Gérard Latortue

Gérard Latortue, un jurista y economista sin partido con una amplia experiencia como funcionario de la ONU, fue la personalidad escogida, por consenso no parlamentario para encabezar el Gobierno de transición de Haití tras el derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide en la revuelta de febrero de 2004. En sus dos años de ejercicio, Latortue encajó una ola de violencia que se cobró cientos de víctimas e hizo gala de una clara tendencia política por la que reprimió a los aristidianos y coqueteó con los cabecillas facciosos de la citada insurrección, antes de verse obligado, con la ayuda de los cascos azules de la ONU, a combatir a quienes de entre aquellos rehusaban desarmarse. Unas elecciones presidenciales golpeadas por la inseguridad y el desorden, y de las que salió victorioso René Préval, pusieron el turbio colofón al mandato interino de Latortue, concluido en junio de 2006.

(Nota de edición: esta biografía fue publicada el 2/3/2010. El ex primer ministro haitiano Gérard Latortue falleció en Estados Unidos el 27/2/2023 a los 88 años de edad).

1. Un bagaje de funcionario y consultor internacional
2. Reclamado para encabezar el Gobierno haitiano en circunstancias de naufragio nacional
3. La gestión interina: explosión de violencia y normalización democrática


1. Un bagaje de funcionario y consultor internacional

Perteneciente a una familia de juristas, se formó en Derecho y Economía en su Gonaïves natal y en la capital, Puerto Príncipe, y luego, a partir de 1956, perfeccionó esta doble capacitación en París, en el Instituto de Estudios Políticos (Sciences Po), la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas y el también universitario Instituto de Estudios de Desarrollo Económico y Social (IEDES), por el que obtuvo un diploma. En 1959 pasó brevemente por la Facultad de Economía Comparada de Luxemburgo. En 1960 retornó a Puerto Príncipe para establecerse como profesional de la práctica y la docencia jurídicas, labores que desarrolló en el Ministerio de Trabajo, en la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Haití y desde 1961 en un centro que puso en marcha junto con un antiguo compañero de estudios y del que fungió de director, el Instituto de Altos Estudios de Economía y Negocios.

Incluido en las listas de enemigos políticos del régimen dictatorial de François Duvalier, en mayo de 1963 Latortue escapó de Haití por el conducto seguro que le facilitó la Embajada de Guatemala y emprendió un exilio que no iba a interrumpir hasta transcurridos 25 años. En los primeros tiempos de este dilatado período, el abogado se ganó la vida desempeñándose de investigador y profesor de Economía en la Universidad Interamericana de Puerto Rico y en la Universidad de Puerto Rico. En el Estado Libre Asociado trabajó también en el Centro de Investigaciones Sociales del Caribe y América Latina (CISCLA) y ejerció la profesión legal privada en un bufete de la localidad de San Germán. En 1968 asistió en Estados Unidos a unos cursos especializados impartidos por la Case Western Reserve University de Cleveland, Ohio, y el International Marketing Institute de la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massachusetts.

En 1971 Latortue fue reclutado para su plantilla por la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI). En los 17 años siguientes, el funcionario internacional trabajó sucesivamente en Lomé (Togo), Abidján (Côte d’Ivoire) y, a partir de 1982, en la sede central en Viena. En los dos primeros destinos fungió de director de proyectos y en el tercero fue sucesivamente jefe de la Sección de Planificación Industrial de la División de Operaciones Industriales, jefe del Servicio de Negociaciones de la División de Coordinación de Políticas y director de la División del Sistema de Consultas del Departamento de Promoción Industrial, Consultas y Tecnología.

Gozando de un estatus profesional más que desahogado y cómodamente instalado en la capital austríaca, Latortue no parecía tentado de regresar a su país incluso después de caer la dictadura duvalierista en febrero de 1986. Sin embargo, cuando al despuntar 1988 el presidente electo de la República, Leslie Manigat, del partido Reagrupamiento de Demócratas Nacionalistas y Progresistas (RDNP), le ofreció el puesto de ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional en el Gobierno que se disponía a formar, el expatriado respondió afirmativamente. Por cierto que su esposa y madre de sus tres vástagos ya adultos, Marlene, era hija del que fuera ministro de Exteriores de Haití en 1954 y 1955, Mauclair Zephirin.

Latortue se estrenó como jefe de la diplomacia haitiana el 12 de febrero de 1988 tras la toma de posesión del primer ministro Martial Célestin, pero su primer cometido gubernamental no pudo ser más breve: el 20 de junio del mismo año, el general Henri Namphy, al parecer arrepentido de haber entregado el poder a los civiles aunque en primera instancia revuelto contra su destitución por Manigat como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, perpetró un golpe de Estado y reinstauró la dictadura castrense. La impune usurpación de los militares, que no iba a ser la última en la larga cadena de golpes e insurrecciones contra el poder de turno cuyo origen se remontaba hasta la misma independencia de Francia en 1804, devolvió a Latortue el estatus que había tenido hacía menos de un semestre: el de exiliado y economista al servicio de la ONUDI y con despacho en Viena.

Con su nombramiento como director de la División de Evaluación de Proyectos del Departamento de Elaboración de Programas y Proyectos de la ONUDI, Latortue se convirtió en el haitiano de mayor rango en el organigrama administrativo de la ONU. En septiembre de 1989, sin abandonar dicho departamento, pasó a dirigir la División de Actividades Especiales. En junio de 1990 fue trasladado al Departamento de Promoción Industrial, Consultas y Tecnología, donde se puso a dirigir de nuevo la División del Sistema de Consultas, y en enero de 1993 estuvo de vuelta en el Departamento de Elaboración de Programas y Proyectos como director de la División de Programas por Región y Dominio.

Aunque desvinculado de las turbulencias políticas de su país, que en septiembre de 1991 se adentró en una etapa especialmente ominosa de dictadura y represión a raíz del golpe de Estado que derrocó al presidente democráticamente elegido en los comicios de diciembre de 1990, el ex sacerdote salesiano Jean-Bertrand Aristide, Latortue era un técnico internacional con un innegable potencial como hombre de Estado, susceptible de ser invitado a desempeñar misiones gubernamentales.

En 1993, por ejemplo, su nombre sonó como una posible alternativa, consensuada por los militares, Aristide (quien, aunque derrocado y exiliado, preservó el reconocimiento internacional como el legítimo presidente de Haití), la ONU, la OEA y el Gobierno de Estados Unidos, para reemplazar al primer ministro Marc Bazin, un político conservador que contemporizaba con la junta del general Raoul Cédras, pero el nombramiento terminó recayendo en el empresario Robert Malval por exigencia de Aristide, quien desconfiaba del perfil liberal-conservador del economista.

En junio de 1994, cuatro meses antes de la reposición de Aristide en el poder a remolque de la invasión de una fuerza militar de Estados Unidos, Latortue clausuró su etapa de funcionario de la ONUDI y se instaló en Florida, donde abrió un despacho de consultor internacional privado especializado en la evaluación de la cooperación exterior al desarrollo y la asistencia del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a los países africanos, así como a Haití. En 1995 asumió la Secretaría General de la Asociación de Universidades e Institutos de Investigación del Caribe (UNICA).

En relación con Haití, Latortue canalizó su activismo en los círculos de las élites profesionales y empresariales que desconfiaban del izquierdismo del Gobierno de la Organización Política Lavalas (OPL), el partido de Aristide, quien gozaba del respaldo masivo de los haitianos pobres y de raza negra, es decir, la inmensa mayoría de la población.

Sinceramente preocupado por la endémica penuria de su país, y pertinazmente alejado de la militancia política, Latortue estuvo entre los animadores de la Red del Desarrollo Haitiano, una ONG que se definía como estrictamente apartidista y que funcionaba como un grupo de influencia dedicado a promover las inversiones generadoras de riqueza, pero en noviembre de 1995 abandonó la misma en desacuerdo con unas manifestaciones políticas contrarias a Aristide realizadas por el director del grupo, Jacques Jonassaint, quien era sobrino del que fuera efímero presidente de paja bajo la junta de Cédras, Émile Jonassaint. En 1997, el haitiano, a pesar de no pertenecer ya al organismo, fue barajado como candidato para suceder al mexicano Mauricio de María y Campos como director general de la ONUDI, pero la perspectiva no se materializó.

Durante las presidencias de René Préval y, de nuevo, desde febrero de 2001, Aristide, Latortue disfrutó de una especie de semijubilación en Boca Raton, en el condado de Palm Beach. Hasta 2000 siguió activo en la UNICA y de paso ejercitó el periodismo en la cadena Haitian Television Network of America (HTN), con sede en Miami, que le contrató como presentador de dos programas de actualidad dirigidos a los haitianos de la diáspora, The Week in Review y The Guest. Hombre calmoso y de gustos intelectuales, Latortue era también un ávido coleccionista de libros de historia y tradiciones haitianas. Se asegura que en 2001 Aristide, al iniciar su segunda presidencia, le invitó a ocupar un puesto en el Gobierno, pero que el veterano economista declinó la oferta.


2. Reclamado para encabezar el Gobierno haitiano en circunstancias de naufragio nacional

El plácido retiro de Latortue en Estados Unidos, entreverado de fugaces visitas a Haití, habría continuado sin duda de no haberse sumido su país, en el que apenas había vivido unos meses en las últimas cuatro décadas, en una de las peores crisis de su convulsa historia.

Precedida por una acumulación de errores propios —excesos demagógicos y populistas, deriva autoritaria, negativa a adelantar las elecciones legislativas, tolerancia de los desmanes de las milicias oficialistas, caos financiero—, y de cortapisas ajenas —racanería en el desbloqueo de la ayuda foránea al desarrollo y de las líneas de crédito, beligerancia de los partidos opositores, acciones terroristas de antiguos militares, huelgas laborales, algaradas civiles—, todo lo cual coadyuvó a generar una situación explosiva de polarización social, parálisis institucional, destrucción de infraestructuras básicas, pistolerismo sectario, criminalidad común y miseria galopante, la crisis desembocó a comienzos de febrero de 2004 en una insurrección de grandes proporciones. Atizada por bandoleros, ex paramilitares de extrema derecha y antiguos oficiales policiales y militares revueltos contra Aristide, la revuelta, con epicentro en Gonaïves, capital del Departamento Artibonite, abocó al país a la anarquía generalizada y a la guerra civil.

Entrevistado por los medios de comunicación en Florida, Latortue no tuvo ambages en culpar a Aristide de las presentes violencias, que presentó como la consecuencia inevitable de sus arbitrariedades, y en calificar a los insurgentes que se habían hecho con el control de su Gonaïves natal de "revolucionarios" y de "movimiento de liberación". En su pronunciamiento más vehemente contra Aristide hasta la fecha, declaró: "Quizá, todos aquellos que hasta ahora han estado protegiendo a Aristide recobren el sentido común y le obliguen a liar el petate".

Al ritmo de los saqueos y los asesinatos, las distintas bandas de subversivos aliadas bajo el nombre de Frente de Reconstrucción Nacional (FRN) fueron conquistando ciudades en su avance hacia el sur, hasta dejar a Aristide y sus leales acorralados en Puerto Príncipe. Finalmente, dado por desahuciado por los dos únicos países que podrían salvar su presidencia, Estados Unidos y Francia, y con las avanzadillas rebeldes en los arrabales de Puerto Príncipe, Aristide fue obligado a firmar una carta de renuncia el 28 de febrero y al día siguiente abandonó el país a bordo de un avión estadounidense en ruta hacia un exilio que tuvo altos provisionales en la República Centroafricana y Jamaica, y parada definitiva en Sudáfrica.

Todo en un día, 29 de febrero, Boniface Alexandre, presidente de la Corte de Casación del Tribunal Supremo, juró la asunción de las funciones de presidente provisional de la República tal como establecía la Constitución en caso de vacancia del titular. El FRN aceptó el plan de paz internacional y la deposición de las armas. El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el despliegue automático de una Fuerza Multinacional Interina (FMI) de 3.600 soldados —estadounidenses, franceses, canadienses y chilenos— por un período inicial de tres meses. En las horas y días siguientes, la FMI fue desplegándose en Puerto Príncipe y otros puntos sensibles del país. El 1 de marzo, las huestes del FRN, con sus jefes a la cabeza, entraron triunfal y pacíficamente en Puerto Príncipe.

La irrupción de Latortue en este drama se produjo el 9 de marzo. Ese día, un denominado "Consejo de Sabios", órgano inconstitucional cuyos siete miembros, representando teóricamente al conjunto de la sociedad haitiana, habían sido nombrados por una comisión tripartita formada por la Fanmi Lavalas (el partido de Aristide), la Convergencia Democrática de partidos políticos de la oposición y los representantes de la comunidad internacional, donde llevaba la voz cantante Estados Unidos (potencia tutelar de facto al aportar el grueso de la FMI, 1.900 hombres entre marines, soldados y marineros), anunció el nombramiento del septuagenario en ciernes como primer ministro del país con un mandato de lo más complicado: recuperar la seguridad, desarmar a las bandas y milicias con la ayuda imprescindible de la FMI y de la futura misión de cascos azules de la ONU, reconstruir las estructuras y servicios devastados por los combates y el pillaje, atajar el riesgo de una catástrofe humanitaria y crear las condiciones necesarias para celebrar a medio plazo unas elecciones generales. Si todo iba bien, el presidente ganador de estas elecciones tomaría posesión en febrero de 2006, que era cuando vencía el período para el que Aristide había sido electo a finales de 2000.

Los participantes en la componenda presentaron a Latortue, cuya candidatura se impuso sobre las de Smarck Michel, primer ministro (1994-1995) antes de romper con Aristide y de pasarse a las filas opositoras, el general retirado Hérard Abraham, quien fuera jefe del Ejército y jefe del Estado interino en 1990, y Axan Abellard, un empresario también afincado en Florida, como una elección de compromiso, y pusieron de relieve su condición de personalidad que gozaba de prestigio dentro y fuera del país.

Aunque no afiliado a partido alguno, Latortue, sin embargo, no era exactamente un primer ministro apolítico e independiente, según se desprendía de sus recientes loas a los rebeldes. La Fanmi Lavalas, que seguía teniendo muchísimos partidarios en Puerto Príncipe, entre ellos los violentos chimères, tropa de choque del bando aristidiano a la que también afectaban las órdenes de desarme, y que había participado en las reuniones del Consejo de Sabios desde una posición de suma debilidad, tenía sus razones para desconfiar de Latortue, quien, al menos sobre el papel, asumía unas prerrogativas ejecutivas muy amplias toda vez que Alexandre estaba de acuerdo en desempeñar el papel de presidente sólo simbólico. Además, Latortue desplazaba a Yvon Neptune, un aristidiano de la línea dura para el que los sectores más radicales de la oposición pedían el arresto y el procesamiento por corrupción y supuesta complicidad en la eliminación de disidentes.

Otros escépticos con la designación de Latortue se preguntaron por la idoneidad de un hombre que, aunque a todas luces perito en cuestiones económicas y buen conocedor de las palestras internacionales donde se ventilaban las asistencias que Haití necesitaba como una cuestión de vida o muerte, era un tecnócrata más bien apoltronado que se había pasado más de la mitad de su vida fuera del país y que no estaría adecuadamente familiarizado o sensibilizado con las calamidades que afligían al haitiano corriente. En cuanto a Aristide, desde su exilio, arremetió contra estadounidenses y franceses por haberle echado del país, según él, bajo coacciones de todo tipo y poco menos que secuestrado, y se propuso no ponerles las cosas fáciles a las nuevas autoridades con llamamientos a sus partidarios a la "resistencia pacífica" frente a la "ocupación" de Haití y a los rebeldes "narcotraficantes" y "terroristas".

Latortue regresó precipitadamente de Florida el 10 de marzo y dos días después prestó juramento de su puesto. El 16 de marzo quedó finiquitada la formación del Gabinete, donde destacaban las presencias de Yvon Simeón como ministro de Exteriores, Henri Bazin al frente de Finanzas y Abraham en el crucial Ministerio del Interior, desde el que el ex general controlaba la Policía Nacional (PNH, única institución armada del país tras la abolición del Ejército en 1994 por Aristide, y que ahora mismo estaba medio desintegrada a causa de las deserciones y los alineamientos políticos) y los dispositivos de seguridad. En aras de la neutralidad, ni los partidos de la Convergencia Democrática ni la Fanmi Lavalas fueron invitados a sentarse en el Gabinete.


3. La gestión interina: explosión de violencia y normalización democrática

Latortue debutó como primer ministro de un país destrozado en todos los aspectos dando un polémico paso. El 20 de marzo, acompañado de Abraham y el ministro de Justicia, Bernard Gousse, se desplazó a Gonaïves, donde ya patrullaban 150 legionarios franceses, para restablecer la autoridad del Gobierno central en el departamento.

Allí, el primer ministro rindió tributo al denominado Frente para la Liberación y la Reconstrucción Nacionales, antes llamado Ejército Caníbal, a su anterior líder, el hampón Amiot Métayer, cuyo asesinato en septiembre de 2003 había preludiado la insurrección en la ciudad, a su hermano y actual jefe de la banda, Butteur Métayer, quien se había autoproclamado "presidente de la República de Artibonite", a su portavoz, Winter Etienne, que aseguraba ser el nuevo alcalde de la ciudad, y al ex comisario policial Guy Philippe, principal cabecilla del FRN, a todos los cuales llamó "combatientes por la libertad" y les agradeció el "coraje" demostrado en la "lucha contra la dictadura". Éstos, a cambio, le hicieron una entrega simbólica de armas y le prometieron el desarme completo en cuanto la PNH hiciera acto de presencia en la ciudad.

El gesto del primer ministro desató recias críticas en Puerto Príncipe, irritó a los gobiernos de la Comunidad del Caribe (CARICOM), con el jamaicano a la cabeza, que por el momento se negaban a reconocer a la nueva Administración haitiana mientras no se aclararan las circunstancias de la partida y la dimisión de Aristide (la Unión Africana, Venezuela y Cuba también rehusaron el reconocimiento), y tampoco agradó a Estados Unidos, que acababa de disuadir a Philippe y a su segundo en el mando en el FRN, Louis-Jodel Chamblain, un ex jefe de los escuadrones de la muerte al servicio de la junta de Cédras y convicto por múltiple asesinato, de cualquier amago de obtener poder institucional por la fuerza y de obligarles a abandonar las armas. Además, Latortue y Abraham dieron a entender que se proponían restablecer las Fuerzas Armadas, objetivo que perseguía abiertamente Guy Philippe.

Días después, Chamblain se plegó a ceder a la PNH el control de Cap-Haïtien y otras ciudades del norte, y el 22 de abril, inesperadamente, se entregó a las autoridades, ante las que seguía siendo un condenado a dos cadenas perpetuas in absentia, para hacer frente a un nuevo juicio por el asesinato del empresario Antoine Izmery en 1993. Éste no tardó en celebrarse, pero su sentencia, emitida el 17 de agosto, fue absolutoria. En mayo de 2005 el Tribunal Supremo declaró nulo el otro juicio en el que Chamblain había sido sentenciado, el que depuró responsabilidades por una matanza de opositores a la dictadura de Cédras antes de la reposición de Aristide en 1994 y que había supuesto penas de cárcel para otros 38 antiguos soldados y paramilitares. En agosto siguiente, por último, el cabecilla faccioso fue puesto en libertad, para escándalo de las ONG humanitarias y el bando político de Aristide. En cuanto a sus compañeros de rebelión, Philippe, Etienne y Métayer, no tuvieron impedimentos para registrar el FRN como un partido político legal, con la mirada puesta en las próximas elecciones.

La impunidad de los principales perpetradores de graves abusos contra los Derechos Humanos en el levantamiento de 2004 contrastaba con la situación del ex primer ministro Neptune, que en agosto de 2005 permanecía en prisión sin cargos y se encontraba en unas delicadas condiciones de salud tras realizar una huelga de hambre. Neptune no era sino el más relevante de un nutrido grupo de miembros del Gabinete de Aristide y de la Fanmi Lavalas que se encontraban arrestados o encarcelados porque el Ejecutivo interino de Latortue y la justicia les consideraban sospechosos de corrupción o de violencia política.

Las manifestaciones de los seguidores del presidente depuesto exigiendo la repatriación de su líder fueron reprimidas contundentemente por las fuerzas de seguridad, produciéndose varios muertos. Aún peor, empezaron a denunciarse ejecuciones extrajudiciales por efectivos de la PNH en las barriadas populares de la capital donde el bando aristidiano conservaba toda su fuerza. A su vez, gentes del entorno de la Fanmi Lavalas se tomaron la justicia por su mano y asesinaron a cierto número de policías, algunos decapitados a machetazos. Para terminar de complicar las cosas, a la violencia sectaria se le solapó, casi inextricablemente, una ola desaforada de criminalidad común. Las armas de fuego campaban por sus respetos, sobre todo entre los ex rebeldes y ex paramilitares, contra los que el Gobierno no intervenía. En este sentido, el desmoronamiento del Estado en la revuelta de febrero había causado unos estragos muy difíciles de arreglar.

Este infausto orden de cosas no mejoró tras el traspaso del control de la seguridad por la FMI a la nueva Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), una operación de cascos azules integrada por 6.700 militares y 1.600 policías (con una avanzadilla de 1.200 soldados brasileños) y autorizada por el Consejo de Seguridad el 30 de abril de 2004. La ceremonia de entrega del mando tuvo lugar el 1 de junio y la transferencia efectiva de las tareas de requisa de armas y de vigilancia de la seguridad se produjo el 25 de junio, momento en el que el grueso de las tropas estadounidenses inició la retirada. En esta ocasión, Latortue culpó implícitamente a Aristide de la violencia rampante: "Uno tiene la impresión de que alguien, en algún lugar, está planificando, organizando y llevando a cabo este clima de inseguridad", afirmó. En octubre siguiente, el primer ministro se quejó de que la comunidad internacional no estaba ayudando al Gobierno como debiera en el combate a las bandas armadas y el restablecimiento del orden público.

En noviembre de 2004 pasó a la acción violenta el Frente de Resistencia de Artibonite, liderado por Etienne y Métayer (quien iba a fallecer de un fallo renal en junio de 2005) y que, por lo que se veía, distaba de estar desarmado. Los antiguos revoltosos contra el régimen de Aristide se hicieron con el control de una comisaría policial en Gonaïves y Latortue tuvo que pedir socorro a los cascos azules de la MINUSTAH, que expulsaron a los asaltantes. A partir de aquí, los pacificadores internacionales comenzaron a emplearse a fondo, viéndose arrastrados a verdaderas batallas campales, con sus regueros de muertos, tanto en las barriadas pobres de Puerto Príncipe, contra las bandas criminales, pro o anti Aristide, como en provincias, contra las milicias de ex soldados y paramilitares que se negaban a desmovilizarse y, al contrario, se dedicaban a atacar comisarías de una PNH cogida entre múltiples fuegos, si no acusada de atizar ella misma el incendio. Muchos facciosos que habían lucido el uniforme castrense hasta 1994 se sentían traicionados por Latortue porque el primer ministro, obligado ante la comunidad internacional, había desechado la idea de restablecer el Ejército.

Sectores de la sociedad civil exigieron a Latortue que asumiera su responsabilidad por el caos instalado en las calles, que amenazaba con hacer descarrilar todo el proceso político de transición, y reclamaron su dimisión. El primer ministro insistió en agotar su mandato sin legitimidad democrática e intentó aplacar a sus detractores con varias mudanzas ministeriales. 2004, uno de los años más funestos en la historia de Haití, terminó con un crecimiento económico negativo del 3,5% del PIB como consecuencia de las enormes pérdidas materiales causadas, primero, por la revuelta de febrero, y, segundo, por el paso en septiembre de la tormenta tropical Jeanne, que devastó Artibonite, anegó la isla de la Tortuga y mató a más de 3.000 personas en todo el país. El Consejo de Seguridad de la ONU amplió el mandato de la MINUSTAH hasta febrero de 2006, pero en la última conferencia internacional de donantes, celebrada en Bruselas en octubre de 2005, el Gobierno volvió a ver frustradas sus expectativas económicas.

Con el Estado convaleciente, sin fondos e incapaz de garantizar un mínimo de orden, Latortue se resignó a posponer repetidamente las elecciones generales, cuya fecha original era el 13 de noviembre de 2005, con una previsión de segunda vuelta de las presidenciales el 18 de diciembre. El 30 de diciembre, tras constatar que seguían sin resolverse los retrasos y problemas en la organización del material electoral y el listado del censo, el Consejo Electoral Provisional (CEP), con el visto bueno de la ONU y la OEA (que proporcionaban casi toda la logística), anunció el cuarto aplazamiento, tras los efectuados el 7 de septiembre (retraso al 20 de noviembre), el 18 de noviembre (retraso al 27 de diciembre) y el 25 de noviembre (retraso al 8 de enero). Finalmente, se acordó que fueran el 7 de febrero las elecciones presidenciales y legislativas, con la segunda vuelta el 19 de marzo.

A trancas y barrancas, vigiladas por los 9.000 efectivos de la MINUSTAH y supervisadas por 36.000 observadores internacionales y nacionales, tuvieron lugar las elecciones del 7 de febrero de 2006, que, tal como se había temido, discurrieron entre incidentes, actos de violencia y abundantes quejas por la mala organización, dando pábulo a las primeras denuncias de fraude por anulación arbitraria e incluso destrucción de papeletas. Los primeros resultados facilitados por el CEP, con el 15% escrutado, dieron como ganador al claro favorito, el ex presidente Préval, candidato del Fwon Lespwa y al que apoyaban la mayoría de los aristidianos (si bien la Fanmi Lavalas, oficialmente, practicó el boicot en protesta por el encarcelamiento a que seguía sometido Neptune) con el 61% de los votos, pero en el desarrollo del escrutinio esta horquilla descendió sospechosamente, hasta situarse en el 48,8%. La participación quedó provisionalmente fijada en el 63%, un porcentaje relativamente alto que satisfizo a Latortue.

La perspectiva de la segunda vuelta encolerizó a los partidarios del Fwon Lespwa, que acusaron al CEP de manipulación. Préval mismo denunció un "fraude masivo" en su contra en razón de la anulación de 125.000 papeletas por diversas irregularidades. Otras miles más, al parecer favorables a su candidatura, fueron halladas en un basurero, dentro de sus urnas y medio quemadas. Y los 85.000 votos en blanco (algo más del 4%) computados por el CEP se antojaban más que demasiados para un país con la cultura política y el volumen de censo electoral de Haití

El 14 de febrero el Gobierno interino ordenó la suspensión de la publicación de los resultados finales hasta que se esclarecieran las denuncias de irregularidades. Dos días después, al cabo de ásperas negociaciones con Latortue, la OEA y la MINUSTAH, el CEP aceptó una nueva tabulación en la que los votos en blanco se daban por válidos pero no se contaban como tales, sino que eran distribuidos proporcionalmente entre los candidatos; esto elevó la cuota de Préval al 51,1%, proclamándose así ganador sin necesidad de la segunda vuelta. En segundo lugar quedó el también ex presidente Manigat, por el Reagrupamiento de Demócratas Nacionales Progresistas (RDNP), el empresario independiente Charles Henri Baker fue tercero y Jean Chavannes Jeune, de la Unión Nacional Cristiana para la Reconstrucción de Haití (UNCRH), fue cuarto. Políticos de solera como Marc Bazin, Evans Paul y Serge Gilles no alcanzaron el 3% de los votos cada uno. El electorado ignoró al ex sedicioso Guy Philippe, que sólo sacó el 1,9%.

El acuerdo para proclamar a Préval presidente en la primera vuelta, de dudosa legalidad al hacer una interpretación sui géneris de la normativa electoral, buscó ante todo neutralizar un estallido de violencia de incalculables consecuencias y desbloquear la conclusión del período interino abierto en 2004, que ya no daba más de sí. Por lo que se refiere a las legislativas, que celebraron una segunda vuelta —también retrasada, por las impugnaciones presentadas en la primera— el 21 de abril, el Fwon Lespwa ganó una mayoría simple de diputados y senadores. La prolongación de las elecciones a la Asamblea Nacional postergó la inauguración de Préval, al 14 de mayo. Latortue continuó en su puesto hasta el 9 de junio, día en que le tomó el relevo el primer ministro nombrado por Préval, Jacques-Édouard Alexis.

Tras este servicio institucional, el jurista se retiró de la vida pública nacional. En octubre de 2007 encabezó la misión de observadores de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF) en las elecciones legislativas celebradas en Togo. En marzo de 2008 la ONU le nombró facilitador especial del diálogo entre Gobierno y oposición en Guinea. Y en agosto de 2009 volvió a liderar una misión de monitores electorales de la OIF, esta vez para cubrir las presidenciales de Gabón.

(Cobertura informativa hasta 2/3/2010)