Recep Tayyip Erdogan

Nota de actualización: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 30/9/2010. En virtud de la reforma constitucional aprobada en el referéndum de 21/10/2007, Recep Tayyip Erdogan, primer ministro de Turquía desde 2003, asumió el cargo de presidente de la República con atribuciones reforzadas el 28/8/2014. Posteriormente, el 9/7/2018, sobre la base de la reforma constitucional aprobada en el referéndum del 16/4/2017, que supuso la abolición del sistema de gobierno parlamentario y la implantación del presidencialismo fuerte, el puesto de primer ministro, ocupado por Ahmet Davutoglu y luego por Binali Yildirim, quedó suprimido, y Erdogan permaneció como titular de una Presidencia con plenos poderes ejecutivos. El intento de golpe de Estado militar del 15/7/2016, desbaratado por las fuerzas leales al Gobierno, desató un contragolpe intensamente represivo que acentuó la deriva autoritaria del régimen del AKP.

En las elecciones generales del 14/5/2023 Erdogan se presentó candidato a presidente por tercera vez, luego de sus victorias en las elecciones del 10/8/2014 y el 24/6/2018. El mandatario ganó la primera vuelta con el 49,4% de los votos, pasando a disputar con Kemal Kiliçdaroglu, de la opositora Alianza Nación, una segunda y definitiva vuelta el 28/5. Celebrada esta, Erdogan obtuvo la reelección con el 52,1%. En las elecciones legislativas, celebradas a la vez que la primera vuelta presidencial, la Alianza Popular formada por el erdoganista AKP y el ultranacionalista MHP revalidó, con 323 escaños (21 menos), la mayoría absoluta obtenida en los comicios de 2018; previamente, el AKP en solitario ya ganó con mayoría absoluta las elecciones legislativas de 2002, 2007, 2011 y 1/11/2015, y con mayoría simple las del 7/6/2015. El 3/6/2023 Erdogan inauguró su tercer ejercicio presidencial y nombró el nuevo Gabinete de ministros.

Desde 2003, como resultado de su aplastante mayoría en las elecciones de 2002 y tras sortear varios obstáculos legales, Recep Tayyip Erdogan, líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), viene conduciendo en Turquía un Gobierno islamista moderado y liberal-conservador que aspira a una síntesis democrática entre la identidad musulmana nacional, el republicanismo aconfesional y la aspiración europeísta, con su cohorte de reformas internas. A lo largo de su mandato, renovado en 2007, el primer ministro ha estabilizado la economía y domeñado la inflación, ha lidiado con un terrorismo de múltiples caras y ha combatido la rebelión kurda. En particular, ha pugnado con los guardianes de los principios kemalistas, militares, jueces y partidos seculares, que vieron en iniciativas suyas como la autorización del hiyab femenino en las universidades o su misma aspiración a la Presidencia de la República —ambas frustradas— un deseo, poco menos que subversivo, de islamizar el Estado y la sociedad.

De puertas al exterior, el dirigente turco promueve junto con España la Alianza de Civilizaciones, ha dejado atrás enemistades históricas con Grecia y Armenia, y apuesta por la reunificación bicomunal de Chipre, aunque se niega a reconocer al Gobierno grecochipriota. El desencanto con la Unión Europea tras el arranque en 2005 de las exigentes negociaciones de adhesión, que no garantizan una futura pertenencia plena, unido a una serie de desavenencias con Estados Unidos (Irak, genocidio armenio), ha relanzado su interés por el flanco oriental de Turquía, donde protagoniza una polémica orientación proárabe y proiraní que incluye la congelación de las relaciones con Israel, en respuesta al sangriento asalto de la flotilla humanitaria de Gaza en 2010. En septiembre de este año decisivo, el áspero pulso con las instituciones del Estado laico, que amagaron con ilegalizar su partido y, en el caso del Ejército, han cobijado tramas golpistas, se ha decantado en favor de Erdogan al sacar adelante vía referéndum una reforma estructural que resta poder a aquellas.

(Biografía actualizada hasta 30/9/2010)

1. Seguidor del movimiento islamista de Necmettin Erbakan
2. Los años en la alcaldía de Estambul y las interdicciones del Estado laico
3. Creación del AKP, las victoriosas elecciones de 2002 y delegación gubernamental en Abdullah Gül
4. Debut como primer ministro en 2003 y forcejeo con Estados Unidos por la guerra de Irak
5. El arduo envite europeo: los criterios de Copenhague y la cuestión chipriota
6. La Alianza de Civilizaciones, los zarpazos del terrorismo y el tratamiento expeditivo del conflicto kurdo
7. Frustración de la candidatura presidencial, la alternativa de Gül y nueva barrida en las legislativas de 2007
8. Se encona el pulso con los sectores seculares: la polémica del velo y nuevas asechanzas judicial-militares
9. Estabilización de la economía con pragmatismo liberal, la crisis de 2009 y el trasiego de hidrocarburos
10. Viraje en la política exterior turca y diplomacia neo-otomana: nueva línea proárabe, acercamiento a Irán y furor con Israel por las violencias en Palestina
11. La decisiva reforma constitucional de 2010, tercera mayoría absoluta en 2011 e imposición final sobre los poderes laicos del Estado
12. El desafío de la Primavera Árabe: apoyo a las revueltas y tambores de guerra con Siria
13. La deriva autoritaria de Erdogan: represión de las protestas ciudadanas, escándalos de corrupción y mordaza a Internet
14. La entronización de 2014: elección presidencial directa y entrega del Gobierno a Ahmet Davutoglu
15. Los dos comicios de 2015 y el fallido golpe militar de 2016; persecución del movimiento gülenista y purgas masivas
16. Nuevas tensiones con la UE y la crisis de los refugiados
17. Prolongación del intervencionismo en Siria y de los frentes kurdos
18. El tercer referéndum de 2017 y las elecciones generales de 2018: el triunfo del presidencialismo fuerte
19. Crisis inflacionaria, desplome de la lira y el protagonismo internacional de Erdogan durante la guerra de Ucrania
20. Cuenta atrás para la incierta elección presidencial de 2023: terremoto catastrófico y auge del adversario opositor Kemal Kiliçdaroğlu
21. Premios y reconocimientos

1. Seguidor del movimiento islamista de Necmettin Erbakan

Aunque nacido en Estambul, la mayor parte de la infancia del futuro presidente turco transcurrió en Rize, pequeña ciudad ribereña del mar Negro en el extremo nororiental del país, a un centenar de kilómetros de la frontera con la soviética Georgia, donde el padre servía como guardia costero de la Agencia Marítima Estatal. Los Erdogan, unos musulmanes de clase media-baja que observaban cuidadosamente los preceptos de su fe, retornaron a Estambul cuando el muchacho tenía 13 años. Inquieto y emprendedor, el joven Recep fue escolarizado en centros religiosos, donde se familiarizó con el Corán, y pronto comenzó a desenvolverse en ambientes aparentemente dispares como el deporte, los negocios y la política. Todavía adolescente empezó vendiendo refrescos, dulces y especias en las calles y en los partidos de fútbol que se disputaban en Estambul, antes de convertirse él mismo en futbolista semiprofesional en el club Kasimpasa S.K.

Según consta en biografías difundidas por medios de comunicación turcos, en 1969 Erdogan, con 15 años, se afilió a la Milli Gorus Teskilati, una asociación de intelectuales islamistas. Al año siguiente fue elegido presidente de la rama juvenil en el distrito de Beyoglu del Partido del Orden Nacional (MNP), la formación confesional islámica puesta en marcha por el diputado Necmettin Erbakan. En mayo de 1971, poco después del memorándum-ultimátum dirigido por las Fuerzas Armadas al Gobierno conservador de Süleyman Demirel y los partidos para que atajaran las violencias de los extremismos ideológicos que estaban llevando al caos el orden republicano, y de la subsiguiente imposición de la ley marcial, el MNP fue ilegalizado por el Tribunal Constitucional turco. Posteriormente, el 11 de octubre de 1972, Erbakan registró otra agrupación de similar corte derechista e islamista, el Partido de Salvación Nacional (MSP).

A lo largo de la década de los setenta, el MSP cosechó unos buenos resultados electorales, consolidándose como la tercera fuerza política de Turquía, y participó como socio menor en varios gobiernos de coalición encabezados por los mayoritarios Partido de la Justicia (AP, derecha) de Demirel y Partido Popular Republicano (CHP, izquierda) de Bülent Ecevit. Erdogan prosiguió su militancia islamista en el MSP, que entre otros puntos demandaba la detención del proceso de acercamiento de Turquía a los países europeos occidentales y la obligatoriedad de la indumentaria islámica para las mujeres.

En 1973 Erdogan terminó sus estudios en una imam hatip, escuela para la formación de imanes u oficiantes de las preces religiosas en las mezquitas. Aunque instruían en un sentido religioso, estos centros vocacionales privados también brindaban una educación generalista alternativa a la impartida por el Estado, además de que sus alumnos solían tener más asegurada una salida laboral luego de graduarse. Tras su paso por la escuela de imanes Eyüp, Erdogan intentó abrirse camino en el mundo empresarial y se matriculó en la Escuela Aksaray de Economía y Comercio de la Universidad de Mármara (hoy, Facultad de Economía y Ciencias de la Administración) en Estambul. En 1978 contrajo matrimonio con Emine Gülbaran; la pareja iba a tener cuatro hijos, dos chicos y dos chicas.

Los turbulentos años setenta en Turquía, caracterizados por la escalada del terrorismo sectario de derechas e izquierdas, los excesos ideológicos y la inflación galopante, desembocaron en el golpe de Estado de septiembre de 1980. La junta militar encabezada por el general Kenan Evren, invocando los principios kemalistas del Estado fuerte, el secularismo y la unidad nacional, liquidó las instituciones democráticas, extendió la ley marcial, proscribió todos los partidos (el MSP corrió esa suerte el 16 de octubre de 1981), encarceló y juzgó a decenas de miles de militantes, y despojó de derechos políticos a sus dirigentes. Fue el año en que Erdogan se sacó la diplomatura universitaria y abandonó el fútbol, dispuesto a hacerse un hueco en el mercado profesional.

Siendo un militante político de bajo rango, el graduado se ahorró las represalias de las autoridades castrenses, aunque perdió su primer trabajo tras acabar la Universidad, uno de funcionario en el servicio municipal de Transportes de Estambul. Según parece, el joven fue despedido por no obedecer la recomendación de su jefe, un coronel del Ejército retirado, de afeitarse el bigote, en unos días en que lucir barbas o bigotes de determinado estilo simbolizaba una postura ideológica confesional u oposicionista al nuevo orden militar. En los primeros y duros años de la dictadura, Erdogan consiguió una desahogada posición laboral como ejecutivo medio en varias compañías privadas del ramo de la alimentación.

No obstante desenvolverse en su vida diaria en unos ambientes poco propicios para las manifestaciones religiosas y presentar un talante liberal en comparación con los tradicionalistas del partido, Erdogan era un musulmán devoto convencido de que Turquía debía reencontrarse con sus raíces islámicas y dejar de mirarse en el espejo de Europa y Occidente. Así que cuando el 19 de julio de 1983, al amparo de la nueva legislación permisiva de los militares, antiguos militantes del MSP inscribieron el Partido del Bienestar (Refah Partisi, RP) en nombre de Erbakan —quien por el momento seguía proscrito, como el resto de líderes partidistas de la etapa anterior a 1980—, Erdogan se apresuró a reanudar su antiguo activismo.

En 1984, presidiendo el país el nuevo Gobierno civil el conservador Turgut Özal, del Partido de la Madre Patria (ANAP), Erdogan fue nombrado jefe de la sección del RP en el distrito de Beyoglu y en 1985 pasó a hacerse cargo de la organización del partido en toda la provincia de Estambul. Desde este puesto se acreditó como un excelente organizador y proselitista, favoreciendo la implantación en la metrópoli del Bósforo de la única fuerza abiertamente islamista del refundado sistema de partidos, que, bajo la atenta mirada del Ejército, estrenaba otra era de democracia parlamentaria. Miembro del Comité Ejecutivo Central del RP desde 1986, Erdogan se puso a las órdenes de Erbakan cuando en octubre de 1987 este vio levantada su exclusión y tomó posesión de la presidencia del partido. Con un hábil discurso islamista que incidía en la problemática social y la exigencia de un "orden justo", el mensaje del Refah caló en amplios sectores urbanos azotados por la crisis económica.

De esta manera, el Refah, evocando los éxitos del extinto MSP, experimentó un ascenso sostenido en las sucesivas citas electorales: en las legislativas del 29 de noviembre de 1987 obtuvo el 7,2% de los votos, en las municipales del 26 de marzo de 1989 pasó al 8% y en las legislativas del 20 de octubre de 1991 quedó cuarto con el 16,9% de los votos y 40 escaños, su primera representación en la Gran Asamblea Nacional (GAN).


2. Los años en la alcaldía de Estambul y las interdicciones del Estado laico

En 1989 Erdogan fue el candidato del RP a la alcaldía estambulí de Beyoglu; aunque perdió, su papeleta triplicó los votos sacados por el RP en el distrito la vez anterior, en 1984. Volvió a intentarlo en las municipales del 27 de marzo de 1994, ahora como aspirante ya de la alcaldía metropolitana, y esta vez, con el 25,2% de los sufragios, se impuso a sus adversarios del ANAP, el Partido Populista Social Demócrata (SHP) y el conservador Partido de la Recta Vía (DYP). Con su victoria en Estambul, Erdogan personificó una jornada de euforia islamista —y de consternación y preocupación en los partidos laicos— en la que el RP cosechó el 18,3% de los votos en todo el país, pisándoles los talones al DYP de la primera ministra Tansu Çiller y al ANAP del ex primer ministro y líder opositor Mesut Yilmaz. En total, los islamistas capturaron 324 ayuntamientos, inclusive los de una treintena de ciudades entre las que figuraba, además de Estambul, la capital, Ankara, la urbe más identificada con Kemal Atatürk, en ella enterrado, y su obra revolucionaria de padre fundador de la moderna Turquía.

En sus cuatro años como primer edil de Estambul, Erdogan disfrutó de una elevada popularidad local y se proyectó como una figura política de ámbito nacional por su gestión ordenada y eficiente de los recursos municipales, que resolvió, invirtiendo en obras públicas y en nuevas tecnologías, numerosos problemas de infraestructuras ciudadanas (deficiencias del servicio de aguas, embotellamientos de tráfico, acumulación de basuras, altos niveles de contaminación ambiental) y atendió necesidades sociales en las barriadas populares. Además, estuvo libre de sospechas de corrupción, mal endémico en el país. En junio de 1996 Erdogan adquirió visibilidad internacional como anfitrión de la II Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos (Hábitat II), donde condujo el foro de encuentro de alcaldes y autoridades locales.

Ahora bien, sectores laicos y los colectivos de comerciantes descalificaron su decisión de prohibir el consumo de alcohol en los cafés, lesiva para la industria del turismo. La controvertida medida, finalmente revertida, vino a recordar que el Refah tenía un programa parcialmente confesional inspirado en el Corán y que Erdogan, aun representando el ala más aperturista del partido, no estaba dispuesto a gobernar con laxitud ilimitada en todo lo referente a las costumbres en la urbe más cosmopolita y occidentalizada del país, habitada por 10 millones de personas.

La marea de votos en favor del RP llegó a su clímax en las elecciones legislativas del 24 de diciembre de 1995, cuando el partido se encaramó al primer puesto con el 21,3% de los sufragios y 158 escaños. Erbakan reclamó su derecho a formar el primer Gobierno islamista de Turquía desde la instauración de la República en 1923, pero las Fuerzas Armadas bloquearon esa posibilidad y forzaron un "frente laico" entre el DYP y el ANAP, cuyo jefe, Yilmaz, tomó el relevo a Çiller. Cuando esta experiencia fracasó, el 6 de junio de 1996, los militares ya no pudieron imponer otro escamoteo antidemocrático y el presidente de la República, el veterano Demirel, nombró primer ministro a Erbakan, quien constituyó un Gabinete de coalición con el DYP el 28 de junio.

A pesar de las garantías de respetar el carácter secular, constitucionalmente definido, del Estado turco y de la póliza de seguro que parecía representar la presencia de la muy prooccidental Çiller en el Gobierno, Erbakan condujo una política exterior proárabe y proislámica (visitas oficiales y contratos económicos con Irán y Libia), mientras que de puertas adentro otorgó facilidades a las escuelas religiosas. En pocos meses, Erbakan vio cernirse una tormenta de presiones desde el alarmado generalato y de tensiones con sus socios del DYP, que terminó por dinamitar su Gobierno. El 18 de junio de 1997 el primer ministro presentaba la dimisión y doce días después Yilmaz conseguía articular un Ejecutivo alternativo apoyado en dos partidos pequeños.

La represión se abatió sobre el RP en los meses siguientes. El 16 de enero de 1998 el Tribunal Constitucional concluyó un proceso iniciado el 11 de noviembre del año anterior e ilegalizó el partido por desarrollar "actividades contrarias al secularismo del Estado, y en los términos de la Constitución y de la Ley de Partidos Políticos", precisando que había hecho llamamientos a la yihad y suscitado un debate sobre la implantación de la Sharía, verdadero tabú en Turquía. Anticipándose a una sentencia cantada, Erdogan y otros responsables del Refah organizaron el Partido de la Virtud (Fazilet Partisi, FP), que fue inscrito el 17 de diciembre de 1997 con unos estatutos aceptables para las autoridades y que inició su andadura como partido parlamentario el 24 de febrero de 1998, dos días después de entrar en vigor la prohibición del RP. Considerando su inminente inhabilitación y su avanzada edad, Erbakan no fue elegido presidente del FP, aunque la creencia general era que iba a manejarlo desde un discreto segundo plano, máxime cuando su jefatura nominal recayó, el 14 de mayo, en Recai Kutan, un veterano de la vieja guardia fundamentalista.

La Justicia emprendió también una causa particular contra Erdogan por haber declamado el 6 de diciembre de 1997, en un acto público en la ciudad sudoriental de Siirt, unos famosos versos del poeta e ideólogo nacionalista Ziya Gökalp ("las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas y los creyentes nuestros soldados"), cuyo pensamiento inspiró al movimiento de los Jóvenes Turcos en 1908 y luego a los revolucionarios kemalistas. Pese a que estos versos poéticos ya los recogía un libro de texto recomendado a los estudiantes por el Ministerio de Educación, el regidor municipal fue acusado de "incitación al odio sobre la base de diferencias religiosas" y llevado a juicio.

El 21 de abril de 1998 el Tribunal Especial de Seguridad de Diyarbakir, en la región del Sudeste de Anatolia, dictó contra Erdogan una sentencia de culpabilidad condenada con la pena de diez meses de prisión y una fuerte multa económica. El 6 de noviembre el reo fue formalmente cesado en la alcaldía de Estambul, que quedó en manos de un colaborador del partido, Ali Müfit Gürtuna. Según algunos observadores, la desmesurada condena a Erdogan buscaba en realidad abortar la probable elevación del popular político a la jefatura del Fazilet, luego de las prohibiciones impuestas el 16 de enero a Erbakan y a sus dos lugartenientes principales, Sevket Kazan y Ahmet Tekdal. Erdogan intentó rehuir su encarcelamiento por todos los medios, pero el 26 de marzo de 1999, después de que la Corte de Apelaciones de Ankara confirmara la condena en segunda instancia, fue ingresado en el penal de Pinarhisar, en Kirklarerli, al noroeste de Estambul, si bien para servir una pena reducida de 120 días. Mientras estuvo en la cárcel, Erdogan fue considerado preso de conciencia por Amnistía Internacional.

El 24 de julio de 1999 el político recobró la libertad. Aunque ya no era alcalde y estaba inhabilitado, en principio a perpetuidad, para desempeñar cargos públicos y políticos, Erdogan se reincorporó a los trabajos internos del FP, que pasaba por dificultades. En las elecciones legislativas del 18 de abril anterior el Fazilet había descendido al 15,5% de los votos y los 111 escaños, situándose por detrás del Partido de la Izquierda Democrática (DSP) del veteranísimo Ecevit y del muy derechista Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) de Devlet Bahçeli, los cuales, con la adición del ANAP de Yilmaz, formaron un Gobierno de coalición el 28 de mayo.

Con Erbakan teóricamente apartado del juego (en marzo de 2000 el septuagenario dirigente fue condenado a un año de prisión por unas críticas al secularismo realizadas en 1994, al tiempo que las encuestas periodísticas de valoración de líderes le colocaban en posiciones zagueras) y la militancia desconcertada por la caída electoral, se suscitó un enfrentamiento en el seno del Fazilet entre el sector reformista capitaneado por el economista y diputado Abdullah Gül, exponente, como Erdogan, de los militantes jóvenes que habían llegado a la cúpula del movimiento después del golpe militar de 1980, y la vieja guardia ultraconservadora leal a Erbakan, con Kutan a la cabeza.

En el congreso partidario celebrado el 14 de mayo de 2000 la línea oficial consiguió imponerse con bastantes apuros y Kutan fue reelegido presidente de la formación. Discretamente aún, Erdogan se alineó con el grupo de Gül. Los comentaristas locales del cisma en ciernes en el FP apuntaron que las diferencias entre unos y otros no tenían un carácter religioso —antes bien, los jóvenes reformistas podían hacer gala de un rigorismo musulmán en el ámbito privado de sus vidas tan acusado como el de los veteranos—, sino otro de índole político y social. Más viajados, algunas veces políglotas y mejores conocedores de la cultura occidental y las problemáticas nacionales del momento, Erdogan y su grupo ofrecían un discurso menos retórico, realizaban diagnósticos más convincentes e incidían en aspectos como el fortalecimiento de los valores democráticos y el respeto de los derechos humanos, llegándose a calificar su plataforma de "socialdemócrata" dentro de la nebulosa islamista.


3. Creación del AKP, las victoriosas elecciones de 2002 y delegación gubernamental en Abdullah Gül

El inicio de las diligencias judiciales, a instancias de la Fiscalía Pública del Tribunal de Casación, para proscribir el FP con las mismas argumentaciones que habían liquidado a su predecesor aceleró la disidencia de Erdogan y Gül. El 22 de junio de 2001 llegó la sentencia de ilegalización del Constitucional y el 19 de julio siguiente el ex alcalde se encontró con la buena noticia de que el Tribunal le levantaba la prohibición de 1998, dejándole expedita la vía para fundar y liderar su propia fuerza política. Al día siguiente, Kutan se le anticipó con la presentación del Partido de la Felicidad (Saadet Partisi, SP), que arrastró a 51 diputados. Erdogan hizo lo propio el 14 de agosto con el Partido de la Justicia y el Desarrollo (Adalet ve Kalkinma Partisi, AKP), respaldado por 53 diputados, luego la bancada del FP se dividió casi exactamente por la mitad, aunque esta paridad, se veía claro entonces, no era un reflejo de las posibilidades electorales de cada bando. Erdogan fue elegido presidente del AKP y Gül, vicepresidente.

La subida de Erdogan al proscenio político fue acogida en Turquía con reacciones dispares de entusiasmo, expectación o inquietud, en el contexto de una gravísima crisis económica y financiera que estaba destruyendo cientos de miles de puestos de trabajo y empobreciendo a millones de turcos. En 2001, un año extraordinariamente infausto, la producción económica se contrajo un 5,8% (el tercer ejercicio anual de recesión aguda desde 1994), la lira colapsó en los mercados de cambio, la inflación media llegó al 54% y el déficit fiscal del Estado superó el 12% del PIB. Partidarios y medios de comunicación daban por hecho que, si ninguna añagaza lo impedía, el carismático ex alcalde de Estambul sería primer ministro del país más pronto que tarde, pues no se veía factible la terminación de la legislatura en 2004.

Por el contrario, los partidos laicos, sobre todo el del primer ministro Ecevit, expresaron su preocupación porque el auge del AKP y su eventual victoria en las próximas elecciones traerían una etapa de desestabilización política, justo cuando el Gobierno invertía denodados esfuerzos para sacar al país de su postración con una andanada de reformas estructurales. Las reformas en curso buscaban adecuar las leyes turcas a los parámetros de la Unión Europea y tener así opciones de ingreso algún día (la solicitud oficial, tras doce años de espera, había sido aceptada en diciembre de 1999, aunque los 15 se guardaban de dar fechas para el arranque siquiera de las negociaciones de adhesión, en tanto Ankara no satisficiera una larga relación de requisitos políticos y económicos). El Ejecutivo de Ecevit también intentaba cumplir los compromisos de saneamiento financiero y reestructuración del sector público adquiridos con el FMI, cuyo socorro crediticio de 16.000 millones de dólares resultaba vital para esquivar la bancarrota nacional.

El 16 de julio de 2002 el septuagenario primer ministro socialdemócrata, mermado de salud, presionado por doquier y finalmente confrontado con las defecciones de ministros del Gobierno y la implosión del DSP, convocó elecciones anticipadas para el 3 de noviembre. Erdogan arrancó la precampaña con un discurso muy moderado, subrayando que sus prioridades para el país eran económicas, e incluso negando el carácter religioso de su partido, para el que antes bien reivindicó un perfil "conservador" y "prooccidental", que ni cuestionaba la pertenencia a la OTAN ni la aspiración de entrar en la UE. Esto, de hecho, suponía apropiarse de las señas de identidad de fuerzas como el ANAP o el DYP, lo que haría del AKP un partido de centro-derecha con una ambición electoralista no sectaria.

Erdogan eludió entrar en la polémica sobre si un Gobierno del AKP permitiría a las funcionarias del Estado cubrirse la cabeza con el pañuelo en sus puestos de trabajo —hábito estrictamente prohibido por la actual legislación—, pero indicó que su esposa Emine, habituada a la prenda, no asistiría a los actos oficiales que prohibieran el velo. En relación con este sensible punto, el líder opositor explicó de paso que su hija mayor, Esra, estaba estudiando Economía en la Universidad de Indiana porque en las universidades turcas no se le permitía llevar el pañuelo y en Estados Unido sí. Los dos vástagos varones, Ahmet Burak y Bilal, cursaban estudios de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas también en universidades de Occidente, en Estados Unidos y el Reino Unido respectivamente, mientras que la benjamina de la familia, Sümeyye, como antes sus hermanos mayores, asistía a clases en una imam hatip en Turquía; al igual que su hermana Esra y su madre Emine, Sümeyye siempre llevaba la cabeza cubierta.

Sus estatutos y programa los elaboró el AKP pensando en mitigar las aprensiones suscitadas dentro y fuera del país y, sobre todo, en privar de excusas a las Fuerzas Armadas para que, a través de los órganos de justicia, no le hicieran correr la suerte de sus cuatro malhadados antecesores, el MNP, el MSP, el RP y el FP. Para empezar, en la declaración de principios se citaba una sola vez el término "islámico", y era para referirse a la necesidad de proteger las artes plásticas autóctonas como exponentes de la cultura turcomusulmana. En otro apartado, el partido prometía que "todo sería mejor" con un Gobierno del AKP y "con la ayuda de Alá".

Erdogan y sus colegas incidían una y otra vez en la unidad y la integridad de la República de Turquía así como en el "Estado social, democrático y secular de derecho", y reiteraban su condición de partido plural que rechazaba "sacar ventaja de los sagrados valores de la religión y la etnicidad, y usarlos para propósitos políticos", así que sobre el papel se sometían punto por punto a la Constitución y a los principios kemalistas. Pero también apelaban a la universalización de los derechos humanos y las libertades fundamentales en Turquía, inclusive la libertad de expresión de conformidad con los "estándares internacionales", a la supresión de la tortura y las ejecuciones extrajudiciales, y al fortalecimiento de la sociedad civil basada en los ciudadanos. En suma, el AKP parecía proponer una feliz síntesis de islamismo y democracia liberal, de tradición y modernidad, singular experimento que invitaba a trazar paralelismos con la experiencia de la democracia cristiana en la Europa occidental de la posguerra.

El 20 de septiembre de 2002 Erdogan recibió un jarro de agua fría con el anuncio por la Junta Electoral de que él, al igual que Erbakan, el ex presidente del prokurdo Partido de la Democracia del Pueblo (HADEP) Murat Bozlak y el activista humanitario Akin Birdal —todos los cuales habían recibido sentencias de prisión por delitos de opinión—, estaban descalificados para presentarse a las elecciones, en el caso suyo particular a causa de la proclama poética de 1997. Erdogan solicitó amparo al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, pero la imposibilidad de ser diputado, y por ende primer ministro, no tenía vuelta atrás. El fiscal jefe público aún intentó días antes de los comicios que el Tribunal Constitucional ilegalizara al AKP por haber ignorado una requisitoria suya para que Erdogan dejara de ser el presidente de la formación. Seguramente, estas maniobras de última hora de los poderes del Estado contra Erdogan lo que hicieron fue darle más votos al AKP.

Ciertamente, las encuestas auguraban una rotunda victoria del AKP, pero aún se quedaron cortas, ya que lo que se produjo el 3 de noviembre de 2002 fue el mayor vuelco electoral en Turquía desde 1950, cuando el CHP de Ismet Inönü, el sucesor de Kemal Atatürk, fue noqueado por el Partido Democrático (DP, antecesor del AP y el DYP) de Adnan Menderes.

Así, con 10,8 millones de votos, el 34,3% de las papeletas válidas, y 363 de los 550 escaños de la GAN, el AKP arrasó a los tres partidos del Gobierno y al DYP, que no alcanzaron el listón del 10% de los sufragios y se convirtieron en extraparlamentarios. El SP de Kutan no llegó al 3% y el recién fundado Partido de la Juventud (GP) del multimillonario populista Cem Uzan tampoco respondió a las expectativas y se quedó sin representación. Sólo el CHP de Deniz Baykal salió indemne del tremendo castigo del electorado a los partidos tradicionales laicos; más aún, duplicó sus votos y consiguió 178 actas. Dejando pequeña la victoria del RP en 1995, el AKP obtuvo una mayoría absoluta de 87 escaños y rozó la mayoría de dos tercios, requerida para aprobar reformas constitucionales por la vía rápida, un acaparamiento de poder legislativo que no se conocía desde los años de Menderes y el DP.

Como consecuencia de la restrictiva normativa electoral, el 46% de los electores que acudió a votar (el 78,9% del censo) se quedó sin representación en la Asamblea, una situación aberrante que el nuevo Gobierno, según indicó Erdogan, se iba a encargar de corregir. El 4 de noviembre un abatido Ecevit presentó la dimisión al presidente Ahmet Necdet Sezer, quien le pidió que continuara en funciones hasta que nombrara a su sucesor a partir de los candidatos nominados por el AKP.

Por de pronto, Erdogan se comportó y fue tratado como un verdadero primer ministro in péctore ante Sezer, Baykal y los gobiernos europeos, que, entre expectantes y moderadamente inquietos, salieron a felicitarle y aceptaron gustosos sus peticiones de ser recibido para explicarles su agenda política. Vestido con un traje de impecable corte occidental, Erdogan prodigó los mensajes tranquilizadores, insistió en que no escondía una "agenda islámica" y subrayó que el AKP estaba resuelto a proseguir las reformas económicas de mercado, elevar el nivel de vida de la castigada población, combatir la corrupción en todas sus formas y acelerar el tortuoso proceso de adhesión a la UE, que en diciembre iba a pasar por un nuevo y trascendental examen en el Consejo Europeo de Copenhague.

La cita de los 15 en la capital danesa se tornaba tanto más incierta para la certificación de la precandidatura turca y la obtención de una fecha del arranque de las negociaciones de adhesión porque justo en vísperas de las elecciones se suscitó en ámbitos del Partido Popular Europeo (PPE), a raíz de unas polémicas declaraciones de Valéry Giscard d’Estaing (presidente de la Convención que elaboraba propuestas de reformas de la futura UE), una corriente de opinión contraria al ingreso de Turquía. Los turcoescépticos aducían una serie de razones geográficas, demográficas, económicas e incluso religiosas. Los argumentos más comúnmente invocados eran el tamaño y a la vez la debilidad económica de Turquía, que le impedirían ser "digerida" por la Unión. Muchos temores se referían al aumento de la inmigración, a una invasión del mercado de trabajo por trabajadores turcos acostumbrados a bajas remuneraciones y a las diferencias culturales y religiosas.

Por lo demás, la vieja aspiración turca estaba inextricablemente ligada a una solución para el dividido Chipre (cuyo Gobierno internacionalmente reconocido, el grecochipriota de Nicosia, se hallaba desde 1998 en sus propias negociaciones de adhesión con la Comisión Europea, que había fijado la fecha del 1 de mayo de 2004 para la realización de aquella) y a la conclusión de un acuerdo entre la UE y la OTAN para la entrada en operatividad de un cuerpo militar europeo de gestión de crisis, sobre el que los gobiernos turco y griego tenían la última palabra. En relación con el primer asunto, Erdogan se apresuró a defender el plan de unificación de la isla mediterránea presentado por la ONU y basado en el principio del Estado bicomunal con una estructura federal, e instó al Gobierno turcochipriota, sólo reconocido por Ankara, a que lo aceptara.

Por otro lado, Erdogan se manifestó contrario a que Estados Unidos lanzara una guerra de agresión contra Irak para arrebatarle las atribuidas armas de destrucción masiva y de paso derrocar al régimen de Saddam Hussein. El dirigente alegaba razones humanitarias y el impacto negativo que la campaña bélica tendría en la economía turca, aunque el 8 de noviembre respaldó la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que conminaba a Bagdad a que aceptase las inspecciones de sus instalaciones sospechosas de albergar armas prohibidas desde la guerra del Golfo. El AKP declaró también que la cooperación militar con Israel, pieza fundamental de la política turca en la región, no iba a cuestionarse.

Todas estas puntualizaciones poselectorales las fueron emitiendo Erdogan y su personal a medida que recibían avisos de los guardianes de la aconfesionalidad del Estado sobre cuál era la línea que no debían rebasar: el 8 de noviembre el jefe del Estado Mayor de la Fuerzas Armadas, general Hilmi Özkök, declaró que la institución estaba "lista para proteger al Estado del fundamentalismo", y dos días después, en el sexagésimo cuarto aniversario de la muerte de Kemal Atatürk, el presidente Sezer recalcó que no habría relajamiento en la vigilancia y la lucha contra aquellos movimientos que intentaran "derribar la república democrática y secular".

El 16 de noviembre de 2002, tal como se esperaba, Sezer nombró primer ministro a Gül y dos días después el número dos del AKP recibía del presidente el visto bueno a su lista de Gobierno, que finalmente fue monocolor y no dio cabida a personalidades sospechosas de radicalismo. Aunque privado de cualquier función ejecutiva estatal, Erdogan se desenvolvió como el embajador volante del nuevo Gobierno turco. A partir del 13 de noviembre realizó una gira internacional de un mes de duración que le llevó a Roma, Atenas, Madrid, Berlín, Lisboa, Londres, Estrasburgo, Helsinki, Copenhague, París, Estocolmo y, finalmente, Nueva York y Washington, siendo recibido por los presidentes y primeros ministros de cada país, y por las autoridades de la UE y el secretario general de la ONU, Kofi Annan.

Las expectativas turcas en el Consejo Europeo de Copenhague, el 12 y el 13 de diciembre, coparon la agenda diplomática de Erdogan en su exhaustivo recorrido europeo, pero aquellas no iban a ser colmadas en absoluto. Entre la toma de posesión en Ankara y la cita en la capital danesa, Gül y su Gabinete aprobaron a toda prisa una serie de medidas destinadas a cumplimentar las exigencias pendientes de la UE sobre normativa interna y a despejar de trabas constitucionales la aspiración de Erdogan de un escaño en una elección parcial programada para el 9 de marzo de 2003, ganado el cual su conversión en primer ministro, previa dimisión de Gül, sería cosa hecha.

En el primer terreno, el 30 de noviembre el Gobierno levantó el estado de emergencia que pesaba sobre dos provincias del sudeste de mayoría kurda, Sirnak y Diyarbakir, desde 1987, tres años después del inicio de las hostilidades guerrilleras por el separatista Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, marxista-leninista), el cual, derrotado en el terreno militar, mantenía un cese unilateral de hostilidades desde 1999 y en abril de 2002 se había replegado a un frente que reivindicaba como civil, aunque el Estado turco seguía considerándolo una organización terrorista. Esta excepcionalidad legal en las provincias citadas había dado cobertura a la comisión de flagrantes violaciones de los derechos humanos por las fuerzas de seguridad.

Luego, el 13 de diciembre, la GAN aprobó con una aplastante mayoría de 440 votos la eliminación de la cláusula de la Carta Magna que prohibía a los acusados de delitos ser candidatos a cargos electivos, pero Sezer se apresuró a vetar la decisión legislativa con el argumento de que la Constitución no se podía poner al servicio de una persona. Ese mismo día, Erdogan y Gül asistieron al Consejo Europeo de Copenhague y allí conocieron, con gran decepción, la decisión de los líderes comunitarios: Bruselas iba a activar las negociaciones de adhesión en una fecha aún lejana, el 1 de julio de 2005, no decía nada sobre cuándo podrían terminar aquellas y supeditaba todo el proceso al cumplimiento de los requisitos políticos (calidad democrática, vigencia de los derechos humanos, respeto a las minorías) y económicos (economía competitiva de mercado) todavía pendientes.

Las reformas legales emprendidas por el Gobierno de Ecevit se habían quedado a medio camino y Bruselas exigía más avances en la adaptación a las normas europeas. Dado que esta situación se iba a evaluar en diciembre de 2004, ni siquiera la fecha de 2005 para el arranque de las negociaciones era inamovible. En definitiva, la realidad del ingreso en la UE de Turquía, país de 70 millones de habitantes, musulmán casi al ciento por ciento y con una renta per cápita muy alejada de la media europea, continuaba sumida en un horizonte nebuloso e incierto. Anticipándose a este resultado insatisfactorio y a modo de pataleta poco verosímil, Erdogan propuso al sorprendido presidente George Bush, en su recepción en la Casa Blanca el 10 de diciembre, la adhesión de Turquía al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, formado por Estados Unidos, México y Canadá), en el caso de que las negociaciones con la UE no llegaran a buen puerto.


4. Debut como primer ministro en 2003 y forcejeo con Estados Unidos por la guerra de Irak

El 27 de diciembre de 2002 la GAN volvió a votar a favor de enmendar la Constitución en el sentido favorable a Erdogan y lanzando así un desafío a Sezer, quien ya no podía ejercer el segundo veto, sino sólo recurrir al Tribunal Constitucional o convocar un referéndum, si era que insistía en bloquear al líder del AKP. El último día del año el presidente transigió y estampó su firma legal al texto. Todavía el 22 de enero, el Constitucional, tomando el relevo a Sezer en el pulso entre el Estado aconfesional y Erdogan, dictaminó que este último estaba inhabilitado para ser presidente del AKP, pero la decisión del alto tribunal no tuvo consecuencias.

El 9 de marzo de 2003, sin sorpresas esta vez, Erdogan ganó el acta de diputado en la elección parcial en la circunscripción de Siirt, plaza fuerte del AKP donde los resultados de la primera votación habían sido anulados por el Consejo Supremo Electoral el 3 de noviembre al constatar irregularidades. El 11 de marzo Gül tramitó la dimisión como primer ministro y el AKP presentó como candidato al puesto a Erdogan, quien fue nombrado por Sezer ese mismo día. El 14 de marzo Erdogan formó su Gabinete, del que fueron dados de baja tres ministros del equipo de Gül por haber expresado su oposición a los planes bélicos de Estados Unidos contra Irak. Gül quedó confirmado como la mano derecha de Erdogan, pasando a hacerse cargo del Ministerio de Exteriores y de la vicejefatura del Gobierno.

La conquista por Erdogan del más alto escalón en su esforzada carrera política se produjo en un momento de tensión excepcional en las relaciones turco-estadounidenses, cuando la invasión de Irak parecía inminente. En enero, Erdogan había vuelto a manifestar su desacuerdo con los planes militares de Washington de acabar con Saddam Hussein así como su preferencia de que fuera el Consejo de Seguridad de la ONU el que tomara las decisiones sobre el desarme de Irak. El Departamento de Defensa de Estados Unidos deseaba a toda costa que su aliado turco le otorgara plenas facilidades operativas, terrestres y aéreas, en las áreas fronterizas del sudeste para abrir el frente septentrional de la invasión en ciernes, que se desarrollaría en paralelo al avance del grueso de las fuerzas atacantes desde la frontera kuwaití y que tendría como objetivos prioritarios los pozos petrolíferos de Kirkuk y Mosul. Las presiones en ese sentido arreciaron sobre Ankara.

Desde el punto de vista político, la Administración Bush quería que Turquía, país musulmán, secular y democrático, se involucrara en la retaguardia de la campaña contra Irak como baza propagandística, en un contexto de grandes dificultades para convencer a importantes países aliados de la necesidad de integrarse en la coalición antiirakí. Lógicamente, Ankara temía que una emancipación soberana de los kurdos irakíes a rebufo de la caída de Saddam inflamara de ánimos independentistas a los kurdos de casa. Dicho sea de paso, desde el 20 de junio de 2002 y hasta el 10 de febrero del año en curso, Turquía había comandado en Kabul la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán (ISAF), desplegada en el país centroasiático tras el derrocamiento militar del régimen talibán a finales de 2001. Pero Washington no deseaba la presencia de tropas turcas en Irak, porque eso podría hacer estallar el polvorín kurdo y poner en grave peligro el conjunto de la operación bélica.

Haciendo encaje de bolillos entre los intereses estratégicos y económicos de Turquía, que no se resignaba a ser un mero "espectador" de lo que se ventilara en el vecino país y sobre todo en el Kurdistán irakí, y la salvaguardia del celo nacionalista de cara a una opinión pública y a unos votantes unánimemente opuestos a la guerra en ciernes, el Gobierno de Gül aceptó en principio que 20.000 soldados estadounidenses pudieran cruzar el territorio turco y emplear bases para invadir el Kurdistán irakí. Entonces, Erdogan modificó su postura y pasó a defender la cooperación militar con Estados Unidos, aduciendo que si bien, para ellos, el "primer interés ético y humanitario era la paz", la "prioridad política era únicamente Turquía", aunque insistió en que las acciones bélicas contra Irak debían contar con la cobertura legal de la ONU.

Su planteamiento realista era compartido, de hecho, por el conjunto de la élite política, militar y empresarial de país, que veía con resignación cómo el aliado americano les estaba involucrando en un conflicto que nadie deseaba: puesto que Estados Unidos iba a hacer la guerra de todas maneras, Turquía estaba obligada a minimizar los daños propios y, si era posible, a sacar ventajas estratégicas de un escenario post-Saddam. El 6 de febrero, por 308 votos contra 193, la GAN autorizó el acondicionamiento y modernización por militares de Estados Unidos de una serie de instalaciones en Turquía con vistas a la llegada del contingente ofensivo de aquel país, cuya fuerza quedó establecida en 62.000 soldados, 225 aviones y 65 helicópteros. Antes de someter a los parlamentarios esta espinosa cuestión, Erdogan y Gül se afanaron en arrancar de su impaciente aliado las máximas garantías políticas y remuneraciones económicas, recordándole de paso el funesto impacto que sobre la economía nacional habían tenido la guerra de 1991 para liberar Kuwait y el embargo petrolero a Irak.

El 10 de febrero Turquía activó el artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte, que obliga al Consejo Atlántico a iniciar un proceso de consultas sobre la prestación de protección militar al país solicitante si este cree, como era el caso, que su seguridad está amenazada. El revuelo internacional con Turquía en el candelero se agudizó cuando algunos aliados de la OTAN, con franceses y alemanes a la cabeza, plantearon un rechazo de varios días a la petición de Ankara, asumida como suya por Washington y Londres, de activar un plan de defensa del país en previsión de una agresión irakí, consistente en el despliegue de aviones-radar AWACS, sistemas antimisiles Patriot y unidades terrestres de guerra antinuclear, química y bacteriológica. Aquellos miembros de la Alianza alegaron que ese dispositivo militar, sin estar clara una amenaza inminente contra Turquía, daría a entender que la guerra era inevitable y que serían vanos todos los esfuerzos del Consejo de Seguridad de la ONU para resolver la crisis del desarme irakí en su seno, aguardando los informes de los inspectores que trabajaban sobre el terreno.

El durísimo regateo, que dio pie a un desabrimiento como no se recordaba en las relaciones entre Ankara y Washington, sobre el precio de la colaboración turca en la guerra se cerró el 25 de febrero. Erdogan y Gül consiguieron de los estadounidenses las garantías de que no iba a permitirse a los kurdos irakíes proclamar un Estado propio ni hacerse con el control del petróleo de Kirkuk, y de que Turquía iba a participar en la administración provisional del norte de Irak después de la guerra. La compensación económica se acercó más a las cantidades exigidas por los turcos que a las que en un principio eran las máximas aceptables para los estadounidenses. Al final, Ankara se embolsaría 30.000 millones de dólares, 16.000 en ayudas a fondo perdido y en créditos a bajo interés, y el resto en concepto de asistencia financiera del FMI. Semejante caudal de dinero caería sobre la economía turca como agua de mayo, ahora que lo peor había quedado atrás: 2002 cerró con un crecimiento positivo del PIB del 6,4% y la escalada del índice de precios levemente rebajada, al 45%.

El forcejeo parecía resuelto a gusto de todos, pero el 1 de marzo, contra todo pronóstico, muchos diputados del AKP se rebelaron contra la dirección del partido y de los 533 parlamentarios presentes, 264 votaron a favor del despliegue de las tropas norteamericanas, que aguardaban ya en buques de guerra fondeados frente a los puertos turcos, 250 votaron en contra y 19 se abstuvieron; por tres votos, no se alcanzó la mayoría de la mitad más uno, así que la propuesta quedó rechazada. El bofetón propinado a Erdogan y Gül por sus propios diputados tuvo también un efecto fulminante en la bolsa de Estambul, que sufrió fuertes pérdidas, a la par que la depreciación de la lira turca, como reflejo del temor a que se evaporaran las muy necesarias ayudas de Estados Unidos.

Erdogan se tomó el revés con calma y decidió aguardar hasta ser elegido primer ministro: cuando ganara el preceptivo voto de confianza de los diputados, sometería a la Asamblea la cuestión de nuevo. En el ínterin, el general Özkök transmitió la opinión del Ejército de que el Gobierno tenía razón en la urgente cooperación prebélica con Washington, que a su vez, exasperado por la parsimonia de Erdogan, redobló sus presiones sobre Ankara. Para complicar las cosas, Erdogan pasó a esgrimir una nueva exigencia a Estados Unidos, que su país pudiera desplegar hasta 40.000 soldados en el Kurdistán irakí con el argumento de que tenía el deber y el derecho de proteger a la exigua minoría turcómana irakí de eventuales persecuciones de los kurdos o de Saddam. Sin embargo, la advertencia de Bush fue tajante, con un tono de amenaza insólito entre aliados: si Turquía actuaba unilateralmente en el norte de Irak, podría encontrarse con la repulsión armada del Ejército estadounidense.

El Gobierno de Estados Unidos, impaciente por desatar una conflagración que parecía estar retrasándose sólo por las reluctancias turcas, zanjó que la nueva demanda de Erdogan era inaceptable y renunció a abrir el corredor terrestre de la invasión de Irak a través de Turquía. El 18 de marzo, coincidiendo con la publicación por el Departamento de Estado de la lista de los 30 gobiernos que respaldaban el ataque a Irak y entre los que figuraba el turco, el ya primer ministro acordó con la Administración Bush someter a la Asamblea, no el despliegue de los 62.000 soldados, sino el permiso de sobrevuelo a los aviones en misiones de combate, bien de bombardeo, bien de transporte de tropas. La autorización no incluía el aterrizaje o despegue desde los aeródromos turcos, inclusive la base de Incirlik, una facilidad importantísima de la OTAN, y ni siquiera para repostar, luego la cooperación turca en el esfuerzo bélico de Estados Unidos se redujo a un nivel de hecho inferior al prestado en la guerra del Golfo de 1991. Turquía iba a servir meramente de pasillo aéreo a su aliado y, en consecuencia, se había quedado sin 30.000 millones de dólares.

El 20 de marzo, escasas horas después de iniciarse la guerra, la GAN aprobó por amplia mayoría aquella propuesta y también que el Ejército turco pudiera penetrar en Irak para impedir el flujo de refugiados, proteger a los turcómanos y evitar que los kurdos tomaran los campos petrolíferos y proclamaran su independencia. Tres días después, Erdogan ganó la moción de confianza por 350 votos contra 162. En la fase final de la guerra, los días 10 y 11 de abril, una vez producida la toma de Bagdad, peshmergas kurdos con el apoyo de tropas estadounidenses entraron en Kirkuk y Mosul, pese a que Ankara había recibido seguridades de que no se permitiría a los kurdos irakíes apuntarse ese tanto militar y político.

La cohorte de saqueos y violencias interétnicas a que aquellas conquistas dieron lugar desagradó y alarmó profundamente a Erdogan, que fue parcialmente aquietado por Estados Unidos con la pronta sustitución de los milicianos kurdos por sus tropas de ocupación y la custodia de los pozos petroleros. Además de los 2.000 soldados dispersados en el extremo norte de Irak para impedir infiltraciones de guerrilleros kurdos, Turquía fue autorizada a acantonar observadores militares en Kirkuk. En noviembre de 2003 el Gobierno turco se vio obligado a suspender un plan, aprobado por la GAN el mes anterior, de desplegar 10.000 soldados en el área central sunní ante el furibundo rechazo del Consejo de Gobierno provisional irakí. Ello motivó una airada protesta de Ankara por la "ineptitud" de Washington en el manejo de una solicitud de tropas de la que los propios irakíes, sus teóricos sometidos, no querían ni oír hablar.


5. El arduo envite europeo: los criterios de Copenhague y la cuestión chipriota

Erdogan se empleó a fondo para que Turquía cumpliese a tiempo los criterios de Copenhague y pudiese emprender en 2005 las negociaciones formales de adhesión a la UE. Aparcando provisionalmente la agenda reformista no vinculada al programa de adaptación europea y absteniéndose, al menos por el momento, de tomar medidas de alcance religioso susceptibles de interpretarse como el arranque de un proceso de islamización de la sociedad, el primer ministro impulsó un paquete de revisiones legales que la GAN fue aprobando a buen ritmo hasta mediados de 2004.

Así, los diputados sacaron adelante la autorización del uso de otras lenguas aparte del turco en los medios de comunicación y la abolición de la pena de muerte en toda circunstancia, lo que permitió a Turquía firmar el protocolo específico de la Convención Europea de Derechos Humanos. El máximo castigo contemplado por el Código Penal en tiempos de paz o de guerra pasó a ser la cadena perpetua. Otras medidas aprobadas por la Asamblea fueron: mayores garantías para las libertades de pensamiento, expresión y organización; el reconocimiento de la supremacía en materia de libertades del derecho internacional y en particular el emanado del Tribunal Europeo de Derechos Humanos; la limitación de las definiciones de terrorismo; la retirada de la jurisdicción de los tribunales militares sobre los ciudadanos civiles; y, muy importante, la desmilitarización parcial del Consejo Nacional de Seguridad y la reducción de su ascendiente sobre las decisiones políticas del Ejecutivo, al serle retirada la prerrogativa de dictarle "recomendaciones prioritarias". Chocando en apariencia con esta dinámica reformista, en marzo de 2003 el Tribunal Constitucional ilegalizó al HADEP acusándole de actividades subversivas prokurdas.

Pese al tren de las reformas, Erdogan vio con disgusto cómo la Comisión Europea aumentaba el celo de sus exigencias de modificaciones legales y constitucionales para la asimilación del acervo comunitario, y cómo adquiría consistencia el sentimiento turcoescéptico en el Consejo de la Unión y en el Parlamento Europeo. Este estado de opinión tenía sus principales valedores en el seno del PPE, en particular los democristianos alemanes, los popularcristianos austríacos y los neogaullistas franceses, que se hacían eco de las reticencias de sus respectivas opiniones públicas. Paradójicamente, al PPE estaba vinculado el AKP, en calidad de observador. Más aún, en las capitales comunitarias se barajaba la opción para Turquía, alternativa a la membresía de pleno derecho y llena de imprecisión, de la "asociación privilegiada". Finalmente, se interponía el expediente de la República de Chipre, a la que Ankara tendría que reconocer antes o después por no ser concebible el ingreso de un país en una organización a uno de cuyos estados miembros le escamotea las relaciones diplomáticas.

El AKP abrazó una estrategia innovadora sobre el inveterado litigio chipriota: respaldó plenamente el plan de reunificación de la isla presentado por la ONU y basado en el principio del Estado bicomunal con una estructura federal laxa, hizo causa común con el Gobierno de la autoproclamada República Turca de Chipre del Norte (RTCN, sólo reconocida por Ankara y encabezado desde enero de 2004 por el socialdemócrata Mehmet Ali Talat) en este punto, e intentó doblegar, aunque sin éxito, al presidente turcochipriota, Rauf Denktash, que no quería saber de otra cosa que no fuera la confederación de dos estados soberanos mutuamente reconocidos. Atrás quedaba la retórica nacionalista del Gobierno de Ecevit, que había llegado a amenazar con anexionarse la RTCN si el ingreso de la República de Chipre en la UE se producía antes de un arreglo intercomunal. La nueva actitud turca se la comunicó personalmente Erdogan a Kofi Annan en su encuentro en el Foro de Davos en enero de 2004.

Sin embargo, en el referéndum del 24 de abril de 2004 el 75,8% del electorado grecochipriota se pronunció en contra del plan de la ONU, arruinando las expectativas de la ampliación de la UE a un Chipre unificado; en consecuencia, el 1 de mayo entró en la UE sólo la República grecochipriota. Erdogan y Gül lamentaron el fracaso del proyecto de Estado bicomunal, pero se felicitaron por el sí rotundo (el 64,9%) emitido por los turcochipriotas. En el conjunto de la isla, el no se impuso con el 66,7%. Los gobernantes turcos instaron a la ONU a levantar la cuarentena diplomática a la RTCN y subrayaron que ya no había necesidad de retirar a los 35.000 soldados propios presentes en el norte de la isla desde la invasión de 1974. Aunque Ankara podía alardear de haber hecho bien sus deberes y endilgar toda la responsabilidad al Gobierno grecochipriota, el fiasco del referéndum en la isla mediterránea era una mala noticia para sus aspiraciones europeístas.

El 6 de octubre de 2004, tras verse el AKP y el CHP obligados a dar marcha atrás en su proyecto de tipificar el adulterio como delito punible con prisión, una medida que para Bruselas era extemporánea en el marco de la reforma radical del Código Penal de 1926 para armonizarlo con los valores europeos (aprobado por la Asamblea el 26 de septiembre, el nuevo Código castigaba severamente la tortura, los mal llamados crímenes de honor y las categorías de crímenes contra la humanidad), la Comisión Europea recomendó al Consejo que abriera las discusiones formales del ingreso en 2005.

2005 era, ya sin duda, el año en que se abrirían los diversos capítulos de la negociación de la adhesión. Pero la Comisión, ratificando su tono exigente, reclamó la aceleración de las reformas políticas y además fijó un ramillete de cláusulas de "suspensión" (en materias de democracia y derechos humanos, con las metas de erradicar la tortura y las detenciones arbitrarias, y de terminar con la discriminación de las mujeres) y "salvaguardia" (afectando en este caso a la libre circulación de personas), períodos transitorios y restricciones a aplicar en cualquier momento, incluso después de la entrada en la Unión, todo lo cual auguraba una "larga y compleja negociación".La imposición a Turquía de medidas especiales de prevención y vigilancia cuyo incumplimiento podría frustrar las negociaciones para la entrada en la UE fue recibida con suave crítica por Erdogan, quien, ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en Estrasburgo, afirmó que con su país la UE debía proceder con "equidad" y negociar con "los mismos criterios y métodos" que se habían aplicado en la ampliación de la UE hasta los 25 miembros y que se estaban empleando ahora mismo con respecto a Bulgaria y Rumanía.

Luego, el primer ministro abrió discusiones con los responsables comunitarios para flexibilizar en lo posible sus fuertes exigencias. Ankara se enrocó en la negativa a reconocer oficialmente a la República de Chipre, miembro de la UE desde mayo, a menos que se aplicara el plan de reunificación de la ONU, pero accedió a extender a los grecochipriotas (y a los restantes nuevos países miembros) el Protocolo de Unión Aduanera vigente con la UE de 15 estados en virtud del Acuerdo de Asociación de 1963, medida que, a su entender, no implicaba el reconocimiento. El 17 de diciembre de 2004 el Consejo Europeo de Bruselas, siguiendo la recomendación de la Comisión y al cabo de un intenso cabildeo personal de Erdogan con los líderes europeos, invitó a los turcos a emprender las negociaciones formales el 3 de octubre de 2005. Erdogan encontró en Ankara un recibimiento triunfal de sus seguidores, pero hasta que las negociaciones arrancaron diez meses después en la fecha convenida, con el ministro de Economía Ali Babacan al frente de la delegación nacional, varios escollos salieron al camino.

Primero, se produjo el doble no franco-holandés en los referendos nacionales de ratificación del Tratado de la Constitución Europea, cuya Acta Final Erdogan había firmado en Roma el 29 de octubre en calidad de observador; esto frenó en seco la reforma institucional, imprescindible para hacer manejable una Unión de una treintena de miembros. Luego, el Parlamento Europeo, a instancias del PPE, aprobó una resolución que exigía el reconocimiento por Ankara del genocidio armenio (millón y medio de víctimas) de 1915-1917 y del Gobierno griego de Nicosia "en una fase temprana de la negociación".

Y a última hora, el marco negociador sufrió sendos amagos de veto por parte de Austria, que resucitó la figura de la asociación privilegiada como meta de las negociaciones, y de la República de Chipre, que exigía ser reconocida de antemano. Superada la fecha crítica del 3 de octubre de 2005, Erdogan avisó a la GAN que comenzaba una "gran batalla para poder aplicar completamente las reformas emprendidas por exigencia de la UE". A lo largo de 2006, las tensiones con Bruselas continuaron por la demora de los turcos, que exigían medidas recíprocas para la RTCN en la aplicación de los compromisos firmados el 29 de julio del año anterior sobre la apertura de sus puertos y aeropuertos al transporte grecochipriota y de los otros nueve estados ingresados en 2004, y por la aprobación por la Asamblea Nacional francesa de una ley que penalizaba la negación del genocidio armenio. Esto último encendió las iras del Gobierno del AKP, que respondió suspendiendo la colaboración militar con Francia, aliado de la OTAN.

El 11 de diciembre de 2006 el Consejo de la UE, luego de emitir sendos informes de progreso con acentos críticos el Parlamento y la Comisión, decidió seguir las recomendaciones de esta última y suspendió ocho de los 35 capítulos de la negociación por la terca negativa de Ankara a poner en práctica con Chipre el Protocolo de Unión Aduanera. Las renqueantes negociaciones de adhesión fueron avanzando a un paso muy lento, tanto que amagaron con estancarse. A mediados de 2009 sólo estaban abiertos 10 capítulos y únicamente uno, el de Ciencia e Investigación, ya estaba cerrado. Peor para Turquía, el eje franco-alemán formado por la canciller Angela Merkel y el presidente Nicolas Sarkozy volvió a enfriar las perspectivas de una adhesión plena a medio-largo plazo y a poner sobre la mesa la fórmula, tan irritante para Erdogan, del "acuerdo de asociación privilegiada". El mandatario galo en particular expresó sin ambages su rechazo a la incorporación turca.

En febrero de 2010 Erdogan, malhumorado, recordó que el objetivo de Turquía era "la integración como miembro de pleno derecho" de la UE. La entrada en la organización era, a su juicio, una "obligación" para los Veintisiete, teniendo en cuenta que el país llevaba nada menos que 50 años esperando "a las puertas". Sin mencionar nombres, el gobernante criticó que "varios líderes europeos" estuvieran "inventando nuevos criterios y condiciones en el proceso de adhesión turco. "Se están cambiando las reglas de juego con el partido empezado", se quejaba Erdogan, que consideraba que su país estaba "progresando con determinación y cumpliendo con las reformas" exigidas, mientras que "la velocidad de la negociación" estaba "lejos de las expectativas" de Ankara.


6. La Alianza de Civilizaciones, los zarpazos del terrorismo y el tratamiento expeditivo del conflicto kurdo

El gobernante turco avanzó su visión integradora de las relaciones internacionales en la quinta edición del Foro Euromediterráneo de Formentor, organizado anualmente por la Fundación de la empresa petrolera privada española Repsol-YPF, en octubre de 2003. En la localidad balear, Erdogan, haciendo suya una expresión ya esgrimida por sus predecesores en el cargo, reclamó a la UE que no se comportara como un "club cristiano", pero él fue más allá, al lamentar que se estuviera "intentando dividir al Mediterráneo en un club cristiano y un club musulmán", ya que tras los atentados del 11-S "hemos llegado a creer que el choque de civilizaciones es una realidad".

Erdogan hacía una crítica ecuménica del término popularizado por el politólogo Samuel Huntington. En lugar de "choque de civilizaciones", con su pesimista visión de los desencuentros geopolíticos, religiosos y culturales entre grandes bloques de países condenados a no entenderse, él propugnaba un "diálogo de civilizaciones". Un enfoque virtualmente idéntico lo tenía el nuevo presidente del Gobierno español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, quien en septiembre de 2004, tras retirar unilateralmente a las tropas españolas de Irak, propuso en la Asamblea General de la ONU una Alianza de Civilizaciones entre los mundos occidental y árabe-musulmán, a fin de evitar que, tras la caída del muro de Berlín, "el odio y la incomprensión levanten otro".

El concepto recibió el respaldo de Kofi Annan y la adhesión entusiasta de Erdogan, quien en junio de 2005 se convirtió en copatrocinador del mismo y, al alimón con Zapatero, invitó formalmente al secretario general a que lanzara en el seno de la ONU un proyecto que permitiría crear entre los distintos pueblos y naciones del planeta "un clima de tolerancia, entendimiento, comprensión y diálogo en un contexto de democracia y respeto de los derechos humanos". El 15 de julio Annan realizó el anuncio en tal sentido y en septiembre designó un Grupo de Alto Nivel integrado por una veintena de personalidades con el encargo de desarrollar la Alianza. La primera reunión del GAN tuvo lugar en Palma de Mallorca a finales de noviembre de 2005, en paralelo a la Cumbre Euromediterránea celebrada en Barcelona.

La Alianza de Civilizaciones fue bienvenida por las instituciones y gobiernos de la UE, y suscitó el interés en mayor o menor grado de casi todos los países con mayoría de población musulmana. En Estados Unidos, la Administración Bush, enfrascada en la guerra global contra el terrorismo, osciló entre la aprobación cortés y el escepticismo. Aunque casi nadie ponía en duda el impulso bienintencionado de sus promotores, el proyecto de Zapatero y Erdogan no se libró de las críticas por parte de sectores políticos y académicos occidentales de pensamiento conservador, los cuales veían en él unos objetivos quiméricos y un talante apaciguador que no serviría para frenar el yihadismo y el terrorismo de las organizaciones islamistas extremistas; antes al contrario, advertían, la Alianza podría envalentonarlas