Viktor Orbán

La tercera legislatura democrática húngara, de 1998 a 2002, tuvo en el Gobierno a Viktor Orbán, líder de la centroderechista Alianza de Jóvenes Demócratas, Fidesz. Un universitario destacado en las movilizaciones contra el antiguo régimen y con cierta fama de arrogante, Orbán ha tenido una sinuosa evolución ideológica, desde el radicalismo libertario y anticomunista hasta el conservadurismo social de hoy, pasando por un impreciso liberalismo. El treintañero primer ministro metió a Hungría en la OTAN, negoció la adhesión a la UE y dialogó con los países vecinos con minorías magiares, no obstante sus coqueteos con el euroescepticismo y el nacionalismo irredentista, una actitud esta última que ha vuelto a exponer, para irritación de rumanos y eslovacos. En abril de 2010, tras ocho años de dura oposición a los gobiernos socialistas, la Fidesz-MPSz ha ganado las elecciones con una mayoría absoluta sin precedentes, de dos tercios. Orbán retorna al poder dispuesto a ahuyentar la recesión y crear empleo mediante recortes de impuestos y burocracia, pero sin un ajuste fondomonetarista que otorgue prioridad a la lucha contra el déficit.

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada el 1/6/2010. Con la victoria de su partido, el Fidesz, por mayoría absoluta en las sucesivas elecciones legislativas celebradas en Hungría, Viktor Orbán constituyó sus gobiernos tercero, cuarto y quinto respectivamente en 2014, 2018 y 2022).

1. Líder radical de la joven oposición húngara
2. El Gobierno de 1998-2002: estabilidad económica, ingreso en la OTAN y la cuestión magiar
3. Una dura oposición a los ejecutivos socialistas
4. Aplastante victoria electoral de la Fidesz y regreso al poder en 2010


1. Líder radical de la joven oposición húngara

Hijo de un perito agrícola y una logoterapeuta, recibió la educación secundaria, en parte impartida en el idioma inglés, en la escuela Blanka Teleki de Székesfehérvár, capital del condado de Fejér y a donde la familia se había mudado desde su primera residencia en el pueblo de Alcsútdoboz, lugar de nacimiento del muchacho. En 1982, una vez sacado el bachillerato y cumplido el servicio militar obligatorio, emprendió la carrera de Derecho en la Universidad Eötvös Loránd (ELTE) de Budapest y en 1983 comenzó su protagonismo académico como cofundador de una residencia para estudiantes de Derecho y Ciencias Sociales, que años después iba a convertirse en la Escuela Jurídica y Sociológica István Bibó.

Fue también en la ELTE donde Orbán conoció a su futura esposa y madre de sus cinco hijos, la abogada Anikó Lévai. Mientras asistía a clase y jugaba al fútbol en diversos clubes, el joven desarrolló un activismo de trasfondo político, el cual, pese a la relativa tolerancia del régimen comunista húngaro, debía recubrir con una fachada cultural. Así, en 1984, junto con sus compañeros de aula, lanzó el semanario de teoría política Századvég (El Cambio de Siglo) y en 1987, luego de obtener la diplomatura que le facultaba para ejercer la abogacía, asistió a un cursillo para sociólogos impartido por el Ministerio de Agricultura y Alimentación, tras lo cual obtuvo una plaza laboral en un instituto del Ministerio.

Convertido en uno de los rostros más ubicuos del emergente movimiento democrático húngaro, el 30 de marzo de 1988 el veinteañero figuró entre los fundadores de la Alianza de Jóvenes Demócratas (Fidesz), una organización de estudiantes e intelectuales de lozana edad cuyo radicalismo borroso, entre derechista y libertario, les situaba a la vanguardia del anticomunismo, pero también en contra el liberalismo tal como lo entendía el capitalismo económico. La juventud de la Fidesz era para sus responsables una seña de identidad tan importante que los estatutos orgánicos limitaban a los 35 años la edad que podían tener sus militantes.

Primer partido de oposición surgido en el país centroeuropeo cuando el anciano János Kádár, impuesto por los soviéticos tras aplastar la insurrección nacional de 1956, aún dirigía el Partido Socialista Obrero Húngaro (MSzMP), la Fidesz se configuró como una fuerza tan desarraigada del conservadurismo cristiano previo a la Segunda Guerra Mundial como ajena al centro liberal de nuevo cuño que emergía al mismo tiempo, al calor de las reformas políticas y económicas impulsadas desde un MSzMP quedado en manos de su ala reformista.

En abril de 1988 Orbán se unió al grupo de estudios Europa Central-Oriental y año y medio después, becado por la Fundación George Soros, marchó a Inglaterra para asistir a un curso sobre historia del liberalismo inglés impartido por el Pembroke College de la Universidad de Oxford. Poco antes, el 16 de junio de 1989, cuando la Fidesz funcionaba ya como un partido de oposición en toda regla (el pluralismo político, coincidiendo con la renuncia por el MSzMP al monopolio del poder, se instauró oficialmente en octubre), Orbán ganó notoriedad en Hungría y en el extranjero merced a un vehemente discurso antisoviético pronunciado durante el entierro de Imre Nagy, el primer ministro comunista ejecutado en 1958 por haber encabezado el alzamiento antisoviético de 1956, cuyos restos habían sido recuperados de una fosa común.

Considerado un outsider de la política y él mismo reacio a ser etiquetado como un político al uso, Orbán, con su estética intencionadamente incorrecta (pelo largo, barba rala y pantalones vaqueros) y su carácter dinámico y agresivo, llevó la voz cantante en la exigencia del abandono por Hungría de la Organización del Tratado de Varsovia y la retirada de las tropas soviéticas, planteamientos que formuló, en representación de su partido, durante las negociaciones de mesa redonda Gobierno-oposición del verano de 1989. En enero de 1990 regresó de Oxford para tomar parte en las anunciadas elecciones a la Országgyűlés o Asamblea Nacional, las primeras democráticas desde la proclamación de la República Popular en 1949.

Si bien la Fidesz tenía una dirección colectiva de trece miembros, Orbán era el líder de hecho ante la opinión pública, sensación que se reforzó tras los comicios del 25 de marzo y el 8 de abril de 1990, cuando el sociólogo ganó el escaño por el condado de Pest y se convirtió en el jefe del grupo parlamentario del partido. La Fidesz, sin embargo, obtuvo unos resultados decididamente mediocres, revelándose como la quinta fuerza en la preferencia de los húngaros con el 8,9% de los votos y 21 escaños. Fue superada por los ex comunistas del Partido Socialista Húngaro (MSzP), los agrarios del Partido de los Pequeños Propietarios (FKgP), los liberales de la Alianza de Demócratas Libres (SzDSz) y los social-conservadores del Foro Democrático Húngaro (MDF), quienes fueron los ganadores de los comicios.

Su nueva situación política en democracia aconsejó a la Fidesz dotarse de un liderazgo unipersonal clásico. En el congreso de abril de 1993 Orbán fue elegido presidente del partido, que en septiembre del año anterior había ingresado en la Internacional Liberal, una de cuyas vicepresidencias la ostentaba él. La Fidesz, empero, continuó un tanto marginada del juego político, pues fue excluida del Gobierno de coalición conservador encabezado por József Antall, el líder del MDF, con la adición del FKgP y el Partido Popular Cristiano Democrático (KdNP), y por otro lado también se antojaba inviable un acercamiento al MSzP por las profundas diferencias ideológicas. Si los partidos del Gobierno veían con desconfianza a una fuerza que se declaraba de derechas pero que rechazaba los valores conservadores tradicionales, la oposición de izquierda no percibía en mejores términos a un político que no perdía la oportunidad de agitar con talante populista el espectro del comunismo, doctrina que en realidad ya sólo profesaban grupúsculos extraparlamentarios.

En los comicios del 8 y el 29 de mayo de 1994 el electorado no apreció al partido de Orbán, cuya ideología y programa seguían sin clarificarse, como una opción alternativa al balance decepcionante del MDF y sus aliados. Mermada en votos, el 7% de los computados por el sistema proporcional, y en escaños, 20 (Orbán renovó su acta, representando ahora a Fejér), la Fidesz fue superada incluso por el KdNP y cayó a la sexta posición. A iniciativa de su presidente, el partido venía introduciendo nociones liberales en su doctrina y antes de las elecciones había estrechado los lazos con la única fuerza política que mantenía ciertas afinidades, la SzDSz, que durante la transición política había compartido con los jóvenes demócratas un discurso radicalmente democrático.

No obstante, el partido que dirigía Iván Petõ ofrecía un perfil liberal bien definido y, en líneas generales, era más pragmático, de manera que cuando el MSzP de Gyula Horn, vencedor en las elecciones, les ofreció gobernar en coalición, los demócratas libres asintieron con un razonamiento que Orbán no compartía en modo alguno: que los ex comunistas habían hecho una conversión sincera a la socialdemocracia y que su programa económico, reformista sin ambages, era perfectamente asumible desde el liberalismo.

La alianza MSzP-SzDSz agudizó la crisis en la Fidesz, y los mandos intermedios y las bases juveniles exigieron a la ejecutiva un cambio de rumbo. Orbán presentó la dimisión como presidente del partido el 4 de junio de 1994, si bien un congreso celebrado un mes más tarde le confirmó en el puesto. En su segunda legislatura como opositor, Orbán se afanó en sacar a la Fidesz de su postergación y convertirla en un partido con opciones creíbles de llegar al poder. Así, reforzó el componente liberal en el programa económico, aclaró su firme voluntad de meter al país en la Unión Europea y la OTAN -en la Asamblea Nacional venía presidiendo el Comité para Asuntos de Integración Europea-, manifestó su deseo de mantener unas buenas relaciones con los países vecinos sobre la base de los respectivos acuerdos bilaterales ya suscritos, y empezó a hacer declaraciones favorables a la institución familiar, la iglesia y la lucha contra la delincuencia, temas hasta entonces ausentes en los manifiestos.

En esta búsqueda de respetabilidad fuera del sector de votantes rendidos a su carisma y en el centro-derecha del espectro político se inscribió el cambio de nombre de la formación, el 30 de abril de 1995, que asumió la condición de Partido Cívico Húngaro (Fidesz-MPP), un apelativo con reminiscencias de responsabilidad típicamente burguesas. Esta evolución facilitó el establecimiento de alianzas con los otros partidos del centro-derecha, tal como querían las bases, para presentar un frente eficaz al binomio MSzP-SzDSz, que encarnaba el centro-izquierda.

El 3 de noviembre de 1997 Orbán acordó con el presidente del MDF, Sándor Lezsák, la presentación de candidaturas conjuntas en las elecciones legislativas del año siguiente, pacto que definieron como una cooperación entre "fuerzas de clase media". Durante la campaña electoral, Orbán declaró que un gobierno suyo reduciría los impuestos, incentivaría a las pequeñas y medianas empresas, reforzaría el sistema de protección social (acosado por la austeridad gastadora puesta en práctica por el bipartito gobernante con un criterio puramente liberal) y protegería a las propiedades húngaras de las adquisiciones por capitalistas extranjeros, además de poner el acento en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. Horn había acometido la reforma del sistema de pensiones y ahora se esperaba que Orbán hiciera lo mismo con la agricultura, el sistema público de salud y la administración del Estado.


2. El Gobierno de 1998-2002: estabilidad económica, ingreso en la OTAN y la cuestión magiar

Con sus credenciales así transformadas, Orbán probó fortuna en los comicios del 10 y el 24 de mayo de 1998. El MSzP repitió como el partido más votado con prácticamente los mismos sufragios que en 1994, pero la Fidesz-MPP hizo una remontada espectacular, hasta el 29,5% de los votos. Beneficiada por el singular sistema electoral húngaro (una enrevesada combinación del voto proporcional por listas cerradas de partidos y el voto mayoritario por listas individuales de candidatos), su cuota electoral convirtió a los de Orbán en la principal fuerza parlamentaria con 148 escaños, 14 más que el partido de Horn.

El 18 de junio el presidente de la República, Árpád Göncz (titular de un puesto básicamente ceremonial) designó a Orbán primer ministro y el 6 de julio la Asamblea le invistió con 222 votos a favor y 119 en contra, nueve más de los escaños sumados por la Fidesz-MPP, el FKgP de József Torgyán y el MDF de Lezsák, los partidos firmantes del acuerdo de coalición. Con la asunción de Orbán, a sus 35 años el más joven primer ministro húngaro del último medio siglo y el más joven gobernante europeo en ese momento, Hungría realizaba una alternancia política completa desde el final del régimen comunista hacía menos de una década, demostrando la salud de su sistema democrático.

En los cuatro años siguientes, el Gobierno de Orbán, que el 29 de enero de 2000 se desprendió de la presidencia del partido en favor del entonces ministro de los Servicios Secretos, László Kövér (un político impetuoso con fama de radical anticomunista), se caracterizó por una gestión económica eficiente, que, sin grandes alteraciones de la practicada por el Gobierno socialista-liberal, el cual había dejado una coyuntura estabilizada, mantuvo el crecimiento equilibrado en torno al 4% y los precios a la baja. Sin embargo, los expertos no gubernamentales consideraron inaceptablemente alto el índice de inflación con que cerró 1999, el 10% (cinco puntos menos que en 1998), y alertaron contra el incremento de las desigualdades en el reparto de la renta nacional.

En diciembre de 2000, transcurrido el ecuador del mandato, el cuadro económico ofrecía un balance muy alentador, con un crecimiento anual del 5,3% (la tasa más elevada de la democracia), una inflación interanual del 9,5% y en retroceso, y un déficit presupuestario equivalente al 3,5% del PIB. Además, los parados inscritos suponían el 6,3% de la población activa. Doce meses después, la situación era de continuidad, con algunos puntos de mejora: se crecía a un ritmo del 3,8% anual, la inflación había remitido hasta el 6,8%, el paro se había reducido al 5,6% y los salarios reales habían crecido un 6,4%. El déficit fiscal del Gobierno se encontraba estabilizado en el 3,4% del PIB (aunque inmediatamente después empezó a subir de nuevo) y la deuda pública había descendido al 54% del PIB.

El 19 de diciembre de 2000 el primer ministro anunció que el proceso de privatizaciones, realizado en su mayor parte bajo el Gobierno de Horn, ya estaba completado, de suerte que la participación del Estado húngaro en el parque empresarial se hallaba en un nivel similar al de los países de Europa Occidental. Pero, a diferencias de otros estados de la región, la tierra seguía exclusivamente en manos de los propietarios nacionales.

Por otro lado, el nuevo Ejecutivo húngaro captó la atención por la orientación de determinadas políticas internas y externas, afectadas por el estilo personal, no poco controvertido, del primer ministro. Aspecto central del proceder de Orbán fue su enfoque de la sensible cuestión, potencialmente explosiva, de las populosas minorías húngaras en los países vecinos, en un sentido más vigilante y reivindicativo. Su petición, más o menos explícita, a los gobiernos eslovaco, rumano y serbo-yugoslavo de que salvaguardaran los derechos culturales de sus respectivas poblaciones magiares y les dotaran de autonomía política, generó reacciones airadas en los sectores ultranacionalistas que, desde el poder o en la oposición, tenían ascendiente en estos países.

El cambio de Gobierno en Bratislava en octubre de 1998 y la presencia del partido portavoz de los húngaros locales (alrededor de 560.000) en la coalición del primer ministro Mikulás Dzurinda, un político cauteloso y dialogante, tuvieron un efecto balsámico en las relaciones húngaro-eslovacas, ya encarriladas desde la firma en 1995 de un Tratado Básico por Horn y su homólogo eslavo, Vladímir Meciar. El buen ambiente propició la reconstrucción y apertura en octubre de 2001 del puente Mária Valeria, volado por los nazis en 1944, que volvió a comunicar las danubianas Esztergom, en el lado húngaro, y Stúrovo, en la orilla eslovaca.

El lado más problemático siguió siendo el rumano, máxime porque la demanda de Orbán de una universidad de habla húngara para Transilvania, habitada por 1.400.000 magiares, fue acogida con gran hostilidad por la oposición nacionalista rumana y con abierto reparo por la coalición gobernante en Bucarest de liberales, democristianos y socialdemócratas. En sus varios encuentros con los primeros ministros rumanos Radu Vasile y, desde diciembre de 1999, Mugur Isarescu en las respectivas capitales, Orbán combinó aquella petición con aclaraciones de que no albergaba sentimientos irredentistas, sino sólo una preocupación por la equiparación de oportunidades educativas y culturales de todas las comunidades húngaras de Europa central, a las que definió como "miembros de una única nación indivisible". Con todo, aseguró no percibir una "problemática" magiar en la región y subrayó el buen estado de las relaciones de Hungría con los países vecinos, excepción hecha de Yugoslavia, en concreto la República de Serbia.

Al poco de llegar al poder, la renuencia de Orbán a respaldar cualquier intervención militar de la OTAN para detener la represión serbo-yugoslava contra el secesionismo de la mayoría albanesa en la provincia de Kosovo tuvo mucho que ver con el temor por la situación de los 300.000 húngaros étnicos que vivían en la provincia serbia de Vojvodina, lindante con los condados sureños de Bács-Kiskun y Csongrád. En 1999, sin embargo, las exigencias de cooperación derivadas de la condición de Estado miembro, desde el 12 de marzo, que a su vez implicaba el compromiso de la Alianza con la defensa territorial húngara en caso de represalias yugoslavas, movieron al primer ministro a justificar la campaña de bombardeos aéreos (iniciada el 24 de marzo), a abrir el espacio aéreo a los aviones aliados y a autorizar el uso de los aeródromos húngaros para las misiones bélicas.

Orbán, empero, rechazó de plano extender estas facilidades logísticas a una intervención terrestre (de hecho, aseguró haber disuadido a Estados Unidos de lanzarla cuando la campaña aérea parecía resultar ineficaz para forzar la retirada serbia de Kosovo), si bien luego despachó una fuerza simbólica de 350 soldados a la misión de pacificación de la Alianza, la KFOR.

En la fase posbélica de protectorado internacional que se inició en Kosovo, el mandatario húngaro formuló un plan encaminado a restaurar la amplia autonomía de que Vojvodina había disfrutado entre 1974 y 1989 (cuando fue abolida por el Gobierno serbio), plan que debía incluirse en cualquier arreglo global de los conflictos étnicos en la ex Yugoslavia. Sin embargo, Belgrado, donde por el momento seguía instalado el régimen autocrático de Slobodan Milosevic, se negó a considerar siquiera la revisión del estatus de Vojvodina, mientras que las grandes potencias no mostraron interés en un territorio donde no se registraban violencias.

La colaboración con sus aliados del único país de la OTAN fronterizo con la República Federal de Yugoslavia recibió cálidas felicitaciones en Washington, Londres y las demás capitales implicadas en la misión de Kosovo, hasta el punto de calificarse a Orbán como "el mejor" de la nueva hornada de dirigentes aliados, sin demérito, eso sí, de la colaboración polaca, pero claramente preferido a los checos, cuya actitud era juzgada como tibia. Orbán aprovechó la efusividad euro-atlántica para trazar una comparación crítica con el curso de las negociaciones de adhesión a la UE, iniciadas el 31 de marzo de 1998, que en su opinión discurrían con lentitud inaceptable y sin un horizonte de conclusión definido. De todas maneras, el anuncio por el Consejo Europeo de Niza, en diciembre de 2000, de 2003 como la fecha más probable para la realización de la primera ola de ingresos fue acogido con satisfacción en Budapest.

El retraso de este horizonte en uno o dos años (finalmente fue uno) en los últimos cronogramas manejados por las instancias comunitarias no cuestionó la pertenencia de Hungría al grupo de países aspirantes que con seguridad iban a integrar la primera oleada, observándosele incluso más preparación que Polonia o la República Checa en cuanto a la satisfacción de los requisitos políticos y económicos, y el grado de asimilación del llamado acervo comunitario. La situación monetaria era tan buena que el Gobierno alentó esperanzas razonables de un ingreso en la eurozona para 2009, siempre y cuando se hicieran progresos en materia de déficit e inflación, dos criterios de la convergencia que por el momento no se cumplían.

Aquietado el panorama en los Balcanes, a lo largo de 2001 Orbán volvió a suscitar polémica en relación con las poblaciones magiares de los países vecinos. Primero, por sus declaraciones sobre la posible revisión de las leyes de inmigración nacionales con el fin de permitir el libre tránsito de los 2,5 millones de húngaros afincados en territorios que hasta el Tratado de Trianon de 1920 habían sido súbditos del mutilado Reino de Hungría (luego de la extinción en 1918 del Imperio dual Austro-Húngaro) y la concesión de la doble nacionalidad. Luego, a causa del proyecto de ley, aprobado por la Asamblea el 19 de junio, que concedía derechos especiales al citado colectivo, como la regulación del trabajo con carácter temporal, la educación universitaria gratuita y una cobertura sanitaria parcial.

Más que incitar a la inmigración masiva, la llamada Ley del Estatus buscaba regularizar y dotar de derechos a los muchos magiares étnicos, particularmente transilvanos atraídos por las oportunidades laborales y unas condiciones de vida comparativamente superiores, ya instalados en Hungría y que eran nacionales de otros países. Pero el Gobierno de Bucarest la tachó de discriminatoria para los temporeros rumanos no magiares y rechazó en especial su alcance extraterritorial, insistiendo en que la protección de las minorías étnicas bajo su jurisdicción era de su exclusiva competencia.

El Consejo de Europa también valoró la Ley del Estatus en términos críticos, mientras que la Comisión Europea (el texto no era aplicable a los magiares austríacos, unos 40.000) concluyó que no veía en la misma una incompatibilidad con el sistema legal de la UE, demandando, eso sí, que se implementara de mutuo acuerdo con los países afectados. Para aplacar a los vecinos rumanos, Orbán accedió a firmar con el primer ministro Adrian Nastase en Budapest el 22 de diciembre de 2001, antes de la entrada en vigor de la ley el 1 de enero de 2002, un "memorándum de entendimiento" por el que se extendían las ventajas de la contratación laboral temporal a todos los trabajadores rumanos sin distinción de etnia. En otras palabras, la Ley del Estatus fue enmendada.

En el último par de años, la oposición socialista acusó a Orbán de exhibir "tendencias autoritarias", de "carecer de capacidad para el diálogo" y de perseguir una política de "disensión social", en referencia a sus opiniones sobre las comunidades magiares y su negativa a trazar ante la opinión pública una divisoria radical con el ultranacionalista Partido Húngaro de la Justicia y la Vida (MIÉP), liderado por István Csurka, un campeón de la denuncia de supuestos complots y conspiraciones contra Hungría y proclive a la agitación antisemita. Esta fuerza política, que había cosechado el 5,5% de los votos y 14 diputados en las elecciones de 1998, venía expresando planteamientos abiertamente irredentistas y antirrumanos; por ejemplo, en febrero de 2000 llegó a denominar "acto de genocidio" el vertido en el río Tisza de varias toneladas de sustancias tóxicas derramadas por una mina rumana, accidente que provocó un desastre medioambiental en ambos países.

La dimisión como ministro de Agricultura de Torgyán, político no menos alimentador de controversias que Csurka, el 8 de febrero de 2001 en relación con un escándalo de corrupción que afectaba a su hijo y en medio de una oleada de denuncias de casos de sobornos, abrió una etapa de recelos entre el partido del primer ministro y su socio menor, que propició los rumores de una cooperación alternativa con el MIÉP. El propio Orbán dejó caer su disposición a llegar a acuerdos con Csurka tras las elecciones de 2002, aunque por el momento las turbulencias desatadas por Torgyán se ciñeron al devenir interno del FKgP y el Gobierno de coalición quedó a salvo. Orbán iba a terminar su mandato sin novedad, confirmándose Hungría como el país del centro y el este de Europa más estable desde la caída del bloque comunista.

El polémico acercamiento al MIÉP se vio favorecido por el cambio doctrinal aprobado en mayo de 2001, cuando los jóvenes demócratas-cívicos dejaron de considerarse "liberales" en beneficio del adjetivo de "populares". Esta mudanza, además, hizo posible un objetivo preclaro de Orbán, el ingreso en el Partido Popular Europeo (PPE), donde podía codearse con algunos de los más destacados dirigentes del occidente continental. La nueva membresía requirió la baja en la Internacional Liberal, donde el húngaro seguía siendo vicepresidente.

La negativa de Orbán a sumarse a la línea de dureza adoptada por los países de la UE con Austria por la llegada al Gobierno de Viena de la ultraderecha de Jörg Haider, o su sugerencia de que Hungría podría alojar armas nucleares de la OTAN "debido a las incertidumbres sobre el futuro de Rusia" (el primer ministro matizó posteriormente ambas posiciones), fueron calificadas por el MSzP de graves errores de bulto en política exterior. Observadores foráneos hicieron también valoraciones reprobatorias de las declaraciones de Orbán críticas con la comunidad gitana y su complicada integración social, y de las intromisiones de su Gobierno en la libertad de prensa. Orbán rechazó que su labor en los dos ámbitos fuera motivo de reproche.

En otro orden de cosas, el primer ministro húngaro estableció una relación especial con su homólogo estonio, Mart Laar. Este vínculo, con la afinidad idiomática como telón de fondo -el húngaro y el estonio pertenecen a la familia lingüística fino-ugria, no indoeuropea-, se caracterizó por la promoción conjunta de un panel internacional para investigar los crímenes cometidos en el continente por el comunismo, con la premisa de que aquellos no habían sido denunciados "con la misma energía" que los perpetrados por el nazismo.

En el capítulo del protagonismo multilateral, el 28 de abril de 2000 Orbán presidió en Székesfehérvár la séptima cumbre de estados del Centro y Este de Europa, mientras que el 25 de noviembre del mismo año hizo lo propio en Budapest con la Iniciativa Centroeuropea (ICE), foro que agrupaba a 16 estados.


3. Una dura oposición a los ejecutivos socialistas

En la campaña de las elecciones generales del 7 y 21 de abril de 2002 Orbán incidió en las realizaciones inobjetables de su mandato en las políticas interior y exterior. Por ejemplo, se ufanó de que la Ley del Estatus no se hubiera convertido en un obstáculo para la adhesión a la UE, que ya sólo venía reclamando a Hungría más vigor en la lucha contra la corrupción, el arreglo de la situación discriminatoria de la minoría gitana y una mayor vigilancia de las finanzas públicas, si bien el primer ministro rechazó de plano la reciente propuesta de la Comisión Europea de establecer un período de transición de diez años previo al otorgamiento de subsidios agrarios a los nuevos estados miembros en el marco de la Política Agrícola Común (PAC).

Los sondeos pronosticaban la renovación de la mayoría por la Fidesz-MPP, pero el comportamiento pendular de la democracia parlamentaria húngara, que aún no conocía dos legislaturas consecutivas del mismo color, devolvió el turno de gobierno a los socialistas. En puridad, el partido de Orbán, que concurrió en una lista común con el MDF de Ibolya Dávid, ganó los comicios con el 41,1% de los votos en la cuota reservada al sistema proporcional y un total de 188 escaños (de los que 164 fueron para los jóvenes demócratas), mejorando con creces los resultados de 1998, pero la mayoría absoluta se le escapó por cinco escaños.

La alianza del MSzP, que mantuvo su condición de primer partido por un punto de diferencia, y la SzDSz sumaba 198 actas, tal que a ella correspondió el derecho a formar el nuevo Gobierno. Así, el 27 de mayo de 2002, un frustrado Orbán, que entre la primera y la segunda vuelta había elevado el tono verbal hasta el nivel de la arenga beligerante y había movilizado a los militantes de la Fidesz-MPP en demostraciones callejeras, fue relevado en la jefatura del Gobierno por el candidato de la oposición socialista, Péter Medgyessy, antiguo ministro de Finanzas en la época comunista y luego con Horn, aunque técnicamente no era un miembro del MSzP.

En las principales capitales de la UE y la OTAN, en parte decepcionadas por los últimos coqueteos de Orbán con el ultranacionalismo húngaro, se acogió con satisfacción el resultado electoral, que alejaba el espectro de un auge del populismo chovinista en Hungría: el MIÉP no alcanzó la barrera del 5% de los votos y se quedó sin representación, aunque lo mismo sucedió con todas las formaciones menores, conformándose una situación de bipartidismo casi perfecto, con la SzDSz aferrada al papel de partido bisagra. Por Orbán habían apostado sus colegas en el PPE, como el austríaco Wolfgang Schüssel, el español José María Aznar, el italiano Silvio Berlusconi y el bávaro alemán Edmund Stoiber, al igual que el ex canciller Helmut Kohl. Meses después de la frustrante experiencia electoral, en octubre, el húngaro fue elegido vicepresidente del PPE.

En su estrenada condición de cabeza solitaria de la oposición a pesar de no presidir el partido ni su grupo parlamentario, Orbán, que aún no había entrado en la cuarentena de edad, dio muestras de radicalizar su discurso, escorándose más a la derecha y el nacionalismo, y amenazando con marcarle el terreno al Gobierno de socialistas y liberales fuera del Parlamento, a golpe de movilizaciones populares.

La Fidesz-MPP empezó lanzando una campaña de rechazo a la posibilidad del acceso de los extranjeros a la compraventa de fincas cultivables, hasta el punto de convertir este veto en una condición –luego retirada- para pedir el voto afirmativo en el próximo referéndum sobre el ingreso en la UE. De todas maneras, el objetivo no confeso parecía ser tumbar al Ejecutivo a las primeras de cambio y forzar el adelanto electoral. Ya en la víspera de la transferencia del poder a Medgyessy, Orbán presentó la Alianza por la Nación, una confluencia de personalidades y grupos del mismo arco ideológico que buscaba reforzarle como el líder indiscutible del centro-derecha húngaro. A continuación, el ex primer ministro organizó unos denominados Círculos Cívicos y el Movimiento ¡Adelante, Hungría!, que se puso a recoger firmas para impulsar la convocatoria de un referéndum sobre la modificación de la normativa que regulaba la propiedad de la tierra.

Orbán dio rienda suelta a la retórica, pero le tocó poner orden en sus propias filas. A comienzos de julio de 2002, el presidente orgánico y jefe del grupo parlamentario desde mayo de 2001, Zoltán Pokorni, se sintió obligado a renunciar a ambos puestos tras saber que su padre, como otros tantos profesionales activos durante el antiguo régimen, había sido confidente de la policía política comunista en los años que siguieron al alzamiento nacional de 1956. El desagradable descubrimiento lo había hecho Pokorni, que compareció con grandes muestras de consternación, a rebufo de la campaña sensacionalista de revelaciones desatada por un periódico afín a su propio partido, Magyar Nemzet, y que tenía como principal blanco al primer ministro Medgyessy (quien resultó haber trabajado como espía para el Ministerio de Exteriores, tal como él mismo reconoció). La espantada de Pokorni dio pábulo al sarcasmo en algunos medios de comunicación visuales y escritos, convertidos en campo de batalla partidista.

La baja de Pokorni fue suplida por János Áder, presidente de la Országgyűlés en la anterior legislatura, pero Orbán se dio cuenta de que debía dar un golpe de efecto puramente partidista, pues su estrategia de "acciones cívicas" y su discurso beligerante resultaba insuficiente. La metamorfosis doctrinal y la revisión estatutaria iniciadas en mayo de 2001 culminaron en la convención del 17 de mayo de 2003, cuando se dio luz verde a un ligero cambio de denominación: de Partido Cívico Húngaro se pasaba a Asociación Cívica Húngara (MPSz). Al mismo tiempo, por una mayoría de 399 votos contra 57, Orbán recobró la presidencia orgánica tras una ausencia de tres años. En la nueva cúpula, cuatro lugartenientes arropaban al líder: Kövér (presidente del Consejo Nacional), Pokorni (vicepresidente), Áder (jefe del grupo parlamentario) y el ex campeón olímpico Pál Schmitt (vicepresidente).

Orbán explicó que su modelo era la CDU alemana, con su potente base de militantes, su carácter abierto y su vasta estructura horizontal basada en ramas territoriales y organizaciones cívicas. El 16 de abril, faltando un mes para la cita partidaria y cuatro días después del referéndum nacional con aplastante victoria del sí, Orbán no faltó en Atenas a la histórica firma del Tratado de Adhesión a la UE, ceremonia que congregó a la plana mayor del liderazgo húngaro desde 1990.

La entrada en la UE tuvo lugar el 1 de mayo de 2004 y semanas más tarde, en las elecciones del 13 de junio al Parlamento Europeo, Orbán sacó el máximo beneficio de su desdibujada postura sobre la cuestión, oscilando entre la tibieza y el escepticismo, que se negaba a sacrificar en aras de la concordancia jurídica con Bruselas una serie de aspectos sensibles porque tocaban la soberanía nacional, aunque lo fundamental era marcar las distancias con las fanfarrias europeístas de un Gobierno que no supo movilizar a los electores ni zanjar a su favor las incertidumbres sobre los pros y los contras del ingreso. Así, la nueva Fidesz- MPSz ganó contundentemente las votaciones con el 47,4% de los votos, llevándose la mitad de los 24 eurodiputados que Hungría mandaba a Bruselas.

Entusiasmado, Orbán se apresuró a sacar el máximo partido del tremendo golpe sufrido por Medgyessy, objeto de un voto de castigo por estar sacrificando parte del programa social pregonado en 2002 en favor de una cura de austeridad fiscal. Además, el primer ministro, incapaz de subsanar su débil perfil político, estaba recibiendo crudos ataques desde el propio MSzP. La Fidesz-MPSz aprovechó el momento de debilidad de Medgyessy para exigir la retirada del contingente húngaro de Irak e involucrarle en el escándalo de corrupción que afectaba a la sociedad corredora de bolsa Kereskedelmi és Hitelbank (K&H). El doble acoso, desde fuera y desde dentro de su partido, provocó la dimisión del primer ministro en agosto de 2004 y su sustitución por un dirigente del ala social-liberal y proempresarial del MSzP, amén de magnate de los negocios, Ferenc Gyurcsány. Automáticamente, Orbán se puso a fustigar a Gyurcsány.

Aunque ahora decía renegar del liberalismo, advertía contra los "excesos" y la "insolidaridad" del "capitalismo salvaje", exigía el blindaje de la sanidad pública frente a todo proceso de capitalización privada y hasta solicitaba la renacionalización de ciertas empresas ya privatizadas, el líder cívico advocaba enérgicas bajadas de impuestos y la aplicación del tipo único en el impuesto sobre la renta, el flat tax, como la única manera de estimular la producción, mejorar la competitividad y, en última instancia, reducir el desmedido déficit presupuestario, empresa que no debía acometerse con una mera reducción del gasto, argüía.

Por otro lado, sus comentarios sobre la situación de los húngaros étnicos allende las fronteras nacionales tomaron unos derroteros decididamente vindicativos. Por ejemplo, manifestó que la concesión de la autonomía a los húngaros transilvanos debería ser una condición para el ingreso de Rumanía en la UE y que la situación de los magiares de Vojvodina requería una vigilancia intensiva del Parlamento Europeo. En el referéndum de diciembre de 2004 sobre el proyecto de ley para conceder la doble nacionalidad a los magiares residentes en el extranjero el líder opositor hizo campaña por el sí, opción que ciertamente ganó, aunque la consulta quedó invalidada por la baja participación.

La fallida renovación del pacto electoral con el MDF, parcialmente compensado con el establecimiento de una lista conjunta con el extraparlamentario KdNP, preludió el fracaso de Orbán en las elecciones generales del 9 y el 23 de abril de 2006, en las que su partido, con el 42% de los votos, vio descender su cupo parlamentario a los 164 escaños (sumados los de los popularcristianos). Los socialistas de Gyurcsány y los demócratas libres de Gábor Kuncze preservaron la mayoría absoluta y pudieron seguir gobernando.

El segundo revés consecutivo en unas generales (era la primera vez desde 1990 que la oposición de turno no conseguía derrotar al oficialismo) llevó a Orbán a poner sus cargos dirigentes a disposición del partido, pero la finta se olvidó con rapidez. Al finalizar el verano, empero, la situación política húngara dio un vuelco inesperado que devolvió al jefe opositor todas las posibilidades de protagonizar un espectacular retorno al poder a la primera oportunidad electoral.

En septiembre de 2006, el conocimiento por la opinión pública de una grabación en la que podía escucharse a Gyurcsány reconocer que había engañado al electorado sobre la magnitud de los problemas de la economía desató una colérica protesta ciudadana que Orbán no dudó en atizar y encauzar en beneficio propio, poniéndose a la cabeza de las manifestaciones de repudio al primer ministro, tachando al mismo de "mentiroso patológico" y conminando al MSzP a deshacerse de él mediante una moción de censura parlamentaria, so pena de afrontar un endurecimiento de las algaradas callejeras, táctica que el Gobierno a su vez describió como un "chantaje a la democracia". Su triunfo en las elecciones municipales del 1 de octubre galvanizó la determinación de los jóvenes demócratas. A finales de mes, el oficialismo llamó también "traidor" a su máximo fustigador por haber recomendado a la UE en un discurso en Estrasburgo la suspensión de todo fondo y subsidio a Hungría mientras estuviera en manos de un gobierno que se dedicaba a "engañar y mentir".

Orbán se apuntó un tanto formidable en el referéndum múltiple del 9 de marzo de 2008, por él promovido, que aprobó con más de un 80% de votos afirmativos la revocación de las nuevas tarifas y tasas en la atención sanitaria primaria, la atención hospitalaria y la educación superior en la red pública. La soberana derrota del elemento clave de su agenda reformista para ahorrar dinero y adelgazar el déficit dejó a Gyurcsány, muy erosionado desde la protesta del otoño de 2006, en una situación tremendamente complicada, y su margen de maniobra se recortó aún más a últimos de abril con el abandono del Gobierno por la SzDSz, que le dejó en minoría.

Una vez declarado en octubre de 2008, con virulencia insospechada, el capítulo nacional de la tormenta financiera global, que arrastró al forint y puso a la menguada caja del Estado al borde de la quiebra, Orbán volvió a la carga con su demanda de elecciones anticipadas, y desgranó sus ideas y propuestas para salir del desbarajuste económico. Para Orbán, era menester recortar drásticamente los impuestos, sin faltar el IVA, aunque retiró su anterior propuesta de introducir el flat tax, y restringir el gasto público. El tijeretazo debía ser muy vigoroso en la burocracia y los gastos corrientes, pero las partidas sociales no debían tocarse. Definitivamente, Orbán no estaba por la austeridad presupuestaria y además le parecía mal que el Gobierno corriera a solicitar el socorro del FMI, el Banco Mundial y la propia UE, todos los cuales acudieron al rescate de Budapest con un paquete crediticio por valor de de 20.000 millones de euros. Hungría entró oficialmente en recesión el último trimestre de 2008 y Gyurcsány se vio abocado a la dimisión, la cual anunció el 29 de marzo de 2009.

Confirmada la marcha de Gyurcsány, Orbán, en lo que fue secundado por el presidente de la República, László Sólyom, reclamó la disolución de la Asamblea y la convocatoria de elecciones anticipadas, pero el MSzP optó por intentar agotar la legislatura nombrando un nuevo primer ministro en la persona del ministro de Economía, Gordon Bajnai, quien no tenía el carné de miembro del partido gobernante. El 14 de abril los diputados de la Fidesz- MPSz y el KdNP boicotearon la sesión de la Országgyűlés que aprobó una moción de censura "constructiva" contra Gyurcsány e invistió a Bajnai, al que calificaron de primer ministro "ilegítimo".


4. Aplastante victoria electoral de la Fidesz y regreso al poder en 2010

Sin sorpresa, Orbán rechazó al punto el programa de ajuste anunciado por el nuevo primer ministro, que combinaba la reducción general del gasto, recortes en las pensiones y otras prestaciones sociales, una subida del IVA y la congelación de salarios en la función pública. Con las elecciones al Parlamento Europeo a la vuelta de la esquina y las generales a un año vista, el líder opositor concibió todas sus acciones y palabras en clave de campaña.

El electoralismo incluía las declaraciones subidas de tono sobre los derechos de los magiares en el vecindario de Hungría. Así, el 23 de mayo de 2009 Orbán aseguró que los próximos comicios europeos iban a decidir "cuántos diputados representarán en Bruselas a los húngaros que viven en la Llanura Panónica". La mención de esta entidad meramente geográfica, que comprende a toda Hungría, el sur de Eslovaquia, el oeste de Transilvania, el norte de Serbia y porciones menores de Croacia, Eslovenia y Austria, levantó muchas ronchas en Bratislava. Como contrapunto, Orbán estrechó los contactos con la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Nicolas Sarkozy. En diciembre, el húngaro fue reelegido vicepresidente del PPE.

El arrasador rendimiento de la Fidesz-MPSz en las europeas del 7 de junio de 2009, cuando acaparó el 56,4% de los votos y 14 de los 22 escaños en juego, robusteció la confianza de Orbán, que podía concebir su cita con las parlamentarias del año siguiente como una mera marcha triunfal. Sin embargo, los cívicos no podían perder de vista a un partido de nuevo cuño que se había hecho notar en las movilizaciones populares de 2006 y que ahora dio la campanada en las votaciones europeas, el Movimiento para una Hungría Mejor, más conocido simplemente como Jobbik (Mejor), cuyo manifiesto nacionalista, radical y anti establishment -una especie de actualización cuasifascista del viejo discurso etnicista y xenófobo del MIÉP, aunque también suscitaba alguna remembranza, por su afán transgresor, con la propia Fidesz de principios de los noventa- le convertía en un medio rival capaz de arrebatar muchos votos potenciales del caladero de la derecha más hostil a los socialistas.

De cara a las legislativas del 11 y el 25 de abril de 2010, Orbán se planteó el objetivo de ganar con una mayoría de dos tercios, necesaria para aprobar cualquier reforma constitucional, y rechazó la posibilidad de cooperar con ningún partido en la Országgyűlés. Con semejante poderío parlamentario, la Fidesz-MPSz se aplicaría en la "hungarización" de la economía, que había salido de la recesión en el cuarto trimestre de 2009 no sin anotar una contracción del 6,2% para el conjunto del año, pero cuya coyuntura seguía siendo muy precaria por la debilidad de las exportaciones y sobre todo de la demanda interna, muy castigada por el drástico recorte de gastos aplicado por el Gobierno socialista, el cual, al menos, había conseguido restar cinco puntos al déficit alcanzado en 2006, del 9,3% del PIB.

Para despertar a la economía del "coma" a que le había llevado el "vergonzoso" período socialista, Orbán simplificaría y bajaría los tramos de los impuestos sobre las rentas y las actividades empresariales, combatiría la evasión fiscal, la corrupción y los mercados sumergidos, reduciría a la mitad el número de diputados de la Országgyűlés y de concejales en los ayuntamientos, y, la medida más problemática, se desligaría del último objetivo de déficit del Gobierno socialista, consensuado con el FMI y la UE, que apuntaba a un 3,8% para 2010.

Un Gobierno de la Fidesz-MPSz reelaboraría el presupuesto de 2010 para asumir un déficit público de quizá hasta el doble del contemplado por Bajnai, ya que necesitaba financiar la recuperación económica y la creación de un millón de puestos de trabajo a lo largo de una década, partiendo de una tasa de paro del 11%. Orbán no dijo cómo podría conciliar ese relajo fiscal con los compromisos asumidos ante el FMI, el Banco Mundial y la UE, si bien el acuerdo de rescate adoptado en octubre de 2008 expiraba a los dos años, tras lo cual Budapest tendría la oportunidad de renegociar la asistencia crediticia. La UE, además, esgrimía el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que establece un tope de déficit del 3%. Con el déficit descontrolado y la deuda pública 20 puntos por encima del techo fijado por el PEC, el 60%, la entrada de Hungría en la eurozona quedaría en el limbo. De hecho, Orbán se negó a barajar fechas para la despedida del forint. Por prometer una superación de la crisis sin entrar en detalles y descartando los ajustes dolorosos, Orbán fue tachado de populista.

Al depositar su voto el 11 de abril, Orbán, que se había permitido el lujo de rehuir a la prensa durante la campaña, vaticinó: "mañana nos despertaremos en un nuevo país". Cerradas las urnas y conocidos los primeros resultados parciales que daban una rotunda mayoría a su partido, ya por la noche, el líder cívico saboreó su profecía autocumplida: "Hoy, los ciudadanos de Hungría han derrotado la desesperanza", proclamó. Con una participación del 64,4%, la Fidesz-MPSz, formando lista conjunta con el KdNP, capturó el 52,7% de los votos y 206 de los 265 escaños, entre uninominales y por listas, adjudicados en la primera vuelta.

Si mantenía estos porcentajes, Orbán alcanzaría la mayoría de dos tercios en la segunda vuelta del 25 de abril, como así fue. Entonces, la formación opositora sumó 57 puestos más y totalizó los 263 diputados, una cuota parlamentaria nunca vista en 20 años de democracia. El MSzP quedó segundo con el 19,3% y 59 escaños, seguido muy de cerca por el Jobbik con el 16,7% y 47. Una cuarta lista, La Política Puede Ser Diferente (LMP), un partido verde fundado en 2009, adquirió la condición de fuerza parlamentaria. Laminados en las urnas y fuera de la Országgyűlés quedaron la SzDSz, el MDF y el MIÉP.

Tras celebrar el triunfo de una verdadera "revolución" que había "derrocado este régimen de oligarcas que abusaron de su poder", Orbán anunció una renegociación financiera con la UE y el FMI sin "subordinados" ni "dictados". El 28 de abril el presidente Sólyom encargó al líder cívico la formación del Gobierno, cuya composición fue dada a conocer el 3 de mayo. El 14 de mayo Sólyom nombró formalmente primer ministro a Orbán, que sometió a la Országgyűlés un plan económico concebido para "eliminar el carácter anti-familiar del mercado laboral", dar "sostenibilidad a la economía social de mercado" y devolver la "confianza del público en el Estado y sus instituciones". El 29 de mayo Orbán y su Gabinete recibieron el visto bueno de la Asamblea por 261 votos contra 107, tras lo cual tomaron posesión de sus puestos.

Tres días antes, los diputados, con una mayoría de 344 votos, aprobaron una versión enmendada de la fallida ley de ciudadanía de 2004, piedra angular del programa electoral de la Fidesz-MPSz, por la que se otorgaba la nacionalidad del Estado húngaro a las personas de etnia magiar en el extranjero, siempre que pudieran probar su descendencia de húngaros y su conocimiento del idioma. Estos nuevos húngaros no adquirirían el derecho de voto ni se beneficiarían de las pensiones y las prestaciones sociales húngaras, a menos que se convirtieran en residentes permanentes.

Las reacciones en Rumanía a la nueva ley de nacionalidad con que el Gobierno entrante de Budapest quiso engalanar su debut fueron más bien silenciosas. Todo lo contrario que en Eslovaquia, donde se desató la alarma y la furia. Así, el primer ministro, Robert Fico, habló de "amenaza para la seguridad" del país y el Consejo de Ministros modificó mediante un decreto de urgencia el Acta de Ciudadanía Eslovaca, estableciendo que si un eslovaco solicitaba voluntariamente la ciudadanía de otro país, cuando la obtuviese, perdería automáticamente la ciudadanía eslovaca; el Parlamento eslovaco convalidó la reforma de manera inmediata.

Viktor Orbán, un cristiano protestante en un país mayoritariamente católico, está en posesión, entre otras distinciones, de: el New Atlantic Initiative Freedom Award del American Enterprise Institute for Public Policy Research (AEI), de Washington, D.C. (2001); el Polák Award de la Vasek and Anna Maria Polák Charitable Foundation (2001); el Franz Josef Strauss-Preis de la Hanns-Seidel-Stiftung de Munich (2001); la Gran Cruz de la Orden Nacional del Mérito (2001); el Förderpreis Soziale Marktwirtschaft del Wirtschaftspolitische Club Deutschland (2002); el Truman-Reagan Freedom Award de la Victims of Communism Memorial Foundation, de Washington, D.C. (2002); el Premio Szent István de la ciudad de Esztergom (2002); la Medalla de Oro de la Foundation du Mérite Européen de Luxemburgo (2004); y la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio el Grande, concedida por el Vaticano en 2004.

Su biografía oficial recalca su gran afición a la práctica futbolística; de hecho, pese a su avanzada edad para estas lides, el político figura como titular de un equipo de la segunda división de la liga húngara, el FC Felcsút, donde juega como delantero con el número dos. En 2007 el político estuvo entre los artífices de la Fundación Ferenc Puskás para el apoyo a los jugadores noveles.

(Cobertura informativa hasta 1/6/2010)