Manuel Valls

Manuel Valls, ministro del Interior de Francia, es uno de los pesos pesados de la majorité présidentielle que arropa a François Hollande desde su elección al Elíseo en 2012. Se trata también del único miembro del Ejecutivo galo que sigue conservando una cuota importante de aceptación popular en momentos de desazón para su partido, el Socialista, que afronta las elecciones municipales y europeas de 2014 con muy sombrías perspectivas. La valoración ciudadana de que gozó Valls a lo largo de 2013 no se resintió –más bien fue al contrario- de los aspectos altamente polémicos de su gestión, que viene incluyendo la repatriación expeditiva de inmigrantes indocumentados y una serie de declaraciones críticas con la comunidad gitana.

Nacido en Barcelona y naturalizado francés desde los 20 años, Valls ha hecho toda su carrera en la política del PS, donde se crió en la corriente rocardiana, es decir, pragmática, de talante social liberal y orientada al centro. Se confiesa afín al neolaborismo blairista, es favorable a un rigor fiscal de evocación merkeliana y en la práctica se acerca a figuras conservadoras de casa como Sarkozy. Así se advierte cuando pide flexibilizar el principio republicano de la laicidad del Estado, cuando propugna que el Estado regule y subsidie el culto musulmán, y cuando entona un discurso de firmeza contra la inseguridad ciudadana y la inmigración irregular, todo lo cual rompe tradiciones de la izquierda nacional y concita censuras desde el propio PS. A su partido le instó a "refundarse", desprendiéndose de la misma denominación socialista, pero sin dejar de invocar la posición de izquierda. Luego de servir en los equipos de Rocard, Jospin y Royal, y de escribir un currículum de mandatos electorales en distintos niveles de representación territorial, Valls disputó infructuosamente las primarias socialistas de 2011 y a continuación fue reclutado por Hollande, quien tras su victoria en las presidenciales de 2012 le sentó en el Gabinete de Jean-Marc Ayrault con una cartera que le venía como anillo al dedo.

En sus menos de dos años como titular de Interior, Valls ha hecho gala, a fuerza de afirmaciones y actuaciones controvertidas, de una sorprendente autonomía política (que Hollande, hundido en las encuestas, ha aprobado, por lo general de manera silente) y de un estilo sobrio y articulado. También, de una rotundidad y una inflexibilidad que obedecen a convicciones pero que seguramente tienen detrás también el cálculo electoralista. El ministro se mueve con soltura en un ambiente caldeado por la convalecencia económica, el abandono de promesas electorales de signo socialdemócrata, las manifestaciones de la Francia más tradicional contra el matrimonio gay y el proyecto de ley sobre la familia, y el aluvión de mensajes populistas, racistas y xenófobos, que tienen al ultraderechista Frente Nacional como principal artillero.

Entre finales de 2013 y comienzos de 2014 Valls ha sido el protagonista de dos encendidos debates en Francia con repercusiones europeas: por una parte, el de la detención y deportación de extranjeros sin papeles que supuestamente no satisfacen los requisitos de la regularización, el cual ha girado en torno al caso de la alumna Leonarda Dibrani, miembro de una comunidad, la romaní, cuya integración social, en conjunto, él considera fracasada e inviable; por otro lado, los límites de la libertad de expresión, debate que atiza el asunto del humorista Dieudonné, cuyas actuaciones están en el punto de mira del ministro por su carga antisemita. Mientras la izquierda y las ONG le acusan de "lepenización" y de medidas "inhumanas", y desde la Comisión Europea se le advierte que no vulnere las normas de la UE sobre la libre circulación de personas, Valls insiste en la necesidad de controlar los flujos migratorios y en gobernar "con responsabilidad", no guiado "sólo por la emoción".

El balance provisional de su mandato es que en Francia ha aumentado el número de regularizaciones y naturalizaciones, mientras que se ha mantenido el de expulsiones. Pese a la reciente erosión en los sondeos, Valls sigue siendo el político mejor valorado del país, con la particularidad de que gusta más en el centro-derecha que en su partido.


(Texto actualizado hasta febrero 2014. Nota de actualización: El 31 de marzo de 2014 Manuel Valls fue nombrado primer ministro de Francia por el presidente Hollande y el 5 de diciembre de 2016 anunció su dimisión, efectiva al día siguiente, para lanzar su candidatura por el PS a las elecciones presidenciales de 2017.)

1. Diputado y alcalde del PS interesado en las cuestiones de la laicidad y la integración
2. Candidato en las primarias socialistas de 2011
3. Ministro del Interior con el presidente Hollande
4. Polémico tratamiento de la inmigración irregular y alta valoración en los sondeos
5. El caso Leonarda como epítome de la política de expulsiones de romaníes y la controversia del humorista Dieudonné


1. Diputado y alcalde del PS interesado en las cuestiones de la laicidad y la integración

Hijo del pintor catalán, naturalizado francés, Xavier Valls Subirà (1923-2006), a su vez sobrino del compositor Manuel Valls i Gorina (autor entre otras piezas del himno del Fútbol Club Barcelona), y de la suiza Luisangela Galfetti, emigrada también y hermana del reputado arquitecto Aurelio Galfetti, vino al mundo en Barcelona por decisión de sus padres, quienes querían que el niño tuviera lazos con el lugar de origen del progenitor. Este natalicio convirtió a Valls en un nacional español, condición que se prolongaría durante dos décadas.

El futuro ministro galo del Interior fue alumbrado y bautizado en el barrio de Horta de la capital catalana en agosto de 1962, 13 años después de que Xavier Valls, un artista plástico de ascendiente republicano, se radicara en París buscando el ambiente de libertad política y cultural que no hallaba en la España franquista. El niño pasó largas temporadas en Barcelona, incluidas sus vacaciones escolares, pero también visitaba con frecuencia a su familia materna suiza en el cantón ítaloparlante de Ticino. Al llegar a la adolescencia, Valls se instaló definitivamente en Francia. Hoy, el político sigue expresándose con fluidez en los idiomas catalán, castellano e italiano, además obviamente del francés.

Con 17 años, en 1980, cuando su padre ya gozaba de renombre internacional como pintor de bodegones y paisajes en un etéreo estilo figurativo, Valls ingresó en el Centro Tolbiac de la Universidad de Panteón-Sorbona (París 1) para estudiar Historia. Allí encontró un ambiente politizado en el que se zambulló de inmediato. El joven estuvo activo en el sindicato estudiantil UNEF-ID y se dio de alta en el Partido Socialista (PS), entonces en la oposición al Ejecutivo de la Mayoría Presidencial de Valéry Giscard d'Estaing. Valls se adhirió al PS bajo la influencia directa de Michel Rocard, quien le consultaba para tomarle el pulso a la actualidad estudiantil.

Antiguo aspirante al Elíseo y miembro de la Asamblea Nacional, Rocard era el cabeza visible del sector pragmático del partido nacido del Congreso de la unificación de Épinay de 1971, crítico, por ejemplo, con el programa izquierdista de nacionalizaciones integrales para Francia que propugnaba el entonces primer secretario del PS, François Mitterrand. La deuxième gauche (segunda izquierda) de Rocard, Robert Chapuis y otros dirigentes del PS inspirados en el pensamiento radical-socialista de Pierre Mendès France, antimarxistas y contrarios a las dialécticas ideológicas clásicas fue, por tanto, el sustrato doctrinal del joven militante socialista, que en las elecciones presidenciales de 1981 no pudo votar por Mitterrand al carecer de la nacionalidad gala. Al año siguiente, Valls se convirtió a todos los efectos en ciudadano francés por la vía de la naturalización.

Las conquistas por el PS en 1981 de la Presidencia de la República y el Gobierno prepararon el arranque de la carrera política de Valls, que no tardó en acumular servicios y mandatos aún antes de llegar a la treintena de edad. Entre 1983 y 1986, mientras continuaba sus estudios en la Sorbona, fue asistente parlamentario de Chapuis, diputado por la 1ª Circunscripción de Ardèche (Ródano-Alpes). En 1985, recuerda el diario Le Figaro, Valls decidió abandonar la Liga de los Derechos Humanos (LDH), de la que era miembro, debido al repudio de la organización a la extradición a España por el Gobierno de Laurent Fabius de activistas de la banda terrorista vasca ETA que tenían cuentas con la justicia del país vecino.

En marzo de 1986, al tiempo que el PS era desalojado temporalmente por los neogaullistas de Jacques Chirac del Hôtel Matignon, Valls se hizo con su primer mandato de representación popular, uno de consejero en Île-de-France, la región que engloba París. Ese mismo año terminó la licenciatura de Historia y en 1987 contrajo matrimonio con Nathalie Soulié, una compañera de estudios que durante años trabajó de maestra de escuela. La pareja iba a tener cuatro hijos antes de divorciarse tras casi 20 años de vida conyugal.

En 1988, con el retorno de los socialistas al Gobierno de la mano de Rocard, investido primer ministro el 10 de mayo, Valls fue nombrado por su mentor encargado de misión, un puesto de rango subministerial. Al mismo tiempo, fue elegido primer secretario de la Federación Socialista del departamento de Val d'Oise, en Île-de-France. Las votaciones municipales de marzo de 1989 le confirieron además una concejalía en la comuna de Argenteuil. En mayo de 1991, la dimisión forzosa de Rocard por diferencias con Mitterrand, quien nombró en su lugar a una personalidad más dúctil, Édith Cresson, abrió un paréntesis de seis años en las actividades de Valls en el Gobierno nacional. Hasta su retorno al mismo, siguió activo en las políticas regional y municipal, siendo reelegido en sus puestos de consejero y concejal respectivamente en 1992 y 1995.

1993 fue un año negro para los socialistas franceses, los cuales, minados por la confrontación entre los rocardianos adalides de la regeneración del partido y los elefantes de la vieja guardia liderados por Fabius, las peleas fratricidas de los barones que aspiraban a heredar el liderazgo de Mitterrand, los escándalos de corrupción y la impopular política económica, de regusto liberal, aplicada por los primeros ministros Cresson y Bérégovoy, sufrieron un descalabro histórico en las elecciones a la Asamblea Nacional. La hecatombe electoral de marzo de 1993 sentenció a Fabius, que hubo de renunciar a la Primera Secretaría, y catapultó a Rocard, el cual se hizo con el puesto en octubre de 1993 en el Congreso de Le Bourget. Entonces ascendieron en los escalafones socialistas varios cuadros jóvenes de la facción rocardiana. Probablemente el más destacado era Valls, quien a sus 31 años resultó elegido para el Buró Nacional, el Consejo Nacional y el Secretariado Nacional, donde se hizo cargo del área de Comunicación.

En los cuatro años siguientes, Valls, aunque no era un peso pesado en la cúpula socialista, participó en el agitado devenir del PS, que vio frustrarse el proyecto renovador del big bang formulado por Rocard, encajó nuevos reveses en las urnas y desde 1995 se dio una nueva oportunidad reponiendo en la Primera Secretaría a Lionel Jospin. Valls se ganó la confianza de Jospin, que tras la vigorosa resurrección experimentada por el PS en las legislativas de mayo y junio de 1997 le reclutó para su Gobierno mayoritario de la izquierda plural, de coalición con el Partido Comunista Francés (PCF), Los Verdes y otros movimientos republicanos de izquierda, y en cohabitación con el presidente Chirac, donde fungió de asesor de comunicación y responsable de relaciones con los medios en la oficina del Primer Ministro.

Para Valls, este fue un premio de consolación por su fracaso personal en los comicios, a los que acudió buscando un asiento en la Asamblea Nacional. Pese al gran empuje en todo el país del PS, que recuperó la condición de primer partido de Francia con 255 escaños, el responsable socialista quedó tercero en la 5ª Circunscripción de Val-d'Oise, que cubría la comuna de Argenteuil, por detrás de Robert Hue, el secretario general del PCF, y Georges Mothron, candidato del RPR del presidente Chirac y titular del escaño en la anterior legislatura. Su servicio a Jospin en el Gobierno no detuvo el recorrido de Valls en la política electoral, que siguió sumando mandatos. En marzo de 1998, una vez retirado del consistorio de Argenteuil, se convirtió en vicepresidente del Consejo Regional de Île-de-France, adjunto al presidente Jean-Paul Huchon, y en marzo de 2001 reanudó la gestión municipal como alcalde de Évry, una comuna de 50.000 habitantes de clase trabajadora del departamento de Essonne, en la parte meridional de Île-de-France.

En las elecciones legislativas del 9 y el 16 de junio de 2002, celebradas en plena resaca del estrepitoso fracaso de Jospin en las presidenciales frente a Chirac, a Valls y el PS les fue a la inversa que en 1997. Mientras que el partido, ahora liderado por François Hollande, se estrelló frente al nuevo frente político, aglutinador de las fuerzas del centro-derecha liberal, de Chirac, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), él se hizo con el escaño por la 1ª Circunscripción de Essonne, donde derrotó en la primera vuelta, con el 53% de los votos, a Serge Dassaul, de la UMP. Al debutar en la Asamblea Nacional, Valls tomó el testigo a su correligionario Jacques Guyard, asimismo antiguo alcalde de Évry. Una vez diputado, en la oposición al Gobierno de la UMP encabezado por Jean-Pierre Raffarin, dimitió como vicepresidente regional de Île-de-France y en noviembre del mismo año cesó también como consejero.

En sus primeros años como edil de una pequeña ciudad de la periferia parisina y con población ampliamente multirracial y plurireligiosa, Valls dio a conocer, en entrevistas y por escrito, sus puntos de vista sobre los candentes temas del laicismo, el lugar de la religión en el Estado y la sociedad, la integración de los inmigrantes y la inseguridad ciudadana. En La laïcité en face, un libro de entrevistas con Virginie Malabard, publicado en octubre de 2005 justo en la víspera de la gran revuelta juvenil en el extrarradio de París, graves disturbios que no perdonaron a Évry, Valls exponía la opinión de que era hora de actualizar los modelos nacionales del laicismo y la integración, pues en su opinión habían fracasado tras décadas de políticas "mal llevadas" por gobiernos tanto de la derecha como de la izquierda.

La centenaria ley de separación de la Iglesia y el Estado, apuntaba Valls, debía dejar de ser intocable para que el laicismo estricto, sin renunciar a los valores republicanos, se abriera a las nuevas realidades sociales con el fin de favorecer la convivencia y la integración de personas procedentes de distintas culturas y que, empezando por el Islam, profesaban fes no autóctonas de Francia. Alejándose de los diagnósticos simplificadores sobre un vandalismo irracional y unas conductas criminales por parte de hijos de inmigrantes mal asimilados que debían ser atajados con medidas policiales y judiciales sin mayores consideraciones, el alcalde socialista llamó la atención sobre las carencias sociales, la falta de oportunidades y la discriminación racial a que estos jóvenes, de origen africano en su mayoría, hacían frente en los degradados suburbios urbanos donde vivían.

Aunque la violencia era "inaceptable" y las autoridades estaban obligadas a "acabar" con la misma, continuaba Valls, quien de hecho se mostraba bastante enérgico en la cuestión de la persecución del delito, el Gobierno de la UMP, en estos momentos dirigido por Dominique de Villepin, no podía pasar por alto las situaciones de exclusión social aguda y la falta de políticas laborales, educativas y culturales. Por otro lado, el alcalde de Évry, en lo que se aproximaba bastante a los planteamientos de pesos pesados de la UMP como el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, se decía partidario de organizar el culto musulmán en Francia, de crear un "Islam francés", lo que pasaba por instituir un centro de formación de imanes franceses y por subvencionar con dinero público la construcción de mezquitas debidamente registradas. La idea era, según Valls, evitar la "politización" del culto público del Islam, que sin una supervisión y una regulación activas por parte del Estado secular quedaba a merced de las influencias interesadas de gobiernos extranjeros y del proselitismo extremista, incluido el de grupos jihadistas y terroristas de la nebulosa de Al Qaeda.

En cuanto a las vicisitudes del PS, en su primera legislatura en la Asamblea Nacional Valls llevó durante unos meses, entre 2003 y 2004, el área de Coordinación y Organización en la Secretaría Nacional, de la que había estado ausente desde 1997. Por otro lado, Valls fue uno de los miembros de la dirigencia que expresó su opinión contraria a la ratificación por Francia del Tratado Constitucional Europeo, acordado por Chirac con los socios de la UE. La opción del rechazo al texto ya firmado por el Consejo Europeo era defendida de manera destacada por Fabius. Sin embargo, antes del referéndum interno de diciembre de 2004 Valls se desmarcó de las corrientes críticas y, "por disciplina", acató las consignas pro Constitución Europea de Hollande (el sí al Tratado se impuso en la consulta de los socialistas, pero en el posterior referéndum nacional triunfó el no).


2. Candidato en las primarias socialistas de 2011

A principios de 2007 Valls, un masón reconocido, afiliado al Gran Oriente de Francia aunque desde hacía años inactivo en la logia, se integró en el equipo de campaña de Ségolène Royal, la candidata del PS para batirse en unas elecciones presidenciales que finalmente sentaron en el Elíseo a Sarkozy. A continuación, en las legislativas del 10 de junio, fue reelegido por Essonne con el 60,1% de los votos, una ventaja de más de 20 puntos sobre su adversaria local de la UMP, Cristela De Oliveira. A nivel nacional, el PS, pese recuperar un millón de votos, nada pudo hacer contra el partido de Sarkozy.

A estas alturas, Valls ya estaba acreditado como un joven (45 años) dirigente del PS de la línea más conservadora, o pragmática o innovadora –las etiquetas diferían según quien hiciera el análisis-, que abordaba sin complejos los debates, tradicionalmente soslayados o tratados con timidez por las izquierdas, sobre la seguridad ciudadana, la cual defendía con firmeza, la laicidad del Estado, cuya modernización propugnaba, y la inmigración ilegal, a la que, puntualizaba, no había que dejar de combatir. La identificación con la tendencia social liberal y no socialdemócrata era expresamente asumida por Valls, que, admirador de la Third Way y el New Labour británicos, se proclamaba "blairista" e incluso "clintoniano". En el capítulo económico, él tenía claro por ejemplo que había que prolongar los años de cotización para tener derecho a la pensión máxima.

Por todo ello, no causó excesiva sorpresa que Sarkozy, tras asumir la Presidencia y como parte de su estrategia de "apertura" al centro y la izquierda, se dirigiera a Valls para ofrecerle un ministerio en el nuevo Gabinete de François Fillon. El cortejado prefirió plegarse a la disciplina del partido, pero no abandonó la línea crítica con la dirección del PS, que afrontaba tiempos de mudanza. En las elecciones locales del 9 de marzo de 2008 Valls ganó su segundo mandato sexenal en Évry con el 70,3% de los votos, un porcentaje de apoyos a su gestión municipal apabullante pero relativizado por la paupérrima participación, que no llegó ni a la mitad del censo. Semanas después asumió la presidencia de la comunidad de aglomeración Évry Centro Essonne (CAECE), una estructura intercomunal del departamento de Essonne que englobaba a 110.000 habitantes.

En noviembre de 2008, Valls, tras aplaudir la propuesta de Hollande de "refundar" el PS con un cambio de denominación del partido y de suscribir, en la Convención Nacional de junio, la nueva Declaración de Principios para guiar al "socialismo democrático del siglo XXI", la cual afirmaba el compromiso del PS con una economía de mercado "regulada" y "social", se decantó por Royal en el duelo por el liderazgo del Congreso de Reims, convocado para elegir al sucesor de Hollande en la Primera Secretaría. Sin embargo, el puesto cimero fue ganado, no sin las denuncias de irregularidades de Valls y los ségolénistes, por Martine Aubry, ex ministra y alcaldesa de Lille, quien contaba con el respaldo de los principales mandamases y familias de partido.

El PS tenía por delante otra competición interna, a tres años vista: la definición del candidato para la elección presidencial de 2012. La ambición de medirse con Sarkozy en las urnas era adjudicada sin discusión a Hollande, Aubry, Royal y Dominique Strauss-Kahn, quien fuera ministro de Economía y Finanzas con Jospin y actualmente el director gerente del FMI. Ahora bien, mucho antes de que cualquiera de estos primeros espadas destapara sus cartas, Valls dio la campanada al anunciar su intención de disputar las primarias ciudadanas del PS, previstas para el otoño de 2011. En realidad, Valls ya venía proyectándose como contendiente interno desde 2007. La revelación a las claras de sus intenciones la hizo al periódico Journal du dimanche el 13 de junio de 2009, pocos días después de ser grabado con un teléfono móvil mientras paseaba por Évry con una acompañante y realizando unos comentarios de tinte racista al cruzarse con un viandante negro, video embarazoso que tuvo una amplia difusión en Internet.

Al presentar su aspiración en el Journal du dimanche, Valls recalcó que Sarkozy sería indefectiblemente reelegido en 2012 a menos que el PS cambiara "en todo" y "rápidamente". El mismo término socialismo, "sin duda superado", debía ser abandonado, arguyó. Un mes más tarde, entrevistado por el diario español El País, Valls explicó que su partido estaba "herido de muerte" porque "por primera vez en su historia no representa ninguna esperanza". "El problema", continuaba diciendo el entrevistado, venía de lejos, "desde la caída del Muro de Berlín". Desde entonces, y aquí el caso del PS le parecía paradigmático, la izquierda europea tenía "problemas para articular un proyecto global y coherente".

La conclusión de Valls era que el socialismo francés debía aceptar y asumir que "pensar en otro tipo de sociedad que no sea capitalista no tiene sentido", y que la misión de la izquierda era "luchar contra las desigualdades" que el sistema, con sus "injusticias", generaba. El inesperado y temprano destape de Valls sentó muy mal a Aubry, que en julio le dirigió una carta abierta vía Le Parisien. En su áspera misiva, la primera secretaria conminaba al miembro del Buró Nacional a ser "consecuente" entre lo que pensaba y hacía, y le invitaba a "salirse" del PS, pues sus comentarios y declaraciones difícilmente casaban con una militancia socialista. "Das la impresión de que aguardas, de que incluso tienes la esperanza del fin del PS", espetaba Aubry. Valls replicó a su superiora orgánica que ni cancelaba sus planes presidenciales, ni silenciaba sus opiniones, ni mucho menos abandonaba el partido.

En los dos años largos que quedaban hasta las primarias socialistas, Valls fue dando forma a su programa de la campaña interna y sistematizando sus diversos puntos de vista orientados al gran público, la mayoría chocantes con el discurso oficial del PS. Al hilo de lo expuesto en su primer ensayo político, Les habits neufs de la gauche, de 2006, y en su segundo libro de entrevistas con el explícito título de Pour en finir avec le vieux socialisme… et être enfin de gauche!, publicado en 2008 mano a mano con el periodista Claude Askolovitch, Valls sacó a la venta tres nuevos libros en este período.

En marzo de 2010 apareció Pouvoir, donde el autor pasaba revista a la crisis de la socialdemocracia desde el colapso del comunismo soviético y se explayaba en la "urgente" necesidad que la izquierda democrática tenía de redefinir un proyecto que despertase "nuevas esperanzas" y superara "una visión del mundo anticuada". En Sécurité: la gauche peut tout changer, en las librerías desde abril de 2011, Valls reclamaba para el PS una voz audible en pleno "duelo devastador" entre Sarkozy y el Frente Nacional de Marine Le Pen por el "monopolio" de la mano dura con la inseguridad ciudadana. Y en agosto siguiente el político publicó L'énergie du changement: L'abécédaire optimiste, que venía a ser su manifiesto proselitista de cara a las primarias.

Además de documentar su pensamiento, que incluía un "desacuerdo total" con la propuesta de su colega del partido Daniel Vaillant, ex ministro del Interior y alcalde de distrito parisino, de despenalizar el consumo privado de cannabis como fórmula para combatir el narcotráfico y la aceptación de la idea de que la Comisión Europea controlara directamente los presupuestos de los gobiernos de la UE en aras del rigor fiscal y de una mayor integración económica en plena crisis de las deudas soberanas de la Eurozona, el precandidato presidencial creó el club político de apoyo À gauche besoin d'optimisme (La izquierda necesita optimismo).

En marzo de 2010 el alcalde-diputado propuso a los sindicatos un "pacto nacional" para la reforma de las pensiones "en nombre de la responsabilidad", ya que "el papel de la izquierda no es negar los cambios demográficos [el envejecimiento de la población] ni ocultar la magnitud del déficit". Su plataforma económica, llena de acentos liberales, incluía la introducción en la Constitución francesa de una regla de oro en materia fiscal como instrumento legal drástico para constreñir el déficit y la deuda públicos, la búsqueda del equilibrio presupuestario y la moderación de los salarios en aras de la competitividad y la generación de empleo. Todo ello estaba en la línea de lo reclamado en 2011 por el Gobierno alemán de Angela Merkel para el conjunto de la Eurozona, pero pugnaba con el espíritu socialdemócrata del PS.

Más que eso, Valls disparaba directamente contra políticas adoptadas por su propio partido en períodos de gobierno. Era el caso de la emblemática semana laboral de 35 horas, considerada en su momento el mayor logro de la gauche plurielle jospinista, que según Valls había que "descerrajar". Darle carpetazo a la semana de 35 horas, ya erosionada por Sarkozy, y decantarse por una règle d'or constitucional eran verdaderos tabús para Hollande y, sobre todo, Aubry. Valls defendía también una subida de impuestos concentrada en un "IVA social", sobrecargado a productos de consumo "no esenciales", a cambio de rebajas en las deducciones por cotización en los salarios. En julio de 2010 la vida privada de Valls registró el hito de sus segundas nupcias, una vez obtenido el divorcio de Nathalie Soulié, la madre de sus cuatro hijos, con Anne Gravoin, una laureada violinista de cámara del Conservatorio de París.

Al comenzar 2011, Valls dejó en suspenso su precandidatura y se adhirió a la eventual postulación de Strauss-Kahn, quien seguía trabajando en Washington y todavía no había hecho un anuncio oficial, a pesar de que era el gran favorito en los sondeos, donde sacaba hasta 20 puntos de ventaja a Hollande. Sin embargo, la opción de DSK reventó a mediados de mayo cuando el director del FMI fue arrestado por la Policía de Nueva York sobre la base de una denuncia por agresión sexual e intento de violación presentada por la empleada de un hotel. La súbita caída en desgracia de Strauss-Kahn tuvo dos consecuencias inmediatas: elevar a Hollande al primer lugar en las encuestas y reactivar la precandidatura de Valls, quien confirmó su participación en las primarias el 7 de junio.

De los seis postulantes a la candidatura presidencial, Valls fue el único que expuso sin reservas la problemática de la inmigración, una tema típico del repertorio de los partidos de derechas pero que a priori no daba votos en unas primarias de la izquierda. Sobre el particular, Valls propuso definir unas "cuotas migratorias de acuerdo con nuestras capacidades de acogida y organizadas principalmente con los países que son socios históricos y económicos, como los del Magreb o de la zona CFA" (África subsahariana). Su plantel de apoyos y adhesiones, más bien pobre, no incluía a ningún antiguo ministro y sí a un puñado de parlamentarios, alcaldes y consejeros regionales. El miembro más notorio de su equipo era quizá Ali Soumaré, un joven secretario de sección local del PS, hijo de inmigrantes malís y enredado en una pelotera con la UMP, quien le acusaba de ser un "delincuente multirreincidente".

Al final, en la votación del 9 de octubre de 2011 el alcalde de Évry y diputado por Essonne quedó en un pobre quinto lugar con el 5,6% de los votos –en términos absolutos, 149.000 papeletas-, superando únicamente al radical de izquierda Jean-Michel Baylet. Quedó por detrás de Royal, el neosocialista Arnaud Montebourg, Aubry y Hollande. La primera secretaria y el anterior titular del cargo contendieron en segunda vuelta el 16 de octubre, con derrota para Aubry. Hollande se aseguró la nominación luego de que Montebourg, Royal y Valls pidieran a sus seguidores que votaran por él.


3. Ministro del Interior con el presidente Hollande

Desde este momento, Valls trabajó en el círculo de lugartenientes y colaboradores de Hollande, con quien se esforzó en limar las divergencias ideológicas, que sin duda eran menos que con Aubry. Como Jospin en 1997, el candidato presidencial confió a Valls su oficina de comunicaciones. La dirección de esta importante área convirtió a Valls en uno de los pilares de la campaña socialista, que presentó al electorado un conjunto de medidas para enfrentar la parálisis económica, el déficit excesivo y el paro del 10%. El PS habló de imprimir un "giro a la izquierda" con la creación de medio millón de contratos de trabajo "generacionales", la contramarcha en la reforma de las pensiones legada por Sarkozy y un fuerte aumento de la presión fiscal a las rentas más altas, los grandes patrimonios, las compañías que más facturaban y los negocios financieros.

El trabajo desarrollado por Valls, considerado excelente por los observadores, fue instrumental para la victoria de su jefe sobre Sarkozy en las elecciones a doble vuelta del 22 de abril y el 6 de mayo de 2012. El 15 de mayo Hollande tomó posesión del Elíseo y nombró primer ministro a Jean-Marc Ayrault, alcalde de Nantes y jefe del grupo socialista en la Asamblea Nacional. Entonces, algunos medios apuntaron que Valls, quien hacía tiempo que había dejado de ser un desconocido a nivel nacional y que de hecho figuraba en posiciones cimeras en los sondeos de valoración de líderes, habría podido ser nombrado por Hollande primer ministro. Sin embargo, el presidente era consciente que el de Évry, aunque bien visto en el centro-derecha, no gozaba de amplia popularidad en las filas socialistas.

El 7 de mayo Le Parisien publicó una encuesta según la cual Valls era el preferido para el cargo de primer ministro por el 26% de los franceses, aunque no por los electores de Hollande, entre los que solo recibía un 18% de apoyo. El predilecto de los votantes de izquierdas para hacerse con la jefatura del Gobierno era, con un 30% de adhesiones, Ayrault. La primera secretaria del PS, Aubry, aparecía segunda en las preferencias tanto si se preguntaba a todos los ciudadanos (el 19%) como a los simpatizantes de la izquierda (el 28%). De todas maneras, Valls era sin lugar a dudas un valor potente en el nuevo equipo dirigente de Francia y Hollande le sentó en el Gabinete Ayrault, inaugurado el 16 de mayo, con una cartera que se ajustaba muy bien a su perfil e intereses, no tanto a una experiencia en tareas ejecutivas de las que, fuera del ámbito local, prácticamente carecía: la de Interior, que tomó de manos de Claude Guéant.

El 24 de mayo Valls dimitió en la alcaldía de Évry, aunque continuó vinculado a las funciones municipales desde el puesto de concejal. El 17 de junio, en la segunda vuelta de las elecciones legislativas, el flamante ministro ganó con el 65,6% de los sufragios su segunda reelección en la 1ª Circunscripción de Essonne (como en su reválida como alcalde en 2008, el abultado respaldo popular no podía pasar por alto la fuerte abstención, que superó con creces el 50% en la circunscripción), pero el 21 de julio cedió el escaño en la Asamblea Nacional a Carlos Da Silva, consejero general del cantón de Corbeil-Essonnes-Est. Por lo demás, los comicios otorgaron al PS y sus aliados de la nueva Mayoría Presidencial, a saber, el Partido Radical de Izquierda (PRG), el ecologista EELV y la Izquierda Diversa (DVG, que agrupaba a los candidatos izquierdistas no afiliados a ningún partido), una mayoría absoluta de 331 diputados (de los que 280 correspondieron al PS), resultados que mejoraban los obtenidos por la izquierda plural de Jospin en 1997. El 18 de junio Ayrault, de manera protocolaria, presentó la dimisión a Hollande, quien volvió a nombrarle primer ministro. Sin novedad, Valls siguió en Interior.


4. Polémico tratamiento de la inmigración irregular y alta valoración en los sondeos

Al tomar posesión en mayo, Valls sacó a colación su nacimiento en España y no en Francia, de la que aprendió a "amar sus valores, su cultura y su bandera", para subrayar su compromiso con el mantenimiento de la ley y el orden sin distinciones de categorías sociales, comunidades, barrios u orígenes, donde no debía haber "estigmatizaciones" de ningún tipo.

Ahora bien, el nuevo ministro no tardó en dejar claro, con sus pronunciamientos y sus acciones, que varias de las estrategias, todas controvertidas en mayor o menor grado, aplicadas por los gobiernos de Sarkozy y Fillon en capítulos básicos del área de Interior como la supervisión del culto islámico en las mezquitas, la reserva de la suspensión temporal unilateral del Espacio de Schengen (la libre circulación de personas entre estados miembros y asociados de la UE) a conveniencia nacional y la lucha contra la inmigración clandestina mediante deportaciones (desde 2007 París había expulsado a 120.000 extranjeros en situación irregular, incluidos muchos gitanos rumanos y búlgaros) no sólo se mantenían, sino que entraban en una fase de refuerzo y perfeccionamiento allá donde hubiera fallos.

La búsqueda de la eficacia se apreció sobre todo en el control de las actividades proselitistas político-religiosas en las mezquitas. Ya en los primeros meses del Gobierno socialista se aceleró la expulsión de imanes radicales venidos de fuera, luego de que Valls recordara su visión del Islam: este era un "elemento constitutivo integral de la Francia de hoy", pero debía ser independiente de tutelas extranjeras y respetuoso con la laicidad de la República. El ministro se mostró disgustado por cómo estaba funcionando el Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM), organismo privado y pretendidamente representativo, concebido como el interlocutor de las organizaciones musulmanas con el Estado.

Al igual que la posterior ley del laicismo en la enseñanza pública –que prohibía el uso del velo islámico y otros "símbolos religiosos ostensibles" en las escuelas de primaria y secundaria-, Valls había acogido positivamente la articulación oficial del CFCM en 2003, siendo Sarkozy el ministro del Interior. Pero desde entonces, se quejaba Valls, esta entidad, cuyos miembros se agrupaban en tendencias presentadas a elecciones internas, venía estado sujeta a las "manipulaciones" de clérigos extremistas con fuertes vínculos extranjeros. La deportación de imanes fundamentalistas acusados de hacer apología del terrorismo, de incitar a la violencia y de dirigir sermones "contrarios a nuestros valores" adquirió a los ojos del ministro una perentoriedad especialmente acuciante en enero de 2013.

Aquel mes, el Ejército francés se embarcó en sendas misiones de combate en Malí, para impedir que el débil Gobierno interino de Bamako sucumbiera al asalto de la subversión jihadista medrada en las regiones desérticas norteñas de mayoría tuareg, y en Somalia, para rescatar al rehén francés Denis Allex, un agente de la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE) que permanecía secuestrado por la organización islamista Al Shabaab desde 2009 (el dispositivo bélico en el país saheliano, la Operación Serval, logró su objetivo, pero la operación en Somalia se saldó en fracaso con la muerte de 24 personas, entre ellas dos soldados galos y, presumiblemente, el propio Allex). Entonces, Hollande ordenó a Ayrault reforzar el plan especial de alerta antiterrorista Vigipirate, que estaba en el nivel rojo.

Dos meses antes, en noviembre de 2012, Valls había provocado un tumulto en la Asamblea Nacional al acusar a la UMP, cuyo grupo parlamentario le echaba en cara unas cifras periodísticas recientes sobre un aumento de la criminalidad en Francia, de ser la única responsable, cuando estuvo en el Gobierno, de cualquier crecimiento de la delincuencia común, por la "supresión de policías y gendarmes", así como de "la vuelta del terrorismo". Con ese exabrupto, el titular socialista del Interior aludía a los tiroteos de marzo anterior en Toulouse y Montauban, con los que el joven jihadista francés de origen argelino Mohammed Merah, en tres ataques separados, había asesinado a siete militares y civiles antes de ser abatido por las fuerzas de seguridad.

Ahora bien, cuando se tiraba los trastos a la cabeza con la oposición del centro-derecha, Valls ya estaba posicionado, con más de un 60% de aprobación, como el miembro del Ejecutivo mejor valorado. Mucho más que Hollande y Ayrault, que no superaban el 30% de popularidad. Por el momento, al responsable gubernamental no parecían perjudicarle episodios como los disturbios de agosto en Amiens, escenario de graves actos de vandalismo, incendios provocados y enfrentamientos entre cientos de jóvenes y agentes del orden. En respuesta a esta crisis de seguridad ciudadana, Valls incrementó las partidas de la Policía y la Gendarmería, y realizó una visita de inspección a la ciudad norteña, donde fue recibido con abucheos.

El control de los flujos migratorios y la regularización de los extranjeros residentes en Francia recibieron máxima prioridad en la agenda del ministro. En octubre de 2012 Valls declaró que el Gobierno quería recuperar el anterior nivel de naturalizaciones de ciudadanos no franceses en situación perfectamente legal y que aspiraban a la nacionalidad, de aproximadamente 110.000 por año, frente a las 87.000 naturalizaciones aprobadas por su predecesor, Guéant, en 2011. En cuanto a los foráneos en situación irregular, los llamados sin papeles, se mantenía el cupo aproximado de 30.000 regularizaciones por año establecido por el anterior Gobierno de la derecha. No habría una regularización masiva. Se actuaba así "por responsabilidad", explicaba Valls, porque "hoy en día la situación económica y social no permite dar acomodo y regularizar tanto como a algunos les gustaría". Paralelamente, la política de expulsiones de quienes no se ajustaban a las normas sobre regularización y asilo seguía su curso.

En enero de 2013, coincidiendo con la entrada en vigor de la circular ministerial sobre regularizaciones anuales, elevadas finalmente a 36.000 –las cuantificadas en 2012-, un colectivo de partidos y asociaciones integrado entre otros por la Liga de los Derechos Humanos (LDH), el Frente de Izquierda y la Asociación de Trabajadores Magrebíes de Francia (ATMF) informó que en 2012 un total de 36.822 foráneos (12.800 de ellos, rumanos y búlgaros) en situación irregular habían sufrido traslado forzoso con expulsión a sus países de origen. La cifra suponía un aumento del 11,9% con respecto a 2011, y a la misma habían contribuido por igual el Gobierno de Fillon y el de Ayrault, aunque este último iba a puntualizar más tarde, en octubre de 2013, que parte de aquellas 36.822 repatriaciones, unas 15.000, habían tenido un carácter voluntario, al acogerse los afectados a los incentivos económicos de las autoridades.

En septiembre de 2013 la LDH denunció que Francia había dejado sin techo a más de 10.000 romaníes en el primer semestre del año, ignorando la norma que prohibía desahuciar asentamientos ilegales en invierno y duplicando en ese período a los casos registrados en todo 2012, cuando expulsó a 11.982. Los gitanos devueltos a sus países de procedencia, fundamentalmente Rumanía, Bulgaria y Kosovo, ascendieron a 424 entre enero y junio de 2013. En marzo, Valls, en palabras para Le Figaro, lanzó la voz de alarma por la "intolerable" proliferación de asentamientos de romaníes, más de 400, dos terceras partes de los cuales se hallaban en la región de Île-de-France y donde vivían 20.000 hombres, mujeres y niños en condiciones de "insalubridad" e "inseguridad".

El ministro apuntaba además que algunos gitanos estaban causando "problemas de convivencia" y que, "por desgracia", los ocupantes de los campamentos "no quieren integrarse en nuestro país por razones culturales o porque están en manos de redes de mendicidad o prostitución", lo que daba lugar a una situación de "delincuencia que se enraiza". Valls llamaba también la atención sobre los efectos "perversos" del plan, ahora drásticamente recortado, de incentivar el retorno voluntario con ayudas económicas de 300 euros para los adultos y 100 euros para los niños, ya que sólo había conseguido "promover una vasta inmigración ilegal" que había convertido a Francia "en un imán del tráfico" de personas dispuestas a hacer "un viaje lucrativo" de ida y vuelta.

Por todo ello, los desmantelamientos de campamentos eran "necesarios" e iban "a continuar", afirmaba el ministro, quien matizaba que las operaciones policiales se llevarían a cabo "con humanidad, sin abandonar el acompañamiento social, el objetivo de escolarizar a los niños y, cuando sea posible, el acceso a una vivienda y al mundo del empleo". Estas declaraciones provocaron malestar en ambientes de la izquierda, pero Valls, que tampoco se mordía la lengua a la hora de reprochar los "irresponsables" y "nocivos" llamamientos de compañeros del ala izquierda del PS que exigían a Hollande que se enfrentara a la intransigencia económica de Merkel en la UE, no estaba dispuesto a cancelar su polémica línea argumentativa, que convertía a la comunidad romaní en diana de críticas, endosándole la responsabilidad de la ineficacia de las políticas sociales .

En agosto de 2013 abrió fuego contra Valls el eurodiputado Jean-Luc Mélenchon, líder del Partido de la Izquierda (PG) y hasta 2008 miembro del PS, quien le acusó de "cazar en los territorios" del ultraderechista Frente Nacional y de dejarse "contaminar" por Marine Le Pen cuando opinaba que las propuestas de un estudio que recomendaba extender a las universidades la prohibición del velo musulmán en las aulas eran "dignas de interés". Además, Valls mantuvo un rifirrafe con la ministra de Justicia, Christiane Taubira, vinculada al PRG y artífice de la ley del matrimonio homosexual (aprobada por la Asamblea Nacional en abril y promulgada en mayo pese a la ruidosa protesta montada por sectores tradicionalistas y conservadores de la sociedad francesa), a propósito de la reforma del Código Penal y sobre cómo aliviar la saturación de las cárceles galas.

A la vuelta de las vacaciones del verano, aún en agosto, el ministro molestó a varios colegas del Gabinete con su opinión, aireada a los medios, de que convenía "revisar" la política francesa de inmigración para adecuarla al aumento de la presión demográfica africana. Ayrault le corrigió desde la televisión y el mismo primer secretario del PS, Harlem Désir (hijo de martinicano y de alsaciana, elegido al frente de la formación en octubre de 2012) le dio un aparente toque de atención al comentar desde Le Monde que "el narcisismo no es compatible con el socialismo". Sin embargo, Valls contaba con un valedor fundamental: el presidente Hollande, quien oscilaba entre el mutismo aprobatorio y la defensa expresa de las políticas de su responsable del Interior.

El 23 de septiembre el polémico protagonismo de Valls subió de intensidad al arremeter sin medias tintas contra los romaníes de Europa sudoriental recalados en Francia. En una entrevista concedida a la emisora de radio France Inter, el ministro asoció a la minoría gitana con "la mendicidad y la delincuencia", y afirmó que era "ilusorio pensar que vamos a arreglar el problema de las poblaciones romaníes a través únicamente de la integración". "No hay otra solución que desmantelar esos campamentos progresivamente y conducir a la frontera" a sus habitantes, quienes en realidad, proseguía Valls, tenían "la vocación de retornar a Rumanía y Bulgaria". A la pregunta de si sólo una minoría de los romaníes tenía "un proyecto de vida" y "quería integrarse en Francia", el entrevistado respondió afirmativamente: "Sí, tenemos que decir la verdad a los franceses. Estas personas tienen unos modos de vida extremadamente diferentes a los nuestros y evidentemente están en confrontación" [con los de los habitantes locales].

Las invectivas de Valls contra los gitanos rumanos y búlgaros, que varios medios enmarcaron en un cálculo electoralista, a menos de un año para las votaciones municipales (marzo de 2014) y europeas (junio), suscitaron una riada de censuras dentro y fuera de Francia. Desde Bruselas, la Comisión Europea insinuó que podría imponer sanciones a Francia si conculcaba los principios recogidos por los Tratados sobre la libre circulación de ciudadanos europeos. La comisaria de Justicia, Viviane Reding, fue contundente en sus críticas, que con diverso tono vocearon dentro del PS entre otros Désir, Aubry y el ministro de Reactivación Productiva, Montebourg. Sin salir del Gabinete, se unió al coro de detractores la ministra de Vivienda, la verde Cécile Duflot. Fuera de la Mayoría Presidencial, Mélenchon acusó a Valls de "decir las mismas cosas que la extrema derecha".

Rocoso frente al vendaval que había desatado, Valls se reafirmó en lo dicho y refutó a quienes le demandaban una rectificación, los cuales le desautorizaban "sin conocer el asunto". Al ministro le salieron dos poderosos apoyos, Hollande, quien guardó un estruendoso silencio en esta controversia, y los sondeos, que revelaron que hasta un 93% de los franceses creía que los gitanos no se esforzaban en integrarse, y que tres de cada cuatro consultados estaban de acuerdo con las tesis del ministro. El 30 de septiembre Fabius, el ministro de Exteriores, confirmó que Francia se disponía a bloquear el acceso de Bulgaria y Rumanía al Espacio de Schengen para la libre circulación de sus trabajadores el 1 de enero de 2014, al cabo del período transitorio de siete años impuesto a los gobiernos de Sofía y Bucarest en 2007, a menos que dieran más garantías del control efectivo de sus fronteras exteriores para restringir el paso de inmigrantes de países no comunitarios.


5. El caso Leonarda como epítome de la política de expulsiones de romaníes y la controversia del humorista Dieudonné

La siguiente polvareda en torno a Valls, esta ya con una amplia repercusión internacional, vino a las tres semanas de sus declaraciones para France Inter y coincidiendo con el anuncio por el Ministerio del Interior, para refutar la noticia de Le Figaro sobre una "fuerte bajada de las expulsiones" en Francia, de que en los primeros ocho meses de 2013 18.126 inmigrantes sin documentación habían sido expulsados y que se esperaba terminar el año con un total de 21.000 repatriaciones forzosas, luego manteniendo el nivel de 2012.

El hecho desencadenante fue la detención el 9 de octubre por la Policía de Fronteras (PAF) de la alumna de secundaria de etnia romaní Leonarda Dibrani durante una excursión escolar en Sochaux, en el departamento de Doubs de la región del Franco Condado. La adolescente, de 15 años y escolarizada desde los 11 en la población de Pontarlier, fue devuelta a su familia, la madre y cinco hermanos de entre uno y 17 años, que vivía alojada en el Centro de Acogida de Solicitantes de Asilo (CADA) de Levier. Una vez reagrupados, los siete fueron deportados a Kosovo en un vuelo Lyon-Prístina ese mismo día. En la ciudad de Mitrovica madre e hijos se reunieron con el padre, a su vez expulsado en la víspera tras un período de detención administrativa en las cercanías de Estrasburgo.

La deportación de Leonarda Dibrani y su familia, que de acuerdo con las informaciones iniciales habían llegado "irregularmente" a Francia en 2009, luego de serles impedida la estancia en Italia, y solicitado tres veces el asilo político con el argumento de que en Kosovo sufrían discriminación y persecución (asilo que había sido denegado por las autoridades administrativas y judiciales galas, las cuales, a cambio, comunicaron a los Dibrani dos órdenes de expulsión forzosa por no cumplir las condiciones de integración social y económica para proceder a su regularización), emergió a la luz pública el 14 de octubre, cuando el caso fue denunciado por profesores de la muchacha en el blog de la Red Educación Sin Fronteras (RESF).

Desde ahí, la noticia tuvo una difusión masiva en las redes sociales, que se llenaron de mensajes de solidaridad e indignación, y saltó a la radiotelevisión y la prensa escrita. Una catarata de reacciones negativas afluyó desde los partidos de izquierda, los sindicatos, asociaciones de inmigrantes y las ONG humanitarias y antirracistas, siendo el de "inhumano" uno de los adjetivos más empleados para describir el expeditivo operativo del Ministerio del Interior. Miles de estudiantes de liceos salieron a manifestarse exigiendo el fin de la expulsión de estudiantes sin papeles y la dimisión de Valls, reclamación esta última que hizo suya PG de Mélenchon. El ministro anunció la apertura de una "investigación administrativa" para aclarar las circunstancias de la deportación de Leonarda, cuyo carácter irrevocable fue matizado por el propio Ayrault, pero pidió mantener la "sangre fría", así como que no se dudara "ni por un instante" de que su departamento aplicaba "las reglas del derecho público con inteligencia, prudencia y humildad".

El 19 de octubre Hollande ofreció a Leonarda volver a Francia sin su familia, pero la chica respondió que nunca regresaría sola y acusó al presidente de "no tener piedad". En los días siguientes, Valls consideró justificada la expulsión, descartó el regreso de la familia gitana y dio por zanjado el caso porque "la emoción no puede ser la única brújula de una política". El ministro se mostraba firme e inflexible: "Francia sigue siendo un país de inmigración, esa es su historia. Para que la inmigración siga siendo una posibilidad, tenemos que controlar los flujos migratorios. Los extranjeros, incluso en familia o con niños escolarizados, cuando dejan de tener el derecho de estancia, han que dejar el territorio (…) Nadie me va a desviar de mi curso", manifestó a Le Journal du Dimanche.

Para entonces, el padre de la quinceañera, Reshad Dibrani, desde Mitrovica, ya se había pronunciado sobre el asunto, asegurando que volverían a intentar el retorno a Francia de manera clandestina si era necesario, y de paso revelando que había mentido a las autoridades francesas cuando solicitaron el estatus de refugiados políticos, pues sólo él era oriundo de Kosovo: su esposa y sus hijos, incluida Leonarda, habían nacido en Italia y no tenían "nada que ver con Kosovo". "Cuando pedimos asilo en Francia, declaramos que veníamos huyendo de Kosovo y destruimos nuestros pasaportes italianos para no ser enviados de vuelta a Italia", explicó Dibrani. En noviembre de 2013 Valls dio cuenta de un "aumento temporal" del número de regularizaciones de inmigrantes indocumentados a lo largo del año, que habían alcanzado las 46.000, 10.000 más de las estipuladas por la circular de 2012.

(Cobertura informativa hasta 1/12/2013)