Kim Dae Jung

El coraje, la tenacidad y una fe inquebrantable en la reconciliación de los coreanos marcaron la personalidad del que fuera presidente de Corea del Sur entre 1998 y 2003 así como Premio Nobel de la Paz del año 2000. Kim Dae Jung, fallecido en 2009 a los 83 años, entregó más de cuatro décadas de su vida a una épica lucha por los Derechos Humanos y la democracia civil en su país, enfrentándose a las sucesivas dictaduras de la Guerra Fría y sufriendo a cambio el exilio, la cárcel, la tortura y hasta el secuestro. En 1997, la perseverancia electoral del llamado Mandela de Asia fue recompensada con su victoria sobre el heredero de su antiguo aliado devenido rival, Kim Young Sam, forzando la alternancia política en nombre de un centro liberal y progresista. Durante su mandato, Kim pilotó la superación de la crisis económica, emprendió reformas estructurales y, sobre todo, impulsó el reencuentro con la hermética y amenazante Corea del Norte a través de su Sunshine Policy, política de gestos sonrientes que en 2000 le permitió sostener una histórica cumbre con el dictador comunista Kim Jong Il y vislumbrar un futuro, luego malogrado, de distensión militar, cooperación económica e intercambio humano entre las dos Coreas. Todo con el objetivo último de la reunificación nacional.

1. La azarosa trayectoria de un líder opositor a la dictadura de Seúl
2. Tres apuestas presidenciales fallidas
3. La victoria electoral de 1998
4. El esperanzador reencuentro con Corea del Norte
5. Una política doméstica atenazada por las inercias
6. Estancamiento de la Sunshine Policy y contratiempos en el entorno personal
7. Sucesión por el aspirante oficialista en el contexto de la escalada nuclear de Pyongyang
8. Los últimos años del Nobel de la Paz


1. La azarosa trayectoria de un líder opositor a la dictadura de Seúl

Hijo de un estibador portuario de extracción campesina y segundo de cuatro hermanos, inició los estudios en un colegio de la isla de Haui, en la sureña provincia de Jeolla (Cholla), lugar de residencia de la familia, y en 1936 los continuó en un centro escolar en el continente. En 1943 se graduó con excelentes calificaciones en la Escuela Superior de Comercio de Mokpo, su población natal, y entró a trabajar de administrativo en una naviera local. Hacia 1945, coincidiendo con la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial y el final del régimen de anexión de Corea (en realidad, una ocupación colonial) iniciado en 1910, Kim abrió su propio negocio de transportes marítimos y para 1948, cuando la partición del país en sendas repúblicas soberanas en el Norte y el Sur, ya dirigía dos compañías de buques mercantes. Tenía sólo 24 años.

Previamente y con posterioridad a la independencia (15 de agosto de 1948) de la República de Corea, el precoz naviero frecuentó los círculos democráticos e izquierdistas que entraron en colisión con el régimen autoritario de derecha del presidente Syngman Rhee, sostenido por Estados Unidos. A comienzos de agosto de 1950, apenas un mes antes de lanzarse a la invasión de la República de Corea con el apoyo soviético y chino, las fuerzas de la República Democrática Popular de Corea, o Corea del Norte, capturaron Mokpo y Kim fue detenido por "reaccionarismo burgués" y encarcelado en la prisión local junto con otros empresarios. Cuando su ejecución parecía inminente, Kim consiguió escapar y se unió a la guardia costera, que permaneció leal al Gobierno de Seúl hasta la reconquista de la provincia de Jeolla por las tropas de la ONU.

El hecho de haberse librado de la suerte corrida por los demás compañeros de celda generó la sospecha, reproducida en otros momentos de su extensa carrera política, de algún tipo de connivencia de Kim con los invasores comunistas, algo que él siempre negó tajantemente. En cierta ocasión, reconoció haber albergado en su juventud simpatías marxistas, pero estos coqueteos ideológicos se frustraron pronto al comprender "la verdadera naturaleza" del comunismo.

Tras el Armisticio de Panmunjom (23 de julio de 1953), que puso fin a la guerra y consagró la división de Corea en dos estados delimitados por el paralelo 38, Kim decidió lanzarse a la política. En mayo de 1954 abandonó sus negocios y se presentó como candidato independiente a diputado por Mokpo, en lo que fracasó. Luego trabajó en el Instituto de Investigación Laboral de Corea hasta 1956, cuando se unió al Partido Democrático (PD), segunda fuerza del país tras el gubernamental Partido Liberal (PL) y cuyo líder, Chang Myon, había accedido a compartir el poder con Rhee como vicepresidente de la República.

Kim se convirtió en portavoz del PD y en las elecciones legislativas del 29 de julio de 1960, convocadas por el presidente provisional Ho Chong tras el fraude cometido por los liberales en las presidenciales del 15 de marzo (que se saldó con la dimisión de Rhee por la presión popular), salió elegido diputado a la Asamblea Nacional. El PD, con 175 escaños sobre 233, fue el partido más votado, de manera que Chang Myon ganó el nombramiento, el 23 de agosto, de primer ministro. En 1961 Kim disputó con éxito el escaño por la circunscripción de Inje, en la provincia de Kangwon, pero a raíz del golpe de Estado militar del 16 de mayo, dirigido por el general Park Chung Hee, fue privado de su mandato legislativo. Mientras estuvieron vigentes la ley marcial y la Ley de Depuración de Actividades Políticas, decretados por el Consejo Supremo de Reconstrucción Nacional (CSRN, la junta militar de Park), el inquieto político demócrata estuvo desterrado de la vida pública.

En febrero de 1963 el CSRN, en virtud de la nueva Constitución, levantó la proscripción que pesaba sobre los partidos políticos y convocó elecciones para la Asamblea Nacional, comicios que supusieron el retorno de Kim a la política representativa. En los años siguientes, Kim se distinguió como un elocuente detractor del régimen autoritario de Park, reciclado a presidente civil y a líder del Partido Republicano Democrático (PRD) desde las elecciones de 1963. En esta época Kim militaba en el Nuevo Partido Democrático (NPD), una escisión del PD capitaneada por Yun Po Sun, quien había sido presidente de la República entre agosto de 1960 y marzo de 1962, cuando se vio obligado a dimitir por discrepar con el plan de Park de perpetuarse en el poder, amén de postularse de nuevo a la jefatura del Estado en 1963 y 1967, año en que su camarada renovó su escaño parlamentario. Haberse convertido en un político profesional no anuló en Kim el deseo de mejorar su formación académica: en 1964 tomó clases en la Escuela de Administración de Empresas de la Universidad de Corea y en 1970 obtuvo una licenciatura en Economía por la Universidad Kyonghee.

El diputado fue elegido por su partido candidato para las elecciones presidenciales del 27 de abril de 1971. En aquella ocasión, Park se apuntó su tercera victoria consecutiva, aunque con un margen de diferencia de sólo un millón de votos. Las autoridades electorales otorgaron el 43,5% de los sufragios a Kim, quien denunció la comisión de "graves irregularidades" en el transcurso de la consulta. El enfrentamiento con Park alcanzó el punto de no retorno en diciembre de 1971, fecha en que el autócrata declaró el estado de emergencia y reveló su intención de suprimir toda contestación e implantar la dictadura sin tapujos. Kim, que durante la campaña electoral ya resultó herido en un extraño accidente de tráfico que tuvo visos de atentado, buscó refugio en Tokyo y desde allí llamó a la resistencia de los surcoreanos en respuesta a la decisión de Park, el 17 de octubre de 1972, de declarar la ley marcial, abolir la Constitución, clausurar la Asamblea y prohibir las actividades políticas.

El 8 de agosto de 1973 Kim vivió el episodio más dramático de su vida cuando agentes de la Agencia de Inteligencia Coreana (KCIA) le secuestraron en su habitación del hotel Grand Palace de la capital nipona, con la intención aparente de hacerlo desaparecer en el mar. El incidente, que provocó una crisis diplomática muy grave entre Corea del Sur y Japón ocho años después de establecer los estados relaciones diplomáticas, movilizó a los gobiernos del país desairado y de Estados Unidos, los cuales presionaron a fondo a Park para que liberara a Kim, cosa que, en efecto, sucedió al cabo de cinco días con la reaparición del político, sano y salvo, en Seúl. Kim permaneció bajo arresto domiciliario hasta el 26 de octubre y con posterioridad a esa fecha siguió expuesto a ser procesado en cualquier momento por los cargos que la dictadura tuviera más a mano. La nueva arremetida del régimen no se hizo esperar, y a lo largo de 1974 Kim fue procesado bajo un repertorio de acusaciones.

Ahora bien, el Gobierno de Park (quien, como medida de apaciguamiento, destituyó al secretario de la Embajada en Tokyo y al director de la KCIA) salió de este episodio severamente desacreditado. Todo lo contrario que Kim, que ganó renombre internacional y redobló sus actividades opositoras. Sus cuentas pendientes con la justicia no le impidieron asistir, el 27 de noviembre de 1974, al Congreso Nacional para la Restauración de la Democracia, iniciativa en la que tomaron parte las principales fuerzas de oposición. Posteriormente, el 1 de marzo de 1976, suscribió en la Catedral católica de Seúl una Declaración por la Salvación de la Patria a través de la Democracia, que la dictadura tachó de proclama sediciosa. Este último acto público de rebeldía acarreó a sus protagonistas, entre los que se encontraba también el ex presidente Yun, una serie de condenas judiciales con penas comprendidas entre los cinco y los ocho años de prisión. Como los demás firmantes del manifiesto, Kim fue arrestado el 26 de marzo de 1976 acusado de violar la legislación de emergencia. El 4 de mayo comenzó el juicio y el 28 de agosto se publicaron las sentencias, todas de culpabilidad. En su caso, la pena figuró entre las más duras: ocho años de cárcel, que empezó a servir inmediatamente.

El 29 de diciembre de 1976 la Corte de Apelaciones de Seúl rebajó la condena a cinco años y el 9 de diciembre de 1979, transcurridos casi cuatro años entre rejas en los que fue objeto de malos tratos y torturas, obtuvo la libertad provisional en atención a su mal estado de salud y luego de firmar una promesa de buena conducta. El 29 de febrero de 1980 recibió el perdón presidencial junto con otros 700 disidentes. Entre tanto, el país había experimentado graves convulsiones con el asesinato de Park a manos del nuevo jefe de la KCIA (26 de octubre de 1979), la proclamación de la ley marcial y la toma de todo el poder por el grupo de generales encabezados por Chun Doo Hwan (6 de diciembre), quienes impusieron al primer ministro, Choi Kyu Hah, como presidente nominal.

En marzo de 1980 Kim reanudó la actividad política al amparo de la suspensión de las medidas restrictivas y con la intención de presentarse a las elecciones presidenciales de la que habría de salir el sucesor de Park. No obstante, la situación fue empeorando ante el auge de las agitaciones obreras y las manifestaciones de los estudiantes exigiendo la democratización del país. El 17 de mayo Chun extendió la ley marcial y ordenó el arresto masivo de disidentes, entre ellos Kim Dae Jung, Kim Young Sam y Kim Jong Pil. El segundo había emergido el año anterior como líder principal de la oposición en tanto que presidente del NPD y cabeza de una fracción rival de la de Kim Dae Jung, mientras que el tercero se trataba de un antiguo general que había servido con Park como primer ministro y director de la KCIA.

La contestación contra Chun alcanzó su clímax el 18 de mayo de 1980. Ese día, la ciudad de Kwangju, de 800.000 habitantes y feudo político de Kim en Jeolla, se declaró en rebeldía contra el Gobierno después de desarmar a las fuerzas de seguridad. Los insurrectos, con un núcleo de estudiantes radicales y obreros arropado por la población, exigían el levantamiento de la ley marcial y la liberación de Kim Dae Jung, se incautaron de armas y levantaron barricadas. El 27 de mayo, unidades especiales del Ejército asaltaron la ciudad y, tras una breve resistencia, restablecieron el orden con un balance de varios centenares de muertos. Una gigantesca ola represiva se abatió sobre la población, objeto de arrestos masivos.

Antes de este brutal desenlace, el 22 de mayo, Kim fue acusado de dirigir una conspiración, siendo el alzamiento civil de Kwangju el presunto elemento central de la misma, para derrocar al Gobierno con el concurso nada menos que del régimen norcoreano. El proceso, llevado por un tribunal militar, comenzó el 14 de agosto y el 17 de septiembre Kim fue condenado a la pena de muerte, un veredicto esperado dada la extrema gravedad de la acusación. No obstante, Estados Unidos, que no deseaba más estallidos en un país muy importante para sus intereses estratégicos, persuadió a Chun —desde el 1 de septiembre presidente provisional luego de dimitir Choi Kyu Hah— para que suspendiera la sentencia y permitiera a Kim exiliarse. Peticiones de clemencia procedieron de Japón, muy irritado con los desmanes represivos de Chun, y otros países occidentales.

El 23 de enero de 1981, Chun, deseoso de distender el clima social en el proceso constituyente en marcha, el cual debía culminar con su elección presidencial por la vía indirecta y la celebración de elecciones legislativas directas, conmutó a Kim la pena de muerte por la de cadena perpetua, que a su vez fue rebajada a la pena de 20 años de prisión. El 23 de diciembre de 1982, tras una estancia carcelaria de dos años y medio, Kim fue puesto en libertad al serle suspendida la condena por razones humanitarias y acto seguido emprendió viaje a Estados Unidos, donde lo primero que hizo fue someterse a un tratamiento médico de urgencia para restablecer su quebrantada salud.


2. Tres apuestas presidenciales fallidas

Establecido con su familia en Alexandria, Virginia, durante más de dos años Kim siguió implicado en la lucha por la democracia en su país, organizando eventos con la comunidad de coreanos emigrados e impartiendo conferencias en universidades y asociaciones coreano-americanas, como el Centro de Relaciones Internacionales de la Universidad de Harvard y el Instituto Coreano de Investigación de Derechos Humanos en América. En añadidura, en 1983 fungió de asesor del Centro Robert Kennedy para los Derechos Humanos. En mayo de 1984 aceptó de Kim Young Sam, que libraba su batalla política particular en Corea pese a encabezar también la lista negra de proscritos, su oferta de copresidir un Comité Consultivo para la Promoción de la Democracia.

El 8 de febrero de 1985 Kim tentó su suerte y, acompañado por tres congresistas de Estados Unidos, se presentó en Seúl con la intención de retornar a la primera línea de la actividad política, en vísperas de las elecciones legislativas y poniéndose al servicio del Partido Democrático de la Nueva Corea (PDNC), registrado el 18 de enero anterior por el líder opositor Lee Min U. Sin embargo, la Policía lo detuvo tan pronto como descendió del avión que lo trajo de vuelta y lo sacó del aeropuerto subrepticiamente para impedir que los 100.000 seguidores que se habían congregado corrieran a arroparle.

En los comicios del 12 de febrero de 1985, segundos desde la inauguración de Chun como presidente constitucional, el PDNC, galvanizado por la repatriación de Kim, se hizo con 67 escaños frente a los 148 ganados por el Partido de la Justicia Democrática (PJD) de Chun. En marzo, el Gobierno levantó a Kim la prohibición de desarrollar actividades políticas, pero le instó a no excederse en sus juicios sobre el poder, recordándole que su sentencia de 20 años de prisión estaba suspendida, no anulada. Convertido a los ojos de su país y del mundo en el símbolo de la oposición democrática surcoreana, Kim vivió durante varios meses en un estado de semiarresto domiciliario, con sus movimientos severamente restringidos por la Policía, que le interpeló en varias ocasiones, y con riesgo de ser acusado de vulnerar cualquiera de las numerosas restricciones legales de las libertades públicas.

En abril de 1985 se anunció la fusión del PDNC con el Partido Democrático de Corea (PDC) de Kim Young Sam. El reforzado PDNC, con sus 110 escaños en la Asamblea, constituía una vigorosa fuerza de oposición, aunque las diferencias y la rivalidad entre sus dos colíderes surgieron bien pronto, ya que Kim Dae Jung representaba la oposición combativa y radical, y él mismo se inscribía en una línea de corte socialdemócrata, mientras que Kim Young Sam era proclive a las fórmulas transaccionales y estaba más centrado ideológicamente. En 1986 Kim Dae Jung fue advertido de nuevo por haber agregado su firma a una carta pública dirigida a Chun instándole a restaurar la elección presidencial por sufragio universal, a lo que siguió un nuevo arresto domiciliario.

En abril de 1987 los dos Kim abandonaron el PDNC después de acusar a su secretario general de ceder ante las presiones de Gobierno en las difíciles negociaciones sobre el retorno al orden democrático. El 1 de mayo crearon el Partido de la Democracia y la Reunificación (PDR), que contó de entrada con la adhesión de 71 parlamentarios del PDNC. Para entonces, no obstante, habían crecido las discrepancias mutuas entre estos dos líderes de talla y de carácter. La ruptura se plasmó el 26 de octubre al quedar clara la imposibilidad de consensuar una única candidatura para las elecciones presidenciales directas. Entonces, Kim Dae Jung abandonó el PDR y el 12 de noviembre presentó su propia formación, el Partido de la Paz y la Democracia (PPD), que arrastró a 24 diputados del PDR.

La división del voto opositor puso en bandeja la victoria al candidato oficialista, el ex general Roh Tae Woo, mano derecha de Chun en los años de la ley marcial y cuya nominación había generado viva indignación entre los estudiantes. En las elecciones del 16 de diciembre de 1987 Roh obtuvo el 35,9% de los votos, Kim Young Sam el 27,5% y Kim Dae Jung el 26,5%, quedando a la vista que una candidatura unitaria de la oposición habría resultado vencedora. Esta situación se repitió en las legislativas del 26 de abril de 1988, cuando el PPD, con el 19% de los votos, se situó por detrás del PDR, que obtuvo el 24%, si bien la concentración del voto en las provincias meridionales posibilitó que el PPD recibiera más escaños (70 frente a los 59 del anterior). Kim ofreció su cargo a disposición del partido, pero el 7 de mayo una convención especial del mismo le confirmó por unanimidad.

El 25 de agosto de 1989 Kim, que había recuperado la condición de parlamentario perdida hacía 16 años, fue acusado de violar la Ley de Seguridad Nacional por no denunciar en su momento a un diputado de su partido, el cual había sido arrestado como espía por visitar clandestinamente Corea del Norte en agosto de 1988 con el propósito aparente de captar fondos para las arcas del PPD. La imputación sostenía también que Kim se había lucrado personalmente en la operación.

En abril de 1991 el PPD absorbió a la formación Nueva Unión Democrática y pasó a denominarse Nuevo Partido Democrático (NPD). A continuación, el 10 de septiembre, Kim dispuso la fusión del NPD con el Partido Democrático de Lee Ki Taek, dando lugar a una agrupación también llamada Partido Democrático (PD). Con esta operación, Kim trataba de superar la rémora que suponía la casi exclusiva radicación del PPD en las provincias de Jeolla del Norte y Jeolla del Sur, y penetrar así en otros feudos electorales, característicos de un sistema político muy regionalizado. Ahora bien, los proyectos del NPD y el PD también trataron de contrarrestar el sorprendente tanto que se apuntó el PJD de Roh, el cual se había fusionado el 9 de febrero de 1990 con el PDR y el Nuevo Partido Democrático Republicano de Kim Jong Pil, dando lugar al Partido Liberal Democrático (PLD), con Roh de presidente y Kim Young Sam de vicepresidente.

En las legislativas del 24 de marzo de 1992 este verdadero frente contra Kim Dae Jung se hizo con 149 escaños, 52 más que el PD, si bien se situó a 30 escaños de la mayoría absoluta y muy lejos de los 219 escaños que los tres partidos habían sumado por separado en 1988. Estas elecciones eran vistas como un anticipo de las presidenciales del 18 de diciembre y, en efecto, Kim Young Sam, candidato del PLD, ganó a su viejo rival con el 41,4% de los votos contra el 33,4%. Las elecciones presidenciales de diciembre de 1992 se consideraron el colofón de la transición a la democracia en Corea del Sur por su impecable desarrollo, pero durante la campaña menudearon las zancadillas, como la insinuación por Kim Young Sam, sin pruebas, de que el candidato del PD seguía instrucciones de Pyongyang. Como en las ocasiones anteriores, Kim rechazó la imputación.


3. La victoria electoral de 1998

Tras esta su tercera derrota en una aspiración presidencial, Kim anunció, el 21 de diciembre, su retirada de la política y la dedicación a las tareas académicas. El 12 de marzo de 1993 su baja en la presidencia del PD fue ocupada por Lee Ki Taek. En los años siguientes, impartió clases y conferencias como profesor visitante en la Universidad de Cambridge y en diversos centros de Estados Unidos, Canadá y Rusia. En 1994 puso en marcha la Fundación de la Paz en Asia-Pacífico, pero en julio de 1995, un tanto inesperadamente, anunció su intención de optar a la jefatura del Estado una vez más; sin solución de continuidad, volvió a Corea del Sur y puso en marcha un nuevo partido, el Congreso Nacional para la Nueva Política (CNNP). La formación fue formalmente inaugurada el 5 de septiembre, con Kim de presidente.

Las perspectivas de Kim, que había escorado su discurso al centro liberal, tomaron un cariz poco halagüeño cuando en las legislativas del 10 de abril de 1996 el Partido de la Nueva Corea (PNC), nueva denominación del PLD, derrotó ampliamente al CNNP, que con todo recibió el 25,3% de los sufragios y 79 escaños. El ulterior trasvase de varios diputados independientes a la bancada del PNC le garantizó al partido del Gobierno una mayoría absoluta de 151 escaños en el momento de la inauguración de la Asamblea, el 5 de mayo, impidiendo que el CNNP representara un papel relevante en el nuevo curso político. Kim renunció a su escaño para preparar su candidatura presidencial en las elecciones de 1997. El veterano político ancló la mitad de su programa en las cuestiones económicas, en un momento de histórica adversidad, precipitada por las crisis monetaria y bancaria compartidas con otros países de Asia oriental; la grave crisis financiera ponía en cuestión el modelo de desarrollo en que el país había basado su espectacular salto industrial y tecnológico en las últimas décadas.

Deseoso de calmar la aprensión de las élites empresariales, que seguían viéndole como un populista radical permeable a las influencias izquierdistas, Kim urgió a la unidad nacional para sacar adelante la dolorosa reforma estructural exigida por el FMI a cambio de un plan de salvamento crediticio por valor de 57.000 millones de dólares, lo que iba a suponer la liquidación de las sociedades financieras insolventes, el final de las prácticas proteccionistas, la elevación de los impuestos y los tipos de interés, y la restricción del crecimiento económico, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo. No obstante, insistió en la necesidad de renegociar los aspectos más draconianos del programa antes de iniciar la cooperación con el FMI.

El otro eje de su campaña fue la reunificación nacional, que tan optimistas perspectivas había generado a comienzos de la década para luego diluirse en la nada por la sucesión de crisis militares y las amenazas de guerra con el Norte, mediante la promoción de los intercambios culturales y la reunificación de las familias separadas por la guerra de 1950-1953. Demostrando su capacidad para el compromiso con otras fuerzas políticas, el 3 de noviembre de 1997 Kim ultimó una alianza con el Nuevo Partido Popular (NPP) de Rhee In Je y los Demócratas Liberales Unidos (DLU) de Kim Jong Pil, con vistas a formar un eventual gobierno de coalición.

Desmintiendo las encuestas preelectorales, el 18 de diciembre de 1997 Kim se hizo con la Presidencia con el 40,3% de los votos, superando en menos de dos puntos a Lee Hoi Chang, del Gran Partido Nacional (GPN), nuevo nombre del PNC. Esta victoria constituía la primera alternancia democrática en la historia de país y para Kim suponía una victoria personal especialmente gratificante, tras pasarse en la oposición los últimos 40 años de su vida, parte de ellos transcurridos en el exilio, en la cárcel o bajo arresto domiciliario. Los medios locales hicieron notar el grado de impopularidad del presidente saliente y su partido a raíz del estallido de la crisis financiera, que había conmocionado a un pueblo orgulloso de su vertiginoso nivel de desarrollo (Corea del Sur había sido uno de los países más pobres de Asia hasta comienzos de los años sesenta). Justamente, Kim Dae Jung, con su trayectoria de infatigable luchador por la democracia y su imagen de hombre de intachable moralidad, ofrecía alivio y confianza en unos momentos de humillación nacional por el naufragio de un modelo económico que había convertido a Corea del Sur en el tigre asiático por excelencia, y por tener que pedir auxilio financiero a Occidente a través del FMI.

El 25 de febrero de 1998 Kim, casi medio siglo después de iniciar su épica lucha política en nombre de la democracia y la paz, inició su mandato quinquenal con un llamamiento a la población para sobrellevar "con patriotismo y coraje" los sacrificios económicos que se avecinaban y haciendo profesión de fe liberal ("los negocios deberán sobrevivir en una economía de libre mercado y a través de una competencia global"), removiendo sus últimos reparos al plan del FMI. Sin hacer precisiones, aseguró que iba a hacer de nuevo de Corea del Sur un paraíso para los inversores extranjeros, huidos en masa ante el hundimiento de la cotización de la moneda nacional, el won, y del mercado de valores de Seúl, a conceder ayudas especiales a las pequeñas y medianas empresas en dificultades y a garantizar los puestos de trabajo. El 3 de marzo entró en funciones el Gobierno, de coalición con el DLU y con Kim Jong Pil de primer ministro, si bien el Ejecutivo no gozaba de mayoría absoluta en la Asamblea al sumar ambos partidos sólo 129 de los 299 escaños.

La reconversión productiva no se hizo esperar. En julio de 1998 la oleada de despidos, como consecuencia del cierre de cinco bancos y el comienzo de la privatización de una decena de empresas del Estado, elevó el número de parados al millón y medio. A finales de agosto, mientras el desempleo alcanzaba la tasa récord del 7,5%, el país entró oficialmente en recesión tras registrar dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo, la coyuntura más sombría en 18 años. Los despidos de miles de obreros y la previsión de muchas más rescisiones de contrato a corto plazo desencadenaron una fuerte ofensiva sindical, con huelgas en gigantes industriales como Hyundai y Daewoo. 1998, año de traumas que confirmó las advertencias sombrías de Kim, cerró con un retroceso del PIB del 6,7%, una inflación del 7,5% y 1.700.000 parados.

Mientras las recetas económicas aguardaban resultados, Kim realizó rápidas concreciones en otros terrenos. Cumpliendo una promesa cardinal de su campaña, el 13 de marzo de 1998 el Gobierno concedió una amnistía, la mayor en la historia del país, que afectó a 30.000 personas condenadas por diversas conductas tipificadas como criminales. Ello se materializó en 3.500 excarcelaciones, entre ellas las de 1.100 convictos por espionaje y otras actividades relacionadas con Corea del Norte, y las de 74 presos considerados de conciencia. La medida fue presentada por Kim como un paso para la reconciliación en el Sur y la unidad con el Norte. El 11 de abril se reanudó en Beijing el diálogo intercoreano de alto nivel, aunque a los seis días se interrumpió con recriminaciones mutuas.


4. El esperanzador reencuentro con Corea del Norte

Kim, a pesar de la rama de olivo que tendía a Pyongyang, descartó relajar la vigilancia de un régimen bastante impredecible y cuyas manifestaciones de hostilidad se habían incrementado en los últimos años. Así, si el presidente por un lado ofrecía al Norte un diálogo permanente y la celebración de una cumbre con su líder, Kim Jong Il (cuyo padre, Kim Il Sung, había fallecido en 1994 en vísperas de una anunciada reunión con Kim Young Sam), por otro lado prometía reforzar la alianza militar con Estados Unidos como precaución ante una hipotética invasión norcoreana.

Heredero de unas relaciones exteriores normalizadas con potencias como China y Rusia gracias a la intensa labor de sus predecesores (fundamentalmente, Roh Tae Woo), Kim realizó en junio de 1998 su primera visita a Estados Unidos, donde solicitó al presidente Bill Clinton el levantamiento de las sanciones de este país a Corea del Norte y el retorno de las inversiones a Corea del Sur. Luego, en octubre del mismo año, se dirigió a Japón, donde recibió disculpas del primer ministro Keizo Obuchi por los padecimientos causados a los coreanos en el período de ocupación colonial. En noviembre recaló en China, donde el secretario general y presidente Jiang Zemin le notificó el pleno apoyo de Beijing a su política intercoreana. Y en mayo de 1999 fue recibido en Moscú por Borís Yeltsin. Con este desplazamiento a Rusia, Kim completó el cuadro de potencias involucradas en mayor o menor medida en la remoción del último conflicto activo de la Guerra Fría, la división de Corea.

Además de a las cumbres anuales de la Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC), de la que Corea del Sur era Estado miembro desde su fundación en 1989, Kim asistió a las de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) desarrolladas bajo la fórmula de ASEAN+3, marco que desde diciembre de 1997 incorporaba al diálogo de los estados miembros en materia comercial a Corea del Sur, China y Japón. El 28 de noviembre de 1999, aprovechando la III cumbre informal de la ASEAN, en Manila, el mandatario surcoreano protagonizó la primera reunión a tres con los primeros ministros de Japón, Obuchi, y China, Zhu Rongji. Por otro lado, en octubre de 2000 Kim fue el anfitrión en Seúl del III Encuentro Asia-Unión Europea (ASEM).

La denominada Sunshine Policy o política de la sonrisa de Kim, que afrontaba los tratos con Corea del Norte con un talante amistoso y sonriente, estuvo sembrada de dificultades, según ilustraron los incidentes navales de junio de 1999 y los parones regulares en la mesa de diálogo de Beijing. En febrero de 1999, en su primer aniversario como presidente, Kim urgió a Pyongyang a abandonar sus programas militares, en particular, el de desarrollo de misiles balísticos de largo alcance con supuesta capacidad de carga nuclear, y a facilitar una cooperación integral con Corea del Sur y Estados Unidos, cuya más urgente actuación debería consistir en el alivio de la hambruna que venía asolando al hermético y estalinista país de Kim Jong Il.

La insistencia del dirigente surcoreano en la desmilitarización de las relaciones intercoreanas tenía una meta estratégica doble: a medio plazo, la realización del tratado de paz pendiente desde el Armisticio de 1953 a través de una red de acuerdos de no agresión; a más largo plazo, la reunificación del pueblo coreano en un solo Estado. Pero Kim también tenía presentes los efectos prácticos de la Sunshine Policy en Corea del Sur, ya que en un contexto distendido el país podría destinar los dividendos de la paz a subvenir sus propios apuros económicos. La tozudez de Kim encontró su gratificación cuando en mayo de 2000 el Norte notificó su disposición a celebrar un encuentro en la cumbre. Rodeada de una enorme expectación y pródiga en imágenes impactantes (por insólitas) para las dos ciudadanías, la histórica cumbre intercoreana tuvo lugar en Pyongyang del 13 al 15 de junio de 2000.

El 15 de junio los dos Kim, distendidos en todo momento entre abrazos y apretones de manos, firmaron una Declaración Conjunta que, si bien no contenía puntos concretos de carácter diplomático o militar, al menos contemplaba un amplio elenco de medidas de confianza para rebajar tensiones, empezando por el relanzamiento de los intercambios económicos, culturales y deportivos. El compromiso subyacente era el de avanzar en la reconciliación nacional. El documento sucedía a la Declaración Conjunta de 1972 y a los acuerdos de Reconciliación, No Agresión y Desnuclearización de 1991, los cuales, si bien más ambiciosos, había terminado en papel mojado.

El aspecto más significativo de la Declaración Conjunta de junio de 2000 fue, por su dimensión emocional, la autorización de desplazamientos de particulares a ambos lados de la frontera para reunirse con familiares separados desde la guerra medio siglo atrás. Estos reencuentros, de honda repercusión social en el Sur, comenzaron en el Norte a partir del mes de agosto bajo unas estrictas condiciones en la selección de los agraciados y una férrea vigilancia política. Otra previsión afectaba a los respectivos prisioneros de conciencia y espías capturados, cuya repatriación a uno u otro lado sería negociada "sin interferencias exteriores". Por lo demás, los presidentes prometieron trabajar conjuntamente para alejar el fantasma de la guerra en la península y lograr la reunificación nacional en fecha no especificada. Con estos logros bajo el brazo, Kim regresó triunfalmente a Seúl, contagiada de la euforia optimista sobre el futuro del país.

Después de figurar durante años en la lista de candidatos, Kim fue el ganador el 13 de octubre del premio Nobel de la Paz del año 2000, por sus méritos en favor de la distensión en la península coreana. Al obtener el galardón más prestigioso del mundo, que recogió en Oslo el 10 de diciembre, el presidente surcoreano se sumó al restringido grupo de antiguos opositores convertidos en mandatarios en sus países como culminación de una larga lucha democrática y que luego fueron laureados con el Nobel y otros premios de gran honra, como el sudafricano Nelson Mandela, el checo Václav Havel y el polaco Lech Walesa.

Dicho sea de paso, cuando Kim obtuvo la nominación de su partido para las presidenciales de 1997, Mandela, entonces presidente de Sudáfrica, le envió el reloj de pulsera que había llevado en sus casi tres décadas en prisión, con el deseo de que le trajera suerte. Tras convertirse en presidente, Kim declaró que había depositado el reloj de Mandela en un lugar señero de su despacho como si de un talismán se tratara.


5. Una política doméstica atenazada por las inercias

La histórica reunión de Pyongyang resultó tanto más oportuna porque se produjo en un momento de fuertes incertidumbres internas para Kim Dae Jung, que el 13 de enero anterior había encajado la dimisión del primer ministro Kim Jong Pil, su principal aliado. Sobre la defección de este político derechista pivotaron diferencias en torno a la política económica y el fracaso del presidente a la hora de captar a elementos del GPN que disintieran de la estrategia obstruccionista adoptada por sus jefes de fila y otorgasen al oficialismo una mayoría parlamentaria estable, aunque la desavenencia mayor discurrió en torno a la instauración del sistema parlamentario, que transferiría amplios poderes al primer ministro. Este punto de la agenda se había pactado en las negociaciones para formar el Gobierno, pero ahora Kim Dae Jung lo relegó al cajón de los temas no prioritario. La marcha de Kim Jong Pil abrió un verdadero baile de primeros ministros: hasta el final del quinquenio, iban a sucederse en el cargo, bien como titulares, bien en funciones, otros siete responsables.

En esta tesitura, las elecciones legislativas del 13 de abril de 2000 otorgaron la mayoría simple al GPN, que, con 133 escaños y el 39% de los votos, superó en 18 escaños y tres puntos porcentuales al partido del presidente, desde el 20 de enero llamado, de nuevo, Partido Democrático, una traducción literal del coreano (Minju Dang), aunque la denominación habitual en inglés pasó a ser la de Partido Democrático del Milenio (PDM). Las legislativas supusieron un aviso para Kim de que existía un considerable malestar general por la postergación de la reforma política, tanto o más necesaria que la económica, si no íntimamente relacionada con ella, al constituir los arraigados hábitos del clientelismo, la plutocracia y —a falta de un régimen severo de incompatibilidades y de fiscalizaciones de las actividades de los cargos políticos— el tráfico de favores entre las esferas política y empresarial las claves de la corrupción y las ineficiencias del sistema económico.

Símbolos visibles del modelo surcoreano ahora puesto en entredicho eran los conglomerados empresariales y financieros conocidos como chaebols. Estos emporios tradicionales estaban siendo acusados desde muchas instancias de obstaculizar el establecimiento en Corea del Sur de un modelo ortodoxo de mercado homologable con las pautas de la globalización, esto es, en régimen de libre competencia y no distorsionado por la colusión de intereses corporativos políticos y económicos. El caso era que la economía había retomado el pulso en sus grandes magnitudes. El fuerte tirón de las exportaciones registrado en 1999 se trasladó a la producción y a la creación de empleo, de manera que el segundo año de ejercicio de Kim terminó con una tasa de crecimiento del PIB del 10,7% (marcando un asombroso diferencial del 17% con respecto a lo anotado 12 meses antes) y con el paro mitigado al 5% de la población activa. Además, el despegue se venía haciendo sin tensiones inflacionistas; antes bien, los precios moderaron su crecimiento hasta el 0,8%.

La salida de la convalecencia económica parecía asegurada, pero en el segundo semestre de 2000 la falta de soluciones a las debilidades estructurales empezó a pasar factura. En los doce meses del año el índice Kospi de la Bolsa de Seúl perdió el 50% de su volumen de negocios en un contexto de intensos movimientos especulativos, a la vez que continuaron los gravísimos problemas de liquidez en chaebols emblemáticos como Daewoo (en situación de quiebra desde noviembre) y Hyundai. Ahora bien, el año terminó todavía con una tasa de crecimiento más que notable, del 8,9% del PIB. El último día de 2000 Kim hizo una lectura autocrítica de su gestión económica, pidió disculpas por la lentitud de la reforma de los chaebols y anunció un empuje definitivo a la reconversión del sector público.


6. Estancamiento de la Sunshine Policy y contratiempos en el entorno personal

La asunción en enero de 2001 en Estados Unidos de la Administración republicana de George W. Bush repercutió muy negativamente en la política intercoreana de Kim. En su recepción en la Casa Blanca el 7 de marzo, Kim encontró en Bush una actitud bastante escéptica, si no hostil, al diálogo con Corea del Norte. La posición de Bush sobre el particular quedó perfilada cuando en enero de 2002, en plena vorágine internacional desatada por los atentados islamistas del 11-S, el mandatario trazó un eje del mal en las relaciones internacionales y situó en el mismo a Corea del Norte. Además, parecía inminente la aprobación y puesta en marcha del programa de Defensa Nacional Antimisiles (NMD), que podría incorporar una versión específica para la protección de los socios y aliados en la cuenca del Pacífico frente a ataques de misiles de corto o medio alcance, la llamada Defensa de Teatro Antimisiles (TMD). El Gobierno surcoreano presumía que la NMD-TMD, lejos de aportar seguridad a la región, podría muy bien desencadenar una carrera de armamentos y avivar la paranoia militarista de los norcoreanos, con ruinosas consecuencias para la diplomacia que intentaba mantener a Pyongyang dentro de un régimen de no proliferación nuclear.

En febrero de 2001 Kim se opuso implícitamente al NMD al transmitirle a su huésped en Seúl, el presidente ruso Vladímir Putin, su apoyo a la postura oficial de Moscú de defender la validez del Tratado de Antimisiles Balísticos (ABM) de 1972, que Washington daba por muerto. Este posicionamiento en la declaración con Putin irritó a Estados Unidos, tanto que poco después, en su visita a Bush en marzo, Kim se sintió obligado a pedir disculpas a su anfitrión. El 19 de febrero de 2002 Bush comunicó a Kim en Seúl que no se oponía a la reconciliación entre las dos Coreas. Bush tampoco rechazaba, en principio, retomar el diálogo particular de Estados Unidos, mantenido por la Administración demócrata de Clinton, con Pyongyang, pero antes los norcoreanos debían realizar una serie de cesiones unilaterales en el capítulo de armamentos de destrucción masiva, cuya proliferación internacional constituía una preocupación de primer orden para Estados Unidos. Ahora mismo, insistía Washington, resultaba ineludible que Corea del Norte renunciara a desarrollar y exportar tecnología de misiles de largo alcance.

Al comprobar que Estados Unidos no estaba dispuesto a ofrecerle más contrapartidas en forma de ayuda económica o garantías de seguridad, el régimen de Kim Jong Il congeló en seco el espíritu de la cumbre intercoreana de 2000 y se preparó para recurrir a la ya manida fórmula de la provocación y el chantaje militares. Desde Seúl, Kim asistió perplejo y atribulado a esta sombría evolución de los acontecimientos, que municionó los argumentos de una oposición interior cada vez más escéptica y combativa.

El 3 de septiembre de 2001 prosperó en la Asamblea Nacional una moción de censura contra el ministro de Unificación, Lim Dong Won, considerado uno de los arquitectos de la Sunshine Policy. Lim acaparó los dardos antigubernamentales del GPN, que denunció la, en su análisis, estrategia condescendiente con el siempre irritable y prepotente régimen de Pyongyang. El talante posibilista de Kim parecía depositar toda su confianza en las repercusiones beneficiosas de una actitud propia positiva y conciliadora, que no exigía a la otra parte gestos previos de buena voluntad. La censura parlamentaria supuso un doble baldón para Kim, ya que los diputados del DLU, presente en el Gobierno a través del primer ministro Lee Han Dong y otros cuatro ministros, se alinearon con la oposición. A pesar de que la moción no era vinculante, el efecto inmediato de la misma fue la dimisión en bloque del Gabinete, para permitir al presidente remodelarlo.

Sin embargo, Lee Han Dong fue confirmado en su puesto y días después Kim obtuvo un respiro con la celebración en Seúl de las primeras conversaciones intercoreanas de alto nivel en el último medio año, que discurrieron en torno a la organización de nuevos encuentros de familias separadas y giras turísticas en el Norte de ciudadanos del Sur, y a la apertura de comunicaciones terrestres. El retorno al cauce del entendimiento pareció confirmarse en abril de 2002 con la visita de Lim Dong Won a Pyongyang y el cordial apretón de manos entre los presidentes de los respectivos poderes legislativos con motivo de una reunión en Chongqing, China, de líderes parlamentarios de Asia. Pero la impresión general era que en dos años apenas se había avanzado, con acciones tangibles, en la remoción de tensiones en la península coreana.

Los sobresaltos relacionados con la política exterior no se limitaron a Corea del Norte y Estados Unidos. En agosto de 2001 Kim recibió como un agravio a su país la visita realizada por el primer ministro japonés Junichiro Koizumi al controvertido santuario shintoísta de Yasukuni para rendir honores a los caídos nipones de guerra e, implícitamente, a destacados criminales de guerra de la última contienda mundial que se hallaban allí enterrados. En verdad, el movimiento de Koizumi no ayudó en nada a restaurar la calidad de las relaciones bilaterales, ya zarandeadas por el asunto de un manual de historia destinado a alumnos japoneses de bachillerato en el que historiadores surcoreanos habían detectado numerosas distorsiones y ocultaciones en lo que afectaba al ominoso pasado común. La negativa del Gobierno japonés a revisar estos textos motivó el 9 de abril de 2001 la llamada a consultas por Kim del embajador surcoreano en Tokyo. Posteriormente, el 15 de octubre, Koizumi viajó a Seúl y le transmitió a Kim su "sentida contrición" por el sufrimiento surcoreano en los 35 años que duró la ocupación colonial japonesa.

A lo largo de 2001, las aptitudes de Kim y su equipo perdieron credibilidad por la fuerte recaída de la economía, que experimentó un crecimiento para el conjunto del año de sólo el 3%, al tiempo que el índice de precios rebotó al 4%, y por la chapucera reforma de la cobertura sanitaria, cuyos costes se calcularon mal y terminaron repercutiendo en los usuarios, que vieron subir su seguro médico. Una de las pocas noticias positivas en este ámbito fue la liquidación, el 23 de agosto, de la última amortización del crédito otorgado por el FMI en 1997.

Pero en la recta final del año, la erosión le afectó al mandatario también en el plano más personal de la moralidad, a raíz del escándalo de la presunta implicación de sus tres hijos varones, Kim Hong Il, Kim Hong Up y Kim Hong Gul (los dos primeros eran fruto de su primer matrimonio con Cha Yong Ae, que duró desde 1945 hasta el fallecimiento de la cónyuge en 1959, mientras que el tercero era un retoño tenido con su segunda esposa desde 1962, Lee Hee Ho, una intelectual católica educada en Estados Unidos y dedicada a la promoción de los derechos de la mujer) en una trama de tráfico de influencias. Las imputaciones contra los Kim las realizaron varios hombres de negocios procesados por la justicia por haber pagado sobornos, algunos de los cuales, al parecer, habrían ido a parar a los bolsillos de los hijos del presidente. Para colmo de contratiempos, el 26 de octubre la oposición barrió al PDM en una elección legislativa parcial.

Muy afectado por estos golpes y sometido a fuertes presiones por la dirigencia del partido, Kim dimitió el 8 de noviembre como presidente del PDM con el argumento de que deseaba concentrarse en los asuntos del Estado, sobre todo ahora que se acercaba el campeonato mundial de fútbol, que Corea del Sur organizaba junto con Japón. El 14 de enero de 2002 emitió una disculpa por todos los escándalos de corrupción que estaban sacudiendo su Administración y el 6 de mayo, entre vivas muestras de aflicción, anunció su baja como miembro del partido que había fundado y liderado. Estos gestos de Kim, que intentaron convencer a la opinión pública de la sincera compunción del presidente y atenuar unas tensiones políticas potencialmente letales para las perspectivas electorales del partido gobernante, quedaron invalidados por la continuación del escándalo de los hijos presuntamente corruptos, que en las semanas siguientes fueron formalmente acusados por la justicia de cobrar sobornos y, los dos menores, detenidos por la Policía. El mazazo para el presidente fue tremendo.

En vísperas de su juicio, iniciado el 28 de junio de 2002, Kim Hong Gul intentó echar un cabo a su avergonzado padre declarando que su conducta constituía una verdadera deshonra para la familia. En noviembre, el juez le halló culpable y le aplicó una pena en suspenso de dos años de prisión más una multa de 200 millones de wones, al cambio unos 164.000 dólares. En cuanto a su hermano Kim Hong Up, días atrás de ese mismo mes fue declarado culpable también y condenado a tres años y medio de prisión, amén de multado con 400 millones de wones y obligado a devolver 260 millones más en concepto de sobornos recibidos, si bien en febrero de 2003 una corte de apelaciones de Seúl le rebajó la pena carcelaria a dos años.

Todavía intentó el premio Nobel una demostración de iniciativa política nombrando, el 11 de julio de 2002, a una mujer para el puesto de primer ministro, Chang Sang, toda una novedad en un sistema de partidos absolutamente dominado por los hombres. Pero el 31 de julio la Asamblea rechazó la designación de Chang, una profesora de teología independiente con un excelente bagaje profesional, alegando que no satisfacía las virtudes necesarias para desempeñar el cargo a la vista de que había falseado su currículum académico y también exonerado a su hijo del servicio militar obligatorio nacionalizándole ciudadano de Estados Unidos, una argucia considerada antipatriótica. Más allá de estas supuestas descalificaciones de quien habría podido ser la primera jefa de Gobierno de Corea del Sur, en la decisión de muchos legisladores pareció confluir más que nada una intolerancia machista, impresión reforzada desde el momento en que algunos diputados del propio PDM votaron con la oposición.

Kim no se atrevió, echando mano de una prerrogativa constitucional, a recurrir el veto contra Chang Sang y el 9 de agosto presentó un candidato alternativo, el empresario periodístico Chang Dae Whan, quien tampoco mereció el beneplácito de la Asamblea y fue rechazado el 10 de septiembre. Tras este segundo bofetón, Kim se curó de más espantos y designó para presidir el Gobierno a una figura absolutamente neutra y anodina, Kim Suk Soo, ex juez del Tribunal Supremo, que obtuvo la luz verde de la Asamblea el 5 de octubre.


7. Sucesión por el aspirante oficialista en el contexto de la escalada nuclear de Pyongyang

Todas estas crispaciones domésticas en 2002 acontecieron cuando la economía volvía a dar indicios de recuperación y la Sunshine Policy experimentó también un desatasco. Superando el grave incidente naval del 29 de junio en el mar Amarillo, cuando patrulleras norcoreanas atravesaron la frontera marítima occidental, en aguas pesqueras, hundieron una patrullera surcoreana y se enzarzaron en un furioso tiroteo con unidades de la Armada de Seúl con un balance de 18 muertos por ambas partes, el 30 de agosto las delegaciones alcanzaron en Seúl sendos acuerdos sobre la rehabilitación de dos líneas de ferrocarril y dos carreteras, y sobre el envío por el Sur al Norte de 400.000 toneladas de arroz para paliar la hambruna que desde hacía años estaba diezmando a la población rural de un país crónicamente al borde del colapso económico. El 17 de septiembre, en una concreción altamente simbólica, se procedió a conectar esos cuatro corredores de comunicación seccionados desde hacía medio siglo, que abrieron otros tantos resquicios en la Zona Desmilitarizada que protege la frontera.

Sin embargo, el 16 de octubre Pyongyang provocó una conmoción con el reconocimiento de que estaba embarcado en un programa nuclear secreto de enriquecimiento de uranio con finalidad militar. Esta iniciativa era una flagrante violación del Acuerdo Marco suscrito en Ginebra en octubre de 1994, por el que Corea del Norte renunció a sus vetustos reactores nucleares de gas-grafito, capaces de producir plutonio para usos armamentísticos, mientras que Estados Unidos se comprometió a construirle dos plantas nucleares más seguras con tecnología y financiación occidentales para usos estrictamente civiles, y a suministrarle gratuitamente 500.000 toneladas anuales de petróleo para subvenir las necesidades energéticas del país mientras durasen aquellas obras.

En la X Cumbre de la APEC, celebrada en Los Cabos, México, el 26 y el 27 de octubre, Kim suscribió con Koizumi y Bush una declaración tripartita demandando el desmantelamiento verificable del programa nuclear de Pyongyang. Kim declaró que en ningún caso aceptaría como un hecho consumado el rearme norcoreano, que constituía una amenaza directa contra su país, pero se guardó de caldear el ambiente con declaraciones conminatorias. Ahora bien, Estados Unidos interpretó la confesión del régimen de Kim Jong Il —que si parecía obsesionado con algo era con arrancar a Washington negociaciones en pie de igualdad sobre un tratado bilateral de no agresión, más que con atender debidamente el envite patriótico que, asumiendo grandes riesgos domésticos, le tendía Kim Dae Jung— como una referencia implícita a que había logrado fabricar la bomba atómica. En consecuencia, en noviembre, Estados Unidos decidió interrumpir los envíos de petróleo, medida que secundaron Japón y Corea del Sur en tanto que miembros de la Organización para el Desarrollo de la Energía en la península Coreana (KEDO), el consorcio creado para cumplir los compromisos de 1994.

La nueva y más seria zancadilla a la Sunshine Policy espoleó las críticas a Kim del GPN y su candidato presidencial, Lee Hoi Chang de nuevo, quien se alineó con las tesis estadounidenses y reclamó la congelación del diálogo intercoreano mientras el Norte no regresara a los términos del Acuerdo de Ginebra. Sin embargo, la extensión del sentimiento nacionalista y pacifista entre la juventud y un importante sector de la opinión pública surcoreanos, que vieron en el Gobierno de Bush un obstáculo para la distensión y el reencuentro de los coreanos (la espoleta de la ola de hostilidad a Estados Unidos, expresada con grandes manifestaciones de protesta, fue la absolución de toda culpa por un tribunal militar de su país de dos soldados norteamericanos que habían matado a dos chicas surcoreanas en un accidente de carretera), dio alas al candidato del PDM, Roh Moo Hyun, ex ministro de Kim y abogado con una trayectoria de defensor de los Derechos Humanos, que concurría con un programa de continuidad estricta de la Sunshine Policy, rebautizada como Política de Paz y Prosperidad, a pesar de haberse alejado ostensiblemente del mandatario saliente para no verse salpicado por sus problemas de imagen.

Una semana antes de la cita con las urnas, el 12 de diciembre, el desencuentro con Corea del Norte adquirió el cariz de una inquietante crisis nuclear al anunciar Pyongyang la inmediata reactivación del reactor de 5 megawatios, con capacidad para producir plutonio para usos bélicos, de la planta nuclear de Yongbyon, al norte de la capital, con el pretexto de que debía hacer frente a las necesidades energéticas de la población luego del embargo petrolero de la KEDO. Así estaban las cosas cuando el 19 de diciembre Roh se adjudicó la victoria con el 49% de los sufragios, seguido muy de cerca por Lee Hoi Chang. Kim felicitó a su colega de partido y le despejó el camino para que emprendiera sus propias iniciativas de mediación en la crisis norcoreana incluso antes de la transferencia de poderes. Sin embargo, al anciano estadista de 77 años, símbolo de la lucha democrática en el Sur y adalid de la reunificación nacional de los coreanos, no le cupo la satisfacción de un regreso a la racionalidad del régimen de Pyongyang, al que siempre se había dirigido con una actitud bienintencionada, apaciguadora, mesurada e infinitamente paciente.

Así, hasta la asunción de Roh el 25 de febrero de 2003, la escalada de la crisis añadió nuevos peldaños: el 23 de diciembre los oficiales de Pyongyang desprecintaron los sistemas de vigilancia y seguridad que la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) mantenía en Yongbyon; tres días después, movilizaron en la planta un millar de tanques conteniendo 8.000 barras de combustible nuclear, suficiente para sintetizar 25 kilos de plutonio y municionar tres bombas atómicas; el 31 de diciembre expulsaron a los últimos inspectores de la AIEA; el 10 de enero la agencia de noticias norcoreana anunció la retirada del país del Tratado de No Proliferación Nuclear; el 5 de febrero confirmó la puesta en marcha de las instalaciones de Yongbyon; el 18 de febrero difundió la amenaza oficial de desvincularse de los términos del Armisticio de 1953; y el 24 de febrero, horas antes de la toma de posesión de Roh, el Norte efectuó en el mar de Japón, o Mar del Este —que es como lo llaman los coreanos—, una prueba con un misil de corto alcance que cayó a 60 km de la costa norcoreana.


8. Los últimos años del Nobel de la Paz

Aunque jubilado, Kim siguió con atención el transcurso, bastante agitado, de la política nacional y de las siempre azarosas relaciones intercoreanas, defendiendo el espíritu y la utilidad de la Sunshine Policy y haciendo oír sus opiniones críticas. En octubre de 2006, cuando la Política de Paz y Prosperidad de Roh quedó brutalmente malparada por el ensayo nuclear de Corea del Norte, el ex presidente, en vez de arremeter contra el régimen norcoreano, culpó a la Administración Bush de la evolución de los acontecimientos: "La prueba nuclear realizada por Corea del Norte demuestra que la política de Estados Unidos hacia el Norte ha sido errónea", afirmó entonces.

A su entender, la estrategia de negociación practicada por Clinton había alumbrado unos resultados positivos que luego Bush había arruinado al desdecirse del Acuerdo Marco de 1994. El actual mandatario estadounidense "rechazó el trato, y el resultado es el fracaso actual", explicó Kim, que reclamó de paso a Washington la apertura de negociaciones directas con Pyongyang para satisfacer la doble exigencia del Norte de una garantía de no agresión y del levantamiento de las sanciones económicas. A los norcoreanos, Kim les pidió responsabilidad, contención y la interrupción de sus "extremadamente peligrosos" programas nuclear y de misiles, por suponer una violación de los acuerdos previos y alejar el sueño de la reunificación.

Las críticas directas de Kim se volvieron contra la política del propio Ejecutivo surcoreano luego de asumir la Presidencia, en febrero de 2008, el conservador Lee Myung Bak, del GPN, ganador de las elecciones de diciembre de 2007 y partidario de endurecer la actitud frente a los desafíos militaristas del Norte. Así, en noviembre de 2008 Kim advirtió que los tratos intercoreanos se encontraban en la encrucijada que conducía "a la catástrofe o a la reconciliación", y en enero de 2009 acusó a Lee de no hacer honor a la declaración en pro del diálogo y la colaboración adoptada por Roh Moo Hyun y Kim Jong Il en la segunda cumbre de Pyongyang, en octubre de 2007. Asimismo, Kim subrayó su actividad postpresidencial realizando una serie de viajes al extranjero, a Europa, China, Japón y Estados Unidos, para participar en foros multilaterales y académicos, llevando consigo la consigna de la promoción de la paz en su sentido más amplio. En febrero de 2006 anunció su disposición a visitar Pyongyang a mediados de año con el objeto de favorecer el diálogo intercoreano; el viaje fue acordado por los respectivos gobiernos, pero en junio se anunció su cancelación.

Por otro lado, Kim fue testigo de la detención, enjuiciamiento y condena a penas de prisión de varios antiguos colaboradores suyos por diversos delitos económicos, centrados en una trama de cobro de sobornos a ejecutivos de Hyundai que luego fueron transferidos secretamente a Pyongyang antes de la cumbre intercoreana de 2000. El ex presidente no fue objeto de investigaciones judiciales a título personal y su reputación no se vio resentida por este escándalo postrero. Aunque sus relaciones personales con Roh discurrieron más bien con frialdad, Kim expresó su respaldo al partido de centro liberal Uri, creado a finales de 2003 para servir como nuevo soporte parlamentario del oficialismo en lugar del PDM.

Su avanzada edad empezó a pasarle factura a Kim. Ya en mayo de 2003 fue hospitalizado para serle intervenidas una oclusión coronaria y una disfunción renal. En agosto y en septiembre de 2005 tuvo otras dos altas en el Hospital de la Universidad Yonsei de Seúl con sendos diagnósticos de neumonía e hipertensión pulmonar. El 18 de agosto de 2009, tras varios días de hospitalización en la unidad de cuidados intensivos de Yonsei en los que fue visitado por el presidente Lee y por el secretario general de la ONU, su compatriota Ban Ki Moon, Kim Dae Jung sucumbió a la neumonía a los 83 años. El óbito fue causado en última instancia por una parada cardíaca dentro de un cuadro de fallo multiorgánico, informaron los médicos.

Los surcoreanos, que en mayo anterior habían encajado con enorme consternación el suicidio de Roh Moo Hyun, blanco de una investigación judicial por presunta corrupción, se pusieron de luto otra vez para honrar la memoria de su presidente más respetado, laureado y querido. Los funerales de Estado, oficiados el 23 de agosto, fueron la más imponente demostración de duelo popular en la historia de Seúl. 800.000 ciudadanos desfilaron ante el memorial mortuorio instalado en el palacio de la Asamblea Nacional, mientras que decenas de miles más se acercaron a los altares fúnebres levantados en el Ayuntamiento de Seúl y en la sede del Gobierno provincial de Jeolla del Sur. Al funeral propiamente dicho, celebrado en el exterior de la Asamblea Nacional, asistieron con invitación 24.000 personas, entre las que figuraban una cuarentena de representantes políticos y diplomáticos de una docena de países. Concluidas las exequias, el cuerpo de Kim fue llevado en procesión motorizada al Cementerio Nacional de Seúl, donde recibió sepultura por el rito cristiano católico, fe que el político había abrazado en su juventud.

Kim prestó un servicio póstumo a su país. Así, el presidente Lee, que pasaba por un mal momento de popularidad, se sintió obligado a leer un llamamiento a favor de la unidad y la reconciliación de los coreanos. Por su parte, el dictador de Pyongyang emitió un mensaje de condolencia y de elogio a la obra del difunto, y envió una delegación estatal al funeral en Seúl.

Aparte del Nobel, Kim Dae Jung fue galardonado con los premios Bruno Kreisky de los Derechos Humanos (1981), George Meany (1987), el de la Asociación de las Naciones Unidas (1998) y el del Memorial Profesor Thorolf Rafto (2000), entre otras distinciones. Fue además doctor honorífico por las universidades de Moscú, Emory, Portland, Sydney, Georgetown, Yeungnam y Portland. Publicó diversos libros sobre temáticas políticas y económicas, entre ellos Economía de las masas, en el recalca la importancia de un desarrollo económico equilibrado. Una idea recurrente en sus escritos es que la democracia parlamentaria de tipo occidental es bastante compatible con los valores culturales de esa parte de Asia y con las exigencias del progreso económico.

(Cobertura informativa hasta 1/9/2009)