Muhammad al-Megarif

En Libia, las primeras elecciones pluralistas en los últimos 60 años alumbraron el 10 de agosto de 2012 al primer estadista con legitimidad estrictamente democrática en la historia del país. Se trata de Muhammad al-Megarif, líder del Partido del Frente Nacional (PFN) y el más veterano resistente contra la dictadura de Gaddafi, a quien combatió por todos los medios y denunció incansablemente desde el exilio durante más de tres décadas. En tanto que presidente del Congreso General Nacional (CGN), el Parlamento que rige en el período interino abierto por la Revolución de 2011 y que tomó el relevo al ya disuelto Consejo Nacional de Transición (CNT), este antiguo auditor de cuentas públicas oriundo de la oriental Bengasi funge como el jefe de Estado de facto, ya que por el momento no existe el puesto de presidente de la República y el sistema de gobierno definitivo está por determinar.

Tras su regreso a Libia, Megarif, una figura respetada por ofrecer un pedigrí democrático del que los jefes de la Revolución y el CNT (leales a la Jamahiriya hasta que estalló el levantamiento popular) no pueden presumir, definió un perfil de político progresista, pragmático y laico, aunque bien relacionado con los influyentes Hermanos Musulmanes. A pesar de que su partido, tercero en los comicios del 7 de julio, sólo posee tres de los 200 escaños del CGN, el frentista se impuso en la elección parlamentaria gracias al respaldo de los islamistas moderados, que pasaron por alto el desinterés del PFN en el debate sobre el papel del Islam y le aceptaron como fórmula de compromiso contra las preferencias del ex primer ministro Mahmoud Jibril, cuyo partido es el primero de la Cámara.

Desde su elección, Megarif, junto con el Gobierno de coalición que ahora encabeza Ali Zidan, su rival en la investidura de agosto, intenta mantener encarrilada la transición política, que debería culminar a finales de 2013 con la conclusión del proceso constituyente, aún sin arrancar y rodeado de incógnitas, y la celebración de elecciones generales. Hasta el término del período interino, el CGN tendrá que completar las tareas que el CNT dejó a medio hacer o se dejó en el tintero, que son: dotar a la nueva Libia de unas sólidas instituciones democráticas; dar pasos decisivos en la reconstrucción económica; y, cuestión vital, atajar los persistentes focos de violencia e inseguridad, atizados por una pléyade de milicias armadas y bandas tribales que eluden someterse a las autoridades. Las reclamaciones federalistas en la región de Cirenaica, las asechanzas del terrorismo salafista (autor del mortal ataque al Consulado de Estados Unidos en Bengasi) y el desafío de los simpatizantes gaddafistas en la ciudad de Bani Walid son expresiones concretas del turbulento estado de cosas en la Libia posrevolucionaria, que además teme el contagio de la subversión de Al Qaeda en la vasta vecindad sahelo-sahariana. En enero de 2013, Megarif, a quien Gaddafi intentó matar en varias ocasiones, salió ileso de un intento de magnicidio cuando inspeccionaba las operaciones de lucha contra el contrabando en la ciudad sureña de Sabha.

(Texto actualizado hasta enero 2013)

1. Tres décadas en la oposición frontal al régimen de Gaddafi
2. Regreso del exilio en 2011 y formación del Partido del Frente Nacional
3. Jefe del Legislativo en la inestable Libia salida de Revolución


1. Tres décadas en la oposición frontal al régimen de Gaddafi

Miembro de una familia numerosa compuesta por 12 hermanos y nativo de Bengasi, en 1958 terminó el bachillerato en la capital de la región oriental de Cirenaica y su graduación, asegura la biografía oficial del estadista, fue la que más altas calificaciones obtuvo en todo el país. Cuatro años después se tituló por la Facultad de Economía y Comercio de la Universidad Gar Younis, hoy Universidad de Bengasi, tras lo cual comenzó a dar clases en la especialidad de contabilidad financiera.

En 1971, en el tercer año del golpe de Estado revolucionario que acabó con la monarquía del rey Idris e instauró la dictadura republicana del coronel Muammar al-Gaddafi, Megarif hizo unas prácticas como becario en dos instituciones de contabilidad, auditoria y fiscalidad del Reino Unido, el Institute of Chartered Accountants in England and Wales (ICAEW) y el Chartered Institute of Taxation (CIOT). A su vuelta a Libia, retomó las funciones académicas como profesor adjunto y vicedecano de la Facultad.

En julio de 1972 el Gobierno, en adelante encabezado por la segunda figura del Consejo del Mando de la Revolución después de Gaddafi, el coronel Abdul Salam Jalloud, reclutó a Megarif para un cargo relevante en el Ejecutivo, la jefatura de la Oficina de Cuentas, que tenía rango ministerial. El profesor aceptó el puesto pese al escepticismo que le producían los métodos y las intenciones del régimen militar, intolerante y represivo por los cuatro costados.

El periódico Libya Herald ha recogido en exclusiva el testimonio íntimo del político. Así, Megarif revela que, antes de venirle ese nombramiento y deseoso de comprobar en persona lo que se decía sobre las deplorables condiciones en los centros de detención, consiguió que un primo suyo que era ministro y miembro del Consejo Revolucionario le acompañara en una visita a las prisiones de Trípoli. Lo que vio allí le dejó consternado, tal que trasladó a su pariente, confiando en su grado de influencia en la cúpula del poder, una petición formal para que se verificaran las informaciones sobre malos tratos y torturas a los detenidos por presuntos crímenes contrarrevolucionarios.

En efecto, a instancias del primo se formó un comité de investigación, pero poco después aquel resultó muerto en un accidente de tráfico. Para Megarif no hay ninguna duda de que su familiar, en realidad, fue víctima de un ajuste interno de cuentas. En cuanto a él, añade, el régimen gaddafista lo sacó de la Universidad y lo metió en el Gobierno simplemente para tenerlo controlado.

El auditor en jefe no dudó en hacer el trabajo "de la manera apropiada": durante cinco años, se dedicó a "redactar informes sobre las irregularidades, la corrupción masiva y la malversación de fondos públicos que claramente estaban teniendo lugar" en Libia. No obstante contener una "crítica abierta", los documentos contables de Megarif fueron "muy bien recibidos" por el Consejo del Mando de la Revolución, pues a Gaddafi le interesaba fomentar una imagen de pureza revolucionaria y de celoso luchador contra la decadencia y la corrupción, que tanto podían encarnar las sojuzgadas fuerzas de la monarquía como los conspiradores, siempre acechantes, surgidos en las mismas filas de la Revolución.

En noviembre de 1977, el año en que Gaddafi proclamó la Jamahiriya Árabe Libia Popular Socialista, nueva forma de gobierno que supuestamente ofrecía el perfecto modelo de "democracia popular directa" y que se fundaba en la Tercera Teoría Universal -contenida a su vez en el Libro Verde escrito por el propio Líder de la Revolución-, Megarif fue transferido al Ministerio de Asuntos Exteriores y el servicio diplomático.

Al año siguiente, para su disgusto, pues resultaba obvio que ya no estaba en condiciones de decir que no, el experto en cuentas fue enviado a India en calidad de embajador. En Trípoli, el régimen estaba sofocando con crueldad los brotes de resistencia, protagonizados por los estudiantes universitarios, a la consolidación del Estado policíaco, y Megarif, de manera sigilosa, ya estaba coqueteando con los ambientes opositores.

La ruptura con Gaddafi se produjo en 1980, tras desatar el régimen una campaña de liquidaciones de disidentes refugiados en Europa. A sabiendas de que los agentes de la dictadura podían ir contra él si daba este peligroso movimiento, Megarif decidió desertar, pero antes trajo a su esposa y a su hijo para estar juntos en Nueva Delhi. Una vez reunida, la familia marchó a Marruecos, país que ofrecía unas relativas condiciones de seguridad porque la monarquía del rey Hasan II mantenía unas tormentosas relaciones con la Jamahiriya.

El 31 de julio de 1980 Megarif anunció su dimisión como embajador de Libia en India y de paso su ruptura total con el régimen político nacido en 1969 y su unión a un movimiento nacional de oposición que en realidad, faltando organizaciones formales, era inexistente. Así que la empresa de articular el primer frente anti Gaddafi en el exilio correspondió a Megarif, que este mismo año publicó sus dos primeros libros de denuncia del régimen, con títulos de lo más explícitos, Cómo Gaddafi dilapidó el erario de Libia y Cómo Gaddafi arruinó la economía de Libia.

Las represalias del agresivo coronel fueron inmediatas: los hermanos del desertor dieron con sus cuerpos en prisión y la casa de la familia en Bengasi fue demolida. Megarif mismo fue juzgado en rebeldía por una corte militar y condenado a muerte. En abril de 1981 Trípoli envió unos agentes secretos para ejecutar la sentencia por la vía extrajudicial, pero fracasaron. Esta fue la primera de las al menos tres tentativas por Gaddafi de asesinar a su nuevo enemigo, quien pese al constante y altísimo peligro para su vida no se dejó arredrar.

El 7 de octubre de 1981, desde Jartum, Sudán, acogido a la protección del general-presidente Jaafar an-Numeiry, un viejo aliado de Gaddafi que le había vuelto la espalda por divergencias ideológicas, Megarif fundó el Frente Nacional para la Salvación de Libia (FNSL), plataforma de oposición que proclamó sus objetivos de acabar con la dictadura y de dotar a Libia de un sistema constitucional y democrático, para lo cual todos los medios serían válidos, inclusive las acciones armadas. Es más, el FNSL se propuso desde el primer momento matar a Gaddafi y, si ello no era posible, causar el mayor quebranto posible a su régimen a través de atentados y sabotajes. Megarif no tuvo problema en reclutar en la diáspora de compatriotas exiliados un buen número de militantes para surtir las alas civil y militar de su organización.

En 1982 Megarif fue elegido por los suyos secretario general al frente del Comité Ejecutivo del FNSL y en 1983 se reunió en Washington con Numeiry, quien le prometió toda la asistencia directa y la cobertura logística que precisase para llevar a cabo sus planes subversivos. Los recursos llegaron también de Marruecos, Arabia Saudí e Irak, países árabes todos ellos enemistados con Libia, y no faltó el apoyo de los servicios secretos de Estados Unidos y Francia.

La acción más espectacular del FNSL tuvo lugar el 8 de mayo de 1984, tres semanas después de organizar una manifestación de protesta frente a la embajada de la Jamahiriya en Londres en el curso de la cual un funcionario libio disparó contra la muchedumbre del exterior y mató a una policía británica, suceso que provocó la ruptura de relaciones diplomáticas entre el Reino Unido y Libia.

Aquel día, un comando entrenado en Sudán por personal francés e infiltrado desde Túnez atacó el complejo fortificado de Bab Al Aziziya, el cuartel general de Gaddafi en el corazón de Trípoli, con la misión de matar al dictador. La operación fracasó porque el jefe del comando fue capturado cuando intentaba cruzar la frontera por separado y esto puso sobre aviso a las fuerzas leales, que neutralizaron a los asaltantes antes de poder consumar el magnicidio. Varias decenas de personas, entre tropas de la guarnición y subversivos, perecieron en el ataque.

El frustrado golpe contra Bab Al Aziziya tuvo serias consecuencias. Por de pronto, Gaddafi, como era de esperar, desató una feroz operación represiva que se saldó con cientos de detenciones y la ejecución de ocho personas en público ahorcamiento. Luego, el FNSL se encontró con que Hasan II y Gaddafi, en su cumbre celebrada en Oujda en agosto de 1984, abordaron una reconciliación que lógicamente no era compatible con el patrocinio de las respectivas oposiciones internas. Ahora, el Gobierno de Rabat, para complacer al de Trípoli, se mostró dispuesto a extraditar a Megarif, lo que obligó al jefe resistente a poner tierra de por medio. Su nuevo refugio no lejano lo halló en Egipto, país anatemizado por Gaddafi desde que el anterior presidente, Sadat, firmara la paz unilateral con Israel.

Al cabo de unos meses, en abril de 1985, el FNSL sufrió un golpe más duro a causa del derrocamiento del sudanés Numeiry en un golpe de Estado militar. El cambio de régimen en Jartum privó a la organización de exiliados libios de su santuario y dispersó a sus efectivos, que a estas alturas ya estaban fuertemente impregnados de islamismo y conservadurismo. Este hecho marcó el ocaso del FNSL como fuerza capaz de golpear al régimen de la Jamahiriya con acciones de tipo terrorista o insurgente.

En 1987 Megarif y su gente cambiaron de estrategia con la creación de un denominado Ejército Nacional Libio a partir de un grupo de soldados libios hechos prisioneros en la guerra de Chad. Esta unidad de combate no jugó ningún papel relevante y tres años después tuvo que ser evacuada de Chad cuando Hissène Habré, el presidente profrancés que, con la ayuda decisiva de la antigua metrópoli colonial, había derrotado a la fuerza invasora libia, fue derrocado por Idriss Déby, un antiguo lugarteniente que contaba con el patrocinio de Gaddafi.

Lo cierto fue que la disparidad ideológica y programática de los distintos grupos opositores -de los que el de Megarif era el más notorio-, y su incapacidad para articular un frente unificado que hablara con una sola voz ahorraron mayores peligros al recalcitrante y escurridizo Líder de la Revolución.

En la segunda mitad de los años ochenta, mientras el FNSL continuó representando una amenaza, bien que menguante, en su vertiente armada, la eliminación de Megarif siguió siendo prioritaria para Gaddafi. Así se desprende de ciertas interpretaciones de las motivaciones del régimen tras el atentado contra el avión de la aerolínea francesa UTA que en septiembre de 1989 estalló a la altura de Níger cuando hacía la ruta Brazzaville-N'Djamena-París, con el resultado de 170 personas asesinadas. Según una versión de este triste caso de terrorismo de Estado, los servicios de inteligencia libios decidieron colocar la bomba en el avión tras averiguar que Megarif figuraba en la lista de pasajeros. Hoy, el político confirma que tenía previsto tomar ese vuelo, pero que dos días antes canceló el viaje para asistir a la boda de su hija.

En 1990, de nuevo, un estadista protector, esta vez el egipcio Mubarak, procedió a hacer las paces con Gaddafi y Megarif, convertido en un huésped incómodo, hubo de hacer las maletas y buscarse un nuevo suelo seguro junto con su familia. Lo halló en Estados Unidos, concretamente en Atlanta, Georgia. Sin posibilidades de operar desde países contiguos a Libia y carente de cualquier estructura clandestina dentro del país, el FNSL asumió la inviabilidad de los métodos subversivos y renunció a la lucha armada.

Las siguientes dos décadas transcurrieron para Megarif en un exilio mortecino, entre la inoperancia y el olvido. A partir de 1999, el ex responsable de contabilidad observó con amargura cómo el odiado dictador se las arreglaba para comprar paulatinamente su rehabilitación a las potencias occidentales y a la comunidad internacional, que fueron levantando el ostracismo impuesto a la Jamahiriya de acuerdo con el siguiente esquema: a cambio del final de las sanciones y de la normalización diplomática, Gaddafi debía renunciar para siempre a sus insidias terroristas y a poseer armas de destrucción masiva, amén de compensar a las víctimas de los atentados por él orquestados y de abrir las puertas a las compañías petroleras deseosas de invertir en un país creso en hidrocarburos.

Así lo hizo el incombustible y taimado "hermano líder", que en la primera década del siglo XXI, revestido de la mayor respetabilidad –el, que había sido la bestia negra de Occidente, atizador de guerras en África y conspirador contra infinidad de gobiernos-, recibió el agasajo de la flor y la nata del liderazgo internacional, atrajo los focos en numerosas cumbres y se dedicó a impulsar la nueva Unión Africana con una aureola de hombre de paz y concordia.

La frustración y la fatiga, tras tantos años de estéril lucha por la democracia en su país, debieron pesar en la decisión de Megarif, el 5 de agosto de 2001, de dimitir como secretario general del FNSL, cargo en el que le tomó relevo Ibrahim Abdulaziz Sahad. La renuncia al mando no supuso el final del compromiso opositor, pues siguió tomando parte en las actividades de su organización, desde hacía una década desarrolladas sólo en el frente político civil. El 26 de junio de 2005 el FNSL y otros seis grupos del exilio celebraron en Londres la Conferencia Nacional para la Oposición Libia (CNOL). Del cónclave salió un Acuerdo Nacional con una lista de objetivos básicos cuyo epítome era "el fin de la tiranía y el establecimiento de una legitimidad constitucional y democrática".

Poco más se podía hacer frente a un régimen implacable que, ahora que gozaba de reconocimiento como interlocutor internacional y socio comercial, parecía más sólido que nunca. Aun así, las desavenencias no tardaron en agrietar la plataforma unitaria de la oposición. En febrero de 2008, alegando que el espíritu y la letra del Acuerdo Nacional de 2005 habían sido desvirtuados, el FNSL y otras tres organizaciones optaron por abandonar el CNOL. Los máximos dirigentes del FNSL en este momento eran Ibrahim Abdulaziz Sahad, secretario general, y Fawzi al-Tarabulsi, presidente del Buró Permanente. Como Megarif, la cúpula frentista estaba establecida en Estados Unidos.

Megarif siguió publicando libros y artículos de denuncia con la esperanza de que los gobiernos y el público internacionales no olvidasen que el sistema político imperante en Libia era una de las dictaduras más férreas del mundo y que muchos ciudadanos libios ansiaban vivir en democracia y libertad.

Tras los dos trabajos de 1980 arriba citados, Megarif publicó varios libros más en idioma árabe, lo que limitó drásticamente su audiencia. En la web personal del político se citan los siguientes títulos, traducidos al inglés: What Memory and What Revenge? (1983); Dialogues for Freedom (1990); The Libyan People Ask Ghaddafi: Who Are Your Uncles? (1993); What Happened to the aspirations of the Libyan people and the Promises of the September Coup e d’état (1994); Images of the Reality of the Libyan People in the area of Political Participation (1994); Report on Freedom and Human Rights Abuses under the Coup d’état Regime-September 1969-December 1998 (1999); Libya between the Present and the Past: Pages from the Political History (2005-2006); Libya from Constitutional Legitimacy to Revolutionary Legitimacy (2008); A Coup d’état Led by an Informer (2009); The Libyan Tragedy and the Responsibility of Ghaddafi (2010); y The Poor Billionaire!! (2010).


2. Regreso del exilio en 2011 y formación del Partido del Frente Nacional

En febrero de 2011 Megarif estaba trabajando en su próximo libro-denuncia cuando llegaron las noticias de la masiva revuelta popular en Bengasi a rebufo de los sucesos revolucionarios en Túnez y Egipto. Las manifestaciones exigiendo la caída de Gaddafi derivaron rápidamente en una insurrección general en Cirenaica que se contagio a la región tripolitana y que degeneró en una guerra civil abierta, la cual arrastró a los países de la OTAN a una campaña de bombardeos aéreos, a la postre decisiva, en ayuda de los alzados. Desde Atlanta, Megarif tomó el pulso a las dramáticas luchas que desangraban Libia y envió algún mensaje de aliento a los insurrectos, pero no desempeñó un papel importante en el desarrollo de los acontecimientos.

No lo jugó él ni ninguno de los opositores de solera que languidecían en el lejano exilio, pues el liderazgo político de la rebelión fue asumido sobre el terreno por un grupo de notables que formaron parte del régimen y que colaboraron con el clan Gaddafi hasta el mismo momento del estallido de la revuelta, a la que se unieron sobre la marcha, protagonizando sonadas defecciones. Las personalidades más descollantes del bando rebelde, con una proyección internacional ganada a pulso, eran dos: el juez Mustafa Abdul Jalil, desertado ministro de Justicia, y el economista Mahmoud Jibril, jefe del Consejo de Desarrollo Económico Nacional hasta la víspera del levantamiento popular.

Fueron Jalil, nacionalista y conservador moderado, y Jibril, liberal y prooccidental, los artífices en marzo del Consejo Nacional de Transición (CNT), el órgano político rector de la Revolución con pretensiones de funcionar como un ejecutivo panlibio, alternativo al de la Jamahiriya. Jalil tomó el mando supremo como presidente del CNT y Jibril asumió las funciones de un jefe de Gobierno como presidente del Consejo Ejecutivo del CNT. Desde sus delegaciones en el extranjero, el FNSL hizo su aportación, modesta, al triunfo de la Revolución con el envío de ayuda material y suministros a las zonas del país controladas por la oposición y poniendo a disposición del CNT sus contactos internacionales.

Acuartelado en la Bengasi liberada, el CNT se autoinvistió de una legitimidad que fue reconocida por las potencias internacionales, triunfo diplomático que preludió la victoria también en el campo de batalla. Megarif puso término a casi 32 años de exilio después de la puesta en fuga de las tropas gaddafistas, la captura de Trípoli, la proclamación por Jalil de la nueva Libia republicana –con vigencia del imperio de la ley, pero también del "Islam moderado" regido por la Sharía- y, como colofones, en octubre de este histórico 2011, la captura y muerte del mismísimo Gaddafi y la caída del último reducto de sus fieles, la ciudad costera de Sirte.

Una vez liberado totalmente el país, Jibril, tal como había prometido, dimitió como presidente del Consejo Ejecutivo (le tomó el relevo, en calidad de primer ministro interino, Abdul Rahim al-Kib), pero Jalil siguió al frente del CNT con la misión, tremendamente complicada, de poner los cimientos de un Estado de derecho, desmovilizar las milicias, establecer un Ejército Nacional y convocar elecciones a una Conferencia Pública Nacional responsable de elaborar la Constitución permanente de la nueva Libia; entre tanto, regiría la Declaración Constitucional interina promulgada por el CNT en agosto.

El 8 de mayo de 2012, en mitad de una situación política bastante caótica por la proliferación de choques armados, con muchas decenas de víctimas, a lo largo y ancho del país entre las milicias de facciones rivales y tribus locales no sometidas a la autoridad del CNT, así como por los movimientos autonomistas en la petrolera Cirenaica, las maniobras subversivas de los simpatizantes gaddafistas en la ciudad de Bani Walid y la visibilidad militante de la corriente salafista del Islam, el FNSL celebró en Bengasi una asamblea que marcó su disolución tras 31 años de lucha por la democracia en Libia.

Al día siguiente, 9 de mayo, con el fin de participar en el nuevo curso político y concurrir a las elecciones del 7 de julio –fecha retrasada de los comicios, convocados al principio para el 19 de junio-, Megarif y su colectivo presentaron el Partido del Frente Nacional (PFN), formación que nacía con el propósito de contribuir a la construcción de una Libia próspera y democrática, donde hubiera pluralismo pleno, elecciones libres, separación estricta de poderes, imperio de la ley, garantía de derechos constitucionales e igualdad jurídica de todos los libios sin discriminaciones por etnia, sexo, lengua o religión.

De acuerdo con Megarif, quien fue elegido con una mayoría abrumadora de votos presidente del Alto Comité de Liderazgo, máximo órgano ejecutivo de la flamante agrupación, el PFN propugnaba un sistema parlamentario de gobierno y un tipo de Estado descentralizado pero en ningún caso federal, la fórmula solicitada por los autonomistas cirenaicos. Asimismo, el PFN creía imprescindible la "reconciliación" de los libios, pero esto no podría hacerse sin antes practicar justicia retributiva, procesando y condenando a quienes bajo el régimen derrocado habían cometido crímenes contra el pueblo y violado los Derechos Humanos. Llamaba poderosamente la atención que el Islam no mereciera ningún comentario en el programa del nuevo partido.

Los comentaristas describieron al PFN como un partido liberal, progresista y básicamente laico, rasgos adjudicados igualmente a su líder. Con todo, Megarif no dejaba de ser señalado como un pragmático que mantenía buenas relaciones con los Hermanos Musulmanes y los círculos islamistas moderados. Además, simbolizaba mejor que nadie la ruptura con el detestado viejo orden de la Jamahiriya.

El 7 de julio de 2012, no obstante el inquietante panorama de violencias localizadas y la debilidad de las autoridades centrales a la hora de meter en cintura a las milicias y bandas armadas que seguían campando por sus respetos, tuvieron lugar las históricas elecciones parlamentarias, primeras de cualquier tipo desde 1965 y las primeras pluralistas desde 1952; en todo este tiempo, y salvo un corto período de vigencia del partido único en la década de los setenta del pasado siglo (la Unión Socialista Árabe, montada y luego disuelta por Gaddafi), en Libia no habían existido agrupaciones políticas de ningún signo.

De las urnas iba a salir el Congreso General Nacional (CGN), parlamento de transición que, contrariamente a lo previsto por la Declaración Constitucional interina en su texto original, no iba a tener prerrogativas constituyentes, pues la Carta Magna permanente sería redactada por una Asamblea elegida por sufragio universal, no nombrada por el CGN.

Esta decisión, aprobada por el CNT el 5 de julio bajo la forma de la tercera enmienda a la Declaración Constitucional de 2011, fue acogida con sorpresa y malestar por algunas fuerzas políticas, que hablaron de medida de apaciguamiento a los autonomistas de Cirenaica, estridentes en la exigencia de una Libia federal. Sin embargo, resultaba probable que el CGN invalidase esta reforma legal de última hora y retomase el plan original, que era el nombramiento de una comisión redactora de la Constitución, el sometimiento del texto a referéndum y la celebración al final del proceso de elecciones generales.

El PNF de Megarif tuvo un rendimiento bastante mediocre en su debut electoral. Sólo sacó 60.000 votos, el 4,1%, lo que le dio derecho a tres de los 200 escaños del CGN. El resultado puso de relieve el grado de desconocimiento por la población, mayormente los jóvenes, de la trayectoria y las credenciales de un veterano movimiento antigaddafista que siempre había tenido que operar en el extranjero y que durante más de dos décadas había llevado una existencia casi fantasmal. También pudo pesar el firme rechazo de los frentistas al modelo federal, reclamado o visto con simpatía por una parte importante del electorado de la región oriental.

Megarif resultó electo por la circunscripción número 4, que comprendía las localidades cirenaicas de Ajdabiya, Brega, Jalu, Ojala, Ejkherra, Tazerbo y Kufra, y por el sistema proporcional de listas. Para él, debió resultar humillante ganar el escaño por los pelos y con menos votos que dos adversarios que fuera del país eran unos auténticos desconocidos.

La liza de partidos fue ganada con autoridad por la Alianza de Fuerzas Nacionales (AFN), la plataforma liberal e "islamista moderada" del ex primer ministro Jibril, primera con el 48,1% de los votos y 39 escaños. En segundo lugar quedó el Partido de la Justicia y la Construcción (PJC) de Muhammad Sowan, emanación de los Hermanos Musulmanes, con 17 puestos. Seguían al PNF con dos escaños cada uno tres agrupaciones: la islamista Unión por la Patria de Abdurrahman Sewehli, el Partido Nacional de Centro de Ali Tarhouni (el primer ministro en funciones entre la renuncia de Jibril y la elección de al-Kib) y el Partido Wadi Al-Hayah por la Democracia y el Desarrollo. Un solitario escaño arrancaron una quincena de listas menores. Sin embargo, el colectivo más gratificado fue el de los independientes, que sumaron 120 asientos.


3. Jefe del Legislativo en la inestable Libia salida de la Revolución

El primer cometido del flamante CGN era elegir a su presidente, alto cargo legislativo que con el actual esquema institucional, faltando el puesto de presidente de la República, venía a equivaler a una jefatura del Estado de facto, hasta que se promulgara la Constitución permanente. Megarif lanzó su candidatura para medirse con dos contrincantes, el islamista Sewehli y Ali Zidan, un viejo colaborador y lugarteniente que en 1980 le había secundado en su defección del servicio diplomático y que luego había compartido militancia opositora en el FNSL. Durante la Revolución Zidan había trabajado para el CNT y ahora se postulaba como independiente, aunque con el apoyo de Jibril y la AFN.

El 8 de agosto el CNT quedó oficialmente disuelto y Jalil traspasó sus funciones ejecutivas al diputado de más edad del CGN, Muhammad Ali Salim, quien sólo ejercería por unas horas. El 10 de agosto tuvo lugar la elección en el hemiciclo. En la primera votación, Zidan se puso en cabeza con 80 apoyos, seguido por Megarif con 56 y por Sewehli con 53. Entonces, operó un trasvase de preferencias desde el campo islamista, que cerró filas tras el frentista para frustrar la estrategia del grupo de Jibril, claramente mal avenido con los Hermanos Musulmanes y el PJC. Como resultado, la segunda votación fue concluyentemente ganada por Megarif con una mayoría absoluta de 113 votos.

Megarif se declaró feliz y honrado por su elección al frente del CGN, la cual venía a reconocer la trayectoria del opositor democrático con más pedigrí del país, y anunció su baja como presidente del partido que acababa de fundar. El cronograma político seguía su curso y ahora tocaba seleccionar al nuevo primer ministro y formar el nuevo Gobierno, que tendría que ser de coalición.

Como aspirantes a primer ministro se definieron: Jibril por la AFN; el ingeniero y empresario independiente Mustafa Abushagur, un antiguo miembro del FNSL que venía ejerciendo como viceprimer ministro en el Gobierno al-Kib y que mantenía estrechas relaciones con Megarif; y Awad al-Baraasi, ministro de Electricidad y Energías Renovables así como miembro del PJC. De los tres, el que menos posibilidades tenía de ser elegido era Baraasi, no tanto por islamista como por ser oriundo de Bengasi, ya que existía un cierto consenso tácito, en aras de la armonía territorial, sobre que el titular del Legislativo y el primer ministro no podían proceder de la misma región; como Megarif era cirenaico, el jefe del Gobierno tendría que ser nativo de Tripolitania.

El 11 de septiembre de 2012 los partidos ultimaban la nueva votación parlamentaria cuando se produjo el ataque por un comando de hombres armados contra el Consulado de Estados Unidos en Bengasi, donde resultaron muertos el embajador Christopher Stevens, dos marines y un agente del servicio exterior. El asalto, atribuido al grupo salafista Ansar al-Sharia, fue el episodio más dramático de una llamarada de violencia antiestadounidense que se extendió a Egipto, Yemen, Túnez y otros países musulmanes, y cuyo mechero fue la divulgación en Internet de un tráiler de Innocence of Muslims, una película producida en Estados Unidos y de nebulosa autoría que denigraba gratuitamente al Profeta Mahoma.

El atentando, rodeado de puntos oscuros, creó una situación tremendamente embarazosa para Megarif y el resto de autoridades. Las fuerzas de seguridad libias y estadounidenses tuvieron que emplearse a fondo para recuperar el control del recinto diplomático. El Gobierno practicó decenas de detenciones y habló de una acción terrorista "cuidadosamente planificada por extranjeros infiltrados", aunque "ejecutada" por libios.

Megarif tomó la voz para transmitir sus condolencias a las familias de los fallecidos y para pedir disculpas "a Estados Unidos, al pueblo americano y al mundo entero" por el "cobarde" y "bárbaro" ataque. Además, telefoneó al presidente Obama, al que expresó su deseo de que los dos gobiernos trabajaran codo con codo en las investigaciones a fin de llevar a los responsables ante la justicia.

Mientras se esclarecía el sangriento suceso de Bengasi, el CGN siguió adelante con su agenda parlamentaria. El 12 de septiembre los diputados se decantaron por la opción tecnocrática de Abushagur, elegido al segundo intento con 96 votos, dos menos que Jibril. Ocho días después, Megarif y al-Kib tuvieron la ocasión de disculparse personalmente por el atentando ante el subsecretario de Estado William Burns, de visita en Trípoli.

Pero los sobresaltos no cesaban. El 22 de septiembre, miles de ciudadanos encolerizados la emprendieron contra las bases de Ansar al-Sharia y otro grupo integrista sunní, los Mártires de Abu Salim, en Bengasi y Derna. Sintiéndose acorraladas, las dos milicias islamistas anunciaron su inmediata desmovilización. La enérgica reacción antimiliciana de sus paisanos en Bengasi animó a Megarif a lanzar un ultimátum a todas las milicias "ilegítimas" del área de Trípoli para que abandonaran los cuarteles y edificios públicos que ocupaban, y entregaran sus armas al Ejército Nacional Libio. El 27 de septiembre, desde Nueva York, el dirigente anunciaba la disolución de "unas diez milicias" hasta la fecha. Sin embargo, no precisó cuándo ni cómo se habían producido tales disoluciones, ni cuántas milicias más seguían fuera de control.

Megarif se encontraba en Nueva York para tomar parte en el arranque del período anual de sesiones de la Asamblea General de la ONU. En su puesta de largo internacional, el líder libio aseguró que los ciudadanos de su país estaban "determinados a construir un nuevo Estado basado en la paz, la seguridad y el respeto a los Derechos Humanos y al derecho internacional". "Libia nunca será el santuario de grupos extremistas, sino un pacífico lugar de moderación", afirmó. Y refiriéndose expresamente al ataque del 11 de septiembre: "Esta catástrofe sólo va a reforzar nuestra solidaridad para afianzar las esperanzas y las metas en las que el embajador Stevens creía, que derrotaremos a los terroristas que no representan al Islam".

El estadista aprovechó su paso por la tribuna de oradores de la Asamblea General para pedir perdón "por los crímenes cometidos por el déspota lunático" Gaddafi en sus 42 años de poder omnímodo. También tuvo palabras para valorar los conflictos de Palestina y Siria, con sendas condenas a la ocupación israelí y a la represión ejercida por el régimen de Damasco contra sus ciudadanos.

En octubre el mandatario encajó los dos vetos parlamentarios a las listas de titulares de cartera presentadas por el primer ministro designado, Abushagur, quien no tuvo más remedio que arrojar la toalla. Se impuso entonces la alternativa de Ali Zidan, quien el 14 de octubre fue elegido por el CGN y el último día del mes obtuvo de los diputados la luz verde para su Gabinete. En el mismo obtuvieron representación los principales partidos de la Cámara.

Entre tanto, tropas del Ejército Nacional Libio, asistidas por milicianos leales de Misrata, entablaron combates de envergadura con la Brigada 93, una milicia formada por miembros de la tribu Warfalla y supuestamente infiltrada por los gaddafistas que se había hecho fuerte en Bani Walid, al sudeste de Trípoli. Los enfrentamientos dejaron decenas de muertos por ambas partes y se saldaron con una precaria victoria del Gobierno, que el 26 de octubre reclamó el pleno control sobre la ciudad. Sin embargo, los mortales tiroteos siguieron produciéndose de manera esporádica en Bani Walid, Bengasi y la misma Trípoli, así como en puntos del interior desértico, donde la mínima presencia del Estado daba alas a los negocios criminales del contrabando.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2013)