Umaru Yar'Adua

En Nigeria, la potencia de África occidental, Umaru Yar'Adua, primer presidente sin trayectoria militar en el último cuarto de siglo, estrenó mandato en 2007 con la incertidumbre sobre sus dotes de liderazgo y su capacidad para estabilizar un país populoso, petrolero y federal, zarandeado por múltiples fracturas económicas, étnicas y religiosas que de cuando en cuando dan lugar a mortíferos estallidos de violencia sectaria. Musulmán norteño, ex gobernador del estado de Katsina, donde implantó la Sharía, y candidato a la sucesión escogido por el mandatario saliente, Olusegun Obasanjo, Yar'Adua fue declarado vencedor de unas elecciones manchadas por abundantes muestras de fraude. Sus inusuales rasgos personales de humildad, contención y honestidad no le resultaron suficientes al introvertido Yar’Adua para poner lustre a una democracia funcional pero socavada por los desequilibrios y la corrupción, aunque en su haber estuvo la disminución, incentivada con una amnistía, de la violencia miliciana en el Delta del Níger. Incapacitado por la enfermedad, el dirigente nigeriano falleció en mayo de 2010 a 58 años de edad.

(Texto actualizado hasta mayo 2010)

1. Primeros pasos en la política nigeriana
2. Gobernador de Katsina en un contexto nacional de violencia
3. Candidato presidencial para suceder a Obasanjo y denunciada victoria electoral
4. Un mandato truncado por la enfermedad


1. Primeros pasos en la política nigeriana

Vástago de una familia aristocrática de la etnia fulani y religión musulmana, su padre, Mallam Musa Yar'Adua, era miembro del Consejo del Emirato de Katsina, órgano de gobierno de esta casi milenaria ciudad-estado, sujeta al régimen colonial británico desde comienzos del siglo XX, y ocupaba el elevado cargo de mutawallin, o tesorero del emir. Con el acceso del país a la independencia en octubre de 1960, la cual supuso la incorporación de Katsina a la Región del Norte bajo el dominio del grupo etnolingüístico hausa-fulani, Mallam Yar'Adua pasó a servir en las instituciones del flamante Estado, transformado en República Federal en 1963, como miembro de la Cámara de Representantes y titular de varios ministerios.

Un miembro destacado del Northern Peoples' Congress (NPC), primera fuerza en las elecciones de 1959, el mutawallin de Katsina estuvo entre los supervivientes de la matanza de líderes de este partido conservador perpetrada por los soldados de la etnia ibo que en enero de 1966 decapitaron la coalición federal del NPC y el National Council of Nigeria and the Cameroons (NCNC, partido gobernante en la Región Oriental), figurando entre los asesinados el primer ministro federal, Abubakar Tafawa Balewa, y el primer ministro de la Región del Norte, Ahmadu Bello, a la sazón los números dos y uno del partido.

En este año trágico de 1966, que inauguró una etapa de dictaduras militares intercaladas con magnicidios y golpes de Estado, y que preludió la secesión armada de los ibos cristianos del sudeste y el estallido en 1967 de una devastadora guerra civil de tres años de duración entre la autoproclamada República de Biafra y el Gobierno central, el joven Umaru cursaba la educación secundaria en el Government College de Keffi, ciudad del actual estado de Nasarawa, luego de completar la primaria en las escuelas de Rafukka y Dutsinma, dos localidades próximas a su Katsina natal.

En 1971 se sacó el Higher School Certificate, o título de bachiller, en el prestigioso Barewa College de Zaria, alma máter de muchos dirigentes civiles y militares del país, y a continuación se matriculó en la Ahmadu Bello University (ABU), sita también en esta ciudad del estado norteño de Kaduna, del que Katsina era entonces parte. En 1975 obtuvo la diplomatura en Educación y Química, y continuó estudiando hasta recibir en 1978 el título de licenciado en Química Analítica. En la primera fecha contrajo matrimonio con una joven paisana de 18 años llamada Turai; la pareja iba a tener siete hijos, cinco chicas y dos varones (en 1992 el ya político iba a tomar una segunda esposa, Hauwa Umar Radda, de la que se divorciaría cinco años más tarde tras concebir con ella otros dos vástagos). Fuentes de la prensa nigeriana han pintado al Yar'Adua de estos años como un universitario impregnado de pensamiento socialista y simpatizante confeso del marxismo.

El tramo inicial de su carrera profesional se desarrolló en la docencia. En 1975, tan pronto como recibió su primer título universitario, entró a trabajar en el Holy Child College de Lagos, la mayor urbe del país y capital federal antes de asumir ese rango Abuja, y en 1976 regresó a Zaria para impartir asignaturas en el Katsina College of Arts, Science and Technology (CAST). En aquellos años conducía el país el Gobierno Militar del general Olusegun Obasanjo, cuarto presidente castrense desde 1966, cuyo segundo al mando no era sino un hermano de Umaru ocho años mayor que él, el general Shehu Musa Yar'Adua, un oficial formado en la Academia de Sandhurst al que la terrible experiencia de la guerra de Biafra le había convencido de la necesidad de mantener unida la populosa nación africana sobre la base de una federación no trazada con criterios étnicos o religiosos.

Estimulado por el liderazgo de su hermano, Yar'Adua se afilió al centroizquierdista People's Redemption Party (PRP), fuerza fundada por el veterano político musulmán Aminu Kano y que compitió con mediocres resultados en las elecciones generales de julio y agosto de 1979, broche final del proceso de normalización constitucional y democrática emprendido por Obasanjo y Shehu Yar'Adua. El padre de los hermanos, Mallam Yar'Adua, optó por retomar la actividad política como vicepresidente del National Party of Nigeria (NPN), cuyo candidato, Alhaji Shehu Shagari, resultó vencedor en las elecciones y se convirtió en el primer presidente de la denominada II República Nigeriana, la cual sólo iba a durar cuatro años. A lo largo de este período, un oasis de democracia civil, aunque lastrada por la corrupción, entre dictadura y dictadura, Yar'Adua siguió dando clases en el Katsina Polytechnic y tomando asiento en los órganos de gobierno de este centro universitario y del CAST.

En 1983, el año en que el frágil gobierno democrático de Shagari fue derribado en el golpe de Estado del general Muhammadu Buhari, el profesor de Química abandonó la enseñanza y probó fortuna en el sector privado, donde su hermano, como otros antiguos capitostes militares, ya había realizado lucrativos negocios y amasado un cuantioso capital. Hasta el final de la década, Yar'Adua desarrolló su actividad empresarial en el ramo agroindustrial, como administrador general de la compañía Sambo Farms de Funtua, en el estado de Katsina —el cual fue segregado de Kaduna en 1987—, y miembro de la junta directiva de la Farmers' Agricultural Supply Company (FASCOM) en Kaduna. Paralelamente, y prolongando estos cometidos hasta finales de la década siguiente, dirigió las delegaciones regionales de multinacionales de los sectores inmobiliario y de la construcción, como Lodigiani Nigeria Ltd., Madara Ltd. y Hamada Holdings.

Tras la disolución del PRP por el Gobierno Militar de Buhari y la deposición de éste en agosto de 1985 por el general Ibrahim Babangida, Yar'Adua secundó a su hermano e inició una militancia en el People's Front of Nigeria (PFN), asociación política de orientación progresista que fue tolerada por la enésima junta militar y que, fusionada con otras organizaciones, dio lugar en octubre 1989 al Social Democratic Party (SDP), el cual, a su vez, fue una de las dos formaciones autorizadas por Babangida a participar en los futuros procesos generales, tratándose la otra de la conservadora National Republican Convention (NRC). En mayo de 1988 el menor de los hermanos fue seleccionado para integrar la Asamblea Constituyente que en el plazo de un año redactó un nuevo texto constitucional.

Aupado a miembro del Caucus Nacional y a secretario del partido en Katsina, en las elecciones del 14 de diciembre de 1991 compitió por el puesto de gobernador estatal, pero perdió frente a su adversario de la NRC, Sa'idu Barda, quien partía con la ventaja de ser el favorito de Babangida. Al mayor de los Yar'Adua sus empresas políticas no le fueron mejor. Aunque en septiembre de 1992 se alzó con la victoria en las primarias del SDP para elegir al candidato presidencial, al cabo de un mes fue desposeído de esta condición por el dictador, que en su último capricho autoritario borró de un plumazo todo el proceso previo a las elecciones presidenciales y retrasó la entrega del poder a los civiles hasta agosto de 1993. En marzo de ese año el SDP celebró un nuevo proceso de primarias, pero esta vez el vencedor fue otro precandidato, Moshood Abiola, quien no tardó en sufrir un atropello aún más escandaloso: su triunfo en las presidenciales de junio de 1993 fue anulado por los militares, quedando la transición democrática nigeriana crudamente truncada.

En noviembre de 1993 el general Sani Abacha, representante de la línea castrense más intransigente y represiva, se hizo con el poder y los hermanos Yar'Adua encajaron la nueva situación con suerte dispar. A Umaru, que ofrecía un perfil político bajo, limitado al ámbito de Katsina, los militares le dejaron en paz, pudiendo desarrollar su actividad empresarial privada en las firmas inmobiliarias arriba reseñadas y estrenar nuevas direcciones ejecutivas, en el Habib Nigeria Bank Ltd., la Katsina State Investment and Property Development Company (KIPDECO) y la Nation House Press Ltd. de Kaduna. Pero Shehu sí fue considerado un peligroso opositor por Abacha, que en marzo 1995 ordenó su arresto bajo la acusación de haber tomado parte en una intentona golpista desbaratada ese mes y dispuso su condena por un tribunal marcial a la pena de cadena perpetua. En diciembre de 1997 murió en cautividad, en la prisión de alta seguridad de Yola, donde también había sido aherrojado Obasanjo, si bien éste terminó obteniendo la libertad.


2. Gobernador de Katsina en un contexto nacional de violencia

La repentina muerte de Abacha en junio de 1998, cuando se disponía a ser legitimado en la Presidencia mediante una farsa electoral, y su sustitución al frente de la junta militar por el general Abdulsalam Abubakar, partidario de devolver el poder a los civiles, resucitaron un proceso político pluralista en el que Yar'Adua se hizo un hueco como fundador y líder de la asociación K34.

La transición a la democracia se desarrolló con rapidez, y a finales de agosto Yar'Adua, Atiku Abubakar, Alex Ekwueme y otros veteranos opositores de las dictaduras de Babangida y Abacha así como antiguos dirigentes de los extintos PFN y SDP, fusionaron sus respectivas asociaciones políticas para fundar el People's Democratic Party (PDP). Concebido como un gran partido centrista de implantación nacional, partidario de la apertura liberal de la economía y de un federalismo equilibrado que no diera alas a sectarismos regionales de corte religioso o étnico, el PDP escogió a Obasanjo como su candidato presidencial.

El 9 de enero de 1999, anticipándose a las elecciones legislativas y presidenciales federales, tuvieron lugar los comicios para restablecer los gobiernos y asambleas de los 36 estados. Yar'Adua fue el candidato del PDP en Katsina y, siete años después de su primera tentativa, consiguió derrotar, al igual que sus conmilitones en otros 19 estados, a sus principales adversarios, que esta vez pertenecían al All People's Party (APP), una formación derechista fundada por partidarios civiles del difunto Abacha y fuerte en varios estados del centro y el norte, y a la Alliance for Democracy (AD), la cual tenía su base electoral en los estados sudoccidentales de mayoría étnica yoruba.

La supremacía electoral del PDP quedó confirmada en las elecciones legislativas del 20 de febrero y el 7 de marzo, con la ganancia de una mayoría absoluta de 206 diputados y 59 senadores, y en las presidenciales del 27 de febrero, con la inapelable —pese a los episodios de fraude detectados— victoria de Obasanjo sobre el candidato conjunto la AD y el APP, Olu Falae. El 29 de mayo Yar'Adua tomó posesión como gobernador ejecutivo estatal en Katsina al tiempo que Obasanjo asumía la jefatura del Estado en Abuja. A lo largo de la década siguiente, Yar'Adua se desempeñó como un responsable regional no especialmente destacado, dentro de un esquema descentralizado del poder en el que los gobiernos estatales disfrutan de amplios poderes y manejan abultados presupuestos.

Una de sus decisiones más relevantes, consensuada con los notables locales y aprobada por la Asamblea, la tomó en agosto de 2000 con la reposición de la Sharía para los ciudadanos de fe musulmana, lo que entrañaba la aplicación del código de justicia derivado del Corán a todos los ámbitos de los derechos civil y penal. Katsina se convirtió así en el quinto estado norteño en adoptar el sistema judicial islámico luego de que en octubre de 1999 abriera la secuencia la vecina Zamfara, principiando una etapa de tensión intercomunitaria que no tardó en degenerar en enfrentamientos de extraordinaria virulencia: sólo en Kaduna y Abia se habían producido desde entonces cientos de muertos en pogromos religiosos que tuvieron como víctimas tanto a cristianos como a musulmanes.

En Katsina, Yar'Adua se decantó por una versión especialmente rigurosa de la Sharía, que contemplaba la aplicación de los castigos hadd (amputaciones traumáticas y formas de ejecución particularmente bárbaras), si bien se afanó en aquietar los lógicos temores de la minoritaria población cristiana, a la que garantizó su excepcionalidad jurídica. En enero de 2002 su estado se convirtió en el primero que ejecutó una pena capital en virtud del nuevo código penal, la de un reo de asalto y triple asesinato, quien fue ahorcado pese a que la sentencia le había condenado a morir apuñalado con la misma arma blanca que él había empleado contra sus víctimas.

Poco después, en marzo, la opinión pública internacional reaccionó con indignación ante la sentencia dictada por un tribunal islámico de la ciudad de Bakori contra Amina Lawal Kurami, quien fue condenada a morir lapidada por un delito de adulterio al haber concebido un hijo fuera del matrimonio. Las presiones internacionales y la defensa exitosa de los abogados condujeron a la revocación de la sentencia por el Tribunal Islámico de Apelaciones de Katsina y a la puesta en libertad de Lawal en septiembre de 2003.

El tono aparentemente no sectario de Yar'Adua, no obstante la crudeza de la sharía por él promovida, fue visto como un distanciamiento de la actitud de otros mandatarios norteños que no dudaban en convertir la controvertida cuestión de la islamización de la justicia en un ariete político contra el presidente Obasanjo, el cual, por otro lado, también decepcionó a los no musulmanes (tratándose él mismo de un yoruba cristiano) al negarse a poner freno al avance de la sharía en el norte y el centro del país, siendo su única exigencia a los gobiernos de los estados involucrados que salvaguardaran los derechos de los ciudadanos cristianos.

Desde Katsina, Yar'Adua, reelegido en el cargo en los comicios del 19 de abril de 2003 —coincidiendo con las presidenciales nacionales— con el 55,2% de los votos frente a su principal contrincante, Nura Khalil, del partido derechista y proislámico All Nigeria Peoples' Party (ANPP, sucesor del APP), fue un testigo circunspecto de los agitados ocho años de mandato de Obasanjo, quien hizo frente a un sinfín de impugnaciones, desbarajustes y quiebras del orden, todo en menoscabo de la estabilidad democrática del país más grande del África negra por población (aproximadamente 140 millones de habitantes, de acuerdo con el censo de 2006) y, tras Sudáfrica, el segundo por peso económico.

Así, se sucedieron los conflictos institucionales con la Asamblea Nacional, pese a estar dominada por su propio partido, el PDP, que amagó con destituir a Obasanjo en más de una ocasión; también, las contestaciones sindicales a las reformas liberalizadoras de la economía (privatizaciones, desregulaciones), el ajuste financiero, la contención salarial antiinflacionista y la revisión al alza de los precios subvencionados de la gasolina, acciones todas ellas prescritas por el FMI; o los desabastecimientos de combustibles, penuria paradójica en un país que siendo el octavo exportador mundial de petróleo se mostraba incapaz de refinar la mayoría del crudo destinado al consumo propio.

La corrupción, desaforada, siguió drenando ingentes recursos económicos, tal como expuso anualmente la organización Transparency International, a pesar de las comisiones anticorrupción montadas por el Ejecutivo y del arresto y encarcelamiento de altas personalidades de la administración pública, dando lugar a procesos sensacionalistas. Y las elecciones generales de abril y mayo de 2003, que revalidaron al oficialismo en el poder, desataron en la oposición liderada por el ANPP, la AD y la All Progressives Grand Alliance (APGA) una catarata de convincentes acusaciones de fraude que los organismos internacionales observadores del proceso no pudieron menos que corroborar parcialmente. De todas maneras, prevaleció en esta monitorización una actitud condescendiente que puso en evidencia la buena prensa de Obasanjo entre los gobiernos occidentales.

Pero el mayor y más dramático problema que entenebrecía el futuro del país fue la retahíla de explosiones de violencia sectaria que comenzó en los estados del norte a raíz de la imposición de la Sharía, sin que Katsina lograra quedarse al margen de los sangrientos disturbios, y que se extendió, en distintos tiempos, a los estados centrales del middle-belt, Plateau en especial, y a los estados de mayoría yoruba del sudoeste, a la gran ciudad de Ibadán e incluso a la megalópolis costera de Lagos, uno de los corazones financieros del continente, tachonado de rascacielos y centros comerciales. En estos lugares los enfrentamientos armados presentaron características religiosas (musulmanes contra cristianos) y étnicas (yorubas contra hausas y fulanis), aunque en las áreas rurales no dejaron de traslucir luchas por la posesión de unos recursos agropecuarios achicados por el desajuste entre los ritmos del crecimiento demográfico —uno de los más vertiginosos del mundo— y el económico.

El ciclo de la violencia se adueñó también de la región petrolera del Delta del río Níger, donde desde tiempo atrás abundaban los sabotajes de oleoductos y los robos de crudo para su posterior venta en el mercado negro por militantes de comunidades aborígenes, destacando por su beligerancia las de la etnia ijaw, que se consideraban excluidas del reparto de las ganancias del negocio del hidrocarburo y que denunciaban las prácticas depredadoras de las compañías autóctonas y las multinacionales dedicadas a la extracción. Aunque atesoraba las mayores reservas de petróleo y gas del continente y su riqueza energética aportaba tres cuartas partes de los ingresos comerciales del país, el Delta, ofreciendo una de las contradicciones socioeconómicas más escandalosas del planeta, era una región desesperadamente pobre y degradada, donde señoreaban el chabolismo, la ausencia de servicios básicos, la agricultura de subsistencia y los desastres medioambientales,

Desde 2003 se agravó la situación de inseguridad en las ciudades de Warri, en el estado de Delta, y Port Harcourt, en el estado de Rivers, por la irrupción de milicias armadas de base tribal que igual cometían atentados contra instalaciones industriales y secuestraban a trabajadores del sector petroquímico como combatían entre sí y contra las fuerzas del orden público movilizadas para su represión. En todo el país, proliferaban las milicias de sesgo tribal y religioso, así como grupos de autodefensa civil dedicados a luchar al margen del imperio de la ley contra la delincuencia común, crecida al socaire de la subversión reivindicativa. La producción petrolera se vio afectada por las constantes acciones violentas, sumando parones de actividad a los generados por las huelgas obreras. El Ejército mismo compartió una alta responsabilidad en la generación de este estado de anarquía intermitente y localizada al perpetrar operaciones de castigo, verdaderas incursiones de muerte y destrucción, contra poblaciones donde elementos locales habían dado muerte a miembros de la institución armada.

Los estallidos se sucedían en cualquier momento y en cualquier lugar. Entre febrero y mayo de 2004 hasta un millar de personas pereció en venganzas religiosas perpetradas en distintos puntos de los estados de Plateau, mayormente en la ciudad de Yelwa, y Kano, lindero con Katsina. En agosto siguiente el baño de sangre tuvo como escenario Port Harcourt. En febrero de 2006 turbas de cristianos de la ciudad meridional de Onitsha, en el estado de Anambra, masacraron a un centenar de residentes musulmanes en represalia por el asesinato de una veintena de cristianos en Katsina y el también norteño estado de Borno en el curso de unas protestas organizadas por comunidades musulmanas contra la publicación en medios de prensa europeos de unas caricaturas del profeta Mahoma. Cuando el segundo cuatrienio con el PDP en el poder llegaba a su fin, Nigeria debía lamentar la muerte de no menos de 12.000 personas, víctimas todas de los distintos frentes de violencia.


3. Candidato presidencial para suceder a Obasanjo y denunciada victoria electoral

En abril de 2006, con las elecciones presidenciales a un año vista, después de negar enfáticamente que aspirara a una segunda reelección, Obasanjo levantó tensiones en el PDP y arrojó incertidumbre al devenir político de Nigeria al acoger con un silencio sospechoso la presentación por un grupo de senadores lealistas de un proyecto de reforma constitucional destinado a enmendar el artículo de la Carta Magna de 1999 que limitaba los ejercicios presidenciales a dos consecutivos.

La iniciativa, que sólo podía salir adelante con el respaldo de dos tercios de los parlamentarios, fue retirada en mayo ante el rechazo que concitó por doquier y en particular en la facción populardemócrata capitaneada por el vicepresidente de la República, Atiku Abubakar, quien no ocultaba su ambición de ser designado candidato presidencial del partido. La pretensión de Abubakar se sustentaba en el hecho de que las amplias victorias electorales de Obasanjo en 1999 y 2003 habían sido posibles en buena parte gracias a la extensa red clientelista y proselitista manejada por él en los estados musulmanes del norte, un capital político que tenía su origen en el activismo del difunto general Shehu Yar'Adua.

Aunque Abubakar se había apuntado una victoria táctica, las relaciones entre los dos principales dirigentes del país quedaron envenenadas: el 18 de septiembre, culminando una guerra de mutuas recriminaciones con Obasanjo, el vicepresidente fue formalmente acusado por la Comisión de Delitos Económicos y Financieros (EFCC) de haber aceptado sobornos y desviado a su bolsillo ingentes cantidades de dinero correspondientes a fondos de campañas electorales del PDP. Abubakar fue suspendido en sus funciones institucionales por tres meses y en consecuencia quedó descalificado como aspirante presidencial.

Sólo ahora entró en escena Umaru Yar'Adua, al que muchos veían como un político provinciano, poco familiarizado con los tejemanejes y retos del gobierno federal, y de personalidad gris y taciturna, aunque respetado por tratarse de uno de los pocos gobernadores estatales que había sacado a la luz sus haberes económicos (de lo más boyantes, que le convertían en multimillonario) y no había sido investigado por la EFCC. En cuanto a su gestión institucional en Katsina, ésta venía siendo elogiada por eficiente en el manejo de las finanzas y por pródiga en realizaciones beneficiosas para los ciudadanos. Con todo, entre el público prevalecía la opinión de que se trataba de un líder político de segunda fila, debilidad que subrayaba una salud resentida por una dolencia renal crónica.

Doble y decisivamente beneficiado por el favoritismo poco disimulado de Obasanjo y por la retirada de la contienda del ex dictador militar Babangida, que seguía siendo uno de los hombres más ricos e influyentes del país, Yar'Adua sometió su precandidatura a la elección primaria celebrada por el PDP el 16 y el 17 de diciembre de 2006, con resultado triunfal: su opción fue respaldada por 3.024 de los 4.000 compromisarios, mientras que el más adelantado de sus once rivales, el empresario Rochas Okorocha —un antiguo miembro del ANPP que había sido expulsado de la formación opositora por haber aceptado un puesto de asesor especial de Obasanjo—, sólo consiguió 372 votos.

Una vez proclamado candidato presidencial del PDP por una convención partidista que no destacó por su entusiasmo, Yar'Adua escogió para acompañarle en las elecciones como candidato a vicepresidente a Goodluck Jonathan, gobernador del estado petrolero de Bayelsa. Su doble condición de sureño del Delta y de ijaw era un obvio guiño dirigido a los insurgentes que estaban multiplicando los actos de violencia en una región de vital importancia económica. Además, era cristiano, lo que ayudaba a subrayar el mensaje de la armonía religiosa. En cuanto a Abubakar, se las arregló para ser postulado candidato presidencial por cuenta del Action Congress (AC, formación de nuevo cuño surgida de la fusión de la AD y otros partidos), decisión que le costó la expulsión del PDP.

Yar'Adua, que a principios de marzo voló a Alemania para recibir una atención médica que suscitó dudas sobre el estado de su salud, se presentó a las elecciones presidenciales del 21 de abril de 2007 con un programa político caracterizado por la continuidad y la moderación.

Además de predicar la armonía religiosa y étnica, y de asegurar la prolongación de los esfuerzos gubernamentales para extirpar el cáncer de la corrupción y para completar una reforma estructural de la economía (del sector energético en particular, la cual ya había satisfecho por el momento al Club de París como para acceder éste a cancelar las deudas contraídas por Nigeria a cambio del pago inmediato de una parte de las mismas), el pretendiente del oficialismo hizo hincapié en el tratamiento integral de los conflictos que golpeaban a los estados del sur petrolero a través de un instrumento ya creado por Obasanjo en 2000 y que hasta ahora no había hecho gran cosa para corregir el injusto esquema de distribución de los beneficios económicos, la Comisión para el Desarrollo del Delta del Níger (NDDC). Sin embargo, estaba por ver su disposición a abordar lo que Obasanjo había escamoteado en todos estos años, a saber: la apertura de un gran debate nacional sobre el reparto de la riqueza y la reordenación de los derechos económicos del Estado, las empresas y las poblaciones locales.

Por lo demás, la campaña electoral estuvo ensombrecida por los acostumbrados actos de violencia, que dejaron dos centenares de muertos, y por los amagos de los principales partidos de la oposición de boicotear las votaciones ante la sospecha de que no iban a ser limpias. Además de Yar'Adua por el PDP y de Abubakar por el AC, concurría un tercer aspirante de talla, amén de musulmán norteño también, el ex dictador Muhammadu Buhari, que repetía por el ANPP tras su fallida apuesta de 2003.

Nada más cerrarse las urnas, la constatación del desorden organizativo y de sospechosos retrasos y deficiencias en el reparto y el control de los materiales electorales dieron pie a todos los partidos opositores para denunciar con gran vehemencia que se estaba cometiendo un fraude de enormes proporciones. Con el paso de las horas fueron acumulándose noticias sobre manipulaciones generalizadas de papeletas electorales y de escrutinios inflados o mutilados, siempre en favor del PDP, en circunscripciones a lo largo y ancho del país.

El 23 de abril la Comisión Electoral Nacional Independiente (INEC) publicó unos resultados que proclamaban a Yar'Adua vencedor con el 68,9% de los votos. Le seguían Buhari con el 18,7%, Abubakar con el 7,3%, Orji Uzor Kalu, por la Progressive Peoples' Alliance (PPA), con el 1,7%, y otros 18 candidatos que no alcanzaron el 1% de los sufragios. Al punto, miles de encolerizados simpatizantes de Buhari se echaron a las calles de Kano, la principal ciudad del norte, para protestar por la "farsa" electoral, produciéndose disturbios y choques con la Policía.

Los equipos de monitores internacionales emitieron veredictos negativos con mayor o menor contundencia. La misión de la Unión Europea descalificó el conjunto del proceso electoral por "no creíble". Los mismos episodios de caos y manipulación presidieron las elecciones parlamentarias y estatales, donde el PDP se apuntó unos triunfos demasiado espectaculares como para darlos por buenos sin más, aunque el fraude era difícil de cuantificar. En Katsina, el candidato a la sucesión dejado por Yar'Adua, Ibrahim Sherma, solventó el envite sin problemas. Lejos de reparar las grietas abiertas en la legitimidad democrática del régimen del PDP por las elecciones de 2003, la edición de 2007 las había empeorado.

Mientras las reclamaciones por los partidos opositores, una constelación de grupos de la sociedad civil y la influyente Conferencia Episcopal Católica de que se formara un gobierno interino y se repitieran los comicios caían en saco roto, Yar'Adua salió al paso para tender una "mano de amistad" y ofrecer la "reconciliación" a los impugnadores de unas elecciones, ciertamente, "no perfectas", toda vez que habían presentado "lapsos y defectos". El 29 de mayo de 2007, a los 56 años, el ex gobernador prestó juramento en Abuja como presidente de la República con mandato hasta 2011, convirtiéndose en el primer civil que recibía el poder central de otro civil en 47 años de independencia.

En su discurso inaugural, pronunciado ante una docena de gobernantes africanos, Yar'Adua prometió prestar "atención urgente" a la crisis en la región del Delta, acometer una "mejora dramática" en el suministro doméstico de electricidad y actuar rápidamente para "preservar las vidas y las propiedades", y para "dar seguridad a las inversiones". "Entre tanto", añadió el flamante mandatario, "urjo a todas las comunidades, grupos e individuos agraviados a que suspendan de inmediato todas las acciones violentas y respeten la ley".


4. Un mandato truncado por la enfermedad

Para ejemplificar su talante conciliador e integrador, el nuevo presidente invitó a las principales fuerzas de la oposición a unirse al PDP en un Gobierno de unidad nacional. Respondieron positivamente el ANPP (pero con el rechazo de Buhari, quien, al igual que Abubakar, impugnó los resultados electorales ante los tribunales, aunque infructuosamente) y la PPA, los cuales recibieron tres ministerios en el Gabinete de 39 miembros formado el 26 de julio. Un mes antes, el 28 de junio, el mandatario, repitiendo lo hecho como gobernador de Katsina pero sentando un precedente en la jefatura del Estado, tuvo el gesto de divulgar su declaración de patrimonio. Poseía, juntamente con su esposa, activos por valor de 856 millones de nairas (al cambio, cerca de 6 millones de dólares) y pasivos por 88 millones.

Paralelamente a estas iniciativas, Yar’Adua convocó con prontitud una Cumbre del Delta del Níger para debatir con todas las partes interesadas (empresas, propietarios rústicos, representantes laborales y grupos reivindicativos) un amplio elenco de ideas y propuestas pensadas para solucionar los conflictos de la zona, empezando por el gubernamental Plan Maestro de Desarrollo Regional, lanzado por Obasanjo a finales de marzo. Pospuesta repetidas veces por la prolongación de las agresiones armadas en las instalaciones petroleras, pasto de otra ola de sabotajes y secuestros, y rechazada por los grupos rebeldes, empezando por el Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger (MEND), la conferencia fue finalmente cancelada en agosto de 2008, aunque el Gobierno reiteró que seguía comprometido con el diálogo.

Llegado este punto, los medios de información nacionales hicieron un balance tibio del primer año de presidencia de Yar’Adua. Quien se llamaba a sí mismo, con tono humilde, el "presidente sirviente", luchaba por realizar sus ambiciosas promesas de convertir a Nigeria en la vigésima economía mundial en 2020 (obteniendo desde 2010 tasas mínimas de crecimiento anual del 10%, lo que supondría duplicar las actuales), de "tolerancia cero" con la corrupción y de hacer prevalecer el imperio de la ley, tal que ningún nigeriano, por muy poderoso que fuera, quedara impune si cometía un desmán, y el principio constitucional de la separación de poderes fuera preservado.

El singular estilo del presidente —tan diferente del de sus predecesores—, que exudaba calma, sobriedad y hasta timidez, que quería afirmar su autoridad pero no parecía tener apetito de poder, podía favorecer una recalificación de las instituciones democráticas. Pero, opinaban los comentaristas, despersonalizar el Ejecutivo o negarse a interferir en el funcionamiento, a menudo alborotado, de los poderes legislativo y judicial, podían ser vistos por una población y unos actores económicos acostumbrados a los liderazgos fuertes encargados de atajar los chisporroteos de arbitrariedad y anarquía en la inmensa Nigeria, más que como signos de prudencia o sabiduría, como muestras de debilidad, indecisión o falta de visión. Al presidente empezó a apodársele Baba-go-slow, Papá va lento, por la falta de resultados de su gestión. Por el momento, la situación en el Delta seguía descontrolada, el desabastecimiento eléctrico era incluso mayor que bajo el anterior Gobierno y la lucha anticorrupción, pese a la entrada en vigor de las leyes Public Procurement Act y Fiscal Responsibility Act, no parecía estar teniendo mucho resultado.

De puertas al exterior, Yar’Adua heredó de Obasanjo la portavocía principal del África central y occidental en las interlocuciones de la Unión Africana (UA) con los países desarrollados y en particular con el G8, en el llamado diálogo alargado con África y en el marco del programa Nuevo Partenariado para el Desarrollo de África (NEPAD). Así, el nigeriano fue uno de los selectos dirigentes africanos invitados a las cumbres anuales del G8 en Heiligendamm, Alemania, en junio de 2007, Toyako, Japón, en julio de 2008, y L’Aquila, Italia, en julio de 2009. El buen entendimiento con Estados Unidos no disuadió a Yar’Adua de rechazar, en noviembre de 2007, su petición de instalar en Nigeria el cuartel de AFRICOM, nuevo mando de combate operativo creado por el Departamento de Defensa para las operaciones militares de la superpotencia en toda África salvo Egipto.

Por otro lado, Yar’Adua se encargó de dar cumplimiento al acuerdo adoptado en junio de 2006 en Nueva York por Obasanjo y su homólogo de Camerún, Paul Biya, para aplicar el laudo territorial del Tribunal Internacional de Justicia que en 2002 había concedido a la nación vecina la soberanía de la disputada península de Bakassi, por la que los dos países estuvieron a punto de ir a la guerra varias veces en las décadas de los ochenta y noventa. Ni la moción de rechazo a la transferencia del territorio aprobada por el Senado nigeriano (que se hizo eco del disgusto generalizado por el cambio de nacionalidad entre la población local) ni el asesinato de 21 soldados cameruneses por presuntos militantes nigerianos en noviembre de 2007 frenaron el calendario pactado, tal que el 14 de agosto de 2008 la parte norte de la península fue entregada a Camerún (la parte sur continuaría bajo la jurisdicción nigeriana dos años más).

A últimos de agosto de 2008, la furtiva marcha de Yar’Adua a Jeddah, Arabia Saudí, para tratarse su insuficiencia renal abrió un alarmante vacío presidencial de al menos dos semanas de duración que empujó a la oposición a exigir información veraz sobre las condiciones físicas del mandatario, el cual retornó a Abuja con un riñón transplantado. Las dudas sobre las capacidades de Yar’Adua para gobernar se tornaron más desasosegantes porque el país, justamente ahora, se adentró en otra etapa de cruda violencia regional, protagonizada por los insurgentes ijaw en el Delta y por los extremistas comunitarios en Jos, la capital del estado central de Plateau.

En la desembocadura del Níger, el MEND declaró la "guerra del petróleo" a las compañías explotadoras, particularmente la Chevron y la Shell, y se enzarzó en violentos combates con el Ejército, que, siguiendo las órdenes de Yar’Adua, lanzó una vasta operación represiva. El 27 de septiembre la guerrilla anunció un alto el fuego que mantuvo hasta el 30 de enero de 2009. El 15 de mayo siguiente, el Ejército desencadenó otra gran operación contrainsurgente, pero las fuerzas gubernamentales no consiguieron impedir nuevos secuestros de operarios extranjeros, voladuras de oleoductos y hasta un ataque con víctimas contra el complejo de Atlas Cove Jetty, en la línea de costa próxima a Lagos, uno de los nudos de distribución petrolera más grandes del país.

Menos lesivos en términos económicos pero mucho más sangrientos fueron los tumultos que en el penúltimo mes de 2008 enfrentaron en Jos a musulmanes y cristianos de distinta adscripción política a raíz de unos resultados electorales cuestionados. En sólo dos días, el 28 y el 29 de noviembre, hasta que las tropas federales impusieron la paz, 381 personas, según el balance oficial, resultaron muertas en los enfrentamientos. Cientos de viviendas, mezquitas e iglesias fueron incendiadas, y 10.000 residentes fueron arrojados de sus hogares.

Aún más turbador para el Gobierno y la opinión pública, ya que introducía un elemento de fractura nuevo —como si no hubiera suficientes ya y de todos los colores, partidistas, étnicos, religiosos y socioeconómicos— fue el estallido de violencia integrista islámica que a finales de julio de 2009 sembró de cadáveres varias ciudades del subdesarrollado cuadrante nordeste del país. El causante ahora fue la milicia armada Boko Haram (expresión hausa que se traduce por la educación es pecado, entendida por tal educación la de tipo occidental), una secta fundamentalista que perseguía la imposición de la sharía en toda la federación, renegaba de las interpretaciones racionalistas tomadas de la cultura occidental y era vista como el equivalente nigeriano de los talibanes afgano-pakistaníes, comparación que ella misma alentaba.

En represalia por el arresto y muerte de varios camaradas, los milicianos asaltaron comisarías e instalaciones policiales en los estados de Borno, Bauchi, Yobe y Kano. Los combates alcanzaron la mayor intensidad en la capital de Borno, Maiduguri, principal bastión de los sectarios. El 30 de julio, una fuerza combinada de policías y soldados aplastó la revuelta con el resultado final de 700 muertos aproximadamente. Entre las víctimas estuvo el líder espiritual de Boko Haram, Mohammed Yusuf, liquidado a tiros en la comisaría principal de Maiduguri tras ser capturado cuando intentaba evadir el cerco militar.

Las degollinas en Jos y Maiduguri no sacaron de su habitual introversión a Yar’Adua, cuyo semblante —gesto contraído y mirada ausente— delataba el avance de la enfermedad, cualquiera que fuese. Sin embargo, el mandatario estaba decidido a realizar una de sus máximas divisas electorales, la pacificación del Delta. Una política de gestos conciliatorios, empezando por la liberación de Henry Okah, principal líder del MEND y que permanecía preso acusado de traición y terrorismo, y continuando con una amnistía general acompañada de la promesa de incentivos económicos y laborales, sedujo a una mayoría de cabecillas guerrilleros, que en octubre de 2009 aceptaron desarmarse y acogerse al programa de reinserción.

Yar’Adua apenas tuvo tiempo para comprobar en casa los efectos positivos de su primera realización palpable de gobierno. El 23 de noviembre estuvo de vuelta en el hospital Rey Faysal de Jeddah, esta vez aquejado de una disfunción cardíaca. Los médicos le diagnosticaron una pericarditis aguda y comenzaron un tratamiento que iba a ir para largo. La constatación de que la vacancia de hecho en la titularidad presidencial tenía una duración indefinida movilizó a un amplio sector de la opinión pública, la sociedad civil y la clase política, que reclamó en los medios de comunicación, en la calle y hasta en los tribunales de justicia la dimisión de Yar’Adua por motivos de salud y la asunción del mando por el vicepresidente Jonathan. Varios ministros replicaron que el presidente estaba en condiciones de tomar decisiones y despachar los asuntos más importantes del Gobierno vía telefónica.

Comenzado enero de 2010, el país parecía abocado a una crisis constitucional por la inacabable ausencia de Yar’Adua, quien el día 12 tuvo que dar señales de vida, dejándose entrevistar por teléfono por la BBC, para desmentir que estuviera en estado agónico e incluso que hubiera muerto, tal como reportó, en una información espuria, un medio estadounidense. En el frente interior, saltaron, una vez, más las alarmas: a mediados de mes, los odios etno-religiosos volvieron a desatarse en Jos y se llevaron por delante a cerca de tres centenares de vidas en unos enfrentamientos que implicaron principalmente a pastores hausa-fulanis musulmanes y agricultores yorubas cristianos; el día 30, para empeorar las cosas, el MEND dio por terminado el cese de las hostilidades y amenazó con "ataques generalizados" en el Delta.

El 9 de febrero, por fin, Jonathan fue investido por la Asamblea presidente de la República en funciones y con carácter interino, hasta que Yar’Adua estuviera en condiciones de retomar las mismas. El 24 de febrero, por sorpresa, el aún presidente titular aterrizó en el aeropuerto de Abuja tras 93 días de hospitalización, pero el simple detalle de que fuera recogido por una ambulancia y conducido a su residencia en un ambiente de secretismo, sin testimonio gráfico y sin parte informativo, confirmó la suposición general de que Yar’Adua ya no podría volver a gobernar. El poder legislativo indicó que, a menos que recibiera una declaración firmada del convaleciente dando fe de su regreso al país y de su capacidad para desempeñar el cargo, las funciones presidenciales las seguiría ejerciendo Jonathan. Esa declaración nunca se transmitió. El silencio informativo sobre la condición de Yar’Adua impuesto por el Gobierno fue prácticamente total, salvo por el dato de que el presidente permanecía en cuidados intensivos.

El 8 de marzo, el área de Jos vivió el tercer y más terrible pogromo intercomunitario cuando una hueste bien organizada y fuertemente armada de paisanos fulanis arrasó un cinturón de aldeas cristianas próximas a la ciudad de Ryom y masacró a sus habitantes, incluidos ancianos, mujeres y niños, a tiros y a machetazos. El salvaje ataque, lanzado en venganza por las bajas propias sufridas en las luchas de enero, dejó casi un millar de cadáveres en Plateau. Dos días después, cientos de personas desfilaron pacíficamente por el corazón administrativo de Abuja exigiendo que el "presidente invisible" se dejara ver o que, si eso no fuera posible, otro asumiera el cargo.

En las postrimerías del 5 de mayo de 2010 las autoridades anunciaron el fallecimiento de Yar’Adua, producido por la mañana en la residencia presidencial de Aso Rock en Abuja, y teniendo a su lado a su esposa Turai. El Gobierno decretó siete días de duelo nacional y el 6 de mayo, Jonathan, conforme a la previsión constitucional, prestó juramento como presidente titular. Por la tarde, tuvieron lugar en Katsina los funerales de Yar’Adua, quien fue inhumado de manera presta y sin pompa, de acuerdo con el rito musulmán.

Jonathan, que no asistió al entierro, ensalzó a su predecesor con estas palabras: "Nigeria ha perdido a la joya de su corona, y hasta los cielos comparten duelo con nuestra nación esta noche. Como individuos y como nación, rezamos por la recuperación del presidente. Pero nos consuela saber que el Todopoderoso es el dador y el quitador de todas las vidas". Desde Estados Unidos, Barack Obama rindió tributo a la "profunda integridad y decencia del presidente Yar’Adua, su profundo compromiso con el servicio público y su apasionada fe en el vasto potencial y el brillante futuro de una Nigeria de 150 millones de personas".

(Cobertura informativa hasta 10/5/2010)