes, entraban en la categoría de naciones en desarrollo. Luego, Estados Unidos firmó el Protocolo, pero Bush se escudó en la postura del Senado para no promover su ratificación legislativa, que quedó pospuesta sine díe. Kerry acusó entonces a Bush de minar los esfuerzos internacionales para combatir el cambio climático.

Ahora bien, a caballo entre 2002 y 2003 el senador emitió un respaldo condicionado a las intenciones de la Administración Bush de emplear la fuerza contra Irak; fue después de producirse la invasión y la ocupación del país árabe, y de descubrirse que el régimen de Saddam Hussein no escondía las armas prohibidas de destrucción masiva que se le imputaban, cuando Kerry echó en cara al presidente que, a la luz de tantas "exageraciones, distorsiones y engaños", no hubiese dicho la verdad a los norteamericanos. Anteriormente, el demócrata había respaldado varias grandes decisiones de política exterior adoptadas por la Administración Clinton, como la firma del NAFTA con Canadá y México, y la normalización de las relaciones con Vietnam.

En cuanto a su vida privada, Kerry vio malograrse en la década de los ochenta su matrimonio con Julia Thorne, la cual, en un testimonio posterior, iba a confesar que no podía soportar los constantes compromisos políticos y la frenética agenda social de su marido. Una vorágine que destrozó la relación conyugal, hasta arrastrarla a ella a una depresión, aseguró. Comentaristas de la prensa apuntaron directamente a la fama de mujeriego y juerguista de Kerry, un hombre de carácter hiperactivo que igual practicaba todo tipo de deportes invernales y acuáticos que le daba por tocar la guitarra eléctrica y vestirse de motero al manillar de una Harley Davidson. Después de la ruptura con su esposa, los medios se hicieron eco de los flirteos o idilios de Kerry con Morgan Fairchild y Catherine Oxenberg, dos de las más glamurosas actrices televisivas del momento.

En 1988 la pareja firmó el divorció y siete años después, en mayo de 1995, él contrajo segundas nupcias con Teresa Heinz, una empresaria de origen luso-mozambiqueño viuda del senador por Pensilvania John Heinz III, fallecido en un accidente aéreo en 1991. Se dio la particularidad de que fue Heinz, miembro del Partido Republicano, el que presentó a su colega del Senado a la que entonces era su mujer, meses antes del siniestro que le costaría la vida. Teresa había heredado una cuantiosa fortuna de su primer esposo, miembro de la familia fundadora de la famosa marca de salsas.


2. De la candidatura presidencial demócrata en 2004 contra Bush a la Secretaría de Estado en 2013 con Obama

Cuando la precampaña demócrata para las elecciones presidenciales de 2000, Kerry fue barajado por Al Gore como un buen compañero de fórmula, aunque al final la postulación para vicepresidente recayó en Joe Lieberman. Más de dos años después, en diciembre de 2002, el senador formó un comité exploratorio de sus posibilidades de alcanzar la candidatura presidencial en 2004 y en septiembre de 2003, meses después de someterse con éxito a una operación quirúrgica para extirparle un tumor cancerígeno en la próstata, anunció formalmente su precandidatura a la nominación por los demócratas. En la primaria de su partido, Kerry peleó con nueve rivales, entre ellos el senador por Carolina del Norte John Edwards, el ex gobernador de Vermont Howard Dean, el general retirado Wesley Clark y Joe Lieberman, senador por Connecticut. El de Massachusetts reunió el mayor número de delegados y en julio de 2004 la Convención Nacional Demócrata le proclamó en Boston candidato presidencial, con Edwards de aspirante a la Vicepresidencia. Al comenzar su discurso de aceptación, el nominado se dirigió a los delegados con un saludo militar y un marcial "soy John Kerry, y me presento para el servicio".

El sexagenario, cuya fisonomía y estilo no casaban con el prototipo de candidato telegénico, basó su campaña en el ataque conceptual a la política exterior, caracterizada por el unilateralismo belicista caro a la doctrina neoconservadora, del aspirante a la reelección Bush. A su entender, aquella podía considerarse "la más inepta, imprudente, arrogante e ideológica de la historia moderna de nuestro país". La desastrosa ocupación de Irak, prolongando una guerra que había contado con su voto de confianza en el Senado para luego descubrir que Bush se había dedicado a "romper las promesas" hechas al pueblo americano y a la comunidad internacional, pareció en un primer momento dar alas al demócrata, que buscó diferenciarse del republicano también en las defensas de una reversión de las bajadas de los impuestos para poner freno al déficit fiscal del Gobierno y de una mayor inversión federal en la asistencia sanitaria y la educación.

Bajo el lema de "seguridad y fuerza", el senador desgranó los ejes de su estrategia de seguridad nacional y política exterior, descrita también por él como un "internacionalismo progresista". Para que Estados Unidos fuera "más fuerte en casa y más respetado en el mundo" resultaba imperioso reparar los daños causados por el unilateralismo de la actual Administración en las relaciones con los aliados europeos, ajustar el poder militar disponible a las diferentes modalidades de enemigos y amenazas terrorista, hacer un mayor y mejor uso de la diplomacia, la cooperación entre gobiernos y los servicios de inteligencia, y librarse de la dependencia del petróleo de Oriente Próximo.

En el sangrante capítulo de Irak, el candidato no se mostraba partidario de retirar a las º por el momento porque eso supondría empeorar la situación, pero sí juzgaba necesario internacionalizar la ocupación, implicar a la ONU en la estabilización del país, volcarse en la reconstrucción material y acelerar el proceso político. Además, Kerry confiaba en meterse en el bolsillo al colectivo de los veteranos de guerra, para lo que sacó a relucir su brillante hoja de servicios en Vietnam, no dudando en contraponerla con las informaciones, embarazosas para el republicano, sobre que Bush había eludido el reclutamiento en 1968 alistándose en la Guardia Nacional de Texas y valiéndose en apariencia de las conexiones familiares.

La fe en las ventajas que ofrecían el multilateralismo y la diplomacia para combatir "con eficacia" el terrorismo de Al Qaeda y arreglar los problemas de Estados Unidos en la escena internacional, la defensa de un país "más fuerte" económicamente y en la atención social, y el retrato negativo de Bush como un presidente que había tomado "decisiones catastróficas" y metido al país por una "vía extrema contradictoria con nuestra historia y nuestros valores" no convencieron sin embargo al suficiente numero de electores. Al final, una mayoría de estadounidenses ignoró el "cambio de rumbo" prometido por Kerry. Algunos observadores señalaron que, pese a sus esfuerzos oratorios, el demócrata, temeroso de que unas críticas demasiado aceradas a Bush, el presidente en ejercicio de un país en guerra y el comandante en jefe al fin y al cabo, estuviera errado o no en su proceder, pudieran ser consideradas antipatriotas, no consiguió crear una distinción clara entre su estrategia y la de Bush para reconducir la turbulenta posguerra irakí. Ni tampoco convencer de que con él al mando Estados Unidos asestaría golpes más letales a Al Qaeda.

Incluso sus credenciales de héroe de guerra le fueron puestas malévolamente en entredicho. Así, en agosto, el opositor denunció como una operación de "trabajo sucio" al servicio de Bush el anuncio televisivo pagado por unos denominados Veteranos de los Botes Rápidos por la Verdad, un grupo de antiguos miembros de las tripulaciones de las lanchas que patrullaban el delta del Mekong, incluidos varios compañeros de unidad del hoy senador, que salía a desmentir el protagonismo del teniente Kerry en los actos de combate por los que había sido condecorado.

Ese mismo mes, Kerry, en una declaración que causó asombro hasta en su cuartel de campaña, afirmó que no se arrepentía de su decisión tomada en octubre de 2002 de autorizar con su voto el uso por el Ejecutivo de la fuerza militar contra Irak (fue uno de los 29 senadores demócratas que se pronunciaron así, frente a los 21 colegas de bancada que votaron en contra), ya que aquella había sido tomada a la luz de las estimaciones del momento, sobre que existían riesgos plausibles de que Saddam escondiera armas de destrucción masiva y tuviera vínculos con Al Qaeda. En septiembre, arreciaron contra el demócrata los dardos de los republicanos; para ellos, Kerry era un hombre que no tenía las ideas claras, incurría en incoherencias y se comportaba como un veleta ("flip-flop") que modulaba su discurso "según el aire que soplase", señaló con mordacidad el propio Bush. Los sondeos no auguraban nada bueno y el 2 de noviembre de 2004 Kerry fue batido por Bush con el 50,7% del voto popular y una diferencia de 35 votos electorales. El demócrata solo ganó en los estados del Nordeste, los ribereños de los Grandes Lagos en el Medio Oeste y los tres de la costa del Pacífico.

Tras este fiasco, Kerry regresó a sus quehaceres en el Capitolio. En octubre de 2006, en plena campaña para las elecciones a la Cámara de Representantes, el senador causó una fuerte polémica cuando, en un acto con escolares en Pasadena, California, alentó a su joven auditorio a "aprovechar al máximo la educación, estudiar duro, hacer los deberes y hacer un esfuerzo para ser listos", pues "de lo contrario uno acaba tirado en Irak". Las asociaciones de veteranos pusieron el grito en el cielo, dirigentes republicanos como John McCain tacharon el comentario de insultante para las tropas y figuras del propio Partido Demócrata, temerosas del impacto que este desliz verbal pudiera tener en las votaciones de noviembre, pidieron a Kerry que se excusara, cosa que el senador hizo, recalcando que al hablar así solo quería colar una crítica a Bush en tono de broma y que nada estaba más lejos de su intención que injuriar a los soldados destacados en Irak.

El 4 de noviembre de 2008 el legislador por Massachusetts consiguió su quinto mandato senatorial de seis años, derrotando con el 69% de los votos al republicano Edward O'Reilly. Luego, el 6 de enero de 2009, fue elegido presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado en sustitución de Joe Biden, quien se disponía a tomar posesión como vicepresidente de Estados Unidos en el Ejecutivo de Barack Obama, cuyas aspiraciones presidenciales Kerry había respaldado desde 2007. Como cabeza de este importante comité del Senado, Kerry jugó un papel activo en la gestión de expedientes altamente sensibles de la política exterior y la seguridad nacional de Estados Unidos. Por ejemplo, sostuvo conversaciones con el presidente de Afganistán, Hamid Karzai, en Kabul y lideró la delegación que negoció con el airado Gobierno de Pakistán tras la operación de comandos, según las autoridades de Islamabad una "acción unilateral no autorizada", que acabó con la vida de Osama Bin Laden en su escondite de Abbottabad en mayo de 2011. También, estuvo involucrado en la no proliferación nuclear y en la ratificación del tratado Nuevo START de reducción de armas atómicas estratégicas suscrito con Rusia.

Al iniciar su primer mandato en la Casa Blanca, Obama escogió a Hillary Clinton, hasta entonces senadora por Nueva York y su rival en las pasadas primarias demócratas, para llevar la Secretaría de Estado, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Estados Unidos. En las elecciones de noviembre de 2012 Obama consiguió la reelección y el 15 de diciembre siguiente varios medios de comunicación nacionales adelantaron que el nuevo secretario de Estado sería Kerry, tomando el relevo a una Clinton que no deseaba continuar como jefa de la diplomacia.

El camino de Kerry hacia el Departamento de Estado lo había dejado expedito dos días antes la autoexclusión para el cargo de la embajadora ante la ONU, Susan Rice, considerada durante meses el candidato con más posibilidades. De haber sido nominada por Obama, Rice habría afrontado con certeza un proceso de confirmación en el Senado muy difícil debido a que en septiembre anterior había calificado de "espontáneos", y vinculado a la divulgación en Internet de un video que hacía burla de Mahoma, los brutales asaltos por una turba de militantes islamistas contra dos inmuebles del Consulado de Estados Unidos en Bengasi, Libia, ataques en los que resultaron muertos el embajador Christopher Stevens, un agente diplomático y dos contratistas de la CIA.

En efecto, el 21 de diciembre de 2012 Kerry fue propuesto por Obama y el 29 de enero de 2013, tras superar la batería de preguntas formuladas por los miembros del Comité del que hasta ahora había sido presidente, recibió la preceptiva confirmación del Senado por 94 votos contra tres. El 1 de febrero Kerry prestó juramento en el Capitolio como el 68º secretario de Estado de Estados Unidos.

John Kerry es autor de los libros The New War: The Web of Crime That Threatens America's Security (1998), A Call to Service: My Vision for a Better America (2003), Our Plan for America: Stronger at Home, Respected in the World (en coautoría con John Edwards, 2004) y This Moment on Earth: Today's New Environmentalists and Their Vision for the Future (en coautoría con su esposa Teresa Heinz, 2008).

(Cobertura informativa hasta 1/2/2013)