Michel Aoun

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 7/11/2016. El ejercicio de Michel Aoun como presidente de Líbano concluyó el 30/10/2022, un día antes de concluir su mandato de seis años, y sin que el Parlamento hubiera elegido a un sucesor; en consecuencia, la jefatura del Estado permaneció vacante y sus funciones fueron asumidas temporalmente por el primer ministro Najib Mikati).

En Líbano, un período de 29 meses de bloqueo institucional y vacancia en la jefatura del Estado tocó a su fin el 31 de octubre de 2016 con la elección por el Parlamento, al -nada menos- 46º intento, del antiguo general Michel Aoun como presidente de la República. Miembro de la comunidad católica maronita, a la que según el pacto nacional no escrito para el reparto de los altos puestos institucionales con criterios confesionales debe pertenecer el presidente, la instalación de Aoun cubre el vacío dejado en mayo de 2014 por el vencimiento del mandato sexenal del anterior titular, el también ex general Michel Suleiman.

La peripecia de Michel Aoun, que ve realizado el sueño político de su vida a los 81 años, personifica la tortuosa historia contemporánea de Líbano. En 1988, siendo el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, fue designado sucesor en funciones por el presidente saliente, Amin Gemayel, y la instalación de su Gobierno militar en el baluarte cristiano de Beirut oriental, considerado ilegítimo por el campo musulmán, supuso la fractura total del ya quebrado Estado libanés y el recrudecimiento de la caótica guerra civil iniciada en 1975. Imbuido de un nacionalismo secular y ensalzado como un patriota unificador igual que tachado de belicista megalómano, en 1989 lanzó una "guerra de liberación" contra el Ejército sirio de ocupación y sus aliados locales, ofensiva temeraria en la que no tardó en quedarse solo y que llevó la larga contienda a una fase de paroxismo terminal. Enemistado con casi todas las milicias en conflicto, sin faltar las cristianas Fuerzas Libanesas, y fustigado por los partidos firmantes del Acuerdo nacional de Taif, considerado un acto de "traición" por él, el "general rebelde" fue derrotado y puesto a la fuga por los sirios en 1990, dejando un Beirut en ruinas tras meses de masivos duelos artilleros.

En 2005, al calor de la Revolución de los Cedros y justo después de completar Siria la evacuación forzada de sus tropas de Líbano, Aoun regresó de su largo exilio en Francia para participar en el juego democrático al frente de su propio partido, el Movimiento Patriótico Libre, pero, en un sorprendente viraje estratégico, rehusó aliarse con los partidos nacionalistas del bloque antisirio y en cambio pactó con los shiíes de Hezbollah, principales integrantes de la alianza próxima a Damasco y Teherán. En 2008 dejó de marginarse del Gobierno de unidad de Fouad Siniora, en 2011 forzó la caída del Gabinete de Saad Hariri y posteriormente mantuvo a su partido, el segundo con más diputados, en los gobiernos de Najib Mikati, del que fue principal integrante, y Tammam Salam. Ahora, El General, como le siguen llamando sus partidarios, ha hecho realidad su mayor ambición merced a un habilidoso entendimiento multiconfesional con cuatro fuerzas parlamentarias: el Hezbollah (shiíes) de Hassan Nasrallah, las Fuerzas Libanesas (maronitas) de Samir Geagea, el Partido Socialista Progresista (drusos) de Walid Jumblatt y el Movimiento Futuro (sunníes) de Hariri, otro adversario político de antaño, al que ha nombrado primer ministro como gratificación por su apoyo decisivo en la investidura presidencial.

El antiguo adalid de una cruzada militar contra Siria insiste en que su lucha actual es contra la corrupción, y que instrumentará las reducidas atribuciones constitucionales con que cuenta el presidente para impulsar las reformas y la modernización del país árabe, pequeño en extensión pero económicamente dinámico y, sobre todo, extremadamente complejo, y volátil, en sus estructuras sociorreligiosa y política. Aoun promete también que no escatimará esfuerzos para preservar a toda costa la estabilidad de Líbano, seriamente zarandeada desde 2012 por el terrorismo yihadista, los brotes de enfrentamientos sectarios y la crisis humanitaria exportados por la guerra civil que asola la vecina Siria, la antigua potencia tutelar.

1. Un general maronita alzado contra la dominación siria de Líbano
2. Trayectoria mudable en la convulsa posguerra nacional
3. Presidente de la República por consenso en 2016

1. Un general maronita alzado contra la dominación siria de Líbano

Miembro de una familia humilde de la comunidad católica maronita, su padre se ganaba la vida como carnicero en Haret Hreik, suburbio rural al sur de Beirut hoy ya asimilado por el conurbano de la capital, en los días del Mandato Francés sobre el país del Levante. En 1955 completó la educación secundaria en el Collège du Sacré-Coeur, centro que los Hermanos de La Salle regentaban en el barrio beirutí de Gemmayzé, y se enroló como cadete en la Academia Militar. Tres años después obtuvo la graduación como oficial de artillería con el rango de teniente segundo y quedó al servicio del Ejército Libanés, que lo envió a Francia para recibir un curso de capacitación en la Escuela de Artillería de Châlons-sur-Marne.

El currículum oficial del militar y estadista añade unas pocas líneas más para cubrir las décadas de los sesenta y setenta. En 1966 Aoun realizó otro adiestramiento en la Escuela de Artillería de Campo que el Ejército de Estados Unidos tenía en Fort Sill, Oklahoma y dos años después contrajo matrimonio con la joven Nadia El Chami, con la que iba a tener tres hijas. Transcurrida una década, entre 1978 y 1980, perfeccionó su formación en la Escuela Superior de Guerra de París como alumno de un programa de estudios castrenses para oficiales de Estado Mayor.

Aoun permaneció destacado de manera permanente en Líbano a partir de 1980, cuando el país árabe, babel de credos religiosos con un rostro político militante, ya llevaba un lustro sumergido en una caótica guerra civil de múltiples combatientes, nacionales y extranjeros, contienda en la que las multiconfesionales Fuerzas Armadas Libanesas (FAL), uno de los ejércitos más pequeños de Oriente Medio, fueron paulatinamente desbordadas y arrinconadas por las poderosas milicias de los diversos partidos sectarios enfrentados entre sí, a las cuales desertaron buena parte de los soldados, en especial los musulmanes. Aoun pertenecía a la alta oficialidad que decía servir únicamente al Estado libanés por encima de los intereses comunitarios, aunque lo cierto era que casi todo este estamento estaba integrado por cristianos, lo que alimentaba las desconfianzas en la institución desde el campo musulmán.

En 1982, un año especialmente dramático para Líbano por la invasión israelí a gran escala para aplastar a los fedayines palestinos de la OLP, los subsiguientes sitio y devastación de Beirut, la evacuación custodiada por un contingente multinacional de interposición de Yasser Arafat y sus huestes, el asesinato del presidente electo, el líder falangista cristiano Bashir Gemayel, y, como represalia, la masacre de cientos de palestinos en los campamentos de refugiados de Sabra y Shatila, Aoun fue promovido a general y recibió la delicada misión, imposible de cumplir adecuadamente al actuar sobre el terreno unos actores armados que daban rienda a su belicosidad, de velar por la seguridad a lo largo de la Línea Verde que dividía las partes occidental y oriental de Beirut, donde se concentraban respectivamente los combatientes palestinos y sus aliados de la izquierda libanesa, y las Fuerzas Libanesas de la derecha maronita.

En septiembre de 1982 las tropas a las órdenes de Aoun salieron el paso de la avanzadilla de las Fuerzas de Defensa Israelíes que se disponía a tomar posiciones junto al Palacio Presidencial de Baabda en Beirut oriental, principal símbolo de una soberanía nacional quebrantada; al parecer, solo la intervención directa del recién inaugurado jefe del Estado, Amin Gemayel, hermano de Bashir, impidió que las dos columnas encaradas apretaran los gatillos. Al poco, en enero de 1983, a Aoun le fue confiado el mando de la 8ª Brigada de infantería mecanizada, una nueva unidad de las FAL que Gemayel pretendía convertir en la punta de lanza del Ejército Libanés reestructurado. La 8ª Brigada estaba entrenada y pertrechada por Francia y Estados Unidos, y Aoun voló a este último país para participar en unas maniobras específicas en Fort Benning. Sin embargo, dicha unidad presentaba en su composición el mismo desequilibrio confesional que había terminado por arruinar la operatividad y la credibilidad de las viejas FAL, ya que el 80% de sus 2.000 soldados eran cristianos maronitas, siendo el 20% restante musulmanes sunníes.

Con Aoun de comandante, la 8ª Brigada asumió la protección del campo de refugiados palestinos de Burj El Barajneh, que estaba en las mirillas de Israel y la milicia del partido falangista Kataeb, y también procuró repeler, entrando en combate esta vez, los asaltos contra áreas con mayoría de población cristiana de la región de Monte Líbano por parte de una coalición de milicianos palestinos, drusos y shiíes que contaba con el apoyo del Ejército de Siria, asentado en la parte oriental del país desde 1976.

La brigada de Aoun, tal como pudo apreciarse cuando la batalla de Souk El Gharb, librada en septiembre de 1983, mostró cierta eficacia en las refriegas sostenidas con las fuerzas drusas del señor de la guerra Walid Jumblatt y las milicias izquierdistas prosirias en el flanco sudeste de Beirut, pero este grado de implicación la exponía a ser vista desde las comunidades musulmanas como un actor parcial más en conflicto, y ubicado en el frente cristiano. Es más, el activo esfuerzo bélico de esta y otras brigadas del Ejército regular como aliadas tácitas de las Fuerzas Libanesas de Samir Geagea acabó fracasando en febrero de 1984 en los frentes del Chouf, Aley, Baabda y Beirut occidental, parte de la capital que quedó en manos de los shiíes de Amal. Semejante derrota supuso el colapso de las FAL como ejército nacional.

En junio de 1984, como parte de un intento del presidente de comprometer a las facciones en un alto el fuego y para apuntalar el nuevo Gobierno de unidad nacional del sunní Rashid Karame, Gemayel nombró a Aoun comandante en jefe de las FAL con el rango de teniente general y en sustitución del general Ibrahim Tannous. El Ejército que Aoun tenía a sus órdenes era a estas alturas de la sangrienta guerra fratricida una fuerza desintegrada y apenas relevante, incapaz de hacerse respetar por ninguna facción enfrentada y que difícilmente podía resultar útil para el objetivo de la reunificación nacional sin intromisiones extranjeras, meta que parecía más lejana que nunca. El general celosamente nacionalista que Aoun era vivió con creciente frustración el desastroso estado de cosas libanés, del que el asesinato del primer ministro Karame en junio de 1987 fue tan solo un episodio de violencia más (de hecho, los magnicidios de políticos de alto rango eran una trágica constante en Líbano).

La oportunidad de prestar un servicio supremo a una nación en ruinas con poses de salvador y unificador de todos los libaneses, sin distingos de sectas y confesiones, le llego a Aoun a los 53 años de edad el 22 de septiembre de 1988. Ese día, Gemayel, en su último acto como presidente al concluir su mandato constitucional, decretó el cese del primer ministro Sélim al-Hoss y el nombramiento en su lugar de Aoun, quien además de pasar a encabezar el Gobierno libanés se convertía también en presidente de la República en funciones, hasta que la Cámara de Representantes eligiera al nuevo titular.

La designación de Aoun fue inmediatamente rechazada por los partidos musulmanes, que acusaron a Gemayel de violar el Pacto Nacional de 1943, un acuerdo no escrito y hasta ahora, pese al estado de guerra civil, respetado en su dimensión puramente institucional. Considerado el pilar del moderno Estado libanés a pesar de no tener rango de ley, el Pacto Nacional, basándose en el censo de 1932 y por lo tanto en una mayoría demográfica de los cristianos que ya no existía, estipulaba un reparto de cuotas de poder y representación en los distintos órganos del Estado con criterios confesionales; así, el presidente de la República y el comandante de las FAL debían ser siempre cristianos maronitas, en tanto que el puesto de primer ministro debía corresponder a un musulmán sunní. Aoun podía valer para los dos primeros cargos, pero no cumplía el requisito religioso para el segundo.

Las facciones sunníes, shiíes y drusa rehusaron acatar a Aoun, que el 23 de septiembre estableció un Consejo militar interino de seis miembros en el bastión cristiano de Beirut oriental, en cuyo seno se reservó para sí las carteras de Defensa e Información, e insistieron en la validez de la administración civil de Hoss, que continuó funcionando en la parte occidental de la urbe bajo la protección del Ejército sirio. El dirigente sunní, además, proclamó que el presidente de la República en funciones era asimismo él. Líbano se encontró por tanto con dos gobiernos rivales y descabezado en la jefatura del Estado.

Crecido con las masivas demostraciones de apoyo ciudadano, Aoun exigió a todos los partidos libaneses que reconocieran su administración militar como el único Gobierno nacional legítimo, y de paso conminó a Siria e Israel a que evacuaran sus tropas de las amplias porciones de territorio libanés que ocupaban. El general hizo un cálculo de las fuerzas de que disponía. Por de pronto, tenía asegurada la fidelidad de más de la mitad de los soldados que seguían llevando el uniforme las FAL, cristianos en su gran mayoría, incluidos casi todos sus tanques y piezas de artillería. Además, podía contar con la ayuda de las potentes Fuerzas Libanesas de Geagea, los escasos paramilitares del Partido Nacional Liberal (PNL) de Dany Chamoun y la asistencia del dictador irakí Saddam Hussein, muy interesado en debilitar a las principales organizaciones shiíes, los prosirios de Amal y los proiraníes de Hezbollah.

El 14 de marzo de 1989, en un movimiento de alto riesgo, si no suicida, por cuanto suponía una declaración abierta de hostilidades contra Siria, que había terminado convirtiéndose en la potencia tutelar de Líbano con 40.000 soldados sobre el terreno, Aoun anunció el comienzo de una "guerra de liberación" en respuesta a los ataques perpetrados por las milicias prosirias contra el Palacio Presidencial de Baabda y la sede del Ministerio de Defensa en Yaarze. El objetivo militar inmediato era expulsar a los sirios de Beirut oeste, desplegados allí desde febrero de 1987.

En los meses que siguieron, el torturado Beirut fue el escenario de un salvaje duelo de artillería entre las fuerzas aounistas por una parte y el Ejército sirio y sus aliados locales por la otra, que provoco miles de víctimas entre la población civil y redujo a escombros muchos de los edificios que habían salido indemnes o con pocos daños de las anteriores fases de la guerra iniciada en 1975. Aoun, que se comparaba explícitamente con de Gaulle y su determinación de liberar a Francia de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, fue acusado por sus enemigos de ser un megalómano belicista dispuesto a infligir dolor y muerte sin cuento con tal de imponer su señorío personal en todo Beirut, una dictadura en la práctica.

En octubre de 1989, al mes de someterse a una precaria tregua negociada por la Liga Árabe tras los bombardeos paroxísticos del mes de agosto, que habían estremecido a una comunidad internacional convencida de que ya lo había visto todo en la interminable degollina libanesa, el general arremetió con dureza contra los firmantes del Acuerdo de Taif, un histórico documento de entente nacional patrocinado por el rico empresario sunní Rafiq Hariri y que adoptaron en esta ciudad saudí los miembros del Parlamento libanés. Para Aoun, el más prometedor intento de acabar de una vez por todas con la guerra civil al socaire de un paquete de reformas políticas y constitucionales que, ajustándose mejor a la realidad demográfica, reducían parte de los privilegios de la comunidad católica maronita en favor de los musulmanes, constituía un acto de "traición" desde el momento en que no establecía de manera clara un calendario para la retirada del Ejército de ocupación sirio. El 4 de noviembre Aoun decretó la disolución de la Cámara de Representantes, pero al día siguiente los diputados, en abierto desafío, eligieron presidente de la República a René Moawad.

El llamamiento al boicot a Taif elevado por Aoun fue secundado por sectores nacionalistas minoritarios del campo cristiano que no creían en un plan de reconciliación diseñado para favorecer al componente árabe musulmán de la sociedad libanesa. Para empeorar las cosas, el 22 noviembre un coche bomba acabó con la vida del recién investido Moawad, al que sucedió el también maronita moderado y prosirio Elias Harawi. El 28 de noviembre, cuatro días después de asumir el cargo con el rechazo airado de quien insistía en ser el presidente de la República en funciones, Harawi nombró al general Émile Lahoud para comandar las FAL. La confrontación final era inevitable. El 5 de diciembre los bombardeos se reanudaron con furia en Beirut y el denominado Frente Aounista de Liberación, grupo que nunca había mostrado mucha cohesión, empezó a dispersarse.

Al ser privado por Harawi de la comandancia del Ejército a efectos legales, consolidarse el Ejecutivo de Hoss en la sección oeste de Beirut y automarginarse del Acuerdo de Taif, que tenía como valedores a la Liga Árabe, Egipto, Siria, Francia y Estados Unidos, Aoun difícilmente podía seguir reclamando sostén político y legitimidad estatal. Ya solo le cabía confiar en su capacidad exclusivamente militar, dependiente a su vez de la fidelidad de unos pocos miles de hombres con mucho que perder, para sostener una cruzada antisiria bajo la consigna de la "independencia nacional" en la que estaba quedándose solo.

El régimen sirio de Hafez al-Assad podía justificar su masivo operativo militar en Beirut para dar cumplimiento al punto del Acuerdo de Taif que establecía el sometimiento de todas las milicias armadas y cualesquiera elementos rebeldes a la autoridad del Estado. Por si fuera poco, en enero de 1990 estallaron enfrentamientos entre las tropas del general y las Fuerzas Libanesas, es decir, maronitas contra maronitas. Pero el golpe de gracia a las esperanzas de Aoun llegó en agosto siguiente al producirse la invasión de Kuwait por Irak y convertirse Saddam Hussein, su único suministrador de armas, en el enemigo número uno de la comunidad internacional.

El 13 de octubre de 1990 el Ejército sirio y la parte de las FAL que había decidido obedecer a Harawi se lanzaron en tromba contra las posiciones aounistas en Beirut oriental, arrasando sus defensas y matando a muchos cientos de soldados y civiles. No menos de medio millar de combatientes fueron sumariamente ejecutados nada más deponer las armas y entregarse. Las tropas sirias tomaron el Palacio Presidencial de Baabda instantes antes de que Aoun y un puñado de fieles, a la carrera, consiguieran tomar refugio en la Embajada de Francia. El general había intentando pactar su rendición, se supone que para evitar un derramamiento innecesario de sangre y salvar la propia vida, pero sus intentos de comunicarse con el mando sirio habían resultado infructuosos. Ocho días después, Dany Chamoun, el líder del PNL y el único dirigente político que había estado del lado de Aoun hasta el final, fue asesinado junto con su esposa e hijos por un comando de las Fuerzas Libanesas.

Aoun permaneció cobijado en la legación gala de Beirut hasta el 28 de agosto de 1991, fecha en que pudo salir camino del exilio hacia Marsella con un salvoconducto del Gobierno de Omar Karame, responsable de aplicar los aspectos pendientes del Acuerdo de Taif. El general derrotado dejaba atrás un país exangüe al cabo de 15 años de guerra civil y 150.000 muertos, pero que ya encaraba una rápida reconstrucción bajo la égida de Siria. La causa nacionalista de los maronitas anti Taif había sido aplastada.


2. Trayectoria mudable en la convulsa posguerra nacional

A pesar de que el Gobierno de François Mitterrand condicionaba el derecho de asilo en Francia a la abstención rigurosa de toda actividad política, Aoun, afincado en París, siguió con suma atención la evolución de los acontecimientos en su país y no dejó de avivar el movimiento político aferrado a la causa nacionalista defendida a sangre y fuego entre 1989 y 1990. Fue invitado a dar conferencias sobre la actualidad libanesa en Francia, Reino Unido y Estados Unidos, e hizo llegar cartas expresando su postura a los participantes en mesas de diálogo nacional. En enero de 1999 el notable sunní Rafiq Hariri, en el paréntesis entre sus dos mandatos como primer ministro, se tomó la libertad de decir que al general, si mantenía una conducta política aceptable, podría autorizársele el retorno con garantías de no ser arrestado, pero esta oferta no fue validada por Siria, que ejercía en Líbano un protectorado de hecho.

En septiembre de 2003 Aoun, en un testimonio ante el Congreso de Estados Unidos para abogar en favor de la denominada Lebanese Sovereignty Restoration Act, denunció la "hegemonía" de Siria sobre Líbano y reclamó la inmediata retirada de su contingente militar. El Gobierno de Hariri, que ciertamente distaba de ser autónomo de Damasco, replicó acusando al dirigente exiliado de "dañar las relaciones de Líbano con un país hermano y diseminar informaciones falsas que buscan debilitar el prestigio y la posición del Estado". La justicia libanesa imputó al opositor unos delitos de atentado contra las relaciones sirio-libanesas y participación en actividades ilícitas, reverdeció los viejos cargos criminales por conspiración, usurpación de poderes y apropiación de fondos públicos, y en octubre siguiente emitió en su contra una orden de detención. El opositor no se echó atrás y presentó un partido propio de nombre Movimiento Patriótico Libre (MPL, Tayyar Al Waṭani Al Horr en árabe).

La peripecia vital de Michel Aoun cambió radicalmente de rumbo a partir del 14 de febrero de 2005, día en que Hariri, ahora mismo apartado del Gobierno (lo había abandonado el año anterior bajo la tormenta política provocada por la extensión del mandato presidencial del muy prosirio Émile Lahoud) pero dispuesto a regresar al mismo tras las elecciones legislativas montado en una plataforma abiertamente crítica con la dominación siria, cayó asesinado en una emboscada terrorista en Beirut junto con otras 21 personas, víctimas todos de la deflagración de cientos de kilos de explosivo. La oposición de maronitas, sunníes y drusos achacó inmediatamente el magnicidio a los omnipresentes servicios de inteligencia sirios, y un amplio sector de la horrorizada sociedad libanesa se echó masivamente a las calles con sones de revuelta civil contra la presencia de Siria y sus dóciles colaboradores locales, con el primer ministro Karame y el presidente Lahoud a la cabeza.

Desde París, Aoun, quien llevaba años ufanándose de ser el único jefe de facción que nunca había rendido pleitesía a los sirios, se sintió lógicamente vindicado. Mostró su convencimiento "más allá de toda duda" de que de la muerte de Hariri eran responsables "el régimen sirio y su Gobierno marioneta libanés", y transmitió su aliento a los ciudadanos que protagonizaban la que dio en llamarse la Revolución de los Cedros, pero, orgulloso, rehusó pactar una estrategia preelectoral con los sunníes de Saad Hariri, hijo del líder asesinado, el Partido Socialista Progresista (PSP) del druso Jumblatt y las Fuerzas Libanesas de Sethrida Geagea, esposa del encarcelado (como reo a perpetuidad del asesinato de Rashid Karame) Samir Geagea. Líbano se sumió en un clamor nacionalista sin precedentes desde la independencia de Francia en 1943 y en la "intifada pacífica por la independencia" que Aoun siempre había soñado ver. Las consecuencias políticas de la descomunal convulsión no se hicieron esperar: el primer ministro Omar Karame presentó la dimisión y el Gobierno de Bashar al-Assad, sometido a fortísimas presiones internacionales, no tuvo más remedio que anunciar la rápida evacuación de todo su personal militar y policial de Líbano.

El 7 de mayo de 2005, 11 días después de cruzar la frontera el último soldado sirio, Aoun, su esposa Nadia y un séquito de colaboradores aterrizaron en el Aeropuerto Internacional de Beirut, donde tuvieron un recibimiento apoteósico. Nada más pisar Líbano tras 14 años de ausencia, el antiguo general se dirigió a la Plaza de los Mártires para enardecer a una multitud 200.000 congregados con un discurso patriótico de agradecimiento y exaltación, acudió a orar ante la tumba de Hariri y hasta visitó en su celda de preso a Samir Geagea.

Aunque mantuvo reuniones cordiales con varios dirigentes de la oposición, se mantuvo firme en su decisión de no incluir al MPL en la Alianza del 14 de Marzo, nucleada en torno al recién fundado Movimiento Futuro de Saad Hariri, el PSP de Jumblatt -quien no ocultaba su nulo aprecio por el ex general- y las Fuerzas Libanesas de Geagea. Al contrario, para sorpresa de muchos, pactó listas electorales con dirigentes sunníes y grecoortodoxos adheridos al bloque prosirio antagonista del anterior, la Alianza del 8 de Marzo, del que eran principales integrantes el movimiento Amal de Nabih Berri y el Hezbollah de Hassan Nasrallah, por cierto, la única milicia que conservaba las armas y se negaba a integrar sus hombres en las FAL, con el pretexto de la resistencia contra Israel aún después de abandonar en 2000 las FDI la franja sur del país que mantenían ocupada desde 1985. Además, Aoun no ocultó que ambicionaba presentarse a la Presidencia de la Republica para suceder al cuestionado Lahoud y dejó patente su disgusto por que las próximas votaciones legislativas fueran a regirse por el código electoral de 2000, que perjudicaba a las candidaturas cristianas.

Una vez celebradas las rondas electorales de los días 29 de mayo, 5, 12 y 20 de junio, resultó que el MPL y sus aliados, que hacían hincapié en un programa nacional reformista, anticorrupción y secular, consiguieron colocar 21 diputados en la Cámara de 128 miembros, todos cosechados en las gobernaciones de Monte Líbano, principalmente, y la Beqaa. Aoun mismo, feliz por que le hubieran votado, tal como esperaba, "electores de todas las religiones", salió elegido legislador por la circunscripción de Keserwan-Jbeil, perteneciente a Monte Líbano. Se trató de un éxito en toda regla, que convirtió a los aounistas en el segundo grupo de la Cámara, donde articularon el Bloque por el Cambio y la Reforma, por detrás del Movimiento Futuro.

A continuación, Aoun subrayó su individualismo político al rechazar la invitación de unirse al Gobierno de unidad nacional encabezado por Fouad Siniora, lugarteniente de Hariri en el Movimiento Futuro, que integró a ministros de las dos alianzas rivales. Hasta los shiíes de Hezbolllah, por primera vez, aceptaron sentarse en el Consejo de Ministros. Medio año después, el 6 de febrero de 2006, el ex general dejó estupefactos a los partidos de la Alianza del 14 de Marzo al firmar con el jeque Nasrallah un Memorándum de Entendimiento con Hezbollah que fue presentado como una contribución decisiva a la estabilidad democrática de Líbano.

El Memorándum MPL-Hezbollah evocaba de alguna manera el Acuerdo de Taif de 1989, tan repudiado en su momento por Aoun, inclusive su aspecto más espinoso: si entonces Aoun había denunciando la vaguedad del compromiso de Siria de evacuar Líbano en cuanto se dieran ciertas condiciones de seguridad, ahora daba por válido el igualmente vago compromiso de Hezbollah de abordar su desarme, sujeto asimismo a una serie de condiciones, como la liberación de los activistas de la organización shií que Israel tenía presos y la fijación de una estrategia de defensa nacional para proteger a Líbano de eventuales amenazas israelíes.

Aoun tuvo dificultades para explicar a sus paisanos y a la comunidad internacional este giro de 180 grados en su estrategia, que acababa de un plumazo con 24 años de militancia antisiria y metía a su partido en la Alianza del 8 de Marzo, instrumento útil como era a los intereses de los regímenes de Damasco y Teherán en Líbano. Sus razonamientos sonaban a prácticos: se trataba, básicamente, de tener contento a Hezbollah, al que la Revolución de los Cedros había puesto agresivo, para ahorrarle al país el riesgo de "otra guerra civil", y de mantener unas relaciones cordiales con Siria en tiempos de asedio diplomático a Assad para que colaborara en el esclarecimiento del asesinato de Hariri, "sin permitir" a los sirios, eso sí, "regresar ni interferir". Obstinarse en mantener una actitud antisiria ya no tenía sentido, explicaba el antiguo caudillo de la guerra de liberación de Beirut, después de la desocupación militar del año anterior.

A partir de entonces, Aoun practicó una oposición dura al Ejecutivo de Siniora, al que acusaba de corrupto, y organizó manifestaciones de protesta conjuntas con Amal y Hezbollah, partidos que en noviembre de 2006 dieron portazo al Gobierno de unidad. Cuando en mayo de 2008 Líbano se asomó de todas maneras a la guerra civil que el MPL decía estar ayudando a conjurar al estallar combates entre milicianos shiíes de Hezbollah y sunníes del Movimiento Futuro, y conseguir los primeros apoderarse de todo Beirut occidental con la pasividad de las FAL y un balance de decenas de muertos, el aounismo quedó en una situación embarazosa.

Aoun se apresuró a participar en el Diálogo Nacional Libanés de Doha, Qatar, cita de emergencia que desbloqueó la elección del general Michel Suleiman, el comandante en jefe de las FAL, como presidente de la República tras medio año de vacancia en la jefatura del Estado y permitió la formación, en julio, de un nuevo Gabinete de unidad con Siniora de primer ministro que trajo de vuelta a los ministros de Hezbollah y, por vez primera, incorporó a aounistas. El MPL debutó en las tareas del Gobierno con tres representantes: el grecoortodoxo Issam Abu Jamra, nombrado viceprimer ministro, y los maronitas Gebran Bassil y Mario Aoun (sin parentesco con Michel), titulares respectivamente de las carteras de Telecomunicaciones y Asuntos Sociales.

En las elecciones del 7 de junio de 2009 el bloque con más escaños volvió a ser la Alianza del 14 de Marzo. El aounista Bloque por el Cambio y la Reforma subió hasta los 27 escaños, de los que 19 correspondían al MPL y los restantes al Partido Democrático Libanés (drusos, principalmente), el Movimiento Marada (maronitas), la Federación Revolucionaria Armenia y el Partido Solidaridad. En noviembre siguiente Hariri formó un Gobierno de unidad similar al anterior y en esta ocasión Aoun colocó a cinco ministros de su bando. Antes de terminar el año, el 9 de diciembre, Aoun completó el viraje ideológico estratégico iniciado en 2005 realizando una visita sorpresa a Siria. En Damasco, el antiguo enemigo a muerte de Hafez al-Assad fue agasajado por su hijo, Bashar, encantado de tener como huésped al "más prominente e influyente líder cristiano de Líbano" en momentos de ostracismo internacional para Siria.

El creciente ascendiente de Aoun sobre la política libanesa quedó bien patente en enero de 2011 al forzar la caída del Gobierno Hariri en solidaridad con los problemas de su aliado shií. El MPL y Hezbollah retiraron a sus ministros en medio de tensiones por la exigencia de Nasrallah a Hariri hijo de que impugnara la intención por parte del Tribunal Especial internacional que investigaba el asesinato de Hariri padre de acusar formalmente a varios miembros de Hezbollah. Entonces, la Cámara invistió primer ministro a Najib Mikati, candidato de la Alianza del 8 de Marzo, quien en junio de 2011 tuvo listo un Gabinete de coalición del que el aounista Bloque por el Cambio y la Reforma pasó a ser el principal integrante con 11 de los 30 puestos. A Mikati le tomó el relevo en febrero de 2014 el sunní independiente, aunque grato a Alianza del 8 de Marzo, Tammam Salam, el cual restableció el Gobierno de unidad no sin grandes dificultades. El mayor número de partidos participantes redujo la cuota ministerial del MPL y sus adláteres a los cuatro puestos.

Para entonces, Líbano estaba viendo seriamente comprometida su estabilidad por el agravamiento del desbordamiento de la guerra civil que desgarraba la vecina Siria. Ya en el verano de 2012 habían empezado una serie de enfrentamientos puramente sectarios en Beirut, Trípoli y otros lugares entre partidarios (alauíes, shiíes) y contrarios (sunníes, salafistas) locales del régimen baazista de Damasco. Las venganzas entre unos y otros, más el rebrote de la subversión islamista, poco después encarnada sobre todo por el Frente Al Nusra y el Estado Islámico, ensangrentaron Líbano con una siniestra oleada de atentados, emboscadas y tiroteos campales. Las FAL tuvieron que emplearse a fondo contra las diferentes bandas salafistas y yihadistas. Por si fuera poco, la capacidad de acogida humanitaria del pequeño país de Oriente Próximo se situó al borde del colapso por la afluencia de cientos de miles de refugiados civiles sirios (iban a terminar superando el millón).

Mientras tanto, los partidos, entregados a sus crónicas querellas, no conseguían consensuar el texto de la nueva ley electoral de tipo proporcional, pero salvaguardando el irrenunciable equilibrio en la representación en la Cámara de las comunidades sectarias. Pese a todos estos contratiempos, Aoun pensaba que no había motivo justificado para posponer las elecciones legislativas que tocaban en 2013, pero se quedó solo en esta cuestión. En mayo de 2013 todos los grupos parlamentarios salvo el aounista aprobaron demorar los comicios hasta septiembre de 2014. Lo mismo sucedió en noviembre de 2014 cuando la Cámara prolongó este retraso hasta junio de 2017.


3. Presidente de la República por consenso en 2016

El panorama de un bloqueo institucional con vacío de poder en mitad de una grave crisis de seguridad se presentó a las claras en Líbano el 25 de mayo de 2014 al expirar el mandato sexenal de presidente Suleiman y no haber a la vista un candidato a sucederle. Hasta que la Cámara invistiera al nuevo titular, el primer ministro Salam llevaría las funciones del jefe del Estado. Los diputados de los distintos bloques y partidos fueron incapaces de hacer la elección cinco veces seguidas antes de vencer el ejercicio de Suleiman, y con posterioridad al mismo la Cámara se dedicó a convocar sesiones a razón de una o dos por mes. Sistemáticamente, las votaciones ni siquiera llegaban a efectuarse debido a la falta de quórum.

En mitad de este descorazonador impasse, en agosto de 2015, mes en que fracasó la vigesimoséptima ronda de la elección presidencial indirecta, Aoun comunicó a los miembros del MPL que el ministro de Exteriores desde febrero del año anterior, Gebran Bassil, a la sazón su yerno al tratarse del marido de su hija Chantale, debía ser elegido para sucederle en la dirección del partido. Estas renuncia personal y designación a dedo, la cual contrarió al diputado Alain Aoun, sobrino carnal y aspirante al puesto, debían enmarcarse en los preparativos del ex general para lanzar su candidatura a presidente de la República, aunque para meterse en el bolsillo la elección por los diputados con el máximo nivel de apoyos tendría que hacer un gran esfuerzo de cabildeo político, lo que en el atomizado sistema libanés requería mucho tiempo.

El primer grupo importante que anunció su respaldo a la ambición de Aoun fue, el 29 de diciembre de 2015, Hezbollah, el partido-milicia que ya estaba combatiendo en Siria, auxiliando al Ejército de Assad. Luego, el 19 de enero de 2016, fue Samir Geagea, nada menos, el que dio ese paso. El líder de las Fuerzas Libanesas, que llevaba una década desarrollando actividad política normal, desde su amnistía y excarcelación de resultas de la Revolución de los Cedros, dijo que apoyaba a su gran rival en el campo cristiano como contribución personal al desbloqueo de la situación política y habló de "día histórico". Geagea, además, instó a su socio sunní de la Alianza del 14 de Marzo, Hariri, a que se sumara a este consenso multiconfesional en torno a Aoun.

Ahora bien, el jefe del Movimiento Futuro, cuya veintena de diputados le resultaban imprescindibles al ex militar, venía sugiriendo la fórmula alternativa de Suleiman Franyieh, líder del pequeño partido cristiano prosirio Marada, el cual formaba parte de la Alianza del 8 de Marzo, y nieto del ex presidente (1970-1976) tocayo. Las conversaciones discretas MPL-Movimiento Futuro, en las que Hariri esperaba obtener determinadas cotas de poder a cambio de su apoyo a Aoun, se prolongaron durante meses, tiempo en el cual la Cámara siguió convocando, y declarando fallidas por falta de quórum, debido al boicot sistemático del MPL y Hezbollah, con una rutina prácticamente surrealista sesiones de elección presidencial en las que en realidad no había candidatos.

Hariri no dio su brazo a torcer hasta el 20 de octubre de 2016. El dirigente sunní, como Geagea, recurrió a la retórica patriótica para justificar su trascendental paso: "Mi decisión es un riesgo político importante, pero estoy dispuesto a sacrificar mi popularidad antes que sacrificar Líbano. Queremos proteger al país de la crisis", manifestó Saad Hariri. Los observadores apuntaron que Aoun, seguramente, le había prometido al hijo de Rafiq Hariri nombrarle primer ministro. El PSP de Jumblatt se sumó a este asenso en favor de Aoun, pero dejaron claro su rechazo al mismo el Amal de Berri, quien era el presidente de la Cámara, por la Alianza del 8 de Marzo y el Kataeb de Samy Gemayel, hijo del ex presidente Amin Gemayel, por la Alianza del 14 de Marzo.

Con esta aritmética parlamentaria, Aoun podía ser elegido presidente. El 31 de octubre de 2016, en la, nada menos, cuadragésimo sexta tentativa, la Cámara puso fin a 29 meses de parálisis mediante dos rondas de voto. En la primera, tal como se esperaba, Aoun, con 83 apoyos sobre 127 posibles, no alcanzó por dos votos la preceptiva mayoría de dos tercios, pero en la segunda votación, donde ya solo le bastaba el 50%, logró ser investido con esas 83 adhesiones. 36 papeletas depositadas lo fueron en blanco. El antiguo alto oficial de las FAL, al que sus partidarios seguían llamando con respeto El General, juró inmediatamente el cargo con un mandato de seis años. El 3 de noviembre, también sin sorpresas, Aoun encomendó a Hariri la formación del próximo Gobierno de unidad.

(Cobertura informativa hasta 7/11/2016)