Lionel Jospin
Primer ministro (1997-2002); candidato presidencial (1995, 2002)
1. Trayectoria en el socialismo francés
2. Un líder para el renacimiento del partido
3. La Europa social y la izquierda plural
4. La imagen de un gobierno en estado de gracia
5. Nuevos enfoques en política exterior
6. La campaña para las presidenciales de 2002
7. Inesperada humillación electoral y dimisión
1. Trayectoria en el socialismo francés
Es el segundo de los cuatro hijos de un maestro de escuela socialista, candidato a diputado en los años del Frente Popular y secretario del partido Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO) en Seine-et-Marne, donde la familia, de religión protestante, tenía su residencia. El joven recibió la educación secundaria en Sèvres y en 1956 ingresó en el Instituto de Estudios Políticos de París. Una vez obtenida la diplomatura en dicho centro y luego de prestar el servicio militar en Alemania, en julio de 1963 fue admitido en la selecta Escuela Nacional de Administración (ENA), centro que ha formado a buena parte de la élite política francesa de las últimas décadas, y en junio de 1965 se graduó como uno de los mejores de su promoción.
Acto seguido emprendió una carrera de alto funcionario del Estado, como secretario de Asuntos Extranjeros en la Dirección de Cooperación Económica del Ministerio de Asuntos Exteriores, que entonces dirigía Maurice Couve de Murville en el Gobierno gaullista de Georges Pompidou, pero los sucesos revolucionarios de mayo de 1968 le indujeron a tomar la decisión, que consideraba coherente con sus ideas socialistas, de abandonar esta prometedora trayectoria profesional y trasladar su vocación de servidor público a un terreno no burocrático. Así, en octubre de 1970, al cabo de una estancia en Estados Unidos para ampliar su formación, se estrenó en la docencia como organizador de conferencias y profesor asociado de Economía en el Instituto de Tecnología de la Universidad de París-XI, labores que iba a desempeñar durante 11 años.
Por lo que se refiere a la militancia partidista, en 1958, movido por su oposición a la guerra de Argelia y crítico con las posiciones del partido socialista entonces mayoritario, la SFIO, Jospin ayudó a fundar la Unión de la Izquierda Socialista (UGS), un grupúsculo que dos años después se integró en el Partido Socialista Unificado (PSU) cuando esta escisión de la SFIO vio la luz. Afiliado al nuevo Partido Socialista (PS) desde el Congreso de la unificación de las diversas agrupaciones de esta ideología, celebrado por iniciativa de François Mitterrand y Alain Savary del 11 al 13 de junio de 1971 en Épinay-sur-Seine, en en el Congreso de Grenoble, del 22 al 24 de junio de 1973, Jospin fue elegido miembro del Comité Director y del Buró Ejecutivo del PS, así como secretario nacional de Educación, posición ésta que iba a ocupar hasta 1975.
En los años siguientes, Jospin fue desempeñando funciones de creciente responsabilidad en el partido, siendo sucesivamente consejero de Asuntos Exteriores de segunda (1974-1980) y primera clase (1980-1993), secretario nacional de Relaciones con los países del Tercer Mundo (1975-1979) y secretario nacional de Relaciones Internacionales (1979-1981). Paralelamente a esta asignatura internacional, a Jospin se le encomendaron las siempre trabajosas relaciones con el Partido Comunista Francés (PCF), que desde diciembre de 1972 hasta la ruptura del acuerdo en septiembre de 1977 colaboró con el PS en un programa común de la izquierda.
En 1977 ganó una consejería por el distrito de París-18 y en 1981 Mitterrand le nombró asesor y director de su campaña para las elecciones a la Presidencia de la República. El 24 de enero de ese año, en el congreso extraordinario de Créteil que designó a Mitterrand candidato presidencial, Jospin fue elegido su sucesor al frente de la Primera Secretaría. Después de la victoria de Mitterrand, en las elecciones legislativas celebradas en junio Jospin consiguió su primer escaño de diputado por la circunscripción de París-27 (al que ya había aspirado, sin éxito, en 1978), así como la reelección como consejero municipal de París.
Revalidado al frente del PS en los congresos de Bourg en Bresse, en octubre de 1983, Toulouse, en octubre de 1985, y Lille, en abril de 1987, entre 1984 y 1988 Jospin sirvió asimismo como diputado del Parlamento Europeo. En marzo de 1986 obtuvo la reelección como consejero regional por Ile-de-France y como diputado por París, aunque en septiembre dejó este escaño, así como la consejería de distrito capitalina que ostentaba desde 1977, para competir, a petición de los socialistas locales, en una elección parcial en la circunscripción 7 del departamento de Haute-Garonne, que efectivamente ganó.
Desde finales de 1987 Jospin volvió a organizar la campaña para la reelección de Mitterrand, en abril de 1988, pese a sus cada vez más aireadas diferencias con respecto al estilo político de los socialistas, frecuentemente tildados de arrogantes e insensibles ante los problemas del ciudadano de a pie durante sus etapas en el poder. Cuando el 10 de mayo de 1988 el PS, tras dos años en la oposición, retornó al Consejo de Ministros, él se integró en el gabinete de Michel Rocard en calidad de ministro de Educación Nacional, Investigación y Deportes.
El 13 de mayo Jospin cedió la Secretaría del PS al ex primer ministro (1981-1984) Pierre Mauroy; ambos, con la adición de Louis Mermaz, integraron la moción oficialista que se impuso en el congreso de Rennes, en marzo de 1990. A lo largo de 1988, Jospin retuvo su cartera reestructurada de Educación Nacional, Juventud y Deportes, y reforzó su vínculo representativo con Haute-Garonne con el mandato de consejero general por el cantón de Cintegabelle. Se mantuvo al frente del Ministerio de Educación en el Gobierno de Edith Cresson entre mayo de 1991 y abril de 1992, año en que ganó el mandato de consejero regional por Midi-Pyrénées y fue nombrado secretario del Consejo Nacional de Economías Regionales y Productividad (CNERP).
2. Un líder para el renacimiento del partido
El 3 de abril de 1993, una semana después del severo revés cosechado por los socialistas en las elecciones legislativas, Jospin, que había perdido el escaño, anunció su baja en el Comité Directivo y en el Buró Ejecutivo del PS, reafirmándose en su negativa a tomar parte en la "lucha fratricida" entre Rocard y Laurent Fabius, primer ministro entre 1984 y 1986 y primer secretario desde enero de 1992, por el liderazgo del partido. No obstante, cuando el primero ganó la partida y presentó un proyecto de regeneración, Jospin consideró oportuna la iniciativa, de manera que en octubre se integró en el Consejo Nacional constituido en el Congreso de Bourget, del que Rocard salió confirmado en la Primera Secretaria y en sus tesis. De 1994 a 1997, Jospin presidió también el Comité de Desarrollo Económico de Haute-Garonne.
De cara a las elecciones presidenciales de 1995, Mauroy, Rocard y otros barones del PS, que no pudieron convencer al presidente saliente de la Comisión Europea, Jacques Delors, hallaron en Jospin el candidato idóneo para lavar la imagen del partido, enfangada por los recientes escándalos de corrupción. Jospin hubo de batirse con Henri Emmanuelli, primer secretario desde noviembre del año anterior (a raíz de la dimisión de Rocard por el desastre del partido en las elecciones europeas) y favorito de los mitterrandistas (quienes habían objetado la refundación impulsada por Rocard), en unas elecciones primarias en las que la militancia ejerció el voto directo y secreto y que tuvieron lugar el 4 de febrero de 1995 en el marco de una convención nacional. Jospin se alzó victorioso con el 65% de los votos y al día siguiente fue proclamado candidato oficial de los socialistas a ocupar el Palacio del Elíseo.
Con los sondeos de opinión inicialmente adversos, el indudable atractivo de su imagen de hombre íntegro, moderado e inteligente, más la inesperada duplicidad de candidaturas en el bando gaullista, posibilitaron que Jospin diera la sorpresa y superara a Jacques Chirac, alcalde de París y presidente del partido Reagrupamiento por la República (RPR), en la primera vuelta del 23 de abril con el 23,3% de los votos. Sin embargo, la unión del voto conservador en la segunda ronda del 7 de mayo garantizó la victoria final de Chirac, que obtuvo el 52,6% frente al 47,3% del contrincante socialista. Con esta más que meritoria actuación, el prestigio cobrado por Jospin ante sus compañeros le permitió ese año, primero, pasar a presidir la comisión que estudiaba la renovación del partido y, luego, el 14 de octubre, ser elegido primer secretario en una convención nacional, por primera vez de manera directa por la militancia, con un abrumador 94,1% de los votos, en sustitución de Emmanuelli.
La eficaz labor de rehabilitación ante el electorado, más la impopularidad del Gobierno centroderechista de Alain Juppé, hicieron posible la resurrección del PS, algo que se antojaba impensable tan sólo unos meses atrás, en las legislativas del 25 de mayo y el 1 de junio de 1997, que habían sido convocadas anticipadamente por Chirac confiado de que iba a incrementar la mayoría presidencial en la Asamblea Nacional. Antes al contrario, los socialistas ganaron una mayoría relativa de 255 escaños con el 23,5% del voto, convirtiéndose en la principal fuerza política de Francia. Junto con sus aliados menores de la izquierda, el bloque del PS alcanzó los 285 escaños, que añadidos los 35 del PCF sumó los 320, 31 por encima de la mayoría absoluta.
El 2 de junio Chirac nombró primer ministro a Jospin y al día siguiente entró en funciones al frente de un gobierno de coalición, de marcado perfil izquierdista, en el que tenían representación también el PCF -que regresaba al Ejecutivo tras trece años de ausencia-, el Partido Radical Socialista (PRS, que antes se había llamado Movimiento Radical de Izquierda, MRG, y que luego iba a tomar el nombre de Partido Radical de Izquierda, PRG), el Movimiento de los Ciudadanos (MDC) y Los Verdes. Nacía así la tercera cohabitation de la V República, expresión acuñada por Francia para la politología y que se refiere a la convivencia de un presidente de un signo politico y un gobierno de otro: la primera la protagonizó también Chirac, pero como primer ministro, entre 1986 y 1988, y la segunda Édouard Balladur entre 1993 y 1995, ocupando Miterrand la Presidencia en ambos casos; ahora, el PS y el RPR invertían los papeles.
Con su investidura, Jospin renunció al escaño que había ganado por Haute-Garonne 7, pero siguió como consejero cantonal. El 27 de noviembre se desprendió de la Primera Secretaría del PS en favor de François Hollande, conforme a lo decidido en el congreso del partido celebrado en Brest entre los días 21 y 23 del mismo mes.
3. La Europa social y la izquierda plural
Nada más tomar posesión, Jospin preconizó una "reorientación de la construcción europea", en referencia a una mayor atención por la Unión Europea (UE) de los aspectos sociales, como el problema del paro (la tasa en Francia era entonces el 12,6%) y la redistribución de la riqueza.
Efectivamente, Jospin pasó a aplicar un paquete de medidas de fuerte contenido social, como la suspensión del programa de privatizaciones, que se consideraban culminadas (aunque el Estado aún seguía siendo titular de importantes empresas) y la creación de 700.000 puestos de trabajo para los jóvenes, además de tener en reserva sendas legislaciones sobre las 35 horas laborales semanales, la introducción de la Cobertura Médica Universal (CMU) y la reducción del IVA y el impuesto sobre la renta, todo ello con los objetivos de disminuir el desempleo, relanzar el poder adquisitivo, estimular la demanda interna y fomentar el crecimiento de la economía. Tales medidas, empero, suscitaron entre algunos socios comunitarios, y muy especialmente en Alemania, el temor a un relajamiento por Francia de sus compromisos en el cumplimiento de los criterios de convergencia a la moneda única, que sin la participación de Francia apenas podía concebirse.
El 9 de junio de 1997 el ministro de Economía, Dominique Strauss-Kahn, destapó la caja de los truenos al anunciar que Francia no iba a firmar el Pacto de Estabilidad, diseñado por el Gobierno cristianodemócrata de Helmut Kohl para regular la continuidad de la ortodoxia financiera tras la entrada en servicio del euro en 1999, a menos que se "equilibrara" con un protocolo adicional sobre el empleo, jurídicamente vinculante, en el nuevo Tratado de UE, cuya aprobación estaba prevista en el Consejo Europeo de Amsterdam los días 16 y 17 de aquel mes. La crisis pudo superarse al incluir la Presidencia holandesa el anexo de dos declaraciones, sobre la coordinación de políticas económicas y sobre el desarrollo de políticas de empleo, en las conclusiones del Consejo, lo que satisfizo a Jospin y permitió la aprobación del Pacto de Estabilidad.
Ahora bien, las sugerencias del Gobierno galo de establecer un "gobierno económico europeo" fueron tajantemente rechazadas por el alemán mientras estuvo dirigido por Kohl. Cuando en octubre de 1998 los socialdemócratas de Gerhard Schröder llegaron al Gobierno de Bonn, las discrepancias se redujeron notablemente y además se trasladaron de terreno. En efecto, el nuevo canciller alemán coincidió con Jospin en la necesidad de realizar una reforma general de la UE en apartados clave como el presupuesto comunitario, la política de subvenciones, la composición de las instituciones, el sistema ponderado de voto por mayoría cualificada en el Consejo de la UE y la ampliación a nuevos estados miembros, además de sintonizar con su demanda de una integración económica que además de los aspectos monetarios tuviera en cuenta la cohesión social.
De lo que Jospin se desmarcó fue de la teoría de Schröder del Nuevo Centro, una socialdemocracia renovada, de evidentes reminiscencias con la Tercera Vía del británico Tony Blair -llegado al poder en similar ambiente triunfalista un mes antes que el francés-, cuya asunción de los postulados liberales del mercado no atrajo su interés. Jospin declaró seguir fiel al ideario socialdemócrata clásico, que en el caso del socialismo francés reserva un papel esencial al Estado, y se ufanó del logro de reunir en el Ejecutivo al grueso del progresismo político bajo la fórmula de la gauche plurielle (izquierda plural), aunque estas diferencias de enfoque tendieron a manifestarse más en la doctrina partidista que en la praxis de Gobierno.
4. La imagen de un gobierno en estado de gracia
La bonanza económica y el apaciguamiento de la conflictividad social en 1998 hicieron pensar a Jospin que la situación era favorable para aplicar la propuesta electoral pendiente de la semana laboral de 35 horas. Aprobado por la Asamblea Nacional el 20 de mayo, el proyecto de ley estipulaba su fijación obligatoria a partir del 1 de enero de 2000 para las empresas con más de 20 empleados, y a partir de 2002 para las demás. Aquellas empresas que aplicaran la reducción del horario de trabajo antes del plazo o fueran más allá de las obligaciones legales, podrían acceder a un complejo sistema de ayudas financieras. En los meses siguientes se negoció con la patronal las modalidades de la aplicación de la histórica reforma laboral, conversaciones que discurrieron con grandes dificultades al expresar los empresarios serias dudas hacia su capacidad para generar empleo, precisamente la razón aducida por Jospin para llevarla a cabo, así como temores por sus consecuencias sobre la competitividad de los productos franceses en el mercado común europeo.
El 27 de marzo de 2000 Jospin recuperó para el Ejecutivo a Fabius, socialista de inclinación liberal que desde 1997 presidía la Asamblea Nacional, y le nombró ministro de Finanzas. En agosto, Fabius presentó la reforma de la fiscalidad, consistente en bajadas de los tramos del impuesto sobre la renta, la cotización social y el impuesto de sociedades, así como del precio del gasóleo doméstico, con la que el Estado iba a renunciar en los tres próximos años a alrededor de 120.000 millones de francos en concepto de ingresos. Con la aplicación de lo esencial del programa electoral de 1997 y la aparición de sus primeros resultados, en el otoño de 2000, cuando se acercaban a cinco millones ya los asalariados que trabajaban en la semana de 35 horas, numerosos observadores hicieron un balance positivo del estable Gobierno de la izquierda plural de Jospin y su enunciado "sí a la economía de mercado, no a la sociedad de mercado".
Ciertamente, se estaba creando empleo (el índice de parados inscritos, el más bajo desde 1992, se había situado por debajo del 10% al comenzar el año, y continuaba bajando), y los propios empresarios habían mutado su inicial hostilidad a la reforma laboral en franca adherencia una vez que Jospin accediera, como contrapartida, a flexibilizar el mercado de trabajo, un apartado en el que el socialista (por su política de protección social) o social-liberal (por sus políticas de empleo y de fiscalidad de las empresas) primer ministro se mostraba, en realidad, decididamente liberal.
Algunos analistas pasaron a hablar de la "excepción francesa", que partiendo de una originalidad casi heterodoxa por comparación con el discurso económico dominante, demostró su capacidad para compatibilizar las políticas sociales y el recorte de las obligaciones tributarias con crecimiento sostenido, en torno al 3% anual y por encima de la media comunitaria, la inflación en torno al 1%, el déficit fiscal cercano también al 1%, la balanza comercial excendentaria y altas tasas de inversión. Asimismo, se resaltaba la capacidad de Jospin para implicar a sus a priori problemáticos socios verdes y comunistas en las responsabilidades exteriores de Francia y en los compromisos con los socios y aliados de la UE y la OTAN.
5. Nuevos enfoques en política exterior
Al poco de nombrarle primer ministro en 1997, Chirac, siempre atento a montarse en la línea más popular del momento, salió en defensa de Jospin en su cuestionamiento de los mecanismos de disciplina aplicables a las economías nacionales de la futura zona euro y dijo sentirse vindicado con la propuesta del dirigente socialista de imprimir un giro social a la construcción europea. Entonces comenzó un período en el que Jospin y Chirac mostraron, y no meramente por la obligación de coordinar propuestas unitarias en las mesas de negociaciones internacionales, una clara aproximación en sus respectivas visiones comunitarias.
Ahora bien, cuando llegó la presidencia francesa de turno de la UE, en el segundo semestre de 2000, y el país organizó los trascendentales (y tumultuosos) consejos de Biarritz y Niza, Chirac llevó la voz cantante en la liza con Alemania sobre lo que se jugaba cada Estado miembro en la reforma de las instituciones, en especial la nueva distribución de votos en el Consejo y la definición de las materias aprobadas por mayoría cualificada. Aunque para las elecciones presidenciales y legislativas de 2002 aún faltaba más de un año y ninguno de los dos había confirmado su candidatura, era una certeza que Jospin y Chirac se iban a batir por el puesto, así que el deseo de diferenciarse en una clave preelectoral alentó las divergencias en materia de construcción europea.
Para sorpresa general, Chirac se adelantó declarándose partidario de avanzar, compartiendo el liderazgo motriz con Alemania, hacia una Europa de tipo federal, lo que rompía un tabú esencial del pensamiento gaullista e incluso sobrepasaba las declaraciones al respecto de Jospin y la izquierda plural, donde existían sectores con sensibilidades soberanistas y abiertamente euroescépticas, siendo el más significativo el MDC de Jean-Pierre Chèvenement, quien había abandonado el PS en 1992 y enarbolado un discurso nacionalista, de defensa de la República y de un jacobinismo caro al viejo gaullismo. Precisamente, Chèvenement, luego de expresar reparos a la campaña área de la OTAN contra Yugoslavia por la represión en Kosovo, dimitió como ministro del Interior el 29 de agosto de 2000 en protesta por el proyecto de Jospin de dotar de una autonomía limitada a la isla de Córcega, si bien la espantada del controvertido político no significó la ruptura del MDC con el Gobierno.
En mayo de 2001, a remolque de Chirac pero de una manera más articulada, Jospin declaró que hacía suya "la hermosa idea de la Federación de estados-nación" y propuso dotar a la UE de un "gobierno económico" para la zona euro como contrapeso del Banco Central Europeo, de un Consejo Europeo más institucionalizado, de una Comisión cuyo presidente sería elegido según la relación de fuerzas en el Parlamento y de una Constitución política. Con todo, la postura de Jospin apuntaba más bien a una estructura de tipo confederal, con reserva por los estados de importantes cotas de soberanía nacional, y buscaba marcar las distancias también de las tesis eminentemente federalistas del canciller Schröder y su ministro de exteriores, Joschka Fischer.
Posteriormente, Jospin acudió al movimiento antiglobalización francés en busca de ideas para enriquecer su discurso en un sentido más grato a los antiliberales y estudiar fórmulas novedosas en lo social y económico que, eventualmente, podrían ser incorporadas a la acción del Gobierno, como la aplicación de una tasa a las transacciones financieras especulativas, en la línea de lo propuesto por el grupo de presión ATTAC, surgido en Francia en 1998. Por otro lado, los atentados del 11 de septiembre cometidos en Estados Unidos por la red terrorista Al Qaeda orquestada por el integrista saudí Osama bin Laden, crearon una situación de alerta militar que empujó a la solidaridad con el país aliado y a un consenso partidista sobre la participación de Francia en una eventual operación bélica contra Afganistán.
Con todo, Chirac, investido por la Constitución del mando supremo de las Fuerzas Armadas, y Jospin, responsable de la política de defensa, valoraron con distintos matices la aportación de Francia a la coalición antiterrorista global improvisada por Estados Unidos; mientras que el presidente acudió presto a Washington para ofrecer una "colaboración total", Jospin y sus ministros de Exteriores y de Defensa, Hubert Vedrine y Alain Richard respectivamente, insistieron en que Francia no se encontraba en guerra, alertaron contra el "choque de civilizaciones" entre el Oeste y el Islam, y prefirieron esperar de Estados Unidos peticiones precisas de asistencia.
Así, la contribución gala a la campaña iniciada en octubre de 2001 contra Al Qaeda y el régimen talibán de Afganistán que le sustentaba consistió en el envío, vía Uzbekistán, de un contingente de retaguardia para asegurar el estratégico aeropuerto de la ciudad norteña de Mazar-i-Sharif y de algunos comandos para unirse en misiones de rastreo e interceptación por tierra. Tras completarse con éxito la fase más aparatosa de las operaciones militares aliadas en Afganistán y rebajarse la tensión internacional, Jospin no escatimó críticas a la administración de George Bush, advirtiéndole que no cayera en el unilateralismo y el reduccionismo de análisis a la hora de confrontar las amenazas para la seguridad de Estados Unidos y sus aliados.
6. La campaña para las presidenciales de 2002
Pese a que la campaña ya había empezado informalmente, Jospin no anunció oficialmente su candidatura al Elíseo hasta el 20 de febrero de 2002. En su programa oficial, el primer ministro y su partido apuntaron a cuatro compromisos principales: la consecución del pleno empleo, partiendo de la dotación de 200.000 "contratos sociales" para los parados de mayor duración y edad, y de la estabilización de los empleos para jóvenes creados en la legislatura que terminaba, hasta conseguir una reducción del paro en otras 900.000 personas en los próximos cinco años; la corrección de las desigualdades en el reparto de la renta nacional, a través de una reforma del sistema de pensiones; un mayor énfasis en las cuestiones de la inseguridad ciudadana, que, según las encuestas, era el primer motivo de inquietud para los franceses; y, la promoción de Francia en su papel de "regulador internacional" y de valedor de un europeísmo "orientado hacia el desarrollo y la paz".
La asunción pragmática de preocupaciones características tanto de la derecha como de la izquierda en aras de un "proyecto modernizador" para Francia y la negación de que dicho proyecto fuera de naturaleza socialista no obstante sus propuestas sociales, sugirió el intento de Jospin de escorarse al centro y superar el marco de la izquierda plural, brindando argumentos a Chèvenement, al presidente comunista Robert Hue, al verde Noël Mamère y a la socialista radical Christiane Taubira -y, por supuesto, a un elenco de postulantes de la extrema izquierda-, para inscribir sus propias candidaturas a la Presidencia. Los otros cuatro candidatos gubernamentales no renunciaban a medir sus fuerzas, si bien se daba por entendido que apoyarían a Jospin en la segunda vuelta. Con todo, no dejaba de resultar insólito en el contexto europeo que los cinco integrantes del Ejecutivo acudieran a las elecciones con candidato específico.
Político serio y de probada integridad, pero no carismático y carente del desparpajo mediático de Chirac, Jospin, al decir de los analistas, tuvo dificultades durante la campaña para perfilar un discurso que capitalizara los innegables logros de su Gobierno como promesas electorales cumplidas, ilusionara a los votantes socialistas y no fuera a la zaga del líder neogaullista en un capítulo tan sensible como la seguridad ciudadana. Al margen de que se le reprochara a Jospin un enfoque tímido y poco convincente de las problemáticas de la inmigración, el acceso a los servicios sociales y la delincuencia (crecida en un 7% en el último año), al candidato socialista no le beneficio la inquietud general por la desaceleración de la economía francesa, dentro de la tendencia global que afectaba a la zona euro, de modo que el PIB sólo había crecido un 2% en 2001 frente al 3,3% de 2000. Ahora bien, el paro no había dejado de disminuir y entonces se situaba en el 8,5%.
7. Inesperada humillación electoral y dimisión
Las últimas encuestas concedían una ligera ventaja a Chirac sobre Jospin en la primera ronda y no se atrevían a señalar un favorito para la vuelta final, pero el 21 de abril las urnas produjeron una descomunal sorpresa y Jospin, con el 16,2% de los votos, fue superado en siete décimas por el veterano líder de la ultraderecha gala, Jean-Marie Le Pen, presidente del partido xenófobo y antieuropeo Frente Nacional (FN), y quedó apeado para el ballotage.
El hecho de que el estridente y -exceptuando, obviamente, a sus votantes- universalmente denigrado Le Pen descabalgara al mandatario socialista provocó probablemente la mayor conmoción social en Francia desde el Mayo de 1968 y un drama en las filas de la izquierda plural, que prorrumpió en un tardío coro de lamentaciones por la fractura del voto: sumados, los cinco candidatos recaudaron el 32,4% de los sufragios (si bien el irrisorio 3,4% de Hue sumió al PCF en la más penosa coyuntura de su historia), sin contar el 10,4% capturado por los tres candidatos trotskistas. En añadidura, era la primera vez en las seis últimas elecciones que un candidato socialista (o de la izquierda) no pasaba a la segunda vuelta, y desde la introducción de la elección presidencial directa por de Gaulle en 1965 no se conocía un porcentaje de voto más bajo en un representante de la izquierda: el peor registro hasta entonces lo ostentaba el comunista Jacques Duclos, que en la edición de 1969 quedó tercero con el 21,2% de los sufragios.
La misma noche electoral y conocidos los resultados, un cariacontecido Jospin anunció ante sus compungidos seguidores su retirada definitiva de la vida política, asumiendo la plena responsabilidad por su fracaso "más allá de la demagogia de la derecha y de la dispersión de la izquierda", añadiendo que se sentía "profundamente decepcionado" después de "cinco años de trabajo gubernamental enteramente dedicado al servicio de nuestro país" y que le parecía "un signo muy inquietante para Francia y nuestra democracia" el éxito de la extrema derecha. El estadista se mantuvo al frente del Gobierno hasta celebrarse la segunda ronda el 5 de mayo, en la que, gracias al cierre de filas de todos los partidos del arco democrático republicano, Chirac se aseguró la reelección con un apabullante 82,2% de los votos. El 6 de mayo Jospin abandonó el Hotel Matignon y acudió al Elíseo para presentar la dimisión formal y dejar paso al hombre escogido, de acuerdo con sus prerrogativas, por el presidente electo, el liberal conservador Jean-Pierre Raffarin.
Jospin, padre de dos hijos y casado en segundas nupcias con la intelectual y feminista Sylviane Agacinski (quien tiene una hija fruto de una relación anterior con el filósofo Jacques Derrida), es autor del libro L'Invention du possible (1991). Entre 1996 y 1999 fue uno de los vicepresidentes de la Internacional Socialista, y en la actualidad pertenece al Directorio Internacional del Centro Shimon Peres por la Paz y al Club de Madrid.
(Cobertura informativa hasta 1/6/2002)