Jakaya Kikwete
Presidente de la República (2005-2015)
El cuarto presidente de la República Unida de Tanzania desde la fusión de Tanganyka y Zanzíbar en 1964 es un antiguo militar de carrera devenido miembro del Gobierno que el 14 de diciembre de 2005 ganó para su partido, el Chama Cha Mapinduzi (CCM), el puesto ejecutivo ocupado antes que él por sus correligionarios Julius Nyerere, Ali Hassan Mwinyi y Benjamin Mkapa. Dinámico y popular, el hasta ahora ministro de Exteriores toma las riendas de un país proverbialmente estable de África oriental que intenta superar su agudo subdesarrollo con políticas ordenadas de estabilidad y crecimiento, y que viene ejerciendo una influencia positiva en la pacificación de los conflictos centroafricanos.
(Texto actualizado hasta marzo 2006)
1. Militar y ministro en las filas del CCM
2. Elección presidencial en 2005
1. Militar y ministro en las filas del CCM
Recibió una educación exhaustiva en la escuela de primaria de su población natal, Msoga, la escuela de estudios intermedios de Lugoba, las escuelas de secundaria de Kibaha y Tanga, y finalmente, a partir de 1972, la Universidad de Dar es Salam. En 1975, nada más obtener la diplomatura en Economía, fue reclutado para el aparato del partido socialista gobernante desde la independencia del Reino Unido en 1961, la Unión Nacional Africana de Tanzania (TANU), que en 1977, bajo la batuta del presidente Julius Nyerere, pasó a llamarse Partido de la Revolución, más conocido por su denominación en swahili, Chama Cha Mapinduzi (CCM), mediante la fusión con el Partido Afro-Shirazi (a su vez, la fuerza gobernante en la isla de Zanzíbar, que desde la unión estatal con Tanganyka en 1964 gozaba de un estatus semiautónomo).
El TANU, que ostentaba el monopolio del poder y funcionaba como el partido del Estado, proporcionó a Kikwete una doble formación profesional en la estructura administrativa y en la milicia. A la vez que se familiarizaba con la gestión política civil como subsecretario regional del partido, recibió instrucción en la Academia Militar Central de Monduli, en Arusha. En 1977 se graduó con el galón de teniente de la Fuerza de Defensa Popular de Tanzania (TPDF) y pasó a ocupar el despacho de subsecretario del CCM en Zanzíbar. En 1981, con el grado de capitán, ascendió a secretario del partido en la región de Tabora y en 1984, al cabo de un cursillo preparatorio y en calidad de mayor de la TPDF, inició un período de dos años como instructor político de cadetes en la Academia de Monduli. Terminada esta labor en 1986, retornó al aparato burocrático del CCM como secretario general de partido en los distritos de Nachingwea y Masasi, sitos respectivamente en las regiones de Lindi y Mtwara.
Su salto a la política de dimensión nacional se produjo en 1988, ocupando la Presidencia de la República Ali Hassan Mwinyi, al ser designado diputado del Bunge o Asamblea Nacional en representación de su distrito natal, Bagamoyo, y también viceministro de Energía, Minerales y Recursos Hídricos en el Gobierno del primer ministro Joseph Warioba. En marzo de 1990 se convirtió en el titular del Ministerio y en noviembre del mismo año fue confirmado en sus funciones por Mwinyi cuando éste nombró primer ministro a John Malecela. Como responsable de un área fundamental para el desarrollo del país, Kikwete ejecutó las disposiciones de expandir el sector minero y desregular el sector eléctrico, poniendo fin a tres décadas de monopolio estatal en la producción y el suministro de energía. Igualmente, autorizó la entrada de capital privado en el programa de aguas.
Por otro lado, en las elecciones legislativas del 28 de octubre de 1990, que todavía se desarrollaron bajo el sistema de lista única, renovó su escaño parlamentario. En 1992, el año en que el Bunge aprobó una serie de enmiendas constitucionales que inauguraron la era del multipartidismo en Tanzania, Kikwete se retiró del servicio activo de la TPDF con el grado de teniente coronel.
La maña mostrada por Kikwete en las cuestiones de economía impelió a Mwinyi a nombrarle ministro de Finanzas en la remodelación gubernamental de diciembre de 1994. Consciente de su tirón popular entre las bases del partido, el ministro hizo pública su aspiración de la candidatura del CCM para las elecciones generales del 29 de octubre de 1995, de las que iba a salir el primer presidente con legitimidad democrática en la historia del país. A finales de junio, el Comité Ejecutivo Nacional del partido endosó su precandidatura junto con las del primer ministro, Cleopa Suya, y el ministro de Ciencia, Tecnología y Educación Superior, Benjamin Mkapa. No pasaron la criba del supremo órgano dirigente del partido las postulaciones del ex primer ministro Warioba, el fiscal general Mark Bomani y el presidente del Bunge, Pius Sekwa.
El favorito del aparato del CCM y, no menos importante, el tapado oficioso de Nyerere, que conservaba una gran influencia política desde su posición de reverenciado padre de la nación, era Mkapa, quien se trataba de un veterano colaborador del ex presidente emérito, miembro de una generación intermedia de dirigentes y poseedor de un amplio bagaje gubernamental. Aunque considerado un servidor público competente, si no brillante, y muy leal al partido, Kikwete, con sus 44 años, era visto por la vieja guardia bregada en la lucha por la independencia como demasiado joven para ocupar la jefatura del Estado. El perfil juvenil del ministro de Finanzas, que desplegaba un estilo moderno y emprendedor, podría haber sido considerado valioso por todo el mundo en el CCM en unas circunstancias de miedo al primer envite en unas urnas competitivas, pero la convicción de que la oposición, dividida y bisoña, no entrañaba un peligro serio, y de que la victoria estaba asegurada, espoleó las posibilidades del más maduro Mkapa.
Estas consideraciones pesaron en la votación celebrada el 22 de julio en Dodoma por los delegados del CCM reunidos en Congreso General. Con todo, en la primera ronda Suya quedó apeado y Kikwete dio la sorpresa al recibir el mayor número de votos. Pero en la segunda ronda, donde bastaba la mayoría simple, Mkapa ganó con 686 votos, aunque Kikwete obtuvo 639. Lo ajustado del resultado invitó a conjeturar que si Mkapa no hubiese entrado en la liza con la aureola de favorito de Nyerere, la candidatura presidencial se la habría llevado con facilidad su contrincante 12 años más joven.
El 29 de octubre, sin sorpresas, Mkapa retuvo para el CCM la Presidencia de la República con un contundente 61,8% de los votos frente a tres adversarios opositores, mientras que en las legislativas, Kikwete revalidó su mandato, pero esta vez representando a Chalinze, una circunscripción nueva desgajada de Bagamoyo. Mkapa tomó posesión el 23 de noviembre y cinco días después hizo lo propio el nuevo Gabinete, con Frederick Sumaye de primer ministro y Kikwete de ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional, un nombramiento que removió cualquier sospecha de resquemores arrastrados desde la elección interna de julio y que vino a reconocer la valía del hasta ahora responsable de Finanzas. Kikwete fue el responsable de la diplomacia tanzana en los dos períodos presidenciales de Mkapa (quien fue reelegido con el 74,9% de los votos en las generales del 29 de octubre de 2000, mientras que el CCM amplió su mayoría absoluta en el Bunge), esto es, diez años.
Aunque cediendo todo el protagonismo a su jefe institucional y a Nyerere –fallecido en octubre de 1999-, el ministro fue el responsable técnico de la tenaz política pacifista de puertas al exterior, que por un lado preservó la neutralidad de Tanzania en el gran conflicto regional del Zaire, luego República Democrática del Congo (1998-2002), y por el otro, trabajando coordinadamente con las diplomacias zambiana, botswana y sudafricana, o por mandato de la Comunidad de Desarrollo del África Meridional (SADC), o bien de manera particular, medió positivamente para la desescalada de dicha guerra, que involucró a decenas de actores entre facciones congoleñas y ejércitos regulares de países vecinos, así como, y muy en especial, para la conclusión de la guerra civil de Burundi, si bien, aquí, las autoridades de Bujumbura acusaron repetidamente a los tanzanos, que tenían dentro de sus fronteras a 300.000 refugiados burundeses, de dar cobertura a las organizaciones rebeldes hutus.
Así, Dar es Salam y Arusha fueron escenarios de numerosas reuniones de las partes enfrentadas, cumbres presidenciales, acuerdos de alto el fuego y acuerdos de contenido político entre Gobierno y guerrilla que hasta mediados de 2005 consiguieron reducir la guerra civil burundesa a una expresión mínima al tiempo que instalaron en el país vecino un sistema democrático y de reparto del poder entre la mayoría hutu y la minoría tutsi. Por otro lado, el ministro de Exteriores tanzano tuvo una actuación fructífera en el proceso de integración regional en el seno de la SADC y, en especial, de la Comunidad de África del Este (EAC), bloque subregional formado con Kenya y Uganda que el 1 de enero de 2005 estrenó una unión aduanera.
2. Elección presidencial en 2005
Muy popular entre sus paisanos, que le creían completamente al margen de los escándalos de corrupción que acosaban a otros miembros del Gabinete, Kikwete, con sus aires de político amistoso, próximo al pueblo, amante del deporte –era patrón de la Asociación Nacional de Baloncesto- y devoto de Dios –de Alá, aunque su fe musulmana no presentaba discrepancia alguna con el cristianismo que profesaba la mayor parte de la élite dirigente-, quedó prefigurado con mucha antelación como el favorito del CCM para suceder a Mkapa, que tenía por ley limitados sus mandatos presidenciales a dos.
La nominación la decidieron el 4 de mayo de 2005 los 1.800 compromisarios del Congreso General del partido y Kikwete fue el ganador al primer intento con 1.072 votos, frente a los 476 obtenidos por el antiguo secretario general de la Organización para la Unidad Africana (OUA), Salim Ahmed Salim, y los 122 del ministro de Transportes y Comunicaciones, Mark Mwandosya. Previamente, el Comité Ejecutivo Nacional había descartado las precandidaturas del primer ministro Sumaye y el ministro de Estado adjunto la Oficina de la Presidencia, Abdallah Kigoda. En su discurso de aceptación, Kikwete se comprometió a “consolidar las reformas y los logros” del Gobierno saliente, pero imponiendo “un ritmo acelerado y celo”.
El resultado de la elección interna sin duda satisfizo a Mkapa, quien, aunque no quiso pronunciarse expresamente en favor de ningún aspirante, anteriormente se había referido a su ministro de Exteriores cuando declaró que el oficialismo necesitaba a “alguien que pueda ganar el voto de los miembros del CCM, que sea admirado incluso por quienes están fuera del partido y que tenga un registro incuestionable de buenos servicios”. Mkapa también había subrayado la importancia de ser sucedido por un dirigente que preservara la buena imagen internacional del país y la confianza depositada por las instituciones financieras internacionales.
En efecto, en su década de Gobierno, Mkapa había ganado la consideración de buen alumno del FMI y el Bando Mundial por perseverar en las reformas estructurales promercado y las políticas de estabilidad inauguradas por Mwinyi, dando luz verde a nuevas privatizaciones, ateniéndose a la austeridad presupuestaria, controlando la inflación y sometiéndose a las obligaciones deudoras, aunque buscando en todo momento, y consiguiendo, el reescalonamiento de los pagos y la condonación de tramos del montante.
También, se habían producido avances en la diversificación productiva, haciendo que los sectores turístico –basado en Zanzíbar- y minero aportaran más a un PIB eminentemente agropecuario. En julio de 2001, la puesta en explotación de la inmensa mina de oro de Bulyanhulu, cerca del lago Victoria, había convertido a Tanzania en el tercer exportador africano del mineral precioso, detrás de Sudáfrica y Ghana. Por lo demás, la previsión de crecimiento para 2005 era del 6%.
El presidente saliente legaba un cuadro macroeconómico honorable, pero persistían las prácticas corruptas y la burocracia excesiva. Y lo que era peor, Tanzania seguía siendo uno de los países más subdesarrollados del mundo, con un PIB por habitante de 700 dólares, una tasa de mortalidad infantil del 98 por mil y una esperanza de vida al nacer de 45 años. En los casi 37 millones de tanzanos se cebaban las enfermedades tropicales y muy en especial la pandemia del sida, que sólo en 2003 mató a 160.000 personas. Se calculaba que el 9% de la población adulta era portadora del virus VIH y que más de 1.600.000 personas habían desarrollado la enfermedad.
Las elecciones generales estaban programadas para el 30 de octubre de 1995, pero la repentina muerte, cuatro días antes del envite, del candidato a la Vicepresidencia del Partido por la Democracia y el Progreso (CHADEMA), Jumbe Rajab Jumbe, obligó a la Comisión Electoral Nacional, con la ley en la mano, a postergar la fecha al 14 de diciembre. El retraso afectó a la Tanzania continental, no a Zanzíbar, donde los comicios se celebraron puntualmente, aunque, como en las ediciones de 1995 y 2000, con resultado polémico, al ganar la reelección en la presidencia isleña por un margen no grande de votos el preboste local del CCM, Amani Abeid Karume.
La protesta furibunda del principal partido opositor tanto en la Cámara de Representantes isleña como en el Bunge de Dodoma, el liberal Frente Cívico Unido (CUF), que aún suscitaba sospechas de separatismo en el continente y que, como en las dos ocasiones anteriores, postuló a su secretario general, Seif Shariff Hamad, recordó la persistencia de serias irregularidades en las elecciones de esta parte del país. Las acusaciones de fraude lanzadas por el CUF habían dado pie a una brutal represión gubernamental en enero de 2001, cuando las fuerzas del orden mataron a una treintena de manifestantes, y dañado considerablemente la reputación de Tanzania como uno de los países africanos más estables, pacíficos y respetuosos con los Derechos Humanos, y de los pocos que han conseguido esquivar las divisiones sectarias de índole tribal o religioso.
El resultado de las elecciones presidenciales estatales del 14 de diciembre estaba cantado a favor de Kikwete (que en la víspera sobresaltó a todos con un aparatoso desvanecimiento durante un mitin, causado, según se dijo, por agotamiento físico debido al trajín de la campaña), pero aún así sorprendió la abultado de su victoria: con una participación del 72,4%, el candidato del CCM sacó un apabullante 80,3% de los votos y relegó a la irrelevancia a sus tres contendientes principales, el presidente del CUF Ibrahim Lipumba (ya batido por Mkapa en 1995 y 2000), Freeman Mbowe por el CHADEMA y Augustine Mrema (también veterano de las dos lides anteriores) por el Partido Laborista de Tanzania (TLP). Lipumba y Mrema elevaron las habituales denuncias de fraude, pero los observadores internacionales no las avalaron. La impresión de los monitores fue que los comicios se habían desarrollado con orden y limpieza, algo poco común en el continente.
En las legislativas, el CCM metió 206 de los 232 diputados elegidos directamente (los 92 restantes eran de designación: 75 reservados a mujeres, 10 nombrados por el presidente, 5 delegados del Legislativo zanzibarita y los dos correspondientes al presidente de la Cámara y el fiscal general), una ganancia de cuatro escaños con respecto a 2000. En resumidas cuentas, el partido gobernante desde la independencia mantuvo y reforzó su hegemonía política, y eso que se había especulado con un sensible retroceso en las legislativas como castigo del electorado por los casos de corrupción, la falta de oportunidades laborales y, en general, el bien escaso reflejo que las buenas noticias macroeconómicas estaban teniendo en las condiciones de vida.
El 21 de diciembre, en presencia de 13 mandatarios africanos, Kikwete prestó juramento en el Estadio Nacional de Dar es Salam como presidente de la República con mandato hasta 2010, con opción de renovar entonces hasta 2015. Por el momento, Mkapa seguía siendo el presidente del CCM, aunque la transmisión del mando del partido ya estaba decidida y en principio tendría lugar en 2007. En su discurso inaugural, más bien escueto, Kikwete rindió tributo a los tres estadistas que le habían precedido en el cargo y prometió continuar con las líneas maestras del Gobierno y combatir la pobreza. No faltaron las referencias religiosas: “Nuestra gratitud también se dirige a Dios Todopoderoso, por salvar a nuestro país del desorden en el que se hallan otros países, de África y de más allá”. El 29 de diciembre nombró primer ministro a Edward Lowassa, ministro y diputado desde finales de los años ochenta, quien un día después recibió el voto aprobatorio del Bunge.
(Cobertura informativa hasta 8/3/2006)