Alex Salmond

La apuesta lanzada por Alex Salmond, ministro principal de Escocia, para conseguir la separación pactada y democrática de su país del Reino Unido ha encallado en el referéndum del 18 de septiembre de 2014: con un inesperadamente contundente 55,3% de los votos y una participación masiva, del 84,6% del censo, el electorado escocés ha dicho no a una independencia nacional que sus promotores contemplaban para 2016. Con este resultado, Salmond, que asume su derrota con deportividad y de paso renuncia a seguir encabezando el Gobierno autonómico y liderando su formación, el Scottish National Party (SNP), ve desestimada la argumentación soberanista contenida en su libro blanco de 2013, que hablaba de adquirir libertad para aplicar una política económica socialmente orientada, de quedarse con el grueso de la riqueza petrolera del mar del Norte, de mantener a la libra como moneda así como a la reina de Inglaterra como jefa del Estado, y de continuar automáticamente tanto en la UE, pero sin participar en la Eurozona, como en la OTAN, pero sin armas nucleares. Finalmente, han prevalecido los temores al impacto económico de la secesión, aventados por el campo político unionista (conservadores, laboristas y liberales) y los poderes empresariales y financieros.

Sin embargo, el proceso no ha sido estéril para el nacionalismo escocés, pues en la recta final de la campaña el primer ministro tory David Cameron, atemorizado por el fuerte avance del sí en los sondeos, prometió elevar en gran medida el grado de autonomía de Escocia, hoy por hoy limitada, con la cesión de poderes fiscales y muchas más competencias. En otras palabras, los escoceses, si se mantiene el consenso de las fuerzas unionistas en torno a este paquete de transferencias anunciado con precipitación, podrían obtener después de todo la devolution max, esquema de amplio autogobierno que Salmond acarició durante años antes de toparse con el rechazo de Londres a cualquier cosa que no fuera la disyuntiva unión sin cambios/independencia plena: tal fue la base del Acuerdo de Edimburgo de 2012. Ahora, Salmond se va convencido de que Escocia "seguirá avanzando como nación", pero advirtiendo a los tres grandes partidos de Westminster de que no traten de "engañar" a los escoceses. 

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 22/9/2014. Como consecuencia del referéndum sobre la independencia de Escocia con victoria del no, Alex Salmond anunció sus renuncias a las presidencias del SNP y del Gobierno de Escocia. Nicola Sturgeon le sucedió como líder del SNP el 14/11/2014 y como ministro principal el 19/11/2014. Posteriormente, en 2018, Salmond abandonó el SNP y en 2021 anunció su ingreso en el Alba Party, una escisión del SNP, del que se convirtió en líder).

El ministro principal escocés Alex Salmond, embarcado desde su elección en 2007 en una campaña para la secesión pacífica de Escocia del Reino Unido y el acceso del país a la independencia nacional vía referéndum pactado con Londres, se crió en un hogar de clase media próximo a Edimburgo y estudió en la University of St Andrews, por la que se licenció en Economía e Historia Medieval en 1978. Nada más graduarse, el joven fue reclutado por el Scottish Office, el departamento del Gobierno británico encargado de la administración de Escocia, para su área de Agricultura y Pesca, y en 1980 entró a trabajar como economista en el Royal Bank of Scotland, donde se especializó en el análisis del mercado del petróleo del Mar del Norte. En 1981 contrajo matrimonio con Moira McGlashan, una funcionaria 17 años mayor que había sido su jefa en el Scottish Office.

Líder del Scottish National Party y defensor coyuntural de la devolution por Londres
Salmond empezó a militar en el Partido Nacional Escocés (SNP), fundado en 1934 para sostener la causa del autogobierno de Escocia, ya en su etapa de universitario. Sus convicciones republicanas y socialistas, que le situaban en el ala más a la izquierda de un partido por lo demás de orientación socialdemócrata, desembocaron en una disidencia abierta, la de la facción conocida como el Grupo 79, que le costó la expulsión temporal. En 1985 fue readmitido en los escalafones del SNP y en 1987 se convirtió en vicelíder de la formación, supeditado a Gordon Wilson, al tiempo que ganaba su primer mandato parlamentario en la Cámara de los Comunes de Westminster.

Aupado al liderazgo (National Convener) del partido en septiembre de 1990, Salmond guió al SNP en las elecciones generales de 1992 y 1997. En sus circunscripciones escocesas estos comicios depararon a los nacionalistas un salto desde el 14% al 22% de los votos, cuota que, con todo, estaba lejos del 30% alcanzado en 1974. Tras la constitución en Londres del Gobierno de Tony Blair (un paisano escocés sensible a las añejas reclamaciones de los nacionalistas), Salmond aceptó de buena gana el programa de devolution diseñado por el Partido Laborista, que concedía al antiguo reino independiente, unido políticamente a Inglaterra y Gales en 1707 para dar lugar al Reino Unido de la Gran Bretaña, un Parlamento y un Ejecutivo autonómicos. Una recuperación parcial de soberanía ya había sido ofertada por el Gobierno laborista de James Callaghan en 1978, pero aquella propuesta fue derrotada en el referéndum de 1979, poco antes de la llegada de Margaret Thatcher al 10 de Downing Street.

El esquema de autogobierno concebido por Blair fue aprobado por los escoceses en el referéndum de septiembre de 1997 y quedó legislado por la Scotland Act de 1998. Esta descentralización administrativa con cesión de competencias políticas, en particular una cierta capacidad normativa en materia fiscal, no abría las puertas al acceso de Escocia a la plena soberanía, meta exigida por el ala fundamentalista del partido, pero Salmond, pragmático, no tuvo problemas en posponer a un futuro más o menos lejano el objetivo de la independencia al entender que con la elección del Parlamento de Holyrood el SNP veía realizarse su principal reivindicación histórica. Fue el principio de una estrategia gradualista que Salmond, ganado para la moderación y el diálogo pero sin renunciar a sus ideas, aplicó a rajatabla.

Las primeras elecciones autonómicas, en mayo de 1999, certificaron la primacía tradicional de los laboristas escoceses, cuyo jefe, Donald Dewar, inauguró el puesto de ministro principal. La ingrata oposición en el hemiciclo de Edimburgo empujó a Salmond a ceder a John Swinney el liderazgo del SNP en septiembre de 2000. Al año siguiente interrumpió también su mandato en el Parlamento Escocés para encabezar la bancada nacionalista en la Cámara de los Comunes, donde destacó como un enérgico opositor a la invasión de Irak y cofirmante de una inocua iniciativa parlamentaria para destituir a Blair. Durante un sexenio Salmond sólo fue diputado en Westminster.

Los malos resultados cosechados en las elecciones escocesas de mayo de 2003 dañaron el liderazgo de Swinney. El 3 de septiembre de 2004 Salmond retomó las riendas del partido y en las votaciones del 3 de mayo de 2007 lo condujo a una ajustada victoria que, 13 días más tarde y sucediendo a tres titulares consecutivos del Partido Laborista, le catapultó a la jefatura del Gobierno autonómico, escribiendo con ello el mayor hito hasta entonces en la historia del SNP.

Ministro principal de Escocia y primera tentativa de proceso independentista
En agosto de 2007 el flamante ministro principal de Escocia lanzó de manera oficial el órdago político que había preparado con todo esmero y que ya constaba en su manifiesto electoral: la propuesta de una reforma constitucional que incluía la convocatoria de una consulta popular para que los escoceses se pronunciaran sobre si querían que Escocia fuera un Estado independiente o bien que permaneciese en el Reino Unido, a ser posible con un marco competencial reforzado. Esta última era otra de las posibilidades, cuatro en total, contempladas por el Libro Blanco presentado en noviembre de 2009 por el Gobierno Salmond, para quien "no cambiar" ya no era "una opción".

Al principio, Salmond mencionó 2011 como la fecha en que podría tener lugar el referéndum sobre el estatus de Escocia, pero el proyecto topaba con la franca minoría del SNP en el Parlamento regional, donde la oposición conjunta de laboristas, conservadores y liberaldemócratas, coincidentes en el unionismo, bloqueaba cualquier iniciativa separatista. El gobernante, mientras dibujaba un horizonte esplendoroso para una Escocia independiente que se quedaría con el grueso de las reservas de crudo del Mar del Norte, intentó atraer al primer ministro laborista Gordon Brown a una mesa de diálogo y para ello retrasó considerablemente el calendario del referéndum, hasta 2017.

Sin embargo, Londres, amparándose en la debilidad parlamentaria del SNP, no movió pieza y además los sondeos del momento eran ampliamente desfavorables a la independencia. El proyecto legal de la consulta popular, que en su borrador de febrero de 2010 (Draft Referendum Bill Consultation Paper) contemplaba como opciones de futuro la independencia plena, una devolución completa de la autodeterminación salvo en la defensa, la política exterior y la política monetaria (devolution max), y una especie de superautonomía fiscal, quedó empantanado hasta el final de la legislatura.

Mayoría absoluta en las elecciones de 2011 y segunda iniciativa de referéndum
Salmond, que en 2010 puso fin a 23 años de carrera parlamentaria en Westminster, necesitaba imperiosamente la mayoría absoluta en Holyrood si quería involucrar a Londres en su proyecto soberanista, para el que el SNP no concebía un trámite unilateral y potencial generador de conflicto: los nacionalistas querían que el acceso a la independencia, de ser escogido por el electorado, siguiera unos cauces estrictamente legales, haciéndolo el desenlace de un pacto constitucional entre gobiernos con legitimidad democrática.

Las elecciones regionales del 5 de mayo de 2011 activaron la nueva y más sólida cuenta atrás para la posible independencia de Escocia. Con un arrollador 45% de los sufragios, el SNP, receptor de un voto que en parte era independentista y en parte socialdemócrata, dinamitó su techo histórico y se hizo con una mayoría absoluta de 69 escaños. Ahora bien, sólo voto la mitad de los electores censados. Eufórico, Salmond anunció la celebración del anhelado referéndum "en la segunda mitad" de la nueva legislatura de cinco años, preferiblemente en 2014.

En enero de 2012 el Gobierno conservador británico de David Cameron realizó su esperada toma de postura frente al envite que le hacía Salmond. Londres no cuestionaba el derecho de los escoceses a decidir en las urnas su futuro como nación, sólo que la potestad de convocar una consulta legal recaía, subrayaba Cameron, en el Parlamento británico, no en el escocés. De hecho, el primer ministro, aunque era firme partidario de mantener la integridad territorial del Reino Unido, se mostraba dispuesto a celebrar un referéndum vinculante en 18 meses, a condición de que este se ciñera a votar sí o no a la independencia. El primer ministro, además, dejó abierta la puerta a negociar el traspaso de más poderes autonómicos.

Salmond, consciente de que la separación de la Unión no gozaba por el momento del respaldo mayoritario de los escoceses, respondió al punto que la fecha de octubre de 2014 no debía adelantarse y que el referéndum plantearía una doble pregunta: sobre la independencia y sobre un marco no secesionista del tipo devolution max; en relación con esta última, los dirigentes del SNP hallaban en los marcos autonómicos del País Vasco y Cataluña dentro del Estado español unos buenos referentes. Por lo demás, el ministro principal opinaba que el final de la unión política con Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte no tenía porque implicar la ruptura de una serie de lazos económicos, sociales e institucionales.

Firma con Cameron del Acuerdo de Edimburgo y controversias monetaria y europea
Tras esta pública confrontación de sus respectivas posiciones, Edimburgo y Londres abrieron unas negociaciones de alto nivel conducentes a la adopción de una fórmula de consenso que iba a requerir concesiones mutuas. El 15 de octubre de 2012 Salmond y Cameron volvieron a reunirse en la St Andrew's House, sede del Gobierno Escocés, para firmar el llamado Acuerdo de Edimburgo, que fijaba los términos del referéndum. Las partes acordaron que este tuviera lugar "antes del final de 2014", que su resultado fuera vinculante, que consistiera en una única pregunta sobre el sí o el no a la independencia, y que fuera legislado por el Parlamento Escocés previa "franquicia" otorgada para la ocasión por el Ejecutivo británico.

En marzo de 2013 el Gobierno Salmond precisó que el referéndum tendría lugar el 18 de septiembre de 2014 y en junio siguiente el Parlamento de Holyrood aprobó el instrumento legal para la consulta, la Scottish Independence Referendum Act. Para entonces, las autoridades de Edimburgo y Londres, movilizadas en clave de campaña propagandística en la cuenta atrás para el referéndum, ya estaban enfrascadas en una pelotera sobre los pros y los contras de la independencia de Escocia, buscando convencer a un electorado que, de acuerdo con las encuestas, todavía era mayoritariamente favorable a preservar el Reino Unido pero que en el plazo de un año largo podía cambiar de parecer.

Salmond, y así lo hizo constar en su Libro Blanco de 670 páginas Scotland's Future - Your Guide to an Independent Scotland, presentado en Glasgow el 26 de noviembre de 2013, aseguraba que el hipotético Estado conservaría la libra esterlina como moneda, se convertiría sin problemas en el 29º miembro de la Unión Europea una vez proclamado (el 24 de marzo de 2016 concretamente, en los aniversarios de la unión de las coronas de 1603 y la unión parlamentaria de 1707, siempre que ganara la respuesta afirmativa a la simple pregunta de "should Scotland be an independent country?"), aunque se mantendría fuera de la Eurozona, y, haciendo pragmáticamente a un lado las tradicionales simpatías republicanas de los nacionalistas, reconocería a la reina Isabel II como su jefa nominal.

Escocia, además, tendría una Constitución escrita, se dotaría de unas Fuerzas Armadas propias, garantizaría su seguridad en el seno de la OTAN (un cambio de postura histórico del SNP) y no permitiría la instalación de armas nucleares en su territorio, luego la Royal Navy tendría que retirar de la base de Clyde, al oeste de Glasgow, todo su arsenal de misiles balísticos Trident montados en submarinos Vanguard. Salmond enfatizó los grandes beneficios económicos y sociales que traería la independencia, pues Escocia, rica en "ventajas naturales", estaría en condiciones de sacarle el máximo partido a sus abundantes recursos energéticos, comerciales y culturales, mientras que la población, con un Gobierno del SNP, quedaría a resguardo de los recortes de austeridad, la devaluación salarial y el aumento de los impuestos.

Los miembros del Gabinete Cameron, por el contrario, argumentaron la inviabilidad económica de una Escocia independiente, que podía despedirse de la unión monetaria en la zona de la libra y tendría que hacer frente a onerosos costes. Por su parte, la Comisión Europea se encargó de echar un jarro de agua fría a la interpretación de Salmond de que Escocia, como Estado componente salido del Reino Unido, pertenecería por derecho a la UE; según Bruselas, Edimburgo tendría que pedir el ingreso en la UE y negociar la adhesión como cualquier otro solicitante. Salmond amenazó a Londres, si ponía obstáculos a la unión monetaria, con no asumir la parte de la deuda británica que le correspondería a una Escocia separada. En octubre de 2013, en la conferencia del partido en Perth y presionado por unos sondeos tercamente adversos, el ministro principal exhortó a los cuatro millones de electores escoceses a apostar por la "esperanza" del sí frente al "proyecto del miedo" que representaba el no.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2014)