Saulius Skvernelis

Las elecciones legislativas celebradas en Lituania en octubre de 2016 catapultaron a la condición de primera fuerza del Seimas a la Unión de Campesinos y Verdes Lituanos (LVZS), un partido agrario de centro que en la legislatura anterior solo disponía de un diputado. El responsable de este éxito sensacional es Saulius Skvernelis, el popular anterior jefe de la Policía lituana y luego ministro del Interior hasta abril de este año, cuando abandonó el Gobierno para ser el cabeza de lista de la LVZS, aunque manteniendo su condición de no afiliado. En noviembre, Skvernelis alineó un Gobierno mayoritario de coalición que toma como socios a los socialdemócratas del primer ministro saliente, Algirdas Butkevicius, fuertemente castigados en las urnas al igual que los otros integrantes del Gabinete tripartito surgido de los comicios de 2012.

El 13 de diciembre Skvernelis ha asumido el Ejecutivo en Vilnius transmitiendo un doble mensaje: en las políticas internas, de cambio, para impulsar una economía que apenas crece, luchar eficazmente contra la corrupción y parar la sangría demográfica que supone el éxodo de trabajadores a Europa occidental en busca de unos salarios más dignos, pues los de casa se ven desbordados por la subida de los precios a raíz del ingreso en la Eurozona en 2015; y en la política exterior, por contra, de continuidad, en el sentido de persistir en la estrategia de firmeza frente a la vecina Rusia, vista aquí como una potencia amenazadora que podría llegar a invadir el país, hasta 1991 parte de la URSS. Con ese fin, el nuevo primer ministro, que por lo tanto presenta un enfoque contentivo muy similar al de la presidenta de la República, Dalia Grybauskaitė, prescribe el compromiso sin fisuras con el despliegue disuasorio, acordado por los ministros de la OTAN en junio, de cuatro batallones multinacionales en las repúblicas bálticas y en Polonia -y al que ha seguido el refuerzo por Moscú de su dispositivo de misiles balísticos de corto alcance en el enclave de Kaliningrado-, junto con un aumento significativo del gasto militar nacional.


(Texto actualizado hasta diciembre 2016)

Tras graduarse como ingeniero mecánico por la Universidad Técnica Gediminas de Vilnius (VGTU), en 1994, Saulius Skvernelis se enroló en la Academia Lituana de Policía, donde en los cuatro años siguientes recibió formación y adiestramiento como agente de la ley. En 1998 pasó a ocupar un despacho de inspector de la Policía de Tráfico en la comisaría del distrito municipal de Trakai, cerca de Vilnius, y al año siguiente fue promovido a inspector comisario del Servicio de Tráfico de la Policía Pública. Su ascenso en los escalafones policiales del Ministerio del Interior de Lituania prosiguió en 2001 al concedérsele el puesto de comisario jefe de patrulleros del Servicio de Tráfico y posteriormente en 2003 al ser nombrado comisario jefe del Cuerpo de Escoltas.

En 2005, coincidiendo con la conclusión de una maestría en Derecho Administrativo cursada en la Universidad Mykolas Romeris, el uniformado tomó bajo su mando todo el Servicio de Tráfico y en 2008 alcanzó la condición de subcomisario general de la Policía de Lituania. Finalmente, en marzo de 2011, con 40 años, fue nombrado comisario general del cuerpo por el entonces ministro del Interior, Raimundas Palaitis.

La entrada de Skvernelis en la política gubernamental, aunque sin renunciar por ello a la condición de independiente, se produjo en noviembre de 2014, cuando Orden y Justicia (TT), partido conservador que formaba parte del Gobierno de coalición instalado en Lituania tras las elecciones generales de octubre de 2012, retiró a su representante Dailis Barakauskas como titular del Ministerio del Interior y designó en su lugar al comisario general de la Policía. Skvernelis tomó posesión de su nuevo cargo ministerial el 11 de noviembre, una vez realizado el nombramiento por la presidenta de la República, Dalia Grybauskaitė, y obtenida la también preceptiva confirmación por los diputados del Seimas.

En muy poco tiempo, el hasta hacía poco alto mando policial se metió en el pelotón de los políticos más populares del país. Al parecer, la población tomaba nota de los logros reportados por el Ministerio del Interior en las luchas contra la corrupción y el crimen organizado. De acuerdo con los sondeos, Skvernelis era uno de los miembros más apreciados del Gabinete del primer ministro Algirdas Butkevicius, líder del Partido Social Demócrata de Lituania (LSDP), del que era tercer integrante el Partido Laborista (DP).

En marzo de 2016, animado por estas valoraciones positivas de su persona y su gestión, el ministro del Interior anunció su deseo de presentarse a las elecciones generales del otoño en la lista de la Unión de Campesinos y Verdes Lituanos (LVZS), un pequeño partido agrario de corte tradicional, entre centrista y conservador moderado, cuyo presidente era Ramunas Karbauskis. Denominación desde enero de 2012 de la Unión Campesina Popular Lituana (LVLS, a su vez surgida de la fusión años atrás, a iniciativa de la ex primera ministra Kazimiera Prunskiene, del Partido Campesino Lituano, LVP, y el Partido Nuevo Democrático, NDP), la LVZS era una fuerza parlamentaria marginal que en las pasadas elecciones solo había conseguido mantener un diputado en el Seimas. Con el fin de preparar su aspiración parlamentaria, Skvernelis se dio de baja en el Gobierno el 13 de abril, dejando la cartera de Interior al también independiente Tomas Zilinskas. Sin embargo, su salida no pudo disociarse de una controversia a propósito de la decisión del Ministerio, luego revertida, de equipar a los agentes policiales con fusiles de asalto AK-47.

Fichar a Skvernelis como su cabeza de lista para las elecciones legislativas del 9 y el 23 de octubre de 2016 fue todo un acierto que proporcionó a la LVZS un éxito extraordinario: de golpe y porrazo, pulverizando todos los pronósticos, la formación de verdes y campesinos se encaramó a la condición de primer partido de Lituania con el 22,4% de los votos -los computados por el sistema proporcional y correspondientes a la circunscripción nacional única, que decidía la mitad de los 141 escaños del Seimas- y 54 diputados en total. Con unos pocos votos más sacados en la circunscripción nacional pero con bastantes menos en las circunscripciones uninominales elegidas a doble vuelta, quedó segunda la que en la pasada legislatura había sido la principal fuerza de la oposición, la conservadora Unión de la Patria-Cristianodemócratas Lituanos (TS-LKD) que dirigía Gabrielius Landsbergis, nieto del padre de la independencia nacional recobrada en 1991, Vytautas Landsbergis.

Para los tres partidos del Gobierno Butkevicius, los comicios fueron un completo desastre. El LSDP del primer ministro perdió 21 escaños, más de la mitad de los que tenía, y fue relegado al tercer lugar. También retrocedieron el TT del ex primer ministro y ex presidente de la República Rolandas Paksas, y el DP de Valentinas Mazuronis, que de quedar tercero en 2012 terminó séptimo con únicamente dos representantes en la Cámara. Tanto Paksas como Mazuronis dimitieron al frente de sus agrupaciones.

El fenomenal vuelco electoral fue atribuido por los observadores a un estado de insatisfacción aguda instalado entre los ciudadanos a causa del pertinaz estancamiento económico, el encarecimiento de la vida a raíz de la adopción del euro en 2015, la congelación de sueldos y pensiones en unos valores bajos y, en directa relación con todo lo anterior, la sangría demográfica que suponía el saldo migratorio fuertemente negativo, el más acusado de la UE y el segundo de Europa después del de Moldova, aunque en el declive poblacional también tenía que ver la baja tasa de nacimientos. Desde el ingreso en la UE en 2004, alrededor de 370.000 lituanos, sobre una población que en aquellas fechas era de 3,4 millones, se habían marchado para buscar trabajo en Europa occidental, en el Reino Unido principalmente, si bien la caída demográfica había comenzado tan pronto como Lituania obtuvo la emancipación de la URSS en 1991.

Por otro lado, desde 2013 la economía lituana era incapaz de crecer a un ritmo superior al 1% intertrimestral, y ahora mismo ese crecimiento rozaba el 0%. El nivel de paro, del 7,6%, era más de dos puntos inferior al promedio de la UE, pero la depresión de los salarios, con el sueldo mensual neto en torno a los 600 euros de media, dificultaba cualquier análisis positivo del mercado laboral, recientemente liberalizado por Butkevicius con una reforma que favorecía las contrataciones y a la vez abarataba el despido.

Con esos resultados, resultaba obvio que Skvernelis, flamante diputado por la circunscripción capitalina de Karoliniskės, sería el primero en intentar formar un Gobierno que tendría que ser de coalición. La LVZS no solo llevaba la batuta en las conversaciones políticas, sino que por su condición de neófita en estas lides y por sus credenciales moderadas se presentaba como un partido bisagra de centro susceptible de alcanzar entendimientos tanto a su izquierda como a su derecha. Skvernelis y el jefe del partido, Karbauskis, podían pactar con la TS-LKD, que aportaba 31 escaños, o bien con el LSDP, que ahora disponía de 17 diputados, para articular un Ejecutivo de mayoría. Pronto se decantaron por el colectivo del primer ministro saliente, Butkevicius.

El 15 de noviembre, una vez finiquitadas las negociaciones entre verdes-campesinos y socialdemócratas, la presidenta de la República, Dalia Grybauskaitė, nominó a Skvernelis para el puesto de primer ministro. El 22 de noviembre el Seimas, por 90 votos contra cuatro más 33 abstenciones, aprobó el nombramiento y dos días después Skvernelis desveló la composición de su equipo de Gobierno, donde cinco ministerios eran para miembros de la LVZS, tres para el LSDP y el resto, seis, inclusive los departamentos de Interior, Defensa y Finanzas, para personalidades independientes designadas por ambas formaciones. En Exteriores continuó el titular socialdemócrata, Linas Linkevicius. El 29 de noviembre Grybauskaitė emitió el preceptivo nombramiento del Gabinete.

Skvernelis y Karbauskis explicaron que este era un Gobierno dominado por expertos y tecnócratas, personas capaces de imprimir a la economía el estímulo que necesitaba, atraer inversiones generadoras de riqueza y parar el éxodo migratorio que estaba oscureciendo el futuro de un país tan pequeño y vulnerable como Lituania. También, se revisaría la polémica reforma laboral, se mejoraría la transparencia de la administración del Estado y se actuaría enérgicamente contra los casos de corrupción. El primer ministro en ciernes anunció una forma de gobernar "suave" y "constructiva".

Ahora bien, recalcaron los cabezas de la LVZS, en la política exterior primaría la continuidad; es decir, que Lituania, en tiempos de sensación de seria amenaza para su integridad ante la agresividad geopolítica que Rusia venía desplegando en el antiguo tablero soviético europeo, en Ucrania, así como en Siria, mantendría intacta su implicación en las estrategias de sanción, contención, disuasión y firmeza consensuadas por los socios de la UE y los aliados de la OTAN, cuyos ministros de Defensa habían acordado en junio anterior el envío de cuatro batallones multinacionales en las repúblicas bálticas y en Polonia, país este donde Estados Unidos tenía previsto instalar además baterías de interceptores terrestres de su sistema Aegis de defensa antimisiles balísticos. En Lituania, así como en Polonia, producía particular alarma el reciente despliegue por Rusia de varias unidades de su moderno misil balístico móvil de corto alcance Iskander (designado SS-26 Stone por la OTAN), con capacidad para portar cabezas tanto convencionales como nucleares, en su enclave báltico de Kaliningrado, emparedado entre el sudoeste de Lituania y el nordeste de Polonia.

El ministro de Exteriores, Linkevicius, se confesaba "atemorizado" por el estado de la seguridad de las repúblicas bálticas, más desde la victoria en las presidenciales de Estados Unidos del republicano Donald Trump con la patente satisfacción de Vladímir Putin. Según Linkevicius, Rusia no era una "superpotencia", sino un "superproblema". Y sin embargo, Skvernelis, al anunciar que su Gobierno asumiría el compromiso de acatar la exhortación de la OTAN a los estados miembros de destinar no menos del 2% de sus PIB al gasto militar, se modulaba al aviso lanzado por Trump durante su campaña electoral sobre que los aliados europeos tenían que esforzarse más en costear su propia seguridad y defensa, hasta ahora confiada abrumadoramente al paraguas estadounidense. Mostrar a Rusia la máxima firmeza requería además, añadió Skvernelis, estrechar las relaciones de cooperación con Polonia, los países de la Asociación Oriental, en especial Ucrania, Moldova y Georgia, y todo el flanco escandinavo y centroeuropeo.

El Gabinete Skvernelis, que podía denominarse de gran coalición, entraría en funciones después de que su programa fuera aprobado por los diputados y de que sus integrantes prestaran juramento de sus cargos. Al final, la mayoría legislativa del oficialismo iba recostarse en 77 diputados, pues el grupo parlamentario de la LVZS quedó constituido con 58 miembros y el de la LSDP con 19. La instalación efectiva del Gabinete tuvo lugar el 13 de diciembre.

(Cobertura informativa hasta 13/12/2016)