Sebastián Piñera Echenique

Entre 2010 y 2014 Sebastián Piñera personificó la alternancia democrática en Chile, de nuevo conducido por la derecha tras 20 años de gobiernos de la Concertación del centro-izquierda. El 11 de marzo de 2014, a los 64 años, Piñera devolvió la Presidencia a Michelle Bachelet, la dirigente socialista a la que había sucedido cuatro años atrás. Una vez fuera del poder, el ex mandatario no tardó en erigirse en líder indiscutible de la oposición conservadora al Gobierno de la Nueva Mayoría y en poner sobre la mesa su nueva postulación a la jefatura del Estado de cara a las elecciones de noviembre de 2017.

Como cabeza de la coalición Chile Vamos, Piñera, aparentemente inmune a las informaciones sobre la ocultación de una parte sustancial de su patrimonio financiero, oferta ahora un programa "para las familias", favorable a los emprendedores y para que el país sudamericano, presa según él del estancamiento e incluso en retroceso, retome el "rumbo del progreso" y levante "vuelo", iniciando así "una segunda transición hacia el desarrollo integral". La mitad de sus compromisos, avisa, se costarán con la "reducción de gastos innecesarios" y "estrictas medidas de austeridad" en el sector público.

Uno de los hombres más ricos de Chile, con un historial de éxitos empresariales no exento de pasajes turbios por una serie de prácticas mercantiles abusivas que le acarrearon serios líos con la justicia, y antiguo senador, el magnate, un hombre de estilo abierto y locuaz, llegó al Palacio de La Moneda al segundo intento, ya que en 2006 fue derrotado por Bachelet. Desde su partido, Renovación Nacional, impulsó la actualización de la derecha chilena, donde representaba a los sectores más moderados y liberales, con el fin de desligarla de su pasado pinochetista. Siempre dijo que él estuvo en contra de la Junta Militar y que en el plebiscito de 1988 votó no a los designios políticos de Pinochet. Aunque por otro lado, fue un enérgico denunciante de la detención del general en 1998 en Londres.

En enero de 2010 Piñera, candidato de la Coalición por el Cambio, se impuso en el balotaje al democristiano Eduardo Frei con una plataforma que sostenía las banderas de la dinamización productiva (meta de crecer un 6% anual), la aceleración del desarrollo (objetivos de "erradicar" la pobreza y alcanzar estándares europeos para 2018, metas muy ambiciosas que no ha mantenido ahora en la campaña de 2017), la creación masiva de empleo, el combate a la delincuencia y la superación de las flagrantes desigualdades sociales, todo ello en un contexto de estabilidad macroeconómica y relativa consolidación fiscal. Es decir, se trataba de completar la obra inacabada de los cuatro presidentes concertacionistas, cuyos logros reconocía. Su compromiso era para con la "economía social de mercado", una "sociedad más justa y solidaria" y la "unidad nacional", dejando atrás la polarización ideológica heredada de la dictadura.

Para empezar, su ambicioso Programa de Gobierno tuvo que enfrentar la destrucción masiva provocada por el gran terremoto y maremoto de febrero de 2010, sucedido cuando todavía era presidente electo. La bonanza de los ingresos de las exportaciones cupríferas y el colchón financiero que brindaban los fondos de reserva y el muy bajo nivel de endeudamiento permitieron al Ejecutivo costear los daños con un Plan de Reconstrucción centrado en la restitución de viviendas y la reparación de infraestructuras públicas. Hecho notable, este esfuerzo, que fue paralelo a toda una serie de mejoras en las subvenciones y bonificaciones sociales, se acometió sin perjuicio del crecimiento y el balance fiscal; al contrario, entre 2010 y 2012 el PIB chileno, superando brillantemente la recesión sufrida en 2009, creció con unas tasas próximas al 6%, mientras que el déficit prácticamente desapareció de las cuentas públicas. Además, no se generó inflación, el paro descendió, hasta tocarse el pleno empleo, y los salarios subieron.

Con todo, Chile no consiguió zafarse de un proverbial desequilibro estructural: en la OCDE, destacaba como un país líder en crecimiento, pero seguía siendo el que peor repartida tenía su riqueza. Además, en su último año en La Moneda, Piñera vio moderarse el crecimiento económico, retornar el déficit fiscal y aumentar el déficit estructural, en buena parte por culpa de la caída de los ingresos del cobre, del que tanto dependía y depende la nación austral. Amén del agravamiento del déficit por cuenta corriente, de mal en peor desde el inicio de su mandato.

Las cifras de la prosperidad nacional quedaron emborronadas en 2011 por la confluencia de una serie de conflictos sociales, el más clamoroso de los cuales fue el estudiantil. La enérgica protesta de los estudiantes, que reclamaban un sistema educativo público de calidad, equitativo y gratuito, desgastó al Gobierno y disparó los niveles de rechazo a Piñera, quien vio evaporarse la popularidad ganada durante la crisis del accidente de los mineros de Copiapó en 2010, en cuyo épico rescate tuvo un rol estelar. Si el terremoto había sacado a relucir importantes carencias del Estado y una fractura soterrada en los sectores más humildes de la sociedad, las protestas, algunas con acentos violentos, desarrolladas por estudiantes, obreros, mapuches araucanos, ecologistas patagones y ciudadanos magallánicos fueron la manifestación de un descontento social bastante extendido, malestar que los logros económicos y la batería de novedades legislativas no consiguieron mitigar.

Al final, Piñera, pese a su infatigable búsqueda de la aproximación a la gente, no terminó de conectar con la mayoría de los chilenos, quienes podían reconocer el elenco de resultados de su Gobierno, pero desaprobar sus dotes como político. Por lo demás, las históricas protestas sociales de 2011 abrieron un debate nacional sobre el modelo de país que se quería para el futuro y suscitaron el diagnóstico de un "fin de ciclo" en Chile.

La política exterior de Piñera no se apartó de la senda, muy pragmática, trazada por sus predecesores Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, resumida en la búsqueda de unas relaciones internacionales fructíferas, el alejamiento de las pendencias ideológicas y la apuesta por la inserción en los mercados más dinámicos de la globalización, con hincapié en la región de Asia y el Pacífico, a través de un arsenal de tratados de libre comercio bilaterales, y en paralelo a los procesos de integración abiertos en América Latina. Aquí, Chile confió en organizaciones como la UNASUR, la CELAC e incluso el MERCOSUR, se mantuvo rigurosamente al margen del ALBA bolivariana y sacó pecho por los elogios de la Administración Obama a Santiago.

Durante el cuatrienio, la matriz exportadora de la economía chilena se benefició con la firma de cuatro nuevos TLC con países de Extremo Oriente, la intensificación de los tratos con China y la formación en 2011 con México, Colombia y Perú de la Alianza del Pacífico. Piñera insistió en promocionar a Chile como "puerta de entrada en América Latina" y "puerto de proyección hacia el Asia-Pacífico", una posición dual bien reconocida por los inversores europeos. Su Administración abrió o profundizó relaciones "estratégicas" con diversos países de América, Asia y Europa, pero mantuvo un doble diferendo territorial con los vecinos Perú y Bolivia. Con el primer país heredó el litigio ante el Tribunal Internacional de Justicia por la delimitación de la frontera marítima (hasta la sentencia salomónica de enero de 2014) y con el segundo acabó también en La Haya (demanda presentada por La Paz en 2013) por su reclamación de una salida soberana al océano por la costa chilena.


Nota del editor: esta versión de la biografía fue publicada el 17/11/2017. Sebastián Piñera, candidato de la coalición conservadora Chile Vamos, resultó ganador de las elecciones presidenciales a doble vuelta del 19/11 y 17/12/2017 (con el 54,58% de los votos en el balotaje), tras lo cual tomó posesión del cargo el 11/3/2018. En su segunda Administración, Chile vivió el llamado Estallido Social de 2019-2020, seguido del arranque de un proceso constituyente (acuerdo parlamentario del 15/11/2019, plebiscito nacional del 25/10/2020, elección de la Convención Constitucional el 15-16/5/2021), y el mandatario superó dos acusaciones constitucionales de destitución por el Congreso (el 12/12/2019 y el 16/11/2021). El 11/3/2022 Piñera fue sucedido en la Presidencia de la República por Gabriel Boric, ganador de las elecciones presidenciales a doble vuelta del 21/11 y 19/12/2021. El ex presidente falleció el 6/2/2024, a los 74 años de edad, al estrellarse el helicóptero que pilotaba en el área del Lago Ranco, en la Región de Los Ríos.

1. Un dinámico empresario en los años de la dictadura
2. Entrada en política con la derechista Renovación Nacional; el escándalo Piñeragate
3. Las infructuosas tentativas presidenciales de 1999 y 2005
4. Triunfo electoral en 2010 sobre el democristiano Frei con un programa de cambio para Chile
5. Debut en la Presidencia bajo la emergencia del terremoto; el plan nacional de reconstrucción
6. De la crisis de los mineros de Copiapó a la gran protesta estudiantil; el conflicto social de 2011
7. Acusada bonanza económica, las medidas sociales del Gobierno y la batalla del déficit
8. Una fructífera política exterior bajo las consignas de la integración y el libre comercio
9. Las vicisitudes del último año en La Moneda y sucesión por Bachelet
10. Siguiendo en la brecha: nueva postulación en 2017 por la coalición conservadora Chile Vamos


1. Un dinámico empresario en los años de la dictadura

Nacido en 1949 en el seno de una familia de clase media, es el tercero de los seis hijos tenidos por José Piñera Carvallo (1917-1991), ingeniero de formación, funcionario público de profesión y nieto de inmigrante asturiano, y María Magdalena Echenique Rozas (1919-2000), ama de casa y con ascendientes vascos. En 1950, contando su más joven vástago con apenas unos meses de vida, los Piñera se marcharon a vivir a Nueva York, Estados Unidos, donde al padre le había salido un puesto en la plantilla de la entidad estatal Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), que inauguraba en el país norteamericano su primera oficina exterior. Transcurridos cuatro años, la familia retornó a Santiago y Sebastián comenzó su educación escolar en el exclusivo Colegio que la Congregación del Verbo Divino (SVD) regentaba en la capital.

Don José era militante fundacional del Partido Demócrata Cristiano (PDC), que en 1964 llegó al Gobierno de la mano de Eduardo Frei Montalva. De las profundas convicciones católicas de la familia Piñera Carvallo daba especial fe un tío paterno del niño, Bernardino Piñera, alto eclesiástico que entonces encabezaba la Diócesis de Temuco y que años más tarde iba a alcanzar el Arzobispado de La Serena y la presidencia de la Conferencia Episcopal de Chile. En 1965 Frei nombró a José Piñera embajador de Chile en Bélgica y la familia volvió a hacer las maletas, esta vez con destino a Bruselas, donde Sebastián reanudó la secundaria en el Instituto Saint-Boniface. Cuando en 1967 el padre jalonó su carrera diplomática con un nuevo y prestigioso destino, la representación permanente ante la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, el hijo retorno a Chile. Piñera completó el último año del bachillerato en el Colegio del Verbo Divino, tras lo cual, en 1968, ingresó en la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica (PUC) para formarse como ingeniero comercial.

Faceta académica en los estudios de Economía y primeras actividades corporativas
Licenciado en 1971 con distinciones por tratarse del mejor alumno de su promoción, durante una temporada Piñera dio clases de Teoría Política Económica en el Instituto de Economía de la Universidad de Chile y en la Escuela de Negocios de Valparaíso. En 1973, con lo ganado en estos trabajos lectivos y con la ayuda también de una beca Fulbright, partió a Boston para cursar un máster de su especialidad en la Universidad de Harvard, donde ya llevaba unos meses estudiando su hermano un año mayor, José. El comienzo de esta formación de posgrado, impartida por un equipo docente en el que descollaba el reciente Premio Nobel de Economía Kenneth Arrow, coincidió con el golpe de Estado militar del 11 de septiembre. Los dramáticos sucesos en su país empujaron a Piñera a retornar temporalmente a Santiago para contraer matrimonio con su novia cuatro años más joven, Cecilia Morel Montes, a la que conocía desde la adolescencia por ser vecinos del barrio.

Nada más convertirse en marido y mujer en diciembre de 1973, la pareja se mudó al campus de Harvard, donde él profundizó su vínculo académico con la mirada puesta en el doctorado. En Estados Unidos nació, en 1976, el primero de sus hijos, Magdalena; a la misma iban a seguir otra chica, María Cecilia (1978), y dos chicos, Juan Sebastián (1982) y Cristóbal (1984). En Harvard Piñera tuvo como compañero de estudios al luego reputado economista Laurence Kotlikoff; juntos se integraron como auxiliares de investigación en el equipo del profesor Martin Feldstein, futuro asesor económico del presidente Ronald Reagan, y publicaron en la revista The Journal of Economic History un artículo titulado The Old South's Stake in the Inter-Regional Movement of Slaves.

Antes de doctorarse con la tesis, dividida en tres ensayos, The Economics of Education in Developing Countries, Piñera trabajó para la Universidad como asistente de docencia y empezó a prestar servicios de consultoría para el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Tras defender con éxito su tesis doctoral, el profesor Richard Musgrave, especializado en finanzas públicas, le contrató para ayudarle en un estudio sobre las cuentas nacionales de Bolivia, labor por la que cobró, según ha informado la prensa chilena, la elevada cantidad de 50.000 dólares.

En 1976 Piñera se instaló definitivamente con su familia en Santiago para emprender una prometedora carrera académica a la que rápidamente iba a tomar la delantera una singladura empresarial, con mucho más conspicua y lucrativa que su compromiso con las aulas y los gabinetes de investigación. Por de pronto, el economista retomó el profesorado en la PUC, siguió ejerciendo de consultor para el Banco Mundial y de paso se puso a trabajar en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), donde participó en la elaboración de un proyecto sobre la pobreza en América Latina. Entretanto, su esposa Cecilia se cualificó como orientadora juvenil y familiar en la Universidad Mayor.

En 1978 incursionó en el sector privado como socio minoritario de Ingeniería Financiera y Comercial Ltda. (Infinco), una empresa de asesoría, auditoría y evaluación de proyectos puesta en marcha por Carlos Alberto Massad Abud, antiguo presidente del Banco Central de Chile y director ejecutivo del FMI, quien había contactado con el ingeniero en la CEPAL. Ese mismo año Piñera abrió su primer negocio personal, en el mercado inmobiliario, con la Constructora Toltén, dedicada a la construcción de viviendas en la Región Metropolitana. En 1979 probó suerte también en el sector bancario como consultor, por cuenta de Infinco, y gerente general del Banco de Talca.

Casi de inmediato, el empleado entró como socio capitalista en el Grupo Calaf-Danioni, accionista mayoritario del Banco de Talca. Además, Piñera y sus dos principales socios de Infinco y Toltén, Carlos Massad y Antonio Krell Rosenfeld, adquirieron paquetes accionariales en Bancard, una sociedad anónima promovida por el Banco de Talca con el propósito de acaparar el negocio de la introducción en Chile de las tarjetas de crédito Visa y MasterCard. En septiembre de 1980 Piñera dejó de gestionar las operaciones del Banco de Talca, aunque no vendió su paquete accionarial en la entidad, que retuvo en paralelo a su creciente participación en el capital de Bancard, donde el negocio de las tarjetas iba viento en popa. A continuación, aceptó el mismo puesto gerencial en Citicorp Chile, banco de inversión formado por el Citibank y el Banco Santiago, donde iba a ejercer hasta 1987. Por la misma época se desprendió de la Constructora Toltén, que vendió por dos millones de dólares, y a cambio registró la Constructora Aconcagua Ltda., que no empezó a facturar en serio hasta después de la recesión de 1982-1983.

Problemas con la justicia por la quiebra del Banco de Talca
La aguda crisis económica que golpeó al país en el décimo año de la dictadura de la Junta militar del general Augusto Pinochet le ocasionó a Piñera grandes pérdidas en sus inversiones inmobiliarias. Pero el desfondamiento de la economía chilena precipitó además el colapso del Banco de Talca, colocando al futuro estadista en una situación harto delicada. A finales de 1981, cuando Massad ostentaba la presidencia ejecutiva de la entidad, el Banco de Talca fue intervenido por la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF) al encontrarse virtualmente en suspensión de pagos.

Una investigación judicial halló sólidos indicios de que la directiva del banco, donde llevaban la voz cantante sus principales propietarios, Miguel Calaf Rocoso y Alberto Danioni Bernasconi, había inflado fraudulentamente los partes de capital corporativo mediante la concesión de ingentes créditos a empresas de papel creadas a tal fin que luego reinvertían en el propio banco, siguiendo un esquema de capitalización ficticia. En 1982 el Banco de Talca fue liquidado por la SBIF, que a su vez entabló una demanda criminal contra los dueños de la entidad quebrada. Como consecuencia, Piñera y sus socios fueron procesados bajo la acusación de infringir la Ley General de Bancos. Numerosos informes del periodismo de investigación chileno indican que en el verano de 1982 Piñera se mantuvo escondido varias semanas para evadir la orden de detención emitida en su contra como presunto responsable de unos delitos de fraude y asociación ilícita. Sin embargo, el interesado ha negado siempre haber sido un evadido de la justicia.

Convertido en reo procesal bajo amenaza de ser juzgado y condenado a una pena de prisión, Piñera presentó en septiembre de 1982 un recurso, no de apelación, sino de amparo, ante la Corte de Apelaciones de Santiago, pero este tribunal se lo denegó. Entonces, planteó ese mismo recurso ante la Corte Suprema de Justicia, la cual sí le fue favorable, declarando el sobreseimiento del caso. La exoneración alcanzó también a Massad, pero a Calaf y Danioni, que no habían presentado recurso y que ya estaban encarcelados, les cayó una condena de tres años de prisión. 27 años después de estos hechos, durante la campaña presidencial de 2009, Piñera iba a tener que enfrentar unas revelaciones comprometedoras en relación con el desenlace favorable de esta peripecia judicial.

Tras este turbio episodio, Piñera continuó con sus negocios como si nada hubiera pasado. Diversificó sus inversiones, lanzó nuevos proyectos empresariales y acrecentó su patrimonio de capital, hasta convertirse en un hombre creso. Su negocio más rentable en estos años fue el de las tarjetas de crédito, sector del mercado en el que desde 1987 mantuvo una posición de liderazgo a través de Fincard, una empresa no bancaria especializada en la emisión de tarjetas personalizadas y que en parte compensó la pérdida por Bancard de su cuasi monopolio en este terreno, ya que la nueva legislación bancaria de 1986 autorizaba a los bancos a emitir sus propias tarjetas de crédito.

La creciente competencia fue reduciendo los beneficios de Bancard y Fincard, que Piñera terminó por vender respectivamente al Transbank en 1989 y al Banco Santander en 1993, operaciones que le reportaron 100 millones de dólares. Estos traspasos, luego de su baja como gerente y presidente de Citicorp Chile en 1987, finiquitaron la lucrativa, aunque accidentada, aventura del empresario en el sector bancario y financiero. A cambio, montó sociedades que facturaron en los mercados de la edición (Editorial Los Andes), la mensajería (Postal Market), los fondos de inversiones (CMB) y otros. El ramo de la informática también entró en su esfera de intereses al ser contratado por Apple como su representante jefe en Chile. En añadidura, adquirió diversos paquetes de acciones en todo un abanico multisectorial de empresas.

Por otro lado, en 1989 el matrimonio Piñera-Morel puso en marcha la Fundación Mujer Emprende con el propósito de formar a mujeres jóvenes con escasos recursos y ayudarlas a desarrollar sus proyectos. Cuatro años después, la pareja y un grupo de asociados crearon la Fundación Futuro, dedicada al patrocinio de programas educativos e iniciativas cívicas. Cuando las elecciones presidenciales de 2009, en el organigrama de la Fundación Futuro figuraban el entonces candidato como presidente, su hermana Magdalena Piñera Echenique como directora ejecutiva y su esposa Cecilia Morel como miembro del Directorio. Tras la llegada de Piñera al Palacio de la Moneda, la mayor de sus hijas, Magdalena Piñera Morel, le tomó el relevo en la presidencia de la Fundación.


2. Entrada en política con la derechista Renovación Nacional; el escándalo Piñeragate

Los precedentes familiares decantaron las primeras orientaciones políticas de Piñera, que en sus años de juventud se movió en la órbita del PDC. Hasta transcurridos unos años desde el golpe antiallendista de 1973, la histórica agrupación no deshizo su ambigüedad sobre la postura a tomar frente a un régimen militar que no excluyó a sus cuadros de la persecución policial y hasta del terrorismo de Estado.

Postura disidente contra Pinochet y elección como senador
Cuando el plebiscito de 1980 Piñera asegura que votó en contra de la Constitución redactada por la dictadura y cuya validación en las urnas permitió a Pinochet arrogarse una legitimidad en el poder como presidente de la República hasta 1989. Con este posicionamiento, el empresario se alineaba con los democristianos, los socialistas y las demás fuerzas de la perseguida oposición democrática. Ahora bien, Piñera, a diferencia de su padre (quien por entonces, en la sexta década de edad, estaba separado de su esposa), nunca militó en el PDC y de hecho evolucionó hacia posiciones abiertamente derechistas en su acepción más liberal, aunque no hasta el punto de convertirse, según se desprende de sus manifestaciones públicas en esta época, y tal como él ha afirmado luego por activa y por pasiva, en un partidario de Pinochet, quien entre otras cosas había introducido el neoliberalismo económico en el país. Al contrario que su hermano José, también doctor en Economía por Harvard y profesor en la PUC, el cual aceptó en 1978 el puesto de ministro de Trabajo y Previsión Social.

En su ejercicio ministerial, hasta que entró en desacuerdo con Pinochet, el mayor de los Piñera fue el artífice de cuatro reformas estructurales, con un fuerte carácter desregulador y privatizador, que afectaron a los ordenamientos de las pensiones, la sanidad, las relaciones laborales y el sector minero. Hasta el día de hoy, Sebastián Piñera ha insistido en que él fue siempre un opositor al Gobierno de Pinochet. En el plebiscito de octubre de 1988, convocado por el general para que los chilenos decidieran sobre si otorgarle otros ocho años de mandato constitucional o bien acudir a unas elecciones presidenciales a las que él ya no se presentaría, Piñera volvió a votar en contra de las pretensiones del dictador, cuyo régimen había practicado una política económica ultraliberal muy favorable al empresariado.

Convertido a estas alturas en un verdadero magnate, Piñera apoyó económicamente la campaña de la Concertación de Partidos por el No y durante un tiempo coqueteó con el PDC, pero la dirigencia de este partido no encontró atractivo su fichaje. El empresario ambicionaba un mandato legislativo de elección popular y de cara a las históricas elecciones pluralistas del 14 de diciembre de 1989 inscribió su candidatura a senador por la Circunscripción 8 de la Región Metropolitana, correspondiente a Santiago Oriente. Concurría con la etiqueta de independiente, aunque en la lista de Renovación Nacional (RN), partido de derecha liberal que junto con la aún más conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI) acudía a las elecciones en la coalición Democracia y Progreso, a la que cabía calificar de oficialista.

Fundada el 29 de abril de 1987 bajo el liderazgo del abogado Andrés Allamand Zavala, el ex ministro del Interior de la dictadura Sergio Onofre Jarpa Reyes y el jurista Ricardo Rivadeneira Monreal, quien fungió como su primer presidente, RN aunaba en su seno posiciones que oscilaban entre el propinochetismo más o menos matizado y un compromiso no beligerante con la transición democrática, lo que le convertía en la cara moderada de Democracia y Progreso. Orgánicamente, RN surgió como una fusión del Movimiento de Unión Nacional (MUN) de Allamand, el Frente Nacional del Trabajo (FNT) de Jarpa y la UDI de Jaime Guzmán Errázuriz, máximo ideólogo de la Constitución de 1980. En abril de 1988 la UDI optó por separarse y recobró su autonomía, pero luego los dos partidos hicieron campaña común por el sí en el plebiscito de octubre. Esta circunstancia parece que frenó la conversión de Piñera en militante de RN.

Sin ser por el momento miembro formal de RN, el empresario accedió a ser el "generalísimo" o jefe de campaña del candidato presidencial de Democracia y Progreso, el ex ministro de Hacienda Hernán Büchi Buc, de la UDI, pero unas vacilaciones de éste desembocaron cuatro meses antes de las elecciones en la sustitución de Piñera por Pablo Baraona Urzúa, otro ministro pinochetista de la escuela neoliberal. Más tarde, Büchi fue vapuleado por el postulante de la Concertación de Partidos por la Democracia, el dirigente del PDC Patricio Aylwin Azócar, mientras que en las senatoriales Piñera fue ampliamente superado en su circunscripción por el también democristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle (hijo del difunto Frei Montalva), aunque ello no le impidió hacerse con el escaño metropolitano.

El 11 de marzo de 1990, Piñera, electo en Santiago Oriente con el 22,8% de los votos, debutó en la profesión política como senador de la República con mandato hasta 1998, convirtiéndose a sus 40 años en el más joven miembro de la Cámara alta, donde integró por etapas las comisiones de Hacienda, Salud, Constitución, Medio Ambiente y Bienes Nacionales, y Derechos Humanos. Al estrenar la legislatura, clausuró su nexo docente con la universidad chilena y se incorporó oficialmente a las filas del RN. Al mismo tiempo, un primo carnal del empresario, Andrés Chadwick Piñera, devino diputado en las filas de la UDI. Y en el mismo Ejecutivo de Aylwin, un hermano menor, Pablo Piñera Echenique, recibió el puesto de subsecretario de Hacienda tras 20 años de fiel militancia democristiana. El hermano más joven de los cuatro, Miguel, nacido en 1954, estaba desentendido de la política, había ligado su experiencia vital a los ambientes hippies y bohemios, y actualmente gozaba de una considerable fama como cantante de música latina moderna y propietario de locales de ocio nocturnos.

El escándalo de la grabación telefónica de 1992
En 1992 Piñera plasmó una precandidatura de su partido para las elecciones presidenciales de 1993, pero el 23 de agosto del primer año esta aspiración quedó truncada tras difundir en directo un programa del canal de televisión privado Megavisión, propiedad del magnate Ricardo Claro Valdés, una grabación telefónica clandestina donde podía oírse al senador impartir instrucciones a un colaborador, Pedro Pablo Díaz, para dejar en mal lugar ante los medios audiovisuales y desacreditar públicamente a su adversaria interna, la diputada y vicepresidenta de RN Evelyn Matthei Fornet.

La hija del general Fernando Matthei Aubei, ex comandante en jefe de la Fuerza Área de Chile y antiguo miembro de la Junta Militar de Gobierno, era una economista de carácter vehemente y partidaria de Pinochet con la que Piñera, Allamand y el diputado Alberto Espina Otero habían formado una camarilla interna de RN conocida como la "patrulla juvenil". Esta, en agosto de 1990, en un sonado golpe de mano, había conseguido descabalgar de la jefatura de la formación al veterano Onofre Jarpa y poner en su lugar a Allamand. Ellos se conocían desde antes de sus respectivos ingresos en política, pues Matthei, siendo alumna de la Pontificia, había participado en la elaboración del informe de la CEPAL del que Piñera era director, y más tarde había sido gerente de Bancard.

En la grabación, presentada y reproducida teatralmente ante las cámaras por Ricardo Claro, el dueño del canal (quien decía dar este paso para "proteger la independencia" de Megavisión), se escuchaba al empresario pedirle a su amigo Díaz que se pusiera en contacto con el periodista Jorge Andrés Richards, presente en el estudio al que luego se incorporó también el propio Piñera (el cual, lógicamente, expresó su malestar por esta filtración de una "conversación privada entre dos amigos"), a fin de que este invitara a Matthei a un debate con él en el programa de Megavisión. El objeto de este cara a cara televisado era "dejar en contradicción" a Matthei en ciertas cuestiones de moralidad religiosa, como el divorcio, que supuestamente incomodarían a la conservadora precandidata, quien "es católica y no va a misa". "Pero la gracia es que [Richards] trate elegantemente de dejarla como una cabrita chica, cierto, despistada, que está dando palos de ciego, sin ninguna solidez", explicaba Piñera a su interlocutor en un momento de la conversación, desarrollada en un estilo muy coloquial.

El episodio, conocido como Piñeragate o Kiotazo, hundió irremisiblemente las precandidaturas tanto de Piñera como de Matthei, la cual, en noviembre siguiente, confesó su participación en el espionaje telefónico practicado a su rival, quien de tramar una aparente encerrona se convirtió en la víctima de otra artimaña más maquiavélica. De paso, el escándalo dejó fuera de juego a RN, permitiendo que prosperase la postulación del favorito de la UDI, Arturo Alessandri Besa, como el candidato conjunto de la nueva Unión por el Progreso. Luego, en diciembre de 1993, Alessandri iba a ser derrotado por el pretendiente de la Concertación en el poder, Eduardo Frei, al que retó en las urnas también, en calidad de independiente, José Piñera Echenique, quien quedó en tercer lugar.

Todo indica que el Piñeragate fue urdido, con la colaboración de los enemigos del senador en su propio partido, extremo del que él estaba plenamente convencido, por personas del Ejército, cuyos servicios de inteligencia realizaron la grabación ilegal dentro de un operativo de espionaje enfocado en Piñera. Según Allamand y otros miembros de RN, el ala más reaccionaria de la institución castrense maniobraba para impedir que el componente liberal ganara mayor peso en la coalición bipartita de la derecha. La existencia de algún tipo de conspiración militar para amilanar a Piñera se puso más de manifiesto en mayo de 1993, cuando unos individuos sin identificar retuvieron durante media hora a su hijo menor, Cristóbal, camino del colegio. El senador interpretó la intimidatoria acción como un aviso para que dejara de investigar la autoría de la grabación telefónica que había tumbado su aspiración presidencial el año anterior, lo que ciertamente hizo.

Por lo demás, este oscuro incidente no desentonó en absoluto con la actitud, desafiante y facciosa, que aún imperaba en las Fuerzas Armadas chilenas. Durante la Administración de Aylwin, estas, con Pinochet aferrado a la comandancia del Ejército y las instituciones políticas del Estado limitadas por una serie de cláusulas restrictivas contenidas en la Constitución legada por la dictadura, protagonizaron diversos episodios de desacato de la autoridad civil y de amenazas al orden democrático. Un aparente intento de Piñera de congraciarse con quienes le miraban mal en la milicia tuvo lugar en junio de 1995, cuando en el Senado, en tanto que miembro de la Comisión de Derechos Humanos, presentó una moción para elaborar un proyecto de ley que extendiese hasta el último día de la dictadura, el 11 de marzo de 1990, la inmunidad penal otorgada por la Ley de Amnistía de 1978 a los autores de todos los delitos políticos cometidos desde el golpe de 1973 hasta esa fecha.

En la justificación de su propuesta legislativa, Piñera argüía: "No podemos permitir que las divisiones y odios del pasado destruyan los acuerdos y potencialidades del futuro (…) Es indispensable tener verdadera paz y unidad entre los chilenos, lo que implica ser capaces de superar el pasado (…), cerrar y sanar las heridas, y mirar juntos y con optimismo el futuro". Y parafraseando al Papa Juan Pablo II, aseveraba: "Es la hora del perdón y la reconciliación". La polémica moción no tenía ninguna posibilidad de salir adelante por la oposición de la mayoría concertacionista y sus aliados de la izquierda, así que su autor optó por retirarla del orden de sesiones. Tres años después, el 28 de octubre de 1998, Piñera participó de manera destacada en un acto convocado por RN y la UDI en repudio a la reciente detención en el Reino Unido del senador vitalicio Pinochet a requerimiento de la justicia española, que quería procesarlo por su responsabilidad en ciertos crímenes de la dictadura.

En su discurso, pronunciado en un gran podio coloreado con la bandera nacional, el político derechista exigió la liberación de Pinochet en atención a sus "muy delicadas" condiciones de salud y denunció su arresto en Londres como "un agravio y un atentado a lo más profundo de nuestra soberanía, de nuestra independencia y de nuestra dignidad". Piñera no hallaba ninguna contradicción entre vanagloriarse de haber votado contra los planes políticos de Pinochet en 1988, primero, y defender la inmunidad de la misma persona frente a la justicia extraterritorial con un repertorio de razonamientos legalistas y patrióticos, después.

Expansión del emporio empresarial
En su etapa como senador y con posterioridad a la misma, Piñera continuó amasando la fortuna que le convirtió en uno de los hombres más ricos de Chile y desde luego en el político más adinerado. En 1994, tras deshacerse de Fincard, durante un tiempo su negocio más rentable, que vendió como se señaló arriba al Banco Santander de Santiago, el multimillonario penetró con fuerza en el sector de las aerolíneas comprando a la escandinava SAS el 16% de LAN Chile, compañía privatizada en 1989 que bajo la coparticipación del grupo de Piñera (elevada posteriormente al 26%, a través de sus sociedades de inversiones Axxion y Santa Cecilia) entró en un proceso de crecimiento e internacionalización bastante espectacular, con la adquisición de grandes cuotas del mercado regional del transporte aéreo en Ecuador, Argentina y, sobre todo, Perú. En 2004 LAN Chile se transformó en un holding de empresas subsidiarias y filiales bajo el nuevo nombre de LAN Airlines.

En paralelo, prosperaron enormemente sus facturaciones en el negocio inmobiliario, donde la Constructora Aconcagua tomó la forma de un conglomerado de sociedades especializadas en la construcción, la promoción y la venta directa de viviendas, aunque Piñera ya sólo era uno más entre varios accionistas. Aconcagua conquistó una posición dominante en el mercado chileno de la vivienda mediante la absorción de la inmobiliaria Fourcade y su fusión con el grupo SalfaCorp en 2007.

La voracidad inversora de Piñera alcanzó asimismo a las telecomunicaciones (compraventa de acciones de Entel en 1990-2000, operación que le reportó un beneficio limpio de 35 millones de dólares), las eléctricas (Colbún, 2001), las navieras (Compañía Sudamericana de Vapores, 2003), el turismo ecológico (Parque Tantauco de la Isla Grande de Chiloé, 2004), las televisiones (canal Chilevisión, comprado en su totalidad al grupo Claxson en abril de 2005 por 24 millones de dólares), los servicios sanitarios (Clínica Las Condes), las farmacéuticas (FASA) y los clubs de fútbol (Colo-Colo y Universidad de Chile), entre otras muchas participaciones y adquisiciones. La estrategia básica del potentado, al que empezó a llamársele El Berlusconi chileno, consistía en diversificar y acrecentar sus participaciones de capital en las firmas que le atraían y sentarse en sus directorios, más que en administrar directamente las compañías.


3. Las infructuosas tentativas presidenciales de 1999 y 2005

El 11 de marzo de 1998 Piñera, una vez sobrepuesto de unas acusaciones formuladas en su contra por el presunto abuso de su posición parlamentaria para obtener un precio ventajoso en la compra de unas acciones suyas de la compañía eléctrica Enersis por la española Endesa, concluyó su mandato de senador, cuya renovación descartó en favor de un nuevo envite presidencial. Este le fue concedido poco después por su partido, pero en la UDI se articuló la candidatura alternativa del ingeniero Joaquín José Lavín Infante, antiguo colaborador de Büchi, alcalde de la comuna santiaguina de Las Condes, miembro del Opus Dei e hilador de un discurso derechista un tanto elástico donde las referencias a Pinochet pasaron del homenaje al distanciamiento en menos de un año.

RN y la UDI, coaligadas ahora como Unión por Chile, decidieron que Piñera y Lavín dirimieran sus ambiciones en una elección primaria que tendría lugar en junio de 1999. Sin embargo, medio año antes de esa fecha, el 8 de enero, al calor de la tormenta nacional por el arresto de Pinochet en Londres y resonando todavía los ecos de su ardiente defensa del encausado sobre la tarima y ante el micrófono, Piñera decidió retirarse de la carrera presidencial tras constatar que en las encuestas no lograba superar el 5% de intención de voto. Por lo que parecía, su condición de empresario de gran éxito y su perfil liberal no enganchaban al electorado. Al menos, por el momento. A continuación, Piñera se integró en el equipo de la campaña presidencial de Lavín, quien en las elecciones del 12 de diciembre forzó al candidato de la Concertación, el socialista Ricardo Lagos Escobar, a disputar el 16 de enero de 2000 una segunda vuelta en la que el opositor resultó vencido por muy poco.

Salto a la jefatura de RN, rivalidad con Lavín y contienda en las urnas con Bachelet
El 26 de mayo de 2001 el Consejo General de RN elevó a Piñera a la presidencia de la formación en sustitución del diputado Alberto Cardemil Herrera. La promoción del empresario fue interpretada en su momento como un esfuerzo por superar la crisis de unidad abierta en la Alianza por Chile (nueva denominación de la Unión por Chile) tras el fracaso de las conversaciones RN-UDI para llevar a las legislativas del 16 de diciembre una lista conjunta de candidatos. Piñera recompuso las negociaciones con el líder de la UDI, Pablo Longueira Montes, tal que el 15 de julio la Alianza fue la primera agrupación en oficializar sus candidaturas al Congreso. Él mismo se postuló para un escaño de senador por la V Región de Valparaíso.

Sin embargo, el año electoral tenía reservados dos contratiempos a Piñera. Primero, en agosto, hubo de declinar su candidatura senatorial en favor del almirante Jorge Arancibia Reyes, recientemente dado de baja como comandante en jefe de la Armada chilena y miembro de la UDI, que perseguía el mismo curul. Aunque el empresario explicó entonces que había accedido a no contender con Arancibia a cambio de que Lavín, alcalde de Santiago, apoyara a los candidatos de RN, su espantada fue vista a lo largo y ancho del arco de partidos como un duro golpe a los intentos de Piñera y su colectivo de achicar en la Alianza el peso del sector ultra y de los nostálgicos del pinochetismo en aras de una derecha chilena moderada y moderna.

Luego, el 16 de diciembre, la Alianza por Chile se apuntó el éxito colectivo de empatar prácticamente con la Concertación en número de escaños, pero para RN los resultados fueron frustrantes, ya que perdió espectacularmente a manos de la UDI su primacía interna: los de Longueira le sacaron una ventaja de 700.000 papeletas, once puntos de voto, nueve diputados y trece senadores. La UDI, de hecho, desbancó al PDC como el primer partido individual del país. La pérdida por RN del "rol protagonista" en la Alianza a que su conductor se había referido cuando su elección orgánica en mayo abundó en la imagen de debilidad de Piñera y sumió al partido en el desconcierto.

Una serie de desencuentros con Longueira precedieron la renuncia de Piñera el 10 de marzo de 2004 a la jefatura de RN, para la que un mes más tarde resultó elegido Sergio Diez Urzúa. La baja de Piñera, simultánea a la de Longueira en el mando de la UDI, obedeció a una fórmula salomónica propuesta por Lavín para zanjar las tensiones bipartitas antes de las elecciones municipales de octubre, las cuales, cumpliendo sus temores, fueron claramente ganadas por los partidos de la Concertación. A partir de aquí, Piñera y Lavín confrontaron abiertamente sus ambiciones presidenciales, arrastrando a la Alianza por Chile a su peor crisis de unidad desde la restauración democrática. Recobrándose briosamente de los tropezones sufridos en los últimos cuatro años, Piñera fue proclamado candidato presidencial por el Consejo Nacional de RN con el 76% de los votos el 14 de mayo de 2005, después de que la UDI hiciera lo propio con Lavín, que contaba con no pocos partidarios en RN.

El ex alcalde propuso al empresario acudir a una elección primaria a fin de mandar a las elecciones nacionales una candidatura única de la Alianza, como en 1989, 1993 y 1999, pero Piñera le dio el no por respuesta, recordándole que la última vez él había sacrificado la postulación propia para no perjudicar la suya, cuya pujanza no pudo menos que reconocer. Pero ahora, las cosas eran sustancialmente diferentes, ya que los sondeos les colocaban a ambos en un virtual empate.

En su campaña para las presidenciales del 11 de diciembre de 2005, Piñera desarrolló un discurso insistentemente orientado al futuro y centrado en la propuesta de un cambio necesario para Chile, tras 15 años de gobiernos concertacionistas. La figura de Pinochet, definitivamente desmoronada después de sus procesos judiciales en casa por crímenes políticos y actos de corrupción, ya no mediatizó los actos proselitistas de la derecha y Piñera en particular subrayó su postura crítica con la dictadura. Presentándose como un político liberal, progresista y de centro-derecha que hundía sus raíces en el "humanismo cristiano", y calificando de "herida abierta" el capítulo de los detenidos desaparecidos y de "drama" el "atropello" a los Derechos Humanos en el período 1973-1990, el opositor guiñaba un ojo a los electores moderados de la Concertación, particularmente los del PDC, a quienes desde el Gobierno se pedía que votaran a una socialista de nuevo, la popular ex ministra de Salud y de Defensa Michelle Bachelet Jeria, quien había sufrido en sus carnes las sevicias de la dictadura.

Aunque Lagos había sido "un buen presidente", Piñera instaba a los chilenos a "no dormirnos en los laureles", ya que el país tenía que hacer frente a una serie de problemas y no pequeños, como los tres millones de personas que seguían en situación de pobreza (pese a los considerables progresos realizados desde 1990 en la reducción de la misma), el medio millón de parados y la rampante delincuencia. Terminada la carrera electoral ampliamente a la zaga de la carismática Bachelet y hombro con hombro con Lavín, el 11 de diciembre de 2005 Piñera logró la meta fundamental de ser él la opción de la derecha para batirse con la candidata oficialista en la segunda vuelta de enero de 2006. Ahora, Bachelet se puso en cabeza con el 45,9% de los votos, seguida de Piñera con el 25,4% y de Lavín con el 23,2%.

Una vez apeado de la contienda, el candidato de la UDI solicitó el voto para su colega aliancista, pero la socialista demostró ser una adversaria demasiado fuerte para el empresario, que el 15 de enero de 2006 acabó sucumbiendo con el 46,5%. En las legislativas, la UDI confirmó su superioridad a RN. El rendimiento electoral de Piñera fue considerado meritorio por los suyos, que no dudaron en reservarle para la misma misión en las elecciones de 2009. La nueva cúpula de RN elegida en mayo de 2006, con el concejal Carlos Larraín Peña a la cabeza, ratificó esa confianza.

Compra irregular de acciones de LAN Airlines y multa por la SVS
El 6 de julio de 2007 el empresario fue multado con 363 millones de pesos por la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) por haber comprado en bolsa, doce meses atrás y con un capital de 9.840 millones de pesos, tres millones de acciones de su aerolínea, LAN Airlines, justo en la víspera de la publicación del balance financiero anual de la compañía, que reportó beneficios netos por 128,7 millones de dólares, un 34% más que en el ejercicio anterior. Recientemente, LAN Airlines había anunciado sendas inversiones de 2.600 y 3.200 millones de dólares para ampliar su flota con 84 nuevas aeronaves de pasaje y carga, incluidos 32 Boeing 787 Dreamliner, entre este 2007 y 2016. Aproximadamente, Piñera sacó 700.000 dólares de beneficio en el parqué de Santiago por la lógica revalorización de las acciones.

La SVS estimó que Piñera, puesto que miembro del directorio y principal accionista de LAN, condición que la nueva adquisición de acciones vino a reforzar, había realizado esta operación de bolsa con suculentas ganancias para su bolsillo aprovechándose de su información privilegiada, una práctica prohibida por la Ley del Mercado de Valores. La sanción, que volvía a suscitar interrogantes sobre la ética profesional del magnate, resultaba inoportuna para su plataforma presidencial en ciernes, así que Piñera no recurrió la multa y se apresuró a pagarla sin rechistar. Si de algo disponía, era de liquidez: en marzo anterior, la revista Forbes había listado por primera vez a Piñera en su ranking anual The World's Billionaires, donde aparecía en la posición 799 con unos activos netos de 1.200 millones de dólares; se trataba del tercer ciudadano chileno más rico, tras Anacleto Angelini Fabbri y Eliodoro Matte Larraín, con fortunas de 6.000 y 5.600 millones de dólares, respectivamente.

Ansioso por dejar atrás este embarazoso asunto, el último día de julio Piñera anunció que abandonaba el directorio de LAN. "Sin perjuicio de sentirme orgulloso de ser empresario (…) mi verdadera vocación es el servicio público y por tanto quiero dedicar mi tiempo y esfuerzo al servicio público, y esa decisión la tengo tomada hace mucho tiempo", explicó a los medios Piñera, quien sin embargo no pudo evitar que su chanchullo bursátil y su multa del interventor fueran relatados por la ONG Transparencia Internacional en el capítulo dedicado a Chile en su Informe de Corrupción Global del año 2009.


4. Triunfo electoral en 2010 sobre el democristiano Frei con un programa de cambio para Chile

El rendimiento de Piñera en la elección presidencial de 2005-2006, pese a la derrota final por Bachelet, había dejado tan buen sabor de boca en su partido que RN no tuvo dudas de que el empresario era su hombre también para las votaciones de 2009. Las preferencias por Piñera eran amplias igualmente en la UDI, privada de la opción de Lavín, quien prefirió abrir un paréntesis en su carrera política para dedicarse a la universidad. Quedaba en pie la precandidatura de Pablo Longueira, pero el senador terminó por desactivarla en mayo de 2007.

Proclamación de la candidatura y presentación del programa de Gobierno
Sin rastro de rivalidad en el campo de la derecha, a Piñera ya sólo le restaba ser proclamado candidato único por la Alianza, que ahora se hacía llamar Coalición por el Cambio. La nominación se hizo de manera separada en cada partido. El Consejo General de RN cumplió el trámite el 8 de agosto de 2009 en el Salón de Honor del Congreso Nacional en Valparaíso. En un ambiente de euforia, el empresario galvanizó a los suyos asegurándoles que "el tiempo de la Concertación se agotó", añadiendo que: "Tenemos muchas razones para agradecer a la Concertación lo que hizo por Chile en el pasado, pero ahora los chilenos le agradeceríamos que nos dejaran encargarnos del futuro". El 22 de agosto, la UDI de Juan Antonio Coloma Correa acordó "unánimemente" asumir como propia la candidatura de Piñera.

El político más rico de Chile afrontó las elecciones presidenciales de diciembre de 2009 con el razonable optimismo que alimentaban los sondeos, los cuales le situaban sin excepción como el ganador de la primera vuelta frente al candidato de la Concertación, el ex presidente y ahora senador Eduardo Frei. A partir de septiembre, ese escenario se hizo más factible por la briosa irrupción en la campaña del independiente Marco Antonio Enríquez-Ominami Gumucio, un diputado ex socialista que, respaldado por la coalición Nueva Mayoría para Chile y esgrimiendo un discurso renovador que llamaba a superar la antinomia Concertación-Alianza, se metió en el bolsillo a muchos votantes de la izquierda. La división del voto concertacionista, por primera vez desde 1989, era un hecho, lo que magnificaba las posibilidades de Piñera.

Derrochando sonrisas, simpatía y calor familiar —puesta en escena que contradecía su fama de hombre más bien frío y arisco—, el pretendiente de la derecha chilena, arropado por el movimiento social Chile con Todos y los llamados Grupos Tantauco, voceó su mensaje de cambio y unidad, contenido en el programa Gobierno para el Cambio. El Futuro y la Esperanza. El documento, de 168 páginas, fue oficialmente lanzado en la comuna de Maipú el 26 de noviembre. Su firmante lo elogió en estos términos: "Este es un programa muy ambicioso, pero totalmente factible. Es ambicioso porque no es un programa de más de lo mismo (…) es un programa cuyo objetivo es mucho más grande y noble que ganar esta elección presidencial".

Estructurado en cuatro capítulos y 75 compromisos concretos, el plan de la Coalición por el Cambio hacía un diagnóstico crítico del presente nacional, ya que la Concertación, "agotada de ideas, fuerza y voluntad" tras dos décadas en el poder, no había sido capaz de mantener las altas tasas de crecimiento económico, reducir el paro, atajar las prácticas corruptas, domeñar la inseguridad ciudadana y cumplir la "promesa de llegar al 2010 [el año del Bicentenario] como un país desarrollado y sin pobreza". El manifiesto preliminar explicaba: "La Concertación de ayer tenía una misión, tenía ideales, principios, proyectos y unidad". Sin embargo: "Donde hubo una misión, hoy solo queda la voluntad de aferrarse al poder. Donde habían proyectos, hoy campea la improvisación. Donde habían principios, hoy prevalece el oportunismo. Hay razones para agradecer a la Concertación lo que hizo por Chile en el pasado, pero ahora los chilenos desean emprender un rumbo nuevo". Un nuevo proceder democrático, insistía la Coalición, en el que el Gobierno ya no se sometería al "cuoteo político" y el Estado no sería más "un botín de guerra" ni sería "capturado por los operadores políticos".

En su apartado programático Hacia una sociedad de oportunidades, Piñera se obligaba a adoptar las políticas de estímulo, empleo e innovación necesarias para crecer a un 6% anual (el doble de la tasa interanual de noviembre, anotada tras doce meses consecutivos de caídas como consecuencia de la crisis mundial, lo que iba a dejar la recesión anual en el 1,7%) y alcanzar en menos de una década un PIB por habitante equivalente al de estados de la UE como Grecia y Portugal. La meta era que para 2018 Chile tuviera un ingreso per cápita de 22.000 dólares y presentara un nivel de desarrollo comparable al de los países del sur de Europa. Un tratamiento fiscal y administrativo favorable a las pymes y la conversión de Chile en una "potencia agroalimentaria" eran otras apuestas importantes en este terreno.

En Hacia una sociedad de seguridades, la Coalición consideraba factible crear "un millón de nuevos y buenos empleos" (el paro andaba en el 9% en estos momentos) en los próximos cuatro años así como "erradicar" la pobreza y la indigencia, que según la CEPAL seguían padeciendo unos dos millones de chilenos, el 11,5% de la población (la encuesta Casen, en cambio, estimaba que la tasa de pobreza era en realidad del 15,1%). En concreto, la oposición derechista planteaba los horizontes de 2014 para acabar con la pobreza extrema y de 2018 para superar la pobreza en todas sus formas. También era menester "derrotar" la delincuencia, movilizando en su combate a 10.000 nuevos carabineros y asegurando el cumplimiento íntegro de sus penas por los reincidentes de delitos graves, amén de mejorar la calidad de los servicios de salud, educación, vivienda y atención a la tercera edad.

El Estado se volcaría particularmente en la protección y subsidio de las mujeres trabajadoras y con hijos. Destacaba aquí el Bono Marzo, una ayuda directa de 40.000 pesos para más de un millón de familias humildes y de clase media-baja. Preguntado sobre el particular, Piñera recalcó su compromiso con la "economía social de mercado" y con una "sociedad más justa e igualitaria". El apartado Hacia una sociedad de instituciones abordaba la descentralización territorial ("Santiago no es Chile") y el incentivo de la participación ciudadana en los mecanismos de la democracia. Por último, Hacia una sociedad de valores y con calidad de vida, entre otros puntos, desgranaba las medidas energéticas y medioambientales que Piñera pensaba aplicar para hacer de Chile un país "sustentable".

Además, Piñera, no obstante ser un católico practicante y contrario al aborto, se mostraba favorable a impulsar la igualdad de derechos de las parejas homosexuales a través de las uniones civiles, en lo que coincidía con Frei (y de paso le exponía a concitar la cólera de los sectores más conservadores de la Coalición, ya molestos por su aceptación de la regulación de la píldora anticonceptiva postcoital), pero se distanció del compromiso asumido por el democristiano en la derogación de la Ley de Amnistía de 1978. El desacuerdo con Frei en este punto no menoscababa su postura "abiertamente condenatoria" de las violaciones de los Derechos Humanos perpetradas por la dictadura; "yo siempre me opuse al Gobierno militar", reivindicó. En noviembre, el magnate convocó a más de 700 oficiales retirados en el Círculo Español de Santiago para explicarles su aceptación de la prescripción de la acción penal para los delitos encausados en fase pre-judicial. En política exterior, Piñera esgrimió la defensa firme de los principios de la soberanía nacional en las divergencias territoriales con Perú y Bolivia, y denostó sin ambages a la Cuba comunista y a la Venezuela chavista.

Polémico fideicomiso y controversias de campaña
El problema de la separación de sus intereses económicos en la esfera privada y políticos en la esfera pública, ya planteado cuando las elecciones de 2005, pretendió zanjarlo Piñera en abril de 2009 poniendo alrededor de un tercio de sus inversiones, 400 millones de dólares repartidos en diversas sociedades anónimas abiertas, en manos de un blind trust formado por gestores privados de cuatro firmas de servicios financieros y fiscalizado por la SVS. Las cuotas de capital en LAN Airlines, Chilevisión y Colo-Colo no fueron transferidas al llamado fideicomiso ciego (más bien "tuerto", iba a ironizar después el diputado concertacionista Jorge Insunza), aunque el candidato se comprometió a vender su paquete accionarial del 26,3%, 826 millones de dólares, es decir, la parte del león de su capital patrimonial, que tenía en la aerolínea antes del 11 de marzo de 2010, el día del cambio de Gobierno.

Sin embargo, no se desprendió por el momento de la propiedad de Chilevisión, si bien renunció a presidir la cadena y a sentarse en su consejo directivo, ni del 12,5% de participación en Blanco y Negro, la sociedad que controlaba el club deportivo, con la explicación de que la legislación chilena no se lo exigía. El oficialismo criticó con dureza un fideicomiso que dejaba sin tocar los intereses corporativos más sustanciosos del empresario.

El postulante de la oposición se vio envuelto en una serie de polémicas a lo largo de la precampaña y en la campaña propiamente dicha. El 23 de julio la ex titular de Justicia del Gobierno militar Mónica Madariaga Gutiérrez —a la sazón prima de Pinochet— declaró a un medio regional, a guisa de revelación explosiva, que en 1982 el empresario había estado encarcelado realmente por su presunta implicación en la quiebra del Banco de Talca y que ella había logrado que el juez que instruía la causa pusiera a Piñera en libertad, a tiempo para recibir el auto eximente de la Corte Suprema. La oportuna intervención ministerial respondió a una "petición" del hermano del procesado, José Piñera, el cual, a pesar de que ya no era ministro del Gobierno y había adoptado una postura crítica con la Junta, seguía conservando una importante influencia política. 27 años después de aquellos hechos, Madariaga, que padecía un cáncer terminal y falleció tres meses después, reconocía que ella había "intervenido indebidamente" en este caso. El comando de campaña del candidato tachó sus declaraciones de "indignantes, falsas y delirantes".

Días después de la entrevista de Madariaga, Luis Correa Bulo, el magistrado de la Corte de Apelaciones de Santiago que llevó el procesamiento del empresario en 1982, ratificó que él había recibido presiones de la ministra para que revocara la orden de aprehensión que pesaba contra el "Tatán" Piñera, en aquel momento, según él, no preso, sino prófugo. A su entender, la "intercesión" de Madariaga a favor del empresario no se hizo "a título personal", sino "a nombre del Gobierno militar".

En octubre, Piñera valoró el óbito de la antigua servidora de Pinochet con un "me alegro que hoy descanse en paz". La frase tenía una embarazosa lectura semántica y dio qué hablar, obligando a su autor a aclarar que lo que deseaba era que Madariaga encontrara finalmente la paz tras varios años de penosa enfermedad. En el primer debate televisado entre Piñera, Frei, Ominami y el ex ministro socialista Jorge Félix Arrate Mac-Niven, candidato de Juntos Podemos Más por Chile (coalición formada por el Partido Comunista y la Izquierda Cristiana), el 23 de septiembre, el candidato del Gobierno echó en cara al derechista que su nombre apareciera en el último Informe de Corrupción Global de Transparencia Internacional en relación con la multa impuesta por la SVS en 2007 por el uso de información privilegiada.

Airado, Piñera respondió que él nunca había hecho uso de información privilegiada y que nunca nadie le había "imputado" tal cosa; la afirmación del senador democristiano era "irresponsable", "faltaba a la verdad" y demandaba una "disculpa". En realidad, Frei se encontraba en una situación incómoda: iba persistentemente a remolque de Piñera en las encuestas e incluso se jugaba el paso a la segunda vuelta debido a su duelo particular con Ominami, quien por su parte le lanzaba continuos dardos. Astutamente, Piñera fue amable con el izquierdista, de cuyas críticas al desgaste de la Concertación y demandas de revitalización del sistema político dijo que eran coincidentes con su diagnóstico. En la recta final de la campaña, ni la activa implicación de miembros del Gobierno en favor de Frei ni la confirmación judicial de que al padre de este, fallecido en 1982, lo habían asesinado, envenenándolo, los sicarios de la dictadura en su cama del hospital —una cuestión que podría haber dinamizado las opciones del hijo por un efecto de simpatía—, no disminuyeron un ápice el liderazgo de Piñera, que terminó sus actos proselitistas con una ventaja de 13 puntos sobre el concertacionista.

Victoria a doble vuelta sobre Frei
En la votación del 13 de diciembre de 2009 Piñera, con el 44,1% de los sufragios, mejoró los pronósticos más favorables (aunque no lo hizo tan bien como Lavín en 1999 ni igualó la suma del voto de ambos en 2005) y pasó a disputar la segunda vuelta con Frei, que con el 29,6% se despegó nítidamente de Ominami. El postulante de la Nueva Mayoría quedó tercero con el 20,1% y Arrate fue cuarto con el 6,2%. Causó auténtica sensación el caudal de votos cosechado por Piñera en las circunscripciones pobres y en feudos tradicionales de la izquierda, como las regiones mineras y el puerto de Valparaíso. De hecho, el opositor se impuso en todas las regiones del país. En los comicios a la Cámara de Diputados, la Coalición por el Cambio, que incorporaba al pequeño partido social liberal Chile Primero y a la llamada Lista B de Independientes, sacó un diputado más, 58, que el bloque pentapartito de la Concertación y Juntos Podemos. En los comicios al Senado, el oficialismo y Juntos Podemos se quedaron con 19 escaños y la Coalición con 16. Pese al efecto Piñera, RN siguió a la zaga de la UDI, aunque el hundimiento del PDC y el retroceso también del Partido por la Democracia (PPD) le convirtieron en el segundo partido del país.

En su primera alocución postelectoral, Piñera llamó a "todos los chilenos" a superar "la división entre la izquierda y la derecha", y a "cerrar la brecha entre pobres y ricos". Sin embargo, la campaña para la segunda vuelta del 17 de enero hubo de librarla el ganador de la primera en buena parte a la defensiva, ya que vio recortarse drásticamente su ventaja sobre Frei al ritmo de los ataques del comando oficialista a su patrimonio empresarial y a su perfil mercantilista, las peticiones por Arrate y Ominami del voto para su adversario y, por último, la definición en igual sentido por la presidenta saliente, la archipopular Bachelet, que le comparó negativamente con Frei y cuya resistencia a desprenderse de todos sus intereses empresariales tildó implícitamente de deshonesta.

El 13 de enero, en un supremo esfuerzo de dinamismo, el aspirante a La Moneda se atrevió a bailar en el talk show del Canal 13 El hormiguero una movida coreografía del celebérrimo Thriller de Michael Jackson, siguiendo el ritmo a un grupo de jóvenes y a los presentadores del programa, con convincente resultado. Pero dos días después, el desenfado dio paso al enojo y al nerviosismo con la acusación al oficialismo de estar dirigiendo en su contra "una campaña de terror muy miserable, basada en mentiras y engaños". El 17 de enero de 2010, empero, Piñera volvió a dar la campanada, confirmando que la mayoría de los chilenos querían forzar la alternancia tras dos décadas de experiencia concertacionista. El opositor triunfó con el 51,6% de los votos, convirtiéndose en el primer representante de la derecha que llegaba a la Presidencia desde Jorge Alessandri en 1958. Además, el registro se producía precisamente en la primera ocasión electoral tras la muerte de Pinochet en 2006.

La calidad democrática de la jornada quedó redondeada con la exquisita cortesía de vencedor y perdedor, que se intercambiaron felicitaciones, cumplidos y buenos deseos, a la vista de todo el mundo y arropados por sus respectivas familias, en el cuartel general del primero, en un ambiente festivo a la vez que relajado. A la atmósfera de cordialidad y buen perder, como ya venía siendo habitual en el modelo chileno, se sumó la presidenta saliente. El 29 de enero el Tribunal Calificador de Elecciones ratificó la victoria de Piñera, quien convertido así oficialmente en el presidente electo prometió "unir y no dividir a los chilenos" en la "nueva transición" que comenzaba. En la víspera, en cumplimiento de los estatutos del partido, Piñera se dio de baja como miembro de RN.

Preparativos para el cambio de Administración
En los primeros días de febrero de 2010 el mandatario electo adoptó las últimas decisiones importantes previas al cambio presidencial. En lo referente a la solución de un potencial conflicto de intereses, el empresario puso a la venta ahora un 15% de propiedad en LAN. El paquete, que sólo era una parte de la cuota accionarial del 26%, tuvo como comprador preferencial a la familia Cueto, también accionista en la aerolínea. La operación reportó a Piñera pingües ganancias personales, pues la cotización de las acciones de LAN se había disparado en la Bolsa de Santiago tras conocerse el resultado de la segunda vuelta de las presidenciales. El 11% restante de LAN iba a ser vendido a finales de marzo, con Piñera ya instalado en La Moneda.

El empresario, además, se deshizo del 9,7% que tenía en el capital de la Clínica Las Condes y anunció el traspaso de su 100% de capital propietario de Chilevisión a una fundación sin fines de lucro, Cultura y Sociedad, en realidad una transformación de la Fundación Futuro. Sin embargo, una vez asumido el cargo, esa mudanza no se concretó. Hasta el mes de mayo no iba a presentarse una solución alternativa consistente en la venta del canal al fondo de inversiones latinoamericano Linzor Capital Partners, pero esta operación tampoco se cerró. Finalmente, Chilevisión iba a ser vendido al grupo estadounidense Time Warner en agosto de 2010. La última estimación de Forbes cuantificaba en 2.200 millones de dólares la fortuna del magnate y próximo presidente de la República de Chile, lo que le convertía en el 437º milmillonario del mundo. El cálculo de la revista presentaba un fuerte incremento patrimonial, ya que en la edición de 2009 Piñera había aparecido listado con una riqueza de sólo 1.000 millones, en la posición 701ª.

Mientras procedía, de manera parcial y por lo tanto criticada, a desprenderse de sus propiedades corporativas, Piñera hizo la presentación de su próximo Gobierno. Según el nuevo presidente, se trataba de un "Gabinete de excelencia" asentado en un "justo equilibrio entre capacidad profesional técnica-académica por una parte, y política por otra", y "no cruzado ni contaminado por las prácticas de los cuoteos y repartijas políticas". "Este no va a ser un Gobierno de administración, sino que emprenderemos grandes transformaciones", insistía Piñera. El escogido era un equipo de personas de "intachable trayectoria" y "férrea honestidad". Su misión: "poner en marcha una nueva forma de gobernar", una nueva "filosofía" de "responsabilidad compartida" consistente en "que el Estado va a ayudar a la gente a ayudarse a sí misma", pues "en la sociedad civil hay demasiada dependencia de lo que pueda hacer el Estado", continuaba explicando Piñera.

El Gobierno entrante se componía de 22 ministros de las tendencias liberal y conservadora, de los cuales sólo seis eran mujeres. Había mayoría de representantes de la UDI, tanto militantes como independientes allegados. Del ramillete de personalidades, con unos perfiles empresarial, académico o tecnocrático, destacaban Joaquín Lavín (UDI) en Educación, Rodrigo Hinzpeter Kirberg (RN) en Interior, Alfredo Moreno Charme (independiente pro UDI) en Relaciones Exteriores, Felipe Larraín Bascuñán (independiente) en Hacienda, y Cristián Larroulet Vignau (independiente pro UDI) en la Secretaría General de la Presidencia. También, el democristiano Jaime Ravinet de la Fuente, que había servido como ministro de Vivienda y de Defensa con Lagos, al que Piñera recuperó para la segunda de las carteras. El nombramiento irritó a la Concertación, viéndose obligado Ravinet a darse de baja como miembro del PDC.

El 10 de febrero Piñera entregó a sus futuros ministros un memorándum de instrucciones donde les pedía que, a fin de evitar conflictos de intereses, quienes pertenecieran a directorios de empresas o fundaciones renunciaran a sus responsabilidades corporativas antes del 28 de febrero. La prensa chilena señaló que al menos 10 de los 22 ministros tenían fuertes nexos con el mundo de los negocios y el sector privado.


5. Debut en la Presidencia bajo la emergencia del terremoto; el plan nacional de reconstrucción

El 27 de febrero de 2010 todo estaba a punto para la transferencia del mando en La Moneda cuando Chile fue sacudido por un gran movimiento sísmico que resultó ser el segundo más potente de su historia, luego del producido en Valdivia en 1960. El terremoto, de 8,8 grados de magnitud, largo en duración y con epicentro en un punto del océano a pocos kilómetros de las costas de las provincias de Ñuble y Cauquenes, golpeó con enorme violencia las regiones de Valparaíso, Metropolitana de Santiago, O'Higgins, Maule, Biobío y La Araucanía. La destrucción, agravada por los efectos de un tsunami que las autoridades no acertaron a alertar a tiempo, fue masiva en Maule y Biobío, donde varias ciudades quedaron arrasadas.

Carreteras, aeropuertos, puentes y otras infraestructuras públicas sufrieron destrozos de diversa consideración en todo el país, sin faltar la capital. Varios edificios altos de reciente construcción y que probablemente no cumplían las normas de seguridad antisísmicas se desplomaron. Millones de chilenos se quedaron temporalmente sin electricidad y teléfono. El balance de víctimas mortales quedó establecido, tras unos recuentos oscilantes, en los 525 fallecidos. El pánico y la conmoción dieron rápidamente paso a la indignación y la vergüenza porque muchas de las zonas afectadas por el terremoto devinieron escenarios de graves actos de pillaje y vandalismo, no pocos por parte de personas que en vez de tomar alimentos para subsistir robaban bienes de consumo muy codiciados. Las escenas de saqueos de supermercados y comercios fueron retransmitidas en directo a todo el mundo. Los desórdenes se prolongaron entre dos y tres días, hasta que hicieron acto de presencia los efectivos del Ejército y los Carabineros para hacer efectivos el respeto a las propiedades y el toque de queda.

Mientras que Bachelet, sobreponiéndose a las críticas que llovían sobre su Gobierno por el clamoroso fracaso de los sistemas de prevención del maremoto y por la lentitud de la respuesta inicial de las autoridades, coordinaba sobre el terreno las tareas de rescate y socorro a las víctimas, Piñera, sin dejar de sumarse al periplo institucional por los lugares afectados, se encargó de adelantar el anuncio de un plan de abastecimiento, seguridad y reconstrucción, Levantemos Chile, al que tendría que adecuarse el programa electoral de la Coalición por el Cambio. Cálculos preliminares situaban los costes de la reconstrucción en hasta 30.000 millones de dólares. Se trataba de una cantidad elevadísima, pero el Estado chileno, con sus cuentas básicamente consolidadas (el endeudamiento era muy bajo y el déficit fiscal, aunque elevado al 4,5% del PIB como consecuencia de las medidas de estímulo que el anterior Gobierno había tenido que implementar para mitigar los efectos de la crisis global, se consideraba temporal y manejable), contaba con margen financiero para sufragarla al alimón con las inversiones y los créditos blandos del sector privado.

En cualquier caso, sobre Piñera recaía la responsabilidad de levantar las zonas devastadas. Además, por su reputación de empresario de éxito, se veía doblemente obligado a demostrar sus capacidades como gestor de la cosa pública. El liderazgo rehabilitador de Piñera resultaba fundamental, pues el terremoto, además de segar vidas y destruir bienes, había dejado al desnudo importantes carencias del Estado y, como daban a entender los saqueos masivos cometidos en las barriadas populares, había mostrado al mundo el arraigo de una profunda fractura social tras décadas de modelo económico neoliberal, brecha entre ricos y pobres que los gobiernos concertacionistas no habían sabido cerrar.

Los éxitos macroeconómicos y los avances en el desarrollo y en la reducción de la pobreza acababan de proporcionar al país el ingreso en la OCDE (convirtiéndose en el primer Estado miembro de Sudamérica y en el segundo de Latinoamérica tras México), pero Chile seguía siendo uno de los países del mundo con una distribución de la renta más desigual. Estas fueron las amargas circunstancias que rodearon la transmisión del mando presidencial, la cual fue perfectamente coordinada por los equipos de los estadistas saliente y entrante, el 11 de marzo de 2010 en la sede del Congreso Nac