Guido Westerwelle

El fuerte ascenso del Partido Liberal Demócrata (FDP) en las elecciones de septiembre de 2009 en Alemania convirtió en octubre a su líder, Guido Westerwelle, en vicecanciller federal y ministro de Exteriores del segundo Gobierno de la democristiana Angela Merkel, quien cerró así cuatro años de incómoda gran coalición entre la CDU y el SPD. Westerwelle, un político sin experiencia gubernamental y que exhibe su orientación homosexual con normalidad, ha logrado al tercer intento su sueño de recobrar para el FDP su tradicional rol de partido-bisagra de la política alemana, que le permitió estar en el Ejecutivo 42 de los 60 años de historia de la República Federal. Su premisa más conocida es la reducción de los impuestos en apoyo de las clases medias y la mediana empresa, medida fiscal que ha pactado con la canciller Merkel sobre la base de la confianza en la salida de la crisis económica.

(Nota de edición: esta biografía fue publicada originalmente el 6/11/2009. El 18/5/2011 Guido Westerwelle cesó como vicecanciller federal de Alemania y trasfirió el puesto a Philipp Rösler, quien acababa de sucederle como líder del FDP. Westerwelle continuó en el segundo Gobierno Merkel como ministro de Exteriores hasta el 17/12/2013, fecha en que se constituyó el tercer Gobierno Merkel, de gran coalición CDU/CSU-SPD; su sucesor en el Ministerio de Exteriores fue el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier. Guido Westerwelle, enfermo de leucemia, falleció el 18/3/2016 a los 54 años de edad).

1. Recorrido en las filas del FDP
2. Salto a la jefatura del partido y primeras empresas electorales
3. Socio gubernamental de los democristianos de Angela Merkel


1. Recorrido en las filas del FDP

Hijo de una pareja de abogados privados afincada al sur de Bonn, cuando tenía nueve años sus padres se separaron y, durante un tiempo, él y sus tres hermanos anduvieron yendo y viniendo de un domicilio a otro en la lucha conyugal por su custodia, hasta que los cuatro decidieron quedarse a vivir con el padre. La ruptura del matrimonio de los padres resultó traumática para el joven Guido, que adquirió sobrepeso y tuvo malos rendimientos escolares. Tras pasar por una realschule, o escuela de enseñanza media, completó la secundaria en el Ernst-Moritz-Arndt Gymnasium de Bonn, donde llamó la atención por su verbo impertinente y sus ideas liberales, que chocaban con las nociones intelectuales de los profesores de tendencia izquierdista. Discurrían los años setenta, cuando el Partido Socialdemócrata (SPD) de Willy Brandt y Helmut Schmidt gobernaba coaligado con el Partido Liberal Demócrata (FDP) de Walter Scheel y Hans-Dietrich Genscher, formación con la que Westerwelle simpatizaba.

En 1980 aprobó el Abitur, el examen final de bachillerato, y, siguiendo los pasos de su padre, se puso a estudiar Derecho en la Universidad de Bonn. Ese mismo año ingresó en la militancia del FDP y no tardó en hacerse un hueco en su organización juvenil, que arrastraba una serie de enfrentamientos con la cúpula del FDP y entre sus diversas facciones. En 1981 fue elegido presidente de la Juventud Liberal (JuLis) en la sección de Bonn y dos años después, luego de renovar el FDP su condición tradicional de partido bisagra abandonando a los socialdemócratas y aliándose con los democristianos (CDU) de Helmut Kohl y los socialcristianos bávaros (CSU), se alzó al frente de la organización a nivel nacional. La precocidad política del joven veinteañero apenas se vio afectada por su condición de homosexual reconocido, que él no había hecho mucho por ocultar. Tras algunos titubeos iniciales, el estudiante de Derecho pujó por subir posiciones en el escalafón liberal con determinación y ambición.

A finales de 1986, con 24 años, se propuso candidatear al Bundestag; intentó que le permitieran pelear por un escaño por Bonn, pero tuvo que conformarse con hacer campaña en Bielefeld y desde un puesto bajo en la lista electoral. En las elecciones generales del 25 de enero de 1987 el FDP, conducido ahora por Martin Bangemann, aumentó su representación en 12 escaños, pero Westerwelle no salió elegido. Carente de apoyos en los cuadros directivos del partido, donde suscitaba desconfianza por su orientación sexual y por una ambición personal que era vista como simple arrogancia, y falto de un mentor o padrino que le abriera las puertas, Westerwelle se convenció de que si quería hacer carrera como político profesional tendría que trabajar duro y confiar únicamente en sus propias capacidades.

Meses después de este primer fiasco en las urnas terminó la licenciatura en la Universidad y aprobó el primer examen jurídico del Estado, necesario para ejercitarse en la profesión de abogado como pasante. En 1988 abandonó la jefatura de la JuLis y entró a formar parte del Comité Ejecutivo del partido, que pasó a liderar el conde Otto Lambsdorff, aunque el incombustible Genscher siguió llevando la cartera de Exteriores y la Vicecancillería en el Gobierno Kohl. Su segunda tentativa en unas elecciones generales, las de diciembre de 1990, terminó también en fracaso. En 1991 pasó el segundo examen para abogado y pudo entonces iniciar en Bonn una práctica profesional legal que simultaneó con sus responsabilidades políticas.

Aupado a la presidencia del FDP de Bonn en 1993, al año siguiente, tras sacarse el doctorado en Derecho por la FernUniversität de Hagen, lanzó su tercer envite para hacerse con un mandato en la Cámara baja del Parlamento federal y, como en las ocasiones anteriores, se quedó con las ganas. Fue en unas elecciones generales, las de octubre de 1994, que resultaron desastrosas para el FDP, ya que descendió desde el 11% al 6,9% de los votos y desde los 79 a los 47 escaños. La Alianza 90-Los Verdes desbancó a los liberales como tercer partido del Bundestag, pero el bipartito negro-amarillo (el color del FDP) siguió gobernando en Bonn. El rosario de pésimos resultados en las elecciones europeas, locales, estatales y federales celebradas en 1994 empujó al presidente del partido desde el año anterior, Klaus Kinkel, a la sazón vicecanciller y ministro de Exteriores, a buscar un nuevo secretario general en sustitución de Werner Hoyer, hecho el chivo expiatorio de la debacle en las urnas. El escogido fue Westerwelle, que el 12 de diciembre de 1994, con 32 años, fue instalado en el puesto en una turbulenta convención liberal celebrada en Gera.

El debut de Westerwelle como número dos del FDP no fue discreto. Tildado de "yuppie" y de "voluble" por la prensa alemana, el abogado estaba decidido a convertirse en una primera figura de la política nacional. Quería que se hablara de él, así que se dedicó a aventar detalles de su vida personal, como que le apasionaban la comida italiana y las vacaciones en Venecia, que coleccionaba arte y que no tenía novia y se encontraba soltero y sin compromiso. Más tarde se aficionó a los estudios de televisión, convirtiéndose en un habitual de los programas de entrevistas y de contenido ligero. En sus declaraciones negaba implícitamente que fuera gay, pero esta condición era conocida en los ambientes políticos y por muchos periodistas, así que no quedó claro si Westerwelle intentaba sinceramente convencer a la opinión pública de que era heterosexual o si bien todo era una estratagema publicitaria para darse notoriedad jugando con la ambigüedad. Ideológicamente, se proyectó como un liberal bastante ortodoxo, defensor a ultranza de la desregulación total de la economía de mercado, de una drástica bajada de los impuestos y del achicamiento del estado del bienestar.

Confirmado en su puesto orgánico tras la llegada de Wolfgang Gerhardt a la presidencia del partido en junio de 1995, el 8 de febrero de 1996 Westerwelle hizo por fin realidad su sueño de sentarse en el Bundestag al cubrir la baja del diputado Heinz Lanfermann, nombrado secretario de Estado de Justicia. El flamante escaño fue revalidado en las elecciones generales del 27 de septiembre de 1998, que depararon otra pérdida de votos y escaños al FDP (retroceso al 6,2% y los 43) y que condujeron al Gobierno a la coalición del SPD y Los Verdes, con Gerhard Schröder de canciller.


2. Salto a la jefatura del partido y primeras empresas electorales

La pérdida de la condición de partido bisagra a manos de Los Verdes de Joschka Fischer y la marcha del Gobierno federal, donde había estado ininterrumpidamente desde 1969, primero con el SPD y luego con la CDU/CSU, sumieron al FDP en una depresión psicológica y una crisis de identidad que fueron hábilmente aprovechados por Westerwelle para proyectarse como el líder dinámico, autoconfiado y renovador que el partido necesitaba. Aliado en este empresa con el ex vicecanciller (1992-1993) y ex ministro de Economía (1991-1993) Jürgen Möllemann, que en mayo de 2000 había logrado un llamativo 9,8% de los votos en las elecciones del land donde era presidente regional, Renania del Norte-Westfalia, con una desenfadada campaña al estilo estadounidense, Westerwelle se lanzó a socavar el liderazgo apagado de Gerhardt. El 4 de enero de 2001, en lo que los medios calificaron entonces de "golpe de palacio", Gerhardt sucumbió a las presiones del tándem Westerwelle-Möllemann y tiró la toalla.

Entonces, Gerhardt y Westerwelle, en una rueda de prensa conjunta, escenificaron un pacto: el primero se mantendría en la presidencia hasta el congreso de la primavera y con posterioridad al mismo permanecería en el primer plano como jefe del grupo liberal en el Bundestag, mientras que el segundo, desde ya mismo, era propuesto para el supremo mando orgánico. Complacido, el secretario general describió la mudanza en ciernes como "parte de un cambio generacional planificado".

El 4 de mayo de 2001, sin sorpresas, Westerwelle fue elegido en Düsseldorf duodécimo presidente, el más joven de todos, del partido fundado en 1948. Su candidatura única fue respaldada por 572 de los 642 compromisarios del congreso. Para la Secretaría General fue seleccionada Cornelia Pieper, jefa del partido en Sajonia-Anhalt y hasta ahora vicepresidenta federal, función que tomó Möllemann. El nuevo líder expuso las líneas maestras de su estrategia de cara a las elecciones generales de 2002: el partido acudiría a las urnas como "independiente", sin compromisos previos de coalición con ningún partido (en las últimas campañas electorales había certificado su condición de socio menor de la CDU/CSU bajo el liderazgo indiscutible de Kohl), y asumiendo el llamado Proyecto 18, que no era sino el objetivo, tremendamente ambicioso, de alcanzar el 18% de los votos y aniquilar así a Los Verdes en la pugna por la tercera posición y el rol de árbitro de la política federal.

Las dos planteamientos admitían matizaciones. Aunque no quería ataduras preelectorales y reclamaba el "legítimo derecho" a tratar con los partidos mayoritarios de igual a igual, Westerwelle estaba particularmente abierto a llegar a acuerdos con los socialdemócratas, siempre que éstos se desligaran de los ecologistas. Sin embargo, Schröder y los suyos parecían tener muy vivo el recuerdo de la afrenta infligida por Genscher en 1982, cuando el célebre ministro de Exteriores decidió dejar caer a Schmidt y catapultar a Kohl.

En cuanto al Proyecto 18, tachado por doquier de "delirante" y "megalómano" (el techo electoral federal del FDP se remontaba a los comicios de 1961, cuando rozó el 13%, y desde 1949 lo común había sido no sobrepasar el 10%), se trataba de una estrategia ideada por Möllemann, que presionaba a sus colegas para que le proclamaran candidato a la Cancillería, cosa que nunca había hecho el FDP con uno de sus miembros. Al contrario, Westerwelle se reservó ese papel estelar para sí, decisión que fue adoptada el 12 de mayo de 2002 por el Congreso anual del partido reunido en Mannheim. El gran patriarca del partido, Genscher, bendijo el nuevo rumbo encargándose de designar la candidatura de Westerwelle.

Ignorando los ataques de Schröder, que calificó la nominación por el FDP de su primer candidato a canciller de "gag mediático" y "truco publicitario", Westerwelle orquestó una campaña proselitista tan informal y desinhibida que sus detractores comentaron irónicamente la transformación del "partido de las rentas más altas" (partei der besserverdiener, que era una expresión empleada por el propio Westerwelle cuando hablaba de la necesidad de expandir la base electoral del FDP a las clases medias trabajadoras y a los jóvenes), en el "partido de la diversión" (spasspartei).

Las "nuevas fórmulas de comunicación y captación de nuevos votantes" anunciadas por Westerwelle incluyeron una puesta en escena personal totalmente telegénica, con poses sonrientes, cutis bronceado, distinción en el vestir y frescura juvenil, una Radio Westerwelle que emitía noticias y comunicados sólo por Internet, un Guidomobil, enorme furgoneta-limusina pintada con los colores amarillo y azul del partido y habilitada como cuartel general volante, y la exhibición del mítico 18% en un sinfín de artículos de merchandising electoral. En octubre de 2000 el entonces secretario general del FDP ya había adelantado por dónde iban a ir sus tiros visitando por sorpresa a los concursantes de la segunda temporada de la versión alemana del programa Gran Hermano, ocurrencia que le granjeó una lluvia de críticas.

La ofensiva de simpatía de Westerwelle y los liberales no sólo fue objeto de todo tipo de comentarios adversos; además, tuvo que remontar, incluso antes de lanzarse la campaña oficial, el fortísimo daño causado por Möllemann, quien en mayo de 2002 desató una tormenta política al acusar al vicepresidente del Consejo Central de Judíos de Alemania, Michel Friedman, y de paso al primer ministro israelí, Ariel Sharon, de fomentar los "sentimientos antisemitas" por su "estilo intolerante y odioso" y su estrategia belicista en Palestina, respectivamente. Westerwelle intentó disipar el escándalo pidiendo disculpas a la comunidad judía -que llegó a manifestarse ante la sede berlinesa del FDP-, efectuando un viaje a Israel, negando que su partido estuviera coqueteando con el populismo o el radicalismo de derechas –lo que le habría puesto en las órbitas del holandés Pim Fortuyn, invocado de hecho por Möllemann, o del austríaco Jörg Haider-, y distanciándose de Möllemann, al que sin embargo se resistió a sacrificar por el ser el portaestandarte liberal en Renania del Norte-Westfalia, que era el land clave para la plasmación del optimista Proyecto 18. Para subrayar sus planteamientos de centro progresista, Westerwelle se ofreció como socio de gobierno a Schröder.

Pero el estropicio estaba hecho y el 22 de septiembre de 2002, el FDP, con el 7,4% de los votos y 47 escaños, mejoró escasamente sus resultados de 1998 y siguió a la zaga de Los Verdes, cuya ganancia de ocho escaños permitió al erosionado SPD seguir gobernando sobre la base del bipartito con mayoría absoluta. Westerwelle se declaró "decepcionado" con los resultados y, presionado por unas bases liberales enfurecidas que exigían que rodaran cabezas, obligó a Möllemann, que había vuelto a las andadas polémicas con Friedman, a dimitir como vicepresidente del partido.

Tras renovarle la confianza sus huestes en el congreso anual de mayo de 2003 (poco después, en junio, Möllemann, acosado por unas acusaciones que le implicaban en una trama de tráfico de armas y evasión de impuestos, y que había abandonado el FDP, se mató mientras practicaba paracaidismo, trágico suceso que fue considerado un acto de suicidio), Westerwelle dio un nuevo giro de volante. Regresando a planteamientos más cotidianos en el FDP, sacó a relucir un discurso neoliberal, fustigó las políticas social y fiscal del Gobierno roji-verde y volcó su posibilismo pactista en la CDU que lideraba Angela Merkel.

Fue precisamente en la fiesta del 50 cumpleaños de Merkel, celebrada en julio de 2004 en Berlín, cuando Westerwelle se decidió a oficializar su condición gay presentando en sociedad a su novio Michael Mronz, un apuesto empresario deportivo renano de 37 años al que había conocido el año anterior en Colonia. "Quiero vivir mi vida, porque solo tengo una. Por favor, entendedlo. Nunca he hablado de mis asuntos privados y no lo voy a hacer ahora o en el futuro. Me gustaría no tener que añadir más cosas", explicó con naturalidad y cortesía el líder liberal para calmar la curiosidad de los periodistas. Días después, Westerwelle reclamó plenos equidad y respeto para las parejas del mismo sexo en Alemania.

La prensa alemana se hizo amplio eco de la revelación del jefe del FDP. Los comentarios fueron positivos y de hecho transmitieron una sensación de extrañeza porque Westerwelle hubiese tardado tanto en dar este paso, en un país bastante tolerante con la homosexualidad de sus celebridades, incluidas las políticas: los alcaldes de Berlín, Klaus Wowereit, socialdemócrata, y de Hamburgo, Ole Von Beust, democristiano, ya habían dado cuenta de su homosexualidad y ello no les había pasado ninguna factura electoral; al contrario, había incrementado su popularidad.

El 1 de septiembre de 2005, en el arranque de la campaña de las elecciones legislativas anticipadas, Westerwelle, Merkel y el presidente de la CSU, Edmund Stoiber –quien en el pasado había menospreciado al liberal tildándole, al igual que a la propia Merkel, de "peso ligero"- sellaron su pacto preelectoral, que valoraron como una alternativa de gobierno para el cambio. Les unía la convicción de que sólo mediante una potente bajada de los impuestos directos, una política presupuestaria rigurosa y una reducción de los costes laborales podría la economía nacional superar su debilidad productiva, atraer inversiones, innovar y crear empleo. Westerwelle, que venía reclamando la reforma de la seguridad social, la eliminación de la "economía estatal burocrática", representada a sus ojos por organismos como la Agencia Federal de Empleo, y la reducción del poder de los sindicatos, a los que calificó de "plaga" y de "portadores del féretro del estado del bienestar", se mostró muy contento con el consenso básico en torno a la desregulación laboral, y minimizó las diferencias en otros puntos, como la subida del IVA, planteada por los democristianos en su programa.

Aunque en el fondo abrazaba la noción del tipo de impuesto único para todas las rentas, que era lo que propuso por su cuenta, con gran polémica, el candidato de la CDU/CSU a ministro de Hacienda, Paul Kirchhof, el FDP no se atrevió a llegar tan lejos en su programa y abogó por introducir un sistema tributario menos progresivo con tres tipos de retención, el 15%, el 25% y el 35%. En cuanto a las cuotas de poder gubernamental, Westerwelle reclamó para el FDP tres ministerios, incluyendo el de Exteriores, que sería para Gerhardt, si Merkel llegaba a la Cancillería.

El 18 de septiembre de 2005 el FDP ascendió al 9,8% de los votos y los 61 escaños, sus mejores resultados en unas federales desde las elecciones de la reunificación hacía 15 años. Aunque la cuota seguía estando muy lejos de aquel cacareado 18%, el objetivo de desbancar a Los Verdes en la tercera posición fue conseguido. Pero este logro no se materializó automáticamente en el codiciado estatus del partido-bisagra, ya que la CDU/CSU perdió 22 escaños y se encontró con las manos atadas para conformar un gobierno de centro-derecha. El SPD y Los Verdes, colocados en una especie de empate técnico con los anteriores, tampoco alcanzaban la mayoría absoluta y no podían renovar el Gobierno saliente.

Ni Merkel ni Schröder, que reclamaron su derecho a ser cancilleres, querían oír hablar de una gran coalición, así que se pusieron a estudiar las alternativas, que pasaban por el reclutamiento de un socio adicional. La democristiana necesitaba incorporar a Los Verdes, lo que daría lugar a una coalición Jamaica (negra, amarilla y verde), pero esta fórmula se mostró irrealizable desde el primer momento. El socialdemócrata precisaba de los liberales, para constituir una coalición semáforo (roja, verde y amarilla), y aquí Westerwelle descartó categóricamente que el FDP tuviera algo que compartir con una izquierda con la que las divergencias programáticas eran máximas. Descartada esta posibilidad por Westerwelle, a Schröder y a Merkel sólo les quedó avenirse a una gran coalición con ella de canciller, un escenario que durante la campaña el líder liberal se había negado a considerar.


3. Socio gubernamental de los democristianos de Angela Merkel

Westerwelle inició la legislatura convertido en un insólito líder de la oposición al Gobierno de democristianos y socialdemócratas, y, a partir de mayo de 2006, con las atribuciones reforzadas, al sumar a la presidencia del partido la jefatura de su grupo parlamentario. Desde el primer momento se puso a fustigar la gestión del Ejecutivo, donde Merkel, obligada por sus compromisos con el SPD de Frank-Walter Steinmeier y Franz Müntefering, hizo gala de una política muy centrista con importantes concesiones a la izquierda en materia fiscal. En abril de aquel año Westerwelle perdió una batalla en los tribunales con el ex canciller Schröder, que le había demandado por difamación luego de acusarle el liberal de haberse aprovechado de su cargo para asegurarse su lucrativo presente como alto ejecutivo de un consorcio energético liderado por la empresa rusa Gazprom. Westerwelle apeló la sentencia judicial amparándose en su derecho a expresarse libremente, pero un tribunal de Hamburgo volvió a dar la razón a Schröder y le obligó a guardar silencio.

En 2008, mientras multiplicaba los guiños, correspondidos, a Merkel con vistas a la formación de una coalición negra y amarilla clásica tras las elecciones generales de 2009, Westerwelle realizó una serie de importantes pronunciamientos sobre política exterior, área en la que no tenía ninguna experiencia profesional. Líder de un partido concentrado en las cuestiones económicas, hasta ahora había profesado un europeísmo formal bastante pobre en expresiones rotundas. Por otra parte, su atlantismo estaba fuera de dudas. En sus manifiestos, el FDP venía preconizando la necesidad de recomponer las relaciones transatlánticas con Estados Unidos sin menoscabo del papel fundamental de Alemania en la construcción europea.

Sin embargo, Westerwelle se estaba distinguiendo como un crítico casi sistemático de algunas de las más importantes actuaciones exteriores de Estados Unidos bajo la Administración Bush. En la pasada legislatura se había opuesto a la invasión de Irak por no contar con el mandato de la ONU, había rechazado la posibilidad –ya descartada por el Gobierno Schröder- de que el Bundeswehr asumiera algún papel en la ocupación del país árabe y había denostado también las tácticas de guerra antiterrorista encubierta de la CIA. Ahora, urgió a Merkel a que se opusiera a los planes de Washington de instalar sistemas del escudo antimisiles en países de la antigua Europa del Este, reclamó la evacuación de todos los viejos artefactos nucleares que la Fuerza Aérea de Estados Unidos tenía almacenados en territorio alemán, rechazó categóricamente un aumento de las tropas germanas destacadas en la misión de Afganistán y, tras la guerra ruso-georgiana del mes de agosto por Osetia del Sur, apeló a evitar la "retórica de Guerra Fría" y a olvidarse de la idea de imponer sanciones a Rusia.

Estas últimas manifestaciones sugerían que Westerwelle miraba a Moscú con ojos tolerantes y conciliatorios, lo que de ser verdad le acercaría a la que había sido la postura de Schröder. Pero también era cierto que defendía el mantenimiento de la producción nacional de energía nuclear más allá de 2022, que era la fecha tope acordada en 2000 por Schröder y el sector empresarial, con el fin de dar más tiempo a la diversificación energética y reducir la dependencia de las importaciones de gas ruso, tan susceptibles de generar "chantajes". Al mismo tiempo, el líder liberal no era precisamente un entusiasta de reducir drásticamente las emisiones de efecto invernadero. Westerwelle se veía a sí mismo como un político no hecho de una pieza que iba perfeccionándose a medida que adquiría experiencia y conocimientos. En febrero de 2009, preguntado por la Agencia France Presse por cómo valoraba su anterior etapa propensa a la frivolidad, respondió: "Por supuesto, cometí algunos errores cuando era joven, pero uno gana a medida que se hace mayor y más sabio".

El 17 de mayo de 2009 el congreso anual del FDP aprobó en Hannover su programa electoral para los comicios de septiembre. Presentado por Westerwelle como un documento pensado para el "bienestar de las clases medias", más en tiempos de crisis económica aguda, con el país en recesión desde mediados del año anterior, el manifiesto contemplaban una reducción de las cargas impositivas para particulares y empresas por valor de 35.000 millones de euros con el fin de mejorar el poder adquisitivo de los contribuyentes y reactivar la demanda interna.

El líder liberal dejó claro que la aceptación de un sistema fiscal "bajo, sencillo y justo" era condición sine qua non para rubricar cualquier gobierno de coalición, aunque el socio preferido era, de largo, la CDU/CSU. Sondeos del momento otorgaban a los liberales una intención de voto del 13%, lo que haría posible una mayoría de centro-derecha como la que había funcionado hasta 1998. Además, los democristianos, gracias a la popularidad de Merkel, acudían a las urnas mucho menos erosionados que los socialdemócratas, convertidos en los paganos casi exclusivos de la crisis económica. En Hannover se habló también de aumentar las inversiones públicas en educación y formación profesional, de reformar la seguridad social para permitir a los afiliados elegir médicos y tratamientos, y de abolir el servicio militar obligatorio.

Westerwelle volvió a hacer expresión de fe proempresarial, pero con un importante matiz, ya que, para él, una cosa era la gran empresa, muchas veces ligada a los intereses políticos de los partidos mayoritarios y a los aparatos burocráticos, y otra bien distinta la pequeña y la mediana empresa, sostenidas por individuos con iniciativa y familias laboriosas. "Cuando una gran compañía pasa por dificultades, el águila alemana acude a su rescate; cuando una compañía mediana atraviesa problemas, los buitres vuelan en círculos", afirmó, para ilustrar su opinión sobre qué sectores productivos debían ser ayudados con preferencia. El 20 de septiembre, una semana antes de las votaciones, el FDP, reunido en congreso extraordinario en Postdam, rechazó por unanimidad la posibilidad de pactar con el SPD y Los Verdes un gobierno tripartito y subrayó su compromiso exclusivo con la CDU/CSU.

La experiencia en la oposición, amarga al principio, fue finalmente el revulsivo para el estirón electoral de un partido al que la crisis económica había dejado intacto. El 27 de septiembre de 2009 Westerwelle celebró alborozado la obtención por el FDP de los mejores resultados de su historia con el 14,6% de los votos y 93 escaños. Toda vez que la CDU/CSU subió hasta los 239, habría gobierno de negros y amarillos apoyado en una mayoría absoluta de 332 diputados. El 5 de octubre comenzaron en Berlín las negociaciones entre Westerwelle, Merkel y Horst Seehofer, el presidente de la CSU. El reparto de las carteras, en el que los liberales, además del tradicional puesto doble de la Vicecancillería y el Ministerio de Exteriores, que fue lógicamente para Westerwelle, sustituyendo a Steinmeier, obtuvieron Economía y Tecnología, Cooperación Económica y Desarrollo, y Sanidad, resultó menos trabajoso que la definición de las políticas laboral, social, y, en particular, la fiscal, donde las posturas discrepaban abiertamente.

Así, frente al ahorro de 35.000 millones de euros preconizado por los liberales para el conjunto de la legislatura y perceptible desde el primer año, los democristianos, a lo más que estaban dispuestos era a una rebaja de 20.000 millones y además no a corto plazo, a fin de no agravar el desmedido déficit público, que en este ejercicio iba a superar el 3% del PIB, saltándose el tope del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, y todavía la más abultada deuda pública, que rebasaba el 80% del PIB. Merkel había mencionado 2011 como el momento en que podrían empezarse a bajar impuestos, confiando en que para entonces, una vez superada la recesión en el segundo trimestre de 2009 tras la ejecución del segundo y dispendioso plan de estímulo, la recuperación estaría consolidada.

El 25 de octubre los negociadores presentaron un pacto de coalición que en materia fiscal entrañaba mayores concesiones de los liberales. La bajada del impuesto sobre la renta totalizaría, "a ser posible" –en otras palabras, si la coyuntura económica lo permitía-, los 24.000 millones de euros a partir de 2011. Ese mismo año, y esto era un tanto anotado por el FDP, se acometería una reforma de la financiación de la seguridad social para dar más cancha a los seguros médicos privados. Los partidos acordaron además sendos aumentos de las ayudas del Estado a las familias con hijos y del subsidio de desempleo, la prolongación de la vida de las centrales nucleares más allá de 2020 y la reducción del servicio militar de los nueve a los seis meses. En cuanto a la aspiración liberal de abaratar el despido, no fue asumida. Westerwelle valoró el programa de coalición como una "brújula de libertad" que iba a sacar a Alemania de la crisis y añadió que el proyecto gubernamental combinaba "la sensatez económica y la justicia social".

El 28 de octubre Merkel, tras ser investida por los diputados, Westerwelle y los restantes miembros del Gabinete recibieron sus preceptivos nombramientos del presidente de la República, Horst Köhler, y a continuación prestaron en el Bundestag juramento de sus puestos antes de tomar posesión de los mismos. El flamante vicecanciller y ministro de Exteriores debutó en el Consejo Europeo de Bruselas, el 29 y el 30 de octubre, asistencia que prologó una gira de presentación con paradas en Varsovia, La Haya, París, Bruselas de nuevo (para visitar la OTAN y exponer el plan gubernamental de retirada de las armas nucleares de Alemania) y Washington.

(Cobertura informativa hasta 1/11/2009)