Francisco Sagasti Hochhausler
Presidente de la República (2020-2021)
Con la asunción presidencial el 17 de noviembre de 2020 de Francisco Sagasti, un ingeniero multidisciplinar de 76 años y mínimo recorrido político, Perú clausura una de sus semanas más tormentosas en 40 años de democracia y confía en poder pasar página también a la crisis institucional que viene arrastrando desde 2017. Tres años en los que el país ha vivido el enfrentamiento constante entre las ramas ejecutiva y legislativa del poder republicano, con un forcejeo que ha incluido hasta cuatro procesos de vacancia por "permanente incapacidad moral" y un quinto de suspensión por "incapacidad temporal", lanzados por el Congreso contra el presidente de turno. Los dos primeros procesos afectaron a Pedro Pablo Kuczynski, dimitido en marzo de 2018 cuando estaba a punto de ser cesado, y los tres restantes a su sucesor, Martín Vizcarra, quien tras salir airoso de dos arremetidas legislativas sucumbió a la acción de los congresistas el 9 de noviembre del presente. Su sustituto en la Presidencia, Manuel Merino, hasta entonces jefe del Congreso, no se sostuvo más que cinco días en el puesto: el 15 de noviembre Merino anunció su renuncia bajo el clamor por la desmedida represión policial de las protestas populares contra la destitución de Vizcarra, saldadas con dos muertos, decenas de heridos y un reporte de desaparecidos.
El mandato de Sagasti es transitorio, para completar el quinquenio constitucional iniciado en 2016 y que vence el 28 de julio de 2021; entonces, entregará la banda presidencial al ganador de las elecciones que deberán celebrarse del 11 de abril. En el delicado panorama nacional confluyen el descrédito de la clase política por los escándalos de corrupción y la prevalencia de intereses particulares, viejos lastres estructurales en el terreno social y el fortísimo impacto sanitario y económico de la COVID-19, tratándose Perú del tercer país del mundo (por detrás de Bélgica y San Marino) con más fallecimientos por millón de habitantes, por encima del millar en términos relativos, 35.500 en números absolutos. Aunque la fase más crítica de la pandemia ha quedado atrás (los casos activos han caído a menos de 40.000, cuando en agosto más que cuadruplicaban esa cifra, acercándose actualmente al millón los contagios acumulados), Perú continuará bajo el estado de emergencia, decretado en marzo, y el toque de queda nocturno, introducido en junio. Las dudas envuelven la economía, que en el primer semestre del año sufrió una contracción histórica del 33% y que ahora vislumbra una incierta recuperación.
Por todo ello, la misión fundamental del presidente interino será, más allá de asegurar la celebración de elecciones limpias, devolver la calma a un país crispado y golpeado desde varios frentes. Con una cuidadosa política de acciones, palabras y gestos, Sagasti procurará recobrar dosis de confianza ciudadana en la Presidencia de la República, una alta institución profundamente devaluada luego de que siete de sus ocho titulares desde 1985 hayan enfrentado causas penales, dejado el cargo involuntariamente antes de tiempo, o ambas cosas.
El cuarto presidente peruano en menos de tres años es un tecnólogo e intelectual con medio siglo de rica actividad profesional. Personalidad polifacética interesada en múltiples campos, ha ejercido la investigación, la docencia universitaria, la función estatal y la consultoría privada e internacional. Entre sus áreas de especialidad figuran el análisis matemático de procesos sociopolíticos, las políticas científicas para el desarrollo, el pensamiento estratégico y la gobernabilidad democrática, temas que trata en una copiosa bibliografía. Asimismo, ha incursionado en prensa escrita, televisión y composición musical. Su debut en la política representativa es muy reciente: se remonta a las elecciones parlamentarias extraordinarias de enero de este año, en las que ganó el escaño de congresista por Lima siendo el cabeza de lista del Partido Morado (PM), una formación de nuevo cuño y orientada al centro liberal moderado. Portavoz de su grupo parlamentario, estuvo entre los congresistas contrarios a los intentos de vacar a Vizcarra con base en unos presuntos actos de corrupción; de hecho, la bancada del PM fue la única de las diez registradas que votó unánimemente en contra en los dos procesos, el del 18 de septiembre, ganado por el presidente, y el del 9 de noviembre, cuando 105 de los 130 congresistas aprobaron su destitución.
Tras la caída de Merino, abandonado por el Legislativo y por su propio Gobierno en medio del repudio popular y una enorme tensión, Sagasti figuró en una lista transversal para conformar la nueva Mesa Directiva del Congreso y que tenía por cabeza a Rocío Silva-Santisteban, del izquierdista Frente Amplio. Él iba para primer presidente de la Cámara, pero la fórmula de Silva no prosperó. En la jornada siguiente, 16 de noviembre, el PM presentó una nómina alternativa, cuatripartita, encabezada por su vocero. Perú no podía permitirse prolongar el vacío de poder ni un minuto más, así que el Congreso, por 97 votos contra 26, invistió a Sagasti como su presidente. A favor votaron todos los diputados de Acción Popular -el partido de Merino-, la Alianza para el Progreso, el Frente Popular Agrícola del Perú y Somos Perú, y parte de los grupos de Unión por el Perú, Podemos Perú, Frente Amplio y Descentralización Democrática; la fujimorista Fuerza Popular emitió voto negativo. Con la norma suprema en la mano, y puesto que los cargos de primer y segundo vicepresidentes de la República estaban vacantes desde la dimisión aceptada de Mercedes Aráoz el 7 de mayo, Sagasti, siguiente en el orden de sucesión constitucional, era el presidente de la República in péctore. La juramentación como tal tuvo lugar en la tarde del 17 de noviembre. La abogada independiente Violeta Bermúdez fue seleccionada para presidir el nuevo Consejo de Ministros de carácter "plural", mientras que Mirtha Vásquez, del Frente Amplio, asumió la dirección interina del Congreso
Los pronunciamientos inaugurales de Sagasti, que en aras de la "neutralidad" ha renunciado a su precandidatura morada a segundo presidente de la República en las próximas elecciones generales (el líder del PM, Julio Guzmán, al que el Ministerio Público investigó este verano por un presunto lavado de activos dentro del caso Odebrecht, se postula para presidente), destilan el tono conciliador y balsámico que las circunstancias requieren. Así, el mandatario, tras rendir tributo a los jóvenes abatidos en Lima por "defender la democracia", pedir perdón a sus familiares en nombre del Estado y prometer una investigación de lo sucedido para "sancionar a los culpables", ha llamado a "reconocer, aceptar y encauzar por caminos pacíficos la indignación de la calle" y de paso ha animado a los ciudadanos a decir que el Congreso "sí les representa". También, ha apelado a trabajar unidos para "encontrar consensos" y llegar al Bicentenario de la independencia nacional en un "país más democrático, igualitario y republicano en todo el sentido de la palabra".
(Texto actualizado hasta noviembre 2020)
Criado en un hogar limeño de clase media, Francisco Sagasti heredó de sus progenitores las inclinaciones científicas e intelectuales que luego iban a empapar todo su quehacer profesional, con el que abarcaría una amplia variedad de ámbitos de estudio. Su madre, Elsa Hochhausler Reinisch, era una conocida periodista local nativa de Austria emigrada con su familia a Sudamérica, mientras que el padre, Francisco Sagasti Miller, era ingeniero y articulista ocasional de prensa.
Entre la ciencia y el desarrollo
El joven, siguiendo los pasos de su padre, se decantó por la especialidad de Ingeniería Industrial en las aulas de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), donde fue delegado estudiantil. En 1965 realizó un cursillo en el Instituto Tecnológico de Monterrey (ITESM, México) y al año siguiente obtuvo la licenciatura en la UNI. Ya desde sus últimos meses de carrera realizó prácticas laborales en empresas consultoras del área de investigación operacional, primero en Lima y luego en Londres. En 1967 se trasladó a Estados Unidos para, con la ayuda de una beca de la OEA, cursar en la Universidad Estatal de Pensilvania una maestría de posgrado en Ingeniería Industrial. Durante cinco años, Sagasti compaginó las clases del MSc con la elaboración de innovadores programas informáticos y modelos de simulación diseñados para estudiar comportamientos adaptativos, identificar estrategias negociadoras o prever escenarios de futuro.
En particular, participó en un proyecto de análisis matemático que, valiéndose de la teoría de juegos, estudiaba las posibles reacciones de los actores implicados en la nacionalización en 1968 del petróleo peruano por la junta militar revolucionaria del general Juan Velasco Alvarado. Su tesis de maestría, aprobada en 1970, llevaba por título The Use of Complex Linear Flow Models in the Development of a Cybernetic Loading Model for a Job Shop. Su cualificación académica en Estados Unidos quedó redondeada en 1972 con el doctorado en Investigación Operacional y Ciencias de los Sistemas Sociales, obtenido en la Wharton Business School de la Universidad de Pensilvania (UPenn).
De vuelta a su país, Sagasti prolongó su especialidad profesional de ingeniería socialmente aplicada a los campos científicos de los sistemas de gestión, la investigación operacional y el modelaje matemático, que ejerció en la firma EICA Consultores. Pero sus intereses se expandieron y fueron orientándose a las políticas científicas, tecnológicas y de innovación para el desarrollo, terreno ya tocado por su tesis doctoral en la Upenn (titulada Towards a Methodology for Planning Science and Technology in Underdeveloped Countries y considerada pionera en su momento), así como a los estudios de futuro, el planeamiento estratégico, la cooperación al desarrollo, las relaciones internacionales y, más adelante, la prevención de conflictos, la gobernabilidad democrática y las reformas institucionales, inquietudes estas últimas que pondrían la antesala de su entrada, ya septuagenario, en la política representativa. Sobre todos estos temas, el ingeniero e investigador publicó una abundante bibliografía (ensayos, monografías, artículos, ponencias) a lo largo de prácticamente medio siglo.
En las décadas de los setenta y ochenta, Sagasti simultaneó los servicios de tipo técnico al Estado peruano y los cometidos científicos para organismos internacionales y agencias de cooperación al desarrollo. Dentro del primer ámbito, en 1972, durante el Gobierno de facto de Velasco Alvarado, fue contratado como asesor del Ministerio de Industrias, Turismo, Comercio e Integración, que le nombró además vicepresidente del Directorio del Instituto de Investigación Tecnológica, Industrial y Normas Técnicas (ITINTEC). Posteriormente, en 1976, ingresó en el Directorio del Instituto de Investigación Científica y Tecnológica Minera (INCITEMI). En los años ochenta, bajo los primeros gobiernos civiles de la restauración democrática, trabajó para el Instituto Nacional de Planificación (INP) y los Ministerios de Relaciones Exteriores, de Industria, y de Educación. También, fue consultor para entidades y empresas del sector privado.
En cuanto a la esfera multilateral exterior, entre 1973 y 1979 Sagasti figuró entre los integrantes de Science and Technology Policy Instruments (STPI), un importante proyecto transnacional, financiado por la OEA y el International Development Research Centre (IDRC) de Canadá, que investigó el impacto y efectividad de las políticas de ciencia y tecnología en países en vías de desarrollo, y más tarde laboró directamente para la OEA y el IDRC como asesor científico. Otros organismos que requirieron sus servicios de consultoría fueron el Banco Mundial (cuya División de Planeamiento Estratégico el experto peruano encabezó entre 1987 y 1990, y para el que siguió evaluando políticas hasta 1992), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la UNESCO, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA).
Tuvo un vínculo intenso con el Comité Asesor del Comité de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo adjunto a la Secretaría General de las Naciones Unidas (convertido en 1992 en la Comisión de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo, CSTD, agencia subsidiaria del Consejo Económico y Social, ECOSOC), del que fue vicepresidente y presidente. Este Comité Asesor inició su andadura tras la Conferencia temática de 1979 en Viena, en la que Sagasti, como delegado y negociador del Grupo de los 77, tuvo un papel destacado.
En 1980, coincidiendo con la normalización democrática en Perú, tras 12 años de gobiernos militares, en la figura del presidente Fernando Belaúnde Terry, Sagasti y sus colegas Claudio Herzka y Hélan Jaworski pusieron en marcha en Lima el Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE), un centro de investigación de políticas públicas que el primero dirigió durante siete años. A partir de este momento, el futuro presidente de la República se prodigó en la docencia universitaria en centros nacionales, como la Universidad del Pacífico y la Pontificia Universidad Católica, y extranjeros, de Estados Unidos, América Latina, el Reino Unido y España. También, desarrolló la faceta de conferenciante. Asimismo, empezó a publicar colaboraciones en los principales periódicos y revistas de Lima, y desde 1985 formó parte de numerosos equipos editoriales e incursionó en la presentación de programas televisivos.
Del estudio de las políticas públicas a la participación en la política nacional
Sin abandonar los servicios profesionales en la asesoría internacional de carácter técnico, el interés de Sagasti por los problemas de la gobernabilidad democrática, la reforma institucional y los derechos humanos cobró estímulo con motivo de la llegada al poder en 1990 de Alberto Fujimori (como él, ingeniero de profesión), quien barrió en las urnas con un programa que combinaba populismo, neoliberalismo económico y promesas de gestión eficaz. En 1992, mediante un autogolpe de Estado civil, Fujimori desmontó el sistema político-institucional vigente desde 1980 y lo reemplazó por otro hecho a su medida, entre tecnocrático y autoritario, nueva Constitución incluida. Sagasti pasó a enfocar sus análisis académicos en los presentes sociopolíticos del Perú y América Latina, así como en las perspectivas de futuro que tenían estas sociedades. Estos diagnósticos y prospectivas tuvieron como vehículos el think tank FORO Nacional/Internacional, que Sagasti dirigió durante 15 años, y Agenda: PERÚ, programa este último que contó con la participación del psicoanalista Max Hernández y otros expertos de área.
En diciembre de 1996 Sagasti vivió un angustiosa peripecia personal. Él figuraba entre los 800 invitados a una recepción organizada por la Embajada de Japón para celebrar el cumpleaños del emperador Akihito y que fueron tomados como rehenes en el asalto a la residencia diplomática, sita en el distrito limeño de San Isidro, por un comando del grupo terrorista Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Afortunadamente para él, el ingeniero formó parte del grueso de los rehenes que los terroristas pusieron en libertad al cabo de dos días. El resto de los cautivos, 72, siguieron retenidos hasta que en abril de 1997 fueron liberados (salvo uno, fallecido en la acción) por el Ejército peruano en la llamada Operación Chavín de Huantar.
Con el cambio de siglo, Sagasti se involucró en una serie de proyectos sobre cooperación internacional, financiación y planificación del desarrollo, y otros también con la reducción de la pobreza, la prevención de conflictos, y la paz y la seguridad. El FORO Nacional/Internacional de Lima, el Institute of Development Studies (IDS) de la Universidad de Sussex, el IDRC de Ottawa y la Universidad para la Paz (UPAZ) de Ciudad Colón, Costa Rica, fueron las palestras principales de estos estudios. En 2009 se integró en el International Institute for Environment and Development (IEED), y en los años que siguieron continuó dando clases universitarias y supervisando proyectos en distintos puntos del mundo.
En 2007, en el segundo año de la segunda administración presidencial de Alan García, Sagasti fue nombrado presidente del Consejo Directivo del Fondo para la Innovación, la Ciencia y la Tecnología (FINCyT), programa recién creado por el Consejo de Ministros del Perú, con el aprista Jorge del Castillo al frente, para canalizar los préstamos del BID al país sudamericano. En 2009 el tecnólogo dejó la dirección del FINCyT, pero en diciembre de 2011 Óscar Valdés, el nuevo primer ministro nombrado por el presidente Ollanta Humala, le reincorporó al puesto, donde se mantuvo hasta marzo de 2013.
Por esta época, Sagasti tuvo una primera aproximación a la política activa en el seno del Partido por la Democracia Social (PDS)-Compromiso Perú, formación de centro progresista que expresaba su deseo de contribuir a la renovación de la política peruana sobre las bases de un "nuevo contrato social" y un plan de descentralización territorial. El PDS, dirigido entre otros por Susana Villarán y luego renombrado como Fuerza Social Descentralista, obtuvo algunos éxitos, concurriendo en listas conjuntas junto con otras agrupaciones, en las elecciones regionales y municipales de 2006 (fundamentalmente en Lima, cuya alcaldía metropolitana fue ganada por Villarán), pero Sagasti terminó perdiendo el interés en este partido.
Sin embargo, el gusanillo de la política, la posibilidad de participar directamente en ella y no simplemente estudiarla y analizarla desde las barreras académica y científica, había prendido en el veterano y multidisciplinar ingeniero. Su siguiente compromiso militante fue, a partir de 2019 y con 75 años, en el Partido Morado (PM), colectividad de centro liberal moderado inscrita aquel año y creada por el economista Julio Guzmán a partir de una escisión en 2016 del partido Todos por el Perú. Sagasti fue escogido para encabezar la lista del PM, donde figuraba como candidato por Lima, en las elecciones parlamentarias extraordinarias del 26 de enero de 2020, convocadas por el presidente desde 2018, Martín Vizcarra, en medio de una fuerte refriega con el Congreso. En su debut electoral, el PM obtuvo en todo el país el 7,4% de los votos y nueve escaños, seis de ellos por Lima (donde fue la segunda lista más votada, solo por detrás de Podemos Perú), convirtiéndose así en la quinta fuerza del Congreso. Sagasti resultó elegido en la capital con cerca de 100.000 votos y tras la constitución el 16 de marzo de la Cámara, presidida por Manuel Merino de Lama, tomó la portavocía parlamentaria de la bancada morada.
Francisco Sagasti ha estado casado tres veces y es padre de siete hijos. Conserva la doble nacionalidad peruana y costarricense a raíz de su matrimonio (1993-2005) con la economista Silvia Charpentier Brenes, antigua diputada de la Asamblea Legislativa del país centroamericano por el Partido Liberación Nacional y actualmente miembro de la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica.
(Cobertura informativa hasta 10/3/2020)