Einars Repse

En 1986 obtuvo el título de ingeniero electrónico por la Facultad de Física y Matemáticas de la Universidad Estatal de la entonces República Socialista Soviética Letona (RSSL) y a continuación empezó a trabajar en el departamento de proyectos de instrumental científico de la Academia de Ciencias de la RSSL, como la anterior institución sita en Riga. El 10 de julio de 1988 figuró entre los fundadores del Movimiento de la Independencia Nacional Letona (LNNK), una organización de la derecha nacionalista y antirrusa que a su vez se asoció al Frente Popular Letón (LTF), la gran coalición de fuerzas sociales y políticas fundada el 8 de octubre de 1988 para canalizar las demandas populares de la restauración de la soberanía nacional perdida en la anexión por Stalin en 1940, la retirada de las tropas ruso-soviéticas y la celebración de elecciones libres. Repse se aseguró un lugar señero en la conducción de los acontecimientos como miembro del consejo ejecutivo del LTF.

El ala reformista de los propios comunistas letones, con Anatolijs Gorbunovs a la cabeza, impulsó el proceso soberanista, aunque con cautela, intentado evitar los enfrentamientos violentos con Moscú. El 18 de marzo de 1990 Repse fue uno de los 131 candidatos del LTF que obtuvo escaño en las elecciones para el Consejo Supremo de 201 miembros, en realidad el viejo Soviet Supremo convertido en Parlamento de transición durante el período de separación de la URSS. El proceso arrancó el 4 de mayo de 1990 con la proclamación de la República de Letonia y atravesó su Rubicón el 21 de agosto de 1991, dos días después del fracasado golpe comunista en Moscú, con la declaración de la independencia total. En el Consejo Supremo Repse presidió el subcomité de Finanzas y Banca, labor que le aparejó una reputación de experto financiero a pesar de haberse desarrollado su formación y trayectoria profesionales en un terreno bien distinto.

En septiembre de 1991, cuando la andadura de Letonia como Estado independiente era ya un hecho, Repse fue nombrado por el Gobierno frentepopulista de Ivars Godmanis para presidir la junta de gobernadores del Banco central de Letonia, con las responsabilidades principales de establecer el sistema monetario nacional basado en una moneda propia y poner coto a la hiperinflación, en un contexto de gravísima crisis económica provocada por el hundimiento de los intercambios comerciales con la URSS y, después de su extinción formal en diciembre de 1991, con la Federación Rusa.

Para paliar la penuria de rublos rusos, Repse prescribió una unidad de cuenta provisional indexada a aquella moneda, el rublo letón, que fue introducido por el Gobierno el 7 de mayo de 1992. Repse y Godmanis decidieron retirar de circulación la divisa rusa y dejar únicamente el rublo letón con un tipo de cambio flotante, a partir del 20 de julio; a su vez, el 5 de marzo de 1993 el rublo letón empezó a ser sustituido gradualmente por una verdadera moneda nacional regulada por el libre mercado y convertible, el lat, que hasta que no estuvo plenamente implantada en 1994, cuando Repse dio luz verde al alivio de las medidas intervencionistas (restricción del préstamo interbancario y mantenimiento de elevados tipos de interés) para yugular la hiperinflación, no hizo notar sus efectos estabilizadores. El precio de canje se estableció en 200 rublos letones por lat.

Repse se mantuvo al frente del Banco de Letonia durante diez años, tiempo en el que se sucedieron otros tantos gobiernos multipartitos de una u otra tendencia ideológica, aunque todos coincidieron en continuar con mayor o menor acento en las recetas liberales de ajuste, las reformas estructurales de la economía según los criterios del capitalismo de de mercado y una política exterior indeclinablemente proeuropea y proatlantista.

A lo largo de la década, Repse fue objeto de atención por motivos políticos en varias ocasiones. Cuando en julio de 1994 se fracturó el gabinete de coalición presidido por Valdis Birkavs, del centroderechista Camino Letón (LC), el LNNK, que ahora respondía al nombre de Partido Conservador Nacional Letón, anunció que estaba dispuesto a forjar una nueva coalición y ofreció a su antiguo militante la jefatura del Gobierno. Repse puso como condición que el LNNK tomara al LC como el único socio de coalición, ya que de lo contrario él se vería obligado a aceptar una política económica "izquierdista", cuando lo que quería era tener manos libres para aplicar un programa liberal sin cortapisas; finalmente, el LNNK no pudo formar gobierno y el LC, en la persona de Maris Gailis, renovó su dirección del Ejecutivo.

Al año siguiente se desató una aguda crisis en el sistema bancario privado que causó la bancarrota del Baltija Bank, principal banco comercial del país y custodio de los ahorros de la quinta parte de la población, obligando a Repse y a Gailis a intervenirlo en el mes de mayo. La oposición de izquierda en el Saeima (Parlamento) demandó la dimisión de Repse por no haber sido capaz de prevenir el desastre, aunque el Gobierno salió en su defensa. Con todo, el alto funcionario reconoció haber tomado estrategias erróneas a la hora de supervisar el rápido crecimiento de los bancos privados, que habían pasado por alto sus prácticas irregulares.

En diciembre de ese año, 1995, dos meses después de unas elecciones que dejaron al Saeima muy fraccionado y sin una fuerza predominante, su nombre volvió a salir a colación como posible candidato a primer ministro ante los sucesivos fracasos de los políticos nominados por el presidente de la República, Guntis Ulmanis. El 29 de agosto de 1997, siendo primer ministro Guntars Krasts, del nuevo partido nacido de la fusión del LNNK y la formación de derecha nacionalista Por la Patria y la Libertad (TB), y viviendo el país una etapa de fuerte crecimiento económico con baja inflación y moneda estable, Repse fue reelegido por los diputados para un segundo período de seis años al frente del Banco de Letonia.

Alentado por las encuestas de opinión que le otorgaban más popularidad que la mayoría de los principales políticos y luego de constatar a raíz de la caída del primer ministro Andris Skele en abril de 2000 que su potencial como primer ministro estaba siempre en la mente de los partidos y de la Presidencia de la República, Repse decidió dar el salto a la política profesional, en realidad un retorno a este ámbito, pero esta vez con su propio partido y con la intención de tomar parte en las elecciones generales de 2002. En agosto de 2001, sin renunciar todavía a la presidencia del Banco, comunicó sus intenciones a la opinión pública y empezó a construir su plataforma centroderechista con la asistencia de destacados hombres de negocios y líderes de la comunidad judía, que aportaron los fondos necesarios para la campaña de propaganda nacional, así como de políticos en activo como el ex presidente Ulmanis, el cual se dio de baja en su partido, la Unión de Campesinos Letones (LZS), a tal fin. El 30 de noviembre Repse dimitió de su puesto en el Banco de Letonia y el 2 de febrero de 2002 presidió en Riga el congreso fundacional del partido Nueva Era (Jaunais laiks, JL).

Hombre de físico un tanto particular -porte seco y anguloso, gesto adusto y decidido-, Repse explicó que su partido se guiaba por los principios de "honestidad, profesionalismo y aperturismo", y que tenía por suyos los valores de la "libertad individual" y "el bienestar social". Haciendo hincapié en la moderna doctrina liberal de la desregulación ordenada, más la obligada mención al capítulo social, el JL proponía menos Estado, menos impuestos y menos burocracia, al tiempo que más eficiencia en la gestión pública y una lucha frontal contra la corrupción política y administrativa, los delitos económicos cometidos por empresas y particulares, y la criminalidad en general.

Confirmando los pronósticos, en las elecciones al Saeima del 5 de octubre de 2002 el partido de Repse se adjudicó el primer puesto con el 23,9% de los votos y 26 escaños sobre 100, desplazando al Partido Popular (TP) de Skele, que fuera la fuerza más votada en los comicios de 1998, y barriendo a los otros dos partidos conservadores otrora mayoritarios y, como el anterior, integrantes del gobierno saliente: el LC, al que pertenecía el primer ministro, Andris Berzins, y el TB/LNNK.

En tanto que cabeza de la lista más votada, correspondió formar gobierno a Repse y el 14 de octubre anunció que ya tenía un acuerdo de principio con tres formaciones adscritas, con diferentes matices, al conservadurismo: el cristianodemócrata Primer Partido de Letonia (LPP) de Eriks Jekabsons, la Unión de Verdes y Campesinos (ZZS, alianza de la LZS y el Partido Verde Letón) de Ingrîda Ûdre, y el nacionalista TB/LNNK de Janis Straume, los cuales aportaban una mayoría absoluta de 55 escaños. El 4 de noviembre concluyeron las negociaciones sobre el reparto de los puestos ministeriales y al día siguiente la presidenta Vaira Vike-Freiberga nominó a Repse primer ministro, el octavo desde la independencia.

Finalmente, el 7 de noviembre el Saeima aprobó el Gobierno por 55 votos a favor (justo los escaños combinados de los cuatro partidos coligados), 43 en contra y una abstención. Acto seguido, Repse y sus ministros tomaron posesión de sus puestos. La llegada al poder de este avezado paladín de la economía liberal de mercado y el conservadurismo fiscal acontecía cuando el pequeño país báltico se disponía a hacer el esfuerzo final en el proceso de cumplimiento de las exigencias y de adaptación a las normativas socioeconómicas de la UE, requeridas para el ingreso en la organización.

Hasta entonces, los hitos en este proceso eran los siguientes: firma del Acuerdo de Cooperación Comercial (11 de mayo de 1992, en vigor el 1 de febrero de 1993); firma del Acuerdo de Libre Comercio (18 de julio de 1994, en vigor el 1 de enero de 1995); firma del Acuerdo Europeo de Asociación (12 de junio de 1995, en vigor el 1 de febrero de 1998); presentación de la solicitud de adhesión (27 de octubre de 1995); aceptación por el Consejo Europeo de Helsinki de la solicitud (10 y 11 de diciembre de 1999); e, inicio en Bruselas de las negociaciones formales de adhesión (15 de febrero de 2000).

Precisamente, en las semanas inmediatamente posteriores a la toma de posesión de Repse se ventilaron las últimas dudas en las aspiraciones letonas de pertenencia a la UE y la OTAN a corto plazo. El 18 de noviembre el Consejo de Ministros de la UE fijó la fecha del 1 de mayo de 2004 para la entrada del país báltico junto con otros nueve países acogidos a la estrategia de adhesión. Menos de un mes después, el 13 de diciembre, el Consejo Europeo de Copenhague recogió la fecha en su declaración y redondeó la satisfacción de las autoridades de Riga al formular la previsión, cumplida, de tener listo el Tratado de Adhesión para su firma el 16 de abril de 2003, coincidiendo con el Consejo Europeo de Atenas. Fue el 13 de diciembre cuando se cerraron provisionalmente los últimos capítulos de negociación, a saber, los de agricultura, aspectos financieros y presupuestarios, y aspectos institucionales.

En añadidura, el 21 de noviembre la presidenta Vike-Freiberga recibió en Praga de los jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN la invitación oficial del ingreso en la Alianza defensiva y de seguridad. Las conversaciones comenzaron el 29 de enero de 2003 y el Protocolo de Adhesión fue firmado en la reunión del Consejo Atlántico el 26 de marzo siguiente en Bruselas, de manera que el ingreso iba a poder formalizarse en vísperas de la próxima reunión en la cumbre del Consejo Atlántico, programada para junio de 2004 en Estambul. Luego mayo de 2004 se prefiguraba como el mes de la realización de las principales aspiraciones de Letonia en política exterior, y Repse, si no le surgían contratiempos hasta entonces, estaba llamado a ser el jefe de Gobierno letón con la biografía política indeleblemente asociada a la doble cita con la historia.

Sin embargo, desde 1993, debido al fraccionamiento y la permanente recomposición del sistema de partidos, ningún primer ministro había conseguido terminar la legislatura y la duración media de los 10 gobiernos sucedidos desde mayo de 1990 era de 15 meses. Pues bien, el Gobierno de Repse no fue la excepción en esta pauta de inestabilidad del poder ejecutivo -que, empero, es perfectamente digerida por los sólidos mecanismos de la democracia parlamentaria- y en su caso tuvo una corta vida que se correspondió exactamente con aquel promedio.

Acogidos a las recomendaciones del FMI y por convicciones ideológicas liberales, Repse y su equipo elaboraron unos presupuestos generales del Estado con el acento en la austeridad, marcándose el objetivo de recortar paulatinamente el déficit fiscal (el 3,1% del PIB en el primer ejercicio y previsión del 2% en el siguiente) sobre la base de un equilibrio entre la contención de los gastos y un incremento de los ingresos ligado, no a la subida de los impuestos, sino a la lucha contra la evasión tributaria, un problema serio en el país báltico junto con la corrupción. Las partidas relacionadas con la próxima inserción en las organizaciones euro-atlánticas tuvieron prioridad a la hora de librarse de los recortes o incluso experimentaron aumentos (la Defensa en particular), mientras que el retroceso decidido para las partidas sociales, sobre todo en la Sanidad, hubo de conciliarse con el deseo de Repse de aumentar sustancialmente las ayudas a la maternidad, en un país con un preocupante crecimiento demográfico negativo.

Aunque el único ejercicio fiscal íntegro bajo su gobierno no resulta suficiente para establecer un balance de resultados, a lo largo de 2003 Repse se quejó de que no se estaban cumpliendo las previsiones de recaudación fiscal, y eso a pesar de la excelente racha de la economía, que, espoleada tanto por el consumo y la producción internos como por las exportaciones diversificadas (Letonia vende madera, bienes de equipo y manufacturas industriales a Alemania, el Reino Unido, las otras dos repúblicas bálticas, los países escandinavos y los de la Comunidad de Estados Independientes, si bien el conjunto de sus exportaciones representan sólo el 30% de lo que compra a esos mismos clientes), creció el 6,1% en 2002 y el 7,2% en 2003, si bien generando unos preocupantes repuntes inflacionistas.

Por lo demás, el saldo de las cuentas corrientes continuaba siendo ampliamente negativo, en torno al 8% del PIB, pero las autoridades opinaban que este voluminoso déficit era manejable gracias a que el capital inversor foráneo lo financiaba en un 60%, luego no ponía en peligro la estabilidad macroeconómica. El cálculo tranquilizador del Gobierno tenía presente que la entrada en la UE iba a abrir las puertas a fuertes inyecciones de fondos comunitarios; ciertamente, la Comisión Europea estimaba en 830 millones de euros los pagos netos a Letonia en los tres primeros años de la membresía (2004-2006). En cuanto al desempleo, su aspecto estructural cobró nitidez; no obstante la bonanza económica, los parados inscritos crecieron del 7,6% en diciembre de 2002 al 8,8% en enero de 2004 (en cualquier caso menos de 100.000 personas, en este pequeño país de 2,3 millones de habitantes), si bien la encuesta de población activa elevaba en cuatro puntos estos dígitos.

En resumidas cuentas, la gestión económica de Repse no fue tan cerradamente liberal como muchos observadores y políticos locales, apoyándose en las declaraciones previas del protagonista, habían vaticinado. De hecho, el 12 de junio de 2003 el primer ministro fue objeto de una moción de censura parlamentaria, que superó sin apuros, presentada por el TP con los argumentos de haber incumplido sus promesas electorales, cargado un déficit excesivo a los presupuestos generales y haberse extralimitado en sus funciones por poner bajo su directa jurisdicción las oficinas de Defensa Constitucional (nuevo organismo al frente de los reorganizados servicios de seguridad) y de Prevención de la Corrupción.

El 20 de septiembre de 2003 Letonia completó el ciclo de referendos en los países que se disponían a entrar en la UE y como en los ocho casos anteriores el resultado fue positivo. Repse se involucró a fondo en la consulta, que arrojó una victoria del sí con el 67% de los votos y una participación del 72,5%. Los letones se manifestaron considerablemente menos entusiastas con el ingreso en la UE que los lituanos y exactamente igual que los estonios, si bien aquí los resultados fueron más representativos porque la abstención fue menor. En noviembre, la Comisión Europea recordó a Riga que, si bien los 31 capítulos de negociación estaban provisionalmente cerrados, todavía había varias áreas que precisaban actuaciones inmediatas antes del 1 de mayo de 2004 para la completa asunción del acervo comunitario, como la estandarización normativa relacionada con el Mercado Interior Único, la homologación de títulos de cualificación profesional, la mejora de los controles sanitarios a los productos agropecuarios y la sistematización de la tasación del IVA, donde quedaban varios aspectos técnicos por precisar.

En política exterior, el Gobierno de Repse, como la gran mayoría de sus homólogos de Europa central y oriental, se alineó con Estados Unidos en su campaña bélica contra Irak en la primavera de 2003. El 5 de febrero, Letonia y los otros nueve países europeos del denominado Grupo de Vilnius suscribieron una declaración de asunción de las tesis belicistas preventivas de Washington y Londres. Y el 18 de marzo, dos días antes de la invasión del país árabe, Letonia figuró en la treintena de estados del mundo que aceptaron ser presentados ante la opinión pública internacional por el Departamento de Estado de Estados Unidos como aliados coyunturales en la Operación Libertad Irakí.

Entonces, Repse declaró que, como respuesta a una petición "no oficial" formulada por el Gobierno de Washington y dentro de las capacidades del Ejército nacional, tropas letonas participarían en el "desarme" del régimen de Saddam Hussein, incluso si no mediaba una autorización expresa del Consejo de Seguridad de la ONU, como así fue. Días después (1 de mayo) de dar por concluido el presidente George W. Bush la etapa propiamente bélica del conflicto y de establecerse en el país árabe un régimen de ocupación que hasta mediados de octubre no recibió la legitimación de la ONU, Riga inició el despacho de 120 soldados especializados en la desactivación de explosivos y para realizar también labores de vigilancia activa de la seguridad que en su mayor parte fueron integrados en la División Multinacional del Centro-Sur, colocada bajo el mando de Polonia, y acantonados en Al Hashimiyah, en la provincia de Babil.

Ahora bien, este compromiso, que como se vio no fue meramente declarativo sino material, con los designios de Estados Unidos en Irak no le libró a Letonia -igual contrariedad afectó a Lituania, Estonia, Bulgaria, y Eslovaquia- de ser privada de su ayuda militar desde el 1 de julio de 2003 a modo de sanción por no haberse plegado a un acuerdo bilateral que concediera inmunidad a los súbditos civiles y militares de la superpotencia frente a una hipotética persecución de la Corte Penal Internacional (CPI), que Letonia había ratificado el 28 de junio del año anterior. Repse intentó restar importancia a la suspensión de la ayuda militar estadounidense y declaró que el país seguiría alineado con la UE en la postura de pleno acatamiento a la jurisdicción extraterritorial del tribunal establecido con el concurso de la ONU para perseguir y juzgar los crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Por otro lado, las relaciones con Rusia, nunca cordiales desde la desaparición de la URSS a causa de diversos desacuerdos sectoriales, se vieron afectadas por la decisión del monopolio estatal del transporte de hidrocarburos de aquel país, Transneft, de dejar de exportar petróleo por el puerto letón de Ventspils y optar por la nueva terminal de embarque en Primorsk, en su propia costa del Báltico, en la región de Leningrado. La prensa letona aseguró que con esta mudanza, muy perjudicial al cortarse una fuente sustancial de ingresos en concepto de derechos de tránsito, Transneft pretendía empujar al Estado a desprenderse de su cuota de propiedad mayoritaria en la compañía petroquímica Ventspils Nafta (VN) y abrir un concurso de capitalización privada favorable a las poderosas firmas rusas del sector. La dirección de Transneft, en efecto, no tuvo ambages en informar que si le era concedido un buen porcentaje de VN, restablecería los envíos petroleros en el acto.

A la calidad de los tratos con Moscú tampoco ayudó la política lingüística del Gobierno de Repse en el sistema educativo, la cual, sin embargo, como el conjunto de la legislación vigente que regula el uso del letón -el único idioma oficial- y establece las condiciones para adquirir la ciudadanía, era considerada por la UE perfectamente válida a la luz de los estándares europeos sobre protección de los derechos de las minorías. Alrededor del 30% de los 2,3 millones de habitantes de Letonia lo componen rusófonos -a la vez, en su gran mayoría, que rusos étnicos- instalados en el país después de la ocupación soviética de 1940, o bien nacidos aquí pero descendientes de los anteriores.

La polémica levantada entre la comunidad rusohablante, la mayoría de cuyos miembros carece de los derechos políticos y civiles inherentes a la ciudadanía y son considerados por las autoridades "extranjeros" a todos los efectos (lo que no les impide pagar los mismos impuestos que los letones naturalizados), por la nueva normativa sobre el uso del letón en los centros de enseñanza se añadió a las contestaciones contra la gestión de Repse, tanto internas como externas al Gobierno, si bien fueron las primeras las que terminaron haciéndolo inviable.

Ya en septiembre de 2003 afloraron crudamente las tensiones con los socios del gabinete cuando el LPP, la ZZS y el TB/LNNK se plantaron con una insólita declaración conjunta en la que expresaban su falta de confianza en Repse y acusaban al primer ministro de recurrir a "la amenaza, el chantaje y la difamación como instrumentos de uso diario". Los tres partidos proclamaban su deseo de mantener la coalición con el JL, pero presidida por otra persona "capaz de aceptar otras opiniones que no sean las suyas". A pesar de la durísima catilinaria contra el ex gobernador bancario, los partidos adoptaron una suerte de tregua ligada a la aceptación tácita de que en lo sucesivo Repse se sometería a métodos de decisión más democráticos. Sin embargo, las imputaciones de autoritarismo estallaron el 26 de enero de 2004 cuando Repse cesó al viceprimer ministro, Ainars Slesers, del LPP, aduciendo que había fallado en su cometido de servir de enlace entre el Ejecutivo y el Saeima.

Slesers replicó que su defenestración no era más que un castigo por la suma de tres diputados de su grupo a una iniciativa de la oposición de crear una comisión parlamentaria que investigara la reciente concesión al primer ministro por dos bancos privados de unos préstamos a un interés inferior al del mercado con los que Repse iba a financiar la adquisición de unas parcelas rurales y un apartamento en Riga valorados en 516.000 euros, una cantidad desmedida que no encajaba con la nómina de primer ministro.

El 28 de enero el LPP respondió a la petición de Repse de que le presentara un sustituto de Slesers con la retirada de sus otros tres ministros y la ruptura del acuerdo de coalición, dejando al Ejecutivo en minoría. La reacción inicial de Repse fue restar trascendencia a su cojera institucional y el 31 de enero, con motivo de su reelección por aplastante mayoría como presidente del JL en la convención del partido, afirmó que aquel era el precio que tenía luchar contra "los oligarcas" y que era hora de revisar la Constitución para conferir al jefe del Gobierno la facultad de disolver el Parlamento y convocar elecciones, un poder reservado al presidente de la República, si bien sujeto a un procedimiento indirecto y severamente condicionado.

El 1 de febrero Vike-Freiberga intervino en la crisis y declaró que el Gobierno debería dimitir en pleno si no era capaz de reconstruir una mayoría estable cuando sólo faltaba un trimestre para las entradas en la UE y la OTAN; de paso, la presidenta expresó su incomprensión de la negativa de Repse a someterse a una investigación parlamentaria para disipar dudas sobre sus créditos privados. El pronunciamiento de Vike-Freiberga fue decisivo para el cambio de actitud de Repse, quien sin embargo demoró el anuncio de la dimisión hasta después de la aprobación por el Saeima de la reforma de la Ley de Educación; en lo sucesivo, todos los centros de enseñanza públicos, incluso aquellos donde la mayoría o todo el alumnado era rusófono, tendrían que impartir como mínimo el 60% de las horas lectivas en letón. La aprobación parlamentaria de la ley, protestada desde la calle por miles de estudiantes rusófonos y duramente criticada desde Moscú, y la renuncia del Gobierno se sucedieron con un intervalo de pocas horas el 5 de febrero.

El 20 de febrero Vike-Freiberga encargó la formación del nuevo ejecutivo a Indulis Emsis, ex ministro de Medio Ambiente y vicepresidente de la ZZS, un político poco conocido por el público pero estimado entre la clase política por su talante dialogante. Emsis emprendió negociaciones con Repse para la inclusión del JL en un gobierno pentapartito de amplia mayoría, pero el primer ministro en funciones puso dos condiciones: que el LPP se quedara fuera de la coalición y que la ZZS certificara su defensa de los presupuestos de austeridad. Emsis postuló en alto a Repse como un "excelente" ministro de Defensa, pero las conversaciones no llegaron a buen puerto, de manera que el 9 de marzo Emsis tomó posesión del Gobierno al frente de una coalición tripartita en la que no figuraba el JL.

(Cobertura informativa hasta 1/3/2004)