Antonio Saca González
Presidente de la República (2004-2009)
El cuarto y último presidente del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) fue Elías Antonio Saca González, gobernante en El Salvador entre 2004 y 2009. Surgido de la profesión periodística y la empresa radiofónica, Tony Saca, con 38 años, fue fichado en 2003 por la formación derechista para revertir su declive electoral e impedir el desalojo del poder, conquistado en 1989, por el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), a cuyo líder histórico, Schafik Hándal, el entonces popular candidato del oficialismo consiguió noquear en las votaciones de marzo de 2004.
En sus cinco años de ejercicio, Saca prolongó las líneas proestadounidense en la política exterior (patente en la presencia militar continuada en Irak y en la pronta ratificación del CAFTA, el tratado de libre comercio que asociaba a los países centroamericanos con la superpotencia norteña) y liberal en la conducción de la economía dolarizada, si bien introdujo una "agenda social" que buscaba subvenir a las familias más necesitadas y mejorar el desarrollo de las comunidades rurales mediante un esquema de ayudas directas. Sin embargo, el advenimiento de la recesión global en 2008-2009, que puso al descubierto las vulnerabilidades de una economía con crónicos problemas de ingresos y en extremo dependiente de la coyuntura de Estados Unidos (exportaciones, remesas migratorias, moneda), vino a arruinar los esfuerzos de reducción de la pobreza, mientras que el Gobierno fracasó también en su plan de "súper mano dura" para erradicar la violencia de las maras.
Tras dejar la Presidencia, Saca fue expulsado de ARENA, traumatizada por la derrota a manos del FMLN en las presidenciales de 2004, y en 2014, con el respaldo de los partidos conservadores GANA, PCN y PDC, candidateó a la jefatura del Estado por segunda vez, quedando esta vez en un discreto tercer lugar. Su espectacular naufragio personal vendría después: en 2016, cuando fue detenido y procesado bajo la acusación de orquestar una vasta trama de corrupción, el desvío sistemático de millones de dólares de la partida para gastos reservados de la Presidencia hacia cuentas particulares suyas y de su esposa, los bolsillos de colaboradores del Gobierno, empresas afines y ARENA. En 2018, tras confesar minuciosamente su reguero de fechorías dinerarias, un movimiento inusual en estos casos pero que fue pactado con la fiscalía a fin de reducir su segura condena, el ex mandatario recibió una sentencia condenatoria de 10 años de prisión por los delitos de peculado y lavado de dinero.
(Texto actualizado hasta enero 2019)
1. Un comunicador audiovisual fichado por ARENA
2. Continuismo liberal y matices sociales para el duelo en las urnas con el efemelenista Schafik Hándal
3. El quinquenio presidencial (2004-2009): un balance magro en resultados
4. Expulsión de ARENA, nueva candidatura presidencial y proceso y condena por corrupción
1. Un comunicador audiovisual fichado por ARENA
Elías Antonio Saca González es el menor de los siete retoños tenidos por Ricardo Jacobo Saca Hirezi y María Luisa González (el apellido original de ella era Saleh), ambos hijos de inmigrantes palestinos de religión católica. Los Saca, oriundos de la ciudad cisjordana de Belén, echaron raíces en el país centroamericano en la segunda década del siglo XX y prosperaron como comerciantes y mayoristas algodoneros, aunque no siempre les fue bien en los negocios. El joven Antonio, llamado familiarmente Tony, realizó los estudios primarios en la escuela San Agustín de Usulután y en 1978 se matriculó en el Instituto Cervantes de la capital, San Salvador, a donde se mudaron sus padres a raíz de la quiebra de la algodonera que regentaban en Usulután.
Los progenitores del futuro presidente vieron evaporarse su estatus social acomodado y él hubo de combinar las clases con pequeños trabajos para contribuir a levantar los derrumbados ingresos familiares. No había cumplido los 14 años cuando incursionó en el periodismo radiofónico de la mano de una emisora modesta de la capital, Radio Vanguardia, donde hizo las veces de locutor publicitario y descubrió la que iba a ser su primera pasión profesional antes de involucrarse en la política. De acuerdo con su personal relato, el infortunio económico de la familia empujó a dos de sus hermanos a emigrar a Estados Unidos sin la documentación en regla y, en cuanto a él, se vio obligado de continuar el bachillerato en su patria chica, en el colegio usuluteco de Cristóbal Colón, toda vez que las autoridades echaron el cierre al Instituto Cervantes a causa de los disturbios políticos que sacudían San Salvador. Desde 1980, Saca continuó su actividad laboral en las ondas, prestando su voz a las emisoras YSR, Sonora, Radio 10 y Radio Teatro, entre otras.
Hay que recordar que entonces discurría la etapa más sombría de la historia contemporánea salvadoreña, con el derrocamiento de la dictadura, corrupta y represiva a partes iguales, del general y presidente Carlos Humberto Romero Mena, la toma del poder por una Junta de Gobierno cívico-militar con proclamas de justicia social pero que muy pronto fue cooptada por el sector más reaccionario del Ejército en connivencia con la oligarquía terrateniente, y la emergencia tanto de la guerrilla revolucionaria del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) como, en el otro extremo, de los impunes escuadrones de la muerte de la extrema derecha, todo lo cual abocó al malhadado país a una cruenta guerra civil.
Mientras El Salvador se hundía en un infierno de violencia, Saca remató el bachillerato y se volcó en su vocación periodística. En 1982, siendo todavía un adolescente, puso en marcha un programa deportivo en la cadena Sonora y de allí saltó al Canal 4 de la televisión, donde le encomendaron la retransmisión de partidos de fútbol, inclusive los de la Copa del Mundo que aquel año se celebraba en España, alcanzando renombre entre los oyentes. En 1983 era ya el responsable de la parrilla deportiva del Canal 4 cuando decidió sacarse la licenciatura de Periodismo en la Universidad de El Salvador (UES), pero tres años después abandonó el intento de obtener un título superior y se dedicó en exclusiva a su prometedora carrera profesional en los medios audiovisuales. Diestro en la contratación de espacios publicitarios, en 1987 fundó junto con su socio capitalista Alfonso Rivas Cañas, propietario de Radio Teatro, la cadena de emisoras Radio América, de la que se convirtió en vicepresidente y gerente comercial.
En apariencia, Saca no mostró interés en la política militante durante los años ochenta y noventa, si bien en su biografía oficial, puesta en circulación con motivo de las elecciones de 2004, se aseguraba que estaba vinculado a la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) "desde hacía 15 años", mientras que él personalmente cuantificaba esa relación en "muchos años" y añadía que había formado parte de las juventudes del partido. ARENA, a estas alturas confirmada como una de las formaciones políticas más exitosas del continente, había sido fundada el 30 de septiembre de 1981 por el mayor del Ejército Roberto D’Aubuisson Arrieta, oficial de talante filofascista y anticomunista virulento, al que siempre se le relacionó con la proliferación de los escuadrones de paramilitares que asesinaron a miles de campesinos y miembros o simpatizantes de partidos, sindicatos y organizaciones sociales, no necesariamente de izquierda o situados en la órbita del FMLN.
Sin renunciar a su doctrina intensamente nacionalista y derechista, ni a su condición de garante de los intereses y privilegios de las clases sociales dominantes y de los sectores empresariales, ARENA obtuvo una victoria arrolladora en las elecciones presidenciales de marzo de 1989 llevando de candidato al empresario Alfredo Cristiani Burkard. A pesar de la ideología y credenciales de su formación, ferozmente hostil a los subversivos de la extrema izquierda, a Cristiani le cupo el mérito de sellar con el FMLN en enero de 1992, en Nueva York y en México, las negociaciones que pusieron fin a 12 años de guerra civil, empresa en la que había fracasado clamorosamente el anterior presidente democristiano y dirigente con fama de moderado, el ya fallecido José Napoleón Duarte Fuentes. La guerra había dejado un balance estremecedor: 75.000 muertos, cientos de miles de exiliados y refugiados, y destrucciones sin cuento en un país extenuado física y psicológicamente.
En marzo de 1994 el postulante arenero, Armando Calderón Sol, otrora estrecho colaborador del fallecido D’Aubuisson, ganó la reelección para el oficialismo frente a la alianza de izquierda dirigida por el FMLN –ya reconvertido en partido político- y, no obstante el extremismo derechista de que había hecho gala durante la campaña, abordó con posibilismo la aplicación de los compromisos reformistas adquiridos por el Estado en los acuerdos de paz para la consolidación de la sociedad civil, la desmilitarización de las instituciones y la observancia de los Derechos Humanos, a la vez que acometía la gran reforma estructural de la economía nacional de conformidad con los preceptos neoliberales.
En 1993 Saca abandonó el Canal 4 y al mismo tiempo puso término a su asociación con la familia Rivas por desavenencias en la gestión de Radio América. Fue entonces cuando resolvió instalarse como empresario autónomo del ramo y dirigir sus propias emisoras comerciales. Radio Astral, en FM, fue la primera de una red de nueve estaciones que con el tiempo daría lugar al grupo SAMIX, uno de los más importantes del país en el negocio de las ondas y que Saca regentó mano a mano con su propia esposa, Ana Ligia Mixco Sol, una publicista perteneciente a una pudiente familia de políticos conservadores. Por cierto que la pareja tuvo tres hijos.
Desde la presidencia de SAMIX, Saca obtuvo liderazgos de audiencias en distintos géneros y franjas horarias, y pasó a ser reconocido como un empresario de la comunicación de éxito, hábil conocedor de los gustos de sus oyentes y del mercado de la publicidad, así como merecedor de diversos premios concedidos por asociaciones del mundo de la radiodifusión y las telecomunicaciones. Además, seguía hablando desde los micrófonos, conduciendo noticiarios y programas con apellido que acrecentaron su difusión popular y sus habilidades innatas para la comunicación, que tan útiles le iban a resultar en su próximo salto a la política.
En 1997 Saca fue elegido presidente de la Asociación Salvadoreña de Radiodifusores (ASDER) y algo más tarde tomó a su cargo el Comité Permanente de Libertad de Expresión de la Asociación Internacional de Radiodifusión (AIR). El 10 de septiembre de 2001, ocupando la Presidencia de la República el arenero Francisco Guillermo Flores Pérez, Saca reforzó su vertiente de responsable patronal al acceder a la presidencia del Consejo Ejecutivo de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), al cabo de un ejercicio como asesor, directivo y vicepresidente de este el primer gremio de propietarios del país. Una encuesta divulgada semanas más tarde de su promoción en la ANEP reveló que Saca era la tercera personalidad más popular del país, tras el alcalde centroizquierdista de San Salvador aliado al FMLN, Héctor Ricardo Silva Argüello, y el propio presidente Flores.
En su etapa al frente de la ANEP, Saca respaldó las políticas ortodoxas pro mercado y monetarista del Gobierno de Flores, que de hecho llevó a la práctica muchas de las recomendaciones hechas por el Encuentro Nacional de la Empresa Privada (ENADE), un evento anual organizado por la ANEP desde 2000 en torno a la definición de agendas socioeconómicas de dimensión nacional y cuya implementación los patronos salvadoreños consideran fundamental para alcanzar un modelo de desarrollo sostenible.
Entonces, la Administración de Flores, que se acercaba al ecuador de su mandato, estaba concentrada en sanear las finanzas, suprimir la inflación, reducir el peso del Estado, completar la privatización de las empresas públicas de servicios –de telecomunicaciones y electricidad, procesos que fueron contestados por los trabajadores afectados-, aplicar desarmes arancelarios y desregular una economía que a partir de enero de aquel 2001 entró en una histórica y polémica era de la dolarización. Esta, empero, no resultó ser completa sobre el papel, al coexistir la moneda estadounidense con el colón, conformando un confuso régimen bimonetario; eso sí, la centenaria divisa nacional, progresivamente arrinconada en los intercambios en la calle, parecía condenada a la extinción.
Saca aplaudió el salto a la dolarización que establecía la Ley de Integración Monetaria, después de haber animado al Gobierno a dar un paso trascendental que sus promotores justificaban por parecerles la estrategia más sabia para sepultar los riesgos de repuntes inflacionistas, alentar la caída de los tipos de interés, atraer inversiones productivas y dar alas al PIB. Sin embargo, las tasas de crecimiento obtenidas en 2002 y 2003, ligeramente por encima del 2%, no iban a satisfacer a nadie, arrojando serias dudas sobre la capacidad de la dolarización para reactivar la economía, cuyo sostén principal siguieron siendo las remesas enviadas por los 2,5 millones de salvadoreños residentes en el extranjero –en Estados Unidos la mayoría- y que en 2003 ascendieron a los 2.105 millones de dólares.
Ahora bien, el antiguo locutor deportivo se esforzó en mantener el criterio independiente de la asociación patronal que presidía, que no siempre coincidía con el de los gobiernos de ARENA. Por ejemplo, Saca incidió en la necesidad de aumentar la capacidad laboral del país, con un paro oficial en torno al 7% (cifra que no reflejaba el paro real encubierto y el elevado subempleo), y de establecer las fórmulas adecuadas para conciliar las necesidades de competitividad, productividad y eficiencia del sector privado con el bienestar de los asalariados, sus familias y la población en general, dentro de lo que él dio en llamar la "economía social de mercado".
Saca se quejó igualmente de los escasos resultados obtenidos por el Gobierno Flores en la lucha contra la delincuencia común y el crimen organizado, cuyos omnipresentes desafueros abonaban un clima de permanente inseguridad muy dañino para las inversiones y la libertad empresarial. En particular, florecían los secuestros a cambio de rescate, lacra que en noviembre de 2000 agregó a su interminable lista de víctimas a un primo carnal del entonces jefe de la ASDER, José Luis Saca Jiménez, hijo del tío paterno José Luis Saca Hirezi y tratándose ambos también de empresarios radiofónicos. La familia Saca-Jiménez pagó 400.000 colones, unos 46.000 dólares, para obtener la libertad del joven, de 22 años de edad, tras ocho días de retención por sus captores. El responsable del secuestro de José Luis Saca resultó ser un locutor que aquel tenía en nómina, el cual fue inmediatamente capturado por la Policía e ingresado en prisión a la espera de juicio, concluido en julio de 2002 con una fuerte condena a prisión.
En abril de 2003 Saca fue coartífice del llamado Foro de Solidaridad por el Empleo, una mesa de concertación social convocada por el presidente Flores, preocupado por los brotes de rechazo laboral a sus políticas liberales, que brindó un diálogo tripartito con los representantes de los trabajadores y el Gobierno, y que alcanzó un acuerdo, bastante cicatero, en un punto de tanta importancia como la subida de los salarios mínimos en los sectores de la industria, el comercio y los servicios.
Los salarios base se mantenían congelados desde mayo de 1998, a pesar de que los desastrosos terremotos de enero y febrero de 2001 (un millar de muertos y desaparecidos, y casi millón y medio de damnificados, sobre una población de 6,4 millones de salvadoreños, amén de destrucciones materiales por valor de 1.600 millones de dólares) y el efecto del redondeo favorable al vendedor en el canje de colones por dólares habían generado encarecimiento e inflación. La subida del coste de la vida se producía en un contexto de estancamiento del ritmo productivo, afectado por los seísmos, masivas pérdidas sufridas en las cosechas cafetaleras dirigidas a la exportación y recesión en Estados Unidos, pero también a causa de una política monetaria muy restrictiva, más pendiente de la inflación que del crecimiento. Saca y sus compañeros, no sin reticencias, accedieron a negociar subidas salariales de entre el 5% y el 10%, incremento muy inferior al demandado por los sindicatos pero que éstos tuvieron que aceptar porque la ANEP advirtió que un alza general media del 25% desembocaría en "despidos masivos".
Tiempo atrás, Saca había hecho una incursión, a la postre efímera, en la política partidaria al ingresar en ARENA como representante del sector empresarial del partido, pero luego se había retirado, volviendo en exclusiva a sus labores gremiales. Sin embargo, su actuación al frente de la ANEP en la primavera de 2003 le convirtió en el centro de todas las miradas en un partido que venía asistiendo con profunda inquietud a los constantes avances experimentados por el FMLN en todas las elecciones locales y parlamentarias celebradas desde 1997. Así, en los comicios de marzo de 2000 a la Asamblea Legislativa la antigua guerrilla obtuvo 31 escaños y, por primera vez, superó, en dos actas, a ARENA, no obstante recabar la formación conservadora ocho décimas de punto de voto más, situándose en el 36%. Justo tres años después, esta ventaja se incrementó hasta los cuatro diputados, 31 contra 27, y el éxito del partido izquierdista quedó redondeando con la primacía en el número de sufragios: ahora, ARENA retrocedió hasta el 32%, su resultado más bajo desde 1985.
El partido del oficialismo, empero, había dado en el clavo en las presidenciales de marzo de 1999 nominando a un candidato como Flores, joven catedrático de filosofía y tecnócrata en la Administración calderonista, el cual ofrecía una imagen amable, dialogante y harto alejada de los tonos ultras y vindicativos de una ARENA que hasta hacía bien poco había arrastrado más ideología que pragmatismo. De cara al envite presidencial de 2004, el FMLN se presentaba más potente y confiado en la victoria que nunca, lo que obligó a los miembros del Consejo Ejecutivo Nacional de ARENA (COENA) y al grupo de empresarios y hombres de negocios más afines al partido –que en muchos casos eran las mismas personas- a realizar en 2003 un nuevo esfuerzo de renovación de las ofertas de contenidos y, sobre todo, de rostros de cara al electorado. El primer paso en esa dirección, cuatro semanas después de la conmoción electoral del 16 de marzo, fue el cambio en la membresía del COENA, al frente de la cual se encaramó José Antonio Salaverría Borja, cultivador de café y diputado de la Asamblea.
Inicialmente, ARENA sondeó a Saca como pretendiente de la alcaldía de San Salvador, bastión del efemelenismo, en las elecciones de marzo, pero el empresario respondió que a lo que le estaba echando el ojo era la mismísima Presidencia de la República. Fue el banderazo de salida de una ambición política plasmada en un lapso de tiempo tan breve que Saca se convirtió en el protagonista de una de las carreras presidenciales más meteóricas vividas en Centroamérica desde la normalización del sistema democrático, máxime si se tenía en cuenta que el periodista metido a empresario y ahora a político carecía de la más mínima experiencia de gobierno y nunca había tomado parte en una contienda electoral, aunque, eso sí, gozaba de una celebridad pública que para sí quisieran los miembros del Ejecutivo.
Haciendo oficial lo que venía siendo oficioso desde hacía dos meses y contando con las simpatías manifiestas de Flores, el 4 de junio de 2003 Saca lanzó su precandidatura para la elección primaria abierta a 600.000 militantes y simpatizantes que ARENA, acatando los deseos de sus bases, había convocado para el 13 de julio, y acto seguido presentó la carta de dimisión como presidente de la ANEP. La postulación de Saca no fue bien recibida en sectores tradicionalistas del partido que habían basado sus expectativas en el magnate cervecero Roberto Murray Meza, presidente del COENA desde septiembre de 2001 hasta la designación de Salaverría, pero ya el 7 de mayo Murray había declinado presentarse.
Entonces, el ex presidente de la República y presidente honorario del partido Calderón Sol, impulsor del lavado de cara del COENA, se propuso a sí mismo como precandidato mientras lanzaba dardos contra Saca con afirmaciones como que "cualquier muchacho joven" no podía aspirar a la suprema magistratura de la nación de buenas a primeras. Junto con Saca y Calderón presentaron sus intenciones de competir el actual vicepresidente de la República, Carlos Quintanilla Schmidt, y el director de la Policía Nacional Civil (PNC), Mauricio Sandoval, quien dimitió a tal efecto. Pero antes de arrancar la campaña proselitista en el arenismo, Calderón se retiró para no contribuir a la imagen de división, precisamente en un momento en que las encuestas vaticinaban un amplio triunfo del FMLN –que aún no conocía a su candidato-, gesto que fue secundado por Sandoval días después.
Saca encontró, por tanto, allanado el camino para ser endosado candidato en la convención del 13 de julio, teniendo como único rival a Quintanilla, que no demostró ser tal: con el 98% de los votos, el neófito en política apabulló al vicepresidente de la República y convirtió la primaria en una aclamación por práctica unanimidad. Lo que vino a continuación fue un paseo triunfal para Saca, que se encontró a un partido compacto y disciplinado, dispuesto a no regatearle ningún apoyo y ningún acatamiento en aras de la victoria en marzo de 2004, que muchos habían visto esfumarse tras los recientes comicios parlamentarios. Así, el 12 de octubre de 2003 la Asamblea General de ARENA ratificó a Saca como candidato presidencial y el 12 de noviembre el COENA le catapultó a su jefatura merced a la renuncia voluntaria de Salaverría. Quien de hecho era un outsider recentísimo en la alta política arenera se convirtió prácticamente de la noche a la mañana en el jefe incontestable de la formación que ocupaba el Gobierno salvadoreño desde hacía 14 años.
2. Continuismo liberal y matices sociales para el duelo en las urnas con el efemelenista Schafik Hándal
La elección por el principal partido de la oposición como su candidato presidencial de Schafik Jorge Hándal Hándal, antiguo comandante guerrillero, hasta 1994 secretario general del Partido Comunista de El Salvador (PCS) y líder histórico del FMLN firmante junto con Cristiani de los Acuerdos de Paz de Chapultepec (y, como el nuevo presidente arenero, de ancestros árabes), debió parecerles una bendición a Saca y los suyos, que no dudaron en invocar el fantasma del comunismo y en augurar la huida en masa de las inversiones si los efemelenistas llegaban al poder. En otras palabras, regresaba un discurso del miedo que muchos creían periclitado.
El espantajo electoral de un FMLN que seguiría siendo la misma organización comunista de siempre y que tantos frutos le había proporcionado a ARENA en el pasado, fue facilitado por las afirmaciones de Hándal y sus compañeros de formación sobre la necesidad de "recuperar la soberanía monetaria" y la circulación del colón, llegando en alguna ocasión a hablar abiertamente de "reversión" de la dolarización. También, hablaron de "parar" las privatizaciones en proyecto y de "revisar" las ya realizadas, de garantizar la libre actividad empresarial "en la medida que cumpliera con las leyes y la justicia social", de "no dar la espalda al pueblo" en la negociación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y, en definitiva, de pasar página a un modelo neoliberal que se encontraba "agotado". Además, Hándal vislumbró el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, rotas en 1962.
Saca rizó el rizo con las advertencias y aseguró que en las elecciones del año siguiente lo que estaba en juego eran "el sistema democrático y de libertades" que representaba su partido y "el sistema comunista" que representaba el FMLN, cuya victoria sólo significaría "retroceso" para el país. Sin duda, el FMLN, que en 1995 había pasado de ser una federación de partidos a un partido con tendencias -una de las cuales, la de los renovadores, venía librando una acerba disputa con la mayoría oficialista-, se decantó por Hándal, no obstante su perfil izquierdista ortodoxo, capaz de asustar a un determinado segmento electoral no necesariamente adscrito a la derecha sin atenuantes, porque estaba convencido de que esta vez no iba a escapársele la victoria, no habiendo por tanto necesidad de recurrir a figuras más escoradas al centro o con un impacto emocional menor como Rubén Ignacio Zamora Rivas y Facundo Guardado, aspirantes frustrados en 1994 y 1999 en coalición con la Convergencia Democrática (CD) y la Unión Social Cristiana (USC), respectivamente. Esta vez, además, los efemelenistas concurrían en solitario.
Pero Tony Saca no se limitó a poner en la picota el carácter presuntamente antidemocrático del FMLN. Enlazando con sus posicionamientos ante la opinión pública en su etapa de dirigente patronal sobre distintos aspectos de la actualidad nacional, el candidato elaboró un discurso programático con un fuerte acento social que para sus detractores no dejó de estar vacío de contenidos y resultaba oportunista, pero que él subrayó una y otra vez, a rebufo de su confirmación en las encuestas como el favorito para ganar, consiguiendo invertir la tendencia que hasta finales del verano había sonreído al FMLN.
Así, Saca no tuvo ambages en apropiarse de algunos mensajes más propios de la oposición izquierdista y que él sabía que tocaban la fibra sensible de la población. En primer lugar, declaró que el proceso de privatizaciones, impugnado desde la calle por una Alianza Ciudadana Contra las Privatizaciones (ACCP), había llegado a su tope y que el sistema de salud público seguiría siendo de esa titularidad; esto suponía el abandono del plan de la Administración saliente de romper el monopolio estatal en la prestación del seguro sanitario, de manera que los afiliados tuviesen libertad para decidir ser cubiertos por el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) o bien por gestoras de salud privadas que deberían brindar los mismos servicios que aquel y sin recargo a la cotización habitual del trabajador. El aspirante arenero explicó que lo que pretendía para el ISSS era someterlo a una "reforma integral", encaminada a mejorar y ampliar su servicio a los ciudadanos.
Paradójicamente, Saca, desde el ENADE, había instado a desmonopolizar el sistema sanitario. Pero ahora, saliendo al paso de la posibilidad transferir al capital privado determinados servicios e instalaciones propiedad del ente público, apostilló: "no voy a privatizar el ISSS ni voy a vender los hospitales". Dentro de la contradicción apreciada entre lo apoyado ayer y lo refutado hoy, causó cierta extrañeza que Saca escogiera como acompañante para candidatear a la Vicepresidencia a la misma directora del ISSS, Ana Vilma Albanez de Escobar, quien desde septiembre de 2002 había lidiado con la larga huelga de operarios y facultativos contrarios a la reforma gubernamental (se daba la particularidad de que el impulsor de aquel paro, Guillermo Mata Bennett, ex presidente del Colegio Médico, era ahora el compañero de fórmula de Hándal). Eso sí, ARENA se apresuro a informar que en la agenda de actividades de Escobar nada que tuviera que ver con la sanidad estaría presente; la ex directora del ISSS notificó que, a petición del candidato Saca, ni siquiera asesoraría en salud y que iba concentrar su participación en los aspectos económicos del proyecto presidencial.
Más allá de este punto especialmente objeto de debate nacional, Saca situó el término social en el estribillo de su campaña ("agenda social", "proyecto social", "bienestar social"), regado de constantes apelaciones al "Gobierno de rostro humano", al "desarrollo integral", a "invertir en la gente" y a establecer una "concertación nacional" por encima de las diferencias partidistas. La invocación de lo social era más que pertinente en uno de los países de desarrollo humano más bajo del continente, con un PIB por habitante de 4.800 dólares a paridad de poder adquisitivo y de sólo 2.000 dólares al tipo de cambio corriente, y donde el 21% de la población no sabía leer ni escribir, el 26% no tenía acceso al agua potable y el 17% sufría idéntica carencia de servicios de salud.
En el terreno de lo más concreto, el pretendiente del oficialismo se planteaba elevar el nivel de empleo a través de incentivos públicos, sellar un pacto interconfederal Gobierno-patronal-sindicatos y acometer un "ambicioso programa internacional" capaz de "multiplicar" la inversión extranjera. También habló de la promoción social de la mujer y la protección de la infancia a través de créditos y asistencia técnica para las microempresarias, ayudas a la maternidad y la correcta escolarización de los chicos de las familias de rentas más bajas, un control prenatal para frenar la altísima tasa de embarazos entre adolescentes solteras, y programas formativos enfocados en los niños de las áreas rurales que eran empujados a trabajar en el campo, en algunos casos desde los ocho años. Sobre este último punto, la ONG Human Rights Watch venía denunciado el empleo de mano de obra infantil en las grandes plantaciones azucareras, en unas condiciones intolerables de abuso y explotación.
El tremendo problema de la inseguridad ciudadana, el cual ya había prometido atajar Flores en la campaña electoral de 1999, lo encararía la hipotética Administración de Saca con una "súper mano dura" que debería erradicar a las temidas maras, las bandas de pandilleros juveniles importadas de Estados Unidos, y dar una continuidad más efectiva al Plan Mano Dura puesto en marcha por el Gobierno en julio de 2003, sin resultados a la vista por el momento. País Seguro era el nombre del nuevo plan anticrimen de Saca, que apostaba a partes iguales por las tareas de prevención, el combate frontal y la rehabilitación del pequeño delincuente que decidiera reinsertarse.
No fueron olvidadas las necesidades acuciantes del agro salvadoreño, donde se cebaba la pobreza, que campaba por sus respetos en el país sin distingos geográficos. Este era un muy grave problema estructural que los gobiernos de ARENA habían desatendido para centrarse en el desarrollo de las maquiladoras urbanas, plantas de montaje de bienes de consumo para la exportación que, como en el resto de Centroamérica, basaban su negocio en los horarios intensivos, los salarios extremadamente bajos y los contratos baratos; con todo, la industria de la maquila aportaba al PIB salvadoreño menos que las remesas de la emigración. Ahora bien, en el quinquenio de Flores, pese a las calamidades naturales y a las tendencias adversas en los mercados exteriores, el índice de pobreza, según el Banco Mundial, había descendido del 48% al 36%. Saca anunció para los pequeños agricultores, expuestos permanentemente a los desastres naturales y las caídas de los precios de las cosechas, la activación del programa PROAGRO y mayores facilidades crediticias del Banco de Fomento Agropecuario (BFA).
Saca, que se ufanó de tener "solvencia moral" para decirle al país que él iba a las elecciones con las "manos limpias", en alusión a que se había mantenido al margen, ni con unos ni con otros, durante la guerra civil, explicó de dónde iban a salir los ingresos para costear sus promesas sociales: haciendo una "utilización óptima de las finanzas estatales", colocando en el mercado bonos del tesoro, es decir, endeudándose, y aumentando la recaudación fiscal. Un gobierno suyo no introduciría nuevos impuestos ni elevaría los ya existentes, si no que combatiría en firme el fraude y la evasión.
Por lo demás, el candidato fue rotundo sobre lo irreversible de la dolarización y la continuidad de una estrategia de crecimiento basada en las exportaciones a través de los tratados de libre comercio bilaterales y multilaterales que El Salvador tenía suscritos con diversos países latinoamericanos. De estos TLC destacaban el de México, en servicio desde marzo de 2001 y que se inscribía en el Plan Puebla-Panamá (puesto en marcha por el Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla y considerado el principal instrumento impulsor del desarrollo y la integración regionales, desde el río Grande hasta el límite de Colombia, en su sentido más amplio, no meramente librecambista), y el largamente esperado Tratado de Libre Comercio de América Central (CAFTA), que el 17 de diciembre de 2003, en plena precampaña de las elecciones salvadoreñas, dejaron listo para su firma El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala y Estados Unidos.
El CAFTA centroamericano-estadounidense, al que aguardaba un complicado proceso de ratificación por los parlamentos de los estados signatarios, iba a afectar sobre todo a los sectores agrícola, alimentario y de inversiones, e iba a sustituir al Sistema General de Preferencias Arancelarias (SGP) de 1984. En resumidas cuentas, Saca decía sí a afrontar los retos de competir en los mercados globalizados y sí a estar preparados para el advenimiento del Área de Libre Comercio de Las Américas (ALCA), impulsada con denuedo por el Gobierno de Washington frente a las fuertes reticencias de países como Brasil, Argentina y Venezuela. En este sentido, Saca no daba ningún motivo para suponer que con él en la Presidencia El Salvador fuera a moverse un ápice en la línea exterior intensamente proestadounidense practicada por Flores, entre las más fervorosas del hemisferio.
Subido a la cresta de la ola, Saca confirmó los pronósticos y el 21 de marzo de 2004, al cabo de una bronca campaña trufada de descalificaciones que repuso con fuerza la polarización y el antagonismo posbélicos y que llenó de preocupación a sociólogos, politólogos y gentes de la Iglesia católica, se llevó la Presidencia con un contundente 57,7% de los votos. Hándal recibió el 35,6%, y tras él se situaron Ricardo Silva Argüello, por la alianza del Centro Democrático Unido (CDU) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC), con el 3,9% y José Rafael Machuca Zelaya, del derechista Partido de Conciliación Nacional (PCN), con el 2,7%.
Con su cuarta elección presidencial consecutiva, ARENA lograba un hito sin precedentes en la historia de las democracias latinoamericanas en un entorno competitivo y abierto a la alternancia, lo que no fueron, por ejemplo, los casos de México en las décadas de la hegemonía priísta y, menos aún, del propio El Salvador en el período (1962-1979) en que rigió el régimen híbrido y pseudodemocrático del Ejército y el PCN. El otro referente democrático contemporáneo, el del coloradismo en Paraguay, con cuatro presidentes electos también desde 1989, difería sin embargo del caso salvadoreño por el hecho de constituir la prolongación automática de un sistema de partido dominante que con anterioridad a aquel año había basado su poder en la dictadura militar y en la anulación de la oposición. Además, lo que resultaba más notable por contraste con la situación que se vivía en los países vecinos, Flores se marchaba con unos niveles de aprobación popular realmente altos.
Nada más conocer su victoria, Saca exhortó a "olvidar el pasado sin odio ni rencor" y ofreció la rama de olivo a Hándal, quien, sumamente irritado por la furiosa demagogia anticomunista que habían derrochado los areneros con sus resultados a la vista, reconoció su derrota pero no quiso felicitar a su oponente, al que prometió de paso una oposición beligerante en temas como el CAFTA (firmado por los ministros en Washington el 28 de mayo con la adición de Costa Rica y la entrada de la República Dominicana en ciernes), lo cual iba a obligar al nuevo dignatario a apoyarse en el PCN -16 diputados- para escurrir la minoría de ARENA en la Asamblea. El reto más inmediato iba a ser la aprobación del presupuesto general de 2004, cifrado en 2.800 millones de dólares.
3. El quinquenio presidencial (2004-2009): un balance magro en resultados
El 1 de junio de 2004 Saca, una vez declarado presidente electo por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), tomó posesión de su cargo ante una Asamblea que acogía a 81 delegaciones extranjeras y ocho presidentes latinoamericanos, entre ellos los de tres países vecinos, el nicaragüense Enrique Bolaños, el guatemalteco Óscar Berger y el hondureño Ricardo Maduro, con un perfil tan intensamente empresarial como el suyo. La ceremonia quedó deslucida por el boicot de los 31 diputados efemelenistas, que salieron a la calle para sumarse a una protesta de sindicalistas, activistas sociales y militantes del partido, donde los ánimos continuaban más que caldeados: con aspereza, el FMLN consideraba que los comicios habían sido "ilegítimos" porque la propaganda de la formación derechista y las opiniones aventadas por los medios de comunicación simpatizantes habían "aterrorizado" a los electores. A los perdedores les parecía vergonzoso, por ejemplo, que ARENA hubiese dicho que Estados Unidos podría deportar sin miramientos a emigrantes salvadoreños si el FMLN conquistaba el poder.
En su discurso de inauguración, Saca, que asumía la jefatura del Estado salvadoreño a la misma edad, los 39 años, con que lo había hecho su predecesor y conmilitón, Francisco Flores, repasó los puntos principales de su programa electoral, prometió "poner la agenda social en el primer plano", definió su proyecto político como de "renacimiento y renovación", dio garantías gubernamentales de "concertación" "diálogo" y "cercanía", y aseguró que no iba a poder acusársele de "dogmatismo económico ni de veneración desproporcionada a la lógica del mercado".
El flamante presidente no dijo una sola palabra sobre los 380 soldados que desde agosto de 2003 El Salvador mantenía estacionados en Irak, concretamente en la provincia sureña de Najaf, si bien durante la campaña electoral ya había asegurado la continuidad del compromiso asumido por el Gobierno de Flores ante su homólogo de Estados Unidos de mantener estas tropas, dedicadas a labores esencialmente humanitarias y de reconstrucción, al menos hasta la transferencia de la soberanía al Gobierno interino irakí por la potencia ocupante en la fecha prevista del 30 de junio de 2004, 15 meses después iniciarse la invasión y ocupación de Irak.
La inmediata repatriación del contingente salvadoreño en una situación de violencia explosiva en el país árabe venía siendo uno de los caballos de batalla del FMLN, sobre todo después de retirarse las fuerzas españolas entre abril y mayo, movimiento que había sido secundado los contingentes de Honduras y la República Dominicana, mientras que Nicaragua había hecho lo mismo por falta de fondos. Estas marchas dejaban a El Salvador como el único país americano, aparte de Estados Unidos, con uniformados sobre el terreno. La disolución de la Brigada Plus Ultra II española obligó a los efectivos salvadoreños a supeditarse directamente al mando polaco que ostentaba la jefatura de la División Multinacional Centro-Sur (MND-CS), desplegada en las provincias de Najaf, Qadisiyah, Babil, Karbala y Wasit.
Al final, las tropas iban a continuar en Irak, como parte de la Fuerza Multinacional autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU, por cuatro años más, ya últimamente reducidas a los 200 militares del 11º Contingente del Batallón Cuscatlán, con base en Al Kut, Wasit. El 23 de diciembre de 2008, ya en la recta postrera de su mandato, Saca, de acuerdo con la resolución 1.790 aprobada por el Consejo de Seguridad días atrás, anunció el final de la presencia salvadoreña en Irak para el último día del año, a pesar de que la Asamblea Legislativa había autorizado al Gobierno extender el plazo de la misión hasta junio de 2009. En estos cinco años y medio de servicio, cinco soldados salvadoreños habían muerto y más de 20 habían resultado heridos en ataques de la insurgencia irakí. Los soldados del Batallón Cuscatlán aterrizaron en El Salvador el 7 de febrero de 2009.
El 30 de agosto de 2004 Saca anunció a bombo y platillo la implementación del Plan Súper Mano Dura, la "solución integral" de su Gobierno para acabar con las maras, que serían desarticuladas con redadas masivas y golpes decisivos a sus tinglados de narcotráfico. La ofensiva del Estado, que movilizaría en los operativos de seguridad a más policías y soldados, tenía como pilares "la prevención y participación ciudadana, la disuasión y persecución, la rehabilitación y la reinserción" de los 17.000 pandilleros que las autoridades calculaban había en el país. El presidente instó a la ciudadanía a denunciar a los mareros y facilitar así las detenciones, y fue bastante enfático sobre sus grandes expectativas: "¡Se les acabó la fiesta! El Plan Súper Mano Dura garantiza que los delincuentes y malacates ahora sí se queden en la cárcel", aseguró Saca en su discurso televisado y radiado desde la Casa Presidencial, donde compareció con la camisa arremangada y flanqueado por cuatro agentes de la PNC fuertemente armados.
Sin embargo, la oposición izquierdista y amplios sectores de la opinión pública y la población recibieron este anuncio del presidente con escepticismo. En los años siguientes, las estadísticas del Estado iban a dejar meridianamente clara la inefectividad de Súper Mano Dura, que no consiguió frenar el crecimiento de los homicidios y otros crímenes violentos.
En cuanto a la tantas veces mencionada "agenda social" de la cuarta Administración de ARENA, Saca decretó en marzo de 2005 la creación del Programa Red Solidaria para transferir un bono mensual de entre 15 y 20 dólares a 100.000 familias en situación de pobreza extrema, cubriendo las necesidades de nutrición, salud y educación de los niños y las madres, y para proporcionar servicios de agua potable, saneamiento, electrificación y vías de acceso a las comunidades rurales.
La inversión social de Red Solidaria, empezada de desembolsar en octubre de 2005, rebasó los 50 millones de dólares en menos de cuatro años y benefició sin duda a muchos salvadoreños necesitados, pero, aun y todo y desgraciadamente, el índice de pobreza nacional se vio incrementado. Primero, a causa del encarecimiento imparable de los productos de primera necesidad y los combustibles; y desde finales de 2008 y adicionalmente, por culpa del crash financiero y la recesión global originados precisamente en el país, Estados Unidos del que El Salvador tanto dependía para componer su balanza de pagos. Así, el PIB salvadoreño, luego de avanzar un inflacionista 4,3% en 2006, iba a contraerse un -2,1% en el año electoral de 2009. Además, tener en circulación como medio de pago corriente una divisa extranjera que no se acuñaba aquí imposibilitaba cualquier política monetaria dirigida a controlar los precios.
La verdad era que presidente que fuera a suceder a Saca en 2009 iba a hacer frente a una situación enormemente complicada, ya que la economía nacional dependía en buena medida de las exportaciones a Estados Unidos y, sobre todo, de las remesas de los cientos de miles de salvadoreños allí instalados. A últimos de 2008, la grave crisis financiera y económica en que se sumió la superpotencia norteña ya hizo sentir sus efectos nocivos en la pequeña nación centroamericana, que vio descender los envíos de dinero de los trabajadores emigrados.
La recesión y la caída de los siempre limitados ingresos malogró también las repercusiones positivas que se suponía iba a tener el CAFTA-RD, al que Saca, orgulloso de que su país jugara "en las grandes ligas del comercio mundial", presentaba como "un motor de más oportunidades de negocios e inversiones, más empleo y mejores ingresos", es decir, el instrumento perfecto para el desarrollo económico nacional. El 17 de diciembre de 2004 El Salvador se convirtió en el primer país socio en ratificar el tratado en virtud del voto favorable de todos los partidos parlamentarios salvo el FMLN, que se alineó con los sindicatos y su análisis de que el CAFTA-RD iba a provocar perjuicios a muchos pequeños productores y comerciantes locales, y únicamente iba a beneficiar a las grandes empresas. Y también fue, el 1 de marzo de 2006, el primer país centroamericano que empezó a implementar el desarme arancelario con Estados Unidos. La excelencia de las relaciones San Salvador-Washington quedó bien patente en las, nada menos, nueve visitas -más que cualquiera de sus predecesores- que, con distintos formatos, Saca realizó a Estados Unidos a lo largo de su lustro presidencial, en varias de la cuales se reunió con el presidente George Bush.
Sin abandonar las arenas regional e internacional, el presidente salvadoreño fue el anfitrión de la XVIII Cumbre Iberoamericana, celebrada en San Salvador en octubre de 2008 y saldada con una Declaración en torno al tema de la Juventud y el Desarrollo, y en abril de 2006 formalizó con su homólogo de Tegucigalpa, Manuel Zelaya, una nueva demarcación territorial que puso fin a la vieja disputa fronteriza con Honduras, trasfondo que fue del conflicto armado salvadoreño-hondureño de 1969, llamado alternativamente Guerra de las 100 Horas y Guerra del Fútbol.
Saca y ARENA llegaron cuestionados a las elecciones legislativas y municipales del 12 de marzo de 2006. La polémica sobre el CAFTA-RD estaba en su apogeo y el presidente fue además señalado desde la oposición por hacer campaña electoral, mítines incluidos, en favor de los candidatos de su partido, implicación proselitista del jefe del Estado que podía suponer una violación de la Constitución. En los comicios a la Asamblea, ARENA consiguió recuperarse y sumó el 39,4% de los votos, lo que le dio derecho a 34 diputados, siete más que en 2003, de manera que volvió a ser la primera fuerza parlamentaria, condición perdida en 2000 siendo Flores presidente; el FMLN subió también pero menos, al 39,7% de los votos y los 32 escaños.
La decepción para los areneros fue, por cuarta vez consecutiva, la Alcaldía de San Salvador, en manos del FMLN desde 1997 y retenida por los pelos para la formación izquierdista por su candidata, Violeta Menjíbar Escalante, quien le sacó tan solo 44 votos de ventaja a su contrincante conservador, Rodrigo Samayoa Rivas. Tras cerrarse las urnas en San Salvador y ante lo cerrado de la pugna, Saca, arrastrado por las proclamas de su partido, cometió la imprudencia de airear la victoria de Samayoa antes de publicar el TSE los resultados finales del escrutinio.
Las legislativas y municipales del 18 de enero de 2009 fueron el lógico test de las presidenciales que tocaban dos meses después y a las que Saca, tal como establecía la Constitución, no podía presentarse de nuevo. El resultado mixto de esta doble consulta electoral armó los pronósticos optimistas de los dos partidos hegemónicos en El Salvador. El FMLN voceó con entusiasmo su triunfo en la Asamblea, donde ARENA perdió dos diputados, pero el oficialismo se aferró a la victoria de su postulante, Norman Quijano González, en la votación para la Alcaldía capitalina, recuperada para los areneros. En total, ARENA ganó 120 alcaldías contra las 99 idas al FMLN. De todas maneras, los sondeos de las presidenciales empezaron a favorecer nítidamente al candidato del FMLN, Mauricio Funes Cartagena, un periodista afamado por sus críticas a la gestión liberal de la economía y los casos de corrupción aflorados en las administraciones de ARENA. El partido del Gobierno presentó como candidato a Rodrigo Ávila Avilés, el dos veces director de la PNC, primero con Calderón Sol y últimamente, entre 2006 y 2008, con Saca.
En las últimas semanas de la campaña de las presidenciales Ávila consiguió recortar su desventaja, haciendo creer a ARENA que el escenario de la doble vuelta, ya vivido en las elecciones de 1984 y 1994, estaba a la vuelta de la esquina. Sin embargo, el 15 de marzo de 2009 el candidato del FMLN consiguió el 51,3% de los votos y se llevó la Presidencia sin necesidad de disputar el balotaje. ARENA reconoció su derrota con deportividad, actitud positiva que contrastó con la agresividad y la demagogia exhibidos en las campañas electorales, y el 1 de junio de 2009 Saca y Funes protagonizaron una sucesión presidencial, impecablemente pacífica y democrática, de la mayor significación histórica.
4. Expulsión de ARENA, nueva candidatura presidencial y proceso y condena por corrupción
Tras ser forzado a dejar Ejecutivo nacional al cabo de 20 años, ARENA mostró a las claras hasta qué punto la derrota presidencial de 2009 había resultado traumática. Las pendencias se apoderaron de la formación derechista, y del cruce de reproches y acusaciones no se sustrajo el ex presidente Saca, quien de hecho fue arrastrado al ojo del huracán.
Por de pronto, una docena de diputados areneros se declaró en rebeldía y anunció su intención de constituirse en partido independiente. Entonces, miembros del COENA, con su nuevo presidente, el veterano Alfredo Cristiani, a la cabeza, acusaron a Saca de haber instigado la deserción de los disidentes, exponentes según ellos de unos planteamientos políticos ciertamente conservadores, pero más sensibles a las reclamaciones populares. A Saca también se le echaba en cara su "injerencia" en el proceso de selección del candidato presidencial, Rodrigo Ávila, en la elección interna de marzo de 2008, la cual perdieron, no sin quejarse por presuntas irregularidades en su perjuicio, la entonces vicepresidenta de la República, Ana Vilma de Escobar, y el anterior secretario jurídico de la Presidencia, Luis Mario Rodríguez. Las autoridades de ARENA incoaron a Saca un proceso disciplinario que el 14 de diciembre de 2009 derivó en la expulsión orgánica del ex presidente por "conducta contraria a los principios, objetivos, estatutos y normas del partido".
La rescisión de militancia fue anunciada personalmente por Cristiani, que invocaba el artículo 96 de los Estatutos partidarios, y fue tachada de "arbitraria" e "injusta" por el afectado, el cual hizo su particular lectura de lo sucedido: "Yo creo que la decisión, que ya está tomada por el presidente Cristiani de manera inconsulta con el COENA, es una decisión en donde ARENA le manda el mensaje a más de un 1.400.000 votantes de que esa transformación hacia una ARENA moderada, preocupada por la gente, por el libre mercado, por la apertura y por la defensa del consumidor, no le importa a la dirigencia del partido", explicó Saca a los medios. Semanas después, el 16 de enero de 2010, los rebeldes de ARENA fundaron la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), con la que Saca abrió contactos.
El 25 de febrero de 2013 Saca no cogió a nadie por sorpresa cuando lanzó su envite para las elecciones presidenciales de 2014. Su candidatura iba a sostenerla el Movimiento Unidad, alianza que reunía a GANA, el PDC y el Partido de Concertación Nacional (PCN, ex Partido de Conciliación Nacional). A pesar de sus posiciones en el arco ideológico, las tres colectividades venían apoyando al Gobierno del FMLN en la Asamblea. El TSE le exigía a Saca afiliarse a un partido político para poder inscribir su postulación presidencial; la formación escogida fue el PCN, del que Saca se hizo oficialmente miembro el 13 de octubre de 2013.
"Si los salvadoreños así lo deciden y me convierten de nuevo en su presidente, me propongo gobernar con la Biblia y la Constitución como guías (...) Pondré mi experiencia en función de resolver los problemas que aquejan a los salvadoreños", subrayó el ex mandatario en su anuncio preelectoral. Saca presentó un programa de marcado calado social, pero en la vuelta del 2 de febrero de 2014 acabó en tercer lugar con el 11,4% de los votos, siendo eliminado así para disputar una segunda vuelta que el 9 de marzo libraron el alcalde capitalino Norman Quijano por ARENA y el ex comandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén por el FMLN, con victoria final para el segundo.
A posteriori, el 26 de junio de 2014, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) declaró que la candidatura presidencial de Saca había sido inconstitucional porque vulneraba varios artículos de la Carta Magna. Saca no debió haber sido inscrito por el TSE dada su condición de "concesionario del Estado", en relación con las pasadas adjudicaciones por la Administración Nacional de Telecomunicaciones (ANTEL) a su empresa radiofónica de numerosas frecuencias de emisión, y también porque no habían transcurrido dos períodos presidenciales, es decir, una década en blanco, a continuación del mandato suyo finalizado en 2009.
El fracaso en el intento de volver a la Presidencia en 2014 y el tirón de orejas de la CSJ por su candidatura fueron para Saca los preludios de un tremendo mazazo judicial que arruinó su carrera política, destruyó también su reputación y lo convirtió en presidiario con una larga condena por actos de corrupción, corrupción cometida y reconocida.
Ya en su etapa de presidente de la República, Saca se vio salpicado en mayor o menor medida por varios de los escándalos de malversación, desvío de fondos públicos, lavado de activos, fraude y sobornos que asolaron a ARENA en esos años. Durante la Administración de Funes, la Fiscalía General de la República y la Subsecretaría de Transparencia y Anticorrupción del Gobierno promovieron investigaciones contra Saca y su entorno de colaboradores ante los abundantes indicios de irregularidades e infracciones en las gestiones de diversas áreas del Estado en el quinquenio 2004-2009.
La investigación a Saca por un incremento patrimonial sin justificar de más de cinco millones de dólares se sustanció bajo la presidencia de Sánchez Cerén. En febrero de 2016 la CSJ votó a favor de iniciar contra el ex presidente un juicio civil por presunto enriquecimiento ilícito. Sin embargo, fue en octubre de ese año cuando el escándalo alcanzó su clímax al descubrir la Sección de Probidad de la CSJ una trama delictiva, calificada por el magistrado Sidney Blanco Reyes de auténtico "saqueo" de fondos públicos, en la que aparecían compinchados Saca y su secretario privado de la Presidencia, Élmer Charlaix Urquilla. De acuerdo con las pesquisas de la Sección de Probidad, Charlaix había transferido sin justificar a dos cuentas privadas suyas algo más de 15 millones de dólares desde la cuenta institucional subsidiaria del Tesoro Público de la Presidencia de la República; esta elevada suma la había ingresado Charlaix por medio de un cheque a nombre de Saca y luego, aparentemente, el secretario privado la había repartido entre personas y empresas afines al presidente, sin descartar el partido ARENA.
Charlaix fue llamado a juicio por presunto enriquecimiento ilícito. A continuación, en la madrugada del 30 de octubre de 2016, Saca, y nada menos que en plena celebración nocturna de la boda de uno de sus hijos, recibió la visita de los agentes con la orden de arresto emitida por la Fiscalía General. Junto a Saca fueron también detenidos el ex secretario de la Juventud y ex presidente de Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA), César Funes, y el ex secretario de Comunicaciones del Gobierno, Julio Rank. En cuanto a Charlaix, se entregó voluntariamente. Todos ellos quedaron provisionalmente confinados en la División Antinarcóticos de la PNC en San Salvador. Los delitos que se les imputaban eran peculado (malversación de fondos), asociación ilícita y lavado de dinero.
Semanas más tarde, el 23 de noviembre, la CSJ admitió una macrodenuncia por corrupción contra ARENA y sus cuatro presidentes del período 1989-2009, acusados de detraer fondos y causar pérdidas al Estado por la astronómica cantidad de 34.000 millones de dólares. Uno de los denunciados, Francisco Flores, había fallecido víctima de un accidente cardiovascular en enero de 2016 estando bajo arresto domiciliario y en vísperas de la apertura de un juicio por peculado y enriquecimiento ilícito en el desvío, a su bolsillo y a las arcas de ARENA, de varios millones de dólares donados por Taiwán para el socorro de las víctimas de los terremotos de 2001; otro de los ex presidentes, Calderón Sol, iba a morir por causas naturales también en octubre de 2017.
El 17 de enero de 2017 Saca fue trasladado esposado al Centro Penal La Esperanza, cárcel común conocida también como Mariona, de temible fama por el deplorable estado de sus abarrotadas instalaciones y las condiciones de hacinamiento de los reclusos, muchos de ellos criminales de alta peligrosidad, sin faltar pandilleros capturados, precisamente, por el Gobierno de 2004-2009. Saca se convertía en el primer ex presidente salvadoreño en ser enviado a un penal de mediana seguridad. Sobre él pesaba la acusación de desviar más de 300 millones de fondos de la Casa Presidencial a sus cuentas personales con la ayuda de seis funcionarios y empleados a sus órdenes, entre los que estaban Charlaix, Funes y Rank, a la sazón compañeros de cautiverio.
El 16 de mayo de 2018 el Juzgado Cuarto de Instrucción de San Salvador resolvió enviar a juicio a Saca y a los otros seis acusados de cometer delitos de corrupción de manera dolosa. En agosto siguiente, Saca y cinco de los otros encausados arreglaron con el fiscal general, Douglas Meléndez Ruiz, el siguiente acuerdo: a cambio de un proceso abreviado y de ahorrarse la pena máxima por los delitos imputados, que era de 30 años de cárcel, ellos accedían a confesarlo todo de manera autoincriminatoria.
El ex presidente hizo un relato minucioso del "modus operandi" de la trama organizada para apropiarse de fondos reservados de la Presidencia, realizando un total de trece confesiones, entre ellas: que fue el cerebro de una red de corrupción para el desvío de millones de dólares desde la cuenta presidencial a cuentas particulares suyas; que desde el 1 de junio de 2004 ordenó abrir 16 cuentas bancarias personales para el uso discrecional de dichos fondos reservados del Estado; que ordenó pagar en efectivo "sobresueldos" a ministros, viceministros y otros altos funcionarios, salarios extra que oscilaban entre los 5.000 y los 10.000 dólares; que ordenó el pago a su esposa Ana Ligia (también procesada en un caso conexo pero aparte, al igual que su hermano, Óscar Edgardo Mixco Sol) de 10.000 dólares mensuales en efectivo y la cobertura, con cargo a la Presidencia también, de los gastos personales de su tarjeta de crédito; que, para justificar el incremento de su patrimonio, ordenó que se le subiera el sueldo mensual, de los 4.000 a los 60.000 dólares, como directivo de sus empresas de radio; que ordenó entregar a ARENA "varios millones de dólares" de gastos reservados "para actividades que no tenían ninguna relación con la Presidencia"; que compró, mediante testaferros y sociedades fantasma, haciendas residenciales, apartamentos de lujo y otros bienes; y que pudo realizar todas estas operaciones ilegales aprovechándose del pobre control que la Corte de Cuentas realizaba sobre los movimientos de dinero del Ejecutivo.
El 12 de septiembre de 2018 el Tribunal Segundo de Sentencia de San Salvador resolvió imponer a Saca una sentencia condenatoria de 10 años de prisión como culpable de los delitos de peculado (cinco años) y lavado de dinero y activos (otros cinco años); además, el Tribunal requirió al reo la devolución de 261 millones de dólares a las arcas de Estado.
(Cobertura informativa hasta 1/1/2019)