Yair Lapid
Primer ministro (2022); primer ministro suplente y ministro de Exteriores (2021-2022)
En 1 de noviembre de 2022, un trienio antes de lo previsto, Israel celebrará sus quintas elecciones generales desde la primavera de 2019. Hasta entonces, el Gobierno de coalición queda en manos de Yair Lapid, líder del partido centrista liberal Yesh Atid, quien el 1 de julio ha tenido que ejecutar con Naftali Bennett, del derechista Yamina, el pacto de alternancia y rotación de puestos suscrito por ambos tres meses después de las elecciones de marzo de 2021; en principio, no tocaba activarlo hasta agosto de 2023, en el ecuador de una legislatura hoy truncada por la pérdida de la ajustada mayoría parlamentaria con que la coalición oficialista echó a andar. Los grupos del oficialismo, disminuido de los 61 a los 59 diputados, sacaron adelante la disolución de la Knesset el 30 de junio, 10 días después de derrotar el Gobierno sendas mociones de censura de la oposición y cuando estaba a punto de expirar una legislación cuya no renovación habría privado a los colonos judíos en los territorios ocupados de sus derechos y beneficios especiales. El Ejecutivo octopartito, aunque cojo en la Knesset, continúa adelante, con Lapid de primer ministro llevando un mandato provisional y Bennett de primer ministro suplente.
Personalidad salida del periodismo televisivo y con unas credenciales marcadamente progresistas y laicas, Lapid, de 58 años, ha sido en los últimos 12 meses un dinámico ministro de Exteriores –cartera que conserva–, dedicado a desarrollar las relaciones diplomáticas que el anterior primer ministro, Binyamin Netanyahu, abrió con Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Marruecos (los llamados Acuerdos de Abraham) poco antes de perder el poder. Hitos de su ejecutoria diplomática han sido los desplazamientos a Abu Dhabi, Rabat y Manama para la inauguración de las respectivas embajadas israelíes entre junio y septiembre de 2021, el afianzamiento de las relaciones con Egipto y la superación del último encontronazo con Turquía.
Aunque considerado un político moderado no halcón, Lapid, sionista refractario al judaísmo ortodoxo e hipercrítico con el chovinismo antiárabe, se ha mostrado escéptico con la reanudación del diálogo directo, colapsado desde 2014, con los palestinos, a los que ve separados dentro de su propio Estado, reducido, troceado y desmilitarizado. Asimismo, comparte con los demás cabezas de facción una postura de máxima dureza contra Irán, enemigo común de Israel y los gobiernos árabes sunníes conservadores de Oriente Medio, y con la que las FDI vienen librando una guerra subterránea de ataques encubiertos. En marzo de 2022 Lapid y sus homólogos estadounidense, egipcio, emiratí, bahreiní y marroquí abordaron en el desierto del Negev la creación de una "nueva arquitectura regional" sustentada en un "foro de cooperación permanente" e implícitamente configurada frente a Irán. En la actual guerra de Ucrania, Lapid ha sido más contundente que Bennett, lo que incluye la "firme condena a los crímenes de guerra" cometidos por Rusia. Por el momento, Israel rehúsa sumarse a las sanciones occidentales a Rusia, potencia con la que mantiene intensos vínculos comerciales.
El 5 de julio, desde París, Lapid, invitado por Emmanuel Macron a retomar las conversaciones de paz con los palestinos, dijo que no cierra la puerta a un encuentro personal con el presidente Mahmoud Abbas, si bien una cumbre de esas características no figura en su agenda. A su anfitrión francés, Lapid, socio de un halcón, Bennett, radicalmente opuesto a la retrocesión adicional de territorios a los palestinos y a la solución de los dos estados, le confirmó la política de su Gobierno de "limitar" la expansión colonial en Cisjordania al "crecimiento natural" de los asentamientos ya construidos.
(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 11/7/2022. En las elecciones del 1/11/2022 Yesh Atid, el partido de Yair Lapid, experimentó una ganancia de siete escaños y consolidó su segunda posición en la Knesset, pero el primer ministro y ministro de Exteriores, que enfrentó los comicios anticipados en situación de minoría parlamentaria, vio imposibilitada la permanencia en el poder por el fracaso en las urnas de sus socios del Gobierno. En cambio, Binyamin Netanyahu y el Likud pudieron articular con cinco partidos ultraortodoxos y de la extrema derecha religiosa una coalición mayoritaria que tomó posesión del Ejecutivo el 29/12/2022. Lapid se mantuvo en el primer plano como líder de la oposición al nuevo Gobierno Netanyahu). |
Natural de Tel Aviv, dos veces casado y con tres hijos, Yair Lapid empezó la carrera periodística, trampolín que fue de la política, impulsado por su apellido y siguiendo los pasos de su famoso padre: Yosef Tommy Lapid (1931-2008), figura de la vida nacional durante décadas e incansable fustigador, mediante la pluma, en los platós de televisión o desde el escaño en la Knesset, de la influencia de los sectores religiosos en el funcionamiento del Estado de Israel.
El joven Lapid se crió en Tel Aviv y Londres, no completó el bachillerato por problemas de aprendizaje y descubrió su vocación de periodista durante el servicio militar en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). En 1988 empezó a trabajar en la edición del periódico Yedioth Tel Aviv, punto de arranque de una polifacética trayectoria en la que hizo fortuna como columnista de opinión, presentador de programas de entrevistas en varios canales televisivos y escritor de relatos de ficción. También, fue actor ocasional y letrista de canciones pop.
PRIMEROS PASOS DE UNA NUEVA ESTRELLA POLÍTICA: BREVE COOPERACIÓN CON NETANYAHU Y PASO A LA OPOSICIÓNEn enero de 2012, convertido en una celebridad del mundo de la comunicación y la cultura, y emulando a su fallecido padre (quien entre 2003 y 2004 había llegado a viceprimer ministro y ministro de Justicia en el Gobierno de Ariel Sharon), Lapid anunció su intención de dejar el periodismo para entrar en la política. El 29 de abril siguiente presentó Yesh Atid (Hay un Futuro), partido de centro, adherido a un liberalismo socialmente progresista y enfático sobre el principio del secularismo.
Aunque la inspiración obvia de su proyecto era el partido Shinui (Cambio) antaño liderado por su padre, persona profundamente anticlerical y ateo confeso, Lapid prefirió no cargar demasiado las tintas en el repudio a los sectores religiosos porque su ambición era dar la sorpresa en las próximas elecciones y arrebatar al conservador Likud del primer ministro Binyamin Netanyahu el voto de las clases medias, cuyas principales preocupaciones eran de índole socioeconómica.
Con todo, en su programa, Lapid hacía hincapié en la reforma de la ley para obligar a los estudiantes haredim, los judíos observantes estrictos, a realizar como los demás jóvenes israelíes el servicio de armas en las FDI o en el servicio civil, de los que estaban exentos. Uno de sus lemas más sonados era que todos los ciudadanos israelíes, los ultraortodoxos incluidos, debían compartir "iguales partes de la carga". También, el Yesh Atid llamaba a estatuir el matrimonio civil en Israel, privando así a los rabinos de su monopolio religioso sobre la institución, y a combatir en firme la corrupción que desprestigiaba a la clase política.
En cuanto al prácticamente difunto proceso de paz con la Autoridad Palestina, el Yesh Atid propugnaba reanudar las negociaciones directas sobre las bases de la solución de los dos estados ("dos estados para dos pueblos", insistía) y, eventualmente, la retrocesión de algunos territorios adicionales de Samaria y Judea (la Cisjordania ocupada), aunque quedándose Israel con los principales asentamientos de colonos a la par que la soberanía sobre todo Jerusalén, estatus que quedaba fuera de toda discusión. Para Lapid, el "divorcio" de los palestinos debía ser tan pacífico como completo, toda vez que la "máxima seguridad" era la meta suprema de Israel. Al exponer su enfoque posibilista del interminable conflicto con los palestinos, Lapid se atenía únicamente a intereses nacionales prácticos, egoístas en opinión de los partidos árabes, y no ocultaba su escepticismo con la voluntad de la parte palestina para zanjar las recurrentes violencias y sellar algún tipo de paz.
Desplegando un estilo fresco y directo, y argumentando que había que regenerar el sistema y "cambiar las prioridades" de Israel, Lapid supo conectar con los jóvenes y los amplios sectores de población movilizados en las protestas de 2011, suscitadas por el aumento del coste de la vida y en las que se corearon consignas en favor de la justicia y la equidad sociales.
En consecuencia, el periodista retirado dio una sonora campanada en los comicios anticipados del 22 de enero de 2013: su Yesh Atid sacó el 14,3% de los votos y recibió 19 escaños en la Knesset, donde irrumpió con el segundo grupo parlamentario, solo superado por el erosionado bloque derechista del Likud de Netanyahu y el partido Yisrael Beiteinu (Nuestra Casa es Israel) de Avigdor Lieberman. Quedó patente la transferencia de preferencias electorales al partido exitoso debutante desde el Kadima (Adelante), la formación vagamente centrista fundada por Ariel Sharon tras romper con el Likud en 2005 y que hasta 2009 había conducido el Gobierno de la mano de Ehud Olmert; ahora, el Kadima se hundió a plomo desde el primer puesto hasta el duodécimo lugar, quedando abocado a la disolución.
Lapid aceptó la invitación hecha por Netanyahu de incorporarse a su segundo Gobierno consecutivo, una coalición mayoritaria de cinco partidos que integraban también la HaBayit HaYehudi (La Casa Judía) de Naftali Bennett y el Hatnuah (Movimiento) de la ex ministra de Exteriores Tzipi Livni. Aunque no de buena gana, Netanyahu le ofreció una cartera de postín, la de Finanzas, más otros cuatro ministerios para su partido, los de Educación, Salud, Bienestar y Servicios Sociales, y Ciencia, Tecnología y Espacio, esto es, una buena porción del área social y económica del Gobierno. Netanyahu, siempre calculador, apreciaba en el carismático Lapid un peligroso rival que podía crecer todavía más en la oposición, así que prefirió tenerlo dentro del Gobierno antes que fuera del mismo.
El paso de Lapid por el tercer Gabinete Netanyahu, inaugurado el 18 de marzo de 2013, fue tumultuoso y fugaz. Una de las pocas voces moderadas en la cuestión palestina junto con Tzipi Livni, el responsable de Finanzas encolerizó a los religiosos al reclamar un mayor número de servicios de transporte público durante el Shabbat, la reducción de subvenciones a las escuelas talmúdicas (yeshivás) y que el proyecto de ley sobre el alistamiento obligatorio en las FDI de las decenas de miles de estudiantes ultraortodoxos, llamado coloquialmente el Programa Lapid, incluyera la pena de cárcel para los prófugos de la llamada a filas. Lapid amenazó con abandonar el Gobierno si el Likud no transigía en este delicado punto y se salió con la suya.
Además, se suscitó una pelotera con la HaBayit HaYehudi, cuyos ministros exigían la construcción de nuevas colonias judías en Cisjordania y la anexión unilateral de varios asentamientos que ya llevaban décadas funcionando. En este punto, Lapid chocaba frontalmente con Naftali Bennett, figura emergente del sionismo ultranacionalista y enemigo de cualquier concesión a los palestinos. Ahora bien, Lapid y Bennett eran dos políticos laicos a los que desagradaban las efusiones del sectarismo confesional. Este punto en común permitió el establecimiento entre ellos de una sólida relación personal de mutuo respeto que años después iba a resultarles muy provechosa para sus ambiciones de poder.
Al final, el enfrentamiento se suscitó directamente con Netanyahu, fustigado por Lapid por ceder ante los sectores más a la derecha con el levantamiento de más viviendas de colonos en Cisjordania y el proyecto de Ley Básica que definiría a Israel como el Estado-nación del pueblo judío. Para el ministro de Finanzas, esta reescritura constitucional haría de los israelíes no judíos unos "ciudadanos de segunda". Irritado por las críticas, Netanyahu echó a Lapid del Gobierno con cajas destempladas el 2 de diciembre de 2014; dos días después, los ministros del Yesh Atid daban a su vez portazo al Gabinete. Las expulsiones de Lapid y de la también centrista Livni precipitaron el final de la legislatura y el adelanto electoral, que era justamente lo que el maniobrero Netanyahu tenía en mente.
Para las elecciones del 17 de marzo de 2015, Lapid endureció el tono contra los ultraortodoxos, reclamó el fin de las exenciones y beneficios de que gozaban los fieles haredim, se explayó sobre las reformas económicas y subrayó la necesidad de negociar con los palestinos en aras de la seguridad nacional. Sin embargo, los recortes presupuestarios y otras medidas de austeridad acometidas por su Ministerio con criterio liberal pasaron factura a Lapid, que vio diluirse su carisma y marchitarse su popularidad. Así, en su segunda participación electoral el Yesh Atid descendió al 8,8% de los votos y los 11 escaños, pasando a ocupar el cuarto puesto en la Knesset, a la zaga del revigorizado Likud, la centroizquierdista Unión Sionista (el Partido Laborista de Yitzhak Herzog más el Hatnuah de Livni) y la Lista Conjunta (los partidos árabes). El 14 de mayo siguiente, Nentayahu volvió a formar gobierno de coalición, sin la presencia de un Lapid que inició su periplo en la oposición.
PROTAGONISTA DE LA TURBULENTA POLÍTICA ISRAELÍEn junio de 2016 Lapid manifestó que se postulaba a primer ministro para que el suyo volviera a ser "un país que inspira y supera los desafíos con logros"; a su juicio, Israel, en la última década, no había tenido "políticas" ni "liderazgo", sino tan solo "crisis y reacciones".
Su plataforma renovada consistía en un "Plan de Siete Puntos para Israel". Estos eran: una doctrina de seguridad robusta que aunara las estrategias defensiva y ofensiva, para mantener alejados los conflictos de Israel; una conferencia de paz sobre el principio de los dos Estados, con el fin de "crear fronteras reconocidas internacionalmente" y "eliminar a los palestinos de nuestras vidas"; la promoción de asociaciones estratégicas con aliados clave, particularmente Estados Unidos, y del diálogo con Rusia, China, la UE y los gobiernos árabes moderados; reformas del sistema político para limpiarlo de la corrupción y limitar la discrecionalidad abusiva de los partidos; un concepto de país en el que los caracteres judío y democrático estuvieran equilibrados; un modelo económico empujado por las exportaciones, la innovación y la incorporación de los haredim a la fuerza laboral; y mayores inversiones en educación y ciencia.
De cara a las elecciones adelantadas del 9 de abril de 2019, Lapid accedió a unirse a un frente anti-Netanyahu junto con Benny Gantz, de Hosen L'Yisrael (Resiliencia de Israel), y Moshe Yaalon, de Telem, ambos generales retirados y antiguos jefes del Estado Mayor de las FDI. La nueva coalición centrista adoptó el nombre de Kahol Lavan (Azul y Blanco), con Gantz de cabeza de cartel. Su pretensión de acabar con la supremacía del Likud se quedó a medio camino porque ambas formaciones empataron exactamente en el 26% de los votos (con tres décimas de ventaja para los de Netanyahu) y los 35 escaños. Netanyahu fue incapaz formar gobierno, Gantz no llegó a recibir el encargo alternativo del presidente Reuven Rivlin y la Knesset optó por disolverse y acudir a nuevas elecciones. Estas tuvieron lugar el 17 de septiembre de 2019.
Los segundos comicios del año fueron casi un calco de los primeros, pero esta vez con ligera ventaja para el sector opositor de Lapid, que aventajó en un escaño al Likud. Sus 33 escaños de ahora, dos menos que la vez anterior, no permitieron sin embargo a Gantz, a renglón seguido del también impotente Netanyahu, cumplir el mandato presidencial de presentar un Gabinete viable. El atolladero era insólito incluso en un país tan acostumbrado a las crisis de gobierno como Israel. Los ciudadanos fueron convocados a las urnas de nuevo.
El 2 de marzo de 2020 la coalición tripartita constató su estancamiento electoral (otra vez, el 26% de los votos y 33 escaños), mientras que el Likud consiguió romper el impasse con tres diputados más. Gantz recibió el primer turno para intentar formar gobierno, pero el atasco no tardó en llegar. Entonces, Netanyahu, en una jugada maestra, sedujo a Gantz con una oferta de Gobierno de unidad y alternancia en la titularidad de puestos que para el ex general, recién elegido presidente de la Knesset con los votos del Likud, supondría empezar como ministro de Defensa.
La explicación del sorprendente movimiento, anunciado el 26 de marzo, fue que la emergencia de la COVID-19 obligaba a dotar a Israel de un Gobierno sólido sin más dilación. Sintiéndose traicionados, Lapid y Yaalon declararon rota Azul y Blanco y formaron una facción independiente en la Knesset con los 18 diputados del Yesh Atid y el Telem. Para Lapid, era poco menos que un oprobio que Gantz permitiera continuar en el poder a un primer ministro imputado en tres casos de corrupción. "Gantz se ha rendido sin luchar para arrastrarse a su Gobierno [el de Netanyahu]. Nuestros electores se sienten hoy traicionados, y con razón: sus votos han sido robados y dados como regalo a Netanyahu", bramó el opositor. Hasta mediados de mayo no se constituyó el Gabinete Netanyahu-Gantz sobre la base del acuerdo de rotación de puestos, que llegaría a los 18 meses; el primer dirigente seguía siendo el primer ministro y el segundo recibía la cartera de Defensa y la posición de primer ministro suplente.
Lapid entonces estrenó el rol de líder de la oposición en la Knesset, aunque el mismo no iba a durarle mucho. Las crónicas desavenencias partidarias, esta vez en torno a los presupuestos, truncaron el Gobierno "de unidad" a los siete meses de fundarse, cundiendo la sensación general de que Netanyahu nunca había tenido la intención de cumplir el acuerdo para ceder el mando a Gantz en noviembre de 2021. El colapso se consumó el 22 de diciembre de 2020, en vísperas de declarase el tercer confinamiento nacional por la pandemia. La cuarta elección general en menos de dos años, todo un récord mundial, fue programada para el 23 de marzo de 2021.
Las encuestas pintaban un escenario de recuperación para el Yesh Atid, principal beneficiario de la crisis de credibilidad de la coalición Azul y Blanco, ya solo sostenida por el partido de Gantz. En efecto, Lapid, reelegido en su escaño por quinta vez consecutiva, celebró la ganancia de 17 diputados con el 13,9% de los votos, resultados que sin embargo no igualaban los sacados en el espectacular debut de 2013.
El 6 de abril de 2021 el presidente Rivlin encomendó a Netanyahu la formación del Gobierno. El 4 de mayo el primer ministro en funciones, confrontado a su debilidad numérica y en la fecha límite, devolvió el mandato al jefe del Estado, quien al día siguiente se lo trasladó al líder del Yesh Atid. La escalada de la violencia con los palestinos en Jerusalén Oriental y la franja de Gaza, donde las FDI desataron una dura represalia militar contra Hamas, vino a trastocar las negociaciones conducidas por Lapid para la formación del próximo Gabinete. Las postreras maniobras obstruccionistas de Netanyahu se hicieron notar también. Las discusiones poselectorales no tomaron un curso resolutivo hasta después de cesar la violencia en Gaza –con el trágico balance de más de 250 palestinos y 13 israelíes muertos– el 21 de mayo.
Al final, el 2 de junio Lapid acordó con el derechista Bennett un Gabinete de coalición octopartito fiado a una ajustada mayoría de 61 diputados y que incluía la rotación de los puestos cimeros. En la primera mitad de la legislatura Bennett sería el primer ministro y Lapid el primer ministro suplente y el responsable de Exteriores; luego, en agosto de 2023, ambos se intercambiarían los cargos. El 13 de junio la Knesset invistió el nuevo Gobierno "del cambio" que mandaba al Likud a la oposición por primera vez desde 2009. Además del Yesh Atid y el Yamina (Hacia la Derecha) de Bennett, formaban parte del Gobierno Azul y Blanco, Yisrael Beiteinu, Tikva Hadasha (Nueva Esperanza), el Avoda o Partido Laborista, el Meretz y la Lista Árabe Unida (Ra'am).
En virtud del acuerdo de coalición, Bennett transigió con Lapid sobre la suspensión de la construcción de nuevos asentamientos de colonos y el descarte de la anexión unilateral de la parte de Cisjordania, el 61%, la llamada Zona C, no transferida a la Autoridad Palestina en el marco del difunto proceso de paz de Oslo. El ultraliberalismo económico de Lapid impregnaba también el programa económico del nuevo Ejecutivo, que se proponía congelar el gasto público durante un lustro, recortar a la mitad la "monstruosa" burocracia, eliminar barreras comerciales y acometer una "dramática" bajada de los impuestos sobre la renta y de sociedades.
(Cobertura informativa hasta 11/7/2021)