Fuad Masum

La elección el 24 de julio de 2014 del diputado kurdo Fuad Masum como nuevo presidente de la República con un mandato inicial de cuatro años supone un jalón en el proceso de renovación institucional democrática abierto por las elecciones legislativas del 30 de abril en Irak. Sin embargo, la investidura parlamentaria del jefe del Estado, que toma el relevo al también kurdo Jalal Talabani, tiene un telón de fondo extremadamente sombrío: la fulgurante ofensiva guerrillera, iniciada el 5 de junio, de la organización jihadista Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL), que ha desencadenado una crisis de seguridad y humanitaria de enormes proporciones, y que amenaza seriamente la integridad de la República de Irak a menos de tres años desde la retirada de las últimas tropas estadounidenses.

Veterano colaborador de Talabani, con quien fue primer ministro del Kurdistán semiautónomo a principios de los años noventa, y responsable del partido Unión Patriótica del Kurdistán (PUK) con un historial de resistente al régimen de Saddam Hussein, Masum representa el ala más liberal y moderada del bloque kurdo, y está considerado un adalid del diálogo transversal entre los diversos bloques políticos y comunidades étnico-confesionales que componen Irak. Este septuagenario de perfil intelectual recibió del Consejo de Representantes la titularidad de un puesto que la Constitución de 2005 relega a funciones básicamente representativas y ceremoniales. Ahora bien, en el embarullado sistema parlamentario irakí, donde prevalece la figura ejecutiva del primer ministro, el presidente puede ejercer una influencia equilibradora y atemperadora del juego político. De Masum se espera que devuelva algo de relieve al cargo tras meses de eclipse con Talabani, ausente por enfermedad.

Aunque Masum ha sido escogido con arreglo al pacto político preconstitucional, de evocaciones libanesas, que estipula la elección de un primer ministro árabe shií, un presidente de la República kurdo y un presidente del Parlamento árabe sunní, su instalación no deja de dar relieve a la nueva y paradójica dimensión que la presente crisis militar ha conferido a los principales partidos kurdos y en particular al Gobierno Regional del Kurdistán con sede en Erbil, cuyo presidente es Massud Barzani, líder del Partido Democrático (KDP) y aliado de la PUK.

Así, valiéndose de su condición de único valladar de los jihadistas en las provincias norteñas (virtualmente dejadas a su suerte por el frágil Ejército irakí y las milicias auxiliares shiíes e iraníes desde la caída de Mosul) y protectores de las minorías (shiíes, cristianos asirios, yazidíes, turcómanos) que el autoproclamado califato del Estado Islámico, una teocracia de talante genocida, amenaza con exterminar, los soldados kurdos, los peshmergas, se han hecho con el control de Kirkuk y sus pozos petrolíferos, mientras que Barzani pone sobre la mesa un plan de soberanía plena y secesión. A lo largo de su carrera política, Masum no se ha pronunciado por la independencia del Kurdistán, sino que ha reclamado el federalismo para Irak, llegando a identificarse con la fórmula de una "partición suave" del país en tres grandes regiones comunitarias. Ahora, está obligado a ejercer su papel constitucional de símbolo de la unidad de Irak.

El 11 de agosto, mientras el atribulado Ejecutivo de Bagdad intentaba conjurar el fantasma de la desintegración del Estado irakí por varios flancos, entraban en acción los bombardeos aéreos de Estados Unidos para frenar los avances de los jihadistas y se acumulaban las noticias y testimonios sobre episodios de limpieza étnica y religiosa a pavorosa escala por el califato instalado a horcajadas entre Siria e Irak, Masum, con el respaldo de la mayoría de los grupos políticos y la comunidad internacional, designó primer ministro al shií Haider al-Abadi. El nombramiento frustró las ambiciones continuistas del titular del puesto desde 2006, Nuri al-Maliki, muy criticado por su sectarismo pro shií y su rechazo a constituir un Gobierno de concentración nacional capaz de hacer frente al Estado Islámico.

(Texto actualizado hasta agosto 2014)

1. Veterano dirigente de la PUK y hombre de confianza de Jalal Talabani
2. Masum en la controversia sobre la organización territorial del Estado irakí; las diferencias políticas entre Bagdad y el Kurdistán
3. Un presidente kurdo para Irak en plena arremetida del Estado Islámico


1. Veterano dirigente de la PUK y hombre de confianza de Jalal Talabani

Miembro de una familia eminente de kurdos sunníes de la provincia norteña de Erbil, su padre era el jeque Muhammad Mullah Fuad Masum, una autoridad científica y religiosa respetada por sus prédicas de la convivencia pacífica de las diversas comunidades étnicas y religiosas de Irak. El joven se instruyó en escuelas coránicas de la región del Kurdistán y empezó a estudiar derecho civil y derecho islámico en la Universidad de Bagdad. En 1958, el año del derrocamiento de la monarquía hachemita por militares nacionalistas y la instauración del sistema republicano de gobierno, Masum marchó a El Cairo con el fin de completar su educación jurídica y religiosa en la Universidad Al Azhar. En esta prestigiosa institución académica el futuro estadista recibió la cualificación necesaria para impartir docencia superior y en 1968, coincidiendo con la toma dictatorial del poder por el partido Baaz, comenzó a dar clases en la Universidad de Basora. Siete años después obtuvo de Al Azhar el título de doctor en Filosofía Islámica.

Masum canalizó su primera militancia política en el Partido Comunista Irakí, organización de masas que mantuvo unas relaciones tormentosas con el régimen del general nacionalista Abdel Karim Kassem y que a partir de 1963 estuvo sometido a persecución casi de continuo, con la liquidación física de muchos de sus cuadros, por los sucesivos gobiernos nasseristas y baazistas. En 1964, decepcionado por las actitudes antikurdas de algunos dirigentes comunistas irakíes y sirios, Masum optó por afiliarse al Partido Democrático del Kurdistán (KDP), la fuerza hegemónica de los kurdos alzados en rebelión contra las campañas de arabización forzosa y represión militar desencadenadas por el poder bagdadí de turno.

A lo largo de más de una década, Masum sirvió al esfuerzo de "revolución nacional" ordenado por el líder histórico del KDP, Mustafá al-Barzani, paladín del autogobierno de las provincias norteñas con mayoría de población kurda, y encabezó en la clandestinidad la célula del partido en Basora, en cuya Universidad seguía dando clases. En 1973 Barzani nombró a Masum jefe de la representación del KDP en Egipto, con la misión de atraer la disposición favorable del presidente Anwar as-Sadat a la causa de los kurdos irakíes, que apenas tenían valedores en el mundo árabe. Fue desde la capital egipcia donde, en 1975, el profesor presenció el derrumbe de la resistencia kurda ante la embestida del Ejército irakí, el cual puso en fuga a los peshmergas, los combatientes del KDP, tras ver estos cortado el vital soporte de Irán como resultado del acuerdo adoptado en Argel por el sha Mohammad Reza Pahlavi y el entonces vicepresidente de Irak, Saddam Hussein.

La catástrofe de 1975 ahondó la brechas abiertas en el KDP y Masum fue uno de los numerosos militantes que rompieron con el tradicionalista Barzani –fallecido en 1979 y sucedido por su hijo Massud- y mudaron sus lealtades a Jalal Talabani, enérgico lugarteniente con un historial de desafecciones que se remontaba a 1964 y al que Masum conocía desde la infancia, cuando eran compañeros de juegos en Koya, la ciudad de Erbil de la que era oriundo. Así, en 1975-1976 el universitario estuvo entre los organizadores en Damasco, la capital de Siria, de la nueva Unión Patriótica del Kurdistán (PUK), partido-guerrilla de orientación socialdemócrata y con Talabani de secretario general que no tardó en reemprender la lucha armada contra las tropas irakíes enarbolando la vieja bandera del autonomismo kurdo.

Las semblanzas periodísticas y los retratos oficiales no precisan las andanzas de Masum en la década de los ochenta del pasado siglo, un período especialmente trágico para los kurdos de Irak por la rivalidad entablada entre Talabani y Barzani, cuyos peshmergas llegaron varias veces a las manos antes de forjar un frente unido a instancias de Irán, y por los ataques indiscriminados de las huestes de Saddam, quien en 1988 llevó sus atrocidades a un clímax genocida con el bombardeo químico de la población de Halabja, matando a miles de paisanos kurdos. Convertido en un colaborador de Talabani de plena confianza, a Masum se le supone al lado del líder de la PUK en su exilio iraní luego del colapso del frente guerrillero en las montañas, dejando atrás decenas de miles de víctimas civiles y combatientes, y un país arrasado por las prácticas de tierra quemada, como consecuencia del final de la guerra entre Irak e Irán en agosto de 1988.

El nombre de Masum afloró en la prensa internacional en junio de 1992, cuando Talabani le confirió el puesto de primer ministro del precario Gobierno de coalición forjado con el KDP de resultas de las históricas elecciones del 19 de mayo a la Asamblea Nacional del Kurdistán. A estos comicios, coincidentes con unas votaciones presidenciales que enfrentaron a Talabani y Barzani con resultado inconcluso, se llegó al cabo de un inesperado compromiso político entre Talabani y Saddam. En aquellos momentos, el dictador se sentía fuerte pese a su desastrosa derrota en Kuwait el año anterior a manos de la coalición internacional liderada por Estados Unidos porque esta, a renglón seguido de la expulsión del Ejército irakí del emirato invadido, no había impedido el aplastamiento por el régimen baazista de la contraofensiva oportunista de los kurdos en las provincias del norte; la despiadada operación de venganza perpetrada por Saddam provocó una enorme crisis humanitaria e infligió la enésima derrota militar a los peshmergas.

En abril de 1993 Masum, considerado un responsable de corte tecnocrático, fue liberado de sus funciones gubernamentales en Erbil por Talabani, quien nombró en su lugar a un dirigente de perfil más político, Kosrat Rasul Ali. A la marcha del moderado y conciliador Masum siguió un empeoramiento de las tensiones entre la PUK y el KDP, que tenían sus feudos respectivos en las provincias de Sulaymaniyah y Erbil, y que competían por el usufructo de los recursos económicos de la región con los patrocinios de Irán (Talabani) y Turquía (Barzani). Azuzadas en todo momento por el astuto Saddam, las inveteradas rencillas intestinas de los kurdos estallaron con virulencia en 1994, precipitando la desintegración del Gobierno Regional semiautónomo y activando una guerra civil que se prolongó hasta 1998, cuando Estados Unidos obligó a las partes a sellar la paz.

En 2003, la invasión anglo-estadounidense y el derrocamiento manu militari del régimen baazista inauguraron una nueva era para el Kurdistán y la PUK, cuyos dirigentes se afanaron en jugar un papel destacado en las negociaciones políticas de alto nivel conducentes a reconstruir el Estado irakí con fundamentos democráticos. Por el momento, Irak, un país arruinado y exangüe, permanecía privado de soberanía por una coalición de potencias extranjeras, amén de padecer un nuevo estado de guerra de carices insurgente y terrorista, librada fundamentalmente por nacionalistas e islamistas sunníes, contra las tropas de ocupación y sus aliados locales. Miembro de la delegación kurda bipartita que tomó parte en las tortuosas discusiones institucionales y preconstituyentes en Bagdad, en septiembre de 2004 Masum fue designado por consenso de las diferentes agrupaciones kurdas, sunníes y shiíes presidente, con carácter provisional, de la nueva Asamblea Nacional transitoria, órgano, por el momento pseudolegislativo, que junto con el Gobierno Transitorio de Irak (sucesor previsto del Gobierno Interino de Irak, a su vez el sucesor del Consejo de Gobierno de Irak) fue establecido por la llamada Ley de Administración del Estado de Irak para el Período de Transición.

En las elecciones del 30 de enero de 2005 a la Asamblea Nacional transitoria de 275 miembros Masum fue uno de los 75 candidatos de la lista conjunta formada por la PUK, el KDP y otras formaciones menores, la Alianza Democrática Patriótica del Kurdistán (DPAK), que conquistó el escaño, en su caso por la provincia de Bagdad. Aunque Talabani era el cabeza de lista de la DPAK, Masum tomó el liderazgo del bloque parlamentario, que era el segundo más nutrido de la Asamblea por detrás de la Alianza Irakí Unida dominada por los shíes confesionales, al reservarse el líder de la PUK para el puesto de jefe del Estado, en tanto que Barzani se quedaba en el Kurdistán como presidente del Gobierno Regional asentado en las provincias de Dahuk, Erbil y Sulaymaniyah.

Conforme a lo pactado en los trabajos de redacción de la nueva Constitución nacional (texto que, para satisfacción de los kurdos, definía a Irak como un Estado republicano, federal e islámico pero sin imposición de la Sharía, garante de los derechos y libertades de las minorías religiosas, y reconociendo de paso al kurdo como idioma cooficial con el árabe), los tres máximos puestos institucionales, los de presidente de la República, primer ministro y presidente de la Asamblea, serían repartidos entre las principales comunidades étnico-religiosas del país, a saber, los árabes shiíes, los árabes sunníes y los kurdos.

Puesto que Talabani fue investido presidente de la República y la jefatura del Gobierno Transitorio recayó en el shií Ibrahim al-Jaafari, Masum hubo de ceder la presidencia de la Asamblea a un sunní, Hajim al-Hassani. Por otro lado, el representante kurdo contempló con orgullo cómo una de sus cinco hijas, Jowan, doctorada por el King's College de Londres, se convertía en la ministra de Telecomunicaciones del Gobierno Jaafari. El diputado kurdo repitió mandato legislativo tras las elecciones del 15 de diciembre de 2005, convocadas luego de la ratificación vía referéndum de la Constitución permanente y que alumbraron el Consejo de Representantes como la cámara parlamentaria sucesora de la Asamblea Nacional de transición. En la nueva legislatura, Masum volvió a encabezar el grupo parlamentario de la DPAK, menguado en escaños.

En los terceros comicios, los celebrados el 7 de marzo de 2010 con victoria por la mínima de la Lista Al Iraqiya de Iyad Allawi (quien fuera el presidente del Gobierno Interino de 2004-2005, lo que no impidió al también shií, pero adversario político de Allawi, Nuri al-Maliki seguir siendo el primer ministro), la Lista Kurdistaní, una versión reducida de la DAPK y consistente básicamente en las agrupaciones de Talabani y Barzani, volvió a perder escaños, si bien Masum conservó el suyo.

El 14 de junio de 2010 el antiguo profesor universitario asumió la presidencia del Consejo de Representantes en funciones, hasta la elección el 11 de noviembre de Usama al-Nujayfi, de la Lista Al Iraqiya, como titular de la Cámara. En todo este tiempo, el Consejo permaneció en sesión abierta pero en suspenso, una triquiñuela legal pergeñada para ganar tiempo en las negociaciones de los bloques parlamentarios mayoritarios conducentes a elegir al nuevo presidente de la República y formar el nuevo Gobierno sin tener que disolver formalmente la Cámara y acudir a nuevas elecciones. La argucia técnica de Masum levantó fuertes críticas y de hecho fue considerada inconstitucional por el Tribunal Federal Supremo en su auto del 24 de octubre. Al final, tanto Talabani como Maliki fueron reelegidos en sus cargos, lo que puso fin a ocho meses de crisis institucional y vacío de poder.


2. Masum en la controversia sobre la organización territorial del Estado irakí; las diferencias políticas entre Bagdad y el Kurdistán

Los análisis optimistas y esperanzadores que sobre el futuro de Irak, un país desangrado por sucesivos ciclos de violencia, Masum trazaba en entrevistas y actos académicos en Londres y otras palestras occidentales no se vieron confirmados por los hechos. Así, la insurgencia multiforme contra las tropas de ocupación extranjeras cristalizada a rebufo de la invasión de 2003 degeneró en 2006 en una virtual guerra civil sectaria de sunníes contra shiíes. A finales de 2007, las salvajes agresiones interreligiosas dentro del campo árabe musulmán comenzaron a disminuir y el torturado país se estabilizó temporalmente en unos niveles de violencia algo menos dramáticos aunque aún elevados, pues siguieron actuando diversas milicias y subversiones armadas, principalmente la del salafismo jihadista en la órbita de Al Qaeda, cuyo método predilecto era el terrorismo suicida de masas, dirigido contra las fuerzas de seguridad irakíes y la población civil shií.

En junio de 2009 Estados Unidos inició la retirada gradual de sus tropas, proceso que quedó concluido en diciembre de 2011 con el acuerdo del Gobierno Maliki. El final oficial de la intervención estadounidense en Irak no tardó en traducirse en un repunte significativo de los ataques en las provincias centrales y norteñas de mayoría sunní, donde el Gobierno central fue puesto a la defensiva e incluso empezó a perder el control de algunas áreas. El espectro de una nueva guerra civil sectaria, atizado por los continuos atentados antishiíes de los jihadistas sunníes, volvió a sobrevolar Irak.

Comparado con el estado de cosas imperante en provincias como Al Anbar, donde los extremistas sunníes ponían en jaque a las fuerzas de un Gobierno percibido como únicamente sensible a los intereses de la mayoría shií, el Kurdistán, regido sin fisuras aparentes por el Ejecutivo compartido de la PUK y el KDP, parecía un remanso de paz, aunque esta impresión tenía bastante de engañosa. Mientras la violencia política y religiosa reemprendía la escalada en Bagdad, Al Anbar y las provincias centro-septentrionales, entre los kurdos y el primer ministro Maliki subió de tono la disputa política por las cuotas de participación en las exportaciones petroleras, las cuestiones fiscales y la delimitación de las fronteras de la autonomía regional.

Desde 2003, los partidos gobernantes en el Kurdistán reclamaban a Bagdad que reconociera su jurisdicción sobre amplios territorios, anteriormente arabizados y ahora administrados de hecho por ellos, de las provincias de Nínive, Kirkuk, Salah ad-Din y Diyala, linderas con Dahuk, Erbil y Sulaymaniyah, y que legalmente no formaban parte de la Región autónoma. En particular, Barzani no renunciaba a extender el autogobierno a Kirkuk, la populosa, multiétnica y multicultural capital de la provincia homónima, adyacente además a un rico campo petrolífero. Para los kurdos, Kirkuk, con algo más de una tercera parte de habitantes de esta etnia -siendo los restantes árabes, turcómanos y de otras minorías-, era una urbe absolutamente ligada a su cultura y su historia.

En esta trifulca, Masum adoptó un tono moderado en las formas pero reivindicativo en el fondo, sin dejar de reclamar al Gobierno Maliki diálogo y posibilismo para dar una solución que pasaría por celebrar un referéndum local sobre el estatus de la ciudad de Kirkuk y de paso sobre las jurisdicciones respectivas en las cuatro provincias objeto de disputa. El diputado kurdo creía firmemente que muchos de los problemas que padecía Irak se resolverían si el esquema centralista de provincias evolucionara hacia una organización territorial del Estado consistente en una federación de regiones autónomas, preferentemente tres: además de la ya existente en el Kurdistán, una para los sunníes y otra para los shiíes. El presidente Talabani también era receptivo a las propuestas de "partición suave" de Irak por sus grandes costuras comunitarias, pero desde Erbil, Barzani, frustrado por las largas políticas que le daba Bagdad, comenzó a invocar en 2012 el escenario de una secesión unilateral y el acceso del Kurdistán a la autodeterminación y la plena soberanía.


3. Un presidente kurdo para Irak en plena arremetida del Estado Islámico

Irak celebró sus cuartas elecciones legislativas desde la invasión de 2003 el 30 de abril de 2014. Los comicios acontecieron en pleno auge de la violencia terrorista antishií en Bagdad y con la provincia de Al Anbar convertida en cruento campo de batalla entre el desbordado Ejército irakí y el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL, o ISIL, por su sigla en inglés), la más agresiva y fanática de las subversiones jihadistas sunníes que operaban en Irak. Fogueado en el último par de años en la guerra civil que asolaba la vecina Siria y extraordinariamente bien financiado, el ISIL era la evolución robustecida de la banda alqaedista encabezada hasta su muerte en 2006 por el terrorista jordano Abu Musab al-Zarqawi. Tras la retirada de las tropas estadounidenses, a las que había combatido con saña, el grupo, campeón de la intolerancia homicida, se había dedicado a propagar la violencia sectaria en Irak. De paso, entró en conflicto con otros movimientos salafistas insurgentes y con la misma dirección de Al Qaeda, a la que empezó a desobedecer.

En abril de 2013 el líder del hasta entonces llamado Estado Islámico de Irak (ISI), Abu Bakr al-Baghdadi, se proclamó "emir del Estado Islámico de Irak y el Levante" al tiempo que exigía el acatamiento y absorción del Frente Al Nusra, la sucursal de Al Qaeda en Siria, cuya paternidad Baghdadi reclamaba. En febrero de 2014 la dirección de Al Qaeda anunció la inexistencia de cualquier lazo con el ISIL. Indiferentes a la ruptura ordenada por Ayman al-Zawahiri, el sucesor de Osama bin Laden, Baghdadi y sus huestes redoblaron su ofensiva guerrillera en Al Anbar, donde, con el apoyo de tribus sunníes desafectas, afianzaron su control sobre la ciudad de Fallujah y partes de la cercana Ramadi. Este núcleo insurgente, unas decenas de kilómetros al oeste de Bagdad, era un grave foco de rebelión casi a las puertas del apurado Gobierno Maliki, el cual estaba a punto de sufrir una súbita debacle militar en el flanco norte.

Masum retuvo el escaño en unas elecciones caracterizadas por la dispersión de las listas concurrentes, incluidas las kurdas, con la participación por separado de la PUK y el KDP, que empataron en los 19 puestos. En el fragmentado Consejo de Representantes a que las votaciones de abril dieron lugar, la coalición leal a Maliki, Estado de Derecho, se destacó con una mayoría simple de 92 diputados, lo que constitucionalmente posibilitaba la extensión del mandato del primer ministro instalado en 2006, un gobernante cada vez más criticado por el patente favoritismo shií de sus políticas públicas y de seguridad. El procedimiento fijado por la Carta Magna establecía la constitución del Parlamento y la investidura de su presidente como pasos previos a la elección por los diputados, en el plazo de 30 días, del presidente de la República, quien a su vez dispondría de 15 días desde su asunción para designar al nuevo primer ministro con arreglo a la mayoría legislativa surgida de los comicios.

En el caso de la jefatura del Estado, un puesto de naturaleza esencialmente ceremonial y simbólica, de cuyo titular se esperaban virtudes conciliadoras y atemperadoras del juego político, la renovación de Talabani estaba completamente descartada porque sus dos mandatos cuatrienales, por ley, no podían encadenar un tercero y porque el veterano líder kurdo, a sus 80 años, arrastraba unos achaques de salud que desde hacía meses le mantenían convaleciente en Alemania, donde recibía tratamiento médico. Una vez confirmado el pacto de reparto de parcelas de poder con Barzani, quien seguía al timón del Kurdistán, la PUK comenzó a barajar las candidaturas presidenciales de Masum y Barham Salih, primer ministro del Kurdistán entre 2009 y 2012 y anteriormente viceprimer ministro de Irak, para tomarle el relevo a Talabani.

No se esperaban excesivas dificultades en el Consejo de Representantes para cualquiera de los dos aspirantes, en particular Masum, un diputado respetado por su carácter bonancible y su capacidad para entenderse con representantes de todo el arco político y comunitario. Sin embargo, la elección del presidente y el proceso poselectoral en su conjunto fueron sobresaltados el 5 de junio por la violenta ofensiva guerrillera que el ISIL desencadenó en el norte de país. Ese día, miles de partisanos islamistas, partiendo de sus adquisiciones linderas con el nordeste de Siria, donde ya controlaban grandes extensiones de territorio, se lanzaron a las capturas de Samarra, en Salah ad-Din, y la gran ciudad de Mosul, la capital de Nínive. En Mosul, el Ejército irakí puso los pies en polvorosa sin presentar batalla y el 10 de junio el ISIL se hizo con la urbe, de casi dos millones de habitantes, y buena parte de la provincia de Nínive.

Sin tomarse un respiro ni dar al atónito Gobierno Maliki margen para reaccionar, los jihadistas siguieron con su vertiginosa embestida hacia el sur, siguiendo el curso del Tigris y con Bagdad en su punto de mira, mientras expandían sus capturas en el norte. Así, en los días siguientes a la conquista de Mosul cayeron en sus manos las ciudades de Baiji, Tikrit (el terruño de Saddam Hussein), Al Dhuluiya y Muatassam en Salah ad-Din, donde también se enzarzaron con los gubernamentales por la posesión de Samarra, más Saadiyah y Jalawla en Diyala, y Tal Afar en Nínive.

Aprovechando la desbandada de las tropas irakíes, los peshmergas kurdos se hicieron con el control de Kirkuk el 12 junio, toma que el Gobierno de Erbil justificó con criterios estrictamente militares y humanitarios, pues la ciudad, sus habitantes y sus instalaciones petroleras estaban seriamente amenazados por los jihadistas, con los cuales los peshmergas entablaron ciertamente combate, pero que incorporaba una obvia dimensión política y estratégica. La acción unilateral de los kurdos podía ser fácilmente percibida como otro peldaño del descenso de la enorme crisis de seguridad que incendiaba Irak hacia la descomposición del Estado. Hasta finales de junio, las quebrantadas tropas gubernamentales, apoyadas por voluntarios shiíes y unidades de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán, contuvieron a duras penas a los jihadistas en Samarra, Baquba y Haditha, pero no pudieron impedir un rosario de pérdidas de puntos estratégicos: el aeropuerto de Tal Afar, la refinería de Baiji y, una auténtica calamidad para Bagdad, casi todos los puestos fronterizos con Siria y Jordania; además, el ISIL arrebató a tiro limpio una serie de cabezas de puente en el curso medio del Éufrates a su paso por Al Anbar.

La aviación del régimen sirio de Bashar al-Assad comenzó a bombardear por su cuenta a los islamistas para alborozo de Maliki, quien, entre advertencias de que el país se jugaba su "integridad y soberanía", imploró la intervención en el mismo terreno de Estados Unidos. Sin embargo, el primer ministro despreció las exhortaciones a que dejara paso a un gobierno de unidad nacional, mudanza política que Estados Unidos, la ONU y muchos en Irak consideraban imprescindible para hacer frente a la amenaza mortal que entrañaba el ISIL. Las iniciales reluctancias de la Administración Obama a involucrarse militarmente en el conflicto irakí empezaron a disiparse al constatar las dimensiones de la gravedad de la crisis y revelarse con horrible crudeza los métodos exterminadores y genocidas del ISIL, que se jactó de la ejecución sumaria de 1.700 soldados irakíes hechos prisioneros. Esta masacre masiva debía verse como el aviso de la suerte que podrían correr los shiíes, los kurdos, los asirios cristianos, los turcómanos, los yazidíes y, en suma, cualquier comunidad étnico-religiosa considerada atea o herética por los jihadistas.

Convertido en el dueño de casi todo el centro-noroeste Irak y del nordeste de Siria, el ISIL, el 29 de junio, proclamó la creación de un "califato" en ambos países, con Abu Bakr al-Baghdadi de califa. Además, la organización acortó su nombre, haciéndose llamar ahora simplemente Estado Islámico, una entidad teocrática para la que no existían las viejas fronteras internacionales heredadas de la descolonización y que estaba decidida a rediseñar el mapa de Oriente Próximo. Los kurdos de Erbil, por su parte, dieron nuevos pasos conducentes a reafirmar su soberanía de Bagdad. Para empezar, Barzani, subrayando el hecho de que sus soldados eran la única fuerza capaz de pararles los pies a los jihadistas en las gobernaciones del norte dejadas a su suerte por Bagdad, advirtió a Estados Unidos que se estaba ante "un nuevo Irak" y que había que reconocer la "nueva realidad".

El mensaje se tradujo en la activación del proceso de celebración de un referéndum de independencia del Kurdistán. El presidente kurdo quería celebrar la consulta "dentro de unos meses". Sorprendentemente, desde Turquía llegaron señales de que el Gobierno de Ankara podría aceptar este desmembramiento de Irak si los kurdos del otro lado de la frontera consumaban su separación unilateral.

Al poco, el 11 de julio, los peshmergas se desplegaron en los campos petrolíferos de Kirkuk y Bai Hassan, despidieron a los operarios estatales que trabajaban en las instalaciones y los sustituyeron por empleados a sus órdenes. El golpe de mano kurdo en uno de los centros neurálgicos de la economía irakí encolerizó al Ejecutivo de Bagdad, que amenazó al Gobierno Regional con "serias consecuencias" si no daba marcha atrás. Maliki, ya irritado por la negativa de los diputados kurdos –al igual que muchos colegas árabes sunníes- a dar luz verde a la declaración del estado de emergencia, excepcionalidad constitucional que le dotaría de amplios poderes ejecutivos, llegó a acusar a Erbil de "abrazar el terrorismo". Estas palabras tuvieron como respuesta automática el portazo de los ministros kurdos de su Gabinete.

Este era el delicado panorama en que tenía que arrancar el proceso de renovación institucional de Bagdad. El mismo echó a andar el 15 de julio con la elección de Salim al-Jubouri, sunní de la coalición Muttahidoon que lideraba Usama al-Nujayfi y la cuarta fuerza de la Cámara, como nuevo presidente del Consejo de Representantes. Ahora, tocaba instalar al presidente de la República, competición para la que se autonominaron, además de Masum, nada menos que 49 diputados de todos los grupos, entre los que destacaban el juez Hussein al-Musawi, la seguidora de Maliki Hanan al-Fatlawi y Faiq al-Sheij Ali, del secular Partido Popular. Ahora bien, la gran mayoría de los contrincantes se presentaba a título particular y no tenía detrás el respaldo oficial de un bloque parlamentario.

El 24 de julio, luego de imponerse su precandidatura a la rival de Barham Salih en el escrutinio interno de bloque PUK-KDP, Masum se sometió al veredicto del pleno de diputados. La Constitución prescribía que el presidente fuera elegido por mayoría de dos tercios en primera votación, y si no por mayoría simple en una segunda votación que enfrentaría a los dos aspirantes con más preferencias. Esto último fue lo que sucedió. En la primera ronda, Masum recibió 175 votos, cuando requería 218. Pasó entonces a disputar la segunda ronda con su adversario más adelantado, Musawi, al que derrotó por 211 votos contra 17.

Una vez proclamado presidente electo, Masum realizó el preceptivo juramento constitucional ante el Consejo. Su primer acto institucional de relieve iba a ser la designación del primer ministro, labor que se prometía espinosa porque el bloque kurdo, los sunníes y la comunidad internacional estaban resueltos a forzar la salida de Maliki, cuya gestión valoraban en términos negativos –es más, le veían como un obstáculo para la estabilización del país-, mientras que el líder shií se mostraba dispuesto a pelear por la permanencia amparándose en su condición de cabeza de la lista más votada en las pasadas elecciones.

Mientras Masum y los diversos jefes de facción se enfrascaban en los habituales cabildeos políticos, la guerra relámpago del Estado Islámico contra la República de Irak proseguía en toda su pavorosa intensidad. El 3 de agosto los jihadistas añadieron a su cadena de conquistas Sinjar, en Nínive, con mayoría de habitantes de la confesión religiosa minoritaria yazidí -considerada satánica por los fundamentalistas islámicos-, más la gran presa de Mosul y los pozos petrolíferos de Ain Zalah. El día 7 se anunció la caída, en la misma provincia, de varias localidades pobladas por asirios de fe cristiana siríaca. Muchas decenas de miles de paisanos shiíes, asirios, yazidíes y turcómanos, aterrorizados con la posibilidad cierta de ser asesinados sin miramientos por los jihadistas si caían en sus manos, intentaban ponerse a salvo en Turquía y el Kurdistán, o alcanzar las áreas del este y el sur controladas por el Gobierno de Bagdad.

El 8 de agosto la Fuerza Área de Estados Unidos inició bombardeos "selectivos" contra objetivos del Estado Islámico en Irak. Los primeros ataques aéreos se concentraron en los alrededores de Erbil, para desbaratar el avance de los islamistas sobre la capital kurda. Los peshmergas también obtuvieron el apoyo aéreo de las aviaciones estadounidense e irakí para una contraofensiva terrestre en el área de Mosul. Barzani apeló a la comunidad internacional a socorrer con armas al Gobierno Regional del Kurdistán para derrotar a los jihadistas. El 11 de agosto, en mitad de este fragor bélico, Masum comunicó que designaba primer ministro a Haider al-Abadi, ingeniero shií del mismo partido que Maliki, el Islámico Dawa, pero considerado una personalidad sin pulsiones sectarias. Ahora, Abadi tenía 30 días para presentar un Gabinete de ministros y someterlo al Consejo de Representantes para su confirmación.

Maliki reaccionó con máxima acritud al nombramiento hecho por Masum, que tachó de "peligrosa violación de la Constitución", y se negó a dimitir. El 14 de agosto, sin embargo, el pugnaz gobernante sucumbió a la presión general, inclusive desde el campo shií y desde su propia coalición, y aceptó dejar el camino expedito a Abadi.

(Cobertura informativa hasta 14/8/2014)