Ahmet Davutoglu

El ministro de Exteriores de Turquía desde 2009, Ahmet Davutoglu, es el artífice de la doctrina que rige la nueva orientación de la política exterior turca desde la llegada al Gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista liberal-conservador) y su líder, Recep Tayyip Erdogan, en 2003. Estudioso comparativo de la teorías políticas de Occidente y el Islam, este influyente intelectual acuñó el concepto de la "profundidad estratégica" de Turquía, que la impelería a incorporar a sus prioridades diplomáticas las relaciones de cooperación y buena vecindad con los países árabes y musulmanes de Oriente Próximo y Asia Central, así como los Balcanes y el Cáucaso Sur. El desencanto con la UE y el vacío de liderazgo regional –patente entre los musulmanes sunníes, con el eclipse de Egipto- alientan el protagonismo de Ankara, que incluye mudanzas controvertidas, inquietantes para el aliado estadounidense, como el acercamiento a Irán, el diálogo con el Hamás palestino y la revisión airada de los tratos con Israel. Un cambio de paradigma, calificado frecuentemente de neo-otomano, que según Davutoglu no conlleva un cuestionamiento de la identidad occidental y europea de este país encrucijada.

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 30/5/2010. Ahmet Davutoglu cesó como ministro de Exteriores de Turquía el 28/8/2014 al ser nombrado primer ministro por Erdogan, en el momento de dejar este la jefatura del Gobierno y convertirse en presidente de la República. Igualmente, Davutoglu sucedió a Erdogan como líder nominal del AKP. El 24/5/2016 Davutoglu fue sucedido como primer ministro por Binali Yildirim, quien recibió de él también la presidencia del AKP. En 12/2019 se separó del AKP y fundó su propia agrupación política, el Partido del Futuro (GP). Para más información, puede consultarse el perfil de Ahmet Davutoglu en el documento especial sobre las Elecciones legislativas de Turquía de 2015).

1. Un estudioso del potencial internacional de la Turquía contemporánea
2. Entrada en el Gobierno del AKP y consejero de Erdogan
3. Ministro de Exteriores y arquitecto de la diplomacia neo-otomana


1. Un estudioso del potencial internacional de la Turquía contemporánea

Hijo de un comerciante, tras completar las clases en 1977 en la Escuela de Secundaria de Estambul (IEL), renombrado centro público que impartía la docencia en los idiomas turco y alemán, ingresó en la Universidad del Bósforo (Bogaziçi), por cuya Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas obtuvo la doble licenciatura de Ciencias Políticas y Economía en 1983. Hasta el final de la década, amplió su currículum académico con una maestría realizada en el Departamento de Administración Pública y el doctorado obtenido en el Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales.

En 1990 se estableció en Malasia, contratado por la Universidad Internacional Islámica (IIUM), donde en los tres años siguientes dio clases como profesor asociado y dirigió el Departamento de Ciencia Política. De vuelta a Turquía, en 1995 comenzó a trabajar en la estambulita Universidad Beykent, casa de estudios privada enteramente anglófona, donde se puso al frente del Departamento de Relaciones Internacionales. De manera simultánea y hasta 1999, impartió su especialidad como profesor visitante en la cercana Universidad de Mármara, concretamente en el Departamento de Ciencia Política, el Instituto de Estudios de Oriente Medio (OAE) y el Instituto de Banca y Seguros (BSE). Su extensión docente alcanzó asimismo a la Academia Militar de Turquía. En el ámbito privado, contrajo matrimonio con una universitaria formada en Medicina, Sare, con la que tuvo cuatro hijos.

Personalidad influyente en los círculos académicos, gubernamentales y militares, el profesor publicó una consultada obra de referencia donde diseccionaba los fundamentos de la política exterior turca y abordaba la coexistencia problemática entre las teorías políticas de los mundos occidental y musulmán en el ámbito de expresión de las relaciones internacionales; a su entender, los conflictos entre una y otra visión teóricas obedecían más a los particulares trasfondos filosóficos y metodológicos que a diferencias puramente políticas originadas en situaciones históricas concretas. Ensayos suyos son Alternative Paradigms: The Impact of Islamic and Western Weltanschauungs on Political Theory (1993), Civilizational Transformation and the Muslim World (1994), Stratejik derinlik: Türkiye'nin uluslararası konumu (Profundidad estratégica: la posición internacional de Turquía, 2001); y Küresel Bunalım (La crisis global, 2002). Como articulista en obras colectivas, escribió Rewriting Contemporary Muslim Politics: A Twentieth Century Periodization (1999) y Philosophical and Institutional Dimensions of Secularisation: A Comparative Analysis (2000), entre otros análisis breves.

A través de sus escritos, Davutoglu adquirió reconocimiento fuera y dentro de su país como un agudo investigador de las raíces sociopolíticas de la moderna República turca y un conocedor experto de sus dos paradigmas de civilización tradicionales, el occidental y el islámico, comparados por él con profundidad filosófica. Intelectual firmemente adherido al Islam dentro de un universo académico secularizado, Davutoglu articuló su concepto de una Turquía que, en lugar de acomodarse en las "periferias" de Europa, Oriente Próximo y Asia, estaba obligada a adquirir una posición "central" como nexo de esos espacios geopolíticos y a ejercer una influencia determinante en los acontecimientos regionales.

Así, Turquía debía explotar las bazas de su especial posición geográfica y su esfera de vínculos históricos y culturales para extender su influjo estatal al Próximo Oriente árabe, Asia Central, los Balcanes y el sur del Cáucaso. El politólogo reclamaba la atención sobre un hecho singular habitualmente pasado por alto: que "Turquía es un país equidistante con todos los centros de civilización que han ejercido una influencia profunda y han modelado la historia humana", a saber, Egipto, Mesopotamia, Grecia, el Mediterráneo Oriental –inclusive la península de Anatolia- y Persia. Gracias a los más de 600 años de "interacciones" del Imperio Otomano en Oriente y Occidente, su sucesora, la República de Turquía, poseía una indudable "profundidad histórica", de la que se derivaba necesariamente la "profundidad estratégica."

Esta era la noción clave, expuesta en el propio título, de su obra de más impacto. Stratejik derinlik fue publicada durante el Gobierno del veterano Bülent Ecevit, un socialdemócrata comprometido con el principio kemalista del laicismo del Estado y con la adscripción occidental del país, para el que intentó conseguir, sin éxito, el arranque de las negociaciones del ingreso en la Unión Europea, solicitado por primera vez en 1987.


2. Entrada en el Gobierno del AKP y consejero de Erdogan

Los planteamientos de Davutoglu captaron en particular la atención del opositor Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), pujante fuerza del islamismo moderado que elaboró un programa electoral de síntesis democrática entre la identidad musulmana nacional, el republicanismo aconfesional, la defensa de los Derechos Humanos y la aspiración europeísta, con su cohorte de reformas internas.

Tras la atronadora victoria del AKP en los comicios de noviembre de 2002, el nuevo primer ministro, Abdullah Gül, sustituto transitorio del líder del partido y antiguo alcalde de Estambul, Recep Tayyip Erdogan, sobre el que pesaba una interdicción judicial, reclutó a Davutoglu, quien dominaba los idiomas inglés, alemán y árabe, para el servicio de Estado, nombrándole su asesor principal. Poco después, de común acuerdo con el presidente de la República, Ahmet Necdet Sezer, el políglota académico fue designado embajador extraordinario, misión diplomática sin destino fijo que inició oficialmente el 18 de enero de 2003, dos meses antes de asumir Erdogan las riendas del Gobierno y de pasar Gül al Ministerio de Exteriores. Como principal consejero de Erdogan en asuntos extranjeros, embajador volante e interlocutor especial con los gobiernos europeos, árabes, musulmanes así como el estadounidense -en una época muy complicada para las relaciones con la superpotencia por las repercusiones kurdas de la invasión de Irak y el derrocamiento del régimen baazista-, Davutoglu pudo sumar la práctica internacional al más alto nivel a su cualificación teórica, llegando a convertirse en la eminencia gris de la política exterior turca.

Erdogan y Gül, sin cuestionar la filiación occidental de Turquía, se propusieron inaugurar una política regional más activa, enfocada a Oriente Próximo y paralela a empresas como la adhesión a la UE, la aportación constructiva a la resolución del conflicto chipriota y la Alianza de Civilizaciones. Davutoglu, en su doble rol de inspirador intelectual y emisario técnico, fue un laborioso hacedor de la apertura árabe-musulmana del primer ministro, para el que muñó éxitos diplomáticos como la elección de Ekmeleddin Ihsanoglu como el primer turco en ostentar la Secretaría General de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) y la superación plena de las históricas desavenencias con Siria, avanzando por un camino ya desbrozado por el ministro de Exteriores con Ecevit, Ismail Cem. Hasta 2010, Davutoglu iba a visitar el vecino país árabe la friolera de 39 veces y a firmar con su Gobierno una cincuentena de acuerdos.

En directa relación con el fluido entendimiento sirio-turco, afloró el interés de Ankara por ejercer un rol constructivo en el conflicto de Palestina, un tema sensible para la nueva mayoría electoral de Turquía, tras constatar el peso decreciente de la diplomacia egipcia y el alcance limitado, pese a su nuevo dinamismo, de la diplomacia saudí. Además, Turquía estaba insatisfecha con la incapacidad del Cuarteto –Estados Unidos, UE, Rusia y ONU- para doblegar la intransigencia de Israel, a la sazón un socio privilegiado y con un valor estratégico por el volumen de los intercambios de la cooperación militar, y conseguir que negociara una paz territorial con los palestinos según la solución de los dos estados.

Más aún, el Gobierno turco, para alarma de Israel, al que no se vaciló en recriminar duramente su táctica de los asesinatos selectivos de los cabecillas palestinos extremistas y su asedio bélico contra la franja de Gaza, abrió un canal de diálogo oficial con el movimiento islamista radical Hamás, luego de su victoria en las elecciones legislativas palestinas de enero de 2006 sobre el partido Fatah del presidente Mahmoud Abbas. El embajador extraordinario volvió a ser instrumental en este osado envite, el cual no solo irritaba a Israel, que seguía siendo un socio militar y comercial de primer orden, sino que iba a contracorriente del boicot de Estados Unidos y la UE al nuevo Gobierno de Hamás, al que exigían la renuncia del terrorismo y el reconocimiento del Estado israelí.

Las credenciales propalestinas y, en opinión de medios oficiales israelíes y conservadores de Estados Unidos y la UE, abiertamente favorable a Hamás de Davutoglu se forjaron a lo largo de 2006 con la inesperada recepción en Ankara, en febrero, del principal dirigente de Hamás exiliado en Siria, Jaled Mashaal, y la devolución de la visita por el interlocutor turco a Damasco en julio. Este trato deferente levantó fuertes suspicacias en los sectores seculares de casa, más cuando Erdogan se aprestaba a librar con los estamentos kemalistas tradicionales, la judicatura y las Fuerzas Armadas, un acerado pulso por la autoridad y el poder en las instituciones republicanas. Un año después, sin embargo, los buenos oficios turcos no alcanzaron a frenar la breve pero virulenta guerra civil interpalestina, que, fracasado el Gobierno de unidad, se saldó con la fractura de la autonomía en los gobiernos rivales de Hamás en Gaza y de Fatah y la OLP en Cisjordania.

Confirmado en sus funciones por el segundo Gobierno Erdogan, formado en agosto de 2007, Davutoglu prosiguió con su labor diplomática, coordinándose con el Ministerio de Exteriores que pasó a dirigir Ali Babacan, el jefe de las negociaciones con Bruselas; Babacan relevó a Gül, quien fue elegido presidente de la República. A finales de febrero y a principios de mayo de 2008 el embajador realizó a Irak dos desplazamientos que allanaron el camino para las visitas del presidente irakí –y líder kurdo- Jalal Talabani a Ankara en el mes de marzo y de Erdogan –en el primer viaje de un jefe de Gobierno turco en 18 años- a Bagdad en julio, encarrilando de nuevo las relaciones turco-irakíes tras la tensión que rodeó las incursiones transfronterizas, en octubre de 2007 y de nuevo y a mayor escala en febrero de 2008, del Ejército turco para destruir las bases del rebelde Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en el Kurdistán irakí.

Sin embargo, la dramática situación que se vivía en Palestina pasó a reclamar la atención prioritaria de Davutoglu, Babacan y Erdogan. La diplomacia turca, que no había tenido éxito en detener las luchas fratricidas de los palestinos, encajó con profundo disgusto la brutal guerra que entre diciembre y enero de 2009 arrasó Gaza y mató a 1.400 palestinos. La Operación Plomo Fundido, lanzada por Israel en un intento de acabar de una vez con todas con la capacidad de Hamás de atacarle con cohetes Qassam, echó por tierra un lustro de pacientes esfuerzos de Ankara por aproximar a Israel y Siria para que emprendieran conversaciones directas.

Mientras Erdogan polemizaba incidentalmente en Davos con el presidente israelí Shimon Peres, Davutoglu denunciaba el "desastre humanitario" a que hacía frente Gaza. El embajador aseguró entonces que su país había tenido un papel decisivo en la terminación de los combates, más que Francia, al convencer a Hamás de la necesidad de declarar una tregua unilateral para hacer viables la tregua unilateral de Israel y la retirada de sus tropas terrestres.


3. Ministro de Exteriores y arquitecto de la diplomacia neo-otomana

El 1 de mayo de 2009 Erdogan realizó una remodelación gubernamental que, considerando el difícil momento de las relaciones con Israel, pero también el renqueante curso de las negociaciones con la UE, causa de visible desencanto en Turquía porque las mismas no garantizaban el ingreso, no pareció casual. El euro-optimista Babacan fue devuelto a su anterior área, la gestión de la Economía, con el rango de viceprimer ministro, y su cartera pasó a manos del euro-realista Davutoglu, quien además se refería a los palestinos como "nuestros hermanos". De inmediato, el flamante canciller se embarcó en un vasto periplo internacional, visitando hasta finales de año todas las capitales donde se ventilaban los intereses turcos, en la Unión Europea, los Balcanes (incluidas Croacia, Serbia y Bosnia-Herzegovina), el Mediterráneo Oriental, el Cáucaso, Oriente Medio y Asia Central, amén de Estados Unidos, Rusia e India.

Pronunciamientos a destacar fueron los realizados en la República Turca de Chipre del Norte (RTCN, solo reconocida por Ankara), donde alentó el buen desarrollo de las conversaciones panchipriotas con vistas a una solución política para reunificar la isla según el principio del Estado federal bizonal; en Bruselas, donde se refirió a las tortuosas negociaciones con la UE como "una carretera de una sola dirección sin vuelta atrás"; y en Azerbaidzhán, país eminentemente turcófono con el que había unas estrechísimas relaciones de cooperación y hermandad, para el que exigió la devolución por la autoproclamada República de Nagorno-Karabaj y su protectora, Armenia, de los territorios azeríes ocupados desde la terminación de la guerra en 1994.

No obstante este llamamiento, Turquía estaba lista para pasar con los armenios página a un siglo de mutua malquerencia, prolongada por el recuerdo imborrable de las matanzas y deportaciones con dimensiones de genocidio –no reconocido como tal por la República turca- de los segundos a manos del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial. Una diplomacia multilateral que incluyó consultas con Azerbaidzhán y Rusia desembocó en el acuerdo para la normalización de las relaciones diplomáticas y la reapertura de la frontera común adoptado por Davutoglu y su homólogo armenio, Edward Nalbandian, el 10 de octubre de 2009 en Zúrich.

Los protocolos de Zúrich, firmados en la ciudad suiza bajo la atenta mirada de los responsables diplomáticos de las grandes potencias, preveían también la creación de una comisión mixta de historiadores para examinar de manera "imparcial" la "dimensión histórica" de las relaciones entre Turquía y Armenia, a saber, los sangrientos sucesos de 1915-1918, ya que los dos países seguían discrepando radicalmente sobre el número de víctimas y sobre la denominación que había que dar a los mismos. Por lo demás, el Gobierno de Ankara seguía interesado en contribuir, con una diplomacia discreta, a la remoción de tensiones entre las facciones palestinas, entre los partidos libaneses, entre los sunníes y los shiíes de Irak, entre los gobiernos de Afganistán y Pakistán a causa de la guerra antitalibán y entre Rusia y Georgia por Osetia del Sur.

Cuando asumió el Ministerio, Davutoglu fue rápido en sugerir que la política exterior turca estaba abrazando un nuevo paradigma. La política anterior, demasiado contenida y abstinente, iba a ser actualizada y reforzada para promover la "máxima cooperación" con todos los países que suscitaban interés. El ministro se refería constantemente a Chipre, los Balcanes, Irak, Siria, Palestina y el resto de Oriente Próximo, el norte de África, el Cáucaso Sur, Irán, Afganistán y Pakistán, un vasto abanico de territorios que en buena parte pertenecieron una vez al Imperio Otomano y que salvo las excepciones europeas eran de mayoría musulmana. "Nuestra política exterior ya no solo se concentra en un único asunto, sino que es de amplio alcance", explicó a las claras el ministgro para subrayar el carácter multidireccional de la nueva diplomacia turca, y advertir, implícitamente de paso, que Turquía no permanecería obsesivamente pendiente de lo que la UE decidiera por ella. La nueva consigna era "cero problemas con los vecinos".

El epíteto "neo-otomano" (yeni osmanli) para valorar la reformulación, con visos de viraje histórico, de la política exterior de la Turquía de Erdogan venían empleándolo desde hacía un tiempo periodistas y comentaristas políticos de casa y el extranjero, pero también el principal partido de la oposición, el Republicano del Pueblo (CHP, socialdemócrata y secular) y formaciones menores de la izquierda, en su caso con un énfasis denigratorio. Para los detractores de Erdogan y sus colaboradores, había poderosos indicios de que el AKP, un partido confesional y conservador que estaba batallando a favor del uso del pañuelo femenino en las universidades, acariciaba una "agenda oculta" para islamizar el Estado y la sociedad, liquidando por tanto las esencias republicanas salidas de la Revolución kemalista de 1919-1923.

El neo-otomanismo se asociaba a Davutoglu, por su paternidad de la noción de la "profundidad estratégica" heredada del Imperio Otomano y porque, a fuerza de comentarlo en sus estudios, parecía simpatizar con este período histórico de Turquía. Así, en 2005 el antiguo académico había contribuido con el artículo Medeniyetler arasi Etkilesim ve Osmanli Sentezi (El diálogo entre civilizaciones y la síntesis otomana) a la obra colectiva Osmanli Medeniyeti: Siyaset, Iktisat, Sanat (La civilización otomana: política, economía y arte). Ahora bien, como responsable gubernamental, Davutoglu prefirió guardar las distancias de una expresión que suscitaba evocaciones muy polémicas.

Sin embargo, en noviembre de 2009 el diario Yeni Safak, cercano al Gobierno, publicó que en una reciente reunión del AKP el ministro había asumido de manera expresa la denominación que le endilgaban, con estas palabras: "Tenemos una herencia de los otomanos. Nos llaman neo-otomanos. Y sí, somos neo-otomanos". En este cónclave partidista, aseguró Yeni Safak, Davutoglu se dedicó sobre todo a pinchar al presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, refractario al ingreso pleno de Turquía en la UE (y que había ofrecido la alternativa, descartada de plano por Ankara, de una pertenencia a una Unión Mediterránea, idea que Sarkozy hubo de descartar en favor de la Unión por el Mediterráneo, más en consonancia con los vigentes Proceso de Barcelona y Partenariado Euromediterráneo), al que prometió que contemplaría "la embajada turca y la bandera turca" allá donde fuera en el norte de África, ahora mismo un área de gran interés comercial para Turquía.

Al punto, la prensa doméstica se hizo eco del mentís del ministro. Desde Libia, Davutoglu negó enfáticamente haber empleado, entonces o en cualquier otra ocasión, el término neo-otomano "en el sentido" que los medios tenían en mente, y menos aún haber descrito como tal su visión de la relaciones exteriores de Turquía y a sí mismo. En diciembre, entrevistado por el diario Sabah, explicó que el Gobierno no hacía suyo el neo-otomanismo, concepto que era usado en su contra "por malentendidos o con mala fe". En particular, le parecía inaceptable que se arguyera que Turquía, como si ambicionara un nuevo orden imperial, pretendiera establecer su "hegemonía" en las áreas antaño regidas por la Sublime Puerta. Si algo buscaba Turquía para la región era un "orden", entendido como "paz permanente"; en tal caso, sí cabía tomar como referencia la "Pax Otomana".

Al comenzar 2010, Davutoglu convocó en Ankara a los dos centenares de embajadores turcos en el extranjero, no pocos de los cuales eran remisos o directamente hostiles al cambio en curso, para un seminario de cinco días en el que les comunicó los nuevos principios y directrices del Ministerio. A modo de sumario de la Doctrina Davutoglu, el ministro explicó que la diplomacia nacional había de adaptarse a la nueva realidad de la posguerra fría; que Turquía, lejos de inclinarse a uno u otro ejes, debía construir "su propio eje"; que las crisis regionales daban al país una oportunidad para mostrar su "poder blando", no solo su "poder militar"; y que esta voluntad de unas mayores presencia y activismo tenía un alcance global. Entrevistado por la prensa local, el ministro explicó que si Turquía se atrevía ahora a implicarse con ínfulas pacificadoras en los conflictos interárabes y el conflicto árabe-israelí era porque, al estar "más democratizada", se sentía "más confiada".

Una confianza que animó al tándem Erdogan-Davutoglu a meterse en la disputa entre Estados Unidos y sus aliados con Irán por el desarrollo de un programa nuclear que el Gobierno de Teherán, con la incredulidad de las capitales occidentales, justificaba para usos civiles. La oferta de mediación turca, mal recibida por Washington, fue valorada por Davutoglu en términos de credibilidad para el régimen del presidente Mahmoud Ahmadinejad y los ayatolás shiíes: si bien era cierto que no quería ver armas nucleares en la región, Ankara defendía el derecho a poseer facilidades atómicas si su finalidad era pacífica. En abril de 2010, en su reunión con Ahmadinejad en Teherán, Davutoglu expuso el rechazo de Turquía al endurecimiento de las sanciones por el Consejo de Seguridad de la ONU. En mayo, Turquía y Brasil avalaron un plan por el que Irán aceptaba enriquecer su uranio en el exterior.

(Cobertura informativa hasta 30/5/2010)