Abiy Ahmed Ali

El primer ministro investido por el Parlamento de Etiopía en abril de 2018, Abiy Ahmed Ali, viene pilotando una de las más sorprendentes liberalizaciones, dadas su rapidez y profundidad, de un sistema autoritario en la política internacional de las últimas décadas. La abrupta dimisión en febrero de Hailemariam Desalegn como jefe del Gobierno y presidente del oficialista Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE) catapultó a la sucesión a este antiguo militar del área de inteligencia interesado en apaciguar las violencias sectarias que han implicado a su comunidad, los oromos, la etnia más populosa del país y sustrato tanto de la Región de Oromia como de la Organización Democrática del Pueblo Oromo (ODPO, ahora conocido como Partido Democrático Oromo), uno de los cuatro partidos que componen la coalición poliétnica del FDRPE. En la víspera de su ascenso al liderazgo estatal, Abiy era el vicepresidente de la ODPO y de Oromia, desde 2015 foco de unas fuertes protestas populares, saldadas con cientos de muertos, contra las cortapisas a las libertades y la represión policial de un régimen que disfraza su intolerancia con los mecanismos electorales e instituciones de las democracias parlamentarias.

Irradiando dinamismo, carisma y disponibilidad para la conciliación, Abiy, un hombre de mentalidad analítica y pragmática, viene ejecutando una agenda de reformas y distensión que en solo seis meses ya acumula abundantes realizaciones: la liberación de miles de detenidos y presos políticos; el levantamiento del estado de emergencia; la autorización de medios de comunicación hasta ahora proscritos; la apertura de un diálogo directo con la oposición radical sin excluir a las dos organizaciones subversivas más veteranas, el Frente de Liberación Oromo (FLO) y el Frente Nacional de Liberación de Ogadén (FNLO, activo en la Región Somalí y signatario en octubre de un acuerdo que pone fin a 34 años de rebelión armada); el nombramiento de mujeres en varios altos puestos y un Gabinete estrictamente paritario, algo insólito en África; la firma de la paz con Eritrea, pendiente desde la guerra fronteriza de 1998-2000; y la superación del conflicto con Egipto por el proyecto de la presa sobre el Nilo Azul, potencial casus belli para El Cairo.

En el terreno económico, el dirigente ha dispuesto la apertura de empresas estatales al capital extranjero para atraer inversiones que contribuyan a sostener las altas tasas de crecimiento y ha negociado un ramillete de acuerdos bilaterales para que Etiopía, sin salida al mar, disponga de facilidades portuarias en Djibuti, Sudán, Somalilandia y Kenya, además de que la normalización de relaciones con Asmara abre la posibilidad del acceso también a los puertos eritreos, hasta 1993 etíopes, de Massawa y Asab.

El enérgico programa aperturista acometido por Abiy halla ecos positivos en la población y fuera del país, pero no así en sectores del propio régimen remisos a aflojar la línea dura. Así, la cúpula del Frente de Liberación del Pueblo Tigré (FLPT), el partido del antiguo primer ministro Meles Zenawi, fallecido en 2012, muy presente en las instancias de seguridad y durante años dominante en el FDRPE, no ve con buenos ojos ni el perdón de los prisioneros políticos ni las concesiones territoriales (entrega de la disputada ciudad de Badme) a Eritrea. Los mandos tigrés se quejan de que Abiy, primer jefe de Gobierno oromo de la República Democrática Federal de Etiopía desde la conquista por el FDRPE del poder hegemónico en 1991, no les consulta sus movimientos. El descontento prende también en algunos militares, a tenor de la asonada de soldados registrada en octubre, que el propio primer ministro calificó de tentativa golpista para "abortar las reformas" e incluso acabar con su vida.

Otro problema de envergadura para Abiy es el rebrote de las violencias en Oromia y Addis Abeba, esta vez no tanto antigubernamentales como espoleadas por el chovinismo étnico, a raíz del retorno con sones triunfales de los exiliados secesionistas del FLO, que el Gobierno ya no etiqueta de terrorista. El principio de federalismo étnico, por el que Etiopía distribuye el poder político con criterios intensamente sectarios, con las principales etnias del país representadas por partidos exclusivos y gobernantes en las regiones donde son mayoría, es otra característica básica del sistema etíope que Abiy, cuyo mayor mantra es la unidad nacional, desea someter a revisión constitucional. Por lo demás, Etiopía, junto con Mauricio la única república africana en que el poder ejecutivo no descansa en el presidente sino en el primer ministro, es un aliado clave de Estados Unidos para la contención del yihadismo en el Cuerno de África y particularmente en Somalia, donde el Ejército etíope ha realizado varias intervenciones desde 1996.


(Texto actualizado hasta noviembre 2018)

1. Joven promesa de los cuadros del FDRPE
2. Primer ministro de Etiopía con una agenda de apertura y reformas


1. Joven promesa de los cuadros del FDRPE

El tercer primer ministro de la República Democrática Federal de Etiopía nació en Beshasha, actual Región de Oromia, en 1976. Por aquel entonces, Etiopía vivía una efusión de violencia política sin precedentes a raíz de la liquidación de la monarquía feudal del negus Haile Selassie I y la toma del poder por una junta militar, el Derg, en 1974. Denominado oficialmente Consejo Militar de Administración Provisional, el Derg se disponía a implantar una república comunista de corte soviético, proyecto que suscitaba violentas divisiones en sus filas, zanjadas con sangrientas purgas, así como la resistencia armada de los rebeldes secesionistas de Eritrea y de otros grupos de oposición.

Criado junto a una prole de numerosos hermanos y hermanastros, el padre del futuro dirigente era un musulmán de la etnia oromo y la madre una cristiana amhara. El niño, llamado Abiyot (Revolución, en la lengua amhárica), creció en el ambiente peligroso del Terror Rojo, la campaña de represión sistemática, con un balance de cientos de miles de víctimas, desatada por el teniente coronel Mengistu Haile Mariam, jefe del Derg, presidente de la República Democrática Popular de Etiopía proclamada en 1987 y líder absoluto del partido único del régimen marxista, el de los Trabajadores de Etiopía, en que desembocó la junta militar. La persecución por la dictadura de sus opositores reales o imaginarios se cebó en los oromos, el grupo étnico más populoso del país y del que Abiy se consideraba miembro. Entre los oromos cristalizaron algunos movimientos subversivos, aunque de escaso tamaño y poco efectivos en la lucha armada, por lo que pasaron a librar un papel marginal en la constelación de fuerzas guerrilleras periféricas que combatían al Gobierno jacobino de Addis Abeba.

Al comenzar 1991, cuando las principales organizaciones guerrillas, el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE) y el Frente de Liberación del Pueblo Eritreo (FLPE), lanzaron su ofensiva final contra el desmoralizado Ejército etíope, abandonado a su suerte por la URSS, Abiy, aún un muchacho de 14 años, fue reclutado por la Organización Democrática del Pueblo Oromo (ODPO). Esta se trataba de una microguerrilla creada el año anterior por la más poderosa facción insurgente, el Frente de Liberación del Pueblo Tigré (FLPT, columna vertebral del FDRPE), con el fin de contrarrestar el predominio que en la áreas de mayoría oromo tenía el Frente de Liberación Oromo (FLO), grupo antigubernamental que desconfiaba de la posibles intenciones hegemónicas de los tigrinos una vez que el FDRPE se hiciera con el control de Addis Abeba.

Tras el colapso del régimen de Mengistu y la captura de la capital por el FDRPE en mayo de 1991, a lo que siguió una etapa de Gobierno Provisional conducida por Meles Zenawi, el secretario general del FLPT, Abiy se mantuvo movilizado y empezó a recibir instrucción castrense y lectiva, antesala que fue de su carrera profesional en la milicia. En la nueva Fuerza de Defensa Nacional de Etiopía el joven soldado, inicialmente adscrito al Cuerpo de Señaleros, tuvo varios destinos relacionados con las comunicaciones, la logística y las labores de información. En 1995 estuvo destacado en Rwanda como casco azul bajo la bandera de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas (UNAMIR), y durante la guerra fronteriza de 1998-2000 contra Eritrea, Estado independiente desde 1993, mandó una unidad de inteligencia dedicada a descubrir los movimientos de tropas del enemigo. En cuanto a su formación académica, en 2001 obtuvo una diplomatura en Ingeniería Computacional por el Microlink Information Technology College de Addis Abeba y cuatro años después se sacó un posgrado en Criptografía en Pretoria, Sudáfrica.

Por otra parte, sus superiores le adjudicaron una serie de misiones de naturaleza más bien política, en las que demostró sus habilidades como mediador de conflictos y apaciguador de tensiones intercomunales. Por ejemplo, se asegura que en 2006 Abiy jugó un papel muy importante en la pacificación de su población natal, Beshasha, escenario de unos mortales enfrentamientos entre musulmanes y cristianos ortodoxos que hicieron temer por el estallido de luchas religiosas a mayor escala en toda Oromia, reproduciendo por ejemplo la crisis de violencias sectarias que en 2004 había asolado la paupérrima región occidental de Gambela.

Para entonces, ya llevaba 11 años funcionando la República Democrática Federal de Etiopía, cuyas bases constitucionales eran una organización del territorio nacional en regiones federadas con fundamento étnico, un Parlamento bicameral de elección popular y un Gobierno revestido de plenas atribuciones ejecutivas -dejando al presidente de la República la jefatura nominal del Estado con funciones protocolarias-, con Meles de primer ministro y sostenido por los cuatro partidos que integraban la coalición multiétnica del FDRPE: el FLPT (tigrés), la ODPO (oromos), el Movimiento Democrático Nacional Amhara (MDNA, amharas) y el Movimiento Democrático Popular del Sur de Etiopía (MDPSE, sidamas, welaytas y las demás etnias afincadas en la Región de las Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur).

Su lealtad política, sus aptitudes profesionales y su dominio de las principales lenguas del país (oromo, amhárico, tigriña), además del inglés, hicieron de Abiy un oficial idóneo para participar en la puesta en marcha en 2008 de la Agencia de Seguridad de la Red de Información Etíope (INSA), organismo de inteligencia dedicado a rastrear las comunicaciones y a espiar Internet. La INSA, con Abiy de director en funciones, decía nacer con el único objetivo de proteger la seguridad nacional, pero sus actividades de espionaje electrónico casaban perfectamente con la actitud de un Gobierno receloso, susceptible ante las críticas y obsesionado con vigilar a los ciudadanos. El régimen del FDRPE mostró a las claras su talante represivo tras las elecciones generales de 2005, que dejaron un reguero de disturbios y detenciones de opositores políticos y periodistas, varios de los cuales fueron procesados por cargos de traición y genocidio.

2010 fue el año en que Abiy, a los 33 años, decidió colgar el uniforme con las charreteras de teniente coronel para debutar en la función política como miembro de la ODPO, un partido que decía tener ideario socialista, y por ende del FDRPE. En las elecciones generales del 23 de mayo, ganadas con una mayoría abrumadora por la coalición oficialista, que se adjudicó 499 de los 547 escaños, el militar recién licenciado salió elegido miembro de la Cámara de Representantes Populares, la cámara baja de la Asamblea Parlamentaria Federal. De nuevo, Abiy sacó a relucir su rol interlocutor y pacificador al involucrarse en el diálogo interreligioso en la zona de Jimma de la Región de Oromia, donde tuvo lugar el enésimo episodio de confrontaciones violentas entre cristianos y musulmanes.

Las elecciones de 2010 otorgaron su cuarto mandato de primer ministro constitucional a Meles, un líder que gustaba de cultivar una imagen de estadista moderno y progresista, dedicado a la causa del desarrollo de Etiopía y África, y en excelentes relaciones con Occidente en general y con Estados Unidos en particular, tratándose de un aliado crucial de Washington para la contención del terrorismo yihadista en la región estratégica del Cuerno de África. En agosto de 2012 Meles falleció por causas naturales a los 57 años de edad y su sucesor fue el viceprimer ministro y ministro de Exteriores Hailemariam Desalegn, dirigente de etnia welayta y miembro del MDPSE.

La carrera política y funcionarial de Abiy subió varios peldaños a la sombra de Hailemariam. En 2014 el primer ministro le confió la dirección general del Centro de Información de Ciencia y Tecnología (STIC) y al año siguiente se convirtió en miembro de la dirección ejecutiva de la ODPO y resultó reelegido en la Cámara de Representantes. Por lo demás, los comicios de 2015 no alteraron un ápice la balanza de poder en Etiopía, donde el FDRPE disponía de una hegemonía política aplastante que hacía de la competencia electoral por parte de una miríada de agrupaciones opositoras una formalidad inane; en Etiopía, la alternancia en el Gobierno era una perspectiva inconcebible.

El 6 de octubre de 2015 Abiy fue nombrado ministro de Ciencia y Tecnología, pero el 1 de noviembre de 2016 dejó el Gobierno central para servir como vicepresidente de la Región de Oromia, donde se implicó a fondo en los programas de desarrollo económico. En octubre de 2017 el dirigente, muy interesado en la cooperación estrecha entre las comunidades oromo y amhara (él era vástago de una pareja mixta y su propio matrimonio podía considerarse interracial, pues su esposa y madre de sus tres hijas, Zinash Tayachew, era una amhara de Gondar), se puso al frente del Secretariado de la ODPO. En Lemma Megersa, presidente de la Región de Oromia y de la ODPO, Abiy tenía a su directo superior institucional y partidario.

También en 2017, Abiy culminó sus estudios de doctorado en el Institute for Peace and Security Studies (IPSS) de Addis Abeba, donde elaboró una tesis sobre la resolución de conflictos religiosos en su región, tema que conocía muy bien de primera mano. El título de doctor siguió a sendas maestrías en Liderazgo Transformacional y Cambio y en Administración de Empresas, cursadas años atrás en la Business School de la londinense Universidad de Greenwich y en el Leadstar College of Management and Leadership de Addis Abeba, respectivamente.


2. Primer ministro de Etiopía con una agenda de apertura y reformas

El 15 de febrero de 2018 Hailemariam Desalegn, en un movimiento inesperado y bastante atípico en el continente africano, anunció su dimisión irrevocable como primer ministro, presidente del FDRPE y presidente del MDPSE. El hombre fuerte de Etiopía en el último sexenio optaba por apartarse del mando en una coyuntura de seria erosión de la credibilidad del Gobierno tras más de dos años de violentas protestas antigubernamentales, desarrolladas principalmente por ciudadanos oromos y amharas que expresaban su furia por el autoritarismo del poder, los constantes abusos policiales y las restricciones sistemáticas de derechos y libertades. En los últimos meses, el primer ministro había intentado contener las oleadas de agitación levantado el estado de emergencia impuesto en octubre 2016 y ordenando la liberación de miles de detenidos y presos políticos, pero sin resultado.

Las protestas tenían su génesis en el fuerte rechazo popular que en noviembre de 2015 había levantado en Oromia el llamado Plan Maestro de Addis Abeba, por el que el Gobierno federal pretendía ampliar la jurisdicción administrativa de la capital del país a territorios adyacentes de la Región de Oromia en perjuicio de propiedades agropecuarias de cultivadores y ganaderos locales. La mera difusión del plan incitó las actividades de ocupación ilegal de tierras y Abiy, entonces ministro de Ciencia y Tecnología pero con un importante ascendiente en la política de su región, se distinguió en la defensa de los derechos de los legítimos propietarios frente a estas invasiones rurales. En enero de 2016 el Gobierno, luego de abatir sus fuerzas de seguridad a un centenar largo de manifestantes tildados de terroristas y fundamentalmente a instancias de la ODPO, canceló el plan de expansión urbana de Addis Abeba, pero los disturbios, las redadas masivas y la represión indiscriminada a tiro limpio, con el consiguiente engorde de la lista de víctimas, no cesaron en Oromia. De hecho, la persecución y las atrocidades perpetradas por el Gobierno se multiplicaron a lo largo de 2016 y 2017. Este estado de cosas estaba espoleando las tensiones en el seno del FDRPE, una coalición heteróclita que distaba de funcionar como un frente monolítico.

En su discurso de dimisión televisado a la nación, Hailemariam explicó que: "El malestar y la crisis política han supuesto la pérdida de vidas y el desplazamiento de muchos (...) Mi renuncia es vital para el intento de llevar a cabo reformas que conduzcan a una paz y una democracia sostenibles (...) La situación en nuestro país es extremadamente preocupante; por ello, me gustaría elevar un llamamiento a la unidad nacional del pueblo etíope, para ayudar en este período de transición". Sin embargo, puntualizaba Hailemariam, su abandono del poder no era inmediato y él seguiría gobernando con carácter provisional, hasta que el FDRPE designara a un sucesor.

Los comentaristas de la actualidad etíope especularon con el nombramiento de un primer ministro de etnia oromo o bien amhara como gesto para apaciguar las tensiones en las zonas más populosas del país. Desde 1991, los mandamases de Etiopía, primero el tigré Meles y luego el welayta Hailemariam, habían salido de las comunidades étnicas periféricas, tradicionalmente vistas con desdén por los etíopes de las áreas centrales más urbanizadas, muchos de los cuales se sentían ahora marginados. Sí, en cambio, eran oromos los tres presidentes de la Republica, un cargo de marcado carácter simbólico y honorífico, habidos en los últimos 23 años; ellos eran Negaso Gidada, Girma Wolde-Giyorgis Lucha y el titular desde 2013, Mulatu Teshome Wirtu. Por de pronto, el Gobierno, es decir, el mismo primer ministro dimisionario, reimplantó el estado de emergencia levantado en agosto de 2017, bajo el cual cerca de 30.000 personas, número elevadísimo que daba idea del vasto aparato represivo del régimen del FDRPE, habían sido arrestadas.

Contrariamente a lo supuesto, el viceprimer ministro amhara desde 2012, Demeke Mekonnen, quien era también el presidente del MDNA (el cual tenía como segundo de a bordo a Gedu Andargachew, el presidente de la Región Amhara), uno de los cuatro partidos integrantes del FDRPE, no se hizo cargo de la jefatura del Gobierno en funciones; entonces, muchos se convencieron de que Demeke no sería el sucesor de Hailemariam. Las miradas convergieron entonces en los dos máximos responsables de la ODPO y la Región de Oromia, Lemma Megersa y su segundo, Abiy. Para la opinión pública, Lemma era una personalidad de mayor relieve, pero incumplía el requisito constitucional, exigido a un candidato a primer ministro y en cambio sí satisfecho por Abiy, de ser miembro del Parlamento Federal. Este era un hándicap insuperable para Lemma.

En efecto, el 22 de febrero el Comité Ejecutivo de la ODPO eligió a Abiy presidente de la formación en lugar de Lemma. Esto significó la definición de Abiy como el candidato del partido oromo a la jefatura del FDRPE; quien pasara a liderar la coalición permanente, sería el nuevo primer ministro. La votación interna correspondía al Comité Ejecutivo del FDRPE, donde cada agrupación tenía 45 representantes, dando un cuerpo de 180 miembros en total. Los contrincantes de Abiy no eran sino sus colegas al frente de los demás partidos del FDRPE, a saber, el viceprimer ministro Demeke Mekonnen por el MDNA, Debretsion Gebremichael (concurrentemente, presidente en funciones de la Región Tigré) por el FLPT y Shiferaw Shigute por el MDPSE. El 27 de marzo, previo autodescarte de Demeke, considerado el único adversario real del líder oromo, la votación interna se saldó con la elección cantada de Abiy, que reunió 108 votos. Presumiblemente, por Abiy votaron en bloque la ODPO y el MDNA, más 18 representantes del FLPT y el MDPSE.

Ya únicamente restaba la investidura parlamentaria. El 2 de abril, finalmente, la Cámara de Representantes Populares, con un quórum de 478 diputados, eligió primer ministro a Abiy, que instantes después prestó juramento. En su discurso de aceptación del cargo, el nuevo primer ministro fue bastante enfático sobre la necesidad de emprender reformas políticas en profundidad, promover la unidad nacional, superar la aciaga etapa de violencias iniciada en 2015 y, no menos importante, zanjar la disputa fronteriza y sellar la paz con la vecina Eritrea, tareas pendientes desde la terminación de los combates, con victoria para las armas etíopes y un estremecedor balance de 100.000 muertos, en la contienda bélica del año 2000. "Nosotros, los etíopes, necesitamos democracia y libertad, y estamos autorizados a tenerlas; la democracia no debe ser un concepto extraño para nosotros", manifestó Abiy, quien pidió también "perdón" a todas las víctimas y represaliados tras dos años y medios de represión sin cuartel.

El discurso inaugural de Abiy suscitó impresiones positivas dentro y fuera de Etiopía por su contundencia reformista y su aire sincero. Los comentaristas señalaron que Abiy arrancaba su jefatura del Gobierno rodeado de carisma y popularidad. Los hechos pronto iban a mostrar que las palabras del flamante primer ministro no eran mera retórica. Ahora bien, Abiy no enseñó sus cartas renovadoras a la hora de nombrar el nuevo Gabinete de 16 miembros, el 19 de abril. Entonces, los ministros de Exteriores, Workneh Gebeyehu (ODPO), y de Finanzas, Abraham Tekeste (FLPT), fueron confirmados en sus puestos, mientras que en Defensa Siraj (MDPSE) Fegessa dejó paso a Motuma Mekassa (ODPO).

La era de reformas, liberalización y diálogo en Etiopía anunciada por Abiy empezó a atisbarse en las semanas siguientes. A lo largo del mes de mayo, aproximadamente 7.600 detenidos y presos políticos fueron perdonados solo en la Región de Oromia. Según Abiy, era menester dejar atrás el draconiano entramado legal antiterrorista, una normativa extraconstitucional que en sí misma había causado terror al sancionar las detenciones arbitrarias y la tortura.

El 5 de junio la Cámara de Representantes, dos meses antes de lo esperado, levantó el segundo estado de emergencia y, simultáneamente, el Gobierno dio cuenta de su intención de resolver las diferencias con Eritrea sobre las bases del Acuerdo de cese de hostilidades de Argel de diciembre de 2000 y el veredicto emitido en abril de 2002 por la Comisión de Fronteras, creada con el auspicio del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya. Aquella resolución había concedido áreas del territorio fronterizo en disputa a las dos partes, pero la codiciada ciudad de Badme, meollo del conflicto, fue adjudicada a Eritrea. Desde entonces, Addis Abeba se había negado a ceder la soberanía sobre Badme, que mantenía bajo su control. Ahora, con su inesperada retractación, Abiy reconocía que Badme correspondía a la jurisdicción de Asmara. Etiopía acataba plenamente el veredicto de la Comisión de Fronteras, así que Badme sería desocupada y cedida a Eritrea.

Todo en un día, el FDRPE, con el fin de sostener el crecimiento económico a un ritmo en torno al 10% anual, tasa anotada por ejemplo en 2017 pero que no iba a poder igualarse en 2018 por la insuficiencia de capital foráneo, aprobó la venta a postores internacionales privados de paquetes de acciones de las compañías estatales Ethio Telecom y Ethiopian Airlines. Antes de concluir junio, Abiy recibió a una delegación eritrea de alto nivel con la que discutió los pasos a seguir para la histórica reconciliación y normalización de relaciones entre Etiopía y el país que un día fuera su provincia costera, cuya independencia en 1993 había dejado a la primera sin acceso al mar Rojo.

Entre tanto, el grupo de resistencia armada Ginbot 7, cobijado en Eritrea y designado como organización terrorista por Addis Abeba, anunciaba la suspensión de sus actividades subversivas luego de que su líder, Andargachew Tsege, sobre el que había pendido una condena a muerte, fuera excarcelado y amnistiado por el presidente Mulatu Teshome (y recibido para un insólito encuentro por Abiy, quien también se reunió con el jefe del Frente de Liberación Oromo, Lencho Letta, nada más aterrizar procedente del exilio), y con él medio millar de activistas. Por si fuera poco, el Gobierno desbloqueó las señales y autorizó a operar libremente en el país a estaciones de signo opositor como la Ethiopian Satellite Television (ESAT) y la Oromo Media Network (OMN), ambas basadas en Estados Unidos y durante años acusadas de incitar a la violencia y promover el terrorismo. Según el jefe de gabinete de Abiy, Fitsum Arega, Etiopía necesitaba abrirse al "libre flujo de información" y al "libre mercado de las ideas".

Sin embargo, las sombras también acechaban a la andanada reformista de Abiy, tan sorprendente por su velocidad y magnitud. El 23 de junio una granada fue arrojada contra la multitud que asistía a un acto de apoyo al Gobierno en la plaza Meskel de Addis Abeba y en el que el primer ministro era el principal orador. La explosión mató a dos personas y causó heridas a 165 más. Para Abiy, ileso en el atentado, lo sucedido constituía un "ataque infructuoso orquestado por fuerzas que no quieren ver una Etiopía unida". Las primeras sospechas recayeron en círculos policiales de bajo rango, donde se practicaron detenciones. En realidad, el descontento de ciertos elementos del régimen ascendía hasta las más altas instancias políticas, principalmente la cúpula del FLPT, partido muy presente en el aparato de seguridad del Estado, que no ocultaba su malestar por decisiones tan trascendentes como la liberación masiva de detenidos -entre los beneficiados había criminales convictos y peligrosos- y la concesión de Badme a los eritreos. Al parecer, los dirigentes tigrés, de siempre identificados con las políticas de línea dura, estaban alarmados por la audacia reformista y la disposición dialogante de Abiy.

Julio de 2018 fue un mes clave en la agenda del recién estrenado gobernante etíope. El día 5 el Parlamento retiró de la lista de organizaciones terroristas a Ginbot 7 y a los dos grupos secesionistas armados más veteranos e importantes, el ya citado Frente de Liberación Oromo (FLO), némesis de la ODPO de Abiy, y el Frente Nacional de Liberación de Ogadén (FNLO), activo en la Región Somalí. A continuación, vino el espectacular arreglo con Eritrea.

El día 9 Abiy y el presidente anfitrión, Issayas Afeworki, firmaron en Asmara una declaración que proclamaba la conclusión del estado técnico de guerra entre los dos países. Menos de una semana después, Afeworki, dictador en su país con puño de hierro, correspondió a Abiy con una visita de Estado de tres días de duración para sellar en Addis Abeba el nacimiento de la "nueva era de paz y amistad" entre Etiopía y Eritrea. En las dos cumbres nacionales se hizo notar el entusiasmo con que las respectivas poblaciones acogieron las palabras de reconciliación y los gestos de cordialidad prodigados por los mandatarios. Las relaciones diplomáticas y las comunicaciones telefónicas quedaban restablecidas de inmediato, y el siguiente paso era la reapertura efectiva de las fronteras al tráfico vial y aéreo.

(Cobertura informativa hasta 1/8/2018)