¿Quiénes son mis amigos? La confusión de la izquierda radical europea en Ucrania

Opinion CIDOB 709
Publication date: 03/2022
Author:
Héctor Sánchez Margalef, investigador, CIDOB
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Si estamos en los albores de un nuevo orden internacional, aun por ser diseñado y pensado, ¿puede la izquierda radical europea agarrarse a viejos tópicos y a antiguas maneras de ver el mundo? La guerra de Ucrania se ha convertido en el escenario de algunas de estas contradicciones, a la vez que ofrece una oportunidad de reflexión para las fuerzas de la izquierda radical a la hora de reevaluar su visión del mundo y la de sus aliados, así como para ser relevante también en política exterior

Europa abandona la era de la posguerra fría y entra en un proceso de cambio profundo; y la nueva posición del gobierno alemán en política exterior o el discurso del Alto Representante Josep Borrell frente al Parlamento Europeo el 1 de marzo dan fe de ello. La invasión rusa de Ucrania sitúa a la izquierda radical europea en un nuevo escenario que la confronta con la necesidad de revisión de quiénes son sus aliados y cuáles son sus posiciones cuando piensan en clave de política exterior, más de tres décadas después de la disolución de la antigua URSS. 

La confrontación bipolar de la Guerra Fría, que también atravesaba el eje izquierda-derecha de la política europea, ha quedado obsoleto en la medida que Rusia ya no es el faro de la clase trabajadora internacional, si es que alguna vez lo fue. La Rusia de Vladímir Putin está jugando con la lógica de suma cero, comportándose como una gran potencia imperialista y pensando en lógicas de poder y esferas de influencia. Precisamente, lo que la izquierda europea e internacional ha denostado siempre. Rusia busca poder mantener un cinturón de estados soberanos en sus fronteras que le ofrezcan un espacio de seguridad frente a Occidente, y a los cuales poder ordenar qué decisiones tomar en política exterior; como por ejemplo escoger a qué organizaciones internacionales pueden o no adherirse. Si no se seguían las directrices del Kremlin, la respuesta rusa era, hasta hoy, la intimidación y la desinformación; ahora también la guerra. Una invasión militar amenaza la soberanía de estados supuestamente independientes con todas las herramientas a disposición del Kremlin. Ante este escenario, la izquierda radical europea debería ver que las acciones rusas en Ucrania responden a una antigua lógica imperialista que debe ser confrontada desde la defensa de las sociedades abiertas. 

Si la disyuntiva en el mercado global de las ideas se plantea ahora mismo en términos de democracia versus autoritarismo y de sociedades abiertas contra sociedades cerradas, la Rusia que defiende el Kremlin, y el modelo que intenta imponer a su ciudadanía, encarnan el segundo. Sin obviar los problemas que se le acumulan a las sociedades democráticas y abiertas –creciente desigualdad, descrédito de las élites frente a sus ciudadanos y por tanto debilitamiento de las instituciones democráticas, batallas culturales en el seno de las sociedades occidentales, contradicciones e hipocresías varias también en política exterior–, no puede pasarse por alto que Rusia encarcela a críticos y opositores, cuando no logra asesinarlos; cierra medios de comunicación que no le son afines, atreviéndose incluso con la asociación de derechos civiles Memorial, y niega el Holodomor (la hambruna provocada por Stalin en Ucrania a principios de la década de 1930) en un intento de reescribir la propia historia. La izquierda radical europea que se dice progresista no puede callar frente al autoritarismo represor del Kremlin. 

La guerra en Ucrania también plantea otro dilema para la izquierda radical europea: el papel de la OTAN en una arquitectura de seguridad europea que, a raíz de la invasión rusa, vive un nuevo ímpetu de rearme. Quizás en la mentalidad de la izquierda europea pervive –o da los últimos coletazos– un cierto antiamericanismo. Quizás la posición de la izquierda radical europea ha estado silenciada y apartada de las mesas de debate durante demasiado tiempo y ésta se ha acomodado en sus visiones tradicionales, que se corresponden con el anticapitalismo, antifascismo y antimperialismo, especialmente el estadounidense, y el pacifismo. Etiquetas todas ellas amplias, que dejan margen a matices. 

Se puede ser crítico con la OTAN, una organización de defensa colectiva que no pocas veces se ha plegado a los intereses imperialistas de Estados Unidos y Occidente, y que no en pocas ocasiones ha incumplido el principio sagrado de cualquier intervención internacional de do not harm (no empeorar la situación con la intervención). En la memoria colectiva de la izquierda está el No a la guerra previo a la invasión estadounidense en Iraq de 2003, pero también el desaguisado causado en Afganistán (2001) y Libia (2011). 

También se puede ser crítico con Ucrania, que está lejos de ser un país funcional, completamente democrático y con escrupuloso respeto por las minorías. Sin embargo, no es un país controlado por neonazis al servicio de occidente, ni alberga bases de la OTAN como asegura la desinformación rusa, y desde luego no ha habido genocidio alguno en el Donbás que justifique una invasión. 

La izquierda radical europea haría bien adoptando una aproximación similar a la que ha tenido con la integración europea, es decir, desde el criticismo pero aportando ideas para mejorarla. Rusia no es el único ejemplo donde la izquierda radical europea parece atenazada por una visión que necesita ser renovada. Quizás le ha llegado el momento de revisar quiénes son sus amigos en política exterior. Puede reconocerse el esfuerzo de los gobiernos bolivarianos en América Latina por sacar a millones de personas de la pobreza, pero les hacen un flaco favor tanto a su población como a las ideas de izquierda en general, si cierran los ojos ante los ramalazos autoritarios de algunos de estos gobiernos. De la misma manera, se puede ser crítico con Cuba y el sistema de represión que habita en la isla, mientras se condena el salvaje bloqueo estadounidense.

Sin embargo, la invasión de Ucrania intensifica la necesidad de una profunda reflexión y una pedagogía inmensa por parte de la izquierda radical europea, para resituarse frente a la OTAN y a Estados Unidos, pero también frente al mundo. No cabe ahora quedarse en el No a la guerra de hace veinte años. La izquierda española es también testigo de la contradicción de estar a favor de la paz y mandar armas letales que escalarán el conflicto bélico en lugar de desescalarlo. Aún así, el gobierno de Pedro Sánchez ha decidido enviar “material militar defensivo” a Ucrania, a pesar de algunas voces críticas dentro del ejecutivo de coalición. Los verdes alemanes contrarios tradicionalmente a la remilitarización de Alemania, advirtiendo la situación histórica, han cambiado de opinión y han matizado su pacifismo para adaptarse al contexto. Los beneficios de reexaminar ciertas aproximaciones aportarían un debate más sereno donde los matices importaran, facilitarían que sus posturas en política exterior fueran consideradas y, quién sabe, quizás ampliaran su bolsa de votantes. Algunos partidos ciertamente lo han captado mejor que otros. 

En la crisis actual, se puede estar a favor de mantener un diálogo con Rusia, a favor de la paz, e incluso abogar por el desmantelamiento de la OTAN para substituirla por una organización defensiva exclusivamente europea; pero todo ello no puede implicar el blanqueo o la justificación de las acciones del Kremlin en Ucrania como ya sucedió en 2014. Si se está del lado de la democracia y de las sociedades abiertas no se pueden obviar ni el maltrato a la disidencia, ni los ataques a la soberanía de estados terceros, y mucho menos su invasión. Condenar la agresión rusa en el Parlamento Europeo ha sido un paso decisivo para marcar perfil, aunque no todos los parlamentarios del grupo de la izquierda europea lo han hecho. Esta crisis debería obligar a repensar quiénes deben ser los referentes y aliados de la izquierda radical europea y reevaluar su visión del mundo. A la vez, esto contribuiría a que sus argumentos puedan considerarse en los círculos de toma de decisiones en política exterior. 

Palabras clave: Ucrania, izquierda radical europea, Rusia, guerra, OTAN, imperialismo, política exterior, URSS, Putin, occidente

 

E-ISSN: 2014-0843