Víctor Paz Estenssoro
Presidente de la República (1952-1956, 1960-1964, 1985-1989)
1. Político de extracción burguesa con aspiraciones de regeneración nacional
2. Del golpe de 1943 a la Revolución de 1952
3. Primera presidencia (1952-1956): las grandes reformas del sistema boliviano
4. Segunda presidencia (1960-1964): moderación ideológica y derrocamiento militar
5. Estrategias políticas cambiantes y anclaje en el conservadurismo
6. Tercera presidencia (1985-1989): la Nueva Política Económica
7. Una jubilación tranquila
1. Político de extracción burguesa con aspiraciones de regeneración nacional
Nacido en el seno de una familia acomodada que por parte del padre era de ascendencia argentina, comenzó el bachillerato en el Colegio Nacional San Luis de Tarija y lo terminó en 1921 en Oruro, ciudad situada al noroeste del departamento más meridional de Bolivia, a la que el padre se había trasladado por cuestiones de negocios en la industria minera. En 1927 se licenció en Derecho por la Universidad Mayor de San Andrés sita de la capital, La Paz, y empezó a ejercer la profesión jurídica en la Caja de Seguro y Ahorro Obrero, aunque pronto se especializó en las cuestiones administrativas y contables. En julio de 1932 trabajaba como funcionario de la Contraloría General de la República cuando estalló la guerra con Paraguay a causa del litigio territorial del Chaco Boreal y, como miles de jóvenes, acudió al reclamo de movilización. Destinado primero a labores de retaguardia, llevando cuentas y avituallamientos, en 1934 se presentó voluntario como soldado combatiente y fue incorporado a una batería en la línea del frente.
Bolivia, que exhibió una organización militar y una cadena de mando muy deficientes, salió peor parada de la sangrienta contienda del Chaco, desarrollada en un territorio árido a cuyas duras condiciones no se aclimataron los indígenas quechuas y aymaras del Altiplano boliviano, reclutados como carne de cañón. En junio de 1935 se llegó al armisticio y tres años después un tratado de paz otorgó a Paraguay la mayoría del territorio disputado, con excepción de las áreas que se creía podían contener grandes reservas de petróleo, lo que no era el caso. El país andino tuvo 65.000 muertos para una población inferior a los tres millones de habitantes. La amarga experiencia del Chaco, considerada un desastre nacional por la población boliviana, alimentó la animosidad contra el régimen excluyente y tradicionalista que detentaban, a través de un grupo de políticos y abogados en calidad de administradores, la oligarquía del estaño y los grandes terratenientes rurales. Esta estructura de poder ultraconservadora era conocida popularmente como La Rosca. Paz se movió en esta dinámica de inquietud y contestación, mientras en lo profesional siguió vinculado a las finanzas en el ámbito de la función pública.
Su carrera política arranca en 1938 con la elección como diputado por Tarija en las elecciones a una asamblea constituyente convocadas por el entonces dictador, teniente coronel Germán Busch Becerra, aupado al poder con un programa reformista que el abogado apoyó sin reservas. En 1939, ocupando la Presidencia con carácter provisional el general Carlos Quintanilla Quiroga, Paz simultaneó su mandato legislativo con la docencia en la asignatura de Historia de la Economía en la Universidad Mayor de San Andrés.
Para 1941 Paz tenía maduro un proyecto político radical que aspiraba a una profunda reforma social, política y económica, en un país con estructuras de vestigio feudal en las relaciones de producción y con un sistema político restringido, semidemocrático en su articulado constitucional, que privaba de derechos y representación a la población iletrada e indígena. Secundado por un grupo de diputados socialistas e independientes, universitarios e intelectuales, personas en su mayoría jóvenes y pertenecientes a la llamada Generación del Chaco, Paz publicó el 10 de mayo de 1941 un manifiesto político que constituía toda una declaración de hostilidades contra el Gobierno conservador y proestadounidense del general Enrique Peñaranda Castillo, vencedor en las elecciones del año anterior como el candidato de los partidos tradicionales, el Liberal y el Republicano.
Un año después, el 7 de junio de 1942, Paz lanzó oficialmente el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), fuerza política de carácter antioligárquico y antiimperialista y con la vocación de convertirse en un partido de masas, comprometido con la justicia social y la implantación de un sistema verdaderamente democrático sustentando en la soberanía popular. Paz y sus camaradas pasaron inmediatamente a la acción desde ambientes conspirativos y establecieron contacto con círculos reformistas del Ejército, particularmente con la logia secreta de oficiales regeneracionistas Razón de Patria (Radepa), que encabezaba el mayor Gualberto Villarroel López.
2. Del golpe de 1943 a la Revolución de 1952
Los emenerristas con su presidente a la cabeza fueron copartícipes del golpe cívico-militar incruento del 20 de diciembre de 1943 que derrocó a Peñaranda e instauró una Junta de Gobierno revolucionaria presidida por Villarroel. Paz y otros dos miembros del partido fueron nombrados ministros en el gabinete provisional. Como responsable de la cartera de Hacienda, Paz jugó un papel protagonista en las disposiciones del nuevo régimen para remover las fórmulas de explotación agraria de herencia colonial, reconocer los derechos de los indios y poner coto a los desafueros de los grandes terratenientes y empresarios mineros. Bajo su impulso se celebró un congreso nacional indígena (mayo de 1945) y se creó la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) con Juan Lechín Oquendo como líder. También dispuso aumentos salariales, favoreciendo la implantación del MNR en las clases trabajadoras, aunque la formación no consiguió articularse como partido de masas.
Confrontado con una vigorosa oposición interna, instigada por los sectores conservadores, y al aislamiento internacional, Villarroel excluyó del Gobierno a Paz y los emenerristas, tildados de pronazis en Estados Unidos, en una medida que satisfizo a la oligarquía. Sin embargo, en las elecciones legislativas de junio de 1944 el MNR se adjudicó una rotunda victoria y a partir de ahí se restituyó la confianza entre el partido y el grupo militar de Villarroel. Luego de brindarle reconocimiento el Gobierno de Estados Unidos, el 6 de agosto el militar fue investido presidente constitucional de la República a instancias del MNR, que por esta vía se hizo de hecho con el poder. En enero de 1945 Paz fue repuesto formalmente en el gabinete.
Con todo, el régimen bicéfalo de Villarroel y Paz fracasó en la mejora de las condiciones de vida de la población, no consiguió abolir la servidumbre de los campesinos y mostró talante autoritario, engendrando la hostilidad de las clases medias urbanas, la cual las fuerzas derechistas se cuidaron de exacerbar. Después de sortear dos levantamientos militares y de trascender nuevas diferencias entre Paz y Villarroel, el 20 de julio de 1946 estalló una insurrección popular en La Paz a partir de una huelga de empleados de banca y de maestros que, con los estudiantes al frente, condujo a la toma de los símbolos del poder y al derrocamiento del Gobierno. El Ejército se abstuvo de intervenir y el 21 las turbas asaltaron la sede del Gobierno, el Palacio Quemado, sacaron a Villarroel a la calle, lo lincharon hasta matarle y finalmente colgaron su cadáver de una farola junto con algunos colaboradores.
Paz consiguió salir indemne de esta orgía de violencia y de la represión subsiguiente de la Junta Provisional de Gobierno presidida por el civil Néstor Guillén Olmos. Marchó clandestinamente a Argentina y desde Buenos Aires, a duras penas tolerado por el Gobierno de Juan Domingo Perón, reanudó una febril actividad oposicionista, reorganizando los cuadros del MNR en el exilio, manteniendo las células de resistencia en Bolivia y, en definitiva, preparando el regreso al poder. Combinó la participación institucional (el grupo de diputados del Congreso siguió funcionando) y la subversión; así, de él partió la insurrección del 27 de agosto de 1949 en Santa Cruz de la Sierra, Sucre, Potosí y Cochabamba, que se saldó en fracaso. El gobierno de Enrique Hertzog Garaizábal no ilegalizó al MNR por este intento golpista y su sucesor desde el 22 de octubre de 1949, Mamerto Urriolagoitia Harriague, también del Partido de la Unión Republicana Socialista (PURS) y considerado por la oposición un mero apoderado de La Rosca, le permitió participar en las elecciones generales del 6 de mayo de 1951. El envite fue aceptado por Paz, que se dispuso a obtener el poder por medios constitucionales esta vez.
Con el respaldo del Partido Comunista Boliviano (PCB, proscrito desde el año anterior) y el Partido Obrero Revolucionario (POR, trotskista), la fórmula presidencial de Paz, que seguía exiliado en Argentina luego de una expulsión temporal a Uruguay, y Hernán Siles Zuazo, quien sí estaba en Bolivia, aunque sometido a vigilancia y acoso, se impuso con el 42,9% de los votos a la gubernamental que encabezaba Gabriel Gosálvez (quien, como embajador en Buenos Aires, había instigado la expulsión de Paz del país), y ello a pesar de los imponderables técnicos y jurídicos con que topó el MNR, inclusive el sistema de voto censitario que privó del sufragio a muchos potenciales electores.
El 16 de mayo, Urriolagoitia, en un burdo intento de impedir la toma de posesión de Paz y luego de acusarle de haber pactado con los comunistas, entregó el poder a una Junta Militar de Gobierno encabezada por comandante en jefe del Ejército, general Hugo Ballivián Rojas, y marchó al extranjero. La implantación de la dictadura pura y dura por "La Rosca y sus lacayos", en una expresión del partido, soliviantó definitivamente al MNR, que a lo largo del Sexenio había adquirido el deseado carácter interclasista y ganado adhesiones masivas. Desde el punto de vista organizativo, la experiencia de la represión y las influencias comunistas y trotskistas (muy fuertes entre la militancia de la FSTMB) convirtieron al partido de Paz en una fuerza agazapada, jerarquizada y disciplinada según el modelo leninista.
El levantamiento revolucionario comenzó el 9 de abril de 1952 como un golpe de fuerza que, a semejanza del realizado en 1943, contó con la participación decisiva de cuerpos armados teóricamente leales al gobierno militar (destacando en esta ocasión el Cuerpo Nacional de Carabineros). Los rebeldes triunfaron en La Paz, pero esta vez las luchas contra los soldados por el control de los centros neurálgicos fueron sangrientas. Mineros y campesinos, la inmensa mayoría cholos (mestizos) e indios, secundaron en los departamentos a las milicias del MNR y la FSTMB que combatían en la capital. El día 11, con Ballivián y sus compañeros de junta prisioneros y un balance de 600 muertos sólo en la batalla de La Paz, Siles Zuazo se proclamó presidente de la República con carácter provisional y su primer acto fue convocar a Paz para que regresara urgentemente del exilio y asumiera el poder. El 14 de abril el economista tarijeño fue recibido triunfalmente en La Paz y al día siguiente tomó posesión de la oficina que legítimamente le correspondía con un mandato de cuatro años. Siles, a su vez, pasó a fungir de vicepresidente.
3. Primera presidencia (1952-1956): las grandes reformas del sistema boliviano
El flamante presidente no demoró la ejecución del programa de Revolución Nacional elaborado por el partido, que iba a suponer la mayor transformación social y económica en la historia independiente de Bolivia, en medio de una efervescencia política y social también excepcional. En parte porque estaba resuelto a ello, en parte por la fuerte influencia de los trabajadores del sector sobre el Gobierno, lo primero que hizo Paz fue nacionalizar la minería, siguiendo un proceso estudiado y metódico, pero sin pausas.El 14 de mayo ordenó la incautación de las minas de estaño de las compañías Patiño, Hoschschild y Aramayo -el núcleo de La Rosca- con la acusación de haber expoliado la riqueza nacional en beneficio propio y del extranjero. La medida tenía carácter provisional, mientras una Comisión adhoc deliberaba sobre el procedimiento de expropiación legal de las explotaciones. Poco después, el presidente decretó el monopolio del Estado sobre la comercialización de todos los minerales y trasladó las responsabilidades de gestión al Banco Minero de Bolivia (Bamin), creado a tal efecto.
El 2 de octubre instituyó también la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) como el ente encargado de administrar las empresas intervenidas. Finalmente, el 31 de octubre, firmó el Decreto de Nacionalización por el que el Estado adquiría los yacimientos y las instalaciones del trío Patiño-Hochschild-Aramayo a cambio de sustanciosas indemnizaciones. Las compañías extractoras medianas y pequeñas no fueron expropiadas, lo que dejó en manos del capital privado una tercera parte de la actividad minera en Bolivia.
Entre medio, el 21 julio, el Gobierno aprobó la ley de sufragio universal, que concedió los derechos de elección y elegibilidad a todos los bolivianos mayores de 21 años sin exclusiones de sexo, raza o nivel cultural, lo que multiplicó por cinco el censo electoral, que entonces ascendía a 204.000 personas. Coronando el programa revolucionario y previa entrega de sus conclusiones por la Comisión correspondiente, el 2 de agosto de 1953 entró en vigor la Ley de Reforma Agraria, que supuso la abolición de la servidumbre de los indígenas del campo con el reparto de los latifundios convenientemente parcelados a un millón de campesinos sin tierras. De nuevo, esta medida típicamente socialista se ciñó a las grandes propiedades y afectó preferentemente a las plantaciones de baja productividad. Los propietarios afectados también tuvieron derecho a compensación.
El Gobierno de Paz buscó consolidarse mediante la movilización de las organizaciones obreras y campesinas. Así, alentó la pronta creación de la Central Obrera Boliviana (COB) como la confederación sindical nacional y dotada de fuero; con Lechín a su frente, la COB obtuvo puestos ministeriales en el Gobierno y el derecho de veto en el seno de la Comibol, y desde el principio representó el ala más radical y militante de la Revolución Nacional, mientras que Siles Zuazo encarnaba las fórmulas moderadas. Por otro lado, Paz acometió una drástica reorganización del Ejército, promoviendo para los mandos superiores a antiguos oficiales de la facción de Villarroel y seleccionando a los nuevos cadetes a partir de listas presentadas por los sindicatos obreros y campesinos.
Con todo, las mayores dificultades objetivas para el Gobierno de Paz provinieron del propio conglomerado de fuerzas políticas y sindicales que suscribían la Revolución Nacional. Ya en enero de 1953 el presidente encajó un oscuro intento de golpe derechista que, según parece, fue promovido por sectores moderados del MNR opuestos al ascendiente de Lechín y sus sindicalistas sobre la dirección política movimientista. El PCB y el POR, por su parte, desarrollaron sus propios objetivos, que entraron en colisión con los de un Gobierno que negaba tener naturaleza marxista. La constatación de fisuras en el régimen revolucionario animó a la derecha tradicional, que estaba debilitada pero no noqueada, a reorganizarse y, a falta de un partido propio, a apoyarse en la Falange Socialista Boliviana (FSB), virulenta formación de ideología bolivianista (una confusa amalgama de nacionalismo, socialismo, antimarxismo y anticapitalismo), ubicada en la extrema derecha y enemiga jurada del estado de cosas nacido en 1952. La FSB ocupó el nicho vacante de partido de la oposición dentro de la democracia parlamentaria.
Paz adoptó una postura de neutralidad en el conflicto de personas e ideologías en el duopolio MNR-COB e intentó enjugar los efectos negativos de las nacionalizaciones sobre la economía, sin ningún éxito. La falta de personal técnico y de capitales que modernizaran las infraestructuras repercutió en la productividad, mientras que los descensos en los precios internacionales del estaño agravaron la penuria en las arcas del Estado, una caída de los ingresos que no pudieron compensar las incipientes exportaciones petroleras. El mandatario satisfizo la promesa populista de elevar los salarios de los trabajadores, pero al precio de emitir moneda. Necesariamente, la inflación se disparó, alcanzando los tres dígitos. La Reforma Agraria, al ejecutarse con deficiente planificación y un tanto caóticamente, hundió asimismo los niveles de producción, sumiendo a las ciudades en una penuria de alimentos y obligando al Gobierno a importar del extranjero estos bienes de primera necesidad. Con todo, la COB y los comunistas presionaron al presidente para que acelerara los cambios y midiera las realidades del momento con una vara más política que económica.
Otras grandes realizaciones del primer gobierno de Paz fueron el código educativo de 1955, que estableció la educación universal y obligatoria de todos los jóvenes bolivianos, y la construcción de vías de comunicación imprescindibles para el desarrollo nacional sin desvertebración regional, como la carretera Cochabamba-Santa Cruz, la primera ruta asfaltada del país.
4. Segunda presidencia (1960-1964): moderación ideológica y derrocamiento militar
Al final del mandato de Paz el balance de cuatro años de Revolución Nacional, no obstante las importantes realizaciones citadas, se antojaba insatisfactorio para el ala izquierda, que achacaba al mandatario laxitud o timidez a las horas de defender con uñas y dientes las conquistas sociales y económicas y de adoptar nuevos pasos. Para las elecciones del 17 de junio de 1956, primeras celebradas con el padrón universal, el MNR nominó al vicepresidente Siles, partidario de aceptar la cooperación de Estados Unidos y de estabilizar una economía en bancarrota con recetas liberales. Respaldado por las clases medias urbanas preocupadas por los desbordes revolucionarios y por la militancia obrera y campesina menos radicalizada, Siles se adjudicó una cómoda victoria y Paz le transmitió sus funciones el 6 de agosto, marcando un hito democrático en un país donde las presidencias truncadas y los golpes de Estado habían marcado la pauta.
Durante el turbulento mandato de Siles, que conoció la ruptura entre la COB y el MNR por la aplicación del programa de austeridad, Paz sirvió de embajador en Londres y a principios de 1960 regresó al país para ser proclamado candidato del partido a las elecciones presidenciales del 5 de junio de ese año. La decisión provocó una primera escisión en el emenerrismo, por su ala derecha, la encabezada por Walter Guevara Arze, dirigente fundador del partido y ministro de Exteriores con Paz, quien vio frustradas sus propias ambiciones presidenciales y optó por crear el Partido Revolucionario Auténtico (PRA).
Paz, que seguía gozando de un tirón popular muy fuerte, se enfrentó en las urnas a Guevara como único rival y aseguró para el MNR otros cuatro años en el Gobierno, tal que el 6 de agosto de 1960 protagonizó con Siles la transmisión de poderes inversa de la de 1956. El segundo ejercicio de Paz se caracterizó por el agravamiento de las tensiones internas en el MNR al avanzar el jefe del Estado y del partido por la vía pragmática y economicista principiada por Siles en detrimento del proceso revolucionario. Para Paz, era la hora de consolidar lo logrado y de paliar los efectos indeseados de la estatalización parcial de los sectores productivos, aunque tuvieran que revisarse algunos aspectos de lo realizado en el período 1952-1956. De ahí la Constitución de 1961, que asentó en líneas generales los pilares de la Revolución Nacional: la propiedad pública de la minería, la Reforma Agraria y el sufragio universal.
Con la asistencia de los gobiernos de Estados Unidos y Alemania Occidental, Paz lanzó un plan de reorganización de la industria del estaño introduciendo criterios de racionalidad, lo que exigió flexibilizar los controles sindicales en la Comibol, despidos laborales y contenciones salariales. La recuperación del nivel de producción en el sector minero más el desarrollo diversificado de las exportaciones no mineras, significativamente las de hidrocarburos, produjo en 1964 una tasa de crecimiento del PIB del 7%. La nueva política del estaño topó, lógicamente, con la resistencia de la COB y de Lechín, que capitaneaba el sector radical del MNR y venía ejerciendo de número dos del Gobierno en tanto que vicepresidente de la República. Reproduciendo el caso de Guevara Arze, en 1964 Lechín presentó su aspiración a suceder al jefe histórico del movimientismo en las elecciones de 1964, pero Paz, haciendo uso de una revisión constitucional, decidió optar a la reelección y forzó su proclamación por la convención nacional del partido. Furioso, Lechín rompió la militancia en el MNR y fundó el Partido Revolucionario de la Izquierda Nacionalista (PRIN), arrastrando a los cuadros descontentos y empujando a Paz aún más al centroderecha.
Siles también censuró la maniobra reeleccionista de su compañero de luchas políticas, y aunque se sumó al conciliábulo de Guevara y Lechín para propiciar la caída de Paz, de momento siguió en el partido. Confrontado con una vigorosa oposición de izquierda que reclutaba rápidamente seguidores entre las masas proletarias urbanas, Paz aceptó tomar como compañero de fórmula para el cargo de vicepresidente a un militar, el general René Barrientos Ortuño, antiguo militante emenerrista y ahora comandante en jefe de la Fuerza Aérea.
Merced al boicot de todos los oponentes al proceso electoral, el 31 de mayo Paz se adjudicó el 97,9% de los votos como el único candidato en liza y el 6 de agosto prestó juramente de su tercer mandato. Sin embargo, Barrientos y los demás jefes militares ya tenían planeado deshacerse de Paz y su partido minado por las divisiones, y asumir personalmente las riendas de una república en la que todos reivindicaban el timbre de revolucionarios. El 3 de noviembre, desde Cochabamba y con la connivencia de los servicios de inteligencia estadounidenses, Barrientos dirigió un levantamiento golpista que horas más tarde, ya en el día 4, forzó a Paz a huir a Perú y dejó el camino expedito para la asunción de una Junta Militar "restauradora", la cual a su vez dio paso a una suerte de cogobierno entre Barrientos y el general Alfredo Ovando Candía.
Este acontecimiento, que abrió un período de reformismo militar, autoritario, de tintes caudillistas y extraordinariamente represivo con las fuerzas dominantes en la fase precedente, vino a certificar el fracaso del régimen nacido en 1952 en los propósitos de enraizar el orden democrático, a pesar de la celebración de elecciones regulares, y de institucionalizar las relaciones entre el MNR encarnado por Paz y el movimiento sindical, que había renunciado a ser el brazo armado del partido y que en adelante iba a defender sus intereses corporativos y de clase con independencia de la fuerza política que ocupara el gobierno de turno.
5. Estrategias políticas cambiantes y anclaje en el conservadurismo
Sometido a residencia vigilada por el Gobierno de Fernando Belaúnde Terry, Paz pasó siete años exiliado en Lima, donde gozaba de importantes apoyos, sobre todo desde el Partido Aprista Peruano que lideraba Víctor Raúl Haya de la Torre. Mientras, en Bolivia se sucedieron las dictaduras militares de Barrientos, Ovando (desde septiembre de 1969, tras perecer en accidente aéreo el anterior, y a cuyo gobierno se sumaron algunos emenerristas a título individual) y, a partir de octubre de 1970, Juan José Torres González, los cuales ensayaron sus particulares conceptos del nacionalismo revolucionario, todos mermados en mayor o menor medida de legitimidad democrática e ideológicamente confusos.
El ex presidente intentó regresar en varias ocasiones, pero desistió ante la certeza de un arresto inmediato tan pronto como cruzara la frontera, a menos que lo hiciera clandestinamente. Cuando llegó al poder Torres, responsable de la experiencia más escorada a la izquierda y con más raigambre popular de esta suerte de tercera vía castrense que por aquellos años, con peculiaridades nacionales, se ensayaba también en Ecuador y Perú, Paz le ofreció el respaldo de su partido y la participación en la gestión gubernamental sobre la base de un programa político de mínimos, pero el general replicó redoblando la persecución de los partidarios del ex presidente.
La reacción contrarrevolucionaria del ala derechista de las Fuerzas Armadas se fraguó prácticamente de inmediato. En 1971 paz cambió radicalmente de estrategia y entró en contacto con el teniente coronel Hugo Banzer Suárez, que conspiraba contra Torres desde su exilio argentino. El golpe que todo el mundo daba por seguro triunfó el 21 de agosto; Banzer fue proclamado presidente, Paz siguió sus pasos regresando del exilio y entonces se reveló el pacto entre los dos hombres, por el que el MNR recobraba plena libertad de acción política y aceptaba colaborar con el nuevo régimen de facto. El apoyo de Paz se robusteció con la formación, en compañía del FSB, del Frente Popular Nacionalista (FPN), concebido para servir de soporte político a Banzer.
Esta alianza contra natura de Paz con el FSB y, más aún, el cheque en blanco dado a Banzer, aceleró la ruptura definitiva de Siles, que se marchó del MNR, en lo sucesivo llamado "histórico" para referirse al ala "legítima" liderada por Paz, y puso en marcha el Movimiento Nacional Revolucionario de Izquierda (MNRI), resueltamente opuesto a la nueva autocracia. Ahora bien, la constatación de que Banzer, lejos de restaurar la legalidad constitucional a través de un gobierno militar temporal, lo que pretendía era institucionalizar y perpetuar su dictadura unipersonal, agrietó las relaciones entre el militar y el civil. Culminando un prolongado forcejeo verbal, en diciembre de 1973 Paz sacó al MNR del Gobierno y se pasó al campo opositor, exponiéndose en lo sucesivo a las interdicciones que ya habían sufrido los partidos de izquierda. Las represalias no se hicieron esperar: a comienzos de 1974 Banzer expulsó a Paz a Estados Unidos y en noviembre del mismo año formó un gabinete exclusivamente militar y declaró en receso a todos los partidos y sindicatos.
Paz finalizó el tercer exilio exterior de su agitada trayectoria política en 1978 con motivo del proceso de normalización democrática que Banzer, acosado desde múltiples frentes, se vio obligado a emprender. Principió entonces el período institucionalmente más convulso en la historia contemporánea boliviana, cuatro años en los que se alternaron los intentos de restaurar la democracia civil y las irrupciones golpistas de los militares. Paz fue uno de los protagonistas de esta frenética etapa, pero fracasó repetidamente en su empeño de volver a la Presidencia.
En las elecciones del 9 de julio de 1978, ganadas fraudulentamente por el candidato de Banzer, el general Juan Pereda Asbún, Paz concurrió aliado con Guevara Arze, pero fue superado en votos por Siles, candidato unitario del MNRI, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Jaime Paz Zamora, sobrino del jefe del MNR, el PCB y una facción disidente del PRIN de Lechín, que concurrieron como Unión Democrática Popular (UDP). El mal resultado cosechado por Paz vino a reflejar la impopularidad que le había acarreado su complicidad con el dictador en los primeros años del gobierno de facto.
Luego de anular la consulta la propia Corte Electoral ante lo escandaloso del fraude, Pereda zanjó la crisis poselectoral dando un golpe de Estado el 21 de julio, pero el 24 de noviembre fue a su vez derrocado por el general David Padilla Arancibia, quien convocó nuevas elecciones para el 1 de julio de 1979. De cara a esta segunda tentativa democrática, las principales fuerzas políticas se aglutinaron en torno a Paz y Siles, ya septuagenario el primero y sexagenario el segundo. Con Paz se alinearon el MNR histórico, el Partido Demócrata Cristiano (PDC) de Luis Ossio Sanjinés -designado candidato a vicepresidente-, el PRA de Guevara Arze y la facción prochina del PCB, formando la lista MNR-Alianza (MNRA). Frente a este bloque que podía considerarse de centro-derecha, se erigieron la UDP de Siles, representando el centro-izquierda, y el nuevo partido de Banzer, Acción Democrática Nacionalista (ADN), ubicado en la derecha.
El escrutinio arrojó un empate técnico entre Siles y Paz, en el 31,2% de los votos, si bien el primero obtuvo 1.500 papeletas más, aunque en los comicios legislativos, debido a la diferente composición demográfica de cada circunscripción electoral, el MNRA conquistó 18 escaños más -64- que la UDP. Puesto que ningún aspirante alcanzó el 51% de los sufragios para ser proclamado presidente, correspondió al Congreso dirimir la investidura, pero tampoco allí se definió una mayoría presidencial clara, teniendo los partidos que agotar la vía constitucional y nombrar, el 8 de agosto, un presidente interino encargado de convocar nuevas elecciones, misión que recayó en Guevara Arze en tanto que presidente del Senado.
Las terceras elecciones en dos años pudieron celebrarse el 29 de junio de 1980, no sin conocer el país el nuevo golpe del general Alberto Natusch Busch (1 de noviembre), su casi inmediata caída y la elección de Lydia Gueiler Tejada (17 de noviembre), del PRIN, como presidenta constitucional interina. Paz, que escogió como compañero de fórmula al veterano conmilitón Ñuflo Chávez Ortiz, y Siles reeditaron su particular duelo y la mayoría volvió a aliarse con el segundo, pero ahora con una diferencia mucho más amplia, el 38,7% de los votos para el cabeza de la UDP y el 20,1% para el jefe del MNRA, quien seguramente pagó con un descenso de votos su negativa a reconocer la ventaja de Siles en el voto popular del año anterior.
Esta vez Paz reconoció la victoria de su rival y con los votos legislativos del MNRA Siles fue proclamado presidente electo, quedando todo listo para su toma de posesión en la fecha tradicional del 6 de agosto. Pero ahora lo que truncó la natural conclusión del proceso de transición democrática fue el violento golpe de Estado, el 18 de julio, del general Luis García Meza, quien inauguró la dictadura más brutal y corrupta que recordaban los bolivianos. A la caída de García Meza, el 4 de agosto de 1981, se sucedieron los gobiernos militares de Celso Torrelio Villa y Guido Vildoso Calderón, quien, por fin, se avino a dar una salida civil y democrática a una situación de degradación a todos los niveles y de usurpación de la soberanía popular que terminó hastiando a todo el mundo.
Así, el 10 de octubre de 1982, de conformidad con los resultados electorales de 1980 que asumieron el MNR y los demás partidos en un ejercicio de fair play democrático especialmente perentorio, Siles Zuazo fue inaugurado presidente al frente de un gobierno de coalición. Para entonces, Bolivia había padecido la increible cifra de 192 golpes de Estado, triunfantes y fracasados, lo que en aquella fecha daba una media de 1,22 golpes por año desde la independencia de España en 1825.
6. Tercera presidencia (1985-1989): la Nueva Política Económica
Paz condujo una oposición parlamentaria muy dura contra el Gobierno de Siles, puesto contra las cuerdas por la calamidad económica, la declaración de guerra de los sindicatos a sus intentos de parar la gravísima crisis con fórmulas liberales, los ruidos de sables en los cuarteles y las tensiones internas en la propia UDP, que empezó a desintegrarse. Presionado por el MNR y la ADN, Siles prefirió ahorrarse una eventual salida del Palacio Quemado por la fuerza y acortó su mandato en un año, convocando elecciones anticipadas para el 14 de julio de 1985.
Desgastados los partidos de izquierda por las agitaciones y huelgas obreras, la batalla en las urnas se redujo a dos opciones, el centroderecha que representaba Paz y la derecha de Banzer, que ofrecían ley, orden y estabilidad económica con firmes recetas neoliberales. El voto popular concedió el primer puesto a Banzer con el 28,5% de los sufragios, seguido de cerca por Paz con el 26,4%, pero entonces todas las fuerzas principales convinieron en que el país no podía tener a un ex dictador de presidente, así que el 5 de agosto Paz fue investido por el Congreso en segunda votación con el apoyo del MNRI, el MIR y otras formaciones, sumando 94 votos sobre 157.
El 6 de agosto el anciano estadista tomó posesión de su mandato de cuatro años en una ceremonia a la que asistieron los presidentes Raúl Alfonsín de Argentina, Belisario Betancur de Colombia y Julio María Sanguinetti de Uruguay, y con el país sumido en una pesadilla económica para la que no se veía final: la economía estaba en recesión aguda, el paro rozaba el 18% y, sobre todo, atenazaba una hiperinflación del 2.800%, que, de continuar su crecimiento exponencial, podía llegar al índice del 50.000% a final de año. Desde 1982 el peso se había depreciado hasta el punto de cambiarse a 750.000 unidades por dólar, mientras que los salarios reales se habían recortado en más de un 60%.
Paz expuso su análisis de la sombría situación y lo expresó con una frase, entre franca y dramática que, a la postre, se hizo célebre: "O tenemos el valor moral, con su secuela de sacrificios para plantear de modo radical una nueva política, o sencillamente, con gran dolor para todos, Bolivia se nos muere". Así, el 29 de agosto, por el Decreto Supremo 21060 (el dígito se cita expresamente en cualquier retrospectiva histórica, dada su trascendencia), Paz estableció la Nueva Política Económica (NPE), un programa de ajuste estructural y de estabilización monetaria y financiera basado en la terapia de choque que, más allá del remedio coyuntural, iba a sentar las bases para la reversión del estatismo de la economía boliviana y su inserción en las dinámicas del libre mercado. Esto es, la NPE suponía una profunda reforma estructural y un viraje de 180 grados en este terreno desde la Revolución de 1952, y, para mayor significación, el artífice de ambas transformaciones era la misma persona.
El drástico programa de ajuste discurrió por las siguientes actuaciones: el levantamiento de los controles sobre los precios y los cambios, y la regulación de los mismos por el mercado; el levantamiento de la suspensión del pago de la deuda y la recuperación del diálogo con el FMI; la renuncia a la emisión de moneda para paliar el déficit fiscal y un ahínco en la austeridad en el gasto público y en el incremento de la bajísima capacidad recaudatoria del Estado a través de una reforma tributaria que sistematizara los impuestos sobre el valor añadido, la renta y el patrimonio; la congelación de los salarios de los funcionarios; y, el traspaso de empresas de titularidad estatal a corporaciones regionales de desarrollo y la descentralización de la Comibol.
La empresa se antojaba extremadamente complicada y, lógicamente, la COB y la FSTMB se apresuraron a oponerse con todas sus fuerzas a una política económica sumamente traumática para el trabajador. Para asegurarse el necesario margen de desenvolvimiento, 16 de octubre de 1985 Paz aparcó rencores y desconfianzas y adoptó con Banzer el denominado Pacto por la Democracia, que se sostuvo hasta febrero de 1989, cuando el jefe adenista prefirió aliarse con el PDC para participar en las próximas elecciones generales. En el ínterin, el Pacto, considerado un hito en la consecución del elevado consenso entre partidos que hoy caracteriza el sistema político boliviano y el principio de la superación de los sectarismos ideológicos arraigados durante décadas, facilitó la gobernabilidad en tan delicada etapa de ajuste y ahorró al dirigente emenerrista algunas de las insufribles tensiones padecidas por Siles. El respaldo de Banzer constituyó también una suerte de póliza de seguro contra eventuales asonadas militares; en efecto, por primera vez desde la independencia, los uniformados desistieron de inmiscuirse en la cosa pública y no perturbaron la democracia civil.
Con la seguridad que le otorgaba la mayoría parlamentaria, Paz no vaciló en reprimir las protestas obreras, hasta agosto de 1986 proclamó dos veces el estado de sitio en respuesta a sendas huelgas generales y confinó a los dirigentes sindicales en zonas alejadas e inhóspitas del norte del país. Ello, más la reforma de la Comibol, fue el comienzo de un debilitamiento irreversible de la otrora todopoderosa COB.
Al poco de firmarse el Pacto por la Democracia, los precios mundiales del estaño y otros minerales no ferrosos que constituían la base del comercio exterior boliviano colapsaron por la salida al mercado de las reservas de mineral de China; luego de caer la libra fina de estaño de los 5,5% a los 0,5% dólares, la Bolsa de Londres clausuró sus actividades del metal y el país andino, de la noche a la mañana, vio evaporarse el 90% de sus ingresos por la materia prima. Dado que las exportaciones alternativas de gas aún eran insuficientes y además el hidrocarburo se cotizaba a la baja en los mercados internacionales, Paz, en una decisión que seguramente se le hizo difícil de digerir, resolvió que no quedaba otro remedio que lanzar la reconversión total de la Comibol, donde algunas empresas producían estaño a un coste cinco veces superior a su precio en los mercados.
En los meses siguientes, 25.000 trabajadores de la minería fueron despedidos, un verdadero terremoto social que la FSTMB fue incapaz de conjurar. Paz esperaba que estos desempleados fueran recuperados para la economía productiva por las nuevas industrias creadas gracias a las inversiones que fueran llegando al país, pero lo cierto es que la mayoría engrosaron la economía sumergida y, los que habían sido campesinos, regresaron a sus cultivos tradicionales, como los de planta de coca.
Entre tanto, la NPE empezó a arrojar resultados alentadores. Luego de alcanzar el pico del 23.500% -la tasa más alta del mundo-, la inflación para el conjunto de 1985 fue del 8.170% y para finales de 1986 el ritmo en la escalada de precios se situó en el 1% mensual solamente, hasta terminar el año con un índice del 66%. Del 10,6% de déficit público en 1985 se pasó al 2,8% doce meses después (aunque en 1987 la tendencia este positiva se quebró), mientras que la cotización del dólar se estabilizó en torno a los 1.900.000 pesos. El 28 de noviembre de 1986 Paz firmó la ley para la puesta en circulación el 1 de enero de 1987 de una nueva moneda nacional enteramente convertible, el boliviano, equivalente a un millón de pesos y con un tipo de cambio flexible con relación al dólar. El tercer año de la administración de Paz fue el primero de la década con crecimiento positivo, en torno al 2,5%.
Gracias a este conjunto de medidas, el Gobierno de Paz estableció un fructífero diálogo con el FMI y el Club de París para la reconversión de la deuda externa, que se elevaba ya a los 4.000 millones de dólares y cuyo servicio total equivalía el 130% del PIB; en sucesivas rondas de negociación, el país tuvo acceso a nuevos créditos de contingencia, a exoneraciones temporales del pago de intereses y a condonaciones parciales de amortizaciones, a cambio de mantener las políticas de ajuste. Mediante trabajosos convenios con un centenar y medio de bancos internacionales, hasta 1988 el Estado boliviano consiguió rescatar el 50% de las obligaciones contraídas con aquellas instituciones pagando tan sólo el 11% de su valor nominal.Tan singular procedimiento, pionero en las experiencias de canje de deuda por naturaleza, fue posible gracias a la recompra de paquetes de deuda por la entidad estadounidense Conservation International, que recibió a cambio los derechos para desarrollar actividades en beneficio de la conservación ecológica y el uso sostenido de los recursos naturales renovables en la Amazonia boliviana.
Una vertiente más polémica del entendimiento de Paz con el Gobierno de Ronald Reagan fue la aceptación de asesores militares para las operaciones de destrucción de laboratorios clandestinos de procesado de cocaína y de persecución de los jefes narcotraficantes. El mandatario boliviano se avino a atacar las organizaciones criminales, pese a poner escandalosamente de manifiesto los tentáculos mafiosos en el aparato del Estado y de yugular una fuente pública de ingresos, fruto del lavado de dinero. Pero desistió de aplicar una política antidroga integral, tal como deseaba Washington, pues un análisis simplista que dictaminara la erradicación sin más de todas las plantaciones de coca arruinaría la única fuente de ingresos de decenas de miles de bolivianos que vivían del cultivo -que no de su comercialización- de esta planta, la cual, además, constituía un componente esencial de la dieta tradicional de los indígenas, que no podían confundirse con cocainómanos. Con ser un gran problema el abrumador peso económico del circuito subterráneo de la coca-cocaína, Paz estimó que las prioridades más urgentes estaban en otro lado.
7. Una jubilación tranquila
Al final de su mandato, Paz pudo ofrecer un balance positivo de la NPE en los aspectos macroeconómicos: crecimiento del PIB en un 3%; el déficit público recortado a la mitad y situado en el 5,4%; un superávit comercial de 180 millones de dólares; el tipo de cambio ligeramente oscilante y en torno a los 2,5 bolivianos por dólar, y, el logro más espectacular, la inflación interanual por debajo del 20%, siendo el índice para el conjunto de 1989 el 16%. Como contrapunto, el fortísimo varapalo al nivel de ingresos y la calidad de vida del boliviano de a pie: cientos de miles de ciudadanos habían engrosado la legión de pobres y el paro superaba el 25%. Además, el crecimiento económico era inferior al crecimiento demográfico. Pese a las estrecheces del presente, la población no directamente afectada por la reconversión de la minería estaba agradecida al octogenario dirigente por haberla sacado de la pesadilla de los precios crecientes de día en día.
En las elecciones del 7 de mayo de 1989 el candidato del Gobierno, Gonzalo Sánchez de Lozada, ministro de Planeamiento y Coordinación entre 1986 y 1988 e ideólogo de la NPE, se alzó por delante del siempre popular Banzer por unos pocos miles de votos, pero en la preceptiva votación congresual la ADN, que había salido descontenta de la experiencia pactista con el MNR, se volvió hacia el MIR y dio sus votos a Paz Zamora, tercero en las preferencias populares. Así, el 6 de agosto tío y sobrino realizaron la transferencia de mando. Fue la primera vez desde 1964 que un presidente concluyó sin novedad su mandato constitucional y Paz Estenssoro protagonizó los dos hitos.
El 10 de marzo de 1990 Paz, próximo a cumplir los 83, anunció desde Estados Unidos que abandonaba de manera irrevocable la jefatura nacional del MNR después de 48 años de desempeño. El relevo se produjo formalmente en abril durante la XVI Convención Nacional del partido. Fue elegido como nuevo jefe nacional Sánchez de Lozada, quien en las elecciones presidenciales de junio de 1993 iba a ser de nuevo el candidato más votado antes de conseguir, esta vez sí, la investidura por el Congreso. Paz recibió el cargo honorífico de jefe vitalicio del partido y con este último emolumento simbólico puso final a su longeva carrera política. Se retiró a su hacienda en la localidad tarijeña de San Luis en compañía de la familia para dedicarse al cultivo de vides. Su retirada de la vida pública fue completa. Rehusó inmiscuirse en la política interna del MNR o difundir opiniones sobre la marcha del país, y, a lo sumo, se dejó tomar consejo por aquellos dirigentes que le requerían.
Desde mediados de la década su salud fue deteriorándose paulatinamente, afectado por el mal de Parkinson, dolencias cardiovasculares que hicieron necesarias varias intervenciones y, desde 1999, por una parálisis que lo recluyó en la silla de ruedas, todo lo cual, según los que acudieron a visitarlo, no le impidió conservar una perfecta lucidez. Su fallecimiento se produjo el 7 de junio de 2001, el día que el MNR celebraba su 59º aniversario, a los 93 años de edad en la clínica privada del cirujano Max Attie en Tarija, por una parada cardíaca en el postoperatorio de la amputación de la pierna derecha, que se le había infectado a causa de una trombosis. El entonces presidente de la República, que no era sino Banzer (vencedor, por voto directo y por voto congresual, en las elecciones de 1997) y que dos meses después iba a verse obligado a renunciar por el cáncer que padecía, decretó 30 días de duelo oficial y se unió a los demás cabezas de partido en la unánime elegía por el finado.
Con Paz Estenssoro, sin ninguna duda el más influyente estadista boliviano en la segunda mitad del siglo XX al auspiciar los dos modelos políticos y económicos que, con fechas de arranque en 1952 y 1985 respectivamente, han marcado el devenir del país sudamericano, desapareció el fundador y uno de los últimos jefes históricos del MNR, luego de los óbitos en 1996, con apenas unas semanas de diferencia entre sí, de Guevara Arze, Siles Zuazo y Chávez Ortiz. El otro sobreviviente de la Revolución de 1952, Lechín Oquendo, falleció menos de tres meses después de Paz.
Político de porte austero, hombre serio y lector empedernido, Víctor Paz Estenssoro nunca respondió al caso del caudillo demagogo latinoamericano ni hizo gala de un carisma especial, incluso en los momentos álgidos de la revolución movimientista -que fueron ricos en retórica y en populismo- y cuando gozó de elevado respaldo popular. Tampoco fue exactamente un hombre de acción, no obstante discurrir una parte considerable de su trayectoria entre las bambalinas subversivas, sino más bien un jefe disciplinado y organizador, cuando no un intelectual de corte erudito a la antigua y un conocedor profundo de la geografía, las gentes y la idiosincrasia bolivianos.
Cuando estuvo en el poder exhibió un apego leal al orden constitucional y a las formas democráticas, e, independientemente de lo acertado o desacertado de sus políticas de Gobierno o de oposición, difícilmente puede relacionársele con los modos autoritarios y personalistas. Que delegó poder y que se preocupó de preparar su sucesión ordenada con suficiente antelación, fueron decisiones que aseguraron al MNR su continuidad como partido sólidamente implantado y organizado luego de encajar la pérdida del líder fundador, marcando la diferencia con la ADN u otros partidos históricos de América Latina excesivamente ligados al liderazgo de sus caudillos, los cuales -la naturaleza se lo recuerda-, no son sempiternos. Sin ir más lejos, el MNR, nuevamente en la persona de Sánchez de Lozada, reconquistó el Gobierno en las elecciones generales de junio de 2002.
(Cobertura informativa hasta 5/11/2002)