Nelson Mandela

No ha existido en la política de nuestro tiempo una figura más popular, admirada y universalmente respetada que el sudafricano Nelson Mandela, icono de la lucha contra el apartheid, al que derrotó, antiguo líder del Congreso Nacional Africano, primer presidente negro de su país y Premio Nobel de la Paz. Su liberación en 1990 tras 27 años de cautiverio dio inicio, trabajando estrechamente con el presidente reformista Frederik de Klerk, a una complicada pero finalmente exitosa transición desde la dictadura segregacionista blanca hasta la democracia multirracial, que alumbraron unas elecciones libres ganadas por el ANC, un Gobierno de unidad y una nueva Constitución. Pese al rencor acumulado tras tantos años de represión y a los estallidos de violencia que jalonaron el delicado proceso, Mandela, paradigma de integridad, nunca se cansó de instar a la paz civil y a la reconciliación de los sudafricanos. Su obsesión fue conseguir y preservar la unidad de la "nación arco iris".

Durante su mandato presidencial, entre 1994 y 1999, Mandela, con su extraordinario carisma, su rechazo a las medidas radicales y su elevado sentido de la responsabilidad, fijó los pilares políticos y económicos de la nueva Sudáfrica, y medió en los conflictos del continente, pero dejó sin resolver graves déficits sociales. Tras jubilarse de la política y pese a su avanzada edad, el mitificado dirigente, llamado Madiba por sus paisanos, continuó activo en una serie de causas humanitarias hasta que su paulatino apagamiento físico le apartó de la vida pública, aunque no de los pensamientos y los corazones de su agradecido pueblo. En junio de 2013, una grave infección respiratoria colocó a Mandela a las puertas de la muerte. Sumido desde entonces en un estado crítico, el 5 de diciembre de 2013 el histórico estadista falleció en su casa de Johannesburgo a los 95 años.

(Texto actualizado hasta diciembre de 2013)

1. DIRIGENTE DEL CONGRESO NACIONAL AFRICANO Y PRESO DE CONCIENCIA
1.1. Un estudiante de Derecho de la nobleza xhosa
1.2. Nace el resistente al sistema de exclusión racial
1.3. De la lucha armada al proceso de Rivonia
1.4. Los 27 años de cautiverio del preso 466/64

2. DE LA LIBERACIÓN A LA JEFATURA DEL ESTADO: EL FINAL DEL APARTHEID
2.1. El régimen excarcela a Mandela
2.2. Tortuosas negociaciones con el Gobierno de Klerk y brotes de violencia sectaria
2.3. 1994, el año emblemático de la nueva Sudáfrica: gran victoria electoral del ANC, Gobierno de Unidad Nacional e investidura de Mandela en la Presidencia

3. EL MANDELA PRESIDENTE: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MULTIRRACIAL Y LA ASIGNATURA SOCIOECONÓMICA
3.1. Una democracia operativa
3.2. Modelo económico mixto pobre en resultados
3.3. Fin del Gobierno de coalición y la polémica del esclarecimiento histórico
3.4. Despedida institucional y segundo matrimonio

4. UN REFERENTE INTERNACIONAL DE PRIMER ORDEN; LA PACIFICACIÓN DEL CONTINENTE
4.1. Normalización de las relaciones con el exterior
4.2. Mandela, mediador en las guerras africanas; el encontronazo con Mugabe

5. LA VIDA TRAS LA PRESIDENCIA: ACTIVISMO SOCIAL, AUTORIDAD MORAL Y TRIBUTO UNIVERSAL
5.1. Sucesión por Mbeki y dirección de ONG
5.2. La cruzada contra el sida
5.3. Homenajes y pronunciamientos sobre las luchas internas del partido
5.4. Icono de la cultura popular

6. EL LENTO CREPÚSCULO DE MADIBA
6.1. Últimas apariciones públicas
6.2. Los ingresos hospitalarios y caída en un estado crítico
6.3. Fallecimiento en diciembre de 2013



1. DIRIGENTE DEL CONGRESO NACIONAL AFRICANO Y PRESO DE CONCIENCIA


1.1. Un estudiante de Derecho de la nobleza xhosa

Perteneciente al clan Madiba de la etnia xhosa y uno de los 13 hijos tenidos con sus cuatro esposas por un consejero principal de la casa real Thembu, a su vez nieto de rey (Ngubengcuka, fallecido en 1832) aunque sin derechos dinásticos, Rolihlahla Mandela nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo, villorrio a orillas del río Mbashe en el distrito de Umtata, capital de la región de Transkei, actualmente integrada en la Provincia del Cabo Oriental. El padre, Gadla Henry Mphakanyiswa (algunas fuentes lo citan con el nombre de Henry Mgadla Mandela), ejerció de jefe local en Mvezo antes de ser destituido por el Gobierno de la flamante Unión de Sudáfrica, tras lo cual se trasladó con su numerosa familia a una aldea cercana, Qunu, donde en 1928 murió a los 48 años víctima de la tuberculosis. La madre, Nonqaphi Nosekeni Fanny, era la tercera de las esposas de Gadla, un notable tribal analfabeto al que su célebre hijo recuerda con afecto.

Huérfano por tanto desde los nueve años, el joven, cuyo nombre completo era Rolihlahla Dalibhunga Mandela (siendo Rolihlahla un alias familiar), quedó al cuidado del regente de los thembu, el jefe David Jongintaba Dalindyebo, un aristócrata cultivado que se sentía obligado a gratificar póstumamente a Gadla, primo suyo, por los servicios prestados a sus intereses dinásticos. El muchacho recibió la educación primaria en una misión wesleyana metodista próxima al palacio de su padrino adoptivo y en el Clarkebury Boarding Institute de Engcobo, y la secundaria en la Healdtown Methodist Boarding School de Fort Beaufort. Su profesora de primaria, una misionera británica, le puso el nombre anglófono de Nelson, el cual adquirió validez a efectos legales.

En 1939, tras completar la instrucción escolar, propia de un vástago de la nobleza xhosa, que parecía encaminada a convertirle en el funcionario y cortesano que había sido su padre, Mandela marchó a la ciudad de Alice para titularse en Derecho en el Fort Hare University College de Alice, en El Cabo, una institución académica reservada a estudiantes no blancos. Allí conoció entre otros a Oliver Tambo, en lo sucesivo estrecho amigo y camarada.

Siendo miembro del consejo estudiantil de la Universidad, Mandela se implicó en una disputa académica en torno a un resultado electoral, lo que le acarreó la expulsión de las aulas en el segundo año de carrera. En 1942 pudo terminar su diplomatura por correspondencia con la Universidad de Sudáfrica (UNISA). Enterado además de que su padrino le había concertado un matrimonio tribal, Mandela le robó algunas piezas de ganado y con el dinero obtenido de su venta se fugó a Alexandra, uno de los populosos suburbios negros en el extrarradio de Johannesburgo. En esta rebelión familiar tomó parte también un hijo del jefe Dalindyebo, Justice, compañero de estudios de Mandela en Fort Hare y al que su padre quería casar igualmente con una desconocida. Posteriormente el futuro dirigente se reconcilió con su padrino, quien le costeó unas clases de Derecho en la Universidad de Witwatersrand.

Mientras intentaba recomponer su formación universitaria con la idea de practicar la abogacía, el joven se ganó la vida en Johannesburgo como vigilante de una mina de oro y luego como oficinista en una firma jurídica dirigida por blancos. Fue en la gran urbe de la entonces provincia de Transvaal donde Mandela tomó contacto con el activismo puramente político.

1.2. Nace el resistente al sistema de exclusión racial

En 1943, en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, en la que Sudáfrica combatía del lado del Reino Unido y los aliados bajo el liderazgo del mariscal y primer ministro Jan Smuts, Mandela se unió al Congreso Nacional Africano (ANC), organización abanderada del nacionalismo negro fundada en 1912 y cuyo liderazgo ostentaban en ese momento Alfred Bitini Xuma y James Calata. En el ANC Mandela trabó íntimo vínculo con Walter Sisulu, un paisano de Transkei que se ganaba la vida como agente inmobiliario. Fue Sisulu, treintañero seis años mayor, quien le introdujo en el bufete de abogados blancos de Johannesburgo, abriéndole las puertas de una profesión liberal a la que muy pocos negros conseguían acceder. Además, una prima de Sisulu, Evelyn Ntoko Mase, enfermera de 22 años, se convirtió en 1944 en la primera esposa de Mandela. Con ella iba a tener cuatro hijos: el primogénito, Madiba Thembekile, alias Thembi, alumbrado en 1945; Makaziwe, una niña que murió con nueves meses de vida en 1948; un segundo varón, Makgatho Lewanika, nacido en 1950; y otra niña, Pumla Makaziwe, nacida en 1954.

Mandela, Sisulu, Tambo y otros jóvenes militantes, colocados bajo el liderazgo del intelectual Anton Lembede, trabajaron por la transformación del ANC, que hasta entonces había expresado sus reivindicaciones dentro de los cauces parlamentarios, en un movimiento de masas con un programa de exigencias más firmes al Gobierno del mariscal Smuts. Smuts era un antiguo comandante bóer de estirpe afrikáner y un estadista muy respetado por sus méritos en las dos guerras mundiales y sus contribuciones a la creación de la Sociedad de Naciones y la Commonwealth. También era un gobernante moderado que poco a poco fue convenciéndose de la necesidad de abandonar las prácticas de segregación racial vigentes en Sudáfrica, en lo que encontró la férrea oposición del pujante Partido Nacional (NP), representante de la derecha afrikáner. En septiembre de 1944, aprovechando la relativa tolerancia política del Gobierno, Mandela y sus compañeros pusieron en marcha la Liga de la Juventud del Congreso Nacional Africano (ANCYL), de la que él fue elegido secretario nacional tres años después.

En 1949, al año de producirse la victoria electoral del NP bajo la jefatura de Daniël François Malan y el inicio oficial por la minoría blanca afrikáner, con un entramado legal perfectamente establecido, del sistema de segregación racial o apartheid, el Comité Ejecutivo Nacional (NEC) del ANC, con James Moroka de presidente y Sisulu de secretario general, aceptó un Programa de Acción, conforme a las tesis de la ANCYL, que fue elaborado y supervisado en su aplicación por un subcomité de seis miembros entre los que figuraba Mandela.

El Programa de Acción del ANC, inspirado en los métodos de lucha política civil de la minoría india (puestos en práctica entre 1893 y 1914 por el entonces joven abogado Mohandas Gandhi, figura por la que Mandela sentía viva admiración) y de lucha sindical de los mineros negros, contemplaba el llamamiento a la huelga general, la desobediencia civil, la no cooperación y otros instrumentos de resistencia no violenta. Asimismo, el documento esgrimía un plantel de demandas políticas y sociales sobre la igualdad jurídica de los ciudadanos de color, la formación de un parlamento representativo basado en el principio democrático de un hombre, un voto, una redistribución más justa de la tierra y la remoción de las barreras a la educación de los jóvenes negros. Más allá de constituir una estrategia coyuntural, el Programa de Acción se integró en la doctrina de partido. Cada vez más prestigiado entre sus compañeros, en 1950 Mandela fue promocionado a miembro del NEC y en 1951 a presidente de la ANCYL.

Al mismo tiempo, Mandela reconoció la necesidad de formar un frente multirracial, no exclusivamente negro, que incluyera a otros colectivos políticos de resistencia, como los comunistas, para oponerse al apartheid y la dictadura de la minoría blanca. Para impulsar esta empresa, Mandela y su círculo organizaron la Alianza del Congreso. En junio de 1952 el partido le encomendó la divulgación por todo el país de la denominada Campaña de Desafío a las Leyes Injustas, vasta movilización de masas que Mandela condujo a pie de calle con la consigna de no provocar acciones violentas.

Su intensa actividad agitadora y proselitista le acarreó a Mandela su primer encontronazo serio con la justicia pocas semanas después de poner marcha la Campaña de Desafío. Detenido en julio, fue procesado bajo la acusación de violar la Ley de Supresión del Comunismo, conducido a juicio y finalmente condenado en diciembre a una pena de nueve meses de prisión con trabajos forzados. La sentencia quedó en suspenso durante dos años a cambio de la prohibición de participar en actos públicos y ejercer cargos políticos, y de un confinamiento en Johannesburgo por espacio de seis meses. Estas proscripciones temporales iban a ser renovadas sucesivamente hasta 1958, obligando al reo a cumplir en la clandestinidad sus funciones de vicepresidente nacional del partido, y por tanto adjunto al nuevo máximo dirigente, Albert Lutuli, y de presidente de su sección en Transvaal, puestos a los que fue elevado precisamente en diciembre de 1952.

Antes de terminar ese año, nada más recobrar la libertad, Mandela se reunió con Tambo, quien en 1955 iba a suceder a Sisulu en la Secretaría General del partido y tres años después a Mandela en la Vicepresidencia, y juntos consiguieron abrir en Johannesburgo un despacho de abogados, el primero del país regentado con licencia por juristas negros, labor que fue constantemente hostigada por las autoridades hasta el cierre del bufete en 1956. En los años siguientes, Mandela siguió participando en las campañas contra las leyes discriminatorias de la mayoría negra y prestando asistencia legal a activistas con problemas con la justicia.

Su azarosa vida profesional y política pasó factura a su vida conyugal. En 1955 Mandela se separó de Ntoko, cuya filiación a los Testigos de Jehová le impedía implicarse en política, y dos años después el matrimonio terminó en divorcio. Evelyn Mase iba a fallecer en 2004 a la edad de 82 años. En junio de 1958 Mandela contrajo segundas nupcias con la trabajadora social Nomzamo Winifred Zanyiwe Madikizela, una xhosa 18 años más joven que él y oriunda de la costa norte del Cabo Oriental, quien a diferencia de la primera esposa sí estaba lista para involucrarse a fondo en el movimiento de liberación de su pueblo y apoyar la lucha de su marido, con todo lo que ello implicaba. La luego famosa y polémica Winnie Mandela, como pasó a ser conocida, dio al dirigente negro otras dos hijas, Zenani, en 1959, y Zindziswa (Zindzi), en 1960.

1.3. De la lucha armada al proceso de Rivonia

Arrestado, encarcelado y procesado en varias ocasiones, Mandela sufrió su enésima y definitiva detención en el epílogo de la matanza de Sharpeville, Transvaal, el 21 de marzo de 1960, cuando la Policía disparó indiscriminadamente contra una multitud de manifestantes y mató a 69 personas. La represión se abatió sobre Mandela y muchos cientos de militantes del movimiento de liberación negro al socaire de la declaración el 30 de marzo por el Gobierno nacionalista del primer ministro Hendrik Verwoed del estado de emergencia en todo el país y de las ilegalizaciones, el 8 de abril siguiente, tanto del ANC como del Congreso Panafricanista (PAC). Liderado por Robert Sobukwe, el PAC había surgido en 1959 como una escisión radical y sectaria del ANC que se oponía a la aceptación de activistas no de raza negra, como indios y blancos autóctonos, en la lucha contra el apartheid.

En marzo de 1961 su caso fue revisado y Mandela quedó exonerado de la acusación de participar en actividades terroristas, pero en agosto de 1962, siendo fugitivo de la justicia, fue detenido de nuevo y en noviembre siguiente recibió una sentencia de cinco años de cárcel como culpable de unos delitos de incitación a la huelga y abandono ilegal del país. En su alegato de defensa, Mandela manifestó al tribunal que lo condenó: "Odio la discriminación racial de la manera más intensa (…) He luchado contra ello durante toda mi vida; lucho ahora y seguiré luchando hasta el final de mis días (…) Detesto aún más esta puesta en escena. Me hace sentir que soy un negro en un tribunal de blancos. Esto no debería ser así".

Los hechos que sirvieron de base para la acusación fueron un movimiento huelguístico, orquestado junto con Sisulu tan pronto como recobró la libertad el año anterior, y una serie de estancias clandestinas en Etiopía, para participar en la Conferencia del Movimiento Panafricano de Liberación de África Oriental y Central, en Guinea, Ghana, Nigeria, Liberia, Sierra Leona, Uganda y Senegal, para solicitar ayuda material de sus gobiernos, en Londres, para encontrarse con camaradas exiliados, y en Argelia y Sudán, para recibir entrenamiento paramilitar.

Lo cierto era que en diciembre de 1961, Mandela, convencido de la inutilidad de la lucha pacífica contra el apartheid, había activado en la clandestinidad y asumido la jefatura del brazo armado del ANC, Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación, también conocido por su sigla, MK). Este peligroso viraje, que era el resultado de un largo proceso de reflexión política, madurado tras la masacre de Sharpeville, y no una decisión precipitada, quedó sellado el 31 de mayo de 1961. Aquel día, el Gobierno Verwoed proclamó la República de Sudáfrica y la retirada de la Commonwealth. Quedaron por tanto rotos con la Corona británica los lazos vigentes desde la independencia de facto de la Unión de Sudáfrica en 1910. Nada más crearse, el MK comenzó a atacar con ínfulas guerrilleras instalaciones del Gobierno y objetivos policiales. Lutuli, aferrado a la moderación como el buen premio Nobel de la Paz que era, no veía con buenos ojos la nueva estrategia de confrontación directa con el poder blanco, pero el liderazgo y la autoridad del legalista presidente del ANC se hallaba en franco retroceso ante el carisma y el brío subversivo del 20 años más joven Mandela.

En octubre de 1963 Mandela continuaba recluido en la Prisión Central de Pretoria, donde tenía de compañero de cautiverio a su amigo Robert Sobukwe, cuando la fiscalía expandió su causa criminal con la adición de los cargos de sabotaje, terrorismo y conspiración para derrocar el Gobierno mediante revolución interna e invasión de fuerzas extranjeras. Elevado su estatus de peligrosidad, el prisionero fue transferido al centro de máxima seguridad de Robben Island, emplazada en una pequeña isla en el mar a once kilómetros de Ciudad del Cabo. Comentó entonces el llamado juicio de Rivonia, población próxima a Johannesburgo, donde Mandela compartió banquillo de acusado con otros siete altos dirigentes del ANC y el Partido Comunista de Sudáfrica (SACP). Estos eran Walter Sisulu, Govan Mbeki, Raymond Mhlaba, Elias Motsoaledi, Ahmed Kathrada, Dennis Goldberg y Lionel Bernstein.

El 20 de abril de 1964, en su comparecencia ante el Tribunal Supremo de Pretoria, Mandela reconoció ser uno de los fundadores del MK y que dicha organización armada "respondía a la violencia con violencia", pero refutó la imputación de terrorismo. De los cargos que se le hacían, sólo reconoció el de sabotaje. En su elocuente declaración, el acusado explicó que se había decantado por la resistencia activa "como resultado de una valoración calmada y sobria de la situación política que se ha creado tras muchos años de tiranía, explotación y opresión de mi gente por los blancos". En cuanto a él: "Durante mi vida, me he entregado a la lucha del pueblo africano. He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He perseguido el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir. Pero, Señor, si es necesario, es un ideal por el que estoy preparado para morir".

El 12 de junio los acusados —salvo Bernstein, que quedó absuelto— fueron condenados a cadena perpetua, sentencia draconiana que pudo haber sido peor, ya que la fiscalía al principio solicitó la pena de muerte. Al día siguiente, Mandela y sus camaradas fueron internados en un módulo de aislamiento para presos políticos en Robben Island.

1.4. Los 27 años de cautiverio del preso 466/64

Desde su celda, en los años siguientes, el prisionero 466/64, con su sufrido estoicismo, fue convirtiéndose en el principal símbolo del movimiento de resistencia negra de su país y de la conciencia secuestrada de toda una nación, ganando una masiva solidaridad internacional y redundando el descrédito de un Gobierno que no acertaba a presentarle como un extremista peligroso o como un racista negro que quería expulsar a los blancos de Sudáfrica.

Entretanto, desde el exilio o en la clandestinidad, intentaban mantener viva la lucha del ANC y recababan ayudas internacionales para la causa los líderes que habían eludido la maquinaria represiva del Gobierno nacionalista. Eran los casos de Tambo, elegido presidente del partido a la muerte en accidente de Lutuli en 1967, y de Duma Nokwe y Alfred Nzo, quienes se sucedieron en la Secretaría General en 1969. Durante su prolongado cautiverio, Mandela sólo pudo recibir las visitas de su esposa e hijos en muy contadas ocasiones. Winnie, que iba a revelarse como una dirigente del ANC radical y autoritaria a medida que el Gobierno se ensañaba con ella, fue a su vez desterrada en mayo de 1977 a la aldea de Brandfort, donde vivió confinada hasta 1985. En julio de 1969 un acongojado Mandela no fue autorizado a acudir al funeral de su hijo mayor, Thembi, muerto en un trágico accidente de circulación con 24 años y tras haber dado a su padre sus dos primeras nietas —de los 17 nietos y nietas que Mandela iba a tener hasta 1992—, Ndileka y Nandi.

El régimen carcelario en Robben Island era muy severo, así que menos oportunidades tuvo aún el prisionero de recibir en 1973 un permiso vigilado para asistir a la boda de su hija Zenani, que sólo tenía 14 años, con el príncipe Thumbumuzi Dlamini, hijo del rey de Swazilandia, Sobhuza II, quien se convirtió por tanto en consuegro de Mandela, así como hermano del futuro rey Mswati III. Con el objeto de preservar su estado emocional y sus facultades intelectuales en las duras condiciones de la prisión isleña, el recluso se matriculó en el programa de educación a distancia de la Universidad de Londres y pudo sacarse el título de Bachelor of Laws. También cuidó su estado físico, intentando mantenerse en forma con tablas de gimnasia.

Afuera, entretanto, la situación política se deterioraba inexorablemente. El régimen, indiferente a las sanciones y los boicots internacionales —que distaban de ser universales y contundentes—, endurecía la represión y los movimientos negros radicalizaban sus actos de resistencia. Sudáfrica empezó a deslizarse por una sangrienta espiral de represalias. El brutal aplastamiento de la revuelta de estudiantes en Soweto, el gran gueto de la periferia sur de Johannesburgo, en junio de 1976, con un balance de cientos de muertos y miles de heridos, mostró a las claras a la escandalizada opinión pública internacional la naturaleza criminal del Gobierno de la minoría blanca, desde 1966 dirigido por el primer ministro Balthazar Vorster, un líder del ala más derechista del NP, resuelto a mantener el statu quo de la segregación racial sin la menor concesión.

En cuanto al MK, aliado de las guerrillas y fuerzas de liberación negras que combatían a sus respectivas férulas coloniales y neocoloniales en los países vecinos (el MPLA de Angola, el ZANU de Rhodesia del Sur, el FRELIMO de Mozambique y el SWAPO de Namibia, esta última administrada ilegalmente por la propia Sudáfrica), intentó sostener una campaña de atentados y ataques con bomba. Sin embargo, la Policía y el Ejército sudafricanos diezmaron sus filas, virtualmente lo expulsaron del territorio nacional y siguieron infligiéndole golpes demoledores, con furiosas incursiones por tierra y aire, en los países donde había establecido sus bases de retaguardia, que eran Angola, Zimbabwe, Mozambique, Botswana y Zambia, generalizando el estado de guerra en toda la región. Todos estos gobiernos, más los de Tanzania y Lesotho luego de completar sus respectivos procesos de descolonización, eran mutuamente solidarios en el seno de una alianza conocida como la Línea del Frente, cuyo principal compromiso era el auxilio del movimiento de liberación negro de Sudáfrica, el último reducto del dominio blanco en África austral y oriental.

Al comenzar la década de los ochenta, estaba claro que el ANC, por la vía insurgente, no iba a conseguir, no ya derrocar al Gobierno blanco, sino arrancarle ninguna concesión política, ni siquiera provocar quebrantos en las muy profesionales y bien pertrechadas fuerzas armadas y de seguridad del Estado. En el NEC, Tambo y otros expusieron la tesis de que la lucha armada no tenía futuro y que lo que había que hacer era concentrar todos los esfuerzos en los frentes de lucha política y sindical, librada esta última por el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU), tercer vértice de la Alianza Tripartita formada con el ANC y el SACP. Bastante más éxito tuvo el ANC en su campaña internacional para conseguir que organizaciones y gobiernos se posicionaran inequívocamente sobre la situación de los convictos de Rivonia. En 1980, por primera vez, tanto el Consejo de Seguridad de la ONU, en junio, como la Asamblea General, en diciembre, aprobaron sendas resoluciones donde se exigía la liberación de Mandela, quien era mencionado explícitamente en los textos.

El 31 de marzo de 1982 Mandela, Sisulu y otros convictos de Rivonia fueron transferidos a la prisión de Pollsmoor, en Ciudad del Cabo, donde las condiciones carcelarias eran algo menos duras. Aunque entonces no lo reconoció, el sucesor de Vorster, Pieter Botha, bien que sin relajar un ápice la represión, que de hecho se hallaba en su apogeo, estaba dispuesto a emprender con el ANC un diálogo discreto al tiempo que acometía algunas reformas cosméticas del sistema. Desde su celda y un poco por su cuenta y riesgo, mientras la dirigencia del partido en el exilio ponía a prueba las intenciones de Botha lanzándole unas campañas de sabotajes y huelgas para obligarle a abrir la vía negociada, Mandela emprendió con sus carceleros una serie de comunicaciones que al principio fueron de tanteo y secretas, pero que luego iban a producirse públicamente y al más alto nivel, permitiendo intuir un desenlace negociado del enquistado conflicto.

A lo que Mandela siempre se negó fue a obtener una remisión de su pena o incluso la libertad condicional a cambio de firmar un manifiesto de rechazo a la violencia y de aceptar las independencias, no reconocidas por ningún país del mundo y condenadas por la ONU, de los bantustanes o homelands de Bophuthatswana, Ciskei, Transkei y Venda, convertidos por el régimen en unos territorios dotados de gobiernos negros teóricamente autónomos, que suponían el 13% de la superficie del país y que constituían una forma especialmente insidiosa de segregación racial.

El primer encuentro entre Mandela y un alto representante del régimen del NP, Kobie Coetzee, ministro de Justicia, tuvo lugar en noviembre de 1985 en el hospital Volks de Ciudad del Cabo, donde el primero había sido ingresado para practicarle una operación de próstata. Esta reunión preliminar no arrojó ningún acuerdo, pero marcó la pauta dialogante. Los contactos secretos prosiguieron con Gerrit Viljoen, ministro de Desarrollo Constitucional, y Niel Barnard, jefe del Servicio Nacional de Inteligencia. Durante unos años el proceso resultó estéril porque Mandela rehusó una y otra vez aceptar la precondición de la renuncia expresa a la lucha armada para abrir una mesa de conversaciones formales, en las que él podría participar en situación de libertad. Tal era la oferta del Gobierno.

En agosto de 1988, al mes de cumplir los 70 años, efeméride que fue celebrada en diversos lugares fuera de Sudáfrica (particularmente en Londres, escenario de un macroconcierto de música pop retransmitido a 67 países y celebrado bajo la consigna imperiosa de la liberación del archifamoso preso político), Mandela contrajo una tuberculosis y pasó mes y medio ingresado en el hospital Tygerberg de Parow, en Ciudad del Cabo. En septiembre le trasladaron a la clínica Constantiaberg y en diciembre le dieron de alta. No regresó a Pollsmoor, sino que pasó a la prisión Victor Verster, cerca de Paarl, donde fue aislado en un amplio bungalow dotado de piscina, jardines y cocinero particular. La convalecencia de Mandela precisaba un entorno saludable y paseos al aire libre, pero el Gobierno también quería crear una atmósfera distendida y hasta halagadora.


2. DE LA LIBERACIÓN A LA JEFATURA DEL ESTADO: EL FINAL DEL APARTHEID


2.1. El régimen excarcela a Mandela

El 5 de julio de 1989, en una reunión sin precedentes, Mandela fue invitado a tomar el té con Botha en su residencia presidencial en Ciudad del Cabo, la Tuynhuys. El encuentro, secreto como los anteriores, discurrió con cordialidad y, aunque no se llegó en él a ningún acuerdo sustancial, marcó el principio del deshielo. Semanas más tarde, el 15 de agosto, Botha, enfermo del corazón, cedía la Presidencia del país a quien ya venía encabezando el NP desde el mes de febrero, Frederik de Klerk. La subida al poder de de Klerk, un afrikáner conservador de pura cepa pero con una mentalidad mucho más abierta y pragmática que sus predecesores, supuso para Sudáfrica el comienzo de una era de reformas que terminó liquidando el apartheid.

El 13 de diciembre de 1989 Mandela celebró con de Klerk el primero de tres encuentros preliminares para tratar su liberación de la prisión Victor Verster, la cual tuvo lugar, rodeada de una enorme expectación mundial, el 11 de febrero de 1990. La histórica jornada aconteció nueve días después de recobrar el ANC la legalidad, a la par que el PAC, el SACP y el COSATU, tal como habían acordado las partes. Tras pasarse casi 28 años en prisión y desechar varias ofertas de libertad condicionada, Mandela, que se mostró sonriente y triunfal de la mano de Winnie, había conseguido la rehabilitación política para su causa, pero también una victoria personal. Desde la columnata del Ayuntamiento de Ciudad del Cabo, el excarcelado se dirigió a la multitud de esta manera: "Estoy ante vosotros no como un profeta sino como vuestro humilde servidor, pueblo. Vuestros infatigables y heroicos sacrificios han hecho posible que yo esté aquí hoy. Por lo tanto, dejo los restantes años de mi vida en vuestras manos (…) Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos permitir que el miedo se interponga en nuestro camino. El sufragio universal basado en un único padrón electoral en una Sudáfrica unida, democrática y no racista es el único camino hacia la paz y la armonía racial".

En sus primeras declaraciones, tanto a la prensa como a la muchedumbre que le acogió en el estadio de Soweto, el líder congresista prodigó los mensajes de moderación y de cooperación con la compleja empresa política emprendida por de Klerk. Los llamamientos de Mandela no hallaron un eco uniforme en el campo negro nacionalista; así, los extremistas de izquierda del PAC siguieron apostando por la vía revolucionaria y el derrocamiento del poder blanco por la fuerza, por más que los hechos habían demostrado hasta la saciedad lo utópico de esa pretensión. Desde la derecha negra, Mandela también fue cuestionado. El 25 de febrero en Durban, en respuesta a las violencias desatadas en Natal por los zulúes del Partido Inkatha de la Libertad (IFP), el dirigente elevó un memorable llamamiento a la paz con estas palabras: "Esta lucha entre nosotros dilapida nuestra energía y destruye nuestra unidad. Tomad vuestras pistolas, vuestros cuchillos y vuestros machetes, y arrojadlos al mar. Cerrad las fábricas de la muerte. Acabad con esta guerra ahora".

El 3 de marzo el partido elevó a Mandela a su antigua posición de vicepresidente ejecutivo, ocupada por última vez por Tambo en 1969 y que en las actuales circunstancias, con Tambo enfermo y hospitalizado en Suecia, convertía a su titular en el jefe de facto del partido. A finales de abril, el primer grupo de líderes congresistas y comunistas, formado por Alfred Nzo, Thabo Mbeki, Joe Modise, Joe Slovo (de raza blanca) y Ruth Mompati, regresó del exilio zambiano para reunirse con Mandela e integrar con él la delegación conjunta del ANC y el SACP en el primer cara a cara oficial con de Klerk y sus ministros.

2.2. Tortuosas negociaciones con el Gobierno de Klerk y brotes de violencia sectaria

La ronda inicial de negociaciones ANC-Gobierno produjo, el 6 de agosto de 1990, la llamada Acta de Pretoria, por la que el ANC aceptaba "suspender con efecto inmediato" todas las acciones armadas del MK, mientras que el Gobierno se comprometía a levantar las últimas restricciones a las actividades políticas al amparo de la Ley de Seguridad Interna (es decir, la Ley de Supresión del Comunismo) y a acelerar la liberación de los presos políticos. Desde el 7 de junio, el estado de emergencia ya no regía en el país, salvo en la provincia de Natal. Mediante éste y otros solemnes compromisos, Mandela renunció efectivamente a la lucha armada, a la que en el discurso pronunciado el día de su liberación había definido como una "acción puramente defensiva frente a la violencia del apartheid".

En los meses siguientes, Mandela realizó una serie de viajes por todo el mundo para advertir a los gobiernos anfitriones contra un prematuro levantamiento de las sanciones internacionales a Sudáfrica, en tanto el Gobierno nacionalista no adoptara reformas decisivas y las fuerzas de seguridad siguieran cometiendo abusos. Su primera salida al extranjero después de ser liberado, el 27 de febrero, fue a Lusaka, Zambia, donde recibió una triunfal acogida de los presidentes de la Línea del Frente y mantuvo su primer y fraternal encuentro con Yasser Arafat, líder de una organización, la OLP, con la que la ANC mantenia estrechas relaciones.

En julio de 1991 Mandela fue elegido presidente ejecutivo del ANC, reunido en Durban en su primera conferencia anual en suelo patrio desde 1959 —y que marcaba la número 48 en la historia de la organización—, en sustitución de Tambo, el cual fue honrado con el nuevo cargo, más bien ceremonial, de presidente nacional, que el achacoso dirigente iba a ostentar hasta su fallecimiento en 1993. Para la Secretaría General el escogido fue el líder sindicalista Cyril Ramaphosa, brillante exponente de la nueva generación de dirigentes, quién tomó el relevo al veterano Nzo. En cuanto al viejo compañero de luchas y fatigas de Mandela, Sisulu, fue aupado al puesto de vicepresidente para que dispensara consejo y arbitraje.

La Conferencia de Durban revistió un carácter histórico también porque los congresistas aprobaron reorganizarse como un partido político propiamente dicho, dejando atrás las connotaciones revolucionarias propias de los movimientos de liberación y confiando en la línea posibilista que propugnaban Mandela y su trío de lugartenientes con más peso político y mejores dotes para la organización y la interlocución, a saber, Ramaphosa, Mbeki y Chris Hani, tratándose este último del secretario general del SACP y, hasta el año anterior, del jefe del Estado Mayor del MK. Todos los observadores coincidían en señalar que el sucesor de Mandela sería sin duda uno de estos tres hombres, aunque algunos indicaron que el que más le gustaba a él era Ramaphosa.

Antes de terminar 1991, el Gobierno de Klerk, en una espectacular demostración de solvencia, desmanteló el entramado jurídico del apartheid disponiendo la caducidad o la derogación de la Ley de Separación en Lugares Públicos (1953), la Ley de Supresión del Comunismo (1950), la Ley Antiterrorista (1950), la Ley de Registro de la Población (1950), que clasificaba a los sudafricanos según su raza, la Ley de Áreas Grupales (1950), que asignaba a los grupos raciales diferentes zonas residenciales en las ciudades, y la más antigua de todas, la Ley de Tierras de Nativos (1913), que limitaba drásticamente las tierras que la mayoría negra podía poseer. El 14 de septiembre de 1991 26 organizaciones y partidos firmaron un Acuerdo Nacional de Paz, por el que se comprometían a promover "la paz, la armonía y la prosperidad" en el período de tránsito a la promulgación de una nueva Constitución democrática y la celebración de elecciones pluralistas. El 17 de marzo de 1992, un referéndum, última consulta "sólo para blancos", aprobó con el 68,7% de los votos el proceso de reformas iniciado por de Klerk.

La transición a la democracia multirracial en Sudáfrica parecía no tener marcha atrás y Mandela expresó esta confianza en innumerables ocasiones. Sin embargo, el proceso estuvo a punto de descarrilar varias veces a lo largo de 1992 y 1993. El 10 de abril del segundo año, el asesinato de Hani a las puertas de su casa por un ultraderechista blanco puso a prueba el temple de los congresistas y la confianza de la inmensa mayoría de la población negra en los incansables llamamientos del presidente del ANC a la paz y la reconciliación. La tensión política fue atizada constantemente por los sangrientos enfrentamientos armados en el bantustán de KwaZulu, en Natal, que dejaron muchos cientos de muertos, entre xhosas, mayoritariamente identificados con el ANC, y los zulúes conservadores del IFP. Este tenía como líder al jefe tribal y primer ministro del bantustán, Mangosuthu Buthelezi, un caudillo tradicional que desconfiaba profundamente de la futura hegemonía política del congresismo de izquierdas. Por si fuera poco, elementos marginales de la extrema derecha afrikáner intentaron sabotear lo ineluctable mediante provocaciones terroristas.

Los respectivos compromisos adquiridos por Mandela y de Klerk salvaron la delicada transición, pese a los recelos y las acusaciones mutuas. El líder negro denunció reiteradamente que las fuerzas de seguridad seguían perpetrando tropelías como en los peores tiempos del apartheid y censuró la intención del NP de otorgar a la minoría blanca algún tipo de veto en un futuro Gobierno de mayoría negra. En junio de 1992, el asesinato de 46 personas por miembros del IFP en Boipatong, Transvaal, enfureció a Mandela, que acusó al Gobierno nacionalista de tener una complicidad en la masacre (sin embargo, investigaciones posteriores sacaron en claro que las fuerzas de seguridad no habían tenido nada que ver en la atrocidad) y suspendió la participación del ANC en las negociaciones políticas. Meses después, en septiembre de 1992, la matanza de 28 simpatizantes del ANC por la Policía de Ciskei —donde el dictadorzuelo negro local, el general Oupa Gqozo, hacía frente a una revuelta popular inflamada por los congresistas— aconsejó a Mandela reanudar las negociaciones con de Klerk para impedir nuevas efusiones de violencia.

Mandela tuvo también que poner orden en sus propias filas, donde las actitudes extremistas seguían teniendo fuerza. En esta tesitura se enmarcó el anuncio de su separación, el 13 de abril de 1992, de Winnie, miembro del NEC desde 1991, debido a que las "tensiones aparecidas en los últimos meses por diversas cuestiones" habían hecho la ruptura matrimonial "inevitable". Condenada en mayo de 1991 a seis años de prisión por el rapto en diciembre de 1988 de cuatro jóvenes y el asesinato de uno ellos a manos de sus guardaespaldas, reclutados entre los miembros del Club de Fútbol United Mandela, en su propia vivienda, Winnie apeló la sentencia y en junio de 1993, meses antes de convertirse en presidenta de la Liga de Mujeres del partido (ANCWL), consiguió la suspensión de la pena a cambio de una multa.

Para Mandela, su esposa desde hacía 34 años, la persona que le había tomado de la mano tras cruzar la puerta de la prisión Victor Verster en 1990, había terminado por convertirse en un lastre para el éxito de su trascendental empresa política a causa de su excesiva identificación con el populismo radical y su retórica violenta, que tenían mucho gancho entre los habitantes de los townships negros. El extremismo declarativo de Winnie incluía la justificación, incompatible con el discurso cuasi gubernamental del futuro presidente negro de Sudáfrica, del horrible método de ajusticiamiento, mitad ejecución sumaria y mitad linchamiento, consistente en la colocación de un neumático bañado en gasolina alrededor del cuerpo de la víctima al que luego se prendía fuego. El siniestro necklacing era aplicado frecuentemente por las bases del ANC a delincuentes comunes y, sobre todo, a personas consideradas colaboracionistas y traidoras a la causa. El influjo de Mandela fue también determinante en la decisión del PAC, en enero de 1994, de poner fin a la lucha armada.

Mandela y de Klerk consensuaron los mecanismos e instituciones del período de transición, así como los términos de la Constitución provisional, los pormenores de las futuras elecciones pluralistas y las características del Gobierno de coalición que debía emanar de aquellas. Las discusiones se desarrollaron en los marcos de la Convención por la Democracia en Sudáfrica (CODESA, I y II) y, tras el colapso de la anterior, del más plural Foro de Negociaciones Multipartitas (informalmente llamado CODESA III), que emprendió sus deliberaciones en abril de 1993.

El 15 de octubre de ese año, la concesión por el Comité de Oslo del Premio Nobel de la Paz de 1993 a las dos máximas figuras de la política sudafricana sirvió para reafirmar en los galardonados la voluntad de continuar con el proceso hasta el final. Mandela aceptó y recogió el Nobel, el 10 de diciembre en la capital noruega, en nombre de todos los sudafricanos que se sacrificaron y sufrieron para traer la paz a su país. También tuvo palabras de recuerdo para Aung San Suu Kyi, la líder de la resistencia democrática a la dictadura militar en Birmania, quien había recibido el Nobel de la Paz en 1991 estando prisionera.

2.3. 1994, el año emblemático de la nueva Sudáfrica: gran victoria electoral del ANC, Gobierno de Unidad Nacional e investidura de Mandela en la Presidencia

En vísperas de las elecciones generales, Mandela, junto con de Klerk, consiguió involucrar al renuente Buthelezi en el proceso democrático, ahorrando al país un boicot del partido zulú que probablemente habría desembocado en un baño de sangre y habría hecho que la era democrática naciera con mal pie. Tras arduas negociaciones, el Memorándum de paz y reconciliación entre el ANC, el IFP y el Gobierno fue firmado por los tres dirigentes el 19 de abril de 1994.

Monitorizadas por los 2.500 miembros de la Misión de Observadores de Naciones Unidas en Sudáfrica (UNOMSA), las elecciones a la primera Asamblea Nacional multipartidista, con funciones de Asamblea Constituyente, se desarrollaron entre el 26 y el 28 de abril de 1994. En el segundo día de votaciones, el 27 de abril, entró en vigor la Constitución Interina, que entre otras transformaciones supuso la abolición de los diez bantustanes que poseían el estatus autónomo o semiindependiente, y por ende la reincorporación de sus territorios a la organización provincial. Las cuatro provincias tradicionales, El Cabo, Natal, Transvaal y el Estado Libre de Orange, fueron subdivididas para dar lugar a nueve provincias nuevas. A la vez, comenzó a ondear la nueva bandera nacional, diseñada por el vexilólogo autor también de la bandera de Namibia en 1990, con un diseño multicolor que simbolizaba la pluralidad racial de la "nación arco iris".

Tal como se esperaba, el ANC, formando lista conjunta con su partido hermano, el SACP, obtuvo una victoria arrolladora, el 62,6% de los votos y 252 de los 400 escaños. El NP se hizo con el 20,4% de los votos y 82 escaños, unos resultados bastante meritorios y que de hecho excedían con creces el peso demográfico de los blancos. El IFP vino a continuación con el 10,5% de los sufragios y 43 asientos. Las votaciones a las nueve asambleas provinciales dibujaron una supremacía congresista incluso más acusada: el partido de Mandela se aseguró el control de todos los gobiernos provinciales salvo los de KwaZulu-Natal y el Cabo Occidental, retenidos respectivamente por el IFP y el NP.

Mandela se congratuló por el desarrollo y los resultados de las elecciones con estas palabras: "La calma y la atmósfera de tolerancia que han prevalecido en las elecciones prefiguran el tipo de Sudáfrica que podemos construir. Establecen la tónica de cara al futuro. Podemos tener diferencias, pero somos un pueblo con un destino común en nuestra rica variedad de culturas, razas y tradiciones".

El 6 de mayo Mandela desveló el grueso de la composición del Gobierno de Unidad Nacional (GUN) formado por el ANC, el NP y el IFP. En el Consejo de Ministros pasaban a compartir mesa prácticamente todas las personalidades partidistas que habían protagonizado la transición. Flanqueando a Mandela aparecían su mano derecha y a estas alturas, en tanto que presidente nacional del ANC, su heredero oficial, Thabo Mbeki, como vicepresidente primero de la República, y de Klerk, como vicepresidente segundo. De los 28 ministerios con cartera, el binomio ANC-SACP se quedó con 17, destacando las presencias de Alfred Nzo en Asuntos Exteriores, Joe Slovo en Vivienda y Asuntos Sociales, y Joe Modise en Defensa. Ramaphosa no ocupó un puesto en el Ejecutivo porque se reservó para la presidencia de la Asamblea Constituyente. La sensible cartera de Finanzas fue revalidada por el titular del Gobierno saliente, Derek Keys, mientras que la de Minas y Energía quedó en manos de su colega de partido Roelof Pik Botha, el liberal ministro de Exteriores con de Klerk

Al acceder a que los blancos nacionalistas retuvieran estos dos importantes ministerios, Mandela transmitía el mensaje tranquilizador de que el nuevo Gobierno de mayoría negra acometería la reforma socioeconómica, esperada con gran ilusión por millones de sudafricanos pobres, desocupados y excluidos, sin revanchismos rencorosos ni radicalismos revolucionarios. El mismo criterio de oportunidad política presidió la entrega del Ministerio del Interior a Buthelezi, en la creencia de que el recalcitrante caudillo zulú, una vez revestido de responsabilidades nacionales, se vería obligado a templar los ánimos en KwaZulu-Natal, permitiendo reducir los niveles de violencia regional. Winnie Mandela no fue hecha miembro del Gabinete, pero sí del Gobierno, en calidad de viceministra de Artes, Cultura, Ciencia y Tecnología; antes de un año, Winnie, casi siempre problemática, iba a ser destituida por Mandela al hilo de unas acusaciones de corrupción.

El 9 de mayo la Asamblea invistió a Mandela presidente de la República con mandato constitucional hasta 1999. En su discurso a la Cámara, el mandatario aseguró que: "Hoy estamos entrando en una nueva era para nuestro país y su pueblo. Hoy no celebramos la victoria de un partido, sino la victoria de todo el pueblo de Sudáfrica". Al día siguiente, en presencia de numerosos líderes mundiales y en un ambiente festivo y lleno de color, Mandela tomaba posesión del cargo en Pretoria junto con los vicepresidentes Mbeki y de Klerk. La mayoría de los ministros estrenaron sus despachos el 11 de mayo y el resto lo hizo dos días después. El histórico cambio de guardia se desarrolló en una atmósfera de euforia generalizada, vivido por las masas negras con un fervor prácticamente mesiánico.

En su meditado discurso, probablemente el más importante de su dilatada trayectoria, Mandela dijo que: "Al margen de la experiencia de un desastre humano extraordinario que duró demasiado tiempo, debe nacer una sociedad de la que toda la humanidad pueda sentirse orgulloso (…) El tiempo para la curación de las heridas ha llegado. El momento de salvar los fosos que nos dividen ha llegado (…) Al final, hemos alcanzado nuestra emancipación política. Nos comprometemos a liberar a nuestro pueblo de la esclavitud continua de la pobreza, la privación, el sufrimiento, el sexismo y otras formas de discriminación", afirmó. Y también: "Dedicamos este día a todos los héroes y heroínas de este país y el resto de mundo que se sacrificaron de muchas maneras y entregaron sus vidas para que seamos libres. Sus sueños se han hecho realidad. La libertad es su recompensa (…) Debemos actuar juntos como un pueblo unido, para la reconciliación nacional, para la construcción de la nación, para el nacimiento de un nuevo mundo. Que haya justicia para todos. Que haya paz para todos. Que haya trabajo, pan, agua y sal para todos (…) Que nunca, nunca, nunca más esta bella tierra experimente de nuevo la opresión de unos por otros ni sufra la indignidad de ser el apestado del mundo".


3. EL MANDELA PRESIDENTE: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MULTIRRACIAL Y LA ASIGNATURA SOCIOECONÓMICA

En Mandela recayeron todas las esperanzas de un pueblo que, si bien había conseguido la plenitud de derechos políticos, aún topaba con barreras, por el momento infranqueables, para su promoción social, educativa y profesional, y que, por encima de todo, ansiaba salir de su extremada postración económica. Los millones de habitantes de los guetos y los barrios de miseria que rodeaban Johannesburgo, Ciudad del Cabo, Durban y otras urbes habían esperado toda su vida este momento y la mayoría estaban dispuestos a esperar, con ilusionada paciencia, un poco más.

3.1. Una democracia operativa

El presidente definió unas reglas de juego que equilibraban el dominio indiscutible del ANC con la cooperación y la concesión de parcelas de poder y responsabilidad a los demás partidos importantes, algunos de los cuales —particularmente, el Inkatha de Buthelez— no eran aliados naturales y ni tan siquiera fácticos, sino sólo unos socios forzosos y necesarios, en aras del bien común. Con sensatez y realismo, Mandela confió al NP sectores clave de manera casi en exclusiva, como la dirección económica y la alta empresa, o en un régimen de cogestión, como la defensa y la seguridad interior. Con Mandela a su frente, el ANC renunció a ejercer el rodillo negro, tan temido por los antiguos amos del país, aunque también era cierto que la no tenencia de la mayoría absoluta de dos tercios en el Legislativo, requerida para aprobar reformas constitucionales, no era un estímulo para las hipotéticas tentaciones de hegemonía absoluta.

En el quinquenio presidencial, el sistema político innegablemente funcionó: se aseguró el total respaldo internacional; implicó a las élites blancas, luego de calmar sus últimas aprensiones, en la normalización del país; desarmó dialécticamente, con más rapidez de lo esperado, a la extrema derecha racista, que se automarginó completamente del escenario político; y apaciguó a ojos vista —aunque no del todo— las tensiones violentas en la provincia de KwaZulu-Natal, luego de ir aceptando el IFP su posición secundaria en el nuevo orden político. El ANC asimiló los principios de la democracia parlamentaria más exquisita, permitiendo el normal funcionamiento de una verdadera oposición política (aunque sin posibilidad de alternancia por voluntad de la mayoría), una libertad de prensa que para sí quisieran algunos países europeos, un poder judicial independiente y el marco jurídico que brindaba una de las constituciones más progresistas del mundo.

3.2. Modelo económico mixto pobre en resultados

Al mismo tiempo, el ANC encontró compatible su definición socialista con la preservación del sistema capitalista y la economía de libre mercado, hasta el punto de inaugurar una nada acomplejada campaña de privatizaciones y liquidación de monopolios del Estado. Gracias a las privatizaciones, numerosos dirigentes y activistas del partido, empezando por Ramaphosa (que empezó a ser denostado por sus antiguos camaradas del COSATU y a recibir acusaciones de "traición" a causa de ello), descubrieron su faceta de avezados hombres de negocios dados a ostentar. Todos ellos se lucraron en el proceso, con las insuperables ventajas que ofrecía ser primero los diseñadores de las reglas del juego y a continuación los adjudicatarios preferentes en los repartos del pastel del Estado.

La Estrategia Macroeconómica de Crecimiento, Empleo y Redistribución, más conocida como el programa GEAR, publicada en junio de 1996, recogía un conjunto de actuaciones ortodoxas (política monetaria antiinflacionista, disciplina fiscal, presupuestos prudentes) que apuntaban a un ajuste estructural de la economía sudafricana. En cuanto a una reforma agraria de resabio socialista que repartiera tierras productivas a los campesinos a gran escala y acabara con el monopolio blanco a corto o medio plazo, ni siquiera fue contemplada. En los medios izquierdistas no tardaron en escucharse expresiones de decepción y de enfado por el abandono de las metas más ambiciosas de justicia social, y por la emergencia de una nueva élite de privilegiados negros indiferentes a las penurias de sus hermanos de raza.

El oficialismo congresista, sólidamente instalado en el Gobierno y el NEC, a la vez que preservaba y potenciaba el sector privado, apostó por unas políticas públicas vigorosas que hicieran posible la distribución de la renta nacional, la corrección de las abismales diferencias sociales y económicas en función de la raza y, sin proclamarlo abiertamente, para no dar pábulo a acusaciones de elitismo, la creación de una burguesía y una clase media negras liberadas de mentalidad asistencial y dispuestas a luchar por una parcela de riqueza en un contexto competitivo. El partido reconoció que, si bien la mayoría negra había conquistado el poder político, la sudafricana continuaba siendo una sociedad racialmente dividida, con la función pública, la Policía, las Fuerzas Armadas y la judicatura aún copadas por los blancos. En octubre de 1998 la Asamblea aprobó la Ley de Equidad en los Empleos, que se fundaba en el principio de la affirmative action, o discriminación positiva, en favor de los no blancos, aunque al finalizar la legislatura sus disposiciones seguían sin entrar en vigor.

En conjunto, el ANC impartió unas directrices que tanto podían ser calificadas de socialdemócratas, por el papel central reservado al Estado en la mejora de los estándares de vida de las extensísimas capas de población pobre que nutrían su electorado, como de social liberales o directamente liberales, al conceder grandes facilidades al capital corporativo e introducir desregulaciones, inclusive en el mercado laboral. En este sentido, Mandela, al igual que Mbeki, se mostró más —por no decir únicamente— reformista que revolucionario, y más gradualista que expeditivo.

Comparadas con las elevadas expectativas sociales alumbradas en 1994, las actuaciones del Gobierno en este terreno dejaron al final del quinquenio un panorama de claroscuros, predominando seguramente la segunda tonalidad. Llegada la hora de la partida de Mandela, se trazó un balance agridulce del compromiso con la emancipación socioeconómica de la mayoría negra, pues si bien esta había mejorado un tanto su situación con la extensión de los servicios sociales en los populosos barrios marginales y el surgimiento de una incipiente clase media, los blancos, que constituían menos del 14% de la población, seguían regentando la práctica totalidad del sistema financiero y el mundo de los negocios. En este sentido, las políticas de equidad y redistributivas, cuyo verdadero desarrollo iba a competir a futuras administraciones, apenas hicieron notar sus efectos positivos.

Además, en los dos últimos años de la presidencia de Mandela, la producción económica creció por debajo del ritmo demográfico. La acusada flojera del PIB sudafricano, explicada por la caída del precio del oro y la falta de inversiones foráneas, y que no dejó de ser paradójica, luego de ser levantados todos los embargos y boicots internacionales que pesaban sobre Sudáfrica, unida a las reconversiones y las privatizaciones industriales, agravó el paro, que alcanzó niveles exorbitantes. En 1999, no menos de 35% de la población activa estaba desocupada; la tasa no iba sino a aumentar en los años siguientes. A mayor abundamiento en este repertorio de asignaturas pendientes, el Gobierno de Mandela fue incapaz de contener la explosión de una violencia paulatinamente despolitizada y relacionada con la delincuencia común, fenómeno que suele azotar a todas las sociedades recién salidas de una confrontación civil y que en el caso de Sudáfrica se entremezcló con nuevas e inquietantes formas de extremismo. La ola de criminalidad producía, en números redondos, 25.000 asesinatos y 50.000 violaciones al año, en un país de 39 millones de habitantes.

Otro de los grandes débitos achacados al Gobierno de Mandela afectó a la lucha contra el sida, pandemia que en Sudáfrica registraba unas cifras escalofriantes. Pese a activarse un Plan Nacional, un Comité Inter-Departamental (IDC), un Comité Inter-Ministerial (IMC) y un Partenariado sobre el sida y el virus HIV, las políticas públicas para combatir la enfermedad estuvieron muy a la zaga de los avances médicos. La estrategia nacional contra el sida fue ampliamente tachada de incoherente e inefectiva por los trabajadores sanitarios y las ONG.

3.3. Fin del Gobierno de coalición y la polémica del esclarecimiento histórico

El 30 de junio de 1996 el NP, de acuerdo con el anuncio hecho por de Klerk el 9 de mayo anterior, un día después de aprobar la Asamblea la nueva Constitución permanente (que iba a ser ratificada por Mandela el 10 de diciembre y a entrar en vigor el 4 de febrero de 1997), abandonó el GUN alegando que el período de transición había concluido sin novedad. La marcha de de Klerk dejó a Mbeki como el único vicepresidente de la República. El final del GUN, más que generar incertidumbre, puso de relieve hasta qué punto los blancos afrikaners se sentían tranquilos con la marcha política del país que un día señorearan con puño de hierro, prefiriendo que el ANC, con el que las relaciones tampoco habían sido excesivamente cordiales, sino, antes bien, bastante resignadas, asumiera todas las cargas gubernamentales y enfrentara en solitario los problemas derivados del programa de reformas.

El 26 de julio de 1995, Mandela, en aras de la unidad nacional y la reparación histórica, convocó por decreto-ley una Comisión de la Verdad y la Reconciliación (TRC) para elucidar las masivas violaciones de los Derechos Humanos cometidas durante el apartheid, aunque de sus conclusiones no podrían derivarse consecuencias penales con carácter vinculante. La TRC, integrada por un panel de personalidades independientes y presidida por el insigne luchador antirracista Desmond Tutu, obispo anglicano de Ciudad del Cabo, premio Nobel de la Paz y buen amigo de Mandela, publicó el 29 de octubre de 1998 el resultado de tres años de investigaciones en un documento de 3.500 páginas. Allí, la TRC hacía un balance mixto en lo referente al reparto de culpas, aunque muy contundente en cuanto a la gravedad de los hechos indagados: el Estado racista blanco había sido el responsable de la gran mayoría de los crímenes y abusos, pero el movimiento de liberación negro también había cometido atrocidades, por todo lo cual, la TRC recomendaba el procesamiento judicial de Pieter Botha, Mangosuthu Buthelezi y Winnie Mandela.

El informe provocó un terremoto en el ANC, donde un sector, tildado de dogmático y chovinista, encabezado por Mbeki (quien personalmente no salió muy bien parado de los testimonios escuchados en las vistas orales) se negó a emitir una disculpa por cualquier aspecto escabroso de la lucha contra el apartheid. De hecho, el vicepresidente, sabedor del escándalo que se avecinaba, y sin consultar a Mandela y los otros miembros del NEC, promovió contra la TRC una querella legal en nombre del partido para impedir la publicación del "erróneo" e "insensato" informe, pero horas antes de la ceremonia de entrega un juez dictaminó que la demanda era inconstitucional. Mandela, que recogió el documento de Tutu, expresó su apoyo incondicional al "buen trabajo" hecho por la Comisión y aceptó el informe en su integridad. Más aún, admitió explícitamente que el movimiento, a pesar de librar una "guerra justa" y una "lucha heroica" contra el apartheid, había cometido "graves violaciones de los Derechos Humanos". "Nadie puede negar que algunas personas murieron en nuestros campos, y eso es lo que el TRC ha dicho", señaló con honestidad. El presidente reconoció que él y el vicepresidente Mbeki tenían una "opinión diferente" sobre el particular, pero insistió en que no había conflicto entre los dos.

De todas maneras, este áspero episodio sirvió para subrayar las fuertes diferencias de talante que había entre Mbeki, percibido desde las bases congresistas como un intelectual frío, intransigente y tecnocrático, y el cálido y ecuánime Mandela. Al principio pareció que la credibilidad del primero como estadista había quedado irremisiblemente dañada, pero la tormenta amainó a tiempo para las elecciones generales, no corriendo peligro su candidatura presidencial.

3.4. Despedida institucional y segundo matrimonio

Y es que las previsiones sucesorias las había activado Mandela el 7 de julio de 1996 con el anuncio de que renunciaba a presentarse en 1999 a la reelección presidencial, que la Constitución le permitía, y de que propondría a Mbeki para tomar las riendas del partido y el Gobierno. La transferencia de la presidencia ejecutiva del ANC y la proclamación de la candidatura a presidente de la República se produjeron el 18 de diciembre de 1997 en la 50ª Conferencia Nacional, celebrada en Mafikeng, Provincia del Noroeste. A partir de este momento, Mbeki fungió como un jefe del Gobierno de facto, a medida que Mandela iba alejándose del ejercicio rutinario del poder y destinaba gran parte de su tiempo a la actividad internacional en su sentido más amplio y a cumplir con su papel simbólico de padre de la nación, mediante giras, visitas y actos de dimensiones humana y moral.

Su vida privada inició también una nueva andadura. Divorciado de Winnie de común acuerdo el 19 de marzo de 1996, el presidente escogió el día de su 80 cumpleaños, el 18 de julio de 1998, para contraer terceras nupcias en Johannesburgo con Graça Simbine Machel, de 52 años, viuda del antiguo presidente mozambiqueño Samora Machel, a la que había conocido en Maputo en 1990 y que era su compañera sentimental, que se supiera, desde 1996. La mozambiqueña era madre de cuatro hijos, dos de ellos adoptados. La más pura tradición tribal imperó en las bambalinas de estos esponsales: el clan de Machel cobró una copiosa dote al novio, quien en las negociaciones prenupciales estuvo representado por el soberano de los thembu, el rey Buyelekhaya Zwelibanzi Dalindyebo, el cual era nieto del regente Jongintaba Dalindyebo, el padrino que había concertado el matrimonio no deseado al joven Mandela hacía más de medio siglo.

En la primavera de 1999 el presidente realizó una vibrante gira nacional de despedida, en la que aleccionó a su pueblo en un sentido moral, aunque tampoco se privó de hacer diagnósticos negativos sobre una "sociedad enferma" incapaz de librarse de las lacras de la violencia, el sectarismo y la corrupción.


4. UN REFERENTE INTERNACIONAL DE PRIMER ORDEN; LA PACIFICACIÓN DEL CONTINENTE


4.1. Normalización de las relaciones con el exterior

Con Mandela a su frente, Sudáfrica removió sus últimos estigmas internacionales. Las sanciones multilaterales de índole económica y comercial ya habían sido levantadas gradualmente desde 1991, a medida que la comunidad internacional comprobaba que la transición democrática progresaba sin posibilidad de vuelta atrás. El último castigo, el embargo de armas impuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU en 1977 —con bien poca eficacia—, fue revocado el 25 de mayo de 1994. En las semanas y meses posteriores a la transferencia del poder el 10 mayo de 1994 se produjeron los retornos de Sudáfrica a la Commonwealth (1 de junio) y a la Asamblea General de Naciones Unidas (23 de junio), así como los ingresos en la Organización para la Unidad Africana (23 de mayo), el Movimiento de países No Alineados (31 de mayo) y la Comunidad de Desarrollo de África del Sur, SADC (30 de agosto).

En marzo de 1995 Mandela recibió en Ciudad del Cabo a la reina Isabel II de Inglaterra y en marzo de 1998 el estadounidense Bill Clinton protagonizó otra visita histórica. Durban fue la sede de la XII Cumbre trienal del MNA en septiembre de 1998. En aquella ocasión, Mandela fue elegido presidente de turno de la organización para lo que le quedaba de mandato y declaró que su país tenía intención de mantener unas buenas relaciones con todos los estados, incluidos los que figuraban en la lista negra de Estados Unidos. El mandatario se desplazó a las principales capitales mundiales, participó en numerosas citas multilaterales y aceptó invitaciones especiales a cumbres de organizaciones de las que su país no era miembro, como el Consejo Europeo de Cardiff de junio de 1998, donde sin embargo no se logró firmar el acuerdo comercial que Sudáfrica venía negociando con la Unión Europea, y la XIV Cumbre presidencial del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), en Ushuaia, Argentina.